sábado, 23 de febrero de 2013

Capítulo 37: Amor Prohibido


Capítulo XXXVII
AMOR PROHIBIDO
Habían pasado varios días desde aquel incidente, del cual nadie había vuelto a ser el mismo. La mayoría, entristecidos con el resultado, habían propuesto volver a tras e intentar enmendar el error que podría ser vital para la salvación del mundo. Sin embargo, sólo una persona se oponía a la idea, y parecía decidida a no cumplirla.

Cristal era la única que podía ver las pequeñas lágrimas que Erika intentaba esconder, mientras se secaba los ojos con las manos. El grupo andaba detrás de ella, pues el resto de miembros eran sus guardianes, y debían protegerla de cualquier peligro. Jack trataba de convencerla, a pesar de sus negaciones:
- Erika, sé razonable. Sin los dos elegidos juntos, Limaria y La Tierra no se salvarán de Ludmort.
La chica lo miró, indiferente. Sus ojos ya no tenían el brillo y el resplandor que los caracterizaba. Una mirada fría y apagada se clavó en los ojos del mago como cuchillos afilados:
- Ya lo he repetido varias veces. No voy a volver atrás.
Dio media vuelta y siguió caminando por entre los árboles, a paso rápido. No parecía importarle perder de vista a sus amigos o quedarse sola, como si el resto del mundo no le importara o le diera igual. En aquel estado de ánimo la joven no era la misma de siempre, y sus ojos serios y enfadados parecían indicar que sólo una cosa le importaba en ese momento. Tenía en mente un solo objetivo, hacia el que andaba y quería alcanzar cuanto antes.

Entonces Jack no pudo contenerse más. Ya había aguantado suficiente el mal humor de la chica y su actitud y comportamiento desconsiderado hacia él y el resto del grupo. Desató su enfado y alzó la voz diciendo:
- ¡¡Estoy harto de esto, estoy harto de que pases de todo y de que trates a los demás de forma tan fría y distante!!
La joven se detuvo en seco, y Jack continuó reprochándola, enfadado:
- ¿¡Es que acaso no te importa el destino de nuestro mundo, de nuestros amigos y de Eduardo!?
Erika dio media vuelta y lo miró, furiosa. Oír aquel nombre no le había hecho ninguna gracia:
- ¡¡No vuelvas a hablarme de él…porque no pienso preocuparme por la persona que me lo arrebató todo!!- gritó, enfadada- ¡¡no quiero volver a ver al asesino de mis padres!!
El resto del grupo palideció cuando la chica anunció, en voz alta y furiosa, para que todos la oyeran:
- ¡¡Voy a casarme con Alejandro y a entregarle mi poder como elegida de la vara mágica!!

Jack y los demás se mostraron tan sorprendidos que no daban crédito a lo que oían. El mago preguntó, atónito:
- ¿¡Te has vuelto loca!? ¿¡Por qué quieres hacer eso!?
La joven respondió fría y seriamente:
- Ya no me importa ni la profecía ni lo que le pase a este mundo…sólo quiero volver a casa y olvidarme de todo lo que ha pasado… ¡¡quiero ser una chica corriente y vivir una vida normal!!
El grupo seguía escuchando, perplejo y sorprendido, la declaración de Erika, quien pronunciaba con indiferencia las siguientes palabras:
- La vara mágica se equivocó al elegirme a mí, y por eso voy a enmendar su error…el que debe portar dicha arma sagrada es Alejandro, el único capaz de salvarnos a todos…si ya lo hizo una vez, estoy segura de que volverá a hacerlo…
- ¿¡Y tú qué sabrás!?- intervino Alana, molesta- ¿¡Es que acaso confías en él!?
La chica tardó un poco en responder, y cuando lo hizo, pronunció con odio y rabia:
- Sí, confío en él.

En ese momento Jack apretó los puños y dientes, con fuerza. Se dirigió a Erika y alzó la voz, enfadado:
- ¿¡Y qué me dices de nosotros!?- preguntó, en nombre de todo el grupo- ¿¡Es que acaso nuestro esfuerzo, todo lo que hemos pasado juntos…no ha significado nada para ti!? ¡¡Todos hemos luchado por vosotros!!
Tras unos segundos de silencio, la chica respondió seriamente y con indiferencia:
- No…todos vuestros esfuerzos no significan nada para mí.
Aquellas palabras fueron suficiente para que el mago se acercara a ella y, con furia y rabia contenida, le soltara un tortazo a la joven en toda la mejilla. Jack la miró, furioso y con ira cargada en sus ojos:
- Todos hemos luchado por vosotros, porque creímos que erais nuestra esperanza…la única que le quedaba al mundo…- pronunció el mago, con enfado y dureza- todos nosotros…todo este tiempo…hemos estado arriesgando nuestras vidas, luchando a muerte…para protegeros…para que sobrevivierais, para que siguierais adelante y cumplierais el papel que os toca en la profecía… ¿¡y así es cómo nos lo agradeces!? ¿¡Abandonándonos y olvidando todo lo que ha pasado!?
Erika lo miraba, firme y seriamente, sin mostrar ninguna expresión de asombro. No parecía importarle sus palabras:
- Marina se sacrificó y dio su vida para protegeros y para ayudaros a cumplir la misión… ¡¡porque creía en ti, en vosotros!!- y luego añadió, apretando los puños- ¿¡Es que acaso no te importaba ella!? ¿¡No te importa lo que hizo por salvaros!?

La chica se quedó callada ante aquellas palabras, sin saber qué decir. Los recuerdos de su antigua compañera y amiga, la maga sagrada, la asaltaban a su memoria. Ella también luchó valientemente junto a ellos como una guardiana más, arriesgando su vida por protegerlos.
De no ser por Marina no habrían conseguido superar muchos de los obstáculos en su camino, ni tampoco haber obtenido algo más de tiempo antes de la anticipada llegada de Ludmort y del fin del mundo.
Jack la miró seriamente y le dijo:
- Le hice la promesa a Marina de que os llevaría a los dos juntos hasta el final…y juro que la cumpliré, aunque sea lo último que haga.
Sin más palabras, el mago dio media vuelta y se encaminó de regreso por donde habían venido, mientras unos ojos acechaban desde la espesura, observando toda la escena. Erika le advirtió seriamente y sin vacilar:
- Si te vas, no te molestes en volver.
Jack se giró de nuevo a ella y le respondió, de la misma forma:
- Traeré de vuelta a Eduardo, te guste o no.

De repente y sin previo aviso, a los pocos pasos que dio el mago para marcharse, un brillo metálico cruzó fugazmente muy cerca de él, que cortó el tronco de un árbol cercano como si fuera papel. Ante las miradas perplejas de sus amigos, y gracias a sus reflejos, Jack pudo dar un salto atrás antes de que el árbol le cayera encima y lo aplastara.
Sabía que aquello no podía ser un accidente, y que había sido intencionado con el fin de atacarlo. Sus instintos le advirtieron de un peligro no muy lejano, y automáticamente se giró al tiempo que desenfundaba su bastón mágico.

Tanto él como los demás se sorprendieron al dar media vuelta y ver a Alana maniatada, con una espada rozándole el cuello. El individuo con ropajes negros que la sujetaba por detrás fue tan rápido que nadie notó a tiempo su presencia. Una mirada fría y calculadora se ocultaba tras sus gafas, cuyos cristales reflejaban pequeños destellos fugaces:
- Bien, he aprovechado el momento en que todos habéis bajado la guardia para conseguir lo que quería.
Por su vestimenta oscura, el grupo dedujo claramente a qué siniestra organización pertenecía aquel desconocido. Enseguida descubrieron de quién se trataba el enemigo que tenían delante:
- ¡¡Tú!!- exclamó Rex- ¡¡Tú eres el tipo de negro al que nos enfrentamos no hace mucho…en el desierto de las afueras de Vildenor!!

El chico misterioso respondió, con una media sonrisa malvada:
- Veo que tienes buena memoria. En ese caso sobran las explicaciones…- y mirando a Erika, dijo- ya sabéis lo que quiero.
Todo el grupo comprendió al instante los fines de su enemigo, y desenfundaron sus armas mientras se ponían en guardia. Jack se adelantó un paso al frente diciendo:
- ¡¡Ni lo sueñes, suéltala ahora mismo!!
Levantando la barbilla de Alana con la hoja de la espada, el chico de negro amenazó al grupo con las siguientes palabras:
- Me temo que eso va a ser imposible. Esta chica es el medio que necesito para conseguir mi verdadero objetivo…
La presión del filo de la espada hundiéndose hizo que la piloto gimiera de dolor mientras un hilo de sangre caía por su cuello. Aunque trataba de resistirse y de forcejear para librarse de su enemigo, él la retenía con el dolor de su espada rajándole el cuello:
- Si no queréis que tenga un final trágico, entregadme a la elegida ahora mismo.

El resto del grupo temblaba, con rabia y frustración. No podían atacar al miembro de la organización Muerte porque si no le harían daño a Alana. Por otro lado tampoco podían entregarle a Erika, porque seguro la mataría en el acto, delante de sus ojos, y de ser así todos sus esfuerzos por protegerla habrían sido en vano.
En cualquier caso el desconocido estaba usando a su compañera como escudo humano, y en aquella situación la vida de la pelirroja pendía de un fino hilo que podría cortarse en cualquier momento:
- Chicos…- pudo pronunciar Alana a media voz- no os…preocupéis por mí…acabad con él…
- Pero…Alana….- dijo Jack, perplejo.
En ese momento la pelirroja comenzó a hablar, mientras trataba de respirar y aguantaba el dolor que le producía el arma de su enemigo:
- Si entregáis a Erika ahora…de nada habrá servido…todo nuestro esfuerzo…nuestras esperanzas…- pronunció Alana- si hacéis eso ahora…entonces… ¿para qué…hemos estado luchando? No sería justo…ni para nadie ni para…
Un fuerte dolor la interrumpió al sentir más dolor en su cuello, y en esa ocasión no pudo evitar gritar de dolor:
- ¡¡Alana!!- exclamó Rex.
- ¡¡No…no os preocupéis por mí!!- pudo gritar la piloto, apretando los dientes- ¡¡acabad con él…deprisa!!
El chico de negro siguió rajando lentamente el cuello de la pelirroja, mientras ésta gritaba de dolor. Sus amigos no podían verla sufrir de aquella manera, y más de uno estuvo a punto de correr a salvarla. Sin embargo, sabían que si lo hacían, Alana moriría sin remedio.
Jack apretaba los puños y dientes con fuerza. No estaba dispuesto a entregar a Erika, pero tampoco iba a permitir que Alana tuviera una muerte lenta y dolorosa. Finalmente tomó una decisión, y cuando apuntó con su bastón mágico hacia el enemigo y ella, los demás comprendieron lo que iba a hacer, horrorizados.

Cuando el mago estuvo a punto de conjurar un ataque mágico y de librar de su sufrimiento a Alana, una voz conocida lo detuvo justo en el último momento:
- ¡¡Espera!!
Jack y el desconocido se detuvieron con sus respectivos ataques, y la tortura de la pelirroja cesó de repente. Todos los miembros del grupo palidecieron y se sorprendieron al oír que lo pronunciaba ella:
- No lo hagas…- dijo la joven, mirando al frente- iré yo.
Enseguida intervino Jack, en contra de la idea:
- ¡¡Pero, Erika…!! ¿¡Estás loca!? ¡¡Es precisamente lo que quiere!!
- Lo sé- respondió ella, firme y seria- pero no me importa…no permitiré que muera más gente por mi culpa.
La joven se adelantó varios pasos hacia delante. Se dirigió al chico de negro y seriamente le dijo:
- Si quieres que vaya, antes tendrás que soltarla.
El desconocido con gafas sonrió maléficamente, satisfecho porque había conseguido lo que quería. Respondió sin dejar de sonreír con malicia:
- Muy bien, como desees.
- ¡¡Erika, no…!!- gritaba Alana- ¡¡No vengas, por favor no…!!
Un duro y certero golpe en la nuca por parte de su raptor la hizo callar de repente, que en ese momento la soltó y cayó al suelo, inconsciente.

La chica empezó a caminar lentamente hacia el enemigo, con el rostro serio y la mirada firme. No parecía tener miedo del chico de negro, el cual la esperaba junto al cuerpo inconsciente de Alana, con su espada en la mano para acabar con su vida, por si la elegida hiciera algún movimiento sospechoso.
La joven se alejaba del grupo, mientras sus amigos gritaban, un poco más lejos:
- ¡¡Erika, no…vuelve aquí!! ¡¡Te va a matar!!
La chica no respondía a sus llamadas. Continuaba caminando adelante y sin mirar atrás, impasible. Estaba dispuesta a arriesgar su vida por la de Alana.
El miedo y el terror cundieron en Jack y los demás, al ver que Erika se encontraba a unos pocos pasos de su enemigo. Cuando finalmente la joven llegó frente a él, sonrió de manera astuta y levantó la mirada, segura de sí misma.

Lo que ocurrió a continuación dejó totalmente perplejos y sorprendidos a todos los miembros del grupo, que se quedaron sin palabras ante la repentina y sorprendente reacción de la chica.

El enemigo se dio cuenta de repente de sus intenciones, y bloqueó rápidamente el ataque inesperado de la joven con su espada, que detuvo el golpe de la vara mágica. Ambos se encontraron cara a cara, y él sonrió con malicia diciendo:
- Qué ingenua eres.
La chica sonrió a su vez, con otra sonrisa pícara y maliciosa:
- No tanto como parece.
La joven conjuró rápidamente un hechizo de magia ofensiva avanzada, y la vara mágica comenzó a brillar con fuerza. Incluso el chico de negro se sorprendió al verse tan cerca de aquel ataque mágico, antes de que una tremenda explosión estallara entre ellos dos.

La onda expansiva lanzó a Erika por los aires, herida, y acabó chocando de espaldas contra un robusto árbol, hasta caer sentada a los pies del mismo:
- ¡¡Erika!!- gritaron sus amigos, mientras corrían hacía ella.
Sin embargo, antes de que llegaran, una siniestra sombra se apareció ante la joven.
El chico misterioso se había adelantado al resto del grupo y, con su espada amenazante en la mano, asestó un corte con el filo de su arma. Justo antes de que le alcanzara el mandoble de la espada, los reflejos de la chica la hicieron bajar la cabeza, y el tronco del árbol que tenía detrás se partió por la mitad, cayendo estrepitosamente al suelo.

Al levantar los ojos descubrió al enemigo, en pie frente a ella, y con la mirada sería y fría. No mostraba ninguna expresión de dolor, y permanecía tranquilo y sereno tras la explosión causada intencionadamente por ella:
- Tú…maldito…
Erika apretó los puños y dientes, cogió su arma del suelo y trató de levantarse, dispuesta a atacarle con ella. Sin embargo, el joven miembro de la organización Muerte no cayó dos veces en la misma trampa.
El chico de negro bloqueó nuevamente la vara mágica con su espada y, con su increíble fuerza, separó el arma sagrada de las manos de la chica y la lanzó un poco más lejos, rodando por el suelo.

Antes de que Erika pudiera realizar cualquier otro movimiento, el filo de la espada del enemigo se hundió y atravesó rápidamente su pierna derecha, sin piedad. La joven gritó de dolor mientras la sangre brotaba de su herida, y fue entonces cuando, inmovilizada, el enemigo se dirigió a ella diciendo:
- Buen intento, elegida. De haberme alcanzado esa explosión habría sufrido serios daños, pero por suerte logré evitarla a tiempo.
Erika temblaba y respiraba jadeando, entrecortadamente. Alzó la mirada al chico con gafas, el cual se fijó que tenía varias heridas y algunas partes de su traje negro destrozadas. Después de todo, la explosión había conseguido herirlo un poco:
- Ya está bien de tonterías- dijo, seriamente- es hora de que acabemos con esto.
Retiró dolorosamente la espada de la pierna de la chica, a sangre fría, y apuntó de nuevo hacia ella. Debido al fuerte dolor que sentía, Erika no podía mover su pierna derecha. En aquella situación estaba completamente a su merced.
Bajó la cabeza y cerró los ojos, mientras apretaba los puños. Se maldijo a sí misma por ser tan débil y no poder proteger a los demás. Sabía que iba a morir sin remedio, y con ello el mundo entero de Limaria. Esperó lo peor, deseando que su muerte fuera rápida y certera, sin dolor.

De repente, oyó un golpe muy cercano frente a la joven antes de que la espada del enemigo la alcanzara. Abrió los ojos de golpe y se sorprendió al encontrarse una cara conocida, a cuatro patas y delante de ella:
- ¡¡Rex!!- exclamó, perpleja.
- ¿¡Estás bien!?- le preguntó él.
La chica asintió con la cabeza y miró un poco más lejos al enemigo, levantándose de la hierba, Imaginó que el perro lo había embestido por sorpresa y la salvó de una muerte segura.

En ese momento llegaron los demás, que la rodearon en un semicírculo, en posición de defensa y protección. El mago la reprochó, alzando la voz y enfadado:
- ¡¡No vuelvas a hacer algo así tú sola!! ¿¡Entendido!?- exclamó Jack, con enfado- ¡¡Has estado a punto de morir!!
Y Rex intervino también para recordarle:
- ¡¡Somos tus guardianes, y te protegeremos pase lo que pase, hasta el final!!
Aquellas palabras dejaron completamente perpleja y sorprendida a la chica, que la dejó sin habla. No podía creer que, después de todo lo que les había dicho hasta hace unos minutos, de lo mal que se había comportado con ellos los últimos días, y de las cosas horribles que les había dicho al grupo en general, Jack y los demás…todos ellos…siguieran creyendo en ella, y estuvieran dispuestos a dar su vida por protegerla.
En ese momento se sintió tan mal consigo misma que le entraron ganas de llorar. Pensó que era una mala y desconsiderada persona, y que no se merecía tener amigos como aquellos:
- Lo siento, chicos…- dijo Erika, arrepentida y casi a punto de llorar- yo…yo quería…

Jack comprobó entonces que la joven se había dado cuenta de su error, al verla tan arrepentida y secándose los ojos con las manos, y no pudo evitar sonreír con orgullo y una media sonrisa. Trató de calmarla y consolarla:
- Tranquila, ya habrá tiempo para explicaciones…- dijo el mago, de espaldas a ella y mirando al frente, en guardia- ahora, lo importante es acabar con nuestro enemigo.
Erika asintió con la cabeza. Terminó de secarse las lágrimas y volvió a sonreír firme y decididamente, segura de sí misma. Sus compañeros sabían que había vuelto la Erika de siempre, y sonrieron de alegría. Sin embargo, al tratar de mover la pierna derecha para apoyarse, cayó nuevamente al suelo y gimió de dolor:
- ¡¡No te muevas, estás herida!!- le indicó Rex- ¡¡No te preocupes, nosotros nos encargaremos de él!!
- ¡¡Cristal, tú quédate aquí y protege a Erika!!- ordenó el mago, dirigiéndose a la princesa- ¡¡Rex y yo le atacaremos de frente!!
- ¡¡Entendido!!- exclamó la chica, con su estrella ninja en mano.

Los miembros del grupo se colocaron en sus posiciones, dispuestos a reaccionar en cualquier momento para lo peor.
Esta vez decidieron tomar la iniciativa, y atacar antes que el enemigo, por sorpresa. Para cuando el chico de negro ya se había levantado y daba lentamente media vuelta hacia ellos, Jack y Rex corrían rápidamente hacia él. Con una media sonrisa maléfica, el joven con gafas dijo, tranquilo y calculador:
- Ilusos… ¿de verdad creéis que podéis vencerme?

Rex se adelantó al mago a más velocidad, y llegó antes que él al enemigo. Mostrando sus garras y colmillos, se lanzó a por él tratando de embestirlo como la primera vez. Fue en ese momento cuando, tras el primer fallo en el que el chico de negro lo esquivó sin apenas inmutarse, Rex no se rindió y volvió a contraatacar, decidido a herirle.
Así fue como empezó una larga serie de ataques consecutivos y encadenados por parte del perro, que no se rendía y seguía atacando con sus fauces, arañando con sus garras y golpeando con sus patas.
Sin embargo, a pesar de que la intentaba una y otra vez, todos sus esfuerzos resultaban inútilmente en vano. Rex no lograba acertar ni un solo ataque, y comenzaba a cansarse físicamente por el esfuerzo, cosa que su oponente no aparentaba en absoluto. El enemigo se dedicaba a esquivar todos sus movimientos con la agilidad de un felino y la rapidez de una sombra, con muchísima facilidad. Durante todo el rato no dejaba de mostrar esa sonrisa fría y macabra:
- Qué divertido…es como jugar con un cachorrito recién nacido.
Aquel comentario enfureció más a Rex, que gritó, enfadado:
- ¡¡No te burles de mí!!

El perro dio un salto atrás, alejándose unos metros del oponente, y conjuró un hechizo mágico gritando:
- ¡¡Electro+!!
En ese momento una lluvia de rayos cayó encima del objetivo que, además de hacerle daño, paralizó instantáneamente al miembro de la organización Muerte. Aprovechando la ocasión en que el enemigo sufría un perjudicial cambio de estado, el perro abrió sus fauces y se lanzó a morderlo, justo en el instante en que el joven con gafas se cubría con el brazo izquierdo.
Rex y el desconocido se encontraron cara a cara, con los colmillos del animal hundidos en la extremidad de su enemigo. Mientras la sangre brotaba de su herida, el chico de negro sonrió maléficamente y miró a Rex diciendo:
- ¿Qué? ¿Te gusta el sabor de mi sangre…cachorrito?
El perro se quedó perplejo, al ver que su mordisco no le afectaba. Permanecía tranquilo y sereno, sin importarle sus heridas y como si tuviera la situación bajo control:
- Aparta de mí vista, chucho.
Rápidamente le asestó un mandoble con el filo de su espada en todo el torso, que llevaba en la otra mano libre. El can acabó rodando por el suelo un poco más lejos, mientras gemía de dolor y dejaba un rastro de sangre a su paso:
- ¡¡Rex!!- gritó Jack, horrorizado al ver a su compañero herido.

El chico de negro y con gafas bajó el brazo herido, mientras decía tranquilamente:
- Uno menos…
El mago exclamó, furioso y dirigiéndose a él:
- ¡¡Maldito, te vas a enterar!!
Con su bastón mágico en mano, conjuró un hechizo diciendo:
- ¡¡Hielo+!!
Del arma de Jack salieron disparados muchos cristales de hielo, que alcanzaron de lleno al enemigo, y juntos provocaron un gran estallido de frío y hielo que sacudió los árboles e hizo retumbar toda la zona a su alrededor.

Jack respiraba entrecortadamente, jadeando. Había usado una gran cantidad de su magia que debía recuperar, y no le quedaba mucha para repetir otro ataque de igual potencia. Se sentía aliviado al pensar que por fin había acabado con él, y la esperanza de haber ganado el combate lo animaba con una media sonrisa triunfadora.
Sin embargo, de repente se le borró la sonrisa al sentir un escalofrío recorriendo su espalda. Sintió el gélido aliento de la muerte a sus espaldas mientras una voz le decía:
- ¿Y eso es todo lo que sabes hacer? Sinceramente me esperaba algo más de un mago de tu nivel- comentó el joven con gafas, indiferente- con razón los elegidos siempre acaban al borde de la muerte, teniendo a unos guardianes tan incompetentes como vosotros:
- ¡¡Cállate!!- gritó Jack, enfadado y dando media vuelta- ¡¡no sabes nada!!
Sin dudarlo ni un instante, y empleando la última reserva de magia que le quedaba, el mago conjuró rápidamente un hechizo mágico gritando:
- ¡¡Piro+!!
Una nueva explosión entre ambos provocó que la tremenda onda expansiva enviara a Jack por los aires a gran velocidad, atravesando y partiendo el tronco de un árbol:
- ¡¡Jack!!- gritaron Cristal y Erika, sin moverse de su posición.

Ya en el suelo, herido, el mago trató de levantarse a duras penas, apoyando los brazos. Cuando se encontraba de rodillas, alguien apareció frente a él. Jack levantó la cabeza con dificultad, y al ver al que tenía delante, el terror se vio reflejado en su rostro:
- Qué patético…- dijo el chico de negro, con decepción e indiferencia- siento decirte que nunca caigo dos veces en la misma trampa.
El mago, jadeando, estiró su brazo hacia el bastón mágico, intentando cogerlo a un par de pasos a su lado. El enemigo lo observaba impasible, al tiempo que decía:
- Espero que aprendas de tu error en la otra vida.
Le asestó y atravesó el cuerpo con el filo de su arma en la espalda, terminando de darle el golpe de gracia. Las dos chicas, un poco más lejos, contemplaron con sus propios ojos y aterradas lo que parecía ser el trágico final de su amigo:
- ¡¡Jack!!- gritaron ambas, preocupadas.

El chico de negro separó su arma del cuerpo inerte del mago, se giró y caminó lentamente hacia ellas, empuñando su espada manchada con la sangre de sus amigos. Su cara mostraba una escalofriante y terrorífica sonrisa macabra:
- Sólo quedan dos…- comentó, satisfecho al estar cada vez más cerca del objetivo.
Las dos chicas observaban, completamente horrorizadas, la terrible situación en la que se encontraban. Todos sus compañeros habían caído debilitados, quizá puede que muertos, ante la fuerza imparable del joven miembro de la organización Muerte.

Su enemigo caminaba lentamente hacia ellas, y no parecía haber nadie que pudiera detenerlo. La joven elegida tan sólo le quedaba a Cristal, como única guardiana en pie, para protegerla. Supo que ya nada podían hacer contra él, de modo que se dirigió a su amiga, frente a ella:
- Cristal…- dijo Erika, conteniendo el dolor de su pierna herida- huye…
Aquellas palabras sorprendieron a la chica con coletas, que la miró a los ojos, sorprendida:
- ¿¡Qué dices!? ¡¡Ni hablar!!- exclamó la princesa.
- Sabes perfectamente que nos matará a las dos, mira nuestra situación…- explicó la elegida- tú sola no podrás contra él, y aunque cargaras conmigo para huir, nos alcanzaría enseguida…
La chica con coletas la miraba, sorprendida y perpleja, cuando oyó decir a Erika:
- Sé que yo moriré, pero…quiero que al menos te salves tú… ¡¡Por favor, Cristal, huye!!
En ese momento la princesa volvió la vista al frente, al enemigo que se acercaba caminando lentamente hacia ellas. Miró los cuerpos de sus amigos caídos Jack, Alana y Rex, y recordó fugazmente los movimientos de cada uno a lo largo de aquel duro combate, en los que se jugaban la vida a muerte por proteger a Erika.
Ella también formaba parte del equipo de guardianes de los elegidos, y sabía que si abandonaba a Erika a su suerte, le estaría fallando tanto a ella como al resto de compañeros suyos que habían luchado por protegerla.
Dándole la espalda a la joven, Cristal se puso en guardia frente a ella, preparada para luchar. Con el rostro serio y decidido, se dirigió a su amiga diciendo:
- Idiota…si huyo ahora y te dejo aquí… ¿para qué ha servido todo el esfuerzo que hemos hecho hasta ahora?
Erika se sorprendió con aquella respuesta de la princesa, que la pilló por sorpresa y la dejó sin habla. Mientras el enemigo se iba acercando cada vez más, escuchó asombrada lo que decía Cristal:
- Además…si tú mueres nadie podrá salvarse, ¿verdad? ¿Entonces de qué serviría que huyera?
- Cristal…- dijo la chica, a media voz.
Con una media sonrisa decidida, la princesa volvió la cabeza hacia ella:
- Tranquila… ¡¡juro que te protegeré con todas mis fuerzas!!
La seguridad con la que pronunció aquellas palabras le transmitieron a Erika la confianza necesaria para creer en lo imposible. La joven elegida sonrió a su vez, agradecida, y después ambas miraron al frente, con expresión seria y decidida a luchar:
- Está bien, Cristal, confío en ti.

Después de unos segundos de profunda tensión, intriga y silencio, Cristal tomó la iniciativa. Agarró con fuerza su estrella ninja y corrió valientemente a atacar al enemigo, que caminaba a paso lento hacia ellas. El desconocido con gafas no se sorprendió por la repentina reacción de su oponente, y aparentemente tranquilo y calculador, se detuvo en seco mientras bloqueaba con su arma el ataque de la princesa.
El choque metálico entre los dos aceros resonó con fuerza y sus portadores quedaron cara a cara, mirándose fijamente a los ojos:
- Pobre necia estúpida- comentó él, sonriendo con malicia- ¿de verdad crees que puedes conmigo tú sola?
Cristal trataba de mantenerse firme, a pesar de que el enemigo tenía mucha más fuerza que ella. Le respondió, firme y segura de sí misma:
- Puede que no, pero… ¡¡Haré todo lo que esté a mi alcance…para detenerte!!
- Tuviste la oportunidad de huir y salvar la vida, pero la rechazaste…ahora es el momento de que pagues las consecuencias de tus actos.

Sin ni siquiera esforzarse, y como si fuera un insignificante obstáculo en su camino, el joven de negro apartó a la chica a un lado con su fuerza y le rajó un brazo con el filo de su espada:
- ¡¡Cristal!!- gritó Erika, preocupada.
El enemigo continuó caminando, dejando atrás a la princesa. Sin embargo ésta, con el brazo herido y sangrando, no se dio por vencida. Se levantó, mientras le temblaban las piernas, y dijo seria y firmemente:
- No me rendiré…eso jamás…
Cogió su estrella ninja del suelo y corrió nuevamente a atacar al chico de negro, por la espalda y con un grito de furia. En aquella ocasión el enemigo realizó una finta rápida y contraatacó a la princesa por un lateral. El intento fallido acabó con el mismo resultado que el anterior, sólo que esa vez fue la pierna derecha la que resultó herida:
- Voy…a luchar…hasta el final…- decía la chica con coletas, jadeando.
La princesa recogió de nuevo su arma, y se lanzó otra vez al ataque, recibiendo la misma paliza. Fue entonces cuando empezó un largo duelo de paciencia contra iniciativa desesperada. La ladrona no se daba por vencida, y aún a pesar de todas las heridas que recibía y del dolor que sentía por todo su cuerpo, siempre se levantaba y repetía consecutivamente los mismos movimientos, en numerosos intentos por tratar de hacer daño al enemigo.
Frente a su empeño por intentar ganar al combate, y usando inútilmente la misma estrategia, el resultado siempre era el mismo, y se repetía una y otra vez en medio de sus gritos y gemidos de dolor:
- ¡¡Cristal!!- gritaba la joven elegida, asustada y casi a punto de llorar.
El chico de negro se acercaba lentamente a ella a cada paso que daba, y a pesar de todos los esfuerzos de la princesa, estaba claro que no podía detenerle. Erika temblaba y lloraba al ver a Cristal malherida, levantándose y atacando al oponente repetidas veces, mientras sufría y aguantaba con profundo dolor sus cortes y heridas ensangrentadas, sólo para protegerla. Se trataba de una tortura que no podía soportar.

Tras aproximadamente unos segundos de inmensa tensión e intriga, finalmente el enemigo llegó frente a Erika. Ésta palideció de terror y con la boca abierta al ver la espada del chico levantarse y apuntar hacia ella. Con el rostro serio y sin mostrar ninguna expresión, dijo con indiferencia:
- Ya está bien de tonterías, acabemos con esto de una vez por todas.
Un horrible escalofrío recorrió la espalda de Erika, que sintió la presencia de la muerte muy cercana a su cuerpo:
- Adiós, elegida de la vara mágica- comentó el joven con gafas.
El enemigo agarró fuertemente su arma con una mano, y la chica cerró los ojos al mismo tiempo que la espada se lanzaba hacia ella. Parecía su inevitable y trágico final.

Sin embargo, sorprendentemente no ocurrió lo que esperaba.

Sintió que algo se interpuso entre el arma del enemigo y ella, algo que detuvo el ataque. Al abrir poco a poco los ojos, la joven se quedó perpleja, y palideció cuando vio que Cristal estaba dándole la espalda, frente a ella. Ahogó un grito de terror al ver con sus propios ojos que la espada ensangrentada le atravesaba un riñón, y perdió el color del rostro cuando se dio cuenta de que Cristal se había puesto de por medio para salvarla.
Casi sin palabras, Erika pudo decir, con los ojos llenos de lágrimas:
- Cris…tal…
A la princesa le temblaba todo el cuerpo. Tosió varias veces violentamente y después escupió sangre por la boca. A pesar de estar gravemente herida, hizo acopio de sus últimas fuerzas para pronunciar, con esfuerzo y dificultad de respiración:
- Te…dije…que te…prote…gería…con…todas….mis…fuerzas…
Erika escuchó las palabras de su amiga, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. La chica con coletas levantó la mirada al enemigo, mientras jadeaba y agarraba con sus manos la espada que la atravesaba. Se dirigió a él, con firmeza y seguridad en sí misma:
- Y tú…vas a…necesitar…algo más…que esto…para poder…detenerme…

La expresión del joven miembro de la organización Muerte había cambiado radicalmente. Su sonrisa maléfica desapareció en el mismo momento en que Cristal le dirigió la mirada, desafiante. No podía creer que, después de todo el daño, de todas las heridas que le había hecho y del grave estado en el que se encontraba, la chica con coletas pudiera seguir en pie.
Supo que había sido la gran fuerza de voluntad de sí misma y del enorme deseo de proteger a la elegida lo que había hecho que se levantara y atacara una y otra vez, sin descanso, aún sabiendo que corría peligro de muerte.
El chico de negro se quedó completamente perplejo y sorprendido al mirar los ojos y la cara seria y amenazante de Cristal, que lo miraba fijamente sin pestañear, y supo que estaba decidida a luchar hasta el final para proteger a su amiga:
- Tú... ¿cómo…cómo puedes…volverte así…por los demás?- preguntó él joven con gafas, atónito y temblando- a pesar de todo el daño que has recibido…todavía puedes luchar…es sencillamente…increíble…

Sorprendentemente, algo en el rostro de Cristal le dio tanto miedo que le hizo separarle la espada del cuerpo y alejarse unos pasos, mientras la princesa caía al suelo, inconsciente. La espada ensangrentada desapareció tras un fogonazo oscuro y el chico de negro se llevó las manos a la cabeza. El miedo y el pánico cundió en él al instante y, durante los siguientes segundos, un ataque de cólera y esquizofrenia lo invadieron de tal forma que no se parecía en nada al mismo asesino tranquilo y calculador contra el que se enfrentaron al inicio del combate:
- ¿¡Por qué…!?- se preguntaba a sí mismo, furioso- ¿¡Por qué no puedo hacerlo!? ¡¡Nunca antes me había pasado algo así!! ¿¡Qué significa esto!?
Llegó un momento en que no pudo contener por más tiempo su rabia acumulada, y de repente empezó a gritar de locura. Fue tanto el odio que explotó dentro de él, que tras unos segundos de grito a pleno pulmón, apareció sin ningún gesto de mano un agujero oscuro a su lado.
Sin dudarlo ni pensarlo dos veces, se internó en él corriendo de lleno, porque desapareció sin dejar rastro, tras cerrarse la brecha oscura. El enemigo no volvió a aparecer ante ellas, y como única superviviente de todo el combate, Erika supo que la dura batalla por fin había terminado.

El peligro había pasado. Ya no tenían nada que temer, al menos por el momento. Erika se acercó al cuerpo inerte de la princesa, arrastrando su pierna herida por el suelo y gimiendo de dolor. Sabía que el esfuerzo y el dolor que sentía ella en aquellos momentos no se podía comprara con todo el daño que habían recibido sus amigos luchando por ella, de modo que trató de ser fuerte igual que ellos, y de aguantar.
Al llegar junto a su compañera, Erika la sacudió con las manos:
- ¡¡Cristal, Cristal, responde por favor!!
No hubo respuesta, y la chica se asustaba aún más. Se dio cuenta de que estaba gravemente herida en un costado, y enseguida utilizó su magia curativa. Con las palmas de las manos apoyadas en su peor herida, y mientras éstas brillaban intermitentemente en verde, la joven decía, preocupada y asustada:
- Aguanta, Cristal…no te mueras ahora, por favor…
Hicieron falta varios segundos de profunda tensión y los nervios a flor de piel, en los que Erika creyó que  Cristal no se salvaría, para que la chica con coletas moviera lentamente los dedos y abriera poco a poco los ojos. Una sonrisa aliviada y llena de alegría se dibujó de oreja a oreja en el rostro de la joven elegida:
- E…Eri…ka…- pudo pronunciar Cristal, con esfuerzo.
- Tranquila, descansa- respondió su compañera- yo me encargo del resto.
Sin embargo, antes de caer de nuevo inconsciente, la ladrona dijo, con una media sonrisa triunfadora:
- Lo…lo con…seguí…jeje…je…
Antes de terminar de curar a la princesa Erika la miró sonriente, mientras ésta volvía a cerrar los ojos, y cuando se hubo quedado profundamente dormida, le dijo agradecida y de todo corazón:
- Gracias, Cristal.                                                                                                                                                                                                                                      

Aquella misma noche, todos se encontraban reunidos alrededor de la hoguera, cenando una pieza de carne asada de un animal salvaje. El grupo se había recuperado de la mayor parte de las heridas por el reciente combate, pero aún no estaban plenamente en forma.
Necesitaban descansar para mantenerse fuertes. Estando en aquel bosque no podían bajar la guardia ni estar en baja forma física. No sabían hasta cuándo iba a durar la calma tras la tempestad, ni tampoco cuándo iba a volver a atacar el enemigo. Debían estar preparados para cualquier combate inesperado.

Mientras comía un trozo de carne asada, Rex dejó escapar un alarido de dolor, al mover sus patas para aguantar la comida:
- ¡Ay, todavía me duelen las cicatrices de mis patas!
Incluso cuando dio un mordisco al muslo de carne, y después de masticar y tragar la comida con cara de asco, añadió:
- Y encima aún conservo el mal sabor de la sangre de aquel tipo en mi boca.
Jack, por el contrario, no comía nada. Parecía pensativo. Habló al grupo en general, dirigiéndose a la joven:
- Todavía sigo sin entender por qué el enemigo se volvió loco y salió huyendo, teniéndote delante y a punto de matarte.
- Yo tampoco lo comprendo…- comentó Erika, que dijo, sonriente- pero de lo que sí estoy segura es que Cristal nos ha salvado a todos.
La princesa permanecía callada, mirando al fuego. No había probado bocado y tenía la mirada perdida, como si tuviera la cabeza en otra parte. Había hablado muy poco durante la cena y no intervenía como de costumbre en las conversaciones del grupo. Pensar demasiado no era propio de ella, no parecía la misma de siempre.

Después de observar a la chica con coletas un rato, Alana comentó en voz alta al resto de sus amigos, pensativa:
- Escuchad chicos, esto es muy raro…lo que ha pasado hoy…ya lo he vivido antes…
Las palabras de la pelirroja despertaron una gran confusión en los demás. Jack preguntó, intrigado:
- ¿Qué quieres decir?
- Cuando nos enfrentamos a ese mismo tipo en el continente oeste…hubo un momento en que nos encontramos en la misma situación de hoy…
Al perro se le encendió la bombilla de la memoria, e intervino en ese momento diciendo:
- Tienes razón, nos dejó fuera de combate a Alana y a mí sin apenas esfuerzo…- luego dirigió la mirada a la princesa, ajena mentalmente de la conversación y de que estaban hablando de ella- pero…a la hora de enfrentarse a Cristal…por alguna extraña razón, no pudo atacarla…es como si le tuviera miedo o algo se lo impidiera…
En ese momento Erika creyó entender a lo que se refería porque ella también lo había visto ese mismo día en persona. Recordó el repentino cambio radical del enemigo cuando se vio frente a frente con la princesa, y preguntó curiosamente:
- ¿Quieres decir que puede haber algún tipo de relación entre Cristal y ése chico?
- No te precipites. Puede ser que yo también me equivoque, pero…visto lo visto, no descarto esa posibilidad…- respondió Alana, que luego miró a la chica con coletas diciendo- ¿Tú qué opinas, Cristal?
La pregunta pilló por sorpresa a la princesa desprevenida, que estaba pensando en otra cosa. Su cara perpleja y sorprendida le demostró a los demás que no estaba pendiente ni había oído nada de toda la conversación del grupo:
- ¿¡Eh, qué…!?- exclamó ella, como si se hubiera despertado de repente- ¿¡Qué pasa!?
- ¿No estabas escuchando, verdad?- preguntó Jack, con una media sonrisa.
Todos se rieron a carcajadas y Cristal se sonrojó un poco, al sentirse como una tonta delante de sus amigos. En ese momento un bostezo por parte de Erika le indicó a los demás que tenía sueño, y como una larga cadena contagiosa, Jack, Alana, Rex y Cristal también bostezaron uno detrás de otro, en ese orden:
- Bueno, vamos a dormir…- dijo el mago, tras bostezar- hoy ha sido un día duro y estamos todos cansados.
El resto del grupo asintió con la cabeza, de acuerdo con la idea:
- Tienes razón- respondió el perro con otro largo bostezo, que se tumbó en el suelo mientras se ponía cómodo- buenas noches a todos.
Y de esa forma todos se tumbaron en la hierba, no sin antes activar el escudo mágico de protección alrededor de la hoguera. El cansancio que tenían tras los últimos acontecimientos del día hizo que, tras cerrar los ojos, Erika y los demás cayeran rápidamente en un merecido y profundo sueño.

Al cabo de las siguientes horas, mientras todos dormían, Cristal aún seguía despierta. El reciente combate contra el chico de negro todavía permanecía con todo lujo de detalles en su memoria, y no dejaba de pensar en otra cosa. Después de dar un montón de vueltas en el suelo tratando de ponerse cómoda inútilmente, descubrió que, por mucho que lo intentara, no conseguiría dormir aquella noche.

Una locura le rondaba por la cabeza, y sabía que era la única forma de averiguar lo que buscaba.

Antes que pasar otra noche en vela con los ojos abiertos, decidió enfrentarse a lo que iba a hacer. Con sumo cuidado y precaución, cogió su arma, se levantó y caminó sigilosamente por entre el resto de sus compañeros dormidos, tratando de no despertarlos.
Gracias a su mejor habilidad del sigilo y del camuflaje, logró atravesar el pequeño campamento del grupo de aventuras sin hacer el más mínimo ruido. Salió como una sombra silenciosa del escudo mágico de protección del campamento, y ya en el exterior, volvió la vista atrás para asegurarse de que nadie de sus amigos se había despertado.
Con valor y decisión, dio media vuelta hacia el frente y se alejó caminando del lugar, hasta desaparecer por entre la espesura de los árboles. Sabía que lo que hacía era peligroso, pero no le importaba. Aquello debía hacerlo sola.
Tenía muchas preguntas en la cabeza y conocía el camino para encontrar las respuestas, aunque fuera demasiado peligroso incluso para ella misma.

Después de caminar sin rumbo fijo durante unos minutos, guiándose únicamente por la intuición y el peligro, por fin llegó hasta un pequeño claro del bosque. Allí, la brillante luz de la luna llena iluminaba gran parte del lugar, y en el centro no había árboles para ocultar nada.
La princesa supo que había llegado al sitio perfecto, y avanzó cautelosamente hasta el centro del rayo de luz, sin dejar de empuñar su arma. Se detuvo justo en el interior del claro, de manera que fuera un blanco fácil y visible desde cualquier parte alrededor del mismo:
- Sal, sé que estás ahí- dijo la chica, segura de sus palabras.

En ese momento, una figura humana surgió de entre las sombras de los árboles y se acercó al foco de luz frente a ella, que iluminó todo su cuerpo:
- Tienes mucho valor para venir aquí tú sola…- comentó el chico con gafas, en tono de indiferencia- veo que todavía no te has recuperado de tus heridas.
- Lo mismo puedo decir de ti- respondió Cristal, seriamente- me aprovecharé de eso…para matarte.
El joven miembro de la organización Muerte seguía tranquilo ante la amenaza de su enemiga, sin mostrar ninguna expresión:
- Así que es por eso… ¿has venido a vengarte?
- ¡¡Exactamente!!- exclamó Cristal, cada vez más dura y expresiva- ¡¡Voy a hacerte pagar todo el daño que nos has hecho a mis amigos y a mí!!
El chico de negro rió maléficamente y luego dijo con una sonrisa maliciosa:
- ¿Estás segura de que realmente has venido por eso y no por otra razón?
Aquella repentina pregunta hizo dudar a Cristal durante unos segundos, mientras le temblaba todo el cuerpo. Por un instante tuvo miedo al ver la seguridad en las palabras del oponente que la dejó paralizada. Al cabo de unos segundos de duda y confusión, finalmente sacudió la cabeza a ambos lados y miró al frente, tratando de mantenerse firme:
- ¡¡No me confundas, he venido a matarte!!
- Si quisieras matarme, habrías venido a atacarme en cuanto me viste…- afirmó el joven, seguro de sí mismo, que luego añadió- acéptalo, has usado eso como excusa para venir a verme.
Aquellas palabras enfurecieron tanto a la princesa que acabó por perder la paciencia. Gritó enfadada diciendo:
- ¡¡Mientes, voy a matarte aquí y ahora…prepárate a morir!!

Fue entonces cuando dio comienzo el combate. La chica corrió furiosa hacia el enemigo con la estrella ninja en la mano. Tal y como era de esperarse, su ataque fue bloqueado por la espada del chico de negro, que sonreía con malicia.
Cristal dio un salto mortal hacia atrás y frenó con las suelas de los zapatos. No estaba dispuesta a rendirse, de modo que con el impulso de sus pies corrió nuevamente hacia el chico, mientras la estrella ninja desprendía un aire helado a causa del hechizo mágico Hielo enlazado.

El intento fallido obtuvo el mismo resultado con el choque metálico de ambas armas y la princesa, aprovechando la inutilización de sus armas en aquel instante, intentó golpearlo con una patada giratoria a la cara.
El enemigo detuvo la patada con una sola mano. Usó su increíble fuerza para quitar de las manos de Cristal su estrella ninja, y aprovechó su desequilibrio para inmovilizarla rápidamente por detrás, usando una finta y rodeando su cuello con el brazo derecho:
- ¿Por qué siempre tienes que darme tantos problemas?
Cristal intentó resistirse forcejeando, pero no podía. Todavía estaba débil por las heridas del anterior combate y no se había recuperado completamente. No tenía arma y tampoco podía alcanzarla, alejada a varios metros de ellos en el suelo.
Con las manos maniatadas y sin poder moverse, estaba completamente a merced del desconocido:
- Dime, ¿ya has pensado en lo que te dije?- preguntó el chico de negro, muy cerca de ella- estoy esperando tu respuesta.
La princesa, confusa y a la vez perpleja, contestó:
- No…no sé de qué me hablas…
- Estás mintiendo…sabes muy bien de lo que estoy hablando…porque yo también lo siento, y es por eso que nunca puedo matarte.

Sorprendentemente el chico la soltó e hizo aparecer un puñal oscuro a través de su mano. Dio media vuelta a su rival, cogió la mano de Cristal, se lo tendió a ella y llevó su mano hasta su propio cuello. La chica, completamente confusa y perpleja, le preguntó, atónita:
- ¡¡Pero…!! ¿¡Qué haces!?
- Quieres matarme, ¿verdad?- preguntó él, seriamente- ahora puedes hacerlo. Tienes una oportunidad única que sólo yo te ofrezco.
Cristal temblaba, tratando de asimilar el increíble giro radical que acababa de dar el combate. No podía creer que tuviera un arma rozando el cuello de su oponente, y que se la hubiera dado él mismo. Tenía prácticamente la vida del enemigo en sus manos:
- Adelante, hazlo- le dijo el chico de negro- ¿a qué esperas? ¿no querías matarme?

Cristal deseaba con todas sus fuerzas matar al rival. En ese instante recordó todos los combates que habían librado sus amigos y ella luchando contra él, y cada vez que pensaba en todo el daño que les había hecho, le hervía la sangre y le daban ganas de darle su merecido. Era perfectamente consciente de que debía hacerlo, por sus compañeros y por ella, y sabía que no tendría otra oportunidad como aquella.
Sin embargo, por mucho que trataba de mover el puñal y de rajarle el cuello como tanto deseaba, sorprendentemente algo en su interior se lo impedía. El arma en su mano temblaba, mientras apretaba los dientes.
Al cabo de unos segundos de tensión e intriga, por fin Cristal pudo ver la respuesta que andaba buscando, y fue en ese momento en el que comprendió claramente lo que sintió su enemigo cuando le perdonó dos veces la vida:
- ¿Por qué…?- dijo ella, perpleja y sorprendida- ¿por qué no puedo matarte?
- Yo iba a hacerte la misma pregunta.
Cristal dejó caer el puñal de sus manos y lo abrazó y besó en los labios como nunca había besado a alguien. Él también soltó su arma y la correspondió rodeándola con los brazos. Ambos se abrazaron y besaron como si sus cuerpos fueran uno solo, mientras la luz de la luna llena los iluminaba con todo su esplendor y claridad.

Al cabo de los siguientes segundos seguían de pie, abrazados. Cristal, rodeada por los brazos del chico, sonreía felizmente. Durante toda su vida jamás había soñado sentirse así, y menos aún por alguien. Su corazón latía a mil por hora, y todo le parecía tan irreal que creía seguir en las nubes:
- No me lo puedo creer… ¿qué es lo que ha pasado?
- Por fin me has dado tu respuesta- sonreía él, a su vez- parece mentira que hace un minuto los dos estuviéramos peleando a muerte.
Ambos rieron, cierto es que tenía su gracia. Qué irónico le resultaba a la chica con coletas pensar que recibiría su primer beso del enemigo, contra el que habían luchado a muerte en varias ocasiones.
Y al recordar esa palabra, Cristal se dio cuenta de una cosa importante, que los afectaba a los dos. En ese momento le llegaron imágenes fugaces a la cabeza de sus amigos Jack, Alana, Rex, Erika y Eduardo. Se separó del chico de negro, con cara de preocupación y arrepentimiento:
- No…no puedo…
- ¿Qué pasa?- preguntó él.
- Esto…esto está muy mal…- dijo Cristal- somos enemigos…no deberíamos estar aquí…
El joven con gafas se tornó serio de repente, y le respondió:
- Entonces explícame lo que ha pasado… ¿es que acaso esto no ha significado nada para ti?
La princesa pronunciaba muy confusa sus palabras, y claramente insegura de sí misma:
- Yo…sí…he sentido algo, pero…
- Ambos sabemos lo que sentimos, sabemos que es real…- trató de animarla él- ¿por qué te niegas a aceptarlo?
En ese momento la chica con coletas cambió de expresión a firmeza y seriedad. Sabía por qué no debía sentir ese tipo de cosas por el enemigo:
- Por el respeto y la lealtad de mis amigos…porque ellos confían en mí.
El joven de negro suspiró, recordando por qué los dos habían empezado aquel combate. Suspiró y sonrió mirándola con cariño:
- Está bien…como tú quieras.
Ella sonrió a su vez, aliviada al sentir que comprendía su situación. Lo miró a los ojos con una media sonrisa enamorada:
- ¿Me dirás al menos cómo te llamas?
El chico de negro dudó por un momento, ya que nunca antes había revelado su identidad, pero finalmente decidió responder a su pregunta:
- Me llamo Ray.

Cristal sonrió pícaramente. Era la primera de sus amigos que conocía la identidad del enemigo, y le parecía un nombre muy bonito, ideal para un asesino experto miembro de la organización Muerte. Con una media sonrisa, la chica se separó de él y se alejó diciendo:
- Bueno, Ray…será mejor que me vaya cuanto antes.
- ¿Volveremos a vernos?
- Sí…- respondió Cristal- pero sólo si me prometes que no le harás daño a mis amigos.
Ray dudó por un momento, ya que matar a los elegidos era su primordial misión como miembro de la organización Muerte. Sin embargo, los sentimientos que tenía por la chica con coletas le hicieron olvidar todo lo relacionado con su trabajo, y le dijo con una media sonrisa:
- Lo prometo.
La princesa sonrió por última vez, antes de dar media vuelta y perderlo de vista. Se alejó caminando por entre los árboles, hasta desaparecer del lugar de encuentro e internarse de nuevo en la espesura del bosque.
Lo que había pasado allí había marcado su vida y su corazón de una forma que ella nunca hubiera imaginado. Por primera vez desde hacía años se durmió felizmente, con una gran sonrisa y mirada soñadora, esperando que llegara el nuevo día.

Continuaron viéndose las siguientes noches, a espaldas de sus compañeros, para hablar y charlar el uno con el otro. La princesa comprobaba que su nuevo amigo cumplía la promesa porque, a partir de entonces, ya no volvió a atacarlos durante su trayecto por el bosque.
Por suerte, y gracias a la habilidad de camuflaje y sigilo de Cristal, la chica con coletas siempre conseguía irse y volver al campamento sin despertar a sus amigos. Ambos sabían que nadie debía enterarse de aquellos encuentros nocturnos, o de lo contrario los dos se verían en un gran aprieto.

Una de las noches, cuando Cristal llegó hasta el lugar de encuentro en el que se veían, allí estaba él, esperándola. Nada más acercarse, la princesa vio claramente en su rostro que algo no iba bien, y le preguntó:
- ¿Qué te pasa? Te noto preocupado.
Entonces el chico la miró a los ojos, y le dijo de repente:
- Sabes que te quiero, ¿verdad?
Aquello dejó confusa a Cristal, que no entendió a qué se refería:
- Si, y yo a ti también, pero… ¿a qué viene eso?
Ray tardó un poco en responder. Cada palabra que pronunciaba estaba cargada de preocupación e inseguridad:
- Es que…sólo hay una forma…de que podamos estar juntos…para siempre…
- Dime cuál es esa forma- respondió la chica, abrazándolo con fuerza- quiero estar siempre contigo.
En ese momento él la separó un poco de sí, y ambos se miraron fijamente a los ojos. Tras unos segundos de silencio, Ray le dijo seriamente:
- Tráeme a la elegida.

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