¡Hola de nuevo, bloggeros! ¿Qué tal estáis? ¡Yo muy bien, disfrutando de las vacaciones mientras pueda, jejeje! xD
Hoy os traigo otra de mis creaciones, anteriores a FF: MP. Tal y como os dije en una ocasión soy fan de Pokémon, y lo he demostrado a lo largo de toda mi vida jugando a (casi) todos sus juegos y siguiendo la serie de televisión. Ahora ya no la veo tanto como antes, debido más que nada a la falta de tiempo, y también porque la serie ya no es lo que era (personalmente opino que las primeras temporadas de pokémon eran las mejores, las de ahora ya no conservan ese punto que tanto nos encantaba en la infancia).
Como a mí me gusta inventarme historias sobre cosas que me gustan, Pokémon no iba a ser menos. Relaté un combate inventado en el que participaba nada más y nada menos que un servidor, usando mis pokémon favoritos y luchando contra alguien a quien considero un rival personal (también le gusta pokémon, y muchas veces combatimos para ver quién es el mejor). Por supuesto, también escribí esta batalla usando los pokémon favoritos de mi rival, en un combate épico que me gustaría compartir hoy con todos vosotros.
Y sin más, os dejó a continuación con mi propio combate pokémon, escrito hace ya más de 4 años, y por primera vez en exclusiva en el blog. Espero que disfrutéis mucho con la lectura: ^^
BATALLA
ELÉCTRICA: EDUARDO VS EMANUEL
El chico
estaba allí, frunciendo el ceño bajo las brillantes luces del pequeño estadio
que se encontraba dentro del pabellón de su instituto. Sus amigos y compañeros
de clase, desde las gradas, lo saludaban y sostenían pancartas con su nombre.
Eduardo hubiera querido pellizcarse. Estaba nervioso y todo
parecía un sueño. Había trabajado mucho para poder estar en el campeonato
pokémon que se celebraba todos los años en el instituto. Después de muchos años
de intentos fallidos había conseguido ganar milagrosamente en las eliminatorias
y con mucho esfuerzo. Todos sus rivales eran muy fuertes. Sólo tenía que ganar
esta batalla para que su sueño se hiciera realidad: ganar el campeonato escolar
juvenil pokémon del IES Eleanor y convertirse en un entrenador de élite
reconocido por todos.
Ahora se encontraba en la batalla final, puesto al que era muy
difícil llegar y todos aspiraban. Sólo una persona se interponía entre él y la
victoria.
Toda la gente importante para él estaba en las gradas. Sus
profesores y amigos lo observaban expectados, impacientes a que empezara el tan
ansiado combate esperado por todos.
El comentarista, un chico de 2º de Bachillerato, empezó
presentando a los rivales con un micrófono. Su voz resonó en todo el pabellón a
través de los altavoces:
- A un lado tenemos al aspirante a campeón, Eduardo de 4º de
la ESO C.
El comentarista giró la cabeza y miró al lado opuesto. En ese
momento hizo su entrada en escena al otro lado del campo un chico alto, de
color de pelo rubio oscuro y ojos oscuros. Una emblemática gorra amarilla con
la letra “E” estampada en ella lucía en su cabeza. Eduardo no dio crédito a lo
que veía. Con la boca abierta contempló, para su sorpresa, que su rival también
estaba sorprendido:
- Al otro lado tenemos a Emanuel, de 4º de la ESO A, quien ha
llegado hasta la final con el record de ganar sin ningún pokémon debilitado.
Eduardo conocía de sobra a aquel chico de gorra amarilla. Su
rival era nada más y nada menos que su primo Emanuel, con quien había empezado
sus aventuras desde sus inicios como entrenador y entrenado con sus pokémon en
numerosos combates, de los que siempre su primo salía victorioso. Tenía que
reconocer que a Emanuel se le daban mejor los combates que a él, seguramente
porque tenía mucha más experiencia. Sin embargo Eduardo se quedó sin habla
cuando se enteró de que su rival había conseguido llegar hasta la final sin
ningún pokémon debilitado. Era la primera vez que conseguía algo semejante, y
eso lo asustó mucho más a la hora de pensar que tendría que enfrentarse a él.
Sabía que sería un enemigo duro, pero estaba dispuesto a
emplearse mucho más a fondo y a esforzarse, sobre todo ahora más que nunca:
- ¿Eduardo, eres tú?- preguntó Emanuel todavía sin creer lo
que veía- ¡Vaya, nunca imaginé que tendría que luchar contra ti en la final, en
serio!
- Seguramente no esperabas que llegara tan lejos, ¿verdad?-
dijo el chico.
- ¡La verdad es que no!- exclamó Emanuel con una gran sonrisa.
Eduardo sabía que en el fondo Emanuel era un poco creído, pero
no tanto, por lo menos no se le notaba. El comentarista se puso serio de
repente y empezó a explicar las reglas del combate:
- En este combate los entrenadores usarán 3 pokémon cada uno.
El entrenador cuyos tres pokémon queden fuera de combate, pierde. Sin límite de
tiempo. El vencedor ganará el torneo y por consiguiente será proclamado como
entrenador de élite del instituto Eleanor.
Eduardo y Emanuel se pusieron serios de repente. La verdadera
batalla estaba a punto de empezar:
- Hace mucho tiempo que no combatimos- comentó Emanuel sin
desviar la mirada- por lo menos 3 meses, ¿verdad?
- Creo que sí- sonrió Eduardo- ha pasado mucho tiempo desde
nuestro último combate. Esta vez pienso ganarte- dijo con un brillo de
seguridad en su mirada.
Su primo rió en un tono divertido, con un pequeño toque de
arrogancia:
- En 3 meses uno puede cambiar mucho…- afirmó Emanuel- hagamos
que este combate sea recordado para siempre.
- Está bien- sonrió Eduardo- da lo mejor de ti.
- Entrenadores…- empezó la cuenta atrás el árbitro-…preparados…listos…
Ambos chicos se dispusieron a coger sus poké ball:
- ¡A luchar!- exclamó con un grito mientras bajaba la bandera.
Emanuel sacó su poké ball blanca y roja:
- ¡Feraligatr, te toca!- gritó el chico de gorra amarilla, y
lanzó su poké ball al campo de batalla.
La bola se abrió y salió un pokémon con forma de monstruo azul
alto que andaba sobre dos patas y tenía aletas rojas. Parecía muy corpulento,
pero lo peor de todo eran los peligrosos colmillos que salían de su boca.
Eduardo ahogó un grito de sorpresa, pero se sobrepuso y cogió
una de sus poké ball. Sabía perfectamente qué pokémon iba a elegir para esa
ocasión. Uno que le había ayudado bastante contra los demás rivales a los que
se había enfrentado:
- ¡Adelante Lapras!- gritó Eduardo mientras lanzaba al frente
su poké ball.
La bola se abrió y un nuevo fogonazo de luz dejó paso a un
pokémon grande también azul que parecía un monstruo con una gran concha a la
espalda.
El chico nunca había visto a un pokémon semejante, de modo que
sacó rápidamente su pokédex para obtener datos específicos del pokémon al que
se enfrentaba:
-
Feraligatr- habló la pokédex- forma evolucionada de Croconaw. Aunque es lento
su fuerza le permite mover grandes rocas con mucha facilidad. Sus fuertes
colmillos destrozan en pedazos casi cualquier material.
Eduardo se quedó sin habla. La última vez que había visto a
aquel pokémon era un Croconaw cuando luchó contra Emanuel hace 3 meses. Se notaba
que su entrenador luchaba a menudo con él. Ahora se había vuelto mucho más
fuerte.
Entonces Eduardo se arrepintió muy pronto de su elección,
había sido demasiado precipitado. Se dio cuenta de que en aquel lugar no había
ninguna piscina para su pokémon. Lapras era un pokémon bastante lento en
tierra, por no hablar de que reducía mucho su movilidad. En cambio en el agua
era todo lo contrario.
Antes de que intentara cambiarlo un ataque inesperado de
Feraligatr lo dejó inmovilizado en un enorme torbellino de agua. Estaba dando
vueltas alrededor en el interior mientras sufría daños:
- ¡Lapras!- gritó Eduardo.
- ¡Increíble!- exclamó el comentarista mientras observaba
fascinado los acontecimientos- ¡a eso llamo yo un buen ataque torbellino,
Lapras parece estar sufriendo!
“Un momento… ¡está dentro del agua!”- exclamó Eduardo en su
mente. Entonces se le ocurrió una cosa:
- ¡Lapras, rayo hielo!- gritó el chico.
El pokémon obedeció y lanzó de su boca un rayo helado que
congeló todo el torbellino, convirtiéndolo en una enorme escultura de hielo. El
pokémon seguía en su interior, pero las múltiples siluetas que se dibujaban en
el hielo confundían en qué parte se encontraba exactamente. Eduardo se quedó más
tranquilo, por lo menos ahora el enemigo no podía verlo con claridad. Sin
embargo seguía estando atrapado, y eso resultaba malo en cualquier sentido.
Emanuel observaba la situación con total tranquilidad. Parecía
como si lo tuviera todo bajo control. Tras unos segundos ordenó a Feraligatr:
- ¡Feraligatr, Hidrobomba!
El pokémon escupió de su boca un potente chorro de agua con
fuerza que alcanzó y destrozó la parte superior de la torre de hielo. Siguió
así hasta llegar a la parte baja, donde se suponía que debía estar Lapras.
Eduardo esperó el momento oportuno y entonces gritó:
- ¡Lapras, ahora!
En el momento en que el chorro de agua llegó hasta el pokémon,
éste esquivó el ataque y montó encima del chorro del agua. Gracias a su
habilidad Absorb. Agua podía deslizarse y nadar sin problemas sobre cualquier
superficie acuática, incluso en el aire,
además lo protegía su otra habilidad Caparazón. La suma de las dos hizo
que la operación fuera un éxito, que pilló por sorpresa a Feraligatr y a su
entrenador Emanuel.
Como bien Eduardo
sabía, Lapras era rapidísimo cuando nadaba en el agua. De esta forma nado
rápidamente a través del chorro para llegar hasta su enemigo, a quién embistió
con fuerza con un golpe cuerpo. El impacto envió a Feraligatr un poco más
lejos, que acabó tirado en el suelo:
- ¡No, Feraligatr!- gritó Emanuel.
Eduardo sabía que aquello no había acabado. Lapras aprovechó
para recuperarse un poco mientras su enemigo se levantaba sin mucha dificultad.
Feraligatr rugió con furia:
- ¡Muy bien Feraligatr, hidrocañón!- gritó Emanuel.
El pokémon escupió nuevamente otro chorro de agua de mayor
potencia que el anterior. Sabiendo que ese no lo aguantaría su pokémon, Eduardo
gritó:
- ¡Lapras, protección!
Una barrera creada por el pokémon detuvo a tiempo el ataque de
Feraligatr. Sin embargo se desvaneció cuando acabó. Sin darle tiempo a
reaccionar el pokémon de Emanuel corrió hasta su enemigo aprovechando su
inmovilidad. Cuando estuvo al lado le asestó una terrible cuchillada con sus
garras que tumbó al pokémon Agua/ Hielo, seguidamente hundió sus colmillos en
el cuello de Lapras con un triturar.
Eduardo miraba todo con horror, sin saber qué hacer, mientras
Lapras sufría y gritaba de dolor y sabía
que no podía hacer nada. Finalmente no pudo aguantar más y gritó:
- ¡¡Ya basta por favor, no sigas!!
Emanuel ordenó parar a Feraligatr y éste dejó de atacar a
Lapras, que se quedó tumbado en el suelo sin moverse. El árbitro se dispuso a
dar por vencido al pokémon cuando de repente movió una aleta. Eduardo observó
cómo su pokémon se levantaba a duras penas mientras intentaba mantener el
equilibrio. Cuando se puso en pie observó a su enemigo, que se encontraba un
poco más lejos:
- ¡Lapras no está en su mejor momento!- exclamó el
comentarista- ¡No parece que vaya a aguantar mucho tiempo más!
Eduardo sabía que tenía razón, Lapras estaba muy débil. Estaba
en las últimas y dedujo que como mucho podría realizar otro ataque más. Sólo
tenía una única opción:
- ¿Lapras, crees que puedes atacar una vez más?- le preguntó
su entrenador desde detrás.
El pokémon asintió débilmente:
- Muy bien, prepárate- le ordenó.
Mientras tanto Emanuel, que observaba todo desde su posición
al otro lado del campo, ordenó a su pokémon:
- ¡Feraligatr, aprovecha ahora para cargar tu mejor
ataque…hidrocañón!
El pokémon de Emanuel empezó a cargar energía en su boca,
parecía un ataque muy poderoso. Lapras hizo exactamente lo mismo.
Eduardo sabía el ataque que iba a hacer Lapras, con sus
múltiples consecuencias. Era un ataque muy efectivo, pero tenía muy pocas
probabilidades de éxito. Si fallaba sería el final de Lapras, que quedaría
completamente a la merced de Feraligatr.
El punto culminante se acercaba. En cuanto ambos pokémon
estuvieron preparados, sus respectivos entrenadores gritaron:
- ¡Feraligatr, hidrocañón!
- ¡Lapras, frío polar!
El pokémon de Emanuel disparó por la boca un potente chorro de
agua. Lapras se rodeó de un aura helada que explotó y se expandió por todo el
campo, congelando el ataque hidrocañón y
al propio Feraligatr, que acabó debilitándose y cayó al suelo derrotado. El
árbitro anunció:
- ¡Feraligatr no puede seguir luchando, la victoria es para
Lapras!
Eduardo gritó y saltó de alegría. El ataque había funcionado,
Lapras había ganado. Emanuel retiró a su pokémon y éste se desvaneció en la
poké ball:
- Lo has hecho muy bien, Feraligatr- le dijo a su pokémon, que
descansaba dentro de la poké ball.
El resto del público gritaba, llenos de la emoción. Por
primera vez en el torneo a Emanuel le debilitaban un pokémon. El comentarista
habló nuevamente por el megáfono:
- ¡Finalmente ha ocurrido lo imposible amigos, Lapras ha
ganado! , y eso le da un punto de ventaja a su entrenador Eduardo. Sin embargo
todavía le quedan dos pokémon a Emanuel, ¿podrá remontar esta caída?
El chico de la gorra amarilla observó a su rival al otro lado
de la pista con una sonrisa:
- Parece que por fin he encontrado a alguien de mi altura- rió
tras esa frase- bueno, mucho mejor para mí. Sin embargo todavía guardo ases
bajo la manga.
Emanuel sacó otra poké ball mientras decía:
- ¡Veamos si puedes con esto!
La lanzó al frente y tras un fogonazo de luz apareció un
pokémon con forma humana que andaba sobre dos patas. Era azul oscuro y tenía
pinta de ser una especie de ninja con
aire misterioso:
- ¡Vaya, es un Lucario!- exclamó el comentarista.
- ¿¡Un qué!?- exclamó a su vez Eduardo mientras sacaba
rápidamente la pokédex.
-
Lucario- habló la pokédex- forma evolucionada de Riolu. Puede sentir el aura de
todas las cosas. Comprende el lenguaje humano y es capaz de leer los
pensamientos y movimientos de su adversario a través de su aura.
“¡Oh, vaya…Lapras no podrá contra ese pokémon!”- pensó Eduardo
en su mente- “tras su último ataque está cansado…y malherido…no creo que
aguante mucho esta pelea”
- ¡Que empiece el combate!- gritó el árbitro.
Eduardo sabía que Lapras no iba a aguantar, pero aun así debía
intentarlo:
- ¡Lucario, ataque rápido!- gritó Emanuel.
- ¡Lapras, prote…!
No terminó de decir la frase. Palideció de sorpresa al ver a
Lucario montado encima de la enorme concha de Lapras.
“¡No puede ser!”- pensó Eduardo- “¡pero si sólo ha pasado una
milésima de segundo!”
Lapras giró su cabeza y el pokémon de Emanuel le pegó un
puñetazo en la cara, rápido y certero, que acabó debilitándolo completamente.
Su cabeza cayó al suelo y el árbitro se acercó:
- ¡Lapras está fuera de combate, la victoria es para Lucario!
Esta vez fue Emanuel el que saltó y gritó de alegría. Eduardo
contempló unos segundos a su pokémon debilitado y luego extendió su brazo con
la poké ball en mano. El pokémon Agua/Hielo se desvaneció en ella:
- ¡De un solo golpe Emanuel ha remontado el combate!- exclamó
el comentarista- ¡Ambos entrenadores van empatados!... ¿¡qué pokémon elegirá
Eduardo ahora!?
El chico se quedó pensando un rato. Debía elegir bien el
siguiente pokémon:
“Un pokémon que puede sentir el aura de todas las cosas…muy
rápido y fuerte…”- cogió en su mano una poké ball roja y blanca- “sólo hay un
pokémon capaz de vencer a Lucario…”
- ¡Arcanine, te elijo a ti!- gritó Eduardo.
Lanzó la poké ball a la pista y de ella apareció una especie
de perro grande anaranjado con rayas negras moteadas y con un gran pelaje y
cola amarillo:
- ¡Un Arcanine, esto promete ser un buen combate!- afirmó el
comentarista
Entonces llegó el árbitro y gritó:
- ¡Que empiece el combate!
Eduardo ordenó en el acto:
- ¡Arcanine, lanzallamas!
El perro abrió su boca y escupió una poderosa llama directa a
su oponente.
- ¡Lucario, detección!- gritó Emanuel.
La llama alcanzó al pokémon aura y lo envolvió en una inmensa
bola de fuego. Parecía que había dado resultado:
- ¡Bien, de lleno en el blanco!- dijo Eduardo.
Sin embargo se le borró la sonrisa de la cara cuando se
disiparon las llamas. Contempló sorprendido al pokémon aura envuelto en una
especie de barrera que lo protegía del fuego. Emanuel sonrió al otro lado de la
pista mientras desaparecía la barrera:
- No creas que es tan fácil vencerme- después estiró el brazo
con el dedo señalado- ¡Lucario, agilidad!
El pokémon de Emanuel corrió rápidamente hasta su enemigo.
Eduardo gritó:
- ¡Arcanine, sigue atacando con lanzallamas!
El perro escupió otra llama pero Lucario lo esquivo, era
demasiado rápido. Continuó así, fallando todos sus ataques, mientras Lucario esquivaba
con mucha facilidad las llamas que iban directamente hacia él y se acercaba
peligrosamente a Arcanine.
Cuando Eduardo pudo darse cuenta, el pokémon aura estaba
detrás del perro. El chico gritó:
- ¡Arcanine, cuidado!
- ¡Lucario, puño drenaje!- gritó Emanuel.
El pokémon aura golpeó con fuerza a Arcanine en la cara, que
lo lanzó un poco más lejos y acabó en el suelo:
- ¡¡¡ARCANINE!!!- gritó Eduardo.
El perro se levantó sin muchos daños y se giró a su enemigo,
que le dirigió un rugido de furia. Emanuel volvió a ordenar:
- ¡Lucario, velocidad extrema!
Lucario desapareció al instante de vista, parecía como si se
lo hubiera tragado la tierra. Sin embargo podía sentirse su presencia en la
pista, ya que dejaba tras de sí potentes ráfagas de viento a su paso.
“¡Oh no!”- pensó Eduardo- “¿cómo va Arcanine a luchar contra
algo que se mueve a la velocidad de un reactor? ¡Ni siquiera sabe dónde está!”
El perro se giró en todas direcciones buscando con la mirada a
su enemigo, pero sin resultados. Estaba perdido y no sabía por dónde iba a
atacar Lucario. De repente Arcanine recibió un duro golpe rápido y casi
invisible, que lo tumbó al suelo:
- ¡Arcanine, cuidado!- gritó Eduardo.
El perro volvió a levantarse pero otro duro golpe de Lucario
le hizo retroceder de dolor. El pokémon aura continuó asestándole sin parar
golpes rápidos mientras Arcanine recibía daños considerables y retrocedía a
cada paso. Se veía indefenso ante aquella situación ya que no podía ver a su
enemigo y éste tampoco le daba tiempo para reaccionar.
Eduardo pensó rápidamente en algo antes de que su pokémon
acabara debilitándose. Le vino una idea a la cabeza y ordenó:
- ¡Arcanine, giro fuego!
El perro obedeció la orden y creó un muro de fuego que lo
rodeó por completó 360º. Este ataque pilló por sorpresa a Lucario, que no pudo
retroceder y acabó colisionando con las llamas en un intento por golpear a su
enemigo. El pokémon aura se vio atrapado por las llamas mientras sufría
quemaduras y gritaba de dolor:
- ¡¡¡LUCARIO, NO!!!- gritó Emanuel.
- ¡Lucario parece estar en un buen aprieto!- exclamó el
comentarista- ¿podrá salir de esta?
Viendo que su enemigo estaba inmovilizado y no podía moverse,
Eduardo le dijo a su pokémon:
- ¡Arcanine, aprovecha ahora y devuélvele todo el daño que te
ha hecho Lucario!- estiró el brazo con el dedo señalado- ¡Colmillo Rayo!
El perro se lanzó al ataque y mordió un brazo de Lucario
mientras saltaban chispas eléctricas. Seguidamente le golpeó con la cola con un
ataque Cola Férrea:
- ¡Bien hecho Arcanine, ahora usa sofoco!- gritó Eduardo.
El pokémon de Eduardo se rodeo de una onda ígnea que hizo
explotar y se expandió por todo el campo, alcanzando a Lucario mientras éste
gritaba todavía más de dolor:
- ¡¡¡LUCARIO!!!- gritó Emanuel.
El pokémon aura acabó un poco más lejos, tumbado en el suelo y
gravemente herido. Arcanine por su parte se tambaleó un poco pero no llegó a
perder el equilibrio. Eduardo vio cómo jadeaba su pokémon:
“Arcanine está cansado”- pensó el chico en su mente- “Ese
sofoco le bajó mucho el ataque especial…ahora sólo cuento con el ataque físico”
Eduardo volvió la vista hacía el pokémon de Emanuel, que se
levantaba con dificultad y apoyándose con sus patas. Se le notaba que estaba
herido y no iba a aguantar mucho tiempo más. Frente a su enemigo de tipo acero/lucha
parecía que Arcanine tenía todas las posibilidades de ganar:
- ¡Muy bien, Lucario, todavía podemos aguantar más!- gritó
Emanuel- ¡Velocidad extrema!
El pokémon aura hizo un esfuerzo y desapareció nuevamente de
la vista. Le siguieron fuertes ráfagas de viento por todo el pabellón:
- ¡Arcanine, usa tu también velocidad extrema!- gritó Eduardo.
El perro obedeció y desapareció al igual que Lucario. En los
segundos siguientes no se veía a ninguno de los dos pokémon, sólo se oían sus
fuertes choques mientras colisionaban ferozmente sus ataques a la velocidad de
la luz. A veces se podían oír los gritos de dolor de ambos combatientes, lo que
significaba que conseguían hacerse daño. Estaban igualados tanto en fuerza como
en velocidad.
- ¡Que alguien me diga si consigue ver algo, porque yo no veo
nada!- exclamó el comentarista mirando en todas direcciones- ¡estamos
presenciando una lucha encarnizada a la velocidad de la luz!
El ambiente estaba cargado de tensión. Finalmente y tras unos
segundos de profunda intriga, Arcanine volvió a su velocidad normal y acabó
estrellándose contra una pared detrás de su entrenador, golpeado por su
enemigo:
- ¡Arcanine!- gritó Eduardo al volverse a su espalda.
Lucario paró también y se situó justo delante de su
entrenador, dándole la espalda.
- ¿¡Arcanine, estás bien!?- preguntó su entrenador.
El perro asintió débilmente y se acercó de nuevo a la pista,
delante de su entrenador y dándole la espalda igual que Lucario. Entonces
Emanuel ordenó:
- ¡Lucario, prepara tu mejor ataque!
El pokémon aural se puso en posición ofensiva y empezó a
acumular energía en una bola de luz misteriosa que cada vez se hacía más grande
entre sus patas. Eduardo sabía que si Arcanine recibía ese ataque acabaría
debilitado. Rápidamente gritó:
- ¡Arcanine, giga impacto, rápido!
El perro corrió velozmente hacía su enemigo, mientras éste
casi terminaba de acumular energía. Cuando Arcanine se encontraba frente a
Lucario y a punto de atacarle, Emanuel gritó:
- ¡Lucario, esfera aural!
El pokémon aura lanzó su ataque justo en el momento en que el
perro embestía contra él. El ataque de Lucario provocó una explosión que llenó
de humareda todo el campo de batalla.
Ambos entrenadores observaron, buscando con la mirada
nerviosos, a sus pokémon dentro del enorme humo negro. Reinaba una profunda
tensión en el pabellón. Sólo el comentarista fue el primero en pronunciar
palabra:
- ¡Amigos, eso ha sido un duro ataque para ambos pokémon!
¿¡Quién saldrá victorioso de esta!?
Por fin el humo empezó a disiparse. Todos callaron y
observaron espectados el resultado de aquella frenética colisión de ataques.
Poco a poco la humareda se hizo más clara.
Y entonces todos ahogaron un grito de exclamación.
Ambos pokémon seguían allí, en pie. Aparentemente se veían muy
heridos, temblaban y les costaba mantener el equilibrio:
- ¡Lucario!- exclamó Emanuel.
- ¡Arcanine!- exclamó a su vez Eduardo.
Pasaron unos segundos y ninguno de los dos pokémon hizo nada
por atacar al enemigo que tenía enfrente. Simplemente levantaron la cabeza, se
miraron a los ojos, sonrieron con rivalidad y ambos cayeron al suelo. No
volvieron a levantarse:
- ¡¡¡LUCARIO!!!- gritó Emanuel.
- ¡¡¡ARCANINE!!!- gritó Eduardo.
El árbitro se acercó junto a los pokémon y después de
comprobar sus sospechas, anunció:
- ¡Los dos pokémon están fuera de combate, es un empate!
Un nuevo gritó de exclamación provino de las gradas. El
público estaba expectante. La emoción poco a poco se hizo con el control del
pabellón.
Ambos entrenadores estiraron sus brazos y retiraron a sus
pokémon, que se desvanecieron dentro de sus poké balls:
- Muchas gracias, Arcanine- sonrió Eduardo antes de guardar la
poké ball blanca y roja- lo has hecho muy bien.
Emanuel también guardó su poké ball. El comentarista no pudo
evitar levantarse de la emoción de su silla, que inmediatamente después volvió
a sentarse mientras se disculpaba:
- ¡Amigos esto es increíble, es la primera vez en mis años de
trabajo que veo una situación igual, a ambos entrenadores les queda un solo
pokémon a cada uno!
Eduado cogió una poké ball de su cinturón, sabía que sería la
última que lanzaría al campo. Sin embargo se quedó un rato observándola y pensando
si tal vez aquella sería su mejor opción. Sabía que se lo jugaba todo en
aquella última ronda. Pensó en todos los combates en los que aquel pokémon le
había ayudado a ganar, y en el que tenía plena fe y confianza. La suficiente
para que se decidiera finalmente. Con esperanza y un brillo de seguridad en su
mirada, lanzó la poké ball al frente, al campo de batalla:
- ¡Confío en ti, Pikachu!
De la poké ball surgió una especie de pokémon ratón amarillo
con brillantes rayas marrones en la espalda, las orejas en punta, con círculos
rojos en las mejillas y la cola en forma de rayo.
- ¡Eduardo ha elegido como último pokémon a Pikachu!- exclamó
el comentarista.
Mientras tanto Emanuel observaba pensativo al pokémon de su
rival. Era la primera vez que le debilitaban dos pokémon en un combate y
aquella sería su decisión final. Se lo jugaba todo con su último pokémon. Miró
a su rival al otro lado de la pista:
- Muy bien Eduardo, tal y como me lo esperaba de ti, es la primera
vez que alguien consigue llevarme hasta este extremo. Ahora sólo cuento con un
único pokémon, pero te digo una cosa…- cogió una poké ball de su cinturón y
sonrió decididamente- ¡…primo, no pienses ni por un momento que ya has ganado!
Lanzó la poké ball a la pista y de ella surgió otro pokémon
muy parecido a Pikachu, sólo que más grande y de un color amarillo-naranja. Un
rayo remataba su cola larga y fina:
- ¡Increíble, es un Raichu!- dijo nuevamente el comentarista.
- ¿¡Qué es eso!?- exclamó Eduardo mientras reaccionaba por
sorpresa y cogía la pokédex:
- Raichu- habló la pokédex- forma evolucionada
de Pikachu. Usando la piedra trueno, Pikachu puede convertirse en Raichu.
Raichu puede emitir una descarga de más de 100.000 voltios.
El chico se sorprendió
al enterarse de cierta información que le dio la pokédex:
- ¿¡Cómo!? ¿¡La
evolución de Pikachu!?
- Así es- afirmó
Emanuel- lo evolucioné hace poco porque conseguí una piedra trueno en el centro
comercial, me sacaron una fortuna por ella…
Eduardo seguía
boquiabierto ante el pokémon de su rival:
- Pero valió la pena…-
continuó Emanuel- ahora mi pokémon es más poderoso y el lazo que nos une es
mucho más fuerte ahora… ¡no podrás con nosotros!
- ¡Nosotros tampoco nos
echamos atrás!, ¿verdad, Pikachu?- preguntó Eduardo.
El pokémon ratón
asintió, seguro de sí mismo. Raichu hizo lo mismo. Entonces llegó el árbitro y
con las banderas en las manos gritó:
- ¡Última ronda…que
empiece el combate!
Eduardo inmediatamente
ordenó a su pokémon:
¡Pikachu, usa rayo!
El pequeño ratón soltó
una fuerte descarga eléctrica a través de su cuerpo que alcanzó a Raichu. Éste,
sin apenas inmutarse, absorbió la descarga como si no pasara nada:
- ¿¡Qué!?- exclamó
Eduardo perplejo- ¿¡no le ha hecho nada!?
Emanuel sonrió
triunfante. Desde luego su rival no se esperaba aquella jugada. Estiró un brazo
diciendo:
- ¡Raichu, enséñales lo
que es un rayo de verdad!
El pokémon de Emanuel
se rodeó de una luz amarilla brillante que fue disparada directamente contra
Pikachu. El pokémon de Eduardo salió volando y acabó un poco más lejos, tendido
en el suelo:
- ¡Pikachu!- gritó el
chico.
El pokémon ratón
todavía podía seguir luchando. Se levantó, todavía en forma, y volvió la mirada
a su enemigo. De sus mejillas salían pequeñas chispas de furia. Eduardo sabía
lo que significaba aquello. Su pokémon quería luchar:
- ¡Muy bien, Pikachu,
usa megapuño!
El pokémon ratón corrió
hasta Raichu y fue a propiciarle un puñetazo. Emanuel dijo entonces:
- ¡Puño por puño!-
sonrió el chico de gorra amarilla- ¡Raichu, mega puño!
Ambos pokémon se
acercaron corriendo con los puños preparados. Al principio colisionaron con un
fuerte golpe, pero un nuevo ataque inesperado de Raichu golpeó fuertemente a
Pikachu, que lo dejó aturdido unos valiosos instantes para rematarlo con una
mega patada:
El pokémon de Eduardo
acabó rodando por el suelo un poco más lejos.
- ¡Pikachu!- gritó
nuevamente Eduardo.
- ¡Oh no, eso ha tenido
que doler!- dijo el comentarista- ¿¡podrá Pikachu seguir luchando!?
El pokémon ratón se
levantó nuevamente, pero esta vez mientras se tambaleaba un poco. Raichu lo
había herido un poco, pero todavía podía seguir luchando. Eduardo dijo
entonces:
- ¡Pikachu, cola
férrea!
El pokémon ratón corrió
hacia su enemigo mientras se le iluminaba la cola en forma de rayo:
- ¡Raichu, tú también
cola férrea!- gritó Emanuel.
El pokémon de Emanuel
esperó a que su enemigo llegara junto a él, mientras se le iluminaba la cola.
En cuanto Pikachu estuvo la bastante cerca saltó y sacudió con su cola a
Raichu, quién hizo lo mismo y ambos ataques chocaron en un frenético golpe.
Sin parar de atacarse,
ambos pokémon siguieron luchando al llegar al suelo e intentaban golpearse con
la cola, mientras los ataques chocaban una y otra vez sin resultados. A pesar
de que parecía que había una igualdad de fuerzas, Raichu poco a poco iba
ganando terreno al golpear a Pikachu varias veces. Eduardo se dio cuenta y supo
que Pikachu no iba a aguantar.
Tal y como predijo, unos
segundos después su pokémon salió disaparado un poco más lejos por un brutal
ataque de Raichu, en un instante que Pikachu no pudo parar el golpe.
El chico vio
horrorizado a su pokémon tirado en el suelo, pero pronto se recupero un poco al
ver que se levantaba, esta vez con un tambaleo más pronunciado. Estaba herido,
pero todavía podía seguir luchando. Eduardo se sorprendió al comprobar que, a
diferencia de Pikachu, el pokémon de Emanuel seguía intacto y parecía estar en
plena forma. Emanuel sonrió triunfante de saber que estaba en ventaja:
- ¡Es inútil, Eduardo,
Raichu tiene muchas más fuerza, no intentes lo imposible!
El chico miró a su
pokémon. Sabía que su rival tenía razón:
“Pikachu se está
esforzando mucho para igualar a su enemigo, que lo supera en fuerza”- pensó
Eduardo- “pero me he dado cuenta de que es inútil, por mucho que le ataque de
frente, Raichu siempre ganará…tiene mucha más fuerza, pero…”- de repente al
chico le vino a la cabeza las últimas imágenes durante los movimientos con cola
férrea, se fijó en que Pikachu siempre tomaba la iniciativa y Raichu apenas se
movía, era como si esperara a que el propio Pikachu llegara hasta él. Eso
significaba que…- “¡espera!”- exclamó en su mente- “¡ya lo tengo, no es
cuestión de fuerza…la velocidad es la clave!”
Acto seguido el chico
ordenó:
- ¡Pikachu, agilidad!
El pokémon ratón corrió
rápidamente hacía Raichu. Emanuel gritó:
- ¡Raichu, chispazo!
El pokémon de Emanuel
se cargó de electricidad y la liberó con fuerza por todo el campo de batalla. Pikachu
se fue acercando a su enemigo mientras esquivaba sin mucha dificultad las
descargas que caían a su alrededor. Las sorteaba en zigzag, lo que confundía
bastante a Raichu. Justo cuando se encontraba frente al pokémon de Emanuel y lo
pillo por sorpresa, Pikachu se lanzó contra él y lo embistió con un placaje.
El ataque de Pikachu
lanzó un poco más lejos a Raichu y lo tumbó al suelo mientras su entrenador
gritaba:
- ¡Raichu, no!
- ¡Pikachu, sigue
atacando con agilidad!- gritó Eduardo- ¡devuélvele todo el daño que te ha hecho
Raichu!
El pokémon ratón se
lanzó nuevamente al ataque mientras su enemigo se levantaba. Emanuel gritó:
- ¡Raichu, golpe
cuerpo, rápido!
El pokémon de Emanuel
intentó en numerosas ocasiones embestir con su cuerpo a Pikachu, pero le
resultaba imposible. El pokémon ratón las esquivaba como si nada, y cada vez
que fallaba, Pikachu lo golpeaba con placaje. Ambos pokémon continuaron así
durante un rato, mientras Pikachu poco a poco iba ganando terreno al hacerle
daño a Raichu.
Emanuel observaba todo
con horror:
- ¿¡No te esperabas
esto, verdad primo!?- le dijo Eduardo al otro lado de la pista- ¡Tenías razón,
puede que Pikachu nunca supere a Raichu en fuerza…pero sí en velocidad!- con
una sonrisa segura el chico le dijo- ¡Tú pokémon es demasiado lento, Emanuel,
en este caso…Raichu nunca superará a Pikachu en velocidad!
Emanuel se quedó mudo
de la sorpresa. Mirando a ambos pokémon luchando se dio cuenta de que su rival
tenía razón. Esta vez Raichu estaba en desventaja.
Llegó un momento en que
Raichu cayó al suelo. Pikachu se detuvo:
- ¡¡¡Raichu!!!- gritó
Emanuel.
Su pokémon se levantó
con dificultad, herido. Estaba cansado y jadeaba. Parecía que Pikachu tenía
todas las de ganar:
- ¡Oh no, Raichu…!- dijo
Emanuel.
Sin perder tiempo Eduardo
dijo a su pokémon:
- ¡Pikachu, doble
equipo!
El pokémon ratón se
multiplicó tantas veces que todos sus dobles rodearon a Raichu. Emanuel
observaba horrorizado la situación mientras Eduardo por fin presentía que la
suerte estaba a su favor. Supo que Emanuel no se esperaba aquel movimiento, lo
que le daba un pequeño paso de ventaja:
- ¡Esta ha sido una
buena jugada por parte de Pikachu!- dijo el comentarista- ¿¡podrá Raichu salir
de ésta!?
Emanuel pensó
rápidamente en algo antes de que su pokémon sufriera las consecuencias. Eduardo
gritó decidido:
- ¡Si una descarga no
pudo tumbar a tu pokémon, veamos si puede aguantar veinte!- el chico estiró el
brazo y dijo- ¡Pikachu, impactrueno!
Todos los pikachus que
estaban reunieron electricidad y entre todos crearon una gran masa de
electricidad que fue lanzada al centro del círculo, dónde se encontraba Raichu.
Antes de que la gran masa estrellara contra el pokémon, Emanuel gritó:
- ¡Raichu, protección!
El choque se produjo,
acompañado de una explosión. Los dos entrenadores se cubrieron con un brazo y
después miraron la enorme humareda que cubría el campo de batalla.
De entre el humo surgió
Raichu, que atacó por sorpresa a una copia de Pikachu y desapareció. Todos los
Pikachus se lanzaron contra su enemigo para atacar, pero fue inútil. Raichu empezó
a repartir mamporros entre el grupo de Pikachus, con algunos puños y patadas,
mientras desaparecían las copias. Finalmente se quitó a los que quedaban con un
potente rayo que hizo desaparecer todas las copias, quedando únicamente el
Pikachu original, que se encontraba un poco más lejos, jadeando.
Eduardo se quedó de
piedra. En un solo momento Raichu había acabado con todas las copias de su
pokémon. Emanuel sonrió de nuevo mientras terminaba de disiparse la humareda:
- ¡Bien hecho, Raichu!-
después miró a su rival, con una media sonrisa- ¡Muy buena, Eduardo, tengo que
reconocer que has mejorado un montón y, de hecho, Raichu no lo hubiera contado
si le hubiera alcanzado ese ataque!- luego se puso serio- ¡acabemos con esto de
una vez por todas!
- ¡Muy bien, adelante!-
dijo el chico, también serio.
Ambos pokémon se
prepararon para el siguiente ataque. Sus entrenadores gritaron al mismo tiempo:
- ¡Rayo a la máxima
potencia!
Pikachu y Raichu se cargaron
con toda la electricidad que pudieron y lanzaron las descargas con todas sus
fuerzas. Ambas ataques chocaron con una ferocidad increíble, que acabó con una
gran explosión que destrozó las vidrieras y los cristales que se encontraban en
la parte superior del pabellón. La onda expansiva tiró abajo todo lo que se
encontraba suelto dentro de la infraestructura, incluida la mesa y la silla del
comentarista, que cayó de espaldas al suelo.
Toda la gente se cubrió
con los brazos en las gradas mientras tosían entre la enorme humareda que
cubría todo el pabellón.
Al cabo de un rato la
visión se hizo más clara cuando ambos entrenadores abrieron poco a poco los
ojos. Los dos exclamaron sorprendidos:
- ¡Raichu!
- ¡Pikachu!
Los dos pokémon se
encontraban allí, en el mismo lugar, en pie. El comentarista iba a decir algo,
pero descubrió que su micrófono estaba roto y no pudo comentar nada al
respecto.
Eduardo se dio cuenta
de que su pokémon estaba muy cansado, herido, jadeaba pesadamente y le costaba
mantener el equilibrio. Emanuel también se dio cuenta del grave estado de su
pokémon, que se encontraba igual que Pikachu. Ambos pokémon estaban al límite
de sus fuerzas.
“Este es el final”-
pensó Eduardo- “No creo que ninguno de los dos vaya a aguantar más ni quieran
seguir luchando, están al borde de ser debilitados y apenas les quedan fuerzas
para mantenerse en pie. Lo mejor será rendirse ahora, pero…”
El chico no terminó la
frase. Perplejo, vio como el Raichu de Emanuel adoptaba una postura ofensiva a
cuatro patas, con dificultad en sus movimientos. Su entrenador pareció
sorprendido. No le había dado ninguna orden:
- ¿¡Raichu, qué
haces!?- exclamó Emanuel- ¡no puedes seguir luchando, estás muy débil!
Eduardo se horrorizo al
ver que Pikachu también se ponía en guardia a cuatro patas, igual que Raichu:
- ¿¡Pikachu, tú
también!?- exclamó el chico- ¡no seas idiota, ya no puedes aguantar más!
El pokémon ratón le
dirigió una mirada seria a su entrenador. En sus ojos se veía la determinación
y la seguridad de querer acabar aquel combate, a pesar de su lamentable estado.
Eduardo comprendió a través de los ojos de Pikachu que quería seguir luchando.
Raichu, por su parte,
le dirigió la misma mirada a Emanuel, quien al final acabó comprendiendo a su
pokémon:
- Pikachu…- dijo
Eduardo- ¿por qué…?
- No sirve de nada,
primo…- dijo Emanuel al otro lado de la pista.
Eduardo levantó la
mirada hacia su rival sin comprender nada:
- ¿Qué quieres decir?
- ¿No lo ves? Nuestros
pokémon quieren luchar- afirmó seriamente Emanuel- por mucho que les digamos,
no escucharán nuestras palabras. Quieren acabar este combate y demostrarse a sí
mismos quién es el más fuerte. Lo sé…porque Raichu me lo ha pedido…y puedo estar
seguro…de que Pikachu también te lo ha pedido, ¿verdad?
Eduardo no dijo nada.
Sabía que su rival tenía razón:
- Lo sabía…- dijo el
chico de gorra amarilla, quien levantó la mirada y dijo- ¡Muy bien, Raichu,
será como tú digas!
- Emanuel…- dijo Eduardo
perplejo.
Luego miró a su
pokémon, que esperaba una respuesta suya. El chico bajó la cabeza:
- Pikachu, ¿de verdad
quieres hacer esto? No quiero obligarte a luchar.
El pokémon ratón afirmó
con su vocecita. Entonces lo pensó durante unos segundos. Finalmente Eduardo
sonrió, levantó la cabeza y dijo:
- ¡Está bien, Pikachu, confío
en ti!
Ambos, entrenadores y
pokémon, estaban preparados y listos para el último ataque, que decidiría de
una vez por todas quién ganaría aquel duro combate. De alguna forma, el destino
los había enfrentado aquel día. La hora de la verdad se acercaba.
Los pokémon empezaron a
cargar electricidad por todo su cuerpo, algo que sorprendió no solo a sus
entrenadores, sino a todo el público que los miraba. Una misteriosa fuerza les
daba la fuerza necesaria para realizar aquel último ataque. Finalmente, cuando
los dos pokémon terminaron de cargar electricidad mientras saltaban chispas por
todo su cuerpo, sus entrenadores gritaron:
- ¡Raichu!
- ¡Pikachu!
Entonces Emanuel y
Eduardo gritaron a la vez:
- ¡¡¡PLACAJE
ELÉCTRICO!!!
Ambos pokémon corrieron
hacia el centro del campo de batalla, mientras se rodeaban de un aura amarilla
que saltaban chispas y destruían todo a su paso. El momento de la verdad se
acercaba rápidamente.
Finalmente los dos
pokémon chocaron, provocando otra explosión con humareda, pero no tan potente
como la anterior. Los entrenadores se cubrieron con los brazos, y después
observaron sin desviar la mirada entre el humo, buscando a sus pokémon.
Una gran tensión
reinaba en el ambiente. Todo el público miraba sin habla el resultado final.
Tras unos segundos de
silencio mientras se disipaba la niebla, todos ahogaron un grito de
exclamación. Eduardo y Emanuel gritaron:
- ¡Raichu!
- ¡Pikachu!
Parecía imposible, pero
era verdad. Los dos pokémon seguían allí, en pie, pero dándose la espalda.
Habían atacado y se veían extremadamente heridos. El comentarista, a falta de
micrófono, gritó con su voz desafinada en un intento por que se oyera en todo
el pabellón:
- ¡Amigos esto es
increíble!- exclamó emocionado- ¡es la primera vez en todos mis años de trabajo
que veo una situación igual…dos pokémon que continúan luchando hasta caer
rendidos…y tras un duro ataque que sigan en pie!
Ambos pokémon
sonrieron, orgullosos. Habían conseguido lo imposible.
Después Pikachu exhaló
su último respiro…y cayó al suelo, vencido:
- ¡¡¡PIKACHU!!!- gritó
Eduardo.
El árbitro se acercó
junto a él y con la bandera roja en alto anunció:
- ¡Pikachu está fuera
de combate, la victoria es para Raichu!- después dirigió la mirada al chico de
gorra amarilla- ¡La victoria es para Emanuel Hernández, de 4º de la ESO A!
El público enloqueció de
emoción. Gritaron y vitorearon a Emanuel los de su clase. Los de la clase y
amigos de Eduardo se quedaron en silencio, lamentando su derrota.
Eduardo, con el rostro
ensombrecido, bajó la cabeza. Tenía ganas de llorar y de salir corriendo, pero
una vocecita en su interior no se lo permitía. Se acercó junto a su pokémon,
mientras veía cómo el Raichu de Emanuel ayudaba a levantar a Pikachu. El
pokémon ratón agradeció el gesto y ambos pokémon intercambiaron una pequeña
chispa eléctrica. A pesar de haber sido enemigos, en el fondo eran amigos. Era
normal, pues se habían conocido siendo Pichus.
El chico estiró el
brazo con la poké ball en mano. Pikachu cerró los ojos y se desvaneció en ella.
Eduardo dijo entonces:
- Gracias Pikachu, lo
has hecho muy bien, estoy muy orgulloso de ti.
Emanuel también se
acercó y devolvió a Raichu a su poké ball. Eduardo le extendió la mano:
- ¡Felicidades!- le dijo
con una sonrisa- ¡Has ganado!
- ¡Gracias Eduardo!-
sonrió el chico de gorra amarilla también- ¡pero has sido muy difícil, de
verdad, eres el mejor entrenador al que me he enfrentado nunca!
- ¡Ya te dije que había
mejorado un montón!- dijo el chico sonriente.
Entonces se acercó el
director del instituto Eleanor y le entregó a Emanuel la medalla
conmemorativa mientras decía:
- ¡Felicidades
Emanuel!- dijo el director- ¡Ahora ya eres un entrenador de élite, podrás
luchar con los mejores entrenadores del instituto y además representas a este
instituto para los campeonatos nacionales de nuestro país!
- ¡Muchas gracias,
director!- sonrió el chico de gorra amarilla.
Las horas siguientes
constituyeron la fiesta de celebración del final del campeonato pokémon del IES
Eleanor.
Cuando todo el mundo se
hubo ido, Eduardo se quedó solo en el pabellón. Había acabado el curso escolar
y no volvería a estar allí hasta el próximo año, de modo que quería aprovechar
un poco más el tiempo que le quedaba. Estaba sentado en las gradas, observando
todo el desastre que habían causado sus pokémon y en lo desesperados que se
pondrían los del servicio de limpieza cuando se enteraran del nuevo recadito
que muy pronto recibirían.
Aquella idea le hizo
gracia y no pudo evitar reírse. Entonces cogió una poké ball de su cinturón y
la miró detenidamente. Pensó en todo lo que había trabajado para llegar hasta
allí y en la mala suerte que tuvo de enfrentarse contra su primo Emanuel en la
final. La verdad es que no le sorprendía mucho el que él ganara debido a que ya
estaba acostumbrado a sus derrotas, pero sí bastante el que sus pokémon
aguantaran tanto en el campo de batalla. Tenía como nuevo reto ganar el próximo
año el torneo escolar.
“Bueno, otro año será”-
suspiró.
Una voz conocida lo
despertó de sus pensamientos:
- ¿¡Ey, Eduardo, qué
haces aquí solo!?
- Estaba pensando…- se
limitó a decir.
Emanuel notó su
preocupación y sabía que todavía estaba deprimido. Se sentó a su lado y le
palmeó la espalda con optimismo:
- ¡Vamos hombre, no te
deprimas por un combate, piensa que has dado lo mejor de ti y te esforzaste un
montón!
Mirándolo por ese lado,
Eduardo consiguió alegrarse un poco y agradeció el apoyo de su primo. Le miró
diciendo:
- Conseguiste tu sueño,
después de tanto tiempo- comentó Eduardo- ¿qué se siente al ser un entrenador
de élite?
- Pues la verdad…- se
quedó pensativo y después sonrió- ¡me siento el mismo!
- Ya, pero piensa que a
partir de ahora tendrás que enfrentarte a nuevos retos y a mejores
entrenadores- explicó Eduardo- puedes luchar contra los profesores y hasta con
el mismísimo director, que según me han contado es el mejor entrenador del
instituto. ¿Qué piensas hacer?
El chico de gorra
amarilla contestó:
- Tengo claro que lo
desafiaré algún día…y lo venceré- exclamó con afán se superioridad- pero
también tengo un nuevo objetivo, que es convertirme en el campeón pokémon del
torneo nacional de España, y luego… ¡subiré a la cima en el torneo
internacional mundial y seré el mejor entrenador del mundo!
Eduardo lo miró un rato
y después se rió descaradamente en toda su cara:
- ¿De qué te ríes?-
preguntó furioso Emanuel.
El chico por fin pudo
parar de reir y contestó:
- Es que eso es muy
difícil, Ema, y dudo mucho que puedas llegar tan lejos…
El chico de gorra
amarilla iba a decir algo pero Eduardo lo interrumpió:
- …Pero estoy seguro de
que puedes conseguirlo. Simplemente lo sé. Pero de momento por ahora confórmate
con machacar a los profes y al dire y demostrar que eres el mejor entrenador de
este instituto. Así de paso le das una paliza a la profe de Lengua, por
suspenderme un examen.
Los dos chicos rieron y
Emanuel dijo:
- Tranquilo, lo haré.
Eduardo recordó algo y
le dijo sonrientemente:
- Y…con respecto a lo
de ser el mejor entrenador del mundo, será mejor que te vayas olvidando…
¡porque lo seré yo!
Emanuel exclamó
diciendo:
¡Muy bien, entonces
tendremos que resolver esta disputa otro día con otro combate pokémon!
- Me parece bien-
comentó Eduardo desafiante.
El chico de gorra
amarilla empezó diciendo:
- Pero antes…
Se levantó rápidamente
y salió corriendo hacia la salida mientras decía:
- ¡El último que salga
del pabellón es idiota!
Aquello pilló a Eduardo
por sorpresa, que reaccionó, se levantó y corrió detrás de Emanuel diciendo:
- ¡Oye eso no vale, no
diste la señal, hiciste trampa…vuelve aquí!
Y así ambos chicos
salieron corriendo del pabellón, mientras el sol del atardecer iluminaba a
través de las vidrieras rotas los sueños de jóvenes promesas que quizá algún
día brillarían con luz propia.
FIN
¿Qué os parece? ¿Qué opináis respecto al combate? ¿Resulta interesante o aburrido? ¿Creíais que iba a ganar yo, o esperabais mi derrota? ¿Os gusta o es otro más del montón? ¡Contadme vuestras opiniones, estaré encantado de recibirlas! :D
PD: Ya he empezado a escribir el siguiente capítulo de FF: MP, pero no pienso revelaros el título hasta el próximo año, jajaja xD. No he hecho más que empezar y aún me queda muchísimo por escribir. En los próximos días os daré el avance de la próxima entrega, que a juzgar por la entrada arrasante creo que os gustará, jejeje xD