Capítulo
XX
BATALLA
ENTRE GENERACIONES
Helio caminaba tranquilamente por un
oscuro y siniestro pasillo, iluminado únicamente por unas pocas antorchas
situadas a ambos lados de las paredes. No le hacía mucha gracia tener que
comunicar aquel mensaje, pero dada la situación y con los demás miembros de
negro ocupados haciendo otras cosas de importancia, él era el único disponible
para hacerlo.
Con firmeza abrió una gran puerta
tétrica rodeada de siniestras gárgolas de piedra a ambos lados de la entrada, y
se aventuró en su interior cerrándose estas tras de sí:
- Señor, tengo noticias- comunicó
seriamente mientras caminaba hacia el frente- por desgracia, malas.
Tras situarse en el centro de la
estancia, unos ojos diabólicos brillando en rojo se abrieron en la oscuridad
del trono, con gesto amenazante:
- ¿Qué ocurre ahora?- preguntó la
sombra en tono molesto.
- Se trata de Lectro, señor…-
respondió Helio, con un hilo de voz en sus palabras- Él…ha muerto.
Helio conocía de sobra, al igual que
el resto, la reacción de su superior ante mensajes negativos sobre él y sus
integrantes de negro. Cuando su jefe se enfadaba, todos los miembros de la
organización le tenían mucho más respeto, llegando a temer incluso por sus
vidas. Cerró los ojos cuando la voz de ultratumba perdió la compostura y gritó
furiosa:
- ¿¡Qué!?
- Lo que oye, señor…- repitió Helio-
recibimos la confirmación de las sospechas hace apenas unos momentos, ya que
hace horas que no sentimos su aura mágica, y tampoco da señales de vida. Él…ha
desaparecido de Nautigh, señor…yo…
El hombre de negro no terminó de
hablar porque en ese preciso momento algo invisible lo inmovilizó. Helio se
horrorizó al ver cómo una afilada lanza de oscuridad se formaba frente a él, y
lentamente empezaba a hundirse en su pecho:
- ¿¡Quién lo hizo!?- gritó enfurecida
la sombra- ¡¡Habla!!
Helio gritaba de dolor mientras su
sangre brotaba del pecho. La punta afilada de la lanza de oscuridad le producía
una herida cada vez más profunda:
- ¡¡No lo sé, señor!!
El arma oscura adquiría cada vez más
fuerza y le atravesaba poco a poco. Helio comenzaba a pensar que aquel sería su
final, y gritaba más fuerte:
- ¡¡Dilo!!- ordenó la sombra desde el
trono.
A duras penas, Helio logró con
esfuerzo pronunciar unas palabras:
- Me con…taron…que…fueron…los elegidos…y
sus…guardianes…
La punta de la lanza paró de repente,
y se separó del cuerpo de Helio. El hombre de negro respiró entrecortadamente
mientras el sudor caía por su frente.
Aliviado, se llevó la mano al pecho cubierto de sangre. Por suerte, la
lanza no había afectado a ningún punto vital:
- Gracias…señor…- dijo con esfuerzo
Helio.
La sombra consiguió retener su ira, y
poco a poco trató de calmarse. Era la primera vez que un integrante de negro
caía a manos de un enemigo. Cuando estuvo lo suficientemente relajado, suspiró
y dijo con indiferencia:
- Lectro… ¿Cómo ha podido un miembro
de la organización ser derrotado por unos mocosos?
La sombra meditaba esta cuestión
mientras Magno hacía acto de presencia a través de un agujero oscuro. El líder
y Helio fijaron su atención en él:
- No me esperaba que Lectro cayera tan
rápido- comentó Magno con una sonrisa malévola- de tanto presumir acabó muerto.
- Era el más joven y débil de todos…su
arrogancia y creencias de superioridad con el poder que le concedí le llevaron
a la muerte…- dijo la sombra con indiferencia- bueno, tampoco es una gran
pérdida…cualquiera podría sustituirle.
Magno apuntó diciendo, con ironía:
- Puede que, después de todo, esos
elegidos no sean tan débiles como pensábamos…son tan fuertes como para acabar
con uno de nuestros miembros, y puede que a la larga se vuelvan un peligro para
nosotros.
- Puede ser…- dijo la sombra,
pensativa- tal y como dices, no dudo de que con el tiempo se conviertan en una
seria amenaza para la organización…y por ello debemos actuar de inmediato antes
de que eso suceda.
El líder envuelto en sombras chasqueó
los dedos, y al igual que Magno, sonrieron maléficamente cuando observaron cómo
se formaba un agujero oscuro en la estancia:
- Sin embargo… el que sean un poco más
poderosos de lo que imaginábamos, no cambiará para nada sus destinos de morir a
manos de la organización Muerte.
De las tinieblas emergió Asbel, con la
cabeza baja ocultando su rostro:
- Tenemos a un nuevo miembro en
nuestro bando…con un potencial y poder mayor que el de Lectro, que lo convierte
en una peligrosa máquina destructiva y con sed de sangre.
Magno y Helio observaron a su nuevo
compañero, quien también vestía el mismo manto oscuro que ellos. Ahora ya era
un pleno miembro de la organización Muerte.
Cuando Asbel levantó la mirada, ambos
hombres de negro se sorprendieron con el cambio radical que había sufrido el
espadachín oscuro. El que antes era su enemigo, y el que combatía junto a Jack
por el bien de la resistencia, ahora se había convertido en uno más de ellos.
Tras unos segundos de silencio, la
sombra se dirigió sonriendo maléficamente al espadachín:
- Ahora que Lectro ha muerto, te toca
a ti actuar, Asbel. Es hora de que acabes con esos elegidos de una vez y para
siempre. Además de eso, te ofrezco la posibilidad de complacerte saciando tu
sed de venganza con cierto mago, al que tengo entendido, odias con todo tu ser…
¿estás preparado, Asbel?
El espadachín miró al líder de la organización,
mientras el sello maldito de su cuello resplandecía al mismo tiempo que sus
ojos vacíos e inexpresivos, en los que sólo había oscuridad:
- Sí, mi señor.
A la mañana siguiente, el grupo fue
conducido por Mirto, quien los llevó a una pequeña cámara, oculta en lo más
profundo y recóndito del templo sagrado. En dicha estancia bajo tierra había un
pequeño altar de piedra, situado en el centro de la habitación, y con un
pequeño hueco en el que encajar algo. A su alrededor, las antorchas iluminaban las
cuatro paredes pintadas con motivos,
letras y dibujos de extraño y ancestral lenguaje, completamente ilegibles. A
juzgar por el desgaste de las piedras y pinturas, parecían pintadas por los
antiguos primitivos de Limaria. Aquella habitación debía de estar llena de
historia desde que se construyó hacía más de miles de años. Una extraña aura
envuelta en misterio rodeaba aquella cámara, en la que se escuchaban las voces
de los antiguos oráculos.
Jack y los demás se acercaron al altar
junto a Mirto, el cual habló entonces diciendo:
- Bien, sin más preámbulos, entregadme
la piedra angular.
El grupo miró confuso al anciano, como
si les hablara en un idioma que nunca habían oído en su vida. Marina se
aventuró a preguntar, aún confusa:
- Perdone, ¿cómo ha dicho?
- ¡La piedra angular!- repitió Mirto,
como si estuviera claro- ¡la necesito para encajarla aquí! ¿Es que no la habéis
traído?
Se produjo un largo e incómodo
silencio, en el que el anciano mostró una cara de sorpresa y con la boca
abierta mientras el resto del grupo permanecía callado, sin saber qué decir.
Rex pudo decir, un poco avergonzado:
- No…
- ¿¡Pero qué…por qué no la habéis traído!?- exclamó perplejo el anciano-
¡¡es un elemento importante!!
- ¡Nadie nos dijo que debíamos
traerla!- alegó Erika en defensa del grupo.
Enseguida todos le echaron el ojo a Jack, que
era el responsable de los aspectos formales relacionados con la profecía y a
todo lo que la rodeaba, incluido la recogida de objetos clave para su misión.
El mago mostró una cara de sorpresa, al igual que su maestro. Tras unos
segundos de duda y de silencio, y a juzgar por sus caras, Jack imaginó lo que
pensaban sus compañeros. Como si leyera los pensamientos, éste contestó
rápidamente:
- ¡A mí no me miréis, que yo no sabía
nada!
- ¡A ver, gente, paz y tranquilidad!-
intervino Cristal, que luego se dirigió a Mirto y le preguntó sin rodeos- ¿Por
qué es tan importante esa piedra, viejo?
Jack se acercó a ella y le pegó una
colleja en la nuca:
- ¡¡Un poco más de respeto, idiota…es
el primer elegido que salvó el mundo hace quince años…de no ser por él, ahora
no estaríamos aquí!!
La princesa frunció el ceño por lo
bajo, y miró amenazante al mago por el golpe. Marina volvió a preguntar,
retomando el tema:
- ¿Por qué es tan importante esa
piedra, Mirto?
- ¡Sin ella no podemos escuchar las
voces de los oráculos, y son quienes dicen cómo acabar con Ludmort!
Los demás palidecieron. Perplejos y
con la boca abierta, exclamaron:
- ¿¡Qué!?
- ¡Qué desastre…! - dijo Mirto,
llevándose una mano a la cabeza- ¿¡y ahora cómo vamos a detener a Ludmort!?
- ¡Pero si usted lo sabe, no es
necesaria la piedra!- exclamó Eduardo- ¡acabó con él hace quince años…díganos
cómo hacerlo y lo destruiremos de inmediato!
El resto asintió con la cabeza, y
observaron al anciano. Tras un breve silencio, el anciano suspiró y les dijo:
- Para vencer a Ludmort…hay que atacar
a su punto débil…el corazón.
La chica con coletas rompió el
silencio, soltando un par de carcajadas:
- ¿¡Y eso es todo!?- preguntó Cristal,
riéndose- ¿¡Tanto rollo para esto!? ¡Vamos y acabemos con él ahora mismo, en un
abrir y cerrar de ojos…librémonos ya de una vez de ese bicho grande de allá
arriba!
El anciano permanecía serio ante los
comentarios de la chica, como si aquello no le afectara. Le preguntó
seriamente, firme y decidido:
- ¿Esto te parece gracioso? ¿Crees que
de ser así, aún seguiría Ludmort brillando en el cielo?- luego añadió, un poco
molesto- ¡para que lo sepas, princesa de Oblivia, esto no es tan fácil como lo
pintas! ¡Es mucho más complejo de lo que parece…hacen falta más detalles!
¡Detalles que nos los darán las voces de los oráculos!!
Cristal y los demás palidecieron al
darse cuenta de que Mirto conocía su identidad. Aún con el pelo corto, el
anciano la había reconocido como si la conociera de toda la vida. Aquel dato
les había dejado mudos de la sorpresa:
- ¿Sorprendida, verdad?- dijo
irónicamente Mirto- lo estarías más si me pusiera en contacto con los guardias
reales de Oblivia y les dijera que estas aquí…pero desgraciadamente no pudo
complacer mi satisfacción, porque eres una guardiana de los elegidos.
- ¿A qué se refiere exactamente con
“guardianes”?- preguntó Erika, tras haber oído esa expresión con anterioridad.
- Los “guardianes” son los que
acompañan a los elegidos de la profecía en su viaje para destruir a Ludmort. En
muchas ocasiones se encargan de apoyarlos y protegerlos de los muchos peligros
que surgen a lo largo de su camino, e
incluso de guiarlos.
Eduardo comprendió entonces a qué se
refería Lectro cuando citó la palabra durante el combate en Nautigh. Jack y los
demás eran sus guardianes, y a lo largo de todo ese tiempo, desde que Erika y
él llegaron a Limaria, habían luchado por ellos tratando de protegerles en todo
momento. El objetivo de los guardianes es proteger a los elegidos de la
profecía, y asegurarse de que llegan sanos y salvos hasta el final del camino
para cumplir su cometido.
Retomando el tema importante, el perro
habló de nuevo al anciano:
- Aún estamos a tiempo- dijo Rex-
díganos por favor, ¿dónde podemos encontrarla? Si nos damos, prisa, quizá
podamos hacer algo.
- Ése es el problema…- suspiró Mirto-
no sé dónde está.
El grupo se quedó atónito al oír
aquello:
- ¿¡Qué!?
- Lo siento, chicos, pensé que
traeríais la piedra angular…- luego añadió con pesar- pero me equivoqué.
Erika intervino de nuevo,
reflexionando y con cara pensativa:
- Esto no tiene lógica…usted también
la usó hace quince años para escuchar a las voces de los oráculos… ¿cómo es que
no sabe dónde está?
- Yo también recorrí el mundo en su
busca, cuando me tocó mi turno- explicó Mirto- pero sin embargo, descubrí que
una vez que se usa, la piedra vuelve a desaparecer del altar.
- ¿¡De verdad!?- preguntó Marina,
perpleja y asombrada- ¿¡y no sabe dónde podría estar ahora!?
- Desgraciadamente no…- dijo el
anciano- podría estar en cualquier parte del mundo…tal vez en una duna del
desierto, en el fondo del mar, bajo las raíces de algún árbol de la montaña, en
los altos picos escarpados de las colinas, oculto entre la hierba de las
praderas, enterrado bajo la nieve del continente norte…las posibilidades son
infinitas.
Jack y los demás se horrorizaban
sabiendo que el objeto que necesitaban podría estar en prácticamente cualquier
parte del entorno que los rodeaba. Rex pronunció, casi sin palabras:
- Es imposible…nos llevaría toda la
vida encontrarla…y puede que tampoco lo consigamos…tenemos sólo una
probabilidad entre miles de millones…
Marina suspiró y bajó la cabeza,
rendida:
- No llegaremos a tiempo…Ludmort
vendrá y destruirá los dos mundos…podemos darnos por vencidos…
Por unos momentos todos bajaron la
cabeza, apenados. Eduardo no contaba con aquel obstáculo, y trataba de
imaginarse lo difícil que sería encontrar un pequeño objeto con forma que
encajara en semejante altar. Disponían de varios meses para buscar la tan
ansiada piedra, pero sin ni siquiera saber por dónde empezar a rastrear, tenían
muy pocas probabilidades de encontrarla. Además de eso, si no lo conseguían,
Ludmort llegaría y destruiría ambos mundos: Limaria y La Tierra.
Todas las ilusiones y esperanzas
parecieron desaparecer de repente en un suspiro, cuando los miembros del grupo
bajaron la cabeza y adquirieron un semblante triste y deprimido. En contraste
con los demás, Jack levantó la cabeza. Para sorpresa de todos, el mago
pronunció firme y decididamente:
- ¡¡No…no podemos rendirnos!!
- ¿Jack?- preguntó Marina, perpleja.
- Puede que sea imposible, que jamás
la encontremos…sin embargo, prefiero intentarlo y hacer algo, antes que
quedarme de brazos cruzados mientras Ludmort viene y nos mata a todos.
Los demás lo escucharon, asombrados por
sus sabias palabras:
- Si algo aprendí del maestro Mirto,
es que nunca hay que rendirse…sino seguir luchando hasta que no puedas más,
hasta que sientas que has llegado al límite, hasta que puedas estar orgulloso
de ti mismo, que no te arrepientes de haberlo hecho…porque al menos sabes que
lo has intentado…- y luego añadió, sin bajar ni un momento la
autoestima-…prefiero morir en el intento… ¿quién está conmigo?
El grupo miró con orgullo a su líder.
Los temores desaparecían de sus rostros, y la esperanza renacía en sus ojos. El
mago había logrado disipar las dudas del corazón de todos sus amigos, y
animarles a seguir luchando por un fin. Con una sonrisa y la mirada decidida,
uno a uno fue pronunciando firmemente:
- Estoy contigo, Jack- dijo Marina.
- Yo también- añadió Eduardo.
- Y yo- comentó Rex.
- No te olvides de mí- sonrió Cristal
decididamente.
- ¿Somos un equipo, no?- dijo Erika,
sin quedarse atrás- ¡podemos hacerlo!
El mago miró a sus compañeros, y les
dio las gracias a todos. Después de eso, alzó la voz firme y decidido:
- Muy bien chicos… ¡otra aventura nos
espera!- exclamó Jack.
Mirto observaba la escena con emoción.
Su tristeza y preocupación desaparecieron de repente cuando Jack también logró
transmitirle su fuerza y autoestima, creyendo que podían hacerlo de verdad. A
pesar de las dificultades, sentía que Jack y los demás podían conseguirlo. Les
unía el esfuerzo y el trabajo en equipo, y con ese poder, con la fuerza de la
amistad…podían lograrlo.
El anciano miró orgulloso a aquel hombre
que una vez fue su alumno, y sonrió feliz. Ya no era aquel niño débil e
inocente que practicaba magia bajo su tutela como maestro. Ahora era el líder
de un equipo que lo admiraba y apoyaba. Podía sentir que tenía unos fuertes y
estrechos lazos que lo unía a esos miembros, unos vínculos muy fuertes e
irremplazables:
“No me había dado cuenta hasta ahora,
pero…has crecido, Jack…”- pensó Mirto en su mente- “te has convertido en un
noble mago, admirado y querido por tus amigos…estoy seguro de que ellos lo
darían todo por ti…”- y luego dijo, sonriendo con emoción- “sin duda, tus
padres estarían muy orgullosos de ti”
Cuando se dispusieron a marcharse, el
anciano los detuvo de repente:
- Esperad un momento.
El grupo se giró, y Jack preguntó,
confuso:
- ¿Qué pasa, maestro Mirto?
El anciano sonrió mientras decía
seriamente:
- Me gustaría comprobar si la nueva
generación está preparada para los numerosos peligros que les esperan.
- ¿A qué te refieres?
Mirto tardó un poco en responder.
Cuando lo hizo, sus palabras dejaron sin habla al resto del grupo:
- Quiero luchar contra los elegidos,
Eduardo y Erika.
Todos quedaron tan sorprendidos como
Jack, en especial los dos jóvenes. Confusos, el mago se adelantó y preguntó:
- Maestro Mirto, ¿se ha vuelto loco?
- Al contrario, amigo mío…- respondió
tranquilamente el anciano- sólo quiero ponerlos a prueba…no será ningún combate
a muerte.
- ¿Está seguro de lo que dice?
- Completamente- afirmó sin vacilar.
Mirto miró a los dos elegidos, y
sonriendo con una mirada decidida, les dijo:
- ¿Qué me decís, chicos? ¿Una batalla
de entrenamiento?
Eduardo y Erika se miraron a los ojos.
Tras unos segundos de duda, y después de que Eduardo finalmente sonriera y
asintiera con la cabeza en gesto afirmativo, Erika respondió también sonriente:
- Vale…aceptamos el desafío.
Mirto
los condujo fuera del templo sagrado, acompañados del resto del grupo
como espectadores del combate. El chico sentía que se le encogía el corazón y
la emoción lo invadía por dentro al pensar que la batalla tendría lugar en el
mismo sitio donde hace quince años el anciano se enfrentó al mismísimo líder de
la organización Muerte. Sentía miedo y alegría al mismo tiempo, era una
sensación contradictoria que ni él mismo entendía.
Los combatientes se alejaron poco más
de cinco metros. Frente a frente, Eduardo y Erika hicieron aparecer mágicamente
las armas sagradas en sus manos y se pusieron en guardia, al igual que su
oponente. Ambos se sorprendieron al comprobar que Mirto también podía convocar
su llave espada mágicamente en su mano, igual que ellos:
- ¡Bah, está claro quiénes van a
ganar!- comentaba Cristal, sin interés- ¡son dos contra uno, y además su rival
es un viejo decrépito a punto de jubilarse!
Jack se molestó con aquel comentario,
y nuevamente le pegó otra colleja a la chica con coletas, quien se quejó de
dolor. Rex y Marina, por su parte, observaban intrigados a la espera de que
diera inicio el combate. Por alguna extraña razón, el perro tenía la sensación
de que el anciano ocultaba algo:
- Aquí hay algo raro…- dijo Rex en voz
alta, pensativo- Mirto parece muy tranquilo y seguro a pesar de saber que se va
a enfrentar a dos jóvenes mucho más ágiles, fuertes y rápidos que él.
- Tienes razón- afirmó Marina, también
intrigada- hay algo raro en él, y me preocupa mucho su actitud aún sabiendo que
está en desventaja…desde luego, su aura mágica no es normal…sobrepasa con
creces la de Eduardo y Erika…ni siquiera juntos son capaces de igualarle.
El viento soplaba y le daba vida a la
hierba, que se movía con la brisa fresca de la mañana. Los dos jóvenes parecían
un poco nerviosos, en contraste con la calma que se podía percibir en Mirto.
Eduardo no comprendía por qué parecía tan tranquilo sabiendo que le superaban
en número. Su aparente paz y calma le desconcertaba mientras se veían envueltos
en un aire cargado de tensión dónde sólo se oía soplar al viento:
- Adelante, chicos, podéis venir a
atacarme- animó Mirto con una sonrisa- juro que no me moveré de aquí.
Los dos jóvenes se miraron a los ojos,
confusos por la respuesta del anciano:
- ¿¡Qué!?- exclamó Erika, perpleja.
- ¿¡Cree que puede derrotarnos sin
moverse de su sitio!?- preguntó Eduardo, también sorprendido.
Tras pensarlo por unos instantes,
ambos sonrieron. No sólo eran dos contra uno, sino que además su oponente
tampoco iba a moverse. Era un blanco demasiado fácil:
- Se cree muy fuerte como para vencer
permitiéndonos más ventaja- comentó Erika.
- Está bien, así será mucho más fácil-
dijo Eduardo con una sonrisa pícara- ¡Haremos que se arrepienta de sus
palabras!
El chico inició el combate. Corrió
directo a atacar a Mirto y con fuerza le asestó la mejor de sus estocadas. Su
sonrisa desapareció cuando las llaves espada chocaron con un eco metálico,
palideciendo su rostro al ver que el anciano había detenido su ataque con una
sola mano y sin ningún esfuerzo:
- ¿Y esto es todo lo que sabes hacer?-
sonrió Mirto.
- Aún no has visto nada… ¡ahora
verás!- exclamó el joven.
Eduardo actuó nuevamente y realizó
todos los movimientos ofensivos con espada que había aprendido de su antiguo
maestro Asbel durante su estancia en Limaria. El acero de las dos llaves espada
resonaba con furia, produciendo chispas con cada frenético choque.
Los demás observaban asombrados el
duelo de espadachines, elegidos de la profecía. Lo más impactante e
impresionante es que Mirto detenía todos sus movimientos sin desplazarse del
sitio, mientras el joven se movía rápidamente a su alrededor, contraatacando
contra su oponente.
Al cabo de unos segundos de duros
golpes de acero, Eduardo se detuvo y alejó unos pasos, jadeando del cansancio y
sin bajar la guardia. Le sorprendió comprobar que el anciano no mostraba
síntomas de fatiga ni agotamiento tras bloquear todos sus ataques. Al contrario
que él, parecía como si todo lo que acababa de hacer no le hubiera afectado en
absoluto:
“¡Es imposible!”- pensó el chico en su
mente, perplejo- “¿¡Cómo puede tener este viejo tanta resistencia!? ¡Yo ya
estoy cansado…y él sigue tan fresco como cuando estaba antes de empezar el
combate! ¿¡Qué significa esto!?”
- No peleas mal, muchacho…tu arte con
el dominio de la llave espada es impresionante, te han enseñado bien- comentó
Mirto, sonriente- sin embargo, aún te queda mucho por aprender.
Después de recuperarse durante unos
segundos, Eduardo volvió a la carga. Corrió y trató de asestarle a su rival un
nuevo mandoble con su arma. En esta ocasión Mirto detuvo el ataque, igual que
antes, y con un rápido movimiento de su arma sagrada apartó la llave espada de
Eduardo a un lado, dejándolo totalmente a su merced.
Aprovechando el descuido del joven,
cansado como para reaccionar a tiempo, le puso la zancadilla y le hizo perder
el equilibrio. El chico vio pálido, frente a él, cómo antes de llegar al suelo,
Mirto le golpeó con el puño de su arma sin dudarlo. El impacto del ataque fue
tan fuerte que envió a Eduardo un poco más lejos, rodando por la hierba. El
joven se retorcía de dolor en el suelo, llevándose los brazos al estómago. Parecía
inmovilizado y que no iba a volver a levantarse.
- Uno menos…- comentó pícaramente el
anciano, que luego dirigió su mirada con la misma sonrisa a la chica que
aguardaba un poco más lejos- ¡ven, Erika, ahora te toca a ti!
La joven, asombrada al ver el resultado
de la primera ronda, tardó en comprender que era su turno. Movió la cabeza
rápidamente a ambos lados y se preparó para el ataque, concienciada de que le
tocaba luchar. Conjuró sin dudarlo la magia piro y de la vara mágica salió
disparada una gran bola de fuego, directa a su oponente. Mirto creó rápidamente
una barrera mágica que detuvo el ataque antes de que le alcanzara, y el impacto
de la explosión produjo una inmensa humareda que inundó el campo de batalla:
- ¿De verdad piensas que vas a vencerme
con una magia elemental tan básica?- preguntó el anciano en medio del denso
humo, donde no se veía nada- ¡vas a necesitar mucho más que eso para
derrotarme!
Los siguientes instantes permanecieron
en calma, provocando una gran intriga y confusión entre los espectadores. Cuando
se disipó la humareda minutos después, los presentes se sorprendieron al ver
que la chica había desaparecido de la vista:
- ¿¡Eh, qué es lo que pasa!?- exclamó
Cristal, con la boca abierta- ¿¡Dónde se ha metido Erika!?
Mirto respiraba tranquilo a pesar de
no ver a su rival. Permanecía demasiado calmado y paciente, como si lo tuviera
todo bajo control. En ese momento una voz detrás de él le dijo:
- ¡Estoy aquí!
El anciano se dio la vuelta, y
encontró a la joven un poco más lejos. De la vara mágica se iba creando
lentamente una enorme y peligrosa onda mágica. Enseguida Mirto supo lo que
pretendía, y rió diciendo:
- Muy astuta, debo reconocerlo. Has
aprovechado el tiempo en que se disipaba la humareda para acumular energía
mágica y formar un poderoso ataque, el cual necesita unos minutos para cargarse
de energía. Además de eso, has usado el humo a tu favor para camuflarte y así
preparar el próximo ataque sin que tus enemigos se enteren.
Erika había terminado de cargar el
hechizo ofensivo, y el anciano se sorprendió al contemplar que la onda mágica
era enorme, más de lo que esperaba para alguien tan joven como ella:
- Así que quieres un duelo mágico…-
sonrió Mirto, decidido- muy bien ¡que así sea!
Su oponente actuó enseguida, siguiendo
los mismos pasos que Erika, y en menos de diez segundos Mirto acumuló energía y
formó una onda mágica mucho más grande que la de la chica. Erika palideció de
repente al ver aquello:
“¡No puede ser!”- pensó la joven para
sí, asombrada- “¡Con lo que me ha costado y el tiempo que me ha llevado hacer
este ataque, él lo ha duplicado en menos de diez segundos! ¡Su velocidad para
cargar ataques mágicos es increíble!”
En ese momento la voz de su rival la
distrajo, apartándola de sus pensamientos:
- ¿Preparada, Erika?
Ella movió la cabeza rápidamente a
ambos lados, y respondió enseguida:
- ¡Sí, adelante!
La chica concentró todo su potencial
mágico en ese ataque, y finalmente lo lanzó contra su oponente, con todas sus
fuerzas, decidida a ganar. Mirto vio la firmeza y decisión de la joven a darlo
todo en aquel movimiento, y no dudó en disparar él también su onda mágica
directa contra ella.
Los espectadores y Eduardo, tumbado
desde la hierba tratando de recuperarse, observaron asombrados, perplejos y con
la boca abierta cómo colisionaban ambas ondas mágicas. Estas producían
estallidos y descargas de energía mágica, en medio de un brillante espectáculo
de luces que hacía temblar la zona en la que se encontraban:
- ¡¡El suelo tiembla!!-gritaba
Cristal, asustada y aferrándose a una roca- ¡¡vamos a morir!!
- ¡No digas tonterías!- replicó Jack,
también agarrado a otra roca- ¡aquí nadie va a morir, lo tienen todo
controlado!
- ¡Es increíble la cantidad de magia
que ambos están usando!- comentó Rex, asombrado y agazapado sobre la hierba-
¡más les vale acabar pronto, o de lo contrario toda esta zona será destruida!
Mientras tanto, a ambos extremos de la
gran colisión mágica, los dos combatientes aguantaban las ondas con sus armas.
Erika se esforzaba todo lo que podía, pero le era imposible hacer retroceder a
Mirto. Éste aguantaba paciente en su sitio, sin retroceder un paso. Observaba a
la chica tratando de esforzarse duramente para mantener el ataque, flaqueándole
las extremidades, y el anciano se sorprendió con la perseverancia y la firmeza
de la joven, decidida a luchar hasta el final:
“¡Increíble…su talento con la magia es
extraordinario!”- pensó Mirto en su mente- “¡yo a su edad no conseguía hacer
una onda mágica de semejante tamaño…y ella lo ha logrado!”
- Te han entrenado bien, tu potencial
mágico es asombroso- dijo Mirto, sonriente- sin duda eres digna merecedora de
ser la elegida de la vara mágica.
La chica había llegado al límite de su
magia, y su ataque comenzaba a perder fuerza. Retrocedía a cada paso mientras
perdía terreno:
- Sin embargo… ¡el juego se acaba
aquí!- exclamó el anciano.
Con un mínimo impulso, la onda mágica
de Mirto destruyó y atravesó la de Erika, como si no le fuera ninguna amenaza.
Parecía como si todo aquel tiempo, todos los esfuerzos de la joven por hacer
frente a su rival, no hubieran servido de nada. Mirto había estado jugando con
su ataque sabiendo desde el principio que iba a ganar, y lo hizo en aquel
momento, con total facilidad y sin ningún esfuerzo.
Sus amigos vieron horrorizados cómo la
chica logró tirarse a un lado y esquivar por los pelos el ataque mágico de su
oponente. La onda mágica de Mirto siguió sin descanso tras ella hasta llegar a
una pequeña montaña en el horizonte, en la cual se produjo una gran explosión
que la destruyó y borró del mapa. El temblor de tierra cesó tras desaparecer la
onda mágica, junto con la montaña destruida a lo lejos. Todos los presentes
temblaban ante el poder del anciano, preguntándose más de mil veces en sus
cabezas de dónde sacaba Mirto tanta fuerza y magia.
La chica se encontraba herida en la
hierba. Aunque logró esquivar el ataque, éste pasó tan cerca de ella que la
empujó bruscamente, rodando por el césped.
Ambos elegidos estaban aparentemente
fuera de combate, y el resultado se veía claro. Los dos jóvenes no se
levantaban del suelo y tenían varios rasguños, mientras que Mirto permanecía
intacto y sereno. No había sufrido ningún daño en toda la batalla:
- Ya está, se acabó…- suspiró Marina
con tristeza.
- Al menos lo han intentado- comentó
Jack, también decaído.
El anciano dio media vuelta y caminó
en dirección a los espectadores, dando por terminado el desafío. En ese momento
se detuvo cuando oyó una voz a sus espaldas, y se giró de nuevo a ellos. Los
presentes se sorprendieron y, con la boca abierta, observaron algo
inesperado. En ese entonces el chico se
levantó con esfuerzo, al igual que su compañera. Ambos temblaban de piernas,
pues aún no estaban del todo recuperados:
- ¡Espera!- gritó Eduardo- ¡el
combate…aún no ha terminado!
- ¡No te vayas, Mirto!-dijo Erika-
¡Todavía podemos…luchar!
El anciano contemplaba asombrado y
perplejo que, a pesar de los daños recibidos, los dos jóvenes aún querían
seguir combatiendo. En sus rostros se veía ahora una faceta completamente
distinta, unos ojos y expresiones firmes y decididas:
“Les ha cambiado la mirada”- pensó
Mirto para sí- “Ahora parece que van a luchar en serio”
El anciano suspiró y mostró una nueva
sonrisa decidida cuando observó a sus rivales ponerse en guardia nuevamente.
Rió diciendo:
- ¡Muy bien, chicos…venid, demostradme
que las armas sagradas no se equivocaron al elegiros!
Tal y como dijo Mirto, sus oponentes
no se lo pensaron más. Ambos corrieron directos hacia él, dispuestos a jugar su
última baza. Cuando llegaron junto al anciano, éste se sorprendió al comprobar
que, efectivamente, habían cambiado su pauta de ataque. En aquellos momentos le
costaba detener y esquivar los movimientos conjuntos y sincronizados de Eduardo
y Erika, quienes no se detenían en ningún momento ni le dejaban un segundo de
respiro a Mirto. Choques y ecos metálicos, colisiones de armas y ataques
mágicos se entremezclaban en la nueva ronda del combate, que parecía más
equilibrado para ambos bandos, y resultaba más rápido y frenético que los
anteriores.
Un poco más lejos, sus amigos los
observaban asombrados. Con la boca abierta, no creían lo que veían. El combate
había dado un giro radical e inesperado:
- ¡Joder, mirad eso!- exclamaba
Cristal, eufórica- ¡Esta vez van a ganar, seguro!
- Es increíble las sorpresas que
esconden esos dos pequeños- dijo Jack, sonriente - nunca dejan de sorprenderme.
Entretanto, Mirto aún seguía tratando
de comprender el cambio que habían sufrido sus dos rivales. Recibió más de un
golpe en medio de la confusión del combate, y empezaba a sentirse cansado y
fatigado:
“Estos críos están logrando agotarme,
y mi cuerpo de edad avanzada ya no me permite aguantar tanto como ellos”- se
dijo a sí mismo el anciano en su mente- “tengo que hacer algo enseguida, o me
veré en un serio apuro”
En un momento dado de la batalla, la
llave espada de Eduardo consiguió bloquear e inmovilizar la de Mirto, para su
sorpresa, dejándolo a merced de Erika. Ésta intentó golpearle con la vara
mágica, pero el anciano saltó rápidamente por encima de sus cabezas, esquivando
por los pelos el ataque de la joven:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamaron ambos,
perplejos.
Los dos alzaron sus miradas hacia
arriba, y no pudieron reaccionar a tiempo cuando Mirto conjuró una poderosa
magia desde el aire, directa contra ellos:
- ¡¡Piro++!!
Eduardo pudo ver en una fugaz milésima
de segundo, antes de recibir el ataque mágico, que un objeto esférico brillaba
en el pecho de su rival. La magia impactó de lleno en medio de los dos jóvenes,
produciendo una explosión y una enorme humareda negra. Parecía ser el final del
combate:
- ¡¡Eduardo, Erika!!- gritaban sus
amigos un poco más lejos, preocupados.
Con la ayuda de los demás, que
corrieron a ayudarles, Mirto usó su magia curativa para sanar a los dos jóvenes
heridos. No tardaron mucho en recuperar los pequeños rasguños que habían
sufrido ambos. Cuando se restablecieron completamente el chico miró a su
compañera, y tras un suspiro, luego a Mirto:
- Hemos perdido… ¿verdad?
- No somos merecedores de las armas
sagradas…- dijo Erika, deprimida.
Para su sorpresa, el anciano los miró
a los dos, y sonriendo alegremente les animó con sus palabras:
- ¡Al contrario!- respondió Mirto- ¡os
felicito chicos, habéis luchado con gran valor y destreza…me habéis demostrado
que sois dignos merecedores de ser llamados elegidos de la profecía!- y luego
añadió sin tratar de ofenderles- ¡aunque os falta práctica y mucho por
aprender, en mi opinión estáis preparados para la misión que se espera de
vosotros!
Los dos jóvenes sonrieron con un
brillo en la mirada, ilusionados. De repente la tristeza desapareció de sus
rostros:
- ¿¡De verdad!?- preguntó el chico,
emocionado.
Mirto asintió con la cabeza, sonriendo
cálidamente. Cegada por la emoción, Erika cogió de las manos a su amigo y
comenzó a dar vueltas alrededor de él, mientras Eduardo sentía que se mareaba:
- ¡Qué bien Edu, vamos a celebrarlo!-
exclamó ella con alegría.
- ¡Eh, todavía no!- replicó el
anciano- ¡ya lo celebraremos cuando me traigáis la piedra angular!
Los demás empezaron a soltar
carcajadas y risas, incluso el propio Mirto, mientras contemplaban la graciosa
escena. Por primera vez desde hacía años, el anciano sentía que se reía de
verdadera alegría y felicidad.
Poco después, Mirto les regaló
provisiones de su despensa para el grupo, y tras despedirse del guardián, Jack
y los demás abandonaron el templo sagrado en pos de su próxima aventura:
encontrar la piedra angular.
El anciano no pudo evitar sentir un
poco de tristeza al reencontrarse con su viejo alumno después de muchos años, y
despedirse de él el mismo día. Había cambiado a mejor, y rodeado por sus
compañeros y amigos, sabía que estaría a salvo, que juntos podrían superar
cualquier obstáculo que se les pusiera por delante. No perdía la esperanza de
que muy pronto aquel grupo de viajeros volvieran a él con la piedra angular en
sus manos, el único objeto que les faltaba para completar el proceso para la
destrucción de Ludmort.
Y mientras los veía alejarse en la
distancia, Mirto no pudo evitar mirar a los dos jóvenes con los que se había
enfrentado aquel mismo día, a la nueva generación de elegidos de la profecía.
Sin duda tenían potencial, sólo que necesitaban desarrollarlo con la
experiencia, y algún día saldría a la luz todo su verdadero poder:
“No hay duda”- pensó Mirto- “cuando
luchan por separado, son más débiles, pero juntos forman un equipo temible. La
esperanza aún vive para Limaria”
Sabía que las armas sagradas no se
habían equivocado al elegirlos a ambos:
- Todavía me cuesta creer que las
armas los hayan elegido ¿por qué a ellos? Son sólo unos niños…- dijo en voz
alta el anciano para sí, con preocupación- es increíble…y a la vez injusto…son
demasiado jóvenes para lo que les espera…
En ese momento suspiró de tristeza.
Los malos recuerdos del pasado y de su compañera, hace quince años, volvieron a
su memoria. Añadió con pesar:
- Sufrirán mucho, lo sé…pero no hay
forma de cambiar el destino.
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