sábado, 27 de octubre de 2012

Capítulo 29: Reencuentro


Capítulo XXIX
REENCUENTRO
Tras salir de la ciudad olvidada y del bosque dormido, la entrada a éste se cerró para siempre. Al parecer, Marina, había hechizado a los robustos árboles para que éstos sólo se cerraran únicamente cuando sus compañeros salieran de la niebla. La maga sagrada lo tenía todo preparado para que sus amigos no quedaran atrapados de por vida en la ciudad olvidada. La última Numu que podía entrar en ese lugar murió en su ciudad natal, y su cuerpo descansaba ahora en la entrada de la tierra prometida. Eduardo sabía que con la extinción de la raza de magos sagrados, la entrada a la ciudad olvidada no volvería a abrirse nunca más.
Sin embargo, en aquellos momentos no podía pensar en otra cosa que no fuera Jack. Desde la tragedia de su amiga no había vuelto a ser el mismo, y sabía que por mucho que intentaran animarle, las cosas nunca volverían a ser como antes. Los dos jóvenes también habían sufrido enormemente la pérdida de Marina, y aunque les costara mucho, sabían que tenían que seguir adelante.
El dolor y la tristeza aún los golpeaban por dentro, y muchas veces soltaban lágrimas, pero al menos se esforzaban por andar. Al contrario que ellos, Jack ni siquiera se movía. Se negaba a comer y a beber lo que le ofrecían los dos elegidos, y como un peso muerto y la mirada perdida se quedaba sentado en cualquier parte del camino en la que paraban a descansar. La muerte de Marina le había afectado tanto que incluso perdió las ganas de vivir, y en su estado parecía una débil llama a punto de apagarse en cualquier momento.
Eduardo y Erika habían hecho un enorme esfuerzo para moverlo y hacerlo caminar. La voluntad de ambos fue lo que hizo caminar al mago a pasos lentos y pesados, y hacerlo salir de la ciudad olvidada. Incluso fue muy difícil separarlo del cuerpo inerte de Marina y sabían que de no ser por ellos, Jack se quedaría eternamente a su lado y tarde o temprano moriría de hambre.

Los dos jóvenes no pudieron sostener más tiempo el peso muerto del mago, ya que habían cargado con él todo el camino, y éste cayó de rodillas y con las manos apoyadas débilmente en el suelo. Las lágrimas salían sin parar de sus ojos tristes y apagados:
- Dejadme aquí…- pronunció débilmente Jack- ya no me importa nada…sólo quiero reunirme lo más pronto posible con Marina…
- ¿¡Estás loco!? ¡¡No vamos a dejarte aquí!!- respondió Eduardo.
- ¡¡Tienes que guiarnos hasta la montaña Conaga para recuperar la piedra angular!!- dijo Erika.
Jack los miró con profunda tristeza en sus ojos:
- Lo siento, chicos…he perdido mi única razón de vivir…me temo que tendréis que continuar sin mí…
La chica le espetó diciendo, con lágrimas en los ojos:
- ¿¡Acaso has olvidado la promesa de Marina!? ¿¡Qué pase lo que pase, nunca te rendirías en tu deber como guardián!? ¿¡Qué, a pesar de todas las dificultades, no abandonarías la lucha!?
El mago levantó la mirada, sorprendido:
- ¡¡Le prometiste que vivirías y seguirías adelante…que juntos salvaríamos Limaria!!
Jack calló por un momento, y tardó varios segundos en pronunciar:
- La…promesa…
Fue entonces cuando recordó el último minuto de vida de Marina, esos últimos segundos en los que ella, antes de morir, le hizo prometer que, pase lo que pase, seguiría viviendo, seguiría luchando, seguiría existiendo…por ello, y porque todavía tenía algo muy importante que hacer.
Pasaron unos segundos de silencio mientras Jack recordaba todos los acontecimientos que habían sucedido desde que los dos jóvenes llegaron a Limaria. Cuando ambos elegidos lo ayudaron a ponerse en pie el mago comprendió, a través de sus ojos llenos de lágrimas, que ellos también sufrían la pérdida de Marina:
- Tú nos salvaste de Magno y Helio hace tiempo, en la Tierra…no nos abandonaste en ningún momento y arriesgaste tu vida por nosotros…habríamos muerto aquella noche de no ser por ti, y desde entonces nos has protegido siempre…- explicó Eduardo- queremos que sepas que para nosotros eres un gran guardián, y darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros, ya que sin ti, nunca hubiéramos llegado hasta aquí…
Jack escuchaba perplejo las palabras del chico, mientras éste hablaba con sinceras palabras:
- Del mismo modo que tú has estado siempre a nuestro lado, tampoco permitiremos que mueras…porque todavía nos tienes a nosotros…y te protegeremos con todas nuestras fuerzas hasta el final…aunque nos cueste la vida.
El mago no podía contener las lágrimas, y antes de que pronunciara una sola palabra, Eduardo y Erika se lanzaron y lo abrazaron con fuerza. Jack los correspondió a ambos con cada brazo, y sonrió dulcemente mientras decía:
- Chicos…gracias.

Un rato después, y tras recuperarse todos con la magia Cura, se secaron las lágrimas y caminaron hasta divisar la salida de la cueva a las afueras de Boneland. Aún era de noche, y ni Mudog ni nadie de sus ayudantes se había dado cuenta aún de su ausencia ni la de Marina. Debían de seguir durmiendo, ajenos a los últimos acontecimientos.
Eduardo pensaba en lo mucho que había trabajado el jefe minero durante los meses desde que descubrió la entrada a la ciudad olvidada, y de lo ansioso que parecía por desenterrar el misterio que envolvía a aquel lugar. Lamentablemente, la única oportunidad que tenía para descifrar el secreto de la lápida y la niebla había muerto aquella misma noche, y ahora ni él ni nadie podía volver a entrar en el antiguo recinto de la civilización Numu. Ellos tres eran los últimos seres humanos que habían cruzado la barrera mágica de los magos sagrados, los últimos en toda la historia de Limaria, y que ninguna otra persona podía volver a hacer.

Conocían de sobra el revuelo y la conmoción que su vuelta a la ciudad esquelética provocaría, de modo que decidieron no volver atrás y se despidieron en silencio de Mudog. Dieron media vuelta, y a los lejos podía verse una alta montaña en la lejanía, cuya cima se perdía en las nubes. Justo antes de empezar a caminar, Jack dijo firme y decidido:
- ¡Adelante, a la montaña Conaga!
El mago no dio más de tres pasos cuando Eduardo lo detuvo:
- ¡Espera! ¿¡Y qué hay de los demás!? ¡Debemos encontrarlos!
Jack se giró y lo miró:
- No sabemos si sobrevivieron ni tampoco dónde están…y en cualquier caso, tenemos que apresurarnos y llegar cuanto antes a nuestro objetivo, no tenemos tiempo que perder.
- Pensarás que estoy loco, y no puedo demostrarlo, pero…sé que están vivos, en alguna parte…- dijo el chico, mientras bajaba la cabeza y se llevaba una mano al corazón- no sé cómo, pero lo siento…- y luego volvió a levantar la mirada, con súplica- ¡por favor chicos, tenéis que creerme!

Jack vio reflejado en sus ojos una seguridad y determinación que brillaban con fuerza, y supo sin lugar a dudas que decía la verdad. El corazón valiente del joven hizo sonreír al mago, que lo miró con orgullo. Se acercó a él y le entregó la pequeña piedra que siempre llevaba encima:
- Muy bien, tú ganas. A partir de ahora será como tú digas.
Eduardo miró confuso la pequeña piedra en la palma de su mano, que se mostraba apagada en la mano de Jack, y comenzó a brillar con fuerza en la del joven:
- Espera… ¿esto no es…?
En efecto. Se trataba del objeto que había comprado anteriormente Jack en Mugget, y que le sirvió de ayuda para encontrarlos a ellos en la mansión Cornelio. Tenía la utilidad de indicar al portador si las personas queridas por él se encontraban cerca, y lo hacía brillando. Dependiendo de la distancia, la piedra brillaba con más o menos fuerza, y en aquel momento el objeto relucía intensamente en la mano de Eduardo:
- Jack… ¿por qué?- preguntó el joven.
- Ya lo dije mientras corríamos por el bosque de la niebla…ahora que he perdido a alguien que me importaba muchísimo, ya no siento la misma seguridad de antes…aunque sonría y ría de felicidad, en mi interior sé que nunca más volveré a ser el mismo, que siempre quedará una parte vacía en mi corazón…alguien que duda de sí mismo no está capacitado para guiar a los demás…- explicó el mago, con una media sonrisa sincera- pero tú, en cambio, aún posees una energía increíble, y a pesar de que te muestres tímido e inseguro, yo sé que en tu interior brilla una cálida luz, que demuestra tu auténtico valor y seguridad en ti mismo…
El chico lo miraba perplejo mientras Jack hablaba:
- Lo he visto en ti, y en vuestra lucha contra el monstruo…a pesar de todas las dificultades, siempre te levantabas y seguías adelante. Aún a pesar de tus heridas y grave estado, luchaste contra el dolor y la tortura para ayudar a los demás…y lo lograste. Fue tu valor y fuerza de voluntad lo que permitió invocar a Quetzal, y de esa forma que luchara contra el monstruo…de no ser por ti, probablemente ni Erika ni tú estaríais vivos ahora…
Eduardo escuchaba las palabras sinceras del mago, completamente asombrado:
- Es ése mismo valor, ése deseo que hay en ti por ayudar y proteger a los demás, ésa determinación oculta que se manifiesta en las situaciones críticas, y que demuestras con tus actos a la hora de la verdad…ésa es precisamente la razón por la que, estoy seguro, debes ser tú el que trace nuestro camino, el que decida por todos nosotros…porque confío y sé…que contigo al mando llegaremos hasta el final…

El chico no sabía qué decir. Permanecía sin habla, con los ojos como platos y la boca abierta, mientras miraba a Jack. Éste le había dejado bien claro el mensaje, y lo que quería decirle dejó sin palabras a Eduardo, que tardó varios segundos en asimilar la situación y pronunciar, mientras le temblaba la voz:
- ¡Espera, no puedo…no puedo hacerlo!- exclamó él, nervioso- ¡nunca he liderado un grupo…no estoy preparado para hacerlo!
La sonrisa orgullosa del mago y el silencio que vino después dejaron claro que no iba a retirar sus palabras. Viendo que Jack había ignorado su respuesta, y que no pensaba volver a coger el puesto, el joven dirigió la mirada a su amiga, buscando apoyo:
- ¡Erika, ayúdame, por favor…dile que no puedo hacerlo!
En el momento en que dirigió la palabra a la chica, la piedra de su mano comenzó a brillar con mucha más fuerza que antes. Eduardo se dio cuenta de lo que aquello significaba, y la guardó rápidamente en el bolsillo mientras se ruborizaba y ponía más nervioso. Ella soltó un par de risas, y después  sonrió diciendo:
- Estoy de acuerdo con Jack, yo también pienso que puedes llegar a ser un gran líder.
Eduardo se sorprendió con las palabras de la joven, no podía creer que ella también estuviera de acuerdo con Jack. En aquella situación se veía obligado a asumir el cargo, y a pesar de las negaciones del chico, ninguno de los dos magos iba a apoyarlo en su defensa.
El joven espadachín finalmente suspiró, derrotado. Sacó de su bolsillo y miró de nuevo la brillante piedra en la palma de su mano, mientras innumerables recuerdos le invadían y pasaban fugazmente por su memoria. Todos los desafíos, todos los retos, todas las batallas a las que se habían enfrentado hasta ahora, todo lo que habían logrado fue posible gracias a la unión y la fuerza de él y de todos sus amigos. Estaban luchando por una buena causa, por destruir al ser que amenazaba su mundo, por conseguir la esperanza de ver el amanecer de un nuevo día en un futuro no muy lejano.
Marina había sacrificado su vida para que el resto de los habitantes futuros de ambos mundos pudieran ver ese amanecer, sin miedo ni temor a que un ser todopoderoso lo redujera todo a la nada. Fue entonces cuando el chico comprendió realmente el deseo de la maga sagrada, y asimiló el puesto que le había tocado. Tenía muy claro lo que debía hacer, y no vaciló ni un solo instante.
Guardó la piedra de nuevo en el bolsillo, apretó los puños con fuerza y finalmente levantó la mirada. Sus ojos cambiaron en ese momento de miedo y nervios a firmeza y seguridad:
- Muy bien. No sé si seré lo bastante capacitado como líder…pero si confiáis en mí…prometo que lo haré lo mejor que pueda.

Jack y Erika asintieron con la cabeza, orgullosos de su compañero, y quien se puso en marcha en dirección a su objetivo. La chica corrió a reunirse con él mientras el joven andaba con torpes intentos de pasos firmes y ella se reía a carcajadas. El mago, sin embargo, se quedó unos metros atrás mientras los miraba, con una dulce sonrisa:
“Eduardo…a diferencia de mi, tú aún tienes a alguien muy importante para ti que proteger…”- pensó Jack en su mente- “puede que haya perdido mi luz, y que aunque la recupere no será la misma de antes…pero la tuya aún brilla con muchísima fuerza, y se encuentra más cerca de ti de lo que crees…”
En ese momento, la voz del chico lo despertó de sus pensamientos:
- ¡Eh Jack, vamos, no te quedes atrás!- exclamó Eduardo, junto a Erika y un poco más lejos, sonriente.
- ¡Sí, ya voy!- respondió el mago, con una media sonrisa.
Y de esa forma, el primer grupo de aventuras reanudó la marcha en dirección a la alta montaña que se encontraba en la lejanía, frente a ellos: la montaña Conaga. Los tres empezaron a caminar mientras la luz del ocaso aparecía en el horizonte oscuro. Un nuevo amanecer que, como cualquier otro, significaba el comienzo de un nuevo día, y una nueva esperanza.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, Cristal, Alana y Rex se detuvieron por fin en medio de un camino de la pradera, muy alejados del reino de Oblivia. Aunque habían parado brevemente en un par de ocasiones a lo largo de todo el camino para coger aire, por lo general llevaban más de una hora corriendo a toda prisa. En el momento en que Cristal cayó de bruces con una piedra al suelo, sus amigos se detuvieron a ayudarla. Sabían que ni siquiera la gran experta en maratones y especialista en tácticas de huida podía soportar tanto tiempo corriendo, y decidieron en ese momento parar a descansar de verdad:
- ¡Cristal! ¿Estás bien?- exclamó la pelirroja.
Si… ¡sí, estoy bien!- respondió ella, jadeando del cansancio- ¡vamos…tenemos que seguir…antes de que nos alcancen!
La princesa intentó levantarse, pero sus fuerzas ya no le respondían. Antes de caer de nuevo al suelo, sus amigos la sostuvieron mientras ellos también flaqueaban y jadeaban del cansancio. La chica con coletas formuló entonces una pregunta que llevaba queriendo hacer desde que escaparon del castillo:
- Chicos… ¿por qué fuisteis a buscarme? Hubiera sido mucho más fácil dejarme y seguir adelante…al fin y al cabo volví a casa, con mi familia…
- Pero tú…no eras feliz…- le dijo Rex.
Aquella frase dejó con la boca abierta y completamente sorprendida a la princesa, y sabía que el perro tenía razón. En ese momento Alana habló también:
- Y si no eres feliz, nosotros tampoco…- y luego sonrió de oreja a oreja- ¿es que acaso has olvidado el objetivo de tu viaje, el sueño de encontrar al amor de tu vida?
La ladrona se sonrojó un poco, y exclamó nerviosa mientras fruncía el ceño:
- ¡Eso es cosa mía, vosotros no tenéis nada que ver!
- ¡Te equivocas!- protestó el perro seriamente, para asombro de Cristal- ¡aunque te parezca lo contrario, nosotros nos preocupamos y queremos lo mejor para ti…porque los problemas de cada uno son problema de todos!- y después añadió- ¡eres nuestra amiga y compañera, de modo que si cualquiera de nosotros tiene que enfrentarse a un peligro, por muy pequeño o grande que sea…lo haremos todos juntos! ¿¡Entendido!?
Las palabras de Rex la dejaron sin habla, y mucho más las que pronunció Alana tras una breve pausa, a quien dirigió la mirada:
- Nosotros, junto con Jack, Marina, Eduardo y Erika, formamos una familia…y en toda familia, los miembros de ayudan los unos a los otros…es por eso que fuimos a rescatarte, porque eres una más de los nuestros…- dijo la piloto, con profunda sinceridad en sus palabras- a pesar de tus molestas y pesadas bromas, y de que en ocasiones nos dan ganas de pegarte un buen puñetazo en la cara, debo admitir que, sin ti, el grupo no es igual…porque sentimos que falta alguien…formas parte de nuestra familia, y eso nada ni nadie podrá cambiarlo.
Lo que dijo después su compañero terminó de rematar la profunda y enternecedora escena que estaban viviendo en ese momento:
- Queremos que sepas que no estás sola…nos tienes a nosotros y a los demás para ayudarte en lo que sea…- y finalmente añadió, sonriendo dulcemente-…porque somos una familia.
La princesa no pudo aguantarlo más. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, y hasta ese momento había intentado contenerlas. No le gustaba llorar delante de los demás, porque creía que eso la hacía más débil, pero en aquel momento sus amigos lo consiguieron. Hacía mucho tiempo que alguien no la hacía llorar de aquella manera. Dejó escapar varias lágrimas por sus mejillas, y sonrió de felicidad mientras decía, con toda la sinceridad que pudo reunir en sus palabras:
- Chicos…gracias.

Tras secarse las lágrimas, y recuperarse un poco más del cansancio, los tres se levantaron y pusieron serios. Sabían que, a pesar de escapar del castillo, seguían en territorio enemigo, y lo más probable era que los reyes de Oblivia mandaran poco después de su huida varias tropas de guardias tras ellos. Podrían alcanzarlos de un momento a otro, y seguro que aquella vez no tendrían tanta compasión por los secuestradores de la princesa. Aún no estaban a salvo, de modo que tenían que actuar de inmediato:
- No podemos quedarnos aquí- comentó la chica con coletas- ya hemos perdido mucho tiempo con la escenita de “amigos y lágrimas”…tenemos que salir de este continente, cuanto antes mejor.
- ¿Y qué haremos ahora?- preguntó Alana- nuestra misión es llegar a la montaña Conaga y recuperar la piedra angular.
- ¿Y de qué nos sirve si no sabemos si los elegidos siguen vivos?- aclaró Rex- puede que no hayan sobrevivido a la tormenta en el mar, y que Limaria y La Tierra estén condenadas a su destrucción.
- ¡No seas tan pesimista!- le reprochó Cristal, con una sonrisa arrogante- ¡teniéndonos a nosotros, es prácticamente imposible que les pase nada…porque somos los mejores guardianes del mundo mundial! ¿Recordáis?
Sus amigos la miraron, y no pudieron evitar soltar un par de carcajadas por lo bajo. La chica con coletas les había hecho reír y se sentían un poco más seguros de sí mismos:
- Tienes razón…seguro que siguen vivos- sonrió la pelirroja.
- ¿Entonces a qué estamos esperando?- dijo Cristal, adelantándose un par de pasos por delante de ellos- ¡vamos, a estas alturas seguro que ya estarán hartos de esperarnos en la montaña Conaga!

Alana y Rex asintieron con la cabeza, y corrieron siguiendo los pasos de la princesa. Sin embargo, Rex no dio más de tres pasos antes de detenerse en seco de repente y mirar rápidamente en todas direcciones. Sus orejas levantadas y abiertas como antenas, junto a su desarrollado olfato, detectaron una presencia desconocida que le resultaba extrañamente familiar. A pesar de no ver ni escuchar nada a su alrededor, su instinto animal le advertía de que no estaban solos. Podía sentir unos ojos fríos y gélidos observándole, en alguna parte:
- ¡Rex!- le gritó Cristal un poco más lejos, despertándolo de sus pensamientos- ¡eres más lento que una tortuga, date prisa si no quieres que te dejemos ahí!
El perro se dio cuenta, sorprendido y perplejo, de que ya no olía aquella presencia. De la misma forma que lo detectó, de repente, este volvió a desaparecer, como si nada. Fue tan fugaz que apenas sabía si realmente hubo una presencia más aparte de ellos, o si su sentido del olfato le estaba jugando una mala pasada:
- ¡Ven, Rex!- gritó también Alana- ¡los guardias no tardarán en alcanzarnos, date prisa!
El can se calmó a sí mismo pensando que eran imaginaciones suyas, y que la recién maratón por el continente oeste le estaba haciendo delirar. De esa forma Rex obedeció y corrió a reunirse con ellas, sin imaginar si quiera que unos ojos los observaban, ocultos desde la maleza de la hierba alta de la pradera.

Continuaron corriendo hasta volver a la misma playa del principio, siguiendo una brújula que guardaba la chica con coletas en su mochila. Su objetivo ahora era averiguar la forma de cruzar el gran charco, y poner rumbo al noreste, al continente norte. No sabían si sus amigos estaban allí, pero tenían el mismo objetivo en común de llegar a la montaña Conaga, y por lo tanto era más probable encontrarlos en ese lugar.
Miraron en todas direcciones, buscando un posible camino:
- Un callejón sin salida…- afirmó Alana- ya os dije que no era buena idea volver atrás.
- ¿Pero entonces cómo vamos a atravesar el mar?- preguntó Rex- desde luego, no volveré a montar en una miniatura de avioneta que apenas aguanta nada.
A la piloto le molestó aquel comentario y se quejó, enfadada:
- ¡Oye, más respeto, que sin Valor Alado no estaríamos aquí…y, además, bien que aguantó!- defendió la pelirroja- ¡hubiera llegado de una pieza de no ser por el maldito monstruo marino gigante!
- Si ni siquiera llegó aquí…- dijo el perro, en voz baja- y, la verdad, dudo mucho que lo hiciera…
- ¿Qué has dicho!?- preguntó ella, molesta- ¡repítelo si te atreves!
Cristal trataba de pensar, pero con sus compañeros discutiendo no podía concentrarse. Al final terminó por enfadarse:
- ¡¡Callaos ya, no tiene sentido pensar en el pasado si no nos es útil!!- cortó tajante la princesa- ¡¡en vez de eso podríamos pensar en la forma de cruzar este dichoso mar!!
Los dos callaron, y después de varios segundos de silencio pensando alguna idea, Rex comentó a modo de gracia:
- ¿Por casualidad no tendrás algún barco en tu mochila? En este momento nos vendría bien un lujoso y cómodo yate con piscina.
- Jaja, qué gracioso, me muero de la risa…- respondió Cristal, con cara seria y absoluto sarcasmo, que luego se agachó en el suelo mientras registraba su mochila- pues para tu información, sí que tengo un medio de transporte acuático…
Alana y Rex no se lo creyeron, la chica de verdad tenía un barco escondido en sus pertenencias. Se les iluminó el rostro a ambos pensando que quizá sacaría una lancha super propulsora de gran velocidad, o quizá un enorme y lujoso yate como decía el perro:
- ¡Ah, aquí estás!- sonrió la princesa, que luego extrajo la embarcación de su mochila y se la mostró a sus amigos- ¡Tachan! ¿Qué os parece?
Sin embargo, lo que vieron la mujer y el perro les dejó las ilusiones por los suelos. Lejos de lo que esperaban, ante sus ojos tenían una balsa hinchable pequeña para tres personas, metida en una funda de plástico sin abrir, y con sus dos remos para impulsarla y moverla entre las olas. Una cáscara de nuez al lado de lo que imaginaban, que no aguantaría ni la menor brisa de una fuerte tormenta:
- ¿¡Eh, a qué vienen esas caras!?- preguntó Cristal, al verlos decepcionados- ¡al menos tenemos un barco! ¿¡No es eso lo que queríais!? ¡Panda de desagradecidos!
- Pensábamos que tenías algo más decente, no esa mierda hinchable…- respondió Rex- ¿de veras pensabas atravesar el mar con eso?
- ¿Y por qué no?
La mujer y el perro se llevaron una mano y una pata a la cara, definitivamente Cristal era tonta. Antes de que sacara el objeto del envase, sus amigos la detuvieron y le dijeron que volviera a guardarla en la mochila. Tenían que pensar en otra alternativa:
- Podríamos coger prestado un barco a alguien- propuso la princesa.
- ¡Espera, eso es robar!- exclamó Rex, que luego se dirigió a la piloto- ¡Dile algo, Alana!
El perro la miró, buscando que lo apoyara en su defensa. Sin embargo, y después de unos segundos, resultó ser todo lo contrario cuando la pelirroja sonrió de oreja a oreja exclamando:
- ¡Buena idea, Cristal!
Rex se quedó con la boca abierta ante las palabras de Alana, y finalmente se dijo a sí mismo en voz baja tras suspirar:
- Y yo que pensaba que la única ladrona era Cristal…
Se dispusieron a caminar por la playa, bordeando la costa en busca de alguna persona a la que alquilar un medio de transporte acuático. A Cristal no le gustaba la palabra “robar” porque, según ella, era muy fea y vulgar, de modo que la cambió de su diccionario personal por “coger prestado”. De esta forma no se veía tan mal, aunque nunca había llegado a devolver las cosas prestadas.

No dieron más de cinco pasos al observar con sorpresa y perplejidad cómo se formaba de la nada un agujero oscuro frente a ellos. De él surgió un chico con gafas, vestido de negro, y palidecieron al verlo. No podían creer lo que veían. Era él, el mismo miembro de la organización Muerte que los ayudó a escapar del castillo de Oblivia:
- ¡¡Tú otra vez!!- exclamó Rex.
Enseguida los tres desenfundaron sus armas y se pusieron en guardia, listos para luchar. El misterioso chico de negro no dijo nada al respecto, y tampoco parecía sorprendido al ver a sus oponentes armados. Permanecía en silencio, observando seriamente al grupo con semblante impasible y una mirada fría y asesina que helaba hasta el alma. Se asemejaba mucho a un depredador al acecho, dispuesto a atacar a su presa:
- ¿¡Por qué nos ayudaste a escapar!?- preguntó Alana- ¿¡qué es lo que quieres de nosotros!?
Tras unos segundos sin moverse ni cambiar siquiera de expresión, el desconocido pronunció con voz fría e inexpresiva:
- Mataros.
Los tres palidecieron de repente, con la boca abierta. Un escalofrío les recorrió la espalda, y sintieron que el miedo comenzaba a invadir sus asustados corazones. Con todo lo que había pasado en el castillo, incluso Alana, Rex y Cristal creyeron, con un pequeño e ínfimo atisbo de esperanza, que quizá podrían tener como aliado a un miembro de la mismísima organización Muerte, sus principales enemigos. Sin embargo, las recientes palabras e intenciones del chico le demostraron todo lo contrario, y un mal presagio se avecinaba sobre ellos a gran velocidad:
- ¡¡Espera!!- dijo Rex- ¿¡Por qué nosotros!? ¡¡No os hemos hecho nada!!
- Sois los guardianes de los elegidos de la profecía…eso quiere decir que los ayudáis y protegéis en su viaje, ¿me equivoco?
Todos callaron, sin saber qué decir. Sabían que tenía razón, y aunque quisieran mentir sobre el tema, ya era demasiado tarde. El prolongado silencio que vino tras su pregunta los delató irremediablemente:
- Sólo por eso estáis condenados a morir…- dijo el chico mientras se formaba, envuelta en un aura oscura, la misma siniestra espada que acabó con la vida del príncipe Dorle, en su mano derecha.

El enemigo empezó a caminar lentamente hacia ellos mientras el grupo trataba de mantenerse firme para la dura batalla que estaba a punto de comenzar. Los tres temblaban visiblemente un poco, retrocediendo a cada paso. De alguna forma podían sentir el enorme poder oscuro que irradiaba de aquella espada, cuyo puñal, con varias serpientes entrelazadas, desprendía una extraña aura fantasmagórica.
Dudaban de su victoria en aquel combate, pues no se podía tomar a la ligera a un miembro  de la organización Muerte. Todos eran extremadamente fuertes y peligrosos, y muy pocos eran capaces de hacerles frente. Incluso siendo tres contra uno, la diferencia de fuerzas era demasiado alta. En aquellos momentos, su única preocupación consistía en salir de allí con vida:
- Bien, chicas, sabemos que no tenemos ninguna posibilidad contra él…- dijo Rex, en voz baja- intentemos distraerle al menos treinta segundos, y cuando veamos una vía de escape, a salir corriendo por patas- explicó el perro- es la única forma que tenemos si queremos salir vivos de aquí…
La pelirroja asintió con la cabeza, dando a entender que comprendía el plan. El can le preguntó a su otra compañera:
- ¿Entendido, Cris…?
Lo que vio le impidió acabar la pregunta. Rex se sorprendió aún más al observar a la princesa completamente paralizada, con la estrella ninja en su mano. Temblaba de miedo, mucho más que la mujer y el perro, y tenía la mirada fija en su enemigo. Respiraba entrecortadamente, con la boca abierta y la cara pálida. En sus ojos se veía reflejado el miedo y el horror. Sus amigos nunca antes la habían visto así:
- ¿¡Cristal!?

Rex volvió la vista al frente y su rostro cambió radicalmente de expresión. El chico ya no estaba ahí, había desaparecido a mitad de camino sin dejar rastro. Fue entonces cuando el horror y el pánico los invadieron a todos sin remedio, y comenzaron a temblar igual que la chica con coletas:
- ¿¡Dónde está!?- preguntó Alana, completamente asustada, mientras observaba en todas direcciones a su alrededor- ¿¡Adónde ha ido!?
Rex pudo sentir el aliento gélido de la muerte detrás de él, y antes de dar la cara a la silenciosa sombra que tenía a su espalda, el perro chilló al sentir un inmenso y desgarrador dolor en una de sus patas traseras. Vislumbró en apenas unos segundos la espada ensangrentada que atravesaba su pata, mientras su sangre animal caía en gotas, antes de recibir un duro golpe en todo el hocico que lo envió rodando por la arena:
- ¡¡Rex!!- gritaron las dos chicas.
Alana hizo un enorme esfuerzo para superar el miedo, y con sus dos martillos en ambas manos conectados por una larga cadena como arma, intentó golpear al enemigo:
- ¡¡Ahora verás, maldito!!- exclamó ella.
Para su sorpresa, el chico de negro desapareció instantáneamente antes de que sus armas pudieran tocarle, y como una rápida y silenciosa sombra, se colocó detrás de la pelirroja. Sin darle tiempo a reaccionar, el filo de su espada la rajó por la espalda y la hizo caer de rodillas mientras gritaba de dolor. Acto seguido, extendió su brazo y abrió la palma de la mano, con la que usó un hechizo mágico directo contra ella. Una extraña llamarada oscura impactó de lleno con la piloto, provocando una explosión que la mandó volando por los aires hasta caer un poco más lejos, cerca de la orilla del mar:
- ¡¡Alana!!- gritó Cristal.

De repente, la chica con coletas palideció al verse cara a cara con el enemigo, amenazante con su arma y la sangre de sus dos amigos en el filo de acero:
- Tranquila, todavía siguen vivos- comentó él, tranquilamente- he decidido matarte a ti primero.
Cristal temblaba de miedo ante él, y no se movía ni articulaba palabra alguna. En un acto reflejo intentando defenderse de la espada de su oponente, la estrella ninja no pudo bloquear la fuerza descomunal de su adversario, que tiró el arma de la chica a un lado mientras ésta caía de espaldas en la arena, completamente a su merced.

Cristal temió lo peor. Todo había pasado tan rápido que ni ella misma se lo creía. Alana y Rex permanecían inconscientes y fuera de combate. Los ataques letales del desconocido los habían dejado imposibilitados para seguir luchando, y no podían hacer nada para ayudarla. Ahora tan sólo quedaba ella sola contra el enemigo, y dada la situación, el combate ya estaba prácticamente decidido.
La princesa retrocedía un par de pasos sentada en la arena mientras el chico se acercaba a pasos lentos para rematarla. Sabía que su adversario no le daría tiempo a buscar otra arma en su mochila, y estando indefensa ante él, parecía que le había llegado la hora, a ella y a sus amigos.

Cerró los ojos cuando vio la espada lanzándose sobre ella, pero, para su sorpresa, no sintió dolor.

Pasaron varios segundos en los que no ocurría nada, y perpleja por el resultado, decidió abrirlos de nuevo poco a poco para comprobar qué es lo que había pasado. Ahogó un grito de terror al ver el filo de la espada frente a su rostro, temblando, al igual que su portador. Esta vez una mueca de enfado y frustración se dibujaba en la cara del chico de negro, que parecía no decidirse en si matar o no a Cristal:
- ¿¡Pero qué…qué me pasa!?- se preguntó a sí mismo, frustrado- ¿¡por qué…por qué no puedo hacerlo!?

La chica descubrió, perpleja y horrorizada, que se trataba de una lucha interna. Luchaba contra sí mismo e intentaba atravesarla con su espada, pero algo en su interior no se lo permitía. El arma se acercaba y alejaba continuamente de Cristal, mientras el chico sudaba y apretaba los puños y dientes para cumplir su trabajo.
Fueron segundos de profunda e intensa intriga, en los que la princesa pudo ver a la muerte mucho más cerca de ella de lo que nunca antes lo había estado. Temblaba como una hoja y respiraba entrecortadamente, a la espera de la decisión de su enemigo.
Después de varios segundos sin lograrlo, el desconocido finalmente supo que, por mucho que lo intentara, en aquellos momentos jamás conseguiría matarla. Retiró su espada lentamente, y dejó de temblar, mientras Cristal lo miraba sorprendida y a la vez aterrada.

Fue entonces cuando el chico alzó su brazo al cielo, con la palma de la mano abierta, y empezó a gritar de furia mirando hacia arriba, descargando toda la ira que contenía. Un extraño vórtice igual a un agujero oscuro apareció de su mano alzada, y éste comenzó a extenderse rápidamente por toda la zona a su alrededor.
Cristal quiso actuar, pero el reciente miedo le impedía moverse. Para cuando logró mover un brazo, Alana y Rex ya estaban dentro del vórtice, indefensos a merced de lo que fuera aquella brecha oscura. Sintieron que una potente fuerza de atracción los succionaba hacia el interior del agujero oscuro gigante, y aunque trataba de resistirse, no podía hacer nada.
La princesa cerró los ojos, esperando su final, cuando la oscuridad los engulló sin remedio a ella y a sus amigos, probablemente hacia la muerte. La playa y todo a su alrededor se oscureció, y el flujo continuo de las tinieblas por todo su cuerpo le hizo perder el conocimiento.

Al abrir poco a poco los ojos, Cristal pudo ver una cara conocida que la observaba. Pensó que era un sueño, no podía ser real. Quiso que aquel sueño no acabara nunca, que sus amigos de verdad estuvieran allí con ella, cuidándola y apoyándola. Pero sabía que era imposible. Esperando volver a la oscuridad que la llevaría de vuelta a la realidad, comenzó a cerrar los ojos lentamente mientras pronunciaba pesada y vagamente:
- Eri…ka…
La elegida ya llevaba un buen rato esperando a que despertara, y en ese momento que había abierto los ojos no estaba dispuesta a dejar que retomara el sueño, por muy cansada que estuviera. Su alegría y sonrisa eufórica al oírla pronunciar palabra la llevaron a sacudirla y zarandearla, llevada por la emoción:
- ¡Cristal, estás viva!- exclamó la chica, sonriente- ¡qué alegría!
Los continuos zarandeos y movimientos bruscos de la joven le demostraron a la princesa que no se trataba de un sueño. Realmente ella estaba con sus amigos, no sabía cómo, pero los había encontrado. Cansada y con dolores en todo el cuerpo debido a que la chica la movía adelante y atrás, entre abrazos y lágrimas de por medio, Cristal se separó de Erika, con la cabeza todavía dándole vueltas:
- ¡Sí, sí, estoy viva!- exclamó ella- ¡pero deja de sacudirme como una bolsa de basura! ¿¡Quieres!?
Erika la soltó, se levantó y dio media vuelta, que gritó agitando los brazos:
- ¡Chicos, venid rápido, Cristal se ha despertado!

Enseguida llegaron corriendo los demás, y las sonrisas se dibujaron en sus rostros al ver que su amiga seguía viva. La princesa se sorprendió al verlos a todos al completo, reunidos de nuevo, y sin mar ni montañas de por medio que los separaran. Aún no podía creer lo que veía, y las lágrimas de sus compañeros se convirtieron en una enfermedad contagiosa que muy pronto llenó sus ojos de lágrimas:
- Chicos, yo…- dijo Cristal, sin acabar la frase.
No hicieron falta palabras para expresar lo que hicieron después. Jack, Alana, Eduardo, Rex y Erika se lanzaron sobre ella, y formando una piñata grupal, todos la abrazaron con fuerza, intentando protegerla de cualquier peligro que la amenazara. Fue entonces cuando la chica con coletas, completamente perpleja y asombrada, sintió por primera vez en mucho tiempo algo que creía que había olvidado por completo. Una sensación agradable, compuesta por la mezcla entre calor, alegría y seguridad la recorría por dentro a gran velocidad. Las únicas veces que recordaba aquel calor especial la trasladaron de vuelta a la infancia, cuando reía y jugaba con sus padres de pequeña.
Entendió por fin lo que aquello significaba, y comprendió el enorme aprecio y cariño que les tenía a aquellas personas, a las que hasta hace un par de meses no conocía, y que ahora se habían convertido en sus mejores amigos. La amistad que compartían era un vínculo fuerte, tanto que nada ni nadie podría romper jamás. Cristal sonrió feliz, y los correspondió abrazándolos con fuerza, como si nunca fueran a separarse, mientras la emoción se apoderaba de sus corazones. Tal y como dijo Rex una vez, todos ellos eran una familia.

Minutos después, tras recuperarse con la magia de sus amigos, Cristal se puso en pie, ya en buen estado. El momento tierno y cariñoso había pasado, era hora de tratar temas más serios y de gran importancia. Ahora que por fin se habían reunido de nuevo, debían continuar su camino para que los elegidos pudieran cumplir la misión que los había llevado a Limaria. El largo viaje para salvar al mundo aún no había terminado.

Cristal seguía dudosa y pensativa. Todavía se preguntaba cómo pudieron atravesar medio mundo en sólo un instante. Tan sólo recordaba el combate en la playa contra aquel misterioso chico, que formaba parte de la organización Muerte. Por supuesto, Alana y Rex apenas tenían recuerdos del desenlace del combate, puesto que permanecieron la mayor parte inconscientes:
- Aparecisteis de la nada frente a nosotros, después de que se formara un agujero oscuro en medio del camino- explicó Erika, todavía asombrada.
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, con la boca abierta- ¡no puede ser!
- ¡Es verdad!- intervino Eduardo- ¡los tres lo vimos con nuestros propios ojos!
- ¡No lo entiendo!- dijo Rex, frunciendo el ceño- ¿¡Cómo hemos podido cruzar el mar, así, de esa forma!? ¡No es normal!
El chico le preguntó entonces a su compañera:
- ¿Y tú, Cristal? ¿Sabes algo de esto? ¿Qué crees que pudo haber pasado?
La princesa permanecía callada, pensando en los últimos acontecimientos, cuando Eduardo le formuló las preguntas. Trató de recordar todo lo que pudo, con minucioso detalle, de cada uno de los movimientos del enemigo durante el combate. A su memoria llegaron los recuerdos de cómo atacó y dejó fuera de combate sin apenas pestañear a Alana y Rex, de cómo la desarmó sin problemas y cayó en la arena frente a él, de cómo estuvo a punto de matarla y no lo hizo, de su inquietante lucha interna consigo mismo, y de cómo conjuró él, con un grito de rabia, el agujero oscuro que los teletransportó hasta sus amigos.
La voz del chico resonó en su cabeza y la despertó de sus pensamientos:
- ¿Cristal?- volvió a preguntar él, preocupado- ¿estás bien?
- ¡Sí, tranquilo!- respondió ella de repente, nerviosa- ¡no pasa nada, estoy bien!
- ¿Seguro?- intervino Erika- no es propio de ti ser tan pensativa y callada.
- ¿Recuerdas algo del combate?- preguntó de nuevo el chico.
La princesa tardó bastante en responder. No parecía segura de conocer la respuesta. Al cabo de unos segundos de silencio, finalmente dijo:
- No recuerdo nada…seguramente me dejó inconsciente a mí también, justo después de Alana y Rex…yo tampoco entiendo por qué nos dejó vivos…siendo enemigos, debería habernos matado…

En ese momento habló Jack, que hasta entonces no había intervenido en la conversación, y que dedujo firme y seguro de sus palabras:
- Tal y como pensaba. Estoy seguro, no puede ser otra cosa…- dijo el mago- os habéis teletransportado a través de un agujero oscuro…habilidad que sólo poseen los miembros de la organización muerte, y que lo usan para desplazarse rápidamente de un lugar a otro.
Aquella afirmación dejó boquiabiertos a todos los demás, y el perro exclamó, perplejo:
- ¿¡Quieres decir que ese chico nos teletransportó a propósito!? ¡Es el enemigo, no tiene sentido!
- Es lo más probable, no le veo otra explicación…- dijo Jack, pensativo- y a pesar de no estar presente en el combate, a mí también me desconcierta el que os haya traído hasta aquí, justo hacia nosotros...- y luego añadió- puede que ése fuera su plan desde el principio, quién sabe la de retorcidos planes que se le pasa por la cabeza a esos malnacidos…
Las últimas palabras de Jack dejaron en el aire un tema de reflexión que dejó pensativos y con la duda a todos los miembros del grupo:
- ¡Ni idea, no hay quién entienda a esa gente de negro!- exclamó Alana- ¡primero quieren matarte y después te ayudan!

Sabían que, por mucho que pensaran sobre el tema, si no le preguntaban al propio chico de negro, nunca descubrirían las misteriosas e inquietantes razones que lo llevaban a actuar de una u otra manera. Dejando resueltas las dudas, el nuevo líder del grupo anunció a todos:
- ¡Vamos, a la montaña Conaga!
Cristal recordó entonces una cosa muy importante, y reaccionó diciendo:
- ¡No, espera!
- ¿Qué pasa, Cristal?- preguntó Jack.
La chica con coletas se mostraba nerviosa e insegura. No parecía ser la misma de siempre:
- Es que…yo…nosotros…hicimos algo malo…y a partir de eso…se avecina una guerra…
- ¿¡Qué!?- exclamaron Jack, Erika y Eduardo.
Cristal, Rex y Alana les explicaron todo lo ocurrido a los demás en Oblivia. El regreso de la princesa, la intención de sus padres de casarla con Dorle, su posterior prisión y condena a muerte, la leyenda de los príncipes, la fuga del castillo con ayuda del misterioso chico de negro, y la oscura verdad que se escondía tras el príncipe del continente este. El mago y los dos jóvenes escuchaban perplejos y con la boca abierta lo que el asesinato de un miembro de la realeza del reino contrario significaba. Sin duda alguna, la malvada reina Venigna lo tenía todo planeado. Tanto si se casaba con Cristal como si moría estando en territorio enemigo, en ambos casos declararía la guerra al bando contrario. Ahora que había muerto, eso significaba abiertamente una declaración de guerra a su favor, y era sólo cuestión de tiempo que la noticia llegara al continente este:
- No puede ser…es horrible…- dijo Jack, sin palabras.
- ¡Es por eso que debemos ir al continente este…si no detenemos la guerra, morirá mucha gente inocente!- exclamó Cristal.

En ese momento todos se giraron al chico de la llave espada:
- ¿Tú qué dices, Eduardo?- preguntó Rex.
El joven cerró los ojos y se concentró en la pregunta. Tenía una difícil decisión que tomar, y ahora que era el nuevo líder del grupo, sobre él recaía toda la responsabilidad del resto de sus compañeros. Aunque su verdadero objetivo fuera llegar a la montaña Conaga, gracias al sacrificio de la maga sagrada tenían más tiempo antes de que llegara el fin del mundo.
La guerra, en cambio, era inminente, y si no hacían algo probablemente morirían muchas vidas inocentes. Pensó en sus amigos, en el mundo, y en la voz de Cristal que suplicaba con clemencia. Sabía lo importante que era para ella detener el conflicto:
- Eduardo…por favor…
Tras unos segundos de pensamiento y reflexión, el chico finalmente abrió los ojos y dijo con firmeza:
- Está bien…iremos al continente este.
A la princesa se le iluminó la cara, y una media sonrisa se dibujó en ella:
- ¿¡De verdad!?
Eduardo asintió con la cabeza. No parecía vacilar en su decisión:
- Trataremos de hablar con la reina Venigna, y convencerla de que se niegue a luchar- explicó el chico, que luego advirtió como condición a la chica con coletas- pero, si vemos que es imposible razonar con ella…nos retiraremos y retomaremos el rumbo a la montaña Conaga, ¿entendido?

Cristal sonreía de oreja a oreja. Cualquier condición le parecía válida mientras trataran de detener la guerra. Por otra parte, no tenían mucho tiempo antes de que Ludmort llegara a Limaria, de modo que sólo lo intentarían una vez, y con la misma volverían a su verdadero objetivo.
Los dos magos ya le habían contado antes a Cristal, Alana y Rex la nueva noticia de que el elegido de la llave espada sería el nuevo líder que guiaría al grupo, y todos aceptaron de buen agrado la propuesta. Si el anterior líder confiaba en él, los demás sabían que también podía hacerlo.

Y junto con la buena noticia, llegó también la mala. Jack, Eduardo y Erika les contaron a sus amigos la breve estancia que pasaron en Boneland, su viaje a la antigua y ancestral ciudad Olvidada de los Numu, la terrible carga que llevaban los magos sagrados en relación al planeta, el duro combate contra Asbel en las ruinas sagradas y, con mucho más pesar, la trágica muerte de Marina frente a sus ojos. Narraron en último lugar cómo la Numu entregó su vida por detener a Ludmort y ganar algo más de tiempo.

Cristal, Alana y Rex sufrieron una repentina caída emocional, al enterarse del trágico final de la maga sagrada, y varias lágrimas cayeron por sus mejillas. Ellos también le tenían mucho aprecio y cariño a la maga, pues era una muy buena persona que siempre ayudaba a los demás. Su carácter dulce y amable, y su sonrisa cálida, aliviaban hasta a los más tristes, y proporcionaba coraje al más descorazonado. Siempre estaba dispuesta a darlo todo por los demás sin dudarlo, arriesgando incluso su propia vida, y con ello había dejado una huella imborrable en los corazones de todos. Sin duda, jamás la olvidarían.
Gracias a ella, y a su último deseo, todavía seguían vivos. Marina les había dado otra oportunidad, una oportunidad única para seguir adelante, y juraron desde lo más profundo de sus corazones que su muerte no sería en vano. Tenían decidido acabar con Ludmort y poner fin a aquella pesadilla que amenazaba la vida de dos mundos, por muy difíciles que fueran los obstáculos en su camino.

Justo antes de reemprender la marcha hacia su nuevo objetivo, Jack cogió en su mano la esfera de invocación de Quetzal, y al mirarla recordó la última petición que le había hecho la maga antes de morir. Pensó para sí mismo:
“Por ti, Marina, mantendré viva la promesa…te lo prometo”

martes, 23 de octubre de 2012

Avance y fecha del capítulo 29

¡Hola de nuevo, blogger friends! (para variar, jejeje xD). Aprovecho este pequeño rato que tengo para anunciaros lo prometido desde la semana pasada, ya que estoy la mayor parte del tiempo ocupado. Aquí tenéis el avance del próximo capítulo de FF:MP, que lleva por título "Reencuentro", y en el que ocurrirá lo irremediablemente inevitable. Tan sólo puedo deciros que será una entrega especial, y que ocurrirán nuevos cambios y sorpresas en el grupo de nuestros héroes. ¿De qué se tratará? ¿Qué pasará?
Calculo que tengo la mitad escrito, e intentaré acabarlo para este fin de semana, a pesar de las muchas cosas de clase que tengo que hacer...y estudiar. No os prometo cosas de las que no estoy del todo seguro, y en caso de que por cualquier razón falte a los días de estreno, las avisaré con antelación un día u horas antes de su estreno. Lo que sí puedo deciros es que trataré de esforzarme tanto como hasta ahora para daros a conocer este proyecto al completo.
En principio tengo planeado publicarlo entre los días 26, 27 y 28 de Octubre, si todo sale bien. Sin ganas de coger los apuntes y trabajos de estudio, me despido de vosotros hasta la próxima entrada. ¡Que la semana os sea leve, y mucha suerte a todos! :D

sábado, 20 de octubre de 2012

Presentación de personajes: Cristal


¡Y después de un par de meses sin saber si seguiría con la presentación de personajes, aquí os traigo como sorpresa a la siguiente protagonista de Final Fantasy: Memories of a Promise!
En primer lugar, os pido disculpas por esta semana sin dar señales de vida. He estado ajetreado hasta arriba de deberes, tanto que sólo he podido conectarme quizá cinco minutos al día, entre otras cosas por hacer. El miércoles justo cuando iba a publicar esta entrada resulta que me falla el router, y justo en ese momento me quedo sin internet durante tres días. Hoy, por fin arreglado, he podido conectarme un rato y descansar el fin de semana de tantas tareas, trabajos y deberes (el jueves llegué a las 9 de la noche a mi casa, haciendo trabajo de clase...imaginaos estar desde la 7 de la mañana hasta esa hora fuera de casa...es realmente agotador).
No es difícil imaginar que apenas he tenido tiempo para escribir el siguiente capítulo, pero al menos puedo daros a conocer hoy a uno de mis personajes favoritos del fanfic: la increíble y, en ocasiones desternillante princesa de Oblivia, Cristal:

Nombre: Cristal
Edad: 17
Arma: Estrella ninja
Especialidad: ladrona
Descripción: Chica alegre, vivaz e inquieta, y con una tremenda energía más grande que ella. Una joven con agallas que no le teme a nada ni a nadie. A pesar de su carácter aventurero y desenfrenado, en realidad se trata de la princesa del reino de Oblivia. Huyó de casa al verse obligada a casarse por un matrimonio concertado, y desde entonces vaga por el mundo ganándose la vida a base de robar. Su mayor sueño es encontrar a su media naranja, y demostrar que el amor verdadero puede superar cualquier barrera.

Características: Los meses de experiencia robando a la gente la han especializado en el arte del robo y el camuflaje, convirtiéndose en toda una ladrona. Destaca su desarrollada y excepcional velocidad, permitiéndole atacar antes que nadie a sus enemigos. Dejando este parámetro aparte, el resto de sus estadísticas físicas y mágicas resultan regularmente mediocres, a excepción de sus características ofensivas.

Parámetros                    Estadísticas
Vitalidad                        Regular (4/10)
Fuerza                           Notable (5/10)
Defensa                         Regular (3/10)
Magia                            Regular (4/10)
Fuerza Mágica                Notable (5/10)
Defensa Mágica              Regular (2/10)
Velocidad                       Excelente (10/10)

Recordad que podéis ver siempre que queráis el resto de personajes presentados hasta ahora escribiendo el nombre de cada uno en el buscador de este mismo blog.
Y respecto al próximo capítulo, tan sólo puedo deciros que lo empecé ayer, y que aún me queda mucho por terminarlo, por ello no podré estrenarlo ni hoy ni mañana. Intentaré adelantarlo lo que pueda el resto de la semana que viene para estrenarlo el próximo finde. Sobre el título del capítulo, ya lo desvelaré en los próximos días, para dejaros con la intriga, jejeje.
De nuevo pido disculpas, y os doy las gracias por soportarme con mis escasos recursos, y a veces, paradas inminentes. ¡Buen fin de semana a todos! :D

domingo, 14 de octubre de 2012

Capítulo 28: Escape de la prisión de Oblivia


Capítulo XXVIII
ESCAPE DE LA PRISIÓN DE OBLIVIA
- ¿¡Qué!?- gritó la sombra, furiosa.
- Así es, señor…- repitió Magno, seriamente- Asbel ha caído, al igual que Lectro…después de todo, no era tan poderoso como parecía.
La oscuridad apretó los puños, emanando una increíble cantidad de tinieblas que se expandía rápidamente por todos los rincones de la sala del trono, y lo envolvía todo a su paso. Sin embargo, el líder de la organización Muerte logró calmarse y controlar su mal humor. Antes de que toda la estancia se tiñera de absoluta oscuridad, las tinieblas se detuvieron y retrocedieron hasta volver al trono de dónde provenían. La sombra pareció tranquilizarse, tras respirar hondo profundamente:
- ¿Qué se podía esperar de un mortal? Sus capacidades y poderes son tan limitados que los hacen utópicamente incapaces de alcanzar el verdadero poder…
Tras un breve silencio, en el que la sombra hizo aparecer con un gesto de mano un tablero de ajedrez frente a él, Magno preguntó:
- ¿Qué hará ahora, señor?
Un caballo negro fue atacado por otro blanco, que lo lanzó fuera del tablero y desapareció envuelto en tinieblas. Las fichas blancas iban ganando terreno y acorralando a las negras. A lo lejos, en el otro extremo del tablero, se encontraban el rey y la reina blanca:
- De momento dejaremos a un lado a los elegidos…- respondió la sombra, en tono de reflexión- tenemos que pensar en nuestro siguiente movimiento.
- ¿Pero no supondrán una amenaza en el futuro? Cada vez son más fuertes, y la clara prueba son Lectro y Asbel- explicó el hombre de negro- para cuando nos enfrentemos a ellos, quizá no podamos igualar su fuerza.
- Te preocupas demasiado, Magno…tranquilo, tarde o temprano morirán, ya sea a manos de ti o de Helio como en mis propias manos…al fin y al cabo son simples y frágiles mortales, por muy fuertes que sean, les será bastante difícil llegar hasta mí…y si lo consiguen, ten por seguro que desearan no haber nacido.
- Confío en su palabra, señor.
En ese momento apareció a pocos pasos del hombre de negro un agujero oscuro, del que surgió una figura humana. Sus caderas y cuerpo estilizado delataban una silueta femenina. Tenía la piel pálida y el color del cabello morado igual que sus ojos violeta. El sello maldito de Ludmort lucía en su cuello, al igual que el manto negro típico de la organización Muerte. La mujer aparentemente joven habló sensualmente dirigiéndose a su compañero:
- Magno, tan serio y misterioso como siempre.
- Sigues conservándote bien a pesar de tus setenta años, Venigna.
La mujer de negro sonrió maléficamente, tras pasar su lengua por los labios y saborearlos con gusto:
- Ya ves lo que puede hacer la sangre de una chica radiante de belleza…te mantiene joven y hermosa…
La oscuridad los irrumpió en ese momento, para tratar de asuntos más importantes. Sabía el motivo por la visita de la bruja, de modo que cortó el rollo y fue directamente al grano:
- Venigna, ¿cómo va el plan?
- Todo está saliendo tal y como lo habíamos planeado- sonrió maquiavélicamente la mujer de negro- tengo a todos los estianos comiendo de mi mano…realmente creen que soy la elegida enviada por los dioses, la que los guiará hacia la victoria- y luego añadió, con una sonrisa malvada- los humanos son tan ingenuos…
La sombra lo entendió como una buena señal, y sonrió también diabólicamente. Sus ojos rojos brillaban en medio de la oscuridad y su voz profunda resonó en toda la estancia:
- Muy pronto…la mayor y sangrienta guerra que Limaria ha tenido jamás tendrá lugar en el continente central…ambos territorios lucharán en una batalla a muerte a nivel mundial, y en medio de la tormenta de caos y dolor mucha gente morirá, mientras Ludmort llega al planeta y lo condena a su irremediable destino: el fin del mundo.
Magno y Venigna sonrieron de la misma forma. Se acercaba el principio de la gran guerra que marcaría el fin de Limaria.

Rex caminaba inquieto de un lado a otro por la celda. Sabía que les quedaban unas pocas horas de vida antes de que amaneciera y los ejecutaran. En aquella situación era imposible dormir, y ninguno de los dos acusados podía conciliar el sueño. Cada vez que pasaba al lado de la única ventana que los comunicaba con el exterior, el perro se paraba durante unos segundos y miraba el cielo nocturno, para luego retomar sus pasos al otro lado de la celda. Aquello molestaba mucho a Alana, que tras un rato de silencio sin hablar, al final rechistó sentada en un rincón:
- ¿¡Quieres parar de una vez!? ¡Me estás poniendo nerviosa!
El perro le devolvió la mirada, y no precisamente con buena cara. Al igual que ella, también estaba de los nervios:
- ¡No puedo tranquilizarme sabiendo que dentro de unas horas nos van a matar!
- ¡Pues al menos intenta morir con tranquilidad y dignidad, como hago yo!
- ¡Prefiero morir en el intento por salir de esta celda!- gruñó él.

En ese momento el can levantó una de sus orejas, alerta, indicando que había oído algo. El ruido provenía del exterior, de modo que se acercó a la ventana, y se puso a dos patas, asomando el hocico por entre las rejas. Lo que vio lo dejó sorprendido.
En el jardín de palacio, la alta verja de acero que protegía la entrada se había abierto, dejando paso a una lujosa carroza con un símbolo real diferente al del reino de Oblivia:
- Esa debe ser la carroza del príncipe Dorle- dedujo Rex.
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, que se levantó y fue a mirar por la ventana junto al perro.
Ambos vieron cómo se abría la puerta del vehículo, y de la carroza bajaba un apuesto un apuesto príncipe, con la misma sonrisa falsa que tenían el Conde Marchelo y su hija Floripondia. La pelirroja parecía embobada, y una sonrisa se dibujó en su cara al ver a Dorle:
- Aquí hay algo raro…- dijo Rex, pensativo- no es normal que el novio venga clandestinamente a estas horas de la madrugada, faltando aún muchas horas para la boda, y sin consentimiento del…
Calló en ese momento al ver, con la boca abierta, al mismísimo rey Arturo acercarse al patio al patio y recibir alegremente a su invitado. La reina Aurora no estaba allí presente con él:
- Esto tiene que ser un complot, algo que ni la propia reina sabe…- dijo el can- ¿pero por qué ocultárselo? ¿Acaso no es, después de todo, su futuro yerno?
Alana seguía embobada mirando al príncipe e ignorando completamente a Rex. Parecía hipnotizada:
- Por otro lado está la angustia y la desesperación del rey por casar a Cristal con ese príncipe. Nada más llegar, su padre ya ordenó la boda al día siguiente, e imagino que informó inmediatamente al novio para que viniera cuanto antes… ¿por qué tanta prisa en casarse? Eso es lo que no entiendo…- y luego se giró a sus compañera- ¿tú qué piensas de todo esto, Alana?
- Es tan guapo…- dijo la pelirroja, soñando despierta.
El perro se dio cuenta de que no le estaba prestando atención, y le pegó una colleja con su pata:
- ¡¡Alana, céntrate en salir de aquí!!- gritó Rex, enfadado.
- Lo siento…- respondió la piloto, con un chichón en la cabeza.

En ese momento, una nueva voz resonó por las frías y húmedas paredes de piedra, sorprendiendo al perro y a la mujer:
- Yo conozco la respuesta a tu pregunta, mamífero de cuatro patas.
Ambos dieron media vuelta, y palidecieron de forma radical. En la celda de enfrente había una sombra envuelta en harapos y ropa vieja y rasgada. A juzgar por su vestimenta, parecía tratarse de un mendigo. Lo más sorprendente y escalofriante es que Alana y Rex jurarían no haber visto a nadie en esa precisa celda cuando llegaron:
- Perdone, ¿qué ha dicho?- preguntó el perro, aún confuso.
- Que conozco la respuesta a tu pregunta- repitió nuevamente el desconocido- de hecho, soy el único que la sabe.
- ¿Quién es usted?- intervino alana, intrigada.
El desconocido ocultaba su rostro entre las sombras, y nadie podía verle:
- Mi identidad no importa…total, sólo me quedan unas horas de vida, al igual que vosotros, supongo.
- ¡Espere! Acaba de decirme que sabe la respuesta a mi pregunta- dijo el can, retomando el inicio de la conversación- ¿cuál es?
- La razón por la cual la boda entre la princesa Cristal y el príncipe Dorle debe ser inmediata.
- ¡Díganosla, por favor!- dijo Alana, con intriga.
El desconocido suspiró, y tardó unos segundos en hablar, antes de explicar:
- Todo se remonta a hace siglos de historia, cuando comenzaron a surgir los diferentes reinos medievales en Limaria, mucho tiempo atrás…
La mujer y el perro escucharon atentamente cada palabra que pronunciaba el desconocido, pues sabían que era importante:
- De los tantos mitos y leyendas que envuelven este mundo, hay una antigua leyenda en Limaria que dice había un único y poderoso reino gobernando el mundo entero. En dicho reino había un rey que tenía dos hijos, ambos gemelos: los dos príncipes. Éste rey tenía el absoluto gobierno en toda Limaria, no había otro con tanta grandeza como él, ni tan siquiera riqueza a la altura de la suela de sus zapatos…
- ¡Espere, espere!- intervino Rex- ¿a qué viene toda esa historia? ¿Qué tiene que ver eso con la boda de Cristal?
A pesar de no verle la cara, bastó el silencio para indicar que su compañero de prisión no estaba dispuesto a tolerar interrupciones. Alana le chistó al perro para que se callara, y luego respondió:
- ¡Continúe, por favor!- indicó ella- ¡no le interrumpiremos más!
Al cabo de unos segundos, el desconocido retomó su explicación por dónde la había dejado, y siguió hablando tranquilamente:
- Al cabo de los años, murió el rey más rico y poderoso que había tenido Limaria en toda su historia, y en su testamento no certificó con claridad quién de sus dos hijos reinaría por siempre en su trono. Esto lleva, claro está, a la confusión, el caos y la incertidumbre, y por lo tanto era de esperar que los dos príncipes se enfrentaran en varias ocasiones por ser el sucesor de la corona, quedando siempre en empate…
Alana y Rex siguieron escuchando, con muchas preguntas en sus cabezas queriendo formularlas, pero que por respeto decidieron esperar a que terminara de contar la historia:
- Viendo que los dos solos estaban igualados en fuerza y poder, y que de seguir así nunca resolverían el conflicto, ambos decidieron separarse y crear cada uno su propio ejército de combate, con el que algún día ganarían al otro y se autoproclamaría rey absoluto de Limaria.

El desconocido hizo una pausa, y tras un breve silencio, continuó:
- Uno de ellos se apropió y estableció sus dominios en las lejanas y hermosas tierras del continente oeste, y de ahí nacieron los oestianos, sus principales habitantes natales. El otro hizo lo mismo con las áridas y secas tierras del continente este, y a los habitantes nacidos en ella los llamaron estianos.
Hubo un silencio, en el que la pelirroja y el perro comprendieron que era un breve momento para hacer preguntas. El desconocido también quería asegurarse de que habían entendido la historia:
- ¿Y se supone que nosotros…somos los oestianos?- preguntó el perro, pensativo- quiero decir… ¿el rey Arturo y todos los que habitan en este territorio?
- Así es…- afirmó el mendigo, con el rostro cubierto por las sombras.
Comprendió entonces que no se habían perdido del hilo de la historia, y se dispuso a contar el final de la misma:
- La batalla entre ambos herederos continuó ferozmente, incluso después de la muerte de los dos, al mismo tiempo…se les había inculcado tanto la idea de luchar y pelear a sus ciudadanos por la patria, que ellos mismos perdieron la noción de la paz, el significado de ser personas…y continuaron enfrentándose, a pesar de que lo que dio origen al conflicto ya no existía…
Alana y Rex palidecieron con la boca abierta, al oír lo siguiente:
- Y esta situación continúa hoy día en Limaria, después de muchos siglos de historia…los actuales continentes este y oeste son los reinados de los antiguos príncipes, que lamentablemente aún conservan sus espíritus de lucha, y siguen peleando en una guerra eterna, que continuará igual hasta el final de los tiempos…- y luego añadió, para acabar- se dice que algún día, tarde o temprano, llegará el momento en que uno de los dos bandos ganará, y pondrá fin a esta horrible pesadilla…la leyenda de la que os hablo, no es otra que una de las más conocidas en Limaria…y a la que muchos han llamado la “leyenda de los príncipes”.

Fue entonces cuando finalmente el desconocido terminó de hablar, y durante unos segundos de silencio, la mujer y el perro trataban de asimilar toda la información recogida:
- Ahora lo entiendo todo…- comentó Alana, asombrada- por eso el rey Arturo quiere casar cuanto antes a Cristal con ese príncipe…
En ese momento el perro recordó el símbolo real de la carroza del invitado, y era diferente al del reino de Oblivia:
- Dorle es un príncipe estiano…- reflexionó Rex- lo que pretenden los reyes de Oblivia es romper y acabar de una vez con la maldición de la guerra…si se uniesen ambos reinos en uno sólo, terminaría la leyenda de los príncipes de una vez y para siempre.

Alana, sin embargo, seguía pensativa. Formuló la pregunta a la duda que seguía sin comprender:
- Sigo sin entender una cosa… ¿por qué le han encerrado aquí? Recuerdo que usted dijo que era el único que lo sabía… ¿el qué?
El desconocido supo a lo que se refería, y tardó un poco en responder:
- Que el príncipe Dorle en realidad quiere apoderarse de Oblivia.
- ¿¡Qué!?- exclamaron la pelirroja y el perro.
- Lo que oís…bajo esa apariencia afable y simpática se esconde un vil villano, esperando el momento de dirigir este reino a su voluntad.
- ¡Eso es imposible!- negó Rex- ¡pero si el rey persona lo trata como a un hijo suyo…de ser así, nunca le habría dado ni en sueños la mano de la princesa Cristal!
El mendigo soltó un par de carcajadas y risas por lo bajo, en medio de la oscuridad, antes de responder:
- Ilusos…para eso existen las mentiras y las falsas promesas…
- ¿Quiere decir entonces que Dorle mintió al rey para que accediera a que su hija se casara con él?- preguntó Alana, perpleja.
- Así es…y la inocencia del rey Arturo es lo que llevará a este reino a su completa y absoluta destrucción…y para cuando se dé cuenta, ya será demasiado tarde…
Rex volvió a intervenir en ese momento:
- Pero… ¿¡y la reina Aurora!? ¿¡Por qué no sabe nada de todo esto!?
- El mismo Dorle le pidió al rey no verla hasta la ceremonia del matrimonio…porque sabe que si ella lo mira a los ojos, descubrirá sus malignas y auténticas intenciones.
- ¿Cómo va a saberlo con solo mirarlo a los ojos?
- Porque ella es una maga blanca, y le basta con mirar detenidamente a los ojos para sentir qué tan puro u oscuro es el corazón de cada persona.
- ¿¡Qué!?- volvieron a exclamar los dos, con la boca abierta.

Alana y Rex se llevaban una sorpresa tras otra. Ahora entendían por qué la chica con coletas podía enlazar diferentes magias elementales a su arma y provocar ataques el doble de letales. Aunque no fuera una maga plena y completa, por sus venas corría sangre mágica. Había heredado una pequeña parte de los poderes mágicos de su madre:
- La malvada reina del continente este hizo pasar a Dorle por su hijo, y de esa forma proponerle a los reyes la idea de acabar de una vez y para siempre con el conflicto de la maldición…pero lo que en realidad busca es la destrucción definitiva de Oblivia y el continente oeste, desde su interior.
La mujer y el perro se quedaron atónitos al oír aquello. Alana apretó los puños y gruñó de rabia:
- ¿¡Pero cómo se puede ser tan mala!? ¡¡si la tuviera delante, le reventaría la cara a base de puñetazos!!
- ¿Y quién es la reina del continente este?- preguntó Rex, también conteniendo rabia e ira en su mirada.
El desconocido tardó en responder:
- Todos la conocen como…Venigna.
- ¿Y ella es la que ha planeado todo esto?- exclamó Alana.
El mendigo asintió con la cabeza:
- Es la líder y soberana de los estianos…muchos de ellos la consideran un ser sobrenatural, puesta que usa la magia negra…con fines malignos, claro está.
- ¿Es que acaso es…?
- En efecto…- es una auténtica bruja, aparentemente joven.
- ¿Aparentemente joven?- preguntó el perro, confuso- ¿qué quiere decir?
- Es que en realidad tiene setenta años.
- ¿¡Qué!?- exclamaron nuevamente Alana y Rex- ¿¡pero cómo puede ser eso!?
- Es simple…-dijo el mendigo- usa la sangre de mujeres bellas y guapas para mantenerse joven.
El perro estaba empezando a sospechar de toda la información que les estaba dando el misterioso mendigo, y supo que debía ser alguien cercano a la malvada reina:
- ¡Espere! ¿¡Quién es usted y cómo sabe todo eso!?
- Mi identidad no importa- respondió el misterioso desconocido- ahora tenéis que salir de aquí y rescatar a la princesa Cristal, antes de que sea demasiado tarde…
Oculto entre las sombras, el mendigo sacó un reluciente juego de llaves de entre sus harapos, y lo tiró al vuelo a la celda de Alana y Rex, que cayó en el suelo justo frente a ellos. La pelirroja y el can se agacharon a recogerlas mientras este último decía:
- ¡Espere! ¿¡Por qué nos ayuda!? ¿¡Qué es lo que pretende!?

El perro palideció al levantar la vista, igual que Alana. En la celda de enfrente no había nadie. El misterioso desconocido había desaparecido sin dejar rastro, de la misma forma que apareció de la nada. Ambos temieron que lo que vieron hace apenas unos segundos fuera un fantasma o una espeluznante visión del más allá, y un profundo miedo los invadió de repente, tras un escalofrío que recorrió toda su espalda.
Prefirieron no quedarse más tiempo en aquel escalofríante lugar, de modo que actuaron de inmediato. La pelirroja abrió la puerta de la celda que los retenía con las llaves recibidas, y las dos corrieron hasta desaparecer subiendo las escaleras al final del pasillo. Tenían que informar a Cristal de todo cuanto habían oído y salir de aquel castillo medieval antes del amanecer.

Mientras tanto, Cristal lloraba en silencio en su habitación, con la cabeza hundida entre las muchas almohadas de su cama. Estaba demasiado triste y deprimida como para levantarse, y decidió quedarse allí encerrada, ajena al horrible y cruel mundo exterior que la rodeaba. La habían cerrado bajo llave y se encontraba en lo alto de una torre, sin su mochila ni armas. En aquella situación sentía que no podía hacer nada para ayudar a sus amigos, y que lo mejor era quedarse allí sin oponer resistencia. Su vida estaba injustamente condenada para el resto de sus días y no tenía ánimos para nada.
De repente levantó la cabeza al oír un sonido que le resultaba familiar, y que hacía años que no escuchaba. Una bonita y suave melodía se activó misteriosamente de la caja de música de su mesa de noche, que se abrió por razones desconocidas y que ella no había tocado en ningún momento.
La chica con coletas miró asombrada a las pequeñas figuras en miniatura, un príncipe y una princesa, que bailaban entrelazados dando vueltas al ritmo de la música, dentro de la caja:
- ¿Quién le ha dado cuerda?- preguntó ella, en voz baja.
Aquella dulce melodía le traía muchos y bonitos recuerdos de su infancia, de cuando era pequeña. Fueron sus padres los que le regalaron aquella caja de música con tan sólo cinco años, y con la cual se dormía plácidamente cada noche escuchando su suave sonido, parecido al de una nana. Aquel objeto tenía un gran valor sentimental para ella, y en ese momento una media sonrisa nostálgica se dibujó inocentemente en su rostro:
- Mamá…papá…
En ese instante, un tenue y débil haz de luz brilló fugazmente dentro de la caja, junto a las figuras diminutas, que llamó la atención de la princesa:
- ¿Pero qué…?
Se levantó, secándose las lágrimas, y se acercó a la caja de música. Descubrió asombrada que la luz provenía de un pequeño objeto que brillaba débil e intermitentemente con el color del más reluciente zafiro y de los diferentes tonos del fondo del mar. Se trataba de una pequeña esfera azul celeste:
- ¿Qué es…esto?
Fue entonces cuando recordó que aquel objeto se lo había dado un viejo amigo de la  familia a su padre hace bastantes años, un multimillonario caza tesoros, que lo consideraba inútil e inservible. Al rey Arturo tampoco le pareció gran cosa, y viendo que no le servía para nada, se lo dio a su hija como regalo de cumpleaños cuando ésta apenas tenía siete años. Desde entonces lo mantenía guardado en su caja de música, cuya esfera observaba a veces antes de dormir.
Sin embargo, nunca antes lo había visto brillar, y la inquietud y la confusión la invadían. Era la primera vez que la veía brillar:
- ¿Qué es lo que eres exactamente?- le preguntó ella, perpleja, mientras se llevaba el objeto esférico a sus manos.

En ese momento oyó abrirse lentamente con un chirrido la puerta de su habitación y dio media vuelta, sorprendida. Pasaron varios segundos de silencio y nadie aparecía en la entrada de su dormitorio, lo que la dejaba todavía más perpleja y confusa:
- ¿Hola?- dijo ella, con inseguridad- ¿Hay alguien ahí?
No hubo respuesta. Antes de que realizara algún movimiento, una misteriosa voz resonó como un ligero susurro en toda la estancia, alertando a la chica:
- Ve…tus amigos te están esperando…
Sin pensárselo dos veces, la princesa guardó la pequeña esfera en uno de sus bolsillos, y corrió hasta la puerta, directa a la salida. No dejaba de preguntarse de quién sería la voz que le susurró, y que seguro había sido esa persona la que había dado cuerda a la caja de música, pero en cualquier caso tenía vía libre y no estaba dispuesta a perder la quizá única oportunidad de escaparse nuevamente.
Su mayor sorpresa la encontró fuera de su dormitorio, y que la dejó con la boca abierta. Los guardias que la custodiaban se hallaban tumbados en el suelo, inconscientes. Estaba claro que alguien los había dejado fuera de combate, y debía ser muy fuerte. Sonrió de oreja a oreja al ver su mochila sobre una hermosa y exquisita bandeja de plata, frente a la puerta y con una misteriosa nota que decía:
“Reúnete con tus amigos y escapad de Oblivia, antes de que sea demasiado tarde”
No tenía firma, y tampoco le hacía falta. La princesa había captado el mensaje y sabía lo que tenía que hacer. Sea quien sea, alguien los estaba ayudando, y no conocían ni su identidad ni los motivos que lo llevaban a actuar. La chica ajustó sus coletas, cogió la mochila y asintió firme con la cabeza, antes de salir corriendo escaleras abajo. Tenía que encontrar a Rex y Alana cuanto antes.

La mujer y el perro tuvieron muchas dificultades para correr sin ser vistos por entre los pasillos y escaleras del castillo de Oblivia. Sin embargo, y a diferencia de la anterior infiltración, en aquella ocasión contaban con la ventaja de ser de noche, ya que les resultaba más efectivo ocultarse detrás de estatuas y columnas. Su objetivo era llegar a lo alto de la torre dónde se encontraba la habitación de Cristal, y la tenían más o menos situada. En su anterior recorrido clandestino por el palacio habían registrado la mitad de las torres, y sólo una era la más próxima al ala de los reyes.
Todo parecía marchar bien hasta que, en el último tramo, un guardia los vio correr antes de subir unas escaleras, y los detuvo alzando la voz:
- ¡Eh, vosotros!
Rex y Alana, camuflados en la oscuridad, no eran más que dos sombras con figura humana y canina. Desde su posición, el guardia no podía distinguirlos con claridad:
- ¿Quiénes sois?- preguntó, sospechando de ellos- ¿Qué hacéis aquí a estas horas de la madrugada?
Cuando el centinela empezó a caminar hacia los sospechosos, éstos no se lo pensaron más. Sabían que de no actuar en ese momento, los descubrirían sin remedio. Ambos corrieron escaleras arriba, dejando a su opresor con la palabra en la boca:
- ¡Eh, volved aquí!
En ese momento otro guardia, que venía corriendo de los calabozos, se acercó al primero gritando:
- ¡¡Los prisioneros se han escapado!!
- ¿¡Qué!?- exclamó el que los había visto, que luego volvió la mirada en la dirección en la que partieron las sombras- ¡¡pero entonces esos eran…!!

No tardó en darse la alarma de fuga, y la noticia corrió rápidamente de boca en boca por todo el castillo. En cuestión de pocos minutos, más de cincuenta soldados se unieron en la búsqueda de los retenidos, registrando cada rincón de la fortaleza, y despertando a los que en ella vivían. Los reyes enseguida se enteraron de la noticia, al igual que el invitado especial y el resto de sirvientes del castillo:
- ¡¡Los prisioneros se han escapado!!- dijo uno- ¡¡hay que atraparlos!!
- ¡¡Están subiendo la torre de la princesa!!- dijo otro- ¡¡cogedlos!!

Alana y Rex subían corriendo lo más rápido que podían las escaleras de la torre en la que debía estar Cristal, agotados y jadeando del cansancio. Llevaban ya un rato pisando escalón tras escalón, y llegaron a pensar que aquellas escaleras interminables no iban a acabar nunca. Los gritos de los guardias que los seguían un par de pisos más abajo, cada vez más cerca, indicaba que los estaban alcanzando poco a poco.
Cuando estaban a mitad de camino, se encontraron con su amiga, bajando las escaleras, y ésta sonrió al verlos:
- ¡¡Rex, Alana!!
Los dos pasaron a ambos lados de ella mientras gritaban:
- ¡¡Corre!!
El rostro de Cristal palideció al mirar abajo. Más de veinte guardias subían rápidamente por la escalera de caracol, armados hasta los dientes, gritando de furia y con cara de pocos amigos. La mujer y el perro se sorprendieron cuando la princesa los adelantó a los dos por en medio gritando, de tres en tres escalones, y corriendo a la velocidad de la luz:
- ¡¡Yo primero!!- gritaba ella, presa del pánico.
Tras una larga serie de escalones aparentemente eternos, finalmente los tres llegaron a lo más alto de la torre. En cuanto entraron en la habitación de Cristal, cerraron la puerta a toda prisa y colocaron algunos mobiliarios delante de ésta:
- ¡¡Esto al menos los detendrá durante unos minutos!!- dijo la pelirroja, que con la ayuda de Rex, empujaron un enorme armario.
- ¡Menos mas que estáis bien!- suspiró aliviada la chica con coletas- ¿¡cómo habéis conseguido encontrarme!?
- ¡Ésta era la última torre que nos faltaba por mirar!- respondió el perro, que luego recordó lo importante- ¡¡Cristal, escúchame…el príncipe Dorle no es tan buena persona como aparenta…en realidad quiere casarse contigo para destruir Oblivia!!
- ¿¡Qué!?- exclamó ella, perpleja- ¡¡no puede ser…mi madre habría visto sus intenciones y nada de esto se habría preparado para la boda!!
- ¡¡El caso es que la reina Aurora aún no le ha visto la cara, y mucho menos sus ojos!!- explicó Alana- el rey Arturo y él lo tenían todo preparado para después de la boda… ¡¡tu madre aún no sabe nada de él!!
- ¿¡Qué!?
- ¡¡Por favor, Cristal, tienes que creernos!!- exclamó Rex.

En ese momento la puerta de la habitación comenzó a ser golpeada y sacudida violentamente. Por suerte, el armario bloqueaba el paso a los guardias que se encontraban detrás de la puerta:
- ¡¡Mierda, ya están aquí!!- exclamó Alana- ¡¡y encima no hay salida…estamos atrapados!!
Cristal pensó rápidamente en algo, mientras observaba toda la habitación a su alrededor. Su única ventana al exterior era el balcón desde el que se podía ver todo el patio del castillo. Se asomó fuera, y una media sonrisa firme se dibujó en su cara al ver a varios metros de distancia otra torre de la misma altura, situada al otro lado del patio:
- ¡Sí que la hay!- confirmó ella, segura de sí misma.
Sus amigos se acercaron y Rex se asomó desde el balcón. Una sensación de vértigo y mareo comenzaron a invadirle por dentro. Estaban a una altura bastante considerable:
- ¿¡No pensarás en serio saltar desde aquí, verdad!?
- ¿¡Tienes una idea mejor!?- respondió la princesa.

Los golpes en la puerta eran cada vez más violentos, y el armario comenzaba a tambalearse de un lado a otro. La situación se complicaba y no les quedaba mucho tiempo antes de que el armario, y con él la puerta, cayeran abajo.
Cristal actuó rápidamente. Extrajo de su mochila “mágica” un arco y una gruesa cuerda resistente, la cual ató un extremo al balcón con un fuerte nudo, y el otro a una flecha del carcaj:
- ¿¡Cristal, pero qué haces!?- preguntó Alana, aguantando el armario con todas sus fuerzas- ¿¡Qué pretendes hacer con esa flecha!?
La chica ignoró la pregunta, tenía que concentrarse si quería acertar en su objetivo. Suspiró con calma, y tras apuntar con un ojo entrecerrado, disparó a la torre vecina, en la cual no había ningún guardia. El disparo resultó ser un éxito, ya que la flecha quedó incrustada en la pared de piedra, justo encima del balcón vecino. Tras comprobar que la cuerda se tensó y era segura, la princesa dijo a sus compañeros:
- ¡¡Vamos rápido, no nos queda tiempo!!
La puerta y el armario se encontraban en un estado crítico, no aguantarían mucho tiempo más. Alana, con un enorme esfuerzo de valor, fue la primera. Se subió al balcón, agarró la cuerda con las dos manos y tras el repentino susto de sentir el peso de su cuerpo en el aire, avanzó poco a poco por la cuerda:
- ¡¡Eso es Alana, sigue así!!- la animaba la chica con coletas desde el balcón- ¡¡sobretodo no mires abajo!!
La pelirroja estaba acostumbrada a las alturas, y el vértigo no le suponía ningún problema, ya que había nacido para volar. Trataba de concentrarse en llegar cuanto antes al otro extremo de la cuerda, mientras cruzaba el vacío bajo sus pies con la ayuda de sus brazos.
El problema lo tenía Rex, que a pesar de sus negaciones, se vio obligado a colgarse de la cuerda. Avanzaba lentamente y muy despacio, debido a su miedo a las alturas. Cada vez que miraba abajo el vértigo le hacía temblar, y con el estómago revuelto cerraba los ojos al parar en seco:
- ¡¡Rex, no mires abajo!!- le gritaba Cristal desde el balcón.
- ¡¡No, no puedo…!!- respondió él, asustado- ¡¡no puedo hacerlo!!
La princesa acabó enfurecida, ya que el can apenas había avanzado cinco metros mientras que Alana casi había llegado a la otra torre:
- ¡¡Maldito perro asqueroso, como no sigas adelante te juro que la te va a matar soy yo!!
A pesar de su miedo, Rex logró armarse de valor. Continuó avanzando por la cuerda todo lo rápido que le permitían sus patas, y procurando no mirar abajo. Cuando vio que su compañero estaba a mayor distancia, Cristal no esperó más. La chica con coletas se colgó se la cuerda y avanzó rápidamente hasta alcanzarlos:
- ¡¡Rápido, deprisa!!- gritaba ella.

Cuando iban aproximadamente por la mitad, la puerta de la habitación de Cristal se vino abajo, junto con el armario, y la estancia se llenó de guardias:
- ¿¡Dónde están!?- preguntó uno, mirando en todas direcciones.
- ¡¡Mirad, en el balcón!!- exclamó otro- ¡¡allí están!!
Los centinelas no tardaron en darse cuenta de las intenciones de los prisioneros fugados. Con un fuerte corte de hacha, un guardia cortó el extremo de la cuerda atada al balcón. Cristal los vio detrás de ella anticiparse a su movimiento, y avisó a sus amigos:
- ¡¡Agarraos fuerte!!
El pánico cundió cuando los tres sintieron la poderosa fuerza de gravedad que los atraía al suelo. El estómago les subió de repente a la garganta mientras caían y trataban de aferrarse con todas sus fuerzas a la gruesa cuerda de la que dependían sus vidas, cuyo otro extremos afortunadamente seguía enganchado a la torre vecina. Tras un duro golpe con la pared de piedra de la torre objetivo, el grupo soltó la cuerda y los tres cayeron encima de una enorme carreta de paja.

Tardaron unos segundos en recuperarse del susto y de dejar de darle vueltas la cabeza. Cuando volvieron a la normalidad dieron las gracias a los dioses, bajaron de la carreta y corrieron rumbo a la gran verja de acero. Por suerte, los guardias que vigilaban los patios exteriores del castillo habían recibido órdenes del rey de buscar a la princesa por el interior de la fortaleza de piedra. El lugar estaba desierto, tenían el paso libre antes de que los centinelas volvieran, quizá la única oportunidad que tenían para salir de allí. Tan sólo la verja de acero los separaba de la libertad:
- ¡¡Corred!!- animaba Cristal, con una sonrisa- ¡¡ya casi estamos fuera!!

Sin embargo, y para sorpresa de los tres miembros del grupo, se detuvieron cuando una majestuosa carroza se interpuso en su camino. De ella salieron los reyes, acompañados del príncipe Dorle. Éste último llevaba una máscara que le cubría el rostro y representaban el último obstáculo para escapar de Oblivia:
- ¡¡Cristal, no hagas esto más difícil!!- dijo el rey Arturo- ¡¡te ordeno que te detengas y vuelvas al castillo de inmediato!!
- ¡¡No…ya estoy harta de escucharte y de obedecer tus órdenes!!- gritó ella- ¡¡Esta vez no…nunca más!!
Arturo, frustrado y furioso, apretó los puños mientras decía:
- Hasta ahora he sido bueno contigo…siempre te he dado todo lo que una chica de la alta sociedad se merece…durante todos estos años te lo he dado todo con mi inmensa fortuna… ¿para qué? ¿Para qué ahora me rechaces y me des la espalda después de todo lo que he hecho por ti?
- Esto es distinto, papá…- dijo la princesa- puedo ayudarte en cualquier cosa que me pidas…menos en casarme con ése.
- ¿¡Es que todavía no lo entiendes!? ¡¡se acerca una guerra y no tenemos tiempo…necesitamos casaros a ambos para destruir la leyenda de los príncipes y acabar con el sufrimiento que vivieron nuestros antepasados y que vivirán las generaciones futuras!!

La chica con coletas bajó por un momento la cabeza, cerrando los ojos. Conocía de sobra el importante papel que desempeñaba ella en aquel compromiso, y de lo mucho que saldrían beneficiados no sólo su reino, sino el mundo entero. Por fin se rompería la maldición, el horrible legado que les habían dejado los dos primeros príncipes de Limaria. Se acabarían las guerras y se salvarían millones de vidas inocentes futuras. Sin duda, una buena decisión para una mayor paz en el mundo.
Sin embargo, la lealtad y la confianza que les había demostrado sus amigos también suponían un peso importante. Pudiendo haber seguido su camino, Alana y Rex decidieron volver atrás para rescatarla, no la dejaron sola. Aquella mujer y aquel perro estaban dispuestos a luchar por ella y protegerla, y estuvo casi segura de que Jack y los demás harían lo mismo en esa situación. Sabía que no le mentirían sin una buena razón, de modo que finalmente levantó la cabeza y abrió los ojos, firme y decidida:
- El que no lo entiendes eres tú, papá…- y luego se dirigió a la reina Aurora- ¿aún no le has mirado a los ojos, mamá? ¿Realmente estás segura de que este hombre quiere acabar con la maldición?

Aquellas palabras dejaron por un momento sin habla tanto a los reyes como al príncipe Dorle, y la chica con coletas pudo intuir tras esa máscara una expresión de frustración radiante. La reina cayó en la cuenta de lo que intentaba decirle su hija, y por primera vez se dirigió a su invitado, con semblante serio:
- Vuestra máscara me desconcierta, Dorle… ¿por qué ocultáis vuestro rostro a la luz de la luna?
Ante la sospecha cada vez mayor de Aurora, Arturo trataba de defender a su huésped. Además de la paz mundial, el continente este les había prometido muchísimas riquezas de las que ellos nunca tendrían, y tenía que tratar de llevar por buen cauce la relación con el invitado antes de la boda:
- Cariño, el príncipe Dorle representa una gran autoridad en el continente este…oculta su rostro en nuestro territorio para que los oestianos no intenten producirle males…ya sabes que algunos de los nuestros siguen sin tolerar este matrimonio.
En ese momento intervino el invitado, que con voz tranquila y pasiva pronunció:
- Con el debido respeto, majestad…no creo conveniente hacer caso a las palabras necias de su hija. Comprendo cómo debe sentirse ante este problema…muchas veces dice tonterías sin sentido debido a que todavía no ha asumido su destino.

La reina Aurora seguía sin convencerle aquel yerno para su hija, que lo miraba de forma sospechosa. Viendo que sus palabras no habían servido para desenmascarar las intenciones de Dorle, y que su padre había recuperado el control de la situación, Cristal cambió de expresión a furia. Tan sólo había una forma de demostrar que ella tenía razón. Sacó de su mochila la estrella ninja que siempre solía usar como arma, y corrió enfurecida a atacar al enemigo:
- ¡¡Eres un maldito impostor y ten por seguro que lo voy a demostrar!!
Los reyes se alejaron varios metros tras un gesto del príncipe, que desenfundó su espada de acero y se puso en guardia:
- Su hija no me deja más remedio que abatirla.
- Haz lo que tengas que hacer- ordenó el rey Arturo.
- ¡¡Cristal, no!!- exclamaron Alana y Rex.

Pero ya era demasiado tarde. La princesa llegó hasta él e intentó atacarlo con la estrella ninja. El choque entre hojas de acero se produjo de forma irremediable y ambos combatientes de encontraron cara a cara, en un bloqueo:
- Cariño, cuánta agresividad…esto es muy poco femenino para una princesa- dijo Dorle, con una media sonrisa maléfica- no me obligues a hacerte daño antes de la boda.
- ¡¡Cállate!!- gritó Cristal- ¡¡jamás me casaré contigo!!
La chica intentó nuevamente atacarle con una serie de movimientos ofensivos formados por puñetazos, patadas y ataques con su arma, mientras que Dorle los esquivaba y bloqueaba sin mucha dificultad. Un movimiento en falso le permitió al enmascarado golpear a Cristal con el puño de su espada en una pierna y hacerle perder el equilibrio. Para sorpresa de la chica, otro rápido puñetazo en la cara la envió rodando por el suelo:
- ¡Aero+!- exclamó Dorle, con su brazo extendido y la palma de la mano abierta.
Una fuerte ráfaga de aire la empujó volando hasta un establo cercano vacío, que lo destrozó mientras las tablas de madera le caían encima:
- ¡¡Cristal!!- gritaron sus amigos, preocupados.
Para los reyes, era muy duro ver sufrir a su hija de aquella manera., pero ambos sabían que era por su bien. Aurora no podía soportar ver a Cristal recibiendo daños, y en más de una ocasión trató de intervenir, pero Arturo se lo impedía. Le decía que era necesario por la paz mundial, y que tenía que ser fuerte, por los dos y por ella.

La chica con coletas se levantó, apartando los escombros de madera que la ocultaban, y con varios rasguños por todo el cuerpo. Le dolían la pierna y la cara, pero aún así no cejó en su empeño por continuar el combate:
- No me rendiré…- dijo la princesa, en voz baja- eso nunca…
La chica volvió a correr hacia su oponente, y al llegar al centro del patio enlazó la magia Piro a su estrella ninja, la cual lanzó con fuerza directa a Dorle:
- ¡¡Chúpate esta, desgraciado!!- gritó ella.
Para sorpresa de todos los presentes, el enmascarado detuvo sin problemas la estrella llameante con su espada, y ésta cayó clavada en el suelo frente a él. Rió por lo bajó, oculto tras la máscara, y luego dijo:
- Cariño… ¿cuándo aprenderás que nunca podrás vencerme?
El príncipe recogió el arma de la chica, aún en llamas, y se preparó para lanzársela:
- ¡Toma, te devuelvo el regalo de boda!
Dorle lanzó con fuerza la estrella ninja llameante a Cristal, y ésta consiguió esquivarla a tiempo a pesar de que una de sus afiladas puntas le rajó una pierna y le quemó un brazo. La princesa cayó herida mientras la sangre brotaba de sus heridas:
- ¡¡Cristal!!- gritaron Alana y Rex.

- ¡¡Ya es suficiente!!- ordenó el rey Arturo- ¡¡no sigas, Dorle!!
El enmascarado enfundó su espada. Había debilitado a la princesa y acabado con sus intenciones de escaparse de Oblivia. Era sólo cuestión de minutos que llegaran los guardias y los apresaran a ella y a sus amigos. Sonrió satisfecho al saber que su plan seguía correctamente, y que tan sólo tenía que esperar varias horas para casarse con Cristal y llevar a cabo lo planeado con la reina Venigna:
- Como ordenéis, majestad.

En ese momento su sonrisa maléfica desapareció de su cara. Al mirar abajo pudo ver una espada ensangrentada que atravesaba su estómago. Todos los presentes palidecieron con la boca abierta al ver los acontecimientos. Tras el príncipe Dorle se encontraba un joven empuñando una siniestra espada, aparecido de la nada.
Tenía el pelo corto de un color gris oscuro. Tras sus gafas redondas se encontraban unos ojos inundados de oscuridad y un rostro serio y frío dibujaba su cara. Vestía un traje negro igual al de Magno y Helio:
- ¡¡Es…es de la organización Muerte!!- exclamó Rex, completamente perplejo.
El príncipe Dorle, escupiendo espumarajos de sangre por la boca, dijo:
- Maldito…traidor…
El misterioso joven le quitó la espada ensangrentada por la espalda, mientras Dorle caía al suelo al mismo tiempo que su máscara. Antes de exhalar su último soplo de vida y de morir definitivamente, la reina Aurora vio por primera vez los ojos de su invitado, y el horror la invadió por dentro mientras se llevaba las manos a la boca. Había descubierto el corazón oscuro del príncipe estiano, y sus verdaderas y malignas intenciones contra el reino de Oblivia. Fue entonces cuando comprendió las palabras de su hija, y de lo que había tratado de decirles todo ese tiempo.

Ante el asombro de los reyes y la conmoción general de los presentes provocada por su actuación, el chico misterioso dio media vuelta y lanzó un poderoso ataque mágico contra la verja de acero, la cual alcanzó y destruyó en mil pedazos.
Alana y Rex no perdieron tiempo, sabían que aquella era una oportunidad única. Aunque aquel chico fuera otro enemigo más, estaba claro que por alguna extraña razón, los estaba ayudando a escapar. Ambos corrieron hasta llegar a la princesa justo cuando los cientos de guardias salían al patio a apresarlos, y la sanaron rápidamente con la magia Cura:
- ¡¡Vamos Cristal, corre…huyamos antes de que nos alcancen!!- gritaba Rex.
La chica con coletas, aún aturdida por los últimos acontecimientos, tardó varios segundos en reaccionar. Se levantó con la ayuda de sus amigos y los tres corrieron directos a la salida a toda prisa.

Al pasar a un lado del misterioso miembro de la organización Muerte, éste se quedó mirándolos fijamente durante su huida sin impedírselo, y no volvieron la vista atrás para ver cómo desaparecía a través de un agujero oscuro, antes de que los guardias lo apresaran.
La princesa no dejaba de darle vueltas a la cabeza sobre lo que suponía la reciente muerte del príncipe Dorle, y de las consecuencias que ello tendría en el pacto entre Oblivia y el continente este. Un mal presagio la invadía por dentro, y sentía que lo que acababan de presenciar no era más que el inicio de otra de las tantas guerras que habían librado sus antepasados mucho tiempo atrás.