sábado, 7 de abril de 2012

Capítulo 8: El insólito mercado oscuro


Capítulo VIII
EL INSÓLITO MERCADO OSCURO
El grupo decidió continuar con el viaje, a pesar de los últimos hechos ocurridos con Asbel. Debían seguir adelante para llevar a los elegidos al templo sagrado, el cual aún se encontraba muy lejos de allí. El tiempo pasaba volando y si no se daban prisa, cuando se fueran a dar cuenta ya sería demasiado tarde.
Un día, paseando por un recinto rocoso en medio de la montaña, una carroza de colores semejantes a los del circo, tirada por caballos, pasó por delante del grupo y se detuvo frente a ellos. A Eduardo le resultó raro ver por aquellos parajes desérticos dónde no pasaba nadie el mundo del circo. El jinete, un payaso con maquillaje de lo más terrorífico, saludó con una falsa sonrisa:
- Hola, forasteros, ¿vais de camino al mercado Mugget? ¿Queréis que os lleve?
- ¿Mercado Mugget?- preguntó Eduardo, confuso- ¿qué es…?
Antes de que dijera una palabra más, Jack le tapó la boca con la mano y dijo:
- No, gracias, no tenemos intención de visitar ese lugar.
- Como queráis…- sonrió el payaso de forma siniestra- vamos de gira por los más recónditos lugares de Limaria divirtiendo a la gente, y os recomiendo no perder la actuación que se llevará a cabo en Mugget dentro de muy pronto.
- ¡Anda! ¿y habrán espectáculos, risas y sorpresas?- preguntó Erika, curiosa.
- ¡Para todos los públicos, pequeña!- dijo con picardía- ¡habrán muchas cosas, pero sobretodo sorpresas…quién sabe, incluso puede que hasta un G.F aparezca del sombrero mágico!
Aquella última frase dejó dudas y sospechas en Jack, que se mantuvo callado esperando que el payaso se fuera:
- ¡Muchas gracias por la información!- sonrió Erika- ¡ya veremos si vamos o no!
El payaso sonrió maliciosamente de nuevo diciendo:
- Eso espero…nos vemos.
Después de eso, tiró de los caballos y estos comenzaron a andar, mientras Erika agitaba el brazo a los lados para despedir el jinete. La carroza se alejó de allí hasta desaparecer un poco más lejos, levantando polvo tras su paso:
- ¡Qué payaso más simpático! ¿Verdad?- señaló Erika.
- Pues a mí no me ha gustado un pelo- comentó Eduardo- más bien daba miedo.
- No creo que sea buena idea ir a Mugget- dijo Marina un poco asustada- recuerdo que mi madre me prohibía acercarme a las afueras del lugar.
- Y cuánta razón tenía- afirmó Jack, seriamente- ese lugar no es tranquilo ni pacífico, y mucho menos seguro para que nadie vaya sólo.
- ¿Qué es Mugget?- insistió Eduardo, que aún no se había enterado de nada.
- Mugget, más conocido como el “mercado oscuro”- explicó Jack- es el sitio en el que se reúnen las mayores oportunidades de compra-venta de los objetos más raros de Limaria. Ahí se lleva a cabo la economía sumergida de los productos ilegales, y por tanto, es el lugar de residencia de numerosos magnates que buscan objetos exclusivos y los venden para enriquecerse económicamente.
- ¿Y dónde ves el peligro?
- ¿No lo entiendes?- exclamó Jack- ¡en ese lugar a la gente sólo le interesa el dinero, e incluso mata por conseguirlo! Por eso todos los viajeros evitan pasar por ahí, precisamente porque los atracan y les roban todas sus pertenencias.
- Entonces será mejor que nos olvidemos de ir a Mugget… ¡jo, y yo que quería ver el espectáculo del circo!- dijo Erika.
En ese momento, Jack dijo seriamente:
- Pues aún estas a tiempo de verlo.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Marina, confusa.
- ¿No os fijasteis en sus últimas palabras? Era una indirecta para que fuéramos a Mugget- mencionó el mago- el G.F del que nos habló se refería a un guardián de la fuerza, justo uno de los objetivos que andamos buscando.
- Es verdad, necesitamos reunir a los G.F para poder acabar con Meteorito…- recordó Eduardo, pensativo, y luego dijo con una sonrisa a medias- por cierto… ¿Qué eran los G.F?
Jack se llevó la mano a la cara y luego volvió a decir:
- ¡Parece mentira que a estas alturas no lo sepas! A ver, los guardianes de la fuerza, con la abreviatura G.F, son poderosos aliados que viven en pequeñas esferas de colores. Éstos protegen a sus portadores y pueden ser invocados en la batalla para que luchen a tu lado y ayudarte a conseguir la victoria…- explicó el mago- sus poderes alcanzan un nivel superior al de cualquier ser humano, y por ello son muy fuertes ¿entiendes ahora por qué los necesitamos para nuestra misión?
- ¡Sí, entendido!- exclamó el chico firmemente- ¡a partir de ahora no lo olvidaré!
- Más te vale- le dijo Jack mientras le regañaba los ojos, amenazante.
- ¿Pero al final vamos a ir a Mugget o no?- preguntó Erika, retomando el tema.
- ¿Y si lo que nos dijo ese payaso podría ser una trampa?- añadió Marina.
- Puede que tengas razón y sea una trampa…quizá eso del G.F no sea más que una farsa para que piquemos en el anzuelo…- dijo Jack, pensativo-…pero si se trata de un G.F, no podemos permitir pasar esta oportunidad. Debemos arriesgarnos y comprobar si realmente es lo que creemos.
En ese momento miró en la dirección en la que había partido la misteriosa carroza, y con la mirada decidida, levantó el brazo diciendo:
- ¡Adelante amigos, próxima parada: Mugget!

El grupo no tardó en ponerse en camino hacia el insólito y tenebroso mercado Mugget. Siguieron la misma direccion que la carroza del circo, y acabaron en un camino misterioso, de árboles secos y sin ningún rastro de vida y color. Desde que se internaron en el lugar, el cielo se nubló y oscureció. Todo parecía indicar que el sitio al que se dirigían, del que procedían las nubes oscuras, no presagiaba nada bueno.
En un momento dado del recorrido, Eduardo se sintió mal. Un dolor de cabeza le vino repentinamente, seguido de un mareo que lo envolvió de tal manera que le hizo perder el equilibrio. De repente todo le dio vueltas y no pudo mantenerse en pie. Cayó al suelo viendo a sus amigos correr hacía él, y perdió el conocimiento.

El chico despertó en un claro soleado, tumbado en la hierba. Confundido y extrañado, se levantó y exploró el lugar en el que se encontraba, observando todo a su alrededor. Había pasado de encontrarse en un camino árido y tenebroso a llegar repentinamente a un bosque frondoso, sumergido en la más profunda niebla densa. Una atmósfera envuelta en misterio rodeaba cada árbol de aquel extraño bosque.
Eduardo dio varios pasos a su alrededor. No sabía por dónde empezar a caminar. De repente se sorprendió al tropezar con un pie y darse cuenta de que estaba justo al borde de lo que parecía ser un inmenso acantilado. Retrocedió varios pasos, temblando, y fue entonces cuando pudo ver a duras penas una especie de camino de piedras pegadas a la pared que se internaba en el enorme agujero.
Viendo que era el único camino posible, el chico se armó de valor y caminó lentamente bajando hacia las profundidades del acantilado. No sabía lo que encontraría allí abajo, pero algo le decía que debía hacerlo.
Tras lo que le pareció una eternidad bajando por aquel sendero de piedra, finalmente el chico logró atravesar la niebla que lo envolvía. Comprobó que bajo ésta se ocultaba, en el fondo del barranco, algo que no se esperaba. Su rostro palideció al ver con sus propios ojos una enorme ciudad en ruinas, que desde en lo alto del agujero no se veía.
Llegó al suelo, y con pasos inseguros, se adentró entre las calles de aquella antigua civilización proveniente de muchos siglos atrás. En aquella ciudad fantasma no vivía nadie, y a juzgar por el estado de los edificios y las casas, el joven pensó que aquel lugar había sufrido un ataque enemigo a gran escala.
Mientras cruzaba las calles, Eduardo vio a lo lejos una luz resplandeciente que se alzaba sobre todas las casas y se dirigía al cielo. Algo en su interior le decía que fuera hacia la luz, y decidió correr hacia ella. No tardó en llegar a un extenso parque que, para su sorpresa, estaba lleno de vida y color, a diferencia del fuerte contraste entre éste y el resto de la ciudad en ruinas.
En medio de ese parque, rodeado de fuentes, manantiales y cataratas de agua pura, había un pequeño templo del que provenía la luz. Eduardo se sorprendió al ver en él a su amiga Marina, aparentemente tranquila y de rodillas, mientras rezaba. Lo que más le impactó y dejó sin palabras fue descubrir que la luz que había seguido todo ese tiempo provenía directamente de Marina.
El joven empezó a caminar en dirección a la chica. Quería saber qué hacía y cómo habían llegado ambos hasta allí. Tras dar un par de pasos, enseguida se dio cuenta de que apareció un agujero oscuro idéntico al que usaba Magno para transportarse de un lugar a otro, justo enfrente del templo. Eduardo hizo aparecer mágicamente su llave espada, preparado para luchar contra su enemigo.
Sin embargo, palideció al ver a otra persona que no esperaba surgir del agujero de oscuridad. Asbel apareció con su arma en la mano, tenía el mismo manto negro que llevaban puestos los de la organización Muerte, y sus ojos oscuros dejaban ver claramente que ya no era el mismo de antes. Su rostro sin expresión alguna y su mirada perdida le hizo pensar a Eduardo que quizá estaba poseído, y no sabía lo que hacía.
El rostro del chico se alteró al ver caminar a Asbel hacia Marina, y no precisamente con buenas intenciones. Eduardo corrió hacia ellos gritando, mientras trataba de avisar a la chica del peligro, pero ésta no le escuchaba. Se mantenía tranquila y serena, y parecía no darse cuenta de lo que le esperaba.
Llegó justo a la entrada del pequeño templo cuando se detuvo al ver a Asbel atravesar el pecho de Marina con su espada, y ésta caía al suelo herida de muerte. Tras acabar con ella, Asbel se giró y miró al joven con su arma envuelta en sangre. Eduardo, con profunda ira en sus ojos, se puso en guardia para enfrentarse a su enemigo.
Estaban a punto de luchar cuando de repente todo desapareció y se volvió negro. De nuevo confuso por las continuas apariciones y transiciones de un lugar a otro, el chico se preguntaba qué ocurría y por qué motivo no dejaba de ocurrirle esas cosas. Cerró los ojos en medio de toda la confusión, deseando que todo aquello fuera una horrible pesadilla.

En ese momento, el joven oyó unas voces que lo despertaron de su trance. Abrió poco a poco los ojos mientras Jack, Marina y Erika exclamaban:
- ¡¡Eduardo, Eduardo despierta!!
Por fin el chico volvió a la normalidad, y despertó diciendo:
- ¿Qué ha…pasado?
- ¡De repente te desmayaste y caíste al suelo!- dijo Marina- ¡nos has dado un susto de muerte!
- Lo último que nos faltaba era que perdiéramos a un elegido…- suspiró Jack aliviado- menos mal que sigues vivo.
- ¿Seguro que estás bien, Edu?- preguntó Erika.
El joven intentó tranquilizarlos a todos. Sonrió y dijo:
- Tranquilos, no ha sido nada…estoy bien, de verdad.
Se levantó y demostró a los demás que se encontraba perfectamente. Por fin retomaron de nuevo la marcha, siguiendo por el sendero oscuro. Mientras andaban, Eduardo observó a Marina con inquietud y se preguntaba a sí mismo si lo que vio fue una horrible pesadilla o una tenebrosa visión. Un escalofrío recorría su espalda cada vez que lo recordaba, de modo que no le comentó su sueño a nadie, ni siquiera a sus compañeros de grupo.

Tras un largo camino, finalmente llegaron a Mugget. Se trataba de una pequeña ciudad envuelta por una inmensa nube oscura, Su atmósfera pesada y cargada contrastaba con el aire limpio y puro de Idnia. Allí no había lugares verdes ni rastro de vida animal o vegetal salvaje. Una nube de polución se respiraba en aquel ambiente iluminado por farolas y multitud de luces de colores, contaminado por el materialismo, la codicia y el dinero. Las pocas personas que andaban por sus calles, en su mayoría encapuchadas o con el rostro oculto, se mantenían frías y distantes unas entre otras.
Nada más entrar en sus calles, todos miraban con recelo y desconfianza al grupo de aventuras. La gente de Mugget era misteriosa, muchos andaban en grupo y cada vez que Jack y compañía pasaban por su lado, desviaban la mirada al ver a personas curiosas por aquel lugar. Eduardo se sentía observado ante tantos ojos de pocos amigos. En ese momento pensó que si las miradas matasen, él hace ya un rato que no seguiría con vida.
Reunidos en un callejón, y tras asegurarse de que nadie los espiaba, Jack habló en voz baja a los demás diciendo:
- Bien, este es el plan…nos dividiremos para buscar información.  Vosotros tres iréis a investigar por la ciudad cualquier indicio de rastro de un G.F. Yo por mi parte me encargaré de registrar el circo y los alrededores.
- ¡Espera, Jack! ¿Vas a ir sólo?- preguntó Erika, preocupada- ¿seguro que estarás bien?
- Tranquila- sonrió el mago- soy lo bastante fuerte como para arreglármelas solo. Pero sólo os pido una cosa a vosotros tres. Manteneos siempre juntos y no os separéis, ¿entendido? Nos vemos aquí dentro de aproximadamente dos horas.
- Muy bien, lo haremos- sonrió Marina.
Tras eso, Jack se despidió y alejó caminando, hasta desaparecer entre la multitud. A partir de entonces, la maga y los dos jóvenes tenían que ir por su cuenta. Decidieron empezar por la calle principal, la cual rebosaba de gente, y por la que quizá podrían encontrar alguna pista.
Caminando con precaución entre los grupos de personas que se juntaban por los rincones, Erika oyó de repente la palabra G.F del vendedor de una tienda de accesorios no muy lejos de allí:
- ¡Esperad, chicos!- exclamó Erika, que agarró del brazo a Marina y Eduardo- ¡ese hombre de ahí acaba de decir G.F!
Los tres se acercaron a la entrada de la tienda, y le hablaron directamente al tendero:
- ¡Oiga señor! ¿Qué sabe acerca de un guardián de la fuerza?- le preguntó Erika- ¿sabe dónde podemos encontrarlo?
El tendero cambió rápidamente de expresión, y una sonrisa de malicia se dibujó en su rostro. Se lo pensó un poco antes de responder, y dijo:
- Lamentablemente, no dispongo de G.F para vender en mi tienda…pero, conozco a una persona que quizá sí que tenga uno…
- ¿¡De verdad!?- preguntó Eduardo- ¿Quién tiene un guardián de la fuerza?
- El Señor Cornelio, sin duda- sonrió el hombre maliciosamente.
- ¿Y quién es ese?- volvió a decir Erika- ¿Dónde vive?
- En la gran mansión que se encuentra en el centro de Mugget, no tiene pérdida.
- Vale, ¡muchas gracias, señor!- se despidió Marina mientras se alejaba con los dos jóvenes.
La sonrisa pícara y su rostro desbordaban astucia y trampas por cualquier lado que se le mirara. Aquello le daba muy mala espina a Eduardo, que preocupado por sus indicaciones, dudaba mucho de la información del tendero. Definitivamente allí no se podía confiar en nadie.
Guiados por las palabras del hombre, el grupo divisó a lo lejos desde la misma calle en que se encontraban una enorme mansión, la cual destacaba desde cualquier rincón de Mugget. Al ser la única con semejante tamaño, dedujeron que sería esa, y partieron directos a visitar al señor Cornelio.

La entrada, de puertas bastante grandes, estaba regentada por dos guardias que la vigilaban. Los tres, desde una esquina, veían curiosamente que a aquella enorme propiedad privada sólo entraban mujeres con cierta belleza física. Al resto de personas las echaban o no les permitían pasar.
Finalmente, tras observar un rato, decidieron intentarlo. La maga y los elegidos se acercaron tranquilamente hasta la puerta, con paso firme y seguro. Los dos guardias no se inmutaron al pasar las chicas, pero cuando llegó Eduardo éstos se lanzaron a por él y le bloquearon el paso:
- Las damas pueden entrar, pero tú no- le dijo amenazante.
- ¡Eh! ¿Por qué yo no?- protestó Eduardo frunciendo el ceño.
- Es amigo nuestro, viene con nosotras- justificó Marina.
- Lo siento, pero Don Cornelio sólo quiere compañía femenina, nada de hombres- respondió el otro guardia.
- ¿Y se puede saber por qué?- preguntó Erika.
- Porque Don Cornelio está buscando novia y nos ha encargado personalmente que sólo dejemos entrar a mujeres guapas- explicó- así que el chico fuera.
Tras varios intentos, y viendo que no podían convencerlos, se rindieron y alejaron de la entrada. Eduardo suspiró al tiempo que Marina y Erika pensaban un plan:
- ¿Y ahora cómo vamos a entrar?- preguntó el joven- sólo vosotras podéis entrar ahí, pero yo también quiero ayudar.
Ambas chicas lo miraron y se les formó una sonrisa maliciosa en el rostro. Erika miró a Marina diciendo:
- ¿Estás pensando lo mismo que yo?
- Sí, es buena idea.
Eduardo las miró bastante preocupado. Supo por sus sonrisas pícaras que se trataba de algo que seguro no le iba a gustar:
- ¿Qué estáis tramando? ¿Cuál es el plan?
Las dos chicas lo agarraron del brazo y lo llevaron a una tienda de ropa especializada, no muy lejos de allí. Después de ver varios modelos de vestidos, Eduardo se negó rotundamente diciendo:
- ¿¡Estáis locas!? ¡¡No pienso ponerme este ridículo vestido de noche!!
- ¿Pero qué dices?- dijo Marina, pícara- ¡Si ese rojo pasión te sienta muy bien!
- ¿Tal vez prefieres este azul brillante?- preguntó Erika con otro vestido en la mano- ¡la verdad es que es bonito!
- ¡¡No quiero ninguno, esto de disfrazarme de chica es una locura…me reconocerán enseguida!!
- ¡Pero es la única forma de que puedas entrar con nosotras!- le dijo Erika mientras le colocaba una peluca rubia- ¡además, recuerda que Jack nos dijo que debemos permanecer siempre juntos!
Tras ponérsela, las dos chicas se alejaron un poco de él para mirarlo más detenidamente:
- ¿Esa peluca no le quedará recargada en su cabeza?- preguntó Marina.
- No, yo creo que le queda muy bien- comentó Erika- ¡vamos Edu, ponte el vestido de una vez!
Eduardo tuvo que acceder obligatoriamente, aunque de mala gana. Al salir del probador con un vestido de gala rojo, las chicas no pudieron evitar reírse:
- ¿Edu, eres tú?- dijo Erika con una sonrisa burlona- ¡qué guapa estás!
- ¡Cállate!- se quejó él- ¡no miréis, estoy horrible!
- ¡Si te queda bien, bobo!- rió Marina- ¡Ni Jack te reconocería!
Las dos chicas también se arreglaron con vestidos y junto al joven, salieron de la tienda en dirección a la mansión.

Cuando regresaron a la propiedad de Don Cornelio, los guardias no reconocieron a Eduardo disfrazado, y los dejaron pasar. El chico alucinó y pensó en su disfraz oculto, que entonces supo que nadie lo reconocería con ese aspecto. Suspiró aliviado, pero se preocupó de repente cuando uno de los guardias volvió la vista para mirarlo y le guiñó un ojo tras sonreírle pícaramente. Con cara de asco, continuó su camino con paso acelerado para alejarse de él.
Llegaron a un gran salón de dos pisos, con muchas puertas por las cuatro paredes, y unas elegantes escaleras que comunicaban con el piso superior. En ese momento el recepcionista les indicó que se acercaran al mostrador, a un lado de la entrada principal. El mayordomo las saludó cordialmente:
- Hola, hermosas señoritas. Don Cornelio las atenderá enseguida. Esperen un momento aquí, por favor.
Tras eso, desapareció por la puerta de detrás del mostrador. Fue entonces cuando Marina preguntó:
- ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos aquí y esperamos que nos reciban?
- ¡Que le den al mayordomo, vamos a registrar este lugar!- dijo Eduardo- ¡acabemos con esto y salgamos de aquí cuanto antes!
Siguiendo la propuesta del chico, los tres comenzaron a inspeccionar de arriba abajo todas las puertas que encontraron a su paso, sin resultados. La mayoría estaban cerradas a cal y canto u ocupadas por alguien que respondía desde dentro. Subieron por las escaleras al piso de arriba, y Erika sonrió diciendo:
- ¡Chicos por aquí, he encontrando una!
Las dos chicas y el joven se adentraron y bajaron las escaleras que había tras ella. Llegaron a una especie de sótano muy oscuro en el que apenas se veía nada. Encendieron la luz y se sorprendieron al encontrarse con una estancia en la que había una gran mesa con cadenas y varios artilugios sospechosos colgados de las paredes. Las estanterías estaban llenas de objetos y recipientes desconocidos, que prefirieron no saber qué eran. Al fondo había un gran pasillo con muchas celdas frías. Marina afirmó con un nudo en la garganta:
- Oh no, esto parece una sala de torturas…
- ¿Pero…para qué querría Cornelio algo así?- preguntó Erika, confusa.
En ese momento se sorprendieron y dieron la vuelta al ver al mayordomo de antes bajando por las escaleras, con un conjunto de llaves en la mano:
- ¡No no no, señoritas, aquí está prohibido pasar!- comunicó el hombre, nervioso, que luego dijo en voz baja-…mira que olvidarme cerrar esta puerta…
- ¿Disculpe, qué es este…?
- ¡No hay tiempo para explicaciones!- cortó el hombre nervioso, que luego empujó a los tres escaleras arriba- ¡vamos señoritas, el señor Cornelio las espera!
Se vieron obligados a salir de aquella estancia, y volvieron al gran salón. Tras salir, el mayordomo cerró la puerta con llave y se aseguró de que nadie más vuelva a abrirla en su ausencia. Automáticamente los llevó por el corredor, y antes de entrar por la enorme puerta que se situaba frente a las escaleras, el recepcionista les dijo:
- Bien señoritas, debo informaros de algo importante antes de conocer a Don Cornelio. El señor sólo quiere una esposa, de modo que elegirá a una de vosotras, y las otras dos tendrán que marcharse. ¿Lo han entendido?
Los tres asintieron y junto con el mayordomo se internaron por la enorme puerta. Mientras caminaban por el pasillo, alejados del mayordomo, Marina, Erika y Eduardo murmuraban entre susurros:
- Genial, el señor Cornelio sólo quiere a una…- comentó Eduardo- ¿qué hacemos ahora?
- Muy sencillo- dijo Marina- a cualquiera que elija de nosotras, que intente sacarle información.
- ¿Pero…y las otras dos?- preguntó Erika- ¿Qué será de ellas?
El sirviente se dio cuenta de que estaban hablando en voz baja, se dio la vuelta e intervino diciendo:
- ¿Qué estáis susurrando? ¡Nada de secretillos! ¿Eh?
A partir de ese momento callaron y continuaron el recorrido. Llegaron a una habitación muy grande, en la que sentado en un gran sillón había un hombre de mediana edad bastante gordo. Eduardo imaginó que se trataba de los aposentos personales del magnate. Sonrió al verlos:
- Don Cornelio, aquí están las nuevas señoritas que quieren conocerle- comunicó el mayordomo.
Cornelio se levantó y acercó a las chicas. Mientras las miraba con detenimiento sonriendo maliciosamente, decía indeciso:
- Qué difícil decisión… la verdad es que son todas muy bellas y hermosas…
Cuando le llegó el turno a Eduardo, éste bajaba o giraba la cabeza al lado contrario al de Cornelio, para que no se fijara en su cara. Tembló pensando que lo descubriría, pero al final no se dio cuenta y suspiro aliviado. Finalmente, el hombre dio su veredicto:
- Muy bien, me quedo con esta belleza- sonrió pícaramente- dime hermosura, ¿cómo te llamas?
- Erika, señor…- dijo la chica a medias palabras.
- Un nombre precioso, sin duda…- y luego miró al mayordomo para que hiciera su trabajo- perfecto, serás mi esposa.
El sirviente se llevó a Marina y Eduardo, quedando Erika a solas con Cornelio., Ésta última mostró cara de asco al pensar que aquel viejo gordo se iba a casar con ella. La maga y el chico, preocupados por su amiga, decidieron esperarla fuera de la mansión a que saliera.
Lejos de lo que creían que iba a ocurrir, el mayordomo los llevó a ambos no a puerta principal de salida, sino a otra que se encontraba en el gran salón, y de la que se oían voces por fuera. Perplejos, Marina y Eduardo se sorprendieron al ver una decena de hombres reunidos en aquella sala. Entre ellos estaban el payaso de la carroza del circo, el tendero de la calle principal y los dos guardias de la entrada:
- Hola, guapas- dijo uno sonriendo maliciosamente- ¿Queréis uniros a la fiesta?
- ¿Qué es esto?- preguntó Marina, sorprendida- ¿Qué hacéis todos aquí?
- Estamos esperando compañía femenina para pasar un buen rato- dijo el payaso diabólico- las chicas que no son aceptadas por el señor Cornelio nos las quedamos nosotros para divertirnos con ellas.
- Pero entonces… ¿Trabajáis para Cornelio?
- Exacto- sonrió el tendero- le dejamos un porcentaje de nuestros beneficios económicos a cambio de chicas guapas. ¿Buen trato, no creéis?
Los hombres se acercaron lentamente con malas intenciones a Marina y Eduardo. La maga intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave desde el exterior:
- ¡Oh no, el maldito mayordomo nos ha encerrado!- exclamó Marina.
Los dos corrieron completamente asustados por toda la habitación, intentando escabullirse de todos aquellos hombres. Acabaron acorralándoles en una esquina sin salida:
- Es inútil que huyáis guapas, ya sois nuestras- sonrió el guardia de la entrada.
Eduardo, harto del disfraz, comenzó a decir:
- No gracias, la verdad es que…
El chico se quitó la peluca y el vestido, mostrando a los demás su verdadera identidad, al tiempo que la llave espada aparecía en su mano. Marina hizo lo mismo:
- ¡Me dais asco!
Los acosadores, furiosos, exclamaron:
- ¡Es el mocoso de antes…a por ellos!
Antes de que la decena de hombres les alcanzaran, Eduardo y Marina conjuraron al mismo tiempo un ataque mágico. Éste liberó una tormenta de rayos directa contra el grupo de enemigos, que los dejó chamuscados y fuera de combate:
- ¡Y ahora, vayamos a rescatar a Erika!- dijo Marina.
Eduardo asintió con la cabeza y los dos echaron abajo la puerta con otro hechizo mágico. Corrieron escaleras arriba directos a los aposentos de Cornelio, e irrumpieron en su habitación con las armas a punto:
- ¿Erika, estás bien?- preguntó el chico.
Se sorprendieron al encontrar a la joven apuntando con la vara mágica al magnate. Éste se encontraba asustado y temblando contra la pared. Parece que la chica tenía la situación controlada. Marina y Eduardo se unieron a ella:
- Vamos cerdo, dinos dónde escondes el guardián de la fuerza.
- ¿¡Qué!?- preguntó el hombre, perplejo- ¡me confundís con otra persona, yo no tengo ningún G.F!
- ¡No digas mentiras, todo el mundo dice que tienes uno…así que entréganoslo ahora mismo!- exclamó Erika.
- ¡Os juro que digo la verdad!- dijo desesperado Cornelio, que luego suplicó de rodillas- ¡por favor, no me hagáis daño!
Los tres meditaron un momento, pensativos. Al cabo de unos segundos, y viendo que el hombre lloraba por su vida, Eduardo preguntó:
- ¿Creéis que lo que dice es verdad?
- No sé… no me fiaría ni un pelo de este- comento Erika.
- Será mejor que nos vayamos…- dijo Marina- dudo que este cobarde tenga un G.F. Además, debemos reunirnos con Jack. Ya casi es la hora.
Los tres asintieron con la cabeza, guardaron sus armas, y dieron media vuelta dispuestos a marcharse. Mientras se alejaban Cornelio, enfurecido, dijo en alta voz:
- ¡Esperad un momento!
Marina y los dos jóvenes volvieron la vista al magnate, y la maga preguntó:
- ¿Qué quieres ahora?
- Esto no puede quedar así…nadie amenaza a Don Cornelio y se va tan tranquilo.
Se dibujó una sonrisa malvada en su rostro cuando agarró una palanca que tenía al lado:
- Probad esto, a ver qué tal.
El viejo hombre accionó la palanca y se abrió un boquete bajo los pies de Marina, Erika y Eduardo. Todos cayeron irremediablemente en el abismo de oscuridad. Habían caído en una trampa.

3 comentarios:

  1. "cuando se fueran a dar cuenta" (al principio) creo que suena un poco mal, tal vez quedaría mejor "cuando se dieran cuanta", a secas.
    Odio los payasos... me dan miedecito.
    Cuando leí el nombre de Cornelio... ¡ese momento! Tenía la esperanza de que Jack también se travistiera XDD De verdad, creo que es una de mis partes favoritas del juego. Pensaba de elegiría a Edu, como le pasa a Cloud, la verdad es que sería divertidisimo xDDD ¡Puto Cornelio!

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  2. Si, ya me di cuenta. Se nota el cambio en la madurez escritora desde que escribí eso a ahora. Hace unos 6 años desde entonces, pero tengo claro que cuando terminé el último capítulo, voy a hacer una reescritura de todos los capítulos, para corregir esas faltas ortográficas.

    Sí, a mí también me dan miedo los payasos, por eso reflejé lo terribles que pueden llegar a ser.

    Esta parte de FFVII es una de mis favoritas, y además con la que más reí de todo el juego, por eso le hice un guiño especial dedicado. ¡Me parto de risa con solo imaginar lo que hubiera pasado de haber elegido a Edu! xD

    ¡Cornelio se hace odiar a más no poder!

    PD: su "videnticidad" es otro hobby que tiene, cuando duerme y se aburre en sueños (?) xD

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