miércoles, 7 de marzo de 2012

Capítulo 2: Los Elegidos


Capítulo II
LOS ELEGIDOS
El viaje parecía eterno, mucho más de lo que advirtieron los profesores. Eduardo intentó dormir en varias ocasiones, pero los continuos movimientos y comentarios de Laura se lo impedían. El chico se había sentado con ella porque no había ningún asiento más libre. Le gustaba tratar con ella por su forma de hablar y también porque decía comentarios muy graciosos, pero en aquellos momentos sólo pensaba en una cosa: dormir. La noche anterior había dormido poco porque los nervios de aquel día se lo impedían:
- Eduardo, eres un soso aburrido- le dijo la chica, pegándole golpecitos con el puño en el hombro.
- Déjame dormir, anda…- bostezó él.
- ¡No seas dormilón!- exclamó ella- ¡va, despierta!
El chico no se lo pensó más. Sacó de su bolsillo una bolsa con algo oculto dentro y se la mostró a su amiga:
- ¿Sabes lo que es esto?- preguntó Eduardo, con una sonrisa pícara.
- No, ¿qué es?- respondió ella, curiosa.
- Es de Mandy.
La chica se volvió loca de repente y dijo:
- ¡Dámelo, dámelo, dámelo!
- Sólo te lo daré cuando lleguemos, si me dejas dormir.
Laura aceptó, aunque un poco de mala gana:
- Vaaale.
Después de eso, Laura no volvió a abrir la boca durante todo el viaje, algo que Eduardo agradeció. Naturalmente al llegar al lugar de destino, la chica se enfadó con él y no volvió a hablarle el resto del día.
El autobús llegó hasta la última parada, y a partir de ahí tocaba caminar hasta llegar a la cabaña, perdida en medio de las montañas.
Todos los alumnos con los profesores como guía se adentraron en el bosque. En varias ocasiones, el grupo se detenía para descansar y reponer fuerzas, pues el camino era bastante largo y a veces tardaban en encontrar los puntos de control.
Personalmente a Eduardo le gustaba el senderismo. El contacto directo con la naturaleza le relajaba y ofrecía un mundo diferente al que solía estar acostumbrado, en Eleanor.
Después de tres horas de dura caminata, y con las piernas hechas polvo, el grupo vio a lo lejos la famosa cabaña de la que algunos deliraban por el cansancio, y dudaban la posibilidad de que fuera un espejismo. Como si de un oasis se tratara, todos inexplicablemente recuperaron las fuerzas y corrieron tan rápido como pudieron hasta llegar al refugio, donde descansaron como reyes y se recuperaron hasta saciarse.
Ya puestos en medio de plena naturaleza, Eduardo decidió investigar el lugar donde se alojarían los próximos tres días.
La cabaña de por sí no era muy grande, pero sí lo bastante como para que treinta personas durmieran cómodamente. Tenía dos grandes habitaciones con muchas literas, en las cuales podían dormir quince personas. También había una habitación reservada para los profesores, pero los alumnos tenían prohibido entrar ahí.
Mientras cada uno elegía su cama y, por tanto, su territorio, discutían severamente. Mandy y Laura echaron las dos a la vez sus maletas sobre una de las dos camas superiores de una litera:
- Mi maleta llegó antes que la tuya, Laura, así que fuera.
- ¡Mentira, Tomy vio cómo mi maleta caía antes, ¿a que sí, Tomy?- preguntó la chica, hablándole al aire.
Tomy era su amigo invisible, y decía que siempre la acompañaba en todos los sitios y lugares. Sólo unos pocos como Eduardo y Mandy conocían de su existencia.
Lionel, al ver a Laura y Mandy, hizo lo mismo con su maleta, que voló por los aires apenas unos segundos, cayendo encima de la cabeza de Bruno. Con el impacto del golpe, éste se precipitó y cayó de narices al suelo, partiéndose toda la nariz.
El chico, con la cara pálida, se acercó a su amigo para saber cómo se encontraba. En consecuencia, Bruno se levantó sangrando por la nariz, cogió lo primero que encontró y se dispuso a hacerle lo mismo a Lionel.
El chico consiguió esquivar el golpe y se inició una persecución por toda la habitación, siendo los dos el centro de todas las miradas:
- ¡Ven aquí maldito, que sólo quiero romperte la cara!- exclamó Bruno, furioso.
Mientras tanto Eduardo, que ya se había fijado en una cama, se acercó a ella y dejó su maleta encima. Había elegido aquella porque estaba resguardada en una esquina, de forma que allí era menos probable que le ocurriera un incidente parecido al que acababa de pasar.
El resto del tiempo se lo pasó observando y riendo con el espectáculo que sus amigos estaban montando, hasta que llegó un profesor y finalmente arregló el asunto. Por suerte, no hubo más heridos.
Esa noche le tocó al grupo de Eduardo preparar la cena. En la cocina estaba nervioso y además era muy patoso, porque acabó con Erika en el mismo grupo y estaba cortando tomates al lado de ella. Procuraba mirar hacia otro lado e intentaba concentrarse en su trabajo, para que todo saliera bien. Las veces que sus ojos se encontraban, el chico giraba rápidamente la cabeza, colorado.
Hubo un momento en que se cortó un dedo por los nervios. Erika, al verlo, le ayudó:
- No te preocupes Edu, sólo es un pequeño corte- cogió su pañuelo y envolvió el dedo entre sus manos- así, ahora aprieta fuerte hasta que cicatrice. Tranquilo, yo seguiré el trabajo.
El chico, nervioso y a la vez mudo de sorpresa, sólo pudo pronunciar:
- Gra…gracias…
Después de eso, se fue sin más. Al salir por la puerta se maldijo por ser tan tímido y ni siquiera poder agradecerle a alguien que lo ayudara.
Durante la cena, todos estaban alegres y lo celebraban a lo grande. Algunos narraban sus experiencias recogiendo materiales de lo alto de los árboles mientras que otros presumían de haber visto a animales salvajes nunca vistos por la ciencia. En cualquier caso, historias que ni el loco de un manicomio se creería.
Eduardo miraba su dedo cortado en el suave pañuelo que la chica le había dado momentos antes. Se decía a sí mismo que tenía que darle las gracias correctamente a Erika, pero de verdad. Una simple palabra no bastaba.
Después de la cena, poca gente se ofreció para ayudar a limpiar la mesa. Entre esas pocas personas, estaba Erika.
Eduardo veía desde una esquina, cómo ella entraba y salía de la cocina llevando platos, vasos y bandejas, entre otras cosas. Tras unos minutos sin decidirse, finalmente se armó de valor, y se acercó a ella.
En ese momento Erika tropezó con algo y se precipitaba al suelo, con toda la bandeja en la mano. Eduardo inconscientemente corrió y llegó a tiempo para sujetarla y agarrarla, mientras se oían algunos platos romperse.
Los dos quedaron abrazados. El chico, completamente rojo, estuvo a punto de dejarla caer y salir corriendo, pero la voluntad de su corazón hizo que se quedara quieto. Erika levantó la cabeza y sus ojos se encontraron. Los dos se dieron cuenta de que tanto el uno como el otro estaban totalmente rojos.
Se miraron fijamente un buen rato, hasta que la chica se separó poco a poco de él, sin saber qué decir. Finalmente Eduardo, con infinito esfuerzo, dio el primer paso:
- ¿Estás bien?- dijo, con un nudo en la garganta.
- Sí, gracias.
- Bueno, al menos ya te he devuelto el favor.
- ¿Qué haces…aquí?- preguntó ella, confusa.
- Quería devolverte el pañuelo- dijo mientras se lo mostraba- lo he lavado para devolvértelo limpio…- y finalmente dijo, un poco nervioso- gracias por lo de antes.
Erika miró el pañuelo en la mano de Eduardo y lo cogió:
- Muchas gracias, Edu.
Los dos se miraron por un momento con una sonrisa, sin saber qué decir, hasta que les sorprendió un profesor a supervisar la cocina:
- ¿Pero qué estáis haciendo? ¿Todavía no habéis terminado de limpiar la mesa?- y al ver los platos rotos, suspiró y dijo- ¿Y esos platos rotos? ¡Anda, id a dormir, que los profesores terminaremos con lo que queda!
Los dos jóvenes salieron de la cocina y se dirigieron cada uno a sus respectivas habitaciones, no sin antes despedirse. Eduardo se sintió mejor después de aquello y pudo dormir con la conciencia tranquila.

Cuando la última luz de la cabaña se apagó, dos siniestras y maléficas sombras surgieron del bosque, en medio de la oscuridad de la noche, Una de ellas preguntó:
- ¿Estás seguro de que es aquí?
- No hay duda- respondió la otra- la señal proviene de esa casa.
- Bien. Démonos prisa, antes de que sea demasiado tarde.
Ambas sombras asintieron y caminaron en dirección a la cabaña.

Eduardo se despertó de una pesadilla, sudando. Decidió ir al baño a lavarse la cara, utilizando una linterna para iluminar la oscuridad que le rodeaba por el camino.
Mientras se secaba la cara con una toalla, oyó un ruido proveniente de fuera. Lo primero que pensó fue que había alguien más despierto a esas horas de la noche y que seguramente quería asustarle. Habría afirmado por completo ese caso de no ser porque oyó también romperse una ventana, y segundos después abrirse la puerta principal, la que daba acceso al exterior.
El chico se asustó en aquel instante, pensando que había entrado algún ladrón  a robar. Apagó la linterna y cogió una fregona que tenía al lado, que sujetó fuerte con las manos, esperando a que el intruso apareciera por la puerta.
Se oyeron pasos rápidos desde el pasillo, que se acercaban rápidamente hacia donde estaba él. Profundos segundos de silencio y  tensión, que a Eduardo le parecieron eternos, le hicieron poner sus pelos de punta. Le temblaban las manos con la fregona en ellas.
En el preciso instante en que una figura humana entró en el baño a oscuras, el chico estuvo a punto de golpear al ladrón de no ser porque este gritó, curiosamente también de miedo. Eduardo reconoció aquella voz, encendió la linterna y se sorprendió al ver a su amiga:
- ¡¡Erika, me has dado un susto de muerte!!
La chica se tranquilizó un poco al verlo. Notó que ella también estaba asustada, no paraba de temblar de miedo:
- ¡¡Edu, gracias a Dios!!
- ¿¡Tú también lo has oído, no!?- preguntó él- ¡no estoy loco!
- ¡Sí, alguien ha roto una ventana y ha abierto la puerta al exterior!- afirmó ella, respirando entrecortadamente- ¡¡una sombra me sigue!!
- ¿¡Qué!?
En ese momento la puerta por la que entró Erika se partió por la mitad y ambos jóvenes retrocedieron unos pasos, sorprendidos. Un hombre alto, vestido de negro y con una mirada asesina los observaba con indiferencia.
Se acercó a Erika y la agarró del brazo con violencia. Al mirarla a los ojos dijo:
- No hay duda, eres la elegida.
La chica gritó al notar que la arrastraba del brazo para llevársela. Eduardo dudó por un momento, pero al final intentó golpear al intruso con la fregona, que agarró el palo con un solo brazo y sin esfuerzo.
En ese momento entró otro hombre vestido de negro, que vio el panorama y se quejó diciendo:
- ¿Por qué tardas tanto? Sólo son un par de críos.
- Encárgate de la chica-dijo el primero soltando a Erika y entregándosela al otro. Después miró a Eduardo diciendo-  yo me ocupo de esta mosca molesta.
¿Es el elegido?- preguntó el que agarraba a Erika.
- Ahora lo sabremos.
El tipo de negro partió con el brazo la fregona en dos y rápidamente le pegó un puñetazo al estudiante en el estómago, que lo debilitó. Entonces lo agarró por el cuello y lo alzó, sujetándolo en el aire.
A Eduardo le costaba respirar debido a la presión de la mano del hombre de negro. Éste lo miró a los ojos, y dijo con indiferencia, tras unos segundos:
- No, no es el elegido.
- Me extraña que el hechizo de sueño no haya afectado a este mocoso.
En ese momento, Eduardo pudo decir a duras penas:
- ¿De qué…estáis hablando?
- A ti no te incumbe- dijo el que lo sujetaba- muere.
El hombre de negro lo lanzó brutalmente por la ventana mientras el cristal se rompía en mil pedazos:
- Busquemos al elegido que falta- dijo uno de ellos- tiene que andar despierto por los alrededores.
Los dos salieron de la cabaña y se internaron con Erika en el bosque, mientras la joven gritaba y pedía ayuda, sin respuesta. El chico se levantó con esfuerzo, herido. Tenía varios trozos de cristales clavados en el brazo y una pierna, de los que brotaba sangre.
Oyó el grito de su amiga en la lejanía, entre los árboles, y se maldijo a sí mismo por ser tan débil y no poder ayudar a los demás. Nunca antes había sentido tanto miedo en toda su vida. Pensó en despertar a los profesores y a sus compañeros de clase en busca de ayuda, pero se dio cuenta de que no había tiempo. Tenía dos opciones: o huir y pedir ayuda o intentar salvarla él mismo. Estuvo a punto de llorar cuando en ese mismo instante recordó las infinitas veces en las que siempre se negaba y retrocedía a afrontar cualquier reto, por la simple creencia de que no podía hacerlo.
Una voz en su cabeza le dijo fría y cruelmente: “Vamos, huye…huye como el cobarde que eres. No eres capaz de hacer nada por nadie, porque simplemente eres débil, siempre lo has sido…y siempre lo serás”.
El chico estuvo a punto de levantarse y salir corriendo en busca de ayuda, cuando de repente se dijo a sí mismo firmemente: “¡No, esta vez…no! ¡No volveré a huir…no decepcionaré a nadie más! ¡No…no soy… no soy débil! ¡Yo…puedo hacerlo!”
Pensó que debía de haberse vuelto loco al elegir la opción suicida, pero sintió que se arrepentiría el resto de su vida si cargaba en la conciencia con la muerte de Erika. Levantó la cabeza firme, con un brillo de seguridad en sus ojos.

Con fuerza de voluntad y dolor, se arrancó los trozos de cristales de su piel y corrió decidido a lo más profundo del bosque. Sabía que no tenía ninguna posibilidad ante dos asesinos expertos, pero debía intentarlo aunque arriesgara su propia vida.

Corrió en la oscuridad sin parar guiado por la voz de su amiga, tropezando en varias ocasiones y cayendo al suelo, provocándose arañazos. A pesar del dolor que le producían las heridas, Eduardo trataba se aguantarlo y seguía adelante. No pensaba en otra cosa más que en salvarla a ella. En aquellos momentos le venía continuamente a la cabeza la promesa que le había hecho a Erika de niños, y que sentía que debía cumplir pase lo que pase.

Los hombres de negro caminaban arrastrando a la chica tras ellos, mientras gritaba:
- ¡¡Soltadme, malditos, no iré con vosotros a ninguna parte!!
A pesar de tratar de soltarse, no tenía la fuerza necesaria para ceder ante el que la agarraba, que no se inmutaba de su resistencia:
- Magno, esto es muy raro- comentó el que agarraba a Erika- no se detecta la señal del otro elegido…creo que no se encuentra por aquí.
- Algo me dice que estamos yendo en la dirección equivocada…- corrigió el otro- se supone que con el hechizo de sueño se duerme cualquiera que no tenga un poder especial… sin embargo, ese chico…
- Tú mismo lo dijiste, no es el elegido…no hay de qué preocuparse.
En ese momento se dieron cuenta de la presencia de alguien, y se dieron la vuelta. Un poco más lejos se encontraba Eduardo, respirando entrecortadamente y con su mirada decidida puesta en ellos:
- ¡Soltadla…ahora mismo!
- ¡¡Edu no, huye!!- gritó la chica.
- ¡Anda, es el chico de antes!- dijo el que agarraba a Erika- ¿has venido a salvarla? ¡Qué valiente por tu parte!- sonrió con malicia- ¿quieres jugar a hacerte el héroe?
- Helio, recuerda la regla básica- cortó Magno, serio- nunca subestimes al enemigo, por muy débil que parezca.
Se acercó caminando lentamente al estudiante, mientras éste retrocedía:
- Tuviste la oportunidad de huir y salvar la vida… sin embargo, has venido tú solo hasta aquí, sin ayuda ni refuerzos, para combatir a dos asesinos que te superan en fuerza… sin duda tienes agallas.
En ese instante desapareció de la vista y Eduardo, sorprendido, miró por todos lados, tratando de encontrarlo.
De repente, el hombre de negro apareció justo frente a él, y sin darle tiempo a reaccionar, lo agarró del cuello y lo sujetó en el aire con la mano izquierda:
- Tu absurda valentía te ha llevado hasta la muerte… espero que reflexiones sobre eso en la otra vida.
Su mano derecha comenzó a arder en llamas, sin que se quemara. Eduardo temió lo peor al ver que se disponía a quemar al chico con ella:
- Muere.
El chico cerró los ojos en el momento en que la mano de su enemigo se lanzaba directa a su estómago, esperando su muerte.
Sin embargo, ocurrió algo inesperado.
Una brillante e intensa luz surgió de Eduardo, que cegó a Magno unos instantes y lo soltó inmediatamente, retrocediendo unos metros:
- ¿¡Pero qué!?- exclamó Helio, un poco más lejos.
El rostro de Magno cambió a sorpresa cuando sus ojos contemplaron con asombro aquella luz pura y cegadora:
- No puede ser…esa luz…
El chico abrió los ojos, y se asombró al comprobar que seguía vivo. Sorprendido, observó atónito cómo la luz que lo rodeaba cobraba forma en su mano, una forma un tanto rara pero a la vez especial. La luz se centró en su mano y adquirió la forma de una gran llave, del tamaño de una espada:
- ¿¡Qué…qué es…esto!?- exclamó Eduardo, sin creer lo que veía.
Magno lo miró a los ojos, y su sorpresa fue todavía mayor:
- Es…el elegido…
- ¿¡Cómo!?- dijo el otro- ¿¡esa es una de las armas sagradas!?
- Me temo que así es…hemos llegado demasiado tarde…el arma sagrada ha aparecido…- dijo Magno, frustrado.
El chico todavía trataba de asimilar lo que había pasado. Flojeaba en cuanto al manejo del nuevo objeto recibido, que le parecía absolutamente increíble, y a la vez mágico:
- Sin embargo, esto no quiere decir que hayamos fallado en la misión…- afirmó Magno- todavía podemos acabar con ellos.
El hombre de negro corrió rápidamente a atacar a Eduardo con sus manos envueltas en llamas, al que pilló por sorpresa.
Al chico sólo le dio tiempo a bloquear su ataque a medias con su arma, que lo empujó y envió por los aires hasta rodar por la hierba:
- ¡¡Edu, cuidado!!- gritó Erika.
El chico levantó la mirada y observó perplejo el nuevo ataque de su enemigo, que llegó rápido hasta él y se disponía a rematarle. Era demasiado rápido y no le daba tiempo a reaccionar. Sabía que aquella vez no conseguiría bloquear su ataque.
Justo antes de que le alcanzara el enemigo, una gran bola de fuego colisionó y explotó con Magno, cuya onda expansiva lo lanzó por los aires y atravesó el tronco de un árbol.
Eduardo dirigió la mirada en la dirección de la que vino el ataque mágico, atónito. Un nuevo hombre aparecía en escena, portando como arma una especie de bastón. La oscuridad de la noche le impedía ver con claridad su rostro.
A juzgar por su ropa de color vivo y su túnica, el chico dedujo que ese nuevo individuo no tenía nada que ver con los dos anteriores. Se acercó a Eduardo y le dijo:
- Siento no haber llegado antes, ¿estás bien?
- Sí…creo que sí…- afirmó el chico, levantándose, usando como apoyo su arma.

- ¡Magno, las cosas empeoran!- dijo Helio- ¡ha llegado un mago para entrometerse en nuestro camino!
El hombre de negro lanzó una ráfaga de llamas al nuevo individuo y éste respondió con un nuevo ataque mágico, que acabó en una explosión. De esa forma comenzó una encarnizada batalla entre los dos hechiceros, que a Eduardo le pareció increíble. Nunca había visto nada parecido en su vida.
En medio de la pelea, Magno le gritó a su compañero:
- ¡¡Helio, mata a la chica, rápido!!
El otro enemigo asintió con la cabeza y soltó a Erika frente a él. Hizo que se formara una espada de hielo en sus manos y se dispuso a atacar a la chica:
- ¡¡Muere!!
El hombre salvador que había venido en su búsqueda lanzó rápidamente otra magia ofensiva a Helio, que lo electrocutó unos instantes a cambio de proteger a la joven. Esto le dio tiempo a Erika a correr y alejarse de él.
El mago salvador sufrió un duro golpe de fuego de Magno por su distracción, que rodó herido por la hierba:
- ¡Ahora, a por ellos!- gritó Magno.
El chico corrió a reunirse con Erika y ambos intentaron huir, pero una ráfaga de fuego impactó muy cerca de ellos y cayeron, heridos. Eduardo intentó levantarse pero no pudo. Palideció al ver a los dos asesinos lanzar un ataque mágico hacia ellos. Estaban completamente a su merced.
Por un lado Magno lanzó una enorme bola de fuego, y por otro Helio lanzó un rayo de hielo, directo a los dos jóvenes.
El nuevo hombre, que se había levantado antes, corrió hacía ellos rápidamente gritando:
- ¡¡No lo permitiré!!
El mago salvador llegó hasta los dos estudiantes justo en el momento en que impactaron ambos ataques mágicos, que provocaron una gran explosión en el bosque que destrozó árboles a su alrededor.
Eduardo y Erika desaparecieron de la faz de la Tierra.

5 comentarios:

  1. Wawww que subidón ha pegado la historia con este capítulo, me ha encantado y vaya final!!!

    Me he imaginado todo al detalle tanto los combates como las armas y los poderes, todo!

    Y el momento de la cabaña, me hizo recordar a unas cabañas que iba yo hace años, que recuerdos ** jaja.

    Me encantan Eduardo y Erika, que pareja más mona!

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  2. Me encanta que te haya gustado Patrick ^^ Desde el principio siempre quise un comienzo épico para el fanfic, y pensé que incluso no gustaría pero ya veo que sí jejeje :D
    Y todavía quedan un sinfín de combates y batallas por librar en la historia, que espero gusten tanto como esta primera que da inicio al fanfic.
    ¡¡Muchas gracias por comentar, Patrick!! :)

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  3. wow! definitivamente me estaba perdiendo una gran aventura, lei el primer capitulo, pero no es nada comparado con este, esta increible, la batalla me enacanto y Eduardo y Erika apenas los estoy conociendo y ya me encariñe con ellos. Fantastico, aún me faltan varios capitulos para ponerme al corriente pero estoy haciendo un esfuerzo por darme pequeños tiempos para leerlos, muy buen fanfic despues de leer el capitulo dos quede enganchado por completo, tienes una gran habilidad para narrar historias Eduardo te felicito.

    Saludos!!! =)

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    1. ¡¡Mil gracias por tu comentario, Andrew!! No sabes cuánto me alegro de que te enganche el fanfic, espero que no se convierta en una droga literaria jajaja xD
      Y también sonrío al saber que te gustan los personajes. Ojalá te encariñes más con ellos cuando los conozcas a medida que avanza la trama, que cada uno tiene su propia historia.
      ¡¡Y de nuevo muchas gracias por tu felicitación, me anima a seguir escribiendo con ganas!! =)

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