Capítulo
XII
LA
GRANJA DE CHOCOBOS
Retomando el viaje rumbo al sur, el
grupo continuó el largo camino que les quedaba para llegar al templo sagrado,
lugar en dónde Eduardo y Erika recibirían sus instrucciones para destruir a
Meteorito. Tal y como decía la profecía, ellos dos eran los únicos que podían
detener la catástrofe y salvar Limaria del fin del mundo.
Recibieron la ayuda de un nuevo
aliado, un curioso perro con la habilidad de hablar. Rex tardó poco tiempo en
habituarse en el equipo. A pesar de ser nuevo, había entablado amistad con
todos, se sentía cómodo y ayudaba en todo lo que podía. Su objetivo era
regresar a su pueblo natal, Kengo, situado en el Cañón Cosmo.
Durante su camino en un día tranquilo
por la pradera, vieron de repente a un hombre corriendo en dirección contraria
a ellos. A juzgar por su cara, parecía que huía de algo y además llevaba
consigo una especie de huevo grande azul entre sus brazos:
- ¡Apartad, por favor, que me va a
alcanzar!
Pasó descaradamente por en medio del
grupo a empujones, respirando entrecortadamente del cansancio. Los demás lo
miraron alejarse y Erika, enfurecida, exclamó:
- ¡Mira por dónde vas, idiota!
- ¿A qué ha venido eso?- preguntó
Jack- ¿de qué huye?
La respuesta a la pregunta surgió
repentinamente de la misma forma. El grupo volvió la vista al frente y de entre
la hierba surgió una extraña criatura que corría a toda velocidad:
- ¡Dejad paso!- gritó el jinete que
montaba al animal- ¡cuidado!
Iba tan rápido que a los demás casi no
les da tiempo a reaccionar. Tuvieron que tirarse al suelo rápidamente a ambos
lados del camino para no ser atropellados. Cuando levantaron la vista, ambos
corredores se alejaban a lo lejos cada vez más, levantando tierra por el
camino:
- ¡Y encima eso!- exclamó Erika-
¿¡falta alguien más que quiera matarnos!?
- ¿¡Qué era eso!?- preguntó Rex,
perplejo.
- No lo sé, pero será mejor que los
sigamos- dijo Jack- ¡vamos, tenemos que alcanzarlos!
El grupo se levantó de la hierba y
corrió tras las huellas de los corredores. Sea lo que sea, el hombre del huevo
o el jinete con el animal era el culpable de aquella persecución, y debían intervenir para
solucionar la situación.
Eduardo se sorprendió al ver marcadas
en la tierra grandes huellas de pájaro, que por unos momentos creyó que no era
posible. Todo sucedió muy rápido y el chico no consiguió distinguir lo que
cabalgaba el jinete. Quería saber a qué tipo de animal con alas pertenecían
aquellas pisadas tan grandes y extrañas.
No tardaron en alcanzarlos, pues el
que huía terminó cayendo por un tropiezo y el huevo que llevaba en sus brazos
cayó sobre la hierba un poco más lejos. En ese momento los demás pudieron comprobar
que el que cabalgaba al animal se trataba de una niña muy joven, de no más de
doce años de edad:
- ¡Devuelve eso, ladrón de huevos!-
exigió la niña- ¡no te pertenece!
El hombre dudó por un momento, pero
luego sacó una pistola nervioso con la que apuntó al jinete, para sorpresa de
todos. Antes de que pudiera disparar, el animal corrió rápidamente hacia él y
le soltó una patada con sus fuertes patas y le tiró de nuevo al suelo, esta vez
herido. La pistola salió volando un poco más lejos:
- ¡Piedad, no me mates por favor!-
suplicaba el hombre- ¡soy pobre, no tengo trabajo y me estoy muriendo de
hambre!
La niña bajó del animal y dio unos
pasos adelante, enfurecida:
- ¿¡No te da vergüenza!? Para empezar,
busca un trabajo honrado y págate tu propia comida… ¡pero ese pobre chocobo que
robaste no tiene la culpa de tus desgracias! ¡Seguro que te lo ibas a comer!
Luego le lanzó una pequeña bolsita con dinero
que cayó cerca del ladrón:
- ¡Toma esto…haz lo que quieras con
él, pero yo que tú me lo gastaría en comida, que tienes mala cara!
- ¡Mu…muchas gracias!- agradeció el
hombre llorando de emoción y alegría.
- ¡Ahora lárgate!- amenazó la niña-
¡si no quieres acabar peor, será mejor que no vuelvas nunca por aquí! ¿Me has
entendido?
El ladrón asintió con la cabeza, se
levantó y corrió rápidamente despavorido todo lo que pudo hasta desaparecer a
lo lejos del camino. Tras asegurarse de que no había peligro, la niña se acercó
y recogió el huevo del suelo, mientras los demás se acercaron a ella:
- Menos mal que no le ha pasado nada…-
suspiro la niña.
- Perdona- le dijo Jack- ¿estás bien?
¿Qué ha pasado?
La pequeña se giró a ellos y les
explicó:
- Un ladrón de huevos…ya es el tercero
esta semana.
- Si no me equivoco, eso es un huevo
de chocobo, ¿verdad?
- Has acertado- sonrió la niña
sorprendida- ¿cómo lo sabías?
- Además de su tamaño, sus marcas en
el cascarón lo indican…- señaló el mago, que luego se presentó junto con los
demás- me llamo Jack, y estos son Marina, Erika, Eduardo y Rex.
- ¡Encantada, yo soy Melody!- sonrió
la pequeña, que los observó curiosamente- no parecéis ladrones de huevos ni
nada por el estilo.
- Ni mucho menos- aclaró Marina
riéndose- no nos gusta robarle cosas a la gente.
Eduardo se había alejado de las
presentaciones y observaba perplejo y sin palabras al animal que tenía delante
de sus ojos. Era una enorme ave galliforme de un precioso color azul zafiro,
cuyas plumas brillantes resaltaban su espléndida figura semejante a un avestruz
plumífero. No dejaba de mirarlo y asombrarse de aquel animal que nunca antes
había visto en su vida:
- Veo que te ha gustado Chomper-
comentó Melody al ver a Eduardo- ¡es todo un chocobo adulto fuerte y noble!
- Oye Melody- preguntó Erika mirando
también al ave- ¿podrías explicarnos qué es exactamente un chocobo?
- Los chocobos son animales comunes de
Limaria, y viven prácticamente en cualquier lugar del mundo. No pueden volar,
pero lo compensa su gran capacidad de desplazarse a gran velocidad por tierra.
Se usan como montura para viajar, ya sea montándolo o empleándolo para tirar de
carretas…- explicó la niña- este transporte es más rápido que viajar a pie y se
puede ahorrar cientos de kilómetros en cuestión de horas.
- ¡Vaya!- exclamó Rex, sorprendido- ¡pareces
que sabes mucho sobre ellos!
- Es que trabajo en una granja de
chocobos con mi padre, que es experto en chocobología. Si queréis, podéis venir
a verla.
Antes de que dieran su respuesta, una
serie de rugidos de estómago sonó repentinamente entre los miembros del grupo.
Recordaron en ese entonces que aún no habían comido nada en todo el día, ni
tampoco llevaban provisiones en su equipaje. Melody sonrió diciendo:
- ¡Ah, ya sé! ¡Podéis venir a comer en
mi granja…no está muy lejos de aquí!
Jack miró a sus amigos y preguntó:
- ¿Qué os parece, chicos?
- Por mí de acuerdo- dijo Rex-
llevamos todo el día sin probar bocado.
- ¡Sí!- exclamó Erika eufórica- ¡tengo
mucha hambre!
- ¡Vale!- sonrió Eduardo- ¡así de paso
podemos ver más chocobos!
- Es una buena idea- comentó Marina-
yo sigo que sí.
Viendo que todos votaban por ir al
lugar, Jack asintió sonriente con la cabeza y se encaminaron directos a la
granja, guiados por Melody montada sobre Chomper.
El grupo no tardó en llegar a una
extensa colina, en la que, a lo lejos, en el centro de la pradera de las
montañas, se veía una enorme casa establo, junto a un molino de viento y un
corral lleno de aves bípedas.
Al acercarse, Eduardo pudo comprobar
asombrado la gran cantidad de chocobos de todos los tamaños y colores que
existían. Nunca había visto nada igual. Mientras paseaban por el exterior del
corral, Erika preguntó sorprendida:
- ¿Cómo es que hay tantos tipos de
chocobos?
- El plumaje determina su lugar de
origen, y cada color es único- explicó Melody- los azules son exclusivos del
continente norte, y destacan por su resistencia; los rojos son característicos
del continente oeste, y su fuerza es asombrosa; los verdes son propios del
continente este, y su defensa aguanta todo cuanto le echan…finalmente los
amarillos son únicos del continente central, y en lo que se refiere a velocidad
no hay quien les gane…
- Pero…. ¿y el resto de colores?-
señaló Rex.
- Los demás colores son mezclas por
aparejamiento de las razas…suelen heredar las características de sus padres, y
en ocasiones hasta adquieren nuevas completamente diferentes a las de sus
progenitores… forma parte del tema de la reproducción genética de los chocobos.
- ¡Es increíble!- exclamó Eduardo,
perplejo- ¡no sabía que la chocobología fuera tan compleja y profunda!
La niña rió y les indicó con un gesto
que la siguieran a la casa establo junto al molino. A la entrada del hogar
había un hombre de mediana edad barriendo el pórtico, que los recibió
sorprendido al tener visitas:
- ¡Melody! ¿Cómo es que has tardado
tanto?- le peguntó a la niña- ¿Y quiénes son ellos?
- Perdona papá, es que cuando iba de
camino a comprar pan, pillé a un ladrón huyendo con uno de nuestros huevos de
chocobo…- explicó mostrando el huevo azul en sus manos- afortunadamente
conseguí detenerlo gracias a Chomper, pero estos chicos también prestaron su
ayuda.
Jack se apresuró a decir:
- Oye, que nosotros no hemos…
- ¡Lo menos que podía hacer era
invitarles a comer!- añadió Melody dejando al mago con las palabras en la boca.
El hombre los observó unos segundos,
pensativo. Le resultaba curioso ver a aquellas personas con apariencias
variopintas y acompañadas por un perro que también hablaba. Nunca había visto a
un grupo de viajeros semejantes, y tampoco le parecían peligrosos, de modo que
sonrió diciendo:
- Si es cierto lo que dice mi hija, os
doy las gracias en nombre del pequeño chocobo- dijo mientras acariciaba el
huevo verde- nos gustaría a Melody y a mí que os quedarais a comer con
nosotros.
- Será un placer, señor…- dijo Marina
a medio terminar.
- Me llamo Ernesto- sonrió el
anfitrión.
La niña también sonrió de alegría, y
los demás pasaron dentro de la vivienda sonándoles las tripas con el rugido de
estómagos. En su interior se percibía el ambiente hogareño y familiar, una
sensación cálida los invadió al cruzar la puerta. Imaginaron que en los
establos de allí dentro los chocobos dormían y se refugiaban los días de
lluvia.
Tras servir la comida, y mientras los
demás almorzaban, Ernesto y Melody observaban atónitos cómo comían los miembros
del grupo aventurero. La mayoría llevaban más de tres platos sin dejar una
miga, y engullían los manjares rápidamente y sin pausa. No creían lo que veían.
A la niña se le cayó el tenedor de las manos cuando oyó a Erika, después de
cinco platos, decir:
- ¡Esto está buenísimo! ¿¡Puedo
repetir!?
- Sí…claro…- dijo la pequeña perpleja
y a medias palabras.
Marina pensó en algo que llevaba dudando
desde que llegaron a la casa de los criadores de chocobos. Después de tragar la
comida, preguntó diciendo:
- Melody, ¿dónde está tu madre? No la
hemos visto en todo este rato.
De repente las risas y alegría pararon
al ver a la niña bajar su rostro, ocultándolo a los demás. Dejó de comer y dijo
con indiferencia tras unos segundos:
- Mi mamá murió hace mucho, cuando yo
era más pequeña.
- ¡Oh, no lo sabía, lo siento!- se
disculpó Marina- ¡no quería herirte!
La pequeña no dijo nada. En ese
momento se levantó de la silla diciendo:
- Lo siento, no tengo hambre.
Corrió saliendo del salón con el
rostro decaído. Eduardo creyó haberle visto lágrimas cayendo por sus mejillas,
y los demás dieron la vuelta para verla salir al exterior. Desde la ventana,
vieron cómo la niña entraba al corral y se sentaba sobre una roca junto a
Chomper, bajando la cabeza y ocultándola entre sus brazos.
Todavía reunidos en el comedor, Rex
preguntó:
- ¿Cómo murió su madre?
Ernesto se levantó y acercó a la
ventana. Observó a Melody sentada en el corral, entre los chocobos, y suspiró
antes de decir:
- Fue hace cuatro años, era un día
lluvioso. Ella decidió ir a rescatar a un chocobo enfermo que empeoraba por
momentos, y yo como aún no tenía la experiencia suficiente para sanar a estas
aves, me quedé cuidando de Melody. Según los informes policiales, fue atacada
por una banda de ladrones de chocobos en el momento en que se disponía a ayudar
al pobre animal…a día de hoy, esos malnacidos ya están en prisión, y todavía
les quedan muchos años de condena.
El grupo escuchaba con atención las
palabras del hombre, que continuó diciendo:
- Mi mujer murió dando su vida por los
chocobos, lo eran todo para ella. Tenía un sueño, el de contribuir a un mundo
mejor en el que humanos y chocobos convivan en paz y armonía, sin que los
primeros acaben con estos maravillosos animales.
Los demás dejaron que Ernesto
terminara de relatar su historia, sorprendidos por su pasado:
- Desde entonces Melody sólo sueña con
convertirse en una gran chocobóloga como lo era su madre. Ha mejorado mucho en
los últimos años, y no piensa parar hasta ver cumplido su sueño…y el de ella.
Marina no lo dudó más. Tras meditarlo
por unos segundos, se dio cuenta de que ambas no eran tan diferentes. Observó a
la niña en el corral y dijo decidida:
- Yo tengo la culpa de que se haya
puesto así ahora…voy a ver si puedo ayudarla.
Nadie trató de impedírselo. Siendo
Marina, todos imaginaron que sabía lo que hacía, y la vieron en silencio salir
por la puerta. A través de la ventana, observaron a la chica acercarse al
corral. Ahora todo dependía de ella.
La maga entró en el corral, y se abrió
paso lentamente a través de los chocobos que encontraba a su paso. Encontró a
la niña sentada en una roca, rodeada y protegida por Chomper. La chica se
acercó a ella mientras lloraba en silencio:
- ¿Melody?
- La echo mucho de menos…- sollozó la
niña.
- Lo sé, y te comprendo…- dijo
mientras se sentaba junto a ella- yo también perdí a mi madre hace mucho
tiempo, cuando no era más que un bebé.
La niña se sorprendió al oír aquello.
Levantó la mirada y miró a la maga diciendo:
- ¿De verdad?
- Sí…pero lo peor de todo es que no
tengo recuerdos ni de su cara, sus manos, ojos o voz… ni siquiera me acuerdo de
cómo era…
- Debe de ser muy duro- comentó
Melody.
- Tú al menos sí conservas recuerdos
de ella, ¿verdad?- sonrió Marina.
- Sí…recuerdo tantas cosas de ella…su
presencia, cómo me acariciaba, abrazaba y hablaba…- sonrió a medias la niña.
- Y todavía puedes sentirla…- afirmó
la maga- de una forma tan simple y sencilla como cerrar los ojos.
- ¿En serio? ¿De veras podré ver a
mamá cerrando los ojos?
Marina rió dulcemente y le dijo:
- Puede que no la veas, pero sí la
sentirás…vamos prueba a hacerlo- la animó.
- Está bien…lo intentaré.
Melody cerró los ojos. Durante unos
segundos no percibió nada fuera de lo normal, e incluso creyó que aquello se
trata de una burla por parte de la maga. Estuvo a punto de abrirlos cuando poco
a poco oyó una voz que le susurraba, y la cual reconoció al instante. Por un
fugaz momento sintió cómo su madre estaba a su lado, protegiéndola y
cuidándola. Se sintió tan feliz que lloraba de alegría y felicidad. Al abrirlos
de nuevo, sintió una paz interior que la envolvió en una cálida sensación de
seguridad. Miró a la maga a su lado y dijo agradecida:
- Tenías razón…puedo verla y
oírla…gracias Marina.
Melody la abrazó fuertemente, y la
maga le correspondió con otro abrazo. Ernesto y los demás observaban la escena
desde la ventana con alegría mientras esbozaban una sonrisa de felicidad. Jack
no pudo evitar sonreír dulcemente al ver a Marina tan cariñosa y comprensiva.
Algo en él le emocionaba y enternecía de ella:
“Marina…eres increíble”- pensó para
sí.
La felicidad duró más bien poco al oír
de repente un grito agonizante de un chocobo que provenía del interior del
establo. Todos se dieron cuenta de que algo malo pasaba, y corrieron al
interior de la granja. Sorprendieron con las manos en la masa a un hombre de
negro robando un huevo de ave verde. Llevaba un pasamontañas que le ocultaba el
rostro:
- ¡Oh no, otro que se lleva un huevo
de chocobo!- exclamó Ernesto.
- ¡Deprisa, hay que detenerle!- dijo
Melody.
El ladrón al verlos, huyó rápidamente
por la ventana antes de que lo alcanzaran. El mago, furioso y apretando los
dientes, corrió tras él:
- ¿¡Espera Jack, qué haces!?- preguntó
Eduardo.
- ¡No permitiré que sigan robando
chocobos, estas maravillosas criaturas no merecen vivir así…tengo que ayudar a
cumplir el sueño de Melody y su madre!
- ¡¡Jack, no!!- gritaron todos.
Pero ya era demasiado tarde. Jack
había salido por la ventana y seguía al ladrón por plena pradera abierta.
Tras correr durante unos minutos, lo
perdió de vista. Sin embargo, sabía por intuición que el ladrón aún seguía por
los alrededores. Desenfundó su bastón mágico y se puso en guardia mirando en
todas las direcciones:
- ¡Vamos sal, sé que estás por aquí…da
la cara!
Pasaron uno segundos de tensión y sin
respuesta. De repente y sin previo aviso Jack recibió una embestida por la
espalda que lo tumbó al suelo. Se levantó un poco dolorido y recibió otra por
su izquierda. Hizo lo mismo nuevamente y ocurrió lo mismo por la derecha.
Siguió así varias veces hasta que el mago logró esquivar una embestida y
milagrosamente con un rápido movimiento de su mano quitarle el pasamontañas de
la cara al enemigo. Éste corrió a esconderse entre la hierba alta, y habló por
la espesura del lugar:
- ¡Te hare pagar por esto, mago…te
arrepentirás de haberme seguido!
- ¡Devuelve el huevo de chocobo, rata
asquerosa!- amenazó Jack- ¡no permitiré que destroces un sueño que con tantos
esfuerzos intenta conseguir una persona!
- ¿Iluso, y a mí qué me importan los
sueños de los demás? ¡Si lo quieres, antes tendrás que vencerme…prepárate!
Apareció por detrás del mago y corrió
hacia él armado con unas cuchillas. Éste atacó y Jack lo esquivó rápidamente
por los pelos. El ladrón repetía la misma operación y el mago retrocedía a cada
paso mientras bloqueaba todos sus ataques como podía.
Llegó un momento en que Jack perdió el
equilibrio y cayó al suelo, quedando a merced del enemigo. Aprovechando la
ocasión, el ladrón impulsó sus cuchillas para dar el golpe de gracia, ante el
rostro perplejo del mago.
Antes de que las cuchillas le
alcanzaran, Jack invocó la magia piro y el bastón mágico lanzó una llama a la
cara de su oponente, que quedó inmovilizado y se le cayeron las armas de las
manos.
Mientras el ladrón se retorcía de
dolor, Jack logró levantarse rápido y lanzarle otro ataque mágico de hielo que
le congeló un brazo y lo tiró al suelo. Esta vez quedó fuera de combate y el
mago suspiró tranquilo. Pudo ver, sorprendido, que el ladrón que le había
atacado se trataba del mismo con el que se encontraron aquel día huyendo de
Melody y Chomper. Bajó su arma y se acercó a recoger el huevo verde de chocobo.
Comprobó aliviado que seguía perfectamente y no le había pasado nada.
En ese momento llegaron los demás
corriendo. Marina corrió junto al mago:
- ¡Jack! ¿Estás bien?- preguntó
preocupada.
- Sí, tranquila…- dijo él- el huevo
está perfectamente.
- ¿¡Cómo has podido irte de esa
forma!?- intervino Erika- ¡nos tenías muy…!
De repente surgió un resplandor muy
brillante, del que todos se sorprendieron. Perplejos, observaron que provenía
del huevo que Jack tenía en sus manos:
- No puede ser…-dijo Melody,
asombrada- el huevo va a…
Todos fueron testigos de cómo el huevo
resplandecía cada vez más, hasta que su luz cegó los ojos de los demás. Tras
eso la luz comenzó a apagarse, y el cascarón que lo cubría empezó a romperse.
Jack y Marina contemplaron perplejos frente a sus ojos cómo nacía una pequeña
cría de chocobo, que pió en voz baja a su alrededor. Su plumaje era de color
verde brillante como la esmeralda, y sus ojos tan grandes y profundos como el
inmenso mar azul.
La cría de chocobo miró a Jack, y
sonriente se acurrucó entre sus brazos. El mago no supo qué hacer ante aquella
conducta del pequeño:
- ¡Vaya, este chocobo te ha cogido
cariño, Jack!- exclamó Melody con una sonrisa- ¡ha debido de sentir que lo
protegías!
- ¿De verdad?- preguntó Jack,
perplejo.
- Es un chocobo macho, y además una
cría de Chomper…- afirmó Ernesto tras observarlo detenidamente- ya que has sido
tú el que le ha salvado la vida… ¿cómo vas a llamarlo?
A Jack le sorprendió aquella pegunta.
Sentía como si de repente hubiera tenido un hijo al que tenía que ponerle
nombre. Después de pensarlo un poco durante unos segundos, el mago contestó:
- Creo que lo llamaré Vert.
- ¿Vert?- dijo Rex, extrañado- ¿qué
significa?
- “Verde” en Francés…- sonrió el mago-
lo aprendí en la Tierra.
- Ese nombre le pega…- comentó Erika- ¡es
muy gracioso!
Todos rieron a carcajadas de risa.
Entonces Ernesto dijo agradecido:
- Gracias de nuevo Jack, por rescatar
a este pequeño chocobo…estoy seguro de que mi mujer estaría muy agradecida por
lo que acabas de hacer.
- No hay de qué…- sonrió Jack a su
vez, que tras mirar al pequeño Vert, dijo con pesar-…pero no puedo llevarlo
conmigo…hay muchos peligros en nuestro camino, y aún es demasiado pequeño para
afrontarlos… ¿podría quedarse aquí?
- Claro que sí, lo cuidaremos bien-
dijo Melody- además, podrás venir a visitarlo siempre que quieras.
Jack sonrió agradecido diciendo:
- Muchas gracias…de verdad.
La niña observó de nuevo a Vert, que caminó
torpemente hasta Marina y se acurrucó en los brazos de la maga. Melody
reconocía el piar de los recién nacidos, y supo lo que aquello significaba:
- ¡Qué gracioso!- exclamó la niña-
¡Marina, cree que eres su mamá!
- ¡Y Jack su papá!- añadió Ernesto.
Ambos magos se miraron y pusieron
colorados. Desviaron rápidamente sus miradas y rieron. Jack se sintió feliz porque
por un breve instante tuvo una familia propia, y su corazón latió muy rápido al
pensar que Marina era la compañera y madre de sus hijos.
Movió la cabeza rápidamente a ambos
lados. No se imaginaba algo como aquello, y cada vez que lo hacía se ponía colorado.
Se levantó con Vert en sus brazos junto a Marina y volvió la mirada sonriente a
sus amigos:
“Sólo el tiempo lo dirá”- pensó para
sí.