Capítulo
XLVIII
EDUARDO
VS MAGNO
Jack y los demás seguían corriendo y
atravesando los pasillos y escaleras hacia lo más profundo del corazón de las
tinieblas, con Ray encabezando la marcha. Los oscuros pasillos y pasadizos
iluminados únicamente con antorchas a ambos lados de las paredes eran cada vez
más tétricos y siniestros, y denotaban que poco a poco se aproximaban a
Derriper:
- ¿Estás seguro de que vamos bien,
Ray?- preguntó el mago, mientras corrían.
- ¡Sí, esta zona de la base ya me
resulta más familiar!- respondió el chico de negro, muy seguro de sus palabras.
El resto del grupo intuyó que tenía
razón, ya que a partir de ese momento no se encontraron con más callejones sin
salida. A partir de entonces ya parecían ir por buen camino, y confiaban en que
Ray los guiaría hasta su más poderoso enemigo: el dios oscuro Derriper.
No tardaron en llegar a otra enorme y
amplia sala, muy similar e igual de grande a la que Erika y Helio tuvieron su
combate a muerte. Nada más atravesar el umbral de entrada de la misma, el grupo
entero imaginaba que en aquella estancia tendría lugar la segunda prueba:
- ¡¡Por allí!!- indicó Ray- ¡¡el
camino sigue al otro lado!!
En efecto, al otro lado de la sala a
muchísimos metros de distancia, se encontraba la entrada a otro pasillo oscuro.
Al igual que la vez anterior, era el único camino posible para avanzar:
- ¡¡Rápido, corred!!- exclamó Jack.
Él y los demás retomaron la macha
corriendo hacia su objetivo. Sin embargo, y tal y como temían, sus peores
temores se confirmaron al llegar a la mitad de la sala. De nuevo ambas entradas
se cerraron con grandes puertas metálicas y blindadas, que bloquearon el paso y
los hizo detenerse en seco, sorprendidos:
- ¡¡Oh no!!- exclamó Cristal, molesta-
¡¡Otra vez encerrados!!
En ese momento se sorprendieron, al
oír de nuevo una voz resonando en todos y cada uno de los rincones de la sala.
Desenfundaron sus armas y se pusieron en guardia mientras la nueva voz, más
seria y seca, pronunciaba:
- Estúpido Helio…incluso él ha caído…-
comentaba la nueva voz, con tono de indiferencia- no esperaba que pudierais
derrotarlo…sin duda, su demencia y obsesiva locura han sido lo que lo han
llevado a la muerte…
Se trataba de una voz que Jack y los
dos jóvenes recordaban vagamente, pero los tres estaban seguros de haberla oído
antes. Tal y como esperaban, un agujero oscuro apareció de la nada a muchos
metros de distancia frente a ellos. De la brecha oscura surgió una nueva figura
humana vestida de negro y encapuchada:
- ¿Quién eres?- preguntó Eduardo,
seriamente y sin bajar la guardia.
El desconocido de negro esperó a que
desapareciera el agujero oscuro a sus espaldas, y luego se quitó con una de sus
manos la capucha de su cabeza, dejando el rostro al descubierto.
Jack, Eduardo y Erika se sorprendieron
y quedaron boquiabiertos al ver a un individuo de expresión fría y seria y con
el pelo rojo, y exclamaron perplejos:
- ¡¡Magno!!
El grupo entero contemplaba, asustado
y horrorizado, al ser que luchó no hace demasiado tiempo en el templo sagrado,
y el mismo que asesinó y acabó con la vida del primer elegido de la llave
espada: Mirto. Los recuerdos de aquel duro combate también hicieron que les
llegara a la memoria la verdadera identidad de aquel miembro de la organización
Muerte: se trataba ni más ni menos que del líder de la misma:
- ¡¡Espera, espera!!- dijo Rex,
confuso y perplejo- ¿¡Eres Derriper!?
Lo que respondió el hombre de negro a
continuación los dejó completamente sorprendidos y atónitos:
- No…no soy el séptimo…sólo soy Magno.
- ¿¡Qué!?- exclamaron todos a la vez.
- ¿¡Pero qué dices, pasmao!?- dijo
Cristal, sin creérselo- ¡¡Si te presentaste en el templo sagrado y mataste al
abuelo!! ¡¡Tú mismo declaraste ser el dios oscuro!!
El enemigo tardó un poco en responder.
Tenía algo en la expresión de su cara y en la personalidad que lo hacían muy
diferente a la vez que lo vieron en el templo sagrado. Habló tranquilo y
pacientemente diciendo:
- No sé de que estáis hablando, pero a
juzgar por vuestras palabras, intuyo que lo que decís fue obra de mi señor…
Aquellas últimas palabras destrozaron
los esquemas mentales del grupo entero, que parecieron sorprenderse al entender
que no tenían delante al dios oscuro, sino al auténtico y verdadero Magno:
- ¿¡Qué!?- preguntó Alana, perpleja-
¿¡Quieres decir que…no eres Derriper!?
El hombre de negro negó con la cabeza,
y lo que respondió a continuación con serias palabras parecía indicar que
estaba en lo cierto:
- Después de perder su primer cuerpo
material como Alejandro, nuestro señor el séptimo necesitaba disponer de uno
nuevo, así que le presté el mío…- explicó Magno, seriamente- no soy consciente
de lo que habrá hecho mi señor con mi cuerpo y mis habilidades en mi
ausencia…es por eso que no recuerdo nada de lo que decís o afirmáis.
Eduardo y los demás se quedaron
perplejos y atónitos con la sorpresa. Por lo visto, parecía que su enemigo
tenía razón al afirmar que no fue él el que se presentó ante ellos en el templo
sagrado, ni tampoco el mismo que luchó contra Mirto:
- ¡¡Pero…se supone que deberías estar
muerto!!- dijo Rex, recordando el caso de Alejandro- ¡¡de lo contrario Derriper
no podría apoderarse de tu cuerpo!!
El hombre de negro le respondió al
perro, serio y en tono indiferente:
- Se os olvida que los miembros de la
organización Muerte no somos simples humanos corrientes…técnicamente ya estamos
muertos, por poseer el sello maldito de Ludmort…- explicó Magno- eso explica
por qué nuestro señor puede apoderarse de nuestros cuerpos materiales y
abandonarlos de la misma forma, sin que a nosotros nos pase nada.
Tras aquellas palabras, el grupo
entero por fin entendió la situación, y supieron sin lugar a dudas que tenían
ante ellos al verdadero Magno. Con aquel razonamiento, Erika llegó a la
siguiente conclusión:
- Pero si Derriper abandonó tu cuerpo…
¿dónde está ahora?
El comandante de pelo rojo respondió a
su pregunta, con aparente frialdad y seriedad, sin expresión alguna en su
rostro:
- Nuestro señor Derriper está
ultimando los preparativos para la llegada de Ludmort al planeta, y recibir con
ansias el nacimiento del nuevo mundo…- explicó Magno- al estar ahora atendiendo
asuntos más importantes, me ha encargado acudir a vuestro encuentro, para
deteneros y ganar algo de tiempo.
Jack y los demás entendieron lo que
significaban aquellas palabras, y el mago exclamó en ese momento, perplejo:
- ¡¡Pero, entonces…tú eres…!!
- Así es…afirmó el hombre de negro de
pelo rojo- yo soy la segunda prueba que debéis superar en vuestro camino para
llegar al dios oscuro…- declaró Magno- si queréis abrir la puerta y seguir
adelante hasta nuestro señor Derriper…antes tendréis que acabar conmigo en un
único y decisivo combate a muerte.
En ese instante todos se pusieron en
guardia con sus armas, listos para luchar. Sabían que era cuestión de poco
tiempo que empezara el combate, y no estaban dispuestos a permitir que los
separaran como en la anterior batalla:
- ¿Tú también quieres luchar en un
combate uno contra uno, igual que Helio?- preguntó Ray, seriamente.
Lo que hizo el hombre de negro a
continuación dejó aún más sorprendidos y perplejos a todos. El equipo entero
empuñó con más fuerza sus armas y estuvieron más atentos, al ver que Magno
apuntó con la palma de una de sus manos abiertas hacia ellos. Parecía que iba a
atacar en cualquier momento:
- ¡¡Vas listo si crees que conseguirás
separarnos!!- exclamó Cristal, con arrogancia- ¡¡Esta vez estamos preparados y
perfectamente coordinados para cualquier cosa que salga del suelo!! ¡¡No te
servirá de nada que intentes…!!
Calló de repente, y tanto ella como
los demás se sorprendieron y palidecieron, al ver lo que ocurrió a
continuación.
Lo que los atacó en ese instante no
emergió del suelo, sino que los sorprendió en el mismo centro del grupo, donde
todos menos esperaban recibir el ataque. Una extraña e invisible bomba de aire
explotó en medio del equipo, que los sorprendió y pilló a todos por sorpresa, y
los envió a cada uno a toda velocidad en una dirección distinta, separándolos
irremediablemente de nuevo.
Antes de que pudieran levantarse, de
nuevo unas jaulas mágicas aparecieron justo en la posición donde estaba situado
cada uno de los miembros, que los pilló por sorpresa y completamente
desprevenidos:
- ¡¡Mierda!!- exclamó Cristal,
enfadada- ¡¡Otra vez no!!
Y así fue como, irremediablemente de
nuevo, todos y cada uno de los miembros del equipo fue encerrado en una jaula
mágica diferente, esparcidos por toda la amplia sala. Fue entonces cuando se
dieron cuenta de que habían caído de lleno en una trampa tonta, al estar
pendientes y seguros de que el enemigo atacaría por el suelo. Se trataba de un
enorme error el creer que el ataque siempre aparecería por el mismo sitio.
Magno volvió a bajar la mano y se
colocó en posición normal, con expresión sería y fría en el rostro. Al
contrario que Helio, no parecía conocer ni saber esbozar una sonrisa en la
cara:
- ¡¡Maldito desgraciado, sácanos de
aquí!!- exigió la princesa, enfadada- ¡¡Cuando te coja, te vas a enterar de lo
que es bueno!!
El hombre de negro permanecía serio y
tranquilo todo el tiempo, como si no le importara nada. Parecía tenerlo todo
bajo control, ya que siempre hablaba serenamente y con indiferencia, sin
ninguna prisa:
- Imagino que Helio ya os habrá
explicado las reglas del juego, así que no entraré en detalles…- dijo Magno-
para este combate necesito estar sólo con mi rival…no quiero estorbos ni interrupciones
innecesarias.
- ¿¡Y con quién vas a luchar ahora!?-
preguntó Rex, desafiante- ¡¡Sea quien sea, seguro que te dará una paliza, y
correrás la misma suerte que Helio!!
Palideció y se quedó perplejo y
atónito, al igual que el resto de sus amigos, cuando levantó la vista al
frente. Alejado a muchos metros más lejos de distancia se encontraba una figura
humana, tumbada en el suelo aún por el ataque:
- ¡¡No…no puede ser…!!- dijo Jack,
pálido y con la boca abierta.
El chico de rojo se levantó, apoyando
sus extremidades en el suelo, y se puso en pie con facilidad. Miró a su enemigo
con firmeza y decisión, mientras el resto de sus compañeros lo observaban,
horrorizados:
- ¡¡Eduardo!!- exclamaron todos.
El joven miró a su enemigo, a muchos
metros de distancia frente a él, mientras empuñaba la llave espada en una de
sus manos. Al igual que su amiga en el combate anterior, acababa de separarse
del resto de sus compañeros, y ahora tendría que enfrentarse sólo al otro
comandante de la organización Muerte.
Sabía que sus amigos ahora dependían
únicamente de él para salir de su prisión, y también para avanzar hacia delante
en el camino que conducía hasta Derriper.
De la misma forma, también era
consciente de que su rival no era un oponente fácil. Ya había visto en varias
ocasiones su tremenda fuerza y extraordinario poder de ataque, y sabía de sobra
que, si ni siquiera Mirto pudo derrotarlo, aquel combate no iba a ser nada
fácil:
- ¿Tú también querías luchar conmigo
desde el principio, por algo personal?- preguntó Eduardo, desafiante- ¿Por no
haber podido matarme en La Tierra?
El hombre de negro de pelo rojo lo
miraba, sin ninguna expresión en el rostro. Respondió seriamente y con
indiferencia:
- Te equivocas…a diferencia de Helio,
yo no actúo según las deudas o por mero placer personal…no me importa lo más
mínimo el que llegara a matarte o no en La Tierra…- explicó Magno, sereno y
tranquilamente- si voy a enfrentarme a ti aquí y ahora, no es porque yo
quiera…sino porque así me lo ha ordenado mi señor.
Aquellas últimas palabras dejaron
perplejos y boquiabiertos a todos los presentes, que de repente exclamaron de
sorpresa:
- ¿¡Qué!?
- ¿¡Quieres decir que…Derriper te
ordenó luchar expresamente contra mí!?- preguntó Eduardo, atónito.
- Así es, y como subordinado de mi señor
el séptimo, debo cumplir cualquier orden que me diga…- respondió Magno, seco y
serio, sin ninguna emoción en sus palabras y como si fuera un robot- de lo contrario, no sería una buena
herramienta para alcanzar sus sueños y ambiciones…no le sería útil.
Jack y los demás observaban,
horrorizados, al nuevo enemigo que tenían delante. Al contrario que el anterior
comandante, este hombre no parecía humano. El semblante frío y serio de su
rostro parecía indicar que no tenía sentimientos, y sus ojos rojos inexpresivos
no vislumbraban si dentro de él había alma o rastro alguno de humanidad. Nunca
esbozaba una sonrisa, y en ese aspecto daba incluso más miedo que Helio:
- ¡¡Primero un psicópata asesino en
serie y ahora un siniestro robot parlante!!- exclamó Cristal, frunciendo el
ceño- ¿¡Qué será lo siguiente!?
Ray le dijo en ese momento a la
princesa, seriamente:
- Te aconsejo que no lo subestimes…se
trata del otro comandante junto a Helio, y es alguien muy temido y
respetado…muchos de los miembros de la organización incluso le tenían miedo.
Cristal y los demás palidecieron al
oír aquello, y un escalofrío les recorrió la espalda al ver al propio Ray
temblando su jaula. Desde luego, no parecía estar bromeando en absoluto:
- ¿Miedo?- preguntó Rex, empezando a
asustarse- ¿Tan fuerte es?
El chico de negro no respondió a la
pregunta. Sólo hacía falta ver los nervios y el miedo y el terror reflejados en
su cara:
- Muchas de las habilidades que sé me
las enseñó él…es sin duda uno de los asesinos más mortíferos y peligrosos de la
organización…- explicó Ray, que luego vio a su compañero sólo en el campo de
batalla y añadió- dudo mucho que Eduardo gane este combate…su rival es
demasiado fuerte para él…
Erika miró entonces a su amigo, en el
centro del escenario de combate, y supo que ahora le tocaba a él ponerse a
prueba. Aferró sus manos a los barrotes y apretó los puños con fuerza,
frustrada por estar encerrada y no poder ayudar a su compañero:
- Edu…- dijo la chica, preocupada.
El joven permanecía en su sitio
empuñando en una mano su arma y mientras miraba al enemigo, con firmeza y
seriedad. Preguntó al hombre de negro diciendo:
- Si no consigo derrotarte… ¿matarás a
mis amigos, igual que a mí?
Lo que dijo Magno a continuación hizo
palidecer a todos los presentes, y le quitó de repente el valor que tenía al
joven portador de la llave espada, cuando pronunció de manera automática y
autómata:
- No será necesario…porque tú los
matarás.
Eduardo palideció de repente al oír
aquellas palabras, y se quedó totalmente perplejo y atónito, mientras el miedo
y el terror lo invadían por dentro. Aún trataba de procesar el significado de
la última frase:
- ¿¡Qué!?- exclamó el chico de rojo,
muy sorprendido- ¿¡Que yo…los mataré!?
Tanto él como el resto de sus amigos
se mostraron muy perplejos, y estaban asustados ante la seguridad con la que
hablaba Magno, que parecía saberlo todo y tener la situación bajo control. El
hombre de negro tardó un poco en responder, pacientemente y con tranquilidad:
- El objetivo de esta batalla es
despertar el poder de Ludmort que llevas dentro, y para ello es necesario
librar un combate a muerte…- explicó Magno, serio y tranquilo- sólo de esa
forma, y viendo a tus seres queridos en peligro, podré cumplir la orden que me
encomendó mi señor el séptimo.
Eduardo y los demás no podían creer lo
que oían. Derriper le había ordenado a Magno que luchara contra el joven para
despertar y reavivar el poder del monstruo Ludmort. De ser así, todos sabían
perfectamente lo que aquello significaba: el chico de rojo se convertiría en un
peligroso animal salvaje, en un monstruoso ser descontrolado cuyo poder podría
matarlos en aquella misma estancia:
- ¿¡Te has vuelto loco!?- exclamó
Jack, pálido y asustado, refiriéndose al enemigo- ¡¡Moriremos todos…incluso tú
también!!
Eduardo y los demás se sorprendieron y
quedaron sin habla cuando Magno respondió, seriamente y con calma, unos
segundos después:
- Soy consciente de que no ganaré este
combate, y mucho menos saldré vivo de él…- afirmó el hombre de negro, con
sorprendente calma y tranquilidad- estoy dispuesto a todo con tal de cumplir
las órdenes de mi señor…y si eso significa dar mi vida, entonces lo haré sin
dudarlo.
El chico de rojo se quedó sorprendido
ante la paciencia con la que Magno estaba dispuesto a aceptar su muerte. Desde
luego, aquel tipo no parecía tener pensamientos ni voluntad propia, y estaba
tan cegado por las órdenes de Derriper que incluso aceptaba perder su vida sin
rechistar. En ese aspecto sí que parecía un auténtico robot autómata:
- ¿¡Sabes que vas a morir…y aún así
quieres luchar!?- preguntó Eduardo, atónito y perplejo.
- Así lo ha dictado mi señor, y así
debo cumplir su voluntad…- dijo Magno, seriamente y con una mirada fría como el
hielo- todo sea por el nacimiento del nuevo mundo…y por la muerte y extinción de
los seres humanos.
Por cada nueva palabra que pronunciaba
el enemigo, Jack y los demás cada vez estaban más seguros y convencidos de que
Magno estaba igual de majareta que su líder el séptimo. Aunque en general,
todos los miembros de la organización Muerte lo estaban:
- ¡¡Estás loco, igual que Helio y el
resto de tus compañeros de negro!!- exclamó Eduardo, mientras se ponía en
guardia, que luego añadió diciendo- ¡¡Voy a acabar contigo, a vengar a Mirto y
a liberar a mis amigos…sin usar el poder de Ludmort!!
En ese momento ambos luchadores se
miraron fijamente cara a cara, mientras el chico agarraba con ambas manos la
llave espada, con firmeza y decisión en sus ojos. Erika y los demás supieron
sin lugar a dudas que el segundo combate estaba a punto de empezar, y que a
partir de ahora el destino de sus vidas dependía únicamente de Eduardo.
Fue entonces cuando, tras unos
silenciosos segundos de tensión e intercambio de miradas furtivas y asesinas,
empezó la acción y el combate.
Magno tomó la iniciativa y echó a
correr hacia su joven rival, sin armas y completamente desprotegido. Eduardo
blandió la llave espada y con ella trató de herir al enemigo. Sin embargo,
cuando Magno estuvo frente a él, el hombre de negro realizó una finta rápida
que le permitió esquivar con facilidad el ataque del chico, colocándose detrás
de él:
“¡¡Qué rápido es!!”- exclamó Eduardo
en su mente, atónito y perplejo por lo que acababa de ver.
Enseguida reaccionó dando media
vuelta, y bloqueó justo a tiempo con su arma uno de los puños del rival, a
apenas unos centímetros de su cara. Todavía sorprendido por la gran velocidad
del enemigo, el chico no fue capaz de reaccionar a tiempo cuando éste dobló la
rodilla y le propinó una patada con la planta del pie en el punto de flexión
trasero de una de sus piernas, que lo desestabilizó e hizo perder el
equilibrio.
Antes de caer de rodillas al suelo,
Magno usó la otra mano que tenía libre para agarrar el cuello de su rival con
ella, y a continuación le asestó un duro rodillazo en todo el estómago, que lo
dejó paralizado durante unos segundos.
Tras esto, el hombre de negro cerró el
puño de su mano izquierda, y con ella le asestó un tremendo golpe de abajo
arriba en toda la barbilla, que lo hizo ponerse de nuevo en pie y recto. Para
rematar, Magno dio un sorprendente giro rápido de trescientos sesenta grados y
le dio una patada al sorprendido joven en todo el pecho, que lo lanzó y cayó de
espaldas al suelo, un poco más lejos:
- ¡¡Eduardo!!- gritaron sus amigos
enjaulados, al ver lo inevitable.
El chico aún podía continuar. Se
levantó apoyando sus extremidades y con algunos rasguños en su ropa y cuerpo.
Levantó la vista al frente enseguida, cuando oyó los gritos de sus compañeros
diciendo:
- ¡¡Eduardo, cuidado!!
El joven se dio cuenta de que Magno
corría de nuevo hacia él, amenazante y con la expresión seria de su rostro frío
y asesino, mientras hacía aparecer una espada ardiendo en llamas en su mano
derecha. Eduardo se acordó de esa espada durante el combate contra Mirto, y
también del elemento del que su enemigo era especialista. Tuvo una idea al
acordarse de a qué era débil el fuego, y con la llave espada apuntando hacia él
conjuró un hechizo mágico elemental, diciendo:
- ¡¡Aqua++!!
Del arma sagrada del joven salió
disparada una enorme bola de agua, directa a su objetivo. Sus expectativas y
esperanzas se esfumaron en un instante, cuando vio que el enemigo partió por la
mitad la esfera acuática con su arma, sin sufrir ésta ningún daño y provocando
una humareda de vapor:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó Eduardo, perplejo-
¿¡No le afecta el agua!?
En ese momento Magno llegó hasta él y,
con su espada ardiendo en llamas, trató de herirlo con ella. El joven logró
bloquear los cuatro primeros mandobles del enemigo mientras retrocedía paso a
paso, pero no fue lo bastante rápido como para detener el quinto, que alcanzó
su brazo izquierdo y, de un corte rápido, le rajó y quemó la piel.
Eduardo pegó un breve grito de dolor,
al sentir ardiéndole la extremidad izquierda y perder sangre de su primera
herida, pero enseguida consiguió reponerse y no bajar la guardia. Bloqueó con
la llave espada una nueva patada de Magno, que era tan poderosa que lo hizo
retroceder varios pasos atrás.
Todavía con una mueca de dolor en la
cara mientras apretaba los dientes, el chico supo que su enemigo aún no había
terminado de atacar, cuando levantó de nuevo la vista al frente.
Magno se acercó corriendo hacia él, y
desde el momento en que ambas espadas chocaron comenzó un feroz duelo de
esgrima, que puso contra las cuerdas al joven de rojo. Erika y los demás
contemplaban, horrorizados, cómo el chico aguantaba el dolor de su brazo
izquierdo, y con las dos manos seguía blandiendo su arma.
Eduardo trataba de esforzarse todo lo
que podía por esquivar y bloquear los ataques de Magno, quien tenía la iniciativa
y lo hacía retroceder, pero era inútil. En más de una ocasión el filo en llamas
de la hoja del comandante alcanzaba sus brazos y piernas, hiriéndolo cada vez
más. Se notaba a simple vista que el joven no estaba a la altura de Magno, y
que un enorme abismo los separaba en cuanto a fuerza y experiencia.
Al cabo de un rato, y después de herir
al chico, el hombre de negro desarmó con facilidad y en un rápido movimiento a
su rival, cuya arma salió volando de sus manos. Estando completamente
desarmado, Eduardo no pudo defenderse cuando Magno apuntó con la palma de la
mano abierta en su pecho, que comenzó a arder en llamas sin afectarle, y que
conjuró sin pronunciar palabras una magia elemental.
De la mano de guante negro salió
disparada una pequeña bola de fuego, directa en el pecho del joven y que
provocó una pequeña explosión. La onda expansiva lo envió rodando por el suelo,
hasta acabar un poco más lejos:
- ¡¡Eduardo, no!!- gritaron sus
amigos, preocupados.
En ese momento Magno se detuvo y quedó
quieto en su sitio, que bajó la mano ardiendo en llamas. Se dedicó a observar,
tranquilo y paciente, al rival que tenía a muchos metros de distancia, tendido
en el suelo. Seguía manteniendo la misma mirada seria y fría con la que empezó
el combate, y no la había cambiado lo más mínimo desde entonces:
- Todavía no estás muerto…- comentó el
enemigo, que luego le ordenó diciendo, serio y con calma- vamos, levántate.
Tal y como esperaba, en ese instante
Eduardo empezó a mover sus dedos, después las manos y los pies, y poco a poco
el resto del cuerpo. Estaba herido y tenía rasguños por todo el cuerpo, además
de pequeños cortes y quemaduras en sus brazos y piernas. Aún tenía fuerzas para
moverse, y gracias a ellas apoyó sus extremidades y se levantó del suelo, con
facilidad. Sus amigos se alegraron de ver que aún seguía vivo:
- ¡¡Vamos, Eduardo, machaca a ese
desgraciado!!- exclamó Cristal, a gritos desde su jaula.
El chico de rojo miraba con decisión y
firmeza a su rival, que se encontraba un poco más lejos. Trató de calmarse y
analizó la situación en base a lo que había visto hasta ahora en el combate:
“A pesar de todo el daño que me ha
hecho, en realidad no ha sido nada grave…estas heridas y cortes son
superficiales, y evita dañar mis órganos vitales…”- pensó Eduardo en su mente-
“está claro que no pretende matarme…de lo contrario, ya lo habría hecho desde
el principio del combate…”
El joven enseguida se dio cuenta de
las intenciones de Magno, al recordar sus palabras justo antes de empezar a
luchar, y del verdadero objetivo de aquel combate:
“Ahora lo entiendo…está esperando a
que decida usar el poder de Ludmort, y así avivar a la bestia que llevo
dentro…”- afirmó el chico, sin dudarlo- “pretende que me transforme, que me
convierta en el mismísimo Ludmort.”
Eduardo se sorprendió de repente
cuando vio que Magno empezó a caminar lentamente hacia él, con pasos lentos y
pesados. Hizo aparecer mágicamente la llave espada en sus manos y se puso en
guardia para seguir luchando. Aún tenía fuerzas y podía dar más de sí en la batalla:
“Pero no puedo hacerlo…si lo hago, me
convertiré en un monstruo salvaje…perdería el control y pondría en peligro a
mis amigos…”- dijo Eduardo en su mente- “Tengo que aguantar, evitar recurrir a
ese poder…y luchar con mi propia fuerza.”
Trataba de mantenerse firme, mientras
el enemigo se acercaba cada vez más a él. Apretó los puños y dientes, mientras
pensaba rápidamente en algo para hacer frente a Magno. Al recordar los
movimientos del hombre de negro supo qué era en lo que fallaba, y se le
encendió una bombilla en la cabeza cuando se le ocurrió una nueva idea:
“¡¡Eso es…no es cuestión de
fuerza…!!”- pensó el joven- “¡¡La velocidad es la clave!!”
Fue entonces cuando el chico usó su
arma, y con ella en las manos la hizo girar y dar varias vueltas rápidas
verticalmente. Cuando acabó y la llave espada se quedó apuntando al cielo,
Eduardo dijo, firme y seguro de sí mismo:
- ¡¡Prisa++!!
Tras estas palabras, un fugaz destello
amarillo recorrió el cuerpo entero del joven, que lo atravesó y volvió a
desaparecer al cabo de unos segundos. Aparentemente seguía igual, sin ningún
cambio físico, y no parecía haber sufrido nada.
Jack esbozó en ese momento una ligera
sonrisa, al ver la nueva jugada de su compañero:
- ¡¡Buena idea, Eduardo!!- exclamó el
mago- ¡¡Ahora tienes más posibilidades de ganar!!
Sin embargo Erika, que no conocía la
habilidad que acababa de usar su amigo, se quedó perpleja al oírla. Preguntó en
voz alta, confusa:
- ¿Prisa? ¿Qué hechizo mágico es ése?
El mago respondió a su pregunta,
diciéndole:
- “Prisa” no se trata de un hechizo
mágico, sino de una habilidad- explicó Jack- gracias a ella el que la usa
adquiere un estado alterado beneficioso, otorgándole mayor velocidad de
movimiento.
- ¿Quieres decir que Edu…ahora es más
rápido?- preguntó la chica.
- Espera y lo verás- dijo Ray, sin
apartar los ojos del campo de batalla.
El chico miraba a su rival, en guardia
y sin apartar la vista de él. Estaba listo y preparado para atacar en cualquier
momento. Por su parte, Magno seguía con la expresión fría y seria de su cara.
No parecía estar sorprendido por el nuevo estado del joven, ni mucho menos
preocupado o asustado. Lo miraba con indiferencia y como si tuviera la
situación bajo control:
- Es inútil…nada de lo que hagas con
tu propia fuerza te servirá para derrotarme- dijo seriamente el hombre de
negro, mientras seguía caminando a pasos lentos hacia él.
- ¡¡Eso ya lo veremos!!- respondió
Eduardo, enfadado- ¡¡prepárate, porque voy a acabar contigo!!
En ese momento el chico de rojo retomó
el combate, y sus amigos encerrados se quedaron completamente asombrados,
cuando vieron de repente la increíble velocidad que adquirió Eduardo.
El joven corrió directo a atacar a
Magno, con un grito de furia, e intentó embestirlo con una poderosa estocada.
El comandante de pelo rojo bloqueó los tres primeros mandobles encadenados, con
rapidez y esfuerzo mientras retrocedía también tres pasos, pero no pudo hacer
frente al cuarto, que tuvo que esquivarlo de un rápido salto mortal hacia
atrás.
Las milésimas de segundo que tardó Magno
en volver a tocar el suelo con los pies le costaron un duro golpe de la llave
espada, de la que apenas pudo defenderse bloqueándola con su arma ardiendo en
llamas. El hombre de negro retrocedió varios metros arrastrando las suelas de
los zapatos en el suelo, en posición de bloqueo.
Magno no tuvo tiempo de reaccionar
cuando, apenas levantó de nuevo la vista, Eduardo ya se encontraba frente a él.
Sin darle tiempo a nada y anticipándose a sus movimientos, el chico de rojo
logró alcanzarle con su arma y asestarle un duro golpe con la llave espada, que
lo envió a toda velocidad rebotando por el suelo hasta acabar un poco más
lejos.
El hombre de negro enseguida se
levantó de un salto rápido, mientras veía llegar a Eduardo corriendo a toda
velocidad hacia él. Blandió rápidamente su espada de fuego para lanzar
cuchillas ígneas, e hizo lo mismo con su mano derecha ardiendo en llamas para
disparar continuas bolas de fuego: todo directo a su rival.
El chico de rojo esquivó con
sorprendente rapidez y agilidad todos los obstáculos de fuego en su camino, que
colisionaban a su paso y provocaban grandes explosiones en el campo de batalla.
Un vez que Eduardo llegó otra vez
hasta Magno se libró nuevamente un duelo de esgrima entre ambos, pero esta vez
era el chico el que tenía la iniciativa. El choque entre los dos filos de acero
y el eco metálico se oía en medio de aquel nuevo enfrentamiento de espadas,
pero esta vez a una mayor velocidad frenética.
Jack y los demás podían ver claramente
que era el enemigo el que ahora retrocedía, y que Eduardo atacaba a gran
velocidad y sin parar, con todas sus fuerzas. El joven no le dejaba ni un
segundo de respiro al comandante, que cada vez retrocedía más e iba perdiendo
terreno. Parecía que el chico tenía todas las de ganar.
- ¡¡Muy bien, Eduardo, sigue así!!-
gritaba Cristal desde su jaula, animándolo- ¡¡Ya casi lo tienes…la victoria es
tuya!!
Sin embargo, Ray no tenía las mismas
esperanzas. En ese momento dijo, bajando de las nubes al resto de sus
compañeros:
- Te equivocas…puede que Eduardo haya
ganado algo de velocidad, pero aún así no es rival para Magno…- comentó el
chico de negro- fijaos bien.
Sus amigos observaron mejor la
situación del combate, y muy pronto se dieron cuenta de que Ray tenía razón. A
pesar de que el joven parecía llevarle ventaja a Magno, éste seguía
manteniéndose igual en todo momento. Mientras que Eduardo se esforzaba en cada
movimiento con todas sus fuerzas, el hombre de negro los bloqueaba y esquivaba
con total facilidad, como si fuera un juego de niños.
Lo peor de todo era que Magno seguía
con la misma mirada fría y seria en todo momento. A pesar de moverse con
rapidez y, en ocasiones con violencia, no había dejado de observar fijamente
con ojos asesinos e inexpresivos a su rival. En su rostro no se reflejaba
ningún tipo de sentimiento humano: ni alegría, ni enfado ni tristeza. Su cara
era como una máscara fija que siempre llevaba.
A ese paso lo único que estaba
consiguiendo Eduardo era cansarse y agotar inútilmente sus fuerzas, y muy
pronto incluso él mismo se dio cuenta de ello:
- Has mejorado bastante…parece que ya
no eres aquel niño débil e indefenso que vi en La Tierra…- comentó Magno
seriamente, mientras bloqueaba y esquivaba los golpes del joven con facilidad-
sin embargo, tus esfuerzos son inútiles…no estás a mi altura, y si siquiera
podría matarte ahora mismo de un solo ataque.
Eduardo no dejaba de atacar en ningún
momento, aún sabiendo que estaba agotando sus fuerzas en vano. Viendo que ni
siquiera igualando la velocidad del enemigo podía hacerle frente, recurrió al
último recurso que le quedaba:
- ¡¡Cállate!!- exclamó el chico de
rojo, enfadado- ¡¡A ver qué te parece esto!!
Eduardo se alejó unos pasos atrás y a
continuación hizo brillar la llave espada en sus manos, con un destello dorado
brillante que duplicó e incluso triplicó la longitud de su filo. El joven miró
a su enemigo frente a él, y con firmeza y seguridad en sí mismo, gritó el
nombre de su técnica definitiva:
- ¡¡Último Arcano!!
El chico de rojo corrió valientemente
hacia Magno y, con su nueva y enorme llave espada dorada, realizó una rápida
sucesión de ataques encadenados, en una asombrosa e increíble combinación de
golpes rápidos que, de alcanzarlo, harían muchísimo daño al objetivo. Eduardo
puso todas sus fuerzas y esperanzas en aquel último y definitivo ataque.
Sin embargo, palideció y perdió el
color del rostro cuando, tras fallar sus golpes encadenados alrededor de Magno
tratando de herirlo, llegó la oportunidad que tanto esperaba. El enemigo había
dejado un punto débil en el tronco de su cuerpo, sin protección y completamente
accesible. Utilizando su rápida velocidad, Eduardo arremetió sin dudarlo con su
arma, diciendo:
- ¡¡Ya eres mío!!
Sin embargo, a apenas unos centímetros
antes de que la llave espada tocara al enemigo, ocurrió algo inesperado. Justo
cuando parecía que el ataque del joven iba a alcanzar a Magno, una columna de
fuego y llamas se interpuso entre ambos, bloqueando la enorme llave espada
dorada. Se trataba de una defensa de fuego automática, que actuaba por voluntad
propia y sólo cuando el comandante estuviera en verdadero peligro de muerte:
“¿¡Pero qué…!?”- exclamó Eduardo,
atónito y con los ojos y la boca abierta- “¿¡El fuego…lo protege!?”
El chico estaba tan sorprendido y
perplejo por la habilidad de Magno que no fue capaz de reaccionar a tiempo,
cuando éste apuntó con la palma de la mano abierta hacia él. Una nueva bomba de
aire explotó frente a Eduardo, que lo hizo retroceder de un salto atrás y acabó
cayendo al suelo, un poco más lejos:
- ¿Entiendes ahora por qué no puedes
derrotarme con tus propias fuerzas?- dijo Magno, seriamente- vas a tener que
usar un poder mayor para matarme.
El joven se levantó del suelo,
jadeando del cansancio y respirando con dificultad. Miró a su enemigo con furia
y enfado, mientras empuñaba la enorme llave espada dorada:
- ¡¡Cállate!!- gritó el chico de rojo,
enfadado- ¡¡pienso acabar contigo por mí mismo…sin usar el poder de Ludmort!!
Eduardo corrió nuevamente hacia él,
con un grito de furia y amenazante con su arma. Estaba decidido a atacar a
Magno con todas sus fuerzas y a poner fin a ese combate. Sin embargo, nada más
lejos de la realidad, el hombre de negro esquivó con facilidad el filo de la
enorme llave espada dorada, y a continuación agarró con una de sus manos el
cuello del chico, que lo empujó y estrelló al suelo con violencia.
El impacto del golpe resquebrajó el
suelo y levantó polvo y tierra a su alrededor:
- ¡¡Eduardo!!- gritaron sus amigos
enjaulados, preocupados.
Magno soltó el cuello del chico y se
puso en pie, al lado suyo. La llave espada del joven había perdido el brillo
dorado que tenía, y ahora volvió a ser la misma en su forma base: la de color
rojo y con cabeza de dragón.
Eduardo estaba herido y tenía
numerosos rasguños y heridas por todo el cuerpo, además de muchos cortes y
quemaduras leves. Sin duda el comandante había estado jugando con él todo el
tiempo, ya que no le había atacado ninguno de sus órganos vitales: estaba claro
que lo quería vivo.
El joven alzó la vista arriba, y miró
a su enemigo con rabia mientras gruñía. Un fino hilo de sangre salía de su
boca, y otra herida manchada de rojo en su frente hacía que brotara sangre y se
deslizara por entre las cejas hasta su mejilla:
- Ya te dije que es inútil…en tu
estado actual no puedes derrotarme…- comentó Magno, mirándolo seriamente y con
indiferencia- tienes que usar el poder de Ludmort para matarme…y lo sabes.
Eduardo lo miraba a los ojos, con
furia y rabia contenida:
- ¡¡No…no pienso hacerlo!!- exclamó el
joven, decidido- ¡¡No me convertiré en un monstruo…sólo porque tú lo digas!!
¡¡No te obedeceré!!
El hombre de negro tardó un poco en
responder. Se mostraba aparentemente tranquilo y calmado, como si lo tuviera
todo bajo control. No parecía preocuparle nada que el chico se resistiera, ya
que estaba convencido de que cumpliría la orden que le había encomendado el
dios oscuro:
- Muy bien, como quieras…- dijo el
comandante de pelo rojo- entonces no me dejas más opción que seguir haciéndote
daño.
En ese momento Magno hundió el filo de
su espada ardiendo en llamas en el hombro derecho del joven, que lo atravesó y
tocó el suelo. Eduardo gritó de repente de dolor como nunca antes lo había
hecho, mientras sentía cómo el metal ardiendo le atravesaba el hombro y le
quemaba la piel a sangre fría.
El hombre de negro no se inmutaba ni
parecía tener piedad por el intenso dolor del chico. Se limitaba a mirar
seriamente y con indiferencia cómo sufría su joven rival.
Mientras tanto, los espectadores
encerrados en las jaulas eran testigos de la sangrienta tortura de su
compañero. Jack y los demás contemplaban, enfadados y frustrados, cómo su amigo
gritaba de agonía y se retorcía de dolor en el suelo. Sentían un tremendo odio
hacia el enemigo por tenerlos allí encerrados, y también por no poder hacer
nada para ayudar a su amigo herido:
- Maldito cabrón…- comentó Cristal,
apretando los puños y dientes con fuerza.
- La situación empeora…- dijo Alana,
al ver el pequeño charco de sangre que se estaba formando en la herida del
joven- a este paso, Eduardo va a…
Todos se sorprendieron en ese momento,
cuando Magno desprendió y separó su espada ardiendo en llamas del cuerpo del
chico, que dejó de gritar de repente. Justo cuando creían que la tortura había
acabado, se enfurecieron aún más al ver que el hombre de negro comenzó a
pegarle duras patadas a su rival:
- ¡¡Basta, para!!- gritó Jack,
enfadado- ¡¡Sólo es un niño, maldito desgraciado!!
Magno hacía oídos sordos a las
palabras del mago y los demás. Ahora se dedicaba a pegarle patadas al débil e
indefenso joven que tenía delante, mientras éste gritaba a cada golpe y al
mismo tiempo intentaba levantarse. Más de una vez escupió sangre por la boca,
debido a la potencia de la patada en sus costillas:
- ¡¡Basta, no puedo mirar!!- exclamó
Rex, dando media vuelta y agachando la cabeza.
El hombre de negro seguía pegando una
patada tras otra, sin piedad. Miraba al chico tratando de levantarse una y otra
vez, sin rendirse a pesar del dolor que sentía. Se detuvo en ese momento y dejó
de dar golpes:
- Sabes que acabarás matándonos tarde
o temprano a todos…- le dijo Magno, seriamente, sin mostrar expresión alguna-
¿Por qué te niegas a aceptar la realidad?
Eduardo apoyó las manos en el suelo y
poco a poco empezó a levantarse, mientras le temblaba todo el cuerpo. Tosió
varias veces antes de responder:
- Porque…al contrario que tú…yo…no soy
un monstruo…- dijo el chico de rojo, aún temblando y tratando de levantarse-
por mucho que…me hagas daño…no conseguirás…hacer que me transforme…
En ese momento Magno le pegó una nueva
y dura patada, que lo envió rodando apenas unos metros por el suelo. El hombre
de negro no se mostraba sorprendido ante el testarudo rival que tenía delante,
que aún a pesar del dolor que sentía no dejaba de levantarse una y otra vez.
Parecía decidido a seguir luchando con todas sus fuerzas:
- Ahora entiendo lo que pasa…- comentó
Magno seriamente, y tras mirar a Eduardo a los ojos- no sientes odio hacia mí,
no me odias…y si no sientes odio, es imposible que el monstruo que llevas
dentro pueda despertar…
El hombre de negro caminó lentamente
hacia él, con la misma mirada seria e inexpresiva que lo caracterizaba. Hablaba
como un robot autómata que parecía no tener voluntad ni sentimientos:
- ¿Qué tengo que hacer para que me
odies, para que sientas tanto odio y tanta rabia que de esa forma explote toda
la furia de tu ser?
Cuando Magno llegó hasta él, empuñó
con fuerza la espada en su mano ardiendo en llamas. Dijo con total paciencia y
tranquilidad:
- Tal vez cortándote un brazo me odies
para el objetivo de este combate.
La situación empeoraba a cada segundo
que pasaba, cuando el enemigo alzó su arma para cumplir las palabras dichas.
Parecía que Eduardo se iba a quedar sin una de sus extremidades cuando una voz
conocida gritó justo a tiempo, deteniendo el filo de la espada a escasos
centímetros del brazo del joven:
- ¡¡Basta!!
Tanto Mango como el chico volvieron la
vista a un lado, hacia el foco de donde provenía el sonido. Eduardo se
sorprendió al ver a la persona que había detenido el ataque, y exclamó
diciendo:
- ¡¡Erika!!
La chica miraba al hombre de negro,
con rabia y furia desprendiendo de sus ojos. Con ambas manos agarradas a los
barrotes de su jaula, gritó enfadada al ver al enemigo:
- ¡¡Déjalo en paz, maldito cabrón de
mierda!!- exigía la joven, furiosa- ¡¡Como vuelvas a hacerle daño, juro que te
reventaré la cara!! ¿¡Me has entendido!?
Eduardo enseguida se dio cuenta de las
intenciones de su amiga: quería llamar la atención de Magno. El chico palideció
en ese instante y le dijo a gritos, preocupado:
- ¡¡Erika, no…no lo hagas!!
El resto de sus amigos la miraban
desde sus jaulas, atónitos y perplejos por lo que estaba haciendo. Si seguía
así, sólo conseguiría que el enemigo la matara:
- ¡¡Vamos, ven aquí y enfréntate a mí
si te atreves!! ¿¡A qué esperas!?- seguía tentando ella a base de insultos- ¿¡O
es que tienes miedo, cobarde!?
- ¡¡Basta, por favor…!!- exclamaba
Eduardo, asustado- ¡¡Erika, no sigas!!
El hombre de negro ignoraba en
absoluto los insultos de la chica, que parecían no afectarle nada. En vez de
ella, se fijó en el repentino cambio radical del joven que tenía frente a él.
El miedo, el horror y la preocupación que se reflejaban en su rostro le
sirvieron a Magno de pista para averiguar la forma de hacerlo enfadar:
- Ya veo…así que ella es la persona
más importante para ti de este mundo…- comentó Magno, seriamente.
Eduardo supo enseguida que el
comandante de pelo rojo había descubierto cuál era su punto débil. Palideció y
se mostró mucho más nervioso que antes. El aumento de su miedo y preocupación
lo delataban de una forma tan visible que el hombre de negro ya no tenía
ninguna duda al respecto:
- ¡¡Por favor, no le hagas daño…ella
no tiene nada que ver con esto!!- suplicaba el chico, asustado y preocupado-
¡¡Yo soy el que buscas, enfréntate a mí!! ¡¡Pero por favor, no…!!
No terminó de hablar, porque en ese
momento ocurrió algo que lo dejó completamente paralizado y asustado. Por unos
instantes todo a su alrededor desapareció para él, y su corazón se quedó
palpitando débilmente entre dos latidos.
Sin añadir palabra alguna, el hombre
de negro lanzó la espada ardiendo en llamas contra la chica enjaulada, que la
alcanzó y atravesó el pecho a sangre fría, provocándole una grave herida de
muerte. Ésta cayó al suelo con el cuerpo inerte y sin vida dentro de su jaula:
- ¡¡ERIKA!!- gritaron sus amigos
encerrados, asustados y preocupados.
Los ojos muy abiertos y horrorizados
de Eduardo reflejaban de una manera tan clara y transparente como el cristal
que por un instante el joven dejó de respirar, e incluso le parecía que su
corazón también de palpitar. El silencio a su alrededor ahogado tan sólo por el
sonido interior de su corazón palpitando débilmente entre dos latidos era lo
único que oía.
Durante unos segundos Eduardo perdió
completamente la noción del tiempo y del espacio, y la imagen de su amiga Erika
rompiéndose en mil pedazos en su mente hizo que algo dentro de él explotara. En
ese momento experimentó tanto odio y tanta rabia que dejó que la oscuridad de
su interior se apoderara de él, sucumbiendo su corazón y entregándose de lleno
a las más oscuras tinieblas.
En ese momento una nueva energía
sacudió de repente todo el campo de batalla, provocando violentas ráfagas de
aire que hicieron temblar las jaulas mágicas, con el equipo entero dentro.
Magno también tuvo que retroceder de un espectacular salto mortal hacia atrás,
debido a la fuerza de las ráfagas de aire que lo empujaron sin remedio. El
hombre de negro levantó la vista al frente, y no se sorprendió con lo que vio a
continuación.
Tanto Jack y los demás como el enemigo
fueron testigos del nuevo cambio de estado que acababa de sufrir Eduardo.
Mientras el chico de rojo herido se ponía lentamente de nuevo en pie, el mago y
los demás observaban horrorizados al nuevo compañero que tenían delante. Una
extraña aura roja visible cubría por completo el cuerpo del joven, y que antes
no tenía:
- ¡¡Qué increíble fuerza…incluso su
aura mágica es perfectamente visible!!- exclamó Rex, atónito- ¿¡De verdad ése
es…Eduardo!?
Jack, por el contrario, no estaba para
nada tranquilo y seguro. Le bastaba ver las jaulas temblando y a punto de
desmoronarse para darse cuenta de que tenían ante ellos un nuevo peligro, puede
que incluso a la altura o mayor que Derriper:
“Esto no es bueno…las jaulas mágicas
están temblando sólo con su mera presencia, mientras que ningún G.F. podría
destrozarlas…”- pensó el mago en su mente, preocupado- “tengo un mal
presentimiento…”
Cuando el chico de rojo terminó
finalmente de ponerse en pie, levantó la vista al frente, a su enemigo. Al
contrario que Cristal y los demás, que contemplaban con miedo y horror al nuevo
joven que tenían delante, Magno se mostraba con la misma apariencia en todo
momento: frío, serio y sin expresión alguna en su rostro.
A simple vista se notaba que Eduardo
había sufrido cambios, aunque conservara su apariencia humana. En sus
extremidades, brazos y piernas, se percibía claramente que sus venas se le
marcaban más de lo normal. Las uñas de sus manos le habían crecido hasta
afilarse, igual que los incisivos caninos de su mandíbula que se habían
convertido en auténticos colmillos. De la misma manera, las pupilas humanas de
sus ojos se habían transformado ahora en los ojos de un animal salvaje.
Todos esos pequeños detalles, sumados
a la repentina conducta salvaje que lo dominaba en sus gestos y movimientos, le
conferían un aspecto peligrosamente monstruoso:
- Sorprendente…no esperaba menos del
verdadero poder de Ludmort…- comentó Magno, frío y serio- por fin he cumplido
con la orden de mi señor Derriper…he hecho que despertara la reencarnación del
monstruo…
No obstante, enseguida se dio cuenta
de que algo fallaba. Le bastaba con ver a su rival para saber que aún faltaba
más:
- Sin embargo, la transformación
todavía no está completa…necesitas llegar a un nivel mayor para convertirte en
el auténtico y verdadero Ludmort…- dijo Magno, con la misma expresión en su
cara todo el tiempo- en ese caso, aún no he cumplido del todo con la orden que
me encomendó mi señor…
En ese momento el hombre de negro hizo
aparecer dos espadas de fuego, una en cada mano, y se puso en guardia empuñándolas.
Añadió con total paciencia y tranquilidad, sin importarle nada el nuevo y
peligroso rival con el que tenía que enfrentarse:
- Debo esforzarme más si quiero
alcanzar mi objetivo…- comentó Magno, indiferente- ya no eres un simple mocoso
humano…ahora, me enfrento ni más ni menos que a la mayor creación de nuestra
organización.
Eduardo miraba con odio y rabia al
enemigo, mientras gruñía mostrando y apretando los dientes. En una de sus manos
empuñaba con fuerza la llave espada, que misteriosamente sin volver a usar la
técnica del “Último Arcano”, se había convertido de nuevo ella sola en una
enorme arma sagrada dorada.
Sin embargo, a diferencia de la
técnica que duraba apenas unos segundos durante su realización, estando su
portador en la forma monstruo siempre permanecía así:
- Increíble…ahora la llave espada
siempre está en un nivel mayor de lo habitual…- comentó Rex, perplejo y
asombrado- ¿Cómo es posible?
Jack respondió a su pregunta, con una
expresión tan seria que no era propia de él:
- Es el poder de la materia
suprema…gracias a ella, el arma sagrada puede estar siempre en esa forma,
porque su inmenso e inagotable poder así se lo permite…- explicó el mago, que
luego añadió- por muy difícil que resulte de creer, Eduardo tiene un nivel de
aura mágica infinitamente superior al de cualquiera de nosotros.
- Pero eso…se supone que es bueno,
¿no?- preguntó Cristal- ahora podrá darle una paliza al enemigo y sacarnos de
aquí… ¿verdad?
Lo que respondió el mago a
continuación, con el semblante oscuro de su cara, hizo palidecer al resto de
sus compañeros, que perdieron el color del rostro al oír:
- Te equivocas…- dijo Jack,
seriamente- mucho me temo que ahora el verdadero peligro no es Magno…sino el
propio Eduardo.
En ese momento todos volvieron la
vista al campo de batalla, cuyo combate se retomó desde el instante en que el
chico de rojo se lanzó corriendo y con un grito de furia a atacar al enemigo. A
todos les sorprendió la tremenda y asombrosa velocidad con la que se movía el
joven, muy distinta a la de antes con la de la habilidad Prisa:
- ¡¡Es…es increíblemente rápido!!-
exclamó Alana, atónita y perpleja.
A Magno también pareció pillarlo por
sorpresa la reacción del chico, ya que enseguida se encontró cara a cara frente
a él. No tuvo tiempo de reaccionar cuando Eduardo le atacó con la llave espada,
cuyas columnas de fuego que aparecieron para protegerlo ni siquiera fueron
capaces de detener su golpe.
Estas desaparecieron al contacto con
la enorme arma dorada, que golpeó brutalmente el cuerpo de Magno y lo envió por
los aires a toda velocidad hasta acabar en el suelo a muchos más metros de
distancia.
El hombre de negro se levantó
enseguida de un enérgico salto, y volvió la vista al frente, donde un
monstruoso joven se acercaba corriendo de nuevo hacia él. Sin pronunciar
palabra blandió sus dos espadas de fuego rápidamente en el aire, de las que
salieron disparadas decenas de cuchillas ígneas hacia el objetivo.
Eduardo, con un grito de furia animal,
esquivó corriendo a toda velocidad y con sorprendente agilidad los obstáculos
del enemigo, que no le supuso ningún problema y llegó en apenas unos segundos
otra vez a su rival.
Magno trató de atacar esta vez al
chico con sus dos espadas de fuego, cuando éste se encontró frente a él. Sin
embargo, y por primera vez en todo el combate, el hombre de negro se mostró
sorprendido y perplejo, al ver con sus propios ojos cómo la gran arma dorada
destruía en mil pedazos sus dos espadas ardiendo en llamas.
A continuación y estando su enemigo
totalmente desarmado, Eduardo no paró ni un momento cuando realizó una nueva
serie de ataques encadenados con su arma, puños y piernas. Primero le pegó un
duro rodillazo en el estómago con su rodilla derecha, para después golpearle
con el puño izquierdo cerrado de abajo arriba en toda la barbilla. Lo siguiente
que hizo fue dar un pequeño salto mientras giraba en un radio de trescientos
sesenta grados, para con la fuerza del giro rápido golpearle con el pie derecho
en todo el torso.
Finalmente y para rematar, estando en
el aire, Eduardo agarró con ambas manos la llave espada, y gritando de furia
asestó un poderoso mandoble vertical de arriba abajo, que alcanzó de lleno a
Magno y lo hizo estrellarse directo contra el suelo. El impacto del golpe
resquebrajó el suelo y levantó polvo y tierra a su alrededor.
Aún sin haber terminado de atacar,
Eduardo agarró con su mano izquierda uno de los dos tobillos del enemigo, y a
continuación lo levantó bruscamente en el aire para estrellarlo de nuevo contra
el piso. Repitió varias veces el proceso, zarandeando a Magno en todas
direcciones a toda velocidad y como si fuera un muñeco de trapo en su mano,
mientras éste sufría repetidos golpes contra el suelo y resultaba cada vez más
herida, destrozándolo todo a su alrededor.
Tras varias rondas de golpes brutales,
el comandante de pelo rojo apuntó con la palma de una de sus manos abiertas
hacia su oponente, y entre ambos explotó una bomba de aire que hizo a Eduardo
finalmente soltarlo. El monstruo de rojo y Magno salieron disparados en
direcciones opuestas debido a la potencia del ataque del otro: el hombre de
negro acabó rodando por el suelo a muchos metros de distancia, mientras que el
chico dio un salto mortal hacia atrás y cayó al suelo en pie, frenando con la
suela de sus tenis deportivos.
Magno supo de inmediato que el combate
aún no había acabado, cuando se levantó rápidamente y vio que Eduardo se
acercaba de nuevo corriendo hacia él, completamente enfadado y con un grito de
furia. El enemigo extendió sus manos abiertas apuntando hacia él, de las que
disparó repetidas veces el ataque mágico Triple Piro++.
El joven monstruo esquivó las grandes
bolas de fuego corriendo en zigzag, y a continuación trepó de un enorme salto
por las paredes y el techo de la sala, donde siguió corriendo a toda velocidad
mientras esquivaba los ataques y las explosiones del enemigo, sin caerse.
Corría tan rápido que era difícil seguirlo con la mirada.
Tras varios segundos, y cuando por fin
Eduardo se encontraba en el techo cerca del radio de la posición del hombre de
negro, el chico de rojo se impulsó con los pies y se lanzó a toda velocidad en
picado hacia el suelo, con un grito de furia animal.
Magno miró hacia arriba y disparó
rápidamente una gigantesca bola de fuego, de mayor tamaño que las anteriores, y
que alcanzó de lleno al chico, produciendo una gran explosión en el aire.
Sin embargo, el hombre de negro
palideció y se sorprendió al ver que Eduardo salía en picado de la humareda,
totalmente ileso de la explosión. El joven empuñaba de nuevo la llave espada
con ambas manos, y con ella asestó un nuevo y brutal mandoble al llegar a su
objetivo, que incluso abrió una enorme grieta en el suelo del campo de batalla.
Jack y los demás observaban,
horrorizados y asustados, la transformación que había sufrido Eduardo, y que en
nada se parecía a su compañero de siempre. Ahora el chico de rojo se había
convertido en un terrible monstruo, cuyo poder sobrenatural descontrolado
destruía todo a su paso.
Cada uno de sus ataques y movimientos
hacía temblar no sólo las jaulas mágicas en las que estaban encerrados, sino
también el suelo, las paredes y el techo de la enorme sala. Su nueva y poderosa
fuerza animal estaba machacando brutalmente y sin piedad a Magno, que le era
imposible escapara de su adversario.
Ahora era el hombre de negro el que
estaba en serios problemas, ya que no podía huir del monstruo Eduardo y éste
tampoco le daba ni un segundo de respiro: tan pronto como lo atacaba y lo
mandaba al otro lado del escenario de combate, enseguida lo alcanzaba para
rematarlo con otro golpe. El enemigo estaba recibiendo numerosas heridas a cada
segundo que pasaba, algunas sangrientas, y que le destrozaban los huesos por
dentro:
- No…no puede ser…Eduardo se
ha…convertido en una bestia salvaje…- comentó Rex, temblando de miedo ante lo
que veían sus ojos asustados- ¿¡De verdad es ése…el poder de Ludmort!?
- Ahora mismo se guía por su instinto
asesino, ya no tiene conciencia humana…- explicó Ray, al fijarse en la conducta
de su compañero en cada uno de sus movimientos- cuando acabe con Magno, es muy
probable que nos ataque a nosotros también.
Aquellas palabras sorprendieron y
dejaron pálidos a todos los miembros del grupo, que perdieron el color del
rostro:
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, perpleja-
¡¡No te creo…él nunca nos haría daño!!
- Haceos a la idea de que ése no es el
Eduardo que conocéis…ahora es un monstruo descontrolado, sin conciencia ni
razón…- respondió el chico de negro- no dudará en matarnos si así lo desea.
Todos callaron en ese momento, y
volvieron la vista al combate, asustados. Temblaban de miedo con la sola idea
de enfrentarse al monstruo de rojo que tenían delante, y que suponía un peligro
muchísimo mayor que Magno. Sabían que ni siquiera luchando todos juntos eran
rival para él.
Fue en ese momento cuando Jack recordó
las palabras de Marina durante aquella noche en las montañas, justo el día
antes de llegar a Nautigh. La maga estaba muy asustada por los hechos ocurridos
en la mansión Cornelio, durante su estancia en Mugget, y le aterraba recordar
lo sucedido en el combate.
Antes de que Jack la abrazara y la
consolara, ella aseguraba haber visto al joven convertirse en un espantoso y
horrible monstruo. Ahora por fin comprendía lo que quiso decirle por ese
entonces la maga sagrada:
“Marina…”- pensó Jack en su mente,
temblando- “Cuando me dijiste que Eduardo se había convertido en un monstruo…
¿era esto a lo que te referías?”
Tras unos dolorosos minutos de brutal
paliza, el joven agitó una de sus manos frente al enemigo sin llegar a tocarlo,
provocando una tremenda ráfaga de aire que lo envió lejos a toda velocidad. No
contento con eso, apuntó rápidamente con su gran arma dorada hacia él, y para
sorpresa de todos ésta aumentó la longitud de su filo por voluntad propia:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó Cristal,
atónita y perpleja- ¿¡La llave espada…puede variar su volumen y proporciones a
voluntad!?
El arma sagrada se estiró y alcanzó
una longitud de más de treinta metros, hasta que llegó a su objetivo en
cuestión de pocos segundos y atravesó un costado de Magno, a sangre fría.
El arma dorada había detenido la trayectoria
del comandante de pelo rojo, y a continuación volvió a degenerarse de nuevo,
haciéndose el filo más pequeño y volviendo a su tamaño original. A medida que
la llave espada se iba haciendo cada vez más pequeña, el filo arrastraba a toda
velocidad el cuerpo de Magno hacia su portador. Mientras el enemigo se acercaba
a él, Eduardo cerró su puño con fuerza, a la vez que apretaba los dientes de
furia.
Cuando el hombre de negro llegó justo
frente a él, Eduardo gritó con todas sus fuerzas al mismo tiempo que le pegaba
un brutal puñetazo en toda la cara. La alta velocidad a la que se acercaba al
chico y la poderosa fuerza con que éste le golpeó con el puño lo enviaron
botando por el suelo a toda velocidad, destrozando todo a su paso, hasta que
acabó estrellándose contra una pared del fondo de la sala. El impacto del golpe
resquebrajó la pared y levantó polvo y tierra a su alrededor.
Finalmente y para rematar, Eduardo
apuntó de nuevo empuñando con ambas manos la gran arma dorada, directa hacia el
frente: hacia la pared donde estaba Magno. La llave espada comenzó a brillar
con mucha más fuerza e intensidad, y Jack palideció de repente como si viera la
muerte muy próxima. Avisó al resto de sus amigos gritando:
- ¡¡Cuidado…todos a cubierto, rápido!!
Todos los miembros del grupo menos
Erika, que yacía en el suelo de su jaula inconsciente y sin vida, y conjuraron
los hechizos mágicos Coraza y Escudo. Sabían que, a pesar de estar encerrados
en aquellas jaulas, seguramente el poder de Ludmort de su compañero las destrozaría.
Tenían que intentar protegerse de alguna forma dentro de ellas, aunque quizá
fuera inútil y no sirviera de nada.
Cuando Eduardo finalmente cargó el
ataque con su arma, disparó a la vez que gritaba de furia. La pequeña parte del
inmenso poder de la materia suprema alcanzó al objetivo, provocando una colosal
explosión de tal magnitud que incluso un abismal terremoto como nunca antes se
había visto sacudió toda la estructura de la sala.
La onda expansiva alcanzó de lleno a
todos y cada uno de los rincones de la estancia. Por supuesto, y tal y como el
grupo entero esperaba, la increíble explosión destrozó al instante las jaulas
mágicas, que no aguantaron nada y acabaron rotas en mil pedazos.
Los que estaban dentro por fin se
liberaron de su prisión, pero salieron volando por los aires y acabaron
estrellándose directos contra una de las paredes del fondo, también
destrozándolas debido al impacto del golpe.
El ataque de Eduardo había superado
con creces la técnica definitiva de cualquier guardián de la fuerza que habían
visto hasta ahora. Sin duda acababan de comprobar el increíble poder la materia
suprema, y estaban cada vez más seguros de que era una fuerza imparable e
inigualable.
Jack y los demás abrieron poco a poco
los ojos, minutos después de la explosión. El mago miró a sus amigos heridos a
ambos lados de su posición, igual que él. La onda expansiva los había afectado
de tal manera que estaban gravemente heridos, aunque por suerte los hechizos
Coraza y Escudo les habían salvado milagrosamente la vida. De no haberse
protegido con ellos, era muy probable que no hubieran sobrevivido a la
explosión:
- Chicos…- dijo Jack al resto de sus
compañeros, jadeando- ¿Estáis todos bien?
- Sí…un poco bastante jodidos, pero
bien al fin y al cabo…- respondió Cristal.
- Aplicaos todos la magia Cura…- dijo
Ray, también muy herido- debemos recuperarnos cuanto antes.
Y de esa forma todos los miembros del
grupo sanaron usando su propia magia curativa, con la que al menos ahora ya
podían moverse con facilidad. En ese momento Rex se acordó de una persona
importante del grupo:
- ¡¡Esperad!! ¿¡Dónde está Erika!?-
exclamó el perro, preocupado- ¡¡Ella no usó ni un hechizo de protección!!
Los demás también se acordaron de
ella, y empezaron a buscarla con la mirada por el nuevo campo de batalla en
ruinas. El ataque de Eduardo lo había destruido todo a su alrededor,
convirtiendo el escenario de combate en un desolado paraje en ruinas:
- ¡¡Allí está!!- señaló Alana, tras
unos segundos.
Todos la vieron y la reconocieron
enseguida. Un poco más lejos, a muchos metros de distancia, se encontraba el
cuerpo de su amiga inconsciente en el suelo. Lo que más les sorprendió a todos
fue ver que la envolvía una misteriosa barrera blanca, bastante dañada y con
grietas a su alrededor:
- ¿Qué es…esa barrera blanca que la
cubre?- preguntó la pelirroja.
Rex la reconoció enseguida, y exclamó
con una gran sonrisa de alegría:
- ¡¡Es Bahamut…él la ha protegido!!
Los demás se dieron cuenta de que
tenía razón porque la esfera de invocación que llevaba la chica de colgante
brillaba, igual que la barrera dañada. Cristal llegó a la siguiente conclusión
sobre los G.F. y sus portadores:
- Pero si Bahamut aún la protege…- en
ese momento esbozó una amplia sonrisa de alegría- ¡¡eso significa que todavía
sigue viva!!
- ¡¡Rápido, id a ayudarla!!- ordenó el
mago- ¡¡necesita magia curativa urgentemente!!
La princesa, Alana y Rex asintieron
con la cabeza, y corrieron al encuentro de la joven para ayudarla. Ray se quedó
con el mago y le ofreció un objeto en su mano:
- Aún me queda un elixir…bébetelo, que
pareces más debilitado que el resto.
Jack negó con la cabeza y le respondió
diciendo:
- Dáselo a Erika, ella lo necesita
mucho más que nosotros ahora…- explicó el mago, seriamente- ella y Eduardo son
nuestra mayor prioridad, y como guardianes debemos protegerlos a toda costa.
El chico de negro asintió con la
cabeza, y corrió a reunirse con los demás compañeros que atendían a la joven.
Cuando se quedó sólo Jack volvió la vista a un lado, al campo de batalla, donde
se encontraba su joven amigo ahora convertido en un monstruo:
“Esto aún no ha terminado…puedo sentir
la presencia del enemigo…”- pensó el mago en su mente- “Magno…todavía sigue
vivo.”
Eduardo miraba con odio y rabia
mientras gruñía a su oponente, situado a muchos metros de distancia. El hombre
de negro estaba sentado en el suelo, apoyado de espaldas a la pared agrietada y
con la cabeza agachada. Al cabo de unos minutos en los que parecía estar
muerto, empezó a mover sus dedos, luego sus brazos y piernas, y finalmente el
resto del cuerpo.
Se podía ver incluso de lejos que
Magno estaba gravemente herido, no sólo por su traje negro desgarrado y
destrozado, sino también por los numerosos rasguños y heridas que tenía por
todo el cuerpo, muchas de ellas sangrientas. El comandante de pelo rojo se
desprendió de la pared a sus espaldas y comenzó a levantarse poco a poco,
temblándole todo el cuerpo y mirando al suelo, ocultando su rostro. La sangre
roja manchaba su traje negro de la organización Muerte:
- Es inútil…nada de lo que yo haga
ahora en mi estado servirá para igualarte en fuerza, y mucho menos para ponerte
en peligro de muerte…- comentó Magno, con indiferencia en el tono de su voz.
Cuando por fin el enemigo terminó de
ponerse en pie, aún seguía mirando al suelo y ocultando su rostro. No dejaba de
hablar fría y seriamente diciendo:
- Llegados a este punto, no me queda
más remedio que usar el poder oscuro del que me dotó nuestro señor el séptimo…-
dijo Magno, tranquilo y paciente- esta será…la última vez…que use el poder del
sello maldito…
En
ese momento empezó a brillar la marca en el cuello que llevaba el hombre
de negro, intermitentemente de color rojo. Tal y como Eduardo y los demás
habían visto en ocasiones anteriores, el sello maldito comenzó a expandirse
lentamente por todo el cuerpo del enemigo, cambiándole por completo el color de
la piel a un negro azabache carbonizado. Sabían que Magno había empezado a
transformarse, desplegando todo su enorme poder:
- Haré todo lo que haga falta…para
cumplir los deseos y la voluntad de nuestro señor Derriper…- dijo el hombre de
negro seriamente, que fue entonces cuando levantó de nuevo la cabeza y miró a
su oponente, con sus ojos también brillando de rojo- aunque eso signifique mi
propia muerte.
En ese momento todos los presentes
palidecieron y perdieron el color del rostro, incluido el monstruo Eduardo, al
ver con sus propios ojos lo que contemplaron a continuación. Jack y los demás
fueron testigos de la horrible y terrorífica transformación del comandante de
pelo rojo.
La piel de Magno se tornó de un color
negro como la ceniza carbonizada, y como si de una extraña mutación se tratara,
a ambos lados de su tronco surgieron otros dos brazos de igual color que su
nueva piel. Su pelo rojo creció en cuestión de pocos segundos hasta la mitad de
su espalda, y los dientes incisivos de su boca crecieron bastante para
transformarse en afilados colmillos, igual que sus uñas.
Una nueva y fina cola acabada en punta
le salió por detrás, también de color negro, al igual que los dos cuernos que
surgieron en su cabeza. También le salieron dos grandes y enormes alas de
murciélago por la espalda, que se abrieron y extendieron por completo.
Pero sin embargo, lo más sorprendente
y escalofriante de todo fue ver que su cuerpo entero empezó a arder en llamas,
incluidas sus extremidades y su cara. Con el fuego y las infinitas llamas del
infierno que tenía, creó de la misma forma seis nuevas espadas iguales que la
primera, empuñando cada una en sus seis nuevas manos.
Una vez que terminó de completar su
diabólica transformación usando el sello maldito de Ludmort, Jack y los demás
perdieron de repente el color del rostro, y el miedo y el terror se reflejaban
claramente en la expresión de sus caras.
Sin embargo, el más aterrado de todos
era sin duda el chico de negro, que temblaba de miedo y con los ojos y la boca
muy abierta. Estaba paralizado de terror y no podía creer lo que veía:
- No…no puede ser…- decía él,
temblando- ése…ése es…
Alana fue la primera en darse cuenta
de su miedo y le preguntó, confusa:
- Ray… ¿lo conoces?
El chico con gafas asintió con la
cabeza, aún temblando. Se notaba que estaba muy asustado, mientras pronunciaba:
- Se trata del asesino más peligroso y
mortífero de la organización Muerte…el más temido por todos…- explicó Ray-
había oído hablar de él, pero nunca lo había visto en persona…no esperaba que
fuera Magno…
- ¡¡Espera, espera!!- exclamó Cristal,
confusa y perpleja- ¿¡De quién estás hablando!?
Ray tardó un poco en responder. Cuando
lo hizo, un semblante oscuro se reflejaba en su cara:
- Tiene una fuerza increíblemente
asombrosa y terrorífica, mucho más allá del límite que puede alcanzar un
G.F….algunos dicen que es un elegido enviado del mismísimo infierno…por eso
todos lo conocen como “el demonio en llamas”.
El resto del grupo se quedó mirando al
nuevo y monstruoso Magno, que ya en nada se parecía a su antigua forma humana.
Al fijarse mejor en los cuernos de su cabeza, la cola oscura acabada en punta y
las enormes alas negras, daba la impresión de ser un auténtico demonio traído
del infierno:
- El demonio en llamas…- pronunció
Rex, pálido ante lo que veían sus ojos.
Jack miró en ese momento a su joven
compañero en el campo de batalla, también convertido en una especie de monstruo
y rodeado por un aura roja visible. Aunque estuviera usando una pequeña parte
del poder de Ludmort, con la nueva transformación de su enemigo parecía que las
cosas se acababan de complicar aún más. El mago sabía que su amigo no lo
tendría nada fácil en esta nueva etapa del combate:
- Eduardo…
El monstruo Magno, al igual que su
anterior forma humana, no mostraba expresión alguna en su rostro. Seguía igual
de frío y serio que al principio del combate. Las llamas que ardían en su piel
no parecían afectarle en absoluto lo más mínimo:
- No puedo permanecer mucho tiempo en
esta forma…incluso estando muerto, el poder del sello maldito tiene sus
inconvenientes…- explicó el enemigo, seriamente- no debo perder ni un segundo,
o de lo contrario no podré cumplir con la orden de mi señor…
El demonio de negro se puso en guardia,
desplegando sus seis espadas en cada una de sus seis nuevas manos, ahora
convertidas en garras. Pronunció seriamente y mirando a su objetivo:
- Ya es hora…de que despliegue todo mi
verdadero poder…y de que llevemos este combate…a un nuevo nivel.
Magno blandió sus seis espadas de
fuego en el aire repetidas veces en todas direcciones, ahora con mucha más
fuerza y poder que antes, y de ellas salieron disparadas cuchillas ígneas que
impactaron en el suelo, en las paredes y en el techo de la sala, y provocaron
tremendas explosiones mucho mayores que las de su forma humana:
- ¡¡Cuidado!!- exclamó Jack, segundos
antes del comienzo del ataque- ¡¡Protegeos todos con magia, rápido!!
El equipo entero se reunió en un mismo
sitio y, entre todos, conjuraron el hechizo mágico “Escudo”, con el que crearon
una gran cúpula de defensa mágica que los protegió a todos. Las continuas y
seguidas explosiones, una detrás de otra, abarcaron por completo el campo de
batalla.
Cuando los presentes volvieron a abrir
los ojos, el escudo que los protegía se desvaneció. Jack y los demás se
sorprendieron y quedaron con la boca abierta, al ver el increíble cambio
radical que había sufrido el escenario de combate:
- ¡¡No…no puede ser…!!- exclamó Rex,
perplejo y asustado- ¡¡Esto…esto es…!!
La enorme sala en la que se
encontraban ahora estaba envuelta en fuego y humo negro, ardiendo en llamas
igual que en un incendio. La situación era la misma que cuando visitaron el
templo sagrado: el lugar estaba en ruinas y ardiendo abrasado por las llamas que
lo consumían todo:
- ¡¡Ha incendiado el campo de
batalla!!- exclamó Cristal.
El monstruo Eduardo parecía no tener
miedo de la transformación de su enemigo, ya que seguía mirándolo con odio y
rabia mientras gruñía. El poder de Ludmort lo había protegido de las
explosiones a su alrededor, y por eso no había sufrido ningún daño.
El chico de rojo retomó el combate
desde el instante en que echó a correr de nuevo a toda velocidad hacia Magno,
empuñando en una mano la llave espada y gritando de furia. Sin embargo, y lejos
de lo que esperaba, la gran arma dorada fue bloqueada por dos de las seis
espadas de fuego de Magno, con total facilidad y para sorpresa de Eduardo.
Antes de que el joven pudiera
reaccionar o hacer cualquier movimiento, otra de las seis espadas atravesó uno
de sus costados a sangre fría, que hizo gritar de dolor al chico. A
continuación el demonio en llamas le propinó un mandoble con otras dos espadas
cruzadas en forma de “X”, que rajó e hirió el pecho de su rival. La potencia
del ataque envió al joven un poco más lejos, rodando por el suelo y salpicando
sangre roja:
- ¡¡Eduardo!!- gritaron sus amigos,
preocupados, que observaban el transcurso del combate.
Todavía doliéndole las recientes
heridas, el chico de rojo logró levantarse a tiempo y esquivar por los pelos de
un salto atrás el filo de tres espadas de fuego que llevaba Magno, ardiendo en
llamas, que se clavaron en el suelo donde instantes antes estaba el cuerpo de
su rival.
Sin embargo, el demonio en llamas no
dejó ni un segundo de respiro a Eduardo, que extrajo con sus garras las tres
armas de fuego clavadas en el suelo y se lanzó rápidamente a atacarlo.
Se notaba claramente que Magno, al
transformarse, había ganado mayor velocidad, ya que al joven le costaba mucho
bloquear y esquivar los continuos ataques encadenados y combinados del enemigo.
Sus esfuerzos por atacarle con la gran llave espada dorada eran inútiles, ya
que por más que lo intentaba siempre se interponía un arma del demonio, y con
las otras cinco restantes contraatacaba al desarmado chico.
Ahora era Eduardo el que, a pesar de
contar con el poder de Ludmort, estaba en serios aprietos frente al enemigo.
Magno no sólo parecía tener ventaja, sino que incluso lo superaba en fuerza.
Estando en aquella situación, el joven no tenía muchas posibilidades de ganar,
y sus amigos lo sabían perfectamente:
- ¡¡Seis espadas contra una no es
justo, tramposo!!- gritaba Cristal, enfadada, que luego desenfundó su estrella
ninja en la mano y se adelantó un paso mientras decía- ¡¡enfréntate a mí si te
atreves, cabrón hijo de…!!
En ese momento Jack la detuvo
agarrándola de un brazo, y exclamó diciendo:
- ¿¡Te has vuelto loca!? ¡¡Si intentas
detenerlos, te matarán!!
- ¡¡Pero…!! ¿¡Y Eduardo!?- protestó
Rex, que también dio un paso con la princesa- ¡¡Está en peligro y tenemos que
ayudarle!! ¿¡Es que no lo ves!?
El mago los miró seriamente y les
gritó, con tanta rabia que callaron de repente:
- ¿¡Crees que no lo veo!? ¿¡Que no soy
consciente de que está sufriendo y en peligro!? ¡¡Yo soy el primero que iría
corriendo a ayudarlo, a protegerlo y a salvarlo!!
Jack pareció calmarse en ese momento,
tras gritar, y les indicó con la mirada al escenario de combate en llamas:
- Fijaos bien…ahora mismo ellos no son
humanos sino bestias, animales salvajes…si intentamos detenerlos no
conseguiríamos nada…sólo seríamos una carga para nuestro compañero…- explicó el
mago, seriamente- esta batalla sólo puede librarla Eduardo…es el único que
puede ganarla…y debemos confiar plenamente en él.
La chica con coletas y el perro entendieron
lo que quiso decirles Jack, y desistieron con la idea de ir a ayudar a su
amigo. Sabían que si se interponían entre aquellas bestias salvajes de fuerza
sobrenatural, acabarían gravemente heridos: en el peor de los casos morirían.
La única persona que podía hacer frente a Magno estaba delante de ellos,
convertida igual que el enemigo en un horrible monstruo.
Tras una dura y brutal paliza con sus
seis espadas, el demonio en llamas le asestó un nuevo mandoble a su rival por
sorpresa, que lo envió volando a toda velocidad bastante más lejos y acabó
estrellándose contra una pared del fondo.
Magno hizo desaparecer de una de sus
seis garras una espada de fuego, y con ella abierta corrió al encuentro de
Eduardo, que le agarró el cuello apretando sus afiladas uñas:
- Ahora que he aumentado mi fuerza y
superado la tuya, ya deberías poder transformarte más para matarme…- comentó el
demonio, con sus ojos rojos fríos y serios- sólo me falta ponerte en peligro de
muerte…
Magno usó una de sus espadas ardiendo
en llamas para hundirla poco a poco en uno de los costados del joven a sangre
fría. Eduardo empezó a gritar agónicamente de dolor, mientras sentía cómo el
filo de la espada le quemaba vivo la piel y su sangre manchaba de rojo la ropa
que llevaba puesta. El enemigo observaba indiferente y sin piedad cómo sufría
el chico:
- ¿A qué esperas?- preguntó el
demonio, seriamente- completa la transformación y conviértete de una vez en el
auténtico monstruo que eres.
El joven seguía gritando ante el
dolor, y durante los siguientes segundos todo permaneció igual. Magno estaba
confuso por el error que había en el transcurso del plan:
- ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué no se
transforma del todo?- se preguntó el comandante de pelo rojo en voz alta,
pensativo- Hay algo que falla… ¿pero el qué?
Justo cuando bajó la guardia por un
instante y parecía que Eduardo iba a morir, éste liberó en ese momento una
increíble cantidad de energía, que sorprendió al demonio y lo pilló por
sorpresa. El aura roja que rodeaba al chico creció de repente cuando éste gritó
de nuevo, en esa ocasión no de dolor sino de furia, provocando una tremenda
bomba de aire que alcanzó y empujó con violencia a Magno un poco más lejos.
Para sorpresa de todos, Eduardo se
puso mucho más furioso que antes, cuyo rugido hizo temblar todo a su alrededor.
El monstruo de rojo se desprendió violentamente de la pared y se lanzó
corriendo gritando de rabia y furia contra su enemigo.
Jack y los demás se quedaron
totalmente perplejos y boquiabiertos cuando vieron el brutal golpe que le
asestó su amigo a Magno con la llave espada, que lo envió por los aires a toda
velocidad hasta estrellarse de nuevo contra otra pared de la sala.
Comenzó en ese momento, desde el
instante en que el demonio se desprendió también de la pared y se lanzó de
lleno contra Eduardo, cuando comenzó un nuevo combate entre ambos.
Los dos monstruos salvajes libraron en
ese entonces una violenta y feroz batalla, que alcanzó un nivel nunca antes
visto hasta ahora. Eduardo y Magno mostraban toda la potencia física a la que
cada uno podía llegar y se empleaban a fondo bloqueando, esquivando y
contraatacando en todos sus movimientos.
Los continuos y frenéticos ataques sin
pausa uno detrás de otro y a toda velocidad eran semejantes a la potencia de
los de los guardianes de la fuerza, puede que incluso mayores. Cada uno de los
golpes del monstruo de rojo y del demonio en llamas destrozaba gran parte del
escenario de combate, cuyo estado se volvía cada vez más ruinoso y caótico.
Jack y los demás observaban,
asombrados y horrorizados, la increíble fuerza sobrenatural de su compañero
luchando contra el enemigo. Tanto Magno como él habían logrado herirse con sus
armas el uno al otro, haciéndose mucho daño, y produciendo dolorosas y
sangrientas heridas por todo el cuerpo.
El grupo entero se mantenía al margen
de la acción porque sabían perfectamente que, si se interponían en medio de
aquellos dos titanes, morirían sin remedio:
- ¡¡Es…es increíble!!- exclamó Alana,
perpleja- ¡¡Los dos parecen estar igualados en fuerza y velocidad!!
- ¡¡A este paso van a cargarse la base
entera de la organización!!- exclamó también Cristal, asombrada y con la boca
abierta.
- ¡¡Si nos alcanza alguno de sus
ataques, estamos perdidos!!- asintió Rex, asustado.
Mientras tanto, reposada boca arriba en
los brazos de Jack, Erika abrió poco a poco los ojos. Con la mirada
entreabierta, dirigió la vista al campo de batalla en llamas, donde reconoció a
una persona especial luchando contra un demonio.
Pudo ver claramente que su amigo de la
infancia se había convertido en un horrible monstruo descontrolado, cuya fuerza
sobrenatural y naturaleza animal ya en nada se parecían al chico tímido y
tranquilo que ella conocía:
- Edu…
Tras varios minutos de auténtica pelea
animal y fuerza bruta entre ambos luchadores, el joven monstruo echó de un
zarpazo con una de sus garras a Magno, que lo mandó botando por el suelo y a
toda velocidad un poco más lejos. Acto seguido Eduardo corrió nuevamente hacia
el demonio, dispuesto a continuar el combate y con un grito de furia.
Sin embargo, en ese momento un fuerte
dolor interno sacudió de repente su brazo izquierdo, que sorprendió al propio
chico y le hizo perder la concentración en su ataque.
Con una mueca de dolor, y el haber
bajado la guardia en ese instante, no fue capaz de reaccionar a tiempo cuando
Magno le pegó un puñetazo en el estómago con su mano libre, que lo paralizó
unos segundos. A continuación le remató con una patada rápida en toda la cara,
que lo hizo retroceder a muchos más metros de distancia, arrastrando y sin
despegar la suela de sus tenis deportivos del suelo.
Ambos luchadores se quedaron mirando
frente a frente, a pesar de la distancia, mientras jadeaban y respiraban con
dificultad. Se veía con total claridad que los dos estaban gravemente heridos,
no sólo por sus ropas desgarradas y destrozadas, sino también por sus muchos
rasguños y heridas sangrientas. Cualquiera que los viera sabría que los dos
estaban llegando a su límite:
- Tal y como esperaba…el efecto de mi
fuego infernal por fin se manifiesta…- dijo Magno, seriamente- ha tardado más
de lo que imaginaba…seguramente por la alta capacidad defensiva de la materia
suprema…
Eduardo mostró una mueca de dolor en
su rostro, mientras se llevaba la mano derecha a su brazo izquierdo. Apretaba
los dientes y gemía de dolor, al mismo tiempo que miraba a su enemigo:
- ¿¡El…fuego infernal!?- preguntó Rex,
confuso y perplejo.
El demonio procedió a explicar en qué
consistía la técnica que estaba afectando a Eduardo, frío y seriamente
diciendo:
- Las llamas que arden en mi piel no
es fuego cualquiera…éstas no son tan poderosas como las que provocan las magias
elementales, y mucho menos son capaces de provocar grandes incendios…- explicó
Magno, sin apartar la vista del joven- he provocado el incendio de esta enorme
sala porque tenía enlazada la magia Piro++ a mis espadas y en cada uno de mis
ataques físicos y mágicos…
Tanto el chico como el resto de sus
amigos escucharon las siniestras palabras del comandante de pelo rojo, que
seguía hablando con paciencia y tranquilidad:
- Como habrás podido comprobar, el
fuego de mi cuerpo no causa quemaduras graves inmediatas…porque no afecta a la
piel exterior de los organismos que lo tocan…- explicó el demonio- su verdadero
objetivo…el auténtico daño que provoca…lo hace dentro del propio cuerpo de su
víctima.
Aquellas palabras dejaron mudos de la
sorpresa a Jack y los demás, que lo escucharon todo desde su posición a pesar
de la distancia:
- ¿¡Qué!?- exclamó la pelirroja,
perpleja- ¿¡El fuego infernal…ataca desde dentro!?
Magno no dejaba de mirar a su joven
oponente más lejos frente a él. Éste gemía y aguantaba el dolor que sentía en
su extremidad izquierda, apretando los dientes con fuerza:
- Gracias a los cortes y a las heridas
producidas durante el combate, el fuego infernal ha podido filtrarse en ellas
para así llegar a tu organismo…- dijo el demonio, indiferente y sin expresión
alguna en su rostro- sobra decir que dicho fuego ha estado siempre presente en
el filo de todas mis espadas ardientes, y que desde el principio de este combate
ya te había infectado con el fuego infernal.
Los miembros del grupo ajenos a la
batalla comprendieron entonces qué era lo que le pasaba a su amigo. Sin
embargo, no fue hasta que supieron los efectos de las llamas infernales cuando
palidecieron y perdieron el color del rostro:
- Ahora mismo corre por tus venas un
fuego tan mortífero y letal, que está quemando poco a poco todos tus órganos
internos, sin excepción…- explicó Magno, tranquilo y paciente- tu brazo
izquierdo es sólo el principio…a medida que pase el tiempo, tus otras
extremidades y el resto de tu cuerpo también se verán afectados…y cuando
finalmente el fuego infernal alcance tu corazón, éste se quemará…y morirás sin
remedio.
Jack y los demás se fijaron mejor en
el brazo izquierdo del chico de rojo, cuya piel se había vuelto de un color más
morado y oscuro de lo normal. Se dieron cuenta de lo que aquello significaba,
al ver la mueca y expresión dolorosa de la cara de Eduardo:
- ¡¡Su…su brazo…se está quemando por
dentro!!- exclamó Cristal, horrorizada.
El demonio en llamas seguía mirando a
su joven oponente, hablando seriamente y sin vacilar:
- A cualquier ser humano corriente le
hubiera afectado el fuego infernal en apenas unos segundos por todo el cuerpo,
provocándole una muerte inmediata…- afirmó el comandante de pelo rojo- pero en
tu caso, a ti te protege la inmensa capacidad defensiva de la materia
suprema…por eso ha tardado tanto en surtir efecto en tu cuerpo…
Magno afirmó diciendo de nuevo, con
total seguridad en sus palabras:
- Tu enorme defensa suprema te
permitirá seguir con vida un buen rato más…el fuego infernal aún tardará mucho
en alcanzar tus órganos vitales…- aclaró el enemigo, seriamente- sin embargo,
si no te das prisas y aplicas algo de magia curativa…perderás no sólo tu brazo izquierdo
para siempre, sino tu propia vida…y morirás.
En ese momento, en el que Magno se
quedó mirando durante unos segundos de silencio los ojos furiosos de Eduardo,
el demonio en llamas descubrió la respuesta a su tan ansiada pregunta: la misma
que llevaba haciéndose todo ese tiempo desde la transformación del joven.
El comandante de pelo rojo cambió de
tema y dijo, tras unos segundos de silencio:
- Ahora por fin creo entender por qué
no puedes completar la transformación del todo…la razón por la que no puedes
convertirte plenamente en Ludmort…- afirmó el demonio- es sólo una intuición, y
por supuesto no lo tengo comprobado ni confirmado, pero…creo que tu media transformación
se debe a que todavía eres demasiado joven.
El mago y los demás se sorprendieron y
quedaron con los ojos y la boca abierta al oír aquello. La conclusión del
enemigo a su incógnita parecía bastante lógica, pero a la vez aterradora:
- ¿¡Qué!?- exclamó Rex, perplejo-
¿¡Porque es demasiado joven!? ¿¡Qué tiene que ver la edad!?
En ese momento el chico de negro
respondió a su pregunta. Parecía muy seguro y confiado en sus palabras:
- ¿No te das cuenta? Es exactamente
igual que la otorgación del sello maldito a los miembros de la organización
Muerte…los jóvenes como yo aún no somos lo bastante fuertes como para aceptar
el poder oscuro del sello - explicó Ray- a los miembros que aún no alcanzan la
etapa adulta no se les permite cargar con el poder del sello, porque todavía
son muy jóvenes…igual que en mi caso, por eso no tengo el sello maldito.
Magno seguía mirando a Eduardo frente
a él, siempre con la expresión fría y seria de su rostro. Pronunciaba
tranquilamente y con indiferencia:
- En ese cuerpo infantil que tienes,
el poder de Ludmort se ve muy condicionado y extremadamente limitado…siendo
ahora un niño, no puedes desplegar todo el poder del monstruo…tendrás que
esperar a que tu cuerpo crezca y seas adulto para poder convertirte plenamente
en Ludmort…- explicó el demonio- en otras palabras…ahora mismo sólo estás
usando una pequeña parte del infinito poder de la materia suprema.
El resto del grupo ajeno al combate
palideció y perdió el color del rostro de repente, tras escuchar la explicación
del comandante. Si su teoría era cierta, Eduardo supondría un verdadero peligro
cuando alcanzara la etapa adulta, dentro de varios años, ya que entonces podría
convertirse en Ludmort y desatar todo el auténtico poder de la materia suprema.
Con ese pensamiento en mente, incluso el chico de rojo daba miedo.
El demonio en llamas exhaló un largo
suspiro, y a continuación cerró los ojos durante unos segundos de calma. Habló
con ellos todavía cerrados, pronunciando con terrorífica paciencia y
tranquilidad:
- En esta situación, y sabiendo que
nada de lo que intente ahora servirá para hacer que termines la transformación
por completo, tan sólo me queda una última opción…
Magno abrió de nuevo los ojos y
levantó la vista al frente. En ese momento se puso en guardia con sus seis
espadas en cada mano, ardiendo con mucho más fuego que antes:
- Es muy probable que muera, pero…llegados
a este punto, no me quedan más alternativas…- dijo el demonio, indiferente-
debo comprobar mi teoría, y la única forma de saber si ése es tu límite o
puedes transformarte más…es intentar matarte de verdad.
Estaba claro que la charla se había
terminado, y que ahora tocaba de nuevo luchar. Viendo que su enemigo se puso en
guardia y listo para la acción, Eduardo lo imitó y también desenfundó
mágicamente en su mano derecha la gran llave espada dorada. El chico de rojo se
puso en posición de combate, aún sin poder mover su ahora inerte brazo
izquierdo, que le colgaba sin vida como un peso muerto de su cuerpo:
- ¡¡No Eduardo, no lo hagas…!!-
exclamó Alana, preocupada- ¡¡Estás herido y sin un brazo…es muy peligroso!!
A Jack y los demás comenzó a
palpitarles débilmente el corazón entre dos latidos, cuando supieron que aquel
sería el último y decisivo ataque que pondría fin al combate. Rodeado por un
campo de batalla ardiendo en llamas, ambos oponentes se encontraban mirándose
fijamente a los ojos sin pestañear, a pesar de la distancia.
Por un lado Magno, convertido en un
siniestro demonio con alas negras y seis brazos y manos mutadas, en cada una
portando una espada de fuego. Por otro lado Eduardo, rodeado por una misteriosa
aura roja del poder la materia suprema y en cuya única mano derecha la enorme
llave espada, brillando y resplandeciendo con una cegadora y sagrada luz
dorada.
Tras unos largos y tensos segundos de silencio,
cargados de atención e intriga, finalmente ambos oponentes echaron a correr el
uno directo hacia el otro. Los dos portaban sus respectivas armas en sus manos,
aunque en este caso Eduardo estuviera en desventaja. El tiempo pareció
ralentizarse y los segundos a ir cada vez a menor velocidad, pues a los ojos de
Jack y los demás, el movimiento en carrera de su compañero y el del enemigo
parecían ir a cámara lenta.
Cuando ambos luchadores llegaron a
encontrarse cara a cara, el tiempo pareció detenerse para todos, desde el
instante en que Eduardo y Magno atacaron a la vez con sus armas y la sangre
roja salpicó por el aire y todo el suelo a su alrededor.
Erika y los demás se quedaron
totalmente perplejos y atónitos con la boca abierta, al ver el resultado del
último ataque. Tanto el chico de rojo como el demonio habían logrado alcanzarse
con sus armas, y los dos a la vez se habían atravesado el pecho con graves
heridas de muerte:
- ¡¡EDUARDO!!- gritaron sus amigos,
preocupados.
Sorprendentemente el joven había roto
tres de las seis espadas de fuego del enemigo, alcanzándole sólo las otras tres
restantes: una en el hombro izquierdo, otra en el costado derecho y la última
en pleno pulmón. Las tres heridas le atravesaron el cuerpo y le provocaban
graves heridas de muerte.
Eduardo, por su parte, empleó todas
sus fuerzas para destrozar tres armas del enemigo y a la vez alcanzar con el
filo de su llave espada dorada el pecho de Magno, que lo atravesó provocándole
una grave herida de muerte.
Ambos combatientes jadeaban y
respiraban con dificultad, mientras se miraban fijamente a la cara y su sangre
goteaba y caía al suelo. Estaba claro que aquello era el fin del combate:
- Ya veo…así que en realidad…éste es
tu límite…por ahora…- dijo Magno, seriamente, que luego y por primera vez en
toda la batalla esbozó una media sonrisa- después de todo…supongo que mi teoría…es
cierta…- y a continuación añadió diciendo- es una pena…no viviré para ver la
transformación completa…ni tampoco para el nacimiento…del nuevo mundo…
Magno tosió violentamente varias veces
y escupió sangre por la boca, antes de volver a hablar, jadeando:
- Lo siento mucho, señor Derriper…- se
disculpó el monstruo de pelo rojo- siento mucho…haberle fallado…he hecho todo…lo
que he podido, señor oscuro…
En ese momento Magno exhaló su último
soplo de vida, y cerró los ojos para siempre. El demonio en llamas perdió
entonces toda fuerza de su cuerpo y soltó a Eduardo, que cayó de espaldas al
suelo tras separar el chico su gran arma dorada de él. El comandante
desapareció en el suelo envuelto en llamas negras, al igual que sus espadas aún
atravesadas en el cuerpo del joven.
Tras esto, finalmente el combate había
llegado a su fin.
Erika y los demás, que observaron de
lejos la muerte definitiva de Magno y su posterior desaparición, se mostraron
eufóricos y felices con la victoria de su compañero. Había acabado él sólo con
uno de los más peligrosos miembros de la organización Muerte:
- ¡¡Bien, Eduardo ha ganado, Eduardo
ha ganado!!- exclamó Cristal, con una amplia sonrisa de alegría- ¡¡Uno menos de
la secta de negro!!
Sin embargo, su sonrisa y la de todos
se esfumaron en un instante, cuando vieron que el chico perdió de repente el
aura roja que lo rodeaba, de la misma forma que su gran llave espada dorada
perdía su poder y volvía de nuevo a la forma base original.
El grupo entero supo que su compañero
ya no era un monstruo salvaje y que éste había vuelto a la normalidad, cuando
el joven perdió el equilibrio y cayó de espaldas al suelo, herido. Su arma
sagrada desapareció al caer de la mano de su portador al suelo, envuelta en un
polvo mágico de estrellas que no dejó rastro alguno:
- ¡¡Eduardo!!- gritaron todos.
Sus amigos corrieron directos hacia él
para ayudarlo, y lo encontraron dormido y con los ojos cerrados. Su cuerpo
inerte parecía indicar que estaba muy próximo a la muerte:
- ¡¡Rápido, hay que curarlo!!- exclamó
Jack- ¡¡El efecto del fuego infernal aún sigue dentro de su cuerpo…si no lo
detenemos a tiempo, morirá!!
Todos se pusieron manos a la obra y se
agacharon junto a su amigo para sanarlo con magia. La magia curativa combinada
de los seis miembros juntos del grupo enseguida surtió efecto, ya que el brazo
morado de Eduardo poco a poco empezó a recuperar el color de su piel natural.
Al cabo de varios segundos del proceso de recuperación, el estado del joven
parecía ir mejorando notablemente.
Cuando por fin creyeron que ya habían
eliminado el fuego infernal dentro del organismo del chico, el mago avisó a los
demás de que pararan. No había necesidad de malgastar magia.
En ese mismo momento se sorprendieron,
cuando de repente se oyó el sonido mecánico de una puerta abriéndose. Al
levantar la vista de nuevo al frente, descubrieron que la puerta metálica que
antes les bloqueaba el paso ahora estaba abierta:
- Se ha abierto la puerta- afirmó
Cristal, frunciendo el ceño- ¿Cuántas dichosas pruebas son?
Ray respondió a su pregunta, con un
semblante oscuro en el rostro:
- Teniendo en cuenta que ahora, a
parte de Derriper, sólo queda un miembro en pie…ésta será la última prueba…-
afirmó el chico de negro, muy seguro de sus palabras- tan sólo una persona se
interpone ahora entre nosotros y el dios oscuro.
Erika se agachó junto a su compañero
inconsciente, y le acarició con una de sus manos el flequillo oscuro de la
frente. Estaba apenada por no poder ayudarlo en el combate:
- ¿Estará bien?- preguntó ella,
preocupada.
- Sí, ya pasó el peligro…- respondió
el mago, también junto al cuerpo de Eduardo- sólo se ha desmayado…lo que necesita
ahora es descansar.
La chica preguntó en ese momento, al
recordar lo visto durante el combate contra Magno:
- ¿Por qué…por qué Edu…se convirtió en
un monstruo? No lo entiendo…él no es así…
Jack comprendió por qué le resultaba
todo tan extraño y confuso. Al contrario que el resto, ella permaneció
desmayada e inconsciente desde el momento en que el enemigo la atravesó con su
espada de fuego. No fue testigo de la transformación de su amigo, y por eso
tampoco entendía el cambio radical que sufrió durante el combate:
- Él…él se transformó…se convirtió en
un monstruo…por ti.
La joven se sorprendió mucho al oír
aquellas palabras:
- ¿Por mí?
Jack asintió con la cabeza:
- Cuando te atravesó la espada y
caíste al suelo desmayada, él creyó que habías muerto…y eso fue lo que lo llenó
de rabia y furia por dentro…perdió el control de sí mismo y se convirtió en una
bestia salvaje…- explicó el mago- está claro que tú eres su punto débil, su
mayor debilidad…y por eso está dispuesto a luchar por ti, para protegerte…
Lo que dijo Jack a continuación dejó a
Erika totalmente asombrada, con el corazón latiéndole a mil por hora:
- No sé hasta qué punto es tan fuerte
el vínculo que os mantiene a ambos, pero…todo lo que he visto de él durante
nuestra aventura por Limaria…me hace pensar que él te quiere de verdad…- y
luego añadió diciendo- estoy seguro de que, pase lo que pase, Eduardo siempre
te protegerá de cualquier peligro…siempre estará ahí para salvarte.
La chica miró a su amigo herido e
inconsciente en el suelo, y no pudo evitar esbozar una media sonrisa de
felicidad. Una pequeña lágrima escapó de sus ojos y cayó por sus mejillas,
mientras decía:
- Edu…gracias.
El mago sonrió a su vez, al ver el
fuerte vínculo que unía a los dos jóvenes. Sin embargo, enseguida sacudió la
cabeza al recordar el lugar en el que estaban. Si no se daban prisa, en menos
de dos horas los moguris que pilotaban a Valor Alado se marcharían sin ellos:
- Ahora no es el mejor momento para
estas cosas…- dijo Jack- ¡debemos seguir adelante y acabar con Derriper, antes
de que sea demasiado tarde!
Erika y los demás también sacudieron
la cabeza y asintieron con ella, seriamente. El mago cargó con Eduardo a su
espalda y todos echaron a correr por el único camino posible hacia delante,
abandonando la sala.
Ahora sólo un último miembro de la organización
Muerte se interponía entre ellos y su verdadero enemigo: el dios oscuro
Derriper.
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