domingo, 15 de abril de 2012

Capítulo 9: Batalla en la mansión Cornelio


Capítulo IX
BATALLA EN LA MANSIÓN CORNELIO
Jack regresó al callejón donde vio por última vez a sus amigos, y esperó durante unos minutos a que aparecieran. Había registrado por completo la carpa del circo y sus alrededores, sin conseguir ninguna pista sobre el guardián de la fuerza ni otra información relacionada. Afirmó sin dudarlo que allí no se encontraba lo que buscaban. Le resultó extraño, de entre todas las funciones y espectáculos del mundo circense, no presenciar al misterioso payaso diabólico que les recibió en el camino de las montañas.
Al ver que no llegaban, el mago empezó a preocuparse. No era normal que tardaran tanto, y más cuando él mismo les advirtió que Mugget no era un lugar seguro para nadie:
- Esto es muy raro…- se dijo a sí mismo, pensativo- con lo responsables que son ellos, ya deberían estar aquí.
En ese momento, algo en su interior se estremeció. Con profunda preocupación, dijo:
- No puede ser… ¿no será que…?
Dio rápidamente media vuelta y corrió para salir del callejón. Algo le decía que les había pasado algo, y debía ayudarlos cuanto antes. Sólo se le ocurría un sitio en el que podían estar, y deseó con todas sus fuerzas llegar antes de que fuera demasiado tarde.

Eduardo despertó en un lugar oscuro, en una estancia pequeña. Abrió poco a poco los ojos. Se sentía cansado y agotado, notó que le dolían las extremidades, y le costaba moverse. Vio sorprendido a Erika y Marina tiradas en el suelo, inconscientes a su lado. Tras unos minutos de descanso, logró levantarse. Le flaqueaban las piernas, así que tuvo que ponerse de rodillas:
- ¡Erika, Marina, despertad!- les dijo mientras las zarandeaba con las manos- ¡no es momento de dormir!
Finalmente las chicas despertaron, también con dolores en todo el cuerpo. Les costaba levantarse, pero las magas usaron un hechizo curativo para resolver el problema. Tras el proceso, los tres se levantaron nuevamente y miraron a su alrededor el lugar en el que se encontraban:
- ¿Dónde estamos?- preguntó Erika, tratando se situarse.
- Yo diría que en los calabozos de la sala de torturas…- afirmó Eduardo aferrándose a los barrotes y mirando al fondo del pasillo- allí está la mesa con cadenas que vimos no hace mucho.
 Marina alzó la vista al techo y logró ver una trampilla en lo alto:
- Hemos debido de caer desde allí arriba- dedujo pensativa- seguramente tenemos encima de nuestras cabezas los aposentos de Cornelio. Su trampa nos ha encerrado aquí abajo.
- Bueno, sea lo que sea tenemos que salir de aquí- dijo Erika- quién sabe lo que ese viejo magnate querrá hacer con nosotros…
- ¡Silencio!- gritó el mayordomo que los recibió en la entrada. Se acercó por el pasillo y les dijo- el señor Cornelio pide silencio antes de los juegos.
- ¿Los juegos? ¿De qué estás hablando?- interrogó Eduardo.
- ¿Ah, no lo sabíais? Don Cornelio planea divertirse un rato con vosotros viéndoos sufrir…antes de entregaros a la Muerte- añadió con una sonrisa malévola.
- ¿¡Qué!?- exclamaron los tres al unísono.
- ¿De qué conoce ese viejo a la Muerte?- exclamó Erika, sorprendida.
- Podríamos decir que son compañeros de negocios, nada más…- dijo el sirviente- a estas alturas ya les habrá comunicado vuestra presencia en Mugget y no creo que tarden mucho en llegar aquí.
- ¡Maldito seas, sácanos de aquí!- exigió la chica- ¡no puedes hacernos esto!
- Ya lo he hecho…- dijo sonriendo maléficamente- que os sea leve en los juegos.
Tras eso, el mayordomo dio media vuelta y subió por las escaleras que daban a la salida, dejándolos en los calabozos. En su mano llevaba la llave para abrir la celda que los encerraba.
Fue entonces cuando Erika bajó la cabeza, apoyándola en los barrotes, y suspiró:
- No puede ser…esto no puede acabar así…
- Si hubiera alguna forma de abrir esta celda…- dijo el chico, deprimido.
En ese momento Eduardo se sorprendió al aparecer mágicamente la llave espada en la mano y que ésta se alzara por sí sola a la cerradura. Ésta última brillaba misteriosamente:
- ¿¡Eh, pero qué…!?- exclamó perplejo.
Se oyó el mecanismo que accionaba el sellado de una puerta. Tras eso, la cerradura dejó de brillar y la llave espada volvió a ser inerte en la mano de su portador:
- ¿Qué ha…pasado?- preguntó el chico, aún confuso.
Marina se acercó a la puerta y, sorprendentemente, ésta estaba abierta:
- ¡Esa arma que llevas ha abierto la puerta!- exclamó la maga, perpleja- ¿pero cómo lo has hecho?
- ¡No…no lo sé!- dijo Eduardo, sorprendido- ¡yo no he hecho nada, ha sido ella sola!
- ¡Después de todo es una llave!- sonrió Erika- ¡seguro que es capaz de abrir cualquier puerta!
El chico paró a pensar un momento en lo sucedido. Había descubierto una nueva habilidad de la arma sagrada que seguro le sería muy útil en el futuro. Con una sonrisa de oreja a oreja, dijo animadamente:
- ¡Qué guay, puedo abrir cualquier puerta!
Enseguida se les fue la alegría y la felicidad al recordar que todavía no estaban a salvo. Marina dijo seriamente:
- Vamos, tenemos que salir de aquí.
Los dos jóvenes asintieron con la cabeza. Con las armas en la mano, corrieron y subieron escaleras arriba directos a la salida. Llegaron a la parte superior del gran salón, y bajaron corriendo las escaleras en dirección a la enorme puerta que conducía a la libertad.

Poco antes de que la alcanzaran, ésta se abrió e hizo acto de presencia el magnate, mientras la puerta se cerraba tras él:
- ¡¡Cornelio!!- exclamaron sorprendidos, al tiempo que se detenían.
- ¿Ya os váis? ¿Tan pronto?- sonrió malévolamente- pero si todavía quedan invitados por llegar.
- ¡Cállate!- dijo Erika- ¡nos vamos a ir y tú no podrás impedirlo!
- ¡Apártate si no quieres acabar como todos tus esbirros!- amenazó Eduardo.
El hombre soltó carcajadas en alta voz mientras reía maliciosamente:
- ¿De qué te ríes?- preguntó Erika, molesta.
- Os equivocáis- dijo sin miramientos- me habéis ganado una vez, pero ésta vez será diferente.
- ¿Qué quieres decir?- dijo Marina, preocupada.
- Ahora lo sabréis.
Cornelio chasqueó los dedos y tras un breve temblor brusco, un agujero se abrió del techo y de él cayó rápidamente un hombre armado. Éste, agachado y con su espada ancha y larga, intimidó con su presencia a las dos magas y al joven espadachín.
El nuevo individuo se levantó lentamente y dirigió su mirada hacia ellos. Sus ojos fríos le recordaron a Eduardo a los de Asbel cuando se enfrentó a Jack la última vez que le vieron. Aquel tipo desde luego parecía peligroso:
- ¿Me llamaba, señor?- dijo con voz profunda.
- Sí, Ranor…quiero que acabes con esta escoria- ordenó el magnate.
- Como ordenes, mi señor.
El nuevo enemigo se puso en guardia, al igual que los elegidos y Marina. Ésta última se asustó. Sabía quién era ese hombre, había oído hablar de él y temblaba de miedo con sólo verlo:
- ¿Marina?- preguntó Eduardo, sorprendido al verla de aquella forma.
- No puede ser, es…es él- dijo a medias palabras.
- ¿Quién?- añadió Erika.
- Ranor…más conocido como el sanguinario…- explicó la chica- es un famoso asesino en serie que mata a cualquiera que se propone. Los que se atreven a hacerle frente acaban muertos…sólo le he visto un par de veces en fotos, pero nunca antes en persona…no sabía que trabajara para Cornelio.
El magnate comenzó a hablar en ese momento diciendo:
- Llevo gobernando Mugget desde que llegué a este lugar…todos los de esta ciudad me reconocen y respetan por ser uno de los más ricos y poderosos multimillonarios de las altas esferas… y no permitiré que una pandilla de críos echen por los suelos mi tan preciada reputación…- y señaló con su brazo hacia ellos tras decir- le ahorraré trabajo a la Muerte… ¡Ranor, mátalos!

Fue entonces cuando el asesino armado corrió rápidamente hacia ellos con su espada en mano para atacarlos. Marina gritó en ese momento:
- ¡¡Cuidado, ahí viene!!
Aquel enemigo era endiabladamente rápido. Llegó hasta ellos en cuestión de segundos y no les dio tiempo a reaccionar. Antes de que pudieran hacer algo, Ranor movió rápidamente su espada y creó un tornado de cuchillas que hirió a los tres miembros y los empujó un poco más lejos, rodando por el suelo en distintas direcciones.
Heridos y con la sangre brotando por sus cortes en brazos y piernas, se levantaron con esfuerzo mientras Ranor los miraba tranquilo y sereno con sus ojos frios y asesinos. Parecía un cazador dispuesto a lanzarse a su presa:
- A ver… ¿quién quiere ser el primero en morir?- preguntó girándose a los tres.
Eduardo temblaba con la llave espada en la mano. Nunca antes se habían enfrentado a un enemigo semejante, y dudaba sobre las escasas posibilidades que tenían de vencerlo. Ninguno de los tres era tan fuerte y poderoso como Jack y, por primera vez desde que se embarcaron en la aventura, no tenían su ayuda ante el peligro. Aquella vez el mago no estaba allí para protegerlos, y tenían que arreglárselas solos en aquel duro combate.
Marina por su parte miró a Eduardo y Erika, tambaleándose heridos:
“Esto se pone feo…”- decía la chica en su mente- “no estamos al nivel de Ranor, es imposible que alguno de nosotros pueda hacerle frente…a no ser que juntemos nuestras fuerzas…es la solución que se me ocurre… y la única para vencerle”.
La maga volvió a centrar su atención en Ranor, quién dijo en ese momento:
- Bueno, si nadie se ofrece voluntario, entonces elegiré yo.
El asesino miró a Erika, ésta última perpleja, y corrió a atacarla. La chica, asustada, puso por delante la vara mágica y la usó como escudo para intentar bloquear el próximo ataque de su enemigo:
- ¡No te lo permitiré!- exclamó la maga.
Marina no lo dudó ni un momento y, gracias a sus entrenamientos con Jack, había logrado desarrollar su aura mágica. Conjuró con su arma un ataque mágico en forma de tornado que fue directo a Ranor. El espadachín se anticipó al hechizo y logró esquivarlo sin problema, para sorpresa de la chica.
Fue entonces cuando Ranor cambió de objetivo y corrió rápidamente hacia la maga:
- ¡¡Marina, cuidado!!- gritaron los dos jóvenes.
El asesino se plantó delante de ella antes de que se diera cuenta. Marina, con la cara pálida, contempló ante sus ojos la mirada asesina de Ranor:
- Los que osan atacarme son los primeros en morir.
Tras eso, le propinó un mandoble con el filo de su espada sin piedad, que la tiró al suelo mientras la maga gritaba de dolor:
- ¡¡Marina!!
La maga, herida y sin poder moverse, se encontraba a merced de Ranor. Éste se disponía a darle el golpe de gracia cuando Erika finalmente reaccionó. Lanzó una bola de fuego al mismo tiempo que corría hacia él, tratando de distraer su atención. Tal y como esperaba, volvió a esquivar el ataque, y el enemigo se alejó de un salto de la maga, un poco más lejos.

Eduardo tampoco se quedó atrás y corrió a reunirse con sus compañeras. Estaban de nuevo los tres juntos:
- ¿Estás bien?- preguntaron cuando llegaron hasta ella.
- Sí, eso creo…- dijo Marina, aguantando el dolor- muchas gracias, Erika…intentaré curarme con mi magia…pero eso implica que no podré atacar…
En ese instante a Eduardo le pasó fugazmente por la cabeza la imagen del mago. Por alguna razón, al ver a Marina en aquel estado se acordó de su amigo Jack, tras la pelea con Asbel. Recordó las palabras que le había dicho el mago días atrás:
“No sé qué pensarás tú, pero…a mi no me pareces débil ni cobarde en absoluto- le dijo Jack con una sonrisa- sólo necesitas más confianza en ti mismo…estoy seguro de que dentro de ti hay un inmenso poder, esperando que despierte y demuestre toda su fuerza…y creo firmemente que algún día, tarde o temprano, lo hará”
Fue desde ese día cuando Eduardo empezó a meditar. Aquellas palabras lo animaron a dejar a un lado sus miedos y a tener más confianza en sí mismo. Sus dudas y preocupaciones poco a poco desaparecían de su corazón, llenando en su lugar valor y seguridad. Deseaba que llegara el momento en que pudiera demostrarse a sí mismo que iba a cambiar, a ser más valiente y a superar sus miedos. Supo sin duda que aquel momento, aquella oportunidad, había llegado. Con la mirada decidida, el chico se puso delante de las dos magas con su arma en la mano y en guardia:
- ¿Eduardo, qué estás haciendo?- preguntó Marina, confusa.
- ¿Necesitáis tiempo…verdad? Yo me encargaré de entretenerle.
- ¿¡Edu, estás loco!? ¡Te matará!- exclamó Erika- ¡Voy contigo!
- ¡No! ¡Entre dos acabaréis antes con la magia Cura!- respondió él- además, yo he sido el único que no ha hecho nada hasta ahora… ¡me toca a mi ayudaros!
- Pero…
- ¡Por favor Erika, confía en mí!- dijo el chico, firmemente.
Tras unos segundos de duda, ambas asintieron con la cabeza y comenzaron a curar a Marina. Mientras tanto Ranor, al ver que Eduardo iba a ser el único que luchara contra él, añadió con indiferencia:
- Debes de estar muy seguro de ti mismo para luchar tú solo…- y luego sonrió maléficamente diciendo- tranquilo, haré que muy pronto vuelvas a sentir el miedo de hace un rato.
El espadachín corrió nuevamente hacia él, para sorpresa de todos. Eduardo intentó sobretodo mantener la calma. Recordó los entrenamientos diarios con su antiguo maestro Asbel, y las tantas veces que cayó derrotado ante él. Dejó su mente en blanco y trató de concentrarse en su enemigo.
Justo antes de que Ranor le alcanzara con el filo de su arma, el chico logró bloquear milagrosamente el ataque con la llave espada. Ambos rivales se encontraban cara a cara, con las espadas de por medio:
- No está mal para ser un crío…- sonrió Ranor- sin embargo, puedo notar que tras tu falsa valentía se esconde un niño cobarde incapaz de proteger a nadie.
- ¡Cállate!- respondió Eduardo firmemente- ¡no permitiré que hagas daño a nadie, y menos a las personas que más quiero!
Erika oyó estas últimas palabras con asombro, y Marina se dio cuenta de ello. Ranor siguió con una maliciosa sonrisa en su rostro mientras decía:
- Tanta confianza en ti mismo puede llevarte a la derrota…y lo sabes.
- ¿Qué?- preguntó Eduardo.
El asesino aprovechó el momento de descuido del chico para usar su increíble fuerza y desarmarlo de la llave espada. Eduardo no tuvo tiempo de reaccionar y su enemigo le arremetió con el filo de su arma para rajarle el pecho y enviarlo por los aires un poco más lejos, que acabó rodando por el suelo:
- ¡¡Eduardo!!- gritaron las chicas.
Ranor caminó lentamente hasta él y se detuvo a medio camino, mientras el joven trataba de levantarse, herido:
- Veamos si puedes con esto, mocoso.
Todos se sorprendieron al ver al asesino desaparecer repentinamente. Eduardo buscó a su enemigo por todos lados con la mirada, sin resultados. Un silencio absoluto se apoderó del lugar, del que sólo se oían las fuertes corrientes de aire que atravesaban el vestíbulo del gran salón de la mansión. El chico y las dos magas tardaron varios segundos en darse cuenta de lo que ocurría:
- ¡¡Eduardo, cuidado!!- le advirtieron Marina y Erika.
Pero era demasiado tarde. Tan rápido como la velocidad de la luz, Ranor asestó más de treinta golpes con su espada mientras el chico, incapaz de resistir y escapar de esa lluvia de ataques consecutivos, gritaba de dolor y desesperación.

Erika veía horrorizada aquella masacre y no podía soportarlo. Con lágrimas en los ojos dijo, cada vez más alto:
- Basta…por favor, detente… ¡¡Basta!!
Tras una insoportable tortura, finalmente Ranor volvió a la normalidad, y Eduardo cayó al suelo. Estaba inmóvil, cansado, temblando, respiraba entrecoratadamente y le dolía todo el cuerpo, con numerosas heridas que brotaban sangre. Sentía que poco a poco iba perdiendo el conocimiento. El mareo hacia que viera a su enemigo frente a él un poco borroso:
- Esperaba más de ti, muchacho. Por un momento pensé que había encontrado a un  rival digno de mí, pero veo que me equivocaba…- dijo Ranor tranquilamente- bueno, ¿qué más da? ¿Qué se puede esperar de alguien como tú?
Ranor alzó su espada para rematar a Eduardo:
- Ya no importa, considero tu valor para darte la muerte que mereces.
Erika aún no había terminado de curar a Marina. La chica veía cómo su amigo estaba completamente a merced del enemigo, y que éste iba a ponerle fin a su vida. No lo pensó más, se levantó y corrió directa hacia ellos con la vara mágica en la mano. Marina se dio cuenta de sus intenciones, y con el horror en su rostro dijo:
- ¡¡Erika, no!! ¡¡Vuelve aquí!!- gritaba la maga- ¡¡No lo hagas!!
Pero ya era demasiado tarde. La chica corría rápidamente hacia Eduardo y Ranor, con un único objetivo en mente. El asesino finalmente dijo, con una sonrisa malévola:
- Muere.
Impulsó su espada hacía el chico, y éste cerró los ojos esperando su muerte. Sin embargo, algo detuvo el arma de Ranor. Eduardo abrió poco a poco los ojos y, perplejo y horrorizado al mismo tiempo, vio algo que quedó grabado para siempre en su memoria.
Su corazón se sitúo en dos latidos al ver frente a él a Erika interpuesta entre éste y Ranor. La espada ensangrentada del asesino le atravesaba el torso, y la sangre de la joven goteaba por su filo. Ranor también se sorprendió con lo que había ocurrido.
Tras unos segundos, Ranor retiró su arma de la chica y se alejó de los jóvenes. Erika cayó de espaldas en los brazos de Eduardo, que la sostuvo en el suelo junto a él. Todavía no podía creerse lo que había pasado:
- Erika… ¿por qué?- le dijo el chico, perplejo.
La joven trataba de hablar con esfuerzo, expulsando sangre por la boca:
- Por…porque…Edu…yo…te…
La chica no pudo terminar de hablar. Cerró los ojos y perdió el conocimiento mientras una lágrima caía por su mejilla y sonreía. A Eduardo se le llenaron los ojos de lágrimas cuando la vio inerte y sin vida en sus brazos.

En ese momento sintió una profunda rabia e ira dentro de él. Su corazón se envolvió en un oscuro manto de tinieblas que crecía cada vez más en su interior. Un misterioso poder que nunca antes había experimentado se apoderaba del chico, un poder que le daba fuerzas y energía suficiente para lograr cualquier cosa.
Eduardo dejó llevarse por ese extraño poder que crecía dentro de él, y su corazón se tiznó de oscuridad. En aquellos momentos sólo quería hacer una cosa, y aquella nueva fuerza era la única con la que podía lograrlo.
Ranor permanecía alejado de los dos jóvenes, a la espera de lo que decidiera hacer Eduardo. El chico estaba de espaldas a su enemigo:
- Esa chica ha decidido sacrificarse para salvar tu vida…- dijo el asesino, sorprendido- sin duda admirable, una muerte apropiada para semejante necia…
- ¡¡Cállate!!- gritó Eduardo- ¡¡No sabes nada de ella!!
El joven dejó a Erika con suavidad en el suelo y se levantó lentamente hasta ponerse en pie. En su mano apareció mágicamente el arma sagrada, sólo que con un pequeño detalle que nunca antes había visto la maga. Los ojos del dragón del filo de la llave espada brillaban intensamente de amarillo, cosa que normalmente no era así:
- Jamás te perdonare lo que has hecho…- dijo el chico de espaldas a ellos.
Tanto Marina como Ranor detectaron algo extraño en él, y lo notaron enseguida cuando el chico dio media vuelta para mirar de frente a su enemigo. Ambos palidecieron al ver que las pupilas de Eduardo cambiaron radicalmente y ya no eran las de antes. Sus pupilas ya no eran humanas, sino las de un animal salvaje.
Marina se horrorizaba a cada momento que pasaba. Jack le había enseñado una vez que ella era especial y podía ver el aura mágica de las personas con sólo notar su presencia. En aquella ocasión vio a su amigo y ella misma temblaba al encontrarse cerca de él:
“¿¡Pero qué…qué significa esto!?”- pensó en su mente, asombrada- “¡Su aura mágica es extraña a todas las que he visto hasta ahora…está creciendo por momentos…y a una velocidad increíble! ¿¡De verdad ése es…Eduardo!?”

Mientras tanto, Cornelio observaba sorprendido el transcurso de la batalla desde la parte superior del vestíbulo. También se dio cuenta de que el joven se mostraba extraño desde entonces, aunque aparentemente siguiera siendo el mismo:
- ¿De verdad crees que vas a asustarme con ese repentino cambio de personalidad?- preguntó Ranor, tras soltar una carcajada- sigues siendo el mismo crío débil de hace unos instantes, y lo demostraré.
El asesino corrió a atacar al chico con su espada, mientras éste permanecía tranquilo y con la mirada seria. Marina temió lo peor al ver que su amigo no reaccionaba ante el peligro, pero se sorprendió al ver justo lo contrario. Con el rostro perplejo y la boca abierta, vio cómo Eduardo bloqueaba sin esfuerzo con su arma la espada ancha del enemigo. Éste también se sorprendió notablemente al ver que el chico ni se inmutaba:
- ¿¡Pero qué…!?- dijo Ranor, sin palabras.
Como si de una pluma se tratara, Eduardo desarmó a su enemigo y mandó volar su arma por los aires, partiendola por la mitad. Rápidamente le propinó un puñetazo en el estómago que lo inmovilizó de dolor, seguido de un frenético giro rápido de trescientos sesenta grados con el que le asestó un brutal golpe con la llave espada. El impacto del ataque lanzó al asesino a gran velocidad y acabó rodando por el suelo un poco más lejos. Los ojos de Cornelio se volvieron tan grandes como platos al ver a su mejor esbirro en problemas y clara desventaja. Marina tampoco podía creer lo que veía.

Eduardo caminó lentamente hasta Ranor, mientras éste trataba de levantarse y escupía sangre por la boca. Le dolía todo el torso, y se quejaba a cada movimiento que hacía. Sentía que tenía varias costillas rotas, las cuales le inmovilizaban y no podía moverse. Alzo la vista con esfuerzo al joven, que caminaba directo hacia él. Su mirada fría y seria, además de sus pupilas animales, le transmitieron un profundo miedo al asesino que no pudo ocultar:
- ¡¡No…no te acerques!!- gritó Ranor, asustado y desesperado- ¡¡aléjate de mí!!
Trató de huir, pero le fue imposible. Su caja torácica estaba en gran parte destrozada, y el dolor le impedía moverse. Eduardo se acercaba lentamente:
- Pagarás por lo que has hecho…- decía seriamente el joven.
Cuando llegó justo frente a él, Ranor tan sólo pudo pronunciar, paralizado por el miedo reflejado en sus ojos:
- ¿¡Quién…qué eres!?
- Tu peor pesadilla- respondió Eduardo con voz profunda.
Tras eso, asestó sin piedad con la llave espada el golpe de gracia que acabó con la vida de Ranor para siempre.
Aquello dejó sin palabras a Marina y Cornelio, los únicos presentes de aquella feroz batalla que por fin había terminado. Cuando acabó el combate, Eduardo volvió a la normalidad repentinamente, y cayó al suelo inconsciente. Las pupilas del chico volvieron a ser las humanas de siempre, y los ojos del dragón de su llave espada dejaron de brillar como antes. El arma sagrada desapareció mágicamente cuando su portador perdió el conocimiento.

- No…no es posible…- temblaba Cornelio, perplejo- ¿Por qué…cómo ha…quién es…ese chico?
De repente sintió una presencia detrás de él, y  antes de que diera media vuelta, una puñalada en su espalda le hirió de muerte. Se palpó con las manos, y en ellas descubrió su propia sangre. Con las fuerzas que le quedaban, pudo ver a un hombre de negro encapuchado, el responsable de su muerte. Lo último que vio antes de morir fue la sonrisa maléfica de su rostro mientras le decía:
- Ya no me eres útil, viejo…a partir de ahora, yo me encargaré de los elegidos.

Marina había terminado de curarse la herida. Corrió rápidamente hasta su amiga Erika, tumbada en el suelo un poco más lejos, deseando con todas sus fuerzas que todavía siguiera con vida. Sonrió y exclamó de júbilo al comprobar que la espada de Ranor no le había alcanzado ningún punto vital, y se dispuso a curarla de inmediato con su magia.
La joven había tenido mucha suerte de que sobreviviera a aquella acción suicida, pero sus intenciones le demostraron a la maga que Erika intentaba salvar a su amigo con todas sus fuerzas, aunque ello pusiera en peligro su propia vida:
- Marina…- dijo la chica, despertando poco a poco- ¿qué ha…pasado?
- Tranquila, ya ha pasado todo…- sonrió ésta- Ranor ya no volverá a hacer daño a nadie nunca más.
- ¿¡Ranor!?- exclamó la chica, levantándose de golpe y chillando de dolor.
- ¡Espera, que todavía no te he curado la herida!- dijo Marina- ¡necesitas descansar!
Ante la cabezonería de la joven, que era muy testaruda, la maga la ayudó a levantarse, apoyada en ella. Erika vio el cadáver de Ranor a lo lejos, perpleja:
- ¿¡Qué ha pasado aquí!? ¿¡Cómo es que nuestro enemigo está…!? ¿¡Quién lo ha…!?- de repente se acordó de alguien, y exclamó- un momento… ¿¡y Edu!? ¿¡Dónde está!?
Marina señaló al chico y ambas corrieron a reunirse con él. Erika lo cogió en sus brazos y trató de despertarle, sin resultados:
- ¡Edu, Edu despierta!
- No lo hará, pero tranquila…- sonrió Marina- sólo se ha desmayado.
La chica suspiró aliviada, y lo miró sonriente:
- Menos mal…

En ese momento ambas sintieron nuevas presencias, y no precisamente buenas. Alzaron la vista al frente y por la gran puerta principal entraron un grupo de guardias de Cornelio, liderados por un hombre de negro encapuchado. Se dieron cuenta de que se trataba de un miembro de la organización Muerte, y no eran Magno o Helio, sino alguien que no conocían hasta entonces. Un hombre de mediana edad que llevaba gafas:
- ¡Bravo, extraordinario…nunca pensé que un mocoso humano tuviera tanta fuerza!- dijo retirándose la capucha y dejando su rostro al descubierto- He visto con detalle todo el combate, y ésta es la clara prueba de que debo mataros a todos. Si no, nos traeréis problemas en el futuro.
- ¿Quién eres?-preguntó Erika.
- Me llamo Rodvar, y soy el científico oficial de la organización Muerte. Yo soy el encargado de llevar a cabo los proyectos y experimentos que tenemos en mente, por el bien y la salvación de Limaria.
- ¡Mientes!- gritó la chica- ¡vosotros lo que queréis es destruir el mundo!
Rodvar rió y después añadió:
- Una pobre niña como tú es incapaz de entender lo que ocurre con este asqueroso planeta, maldecido por la codicia y la avaricia humana. Lo que nos interesa es volver a comenzar, a resucitar Limaria de sus cenizas.
El hombre de negro comenzó a caminar hacia ellos:
- Y para lograrlo debemos matar a los elegidos, los que impiden que se cumpla el milagro.
Marina se puso en guardia con su varita frente a Erika. La joven permanecía en el suelo, sujetando a su amigo inconsciente:
- ¡No permitiré que les hagas daño!
Rodvar se detuvo y miró detenidamente a la maga. Enseguida la reconoció y sonrió maléficamente:
- Vaya, así que una Numu… pensé que se habían extinguido hace años, pero veo que me equivocaba…debes de ser una de las últimas supervivientes.
- ¿De qué estás hablando?- preguntó la maga, confusa.
- No me digas que aún no sabes quién eres…
- ¡No sé de qué me hablas!- exclamó la maga- ¡y por supuesto tampoco pienso ir contigo!
- Oh, ¿en serio?- dijo Rodvar- no me dirás lo mismo cuando veas esto.
Tras un gesto con su brazo, el científico de negro hizo aparecer un pequeño agujero oscuro en el aire, en el que podía verse a una anciana en una celda oscura, tumbada en el suelo y desmayada. La chica reconoció enseguida quién era:
- ¡¡Mamá!!
El agujero oscuro se desvaneció unos segundos después, dejando a la maga enfurecida:
- ¡Soltadla malditos, ella no tiene nada que ver con esto!
Fue entonces cuando a Rodvar le cambió su rostro y se le formó una sonrisa maléfica:
- La única forma de que la soltemos es que vengas con nosotros… si no, la anciana morirá.
Marina palideció. Se quedó unos segundos pensativa, tratando de asimilar la situación. Se trataba de la vida de su madre, quien la había criado y cuidado desde que era un bebé:
- ¡No lo hagas, Marina!- gritó Erika- ¡es una trampa!
La maga los miró, y después volvió sus ojos a Rodvar. Con la mirada decidida, dijo firmemente:
- Sólo iré con vosotros si prometéis no hacerles daño.
El hombre de negro lo meditó mirando a los dos jóvenes, y tras pensárselo un poco, respondió:
- Está bien, ven aquí.
La maga miró a su amiga tristemente, y le dijo con pesar:
- Lo siento, Erika.
La joven gritaba tratando de que hacer cambiar de opinión a Marina, pero era imposible. Ya había tomado una decisión. Su compañera caminó lentamente hasta Rodvar y sus escoltas, quienes la esposaron y se la llevaron.

Erika se quedó en el suelo, junto a su amigo inconsciente, mientras veía cómo sus enemigos se llevaban a Marina por la gran puerta principal. Ahora estaba sola y sin saber qué hacer. Deseó con todas sus fuerzas que Jack estuviera allí con ellos.

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