sábado, 23 de junio de 2012

Capítulo 20: Batalla entre generaciones


Capítulo XX
BATALLA ENTRE GENERACIONES
Helio caminaba tranquilamente por un oscuro y siniestro pasillo, iluminado únicamente por unas pocas antorchas situadas a ambos lados de las paredes. No le hacía mucha gracia tener que comunicar aquel mensaje, pero dada la situación y con los demás miembros de negro ocupados haciendo otras cosas de importancia, él era el único disponible para hacerlo.
Con firmeza abrió una gran puerta tétrica rodeada de siniestras gárgolas de piedra a ambos lados de la entrada, y se aventuró en su interior cerrándose estas tras de sí:
- Señor, tengo noticias- comunicó seriamente mientras caminaba hacia el frente- por desgracia, malas.
Tras situarse en el centro de la estancia, unos ojos diabólicos brillando en rojo se abrieron en la oscuridad del trono, con gesto amenazante:
- ¿Qué ocurre ahora?- preguntó la sombra en tono molesto.
- Se trata de Lectro, señor…- respondió Helio, con un hilo de voz en sus palabras- Él…ha muerto.
Helio conocía de sobra, al igual que el resto, la reacción de su superior ante mensajes negativos sobre él y sus integrantes de negro. Cuando su jefe se enfadaba, todos los miembros de la organización le tenían mucho más respeto, llegando a temer incluso por sus vidas. Cerró los ojos cuando la voz de ultratumba perdió la compostura y gritó furiosa:
- ¿¡Qué!?
- Lo que oye, señor…- repitió Helio- recibimos la confirmación de las sospechas hace apenas unos momentos, ya que hace horas que no sentimos su aura mágica, y tampoco da señales de vida. Él…ha desaparecido de Nautigh, señor…yo…
El hombre de negro no terminó de hablar porque en ese preciso momento algo invisible lo inmovilizó. Helio se horrorizó al ver cómo una afilada lanza de oscuridad se formaba frente a él, y lentamente empezaba a hundirse en su pecho:
- ¿¡Quién lo hizo!?- gritó enfurecida la sombra- ¡¡Habla!!
Helio gritaba de dolor mientras su sangre brotaba del pecho. La punta afilada de la lanza de oscuridad le producía una herida cada vez más profunda:
- ¡¡No lo sé, señor!!
El arma oscura adquiría cada vez más fuerza y le atravesaba poco a poco. Helio comenzaba a pensar que aquel sería su final, y gritaba más fuerte:
- ¡¡Dilo!!- ordenó la sombra desde el trono.
A duras penas, Helio logró con esfuerzo pronunciar unas palabras:
- Me con…taron…que…fueron…los elegidos…y sus…guardianes…
La punta de la lanza paró de repente, y se separó del cuerpo de Helio. El hombre de negro respiró entrecortadamente mientras el sudor caía por su frente.  Aliviado, se llevó la mano al pecho cubierto de sangre. Por suerte, la lanza no había afectado a ningún punto vital:
- Gracias…señor…- dijo con esfuerzo Helio.
La sombra consiguió retener su ira, y poco a poco trató de calmarse. Era la primera vez que un integrante de negro caía a manos de un enemigo. Cuando estuvo lo suficientemente relajado, suspiró y dijo con indiferencia:
- Lectro… ¿Cómo ha podido un miembro de la organización ser derrotado por unos mocosos?
La sombra meditaba esta cuestión mientras Magno hacía acto de presencia a través de un agujero oscuro. El líder y Helio fijaron su atención en él:
- No me esperaba que Lectro cayera tan rápido- comentó Magno con una sonrisa malévola- de tanto presumir acabó muerto.
- Era el más joven y débil de todos…su arrogancia y creencias de superioridad con el poder que le concedí le llevaron a la muerte…- dijo la sombra con indiferencia- bueno, tampoco es una gran pérdida…cualquiera podría sustituirle.
Magno apuntó diciendo, con ironía:
- Puede que, después de todo, esos elegidos no sean tan débiles como pensábamos…son tan fuertes como para acabar con uno de nuestros miembros, y puede que a la larga se vuelvan un peligro para nosotros.
- Puede ser…- dijo la sombra, pensativa- tal y como dices, no dudo de que con el tiempo se conviertan en una seria amenaza para la organización…y por ello debemos actuar de inmediato antes de que eso suceda.
El líder envuelto en sombras chasqueó los dedos, y al igual que Magno, sonrieron maléficamente cuando observaron cómo se formaba un agujero oscuro en la estancia:
- Sin embargo… el que sean un poco más poderosos de lo que imaginábamos, no cambiará para nada sus destinos de morir a manos de la organización Muerte.
De las tinieblas emergió Asbel, con la cabeza baja ocultando su rostro:
- Tenemos a un nuevo miembro en nuestro bando…con un potencial y poder mayor que el de Lectro, que lo convierte en una peligrosa máquina destructiva y con sed de sangre.
Magno y Helio observaron a su nuevo compañero, quien también vestía el mismo manto oscuro que ellos. Ahora ya era un pleno miembro de la organización Muerte.
Cuando Asbel levantó la mirada, ambos hombres de negro se sorprendieron con el cambio radical que había sufrido el espadachín oscuro. El que antes era su enemigo, y el que combatía junto a Jack por el bien de la resistencia, ahora se había convertido en uno más de ellos.
Tras unos segundos de silencio, la sombra se dirigió sonriendo maléficamente al espadachín:
- Ahora que Lectro ha muerto, te toca a ti actuar, Asbel. Es hora de que acabes con esos elegidos de una vez y para siempre. Además de eso, te ofrezco la posibilidad de complacerte saciando tu sed de venganza con cierto mago, al que tengo entendido, odias con todo tu ser… ¿estás preparado, Asbel?
El espadachín miró al líder de la organización, mientras el sello maldito de su cuello resplandecía al mismo tiempo que sus ojos vacíos e inexpresivos, en los que sólo había oscuridad:
- Sí, mi señor.

A la mañana siguiente, el grupo fue conducido por Mirto, quien los llevó a una pequeña cámara, oculta en lo más profundo y recóndito del templo sagrado. En dicha estancia bajo tierra había un pequeño altar de piedra, situado en el centro de la habitación, y con un pequeño hueco en el que encajar algo. A su alrededor, las antorchas iluminaban las cuatro paredes  pintadas con motivos, letras y dibujos de extraño y ancestral lenguaje, completamente ilegibles. A juzgar por el desgaste de las piedras y pinturas, parecían pintadas por los antiguos primitivos de Limaria. Aquella habitación debía de estar llena de historia desde que se construyó hacía más de miles de años. Una extraña aura envuelta en misterio rodeaba aquella cámara, en la que se escuchaban las voces de los antiguos oráculos.
Jack y los demás se acercaron al altar junto a Mirto, el cual habló entonces diciendo:
- Bien, sin más preámbulos, entregadme la piedra angular.
El grupo miró confuso al anciano, como si les hablara en un idioma que nunca habían oído en su vida. Marina se aventuró a preguntar, aún confusa:
- Perdone, ¿cómo ha dicho?
- ¡La piedra angular!- repitió Mirto, como si estuviera claro- ¡la necesito para encajarla aquí! ¿Es que no la habéis traído?
Se produjo un largo e incómodo silencio, en el que el anciano mostró una cara de sorpresa y con la boca abierta mientras el resto del grupo permanecía callado, sin saber qué decir. Rex pudo decir, un poco avergonzado:
- No…
- ¿¡Pero qué…por qué no la  habéis traído!?- exclamó perplejo el anciano- ¡¡es un elemento importante!!
- ¡Nadie nos dijo que debíamos traerla!- alegó Erika en defensa del grupo.
 Enseguida todos le echaron el ojo a Jack, que era el responsable de los aspectos formales relacionados con la profecía y a todo lo que la rodeaba, incluido la recogida de objetos clave para su misión. El mago mostró una cara de sorpresa, al igual que su maestro. Tras unos segundos de duda y de silencio, y a juzgar por sus caras, Jack imaginó lo que pensaban sus compañeros. Como si leyera los pensamientos, éste contestó rápidamente:
- ¡A mí no me miréis, que yo no sabía nada!
- ¡A ver, gente, paz y tranquilidad!- intervino Cristal, que luego se dirigió a Mirto y le preguntó sin rodeos- ¿Por qué es tan importante esa piedra, viejo?
Jack se acercó a ella y le pegó una colleja en la nuca:
- ¡¡Un poco más de respeto, idiota…es el primer elegido que salvó el mundo hace quince años…de no ser por él, ahora no estaríamos aquí!!
La princesa frunció el ceño por lo bajo, y miró amenazante al mago por el golpe. Marina volvió a preguntar, retomando el tema:
- ¿Por qué es tan importante esa piedra, Mirto?
- ¡Sin ella no podemos escuchar las voces de los oráculos, y son quienes dicen cómo acabar con Ludmort!
Los demás palidecieron. Perplejos y con la boca abierta, exclamaron:
- ¿¡Qué!?
- ¡Qué desastre…! - dijo Mirto, llevándose una mano a la cabeza- ¿¡y ahora cómo vamos a detener a Ludmort!?
- ¡Pero si usted lo sabe, no es necesaria la piedra!- exclamó Eduardo- ¡acabó con él hace quince años…díganos cómo hacerlo y lo destruiremos de inmediato!
El resto asintió con la cabeza, y observaron al anciano. Tras un breve silencio, el anciano suspiró y les dijo:
- Para vencer a Ludmort…hay que atacar a su punto débil…el corazón.
La chica con coletas rompió el silencio, soltando un par de carcajadas:
- ¿¡Y eso es todo!?- preguntó Cristal, riéndose- ¿¡Tanto rollo para esto!? ¡Vamos y acabemos con él ahora mismo, en un abrir y cerrar de ojos…librémonos ya de una vez de ese bicho grande de allá arriba!
El anciano permanecía serio ante los comentarios de la chica, como si aquello no le afectara. Le preguntó seriamente, firme y decidido:
- ¿Esto te parece gracioso? ¿Crees que de ser así, aún seguiría Ludmort brillando en el cielo?- luego añadió, un poco molesto- ¡para que lo sepas, princesa de Oblivia, esto no es tan fácil como lo pintas! ¡Es mucho más complejo de lo que parece…hacen falta más detalles! ¡Detalles que nos los darán las voces de los oráculos!!
Cristal y los demás palidecieron al darse cuenta de que Mirto conocía su identidad. Aún con el pelo corto, el anciano la había reconocido como si la conociera de toda la vida. Aquel dato les había dejado mudos de la sorpresa:
- ¿Sorprendida, verdad?- dijo irónicamente Mirto- lo estarías más si me pusiera en contacto con los guardias reales de Oblivia y les dijera que estas aquí…pero desgraciadamente no pudo complacer mi satisfacción, porque eres una guardiana de los elegidos.
- ¿A qué se refiere exactamente con “guardianes”?- preguntó Erika, tras haber oído esa expresión con anterioridad.
- Los “guardianes” son los que acompañan a los elegidos de la profecía en su viaje para destruir a Ludmort. En muchas ocasiones se encargan de apoyarlos y protegerlos de los muchos peligros que surgen a lo largo de su camino,  e incluso de guiarlos.
Eduardo comprendió entonces a qué se refería Lectro cuando citó la palabra durante el combate en Nautigh. Jack y los demás eran sus guardianes, y a lo largo de todo ese tiempo, desde que Erika y él llegaron a Limaria, habían luchado por ellos tratando de protegerles en todo momento. El objetivo de los guardianes es proteger a los elegidos de la profecía, y asegurarse de que llegan sanos y salvos hasta el final del camino para cumplir su cometido.

Retomando el tema importante, el perro habló de nuevo al anciano:
- Aún estamos a tiempo- dijo Rex- díganos por favor, ¿dónde podemos encontrarla? Si nos damos, prisa, quizá podamos hacer algo.
- Ése es el problema…- suspiró Mirto- no sé dónde está.
El grupo se quedó atónito al oír aquello:
- ¿¡Qué!?
- Lo siento, chicos, pensé que traeríais la piedra angular…- luego añadió con pesar- pero me equivoqué.
Erika intervino de nuevo, reflexionando y con cara pensativa:
- Esto no tiene lógica…usted también la usó hace quince años para escuchar a las voces de los oráculos… ¿cómo es que no sabe dónde está?
- Yo también recorrí el mundo en su busca, cuando me tocó mi turno- explicó Mirto- pero sin embargo, descubrí que una vez que se usa, la piedra vuelve a desaparecer del altar.
- ¿¡De verdad!?- preguntó Marina, perpleja y asombrada- ¿¡y no sabe dónde podría estar ahora!?
- Desgraciadamente no…- dijo el anciano- podría estar en cualquier parte del mundo…tal vez en una duna del desierto, en el fondo del mar, bajo las raíces de algún árbol de la montaña, en los altos picos escarpados de las colinas, oculto entre la hierba de las praderas, enterrado bajo la nieve del continente norte…las posibilidades son infinitas.
Jack y los demás se horrorizaban sabiendo que el objeto que necesitaban podría estar en prácticamente cualquier parte del entorno que los rodeaba. Rex pronunció, casi sin palabras:
- Es imposible…nos llevaría toda la vida encontrarla…y puede que tampoco lo consigamos…tenemos sólo una probabilidad entre miles de millones…
Marina suspiró y bajó la cabeza, rendida:
- No llegaremos a tiempo…Ludmort vendrá y destruirá los dos mundos…podemos darnos por vencidos…
Por unos momentos todos bajaron la cabeza, apenados. Eduardo no contaba con aquel obstáculo, y trataba de imaginarse lo difícil que sería encontrar un pequeño objeto con forma que encajara en semejante altar. Disponían de varios meses para buscar la tan ansiada piedra, pero sin ni siquiera saber por dónde empezar a rastrear, tenían muy pocas probabilidades de encontrarla. Además de eso, si no lo conseguían, Ludmort llegaría y destruiría ambos mundos: Limaria y La Tierra.
Todas las ilusiones y esperanzas parecieron desaparecer de repente en un suspiro, cuando los miembros del grupo bajaron la cabeza y adquirieron un semblante triste y deprimido. En contraste con los demás, Jack levantó la cabeza. Para sorpresa de todos, el mago pronunció firme y decididamente:
- ¡¡No…no podemos rendirnos!!
- ¿Jack?- preguntó Marina, perpleja.
- Puede que sea imposible, que jamás la encontremos…sin embargo, prefiero intentarlo y hacer algo, antes que quedarme de brazos cruzados mientras Ludmort viene y nos mata a todos.
Los demás lo escucharon, asombrados por sus sabias palabras:
- Si algo aprendí del maestro Mirto, es que nunca hay que rendirse…sino seguir luchando hasta que no puedas más, hasta que sientas que has llegado al límite, hasta que puedas estar orgulloso de ti mismo, que no te arrepientes de haberlo hecho…porque al menos sabes que lo has intentado…- y luego añadió, sin bajar ni un momento la autoestima-…prefiero morir en el intento… ¿quién está conmigo?
El grupo miró con orgullo a su líder. Los temores desaparecían de sus rostros, y la esperanza renacía en sus ojos. El mago había logrado disipar las dudas del corazón de todos sus amigos, y animarles a seguir luchando por un fin. Con una sonrisa y la mirada decidida, uno a uno fue pronunciando firmemente:
- Estoy contigo, Jack- dijo Marina.
- Yo también- añadió Eduardo.
- Y yo- comentó Rex.
- No te olvides de mí- sonrió Cristal decididamente.
- ¿Somos un equipo, no?- dijo Erika, sin quedarse atrás- ¡podemos hacerlo!
El mago miró a sus compañeros, y les dio las gracias a todos. Después de eso, alzó la voz firme y decidido:
- Muy bien chicos… ¡otra aventura nos espera!- exclamó Jack.

Mirto observaba la escena con emoción. Su tristeza y preocupación desaparecieron de repente cuando Jack también logró transmitirle su fuerza y autoestima, creyendo que podían hacerlo de verdad. A pesar de las dificultades, sentía que Jack y los demás podían conseguirlo. Les unía el esfuerzo y el trabajo en equipo, y con ese poder, con la fuerza de la amistad…podían lograrlo.
El anciano miró orgulloso a aquel hombre que una vez fue su alumno, y sonrió feliz. Ya no era aquel niño débil e inocente que practicaba magia bajo su tutela como maestro. Ahora era el líder de un equipo que lo admiraba y apoyaba. Podía sentir que tenía unos fuertes y estrechos lazos que lo unía a esos miembros, unos vínculos muy fuertes e irremplazables:
“No me había dado cuenta hasta ahora, pero…has crecido, Jack…”- pensó Mirto en su mente- “te has convertido en un noble mago, admirado y querido por tus amigos…estoy seguro de que ellos lo darían todo por ti…”- y luego dijo, sonriendo con emoción- “sin duda, tus padres estarían muy orgullosos de ti”

Cuando se dispusieron a marcharse, el anciano los detuvo de repente:
- Esperad un momento.
El grupo se giró, y Jack preguntó, confuso:
- ¿Qué pasa, maestro Mirto?
El anciano sonrió mientras decía seriamente:
- Me gustaría comprobar si la nueva generación está preparada para los numerosos peligros que les esperan.
- ¿A qué te refieres?
Mirto tardó un poco en responder. Cuando lo hizo, sus palabras dejaron sin habla al resto del grupo:
- Quiero luchar contra los elegidos, Eduardo y Erika.

Todos quedaron tan sorprendidos como Jack, en especial los dos jóvenes. Confusos, el mago se adelantó y preguntó:
- Maestro Mirto, ¿se ha vuelto loco?
- Al contrario, amigo mío…- respondió tranquilamente el anciano- sólo quiero ponerlos a prueba…no será ningún combate a muerte.
- ¿Está seguro de lo que dice?
- Completamente- afirmó sin vacilar.
Mirto miró a los dos elegidos, y sonriendo con una mirada decidida, les dijo:
- ¿Qué me decís, chicos? ¿Una batalla de entrenamiento?
Eduardo y Erika se miraron a los ojos. Tras unos segundos de duda, y después de que Eduardo finalmente sonriera y asintiera con la cabeza en gesto afirmativo, Erika respondió también sonriente:
- Vale…aceptamos el desafío.

Mirto  los condujo fuera del templo sagrado, acompañados del resto del grupo como espectadores del combate. El chico sentía que se le encogía el corazón y la emoción lo invadía por dentro al pensar que la batalla tendría lugar en el mismo sitio donde hace quince años el anciano se enfrentó al mismísimo líder de la organización Muerte. Sentía miedo y alegría al mismo tiempo, era una sensación contradictoria que ni él mismo entendía.
Los combatientes se alejaron poco más de cinco metros. Frente a frente, Eduardo y Erika hicieron aparecer mágicamente las armas sagradas en sus manos y se pusieron en guardia, al igual que su oponente. Ambos se sorprendieron al comprobar que Mirto también podía convocar su llave espada mágicamente en su mano, igual que ellos:
- ¡Bah, está claro quiénes van a ganar!- comentaba Cristal, sin interés- ¡son dos contra uno, y además su rival es un viejo decrépito a punto de jubilarse!
Jack se molestó con aquel comentario, y nuevamente le pegó otra colleja a la chica con coletas, quien se quejó de dolor. Rex y Marina, por su parte, observaban intrigados a la espera de que diera inicio el combate. Por alguna extraña razón, el perro tenía la sensación de que el anciano ocultaba algo:
- Aquí hay algo raro…- dijo Rex en voz alta, pensativo- Mirto parece muy tranquilo y seguro a pesar de saber que se va a enfrentar a dos jóvenes mucho más ágiles, fuertes y rápidos que él.
- Tienes razón- afirmó Marina, también intrigada- hay algo raro en él, y me preocupa mucho su actitud aún sabiendo que está en desventaja…desde luego, su aura mágica no es normal…sobrepasa con creces la de Eduardo y Erika…ni siquiera juntos son capaces de igualarle.

El viento soplaba y le daba vida a la hierba, que se movía con la brisa fresca de la mañana. Los dos jóvenes parecían un poco nerviosos, en contraste con la calma que se podía percibir en Mirto. Eduardo no comprendía por qué parecía tan tranquilo sabiendo que le superaban en número. Su aparente paz y calma le desconcertaba mientras se veían envueltos en un aire cargado de tensión dónde sólo se oía soplar al viento:
- Adelante, chicos, podéis venir a atacarme- animó Mirto con una sonrisa- juro que no me moveré de aquí.
Los dos jóvenes se miraron a los ojos, confusos por la respuesta del anciano:
- ¿¡Qué!?- exclamó Erika, perpleja.
- ¿¡Cree que puede derrotarnos sin moverse de su sitio!?- preguntó Eduardo, también sorprendido.
Tras pensarlo por unos instantes, ambos sonrieron. No sólo eran dos contra uno, sino que además su oponente tampoco iba a moverse. Era un blanco demasiado fácil:
- Se cree muy fuerte como para vencer permitiéndonos más ventaja- comentó Erika.
- Está bien, así será mucho más fácil- dijo Eduardo con una sonrisa pícara- ¡Haremos que se arrepienta de sus palabras!

El chico inició el combate. Corrió directo a atacar a Mirto y con fuerza le asestó la mejor de sus estocadas. Su sonrisa desapareció cuando las llaves espada chocaron con un eco metálico, palideciendo su rostro al ver que el anciano había detenido su ataque con una sola mano y sin ningún esfuerzo:
- ¿Y esto es todo lo que sabes hacer?- sonrió Mirto.
- Aún no has visto nada… ¡ahora verás!- exclamó el joven.
Eduardo actuó nuevamente y realizó todos los movimientos ofensivos con espada que había aprendido de su antiguo maestro Asbel durante su estancia en Limaria. El acero de las dos llaves espada resonaba con furia, produciendo chispas con cada frenético choque.
Los demás observaban asombrados el duelo de espadachines, elegidos de la profecía. Lo más impactante e impresionante es que Mirto detenía todos sus movimientos sin desplazarse del sitio, mientras el joven se movía rápidamente a su alrededor, contraatacando contra su oponente.
Al cabo de unos segundos de duros golpes de acero, Eduardo se detuvo y alejó unos pasos, jadeando del cansancio y sin bajar la guardia. Le sorprendió comprobar que el anciano no mostraba síntomas de fatiga ni agotamiento tras bloquear todos sus ataques. Al contrario que él, parecía como si todo lo que acababa de hacer no le hubiera afectado en absoluto:
“¡Es imposible!”- pensó el chico en su mente, perplejo- “¿¡Cómo puede tener este viejo tanta resistencia!? ¡Yo ya estoy cansado…y él sigue tan fresco como cuando estaba antes de empezar el combate! ¿¡Qué significa esto!?”

- No peleas mal, muchacho…tu arte con el dominio de la llave espada es impresionante, te han enseñado bien- comentó Mirto, sonriente- sin embargo, aún te queda mucho por aprender.
Después de recuperarse durante unos segundos, Eduardo volvió a la carga. Corrió y trató de asestarle a su rival un nuevo mandoble con su arma. En esta ocasión Mirto detuvo el ataque, igual que antes, y con un rápido movimiento de su arma sagrada apartó la llave espada de Eduardo a un lado, dejándolo totalmente a su merced.
Aprovechando el descuido del joven, cansado como para reaccionar a tiempo, le puso la zancadilla y le hizo perder el equilibrio. El chico vio pálido, frente a él, cómo antes de llegar al suelo, Mirto le golpeó con el puño de su arma sin dudarlo. El impacto del ataque fue tan fuerte que envió a Eduardo un poco más lejos, rodando por la hierba. El joven se retorcía de dolor en el suelo, llevándose los brazos al estómago. Parecía inmovilizado y que no iba a volver a levantarse.

- Uno menos…- comentó pícaramente el anciano, que luego dirigió su mirada con la misma sonrisa a la chica que aguardaba un poco más lejos- ¡ven, Erika, ahora te toca a ti!
La joven, asombrada al ver el resultado de la primera ronda, tardó en comprender que era su turno. Movió la cabeza rápidamente a ambos lados y se preparó para el ataque, concienciada de que le tocaba luchar. Conjuró sin dudarlo la magia piro y de la vara mágica salió disparada una gran bola de fuego, directa a su oponente. Mirto creó rápidamente una barrera mágica que detuvo el ataque antes de que le alcanzara, y el impacto de la explosión produjo una inmensa humareda que inundó el campo de batalla:
- ¿De verdad piensas que vas a vencerme con una magia elemental tan básica?- preguntó el anciano en medio del denso humo, donde no se veía nada- ¡vas a necesitar mucho más que eso para derrotarme!
Los siguientes instantes permanecieron en calma, provocando una gran intriga y confusión entre los espectadores. Cuando se disipó la humareda minutos después, los presentes se sorprendieron al ver que la chica había desaparecido de la vista:
- ¿¡Eh, qué es lo que pasa!?- exclamó Cristal, con la boca abierta- ¿¡Dónde se ha metido Erika!?

Mirto respiraba tranquilo a pesar de no ver a su rival. Permanecía demasiado calmado y paciente, como si lo tuviera todo bajo control. En ese momento una voz detrás de él le dijo:
- ¡Estoy aquí!
El anciano se dio la vuelta, y encontró a la joven un poco más lejos. De la vara mágica se iba creando lentamente una enorme y peligrosa onda mágica. Enseguida Mirto supo lo que pretendía, y rió diciendo:
- Muy astuta, debo reconocerlo. Has aprovechado el tiempo en que se disipaba la humareda para acumular energía mágica y formar un poderoso ataque, el cual necesita unos minutos para cargarse de energía. Además de eso, has usado el humo a tu favor para camuflarte y así preparar el próximo ataque sin que tus enemigos se enteren.
Erika había terminado de cargar el hechizo ofensivo, y el anciano se sorprendió al contemplar que la onda mágica era enorme, más de lo que esperaba para alguien tan joven como ella:
- Así que quieres un duelo mágico…- sonrió Mirto, decidido- muy bien ¡que así sea!
Su oponente actuó enseguida, siguiendo los mismos pasos que Erika, y en menos de diez segundos Mirto acumuló energía y formó una onda mágica mucho más grande que la de la chica. Erika palideció de repente al ver aquello:
“¡No puede ser!”- pensó la joven para sí, asombrada- “¡Con lo que me ha costado y el tiempo que me ha llevado hacer este ataque, él lo ha duplicado en menos de diez segundos! ¡Su velocidad para cargar ataques mágicos es increíble!”
En ese momento la voz de su rival la distrajo, apartándola de sus pensamientos:
- ¿Preparada, Erika?
Ella movió la cabeza rápidamente a ambos lados, y respondió enseguida:
- ¡Sí, adelante!
La chica concentró todo su potencial mágico en ese ataque, y finalmente lo lanzó contra su oponente, con todas sus fuerzas, decidida a ganar. Mirto vio la firmeza y decisión de la joven a darlo todo en aquel movimiento, y no dudó en disparar él también su onda mágica directa contra ella.

Los espectadores y Eduardo, tumbado desde la hierba tratando de recuperarse, observaron asombrados, perplejos y con la boca abierta cómo colisionaban ambas ondas mágicas. Estas producían estallidos y descargas de energía mágica, en medio de un brillante espectáculo de luces que hacía temblar la zona en la que se encontraban:
- ¡¡El suelo tiembla!!-gritaba Cristal, asustada y aferrándose a una roca- ¡¡vamos a morir!!
- ¡No digas tonterías!- replicó Jack, también agarrado a otra roca- ¡aquí nadie va a morir, lo tienen todo controlado!
- ¡Es increíble la cantidad de magia que ambos están usando!- comentó Rex, asombrado y agazapado sobre la hierba- ¡más les vale acabar pronto, o de lo contrario toda esta zona será destruida!
Mientras tanto, a ambos extremos de la gran colisión mágica, los dos combatientes aguantaban las ondas con sus armas. Erika se esforzaba todo lo que podía, pero le era imposible hacer retroceder a Mirto. Éste aguantaba paciente en su sitio, sin retroceder un paso. Observaba a la chica tratando de esforzarse duramente para mantener el ataque, flaqueándole las extremidades, y el anciano se sorprendió con la perseverancia y la firmeza de la joven, decidida a luchar hasta el final:
“¡Increíble…su talento con la magia es extraordinario!”- pensó Mirto en su mente- “¡yo a su edad no conseguía hacer una onda mágica de semejante tamaño…y ella lo ha logrado!”

- Te han entrenado bien, tu potencial mágico es asombroso- dijo Mirto, sonriente- sin duda eres digna merecedora de ser la elegida de la vara mágica.
La chica había llegado al límite de su magia, y su ataque comenzaba a perder fuerza. Retrocedía a cada paso mientras perdía terreno:
- Sin embargo… ¡el juego se acaba aquí!- exclamó el anciano.
Con un mínimo impulso, la onda mágica de Mirto destruyó y atravesó la de Erika, como si no le fuera ninguna amenaza. Parecía como si todo aquel tiempo, todos los esfuerzos de la joven por hacer frente a su rival, no hubieran servido de nada. Mirto había estado jugando con su ataque sabiendo desde el principio que iba a ganar, y lo hizo en aquel momento, con total facilidad y sin ningún esfuerzo.
Sus amigos vieron horrorizados cómo la chica logró tirarse a un lado y esquivar por los pelos el ataque mágico de su oponente. La onda mágica de Mirto siguió sin descanso tras ella hasta llegar a una pequeña montaña en el horizonte, en la cual se produjo una gran explosión que la destruyó y borró del mapa. El temblor de tierra cesó tras desaparecer la onda mágica, junto con la montaña destruida a lo lejos. Todos los presentes temblaban ante el poder del anciano, preguntándose más de mil veces en sus cabezas de dónde sacaba Mirto tanta fuerza y magia.

La chica se encontraba herida en la hierba. Aunque logró esquivar el ataque, éste pasó tan cerca de ella que la empujó bruscamente, rodando por el césped.
Ambos elegidos estaban aparentemente fuera de combate, y el resultado se veía claro. Los dos jóvenes no se levantaban del suelo y tenían varios rasguños, mientras que Mirto permanecía intacto y sereno. No había sufrido ningún daño en toda la batalla:
- Ya está, se acabó…- suspiró Marina con tristeza.
- Al menos lo han intentado- comentó Jack, también decaído.
El anciano dio media vuelta y caminó en dirección a los espectadores, dando por terminado el desafío. En ese momento se detuvo cuando oyó una voz a sus espaldas, y se giró de nuevo a ellos. Los presentes se sorprendieron y, con la boca abierta, observaron algo inesperado.  En ese entonces el chico se levantó con esfuerzo, al igual que su compañera. Ambos temblaban de piernas, pues aún no estaban del todo recuperados:
- ¡Espera!- gritó Eduardo- ¡el combate…aún no ha terminado!
- ¡No te vayas, Mirto!-dijo Erika- ¡Todavía podemos…luchar!
El anciano contemplaba asombrado y perplejo que, a pesar de los daños recibidos, los dos jóvenes aún querían seguir combatiendo. En sus rostros se veía ahora una faceta completamente distinta, unos ojos y expresiones firmes y decididas:
“Les ha cambiado la mirada”- pensó Mirto para sí- “Ahora parece que van a luchar en serio”

El anciano suspiró y mostró una nueva sonrisa decidida cuando observó a sus rivales ponerse en guardia nuevamente. Rió diciendo:
- ¡Muy bien, chicos…venid, demostradme que las armas sagradas no se equivocaron al elegiros!

Tal y como dijo Mirto, sus oponentes no se lo pensaron más. Ambos corrieron directos hacia él, dispuestos a jugar su última baza. Cuando llegaron junto al anciano, éste se sorprendió al comprobar que, efectivamente, habían cambiado su pauta de ataque. En aquellos momentos le costaba detener y esquivar los movimientos conjuntos y sincronizados de Eduardo y Erika, quienes no se detenían en ningún momento ni le dejaban un segundo de respiro a Mirto. Choques y ecos metálicos, colisiones de armas y ataques mágicos se entremezclaban en la nueva ronda del combate, que parecía más equilibrado para ambos bandos, y resultaba más rápido y frenético que los anteriores.

Un poco más lejos, sus amigos los observaban asombrados. Con la boca abierta, no creían lo que veían. El combate había dado un giro radical e inesperado:
- ¡Joder, mirad eso!- exclamaba Cristal, eufórica- ¡Esta vez van a ganar, seguro!
- Es increíble las sorpresas que esconden esos dos pequeños- dijo Jack, sonriente - nunca dejan de sorprenderme.
Entretanto, Mirto aún seguía tratando de comprender el cambio que habían sufrido sus dos rivales. Recibió más de un golpe en medio de la confusión del combate, y empezaba a sentirse cansado y fatigado:
“Estos críos están logrando agotarme, y mi cuerpo de edad avanzada ya no me permite aguantar tanto como ellos”- se dijo a sí mismo el anciano en su mente- “tengo que hacer algo enseguida, o me veré en un serio apuro”
En un momento dado de la batalla, la llave espada de Eduardo consiguió bloquear e inmovilizar la de Mirto, para su sorpresa, dejándolo a merced de Erika. Ésta intentó golpearle con la vara mágica, pero el anciano saltó rápidamente por encima de sus cabezas, esquivando por los pelos el ataque de la joven:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamaron ambos, perplejos.
Los dos alzaron sus miradas hacia arriba, y no pudieron reaccionar a tiempo cuando Mirto conjuró una poderosa magia desde el aire, directa contra ellos:
- ¡¡Piro++!!
Eduardo pudo ver en una fugaz milésima de segundo, antes de recibir el ataque mágico, que un objeto esférico brillaba en el pecho de su rival. La magia impactó de lleno en medio de los dos jóvenes, produciendo una explosión y una enorme humareda negra. Parecía ser el final del combate:
- ¡¡Eduardo, Erika!!- gritaban sus amigos un poco más lejos, preocupados.

Con la ayuda de los demás, que corrieron a ayudarles, Mirto usó su magia curativa para sanar a los dos jóvenes heridos. No tardaron mucho en recuperar los pequeños rasguños que habían sufrido ambos. Cuando se restablecieron completamente el chico miró a su compañera, y tras un suspiro, luego a Mirto:
- Hemos perdido… ¿verdad?
- No somos merecedores de las armas sagradas…- dijo Erika, deprimida.
Para su sorpresa, el anciano los miró a los dos, y sonriendo alegremente les animó con sus palabras:
- ¡Al contrario!- respondió Mirto- ¡os felicito chicos, habéis luchado con gran valor y destreza…me habéis demostrado que sois dignos merecedores de ser llamados elegidos de la profecía!- y luego añadió sin tratar de ofenderles- ¡aunque os falta práctica y mucho por aprender, en mi opinión estáis preparados para la misión que se espera de vosotros!
Los dos jóvenes sonrieron con un brillo en la mirada, ilusionados. De repente la tristeza desapareció de sus rostros:
- ¿¡De verdad!?- preguntó el chico, emocionado.
Mirto asintió con la cabeza, sonriendo cálidamente. Cegada por la emoción, Erika cogió de las manos a su amigo y comenzó a dar vueltas alrededor de él, mientras Eduardo sentía que se mareaba:
- ¡Qué bien Edu, vamos a celebrarlo!- exclamó ella con alegría.
- ¡Eh, todavía no!- replicó el anciano- ¡ya lo celebraremos cuando me traigáis la piedra angular!
Los demás empezaron a soltar carcajadas y risas, incluso el propio Mirto, mientras contemplaban la graciosa escena. Por primera vez desde hacía años, el anciano sentía que se reía de verdadera alegría y felicidad.

Poco después, Mirto les regaló provisiones de su despensa para el grupo, y tras despedirse del guardián, Jack y los demás abandonaron el templo sagrado en pos de su próxima aventura: encontrar la piedra angular.
El anciano no pudo evitar sentir un poco de tristeza al reencontrarse con su viejo alumno después de muchos años, y despedirse de él el mismo día. Había cambiado a mejor, y rodeado por sus compañeros y amigos, sabía que estaría a salvo, que juntos podrían superar cualquier obstáculo que se les pusiera por delante. No perdía la esperanza de que muy pronto aquel grupo de viajeros volvieran a él con la piedra angular en sus manos, el único objeto que les faltaba para completar el proceso para la destrucción de Ludmort.

Y mientras los veía alejarse en la distancia, Mirto no pudo evitar mirar a los dos jóvenes con los que se había enfrentado aquel mismo día, a la nueva generación de elegidos de la profecía. Sin duda tenían potencial, sólo que necesitaban desarrollarlo con la experiencia, y algún día saldría a la luz todo su verdadero poder:
“No hay duda”- pensó Mirto- “cuando luchan por separado, son más débiles, pero juntos forman un equipo temible. La esperanza aún vive para Limaria”
Sabía que las armas sagradas no se habían equivocado al elegirlos a ambos:
- Todavía me cuesta creer que las armas los hayan elegido ¿por qué a ellos? Son sólo unos niños…- dijo en voz alta el anciano para sí, con preocupación- es increíble…y a la vez injusto…son demasiado jóvenes para lo que les espera…
En ese momento suspiró de tristeza. Los malos recuerdos del pasado y de su compañera, hace quince años, volvieron a su memoria. Añadió con pesar:
- Sufrirán mucho, lo sé…pero no hay forma de cambiar el destino.

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