jueves, 31 de diciembre de 2015

¡Resumen final del 2015 + Feliz 2016 a todos!


Hola, bloggers. Tal y como llevo haciendo desde hace algunos años, en este último día siempre me gusta hacer un breve resumen de lo que para mí ha sido el año en general. Se trata de un hábito que empecé a tomar como costumbre desde que me uní al mundo blogger, y con este ya van justamente cuatro años. Un ejercicio de conciencia y sobretodo de reflexión en el que me paro a meditar sobre los hechos acontecidos más importantes en esta fugaz franja de tiempo que corresponde 365 días. Espero seguir haciéndolo durante al menos un par de años más, y que ojalá sigáis leyendo mis pensamientos sin aburriros para entonces (xD).

Tal día como hoy hace un año, el 31 de Diciembre de 2014, ya deseaba que llegara el 2015, y no veía las malditas horas pasar para que llegaran las 12 de la medianoche. Yo ya sabía de antemano que el 2015 iba a ser un año de cambios, un año importante, un año crucial, un año como nunca antes iba a vivir y que sin duda marcaría un antes y un después en mi vida. Tras el aburrido año 2014, deseaba de verdad con todas mis fuerzas que llegara el 2015, porque sabía que iba a ser un importante año que cambiaría mi vida para siempre. Y no me equivocaba.

Un año después, a día 31 de Diciembre de 2015, he comprobado que así era. Tal y como sospechaba, ha sido un año de importantes cambios. En primer lugar porque he cumplido algunos de mis sueños. Mis objetivos y metas personales. Pero por otro lado he vivido una de las mayores pesadillas con las que soñaba siendo pequeño. Una pesadilla con la que lloraba antes de dormir y que seguía, una vez despertaba. Una pesadilla que, pensaba, todavía tardaría muchísimo tiempo en llegar.

A continuación, y como en ocasiones anteriores, haré una lista con los acontecimientos más importantes que han sucedido en mi vida este reciente año 2015:

  • Ya soy maestro de Educación Primaria: Tras cuatro largos años de duro trabajo y esfuerzo académico, hoy por fin puedo decir que ya he terminado una carrera universitaria. Ya tengo un título oficial que me acredita como profesional docente en un centro de primaria, para trabajar como profesor y ser tutor de un grupo de niños y niñas. Ya puedo empezar a trabajar y a cobrar mi propio sueldo, para ganarme la vida igual que un adulto independiente. Y lo cierto es que no me arrepiento de ser maestro. Me siento bien conmigo mismo y con mi futuro trabajo. Pienso que es una labor bonita ya que se trata de educar a menores para convertirlos en personas, y que gran parte del cambio de esta sociedad en la que vivimos depende de personas como yo, en cuyas manos tenemos el poder de educar a las nuevas generaciones.

  • He viajado por primera vez al extranjero: Se trata de otro sueño cumplido, y que desde el pasado año 2014 deseaba que llegara. Un viaje que esperaba con ansias porque sabía que me ayudaría a aprender y sobretodo a madurar como persona. Me he lanzado a la aventura yo solo en el Reino Unido, Inglaterra, donde he tenido la oportunidad de ver sitios y de visitar lugares increíbles. Entre ellos la capital Londres, además de ir sin pensarlo a Francia en un viaje de estudiantes, donde también visité los hermosos jardines del palacio de Versalles y por supuesto la incomparable París, ciudad del amor. Me he enamorado de esta última.

  • He mejorado mi nivel de inglés: Hasta límites insospechados, y superando con creces todas mis expectativas. Jamás pensé que fuera a desenvolverme yo solo sin un traductor al lado, pero lo cierto es que me he sorprendido a mí mismo haciendo lo que antes me parecía impensable: hablando en inglés. Y se trata de las mejores clases que he recibido en toda mi vida como estudiante. He aprendido más en apenas dos semanas que en más de quince años viendo siempre la misma y aburrida gramática.

  • Me he vuelto más independiente: Más autónomo. Buscarme yo solo la vida, sin depender de nadie, tanto para hacer las compras como para moverme y hacer mi propia comida (Si, también he aprendido a cocinar, y mucho), ha supuesto otro gran paso en lo que le toca a toda persona cuando abandona el nido, y que considero cuanto antes se aprende, mejor. También he aprendido a administrar el dinero y, si hace falta, a racionar la comida. He aprendido a hacer muchas labores del hogar por mi cuenta, a ser consciente de mis actos como adulto y en general a ser más independiente. Me he demostrado a mí mismo que puedo vivir perfectamente solo (aunque, eso sí, echando de menos la comida de mi madre xD).

  • Me he declarado a la persona de la que estaba enamorado: Otro sueño pendiente desde que tenía uso de razón. Uno que había aplazado desde la orla de 2º de Bachillerato, y que este año por fin he reunido el valor para hacerlo. Y lo mejor de todo es que, tras hacerlo y aún a pesar de recibir una respuesta negativa, no me siento para nada triste. Al contrario. Me siento bien conmigo mismo porque sé que hice lo correcto y que ahora puedo tener la conciencia tranquila. No tendré remordimiento alguno en el futuro.

  • He perdido a mi padre: Justo en el momento que menos esperaba, estando yo en Inglaterra. La última vez que lo vi con vida fue en el aeropuerto junto a mi madre, despidiéndose de mí con una sonrisa, y la otra vez cargando junto a mis hermanos, amigos y familiares su féretro, cuando volví a la mañana siguiente de vuelta. Toda mi familia esperó por mí hasta que llegara para darle el último adiós con un beso en la frente. "Buen viaje" fueron sus últimas palabras.

  • Ha cambiado mi visión de la vida: Tras lo anterior acontecido me he dado cuenta de muchas cosas. Cosas que hasta ahora no entendía o que no consideraba relevantes. Tales cosas me han hecho ver qué es lo realmente importante, y tanto de mi padre como de mi familia entera he aprendido que la unión es la felicidad. Pero además de eso también he madurado como persona. Ya no soy el mismo hombre que era antes. Jamás volveré a serlo. Tengo muy claro lo que quiero en esta vida, y de ahora en adelante lucharé para que así sea.


El sentimiento de perder a un padre no se lo deseo nunca a nadie. No podría describir el dolor que se siente con palabras. Por eso quiero y deseo de todo corazón a todos los que estáis leyendo esto, por favor, que valoréis a vuestros más cercanos seres queridos. Queredlos. Demostradles vuestro amor incondicional. Hacedles saber que los queréis y sobretodo pasad más tiempo con ellos. Disfrutadlos. Porque nunca sabréis cuándo dejarán de estar ahí. Y quizá para entonces ya sea demasiado tarde.

Este año 2015 ha sido sin duda uno de cambios, al menos en lo que respecta a mi persona. Este año 2015 ha sido uno de esos que cambian la vida para siempre. Y lo ha hecho en mí con una fuerza inusitada e insospechada. Ahora me siento más fuerte y más seguro de mí mismo. Siento que nada ni nadie puede pararme. Tengo muy claro mi nuevo objetivo en la vida, y no me rendiré hasta verlo cumplido. No pienso ceder o echarme atrás. No mientras siga vivo. Porque para mí este es un nuevo comienzo.

Mi primer deseo para este nuevo año 2016 es borrar de mi diccionario personal las palabras "nunca" e "imposible", y sustituirlas por "siempre" y "posible". En primer lugar porque las primeras son feas y negativas, y en segundo lugar porque las segundas generan autoconfianza y autoestima. Al escucharlas me lleno de energía positiva y creo que puedo hacer cualquier cosa. Porque así es como quiero sentirme en cada minuto de vida.

¡Sin más que decir salvo daros las gracias, y a falta de unas pocas horas para que termine un año y empiece otro, os deseo a todos y a todas un muy feliz y próspero año nuevo 2016!

¡Nos leemos el año que viene! ;D

viernes, 25 de diciembre de 2015

FF: MP os desea Feliz Navidad + Regalo sorpresa


¡Hola, bloggers! Como de costumbre y casi todos los años, el staff de este blog (una  única persona xD) os desea que paséis unas felices fiestas y una muy próspera y feliz navidad. A esto le añado el mismo mensaje típico de: pasar más tiempo con los seres queridos, valorarlos y compartir experiencias con ellos. Porque después de todo son los que realmente lo valen.

Y con motivo de este día tan especial os traigo además un regalo "sorpresa" (entre comillas porque ya advertí de él hace unos días, lo cual ya no es una sorpresa xD). Un regalo que sospecho ninguno de vosotros espera, o que lo intuis pero no acertáis. Probablemente sea la segunda opción, pero por si acaso mejor os dejo la imagen, para que la juzguéis por vosotros mismos:


¿Adivináis qué es? ¿Seguro? Yo creo que la respuesta es clara (xD). En efecto, se trata de la vara mágica del nuevo elegido de la secuela, del segundo libro de la trilogía de FF: MP. Es bastante similar a la de Érika puesto que también es una vara, pero a diferencia de la primera ésta tiene una cabeza de lobo azul y ojos amarillos, que recuerda bastante al dragón rojo de Eduardo. Por otro lado está perfilada con colores negro y plata, para marcar la diferencia con la anterior vara, y acabada en un extremo con un pico del mismo color azul.

¿Qué os parece? ¿Os gusta el diseño de una de las nuevas armas sagradas? ¿Cómo imagináis que será el elegido que la porte y use en combate?

Este es mi regalo de navidad para vosotros, lectores, por haber seguido ahí durante este difícil año de escasa actualización del website. Alomejor en próximos días eventuales contados os traigo más pequeños regalos relacionados con la secuela de FF: MP, para así tratar de amenizaros la espera.

Y hablando del segundo libro o parte, os adelanto además que llevo escritos los 8 primeros capítulos y sigue en proceso de desarrollo. No puedo daros más detalles salvo que estoy poniendo todo mi esfuerzo y creatividad escritora para que esta segunda parte iguale o supere a la primera, en la medida de lo posible. Pero sobre eso ya hablaré en otra futura y lejana entrada, cuando la crea preparada.

¡Sin más, os deseo a todos de nuevo felices fiestas y sobretodo Feliz Navidad!

¡Nos leemos en la próxima entrada! ;D

domingo, 20 de diciembre de 2015

Diseños infantiles de los protagonistas + Breve página de manga


Hola a todos, bloggers. Después de más de un mes sin noticias ni entradas nuevas, hoy por fin os traigo dos nuevas sorpresas. La primera de ellas, la imagen superior que encabeza la entrada, protagonizada por los dos elegidos de FF: MP.

El diseño infantil de Eduardo sigue siendo el mismo, mientras que a Erika le he cambiado el vestuario poniéndole un sencillo vestido blanco con motivos de olas rojas. Sinceramente me gusta más que la versión anterior con vaqueros azul y rojo.

Y como no podía ser de otra forma, estos días también me ha llegado la inspiración. Y por supuesto la he aprovechado antes de que se me fuera, haciendo algo así:



¡Tachán! Mi primera página con una historieta al estilo manga. Inspirada una escena del capítulo 44, "Recuerdos", que representa el momento en el que los dos protagonistas se conocen por primera vez siendo niños.

He preferido omitir los diálogos, ya que alargan demasiado la escena y por otro lado restan espacio a las viñetas. No me considero un buen dibujante manga, y como tampoco tengo experiencia opté por dejar que las viñetas hablaran por sí solas. De esta forma el lector puede intuir o al menos imaginar lo que piensan y dicen los personajes.

Se trata de mi primera historieta manga, y a pesar de los posibles fallos anatómicos que tengan los personajes, lo cierto es que me siento muy contento con el resultado. Pensaba que iba a ser peor. Además, esto igualmente me sirve como práctica para ir mejorando futuros dibujos, y ¿quién sabe? Alomejor también posibles nuevas historietas manga.

¿Qué os parece? ¿Os gusta mi primera página manga?

PD: Ya tengo preparado un pequeño regalo de navidad para vosotros, lectores. Será mi forma de agradeceros que aún estéis aquí, leyendo este blog.

¡Nos leemos en la próxima entrada! ;D

martes, 10 de noviembre de 2015

Nuevo Fanart de Marina, por Yuka Lockhart


¡Hola, bloggers! La entrada imprevista de hoy se debe a que acabo de recibir por Hangout un nuevo fanart de nuestra fiel seguidora Yuka Lokhart, quien me ha sorprendido hoy con este hermoso dibujo de Marina, la maga sagrada compañera de nuestros protagonistas.

En la imagen se aprecia claramente el combate librado entre ella y Lectro, en el capítulo 18, durante los acontecimientos de la saga Nautigh. Frente a ella, a sus pies, el enemigo de la Organización Muerte en desventaja. Al fondo el que parece ser Jack, también herido y debilitado, y sobre una de las montañas de la isla el Guardián de la Fuerza (G.F.) Quetzal, que lucha junto a ella y le presta su poder de invocación. A su alrededor, el panorama de Nautigh envuelto en caos, ruinas y llamas que lo cubren todo como si del fin se tratara.

He de decir, antes que nada, mi grata e increíble sorpresa. Los trazos finos del díbujo, los juegos con los colores y sus tonalidades, la textura y el volumen parece que fueran propios de un auténtico dibujante manga. Además, la expresión seria y decidida de Marina atraviesa el papel y la pantalla llegando incluso al espectador, como si lo estuviera mirando directamente a él. El impacto visual es increíble.

Y es que el talento de Yuka Lokchart no termina ahí, ni mucho menos, sino que sigue. Veamos otro ejemplo innato de lo que sus manos de artista pueden hacer:


¿Soy el único que piensa que esta chica es en realidad una dibujante manga? xD

Desde el blog te felicito por tu fantástico trabajo, Yuka, y también por haberme alegrado el día sin pedirte nada. Tus acciones ya demuestran por sí solas lo grande e increíble persona que eres.

Espero poder algún día hacer yo también dibujos de tus fanfics "A New Frozen Kingdom" y "2nd Generation", aunque en realidad mis dibujos dan pena al lado de los tuyos (xD).

¡Muchísimas gracias, Yuka Lockhart! ^^

PD: Tu forma de dibujar me tienta a pedirte una imagen de portada para FF: MP en wattpad. La que hay ahora en realidad no tiene nada que ver con el fanfic.

No es la más indicada para FF: MP, ¿verdad? xD

¡Nos leemos en la próxima entrada! ;D

martes, 13 de octubre de 2015

Hasta siempre, Papá


Hola, bloggers. La entrada de hoy va dirigida con expreso cariño y atención a mi difunto padre, quien nos ha dejado a mi familia y a mí hace tan solo unos días. He tardado en recuperarme lo suficiente como para escribir esta entrada, y aún a pesar de todo sigo muy dolido. Sé que no tiene nada que ver con el blog en sí, pero de verdad necesito plasmar mis sentimientos. Liberarlos. Dejar constancia de ellos por una de las personas que, como a muchos, hemos querido y han estado siempre ahí con nosotros.

Esta entrada gira en torno a la figura de mi padre. Ese hombre que me crió y me cuidó desde el día en que nací hasta ahora. Mis lágrimas caen igual que la lluvia mientras redacto estas líneas, y creo incluso que el cielo lloviendo ahora llora por su muerte. Es un día triste para toda nuestra familia. Un día que sin duda quedará marcado para siempre en mi memoria.

Las siguientes palabras van dirigidas a él, a quien ahora echo de menos y todavía lloro por su ausencia:

"Papá, muchas gracias por todo lo que has hecho por mí. Y por ser mi modelo ideal de padre. Es imposible describir con palabras lo mucho que te debo, y que aunque quiera ahora ya me es imposible hacerlo. Ni toda una vida bastaría para devolverte el haberme criado y cuidado, con tanto cariño y tanto amor como el que me has demostrado estos años de mi vida.

Aunque no leas este mensaje, quiero que sepas una cosa. Que el día de mañana yo también criaré y cuidaré a mis hijos de la misma forma que tú lo hiciste con nosotros. Porque nos enseñaste el valor del esfuerzo, y el apreciar todos esos pequeños detalles de la vida. Esos detalles tan cotidianos que nos hacen felices y que nos mantiene unidos. Porque para mí tú eras y sigues siendo mi héroe, y lo seguirás siendo por siempre jamás. Porque me enseñaste muchas cosas,y también porque sin ti ni sin mamá no estaría aquí, en este mundo y en este momento.

Gracias por la increíble vida que me has dado, y sobretodo por haberme hecho tan feliz todos estos años. Lo único que siento en estos momentos es no haber pasado más tiempo contigo, de haber compartido cosas y momentos. De no haberte dicho lo mucho que te quiero.

Aunque no leas este mensaje, quiero que sepas una cosa. Donde quiera que estés, nunca te olvidaré. Donde quiera que estés, siempre te recordaré. Donde quiera que estés, siempre te llevaré en mi corazón. Porque me dejaste tu huella, y porque ahora quiero seguirla. Porque gracias a ti soy la persona que soy ahora. Porque formo parte de tu legado y de tus logros. Porque arriesgaste mucho, y ganaste mucho. Porque soy quien soy y no me arrepiento.

Por todo eso y mucho más, donde quiera que estés, quiero que sepas que te quiero y siempre te querré. No hasta el día en que muera, sino más allá...mucho más allá...por siempre jamás.

A ti te dedico estas palabras. Las palabras que quise decirte y nunca dije. Espero que las oigas, donde quiera que estés ahora. Muchas gracias por todo, papá, y hasta siempre. Te quiero y siempre te querré.

Con cariño y eterno amor, tu hijo Eduardo".

Desde estas mismas líneas os doy las gracias, queridos lectores, por haber leído mis pensamientos y mis sentimientos. Muchas gracias, de verdad, de todo corazón.

domingo, 27 de septiembre de 2015

¡FF: MP ya disponible en Wattpad!


¡Hola, bloggers! ¿Qué tal? Seguramente bien, supongo (o eso espero xD). Imagino que muchos de vosotros ya habréis empezado de nuevo las clases, o a trabajar los que ya lo estén haciendo. A mí también se me acaban las vacaciones, ya que mañana empiezo de nuevo la universidad. Ya podéis imaginar mi cara de:


Pero en fin. Dejando eso a un lado hoy os traigo una nueva noticia. Y es que, tal y como dice el propio título de la entrada, FF: MP ya está disponible para leer en la famosa página de Wattpad, la comunidad de lectores y escritores más grande del mundo.


Para los que no la conozcan, Wattpad es una página web pensada para que tanto lectores como escritores puedan leer y publicar todo tipo de obras, desde acción y aventura, pasando por romance, humor y misterio, hasta incluso terror y fanfics. Sea cual sea el tipo de historia que te guste, seguro la encontrarás en Wattpad. Además es bastante útil porque también se puede descargar la aplicación en el móvil y leer las historias dondequiera que estéis, de manera mucho más cómoda.


Este último mes de Septiembre he estado ocupado precisamente reescribiendo FF: MP en dicha página, releyendo cada uno de los capítulos y corrigiendo las todavía faltas ortográficas que quedaban por ahí sueltas. Me registré en Wattpad y ya por fin terminé de publicar mi fanfic, siendo mi primera obra. Por supuesto, si algún día completo la secuela o escribo cualquier otra historia ajena al blog, me gustaría publicarla ahí también.


Mi nombre en dicha página es Reddragon93, porque me cansé de usar siempre mi nombre y me apetecía inventarme otro (xD). Si queréis encontrarme en ella, ya sabéis. Buscad por mi nombre o la propia obra en sí. 

Si os gusta y os apetece compartir vuestras propias historias con el mundo, no lo dudéis. Wattpad es sin duda uno de los mejores websites donde dar a conocer vuestras obras. Y yo gustosamente el primero estaría encantado de leer vuestras historias. Pues os debo el enorme favor de haber leído mi fanfic, y también porque, tal y como dice mi perfil, soy cazador de historias.

¡Creo que me he vuelto adicto a la lectura! xD

jueves, 6 de agosto de 2015

Un nuevo comienzo + noticias y futuro del blog


¡Hola, bloggers! ¡Tantísimo tiempo sin escribir una "entrada normal" por aquí! ¡Qué raro se me hace redactar esto ahora! xD

Bueno. Para los que hayáis estado siguiendo el blog durante los últimos meses, no hace falta decir que el website se ha convertido en una especie de telenovela culebrona con salseo a más no poder. Para los que hayáis estado más ausentes y hace tiempo que no paséis por aquí, pues solo hace falta que sigáis mirando la página para que os hagáis una idea de la temática sobre la que ha estado girando el blog últimamente. Un tema por cierto no recomendado para los que odian el género romántico y pasteloso, aunque siempre he intentado serlo lo menos posible en todo momento. Porque aunque no lo creáis, yo soy el primero que odia los romances demasiado azucarados. Son tan excesivamente dulces que me dan asco.

En primer lugar me gustaría daros las gracias, a todos los lectores que estáis ahí y que seguramente estáis leyendo esto ahora, por haber permanecido siempre ahí, no solo al tanto del fanfic sino también de esta "otra historia". Y del mismo modo también dar las gracias al resto de lectores que, a pesar de no haber seguido las crónicas, sí lo hicieron con "Final Fantasy: Memories of a Promise". A ambos grupos os doy las gracias por todo, y por estar leyendo estas líneas ahora.

Siempre quise contar mi propia historia personal al mundo, dejar mi huella. Y no solo entre el grupo de amigos más cercanos, sino en el mundo entero. Porque con estas crónicas mi objetivo ha sido siempre claro: demostrar que el amor verdadero existe, aunque la sociedad afirme lo contrario. Porque no es solo un típico e infantil cuento de hadas. No solo aparece en las historias y en las películas. Existe, es real. Y lo sé porque yo mismo lo he sentido y lo he vivido, durante la mayor parte de mi vida. Y vosotros sois los testigos, los primeros en conocer mi secreto. Los primeros en conocer la verdad tras la fantasía (en relación con el fanfic, claro).



Después de tantos años, por fin me he decidido a declararme a Érika. A la auténtica y verdadera Érika. Y para sorpresa no lo hice el día de la graduación, tal y como esperaba, sino casi una semana más tarde. Tras ponernos en contacto por el móvil y de enviarnos mensajes, ambos quedamos una tarde en la avenida junto al mar, donde sentados en un banco le confesé mis sentimientos por ella. Tras respirar hondo y de un lento suspiro aliviador, fui directo y le dije que la quería, que siempre había estado enamorado de ella.

Érika se sorprendió mucho más de lo que yo esperaba. Cuando le dije meses atrás que quería contarle algo, pero que solo se lo diría una vez acabara todo, jamás imaginó que sería precisamente esto. Llevaba todo este tiempo intrigada y en ascuas por saber qué era lo que yo quería decirle, y una vez lo descubrió no supo qué responder. Se quedó asombrada, con los ojos muy abiertos y perpleja. No tenía palabras para expresar la tremenda conmoción que acababa de causarle en un solo segundo.

Me preguntó cuánto tiempo llevaba enamorado de ella, del mismo modo que por qué no se lo había dicho antes. Yo le contesté la verdad: que debido al miedo y a la timidez nunca antes me había atrevido a intentarlo. También le enseñé como prueba la vieja libreta del colegio en la que tenía escrito su nombre, además de confesarle que, si no se lo decía ahora, seguramente me arrepentiría el resto de mi vida. Quería decírselo tarde o temprano, dejar mi conciencia tranquila y sobretodo sentirme bien conmigo mismo.

La respuesta de Érika fue clara. Me tenía aprecio y carino, que se alegraba de verme y de tenerme en clase, de que la llevara acompañando durante toda su vida y siempre fuéramos compañeros. Pero por desgracia también me confesó que, a pesar de todo ese cariño, nunca me había visto como algo más que un amigo. No sentía ese amor especial. Y trató de decírmelo de la forma más suave y menos dolorosa posible.

Me dijo que era la primera persona en su vida que la había dejado sin habla. Para tratar de animarme me dijo que era muy valiente, que no todas las personas hacen lo que hice yo, y que seguro algún día encontraría a alguien que me correspondiera. Que ella misma no era la persona que yo estaba esperando, y que seguro a Cupido le estaba costando encontrarme a ese alguien especial. Antes de despedirnos me deseó lo mejor y sobretodo que encontrara la felicidad. E incluso también quiso decirme, a modo de indirecta, que nunca sabemos las vueltas que da la vida. Con esa misma sonrisa suya se despidió de mí, y yo le dediqué la mía igual cuando nos dimos la vuelta y cada uno continuó su propio camino. La historia de mi amor platónico por Érika terminó justo en ese instante, a medida que nos íbamos alejando, caminando en direcciones opuestas junto al mismo mar que nos había visto crecer años atrás.


Este ha sido el último momento que viví con Érika, justo la semana pasada. Podéis considerarlo el final de las crónicas. Mentiría si dijera que no se me llenaron los ojos de lágrimas, pero también es cierto que no lloré. Sorprendentemente para mí no supuso un dolor tan profundo como el que imaginaba. Creía que iba a hacerlo, creía que iba a llorar. Pero fue entonces cuando me di cuenta de que no tenía ningún motivo para hacerlo. Había dicho lo que sentía, había cumplido con uno de mis mayores objetivos. Le había confesado a la persona que amaba lo que sentía por ella. Y eso era más que suficiente.

Después de tales hechos ahora por fin me siento mucho más libre, más aliviado conmigo mismo y sobretodo más feliz. Siento que ahora ya no cargo con ningún peso encima, y que al dejar de pensar siempre en la misma persona ahora puedo pensar más en otras. Puedo conocer a más gente, dar oportunidades, arriesgar a abrir mi corazón poco a poco y, ¿quién sabe? Alomejor también volver a enamorarme.

Esta experiencia me ha servido para madurar y darme cuenta, con tierna calidez y esperanza, de que hay que decir siempre lo que sentimos. Nunca guardar los buenos sentimientos. De lo contrario, lo único que conseguimos es hacernos daño a nosotros mismos. Sólo somos total y completamente felices cuando decimos a los demás lo mucho que los queremos. En parte porque regalamos amor y en parte porque nos sentimos mejor y bien con nosotros mismos.

Y esa es la verdad.



Seguramente os estaréis preguntando... ¿Y qué pasará ahora con la secuela? ¿Seguirá o terminará?

Terminada esta larga etapa de mi vida, en la que la persona que me gustaba ya ha dejado de hacerlo, lo más lógico ahora sería dejar el proyecto y abandonarlo a su suerte. Pienso que es lo que haría cualquier persona normal, tras una total ruptura con su desde siempre amor platónico.

Pero como yo no me considero normal sino "anormal" (xD), pues he decidido continuarlo. Todavía sigue muy presente mi sueño de escribir una trilogía fanfiction, y el hecho de que la persona sobre la que giraba ha dejado de hacerlo no significa que deba olvidarlo. Además las otras dos historias (correspondientes a las dos siguientes partes) cuentan con nuevos protagonistas, lo cual es mucho más fácil de llevar.

Los personajes de Eduardo y Érika seguirán apareciendo en la trilogía, tal y como sigue planeado, y claro está manteniendo una relación de pareja. Ambos siguen teniendo un gran peso en la historia, y eliminarlos de repente sin razón alguna supondría un completo desastre en todo el guión. Después de todo ellos son nada más que dos personajes ficticios creados e inventados por mí. Que lleven nuestros nombres no significa que seamos nosotros en la realidad.


Respecto a la secuela, de la que por cierto hace mucho que no hablo, pues para mayor y agradable noticia he de contaros que sigue escribiéndose. Muy lentamente y a paso de tortuga, pero sigue adelante. He escrito ya los 4 primeros capítulos, y ahora estoy metido de lleno con el 5. Sé que no se corresponde con el plan que tenía de escribir un capítulo por mes, pero debéis entender que yo también soy persona. Yo también tengo mi trabajo, mis estudios y mis cosas que hacer. Como todo el mundo yo también estoy ocupado.

Ahora que ya he terminado la carrera y soy maestro (¡sí, por fin! xD) ya puedo perfectamente empezar a trabajar y ganar dinero. Sin embargo, he decidido seguir estudiando un máster, para seguir ampliando mis estudios y eso. ¡Tengo toda la vida por delante, todavía no me apetece empezar a trabajar! xD

Aprovecharé el año que tengo por delante, y puede que incluso 2 si decido hacer otro o lo que vea, para seguir escribiendo la secuela. No dejaré de lado este proyecto a menos que me canse, me harte, empiece a trabajar y no tenga tiempo, o sencillamente me enamore de otra persona que me haga olvidar este blog y el fanfic.


Podría publicar si quisiera los capítulos escritos hasta ahora, pero corro el riesgo de cometer algunos de los fallos comentados en una lejana entrada anterior, de los cuales todos saldríamos perdiendo. Vosotros por no leer una historia decentemente estructurada, y yo por no ofreceros un fanfiction de calidad sino todo lo contrario (es decir, una mierda xD). Yo siempre digo que las cosas o se hacen bien o no se hacen, e intento aplicarlo en todos los ámbitos de mi vida personal y profesional.

Por eso mismo seguiré escribiendo en silencio y sin publicar nada respecto a la secuela. Cuando llegue el momento y considere que ya puedo publicarla, entonces lo haré.

Seguramente el website quedará inactivo. El blog ya ha cumplido la función para la que fue creado: contar el fanfic de "Final Fantasy: Memories of a Promise". Además también ha contado otra historia más personal y realista, las crónicas, y que desde luego no estaban ni siquiera incluidas en los planes.

Con esto no quiero decir que no publique alguna que otra entrada de vez en cuando, quizá para adelantos de la secuela o quizá para hacer algún que otro top al que me nominen, entre otras cosas. Lo que sí está claro es que el blog no volverá a estar tan activo como en sus primeros meses de vida, hace más de 3 años. Al menos, durante esta nueva etapa en la que escribo la secuela.

Si de verdad estáis dispuestos a esperarme, a querer saber más noticias de Limaria y de sus protagonistas, o a conocer a los nuevos elegidos de la siguiente generación, deberéis tener paciencia. Si por el contrario os apetece revivir de nuevo y cuantas veces queráis las aventuras de los jóvenes Eduardo y Érika, el website estará siempre abierto. Tanto para vosotros como para los futuros nuevos lectores que lo descubran y sientan curiosidad por conocer esta historia. Yo por mi parte estaré encantado de recibir y responder los comentarios que me dejéis, al menos mientras siga en el mundo blogger.

Sin nada más que decir, os doy de nuevo las gracias por haber llegado hasta aquí, por acompañarme en esta aventura, y por ser los testigos de este nuevo comienzo de una nueva etapa de mi vida.

¡Nos leemos en la próxima entrada! ;D

viernes, 24 de julio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 37 y Final)


En toda historia, tal y como se conoce desde siempre, hay dos partes importantes: el principio y el final. Gracias a los inicios se conoce cómo empieza, y gracias a los finales se conoce cómo acaba. Estos dos elementos son necesarios en toda historia, y se necesitan el uno al otro para poder contarla. No existe un final sin un principio, del mismo modo que tampoco existe un principio sin un final. Se trata de un hecho que ha permanecido siempre y así lo seguirá siendo, inexorablemente, hasta el final de los tiempos.

Han pasado más de diez años desde aquel primer beso en la mejilla que me dio Érika, y del cual me acuerdo como si lo hubiera vivido ayer. Lo mismo sucede con el resto de recuerdos posteriores, durante los siguientes años de infancia y adolescencia. Todos ellos me han dejado una enorme y profunda huella, no solo en la memoria sino también en el corazón, que han perdurado con claridad y nitidez hasta el día de hoy. Gracias a esos recuerdos y a los sentimientos vividos soy la persona que soy ahora, y no me arrepiento de nada.

Soy consciente de que he cambiado. No sé si a mejor o a peor, pero lo he hecho. Ya no soy aquel niño pequeño torpe e inseguro, que a todo temía y de todo tenía miedo. Ahora que ya he crecido y me he convertido en todo un hombre, que he madurado como persona, me siento completamente diferente a como lo era antes. Ahora que he ganado mayor confianza y seguridad en mí mismo, ahora que me noto más fuerte y más decidido, siento que soy capaz de hacer cualquier cosa. Gozo de una fuerza de voluntad inquebrantable, que no se rinde ante nada y con la que nadie puede pararme. Se trata de una de mis mayores virtudes, de la que me siento más orgulloso.

Por supuesto, Érika también ha cambiado. Ya no es la misma de antes. Ella también ha madurado, se ha convertido en toda una mujer. A mis ojos la veo mucho más valiente, más luchadora y sobretodo más segura de sí misma. Cada vez que la miro veo en ella a la niña que recuerdo del colegio, y una sensación de tierna nostalgia me invade. Verla ahora como profesora también me llena de alegría y felicidad, ya que es lo que siempre ha querido ser. No me cabe la menor duda de que será una gran maestra, y que sus futuros niños y niñas la recordarán por siempre el resto de sus vidas.

Mis sentimientos por ella no han cambiado. Ni siquiera cuando creía que habían desaparecido durante un par de años. Volví a enamorarme de ella por segunda vez en el mismo lugar donde lo hice la primera vez, en el colegio donde nos conocimos siendo pequeños. Me doy cuenta de que Érika es y ha sido siempre mi amor platónico, desde mi más tierna infancia. Nunca ha habido otra persona que ocupe su lugar. Y lo peor de todo es que ni siquiera sé por qué estoy enamorado de ella. No tengo ningún motivo o razón que lo justifique. Simplemente es así.

Desde hace muchos años llevo pensando en la posibilidad de decirle la verdad, de confesarle mis sentimientos. No llegué a planteármelo seriamente hasta llegar al último curso de Educación Secundaria Obligatoria, y ni siquiera llegado el momento fui capaz de hablarle. No solo debido al miedo, sino también porque no era el momento adecuado. No estaba preparado a nivel emocional, y seguía sin estarlo tampoco en el último año de Bachillerato, donde por primera vez dejó de gustarme Érika.

La situación ahora es muy diferente. Ya no somos chiquillos adolescentes, sino adultos plenos y derechos. Ya no estamos en el instituto, sino en la universidad. Ya no estudiamos por obligación sino porque queremos. Ya no pensamos en el presente sino en el futuro. Son todos esos cambios, y más precisamente nuestra maduración personal, los que hacen que las circunstancias sean ahora muy distintas. Entre esos cambios llega el de la paz y la tranquilidad, el de sentirse bien con uno mismo y con los demás. 

Desgraciadamente para mí, a pesar de haber madurado y ser mejor persona de lo que era antes, aún conservo un importante asunto pendiente, algo que todavía no he hecho y me remuerde por dentro la conciencia. Ese asunto, ese deber pendiente que me llama y que debo resolver cuanto antes, es lo que me incomoda, lo que a veces me impide dormir por la noche. Y sé perfectamente qué asunto es, porque se trata del origen a todo lo que concierne mi evolución y personalidad.

Para resolverlo solo hay una única solución posible.



Me he dado cuenta, con el paso del tiempo y de los años, de que nunca seré capaz de abrir mi corazón a alguien. No al menos hasta que le haya dicho a Érika lo que siento por ella. Esa chica es la razón por la que nunca me he enamorado de otra persona, la razón por la que nunca he tenido pareja. Siempre he pensado en ella como la única persona con la que me gustaría estar. Por eso mismo me he cerrado y siempre he negado cualquier tipo de relación de pareja, más allá de la amistad.

Supongo que siempre la he estado esperando, y llevo haciéndolo toda mi vida.

Sin embargo, también soy consciente de que es muy probable que Érika y yo tampoco acabemos juntos, y mucho menos pase el resto de mi vida junto a ella. Porque somos muy diferentes, somos muy distintos. Somos los polos opuestos el uno del otro. Y precisamente por nuestras diferencias dudo mucho que lleguemos a congeniar, a llevarnos bien o a convivir en pareja. Son bastantes las diferencias que nos separan.

También me doy cuenta, con gran pesar, de que llevo un enorme peso a la espalda. Un peso con el que llevo cargando yo solo desde hace más de diez años, y puede incluso que quince. Son pocas las personas que conocen mi secreto, y eso hace que sea más pesado y doloroso para mí. Por eso mismo siento que ya estoy cansado, ya estoy agotado de cargar con él. Quiero librarme, quitármelo de encima, sentirme bien. Y eso sólo lo conseguiré si le digo toda la verdad a Érika.

Esa es la única forma de quitarme esta timidez que aún conservo de mi infancia, de soltar la carga, de sentirme bien conmigo mismo y sobretodo de ser libre. Esa es la única forma de que la persona que quiero sepa lo que siento por ella. Solo así podré ser libre y abrir mi corazón a los demás. Sólo así tendré el valor de aceptar una relación de pareja, de querer sin timidez y sobretodo de amar sin limitaciones.


Ha llegado el momento, la hora de decirle la verdad. Por fin voy a cumplir lo que no hice ni en 4º de la ESO ni en 2º de Bachillerato. Ha llegado el momento de confesarme, de declararle mis sentimientos a la persona amada. Ahora que hemos terminado estos cuatro años de carrera universitaria y nuestros caminos se separan, ha llegado la hora de decirle toda la verdad. Y esta vez sin timidez ni contemplaciones. Directo al grano.

Esta es la prueba, el reto, el desafío individual que me impongo y que significa mi propia superación personal. Si lo consigo, habré madurado y por fin me sentiré libre. Libre de querer, de amar. Podré enamorarme de cualquier otra persona igual que lo estoy de Érika, abrirle mi corazón y amarla como realmente se merece.

No tengo la menor idea. No sé lo que pasará. En el caso de que me acepte me sentiré muy contento de haber logrado nuestro final feliz. Si por el contrario me rechaza estoy seguro de que lloraré. Lloraré tanto o más como nunca antes lo he hecho en mi vida. Pero será un dolor necesario, un dolor liberador que dejará por fin mi conciencia tranquila. Tanto si me acepta como si me rechaza, en ambos casos sufriré un importante y profundo cambio. Un cambio que es muy probable altere todo mi mundo y mis sentimientos.

Ha llegado la hora de conocer el final de esta historia, que empezó por un inocente beso infantil en la mejilla y terminará por una declaración de amor el día de graduación de nuestra orla universitaria. Ha llegado el momento de escribir la última página, de llegar a la conclusión, al epílogo, al irremediable e incierto final. Porque si no se lo digo ahora, estoy seguro de que me arrepentiré el resto de mi vida.

No tengo miedo. Voy a ser valiente. Pase lo que pase, todo ha de terminar ahora.

Y esta vez prometo sentirme libre...por siempre jamás.

lunes, 20 de julio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 36)


Ha pasado un año desde que fui como maestro de prácticas al colegio donde estudié siendo niño. Durante esas siete semanas no solo volvieron recuerdos y sensación de nostalgia, sino que también regresaron a mí sentimientos que hasta ese entonces había creído perdidos para siempre. Nunca imaginé, en ningún momento de mi infancia y adolescencia, que algún día volvería al mismo centro donde estudié, ni tampoco que volvería a enamorarme de la misma persona por segunda vez. Resulta curioso descubrir cómo los caminos de la gente vuelven a cruzarse, del mismo modo que los sentimientos vuelven a transformarse. ¿Será cosa del destino? ¿De la casualidad? ¿O tal vez no es más que otra pequeña parte de "lo inevitable"? Sea lo que sea lo cierto es que los hechos suceden, sin más, y a menudo no se sabe por qué. Simplemente ocurren.

Érika y yo volvemos a coincidir juntos en la misma clase, durante nuestro cuarto y último año de carrera universitaria. El principal motivo se debe a que ambos elegimos la mención de Inglés, queriendo ser los dos maestros especialistas en la enseñanza de la lengua extranjera Inglés. Elijo esta mención porque desde siempre se me ha dado bien dicha lengua, y también porque considero que podría ser un buen profesor para enseñársela a niños y niñas de Primaria. Aunque al principio iba con intenciones de ser maestro de Educación Física, al final opto por los idiomas. Las recientes opiniones por parte de alumnos y profesores, los planes de la Consejería de Educación, y tal y como se presenta el cercano futuro bilingüe en las escuelas, creo que he tomado la decisión acertada.

De esta manera comparto aula de nuevo con la persona que acaba de convertirse por segunda vez en mi amor platónico, y con quien vuelvo a rememorar algunos de los momentos vividos en el colegio o en el instituto. Así, por ejemplo, vuelvo a ponerme nervioso cuando Érika está cerca, cuando hablo con ella, cuando se dirige a mí por mi nombre, cuando la veo de lejos pasar, cuando recibo un mensaje suyo por el móvil, cuando veo su coche aparcado, cuando me lleva en él las ocasiones en que no dispongo del mío, cuando nos despedimos, cuando me sonríe, cuando me da las gracias... En todos ellos mi corazón vuelve a latir a tanta velocidad a como lo hacía cuando la miraba en el colegio siendo niño, o en el instituto siendo adolescente.

Los síntomas y sus evidencias aumentan del mismo modo cuando a veces, al mirarla a los ojos, desvío de repente su mirada, sonrojado hacia otro lado. También suelo sonreír inconscientemente con esa maldita sonrisa tonta enamorada, igual que lo hacía cuando era pequeño. Para mi sorpresa, y por supuesto absoluta vergüenza, me estoy comportando como lo hacía cuando era un chiquillo adolescente. ¡Y encima siendo un hombre adulto de veintidós años!

Son varios los momentos que paso con Érika en nuestro último año de carrera universitaria. Entre ellos mis repentinos parones y posteriores silencios en las presentaciones al resto de la clase, cuando al mirarla a los ojos sentada entre el público de pronto me quedo en blanco y me cuesta volver a hablar. También los esquivos de miradas en las clases de Plástica, donde evito mirarla y me concentro en mi trabajo para que no se note mi estado emocional. Aún así, hay momentos en los que estamos tan cerca el uno del otro que es imposible no mirarnos. Y lo peor de todo es que, a veces en esos mismos momentos, incluso mis nervios me ponen tan nervioso que tiemblo por dentro y no le digo nada. Pasamos al lado sin decirnos absolutamente nada.

Mi mayor miedo, después de todo este comportamiento inmaduro e infantil, es que Érika piense que paso de ella, que para mí no es nadie, que es otra compañera de clase más. Tengo miedo porque me da la impresión de que es así como la trato, y así es como debe de verme ella a sus ojos. Tengo miedo porque me invaden los nervios, la sensación del qué pensará de lo que hago o dejo de hacer, de lo que digo o lo que demuestro. Vuelve a asaltarme el miedo de la duda, de lo incierto, de la intriga...y eso mismo es precisamente lo que me impide tratar a Érika, lo que hace que me aparte y me aleje de ella.

Pese a todo, cuando no estoy en clase, todavía pienso continuamente en ella. Y el estado de mis emociones se plasma en un poema que escribo recientemente, como prueba de lo que siento. Dicho poema, al que titulo "Sonrío", dice así:

Te veo y sonrío
Te oigo y sonrío
Tu sola presencia me hipnotiza
de tal forma que me paraliza
Te imagino y sonrío
Te recuerdo y sonrío
Tu sola voz me tranquiliza
pero a la vez me aterroriza
Te admiro y sonrío
Te añoro y sonrío
Tu sola sonrisa me anima
a la vez que me ilumina
Te niego y sonrío
Te aparto de mi mente y sonrío
Tu sola mirada mi infunde paz
y al mismo tiempo cálida seguridad
¿Qué será pues, esto que siento, con solo ver tu imagen?
No se trata de odio,
pero creo que tampoco amor.
Lo único que sé
es que cuando te veo y oigo,
cuando te imagino y recuerdo,
cuando te admiro y añoro,
e incluso cuando te niego y aparto de mi mente,
no importa la distancia.
Siempre sonrío al pensar en ti.

A medida que pasa el tiempo, más me doy cuenta cada día de que estoy enamorado de Érika. Y esa sensación de extrañarla la siento sobretodo durante los meses de prácticas en otro colegio este último año. Los dos elegimos centros diferentes, y pasamos más de seis meses separados volviendo a ejercer como maestros de prácticas, esta vez en la mención de Inglés. Todas las mañanas en mi nuevo colegio la extraño y pienso en ella. Echo de menos verla en las jornadas lectivas, cruzarnos por los pasillos, en la sala de profesores, sentarnos juntos y charlar en los recreos... A pesar de tener a otra nueva compañera de prácticas, siento que no es lo mismo sin Érika. Me deprimo un poco al saber cada mañana que no voy a verla, cuando antes lo hacía todos los días.

Al cabo de los siguientes meses, mientras hago mis prácticas como maestro de Inglés, pienso en ella. Pero sobretodo también pienso en mí, en mi felicidad, en lo que realmente quiero...y por fin llego a una conclusión.

He tomado una decisión.

martes, 14 de julio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 35)


Los días en el colegio pasan. Mi vida como maestro en prácticas continúa. Cada día los niños no solo aprenden de mí, sino que yo también aprendo de ellos. Aprendo de ellos a saber tratarlos, a enseñarlos, a educarlos, a regañarlos, a castigarlos sin recreo y en general a ser un maestro, en todos los sentidos de la palabra. Pero no solo aprendo de ellos sino también de los propios profesores, e incluso de mi compañera de prácticas.

Mi interacción con Érika aumenta estando los dos en el mismo colegio. La veo todos los días, y todos los días no puedo evitar fijarme en ella. A menudo la veo rodeada de los niños de su clase, todos llamándola cariñosamente por su nombre y abrazándola. Ella les corresponde y los saluda, acariciándoles la cabeza y preguntándoles qué tal están. Todos parecen quererla, y ella a su vez también parece quererlos a ellos. Cada vez que la miro pienso con seguridad que Érika va a ser una gran maestra, porque lo lleva por dentro. Es justo lo que quiere ser desde siempre, desde que era pequeña.

De ella igualmente aprendo muchas cosas, y a veces incluso intento imitarla. Así por ejemplo también pregunto por los niños, trato de prestarles más atención, dejo que cojan mi mano y caminen agarrados a ella, y sobretodo intento solucionar sus problemas, en la medida de lo posible. Todos esos pequeños gestos contribuyen en mayor medida a mi formación como docente, que enriquecen mi interacción social y me permite abrirme más al alumnado. Me viene bien puesto que voy a dedicar mi vida a educar a niños y niñas.

Son pocas las ocasiones en las que tengo oportunidad de estar con Érika, los dos en una misma clase. En esas ocasiones ambos enseñamos a uno o varios niños a hacer los deberes en diversas materias y a leer, corrigiendo sus fallos y premiándolos por sus logros. Los dos estamos pendientes de que lo hacen todo correctamente y procuramos hacer bien nuestro trabajo, de la misma forma en que lo hacía con nosotros nuestra tutora de Infantil mucho tiempo atrás.

Cuando la miro ejerciendo como maestra sonrío inconscientemente. Pero no una sonrisa cualquiera, sino la misma sonrisa que tenía hace muchos años, cuando la veía de pequeño. Es en esos instantes cuando de pronto me quedo perplejo y pensando "¿Pero qué estoy haciendo?", y enseguida bajo de las extrañas nubes en las que acabo de subir, sacudiendo la cabeza. Lo malo es que no me ocurre una sola vez sino muchísimas, y empiezo a temer lo peor.

Los indicios aumentan cuando paso diversos momentos junto a Érika. Entre ellos cuando ayudamos a un niño entre los dos, cuando colocamos los adornos para el festival de Navidad, cuando hacemos el informe de la universidad juntos, cuando me siento con ella en un banco y charlamos, cuando esperamos fuera la primera hora de la jornada, cuando la veo en el patio desde la ventana y al revés, cuando la encuentro en los pasillos o coincidimos en la sala de profesores haciendo fotocopias... Incluso una vez la acompaño un día de lluvia a última hora los dos bajo mi paraguas, para que llegue a su coche sin mojarse. Durante el camino tenemos que saltar un pequeño río y por accidente caemos con los pies en él, salpicando y empapándonos todos los pantalones hasta las rodillas. Ambos reímos y entonces seguimos corriendo, donde más adelante se encuentra su coche y me da las gracias por acompañarla.

Todos esos pequeños momentos, esos instantes que pasamos juntos y que suceden igual que lo hace una estrella fugaz, poco a poco hacen que mi corazón vuelva a latir cada vez a mayor velocidad. De la misma forma que solía hacerlo en el pasado. Al final y por mucho que trato de engañarme, por fin me doy cuenta de que no es ninguna coincidencia, no es ninguna ilusión, no es ninguna casualidad...realmente está ocurriendo. Y aunque nunca lo hubiera deseado desde el último año del instituto, en realidad me siento feliz por estar así.

Bastan solo siete semanas para darme cuenta de que un sentimiento que creía enterrado para siempre nunca desapareció del todo. Bastan solo siete semanas para que vuelva a nacer, para que vuelva a resurgir. Bastan solo siete semanas para que vuelva a ponerme nervioso y a sonreír como un idiota cada vez que me saluda. Bastan solo siete semanas para esquivarla, para esconderme de ella y pensar que me ha visto, muriéndome de vergüenza. Bastan solo siete semanas para temblar, para latir el corazón a toda velocidad, para comportarme de nuevo como un crío, para preocuparme por el qué pensara de mí...para convertir a esa persona en el centro de mi universo.

Cuando ya no tengo la menor duda decido hacerle un regalo, porque me apetece y porque quiero decirle algo importante. Así compro una cinta roja, se la ato alrededor del cuello a un osito de peluche color crema y le escribo una nota pegada en ella que dice: "¡Muchas gracias por todo, Érika!"

Así, el último día de prácticas y que coincide con el festival de Navidad, después de bailar incluso los dos solos en el escenario frente a los niños y sus padres, le regalo con nervios el osito a Érika. A primera vista parece gustarle y me da las gracias, antes de llevárselo con una sonrisa. Yo también sonrío y ambos decimos adiós una vez más a nuestro querido colegio y a sus profesores, quienes se alegran de ver que seremos maestros igual que ellos, e igualmente nos dan las gracias por todo.

Yo sonrío y me marcho feliz. Resulta irónico volver a enamorarse del mismo amor platónico de la infancia, justo en el mismo centro donde lo conoces por primera vez. Ahora por fin puedo afirmar sin lugar a dudas lo evidente...

Me estoy volviendo a enamorar de Érika.

lunes, 13 de julio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 34)


De entre las muchas cosas que esperaba para el futuro, nunca imaginé que algún día volvería al colegio donde estudié siendo niño, pero convertido en maestro. Se trataba de una idea que hasta para mí me resultaba imposible, inaceptable, improbable e inconcebible. Ya tenía experiencia y hasta cierto punto incluso me imaginaba cómo debía de ser eso de dar clases, tratando con niños y educándolos para convertirlos en mejores personas. Al principio suena muy bonito, pero si luego se recuerdan los gritos, los reproches y los recreos castigados, además de las quejas del tutor y su agitado estrés de vida, lo cierto es que a más de uno se le quitan las ganas de ser profesor.

Por todas esas razones desde pequeño no quería ser maestro, y recuerdo perfectamente las veces que afirmaba, con toda la confianza y la seguridad del mundo, que nunca en mi vida iba a ser uno. Lo tenía más claro que el agua.

Y sin embargo me encuentro aquí, ahora, en el mismo colegio donde estudié, rodeado de todas mis maestras y maestros que alguna vez me enseñaron, acompañado además de mi compañera de clase de toda la vida Érika. Ambos somos ahora maestros de prácticas, estudiando para lo mismo que ellos, y cuyo objetivo laboral es estar algún día en pie delante de una pizarra, al frente de un aula llena de niños y niñas que, como nosotros en el pasado, también deberemos enseñar y educar para convertirlos en personas.

Así recibimos la bienvenida al centro por parte del nuevo director, distinto al que teníamos en nuestra infancia, del equipo directivo y del conjunto general del profesorado. Todos nos ayudan y nos explican lo fundamental para ser docente, conforme acudimos cada día y nos ponemos en la piel de un auténtico maestro de primaria. Por primera vez en mi vida también entro en la sala de profesores y descubro los entresijos que esconde el colegio, totalmente desconocidos a cuando era niño. En general vuelvo a ver todo lo que ya conocía y explorando cosas nuevas, pero no ya desde los ojos de un alumno sino desde los ojos de un maestro.

Por supuesto, aún permanecen en el centro algunas de las profesoras y profesores que nos dieron clase a Érika y a mí siendo pequeños, y que se alegran de volver a vernos convertidos ya en adultos. Se llevan una gran sorpresa conmigo, ya que de mi compañera sabían que quería ser maestra, antes de abandonar el colegio. Me acuerdo de todos ellos y de los momentos que pasaba en sus clases, todavía muy presentes en mi memoria. También coincide con nosotros la tutora que tuvimos en Infantil con cinco años, la misma que fue a vernos en la graduación del último año del instituto. Los dos deseamos volver a su misma clase con ella.

Érika y yo nos dividimos en distintos cursos, y cada semana cambiamos de una clase a otra para intentar conocer los tres ciclos de Primaria, además de Infantil y alguna que otra aula especial. Recorro los pasillos, las clases, la cancha, el patio, los despachos de secretaría y del director, y no puedo evitar pensar en la nostalgia. Cada vez que lo hago me veo a mí mismo diez años atrás caminando por ellos, sentado en una de las sillas mirando la pizarra, haciendo fila para salir del aula, o corriendo en la cancha jugando en los recreos. Cancha que por cierto han derruido para construir en su lugar un nuevo pabellón de deportes, y que le quita cierto encanto al recuerdo.

Por otro lado, la tutora de Infantil también me provoca esa misma sensación, cuando me encuentro con ella en su clase. Me presenta a sus nuevos niños, quienes me miran con curiosidad y no dejan de hacerme preguntas. Más de uno se piensa que no soy adulto sino adolescente, y me pregunta si vengo del instituto, debido a mi apariencia juvenil. Se quedan asombrados con la boca abierta cuando la profesora les dice que vengo de la universidad y que Érika y yo fuimos alumnos suyos cuando teníamos su edad. Los niños lo flipan con la noticia y se emocionan, hasta que la tutora los manda a callar y de nuevo retomar la clase.

Durante las mismas la profesora me explica muchos de los trucos de la profesión, algunas facilidades y dificultades, y sobretodo formas y métodos para hacer que los menores me respeten. Incluso a veces me deja a mí al cargo de la clase cuando ella se tiene que ir unos minutos por cualquier motivo, dejándome las instrucciones previamente explicadas. En algunas de esas ocasiones leo un cuento con ellos, hacemos ejercicios y actividades en la pizarra, e incluso propongo algún que otro juego como premio por haber terminado los deberes. A veces la tutora también observa cómo doy la clase y corrige mis fallos, comentándolos y siempre interviniendo cuando ve que sus niños se pasan de la raya. Me dice que soy demasiado bueno con ellos y que no debo dejar que se me suban a la cabeza, porque si les ofrezco una mano agarran el brazo entero. También me dice que un maestro no debe nunca perder el control de la clase, o de lo contrario todo se desmorona.

A estas alturas me asombra ver que la misma tutora que me educó siendo pequeño me sigue enseñando, no solo con cinco sino también con veinte años. Quién lo diría.

Respecto a los niños, igualmente descubro que han cambiado. Ya no son a como lo éramos la generación de Érika y la mía, quince años atrás. Ahora se han vuelto más caprichosos, más maleducados y sobretodo más impertinentes. Nosotros no éramos así con esa edad, que yo recuerde. Por poner un ejemplo un niño malcriado me empareja con la profesora de Educación Física, afirmando que tengo relaciones sexuales con ella. Otro me arroja varias veces los materiales de su mesa, en ataques de ira. Algunos me llaman cabrón e hijo de puta. Otros simplemente hacen el corte de manga u obscenos gestos con las manos. En definitiva pienso que los niños están cada vez peor, teniendo en gran medida la culpa los propios padres.

Gracias a este tipo de casos aprendo de igual modo a cómo no educar a un niño, conocimiento que puede serme útil si el día de mañana decido ser padre. Esto de ser maestro también tiene sus ventajas.

Sin embargo, no todos son tan malos. Muchos de ellos también son buenos. Incluso yo diría que unos auténticos ángeles en miniatura. Cometen sus travesuras, como todo niño en su infancia, pero travesuras sanas. También son muy cariñosos y agradecidos. Algunos siempre que me ven corren a abrazarme en grupo, gritando con cariño mi nombre. Una vez casi logran tirarme al suelo cuando se agarran a mis piernas y por poco pierdo el equilibrio. Otros me regalan preciosos dibujos en los que salimos ellos y yo, en tamaño grande y rodeado por todos más pequeños. Cada vez que los veo sonrío y pienso si me verán como una segunda figura paterna.

Los más grandes, como los del tercer ciclo, son más despegados e independientes. Es normal puesto que son preadolescentes. No me regalan abrazos y son más reticentes. Sus travesuras van más enfocadas al ámbito del amor y las relaciones de pareja. Se enfadan si se propaga el rumor de que a alguien le gusta otro alguien, y la noticia corre como la pólvora en el resto de la clase. También critican lo guapo o feo que es un chico o una chica, y lo vanaglorian en función de sus atributos corporales. El ejemplo de este caso son un par de niñas de sexto que se acercan un día y me dicen que estoy muy bueno, para luego salir corriendo entre risas tontas.

También tienen la mala costumbre de emparejar profesores, sobretodo los más pequeños. Y eso mismo hace uno cuando nos ve a Érika y a mí sentados un día en un banco durante el recreo, preguntándonos que si somos novios. Érika y yo nos miramos al mismo tiempo y echamos a reír. Luego le decimos que no, que solo somos amigos.

En general la experiencia como maestro me agrada, no me arrepiento de estar aquí en un colegio dando clase.

Y lo declara el que una vez dijo que nunca iba a ser maestro.

domingo, 5 de julio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 33)


Mi vida universitaria transcurre con total normalidad, igual que lo ha hecho siempre desde el colegio y el instituto: acudir a clases por la mañana y estudiar por la tarde. Sin embargo, la diferencia es que ahora dedico más tiempo a otras cosas de suma importancia, como por ejemplo ir a la autoescuela para conseguir el carné de conducir, o asistir a la escuela de idiomas para mejorar mi nivel de inglés. Incluso me apunto a un nuevo deporte recomendado por mis amigos, un arte marcial llamado Taekwondo, en la escuela municipal de mi localidad. Gracias a esto ahora hago ejercicio y me mantengo en forma, ya que hace muchos años que no me inscribo en ningún deporte, y además también aprendo técnicas de defensa personal, que siempre viene bien contra personas que intenten atacarme.

Mi amistad con mis antiguos compañeros del instituto prácticamente se ha perdido. Todos los chicos y chicas con los que hace un año compartía clase ya los he perdido no solo de vista sino también de contacto. La gran mayoría porque no los trataba mucho, pero con los más cercanos simplemente porque cada uno ha elegido su propio camino, en el que conoce a nueva gente y por supuesto nuevas amistades, las cuales reemplazan a las anteriores. Es bastante similar al cambio del colegio al instituto, pero lo cierto es que no me importa. Ahora conozco a gente y nuevos compañeros también divertidos, pero a decir verdad aún sigo echando de menos a Laura y Mandy, entre otras de mis amigas. Las risas y bromas que compartía con ellas no las hago con la nueva gente madura que me rodea.

A pesar de tener a Érika y a nuestra compañera particular en la misma facultad, no estamos en la misma clase. Es exactamente igual que el primer año de instituto, cuando nos separaron en distintas aulas, solo que en la matrícula acabamos en cursos diferentes. Aunque sí es cierto que me hubiera gustado tenerla como compañera de clase, en realidad con mis nuevas compañeras y compañeros tampoco estoy tan mal. Al menos, la veo por las mañanas y en alguna que otra ocasión en el viaje de vuelta en autobús.

El tiempo pasa. El primer año se acaba. Apruebo todo con buenas notas. Y lo mejor de todo es que ya por fin consigo el carné de conducir. Eso cuenta con la ventaja de que ya no seguiré dependiendo de nuestra compañera de facultad, ya que conduzco mi propio coche, pero también significa dejar de ver a Érika por las mañanas. Por suerte ella también logra conseguir el carné, varios meses antes que yo, y ambos compartimos la nueva letra "L" en la ventanilla trasera de nuestros vehículos, durante nuestro primer año como conductores noveles.

El segundo año de carrera universitaria sigue igual que el primero. Nuevas asignaturas, nuevos profesores, nuevos temarios y contenidos, nuevo alumnado y por supuesto nuevas amistades. Es en este segundo año (curiosamente el mismo que en el instituto) cuando conozco a dos nuevas chicas con las que trabo amistad: Lidia y Paula, ambas también aspirantes a maestras de primaria. Enseguida no tardamos en conectar y darnos cuenta de que tenemos los mismos gustos y aficiones, como que los tres somos otakus y nos gusta todo lo relacionado con Japón o el anime y el manga, además de los videojuegos. Compartimos risas y bromas propias, y nos lo pasamos bien juntos. En ese sentido me recuerdan mucho a Laura y Mandy, a quienes apenas veo ya debido a mi cambio de transporte.

Junto a ellas también conozco a dos chicas más, muy originales y divertidas, por no hablar de un par de hermanos gemelos muy agradables y simpáticos que en más de una ocasión nos hacen reír con sus payasadas. En total los siete formamos un grupo de lo más variopinto y singular, cada uno con sus particularidades, pero compartiendo en común nuestro amor por Japón y por quien consideramos el rey de la animación: Hayao Miyazaki. Incluso exponemos un trabajo sobre él y sus películas en relación a la educación, ante el resto de la clase.

Lidia y Paula empiezan poco a poco a ocupar los lugares de Laura y Mandy, y aún a pesar de que todavía sigo hablando a veces con ambas, las cosas ya no son como antes. El cambio de estudios y el que estemos tantos ciclos separados hace que con el tiempo nuestra relación se enfríe, hasta el punto de que incluso las bromas que hacíamos antes ya no tienen la misma gracia ahora. Las conversaciones son ahora más formales, menos divertidas, más apagadas, más ordinarias. Todo se vuelve repentinamente más normal y corriente, como si habláramos con cualquier persona desconocida de la calle.

Los tiempos cambian, igual que las relaciones y las amistades. Cada uno madura de distinta manera, y muchas veces ese resultado de maduración a menudo no encaja con el de otras personas, bien sea porque los gustos y las aficiones cambian, o bien porque las formas de ser y estilos de vida no son compatibles. En cualquier caso noto que la amistad que tengo con Laura y Mandy ya no es la misma de antes, y eso es algo innegable.

Algo similar me pasa con Érika, con quien a pesar de no haber tenido una gran amistad como las anteriores, en este segundo año de carrera también he perdido el contacto. Es normal, puesto que ya no quedamos a las siete de la mañana ni tampoco vamos en el mismo coche de nuestra compañera. Además cada uno ya tiene su propio carné, de modo que cogemos nuestro coche y vamos y volvemos de clase por separado. Sí que seguimos saludándonos cada vez que nos vemos y con una gran sonrisa, pero no es como antes en primer año. Lo cierto es que hecho de menos esos momentos cotidianos que vivía con ella.

Sin embargo, no es hasta el siguiente tercer año de carrera cuando por fin volvemos a coincidir en la misma clase, aguardándonos a su vez una inesperada sorpresa. Siendo en tercer año el primero en el que hacemos las prácticas externas, los dos fijamos el objetivo en un mismo centro escolar para ejercer por fin como maestros de prácticas.

Ése objetivo no resulta ser otro que el mismo colegio de Educación Primaria en el que estudiamos los dos siendo pequeños. Y también el mismo en el que nos conocimos por primera vez siendo niños de tres años de edad.

viernes, 3 de julio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 32)


Los siguientes días y semanas se convierten en una extraña serie de sucesos que cambian mi interacción y forma de ver a Érika. Si antes la trataba poco ahora lo hago más, ya que coincidimos en varios momentos del día, en su mayoría por la mañana. Durante esas ocasiones hablamos más que cuando lo hacíamos estando en el colegio o en el instituto, y es precisamente en esos momentos cuando tengo oportunidad de conocer mejor a la que hasta hace poco era la persona que me gustaba.

Al ser el primer año y todavía sin carné de conducir, Érika y yo nos ponemos de acuerdo con una compañera común que también va a la misma facultad, que se ofrece a llevarnos en su coche y con quien vamos por las mañanas. Me levanto temprano y acudo puntual a las siete de la mañana frente a la puerta de su casa, donde también aguarda Érika. Allí esperamos los dos de pie, hablando, mientras contemplamos a esa hora los colores cálidos en el cielo del bonito amanecer por la mañana, junto a la playa.

A media jornada también suelo encontrarla por los pasillos, en reprografía o por los alrededores de la facultad. Siempre que nos vemos paramos a saludarnos y a comentar que tal nos va en nuestros estudios, nos preguntamos dudas, o simplemente criticamos a algún que otro profesor y sus manías. A veces incluso vamos a desayunar juntos, en compañía de nuestra amiga común, a la espera de la siguiente hora de clase.

Los encuentros terminan en el viaje de vuelta, cuando finaliza la jornada. Son varios los días que encuentro a Érika en el autobús de regreso a nuestra localidad, que está a más de veinte kilómetros de la universidad. Siempre que me ve me saluda y sonríe, y nos sentamos juntos al lado de la ventana. Durante el viaje hablamos un poco de todo, desde temas de estudio y del curso hasta nuestras propias metas y aspiraciones personales. En uno de esos viajes Érika me explica que desde muy pequeña siempre ha querido ser maestra, y que lo tenía muy claro desde hace muchos años. Yo también le cuento mi aspiración infantil de ser veterinario, pero que por causas de ramas de estudio al final me decanté por la docencia. También le confieso que mi madre tuvo mucho que ver en la decisión final, ya que fue ella la que me abrió los ojos.

En general hablamos más, y gracias a eso tengo la oportunidad de conocerla mejor, como nunca antes lo había hecho.

Cada vez que lo pienso no puedo evitar recordar a mis "yo" del pasado: tanto el niño como el adolescente. Ambos habrían dado lo que fuera por estar viviendo esos momentos, como por ejemplo ir con Érika en el autobús, desayunar en la cafetería, reír con ella a la espera de la siguiente hora, o lo que es mejor: contemplar los dos juntos un bonito amanecer a las siete de la mañana. Estoy seguro de que a los dos nos les habría importado madrugar para vivir esos instantes, que habrían considerado sacados de un verdadero y dulce sueño.

Pero claro, eso es lo que habrían pensado mis "yo" del pasado. Mi "yo" del presente no lo ve de la misma forma ahora. Ya asimilé desde hace tiempo que no me gusta Érika, y por eso no la veo con los mismos ojos de antaño. Tampoco me pongo nervioso cuando estoy con ella, y eso es una señal positiva. Quiero dejar de sentirme preso de un amor platónico que no va a ninguna parte, y que además estoy seguro no tiene ni tampoco tendrá futuro.

Sin embargo, siempre surgen complicaciones. A decir verdad me siento a gusto con su compañía, no ya como amor platónico, sino como compañera de estudios. Me doy cuenta de que estoy descubriendo cosas de ella que me gustan y me agradan, y por primera vez otras que no tanto pero no me importan. Estoy conociéndola más y mejor de lo que en nuestros dieciocho años hemos estado como compañeros de clase en el colegio y el instituto.

Pero claro, conocer mejor a una persona conlleva también un importante riesgo: el de enamorarse de ella. Y ése es el riesgo que estoy viviendo ahora, a pesar de repetirme una y otra vez que voy a olvidarme de Érika.


Del mismo modo, casualmente encuentro en estos días una estropeada caja en el trastero, con todas mis viejas pertenencias del instituto. Entre ellas descubro los 41 capítulos escritos de una historia fanfiction de Final Fantasy, a la que había titulado "Final Fantasy: Memories of a Promise". Desde el momento en que la veo no puedo evitar recordar a mis amigas Laura y Mandy, con sus respectivos fanfics de Pokémon y Kingdom Hearts, y una tremenda nostalgia invade mi memoria. Desde luego, hace bastante tiempo que dejamos de escribir esas historias infantiles, igual que yo con la mía.

Releo algunas de sus páginas, rememorando aquellos tiempos en los que leíamos nuestros capítulos y comentábamos lo guays que eran, así como también la espera para seguir leyendo el siguiente. Ahora que leo el mío, en realidad me parece muy infantil. Recuerdo el último capítulo escrito, el 41, y por dónde había dejado la historia. Lo cierto es que llevaba más de la mitad escrita.

De repente me acuerdo de los blogs y de las páginas web donde se publican este tipo de cosas, escritas por fans, y una bombilla se enciende inmediatamente en mi cabeza. ¿Por qué no publicar yo también mi propio fanfic? Alomejor le gusta a alguien. Y, ¿quién sabe? ¿Y si la continuo y la termino? Faltan poco más de diez capítulos, ¿por qué no intentarlo?

De esa forma cojo la caja, la subo a mi habitación y empiezo a releer el primer capítulo. "No me gusta nada"- pienso- "Hay que retocarlo". Hago lo mismo con el segundo y tercer capítulo y, en menos de 3 días, por fin los termino. "Si veo que no le gusta a nadie, lo dejo"- vuelvo a pensar.

Así creo mi primer blog, llamado "Memories of a Promise" en honor a su título, y publico mi primera entrada.

Nace el sitio web dedicado a mi fanfic, a mi historia.

sábado, 20 de junio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 31)


El primer año en la universidad resulta ser todo un nuevo mundo para mí. No solo me doy cuenta de que las cosas son muy distintas a las del instituto, sino que también la formación y el calendario del curso difieren bastante de igual modo al anterior centro de educación secundaria. No me extraña, puesto que ahora ya me encuentro en los estudios superiores, en los estudios propios de los adultos. Ya no estudio en un centro para adolescentes, sino que me estoy formando y especializando en una auténtica facultad, empezando el camino para el que será mi futuro puesto laboral: el de profe o maestro de un colegio.

Lo primero que más me llama la atención es el alumnado. En la universidad, sin distinción, hay personas de todas las edades, tanto jóvenes de mi edad como también mayores de cuarenta o cincuenta años, casadas y con hijos. Algunos de mis nuevos compañeros de clase son puretas que vienen para conseguir un título universitario, y otros estudian aprovechando que están en el paro y desempleados, aunque la gran mayoría son jóvenes como yo aspirantes a maestras y maestros. Lo cierto es que hay caras y rostros de una gran variedad y diversidad. Al lado de algunos incluso sigo pareciendo un chiquillo de instituto, a pesar de tener la misma edad.

Otro aspecto importante son los profesores. A diferencia del instituto, en la universidad ninguno se preocupa por el ritmo de aprendizaje del alumnado. Se dedican a explicar sus asignaturas y a evaluarnos, sin más intervención que la de cumplir con su trabajo. Nos tratan como a adultos, y como tales somos los únicos responsables interesados en nuestra formación, de modo que si dejamos de acudir a alguna tutoría o faltamos a algún examen, es problema nuestro bajo cualquier excusa. Después de todo estamos aquí porque queremos, sin ninguna obligación, y pagamos por ello.

El calendario del curso también resulta diferente. Las épocas de exámenes son únicamente en dos meses: en Enero y en Junio / Julio, dependiendo de la convocatoria a la que se desea presentarse. El resto del tiempo nos dedicamos a realizar trabajos e informes, entre otras cosas, como parte del esfuerzo de las asignaturas. Aunque en teoría se debería ir estudiando poco a poco todos los días, en realidad lo que hace la gente es estudiar el mes antes de los exámenes, algo muy normal teniendo en cuenta la pereza de tocar los apuntes cuando se puede dejar para el día siguiente. Igual que el resto, yo también caigo en la misma rutina, con otro importante deber además de la carrera. Mientras que por las mañanas acudo a clase, por las tardes aprovecho para ir a la autoescuela. Así de paso me saco el carné de conducir, que ya tengo edad para tenerlo.

En general la universidad es todo un nuevo mundo para mí, que voy descubriendo a medida que pasan los primeros días y las primeras semanas, conforme me voy acostumbrando al nuevo sistema.

Echo de menos a mis antiguos compañeros de clase del instituto, y por supuesto a mis amigas Laura y Mandy. Echo de menos sus bromas, sus conversaciones, el intercambiar opiniones sobre temas que nos gustan, y sobretodo su compañía. A pesar de estar en la misma universidad, cada uno se encuentra ahora en facultades distintas. Laura por ejemplo está en la facultad de Ingeniería Informática, Mandy en el Campus Central y yo en la facultad de Educación, las tres separadas unas de otras. A veces, cuando a primera hora no tengo clase, voy caminando hasta los centros donde están ellas e incluso me acoplo en sus aulas, para saludarlas y hacerles compañía. También me hago pasar por un estudiante de dichas facultades, durante la primera hora.

Igual que el primer año de instituto, en clase hago nuevos amigos, la mayoría compañeros de trabajo. Conozco a gente experimentada de todo tipo, y ese contacto con personas tan diferentes y tan maduras me hace madurar a mí también, en el sentido de que descubro nuevas personalidades, nuevos casos particulares y en general nuevos puntos de vista. Todo ello me permite desde luego abrir la mente y expandirla hasta superar los límites a los que me ceñía siendo adolescente. Estoy dando grandes saltos de madurez personal, tanto que descubro cosas de mí mismo que antes desconocía.

Se trata de un año de cambios, y lo noto no solo a nivel de formación profesional sino también, e incluso quizá mucho más notorio, a nivel personal.

Esos cambios no vienen solos sino también acompañados de otras personas. Entre ellas la de Érika, con quien tengo más tiempo de pasar debido a que vamos a la misma facultad, estudiamos lo mismo e inevitablemente coincidimos en ocasiones que menos esperamos. Después de todo somos los dos únicos alumnos de nuestra promoción de instituto que elegimos estudiar Magisterio de Educación Primaria. Supongo que no me queda más remedio que verla, aunque en realidad eso ya me da igual. 

Total, como ya no sigo enamorado de ella, ¿de qué debería preocuparme?

sábado, 13 de junio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 30)


Tiempo de pensar, de meditar, de reflexionar. Es hora de estudiar y de cavilar sobre el propio futuro, pues hay momentos en la vida en los que es necesario hacerlo, antes de arrepentirse por una decisión equivocada. Entre esos momentos se encuentra desde luego el camino a seguir cuando se es adulto, cuando uno madura y se da cuenta de que ha llegado la hora de tomar una importante decisión: la de su trabajo, su profesión, su oficio, su futuro profesional...el puesto laboral al que aspira, y que con muchas probabilidades marcará el resto de su vida.

Han pasado más de dos semanas desde que terminó la PAU, y todavía hoy no tengo claro lo que quiero estudiar. He consultado infinitas veces la lista de carreras disponibles en una pequeña guía que nos entregaron durante la jornada de puertas abiertas, pero aún así no encuentro ninguna que me llame la atención. Debido a mi condición de Bachillerato de Ciencias y Humanidades, queda completamente descartada toda la lista perteneciente a la rama de conocimiento Ciencias de la Salud, entre las que se incluyen Medicina, Enfermería, Fisioterapia, Farmacia... Todas ellas constituyen las notas de corte más altas de acceso, por encima de 9 como nota media.

Teniendo en cuenta mi 8´7 tampoco pretendo aspirar a ninguna de ellas, de modo que me fijo únicamente en las opciones de la rama de conocimiento Ciencias Sociales y Jurídicas, entre las que están Periodismo, Trabajo Social, Turismo, Administración y Dirección de Empresas, Derecho, Relaciones Laborales, Contabilidad y Finanzas, Maestro de Educación Infantil y Primaria... Si bien todas ellas me vienen genial porque complementan mi formación de Bachillerato, también dispongo de otras ramas como la de Artes y Humanidades, Ingeniería y Arquitectura, y por último Ciencias. Al fijarme en estas ramas descubro con asombro que todas tienen de nota media 5, por lo que cualquiera que apruebe la PAU en realidad puede hacerlas sin preocuparse por la nota.

La rama de Artes y Humanidades no me decepciona. Tiene carreras que me agradan como por ejemplo Bellas Artes, Estudios Ingleses o Historia del Arte, pero tengo entendido que no se gana tanto dinero como en carreras de otras ramas como por ejemplo la de Ingeniería y Arquitectura, que cuenta con todo tipo de ingeniería como la informática, marina, náutica, radioelectrónica... Esta última rama no me llama nada en absoluto, al igual que la de Ciencias, en las que viene de saco Física, Química y Matemáticas. Yo mismo mejor que nadie sé que ni me gustan ni se me dan bien las matemáticas, y por supuesto todo lo relacionado con ellas.

De ese modo descarto igual las ramas de Ingeniería y Ciencias, incluyendo también la de Artes y Humanidades, quedando ahora solo la de Ciencias Sociales y Jurídicas.

Siguiendo mi viejo método de descarte, voy eliminando posibles opciones en función de mi desagrado por las mismas. Así quedan fuera de la lista Derecho, Contabilidad y Finanzas, Economía, Administración y Dirección de Empresas y Trabajo Social. Fuera de ella no tarda en sumarse también Periodismo, al ver que la nota media es de 9´5 (la más alta de esta rama). Por tanto, me quedan ahora tres posibles opciones: Turismo, Maestro de Educación Infantil y Maestro de Educación Primaria.

Pienso y reflexiono mucho. Medito sobre las ventajas y desventajas de las tres carreras, y sus pros y sus contras en el mundo laboral. Por un lado Turismo parece interesante ya que hay posibilidades de viajar mucho, pero la pega es que hay que estudiarse muchos idiomas. A mí solo se me da bien el inglés y paro de contar, ya que ni el francés ni el alemán me agradan lo más mínimo, y tener que estudiar idiomas que repugno no es que sea algo precisamente agradable. Por otro lado tengo las opciones de Maestro de Infantil o de Primaria, que a pesar de tratarse de profesiones socialmente vistas como "fáciles" y menospreciadas, además de tener muchos días de vacaciones, en ambas hay que aguantar a niños y niñas impertinentes.

Recuerdo de ver a mis maestros y maestras del colegio cuando me daban clase, y la sola idea de pensar en acabar como ellos gritando y perdiendo la paciencia como unos histéricos me echa para atrás. No quiero convertirme en una persona afónica y amargada, que infunde miedo mediante gritos y castigos para que los niños la respeten. Incluso también recuerdo perfectamente decir cuando era pequeño, por este mismo motivo: "¡No quiero! ¡Yo nunca seré maestro!". Sin embargo, ser profesor se encuentra ahora entre mis opciones de estudio, lo cual resulta bastante irónico.

Sigo pensando y reflexionando. Pasan los días y las semanas. No encuentro una respuesta clara. Me deprimo al ver que faltan pocos días para hacer la prematrícula y aún no tengo una carrera decidida. Pienso en mis amigas Laura y Mandy, cada una con su futuro ya decidido y sin ninguna duda, mientras que yo todavía no sé cuál me depara el mío. Incluso reparo en la posibilidad de echarlo a suerte como último recurso cuando, a poco menos de tres días, mi madre me dice algo que me hace tener una pista acerca de mí mismo, algo en lo que no había caído ni había tenido en cuenta hasta ahora.

Sus palabras cálidas me dicen que me ve como maestro, debido a mi carácter tranquilo y paciente. Me dice que soy una persona que transmite paz y calma, y que tengo la suficiente paciencia como para enseñar a otros a ser personas. También me considera maduro y responsable, atento y cuidadoso, amable, dulce, valiente, justo y sobretodo buena persona. Las valora como cualidades perfectas para todo buen maestro, capaz de educar no solo a menores sino también a adultos, y cree ver en mí a un gran docente que asegura las niñas y los niños no olvidarán jamás.

Esas tiernas palabras logran tocarme por dentro y consiguen por fin alentarme a elegir una carrera. Bajo la excusa del probar un año dicha carrera, elijo como opción de prematrícula el Grado de Maestro en Educación Infantil. Sin embargo, la idea de aguantar a niños tan pequeños y casi bebés o el cambiar pañales y cuidar que se coman toda la comida, hacen que poco después finalmente me decante, en la matrícula, por el Grado de Maestro en Educación Primaria. Ahí al menos los niños y niñas son más mayores y más independientes, o al menos eso dicen.

Durante el verano sonrío feliz, porque ya he encontrado un camino que seguir para mi futuro. Voy con la certeza de que siempre puedo cambiar, ya que asisto a clase bajo la excusa de "probar el primer año". Si veo que no me gusta, siempre puedo dejarlo y estudiar otra cosa. Con ese pensamiento en mente, las preocupaciones que tenía hasta hace muy poco se desvanecen. Pienso que la vida de compone de riesgos, y que si uno no arriesga no gana nada.

Para mayor sorpresa, un día de ese mismo verano que paseo por la localidad me encuentro a una persona especial. Esa persona es ni más ni menos que Érika, que me saluda como compañeros de toda la vida y me pregunta por la PAU. Yo le respondo que bien y al hacerle la misma pregunta ella responde igual, tal y como imaginaba. A continuación me pregunta qué carrera o estudios superiores pienso estudiar, y después de contarle mi decisión final ella se sorprende con los ojos y la boca abierta. No entiendo su asombro hasta que me cuenta la increíble casualidad de sus palabras.

Érika y yo vamos a ser los dos Maestros de Educación Primaria.