miércoles, 3 de julio de 2013

Capítulo 46: El principio del Fin

Capítulo XLVI
EL PRINCIPIO DEL FIN
Ya estaba todo claro, al menos para Eduardo. El chico ya sabía por fin la manera de acabar con el monstruo Ludmort, y tal y como le habían dicho las voces de los oráculos, era la única forma de traer de nuevo la paz al mundo de Limaria. Alguien tenía que morir y, aunque le doliera mucho en lo más profundo de su corazón, tenía que hacerlo para salvar ambos mundos de la destrucción.

Mirto los llevó a todos de nuevo a su habitación, según él porque tenía que entregarles algo muy valioso. Durante el camino, y mientras andaban por los pasillos derruidos del templo sagrado, Jack le preguntó al anciano:
- Maestro Mirto, ¿cómo sabremos la zona exacta o en qué parte del mundo atacará Ludmort?
- Es muy probable que llegue por el hemisferio norte del planeta, su luz roja es mucho más clara y visible desde ahí- explicó el primer elegido- incluso me atrevo a decir que atacará en pleno centro del continente central.
La pelirroja lo veía muy confiado en el tono de sus palabras:
- ¿Cómo está tan seguro de que Ludmort llegará en ese lugar?
- ¿No es ahí donde se librará la tan esperada guerra entre Oblivia y Metroya? ¿Ambos continentes este y oeste?
Aquellas palabras hicieron palidecer a Cristal, Rex y Alana, que en ese instante recordaron sus aventuras vividas en los dos continentes. La princesa perdió el color del rostro en ese momento, al pasar fugazmente por su memoria todos los recuerdos e relación a ellos: su regreso a casa y posterior huida, el combate contra Ray en la playa, el reencuentro con sus amigos en el continente norte y su nuevo viaje al continente este, la peligrosa misión que les encomendaron en Metroya y la batalla contra las gárgolas de piedra de la bruja, el duro combate contra Venigna, etc.
Sin embargo, lo que más la asustó fueron los planes de guerra que tenían tanto sus padres, los reyes Arturo y Aurora, como lo tenía la antigua reina de Metroya, Venigna. Ahora que Magno era el nuevo rey del continente este, seguro que también tenía planeado iniciar la guerra contra su país natal:
- ¡Mierda! ¡Por eso la guerra se librará ahí!- exclamó Cristal, horrorizada- ¡La organización Muerte lo tenía todo planeado para que ambos continentes se batieran a muerte en ese lugar, mientras Ludmort llega y destruye el planeta, matándolos a todos!
Los demás también palidecieron al entender lo que aquello significaba. Fue entonces cuando Erika apretó los puños y comentó, a regañadientes:
- Malditos…no les basta con que se acabe el mundo…sino que también quieren ver a la gente sufriendo y muriendo…es imperdonable…
- Ya tenemos otra razón para seguir adelante- comentó Rex- debemos evitar esa guerra e impedir que mueran personas inocentes.
- ¡Sí!- exclamó Cristal, con decisión- ¡Vamos a detener la guerra!

En ese momento Mirto, sin parar de andar y de espaldas a todos ellos, les preguntó seriamente:
- ¿De verdad pensáis que podréis hacer las dos cosas a la vez? ¿Estar en ambos sitios al mismo tiempo?
Alana intervino, ante la apariencia fría y seria del anciano, que todo parecía saberlo:
- ¿Y por qué no?
- Ludmort llegará a la superficie terrestre a través del cielo, lo que significa que el lugar más cercano para recibirlo será por encima del mar de nubes…a más de diez mil pies del suelo…- explicó Mirto- si intentáis detenerlo justo al nivel del mar, no tendréis tiempo ni de invocar a los guardianes de la fuerza ni de que Eduardo termine de completar el proceso de la forma que sólo él conoce.
Alana supo lo que aquello significaba: para derrotar al monstruo necesitarían estar a gran altura en el cielo, y sólo Valor Alado podía llevarlos muy por encima del mar de nubes.
Cristal, por su parte, palideció al instante al comprobar que el primer elegido tenía razón, y que no podían estar en los dos sitios a la vez. Irremediablemente aquello traería consigo desagradables consecuencias:
- Pero, entonces…- dijo Cristal, pálida y asustada- ¿eso significa que…morirá gente?
El semblante oscuro de Mirto lo delataba, y el resto del grupo supo lo que respondería antes incluso de que dijera nada:
- Siento tener que decir esto, pero…dudo mucho que ese día no se pierdan vidas…se trata de una guerra, y como tal, todos los que participen en ella lucharán con todas sus fuerzas…- explicó el anciano, a lo que luego añadió- todo lo que podéis hacer es llegar a tiempo, detener a Ludmort cuanto antes, y evitar el mayor número posible de muertes…
Ray intervino en ese momento para resumir en pocas palabras todo lo que había dicho el primer elegido:
- Cuando el mundo entero vea la destrucción de Ludmort, la gente alzará la vista al cielo y la guerra terminará, ¿verdad?
Mirto asintió con la cabeza, y Erika y los demás supieron entonces lo que debían hacer para detener la guerra entre Oblivia y Metroya: acabar cuanto antes con Ludmort. Siguieron caminando detrás del anciano en silencio, mientras recorrían los pasillos de piedra derruidos del templo sagrado.

No tardaron en llegar de nuevo a la habitación de Mirto, varios minutos después. Cuando el primer elegido cerró la puerta al entrar, Jack le preguntó, intrigado:
- Maestro Mirto, ¿qué es eso tan importante que querías entregarnos?
- Paciencia, Jack…- respondió el anciano- enseguida lo veréis…
Mirto se acercó a la estantería, abrió uno de los cajones de la parte inferior del mueble y extrajo una pequeña maleta negra, curiosamente cerrada con candado. El primer elegido se acercó con ella en las manos y la depositó encima de la mesa, a la vista de todos.
Mirto hizo aparecer mágicamente su llave espada en las manos y apuntó con ella al candado, tras el que surgió un rayo de luz del arma directo a él. Se oyó una especie de click, como si se abriera una cerradura, e inmediatamente el candado se abrió sólo.
El anciano volvió a retirar su arma de las manos por arte de magia y separó el candado del objeto. Cuando abrió la maleta delante de todos, Eduardo y los demás se sorprendieron y quedaron boquiabiertos al ver lo que guardaba en su interior.
Envueltas en lana y protegidas por algodón a su alrededor, habían dos pequeños elementos esféricos, similares a los objetos de invocación. Sin embargo, a diferencia de éstos que tenían colores definidos, estas nuevas esferas eran completamente transparentes y cristalinas. Lo más distintivo de ellas y que las hacía especiales eran las millones y diminutas estrellas que se movían lentamente y parpadeaban en su interior, de forma continua y sin parar:
- ¿Qué es…eso?- preguntó Eduardo, asombrado.
Mirto respondió, con total tranquilidad y serenidad:
- Son esferas de los deseos.

El grupo entero se sorprendió al oír aquello y Rex exclamó de asombro, con la boca abierta:
- ¿¡Esferas…de los deseos?
El primer elegido asintió con la cabeza, seriamente:
- A diferencia de las esferas normales de invocación, que se usan para llamar a los G.F. durante el combate, éstas sirven para cumplir deseos- explicó Mirto.
A Cristal se le iluminó el rostro cuando oyó esas últimas palabras, y con una amplia sonrisa exclamó diciendo:
- ¿¡De verdad!? ¡¡Déjame una, que tengo muchas cosas que…!!
El anciano la interrumpió clavándole la mirada, con unos duros y fríos ojos serios que la intimidaron al instante. La princesa se tranquilizó y bajó de las nubes, como si acabaran de romperle la burbuja de felicidad en la que soñaba:
- Estas esferas sólo pueden usarlas los portadores de las armas sagradas, y tienen un importante inconveniente…- explicó el primer elegido- sólo permiten cumplir un deseo.

Todos se llevaron una decepción al oírlo, y enseguida sus sonrisas de esperanza se esfumaron en un instante. Sus altas expectativas acababan de caer en picado:
- ¿Así que sólo un deseo, eh?- comentó Alana, deprimida.
- Eso significa que en total tenemos dos deseos- dijo Jack, también de capa caída- uno por cada esfera, ¿verdad?
Mirto asintió con la cabeza, y en ese momento a Erika se le encendió una bombilla en la cabeza. La chica exclamó, con una amplia sonrisa de alegría:
- ¡Eh, ya sé! ¿Y si pedimos que uno de los deseos sea que desaparezca Ludmort para siempre? ¡Así nos libraríamos de ése monstruo y ya no habrían más elegidos ni portadores de las armas sagradas! ¡Acabaríamos con esta guerra de dioses para siempre!
Las palabras de la joven recuperaron la alegría y la esperanza de todos los miembros del grupo. Una amplia sonrisa se dibujó en los rostros de sus amigos, que afirmaron con euforia y alegría:
- ¡Qué buena idea!- exclamó Rex- ¿cómo no se nos había ocurrido antes?
- ¿¡Y a qué estamos esperando!?- comentó Cristal, sonriente- ¡Rápido, que cualquiera de los dos lo pida ya!
Sin embargo, el anciano estaba ahí de nuevo para bajar de las nubes a Eduardo y los demás, que parecían celebrar demasiado pronto la victoria. Lo que les dijo a continuación seriamente y sin vacilar indicaba que no era una broma y que iba muy en serio:
- Siento tener que deciros esto, pero…ése deseo no es válido…es decir, no se puede cumplir.

Aquella respuesta dejó atónitos a todos los demás, cuya alegría y entusiasmo volvieron a caer por los suelos. La princesa se quejó, exclamando y frunciendo el ceño:
- ¿¡Cómo que no!? ¿¡No dijiste que podía cumplir cualquier deseo!?
- En primer lugar, nunca dije que podía cumplir cualquier deseo, sino únicamente uno…- aclaró el primer elegido- y en segundo lugar, ése deseo que pedís no es válido…porque significa la muerte absoluta de Ludmort, lo que quiere decir parte del dios oscuro Derriper… ¿sabéis lo que eso significa?
Todos negaron con la cabeza, a lo que Mirto procedió a explicar, tranquilo y seriamente:
- Estas esferas fueron creadas por los seis dioses de Limaria, con la intención de servir de apoyo o ayuda para los portadores de las armas sagradas…y precisamente al ser creadas por dioses, no se permiten deseos relacionados con ellos…por su propia protección y seguridad…- explicó el anciano- cualquier deseo que tenga relación con ellos no funcionará, y por desgracia Derriper es considerado también otra deidad…la única forma de acabar con un dios es luchando contra él.
Jack aclaró la respuesta a la pregunta inicial:
- ¿Por eso no podemos pedir que desaparezca Ludmort? ¿Por qué es parte de Derriper?
Mirto asintió con la cabeza:
- En teoría fue Derriper el que creó a Ludmort, y también son parte el uno del otro…por lo tanto es muy probable que, si uno muere, el otro también lo haga.

Todos suspiraron, al saber que el deseo no funcionaría. La opción fácil no era posible, y por lo tanto sólo les quedaba la única forma de acabar con Ludmort: derrotar primero a Derriper en un combate a muerte:
- Qué pena…- comentó Eduardo, deprimido- era demasiado bueno para ser verdad…
En ese momento Erika cayó en la cuenta de un pequeño detalle, y preguntó con curiosidad:
- ¿Cómo consiguió estas esferas? ¡Algo así es demasiado valioso!
Mirto tardó un poco en responder:
- Encontré estas esferas en la cámara sagrada que visitamos antes Eduardo y yo…- explicó el primer elegido, nostálgico- hace quince años, cuando me tocó a mí entrar en esa sala, las voces de los oráculos me hicieron entrega de estas esferas…y me dijeron que las guardara y protegiera con mi propia vida…para dárselas a la siguiente generación de elegidos, que vendrían detrás de mí…
Aquellas palabras sorprendieron a todos los miembros del grupo, que se quedaron boquiabiertos sabiendo lo que eso significaba:
- ¿Quieres decir que…las has estado guardando todos estos años…para nosotros?- preguntó Erika, asombrada.
El anciano asintió con la cabeza:
- Fueron las voces las que me explicaron para qué servían y qué deseos no estaban permitidos…me contaron también que sólo podíais usarlas vosotros, y que era muy importante que las cuidara…para que, algún día, pudiera dároslas en persona…
Mirto cogió las dos esferas con ambas manos, se acercó a los dos jóvenes y le tendió una a cada uno en una mano. Lo que les dijo a continuación sorprendió mucho a Erika y Eduardo:
- Estas esferas han sido creadas por los dioses directamente para vosotros, y los únicos capaces de usarlas…- explicó el anciano, con una media sonrisa- por eso os reté a un combate durante vuestra primera visita a este lugar, porque quería asegurarme de que las armas sagradas no se equivocaron al elegiros a vosotros…ahora ya no tengo ninguna duda…
Los dos jóvenes escuchaban, sorprendidos y asombrados, las palabras de Mirto. Ahora ya no mostraba un rostro frío y serio, sino otro amable comprensivo:
- Si incluso hasta los propios dioses confían en dos niños, yo también tengo plena fe en vosotros…porque sois nuestra única esperanza, y porque sé que haréis buen uso de estas esferas…estoy seguro de que acabaréis con Ludmort y traeréis de nuevo la paz a Limaria.

Eduardo y Erika estaban asombrados por lo que acababan de oír. Realmente el primer elegido confiaba en ellos tanto como los propios dioses, y así lo había demostrado con sus sinceras palabras:
- Mirto…- dijo Erika, conmovida- yo…nosotros…
- Salvaremos el mundo de Limaria- concluyó Eduardo, firme y con una media sonrisa decidida- porque somos los elegidos, los portadores de las armas sagradas.
El anciano sonrió a su vez, orgulloso con la siguiente generación de elegidos. Sin duda sabía que la llave espada y la vara mágica no se habían equivocado al elegirlos a ellos.

De repente Mirto pareció sentir un tremendo dolor en el pecho, que lo hizo llevarse una mano a él, mientras que con la otra se apoyaba en el suelo y caía de rodillas. Jack y los demás enseguida acudieron en su ayuda, al verlo quejarse y gimiendo de dolor:
- ¡¡Maestro Mirto!!- exclamó el mago, preocupado- ¿¡Se encuentra bien!?
El dolor duró apenas unos segundos, ya que el anciano parecía un poco más aliviado. Sin embargo, aún seguía jadeando del cansancio. Se levantó con la ayuda de su discípulo, tosiendo y respirando con dificultad:
- Es él…ha vuelto…- dijo Mirto, con el semblante serio y oscuro- tenéis que marcharos enseguida…
- ¿¡Quién!?- exclamó Rex, también preocupado.
A juzgar por el rostro serio y oscuro del primer elegido, parecía ser alguien muy peligroso. Ni siquiera respondió a su pregunta cuando se separó de Jack y les dijo seriamente:
- ¡¡No hay tiempo!!- respondió Mirto- ¡¡Este lugar ya no es seguro…marchaos ahora mismo de aquí, rápido!!
- ¡¡Espera, Mirto!!- exclamó Alana.
Sin embargo, el anciano hizo oídos sordos a sus palabras. En ese momento corrió como pudo hasta salir por la puerta y abandonar la estancia, dejándolos a todos con la palabra en la boca. Lo que sí estaba claro era que, a donde quiera que fuera, no estaba en condiciones para hacer lo que se proponía. Un extraño dolor lo atacaba por dentro, y parecía que poco a poco consumía su vida:
- ¿Qué hacemos ahora, gente?- preguntó Cristal, sin saber qué hacer- no sé vosotros, pero ése viejo no está para mucho trote, tal y como lo acabamos de ver…
- ¿Deberíamos huir?- intervino Alana, preocupada- ¿Qué será ese peligro que tanto asusta a Mirto?
El mago habló entonces en ese instante, apretando los puños con fuerza. Su rostro serio y decidido parecía indicar que no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados:
- ¡¡Ni hablar, el maestro Mirto está en peligro…debemos ayudarle!!
Eduardo indicó su postura con la misma cara firme y decidida:
- Estoy de acuerdo con Jack…no podemos dejar a Mirto sólo ahora, después de todo lo que ha hecho por nosotros…
Erika lo apoyó también, y junto a ella el resto del grupo también aceptó la idea:
- Sea lo que sea ese peligro…lo afrontaremos junto a él.
Jack y los demás asintieron con la cabeza, firmes y seguros de sí mismos, y abandonaron la estancia corriendo tras los pasos de Mirto. Tal y como les había dicho el primer elegido, aquel lugar ya no era seguro, y lo más probable era que estuvieran cometiendo una terrible locura. Podían haber elegido huir, pero decidieron quedarse y luchar junto a Mirto, con todas sus consecuencias.
Eduardo tenía un mal presentimiento, y con cada paso que corría, estaba cada vez más seguro de que algo terrible iba a ocurrir.

El anciano corría sólo por los numerosos pasillos de piedra derruidos, todavía jadeando y respirando con dificultad. Tenía un leve dolor en el pecho que poco a poco iba ganando fuerza, y le consumía irremediablemente la vida. El momento que más había temido durante los últimos quince años por fin había llegado, y maldecía el que llegara justo ese día, en el que estaban Eduardo y Erika en el templo.
Por suerte se sentía un poco más aliviado creyendo que, en aquellos momentos, todos ellos ya estarían alejándose y huyendo del lugar a toda velocidad. Quería estar sólo para que nadie más resultara herido, y porque debía ganar el mayor tiempo posible para sus amigos. Era perfectamente consciente de que sus posibilidades de victoria eran escasas, y también de que no saldría con vida de aquel combate.

Corrió hasta el centro del interior del templo sagrado, donde tuvo lugar el combate contra Ray, y que ahora se trataba de un amplio espacio derruido. Allí se detuvo en seco y, tratando de mantenerse firme, caminó lentamente y con precaución mientras hacía aparecer por arte de magia la llave espada en su mano.
Se puso en guardia mientras andaba y miraba en todas direcciones, buscando con la mirada el peligro que lo acechaba:
- Ya estoy aquí, tal y como querías…- decía el anciano en voz alta, sin bajar la guardia- vamos, da la cara…
El susurro del viento soplando por entre las paredes fue su única respuesta. Mito seguía hablando en voz alta, mientras caminaba lentamente y en guardia. En pleno centro de aquel lugar abierto era un blanco demasiado fácil para cualquier enemigo que lo acechara:
- ¿A qué esperas?- exclamó Mirto, seriamente- ¡Acabemos con esto de una vez!

Pasaron varios segundos más de silencio sin respuesta, cuando de repente el primer elegido oyó por fin el peligro. Dio media vuelta al sentir que una enorme bola de fuego se aproximaba a su posición, la cual esquivó fácilmente de un gran salto hacia arriba, en medio de una gran explosión que abarcó casi la mitad del lugar abierto.
Sin embargo, enseguida Mirto se dio cuenta de que el ataque mágico provocado por la magia Piro++ tan solo era un señuelo para llamar su atención. Estando en el aire, y justo cuando había bajado la guardia esquivando la explosión, una sombra apareció de repente por detrás de él.
El anciano notó la presencia en ese instante y, antes de girar la cabeza a un lado, la sombra le propinó un duro golpe en todo el costado, que lo lanzó directo hacia abajo y lo hizo estrellarse de lleno contra el suelo.

Todavía doliéndole las costillas, Mirto logró levantarse a tiempo y esquivar por los pelos de un salto atrás el filo de las dos espadas de fuego que llevaba el enemigo, ardiendo en llamas, que se clavaron en el suelo donde instantes antes estaba el cuerpo de su rival.
La sombra no dejó ni un segundo de respiro a Mirto, que extrajo con ambas manos las dos espadas de fuego clavadas en el suelo y se lanzó rápidamente a atacarlo.
De esa forma comenzó un feroz y frenético duelo de esgrima entre la sombra encapuchada de negro y el anciano, éste último usando su llave espada como única arma. Ambos rivales bloqueaban, esquivaban y contraatacaban con sus respectivas armas, tratando de herir y hacer daño al otro.
Los dos oponentes estaban muy igualados en cuanto a habilidades y destreza con la espada, y aunque ambos habían recibido algún que otro golpe del arma del otro, Mirto tenía muchas más heridas y rasguños por todo el cuerpo. El anciano no estaba en condiciones de luchar, y por eso su agilidad y movimientos eran un poco más lentos que los de su adversario, el cual tenía ventaja sobre él.

Mirto aprovechó una oportunidad en la que su enemigo descuidó la guardia unos segundos para, tras esquivar su previo ataque, asestarle un duro mandoble con el filo de su llave espada. El ataque del primer elegido lo mandó directo y a gran velocidad contra una pared derruida cercana, que estrelló contra ella y terminó de derribarla, cayéndole todos los escombros encima.
El anciano sabía que su rival aún no estaba muerto, y por eso corrió rápidamente hacia su posición para rematarlo. Tal y como esperaba, el encapuchado de negro se levantó surgiendo de los escombros a su alrededor, y conjuró en silencio una serie de palabras que desencadenaron un nuevo ataque mágico.
Mirto se sorprendió al ver que en su trayecto hacia el enemigo surgieron de nuevo seis enormes bolas de fuego, que salieron disparadas directamente hacia él: se trataba del ataque mágico duplicado Triple Piro++.
El primer elegido siguió corriendo sin detenerse hacia delante, y esquivó fintando y saltando con esfuerzo las seis bolas de fuego, una tras otra. Las continuas explosiones retumbaron el interior del templo sagrado, cuya estructura del recinto se movía tanto que parecía que iba a desplomarse en cualquier momento.

El desconocido encapuchado trató de herir a Mirto con sus dos espadas cuando éste llegó frente a él, pero el anciano realizó una finta rápida y se colocó justo por detrás de su rival, pillándolo por sorpresa.
El primer elegido palideció y perdió el color del rostro cuando, al atacar con la llave espada la retaguardia del enemigo, varias columnas de fuego aparecieron de repente y actuaron de escudo para protegerlo, por sí solas y como si tuvieran voluntad propia. Era algo insólito pero a la vez increíble:
“¿¡Pero qué…!?”- exclamó Mirto en su mente, atónito- “¿¡El fuego…lo protege!?”

El anciano estaba tan impresionado con la defensa del enemigo que no fue capaz de reaccionar a tiempo cuando éste dio media vuelta hacia él y, con ambas espadas ardientes en sus manos, le propinó un mandoble con el filo de las dos armas. Mirto trató de cubrirse en un vano esfuerzo con su brazo derecho, y gritó de dolor cuando sintió las hojas de acero ardiendo al contacto con su piel, que lo empujaron y lanzaron con una fuerza sobrenatural a muchos metros más lejos de distancia, rodando por el suelo.

El primer elegido se levantó a duras penas, temblando y gimiendo de dolor. Tenía muchos rasguños por todo el cuerpo y algunas heridas leves, con sangre brotando de ellas. Lo que más le dolía y ardía era su brazo derecho, en cuya mano sujetaba temblando la llave espada.
Al ver su extremidad herida y quemada a sangre fría, tenía varias y dolorosas quemaduras de segundo e incluso tercer grado. Respiraba temblando y jadeando del cansancio, apretando a la vez los dientes y aguantando el profundo dolor que sentía.
Estuvo a punto de caer y perder el equilibrio, pero usó la llave espada como bastón para sujetarse. Miró al enemigo a lo lejos, que se acercaba a pasos lentos y con tranquilidad, empuñando en ambas manos sus dos espadas de fuego. A diferencia de Mirto, él no parecía cansado y agotado, ni mucho menos herido:
“Mierda…me ha quemado un brazo, y ahora no puedo moverlo como antes…”- pensó el anciano, gimiendo y jadeando- “Y por si fuera poco, el dolor de mi interior cada vez crece más…estoy perdiendo agilidad y velocidad…a este paso, yo…no aguantaré mucho tiempo más…”

Mirto temía lo peor, y sabía que su final se acercaba cada vez más a medida que el rival encapuchado se aproximaba a él. Llegados a aquel punto, y viendo que ya era inevitable su derrota, el primer elegido tomó una decisión. Agarró con su mano izquierda el objeto esférico que llevaba colgando del cuello y pensó, mirando firme y decididamente al enemigo:
“Sé que hace mucho tiempo que no sales a combatir, viejo amigo…”- pronunció Mirto en su mente- “pero esta vez, te necesito ahora más que nunca…por Erika y Eduardo…por la salvación del mundo…y porque éste será…mi último combate…”
La esfera del anciano comenzó a brillar con una luz blanca, y poco a poco iba ganando fuerza. El desconocido de negro sabía lo que aquello significaba, pero aún así permanecía tranquilo. Seguía caminando lentamente y en silencio hacia él, como si tuviera la situación bajo control. Empuñaba sus dos espadas ardientes de fuego en ambas manos, dispuesto a darle a Mirto el golpe de gracia con ellas.

El combate estaba a punto de pasar a un nuevo nivel cuando de repente unas voces conocidas irrumpieron en todos los rincones de aquella parte del templo sagrado. El hombre de negro encapuchado se detuvo en seco a medio camino, y Mirto palideció y perdió el color del rostro en cuanto reconoció las voces llamando por su nombre. No podía creer lo que oía:
- No…no puede ser…- dijo el anciano, atónito y temblando- no deberían estar aquí…
Sus peores temores se confirmaron cuando volvió la vista atrás y vio aparecer por una entrada a Eduardo y los demás. El nuevo grupo de refuerzos se acercaba corriendo a Mirto mientras desenfundaban sus armas, y el anciano apretó los puños y dientes cuando les gritó, completamente enfadado:
- ¡¡Maldita sea, parad!!
El equipo entero se detuvo a medio camino, un par de metros más alejado de él. Jack le dijo entonces, preocupado:
- ¡¡Pero, Maestro Mirto…está débil y herido!!- exclamó el mago- ¡¡Así no puede luchar!!
- ¡¡Estamos aquí para ayudarte!!- intervino Erika- ¡¡Lucharemos a tu lado juntos!!
El anciano ignoró la buena intención del grupo, y en lugar de eso los reprochó diciendo:
- ¿¡Qué hacéis aquí!? ¡¡Malditos idiotas!!- gritó Mirto, furioso- ¡¡Se suponía que teníais que huir mientras yo luchaba…y ahora acabáis de echarlo todo a perder!! ¿¡Es que no lo entendéis!?
Los demás se sorprendieron ante la repentina actitud enfadada del primer elegido, que esperaban algo diferente o, por lo menos un mínimo de gratitud o agradecimiento:
- Pero…Mirto…- dijo Rex, preocupado.
El anciano les dio la espalda y volvió la vista al frente, al enemigo que tenían delante. Pronunció seriamente diciendo:
- Al venir aquí os habéis acercado de lleno al borde la de muerte y habéis complicado más las cosas…- afirmó Mirto- este tipo no os dejará ir tan fácilmente…manteneos al margen y esperad a mi señal para…
En ese momento Eduardo lo interrumpió, alzando la voz y firmemente:
- ¡¡De eso nada…nosotros también queremos luchar!!
- ¡¡Cállate, maldito crío!! ¿¡Es que no lo entiendes!?- gritó el primer elegido, furioso- ¡¡Este hombre no es como ningún otro al que os hayáis enfrentado hasta ahora…no es humano!!

El resto del grupo y Mirto volvieron la vista al frente, y Alana exclamó, sorprendida al reconocer el manto negro que llevaba:
- ¡¡Es de la organización Muerte!!
El desconocido encapuchado ocultaba su rostro y sus ojos, y esbozó una media sonrisa diabólica al ver a Eduardo y Erika:
- Así que estaban aquí contigo…he tenido mucha suerte al venir en el momento más oportuno…- y añadió, dirigiéndose al anciano- ¿No crees, Mirto?
Su voz grave y profunda de ultratumba hizo que les diera un vuelco el corazón a todos los presentes, que palidecieron al instante. La recononcerían en cualquier parte, y estaban completamente seguros de quién era:
- Tú…tú eres…- dijo Ray, atónito.
El hombre de negro se quitó la capucha de la cabeza con una de sus manos, dejando su rostro al descubierto. Lo que vieron Eduardo y los demás al descubrir a un hombre pelirrojo hizo que perdieran el color de la cara, con los ojos y la boca abierta:
- ¿¡Magno!?- exclamó Jack, perplejo.

En efecto, era uno de los comandantes de la organización de negro: el tipo que una vez intentó matar con Helio a los dos jóvenes, estando en La Tierra. Hacía mucho tiempo que no lo veían, y les resultaba extraño tenerlo en aquel momento delante de ellos. Habían comprobado una vez su fuerza, y sabían que no era un enemigo fácil. Mirto lo tenía muy difícil para enfrentarse a él, sólo:
- ¿¡Qué haces aquí!?- exclamó Cristal, enfadada al recordar que ése hombre era el nuevo rey de Metroya, y que ocupaba el lugar de la que era su rival Venigna- ¿¡No estabas en tu reino, dirigiendo el ejército!?
- He dejado a un teniente militar al mando, con todas las responsabilidades…- respondió Magno- mientras tanto, me dedico a ocuparme del trabajo pendiente…hoy terminaré lo que debí haber hecho hace quince años…

Aquellas últimas palabras dejaron sorprendidos y perplejos a todos los miembros del grupo, que por un momento parecieron perder el rumbo de la conversación y de la identidad del enemigo:
- ¿¡Qué!? ¿¡Hace quince años!?- exclamó Eduardo, atónito- ¿¡De qué está hablando!?
Mirto fue el que respondió a su pregunta, con el semblante de la cara serio y oscuro. Lo que dijo a continuación dejó totalmente pálidos a todos los presentes, como si hubieran visto un fantasma:
- Ese hombre que tenéis delante no es ése Magno del que habláis…sino el dios oscuro…Derriper…

Los demás se dieron cuenta de que el anciano tenía razón cuando miraron a los ojos a Magno. Tenía esos mismos ojos rojos que el mago legendario Alejandro en su momento, al igual que la media sonrisa diabólica que lo caracterizaba. Además de eso también lo delataba la conocida sangre negra que brotaba de sus heridas, provocadas por el reciente combate contra Mirto.
Gracias a esos detalles, Jack y el resto del grupo reconocieron enseguida al que había sido siempre el verdadero líder de la organización Muerte:
- ¡¡Derriper!!- exclamaron todos, atónitos y boquiabiertos.
- ¿¡Ahora se ha metido dentro del cuerpo de Magno!?- exclamó Cristal, pálida.
El hombre de negro rió por lo bajo y miró a una chica del grupo, sonriendo maliciosamente:
- Cuánto tiempo, Erika…veo que sigues igual de enfadada desde nuestro último encuentro… ¿me echabas de menos?
- ¡¡Cállate!!- gritó la joven, furiosa y apretando los puños y dientes- ¡¡vamos a acabar contigo y con tus planes aquí y ahora, maldito desgraciado!!

Tanto ella como Eduardo estaban enfadados y apretando los puños y dientes con fuerza. Agarraban sus armas de la misma manera, y parecía que iban a lanzarse al ataque en cualquier momento. El chico de rojo gruñía, mirando al enemigo con odio y rabia contenida:
- Tú…por tu culpa soy lo que soy…nunca te perdonaré…
Tan furioso estaba Eduardo que incluso se adelantó unos pasos al frente, dispuesto a luchar. Cuando estuvo a punto de echar a correr para atacar a Magno, el anciano extendió uno de los brazos por delante de él, interponiéndose en su camino. El joven lo miró, frustrado y apretando los puños:
- ¿¡Qué haces!? ¡¡Déjame ir…voy a acabar con él!!
Mirto seguía mirando al frente, a Derriper. Le dijo seriamente y sin vacilar:
- No…este combate debo librarlo yo sólo.
Antes de que Eduardo dijera algo en su defensa, Derriper añadió un extraño comentario que dejó tanto al chico como al resto de los presentes completamente sorprendidos:
- ¿Ya estás protegiéndolo de nuevo?- sonrió maliciosamente Magno- ¿Igual que la última vez?

El joven se sorprendió y quedó perplejo ante aquellas palabras. Curiosamente, y para sorpresa de todos, Mirto también estaba muy sorprendido. Eduardo miró al anciano, cuyo rostro ya había perdido la furia y el odio que tenía hasta hace unos instantes, y le preguntó, confuso:
- ¿¡La última vez!? ¿¡De…de qué está hablando!?
El primer elegido también parecía perplejo. Trató de ser valiente cuando dijo, con firmeza y decisión:
- No sé de qué me hablas.
- ¿Necesitas que te refresque la memoria?- sonrió Derriper con malicia- muy bien…cuando lo recuerdes, estoy seguro de que sabrás a lo que me refiero.

Magno hizo una pequeña pausa, mientras los demás callaban y prestaban mucha atención, sin bajar la guardia. Todos empuñaban con fuerza sus armas, preparados para un posible ataque sorpresa del enemigo:
- Un año después de la amenaza de Ludmort, hace quince años, creé finalmente la organización Muerte…y entre todos sus miembros decidimos cambiar para siempre este sucio mundo corrupto, podrido por las creaciones del ser humano…- explicó Derriper, sereno y tranquilamente- una de nuestras mayores ambiciones era crear a un nuevo portador de la materia suprema, una persona capacitada con el don de destruir mundos…capaz de generar vida y de crear nuevos planetas…
Eduardo, Mirto y todos los demás escuchaban, perplejos y atónitos, las palabras de Magno. Éste seguía hablando con tranquilidad:
- Se nos ocurrió también la brillante idea, no sólo de tener la materia suprema, sino de conseguir a un ser vivo con la esencia del mismísimo monstruo oscuro…es decir, crear a un nuevo Ludmort, y usar su poder para nuestros propios deseos e intereses…- explicó Derriper- de esa forma, y gracias al ADN de un chico de La Tierra y a las muestras recogidas también de ADN del monstruo Ludmort, hace quince años…nuestro científico Rodvar se puso manos a la obra con el tan ansiado proyecto…
El grupo entero seguía escuchando las palabras de Magno, cuya voz grave y profunda delataba que era el séptimo, el dios oscuro:
- Sin embargo, y lejos de lo que esperábamos, Rodvar nos informó de que los resultados obtenidos no eran los que queríamos, y que en conclusión el experimento había resultado ser un completo fracaso…- explicó Derriper- fue justo ese día, hace catorce años, en el que íbamos a librarnos del experimento fallido, cuando apareciste tú… ¿lo recuerdas ahora?

Mirto palideció en ese instante, al llegarle a la memoria los recuerdos del pasado. Con los ojos y la boca abierta de sorpresa y perplejidad, el anciano miró a su enemigo mientras éste hablaba:
- Imagino que ya lo recuerdas…- sonrió Magno con malicia- fuiste tú el que apareció ese día en el laboratorio, el que nos arrebató al bebé recién nacido…y el mismo que lo mandó en un último esfuerzo a La Tierra, a través de un portal tridimensional…

El anciano recordó en ese instante aquel día, hace catorce años. A su memoria le llegaron los recuerdos de aquella vez que descubrió el laboratorio secreto de la organización Muerte, y de cómo se infiltró sigilosamente en él para conocer los malvados planes que Derriper y los suyos se traían entre manos. Una vez que hubo descubierto lo que pretendían hacer con el planeta, y cuando estaba a punto de marcharse, oyó en una de las habitaciones cercanas al laboratorio el llanto de un bebé.
Mirto se acercó a la mesa metálica de pruebas y allí, envuelto en mantas y sábanas, encontró a un bebé recién nacido, llorando. Dudaba mucho que fuera el retoño de algún miembro de la organización, por lo que pensó que debía de ser un niño robado. Decidió llevárselo sobre la marcha y rescatar al pequeño de aquel espantoso y horrible lugar.
Pero por desgracia, y justo cuando cogió al bebé entre sus brazos, Rodvar lo pilló por sorpresa cuando entró por la puerta. Desde ese momento se dio la voz de alarma en todo el laboratorio, y Mirto se vio obligado a huir. Con el bebé en un brazo y la llave espada en la otra mano, abatió al científico de negro y salió corriendo lo más rápido que pudo por los pasillos del laboratorio.
Sin embargo, sufrió graves heridas durante su camino a la salida, ya que el resto de miembros de la organización salieron a su encuentro y lo atacaron con sus respectivos elementos. Mirto los esquivaba y bloqueaba con su arma, evitando combates innecesarios que pudieran hacer daño al pequeño y protegiéndolo, sufriendo con él todas las consecuencias.
Una vez fuera del laboratorio, Mirto estaba agotado y gravemente herido. Sabía que en su estado no llegaría muy lejos, y que sus perseguidores los alcanzarían enseguida. Miró al bebé llorando en su regazo, y supo que en aquellos momentos sólo había una forma de salvarlo.
En un último esfuerzo conjuró con su llave espada una brecha tridimensional, y lanzó a través de ella al pequeño en dirección al mundo paralelo de Limaria: La Tierra. A continuación echó a correr de nuevo y desapareció por entre la espesura del bosque, lo más lejos posible del oscuro laboratorio de la organización Muerte, a las afueras de Mugget.

Mirto miró en ese momento a Eduardo, completamente sorprendido y perplejo. No podía creer que tuviera delante al indefenso y pequeño bebé llorón que rescató una vez de las garras de la organización Muerte. Preguntó, con los ojos y la boca abierta de sorpresa:
- ¿¡El bebé que salvé aquel día…eres tú!?
El chico de rojo también estaba muy sorprendido y con la boca abierta, al igual que el resto de sus compañeros. Fue entonces cuando descubrió cómo acabó él mismo en La Tierra, donde allí creció y pasó toda su vida como estudiante. Su verdadero mundo natal y de origen era Limaria:
- Mirto…- pronunció Eduardo a medias, casi sin palabras- tú…

Antes de que los dos hablaran y resolvieran las dudas, ambos volvieron la vista al frente, cuando Magno habló de nuevo con una media sonrisa diabólica:
- Todo este tiempo juntos, ¿y ninguno de los dos lo sabíais?- rió Derriper en voz baja y maliciosamente- qué ironía, ¿verdad?
En ese momento el hombre de negro se dirigió al chico de rojo y le preguntó, sin dejar de sonreír:
- Dime, Eduardo… ¿sabes lo que eso significa?
El joven reflexionó durante unos segundos, tratando de averiguar qué es lo que quería decirle el enemigo. Cuando por fin se dio cuenta, palideció y perdió el color del rostro, y sus amigos lo notaron con solo verle la cara. Eduardo pronunció en ese momento, con el corazón palpitándole entre dos latidos y temblándole la voz:
- Yo…yo fui…el que destruyó la barrera tridimensional entre ambos mundos…hace catorce años…

Erika y los demás también palidecieron al oírlo que, mudos y horrorizados por la desagradable sorpresa, no pudieron pronunciar palabra. Magno seguía hablando con total tranquilidad, como si lo tuviera todo bajo control:
- Gracias a ti, Mirto, hemos conseguido lo que queríamos y que dábamos por perdido…el nacimiento de un nuevo Ludmort…- sonrió Derriper maléficamente- ahora lamentarás el haber rescatado a aquel bebé hace catorce años… ¡porque salvaste al único ser vivo que destruirá este condenado planeta!
Magno empuñó de nuevo sus dos espadas ardientes en ambas manos, poniéndose en guardia. Estaba claro que iba a retomar de nuevo el combate:
- Ya está bien de charla- dijo Derriper, sonriendo con malicia- es hora de que acabemos con esto de una vez por todas.

El anciano también se puso en guardia con su arma, pero flaqueó y soltó un gemido de dolor, mientras se llevaba una mano a la cicatriz del pecho. El dolor que lo torturaba por dentro cada vez era más fuerte:
- ¡¡Mirto!!- exclamó Eduardo, preocupado.
- ¡¡No…no os acerquéis…!!- gritó el primer elegido, dolorido y aguantando el dolor- ¡¡Poneos detrás de mí!!
El chico estuvo a punto de no hacerle caso y acudir en su ayuda, pero Jack lo agarró de un brazo y lo detuvo diciendo:
- ¡¡Eduardo, no!!- exclamó el mago.
Lo obligó a retroceder y a permanecer en su sitio, mientras Magno preparaba el ataque y se disponía de nuevo a luchar. Era solo cuestión de pocos segundos que se lanzara a por ellos:
- Juré que algún día te encontraría…y hoy por fin, después de catorce largos años, acabaré contigo…- sonrió Derriper diabólicamente- ¡¡prepárate a morir!!

Efectivamente, y tal y como esperaban, el combate entre Mirto y el líder de la organización Muerte se retomó en ese instante. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación sucedió tan rápido que ninguno de los miembros del grupo lo asimiló hasta pasados varios minutos después.
Magno se lanzó corriendo hacia ellos para atacar a Mirto con sus dos espadas ardiendo en llamas, y en apenas unos segundos ya se encontraba frente al anciano. Lo que para muchos era el fin se convirtió en un milagro de esperanza, cuando una misteriosa barrera bloqueó el ataque de Derriper y otra extraña fuerza lo empujó violentamente, rodando por el suelo hasta acabar a muchos metros de distancia.
Eduardo y los demás tuvieron que cerrar los ojos al ver que una extraña luz proveniente de la esfera del colgante de Mirto adquirió en un solo instante tanta fuerza que era capaz de dejar temporalmente ciego al que la viera. Cuando volvieron a abrirlos mientras se mitigaba poco a poco la luz blanca, ya fuera de peligro de ceguera, sus ojos y boca se abrieron de completo asombro.

La luz blanca había cogido forma, y ante ellos ahora había una nueva y enorme criatura alada, por delante de Mirto. Se trataba de una especie de dragón plateado, cuyas escamas brillaban igual de relucientes que el metal pulido. Poseía grandes alas también del mismo color, una larga cola y poderosas garras y uñas, capaces de destrozar incluso hasta el más duro material.
Agitaba sus alas en el aire mientras gruñía al enemigo y mostraba sus afilados colmillos:
- ¿¡Eso es…un guardián de la fuerza!?- exclamó Rex, atónito- ¿¡Un G.F.!?
Sin embargo, fue Jack el que reconoció enseguida a la criatura. Alzó la voz y exclamó diciendo, completamente asombrado:
- ¡¡No…no me lo puedo creer…!! ¡¡Ése es…Bahamut!!

Ninguno de los miembros del grupo podía creer lo que veía. Tenían ante ellos a un nuevo guardián de la fuerza, uno que nunca antes habían visto y que a simple vista parecía muy poderoso. Nadie de los presentes llegó a imaginar nunca que Mirto tendría un guardián de la fuerza:
- ¡¡Es…es increíble!!- exclamó Cristal, asombrada- ¡¡Con razón ese viejo era tan fuerte…mirad!!
Todos se fijaron en el anciano en pie que tenían de espaldas frente a ellos. Aunque aún flaqueara un poco, al menos parecía más fuerte que antes. Sus heridas no se habían curado y todavía tenía muchos rasguños por todo el cuerpo. Aunque tratara de disimularlo, aún seguía ardiéndole el brazo quemado.
Eduardo y los demás lo habían visto en anteriores ocasiones, y sabían que en aquellos momentos Bahamut estaba compartiendo su vitalidad y fuerza con Mirto. A simple vista parecía que el anciano se había recuperado un poco y estaba algo mejor en forma.
Sin embargo, se notaba que el primer elegido aún se encontraba muy herido y debilitado, ya que no paraba de jadear del cansancio y de respirar con dificultad en ningún momento:
“Bahamut ha aparecido en el último momento para protegerme y darme algo de fuerza…sin embargo, su apoyo no podrá aliviarme eternamente el dolor que crece dentro de mí…”- pensó el anciano, jadeando y mirando al frente- “Ni siquiera con él estoy seguro de que pueda ganar este combate…no sé cuánto tiempo más podré aguantar…”

Al otro lado del campo de batalla, Magno se levantó del suelo y miró a su adversario, sin ninguna expresión en el rostro. No parecía impresionarle nada que su rival ahora contara con el apoyo de un guardián de la fuerza:
- ¿Así que un G.F, eh?- comentó Derriper en voz baja, con indiferencia- por lo visto, parece que todavía guardas un as bajo la manga…maldito vejestorio…

Justo en ese momento comenzó una nueva etapa del combate, en la cual los miembros del grupo tuvieron que echarse atrás y permanecer al margen de la lucha, para no resultar heridos.
Bahamut se lanzó volando hacia Magno, con un grito de furia y sus fauces abiertas. Trató de herirlo con una de sus garras, cuya extremidad del dragón fue bloqueada por una de las hojas ardientes de Derriper. El hombre de negro no reaccionó a tiempo cuando la otra de las garras lo arañó brutalmente por el lado desprotegido, y lo envió por los aires un poco más lejos.
Para sorpresa de todos, Mirto apareció de repente por el lado hacia el que se dirigía Magno, y cuando éste llegó cerca de él le propinó un duro golpe con la llave espada, que lo devolvió en otra dirección distinta, dentro del radio de alcance de Bahamut.

De esa forma Eduardo y los demás se quedaron asombrados y completamente boquiabiertos, al ver el tremendo cambio radical que había tomado el curso del combate. Ahora el que sufría era Derriper, en medio de aquella tormenta de golpes combinados de Mirto y Bahamut, cuyos ataques lo herían cada vez más.
La unión de fuerzas entre el portador y el G.F. era sencillamente increíble, ya que ambos se movían a gran velocidad por el campo de batalla y golpeando cada uno al enemigo, recibiéndolo y devolviéndolo como un pase. Numerosas paredes y escombros de piedra caían y se derrumbaban al paso del cuerpo de Magno, que las atravesaba y destrozaba volando por los aires.
Se notaba que el anciano y Bahamut llevaban mucho tiempo juntos, ya que para tener esa experiencia y perfecta coordinación los dos a la vez hacían falta años y años de duro trabajo.

Cuando por fin ambos decidieron acabar con el juego, el dragón plateado golpeó nuevamente a Derriper en su turno, pero en aquella ocasión lo envió verticalmente hacia arriba: hacia el espacio libre superior del templo, cerca del techo derruido.
A más de diez metros de altura del suelo apareció de nuevo Mirto, cerca del cuerpo de Magno y empuñando con fuerza su arma. No tenía reparos en darle el golpe de gracia, ni siquiera viendo que su enemigo estaba lleno de rasguños y con algunas heridas graves, de las cuales brotaba sangre negra.
Sus ojos ocultos en el rostro y su sonrisa maléfica dibujada en la cara bastaron para que el anciano apretara los puños y dientes, gritando:
- ¡¡Aquí llega tu final, Derriper!!- exclamó Mirto- ¡¡Muere!!

El primer elegido apuntó con su llave espada al estómago del hombre de negro, y ésta empezó a brillar, Conjuró uno de los hechizos de magia negra más poderosos gritando, con firmeza y decisión:
- ¡¡Fulgor++!!
Del arma sagrada del anciano se produjo una tremenda explosión que abarcó la parte superior del templo, y cuya onda expansiva derribó gran parte de la estructura del edificio. Erika y los demás tuvieron que refugiarse tras una pared de piedra para que no les cayeran los escombros del techo, cuyo ataque de Mirto levantaba ráfagas de aire.

Aún estando en el aire, y a punto de caer de lleno en la humareda, el primer elegido pensó para sí, dentro de su cabeza:
- ¿¡Lo he…conseguido!?”
Un repentino escalofrío recorrió su espalda en aquel instante, y sintió el gélido aliento de la muerte cuando una voz grave y profunda por detrás de él le dijo:
- ¿Ya has terminado?- sonrió Derriper con malicia- entonces supongo que ahora me toca a mí.
Antes de que Mirto diera media vuelta hacia su enemigo, el hombre de negro herido lo golpeó brutalmente con el filo de una de sus espadas ardiendo en llamas, que lo lanzó en picado al suelo a más de diez metros de altura, y cuya colisión levantó un gran humo de tierra:
- ¡¡Mirto!!- gritó Eduardo, preocupado.

El anciano abrió de nuevo los ojos, jadeando del cansancio y temblándole todo el cuerpo, lleno de rasguños y quemaduras. El dolor de su pecho cada vez era más fuerte, y le dificultaba su agilidad y movimientos.
Cuando trató de levantarse a duras penas, la sombra de Magno cayó justo en ese momento en pie, encima de él.  El filo ardiente de una de sus espadas de fuego atravesó a sangre fría su brazo izquierdo, que hizo gritar al primer elegido agónicamente de dolor. Derriper sonreía satisfecho al ver sufrir a su enemigo:
- Los años te pesan, ¿verdad, Mirto?- dijo el hombre de negro, con una sonrisa maliciosa en el rostro- no eres tan joven como antes, viejo carcamal…a diferencia de ti, yo nunca envejezco…soy inmortal…
El anciano se retorcía de dolor en el suelo, mientras sentía cómo la hoja ardiendo en llamas le quemaba vivo su brazo izquierdo:
- ¡¡Maestro Mirto!!- gritó Jack al verlo a lo lejos, en desventaja y a merced del enemigo.
El primer elegido trataba de moverse entre gritos de dolor, pero la espada de Magno lo tenía apresado al suelo. Éste sonreía diabólicamente mientras decía:
- ¿Por qué te empeñas tanto en salvarlos? Sabes que morirán sin remedio…y que esta vez, ni siquiera ellos podrán salvar Limaria…
Mirto miró con odio y rabia a Derriper, y fue valiente cuando pronunció firme y con una expresión decidida, jadeando del cansancio:
- Porque…al contrario que tú…yo…tengo esperanza…- dijo el anciano, escupiendo sangre por la boca- confío en ellos…y sé…que lo conseguirán…acabarán contigo…con tus retorcidos planes…y también con esta eterna guerra de dioses…para siempre…
Magno miró a su enemigo, demasiado confiado y seguro de sí mismo, y se le borró la expresión maliciosa del rostro al ver al primer elegido sonreír de triunfo, como si ya hubiera ganado el combate. Derriper dijo entonces, con expresión de indiferencia:
- Manteniendo tus ideales firmes y sin dejar de creer en tus sueños, incluso hasta el final…digno de un portador de las armas sagradas…- comentó el hombre de negro, que luego alzó su otra espada de fuego que tenía en la otra mano, dispuesto a rematarlo- muy bien…acabaré contigo y con tus sueños de una vez y para siempre…
Mirto y todos los allí presentes veían venir su final, y parecía que ya no había ninguna posibilidad de salvarse:
- ¡¡Mirto!!- gritaron todos un poco más lejos, siendo espectadores del combate.

Justo cuando parecía que el primer elegido iba a morir, la criatura alada invocada se lanzó volando hacia Magno, con un grito de furia y dispuesto a proteger a su portador. Sin embargo, la sonrisa de Eduardo y los demás se esfumó en un instante, cuando Derriper le dio un mandoble con el filo de su espada de fuego y envió al dragón plateado un poco más lejos, rodando por el suelo:
- ¡¡Bahamut!!- gritó Mirto de agonía, al ver a su invocación herida.
El anciano tomó en ese momento parte de las últimas fuerzas que le quedaban. Apretó los puños y dientes, empuñó fuertemente su llave espada, y con ella atravesó un costado del líder de la organización Muerte, cuya sangre negra salpicó todo a su alrededor.
Magno no se inmutaba con la gravedad de sus heridas, parecía no sentirlas en absoluto. Miró a su enemigo con indiferencia y le dijo, sin ninguna expresión en el rostro:
- En tu estado actual sabes que no sobrevivirás, y que cualquier intento por salvarte es inútil…- comentó Derriper, tranquilo y sin ningún miedo- ¿Qué es lo que pretendes ahora?
Mirto se levantó poco a poco del suelo y con esfuerzo, obligando a su enemigo a retroceder. Le temblaba violentamente todo el cuerpo y jadeaba y respiraba con dificultad. La sangre roja del anciano y la negra de Magno goteaban a borbotones, formando un charco a su alrededor. Ambos estaban gravemente heridos.
Lo que dijo el primer elegido a continuación dejó totalmente pálidos a Jack y los demás, cuando pronunció las valientes palabras:
- Si tengo que morir…no lo haré sólo…porque tú…morirás conmigo…

Fue entonces cuando Mirto terminó de ponerse en pie, y sujetando con su arma el cuerpo del enemigo, volvió la vista a la invocación que se encontraba un poco más lejos de ellos. Le gritó diciendo, completamente en serio:
- ¡¡Ahora, Bahamut…ataca!!
Todos los presentes perdieron el color del rostro al oír aquellas palabras, y sabían de sobra lo que aquello significaba. Derriper  le preguntó en ese momento, con el rostro serio y voz indiferente:
- ¿De verdad crees que puedes acabar conmigo? Maldito vejestorio…por si no lo sabes, soy el séptimo, el dios oscuro…un ser todopoderoso e inmortal…ningún insignificante ser humano como tú puede acabar con mi existencia…
Mientras tanto, alejados muchos más metros del campo de batalla, el grupo gritaba a pleno pulmón, suplicando al primer elegido:
- ¡¡Maestro Mirto, no lo hagas!!- gritaba Jack.

Sin embargo, y a pesar de los gritos de sus amigos insistiendo en que no lo hiciera, el anciano ya había tomado una decisión. Miró de nuevo al G.F. que aguardaba un poco más lejos, y asintió firme y decididamente con la cabeza. Bahamut entendió lo que su portador quería decirle, y también asintió a su vez con la cabeza.
Se puso a cuatro patas, con las uñas de sus garras sujetándose fuertemente al suelo, extendió sus enormes alas plateadas y levantó la cabeza al frente, mirando directo al objetivo.
Abrió su boca, mostrando los feroces colmillos que tenía, y dentro de ella una gran masa de energía empezó a acumularse, brillando y haciéndose cada vez más grande. Magno sabía lo que pretendía hacer Mirto al ordenarle aquella acción a su guardián de la fuerza, y le comentó tranquilamente diciendo:
- Imagino que conocerás la inmensa potencia de ese ataque…- dijo Derriper, sin expresión alguna en su rostro y con indiferencia- ¿eres consciente de que, si nos alcanza, tú también morirás?
El anciano seguía tosiendo y jadeando del cansancio. Respiraba con dificultad y cada vez se encontraba más débil, debido al dolor que lo torturaba por dentro. Respondió a su enemigo de la misma manera:
- Lo sé…pero…mientras desaparezcas conmigo…no me importa morir aquí y ahora…todo sea por acabar…con tu maldita y desgraciada existencia…- dijo el primer elegido, con muy pocas fuerzas- aquí terminan tus ambiciones, Derriper…prepárate a morir…

Magno no comentó ni dijo nada al respecto, tan solo volvió la vista a la criatura que se preparaba para acabar con ellos, con expresión de indiferencia en su cara. No parecía preocuparle estar a merced del enemigo, ni tampoco que fuera a morir a manos de un G.F.
Fue en ese entonces cuando el dragón plateado finalmente acabó de preparar el ataque, y Mirto le gritó a lo lejos que realizara su mayor y más poderosa técnica definitiva:
- ¡¡Adelante, Bahamut…Megafulgor!!

Lo que ocurrió a continuación dejó sin habla y con el corazón palpitando entre dos débiles latidos a todos los miembros del grupo.
El dragón plateado disparó su ataque definitivo, que alcanzó de lleno a Mirto y Derriper, y provocó una gigantesca y colosal explosión de tal magnituf que incluso un terremoto sacudió violentamente toda el área del templo sagrado a su alrededor.
Jack y los demás trataron de protegerse con un escudo mágico, pero fue inútil. El ataque de Bahamut y su tremenda fuera era muy superior a la defensa mágica del grupo, que ni siquiera todos juntos podían protegerse ante aquel poderoso ataque. El escudo mágico que los protegía se resquebrajó enseguida y acabó en mil pedazos, enviándolos a todos por los aires debido a las violentas ráfagas de aire y a la fuerte onda expansiva.
Nunca antes habían visto nada parecido y de tal magnitud, ya que la estructura entera del conjunto de edificios del templo sagrado terminó de desplomarse por completo, y la cámara de las voces de los oráculos quedó sepultada para siempre bajo los escombros de piedra de la antigüedad.

Eduardo y los demás abrieron poco a poco los ojos, al sentir que hacía demasiado calor para ser de noche. Se levantaron heridos del suelo, con varios rasguños por todo el cuerpo, y se sorprendieron al ver que todo a su alrededor estaba ardiendo en llamas, como un incendio.
Se dieron cuenta de que todavía seguían dentro del radio de área del templo sagrado, porque estaban rodeados de escombros de piedra quemadas y chamuscadas:
- ¿¡Dónde…dónde está Mirto!?- preguntó Eduardo, tosiendo y mirando en todas partes.
El resto del grupo también buscaba con la mirada en todas direcciones al anciano, pero era inútil. Una densa humareda provocada por el incendio y que generaban las llamas dificultaba la visión a su alrededor. Tosían y respiraban entrecortadamente debido a las cenizas del humo negro que los envolvía:
- No…no veo nada…- comentó Rex, herido y tosiendo.
En ese momento el mago gritó, alzando la voz y preocupado:
- ¡¡Maestro Mirto!! ¿¡Dónde está!?
El sonido de las cenizas y las llamas ardiendo fue su única respuesta. No parecía haber quedado rastro de vida del primer elegido:
- ¡¡Maestro Mirto!!- seguía insistiendo Jack, tosiendo- ¡¡Responda, por favor!!
Los tensos e intrigantes segundos de silencio seguían presentes, indicando lo que muchos temían: el anciano había muerto junto a Magno. Jack, completamente abatido y deprimido, cayó de rodillas al suelo y apoyando sus manos en él. Con la cabeza bajada y ocultando su rostro triste, dijo con pesar:
- No…no puede ser…Mirto no puede haber muerto…
Los demás también bajaron la cabeza, apenados y guardando silencio por un amigo caído.

Sin embargo, y justo cuando todos lo daban por perdido, una nueva sombra surgió de entre la humareda, que sorprendió a todos. Erika y los demás desenfundaron sus armas y se pusieron en guardia, volviendo la vista a la figura humana que se aproximaba a ellos en el interior del humo negro:
- ¿¡Quién anda ahí!?- preguntó Alana, alzando la voz.
La figura humana seguía caminando lentamente, y lo peor de todo es que no respondía. Por un momento incluso llegaron a creer que era Derriper, que había sobrevivido a la explosión, y que ahora iba a matarlos a todos.
Un profundo miedo invadió de repente los corazones de todo el grupo, al imaginarse tener que enfrentar al dios oscuro. Si Mirto no había podido derrotarlo, ellos no tenían ninguna posibilidad contra él.

Su sorpresa fue mayor e inesperada al descubrir que quien surgió del banco de humo no era Magno, sino el mismísimo primer elegido. Los demás se alegraron y esbozaron una amplia sonrisa de alegría y felicidad, e inmediatamente guardaron sus armas:
- ¡¡Maestro Mirto, menos mal que estás bien!!- exclamó Jack- ¡¡Por un momento creíamos que…!!
No terminó de hablar, y tanto su sonrisa como la del resto de miembros del grupo se les borraron enseguida de la cara, al ver lo que contemplaron frente a sus ojos. El corazón se les encogió de tal manera que por un instante creyeron no tenerlo.
El anciano que tenían delante de ellos estaba gravemente herido, con numerosos rasguños, heridas y quemaduras graves por todo el cuerpo. Andaba cojeando, y al ver que tenía una pierna rota descubrieron la razón. Tenía todos sus ropajes destrozados debido a la explosión, y su lamentable estado indicaba que se encontraba en las últimas: a punto de caer.
Sin embargo, lo que más impactó a todos fue ver que le faltaba el brazo izquierdo: lo había perdido para siempre. En su lugar no había nada, tan solo una desgarradora y desagradable herida, cuya hemorragia manchaba su ropa y le hacía perder mucha sangre por momentos:
- Mi…Mirto- dijo Rex, pálido y temblando- tu brazo…
El primer elegido se detuvo frente a ellos, jadeando y respirando con dificultad. Nunca lo habían visto tan gravemente herido, y Jack fue el primero que logró salir del shock, cuando se adelantó un paso diciendo:
- ¡¡Vamos chicos, tenemos que ayudarlo!!
Sin embargo, y para su completa sorpresa, no caminó más de dos pasos cuando Mirto dijo, totalmente en serio:
- No...por favor…no lo hagáis…

- ¿¡Qué!?- exclamó Eduardo, sorprendido- ¡¡Pero si estás herido…así no podrás huir con nosotros de aquí!!
Lo que respondió el primer elegido dejó completamente pálidos y atónitos a todos los miembros del grupo:
- No…no puedo…marcharme de aquí…éste…es mi santuario…mi único lugar y hogar…- pronunciaba Mirto, jadeando y con esfuerzo- aquí guardo…mis únicos y más felices recuerdos…si ellos desaparecen…ya no habrá nada…a lo que pueda agarrarme…algo que me permita…aferrarme a la vida…
- ¿¡Pero qué estás diciendo!? ¡¡Si te quedas aquí, morirás!!- exclamó Erika- ¡¡Además, todavía tienes años para vivir…aún puedes disfrutar de la alegría de la vida!!
El anciano esbozó una media sonrisa nostálgica, tosiendo y jadeando. En su rostro ya no se reflejaba una expresión seria y enfadada, sino otra amable y emotiva. Pronunciaba las siguientes palabras con emoción y tristeza:
- Ojalá tuviera yo…esa energía y vitalidad…esa alegría y ganas de vivir…sin duda, sois jóvenes…cómo os envidio…
- ¡¡No puedes rendirte ahora!! ¿¡Por qué si no…para qué habrías estado luchando!?- intervino Alana- ¡¡Tiene que haber alguna razón…cualquier cosa, por muy pequeña que sea…algo que te impulse y te dé fuerzas para vivir!!
El anciano tardó un poco en responder, y cuando lo hizo sorprendió a todo el grupo. Tosió varias veces, antes de decir:
- Te…equivocas…

- ¿¡Qué!?- exclamó Cristal, perpleja.
- Mi única razón…desapareció hace quince años…y con ella…murieron…mis ganas de vivir…- explicó Mirto, jadeando- todo cuanto quería y deseaba…todo cuando protegía…todo cuando había soñado…lo tenía justo a mi lado…y aquel día…lo perdí todo…para siempre…
Jack y los demás escuchaban, perplejos y atónitos, las emotivas palabras del primer elegido, mientras entendían lo que quería decir y se les llenaban los ojos de lágrimas. Gotas de sangre caían de la hemorragia del brazo del anciano, que manchaban el suelo y los escombros de piedra a su alrededor:
- Llevo sufriendo…todos estos años…esperando día tras día vuestra llegada…para mantener la misión…que me encomendaron los dioses…de que os entregara las esferas…- explicaba Mirto, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas- y ahora…que he cumplido mi trabajo…ya no me queda…nada más que hacer en este mundo…
Lo que dijo el primer elegido a continuación dejó totalmente pálidos a todos los presentes, cuyos rostros perdieron su color natural, y las lágrimas finalmente cayeron por sus mejillas:
- Perdonadme…pero…esto…ha terminado…para mí…- dijo Mirto- ha llegado…la hora de que…acabe con este sufrimiento…para siempre…y descansar por fin en paz…

Todos entendieron lo que quería decirles el anciano, y por eso la emoción y la tristeza se encontraban presentes en el momento. Esta vez ya nadie podía contener las lágrimas que caían por sus mejillas:
- Mirto…- dijo Eduardo, perplejo- ¿de verdad tú…quieres morir?
El anciano lo miró, con profunda tristeza en sus ojos, y los demás supieron sin palabras cuál era su respuesta:
- Maestro Mirto…- intervino Jack, muy triste- por favor…no lo hagas…
El primer portador de la llave espada lo miró entonces, y una media sonrisa nostálgica se le dibujó en la cara:
- Jack…siempre supe…que algún día llegarías a ser alguien especial…y ahora veo que no me equivocaba al decirlo…- pronunciaba Mirto, con sinceras palabras- me sorprende tanto…que seas aquel lejano niño pequeño…muy torpe en el uso de la magia…y ver ahora…el hombre en el que te has convertido…y en el buen guardián que eres…me llena de profunda alegría y orgullo…- y añadió, a modo de conclusión- sólo quiero que sepas…que estoy muy orgulloso de ti…
El mago trataba de mantenerse firme, conteniendo las lágrimas, pero le resultaba imposible. Estaba llorando de verdad:
- Ma…maestro…yo…

En ese momento Mirto miró a una chica del grupo, y con una media sonrisa le dijo:
- Erika… ¿puedes venir un momento…por favor?
La joven, que tampoco podía contener las lágrimas, se acercó caminando lentamente hasta él. Fue entonces cuando el anciano se quitó con la única mano que le quedaba el colgante que tenía al cuello. Con la mano ensangrentada y temblándole, le entregó el objeto esférico a la chica en sus manos, que enseguida reconoció lo que era:
- ¡¡Esto…esto es…!!- exclamó ella, con el objeto en sus manos- ¡¡la esfera de invocación de Bahamut!!
Todos se sorprendieron al ver que el anciano le entregaba el objeto que encerraba al dragón plateado para el combate. No podían creer que ya tuvieran al cuarto guardián de la fuerza en el equipo:
- Donde voy no necesitaré nunca más a Bahamut…el G.F. que me ayudó…a ganar cientos de combates en el pasado…y también a salvar el mundo…ahora te pertenece…- dijo Mirto, con una media sonrisa nostálgica- sé que eres una buena persona, Erika…y por eso te confío a mi mejor amigo…estoy seguro de que te protegerá en el combate sin dudarlo…- y luego añadió, como última petición- cuídalo bien…por favor…
La chica lloraba, mirando la esfera de invocación en sus manos. Cerró con fuerza el puño y levantó de nuevo la vista hacia él:
- No te preocupes, Mirto, lo haré…y muchas gracias…por confiar en mí…

La emoción y la tristeza del momento se vieron repentinamente eclipsadas, al oír en ese instante un desgarrador grito de dolor, que resonó en todo el templo sagrado y sorprendió a todos por sorpresa:
- ¿¡Qué…qué es eso!?- exclamó Cristal, asustada.
El grito de dolor parecía provenir de una criatura, y Mirto lo reconoció enseguida. Comentó en voz alta diciendo:
- Bahamut…ha caído…
- ¿¡Qué!?- exclamaron los demás, perplejos.
Se dieron cuenta de que el anciano tenía razón, porque fue entonces cuando un misterioso haz de luz surgió de entre el humo negro y se aproximaba al grupo. La luz se acercó a Erika y el espíritu del dragón plateado se internó en la esfera que llevaba en sus manos. Tras esto el objeto de invocación dejó de brillar y se apagó, indicando que el G.F. se había debilitado y necesitaba descansar:
- Muchas gracias por todo, viejo amigo…- sonrió el primer elegido, despidiéndose del dragón plateado.
Rex habló entonces, preguntando algo muy importante:
- ¿Quién ha podido derrotar a Bahamut? No es posible que haya sido…

En ese momento, tanto él como el resto del grupo, palidecieron y perdieron de repente el color del rostro. Solo alguien que conocían tenía tanto poder como para derrotar a un guardián de la fuerza. La sola idea hacia que les recorriera un siniestro escalofrío por la espalda, a la vez que se asustaban y horrorizaban:
- ¡¡No…no puede ser…!!- exclamó Jack, como si hubiera visto un fantasma- ¡¡Derriper…!! ¿¡Sigue vivo!?
A juzgar por el semblante de nuevo firme y serio del anciano, que dio media vuelta de cara a la humareda y desenfundando mágicamente su llave espada, todos supieron la respuesta sin necesidad de palabras. No podían creer que siguiera vivo tras la explosión del ataque definitivo de Bahamut:
- ¡¡Marchaos de aquí ahora!!- dijo Mirto, seriamente- ¡¡Yo lo distraeré algo más de tiempo!!
- ¡¡Ni hablar, deja que te ayudemos!!- respondió Eduardo, de la misma manera- ¡¡Si luchamos todos juntos contra él, quizá tengamos alguna…!!
- ¡¡NO!!- gritó Mirto, con las pocas fuerzas que le quedaban y sorprendiendo a todos- ¡¡YA BASTANTE LO HABÉIS ESTROPEADO VINIENDO AQUÍ…NO PERMITIRÉ QUE LO SIGAIS ECHANDO TODO A PERDER!!
- Pero, Mirto…- dijo Erika, preocupada.
- ¡¡YA BASTA DE CHARLA!!- exclamó el primer elegido, enfadado- ¡¡MARCHAOS DE AQUÍ AHORA MISMO!!

Las caras y los rostros tristes de todos los miembros del grupo reflejaban claramente que aquello era la despedida. No había tiempo para despedidas formales ni emocionales, con lo que Jack y los demás se quedaron varios segundos de silencio mirándolo, con pesar. Querían quedarse con una última imagen de él, antes de no volver a verlo nunca más:
- ¿¡A QUÉ ESTÁIS ESPERANDO!?- gritó el anciano- ¡¡MALDITA SEA, CORRED!!
Fue entonces cuando Eduardo asintió con la cabeza y, con el rostro reflejando tristeza, le dijo unas últimas palabras al primer elegido:
- Mirto…muchas gracias, por todo…nunca te olvidaremos…
De esa forma, el grupo entero dio media vuelta y echó a correr, desapareciendo entre el humo negro. En aquella ocasión no volvieron la vista atrás y corrieron directos a la salida del templo sagrado, ahora convertido en un infierno en llamas.

Mirto jadeaba, respirando con dificultad. Le dolía y temblaba todo el cuerpo, lleno de rasguños, heridas y quemaduras graves. La peor que tenía era la de su extremidad izquierda, cuya hemorragia le hacía perder mucha sangre por momentos. Cada vez se sentía más mareado y veía todo borroso a su alrededor. Le pesaban los párpados, y su cuerpo quería sumergirse cada vez más en el sueño eterno, del cual no despertaría nunca más. Sabía que su muerte estaba próxima.
Cuando Jack y los demás se marcharon del lugar el anciano dijo entonces, en voz baja y con una media sonrisa de felicidad:
- Mucha suerte…Eduardo y Erika…salvad este mundo…y acabad con esta eterna guerra de dioses…porque sois…nuestra única esperanza…
Lo último que vio Mirto antes de cerrar los ojos para siempre fue la sombra negra de una figura humana, surgiendo de entre la humareda y acercándose lentamente a él, como la mismísima muerte que uno sabe que se aproxima. Sabía que le había llegado la hora, y la afrontó con una media sonrisa de triunfo en la cara.

Estando todos en el interior de Valor Alado, la aeronave puso sus motores en marcha y se alzó gracias a los propulsores, despegando del suelo hacia el cielo nocturno. Cuando la nave comenzó a moverse, alejándolos la piloto Alana del lugar, todos los tripulantes palidecieron y se horrorizaron al contemplar lo que vieron a continuación, a través de la cúpula de cristal.
Una increíble y gigantesca explosión, muy similar a la realizada por el ataque Megafulgor de Bahamut, se produjo en toda el área que rodeaba el templo sagrado. Las antiguas ruinas ancestrales de piedra, así como la cámara de las voces de los oráculos y todo lo que allí había, desaparecieron junto al primer elegido para siempre:
- ¡¡MIRTOOO!!- gritó Jack, pegado al cristal y llorando de tristeza, al ver destruido el que durante varios años fue su hogar.

En la sala de mandos de Valor Alado, la tristeza invadía el ambiente. Incluso hasta los moguris estaban tristes y deprimidos, con los pompones rojos de capa caída. Acababan de perder a un valiente amigo, que luchó y se sacrificó por ellos para salvarlos.
Su terrible pérdida y la resurrección del dios oscuro Derriper, sumados a las escasas horas que les quedaban para la llegada de Ludmort al planeta, tan sólo podía significar una cosa: el principio del fin.

- Jack…lo siento…- dijo Erika, también apenada por la muerte del anciano.
- Él me crió y me cuidó durante años…me enseñó todo lo que sé…- dijo el mago, con las lágrimas cayendo por sus mejillas- era como un padre para mí…y ahora ya no está…
- Murió como un héroe, era digno de llamarse uno de los elegidos de las armas sagradas…- comentó Ray- sin él, probablemente ahora estaríamos muertos.
La princesa intervino entonces para preguntar, confusa y perdida:
- Chicos… ¿qué hacemos ahora?
Lo últimos hechos ocurridos en el templo sagrado todavía seguían muy presentes en la memoria de todos, y aún estaban demasiado afectados por la pérdida de su amigo. No podían pensar en otra cosa que no fuera Derriper y la amenaza de Ludmort, y ver de lo que era capaz el séptimo, el dios oscuro, los llenaba por dentro de auténtico miedo y terror.
Eduardo se fijó en el nuevo colgante que llevaba Erika al cuello, con la esfera de invocación de Bahamut, y recordó todas las últimas palabras que le dijo Mirto, estando los dos en la cámara de las voces. Cerró los ojos por un momento, pensativo, y al cabo de unos segundos volvió a abrirlos, esta vez con firmeza y decisión.
El resto de sus compañeros se dieron cuenta de que el chico de rojo tramaba algo, cuando éste empezó a caminar al frente:
- ¿Eduardo?- preguntó Rex, confuso- ¿Qué…qué vas a hacer?
El joven no respondió hasta llegar a la enorme cúpula de cristal, desde la que podía verse el mar de nubes, en mitad de la noche. Pasaron varios segundos de silencio antes de que finalmente respondiera. A juzgar por el tono de su voz, parecía estar realmente decidido y seguro de sí mismo:
- ¿Está claro, no? Vamos a acabar con Derriper.

Aquellas palabras dejaron totalmente sorprendidos y perplejos a todos, como si lo que acabara de decir fuera una completa locura:
- ¿¡Qué!? ¿¡Te has vuelto loco!?- exclamó la pelirroja, a los mandos de la nave- ¿¡Es que no has visto de lo que es capaz de hacer!? ¡¡Ni siquiera con los G.F. tenemos ninguna posibilidad de ganar!!
- ¡¡Deberíamos ir directamente a por Ludmort y esperar que llegue para derrotarlo!!- sugirió Cristal- ¡¡Así no tendríamos por qué luchar contra el dios oscuro!!
El chico de rojo tardó un poco en responder. Se dirigió a sus amigos hablando seriamente:
- Aunque intentáramos acabar primero con Ludmort, dudo mucho que Derriper no haga nada para detenernos…- explicó Eduardo- estoy seguro de que, tarde o temprano, tendremos que luchar contra él…lo único que conseguiríamos con eso es retrasar lo inevitable.
- ¿Y qué sugieres entonces?- preguntó Rex- ¿atacar nosotros primero?
El joven asintió con la cabeza:
- La mayoría de veces que nos ha atacado la organización Muerte por sorpresa siempre hemos salido perdiendo…- respondió Eduardo, seriamente- por eso, creo que ya va siendo hora de que esta vez…seamos nosotros los que iniciemos primero el ataque, y los pillemos por sorpresa.

El resto de miembros del grupo no parecían muy convencidos con la idea, y al chico de rojo le resultaba normal. Cualquiera se lo pensaría dos veces antes de enfrentarse a un dios:
- Mirto no dudó en su momento, cuando luchó de lleno contra la organización Muerte…arriesgó su vida, sin importarle las consecuencias, y sufrió durante quince años la pérdida de un ser querido, completamente sólo…- explicaba Eduardo, con la mirada firme y decidida- a mí me salvó dos veces la vida, y no dudó en hacerlo aún sabiendo que yo era la reencarnación de Ludmort…por eso, yo estoy dispuesto a luchar…a luchar por él…porque si no, ¿para qué habría estado luchando?
Jack sabía muy bien de lo que hablaba, porque él había sido su discípulo siendo niño, y lo conocía mejor que nadie en aquella nave:
- Tienes razón…aunque muchas veces pareciera serio y distante, en el fondo era una buena persona…- dijo el mago, nostálgico al llegarle los recuerdos de la infancia- cuando entrenábamos en el templo, aprendiendo magia…siempre que me hacía daño, él estaba ahí para curarme…no sólo fue un instructor…para mí, era como un padre…

Jack adquirió en ese momento, gracias a la fuerza de sus más felices recuerdos de la infancia, una determinación y seguridad en sí mismo increíble. A juzgar por sus ojos serios y firmes, parecía haber tomado una decisión:
- No pienso quedarme de brazos cruzados, después de todo por lo que luchó Mirto… ¡no permitiré que su muerte haya sido en vano!
La motivación del mago pareció inspirar confianza en sus amigos, los cuales a partir de ese momento cambiaron la expresión del rostro a seguridad y confianza, con sonrisas decididas:
- ¡Tienes razón!- dijo Cristal- ¡Vamos a darle la Vendetta que se merece ése desgraciado de Derriper!
- ¡Vengaremos a Mirto, terminaremos el combate que él empezó y haremos realidad su sueño!- exclamó Rex.
Finalmente Erika añadió, agarrando con una de sus manos la esfera de invocación de Bahamut:
- ¡Puede que Mirto no esté con nosotros en cuerpo, pero sí en espíritu!- exclamó la chica- ¡Nos acompañará en el combate, hasta el final!

Sin embargo, Alana interrumpió el momento diciendo:
- Me parece muy bien que decidamos luchar contra Derriper, pero tenemos un pequeño problema…- comentó la pelirroja, pilotando en el puesto de mandos- no sabemos dónde se encuentra ahora el dios oscuro… ¿cómo vamos a encontrarlo?
Ray intervino entonces, para resolver la duda:
- Seguramente habrá ido de nuevo a la base de la organización, en Vildenor…es muy probable que allí se encuentren el resto de miembros que aún siguen vivos.
- ¡Pues no se hable más!- exclamó Eduardo, firme y decidido, muy seguro de sí mismo- ¡Rumbo al continente este…directos a Vildenor!
De esa forma Valor Alado cambió de sentido, y gracias a la potencia de sus motores sobrevolaba a gran velocidad el mar de nubes, en medio del cielo nocturno de la noche. Ya habían tomado una decisión y estaban dispuestos a hacerla, asumiendo el peligro y las consecuencias.
Se dirigían de lleno a la base, al corazón oscuro de la mismísima organización Muerte, donde los esperaban los últimos miembros que quedaban vivos. Una nueva etapa de su aventura, llena de combates contra enemigos duros y difíciles, estaba a punto de comenzar.


El principio del fin no había hecho más que empezar.

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