sábado, 27 de octubre de 2012

Capítulo 29: Reencuentro


Capítulo XXIX
REENCUENTRO
Tras salir de la ciudad olvidada y del bosque dormido, la entrada a éste se cerró para siempre. Al parecer, Marina, había hechizado a los robustos árboles para que éstos sólo se cerraran únicamente cuando sus compañeros salieran de la niebla. La maga sagrada lo tenía todo preparado para que sus amigos no quedaran atrapados de por vida en la ciudad olvidada. La última Numu que podía entrar en ese lugar murió en su ciudad natal, y su cuerpo descansaba ahora en la entrada de la tierra prometida. Eduardo sabía que con la extinción de la raza de magos sagrados, la entrada a la ciudad olvidada no volvería a abrirse nunca más.
Sin embargo, en aquellos momentos no podía pensar en otra cosa que no fuera Jack. Desde la tragedia de su amiga no había vuelto a ser el mismo, y sabía que por mucho que intentaran animarle, las cosas nunca volverían a ser como antes. Los dos jóvenes también habían sufrido enormemente la pérdida de Marina, y aunque les costara mucho, sabían que tenían que seguir adelante.
El dolor y la tristeza aún los golpeaban por dentro, y muchas veces soltaban lágrimas, pero al menos se esforzaban por andar. Al contrario que ellos, Jack ni siquiera se movía. Se negaba a comer y a beber lo que le ofrecían los dos elegidos, y como un peso muerto y la mirada perdida se quedaba sentado en cualquier parte del camino en la que paraban a descansar. La muerte de Marina le había afectado tanto que incluso perdió las ganas de vivir, y en su estado parecía una débil llama a punto de apagarse en cualquier momento.
Eduardo y Erika habían hecho un enorme esfuerzo para moverlo y hacerlo caminar. La voluntad de ambos fue lo que hizo caminar al mago a pasos lentos y pesados, y hacerlo salir de la ciudad olvidada. Incluso fue muy difícil separarlo del cuerpo inerte de Marina y sabían que de no ser por ellos, Jack se quedaría eternamente a su lado y tarde o temprano moriría de hambre.

Los dos jóvenes no pudieron sostener más tiempo el peso muerto del mago, ya que habían cargado con él todo el camino, y éste cayó de rodillas y con las manos apoyadas débilmente en el suelo. Las lágrimas salían sin parar de sus ojos tristes y apagados:
- Dejadme aquí…- pronunció débilmente Jack- ya no me importa nada…sólo quiero reunirme lo más pronto posible con Marina…
- ¿¡Estás loco!? ¡¡No vamos a dejarte aquí!!- respondió Eduardo.
- ¡¡Tienes que guiarnos hasta la montaña Conaga para recuperar la piedra angular!!- dijo Erika.
Jack los miró con profunda tristeza en sus ojos:
- Lo siento, chicos…he perdido mi única razón de vivir…me temo que tendréis que continuar sin mí…
La chica le espetó diciendo, con lágrimas en los ojos:
- ¿¡Acaso has olvidado la promesa de Marina!? ¿¡Qué pase lo que pase, nunca te rendirías en tu deber como guardián!? ¿¡Qué, a pesar de todas las dificultades, no abandonarías la lucha!?
El mago levantó la mirada, sorprendido:
- ¡¡Le prometiste que vivirías y seguirías adelante…que juntos salvaríamos Limaria!!
Jack calló por un momento, y tardó varios segundos en pronunciar:
- La…promesa…
Fue entonces cuando recordó el último minuto de vida de Marina, esos últimos segundos en los que ella, antes de morir, le hizo prometer que, pase lo que pase, seguiría viviendo, seguiría luchando, seguiría existiendo…por ello, y porque todavía tenía algo muy importante que hacer.
Pasaron unos segundos de silencio mientras Jack recordaba todos los acontecimientos que habían sucedido desde que los dos jóvenes llegaron a Limaria. Cuando ambos elegidos lo ayudaron a ponerse en pie el mago comprendió, a través de sus ojos llenos de lágrimas, que ellos también sufrían la pérdida de Marina:
- Tú nos salvaste de Magno y Helio hace tiempo, en la Tierra…no nos abandonaste en ningún momento y arriesgaste tu vida por nosotros…habríamos muerto aquella noche de no ser por ti, y desde entonces nos has protegido siempre…- explicó Eduardo- queremos que sepas que para nosotros eres un gran guardián, y darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros, ya que sin ti, nunca hubiéramos llegado hasta aquí…
Jack escuchaba perplejo las palabras del chico, mientras éste hablaba con sinceras palabras:
- Del mismo modo que tú has estado siempre a nuestro lado, tampoco permitiremos que mueras…porque todavía nos tienes a nosotros…y te protegeremos con todas nuestras fuerzas hasta el final…aunque nos cueste la vida.
El mago no podía contener las lágrimas, y antes de que pronunciara una sola palabra, Eduardo y Erika se lanzaron y lo abrazaron con fuerza. Jack los correspondió a ambos con cada brazo, y sonrió dulcemente mientras decía:
- Chicos…gracias.

Un rato después, y tras recuperarse todos con la magia Cura, se secaron las lágrimas y caminaron hasta divisar la salida de la cueva a las afueras de Boneland. Aún era de noche, y ni Mudog ni nadie de sus ayudantes se había dado cuenta aún de su ausencia ni la de Marina. Debían de seguir durmiendo, ajenos a los últimos acontecimientos.
Eduardo pensaba en lo mucho que había trabajado el jefe minero durante los meses desde que descubrió la entrada a la ciudad olvidada, y de lo ansioso que parecía por desenterrar el misterio que envolvía a aquel lugar. Lamentablemente, la única oportunidad que tenía para descifrar el secreto de la lápida y la niebla había muerto aquella misma noche, y ahora ni él ni nadie podía volver a entrar en el antiguo recinto de la civilización Numu. Ellos tres eran los últimos seres humanos que habían cruzado la barrera mágica de los magos sagrados, los últimos en toda la historia de Limaria, y que ninguna otra persona podía volver a hacer.

Conocían de sobra el revuelo y la conmoción que su vuelta a la ciudad esquelética provocaría, de modo que decidieron no volver atrás y se despidieron en silencio de Mudog. Dieron media vuelta, y a los lejos podía verse una alta montaña en la lejanía, cuya cima se perdía en las nubes. Justo antes de empezar a caminar, Jack dijo firme y decidido:
- ¡Adelante, a la montaña Conaga!
El mago no dio más de tres pasos cuando Eduardo lo detuvo:
- ¡Espera! ¿¡Y qué hay de los demás!? ¡Debemos encontrarlos!
Jack se giró y lo miró:
- No sabemos si sobrevivieron ni tampoco dónde están…y en cualquier caso, tenemos que apresurarnos y llegar cuanto antes a nuestro objetivo, no tenemos tiempo que perder.
- Pensarás que estoy loco, y no puedo demostrarlo, pero…sé que están vivos, en alguna parte…- dijo el chico, mientras bajaba la cabeza y se llevaba una mano al corazón- no sé cómo, pero lo siento…- y luego volvió a levantar la mirada, con súplica- ¡por favor chicos, tenéis que creerme!

Jack vio reflejado en sus ojos una seguridad y determinación que brillaban con fuerza, y supo sin lugar a dudas que decía la verdad. El corazón valiente del joven hizo sonreír al mago, que lo miró con orgullo. Se acercó a él y le entregó la pequeña piedra que siempre llevaba encima:
- Muy bien, tú ganas. A partir de ahora será como tú digas.
Eduardo miró confuso la pequeña piedra en la palma de su mano, que se mostraba apagada en la mano de Jack, y comenzó a brillar con fuerza en la del joven:
- Espera… ¿esto no es…?
En efecto. Se trataba del objeto que había comprado anteriormente Jack en Mugget, y que le sirvió de ayuda para encontrarlos a ellos en la mansión Cornelio. Tenía la utilidad de indicar al portador si las personas queridas por él se encontraban cerca, y lo hacía brillando. Dependiendo de la distancia, la piedra brillaba con más o menos fuerza, y en aquel momento el objeto relucía intensamente en la mano de Eduardo:
- Jack… ¿por qué?- preguntó el joven.
- Ya lo dije mientras corríamos por el bosque de la niebla…ahora que he perdido a alguien que me importaba muchísimo, ya no siento la misma seguridad de antes…aunque sonría y ría de felicidad, en mi interior sé que nunca más volveré a ser el mismo, que siempre quedará una parte vacía en mi corazón…alguien que duda de sí mismo no está capacitado para guiar a los demás…- explicó el mago, con una media sonrisa sincera- pero tú, en cambio, aún posees una energía increíble, y a pesar de que te muestres tímido e inseguro, yo sé que en tu interior brilla una cálida luz, que demuestra tu auténtico valor y seguridad en ti mismo…
El chico lo miraba perplejo mientras Jack hablaba:
- Lo he visto en ti, y en vuestra lucha contra el monstruo…a pesar de todas las dificultades, siempre te levantabas y seguías adelante. Aún a pesar de tus heridas y grave estado, luchaste contra el dolor y la tortura para ayudar a los demás…y lo lograste. Fue tu valor y fuerza de voluntad lo que permitió invocar a Quetzal, y de esa forma que luchara contra el monstruo…de no ser por ti, probablemente ni Erika ni tú estaríais vivos ahora…
Eduardo escuchaba las palabras sinceras del mago, completamente asombrado:
- Es ése mismo valor, ése deseo que hay en ti por ayudar y proteger a los demás, ésa determinación oculta que se manifiesta en las situaciones críticas, y que demuestras con tus actos a la hora de la verdad…ésa es precisamente la razón por la que, estoy seguro, debes ser tú el que trace nuestro camino, el que decida por todos nosotros…porque confío y sé…que contigo al mando llegaremos hasta el final…

El chico no sabía qué decir. Permanecía sin habla, con los ojos como platos y la boca abierta, mientras miraba a Jack. Éste le había dejado bien claro el mensaje, y lo que quería decirle dejó sin palabras a Eduardo, que tardó varios segundos en asimilar la situación y pronunciar, mientras le temblaba la voz:
- ¡Espera, no puedo…no puedo hacerlo!- exclamó él, nervioso- ¡nunca he liderado un grupo…no estoy preparado para hacerlo!
La sonrisa orgullosa del mago y el silencio que vino después dejaron claro que no iba a retirar sus palabras. Viendo que Jack había ignorado su respuesta, y que no pensaba volver a coger el puesto, el joven dirigió la mirada a su amiga, buscando apoyo:
- ¡Erika, ayúdame, por favor…dile que no puedo hacerlo!
En el momento en que dirigió la palabra a la chica, la piedra de su mano comenzó a brillar con mucha más fuerza que antes. Eduardo se dio cuenta de lo que aquello significaba, y la guardó rápidamente en el bolsillo mientras se ruborizaba y ponía más nervioso. Ella soltó un par de risas, y después  sonrió diciendo:
- Estoy de acuerdo con Jack, yo también pienso que puedes llegar a ser un gran líder.
Eduardo se sorprendió con las palabras de la joven, no podía creer que ella también estuviera de acuerdo con Jack. En aquella situación se veía obligado a asumir el cargo, y a pesar de las negaciones del chico, ninguno de los dos magos iba a apoyarlo en su defensa.
El joven espadachín finalmente suspiró, derrotado. Sacó de su bolsillo y miró de nuevo la brillante piedra en la palma de su mano, mientras innumerables recuerdos le invadían y pasaban fugazmente por su memoria. Todos los desafíos, todos los retos, todas las batallas a las que se habían enfrentado hasta ahora, todo lo que habían logrado fue posible gracias a la unión y la fuerza de él y de todos sus amigos. Estaban luchando por una buena causa, por destruir al ser que amenazaba su mundo, por conseguir la esperanza de ver el amanecer de un nuevo día en un futuro no muy lejano.
Marina había sacrificado su vida para que el resto de los habitantes futuros de ambos mundos pudieran ver ese amanecer, sin miedo ni temor a que un ser todopoderoso lo redujera todo a la nada. Fue entonces cuando el chico comprendió realmente el deseo de la maga sagrada, y asimiló el puesto que le había tocado. Tenía muy claro lo que debía hacer, y no vaciló ni un solo instante.
Guardó la piedra de nuevo en el bolsillo, apretó los puños con fuerza y finalmente levantó la mirada. Sus ojos cambiaron en ese momento de miedo y nervios a firmeza y seguridad:
- Muy bien. No sé si seré lo bastante capacitado como líder…pero si confiáis en mí…prometo que lo haré lo mejor que pueda.

Jack y Erika asintieron con la cabeza, orgullosos de su compañero, y quien se puso en marcha en dirección a su objetivo. La chica corrió a reunirse con él mientras el joven andaba con torpes intentos de pasos firmes y ella se reía a carcajadas. El mago, sin embargo, se quedó unos metros atrás mientras los miraba, con una dulce sonrisa:
“Eduardo…a diferencia de mi, tú aún tienes a alguien muy importante para ti que proteger…”- pensó Jack en su mente- “puede que haya perdido mi luz, y que aunque la recupere no será la misma de antes…pero la tuya aún brilla con muchísima fuerza, y se encuentra más cerca de ti de lo que crees…”
En ese momento, la voz del chico lo despertó de sus pensamientos:
- ¡Eh Jack, vamos, no te quedes atrás!- exclamó Eduardo, junto a Erika y un poco más lejos, sonriente.
- ¡Sí, ya voy!- respondió el mago, con una media sonrisa.
Y de esa forma, el primer grupo de aventuras reanudó la marcha en dirección a la alta montaña que se encontraba en la lejanía, frente a ellos: la montaña Conaga. Los tres empezaron a caminar mientras la luz del ocaso aparecía en el horizonte oscuro. Un nuevo amanecer que, como cualquier otro, significaba el comienzo de un nuevo día, y una nueva esperanza.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, Cristal, Alana y Rex se detuvieron por fin en medio de un camino de la pradera, muy alejados del reino de Oblivia. Aunque habían parado brevemente en un par de ocasiones a lo largo de todo el camino para coger aire, por lo general llevaban más de una hora corriendo a toda prisa. En el momento en que Cristal cayó de bruces con una piedra al suelo, sus amigos se detuvieron a ayudarla. Sabían que ni siquiera la gran experta en maratones y especialista en tácticas de huida podía soportar tanto tiempo corriendo, y decidieron en ese momento parar a descansar de verdad:
- ¡Cristal! ¿Estás bien?- exclamó la pelirroja.
Si… ¡sí, estoy bien!- respondió ella, jadeando del cansancio- ¡vamos…tenemos que seguir…antes de que nos alcancen!
La princesa intentó levantarse, pero sus fuerzas ya no le respondían. Antes de caer de nuevo al suelo, sus amigos la sostuvieron mientras ellos también flaqueaban y jadeaban del cansancio. La chica con coletas formuló entonces una pregunta que llevaba queriendo hacer desde que escaparon del castillo:
- Chicos… ¿por qué fuisteis a buscarme? Hubiera sido mucho más fácil dejarme y seguir adelante…al fin y al cabo volví a casa, con mi familia…
- Pero tú…no eras feliz…- le dijo Rex.
Aquella frase dejó con la boca abierta y completamente sorprendida a la princesa, y sabía que el perro tenía razón. En ese momento Alana habló también:
- Y si no eres feliz, nosotros tampoco…- y luego sonrió de oreja a oreja- ¿es que acaso has olvidado el objetivo de tu viaje, el sueño de encontrar al amor de tu vida?
La ladrona se sonrojó un poco, y exclamó nerviosa mientras fruncía el ceño:
- ¡Eso es cosa mía, vosotros no tenéis nada que ver!
- ¡Te equivocas!- protestó el perro seriamente, para asombro de Cristal- ¡aunque te parezca lo contrario, nosotros nos preocupamos y queremos lo mejor para ti…porque los problemas de cada uno son problema de todos!- y después añadió- ¡eres nuestra amiga y compañera, de modo que si cualquiera de nosotros tiene que enfrentarse a un peligro, por muy pequeño o grande que sea…lo haremos todos juntos! ¿¡Entendido!?
Las palabras de Rex la dejaron sin habla, y mucho más las que pronunció Alana tras una breve pausa, a quien dirigió la mirada:
- Nosotros, junto con Jack, Marina, Eduardo y Erika, formamos una familia…y en toda familia, los miembros de ayudan los unos a los otros…es por eso que fuimos a rescatarte, porque eres una más de los nuestros…- dijo la piloto, con profunda sinceridad en sus palabras- a pesar de tus molestas y pesadas bromas, y de que en ocasiones nos dan ganas de pegarte un buen puñetazo en la cara, debo admitir que, sin ti, el grupo no es igual…porque sentimos que falta alguien…formas parte de nuestra familia, y eso nada ni nadie podrá cambiarlo.
Lo que dijo después su compañero terminó de rematar la profunda y enternecedora escena que estaban viviendo en ese momento:
- Queremos que sepas que no estás sola…nos tienes a nosotros y a los demás para ayudarte en lo que sea…- y finalmente añadió, sonriendo dulcemente-…porque somos una familia.
La princesa no pudo aguantarlo más. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, y hasta ese momento había intentado contenerlas. No le gustaba llorar delante de los demás, porque creía que eso la hacía más débil, pero en aquel momento sus amigos lo consiguieron. Hacía mucho tiempo que alguien no la hacía llorar de aquella manera. Dejó escapar varias lágrimas por sus mejillas, y sonrió de felicidad mientras decía, con toda la sinceridad que pudo reunir en sus palabras:
- Chicos…gracias.

Tras secarse las lágrimas, y recuperarse un poco más del cansancio, los tres se levantaron y pusieron serios. Sabían que, a pesar de escapar del castillo, seguían en territorio enemigo, y lo más probable era que los reyes de Oblivia mandaran poco después de su huida varias tropas de guardias tras ellos. Podrían alcanzarlos de un momento a otro, y seguro que aquella vez no tendrían tanta compasión por los secuestradores de la princesa. Aún no estaban a salvo, de modo que tenían que actuar de inmediato:
- No podemos quedarnos aquí- comentó la chica con coletas- ya hemos perdido mucho tiempo con la escenita de “amigos y lágrimas”…tenemos que salir de este continente, cuanto antes mejor.
- ¿Y qué haremos ahora?- preguntó Alana- nuestra misión es llegar a la montaña Conaga y recuperar la piedra angular.
- ¿Y de qué nos sirve si no sabemos si los elegidos siguen vivos?- aclaró Rex- puede que no hayan sobrevivido a la tormenta en el mar, y que Limaria y La Tierra estén condenadas a su destrucción.
- ¡No seas tan pesimista!- le reprochó Cristal, con una sonrisa arrogante- ¡teniéndonos a nosotros, es prácticamente imposible que les pase nada…porque somos los mejores guardianes del mundo mundial! ¿Recordáis?
Sus amigos la miraron, y no pudieron evitar soltar un par de carcajadas por lo bajo. La chica con coletas les había hecho reír y se sentían un poco más seguros de sí mismos:
- Tienes razón…seguro que siguen vivos- sonrió la pelirroja.
- ¿Entonces a qué estamos esperando?- dijo Cristal, adelantándose un par de pasos por delante de ellos- ¡vamos, a estas alturas seguro que ya estarán hartos de esperarnos en la montaña Conaga!

Alana y Rex asintieron con la cabeza, y corrieron siguiendo los pasos de la princesa. Sin embargo, Rex no dio más de tres pasos antes de detenerse en seco de repente y mirar rápidamente en todas direcciones. Sus orejas levantadas y abiertas como antenas, junto a su desarrollado olfato, detectaron una presencia desconocida que le resultaba extrañamente familiar. A pesar de no ver ni escuchar nada a su alrededor, su instinto animal le advertía de que no estaban solos. Podía sentir unos ojos fríos y gélidos observándole, en alguna parte:
- ¡Rex!- le gritó Cristal un poco más lejos, despertándolo de sus pensamientos- ¡eres más lento que una tortuga, date prisa si no quieres que te dejemos ahí!
El perro se dio cuenta, sorprendido y perplejo, de que ya no olía aquella presencia. De la misma forma que lo detectó, de repente, este volvió a desaparecer, como si nada. Fue tan fugaz que apenas sabía si realmente hubo una presencia más aparte de ellos, o si su sentido del olfato le estaba jugando una mala pasada:
- ¡Ven, Rex!- gritó también Alana- ¡los guardias no tardarán en alcanzarnos, date prisa!
El can se calmó a sí mismo pensando que eran imaginaciones suyas, y que la recién maratón por el continente oeste le estaba haciendo delirar. De esa forma Rex obedeció y corrió a reunirse con ellas, sin imaginar si quiera que unos ojos los observaban, ocultos desde la maleza de la hierba alta de la pradera.

Continuaron corriendo hasta volver a la misma playa del principio, siguiendo una brújula que guardaba la chica con coletas en su mochila. Su objetivo ahora era averiguar la forma de cruzar el gran charco, y poner rumbo al noreste, al continente norte. No sabían si sus amigos estaban allí, pero tenían el mismo objetivo en común de llegar a la montaña Conaga, y por lo tanto era más probable encontrarlos en ese lugar.
Miraron en todas direcciones, buscando un posible camino:
- Un callejón sin salida…- afirmó Alana- ya os dije que no era buena idea volver atrás.
- ¿Pero entonces cómo vamos a atravesar el mar?- preguntó Rex- desde luego, no volveré a montar en una miniatura de avioneta que apenas aguanta nada.
A la piloto le molestó aquel comentario y se quejó, enfadada:
- ¡Oye, más respeto, que sin Valor Alado no estaríamos aquí…y, además, bien que aguantó!- defendió la pelirroja- ¡hubiera llegado de una pieza de no ser por el maldito monstruo marino gigante!
- Si ni siquiera llegó aquí…- dijo el perro, en voz baja- y, la verdad, dudo mucho que lo hiciera…
- ¿Qué has dicho!?- preguntó ella, molesta- ¡repítelo si te atreves!
Cristal trataba de pensar, pero con sus compañeros discutiendo no podía concentrarse. Al final terminó por enfadarse:
- ¡¡Callaos ya, no tiene sentido pensar en el pasado si no nos es útil!!- cortó tajante la princesa- ¡¡en vez de eso podríamos pensar en la forma de cruzar este dichoso mar!!
Los dos callaron, y después de varios segundos de silencio pensando alguna idea, Rex comentó a modo de gracia:
- ¿Por casualidad no tendrás algún barco en tu mochila? En este momento nos vendría bien un lujoso y cómodo yate con piscina.
- Jaja, qué gracioso, me muero de la risa…- respondió Cristal, con cara seria y absoluto sarcasmo, que luego se agachó en el suelo mientras registraba su mochila- pues para tu información, sí que tengo un medio de transporte acuático…
Alana y Rex no se lo creyeron, la chica de verdad tenía un barco escondido en sus pertenencias. Se les iluminó el rostro a ambos pensando que quizá sacaría una lancha super propulsora de gran velocidad, o quizá un enorme y lujoso yate como decía el perro:
- ¡Ah, aquí estás!- sonrió la princesa, que luego extrajo la embarcación de su mochila y se la mostró a sus amigos- ¡Tachan! ¿Qué os parece?
Sin embargo, lo que vieron la mujer y el perro les dejó las ilusiones por los suelos. Lejos de lo que esperaban, ante sus ojos tenían una balsa hinchable pequeña para tres personas, metida en una funda de plástico sin abrir, y con sus dos remos para impulsarla y moverla entre las olas. Una cáscara de nuez al lado de lo que imaginaban, que no aguantaría ni la menor brisa de una fuerte tormenta:
- ¿¡Eh, a qué vienen esas caras!?- preguntó Cristal, al verlos decepcionados- ¡al menos tenemos un barco! ¿¡No es eso lo que queríais!? ¡Panda de desagradecidos!
- Pensábamos que tenías algo más decente, no esa mierda hinchable…- respondió Rex- ¿de veras pensabas atravesar el mar con eso?
- ¿Y por qué no?
La mujer y el perro se llevaron una mano y una pata a la cara, definitivamente Cristal era tonta. Antes de que sacara el objeto del envase, sus amigos la detuvieron y le dijeron que volviera a guardarla en la mochila. Tenían que pensar en otra alternativa:
- Podríamos coger prestado un barco a alguien- propuso la princesa.
- ¡Espera, eso es robar!- exclamó Rex, que luego se dirigió a la piloto- ¡Dile algo, Alana!
El perro la miró, buscando que lo apoyara en su defensa. Sin embargo, y después de unos segundos, resultó ser todo lo contrario cuando la pelirroja sonrió de oreja a oreja exclamando:
- ¡Buena idea, Cristal!
Rex se quedó con la boca abierta ante las palabras de Alana, y finalmente se dijo a sí mismo en voz baja tras suspirar:
- Y yo que pensaba que la única ladrona era Cristal…
Se dispusieron a caminar por la playa, bordeando la costa en busca de alguna persona a la que alquilar un medio de transporte acuático. A Cristal no le gustaba la palabra “robar” porque, según ella, era muy fea y vulgar, de modo que la cambió de su diccionario personal por “coger prestado”. De esta forma no se veía tan mal, aunque nunca había llegado a devolver las cosas prestadas.

No dieron más de cinco pasos al observar con sorpresa y perplejidad cómo se formaba de la nada un agujero oscuro frente a ellos. De él surgió un chico con gafas, vestido de negro, y palidecieron al verlo. No podían creer lo que veían. Era él, el mismo miembro de la organización Muerte que los ayudó a escapar del castillo de Oblivia:
- ¡¡Tú otra vez!!- exclamó Rex.
Enseguida los tres desenfundaron sus armas y se pusieron en guardia, listos para luchar. El misterioso chico de negro no dijo nada al respecto, y tampoco parecía sorprendido al ver a sus oponentes armados. Permanecía en silencio, observando seriamente al grupo con semblante impasible y una mirada fría y asesina que helaba hasta el alma. Se asemejaba mucho a un depredador al acecho, dispuesto a atacar a su presa:
- ¿¡Por qué nos ayudaste a escapar!?- preguntó Alana- ¿¡qué es lo que quieres de nosotros!?
Tras unos segundos sin moverse ni cambiar siquiera de expresión, el desconocido pronunció con voz fría e inexpresiva:
- Mataros.
Los tres palidecieron de repente, con la boca abierta. Un escalofrío les recorrió la espalda, y sintieron que el miedo comenzaba a invadir sus asustados corazones. Con todo lo que había pasado en el castillo, incluso Alana, Rex y Cristal creyeron, con un pequeño e ínfimo atisbo de esperanza, que quizá podrían tener como aliado a un miembro de la mismísima organización Muerte, sus principales enemigos. Sin embargo, las recientes palabras e intenciones del chico le demostraron todo lo contrario, y un mal presagio se avecinaba sobre ellos a gran velocidad:
- ¡¡Espera!!- dijo Rex- ¿¡Por qué nosotros!? ¡¡No os hemos hecho nada!!
- Sois los guardianes de los elegidos de la profecía…eso quiere decir que los ayudáis y protegéis en su viaje, ¿me equivoco?
Todos callaron, sin saber qué decir. Sabían que tenía razón, y aunque quisieran mentir sobre el tema, ya era demasiado tarde. El prolongado silencio que vino tras su pregunta los delató irremediablemente:
- Sólo por eso estáis condenados a morir…- dijo el chico mientras se formaba, envuelta en un aura oscura, la misma siniestra espada que acabó con la vida del príncipe Dorle, en su mano derecha.

El enemigo empezó a caminar lentamente hacia ellos mientras el grupo trataba de mantenerse firme para la dura batalla que estaba a punto de comenzar. Los tres temblaban visiblemente un poco, retrocediendo a cada paso. De alguna forma podían sentir el enorme poder oscuro que irradiaba de aquella espada, cuyo puñal, con varias serpientes entrelazadas, desprendía una extraña aura fantasmagórica.
Dudaban de su victoria en aquel combate, pues no se podía tomar a la ligera a un miembro  de la organización Muerte. Todos eran extremadamente fuertes y peligrosos, y muy pocos eran capaces de hacerles frente. Incluso siendo tres contra uno, la diferencia de fuerzas era demasiado alta. En aquellos momentos, su única preocupación consistía en salir de allí con vida:
- Bien, chicas, sabemos que no tenemos ninguna posibilidad contra él…- dijo Rex, en voz baja- intentemos distraerle al menos treinta segundos, y cuando veamos una vía de escape, a salir corriendo por patas- explicó el perro- es la única forma que tenemos si queremos salir vivos de aquí…
La pelirroja asintió con la cabeza, dando a entender que comprendía el plan. El can le preguntó a su otra compañera:
- ¿Entendido, Cris…?
Lo que vio le impidió acabar la pregunta. Rex se sorprendió aún más al observar a la princesa completamente paralizada, con la estrella ninja en su mano. Temblaba de miedo, mucho más que la mujer y el perro, y tenía la mirada fija en su enemigo. Respiraba entrecortadamente, con la boca abierta y la cara pálida. En sus ojos se veía reflejado el miedo y el horror. Sus amigos nunca antes la habían visto así:
- ¿¡Cristal!?

Rex volvió la vista al frente y su rostro cambió radicalmente de expresión. El chico ya no estaba ahí, había desaparecido a mitad de camino sin dejar rastro. Fue entonces cuando el horror y el pánico los invadieron a todos sin remedio, y comenzaron a temblar igual que la chica con coletas:
- ¿¡Dónde está!?- preguntó Alana, completamente asustada, mientras observaba en todas direcciones a su alrededor- ¿¡Adónde ha ido!?
Rex pudo sentir el aliento gélido de la muerte detrás de él, y antes de dar la cara a la silenciosa sombra que tenía a su espalda, el perro chilló al sentir un inmenso y desgarrador dolor en una de sus patas traseras. Vislumbró en apenas unos segundos la espada ensangrentada que atravesaba su pata, mientras su sangre animal caía en gotas, antes de recibir un duro golpe en todo el hocico que lo envió rodando por la arena:
- ¡¡Rex!!- gritaron las dos chicas.
Alana hizo un enorme esfuerzo para superar el miedo, y con sus dos martillos en ambas manos conectados por una larga cadena como arma, intentó golpear al enemigo:
- ¡¡Ahora verás, maldito!!- exclamó ella.
Para su sorpresa, el chico de negro desapareció instantáneamente antes de que sus armas pudieran tocarle, y como una rápida y silenciosa sombra, se colocó detrás de la pelirroja. Sin darle tiempo a reaccionar, el filo de su espada la rajó por la espalda y la hizo caer de rodillas mientras gritaba de dolor. Acto seguido, extendió su brazo y abrió la palma de la mano, con la que usó un hechizo mágico directo contra ella. Una extraña llamarada oscura impactó de lleno con la piloto, provocando una explosión que la mandó volando por los aires hasta caer un poco más lejos, cerca de la orilla del mar:
- ¡¡Alana!!- gritó Cristal.

De repente, la chica con coletas palideció al verse cara a cara con el enemigo, amenazante con su arma y la sangre de sus dos amigos en el filo de acero:
- Tranquila, todavía siguen vivos- comentó él, tranquilamente- he decidido matarte a ti primero.
Cristal temblaba de miedo ante él, y no se movía ni articulaba palabra alguna. En un acto reflejo intentando defenderse de la espada de su oponente, la estrella ninja no pudo bloquear la fuerza descomunal de su adversario, que tiró el arma de la chica a un lado mientras ésta caía de espaldas en la arena, completamente a su merced.

Cristal temió lo peor. Todo había pasado tan rápido que ni ella misma se lo creía. Alana y Rex permanecían inconscientes y fuera de combate. Los ataques letales del desconocido los habían dejado imposibilitados para seguir luchando, y no podían hacer nada para ayudarla. Ahora tan sólo quedaba ella sola contra el enemigo, y dada la situación, el combate ya estaba prácticamente decidido.
La princesa retrocedía un par de pasos sentada en la arena mientras el chico se acercaba a pasos lentos para rematarla. Sabía que su adversario no le daría tiempo a buscar otra arma en su mochila, y estando indefensa ante él, parecía que le había llegado la hora, a ella y a sus amigos.

Cerró los ojos cuando vio la espada lanzándose sobre ella, pero, para su sorpresa, no sintió dolor.

Pasaron varios segundos en los que no ocurría nada, y perpleja por el resultado, decidió abrirlos de nuevo poco a poco para comprobar qué es lo que había pasado. Ahogó un grito de terror al ver el filo de la espada frente a su rostro, temblando, al igual que su portador. Esta vez una mueca de enfado y frustración se dibujaba en la cara del chico de negro, que parecía no decidirse en si matar o no a Cristal:
- ¿¡Pero qué…qué me pasa!?- se preguntó a sí mismo, frustrado- ¿¡por qué…por qué no puedo hacerlo!?

La chica descubrió, perpleja y horrorizada, que se trataba de una lucha interna. Luchaba contra sí mismo e intentaba atravesarla con su espada, pero algo en su interior no se lo permitía. El arma se acercaba y alejaba continuamente de Cristal, mientras el chico sudaba y apretaba los puños y dientes para cumplir su trabajo.
Fueron segundos de profunda e intensa intriga, en los que la princesa pudo ver a la muerte mucho más cerca de ella de lo que nunca antes lo había estado. Temblaba como una hoja y respiraba entrecortadamente, a la espera de la decisión de su enemigo.
Después de varios segundos sin lograrlo, el desconocido finalmente supo que, por mucho que lo intentara, en aquellos momentos jamás conseguiría matarla. Retiró su espada lentamente, y dejó de temblar, mientras Cristal lo miraba sorprendida y a la vez aterrada.

Fue entonces cuando el chico alzó su brazo al cielo, con la palma de la mano abierta, y empezó a gritar de furia mirando hacia arriba, descargando toda la ira que contenía. Un extraño vórtice igual a un agujero oscuro apareció de su mano alzada, y éste comenzó a extenderse rápidamente por toda la zona a su alrededor.
Cristal quiso actuar, pero el reciente miedo le impedía moverse. Para cuando logró mover un brazo, Alana y Rex ya estaban dentro del vórtice, indefensos a merced de lo que fuera aquella brecha oscura. Sintieron que una potente fuerza de atracción los succionaba hacia el interior del agujero oscuro gigante, y aunque trataba de resistirse, no podía hacer nada.
La princesa cerró los ojos, esperando su final, cuando la oscuridad los engulló sin remedio a ella y a sus amigos, probablemente hacia la muerte. La playa y todo a su alrededor se oscureció, y el flujo continuo de las tinieblas por todo su cuerpo le hizo perder el conocimiento.

Al abrir poco a poco los ojos, Cristal pudo ver una cara conocida que la observaba. Pensó que era un sueño, no podía ser real. Quiso que aquel sueño no acabara nunca, que sus amigos de verdad estuvieran allí con ella, cuidándola y apoyándola. Pero sabía que era imposible. Esperando volver a la oscuridad que la llevaría de vuelta a la realidad, comenzó a cerrar los ojos lentamente mientras pronunciaba pesada y vagamente:
- Eri…ka…
La elegida ya llevaba un buen rato esperando a que despertara, y en ese momento que había abierto los ojos no estaba dispuesta a dejar que retomara el sueño, por muy cansada que estuviera. Su alegría y sonrisa eufórica al oírla pronunciar palabra la llevaron a sacudirla y zarandearla, llevada por la emoción:
- ¡Cristal, estás viva!- exclamó la chica, sonriente- ¡qué alegría!
Los continuos zarandeos y movimientos bruscos de la joven le demostraron a la princesa que no se trataba de un sueño. Realmente ella estaba con sus amigos, no sabía cómo, pero los había encontrado. Cansada y con dolores en todo el cuerpo debido a que la chica la movía adelante y atrás, entre abrazos y lágrimas de por medio, Cristal se separó de Erika, con la cabeza todavía dándole vueltas:
- ¡Sí, sí, estoy viva!- exclamó ella- ¡pero deja de sacudirme como una bolsa de basura! ¿¡Quieres!?
Erika la soltó, se levantó y dio media vuelta, que gritó agitando los brazos:
- ¡Chicos, venid rápido, Cristal se ha despertado!

Enseguida llegaron corriendo los demás, y las sonrisas se dibujaron en sus rostros al ver que su amiga seguía viva. La princesa se sorprendió al verlos a todos al completo, reunidos de nuevo, y sin mar ni montañas de por medio que los separaran. Aún no podía creer lo que veía, y las lágrimas de sus compañeros se convirtieron en una enfermedad contagiosa que muy pronto llenó sus ojos de lágrimas:
- Chicos, yo…- dijo Cristal, sin acabar la frase.
No hicieron falta palabras para expresar lo que hicieron después. Jack, Alana, Eduardo, Rex y Erika se lanzaron sobre ella, y formando una piñata grupal, todos la abrazaron con fuerza, intentando protegerla de cualquier peligro que la amenazara. Fue entonces cuando la chica con coletas, completamente perpleja y asombrada, sintió por primera vez en mucho tiempo algo que creía que había olvidado por completo. Una sensación agradable, compuesta por la mezcla entre calor, alegría y seguridad la recorría por dentro a gran velocidad. Las únicas veces que recordaba aquel calor especial la trasladaron de vuelta a la infancia, cuando reía y jugaba con sus padres de pequeña.
Entendió por fin lo que aquello significaba, y comprendió el enorme aprecio y cariño que les tenía a aquellas personas, a las que hasta hace un par de meses no conocía, y que ahora se habían convertido en sus mejores amigos. La amistad que compartían era un vínculo fuerte, tanto que nada ni nadie podría romper jamás. Cristal sonrió feliz, y los correspondió abrazándolos con fuerza, como si nunca fueran a separarse, mientras la emoción se apoderaba de sus corazones. Tal y como dijo Rex una vez, todos ellos eran una familia.

Minutos después, tras recuperarse con la magia de sus amigos, Cristal se puso en pie, ya en buen estado. El momento tierno y cariñoso había pasado, era hora de tratar temas más serios y de gran importancia. Ahora que por fin se habían reunido de nuevo, debían continuar su camino para que los elegidos pudieran cumplir la misión que los había llevado a Limaria. El largo viaje para salvar al mundo aún no había terminado.

Cristal seguía dudosa y pensativa. Todavía se preguntaba cómo pudieron atravesar medio mundo en sólo un instante. Tan sólo recordaba el combate en la playa contra aquel misterioso chico, que formaba parte de la organización Muerte. Por supuesto, Alana y Rex apenas tenían recuerdos del desenlace del combate, puesto que permanecieron la mayor parte inconscientes:
- Aparecisteis de la nada frente a nosotros, después de que se formara un agujero oscuro en medio del camino- explicó Erika, todavía asombrada.
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, con la boca abierta- ¡no puede ser!
- ¡Es verdad!- intervino Eduardo- ¡los tres lo vimos con nuestros propios ojos!
- ¡No lo entiendo!- dijo Rex, frunciendo el ceño- ¿¡Cómo hemos podido cruzar el mar, así, de esa forma!? ¡No es normal!
El chico le preguntó entonces a su compañera:
- ¿Y tú, Cristal? ¿Sabes algo de esto? ¿Qué crees que pudo haber pasado?
La princesa permanecía callada, pensando en los últimos acontecimientos, cuando Eduardo le formuló las preguntas. Trató de recordar todo lo que pudo, con minucioso detalle, de cada uno de los movimientos del enemigo durante el combate. A su memoria llegaron los recuerdos de cómo atacó y dejó fuera de combate sin apenas pestañear a Alana y Rex, de cómo la desarmó sin problemas y cayó en la arena frente a él, de cómo estuvo a punto de matarla y no lo hizo, de su inquietante lucha interna consigo mismo, y de cómo conjuró él, con un grito de rabia, el agujero oscuro que los teletransportó hasta sus amigos.
La voz del chico resonó en su cabeza y la despertó de sus pensamientos:
- ¿Cristal?- volvió a preguntar él, preocupado- ¿estás bien?
- ¡Sí, tranquilo!- respondió ella de repente, nerviosa- ¡no pasa nada, estoy bien!
- ¿Seguro?- intervino Erika- no es propio de ti ser tan pensativa y callada.
- ¿Recuerdas algo del combate?- preguntó de nuevo el chico.
La princesa tardó bastante en responder. No parecía segura de conocer la respuesta. Al cabo de unos segundos de silencio, finalmente dijo:
- No recuerdo nada…seguramente me dejó inconsciente a mí también, justo después de Alana y Rex…yo tampoco entiendo por qué nos dejó vivos…siendo enemigos, debería habernos matado…

En ese momento habló Jack, que hasta entonces no había intervenido en la conversación, y que dedujo firme y seguro de sus palabras:
- Tal y como pensaba. Estoy seguro, no puede ser otra cosa…- dijo el mago- os habéis teletransportado a través de un agujero oscuro…habilidad que sólo poseen los miembros de la organización muerte, y que lo usan para desplazarse rápidamente de un lugar a otro.
Aquella afirmación dejó boquiabiertos a todos los demás, y el perro exclamó, perplejo:
- ¿¡Quieres decir que ese chico nos teletransportó a propósito!? ¡Es el enemigo, no tiene sentido!
- Es lo más probable, no le veo otra explicación…- dijo Jack, pensativo- y a pesar de no estar presente en el combate, a mí también me desconcierta el que os haya traído hasta aquí, justo hacia nosotros...- y luego añadió- puede que ése fuera su plan desde el principio, quién sabe la de retorcidos planes que se le pasa por la cabeza a esos malnacidos…
Las últimas palabras de Jack dejaron en el aire un tema de reflexión que dejó pensativos y con la duda a todos los miembros del grupo:
- ¡Ni idea, no hay quién entienda a esa gente de negro!- exclamó Alana- ¡primero quieren matarte y después te ayudan!

Sabían que, por mucho que pensaran sobre el tema, si no le preguntaban al propio chico de negro, nunca descubrirían las misteriosas e inquietantes razones que lo llevaban a actuar de una u otra manera. Dejando resueltas las dudas, el nuevo líder del grupo anunció a todos:
- ¡Vamos, a la montaña Conaga!
Cristal recordó entonces una cosa muy importante, y reaccionó diciendo:
- ¡No, espera!
- ¿Qué pasa, Cristal?- preguntó Jack.
La chica con coletas se mostraba nerviosa e insegura. No parecía ser la misma de siempre:
- Es que…yo…nosotros…hicimos algo malo…y a partir de eso…se avecina una guerra…
- ¿¡Qué!?- exclamaron Jack, Erika y Eduardo.
Cristal, Rex y Alana les explicaron todo lo ocurrido a los demás en Oblivia. El regreso de la princesa, la intención de sus padres de casarla con Dorle, su posterior prisión y condena a muerte, la leyenda de los príncipes, la fuga del castillo con ayuda del misterioso chico de negro, y la oscura verdad que se escondía tras el príncipe del continente este. El mago y los dos jóvenes escuchaban perplejos y con la boca abierta lo que el asesinato de un miembro de la realeza del reino contrario significaba. Sin duda alguna, la malvada reina Venigna lo tenía todo planeado. Tanto si se casaba con Cristal como si moría estando en territorio enemigo, en ambos casos declararía la guerra al bando contrario. Ahora que había muerto, eso significaba abiertamente una declaración de guerra a su favor, y era sólo cuestión de tiempo que la noticia llegara al continente este:
- No puede ser…es horrible…- dijo Jack, sin palabras.
- ¡Es por eso que debemos ir al continente este…si no detenemos la guerra, morirá mucha gente inocente!- exclamó Cristal.

En ese momento todos se giraron al chico de la llave espada:
- ¿Tú qué dices, Eduardo?- preguntó Rex.
El joven cerró los ojos y se concentró en la pregunta. Tenía una difícil decisión que tomar, y ahora que era el nuevo líder del grupo, sobre él recaía toda la responsabilidad del resto de sus compañeros. Aunque su verdadero objetivo fuera llegar a la montaña Conaga, gracias al sacrificio de la maga sagrada tenían más tiempo antes de que llegara el fin del mundo.
La guerra, en cambio, era inminente, y si no hacían algo probablemente morirían muchas vidas inocentes. Pensó en sus amigos, en el mundo, y en la voz de Cristal que suplicaba con clemencia. Sabía lo importante que era para ella detener el conflicto:
- Eduardo…por favor…
Tras unos segundos de pensamiento y reflexión, el chico finalmente abrió los ojos y dijo con firmeza:
- Está bien…iremos al continente este.
A la princesa se le iluminó la cara, y una media sonrisa se dibujó en ella:
- ¿¡De verdad!?
Eduardo asintió con la cabeza. No parecía vacilar en su decisión:
- Trataremos de hablar con la reina Venigna, y convencerla de que se niegue a luchar- explicó el chico, que luego advirtió como condición a la chica con coletas- pero, si vemos que es imposible razonar con ella…nos retiraremos y retomaremos el rumbo a la montaña Conaga, ¿entendido?

Cristal sonreía de oreja a oreja. Cualquier condición le parecía válida mientras trataran de detener la guerra. Por otra parte, no tenían mucho tiempo antes de que Ludmort llegara a Limaria, de modo que sólo lo intentarían una vez, y con la misma volverían a su verdadero objetivo.
Los dos magos ya le habían contado antes a Cristal, Alana y Rex la nueva noticia de que el elegido de la llave espada sería el nuevo líder que guiaría al grupo, y todos aceptaron de buen agrado la propuesta. Si el anterior líder confiaba en él, los demás sabían que también podía hacerlo.

Y junto con la buena noticia, llegó también la mala. Jack, Eduardo y Erika les contaron a sus amigos la breve estancia que pasaron en Boneland, su viaje a la antigua y ancestral ciudad Olvidada de los Numu, la terrible carga que llevaban los magos sagrados en relación al planeta, el duro combate contra Asbel en las ruinas sagradas y, con mucho más pesar, la trágica muerte de Marina frente a sus ojos. Narraron en último lugar cómo la Numu entregó su vida por detener a Ludmort y ganar algo más de tiempo.

Cristal, Alana y Rex sufrieron una repentina caída emocional, al enterarse del trágico final de la maga sagrada, y varias lágrimas cayeron por sus mejillas. Ellos también le tenían mucho aprecio y cariño a la maga, pues era una muy buena persona que siempre ayudaba a los demás. Su carácter dulce y amable, y su sonrisa cálida, aliviaban hasta a los más tristes, y proporcionaba coraje al más descorazonado. Siempre estaba dispuesta a darlo todo por los demás sin dudarlo, arriesgando incluso su propia vida, y con ello había dejado una huella imborrable en los corazones de todos. Sin duda, jamás la olvidarían.
Gracias a ella, y a su último deseo, todavía seguían vivos. Marina les había dado otra oportunidad, una oportunidad única para seguir adelante, y juraron desde lo más profundo de sus corazones que su muerte no sería en vano. Tenían decidido acabar con Ludmort y poner fin a aquella pesadilla que amenazaba la vida de dos mundos, por muy difíciles que fueran los obstáculos en su camino.

Justo antes de reemprender la marcha hacia su nuevo objetivo, Jack cogió en su mano la esfera de invocación de Quetzal, y al mirarla recordó la última petición que le había hecho la maga antes de morir. Pensó para sí mismo:
“Por ti, Marina, mantendré viva la promesa…te lo prometo”

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