Capítulo
IX
BATALLA
EN LA MANSIÓN CORNELIO
Jack regresó al callejón donde vio por
última vez a sus amigos, y esperó durante unos minutos a que aparecieran. Había
registrado por completo la carpa del circo y sus alrededores, sin conseguir
ninguna pista sobre el guardián de la fuerza ni otra información relacionada. Afirmó
sin dudarlo que allí no se encontraba lo que buscaban. Le resultó extraño, de
entre todas las funciones y espectáculos del mundo circense, no presenciar al
misterioso payaso diabólico que les recibió en el camino de las montañas.
Al ver que no llegaban, el mago empezó
a preocuparse. No era normal que tardaran tanto, y más cuando él mismo les
advirtió que Mugget no era un lugar seguro para nadie:
- Esto es muy raro…- se dijo a sí
mismo, pensativo- con lo responsables que son ellos, ya deberían estar aquí.
En ese momento, algo en su interior se
estremeció. Con profunda preocupación, dijo:
- No puede ser… ¿no será que…?
Dio rápidamente media vuelta y corrió
para salir del callejón. Algo le decía que les había pasado algo, y debía
ayudarlos cuanto antes. Sólo se le ocurría un sitio en el que podían estar, y
deseó con todas sus fuerzas llegar antes de que fuera demasiado tarde.
Eduardo despertó en un lugar oscuro,
en una estancia pequeña. Abrió poco a poco los ojos. Se sentía cansado y agotado,
notó que le dolían las extremidades, y le costaba moverse. Vio sorprendido a
Erika y Marina tiradas en el suelo, inconscientes a su lado. Tras unos minutos
de descanso, logró levantarse. Le flaqueaban las piernas, así que tuvo que
ponerse de rodillas:
- ¡Erika, Marina, despertad!- les dijo
mientras las zarandeaba con las manos- ¡no es momento de dormir!
Finalmente las chicas despertaron,
también con dolores en todo el cuerpo. Les costaba levantarse, pero las magas
usaron un hechizo curativo para resolver el problema. Tras el proceso, los tres
se levantaron nuevamente y miraron a su alrededor el lugar en el que se
encontraban:
- ¿Dónde estamos?- preguntó Erika,
tratando se situarse.
- Yo diría que en los calabozos de la
sala de torturas…- afirmó Eduardo aferrándose a los barrotes y mirando al fondo
del pasillo- allí está la mesa con cadenas que vimos no hace mucho.
Marina alzó la vista al techo y logró
ver una trampilla en lo alto:
- Hemos debido de caer desde allí
arriba- dedujo pensativa- seguramente tenemos encima de nuestras cabezas los
aposentos de Cornelio. Su trampa nos ha encerrado aquí abajo.
- Bueno, sea lo que sea tenemos que
salir de aquí- dijo Erika- quién sabe lo que ese viejo magnate querrá hacer con
nosotros…
- ¡Silencio!- gritó el mayordomo que
los recibió en la entrada. Se acercó por el pasillo y les dijo- el señor
Cornelio pide silencio antes de los juegos.
- ¿Los juegos? ¿De qué estás
hablando?- interrogó Eduardo.
- ¿Ah, no lo sabíais? Don Cornelio
planea divertirse un rato con vosotros viéndoos sufrir…antes de entregaros a la
Muerte- añadió con una sonrisa malévola.
- ¿¡Qué!?- exclamaron los tres al
unísono.
- ¿De qué conoce ese viejo a la
Muerte?- exclamó Erika, sorprendida.
- Podríamos decir que son compañeros
de negocios, nada más…- dijo el sirviente- a estas alturas ya les habrá
comunicado vuestra presencia en Mugget y no creo que tarden mucho en llegar
aquí.
- ¡Maldito seas, sácanos de aquí!-
exigió la chica- ¡no puedes hacernos esto!
- Ya lo he hecho…- dijo sonriendo
maléficamente- que os sea leve en los juegos.
Tras eso, el mayordomo dio media
vuelta y subió por las escaleras que daban a la salida, dejándolos en los
calabozos. En su mano llevaba la llave para abrir la celda que los encerraba.
Fue entonces cuando Erika bajó la
cabeza, apoyándola en los barrotes, y suspiró:
- No puede ser…esto no puede acabar
así…
- Si hubiera alguna forma de abrir
esta celda…- dijo el chico, deprimido.
En ese momento Eduardo se sorprendió
al aparecer mágicamente la llave espada en la mano y que ésta se alzara por sí
sola a la cerradura. Ésta última brillaba misteriosamente:
- ¿¡Eh, pero qué…!?- exclamó perplejo.
Se oyó el mecanismo que accionaba el
sellado de una puerta. Tras eso, la cerradura dejó de brillar y la llave espada
volvió a ser inerte en la mano de su portador:
- ¿Qué ha…pasado?- preguntó el chico,
aún confuso.
Marina se acercó a la puerta y,
sorprendentemente, ésta estaba abierta:
- ¡Esa arma que llevas ha abierto la
puerta!- exclamó la maga, perpleja- ¿pero cómo lo has hecho?
- ¡No…no lo sé!- dijo Eduardo,
sorprendido- ¡yo no he hecho nada, ha sido ella sola!
- ¡Después de todo es una llave!-
sonrió Erika- ¡seguro que es capaz de abrir cualquier puerta!
El chico paró a pensar un momento en
lo sucedido. Había descubierto una nueva habilidad de la arma sagrada que
seguro le sería muy útil en el futuro. Con una sonrisa de oreja a oreja, dijo
animadamente:
- ¡Qué guay, puedo abrir cualquier
puerta!
Enseguida se les fue la alegría y la
felicidad al recordar que todavía no estaban a salvo. Marina dijo seriamente:
- Vamos, tenemos que salir de aquí.
Los dos jóvenes asintieron con la
cabeza. Con las armas en la mano, corrieron y subieron escaleras arriba
directos a la salida. Llegaron a la parte superior del gran salón, y bajaron
corriendo las escaleras en dirección a la enorme puerta que conducía a la
libertad.
Poco antes de que la alcanzaran, ésta
se abrió e hizo acto de presencia el magnate, mientras la puerta se cerraba
tras él:
- ¡¡Cornelio!!- exclamaron
sorprendidos, al tiempo que se detenían.
- ¿Ya os váis? ¿Tan pronto?- sonrió
malévolamente- pero si todavía quedan invitados por llegar.
- ¡Cállate!- dijo Erika- ¡nos vamos a
ir y tú no podrás impedirlo!
- ¡Apártate si no quieres acabar como
todos tus esbirros!- amenazó Eduardo.
El hombre soltó carcajadas en alta voz
mientras reía maliciosamente:
- ¿De qué te ríes?- preguntó Erika,
molesta.
- Os equivocáis- dijo sin miramientos-
me habéis ganado una vez, pero ésta vez será diferente.
- ¿Qué quieres decir?- dijo Marina,
preocupada.
- Ahora lo sabréis.
Cornelio chasqueó los dedos y tras un
breve temblor brusco, un agujero se abrió del techo y de él cayó rápidamente un
hombre armado. Éste, agachado y con su espada ancha y larga, intimidó con su
presencia a las dos magas y al joven espadachín.
El nuevo individuo se levantó
lentamente y dirigió su mirada hacia ellos. Sus ojos fríos le recordaron a
Eduardo a los de Asbel cuando se enfrentó a Jack la última vez que le vieron.
Aquel tipo desde luego parecía peligroso:
- ¿Me llamaba, señor?- dijo con voz
profunda.
- Sí, Ranor…quiero que acabes con esta
escoria- ordenó el magnate.
- Como ordenes, mi señor.
El nuevo enemigo se puso en guardia,
al igual que los elegidos y Marina. Ésta última se asustó. Sabía quién era ese
hombre, había oído hablar de él y temblaba de miedo con sólo verlo:
- ¿Marina?- preguntó Eduardo,
sorprendido al verla de aquella forma.
- No puede ser, es…es él- dijo a
medias palabras.
- ¿Quién?- añadió Erika.
- Ranor…más conocido como el
sanguinario…- explicó la chica- es un famoso asesino en serie que mata a
cualquiera que se propone. Los que se atreven a hacerle frente acaban
muertos…sólo le he visto un par de veces en fotos, pero nunca antes en persona…no
sabía que trabajara para Cornelio.
El magnate comenzó a hablar en ese
momento diciendo:
- Llevo gobernando Mugget desde que
llegué a este lugar…todos los de esta ciudad me reconocen y respetan por ser uno
de los más ricos y poderosos multimillonarios de las altas esferas… y no
permitiré que una pandilla de críos echen por los suelos mi tan preciada reputación…-
y señaló con su brazo hacia ellos tras decir- le ahorraré trabajo a la Muerte…
¡Ranor, mátalos!
Fue entonces cuando el asesino armado
corrió rápidamente hacia ellos con su espada en mano para atacarlos. Marina
gritó en ese momento:
- ¡¡Cuidado, ahí viene!!
Aquel enemigo era endiabladamente
rápido. Llegó hasta ellos en cuestión de segundos y no les dio tiempo a
reaccionar. Antes de que pudieran hacer algo, Ranor movió rápidamente su espada
y creó un tornado de cuchillas que hirió a los tres miembros y los empujó un
poco más lejos, rodando por el suelo en distintas direcciones.
Heridos y con la sangre brotando por
sus cortes en brazos y piernas, se levantaron con esfuerzo mientras Ranor los
miraba tranquilo y sereno con sus ojos frios y asesinos. Parecía un cazador
dispuesto a lanzarse a su presa:
- A ver… ¿quién quiere ser el primero
en morir?- preguntó girándose a los tres.
Eduardo temblaba con la llave espada
en la mano. Nunca antes se habían enfrentado a un enemigo semejante, y dudaba
sobre las escasas posibilidades que tenían de vencerlo. Ninguno de los tres era
tan fuerte y poderoso como Jack y, por primera vez desde que se embarcaron en
la aventura, no tenían su ayuda ante el peligro. Aquella vez el mago no estaba
allí para protegerlos, y tenían que arreglárselas solos en aquel duro combate.
Marina por su parte miró a Eduardo y
Erika, tambaleándose heridos:
“Esto se pone feo…”- decía la chica en
su mente- “no estamos al nivel de Ranor, es imposible que alguno de nosotros
pueda hacerle frente…a no ser que juntemos nuestras fuerzas…es la solución que
se me ocurre… y la única para vencerle”.
La maga volvió a centrar su atención
en Ranor, quién dijo en ese momento:
- Bueno, si nadie se ofrece
voluntario, entonces elegiré yo.
El asesino miró a Erika, ésta última
perpleja, y corrió a atacarla. La chica, asustada, puso por delante la vara
mágica y la usó como escudo para intentar bloquear el próximo ataque de su
enemigo:
- ¡No te lo permitiré!- exclamó la
maga.
Marina no lo dudó ni un momento y,
gracias a sus entrenamientos con Jack, había logrado desarrollar su aura
mágica. Conjuró con su arma un ataque mágico en forma de tornado que fue
directo a Ranor. El espadachín se anticipó al hechizo y logró esquivarlo sin
problema, para sorpresa de la chica.
Fue entonces cuando Ranor cambió de
objetivo y corrió rápidamente hacia la maga:
- ¡¡Marina, cuidado!!- gritaron los
dos jóvenes.
El asesino se plantó delante de ella
antes de que se diera cuenta. Marina, con la cara pálida, contempló ante sus
ojos la mirada asesina de Ranor:
- Los que osan atacarme son los
primeros en morir.
Tras eso, le propinó un mandoble con
el filo de su espada sin piedad, que la tiró al suelo mientras la maga gritaba
de dolor:
- ¡¡Marina!!
La maga, herida y sin poder moverse,
se encontraba a merced de Ranor. Éste se disponía a darle el golpe de gracia
cuando Erika finalmente reaccionó. Lanzó una bola de fuego al mismo tiempo que
corría hacia él, tratando de distraer su atención. Tal y como esperaba, volvió
a esquivar el ataque, y el enemigo se alejó de un salto de la maga, un poco más
lejos.
Eduardo tampoco se quedó atrás y
corrió a reunirse con sus compañeras. Estaban de nuevo los tres juntos:
- ¿Estás bien?- preguntaron cuando
llegaron hasta ella.
- Sí, eso creo…- dijo Marina,
aguantando el dolor- muchas gracias, Erika…intentaré curarme con mi magia…pero
eso implica que no podré atacar…
En ese instante a Eduardo le pasó
fugazmente por la cabeza la imagen del mago. Por alguna razón, al ver a Marina
en aquel estado se acordó de su amigo Jack, tras la pelea con Asbel. Recordó
las palabras que le había dicho el mago días atrás:
“No sé qué pensarás tú, pero…a mi no
me pareces débil ni cobarde en absoluto- le dijo Jack con una sonrisa- sólo
necesitas más confianza en ti mismo…estoy seguro de que dentro de ti hay un
inmenso poder, esperando que despierte y demuestre toda su fuerza…y creo
firmemente que algún día, tarde o temprano, lo hará”
Fue desde ese día cuando Eduardo
empezó a meditar. Aquellas palabras lo animaron a dejar a un lado sus miedos y
a tener más confianza en sí mismo. Sus dudas y preocupaciones poco a poco desaparecían
de su corazón, llenando en su lugar valor y seguridad. Deseaba que llegara el
momento en que pudiera demostrarse a sí mismo que iba a cambiar, a ser más
valiente y a superar sus miedos. Supo sin duda que aquel momento, aquella
oportunidad, había llegado. Con la mirada decidida, el chico se puso delante de
las dos magas con su arma en la mano y en guardia:
- ¿Eduardo, qué estás haciendo?-
preguntó Marina, confusa.
- ¿Necesitáis tiempo…verdad? Yo me
encargaré de entretenerle.
- ¿¡Edu, estás loco!? ¡Te matará!-
exclamó Erika- ¡Voy contigo!
- ¡No! ¡Entre dos acabaréis antes con
la magia Cura!- respondió él- además, yo he sido el único que no ha hecho nada
hasta ahora… ¡me toca a mi ayudaros!
- Pero…
- ¡Por favor Erika, confía en mí!-
dijo el chico, firmemente.
Tras unos segundos de duda, ambas
asintieron con la cabeza y comenzaron a curar a Marina. Mientras tanto Ranor,
al ver que Eduardo iba a ser el único que luchara contra él, añadió con indiferencia:
- Debes de estar muy seguro de ti
mismo para luchar tú solo…- y luego sonrió maléficamente diciendo- tranquilo,
haré que muy pronto vuelvas a sentir el miedo de hace un rato.
El espadachín corrió nuevamente hacia
él, para sorpresa de todos. Eduardo intentó sobretodo mantener la calma.
Recordó los entrenamientos diarios con su antiguo maestro Asbel, y las tantas
veces que cayó derrotado ante él. Dejó su mente en blanco y trató de
concentrarse en su enemigo.
Justo antes de que Ranor le alcanzara
con el filo de su arma, el chico logró bloquear milagrosamente el ataque con la
llave espada. Ambos rivales se encontraban cara a cara, con las espadas de por
medio:
- No está mal para ser un crío…-
sonrió Ranor- sin embargo, puedo notar que tras tu falsa valentía se esconde un
niño cobarde incapaz de proteger a nadie.
- ¡Cállate!- respondió Eduardo
firmemente- ¡no permitiré que hagas daño a nadie, y menos a las personas que
más quiero!
Erika oyó estas últimas palabras con
asombro, y Marina se dio cuenta de ello. Ranor siguió con una maliciosa sonrisa
en su rostro mientras decía:
- Tanta confianza en ti mismo puede
llevarte a la derrota…y lo sabes.
- ¿Qué?- preguntó Eduardo.
El asesino aprovechó el momento de
descuido del chico para usar su increíble fuerza y desarmarlo de la llave
espada. Eduardo no tuvo tiempo de reaccionar y su enemigo le arremetió con el
filo de su arma para rajarle el pecho y enviarlo por los aires un poco más
lejos, que acabó rodando por el suelo:
- ¡¡Eduardo!!- gritaron las chicas.
Ranor caminó lentamente hasta él y se
detuvo a medio camino, mientras el joven trataba de levantarse, herido:
- Veamos si puedes con esto, mocoso.
Todos se sorprendieron al ver al
asesino desaparecer repentinamente. Eduardo buscó a su enemigo por todos lados
con la mirada, sin resultados. Un silencio absoluto se apoderó del lugar, del
que sólo se oían las fuertes corrientes de aire que atravesaban el vestíbulo
del gran salón de la mansión. El chico y las dos magas tardaron varios segundos
en darse cuenta de lo que ocurría:
- ¡¡Eduardo, cuidado!!- le advirtieron
Marina y Erika.
Pero era demasiado tarde. Tan rápido
como la velocidad de la luz, Ranor asestó más de treinta golpes con su espada
mientras el chico, incapaz de resistir y escapar de esa lluvia de ataques
consecutivos, gritaba de dolor y desesperación.
Erika veía horrorizada aquella masacre
y no podía soportarlo. Con lágrimas en los ojos dijo, cada vez más alto:
- Basta…por favor, detente… ¡¡Basta!!
Tras una insoportable tortura,
finalmente Ranor volvió a la normalidad, y Eduardo cayó al suelo. Estaba
inmóvil, cansado, temblando, respiraba entrecoratadamente y le dolía todo el
cuerpo, con numerosas heridas que brotaban sangre. Sentía que poco a poco iba
perdiendo el conocimiento. El mareo hacia que viera a su enemigo frente a él un
poco borroso:
- Esperaba más de ti, muchacho. Por un
momento pensé que había encontrado a un
rival digno de mí, pero veo que me equivocaba…- dijo Ranor tranquilamente-
bueno, ¿qué más da? ¿Qué se puede esperar de alguien como tú?
Ranor alzó su espada para rematar a
Eduardo:
- Ya no importa, considero tu valor
para darte la muerte que mereces.
Erika aún no había terminado de curar
a Marina. La chica veía cómo su amigo estaba completamente a merced del
enemigo, y que éste iba a ponerle fin a su vida. No lo pensó más, se levantó y
corrió directa hacia ellos con la vara mágica en la mano. Marina se dio cuenta
de sus intenciones, y con el horror en su rostro dijo:
- ¡¡Erika, no!! ¡¡Vuelve aquí!!-
gritaba la maga- ¡¡No lo hagas!!
Pero ya era demasiado tarde. La chica
corría rápidamente hacia Eduardo y Ranor, con un único objetivo en mente. El
asesino finalmente dijo, con una sonrisa malévola:
- Muere.
Impulsó su espada hacía el chico, y
éste cerró los ojos esperando su muerte. Sin embargo, algo detuvo el arma de
Ranor. Eduardo abrió poco a poco los ojos y, perplejo y horrorizado al mismo
tiempo, vio algo que quedó grabado para siempre en su memoria.
Su corazón se sitúo en dos latidos al
ver frente a él a Erika interpuesta entre éste y Ranor. La espada ensangrentada
del asesino le atravesaba el torso, y la sangre de la joven goteaba por su
filo. Ranor también se sorprendió con lo que había ocurrido.
Tras unos segundos, Ranor retiró su
arma de la chica y se alejó de los jóvenes. Erika cayó de espaldas en los
brazos de Eduardo, que la sostuvo en el suelo junto a él. Todavía no podía
creerse lo que había pasado:
- Erika… ¿por qué?- le dijo el chico,
perplejo.
La joven trataba de hablar con
esfuerzo, expulsando sangre por la boca:
- Por…porque…Edu…yo…te…
La chica no pudo terminar de hablar.
Cerró los ojos y perdió el conocimiento mientras una lágrima caía por su
mejilla y sonreía. A Eduardo se le llenaron los ojos de lágrimas cuando la vio
inerte y sin vida en sus brazos.
En ese momento sintió una profunda
rabia e ira dentro de él. Su corazón se envolvió en un oscuro manto de
tinieblas que crecía cada vez más en su interior. Un misterioso poder que nunca
antes había experimentado se apoderaba del chico, un poder que le daba fuerzas
y energía suficiente para lograr cualquier cosa.
Eduardo dejó llevarse por ese extraño
poder que crecía dentro de él, y su corazón se tiznó de oscuridad. En aquellos
momentos sólo quería hacer una cosa, y aquella nueva fuerza era la única con la
que podía lograrlo.
Ranor permanecía alejado de los dos
jóvenes, a la espera de lo que decidiera hacer Eduardo. El chico estaba de
espaldas a su enemigo:
- Esa chica ha decidido sacrificarse
para salvar tu vida…- dijo el asesino, sorprendido- sin duda admirable, una
muerte apropiada para semejante necia…
- ¡¡Cállate!!- gritó Eduardo- ¡¡No
sabes nada de ella!!
El joven dejó a Erika con suavidad en
el suelo y se levantó lentamente hasta ponerse en pie. En su mano apareció
mágicamente el arma sagrada, sólo que con un pequeño detalle que nunca antes
había visto la maga. Los ojos del dragón del filo de la llave espada brillaban
intensamente de amarillo, cosa que normalmente no era así:
- Jamás te perdonare lo que has
hecho…- dijo el chico de espaldas a ellos.
Tanto Marina como Ranor detectaron
algo extraño en él, y lo notaron enseguida cuando el chico dio media vuelta
para mirar de frente a su enemigo. Ambos palidecieron al ver que las pupilas de
Eduardo cambiaron radicalmente y ya no eran las de antes. Sus pupilas ya no
eran humanas, sino las de un animal salvaje.
Marina se horrorizaba a cada momento
que pasaba. Jack le había enseñado una vez que ella era especial y podía ver el
aura mágica de las personas con sólo notar su presencia. En aquella ocasión vio
a su amigo y ella misma temblaba al encontrarse cerca de él:
“¿¡Pero qué…qué significa esto!?”-
pensó en su mente, asombrada- “¡Su aura mágica es extraña a todas las que he
visto hasta ahora…está creciendo por momentos…y a una velocidad increíble! ¿¡De
verdad ése es…Eduardo!?”
Mientras tanto, Cornelio observaba
sorprendido el transcurso de la batalla desde la parte superior del vestíbulo.
También se dio cuenta de que el joven se mostraba extraño desde entonces,
aunque aparentemente siguiera siendo el mismo:
- ¿De verdad crees que vas a asustarme
con ese repentino cambio de personalidad?- preguntó Ranor, tras soltar una
carcajada- sigues siendo el mismo crío débil de hace unos instantes, y lo
demostraré.
El asesino corrió a atacar al chico
con su espada, mientras éste permanecía tranquilo y con la mirada seria. Marina
temió lo peor al ver que su amigo no reaccionaba ante el peligro, pero se
sorprendió al ver justo lo contrario. Con el rostro perplejo y la boca abierta,
vio cómo Eduardo bloqueaba sin esfuerzo con su arma la espada ancha del
enemigo. Éste también se sorprendió notablemente al ver que el chico ni se
inmutaba:
- ¿¡Pero qué…!?- dijo Ranor, sin
palabras.
Como si de una pluma se tratara,
Eduardo desarmó a su enemigo y mandó volar su arma por los aires, partiendola por la mitad. Rápidamente
le propinó un puñetazo en el estómago que lo inmovilizó de dolor, seguido de un
frenético giro rápido de trescientos sesenta grados con el que le asestó un
brutal golpe con la llave espada. El impacto del ataque lanzó al asesino a gran
velocidad y acabó rodando por el suelo un poco más lejos. Los ojos de Cornelio
se volvieron tan grandes como platos al ver a su mejor esbirro en problemas y
clara desventaja. Marina tampoco podía creer lo que veía.
Eduardo caminó lentamente hasta Ranor,
mientras éste trataba de levantarse y escupía sangre por la boca. Le dolía todo
el torso, y se quejaba a cada movimiento que hacía. Sentía que tenía varias
costillas rotas, las cuales le inmovilizaban y no podía moverse. Alzo la vista
con esfuerzo al joven, que caminaba directo hacia él. Su mirada fría y seria,
además de sus pupilas animales, le transmitieron un profundo miedo al asesino
que no pudo ocultar:
- ¡¡No…no te acerques!!- gritó Ranor,
asustado y desesperado- ¡¡aléjate de mí!!
Trató de huir, pero le fue imposible.
Su caja torácica estaba en gran parte destrozada, y el dolor le impedía
moverse. Eduardo se acercaba lentamente:
- Pagarás por lo que has hecho…- decía
seriamente el joven.
Cuando llegó justo frente a él, Ranor
tan sólo pudo pronunciar, paralizado por el miedo reflejado en sus ojos:
- ¿¡Quién…qué eres!?
- Tu peor pesadilla- respondió Eduardo
con voz profunda.
Tras eso, asestó sin piedad con la
llave espada el golpe de gracia que acabó con la vida de Ranor para siempre.
Aquello dejó sin palabras a Marina y
Cornelio, los únicos presentes de aquella feroz batalla que por fin había
terminado. Cuando acabó el combate, Eduardo volvió a la normalidad
repentinamente, y cayó al suelo inconsciente. Las pupilas del chico volvieron a
ser las humanas de siempre, y los ojos del dragón de su llave espada dejaron de
brillar como antes. El arma sagrada desapareció mágicamente cuando su portador
perdió el conocimiento.
- No…no es posible…- temblaba
Cornelio, perplejo- ¿Por qué…cómo ha…quién es…ese chico?
De repente sintió una presencia detrás
de él, y antes de que diera media
vuelta, una puñalada en su espalda le hirió de muerte. Se palpó con las manos,
y en ellas descubrió su propia sangre. Con las fuerzas que le quedaban, pudo
ver a un hombre de negro encapuchado, el responsable de su muerte. Lo último
que vio antes de morir fue la sonrisa maléfica de su rostro mientras le decía:
- Ya no me eres útil, viejo…a partir
de ahora, yo me encargaré de los elegidos.
Marina había terminado de curarse la
herida. Corrió rápidamente hasta su amiga Erika, tumbada en el suelo un poco
más lejos, deseando con todas sus fuerzas que todavía siguiera con vida. Sonrió
y exclamó de júbilo al comprobar que la espada de Ranor no le había alcanzado
ningún punto vital, y se dispuso a curarla de inmediato con su magia.
La joven había tenido mucha suerte de
que sobreviviera a aquella acción suicida, pero sus intenciones le demostraron
a la maga que Erika intentaba salvar a su amigo con todas sus fuerzas, aunque
ello pusiera en peligro su propia vida:
- Marina…- dijo la chica, despertando
poco a poco- ¿qué ha…pasado?
- Tranquila, ya ha pasado todo…-
sonrió ésta- Ranor ya no volverá a hacer daño a nadie nunca más.
- ¿¡Ranor!?- exclamó la chica,
levantándose de golpe y chillando de dolor.
- ¡Espera, que todavía no te he curado
la herida!- dijo Marina- ¡necesitas descansar!
Ante la cabezonería de la joven, que
era muy testaruda, la maga la ayudó a levantarse, apoyada en ella. Erika vio el
cadáver de Ranor a lo lejos, perpleja:
- ¿¡Qué ha pasado aquí!? ¿¡Cómo es que
nuestro enemigo está…!? ¿¡Quién lo ha…!?- de repente se acordó de alguien, y
exclamó- un momento… ¿¡y Edu!? ¿¡Dónde está!?
Marina señaló al chico y ambas
corrieron a reunirse con él. Erika lo cogió en sus brazos y trató de
despertarle, sin resultados:
- ¡Edu, Edu despierta!
- No lo hará, pero tranquila…- sonrió
Marina- sólo se ha desmayado.
La chica suspiró aliviada, y lo miró
sonriente:
- Menos mal…
En ese momento ambas sintieron nuevas
presencias, y no precisamente buenas. Alzaron la vista al frente y por la gran
puerta principal entraron un grupo de guardias de Cornelio, liderados por un
hombre de negro encapuchado. Se dieron cuenta de que se trataba de un miembro
de la organización Muerte, y no eran Magno o Helio, sino alguien que no
conocían hasta entonces. Un hombre de mediana edad que llevaba gafas:
- ¡Bravo, extraordinario…nunca pensé
que un mocoso humano tuviera tanta fuerza!- dijo retirándose la capucha y
dejando su rostro al descubierto- He visto con detalle todo el combate, y ésta
es la clara prueba de que debo mataros a todos. Si no, nos traeréis problemas
en el futuro.
- ¿Quién eres?-preguntó Erika.
- Me llamo Rodvar, y soy el científico
oficial de la organización Muerte. Yo soy el encargado de llevar a cabo los
proyectos y experimentos que tenemos en mente, por el bien y la salvación de
Limaria.
- ¡Mientes!- gritó la chica- ¡vosotros
lo que queréis es destruir el mundo!
Rodvar rió y después añadió:
- Una pobre niña como tú es incapaz de
entender lo que ocurre con este asqueroso planeta, maldecido por la codicia y
la avaricia humana. Lo que nos interesa es volver a comenzar, a resucitar
Limaria de sus cenizas.
El hombre de negro comenzó a caminar
hacia ellos:
- Y para lograrlo debemos matar a los
elegidos, los que impiden que se cumpla el milagro.
Marina se puso en guardia con su
varita frente a Erika. La joven permanecía en el suelo, sujetando a su amigo
inconsciente:
- ¡No permitiré que les hagas daño!
Rodvar se detuvo y miró detenidamente
a la maga. Enseguida la reconoció y sonrió maléficamente:
- Vaya, así que una Numu… pensé que se
habían extinguido hace años, pero veo que me equivocaba…debes de ser una de las
últimas supervivientes.
- ¿De qué estás hablando?- preguntó la
maga, confusa.
- No me digas que aún no sabes quién
eres…
- ¡No sé de qué me hablas!- exclamó la
maga- ¡y por supuesto tampoco pienso ir contigo!
- Oh, ¿en serio?- dijo Rodvar- no me dirás
lo mismo cuando veas esto.
Tras un gesto con su brazo, el
científico de negro hizo aparecer un pequeño agujero oscuro en el aire, en el
que podía verse a una anciana en una celda oscura, tumbada en el suelo y
desmayada. La chica reconoció enseguida quién era:
- ¡¡Mamá!!
El agujero oscuro se desvaneció unos
segundos después, dejando a la maga enfurecida:
- ¡Soltadla malditos, ella no tiene
nada que ver con esto!
Fue entonces cuando a Rodvar le cambió
su rostro y se le formó una sonrisa maléfica:
- La única forma de que la soltemos es
que vengas con nosotros… si no, la anciana morirá.
Marina palideció. Se quedó unos
segundos pensativa, tratando de asimilar la situación. Se trataba de la vida de
su madre, quien la había criado y cuidado desde que era un bebé:
- ¡No lo hagas, Marina!- gritó Erika-
¡es una trampa!
La maga los miró, y después volvió sus
ojos a Rodvar. Con la mirada decidida, dijo firmemente:
- Sólo iré con vosotros si prometéis
no hacerles daño.
El hombre de negro lo meditó mirando a
los dos jóvenes, y tras pensárselo un poco, respondió:
- Está bien, ven aquí.
La maga miró a su amiga tristemente, y
le dijo con pesar:
- Lo siento, Erika.
La joven gritaba tratando de que hacer
cambiar de opinión a Marina, pero era imposible. Ya había tomado una decisión.
Su compañera caminó lentamente hasta Rodvar y sus escoltas, quienes la
esposaron y se la llevaron.
Erika se quedó en el suelo, junto a su
amigo inconsciente, mientras veía cómo sus enemigos se llevaban a Marina por la
gran puerta principal. Ahora estaba sola y sin saber qué hacer. Deseó con todas sus fuerzas que Jack
estuviera allí con ellos.
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