domingo, 14 de octubre de 2012

Capítulo 28: Escape de la prisión de Oblivia


Capítulo XXVIII
ESCAPE DE LA PRISIÓN DE OBLIVIA
- ¿¡Qué!?- gritó la sombra, furiosa.
- Así es, señor…- repitió Magno, seriamente- Asbel ha caído, al igual que Lectro…después de todo, no era tan poderoso como parecía.
La oscuridad apretó los puños, emanando una increíble cantidad de tinieblas que se expandía rápidamente por todos los rincones de la sala del trono, y lo envolvía todo a su paso. Sin embargo, el líder de la organización Muerte logró calmarse y controlar su mal humor. Antes de que toda la estancia se tiñera de absoluta oscuridad, las tinieblas se detuvieron y retrocedieron hasta volver al trono de dónde provenían. La sombra pareció tranquilizarse, tras respirar hondo profundamente:
- ¿Qué se podía esperar de un mortal? Sus capacidades y poderes son tan limitados que los hacen utópicamente incapaces de alcanzar el verdadero poder…
Tras un breve silencio, en el que la sombra hizo aparecer con un gesto de mano un tablero de ajedrez frente a él, Magno preguntó:
- ¿Qué hará ahora, señor?
Un caballo negro fue atacado por otro blanco, que lo lanzó fuera del tablero y desapareció envuelto en tinieblas. Las fichas blancas iban ganando terreno y acorralando a las negras. A lo lejos, en el otro extremo del tablero, se encontraban el rey y la reina blanca:
- De momento dejaremos a un lado a los elegidos…- respondió la sombra, en tono de reflexión- tenemos que pensar en nuestro siguiente movimiento.
- ¿Pero no supondrán una amenaza en el futuro? Cada vez son más fuertes, y la clara prueba son Lectro y Asbel- explicó el hombre de negro- para cuando nos enfrentemos a ellos, quizá no podamos igualar su fuerza.
- Te preocupas demasiado, Magno…tranquilo, tarde o temprano morirán, ya sea a manos de ti o de Helio como en mis propias manos…al fin y al cabo son simples y frágiles mortales, por muy fuertes que sean, les será bastante difícil llegar hasta mí…y si lo consiguen, ten por seguro que desearan no haber nacido.
- Confío en su palabra, señor.
En ese momento apareció a pocos pasos del hombre de negro un agujero oscuro, del que surgió una figura humana. Sus caderas y cuerpo estilizado delataban una silueta femenina. Tenía la piel pálida y el color del cabello morado igual que sus ojos violeta. El sello maldito de Ludmort lucía en su cuello, al igual que el manto negro típico de la organización Muerte. La mujer aparentemente joven habló sensualmente dirigiéndose a su compañero:
- Magno, tan serio y misterioso como siempre.
- Sigues conservándote bien a pesar de tus setenta años, Venigna.
La mujer de negro sonrió maléficamente, tras pasar su lengua por los labios y saborearlos con gusto:
- Ya ves lo que puede hacer la sangre de una chica radiante de belleza…te mantiene joven y hermosa…
La oscuridad los irrumpió en ese momento, para tratar de asuntos más importantes. Sabía el motivo por la visita de la bruja, de modo que cortó el rollo y fue directamente al grano:
- Venigna, ¿cómo va el plan?
- Todo está saliendo tal y como lo habíamos planeado- sonrió maquiavélicamente la mujer de negro- tengo a todos los estianos comiendo de mi mano…realmente creen que soy la elegida enviada por los dioses, la que los guiará hacia la victoria- y luego añadió, con una sonrisa malvada- los humanos son tan ingenuos…
La sombra lo entendió como una buena señal, y sonrió también diabólicamente. Sus ojos rojos brillaban en medio de la oscuridad y su voz profunda resonó en toda la estancia:
- Muy pronto…la mayor y sangrienta guerra que Limaria ha tenido jamás tendrá lugar en el continente central…ambos territorios lucharán en una batalla a muerte a nivel mundial, y en medio de la tormenta de caos y dolor mucha gente morirá, mientras Ludmort llega al planeta y lo condena a su irremediable destino: el fin del mundo.
Magno y Venigna sonrieron de la misma forma. Se acercaba el principio de la gran guerra que marcaría el fin de Limaria.

Rex caminaba inquieto de un lado a otro por la celda. Sabía que les quedaban unas pocas horas de vida antes de que amaneciera y los ejecutaran. En aquella situación era imposible dormir, y ninguno de los dos acusados podía conciliar el sueño. Cada vez que pasaba al lado de la única ventana que los comunicaba con el exterior, el perro se paraba durante unos segundos y miraba el cielo nocturno, para luego retomar sus pasos al otro lado de la celda. Aquello molestaba mucho a Alana, que tras un rato de silencio sin hablar, al final rechistó sentada en un rincón:
- ¿¡Quieres parar de una vez!? ¡Me estás poniendo nerviosa!
El perro le devolvió la mirada, y no precisamente con buena cara. Al igual que ella, también estaba de los nervios:
- ¡No puedo tranquilizarme sabiendo que dentro de unas horas nos van a matar!
- ¡Pues al menos intenta morir con tranquilidad y dignidad, como hago yo!
- ¡Prefiero morir en el intento por salir de esta celda!- gruñó él.

En ese momento el can levantó una de sus orejas, alerta, indicando que había oído algo. El ruido provenía del exterior, de modo que se acercó a la ventana, y se puso a dos patas, asomando el hocico por entre las rejas. Lo que vio lo dejó sorprendido.
En el jardín de palacio, la alta verja de acero que protegía la entrada se había abierto, dejando paso a una lujosa carroza con un símbolo real diferente al del reino de Oblivia:
- Esa debe ser la carroza del príncipe Dorle- dedujo Rex.
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, que se levantó y fue a mirar por la ventana junto al perro.
Ambos vieron cómo se abría la puerta del vehículo, y de la carroza bajaba un apuesto un apuesto príncipe, con la misma sonrisa falsa que tenían el Conde Marchelo y su hija Floripondia. La pelirroja parecía embobada, y una sonrisa se dibujó en su cara al ver a Dorle:
- Aquí hay algo raro…- dijo Rex, pensativo- no es normal que el novio venga clandestinamente a estas horas de la madrugada, faltando aún muchas horas para la boda, y sin consentimiento del…
Calló en ese momento al ver, con la boca abierta, al mismísimo rey Arturo acercarse al patio al patio y recibir alegremente a su invitado. La reina Aurora no estaba allí presente con él:
- Esto tiene que ser un complot, algo que ni la propia reina sabe…- dijo el can- ¿pero por qué ocultárselo? ¿Acaso no es, después de todo, su futuro yerno?
Alana seguía embobada mirando al príncipe e ignorando completamente a Rex. Parecía hipnotizada:
- Por otro lado está la angustia y la desesperación del rey por casar a Cristal con ese príncipe. Nada más llegar, su padre ya ordenó la boda al día siguiente, e imagino que informó inmediatamente al novio para que viniera cuanto antes… ¿por qué tanta prisa en casarse? Eso es lo que no entiendo…- y luego se giró a sus compañera- ¿tú qué piensas de todo esto, Alana?
- Es tan guapo…- dijo la pelirroja, soñando despierta.
El perro se dio cuenta de que no le estaba prestando atención, y le pegó una colleja con su pata:
- ¡¡Alana, céntrate en salir de aquí!!- gritó Rex, enfadado.
- Lo siento…- respondió la piloto, con un chichón en la cabeza.

En ese momento, una nueva voz resonó por las frías y húmedas paredes de piedra, sorprendiendo al perro y a la mujer:
- Yo conozco la respuesta a tu pregunta, mamífero de cuatro patas.
Ambos dieron media vuelta, y palidecieron de forma radical. En la celda de enfrente había una sombra envuelta en harapos y ropa vieja y rasgada. A juzgar por su vestimenta, parecía tratarse de un mendigo. Lo más sorprendente y escalofriante es que Alana y Rex jurarían no haber visto a nadie en esa precisa celda cuando llegaron:
- Perdone, ¿qué ha dicho?- preguntó el perro, aún confuso.
- Que conozco la respuesta a tu pregunta- repitió nuevamente el desconocido- de hecho, soy el único que la sabe.
- ¿Quién es usted?- intervino alana, intrigada.
El desconocido ocultaba su rostro entre las sombras, y nadie podía verle:
- Mi identidad no importa…total, sólo me quedan unas horas de vida, al igual que vosotros, supongo.
- ¡Espere! Acaba de decirme que sabe la respuesta a mi pregunta- dijo el can, retomando el inicio de la conversación- ¿cuál es?
- La razón por la cual la boda entre la princesa Cristal y el príncipe Dorle debe ser inmediata.
- ¡Díganosla, por favor!- dijo Alana, con intriga.
El desconocido suspiró, y tardó unos segundos en hablar, antes de explicar:
- Todo se remonta a hace siglos de historia, cuando comenzaron a surgir los diferentes reinos medievales en Limaria, mucho tiempo atrás…
La mujer y el perro escucharon atentamente cada palabra que pronunciaba el desconocido, pues sabían que era importante:
- De los tantos mitos y leyendas que envuelven este mundo, hay una antigua leyenda en Limaria que dice había un único y poderoso reino gobernando el mundo entero. En dicho reino había un rey que tenía dos hijos, ambos gemelos: los dos príncipes. Éste rey tenía el absoluto gobierno en toda Limaria, no había otro con tanta grandeza como él, ni tan siquiera riqueza a la altura de la suela de sus zapatos…
- ¡Espere, espere!- intervino Rex- ¿a qué viene toda esa historia? ¿Qué tiene que ver eso con la boda de Cristal?
A pesar de no verle la cara, bastó el silencio para indicar que su compañero de prisión no estaba dispuesto a tolerar interrupciones. Alana le chistó al perro para que se callara, y luego respondió:
- ¡Continúe, por favor!- indicó ella- ¡no le interrumpiremos más!
Al cabo de unos segundos, el desconocido retomó su explicación por dónde la había dejado, y siguió hablando tranquilamente:
- Al cabo de los años, murió el rey más rico y poderoso que había tenido Limaria en toda su historia, y en su testamento no certificó con claridad quién de sus dos hijos reinaría por siempre en su trono. Esto lleva, claro está, a la confusión, el caos y la incertidumbre, y por lo tanto era de esperar que los dos príncipes se enfrentaran en varias ocasiones por ser el sucesor de la corona, quedando siempre en empate…
Alana y Rex siguieron escuchando, con muchas preguntas en sus cabezas queriendo formularlas, pero que por respeto decidieron esperar a que terminara de contar la historia:
- Viendo que los dos solos estaban igualados en fuerza y poder, y que de seguir así nunca resolverían el conflicto, ambos decidieron separarse y crear cada uno su propio ejército de combate, con el que algún día ganarían al otro y se autoproclamaría rey absoluto de Limaria.

El desconocido hizo una pausa, y tras un breve silencio, continuó:
- Uno de ellos se apropió y estableció sus dominios en las lejanas y hermosas tierras del continente oeste, y de ahí nacieron los oestianos, sus principales habitantes natales. El otro hizo lo mismo con las áridas y secas tierras del continente este, y a los habitantes nacidos en ella los llamaron estianos.
Hubo un silencio, en el que la pelirroja y el perro comprendieron que era un breve momento para hacer preguntas. El desconocido también quería asegurarse de que habían entendido la historia:
- ¿Y se supone que nosotros…somos los oestianos?- preguntó el perro, pensativo- quiero decir… ¿el rey Arturo y todos los que habitan en este territorio?
- Así es…- afirmó el mendigo, con el rostro cubierto por las sombras.
Comprendió entonces que no se habían perdido del hilo de la historia, y se dispuso a contar el final de la misma:
- La batalla entre ambos herederos continuó ferozmente, incluso después de la muerte de los dos, al mismo tiempo…se les había inculcado tanto la idea de luchar y pelear a sus ciudadanos por la patria, que ellos mismos perdieron la noción de la paz, el significado de ser personas…y continuaron enfrentándose, a pesar de que lo que dio origen al conflicto ya no existía…
Alana y Rex palidecieron con la boca abierta, al oír lo siguiente:
- Y esta situación continúa hoy día en Limaria, después de muchos siglos de historia…los actuales continentes este y oeste son los reinados de los antiguos príncipes, que lamentablemente aún conservan sus espíritus de lucha, y siguen peleando en una guerra eterna, que continuará igual hasta el final de los tiempos…- y luego añadió, para acabar- se dice que algún día, tarde o temprano, llegará el momento en que uno de los dos bandos ganará, y pondrá fin a esta horrible pesadilla…la leyenda de la que os hablo, no es otra que una de las más conocidas en Limaria…y a la que muchos han llamado la “leyenda de los príncipes”.

Fue entonces cuando finalmente el desconocido terminó de hablar, y durante unos segundos de silencio, la mujer y el perro trataban de asimilar toda la información recogida:
- Ahora lo entiendo todo…- comentó Alana, asombrada- por eso el rey Arturo quiere casar cuanto antes a Cristal con ese príncipe…
En ese momento el perro recordó el símbolo real de la carroza del invitado, y era diferente al del reino de Oblivia:
- Dorle es un príncipe estiano…- reflexionó Rex- lo que pretenden los reyes de Oblivia es romper y acabar de una vez con la maldición de la guerra…si se uniesen ambos reinos en uno sólo, terminaría la leyenda de los príncipes de una vez y para siempre.

Alana, sin embargo, seguía pensativa. Formuló la pregunta a la duda que seguía sin comprender:
- Sigo sin entender una cosa… ¿por qué le han encerrado aquí? Recuerdo que usted dijo que era el único que lo sabía… ¿el qué?
El desconocido supo a lo que se refería, y tardó un poco en responder:
- Que el príncipe Dorle en realidad quiere apoderarse de Oblivia.
- ¿¡Qué!?- exclamaron la pelirroja y el perro.
- Lo que oís…bajo esa apariencia afable y simpática se esconde un vil villano, esperando el momento de dirigir este reino a su voluntad.
- ¡Eso es imposible!- negó Rex- ¡pero si el rey persona lo trata como a un hijo suyo…de ser así, nunca le habría dado ni en sueños la mano de la princesa Cristal!
El mendigo soltó un par de carcajadas y risas por lo bajo, en medio de la oscuridad, antes de responder:
- Ilusos…para eso existen las mentiras y las falsas promesas…
- ¿Quiere decir entonces que Dorle mintió al rey para que accediera a que su hija se casara con él?- preguntó Alana, perpleja.
- Así es…y la inocencia del rey Arturo es lo que llevará a este reino a su completa y absoluta destrucción…y para cuando se dé cuenta, ya será demasiado tarde…
Rex volvió a intervenir en ese momento:
- Pero… ¿¡y la reina Aurora!? ¿¡Por qué no sabe nada de todo esto!?
- El mismo Dorle le pidió al rey no verla hasta la ceremonia del matrimonio…porque sabe que si ella lo mira a los ojos, descubrirá sus malignas y auténticas intenciones.
- ¿Cómo va a saberlo con solo mirarlo a los ojos?
- Porque ella es una maga blanca, y le basta con mirar detenidamente a los ojos para sentir qué tan puro u oscuro es el corazón de cada persona.
- ¿¡Qué!?- volvieron a exclamar los dos, con la boca abierta.

Alana y Rex se llevaban una sorpresa tras otra. Ahora entendían por qué la chica con coletas podía enlazar diferentes magias elementales a su arma y provocar ataques el doble de letales. Aunque no fuera una maga plena y completa, por sus venas corría sangre mágica. Había heredado una pequeña parte de los poderes mágicos de su madre:
- La malvada reina del continente este hizo pasar a Dorle por su hijo, y de esa forma proponerle a los reyes la idea de acabar de una vez y para siempre con el conflicto de la maldición…pero lo que en realidad busca es la destrucción definitiva de Oblivia y el continente oeste, desde su interior.
La mujer y el perro se quedaron atónitos al oír aquello. Alana apretó los puños y gruñó de rabia:
- ¿¡Pero cómo se puede ser tan mala!? ¡¡si la tuviera delante, le reventaría la cara a base de puñetazos!!
- ¿Y quién es la reina del continente este?- preguntó Rex, también conteniendo rabia e ira en su mirada.
El desconocido tardó en responder:
- Todos la conocen como…Venigna.
- ¿Y ella es la que ha planeado todo esto?- exclamó Alana.
El mendigo asintió con la cabeza:
- Es la líder y soberana de los estianos…muchos de ellos la consideran un ser sobrenatural, puesta que usa la magia negra…con fines malignos, claro está.
- ¿Es que acaso es…?
- En efecto…- es una auténtica bruja, aparentemente joven.
- ¿Aparentemente joven?- preguntó el perro, confuso- ¿qué quiere decir?
- Es que en realidad tiene setenta años.
- ¿¡Qué!?- exclamaron nuevamente Alana y Rex- ¿¡pero cómo puede ser eso!?
- Es simple…-dijo el mendigo- usa la sangre de mujeres bellas y guapas para mantenerse joven.
El perro estaba empezando a sospechar de toda la información que les estaba dando el misterioso mendigo, y supo que debía ser alguien cercano a la malvada reina:
- ¡Espere! ¿¡Quién es usted y cómo sabe todo eso!?
- Mi identidad no importa- respondió el misterioso desconocido- ahora tenéis que salir de aquí y rescatar a la princesa Cristal, antes de que sea demasiado tarde…
Oculto entre las sombras, el mendigo sacó un reluciente juego de llaves de entre sus harapos, y lo tiró al vuelo a la celda de Alana y Rex, que cayó en el suelo justo frente a ellos. La pelirroja y el can se agacharon a recogerlas mientras este último decía:
- ¡Espere! ¿¡Por qué nos ayuda!? ¿¡Qué es lo que pretende!?

El perro palideció al levantar la vista, igual que Alana. En la celda de enfrente no había nadie. El misterioso desconocido había desaparecido sin dejar rastro, de la misma forma que apareció de la nada. Ambos temieron que lo que vieron hace apenas unos segundos fuera un fantasma o una espeluznante visión del más allá, y un profundo miedo los invadió de repente, tras un escalofrío que recorrió toda su espalda.
Prefirieron no quedarse más tiempo en aquel escalofríante lugar, de modo que actuaron de inmediato. La pelirroja abrió la puerta de la celda que los retenía con las llaves recibidas, y las dos corrieron hasta desaparecer subiendo las escaleras al final del pasillo. Tenían que informar a Cristal de todo cuanto habían oído y salir de aquel castillo medieval antes del amanecer.

Mientras tanto, Cristal lloraba en silencio en su habitación, con la cabeza hundida entre las muchas almohadas de su cama. Estaba demasiado triste y deprimida como para levantarse, y decidió quedarse allí encerrada, ajena al horrible y cruel mundo exterior que la rodeaba. La habían cerrado bajo llave y se encontraba en lo alto de una torre, sin su mochila ni armas. En aquella situación sentía que no podía hacer nada para ayudar a sus amigos, y que lo mejor era quedarse allí sin oponer resistencia. Su vida estaba injustamente condenada para el resto de sus días y no tenía ánimos para nada.
De repente levantó la cabeza al oír un sonido que le resultaba familiar, y que hacía años que no escuchaba. Una bonita y suave melodía se activó misteriosamente de la caja de música de su mesa de noche, que se abrió por razones desconocidas y que ella no había tocado en ningún momento.
La chica con coletas miró asombrada a las pequeñas figuras en miniatura, un príncipe y una princesa, que bailaban entrelazados dando vueltas al ritmo de la música, dentro de la caja:
- ¿Quién le ha dado cuerda?- preguntó ella, en voz baja.
Aquella dulce melodía le traía muchos y bonitos recuerdos de su infancia, de cuando era pequeña. Fueron sus padres los que le regalaron aquella caja de música con tan sólo cinco años, y con la cual se dormía plácidamente cada noche escuchando su suave sonido, parecido al de una nana. Aquel objeto tenía un gran valor sentimental para ella, y en ese momento una media sonrisa nostálgica se dibujó inocentemente en su rostro:
- Mamá…papá…
En ese instante, un tenue y débil haz de luz brilló fugazmente dentro de la caja, junto a las figuras diminutas, que llamó la atención de la princesa:
- ¿Pero qué…?
Se levantó, secándose las lágrimas, y se acercó a la caja de música. Descubrió asombrada que la luz provenía de un pequeño objeto que brillaba débil e intermitentemente con el color del más reluciente zafiro y de los diferentes tonos del fondo del mar. Se trataba de una pequeña esfera azul celeste:
- ¿Qué es…esto?
Fue entonces cuando recordó que aquel objeto se lo había dado un viejo amigo de la  familia a su padre hace bastantes años, un multimillonario caza tesoros, que lo consideraba inútil e inservible. Al rey Arturo tampoco le pareció gran cosa, y viendo que no le servía para nada, se lo dio a su hija como regalo de cumpleaños cuando ésta apenas tenía siete años. Desde entonces lo mantenía guardado en su caja de música, cuya esfera observaba a veces antes de dormir.
Sin embargo, nunca antes lo había visto brillar, y la inquietud y la confusión la invadían. Era la primera vez que la veía brillar:
- ¿Qué es lo que eres exactamente?- le preguntó ella, perpleja, mientras se llevaba el objeto esférico a sus manos.

En ese momento oyó abrirse lentamente con un chirrido la puerta de su habitación y dio media vuelta, sorprendida. Pasaron varios segundos de silencio y nadie aparecía en la entrada de su dormitorio, lo que la dejaba todavía más perpleja y confusa:
- ¿Hola?- dijo ella, con inseguridad- ¿Hay alguien ahí?
No hubo respuesta. Antes de que realizara algún movimiento, una misteriosa voz resonó como un ligero susurro en toda la estancia, alertando a la chica:
- Ve…tus amigos te están esperando…
Sin pensárselo dos veces, la princesa guardó la pequeña esfera en uno de sus bolsillos, y corrió hasta la puerta, directa a la salida. No dejaba de preguntarse de quién sería la voz que le susurró, y que seguro había sido esa persona la que había dado cuerda a la caja de música, pero en cualquier caso tenía vía libre y no estaba dispuesta a perder la quizá única oportunidad de escaparse nuevamente.
Su mayor sorpresa la encontró fuera de su dormitorio, y que la dejó con la boca abierta. Los guardias que la custodiaban se hallaban tumbados en el suelo, inconscientes. Estaba claro que alguien los había dejado fuera de combate, y debía ser muy fuerte. Sonrió de oreja a oreja al ver su mochila sobre una hermosa y exquisita bandeja de plata, frente a la puerta y con una misteriosa nota que decía:
“Reúnete con tus amigos y escapad de Oblivia, antes de que sea demasiado tarde”
No tenía firma, y tampoco le hacía falta. La princesa había captado el mensaje y sabía lo que tenía que hacer. Sea quien sea, alguien los estaba ayudando, y no conocían ni su identidad ni los motivos que lo llevaban a actuar. La chica ajustó sus coletas, cogió la mochila y asintió firme con la cabeza, antes de salir corriendo escaleras abajo. Tenía que encontrar a Rex y Alana cuanto antes.

La mujer y el perro tuvieron muchas dificultades para correr sin ser vistos por entre los pasillos y escaleras del castillo de Oblivia. Sin embargo, y a diferencia de la anterior infiltración, en aquella ocasión contaban con la ventaja de ser de noche, ya que les resultaba más efectivo ocultarse detrás de estatuas y columnas. Su objetivo era llegar a lo alto de la torre dónde se encontraba la habitación de Cristal, y la tenían más o menos situada. En su anterior recorrido clandestino por el palacio habían registrado la mitad de las torres, y sólo una era la más próxima al ala de los reyes.
Todo parecía marchar bien hasta que, en el último tramo, un guardia los vio correr antes de subir unas escaleras, y los detuvo alzando la voz:
- ¡Eh, vosotros!
Rex y Alana, camuflados en la oscuridad, no eran más que dos sombras con figura humana y canina. Desde su posición, el guardia no podía distinguirlos con claridad:
- ¿Quiénes sois?- preguntó, sospechando de ellos- ¿Qué hacéis aquí a estas horas de la madrugada?
Cuando el centinela empezó a caminar hacia los sospechosos, éstos no se lo pensaron más. Sabían que de no actuar en ese momento, los descubrirían sin remedio. Ambos corrieron escaleras arriba, dejando a su opresor con la palabra en la boca:
- ¡Eh, volved aquí!
En ese momento otro guardia, que venía corriendo de los calabozos, se acercó al primero gritando:
- ¡¡Los prisioneros se han escapado!!
- ¿¡Qué!?- exclamó el que los había visto, que luego volvió la mirada en la dirección en la que partieron las sombras- ¡¡pero entonces esos eran…!!

No tardó en darse la alarma de fuga, y la noticia corrió rápidamente de boca en boca por todo el castillo. En cuestión de pocos minutos, más de cincuenta soldados se unieron en la búsqueda de los retenidos, registrando cada rincón de la fortaleza, y despertando a los que en ella vivían. Los reyes enseguida se enteraron de la noticia, al igual que el invitado especial y el resto de sirvientes del castillo:
- ¡¡Los prisioneros se han escapado!!- dijo uno- ¡¡hay que atraparlos!!
- ¡¡Están subiendo la torre de la princesa!!- dijo otro- ¡¡cogedlos!!

Alana y Rex subían corriendo lo más rápido que podían las escaleras de la torre en la que debía estar Cristal, agotados y jadeando del cansancio. Llevaban ya un rato pisando escalón tras escalón, y llegaron a pensar que aquellas escaleras interminables no iban a acabar nunca. Los gritos de los guardias que los seguían un par de pisos más abajo, cada vez más cerca, indicaba que los estaban alcanzando poco a poco.
Cuando estaban a mitad de camino, se encontraron con su amiga, bajando las escaleras, y ésta sonrió al verlos:
- ¡¡Rex, Alana!!
Los dos pasaron a ambos lados de ella mientras gritaban:
- ¡¡Corre!!
El rostro de Cristal palideció al mirar abajo. Más de veinte guardias subían rápidamente por la escalera de caracol, armados hasta los dientes, gritando de furia y con cara de pocos amigos. La mujer y el perro se sorprendieron cuando la princesa los adelantó a los dos por en medio gritando, de tres en tres escalones, y corriendo a la velocidad de la luz:
- ¡¡Yo primero!!- gritaba ella, presa del pánico.
Tras una larga serie de escalones aparentemente eternos, finalmente los tres llegaron a lo más alto de la torre. En cuanto entraron en la habitación de Cristal, cerraron la puerta a toda prisa y colocaron algunos mobiliarios delante de ésta:
- ¡¡Esto al menos los detendrá durante unos minutos!!- dijo la pelirroja, que con la ayuda de Rex, empujaron un enorme armario.
- ¡Menos mas que estáis bien!- suspiró aliviada la chica con coletas- ¿¡cómo habéis conseguido encontrarme!?
- ¡Ésta era la última torre que nos faltaba por mirar!- respondió el perro, que luego recordó lo importante- ¡¡Cristal, escúchame…el príncipe Dorle no es tan buena persona como aparenta…en realidad quiere casarse contigo para destruir Oblivia!!
- ¿¡Qué!?- exclamó ella, perpleja- ¡¡no puede ser…mi madre habría visto sus intenciones y nada de esto se habría preparado para la boda!!
- ¡¡El caso es que la reina Aurora aún no le ha visto la cara, y mucho menos sus ojos!!- explicó Alana- el rey Arturo y él lo tenían todo preparado para después de la boda… ¡¡tu madre aún no sabe nada de él!!
- ¿¡Qué!?
- ¡¡Por favor, Cristal, tienes que creernos!!- exclamó Rex.

En ese momento la puerta de la habitación comenzó a ser golpeada y sacudida violentamente. Por suerte, el armario bloqueaba el paso a los guardias que se encontraban detrás de la puerta:
- ¡¡Mierda, ya están aquí!!- exclamó Alana- ¡¡y encima no hay salida…estamos atrapados!!
Cristal pensó rápidamente en algo, mientras observaba toda la habitación a su alrededor. Su única ventana al exterior era el balcón desde el que se podía ver todo el patio del castillo. Se asomó fuera, y una media sonrisa firme se dibujó en su cara al ver a varios metros de distancia otra torre de la misma altura, situada al otro lado del patio:
- ¡Sí que la hay!- confirmó ella, segura de sí misma.
Sus amigos se acercaron y Rex se asomó desde el balcón. Una sensación de vértigo y mareo comenzaron a invadirle por dentro. Estaban a una altura bastante considerable:
- ¿¡No pensarás en serio saltar desde aquí, verdad!?
- ¿¡Tienes una idea mejor!?- respondió la princesa.

Los golpes en la puerta eran cada vez más violentos, y el armario comenzaba a tambalearse de un lado a otro. La situación se complicaba y no les quedaba mucho tiempo antes de que el armario, y con él la puerta, cayeran abajo.
Cristal actuó rápidamente. Extrajo de su mochila “mágica” un arco y una gruesa cuerda resistente, la cual ató un extremo al balcón con un fuerte nudo, y el otro a una flecha del carcaj:
- ¿¡Cristal, pero qué haces!?- preguntó Alana, aguantando el armario con todas sus fuerzas- ¿¡Qué pretendes hacer con esa flecha!?
La chica ignoró la pregunta, tenía que concentrarse si quería acertar en su objetivo. Suspiró con calma, y tras apuntar con un ojo entrecerrado, disparó a la torre vecina, en la cual no había ningún guardia. El disparo resultó ser un éxito, ya que la flecha quedó incrustada en la pared de piedra, justo encima del balcón vecino. Tras comprobar que la cuerda se tensó y era segura, la princesa dijo a sus compañeros:
- ¡¡Vamos rápido, no nos queda tiempo!!
La puerta y el armario se encontraban en un estado crítico, no aguantarían mucho tiempo más. Alana, con un enorme esfuerzo de valor, fue la primera. Se subió al balcón, agarró la cuerda con las dos manos y tras el repentino susto de sentir el peso de su cuerpo en el aire, avanzó poco a poco por la cuerda:
- ¡¡Eso es Alana, sigue así!!- la animaba la chica con coletas desde el balcón- ¡¡sobretodo no mires abajo!!
La pelirroja estaba acostumbrada a las alturas, y el vértigo no le suponía ningún problema, ya que había nacido para volar. Trataba de concentrarse en llegar cuanto antes al otro extremo de la cuerda, mientras cruzaba el vacío bajo sus pies con la ayuda de sus brazos.
El problema lo tenía Rex, que a pesar de sus negaciones, se vio obligado a colgarse de la cuerda. Avanzaba lentamente y muy despacio, debido a su miedo a las alturas. Cada vez que miraba abajo el vértigo le hacía temblar, y con el estómago revuelto cerraba los ojos al parar en seco:
- ¡¡Rex, no mires abajo!!- le gritaba Cristal desde el balcón.
- ¡¡No, no puedo…!!- respondió él, asustado- ¡¡no puedo hacerlo!!
La princesa acabó enfurecida, ya que el can apenas había avanzado cinco metros mientras que Alana casi había llegado a la otra torre:
- ¡¡Maldito perro asqueroso, como no sigas adelante te juro que la te va a matar soy yo!!
A pesar de su miedo, Rex logró armarse de valor. Continuó avanzando por la cuerda todo lo rápido que le permitían sus patas, y procurando no mirar abajo. Cuando vio que su compañero estaba a mayor distancia, Cristal no esperó más. La chica con coletas se colgó se la cuerda y avanzó rápidamente hasta alcanzarlos:
- ¡¡Rápido, deprisa!!- gritaba ella.

Cuando iban aproximadamente por la mitad, la puerta de la habitación de Cristal se vino abajo, junto con el armario, y la estancia se llenó de guardias:
- ¿¡Dónde están!?- preguntó uno, mirando en todas direcciones.
- ¡¡Mirad, en el balcón!!- exclamó otro- ¡¡allí están!!
Los centinelas no tardaron en darse cuenta de las intenciones de los prisioneros fugados. Con un fuerte corte de hacha, un guardia cortó el extremo de la cuerda atada al balcón. Cristal los vio detrás de ella anticiparse a su movimiento, y avisó a sus amigos:
- ¡¡Agarraos fuerte!!
El pánico cundió cuando los tres sintieron la poderosa fuerza de gravedad que los atraía al suelo. El estómago les subió de repente a la garganta mientras caían y trataban de aferrarse con todas sus fuerzas a la gruesa cuerda de la que dependían sus vidas, cuyo otro extremos afortunadamente seguía enganchado a la torre vecina. Tras un duro golpe con la pared de piedra de la torre objetivo, el grupo soltó la cuerda y los tres cayeron encima de una enorme carreta de paja.

Tardaron unos segundos en recuperarse del susto y de dejar de darle vueltas la cabeza. Cuando volvieron a la normalidad dieron las gracias a los dioses, bajaron de la carreta y corrieron rumbo a la gran verja de acero. Por suerte, los guardias que vigilaban los patios exteriores del castillo habían recibido órdenes del rey de buscar a la princesa por el interior de la fortaleza de piedra. El lugar estaba desierto, tenían el paso libre antes de que los centinelas volvieran, quizá la única oportunidad que tenían para salir de allí. Tan sólo la verja de acero los separaba de la libertad:
- ¡¡Corred!!- animaba Cristal, con una sonrisa- ¡¡ya casi estamos fuera!!

Sin embargo, y para sorpresa de los tres miembros del grupo, se detuvieron cuando una majestuosa carroza se interpuso en su camino. De ella salieron los reyes, acompañados del príncipe Dorle. Éste último llevaba una máscara que le cubría el rostro y representaban el último obstáculo para escapar de Oblivia:
- ¡¡Cristal, no hagas esto más difícil!!- dijo el rey Arturo- ¡¡te ordeno que te detengas y vuelvas al castillo de inmediato!!
- ¡¡No…ya estoy harta de escucharte y de obedecer tus órdenes!!- gritó ella- ¡¡Esta vez no…nunca más!!
Arturo, frustrado y furioso, apretó los puños mientras decía:
- Hasta ahora he sido bueno contigo…siempre te he dado todo lo que una chica de la alta sociedad se merece…durante todos estos años te lo he dado todo con mi inmensa fortuna… ¿para qué? ¿Para qué ahora me rechaces y me des la espalda después de todo lo que he hecho por ti?
- Esto es distinto, papá…- dijo la princesa- puedo ayudarte en cualquier cosa que me pidas…menos en casarme con ése.
- ¿¡Es que todavía no lo entiendes!? ¡¡se acerca una guerra y no tenemos tiempo…necesitamos casaros a ambos para destruir la leyenda de los príncipes y acabar con el sufrimiento que vivieron nuestros antepasados y que vivirán las generaciones futuras!!

La chica con coletas bajó por un momento la cabeza, cerrando los ojos. Conocía de sobra el importante papel que desempeñaba ella en aquel compromiso, y de lo mucho que saldrían beneficiados no sólo su reino, sino el mundo entero. Por fin se rompería la maldición, el horrible legado que les habían dejado los dos primeros príncipes de Limaria. Se acabarían las guerras y se salvarían millones de vidas inocentes futuras. Sin duda, una buena decisión para una mayor paz en el mundo.
Sin embargo, la lealtad y la confianza que les había demostrado sus amigos también suponían un peso importante. Pudiendo haber seguido su camino, Alana y Rex decidieron volver atrás para rescatarla, no la dejaron sola. Aquella mujer y aquel perro estaban dispuestos a luchar por ella y protegerla, y estuvo casi segura de que Jack y los demás harían lo mismo en esa situación. Sabía que no le mentirían sin una buena razón, de modo que finalmente levantó la cabeza y abrió los ojos, firme y decidida:
- El que no lo entiendes eres tú, papá…- y luego se dirigió a la reina Aurora- ¿aún no le has mirado a los ojos, mamá? ¿Realmente estás segura de que este hombre quiere acabar con la maldición?

Aquellas palabras dejaron por un momento sin habla tanto a los reyes como al príncipe Dorle, y la chica con coletas pudo intuir tras esa máscara una expresión de frustración radiante. La reina cayó en la cuenta de lo que intentaba decirle su hija, y por primera vez se dirigió a su invitado, con semblante serio:
- Vuestra máscara me desconcierta, Dorle… ¿por qué ocultáis vuestro rostro a la luz de la luna?
Ante la sospecha cada vez mayor de Aurora, Arturo trataba de defender a su huésped. Además de la paz mundial, el continente este les había prometido muchísimas riquezas de las que ellos nunca tendrían, y tenía que tratar de llevar por buen cauce la relación con el invitado antes de la boda:
- Cariño, el príncipe Dorle representa una gran autoridad en el continente este…oculta su rostro en nuestro territorio para que los oestianos no intenten producirle males…ya sabes que algunos de los nuestros siguen sin tolerar este matrimonio.
En ese momento intervino el invitado, que con voz tranquila y pasiva pronunció:
- Con el debido respeto, majestad…no creo conveniente hacer caso a las palabras necias de su hija. Comprendo cómo debe sentirse ante este problema…muchas veces dice tonterías sin sentido debido a que todavía no ha asumido su destino.

La reina Aurora seguía sin convencerle aquel yerno para su hija, que lo miraba de forma sospechosa. Viendo que sus palabras no habían servido para desenmascarar las intenciones de Dorle, y que su padre había recuperado el control de la situación, Cristal cambió de expresión a furia. Tan sólo había una forma de demostrar que ella tenía razón. Sacó de su mochila la estrella ninja que siempre solía usar como arma, y corrió enfurecida a atacar al enemigo:
- ¡¡Eres un maldito impostor y ten por seguro que lo voy a demostrar!!
Los reyes se alejaron varios metros tras un gesto del príncipe, que desenfundó su espada de acero y se puso en guardia:
- Su hija no me deja más remedio que abatirla.
- Haz lo que tengas que hacer- ordenó el rey Arturo.
- ¡¡Cristal, no!!- exclamaron Alana y Rex.

Pero ya era demasiado tarde. La princesa llegó hasta él e intentó atacarlo con la estrella ninja. El choque entre hojas de acero se produjo de forma irremediable y ambos combatientes de encontraron cara a cara, en un bloqueo:
- Cariño, cuánta agresividad…esto es muy poco femenino para una princesa- dijo Dorle, con una media sonrisa maléfica- no me obligues a hacerte daño antes de la boda.
- ¡¡Cállate!!- gritó Cristal- ¡¡jamás me casaré contigo!!
La chica intentó nuevamente atacarle con una serie de movimientos ofensivos formados por puñetazos, patadas y ataques con su arma, mientras que Dorle los esquivaba y bloqueaba sin mucha dificultad. Un movimiento en falso le permitió al enmascarado golpear a Cristal con el puño de su espada en una pierna y hacerle perder el equilibrio. Para sorpresa de la chica, otro rápido puñetazo en la cara la envió rodando por el suelo:
- ¡Aero+!- exclamó Dorle, con su brazo extendido y la palma de la mano abierta.
Una fuerte ráfaga de aire la empujó volando hasta un establo cercano vacío, que lo destrozó mientras las tablas de madera le caían encima:
- ¡¡Cristal!!- gritaron sus amigos, preocupados.
Para los reyes, era muy duro ver sufrir a su hija de aquella manera., pero ambos sabían que era por su bien. Aurora no podía soportar ver a Cristal recibiendo daños, y en más de una ocasión trató de intervenir, pero Arturo se lo impedía. Le decía que era necesario por la paz mundial, y que tenía que ser fuerte, por los dos y por ella.

La chica con coletas se levantó, apartando los escombros de madera que la ocultaban, y con varios rasguños por todo el cuerpo. Le dolían la pierna y la cara, pero aún así no cejó en su empeño por continuar el combate:
- No me rendiré…- dijo la princesa, en voz baja- eso nunca…
La chica volvió a correr hacia su oponente, y al llegar al centro del patio enlazó la magia Piro a su estrella ninja, la cual lanzó con fuerza directa a Dorle:
- ¡¡Chúpate esta, desgraciado!!- gritó ella.
Para sorpresa de todos los presentes, el enmascarado detuvo sin problemas la estrella llameante con su espada, y ésta cayó clavada en el suelo frente a él. Rió por lo bajó, oculto tras la máscara, y luego dijo:
- Cariño… ¿cuándo aprenderás que nunca podrás vencerme?
El príncipe recogió el arma de la chica, aún en llamas, y se preparó para lanzársela:
- ¡Toma, te devuelvo el regalo de boda!
Dorle lanzó con fuerza la estrella ninja llameante a Cristal, y ésta consiguió esquivarla a tiempo a pesar de que una de sus afiladas puntas le rajó una pierna y le quemó un brazo. La princesa cayó herida mientras la sangre brotaba de sus heridas:
- ¡¡Cristal!!- gritaron Alana y Rex.

- ¡¡Ya es suficiente!!- ordenó el rey Arturo- ¡¡no sigas, Dorle!!
El enmascarado enfundó su espada. Había debilitado a la princesa y acabado con sus intenciones de escaparse de Oblivia. Era sólo cuestión de minutos que llegaran los guardias y los apresaran a ella y a sus amigos. Sonrió satisfecho al saber que su plan seguía correctamente, y que tan sólo tenía que esperar varias horas para casarse con Cristal y llevar a cabo lo planeado con la reina Venigna:
- Como ordenéis, majestad.

En ese momento su sonrisa maléfica desapareció de su cara. Al mirar abajo pudo ver una espada ensangrentada que atravesaba su estómago. Todos los presentes palidecieron con la boca abierta al ver los acontecimientos. Tras el príncipe Dorle se encontraba un joven empuñando una siniestra espada, aparecido de la nada.
Tenía el pelo corto de un color gris oscuro. Tras sus gafas redondas se encontraban unos ojos inundados de oscuridad y un rostro serio y frío dibujaba su cara. Vestía un traje negro igual al de Magno y Helio:
- ¡¡Es…es de la organización Muerte!!- exclamó Rex, completamente perplejo.
El príncipe Dorle, escupiendo espumarajos de sangre por la boca, dijo:
- Maldito…traidor…
El misterioso joven le quitó la espada ensangrentada por la espalda, mientras Dorle caía al suelo al mismo tiempo que su máscara. Antes de exhalar su último soplo de vida y de morir definitivamente, la reina Aurora vio por primera vez los ojos de su invitado, y el horror la invadió por dentro mientras se llevaba las manos a la boca. Había descubierto el corazón oscuro del príncipe estiano, y sus verdaderas y malignas intenciones contra el reino de Oblivia. Fue entonces cuando comprendió las palabras de su hija, y de lo que había tratado de decirles todo ese tiempo.

Ante el asombro de los reyes y la conmoción general de los presentes provocada por su actuación, el chico misterioso dio media vuelta y lanzó un poderoso ataque mágico contra la verja de acero, la cual alcanzó y destruyó en mil pedazos.
Alana y Rex no perdieron tiempo, sabían que aquella era una oportunidad única. Aunque aquel chico fuera otro enemigo más, estaba claro que por alguna extraña razón, los estaba ayudando a escapar. Ambos corrieron hasta llegar a la princesa justo cuando los cientos de guardias salían al patio a apresarlos, y la sanaron rápidamente con la magia Cura:
- ¡¡Vamos Cristal, corre…huyamos antes de que nos alcancen!!- gritaba Rex.
La chica con coletas, aún aturdida por los últimos acontecimientos, tardó varios segundos en reaccionar. Se levantó con la ayuda de sus amigos y los tres corrieron directos a la salida a toda prisa.

Al pasar a un lado del misterioso miembro de la organización Muerte, éste se quedó mirándolos fijamente durante su huida sin impedírselo, y no volvieron la vista atrás para ver cómo desaparecía a través de un agujero oscuro, antes de que los guardias lo apresaran.
La princesa no dejaba de darle vueltas a la cabeza sobre lo que suponía la reciente muerte del príncipe Dorle, y de las consecuencias que ello tendría en el pacto entre Oblivia y el continente este. Un mal presagio la invadía por dentro, y sentía que lo que acababan de presenciar no era más que el inicio de otra de las tantas guerras que habían librado sus antepasados mucho tiempo atrás.

1 comentario:

  1. Edu!!! Alá... es que te lo curras a más no poder. Hacía mucho que no me pasaba, bueno no tanto pero cuando pasé esto estaba parado y pensé donde se metió xD en fin aver si me busco un hueco para seguir leyendo que a este paso nose cuando será poque ya sabes que es la vuelta al cole y blablabla ocupación 120%.
    Un Saludo. :)

    ResponderEliminar