Capítulo
II
LOS
ELEGIDOS
El viaje parecía eterno, mucho más de
lo que advirtieron los profesores. Eduardo intentó dormir en varias ocasiones,
pero los continuos movimientos y comentarios de Laura se lo impedían. El chico
se había sentado con ella porque no había ningún asiento más libre. Le gustaba
tratar con ella por su forma de hablar y también porque decía comentarios muy
graciosos, pero en aquellos momentos sólo pensaba en una cosa: dormir. La noche
anterior había dormido poco porque los nervios de aquel día se lo impedían:
- Eduardo, eres un soso aburrido- le
dijo la chica, pegándole golpecitos con el puño en el hombro.
- Déjame dormir, anda…- bostezó él.
- ¡No seas dormilón!- exclamó ella-
¡va, despierta!
El chico no se lo pensó más. Sacó de
su bolsillo una bolsa con algo oculto dentro y se la mostró a su amiga:
- ¿Sabes lo que es esto?- preguntó
Eduardo, con una sonrisa pícara.
- No, ¿qué es?- respondió ella,
curiosa.
- Es de Mandy.
La chica se volvió loca de repente y
dijo:
- ¡Dámelo, dámelo, dámelo!
- Sólo te lo daré cuando lleguemos, si
me dejas dormir.
Laura aceptó, aunque un poco de mala
gana:
- Vaaale.
Después de eso, Laura no volvió a
abrir la boca durante todo el viaje, algo que Eduardo agradeció. Naturalmente
al llegar al lugar de destino, la chica se enfadó con él y no volvió a hablarle
el resto del día.
El autobús llegó hasta la última
parada, y a partir de ahí tocaba caminar hasta llegar a la cabaña, perdida en
medio de las montañas.
Todos los alumnos con los profesores
como guía se adentraron en el bosque. En varias ocasiones, el grupo se detenía
para descansar y reponer fuerzas, pues el camino era bastante largo y a veces
tardaban en encontrar los puntos de control.
Personalmente a Eduardo le gustaba el
senderismo. El contacto directo con la naturaleza le relajaba y ofrecía un
mundo diferente al que solía estar acostumbrado, en Eleanor.
Después de tres horas de dura
caminata, y con las piernas hechas polvo, el grupo vio a lo lejos la famosa
cabaña de la que algunos deliraban por el cansancio, y dudaban la posibilidad
de que fuera un espejismo. Como si de un oasis se tratara, todos
inexplicablemente recuperaron las fuerzas y corrieron tan rápido como pudieron
hasta llegar al refugio, donde descansaron como reyes y se recuperaron hasta
saciarse.
Ya puestos en medio de plena
naturaleza, Eduardo decidió investigar el lugar donde se alojarían los próximos
tres días.
La cabaña de por sí no era muy grande,
pero sí lo bastante como para que treinta personas durmieran cómodamente. Tenía
dos grandes habitaciones con muchas literas, en las cuales podían dormir quince
personas. También había una habitación reservada para los profesores, pero los
alumnos tenían prohibido entrar ahí.
Mientras cada uno elegía su cama y,
por tanto, su territorio, discutían severamente. Mandy y Laura echaron las dos
a la vez sus maletas sobre una de las dos camas superiores de una litera:
- Mi maleta llegó antes que la tuya,
Laura, así que fuera.
- ¡Mentira, Tomy vio cómo mi maleta
caía antes, ¿a que sí, Tomy?- preguntó la chica, hablándole al aire.
Tomy era su amigo invisible, y decía
que siempre la acompañaba en todos los sitios y lugares. Sólo unos pocos como
Eduardo y Mandy conocían de su existencia.
Lionel, al ver a Laura y Mandy, hizo
lo mismo con su maleta, que voló por los aires apenas unos segundos, cayendo
encima de la cabeza de Bruno. Con el impacto del golpe, éste se precipitó y
cayó de narices al suelo, partiéndose toda la nariz.
El chico, con la cara pálida, se
acercó a su amigo para saber cómo se encontraba. En consecuencia, Bruno se
levantó sangrando por la nariz, cogió lo primero que encontró y se dispuso a
hacerle lo mismo a Lionel.
El chico consiguió esquivar el golpe y
se inició una persecución por toda la habitación, siendo los dos el centro de
todas las miradas:
- ¡Ven aquí maldito, que sólo quiero
romperte la cara!- exclamó Bruno, furioso.
Mientras tanto Eduardo, que ya se
había fijado en una cama, se acercó a ella y dejó su maleta encima. Había
elegido aquella porque estaba resguardada en una esquina, de forma que allí era
menos probable que le ocurriera un incidente parecido al que acababa de pasar.
El resto del tiempo se lo pasó
observando y riendo con el espectáculo que sus amigos estaban montando, hasta
que llegó un profesor y finalmente arregló el asunto. Por suerte, no hubo más
heridos.
Esa noche le tocó al grupo de Eduardo
preparar la cena. En la cocina estaba nervioso y además era muy patoso, porque
acabó con Erika en el mismo grupo y estaba cortando tomates al lado de ella.
Procuraba mirar hacia otro lado e intentaba concentrarse en su trabajo, para
que todo saliera bien. Las veces que sus ojos se encontraban, el chico giraba
rápidamente la cabeza, colorado.
Hubo un momento en que se cortó un
dedo por los nervios. Erika, al verlo, le ayudó:
- No te preocupes Edu, sólo es un
pequeño corte- cogió su pañuelo y envolvió el dedo entre sus manos- así, ahora
aprieta fuerte hasta que cicatrice. Tranquilo, yo seguiré el trabajo.
El chico, nervioso y a la vez mudo de
sorpresa, sólo pudo pronunciar:
- Gra…gracias…
Después de eso, se fue sin más. Al
salir por la puerta se maldijo por ser tan tímido y ni siquiera poder
agradecerle a alguien que lo ayudara.
Durante la cena, todos estaban alegres
y lo celebraban a lo grande. Algunos narraban sus experiencias recogiendo
materiales de lo alto de los árboles mientras que otros presumían de haber
visto a animales salvajes nunca vistos por la ciencia. En cualquier caso,
historias que ni el loco de un manicomio se creería.
Eduardo miraba su dedo cortado en el
suave pañuelo que la chica le había dado momentos antes. Se decía a sí mismo
que tenía que darle las gracias correctamente a Erika, pero de verdad. Una
simple palabra no bastaba.
Después de la cena, poca gente se
ofreció para ayudar a limpiar la mesa. Entre esas pocas personas, estaba Erika.
Eduardo veía desde una esquina, cómo
ella entraba y salía de la cocina llevando platos, vasos y bandejas, entre
otras cosas. Tras unos minutos sin decidirse, finalmente se armó de valor, y se
acercó a ella.
En ese momento Erika tropezó con algo
y se precipitaba al suelo, con toda la bandeja en la mano. Eduardo
inconscientemente corrió y llegó a tiempo para sujetarla y agarrarla, mientras
se oían algunos platos romperse.
Los dos quedaron abrazados. El chico,
completamente rojo, estuvo a punto de dejarla caer y salir corriendo, pero la
voluntad de su corazón hizo que se quedara quieto. Erika levantó la cabeza y
sus ojos se encontraron. Los dos se dieron cuenta de que tanto el uno como el
otro estaban totalmente rojos.
Se miraron fijamente un buen rato,
hasta que la chica se separó poco a poco de él, sin saber qué decir. Finalmente
Eduardo, con infinito esfuerzo, dio el primer paso:
- ¿Estás bien?- dijo, con un nudo en
la garganta.
- Sí, gracias.
- Bueno, al menos ya te he devuelto el
favor.
- ¿Qué haces…aquí?- preguntó ella,
confusa.
- Quería devolverte el pañuelo- dijo
mientras se lo mostraba- lo he lavado para devolvértelo limpio…- y finalmente
dijo, un poco nervioso- gracias por lo de antes.
Erika miró el pañuelo en la mano de
Eduardo y lo cogió:
- Muchas gracias, Edu.
Los dos se miraron por un momento con
una sonrisa, sin saber qué decir, hasta que les sorprendió un profesor a supervisar
la cocina:
- ¿Pero qué estáis haciendo? ¿Todavía
no habéis terminado de limpiar la mesa?- y al ver los platos rotos, suspiró y
dijo- ¿Y esos platos rotos? ¡Anda, id a dormir, que los profesores terminaremos
con lo que queda!
Los dos jóvenes salieron de la cocina
y se dirigieron cada uno a sus respectivas habitaciones, no sin antes
despedirse. Eduardo se sintió mejor después de aquello y pudo dormir con la
conciencia tranquila.
Cuando la última luz de la cabaña se
apagó, dos siniestras y maléficas sombras surgieron del bosque, en medio de la
oscuridad de la noche, Una de ellas preguntó:
- ¿Estás seguro de que es aquí?
- No hay duda- respondió la otra- la
señal proviene de esa casa.
- Bien. Démonos prisa, antes de que
sea demasiado tarde.
Ambas sombras asintieron y caminaron
en dirección a la cabaña.
Eduardo se despertó de una pesadilla,
sudando. Decidió ir al baño a lavarse la cara, utilizando una linterna para
iluminar la oscuridad que le rodeaba por el camino.
Mientras se secaba la cara con una
toalla, oyó un ruido proveniente de fuera. Lo primero que pensó fue que había
alguien más despierto a esas horas de la noche y que seguramente quería
asustarle. Habría afirmado por completo ese caso de no ser porque oyó también
romperse una ventana, y segundos después abrirse la puerta principal, la que
daba acceso al exterior.
El chico se asustó en aquel instante,
pensando que había entrado algún ladrón
a robar. Apagó la linterna y cogió una fregona que tenía al lado, que sujetó
fuerte con las manos, esperando a que el intruso apareciera por la puerta.
Se oyeron pasos rápidos desde el
pasillo, que se acercaban rápidamente hacia donde estaba él. Profundos segundos
de silencio y tensión, que a Eduardo le
parecieron eternos, le hicieron poner sus pelos de punta. Le temblaban las
manos con la fregona en ellas.
En el preciso instante en que una
figura humana entró en el baño a oscuras, el chico estuvo a punto de golpear al
ladrón de no ser porque este gritó, curiosamente también de miedo. Eduardo
reconoció aquella voz, encendió la linterna y se sorprendió al ver a su amiga:
- ¡¡Erika, me has dado un susto de
muerte!!
La chica se tranquilizó un poco al
verlo. Notó que ella también estaba asustada, no paraba de temblar de miedo:
- ¡¡Edu, gracias a Dios!!
- ¿¡Tú también lo has oído, no!?-
preguntó él- ¡no estoy loco!
- ¡Sí, alguien ha roto una ventana y
ha abierto la puerta al exterior!- afirmó ella, respirando entrecortadamente-
¡¡una sombra me sigue!!
- ¿¡Qué!?
En ese momento la puerta por la que
entró Erika se partió por la mitad y ambos jóvenes retrocedieron unos pasos,
sorprendidos. Un hombre alto, vestido de negro y con una mirada asesina los
observaba con indiferencia.
Se acercó a Erika y la agarró del
brazo con violencia. Al mirarla a los ojos dijo:
- No hay duda, eres la elegida.
La chica gritó al notar que la
arrastraba del brazo para llevársela. Eduardo dudó por un momento, pero al
final intentó golpear al intruso con la fregona, que agarró el palo con un solo
brazo y sin esfuerzo.
En ese momento entró otro hombre
vestido de negro, que vio el panorama y se quejó diciendo:
- ¿Por qué tardas tanto? Sólo son un
par de críos.
- Encárgate de la chica-dijo el
primero soltando a Erika y entregándosela al otro. Después miró a Eduardo
diciendo- yo me ocupo de esta mosca
molesta.
¿Es el elegido?- preguntó el que agarraba
a Erika.
- Ahora lo sabremos.
El tipo de negro partió con el brazo
la fregona en dos y rápidamente le pegó un puñetazo al estudiante en el
estómago, que lo debilitó. Entonces lo agarró por el cuello y lo alzó,
sujetándolo en el aire.
A Eduardo le costaba respirar debido a
la presión de la mano del hombre de negro. Éste lo miró a los ojos, y dijo con
indiferencia, tras unos segundos:
- No, no es el elegido.
- Me extraña que el hechizo de sueño
no haya afectado a este mocoso.
En ese momento, Eduardo pudo decir a
duras penas:
- ¿De qué…estáis hablando?
- A ti no te incumbe- dijo el que lo
sujetaba- muere.
El hombre de negro lo lanzó
brutalmente por la ventana mientras el cristal se rompía en mil pedazos:
- Busquemos al elegido que falta- dijo
uno de ellos- tiene que andar despierto por los alrededores.
Los dos salieron de la cabaña y se internaron
con Erika en el bosque, mientras la joven gritaba y pedía ayuda, sin respuesta.
El chico se levantó con esfuerzo, herido. Tenía varios trozos de cristales
clavados en el brazo y una pierna, de los que brotaba sangre.
Oyó el grito de su amiga en la
lejanía, entre los árboles, y se maldijo a sí mismo por ser tan débil y no
poder ayudar a los demás. Nunca antes había sentido tanto miedo en toda su
vida. Pensó en despertar a los profesores y a sus compañeros de clase en busca
de ayuda, pero se dio cuenta de que no había tiempo. Tenía dos opciones: o huir
y pedir ayuda o intentar salvarla él mismo. Estuvo a punto de llorar cuando en
ese mismo instante recordó las infinitas veces en las que siempre se negaba y
retrocedía a afrontar cualquier reto, por la simple creencia de que no podía
hacerlo.
Una voz en su cabeza le dijo fría y
cruelmente: “Vamos, huye…huye como el cobarde que eres. No eres capaz de hacer
nada por nadie, porque simplemente eres débil, siempre lo has sido…y siempre lo
serás”.
El chico estuvo a punto de levantarse
y salir corriendo en busca de ayuda, cuando de repente se dijo a sí mismo
firmemente: “¡No, esta vez…no! ¡No volveré a huir…no decepcionaré a nadie más!
¡No…no soy… no soy débil! ¡Yo…puedo hacerlo!”
Pensó que debía de haberse vuelto loco
al elegir la opción suicida, pero sintió que se arrepentiría el resto de su
vida si cargaba en la conciencia con la muerte de Erika. Levantó la cabeza
firme, con un brillo de seguridad en sus ojos.
Con fuerza de voluntad y dolor, se
arrancó los trozos de cristales de su piel y corrió decidido a lo más profundo
del bosque. Sabía que no tenía ninguna posibilidad ante dos asesinos expertos,
pero debía intentarlo aunque arriesgara su propia vida.
Corrió en la oscuridad sin parar
guiado por la voz de su amiga, tropezando en varias ocasiones y cayendo al
suelo, provocándose arañazos. A pesar del dolor que le producían las heridas,
Eduardo trataba se aguantarlo y seguía adelante. No pensaba en otra cosa más
que en salvarla a ella. En aquellos momentos le venía continuamente a la cabeza
la promesa que le había hecho a Erika de niños, y que sentía que debía cumplir
pase lo que pase.
Los hombres de negro caminaban
arrastrando a la chica tras ellos, mientras gritaba:
- ¡¡Soltadme, malditos, no iré con
vosotros a ninguna parte!!
A pesar de tratar de soltarse, no
tenía la fuerza necesaria para ceder ante el que la agarraba, que no se
inmutaba de su resistencia:
- Magno, esto es muy raro- comentó el
que agarraba a Erika- no se detecta la señal del otro elegido…creo que no se
encuentra por aquí.
- Algo me dice que estamos yendo en la
dirección equivocada…- corrigió el otro- se supone que con el hechizo de sueño
se duerme cualquiera que no tenga un poder especial… sin embargo, ese chico…
- Tú mismo lo dijiste, no es el
elegido…no hay de qué preocuparse.
En ese momento se dieron cuenta de la
presencia de alguien, y se dieron la vuelta. Un poco más lejos se encontraba
Eduardo, respirando entrecortadamente y con su mirada decidida puesta en ellos:
- ¡Soltadla…ahora mismo!
- ¡¡Edu no, huye!!- gritó la chica.
- ¡Anda, es el chico de antes!- dijo
el que agarraba a Erika- ¿has venido a salvarla? ¡Qué valiente por tu parte!-
sonrió con malicia- ¿quieres jugar a hacerte el héroe?
- Helio, recuerda la regla básica-
cortó Magno, serio- nunca subestimes al enemigo, por muy débil que parezca.
Se acercó caminando lentamente al
estudiante, mientras éste retrocedía:
- Tuviste la oportunidad de huir y
salvar la vida… sin embargo, has venido tú solo hasta aquí, sin ayuda ni
refuerzos, para combatir a dos asesinos que te superan en fuerza… sin duda
tienes agallas.
En ese instante desapareció de la
vista y Eduardo, sorprendido, miró por todos lados, tratando de encontrarlo.
De repente, el hombre de negro
apareció justo frente a él, y sin darle tiempo a reaccionar, lo agarró del
cuello y lo sujetó en el aire con la mano izquierda:
- Tu absurda valentía te ha llevado
hasta la muerte… espero que reflexiones sobre eso en la otra vida.
Su mano derecha comenzó a arder en
llamas, sin que se quemara. Eduardo temió lo peor al ver que se disponía a
quemar al chico con ella:
- Muere.
El chico cerró los ojos en el momento
en que la mano de su enemigo se lanzaba directa a su estómago, esperando su
muerte.
Sin embargo, ocurrió algo inesperado.
Una brillante e intensa luz surgió de
Eduardo, que cegó a Magno unos instantes y lo soltó inmediatamente, retrocediendo
unos metros:
- ¿¡Pero qué!?- exclamó Helio, un poco
más lejos.
El rostro de Magno cambió a sorpresa
cuando sus ojos contemplaron con asombro aquella luz pura y cegadora:
- No puede ser…esa luz…
El chico abrió los ojos, y se asombró
al comprobar que seguía vivo. Sorprendido, observó atónito cómo la luz que lo
rodeaba cobraba forma en su mano, una forma un tanto rara pero a la vez
especial. La luz se centró en su mano y adquirió la forma de una gran llave,
del tamaño de una espada:
- ¿¡Qué…qué es…esto!?- exclamó
Eduardo, sin creer lo que veía.
Magno lo miró a los ojos, y su
sorpresa fue todavía mayor:
- Es…el elegido…
- ¿¡Cómo!?- dijo el otro- ¿¡esa es una
de las armas sagradas!?
- Me temo que así es…hemos llegado
demasiado tarde…el arma sagrada ha aparecido…- dijo Magno, frustrado.
El chico todavía trataba de asimilar
lo que había pasado. Flojeaba en cuanto al manejo del nuevo objeto recibido,
que le parecía absolutamente increíble, y a la vez mágico:
- Sin embargo, esto no quiere decir
que hayamos fallado en la misión…- afirmó Magno- todavía podemos acabar con
ellos.
El hombre de negro corrió rápidamente
a atacar a Eduardo con sus manos envueltas en llamas, al que pilló por
sorpresa.
Al chico sólo le dio tiempo a bloquear
su ataque a medias con su arma, que lo empujó y envió por los aires hasta rodar
por la hierba:
- ¡¡Edu, cuidado!!- gritó Erika.
El chico levantó la mirada y observó
perplejo el nuevo ataque de su enemigo, que llegó rápido hasta él y se disponía
a rematarle. Era demasiado rápido y no le daba tiempo a reaccionar. Sabía que
aquella vez no conseguiría bloquear su ataque.
Justo antes de que le alcanzara el
enemigo, una gran bola de fuego colisionó y explotó con Magno, cuya onda
expansiva lo lanzó por los aires y atravesó el tronco de un árbol.
Eduardo dirigió la mirada en la
dirección de la que vino el ataque mágico, atónito. Un nuevo hombre aparecía en
escena, portando como arma una especie de bastón. La oscuridad de la noche le
impedía ver con claridad su rostro.
A juzgar por su ropa de color vivo y
su túnica, el chico dedujo que ese nuevo individuo no tenía nada que ver con
los dos anteriores. Se acercó a Eduardo y le dijo:
- Siento no haber llegado antes,
¿estás bien?
- Sí…creo que sí…- afirmó el chico,
levantándose, usando como apoyo su arma.
- ¡Magno, las cosas empeoran!- dijo
Helio- ¡ha llegado un mago para entrometerse en nuestro camino!
El hombre de negro lanzó una ráfaga de
llamas al nuevo individuo y éste respondió con un nuevo ataque mágico, que
acabó en una explosión. De esa forma comenzó una encarnizada batalla entre los
dos hechiceros, que a Eduardo le pareció increíble. Nunca había visto nada
parecido en su vida.
En medio de la pelea, Magno le gritó a
su compañero:
- ¡¡Helio, mata a la chica, rápido!!
El otro enemigo asintió con la cabeza
y soltó a Erika frente a él. Hizo que se formara una espada de hielo en sus
manos y se dispuso a atacar a la chica:
- ¡¡Muere!!
El hombre salvador que había venido en
su búsqueda lanzó rápidamente otra magia ofensiva a Helio, que lo electrocutó
unos instantes a cambio de proteger a la joven. Esto le dio tiempo a Erika a
correr y alejarse de él.
El mago salvador sufrió un duro golpe
de fuego de Magno por su distracción, que rodó herido por la hierba:
- ¡Ahora, a por ellos!- gritó Magno.
El chico corrió a reunirse con Erika y
ambos intentaron huir, pero una ráfaga de fuego impactó muy cerca de ellos y
cayeron, heridos. Eduardo intentó levantarse pero no pudo. Palideció al ver a
los dos asesinos lanzar un ataque mágico hacia ellos. Estaban completamente a
su merced.
Por un lado Magno lanzó una enorme
bola de fuego, y por otro Helio lanzó un rayo de hielo, directo a los dos
jóvenes.
El nuevo hombre, que se había
levantado antes, corrió hacía ellos rápidamente gritando:
- ¡¡No lo permitiré!!
El mago salvador llegó hasta los dos
estudiantes justo en el momento en que impactaron ambos ataques mágicos, que
provocaron una gran explosión en el bosque que destrozó árboles a su alrededor.
Eduardo y Erika desaparecieron de la
faz de la Tierra.
Wawww que subidón ha pegado la historia con este capítulo, me ha encantado y vaya final!!!
ResponderEliminarMe he imaginado todo al detalle tanto los combates como las armas y los poderes, todo!
Y el momento de la cabaña, me hizo recordar a unas cabañas que iba yo hace años, que recuerdos ** jaja.
Me encantan Eduardo y Erika, que pareja más mona!
Me encanta que te haya gustado Patrick ^^ Desde el principio siempre quise un comienzo épico para el fanfic, y pensé que incluso no gustaría pero ya veo que sí jejeje :D
ResponderEliminarY todavía quedan un sinfín de combates y batallas por librar en la historia, que espero gusten tanto como esta primera que da inicio al fanfic.
¡¡Muchas gracias por comentar, Patrick!! :)
wow! definitivamente me estaba perdiendo una gran aventura, lei el primer capitulo, pero no es nada comparado con este, esta increible, la batalla me enacanto y Eduardo y Erika apenas los estoy conociendo y ya me encariñe con ellos. Fantastico, aún me faltan varios capitulos para ponerme al corriente pero estoy haciendo un esfuerzo por darme pequeños tiempos para leerlos, muy buen fanfic despues de leer el capitulo dos quede enganchado por completo, tienes una gran habilidad para narrar historias Eduardo te felicito.
ResponderEliminarSaludos!!! =)
¡¡Mil gracias por tu comentario, Andrew!! No sabes cuánto me alegro de que te enganche el fanfic, espero que no se convierta en una droga literaria jajaja xD
EliminarY también sonrío al saber que te gustan los personajes. Ojalá te encariñes más con ellos cuando los conozcas a medida que avanza la trama, que cada uno tiene su propia historia.
¡¡Y de nuevo muchas gracias por tu felicitación, me anima a seguir escribiendo con ganas!! =)
Y ahora viene el nuevo mundo~~
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