domingo, 29 de abril de 2012

Capítulo 12: La granja de chocobos


Capítulo XII
LA GRANJA DE CHOCOBOS
Retomando el viaje rumbo al sur, el grupo continuó el largo camino que les quedaba para llegar al templo sagrado, lugar en dónde Eduardo y Erika recibirían sus instrucciones para destruir a Meteorito. Tal y como decía la profecía, ellos dos eran los únicos que podían detener la catástrofe y salvar Limaria del fin del mundo.
Recibieron la ayuda de un nuevo aliado, un curioso perro con la habilidad de hablar. Rex tardó poco tiempo en habituarse en el equipo. A pesar de ser nuevo, había entablado amistad con todos, se sentía cómodo y ayudaba en todo lo que podía. Su objetivo era regresar a su pueblo natal, Kengo, situado en el Cañón Cosmo.

Durante su camino en un día tranquilo por la pradera, vieron de repente a un hombre corriendo en dirección contraria a ellos. A juzgar por su cara, parecía que huía de algo y además llevaba consigo una especie de huevo grande azul entre sus brazos:
- ¡Apartad, por favor, que me va a alcanzar!
Pasó descaradamente por en medio del grupo a empujones, respirando entrecortadamente del cansancio. Los demás lo miraron alejarse y Erika, enfurecida, exclamó:
- ¡Mira por dónde vas, idiota!
- ¿A qué ha venido eso?- preguntó Jack- ¿de qué huye?
La respuesta a la pregunta surgió repentinamente de la misma forma. El grupo volvió la vista al frente y de entre la hierba surgió una extraña criatura que corría a toda velocidad:
- ¡Dejad paso!- gritó el jinete que montaba al animal- ¡cuidado!
Iba tan rápido que a los demás casi no les da tiempo a reaccionar. Tuvieron que tirarse al suelo rápidamente a ambos lados del camino para no ser atropellados. Cuando levantaron la vista, ambos corredores se alejaban a lo lejos cada vez más, levantando tierra por el camino:
- ¡Y encima eso!- exclamó Erika- ¿¡falta alguien más que quiera matarnos!?
- ¿¡Qué era eso!?- preguntó Rex, perplejo.
- No lo sé, pero será mejor que los sigamos- dijo Jack- ¡vamos, tenemos que alcanzarlos!
El grupo se levantó de la hierba y corrió tras las huellas de los corredores. Sea lo que sea, el hombre del huevo o el jinete con el animal era el culpable de aquella  persecución, y debían intervenir para solucionar la situación.
Eduardo se sorprendió al ver marcadas en la tierra grandes huellas de pájaro, que por unos momentos creyó que no era posible. Todo sucedió muy rápido y el chico no consiguió distinguir lo que cabalgaba el jinete. Quería saber a qué tipo de animal con alas pertenecían aquellas pisadas tan grandes y extrañas.

No tardaron en alcanzarlos, pues el que huía terminó cayendo por un tropiezo y el huevo que llevaba en sus brazos cayó sobre la hierba un poco más lejos. En ese momento los demás pudieron comprobar que el que cabalgaba al animal se trataba de una niña muy joven, de no más de doce años de edad:
- ¡Devuelve eso, ladrón de huevos!- exigió la niña- ¡no te pertenece!
El hombre dudó por un momento, pero luego sacó una pistola nervioso con la que apuntó al jinete, para sorpresa de todos. Antes de que pudiera disparar, el animal corrió rápidamente hacia él y le soltó una patada con sus fuertes patas y le tiró de nuevo al suelo, esta vez herido. La pistola salió volando un poco más lejos:
- ¡Piedad, no me mates por favor!- suplicaba el hombre- ¡soy pobre, no tengo trabajo y me estoy muriendo de hambre!
La niña bajó del animal y dio unos pasos adelante, enfurecida:
- ¿¡No te da vergüenza!? Para empezar, busca un trabajo honrado y págate tu propia comida… ¡pero ese pobre chocobo que robaste no tiene la culpa de tus desgracias! ¡Seguro que te lo ibas a comer!
 Luego le lanzó una pequeña bolsita con dinero que cayó cerca del ladrón:
- ¡Toma esto…haz lo que quieras con él, pero yo que tú me lo gastaría en comida, que tienes mala cara!
- ¡Mu…muchas gracias!- agradeció el hombre llorando de emoción y alegría.
- ¡Ahora lárgate!- amenazó la niña- ¡si no quieres acabar peor, será mejor que no vuelvas nunca por aquí! ¿Me has entendido?
El ladrón asintió con la cabeza, se levantó y corrió rápidamente despavorido todo lo que pudo hasta desaparecer a lo lejos del camino. Tras asegurarse de que no había peligro, la niña se acercó y recogió el huevo del suelo, mientras los demás se acercaron a ella:
- Menos mal que no le ha pasado nada…- suspiro la niña.
- Perdona- le dijo Jack- ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?
La pequeña se giró a ellos y les explicó:
- Un ladrón de huevos…ya es el tercero esta semana.
- Si no me equivoco, eso es un huevo de chocobo, ¿verdad?
- Has acertado- sonrió la niña sorprendida- ¿cómo lo sabías?
- Además de su tamaño, sus marcas en el cascarón lo indican…- señaló el mago, que luego se presentó junto con los demás- me llamo Jack, y estos son Marina, Erika, Eduardo y Rex.
- ¡Encantada, yo soy Melody!- sonrió la pequeña, que los observó curiosamente- no parecéis ladrones de huevos ni nada por el estilo.
- Ni mucho menos- aclaró Marina riéndose- no nos gusta robarle cosas a la gente.

Eduardo se había alejado de las presentaciones y observaba perplejo y sin palabras al animal que tenía delante de sus ojos. Era una enorme ave galliforme de un precioso color azul zafiro, cuyas plumas brillantes resaltaban su espléndida figura semejante a un avestruz plumífero. No dejaba de mirarlo y asombrarse de aquel animal que nunca antes había visto en su vida:
- Veo que te ha gustado Chomper- comentó Melody al ver a Eduardo- ¡es todo un chocobo adulto fuerte y noble!
- Oye Melody- preguntó Erika mirando también al ave- ¿podrías explicarnos qué es exactamente un chocobo?
- Los chocobos son animales comunes de Limaria, y viven prácticamente en cualquier lugar del mundo. No pueden volar, pero lo compensa su gran capacidad de desplazarse a gran velocidad por tierra. Se usan como montura para viajar, ya sea montándolo o empleándolo para tirar de carretas…- explicó la niña- este transporte es más rápido que viajar a pie y se puede ahorrar cientos de kilómetros en cuestión de horas.
- ¡Vaya!- exclamó Rex, sorprendido- ¡pareces que sabes mucho sobre ellos!
- Es que trabajo en una granja de chocobos con mi padre, que es experto en chocobología. Si queréis, podéis venir a verla.
Antes de que dieran su respuesta, una serie de rugidos de estómago sonó repentinamente entre los miembros del grupo. Recordaron en ese entonces que aún no habían comido nada en todo el día, ni tampoco llevaban provisiones en su equipaje. Melody sonrió diciendo:
- ¡Ah, ya sé! ¡Podéis venir a comer en mi granja…no está muy lejos de aquí!
Jack miró a sus amigos y preguntó:
- ¿Qué os parece, chicos?
- Por mí de acuerdo- dijo Rex- llevamos todo el día sin probar bocado.
- ¡Sí!- exclamó Erika eufórica- ¡tengo mucha hambre!
- ¡Vale!- sonrió Eduardo- ¡así de paso podemos ver más chocobos!
- Es una buena idea- comentó Marina- yo sigo que sí.
Viendo que todos votaban por ir al lugar, Jack asintió sonriente con la cabeza y se encaminaron directos a la granja, guiados por Melody montada sobre Chomper.

El grupo no tardó en llegar a una extensa colina, en la que, a lo lejos, en el centro de la pradera de las montañas, se veía una enorme casa establo, junto a un molino de viento y un corral lleno de aves bípedas.
Al acercarse, Eduardo pudo comprobar asombrado la gran cantidad de chocobos de todos los tamaños y colores que existían. Nunca había visto nada igual. Mientras paseaban por el exterior del corral, Erika preguntó sorprendida:
- ¿Cómo es que hay tantos tipos de chocobos?
- El plumaje determina su lugar de origen, y cada color es único- explicó Melody- los azules son exclusivos del continente norte, y destacan por su resistencia; los rojos son característicos del continente oeste, y su fuerza es asombrosa; los verdes son propios del continente este, y su defensa aguanta todo cuanto le echan…finalmente los amarillos son únicos del continente central, y en lo que se refiere a velocidad no hay quien les gane…
- Pero…. ¿y el resto de colores?- señaló Rex.
- Los demás colores son mezclas por aparejamiento de las razas…suelen heredar las características de sus padres, y en ocasiones hasta adquieren nuevas completamente diferentes a las de sus progenitores… forma parte del tema de la reproducción genética de los chocobos.
- ¡Es increíble!- exclamó Eduardo, perplejo- ¡no sabía que la chocobología fuera tan compleja y profunda!
La niña rió y les indicó con un gesto que la siguieran a la casa establo junto al molino. A la entrada del hogar había un hombre de mediana edad barriendo el pórtico, que los recibió sorprendido al tener visitas:
- ¡Melody! ¿Cómo es que has tardado tanto?- le peguntó a la niña- ¿Y quiénes son ellos?
- Perdona papá, es que cuando iba de camino a comprar pan, pillé a un ladrón huyendo con uno de nuestros huevos de chocobo…- explicó mostrando el huevo azul en sus manos- afortunadamente conseguí detenerlo gracias a Chomper, pero estos chicos también prestaron su ayuda.
Jack se apresuró a decir:
- Oye, que nosotros no hemos…
- ¡Lo menos que podía hacer era invitarles a comer!- añadió Melody dejando al mago con las palabras en la boca.
El hombre los observó unos segundos, pensativo. Le resultaba curioso ver a aquellas personas con apariencias variopintas y acompañadas por un perro que también hablaba. Nunca había visto a un grupo de viajeros semejantes, y tampoco le parecían peligrosos, de modo que sonrió diciendo:
- Si es cierto lo que dice mi hija, os doy las gracias en nombre del pequeño chocobo- dijo mientras acariciaba el huevo verde- nos gustaría a Melody y a mí que os quedarais a comer con nosotros.
- Será un placer, señor…- dijo Marina a medio terminar.
- Me llamo Ernesto- sonrió el anfitrión.
La niña también sonrió de alegría, y los demás pasaron dentro de la vivienda sonándoles las tripas con el rugido de estómagos. En su interior se percibía el ambiente hogareño y familiar, una sensación cálida los invadió al cruzar la puerta. Imaginaron que en los establos de allí dentro los chocobos dormían y se refugiaban los días de lluvia.

Tras servir la comida, y mientras los demás almorzaban, Ernesto y Melody observaban atónitos cómo comían los miembros del grupo aventurero. La mayoría llevaban más de tres platos sin dejar una miga, y engullían los manjares rápidamente y sin pausa. No creían lo que veían. A la niña se le cayó el tenedor de las manos cuando oyó a Erika, después de cinco platos, decir:
- ¡Esto está buenísimo! ¿¡Puedo repetir!?
- Sí…claro…- dijo la pequeña perpleja y a medias palabras.
Marina pensó en algo que llevaba dudando desde que llegaron a la casa de los criadores de chocobos. Después de tragar la comida, preguntó diciendo:
- Melody, ¿dónde está tu madre? No la hemos visto en todo este rato.
De repente las risas y alegría pararon al ver a la niña bajar su rostro, ocultándolo a los demás. Dejó de comer y dijo con indiferencia tras unos segundos:
- Mi mamá murió hace mucho, cuando yo era más pequeña.
- ¡Oh, no lo sabía, lo siento!- se disculpó Marina- ¡no quería herirte!
La pequeña no dijo nada. En ese momento se levantó de la silla diciendo:
- Lo siento, no tengo hambre.
Corrió saliendo del salón con el rostro decaído. Eduardo creyó haberle visto lágrimas cayendo por sus mejillas, y los demás dieron la vuelta para verla salir al exterior. Desde la ventana, vieron cómo la niña entraba al corral y se sentaba sobre una roca junto a Chomper, bajando la cabeza y ocultándola entre sus brazos.

Todavía reunidos en el comedor, Rex preguntó:
- ¿Cómo murió su madre?
Ernesto se levantó y acercó a la ventana. Observó a Melody sentada en el corral, entre los chocobos, y suspiró antes de decir:
- Fue hace cuatro años, era un día lluvioso. Ella decidió ir a rescatar a un chocobo enfermo que empeoraba por momentos, y yo como aún no tenía la experiencia suficiente para sanar a estas aves, me quedé cuidando de Melody. Según los informes policiales, fue atacada por una banda de ladrones de chocobos en el momento en que se disponía a ayudar al pobre animal…a día de hoy, esos malnacidos ya están en prisión, y todavía les quedan muchos años de condena.
El grupo escuchaba con atención las palabras del hombre, que continuó diciendo:
- Mi mujer murió dando su vida por los chocobos, lo eran todo para ella. Tenía un sueño, el de contribuir a un mundo mejor en el que humanos y chocobos convivan en paz y armonía, sin que los primeros acaben con estos maravillosos animales.
Los demás dejaron que Ernesto terminara de relatar su historia, sorprendidos por su pasado:
- Desde entonces Melody sólo sueña con convertirse en una gran chocobóloga como lo era su madre. Ha mejorado mucho en los últimos años, y no piensa parar hasta ver cumplido su sueño…y el de ella.
Marina no lo dudó más. Tras meditarlo por unos segundos, se dio cuenta de que ambas no eran tan diferentes. Observó a la niña en el corral y dijo decidida:
- Yo tengo la culpa de que se haya puesto así ahora…voy a ver si puedo ayudarla.
Nadie trató de impedírselo. Siendo Marina, todos imaginaron que sabía lo que hacía, y la vieron en silencio salir por la puerta. A través de la ventana, observaron a la chica acercarse al corral. Ahora todo dependía de ella.

La maga entró en el corral, y se abrió paso lentamente a través de los chocobos que encontraba a su paso. Encontró a la niña sentada en una roca, rodeada y protegida por Chomper. La chica se acercó a ella mientras lloraba en silencio:
- ¿Melody?
- La echo mucho de menos…- sollozó la niña.
- Lo sé, y te comprendo…- dijo mientras se sentaba junto a ella- yo también perdí a mi madre hace mucho tiempo, cuando no era más que un bebé.
La niña se sorprendió al oír aquello. Levantó la mirada y miró a la maga diciendo:
- ¿De verdad?
- Sí…pero lo peor de todo es que no tengo recuerdos ni de su cara, sus manos, ojos o voz… ni siquiera me acuerdo de cómo era…
- Debe de ser muy duro- comentó Melody.
- Tú al menos sí conservas recuerdos de ella, ¿verdad?- sonrió Marina.
- Sí…recuerdo tantas cosas de ella…su presencia, cómo me acariciaba, abrazaba y hablaba…- sonrió a medias la niña.
- Y todavía puedes sentirla…- afirmó la maga- de una forma tan simple y sencilla como cerrar los ojos.
- ¿En serio? ¿De veras podré ver a mamá cerrando los ojos?
Marina rió dulcemente y le dijo:
- Puede que no la veas, pero sí la sentirás…vamos prueba a hacerlo- la animó.
- Está bien…lo intentaré.
Melody cerró los ojos. Durante unos segundos no percibió nada fuera de lo normal, e incluso creyó que aquello se trata de una burla por parte de la maga. Estuvo a punto de abrirlos cuando poco a poco oyó una voz que le susurraba, y la cual reconoció al instante. Por un fugaz momento sintió cómo su madre estaba a su lado, protegiéndola y cuidándola. Se sintió tan feliz que lloraba de alegría y felicidad. Al abrirlos de nuevo, sintió una paz interior que la envolvió en una cálida sensación de seguridad. Miró a la maga a su lado y dijo agradecida:
- Tenías razón…puedo verla y oírla…gracias Marina.
Melody la abrazó fuertemente, y la maga le correspondió con otro abrazo. Ernesto y los demás observaban la escena desde la ventana con alegría mientras esbozaban una sonrisa de felicidad. Jack no pudo evitar sonreír dulcemente al ver a Marina tan cariñosa y comprensiva. Algo en él le emocionaba y enternecía de ella:
“Marina…eres increíble”- pensó para sí.

La felicidad duró más bien poco al oír de repente un grito agonizante de un chocobo que provenía del interior del establo. Todos se dieron cuenta de que algo malo pasaba, y corrieron al interior de la granja. Sorprendieron con las manos en la masa a un hombre de negro robando un huevo de ave verde. Llevaba un pasamontañas que le ocultaba el rostro:
- ¡Oh no, otro que se lleva un huevo de chocobo!- exclamó Ernesto.
- ¡Deprisa, hay que detenerle!- dijo Melody.
El ladrón al verlos, huyó rápidamente por la ventana antes de que lo alcanzaran. El mago, furioso y apretando los dientes, corrió tras él:
- ¿¡Espera Jack, qué haces!?- preguntó Eduardo.
- ¡No permitiré que sigan robando chocobos, estas maravillosas criaturas no merecen vivir así…tengo que ayudar a cumplir el sueño de Melody y su madre!
- ¡¡Jack, no!!- gritaron todos.
Pero ya era demasiado tarde. Jack había salido por la ventana y seguía al ladrón por plena pradera abierta.
Tras correr durante unos minutos, lo perdió de vista. Sin embargo, sabía por intuición que el ladrón aún seguía por los alrededores. Desenfundó su bastón mágico y se puso en guardia mirando en todas las direcciones:
- ¡Vamos sal, sé que estás por aquí…da la cara!
Pasaron uno segundos de tensión y sin respuesta. De repente y sin previo aviso Jack recibió una embestida por la espalda que lo tumbó al suelo. Se levantó un poco dolorido y recibió otra por su izquierda. Hizo lo mismo nuevamente y ocurrió lo mismo por la derecha. Siguió así varias veces hasta que el mago logró esquivar una embestida y milagrosamente con un rápido movimiento de su mano quitarle el pasamontañas de la cara al enemigo. Éste corrió a esconderse entre la hierba alta, y habló por la espesura del lugar:
- ¡Te hare pagar por esto, mago…te arrepentirás de haberme seguido!
- ¡Devuelve el huevo de chocobo, rata asquerosa!- amenazó Jack- ¡no permitiré que destroces un sueño que con tantos esfuerzos intenta conseguir una persona!
- ¿Iluso, y a mí qué me importan los sueños de los demás? ¡Si lo quieres, antes tendrás que vencerme…prepárate!
Apareció por detrás del mago y corrió hacia él armado con unas cuchillas. Éste atacó y Jack lo esquivó rápidamente por los pelos. El ladrón repetía la misma operación y el mago retrocedía a cada paso mientras bloqueaba todos sus ataques como podía.
Llegó un momento en que Jack perdió el equilibrio y cayó al suelo, quedando a merced del enemigo. Aprovechando la ocasión, el ladrón impulsó sus cuchillas para dar el golpe de gracia, ante el rostro perplejo  del mago.
Antes de que las cuchillas le alcanzaran, Jack invocó la magia piro y el bastón mágico lanzó una llama a la cara de su oponente, que quedó inmovilizado y se le cayeron las armas de las manos.
Mientras el ladrón se retorcía de dolor, Jack logró levantarse rápido y lanzarle otro ataque mágico de hielo que le congeló un brazo y lo tiró al suelo. Esta vez quedó fuera de combate y el mago suspiró tranquilo. Pudo ver, sorprendido, que el ladrón que le había atacado se trataba del mismo con el que se encontraron aquel día huyendo de Melody y Chomper. Bajó su arma y se acercó a recoger el huevo verde de chocobo. Comprobó aliviado que seguía perfectamente y no le había pasado nada.
En ese momento llegaron los demás corriendo. Marina corrió junto al mago:
- ¡Jack! ¿Estás bien?- preguntó preocupada.
- Sí, tranquila…- dijo él- el huevo está perfectamente.
- ¿¡Cómo has podido irte de esa forma!?- intervino Erika- ¡nos tenías muy…!
De repente surgió un resplandor muy brillante, del que todos se sorprendieron. Perplejos, observaron que provenía del huevo que Jack tenía en sus manos:
- No puede ser…-dijo Melody, asombrada- el huevo va a…
Todos fueron testigos de cómo el huevo resplandecía cada vez más, hasta que su luz cegó los ojos de los demás. Tras eso la luz comenzó a apagarse, y el cascarón que lo cubría empezó a romperse. Jack y Marina contemplaron perplejos frente a sus ojos cómo nacía una pequeña cría de chocobo, que pió en voz baja a su alrededor. Su plumaje era de color verde brillante como la esmeralda, y sus ojos tan grandes y profundos como el inmenso mar azul.
La cría de chocobo miró a Jack, y sonriente se acurrucó entre sus brazos. El mago no supo qué hacer ante aquella conducta del pequeño:
- ¡Vaya, este chocobo te ha cogido cariño, Jack!- exclamó Melody con una sonrisa- ¡ha debido de sentir que lo protegías!
- ¿De verdad?- preguntó Jack, perplejo.
- Es un chocobo macho, y además una cría de Chomper…- afirmó Ernesto tras observarlo detenidamente- ya que has sido tú el que le ha salvado la vida… ¿cómo vas a llamarlo?
A Jack le sorprendió aquella pegunta. Sentía como si de repente hubiera tenido un hijo al que tenía que ponerle nombre. Después de pensarlo un poco durante unos segundos, el mago contestó:
- Creo que lo llamaré Vert.
- ¿Vert?- dijo Rex, extrañado- ¿qué significa?
- “Verde” en Francés…- sonrió el mago- lo aprendí en la Tierra.
- Ese nombre le pega…- comentó Erika- ¡es muy gracioso!
Todos rieron a carcajadas de risa. Entonces Ernesto dijo agradecido:
- Gracias de nuevo Jack, por rescatar a este pequeño chocobo…estoy seguro de que mi mujer estaría muy agradecida por lo que acabas de hacer.
- No hay de qué…- sonrió Jack a su vez, que tras mirar al pequeño Vert, dijo con pesar-…pero no puedo llevarlo conmigo…hay muchos peligros en nuestro camino, y aún es demasiado pequeño para afrontarlos… ¿podría quedarse aquí?
- Claro que sí, lo cuidaremos bien- dijo Melody- además, podrás venir a visitarlo siempre que quieras.
Jack sonrió agradecido diciendo:
- Muchas gracias…de verdad.

La niña observó de nuevo a Vert, que caminó torpemente hasta Marina y se acurrucó en los brazos de la maga. Melody reconocía el piar de los recién nacidos, y supo lo que aquello significaba:
- ¡Qué gracioso!- exclamó la niña- ¡Marina, cree que eres su mamá!
- ¡Y Jack su papá!- añadió Ernesto.
Ambos magos se miraron y pusieron colorados. Desviaron rápidamente sus miradas y rieron. Jack se sintió feliz porque por un breve instante tuvo una familia propia, y su corazón latió muy rápido al pensar que Marina era la compañera y madre de sus hijos.
Movió la cabeza rápidamente a ambos lados. No se imaginaba algo como aquello, y cada vez que lo hacía se ponía colorado. Se levantó con Vert en sus brazos junto a Marina y volvió la mirada sonriente a sus amigos:
“Sólo el tiempo lo dirá”- pensó para sí.

2 comentarios:

  1. Alá! Que lanzado el muchacho, unos días con ella y ya pensando en tener hijos xD

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  2. ¡Pues imagínate que esta escena era originalmente de Edu y Eri! xD

    Lo que pasa es que la cambié porque; por un lado, me resultan demasiado jóvenes para pensar en eso, y por otro, porque Jack y Marina tienen pocos momentos especiales juntos. Quise dejarles este para que se viera algo más entre ellos dos y no fueran tan secos como pareja xD

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