Capítulo
XXXII
SOLA
ANTE EL PELIGRO
Jack y Erika se encontraban preparados
en su puesto de vigilancia, acompañados del teniente Biggs, y dentro del
monumento histórico. Los tres habían llegado hasta su objetivo a través de la
red de alcantarillado que había bajo la ciudad, para no ser vistos. Los dos
magos dieron las gracias al jefe de la resistencia por acompañarlos, ya que la
red de alcantarillado era un inmenso y complejo laberinto, lleno de caminos y
callejones sin salida. Incluso con el teniente encabezando el grupo y un mapa
de las alcantarillas de Metroya, tardaron casi veinte minutos en recorrer el
subsuelo de la ciudad. Estaban seguros de que ambos solos no habrían conseguido
llegar nunca bajo tierra.
Camuflado por sus paredes, el interior
del monumento histórico tenía varias plantas con escasas ventanas muy bien
camufladas. En la última de arriba se encontraba el sistema de poleas que
permitía subir y bajar las rejas de acero para casos de emergencia. Jack y Erika habían estudiado detenidamente el estado de aquel sistema, antiguo y lleno
de polvo, que probablemente nadie había movido a lo largo de los siglos de la
historia. A juzgar por su estado, moverlo no iba a ser nada fácil. Por suerte,
tenían al ancho y musculoso teniente Biggs en su equipo, preparado para
ayudarlos a bajar las rejas.
Sabían perfectamente que sólo tenían
una oportunidad para encerrar a Venigna en aquella gigantesca jaula. Si algo
salía mal, aunque fuera un pequeño error, la misión fracasaría, y por ello no
podían permitirse ningún error. De ellos y del equipo francotirador dependía el
desenlace del tremendo conflicto mundial que estaba a punto de desencadenarse.
Empezaban a notar la ausencia de la
princesa, y el sonido de los tambores y trompetas del desfile ahí fuera los
ponía cada vez más nerviosos. Faltaba muy poco tiempo para llevar a cabo la
misión Arco Triunfo y pasar a la acción:
- ¡Sólo faltan cinco minutos para las
ocho y media!- indicó Roger, alarmante- ¿¡Dónde se ha metido Cristal!?
Mientras Biggs ya no podía evitar
morderse las uñas y caminar bastante nervioso de un lado a otro mientras miraba
continuamente por las ventanas y el reloj de su muñeca, Jack observaba con unos
prismáticos al exterior. No dejaba de mirar la azotea del edificio más cercano,
en donde se situaba Alana, preparada con su arma para la acción. Seguía sin
señales de sus compañeros francotiradores:
- Eduardo, ¿dónde estás?- dijo Jack en
voz baja para sí mismo- completamente nervioso y preocupado- faltan solo cinco
minutos…me prometiste que volverías antes de la hora fijada…por favor, no
rompas la promesa…
La situación era cada vez peor, no
recibían noticias del equipo francotirador. Faltaban pocos minutos para la
puesta en marcha de la operación, y los tres comenzaron a sospechar, con miedo,
lo evidente:
- Estoy muy preocupada- comentó Erika-
¿creéis que les habrá pasado algo?
- Han ido directos a la mismísima
morada de Venigna- respondió el teniente- eso ya de por sí es demasiado
peligroso…ninguno de los nuestros ha vuelto con vida para contarlo…
Biggs cogió nuevamente el transmisor de
comunicación de su cinturón, y se lo acercó a la boca mientras pulsaba un botón
y pronunciaba, nervioso:
- ¡Aquí equipo Arco Triunfo! ¿Me
reciben, equipo, equipo francotirador?
En ese momento respondió al otro lado
de la línea una voz muy conocida por los dos magos:
- ¡Aquí equipo francotirador!-
comunicó Alana desde su transmisor- ¡le recibo, por aquí todo sigue en orden,
cambio!
- ¿No hay señales de sus compañeros de
equipo? ¡Cambio!
- No, teniente…no ha llegado nadie, y
falta poco tiempo para la operación…mucho me temo que tendremos que abortar la
misión…cambio.
El jefe de la resistencia de Oblivia
respondió a la pelirroja:
- No podemos hacer eso…la próxima Gira
de la Victoria es el año que viene, y para ese entonces ya habrá estallado la
guerra…y seguramente también acontecido el fin del mundo…la existencia tal y
como la conocemos habrá desaparecido para siempre…- explicó el teniente- si
queremos evitar la catástrofe, éste es el momento…no tendremos ninguna otra
oportunidad de matar a Venigna…y lo haremos nosotros solos si hace
falta….cambio.
- Entendido, teniente…- respondió
Alana- en ese caso, mucha suerte a todos…y que los dioses estén hoy de nuestra
parte…cambio y corto.
La voz de la pelirroja dejó de sonar,
estaba claro que iba a disparar aunque fuera ella sola, si era necesario. En un
nuevo intento por establecer comunicación con los restantes miembros del equipo
francotirador, Biggs volvió a decir, hablándole al transmisor:
- Aquí equipo Arco Triunfo, ¿me
reciben, equipo francotirador? Por favor, contesten… ¿me recibe alguien?
No hubo respuesta. Un sonido de lluvia
indicaba la no comunicación al otro lado del transmisor:
- Soldado Wedge, Rex, Eduardo… ¿me
recibís? ¡Cambio!
Seguía sin responder nadie. Las
sospechas se confirmaban por momentos, y ya iba siendo hora de asumir la
terrible verdad. Definitivamente les había pasado algo, y no podían descartar
la posibilidad de que estuvieran muertos. De ser así, la profecía jamás se
cumpliría, y todos ellos junto al mundo de La Tierra y Limaria, estarían
condenados irremediablemente a morir.
Biggs se dirigió a los dos magos, para
comunicarles tristemente la mala noticia:
- Jack, Erika…mucho me temo
que…vuestros amigos no han sobrevivido al rescate de la princesa…
Ambos palidecieron de repente,
aquellas palabras les habían dejado sin habla. No podían creer que Eduardo y
Rex acabaran así, de aquella manera:
- No…no puede ser…- dijo la chica,
temblando y asustada- ellos…ellos no…
- Lo siento mucho…ahora que ha muerto
“él”, ya no podemos…
En ese momento Jack alzó la voz, firme
y seguro de sus palabras. No dejó terminar la frase al teniente:
- ¡No está muerto!- casi gritó el
mago, furioso- ¡me hizo una promesa y dijo que la cumpliría! ¡No puede morir,
porque sabe que él nos guía y lidera a todos…sabe que tiene que salvar este
mundo con ella!- estalló Jack- ¡por eso mismo, todavía no puede morir…no sin
antes haber cumplido la profecía!
Biggs y Erika lo miraban, perplejos y
con la boca abierta:
- ¡Es nuestro compañero, nuestro
amigo…y por eso….sé que está vivo! ¿¡Entendido!?
- Pero, Jack…
En ese momento la chica volvió la
vista al exterior, y lo que vio la hizo palidecer de terror. Enseguida avisó a
sus compañeros:
- ¡Chicos, mirad!- señaló la joven.
Jack y Biggs hicieron lo que dijo
ella, y sus rostros también mostraron una escalofriante expresión de sorpresa.
No querían creer lo que veían, pero estaba a punto de ocurrir lo inevitable.
La carroza de Venigna, con la bruja
sentada en su trono, había pasado la esquina y se adentraba en la calzada
romana, camino directo al Arco de Triunfo. Era solo cuestión de minutos que la
carroza pasara por debajo del monumento y se situara en el punto señalado para
la trampa:
- Oh no…- dijo Biggs en tono preocupante,
que luego se volvió hacía sus compañeros y ordenó sin vacilaciones- ¡Chicos,
rápido, preparaos!
- Pero… ¿¡Y Cristal, Eduardo y Rex!?
- ¡No hay tiempo!- afirmó el teniente-
¡tendremos que hacerlo nosotros!
Los dos magos asintieron con la cabeza
y ambos corrieron a sus puestos, muy nerviosos y con el pulso del corazón entre
dos latidos. Ahora la iniciativa de la misión dependía únicamente de ellos, si
salía algo mal toda la misión fracasaría.
Faltaban dos minutos para las ocho y
media.
Mientras tanto, en la azotea del
edificio más cercano al Arco de Triunfo, Alana afinaba su puntería con el fusil
en sus manos. No estaba segura de hacerlo bien, pues nunca antes había cogido
un arma de fuego, y temía que fallara el disparo:
- Maldita sea…- se dijo a sí misma,
con el pulso a flor de piel.
Intentaba apuntar a algún objetivo
visible de más o menos la distancia del Arco de Triunfo, pero le temblaban las
manos y no era capaz de apuntar correctamente. Después de muchos intentos por
tratar de controlar su pulso, finalmente se dio por vencida y dejó el fusil en
el suelo, cerca de ella:
- Es inútil, no lo conseguiré…- dijo,
hundiendo la cabeza en sus brazos- sola no, necesito ayuda.
En ese momento oyó ruidos a sus
espaldas. Se giró con el rifle en guardia, y al reconocer las siluetas que se
aproximaban corriendo a ella, bajó el arma y exclamó, completamente perpleja y
con la boca abierta:
- ¿¡Rex, Eduardo, Wedge…qué ha
pasado!?- preguntó la pelirroja, al ver las heridas que tenían por todo el
cuerpo.
- Es…una larga…historia…- dijo Rex,
jadeando del cansancio- hemos…tenido…que volver…a toda…prisa…
- ¡Pero…! ¿¡Y Cristal!?- interrogó la
piloto, preocupada- ¿¡Está bien!? ¿¡Dónde está!?
Fue entonces cuando el soldado de
Oblivia aclaró, con palabras inseguras:
- Su majestad no está bien… ¡ha ido a
enfrentarse a la mismísima Venigna…ella sola!
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, atónita-
¿¡Pero a esa chica se le ha ido la olla o qué!? ¡¡No durará ni diez segundos
contra ella…es un suicidio!!
Rex intervino en ese momento para
comunicarle a la pelirroja las últimas palabras de la princesa:
- Nos dijo que abortáramos la misión y
escapáramos de la ciudad, antes de que sea demasiado tarde…no sé qué podemos
hacer…
- ¡Pues está claro!- exclamó Eduardo,
firme y seguro de sí mismo- ¡vamos a ayudarla!
- ¿¡Pero qué dices!?- preguntó Rex,
perplejo- ¡¡Sin Cristal en el Arco de Triunfo no podemos iniciar la misión!!
- ¡No, tiene razón!- le apoyó Wedge-
¡La misión Arco Triunfo debe seguir adelante…es nuestra única oportunidad para
asesinar a Venigna…no tenemos otra!
Lo que les dijo el joven a sus
compañeros los dejó sin habla y con la boca abierta:
- ¡Cristal nos ha ayudado siempre, a
su manera…y gracias a ella hemos podido superar muchos de los obstáculos en
nuestro camino!- explicó Eduardo- ¡es el momento de devolverle el favor…ésta es
su lucha, y nos necesita ahora más que nunca…debemos demostrarle que no está
sola, que estamos unidos y que permaneceremos con ella hasta el final!
Las palabras del chico conmovieron a
la mujer y al perro, recordando en ese instante el momento en que se
reencontraron todos en el continente norte. Fue entonces cuando recordaron que
la chica con coletas era su amiga, y que formaba parte de su gran familia.
Después de todo lo que había hecho ella por ellos, no estaban dispuestos a
dejarla sola frente al peligro, y mucho menos ahora:
- ¡Muy bien!- sonrió Alana, firme y
segura de sí misma- ¡Toca cacería de brujas!
- ¡Ayudaremos a Cristal en todo lo que
podamos!- añadió el perro, de la misma manera- ¡La misión Arco Triunfo sigue
adelante!
Eduardo y Wedge intercambiaron una
mirada, y ambos asintieron con la cabeza. Alana le dio al joven su fusil
mientras que el soldado extraía el suyo propio bajo su traje de encapuchado.
Todos se pusieron en posición de francotiradores, frente al lado de la azotea
del edificio que comunicaba visualmente con el Arco de Triunfo, mientras
acercaban un ojo y observaban por la mirilla del arma:
“Te ayudaremos, Cristal”- pensó
Eduardo- “recuerda que no estarás sola”
Faltaba un minuto para las ocho y
media.
Era casi la hora, faltaban treinta
segundos. La carroza de Venigna estaba a punto de entrar en el Arco de Triunfo,
tal y como habían previsto, a la hora exacta. Jack, Erika y Biggs contaban los
segundos que faltaban a través del reloj de la muñeca del teniente. Estaban muy
nerviosos y les temblaban las manos, agarradas al eje conductor del sistema.
Los últimos diez segundos fueron los
más tensos y eternos para todo el grupo.
Al llegar a cero, la carroza de la
bruja ya estaba dentro del monumento, sobre el punto señalado para la trampa.
Fue entonces cuando Biggs gritó:
- ¡¡Chicos, ahora!!
Los tres reunieron fuerzas en sus
brazos y manos y trataron de poner en funcionamiento el antiquísimo sistema de
poleas, que desgraciadamente no respondía a su petición:
- ¿¡Pero qué pasa!?- preguntó Erika,
atónita- ¡¡no se mueve!!
- ¡¡Intentémoslo de nuevo!!- dijo
Jack.
El grupo trató nuevamente de mover el
eje, esta vez con todas sus fuerzas, pero sin éxito. Hacía tantos siglos de
historia que no se ponía en funcionamiento que intentar moverlo ahora era un
duro reto. Ni siquiera con la tremenda fuerza de los brazos anchos del teniente
eran capaces de mover más de tres centímetros del eje conductor:
- ¡¡Maldita sea…!!- exclamó Biggs-
¡¡muévete!!
La situación se complicaba
radicalmente. No esperaban que costase tanto mover aquel eje, y en aquellos
momentos andaban a escasos segundos de tiempo. Dadas las circunstancias, sabían
que hacía falta la fuerza de una cuarta persona, y desearon enormemente que
Cristal estuviera allí para ayudarles.
El equipo francotirador se encontraba
confuso y desconcertado. Su objetivo ya se encontraba dentro del monumento y
era la hora de actuar. No entendían por qué no bajaban las rejas del Arco de
Triunfo:
- ¿¡Pero qué pasa!?- preguntó Alana,
confusa- ¿¡Por qué no encierran a la bruja de una vez!?
- Algo va mal- respondió Rex- seguro
que el otro equipo tiene problemas.
- En ese caso, esperaremos un poco
más- dijo Wedge- si vemos que no consiguen bajar las rejas, dispararemos
directamente a Venigna…justo antes de que salga del Arco de Triunfo.
Eduardo y los demás asintieron con la
cabeza, y continuaron en sus posiciones a la espera de los próximos
acontecimientos. Podían sentir, nerviosos, sus corazones entre dos latidos.
La situación en el Arco de Triunfo era
crítica y desesperada. Venigna había pasado el punto señalado para la trampa y
se disponía a salir del monumento. Parecía que la misión estaba condenada a
fracasar:
- ¡¡Mierda!!- exclamó el teniente-
¡¡necesitamos ayuda!!
Justo cuando parecía que todo estaba
perdido, y que Biggs, Jack y Erika habían perdido toda esperanza, dos manos más
se unieron a las suyas en el eje conductor y les prestó su ayuda. Las caras de
asombro y perplejidad se mostraron en los rostros de los tres miembros del
equipo Arco Triunfo:
- ¡¡Cristal!!- exclamaron todos.
- ¡¡No preguntéis nada!!- cortó la
chica con coletas- ¡¡sólo moved esto, no nos queda tiempo!!
Jack sonrió para sí. Que la princesa
estuviera allí con ellos sólo podía significar una cosa. Eduardo había cumplido
con la promesa, y en aquellos momentos debía de estar con Alana, Rex y Wedge, a
la espera de su actuación para poder disparar. El esfuerzo de su amigo y el
logro por traer a Cristal de vuelta infundieron ánimo y fuerzas al mago para
intentarlo una vez más.
Los cuatro sólo se concentraron en
reunir todas sus fuerzas para mover aquel sistema, parado durante siglos de
historia. Debían conseguirlo por ellos, por sus amigos, por Oblivia y por el
resto del mundo entero.
La carroza de la bruja estaba a punto
de salir del Arco de Triunfo. Los cuatro, sudando y con tremendo esfuerzo
físico, concentraron todas sus fuerzas en el eje conductor del sistema de
poleas. Tras pasar los peores segundos de esfuerzo físico de sus vidas, milagrosamente
en un mismo movimiento a la vez, consiguieron mover el eje que controlaba el
aparato central.
Habían reactivado el sistema, y debido
al desgaste de las cadenas tras más de dos mil años, éstas se rompieron
frágilmente. El eje de la polea interior giró tan rápido y frenéticamente que
golpeó y empujó a los cuatro, tirándolos brutalmente al suelo.
En el preciso momento en que las
cadenas se rompieron, las rejas de acero cayeron rápida y repentinamente como
una guillotina frente a la carroza de Venigna, que chocó justo a tiempo antes
de que saliera del monumento.
El estruendoso sonido que se produjo
por todo el lugar, sumados al giro radical del desfile y a la detención de la
orquesta de gala, llenó de confusión y desconcierto a la población metroyana,
al ver la Gira de la Victoria de su reina interrumpida de aquella forma. Era la
primera vez en toda la historia de Metroya que ocurría algo semejante en una
Gira de la Victoria.
La bruja Venigna no daba crédito a los
últimos acontecimientos. Estaba sola y encerrada en aquel gigantesco monumento
histórico, y supo sin duda que aquello sólo podía ser obra de algún grupo
minorista en contra de sus ideales. Se levantó de su trono, frustrada y a la
vez sorprendida, mientras el terror, el revuelo y la confusión invadían a la
muchedumbre metroyana, que observaba atónita el espectáculo.
Aquella era la señal. Alana, Eduardo y Wedge se dispusieron a disparar desde sus puestos. Con un eficaz método
psíquico, respiraron hondo y dejaron la mente en blanco, olvidando todo cuanto
los rodeaba, y concentrándose plenamente en su objetivo. Perfectamente
sincronizados y al mismo tiempo, los tres apretaron el gatillo y dispararon a
la vez, poniendo sus esperanzas en aquellas balas.
En una fugaz milésima de segundo éstas
llegaron al Arco de Triunfo, en dirección a su objetivo.
Venigna, como si hubiera predicho sus
movimientos y leído sus pensamientos, se giró y con una mano detuvo las balas
que tenía a escasos centímetros de ella, a través de una barrera mágica. A
continuación y ante las miradas pálidas de todos, la bruja carbonizó y
desintegró las balas como si de plástico se trataran, reduciéndolas a la nada.
Todos fueron testigos de la clara sonrisa siniestra y burlona que se formó en
el rostro casi diabólico de Venigna.
En la azotea del edificio más próximo
al monumento, el equipo francotirador no daba crédito a lo que acababan de ver.
Todo había pasado tan rápido que les costaba creer los recientes
acontecimientos. Desde luego no contaban con ese último movimiento por parte de
Venigna, pero dadas las circunstancias estaba claro que la misión había
fracasado. Ya no podían hacer nada:
- No…no puede ser…- dijo Alana, pálida
y como si hubiera visto un fantasma- ¿cómo lo ha…?
- No lo sé…- continuó Rex, también
afectado por los hechos- ¿Qué ha…pasado?
Sin embargo, el más afectado de todos
era Wedge. Sudaba y le temblaba todo el cuerpo, mientras tenía los ojos y la
boca abierta. Su rostro sorprendido y el miedo que sentía le hacían pronunciar
con esfuerzo sus palabras:
- No…no es posible…hemos fracasado…la
misión…ha fallado…Oblivia…está condenada…
Sin mediar palabra, Eduardo soltó su
fusil y se levantó, con semblante oscuro. Mientras se alejaba caminando hizo
aparecer mágicamente la llave espada en su mano. Sus amigos, perplejos y
confusos, le preguntaron:
- ¿A dónde vas?
- A cumplir la misión- respondió el
chico.
El perro le informó nuevamente de los
hechos:
- Pero si…fallamos con los disparos…ya
no podemos hacer nada…
- Te equivocas…- el joven se giró a
ellos- todavía queda una forma.
El chico les mostró la llave espada en
la mano y sus amigos captaron perfectamente el mensaje:
- ¿¡No pensarás en serio enfrentarte a
Venigna, verdad!?- preguntó Alana, perpleja.
A juzgar por el rostro serio de
Eduardo, parecía bastante claro que no estaba de broma. Iba completamente en
serio. En ese momento intervino Wedge, en contra de la idea:
- ¿¡Te has vuelto loco!? ¿¡Es que
acaso no sabes quién eres!? ¿¡Sabes lo que le pasará a Limaria si te ocurriera
algo!?
El joven lo miró seriamente, y le dijo
sin vacilar:
- Sé perfectamente quién soy, y de que
soy una de las dos únicas personas capaces de destruir a Ludmort y de traer la
paz al mundo…pero eso no significa que tenga que quedarme parado y con los
brazos cruzados mientras veo morir a mis seres queridos…lo siento, pero…yo no
soy así.
- ¡¡Por favor, Eduardo, recapacita!!-
exclamó el soldado de Oblivia, alzando la voz- ¡¡Si mueres tú, Erika sola no
podrá vencer a Ludmort!! ¿¡No te das cuenta de que con tus actos nos perjudicas
a todos!?
El joven dio media vuelta, dispuesto a
marcharse. A modo de despedida, tan sólo dijo:
- Lo siento, Wedge…chicos…sólo hay una
cosa más importante para mí que la labor que me ha traído a este mundo...mis
amigos.
Tras eso, comenzó a caminar en
dirección a las escaleras.
Mientras se alejaba, Wedge empezó a
sentir tanta rabia que apretó los puños y dientes. Estaba enfadado por la
conducta de Eduardo, por su inmadurez y por sus caprichos personales. No era
consciente del importante papel que desempeñaba en aquel mundo, y lo que le
parecía mucho peor: anteponía la salvación de la vida de una persona antes que
la de millones.
Se preguntaba continuamente por qué el
arma sagrada había elegido a un niño caprichoso e inmaduro, y por qué no a un
adulto serio y responsable. La vida era tan injusta que no lograba entender ni
comprender nada.
Enseguida supo lo que tenía que hacer,
y se armó en cada mano con una pistola láser. Su mirada seria y amenazante
reflejaba claramente cuál era su objetivo. No vaciló ni un instante cuando
apuntó con ellas al joven que se alejaba caminando. Gritó con furia y rabia
contenida:
- ¡¡Lo siento, Eduardo…pero no puedo
permitir que muera el elegido de la profecía…eso jamás!!
Fue así como, ante las miradas
atónitas de Alana y Rex, dio comienzo un encarnizado combate entre Eduardo y Wedge. Tras apretar los gatillos y disparar las balas directas a su oponente,
el joven dio media vuelta a tiempo para conjurar un escudo de protección:
- ¡¡Coraza!!
La barrera física detuvo las dos
primeras balas, pero no pudo frenar la siguiente lluvia de disparos que iban
hacia él. Tuvo que dar un par de saltos, mientras retrocedía y se defendía de
las balas a duras penas con la llave espada.
En medio de la tormenta de balas, y
recibiendo el alcance de algunas que le herían y hacían gritar de dolor, el chico
no se anticipó a tiempo cuando Wedge llegó corriendo hacia él, y con el puño
cerrado le asestó un duro golpe en el estómago, que lo lanzó e hizo chocar con
una pared cercana que tenía detrás.
El impacto del golpe le hizo escupir
sangre por la boca. Todavía no estaba del todo recuperado del combate contra
las gárgolas y su cuerpo y reflejos aún no respondían perfectamente a tiempo.
Comparado con él, su oponente parecía recuperarse mucho más rápido, y le
resultaba lógico. Wedge era un soldado, y llevaba toda la vida entrenando para
aquel tipo de situaciones. En aquellas circunstancias estaba claramente en
desventaja.
Cuando pudo mover apenas los brazos,
sintió una dura y rígida mano agarrando el cuello de su chaqueta. Al levantar
la vista, pudo observar los ojos llenos de rabia y furia de Wedge:
- Se te ha concedido un don,
Eduardo…el único que puede mantener con vida la esperanza de millones de
personas inocentes…y no permitiré que acabes con esa esperanza… ¡¡no mientras
yo viva!!
El chico trataba de quitarse la mano
de su oponente con las suyas propias, pero no tenía suficiente fuerza. Wedge lo
miró a los ojos, con una expresión tan dura como el hielo frío:
- ¿Entiendes ahora lo que significa
ser el portador de una de las armas sagradas? ¡¡No es algo con lo que se pueda
jugar a la ligera!!
Al cabo de unos segundos, Eduardo pudo
pronunciar:
- ¿Y las vidas de tus compañeros, Wedge? ¿Qué hay de ellos, de tus camaradas, de tus amigos…?- le preguntó el
joven, también seriamente- ¿es que acaso no son importantes para ti?
Aquello pareció molestar mucho más al
soldado, que en un ataque de rabia le soltó una serie de puñetazos al chico en
el estómago y en la cara, y luego lo golpeó brutalmente, que acabó rodando por
el suelo un poco más lejos.
Eduardo tosió un par de veces mientras
la sangre brotaba de sus heridas. Los golpes de Wedge eran duros, sin duda, y
le dolía mucho el cuerpo como para poder levantarse. Volvió la vista a su
oponente, que caminaba directo hacia él:
- No entiendo cómo la llave espada
pudo elegirte a ti…- comentó el soldado de Oblivia, mientras se acercaba paso a
paso- si ni siquiera eres capaz de protegerte a ti mismo.
Al llegar a él, Wedge lo agarró
nuevamente del cuello de la chaqueta y lo alzó en el aire. Su rival estaba muy
débil como para atacar:
- ¿Te rindes ya? ¿Has reflexionado por
fin o voy a tener que seguir machacándote a golpes hasta que recapacites?
Eduardo, bastante debilitado y sin
fuerzas, pronunció con esfuerzo:
- No…no me rendiré…jamás…
El soldado empezaba a enfadarse de verdad,
y alzó la voz casi gritando:
- ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué te empeñas en
ponerte en peligro!?- dijo Wedge, furioso- ¡¡Debes protegerte, ponerte a
salvo…no permitas que la muerte de su majestad sea en vano!!
Aquellas últimas palabras hicieron
reaccionar a Eduardo, que sintió una repentina fuerza interior que lo
impulsaba, movida por la furia. Antes de que otro puñetazo de su rival
alcanzara su cara, el chico lo detuvo con sorprendente facilidad y con una sola
mano:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó Wedge,
confuso y perplejo.
En ese momento Eduardo cambió
radicalmente de expresión, y miró a los ojos a su oponente. Wedge sintió miedo
de repente al ver que los ojos del joven habían cambiado. Hasta hace unos
instantes eran normales, pero ahora sus pupilas se habían convertido en las de
un animal salvaje:
- ¿¡Eduardo!?- dijo Wedge,
completamente pálido- ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Por qué estás…!?
No pudo terminar de hablar porque en
ese preciso instante se olvidó por completo de la realidad. La mano y los dedos
del chico, con uñas afiladas como garras, comenzaron a destrozar la suya
propia, apretando con fuerza. Wedge gritó de dolor mientras sentía cómo los
huesos de su mano y dedos se partían y rompían, y el intenso dolor lo obligó a
soltar al chico con la otra mano.
Pudo oír, a pesar de la tortura, la
voz de Eduardo, apretando los dientes:
- Ni se te ocurra decir que Cristal
está muerta…porque nosotros nos encargaremos de salvarla… ¿me has entendido?
El soldado de Oblivia pudo asentir con
la cabeza, y murmuró unas palabras en voz baja con las pocas fuerzas que le
quedaban, antes de cerrar los ojos y de caer al suelo, debilitado.
El combate había terminado.
Alana y Rex corrieron al encuentro de
los dos luchadores. Como permanecieron a distancia, no pudieron apreciar qué
fue lo que hizo Eduardo para debilitar de aquella forma a Wedge, que estaba en
ventaja. Lo que sí les sorprendió bastante fue encontrar la mano del soldado en
aquel horrible estado, porque estaban seguros de que jamás podría volver a
usarla.
El chico, ya vuelto a la normalidad,
cayó de rodillas al suelo mientras jadeaba:
- ¿¡Eduardo, estás bien!?- preguntó
Rex, preocupado.
- Sí…creo que sí…- luego levantó la
mirada a su rival debilitado- ¿¡Pero…y Wedge!?
La pelirroja se acercó al soldado y se
agachó junto a él. Comprobó sus constantes vitales, y le dijo a sus compañeros:
- Está bien, sólo se ha desmayado…-
informó Alana, que luego aguantó las ganas de vomitar al ver su extremidad
destrozada- pero…tiene todos los huesos de su mano rotos…mucho me temo que…no
podrá volver a usarla nunca.
Eduardo palideció al ver el estado de
la mano de Wedge. Confuso y asustado, temblaba al pensar en qué es lo que había
hecho. A lo largo de toda la pelea, Wedge le estaba dando una enorme paliza.
Sin embargo, llegó un momento en que perdió por completo la noción de la
realidad, y al despertar de nuevo había terminado el combate.
Lo mismo ocurrió durante su estancia
en Mugget, en el combate contra el sirviente del multimillonario Don Cornelio:
el asesino Ranor. Cuando estaban a punto de morir, y su amiga Erika se
interpuso entre la espada del enemigo y el cuerpo de Eduardo, éste último
perdió el sentido durante no sabía cuánto tiempo. Al despertar de nuevo, el
combate había terminado, y nunca llegó a saber realmente qué fue lo que pasó
aquel día en la mansión Cornelio.
Del combate contra Wedge, Eduardo pudo
afirmar dos conclusiones. La primera, que en ocasiones se transformaba sin
explicación alguna en un terrible ser monstruoso y perdía por completo la
memoria; y la segunda, que en ese estado era extremadamente agresivo y
peligroso. No entendía nada de lo que estaba pasando, y se asustaba de sí mismo
al pensar en qué tipo de persona o monstruo se convertía cuando sufría esas
extrañas transformaciones.
Sus amigos lo despertaron de sus
oscuros pensamientos, y le devolvieron a la realidad. Una pregunta que resonó
en su cabeza lo hizo mirar a Rex, que la formulaba, preocupado:
- ¿Eduardo, qué vamos a hacer ahora?
El chico lo miró durante unos
segundos, y luego lentamente volvió la vista a Alana mientras pensaba, con la
boca abierta y la cara pálida. Los gritos y el revuelo de la gente de Metroya
se oían en la lejanía, desde su posición. Permaneció unos instantes con la
mente en blanco hasta que la imagen de Cristal pasó fugazmente por su cabeza.
Eso le hizo reaccionar y acordarse de sus intenciones justo antes de la pelea
contra Archi:
- ¿Eduardo?- preguntó Alana, también
preocupada- ¿estás bien?
En ese momento el joven supo lo que
tenía que hacer. Se levantó a duras penas y extrajo el único elixir que le quedaba en su bolsillo. Rex y Alana
pensaron que se lo iba a beber él para recuperarse, pero en vez de eso observaron
asombrados cómo el chico caminó hasta Wedge y le dejó el objeto curativo en el
suelo, justo a su lado:
- Él lo necesita más que nosotros…-
dijo Eduardo, que luego añadió, dirigiéndose a Wedge- espero que, cuando
despiertes, la bebas y escapes de Metroya, junto con la resistencia de
Oblivia…y gracias por todo…
Tras eso, el joven dio media vuelta e
hizo aparecer mágicamente la llave espada en su mano. Junto a él también
desenfundó su arma Alana, y Rex mostró sus garras y colmillos. Estaban
decididos y preparados para lo que iban a hacer:
- ¿Estáis preparados, chicos?-
preguntó Eduardo.
- ¡Cuando quieras!- respondió Rex.
- ¡Vámonos de cacería de brujas!-
exclamó Alana.
De esa forma los tres empezaron a correr
escaleras abajo, dejando atrás al debilitado Wedge, y dispuestos a luchar junto
a Cristal en el duro combate que le esperaba contra Venigna.
Mientras tanto, en el Arco de Triunfo,
Jack, Erika y Biggs intentaban recuperar las fuerzas que habían perdido
moviendo el eje del sistema de poleas. Nunca imaginaron que costaría tanto
poner en marcha aquel antiquísimo sistema de más de dos mil años de historia,
pero finalmente habían conseguido moverlo, con mucho esfuerzo. Estaban agotados
y en más de una ocasión intentaron levantarse, pero no podían. El brutal golpe
del eje conductor los había dejado debilitados.
Jack levantó la mirada y vio a
Cristal, la única que permanecía en pie como si nada, junto a ellos. Fue en ese
instante cuando le vino repentinamente los recuerdos del momento en que
reactivaron el sistema, y juraría que ella fue la más rápida y consiguió
evitar el golpe del eje a tiempo.
Parecía tan sana, fuerte y en buen estado como solía estar siempre.
El mago intentó vocalizar palabra,
dirigiéndose a ella:
- ¿Cris…tal?
Entonces la chica con coletas extrajo
de su mochila varias ultrapociones, que las repartió a sus tres compañeros de
equipo. Al beberlas, Jack, Erika y Biggs sintieron cómo dentro de ellos el
brebaje curativo hacía efecto, y rápidamente recuperaban las fuerzas necesarias
para mover sus extremidades.
De esa forma, los tres pudieron
levantarse sin problemas, ya recuperados, y se dirigieron a la princesa:
- Muchas gracias, Cristal- sonrió
Erika.
Sin embargo, había algo raro en ella.
Su rostro sombrío y expresión demasiado serie no eran frecuentes en su
comportamiento, actitud ni personalidad. Enseguida se dieron cuenta de que algo
había cambiado en su amiga, la ladrona, cuando les dijo seriamente y sin
vacilar:
- Tenéis la fuerza necesaria para
abandonar este lugar.
Aquello desconcertó y dejó confusos al
resto de sus compañeros, que al principio no entendieron a qué se refería:
- ¡Espera!- dijo Jack, sorprendido-
¿de qué estás hablando?
- Marchaos de aquí- ordenó Cristal,
ignorando la pregunta- este lugar va a ser muy peligroso y podríais morir si os
quedáis.
En ese momento intervino Biggs, que adivinó los pensamientos de la princesa:
En ese momento intervino Biggs, que adivinó los pensamientos de la princesa:
- ¡Esperad, majestad!- exclamó el teniente-
¿¡no pretenderéis luchar contra Venigna vos sola, verdad!?
Los dos magos adivinaron la respuesta
en los ojos serios y decididos de la chica con coletas, los ojos que nunca
antes habían visto en ella:
- ¿¡Estás loca!?- exclamó Jack- ¡¡no
permitiré que luches sola contra esa bruja!!
- Lo siento Jack, ya lo he decidido…y
no pienso echarme atrás.
- ¡Pero, majestad…!
La princesa se dirigió al teniente, y
le dijo con una media sonrisa:
- Biggs…esta es la última misión que
te encomiendo como miembro de la realeza de Oblivia…abandonad Metroya, y
marchaos muy lejos de aquí…porque a partir de hoy, esta ciudad no será segura
para nadie…
Las palabras de la chica dejaron sin
habla al jefe de la resistencia de Oblivia, que asombrado y con la boca
abierta. No podía creer lo que oía. Aunque en un principio los reyes de Arturo
y Aurora le ordenaron asesinar a Venigna, los recientes acontecimientos
demostraron que la misión había fallado. Ahora que ya no tenía más órdenes por
parte de los reyes, tan sólo le quedaba cumplir la de la princesa Cristal, y
como tal debía obedecerla incondicionalmente a pesar de lo que pudiera pensar
él mismo.
Después de unos segundos sin
respuesta, finalmente el teniente hizo una reverencia frente a la chica con
coletas, y dijo con pesar:
- Como ordenéis, majestad.
- Muchas gracias, Biggs- sonrió la
princesa.
La ladrona se giró entonces a sus
amigos para despedirse de ellos. Su expresión seria se había dulcificado hasta
convertir su rostro en otro amable y comprensivo. Le sorprendió bastante
descubrir a Erika con los ojos llenos de lágrimas:
- Cristal…- dijo ella, con tristeza
reflejada en su cara.
- Ya he elegido mi destino, Erika…y no
quiero que mi elección haga daño a nadie…por eso os pido que os vayáis de este lugar,
antes de que sea demasiado tarde…
En ese momento la joven estalló de
rabia, y con las lágrimas cayendo por sus mejillas, alzó la voz diciendo:
- ¡¡No, no lo haremos!!- exclamó
Erika, gritando- ¡¡se supone que somos una familia y tenemos que mantenernos
unidos, luchar todos juntos!! ¿¡Por qué te empeñas en hacerlo sola sabiendo que
podrías morir!? ¡¡No es justo, no es…!!
- ¡¡Erika, basta!!- gritó Jack.
La chica calló de repente y pareció
calmarse un poco. Bajó la cabeza y dijo en voz baja, mientras temblaba y las
lágrimas caían de sus mejillas como gotas al suelo:
- Primero Marina…y ahora tú…por favor…no
lo hagas…no quiero perder a nadie más…
La princesa suspiró, y luego caminó
hasta ella. Al ponerle las manos en los hombros, Erika levantó la vista y la
miró sorprendida a los ojos:
- Erika, por favor, déjame ir esta vez…y
te prometo que no volveré a hacer nada sola nunca más…- pidió la chica con
coletas, con sinceras palabras- dame una oportunidad para demostrarme a mí
misma que puedo hacer algo útil en mi vida…por favor…
La joven dudó por un momento, pero al
cabo de pocos segundos, finalmente la abrazó con fuerza mientras decía:
- Prométeme que volverás.
Cristal correspondió al abrazo, y no
muy segura de sus palabras dijo, fingiendo seguridad:
- Lo prometo.
Entonces ambas se separaron, y los
tres incluyendo a Jack, que observaba emocionado el momento, asintieron con la
cabeza. Erika, con una leve sonrisa, le hizo un gesto con la cabeza para que se
marchara. Cristal sonrió a su vez, y tras echar un último vistazo a sus amigos,
dio media vuelta y corrió, desapareciendo escaleras abajo.
El mago se acercó a la joven, y le
puso una mano en el hombro mientras decía, tratando de calmarla:
- Tranquila, sabe lo que hace…seguro
que volverá.
Sin embargo, Erika pudo notar en sus
palabras un pequeño aire de preocupación e inseguridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario