lunes, 17 de junio de 2013

Capítulo 45: El susurro de las voces de los oráculos

Capítulo XLV
EL SUSURRO DE LAS VOCES DE LOS ORÁCULOS
Gracias a los potentes motores y a la tremenda velocidad que podía alcanzar Valor Alado, lograron atravesar en un par de horas el ancho océano. Llegaron a las costas y cruzaron el continente central en otras tantas horas, hasta finalmente llegar al extremo sur de su objetivo, en una pequeña península.

Alana aterrizó y aparcó la aeronave cerca del recinto sagrado, lugar que supuestamente había sido construido por deidades en la antigüedad. La luz del ocaso en el atardecer indicaba que la noche estaba próxima, y que dentro de poco el sol los abandonaría hasta el día siguiente:
- Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vinimos aquí- comentó Rex- ¿Por lo menos más de tres o cuatro meses, verdad?
Cristal asintió con la cabeza. Algunos de los recuerdos de su última visita llegaron a su memoria:
- Sí, aún me acuerdo de la paliza que les dio el anciano a Erika y Eduardo cuando lucharon aquí fuera contra él- sonrió la princesa- ¿Quién iba a pensar que ése viejo decrépito podía llegar a ser tan poderoso?
- Se trata de uno de los elegidos que salvó al mundo hace quince años- respondió Jack, muy seguro- es bastante normal que tenga mucha experiencia.
En ese momento Ray intervino diciendo, con indiferencia:
- Tratándose de un portador de las armas sagradas, seguro que es tan fuerte como lo era mi padre…puede que incluso más.

Caminaron subiendo la alta colina hasta llegar al recinto derruido. El templo sagrado seguía igual a como lo recordaban: un conjunto de edificios agrupados y en ruinas, seguro que por el paso del tiempo, de los robos y saqueos, y también por ser el escenario de algún importante combate del pasado.
Cruzaron el umbral de la entrada principal y recorrieron lentamente los antiguos pasillos de piedra que formaban las paredes derruidas del lugar. Tan solo se oía el susurro del viento soplando por entre los rincones de aquel recinto sagrado, y un ambiente de misterio e intriga se respiraba en la atmósfera de esas cuatro paredes:
- ¡Mirto!- gritaban todos los miembros del grupo- ¡Hemos vuelto, sal de dónde quiera que estés!
Jack sujetaba en una de sus manos el objeto de resplandor arco iris, y lo mostraba abiertamente mientras gritaba en todas direcciones:
- ¡Maestro, ya tenemos la piedra angular!- anunciaba el mago- ¡Por favor, salga a nuestro encuentro!
Sin embargo, por más que gritaban y alzaban la voz, nadie aparte de ellos parecía responderles. La situación era exactamente igual a su primera visita, ya que nadie les respondía y el lugar parecía desierto y abandonado. A Eduardo y los demás les resultaba muy extraño que el guardián del templo no se presentara ante ellos, sabiendo que éste ya los conocía y sabía que eran de confianza:
- Esto es muy raro…- comentó Jack, pensativo- el maestro Mirto ya nos conoce, sabe que somos buenos… ¿por qué se esconde de nosotros?
- Puede que no esté aquí- dijo Alana, aportando una idea- ¿habrá salido?
- Lo dudo mucho- respondió el mago, seguro de sus palabras- Mirto no abandona nunca el templo sagrado si no es por una buena razón…se encarga de protegerlo de los saqueadores y cazatesoros.
Fue entonces cuando Erika preguntó, pensativa:
- ¿Has pensado que puede ser por alguno de nosotros? Puede que haya alguien en el grupo que no le inspire confianza.
Jack reflexionó sobre lo que acababa de decirle la joven:
- Alguien que no le guste y parezca malo…una persona cuya sola presencia ya genere peligro y amenaza…
En ese momento una bombilla se le encendió al mago en la cabeza, y supo en ese instante quién de ellos era del que podía sospechar Mirto. Conociendo a su maestro, sabía cómo reaccionaría ante aquella visita indeseada.
Se giró rápidamente a su compañero y le gritó diciendo, preocupado:
- ¡¡Ray, cuida…!!

No terminó de hablar porque en ese momento los sorprendió una desagradable sorpresa. Una fuerte ráfaga de aire provocada por el ataque mágico Aero++ se lazó contra ellos, que produjo un tremendo choque en su posición que derribó las paredes de piedra a su alrededor. Erika y los demás lograron echarse al suelo justo a tiempo antes de que lo alcanzaran, pero el chico de negro no pudo esquivar la ofensiva mágica: el ataque mágico iba dirigido directamente a él.
Sus amigos se horrorizaron cuando levantaron de nuevo la mirada y vieron que su compañero fue impulsado tras la pared derruida:
- ¡¡Ray!!- exclamaron todos, preocupados.

En ese momento apareció, tras un espectacular salto desde las alturas de la parte superior del templo, la persona que andaban buscando en ese lugar. Llevaba en una de sus manos la llave espada, empuñándola con fuerza, y su mirada llena de furia y rabia indicaba que iba muy en serio para luchar:
- ¡¡Maestro Mirto!!- exclamó Jack, perplejo.
Sin embargo, enseguida se les borró el asombro del rostro cuando contemplaron lo que vieron a continuación, y entonces supieron sin ninguna duda que fue el primer elegido el que lanzó el ataque mágico.
El anciano saltó desde arriba directo a la posición de Ray, al que trató de herir con su arma sagrada. Sin embargo, el chico de negro consiguió levantarse a tiempo y desenfundar su espada oscura, con la bloqueó el ataque de Mirto.
Ambos se quedaron durante un breve instante cara a cara, con los ojos del anciano irradiando furia, hasta que éste último reaccionó de nuevo con un triple mandoble encadenado del filo de su espada. Ray logró bloquear rápidamente los tres ataques de Mirto, pero una sorprendente patada rápida de éste lo desestabilizó y alejó un par de metros.

El combate se tornó aún más veloz y frenético cuando el anciano corrió hacia su oponente, en guardia y con su llave espada en la mano. Se inició de esa forma un feroz y peligroso duelo de esgrima, en los que ambos luchadores se esforzaban por herir al otro, bloqueando, esquivando y contraatacando con cada uno de sus movimientos.
Cristal y los demás observaban, horrorizados, cómo se libraba el terrible duelo entre su compañero y el primer elegido de la llave espada, mientras el eco y las colisiones metálicas de ambas armas al chocarse resonaban en todos y cada uno de los rincones de las paredes de piedra. No entendían por qué, estando con ellos, el anciano atacaba a su amigo:
- ¿¡Mirto, pero qué haces!?- exclamó Rex, perplejo- ¡¡Ese chico nos acompaña…no es ningún enemigo!!
- ¡¡Maestro Mirto, por favor, pare!!- suplicaba Jack.

Sin embargo, el anciano no se detenía. Estaba demasiado cegado por la rabia y el odio, tanto que no podía escuchar las palabras del mago y los demás. Sólo con ver al chico de negro le hervía la sangre y quería matarlo, deseándolo con todas sus fuerzas.
Continuó atacando a Ray, con tanto odio y tanta fuerza que incluso algunos de los mandobles de su arma terminaron destrozando las paredes de piedra que encontraba a su paso. Ni siquiera Jack había visto nunca a su maestro tan enfadado de aquella forma.

Llegó un momento en que Ray logró dar un par de saltos mortales hacia atrás y ganar distancia con su oponente. Aprovechó los pocos segundos que tuvo antes de que Mirto lo alcanzara para preparar su siguiente ataque, en los que su propia espada empezó a resplandecer con un brillo oscuro. Cuando estuvo preparado en apenas un segundo el joven con gafas gritó, firme y decidido:
- ¡¡Estocada Oscura!!
Ray corrió entonces a gran velocidad contra su oponente, con su arma rodeada de un aura oscura. El anciano pareció sorprenderse por un momento con el ataque del rival, y se detuvo a un par de metros de él, sin bajar la guardia.
Para sorpresa de todos los presentes, que se quedaron con la boca abierta, Mirto bloqueó con su llave espada el arma del chico y la desvió a un lado, sorprendentemente sin esfuerzo. Ray no se dio por vencido y continuó atacando repetidas veces, desde todos los lados a los que los desviaba su rival.
Lo más sorprendente e increíble era que el anciano en ningún momento se movía de su posición. Permanecía quieto en su sitio, girando rápidamente su cuerpo trescientos sesenta grados en todas direcciones, y desviando con total facilidad todas y cada una de las estocadas de Ray, que destrozaban las paredes a su alrededor.
Aunque el rostro de Mirto seguía serio y enfadado, parecía que aquello le resultaba un juego de niños. No mostraba en ningún momento signos de esfuerzo ni cansancio, y los demás pensaban que aún podría pasarse un largo rato de la misma forma.

Al cabo de lo que a Ray ya le habían resultado cientos de estocadas inútiles y en vano, Mirto decidió poner fin a aquel absurdo juego que parecía no acabar nunca.
Con el siguiente ataque de Ray, en vez de desviarlo, lo bloqueó con la llave espada y frenó de golpe al chico, que con los ojos y la boca abierta no podía creer lo que veía. Antes de darle tiempo a reaccionar, el anciano le propinó un duro puñetazo en el estómago que lo desestabilizó, y a continuación le atacó con una serie de golpes encadenados con su arma, cuyo mandoble final lo dejó gravemente herido de un brazo:
- ¡¡Ray!!- gritaban todos, al verlo sufrir entre gritos de dolor.
En ese momento, un objeto esférico que llevaba el primer elegido a modo de colgante en el cuello, empezó a brillar. Con la energía y la fuerza que le transmitía el objeto, Mirto apuntó con la llave espada a su oponente diciendo:
- ¡¡Fulgor++!!
- ¡¡Ray, no!!- gritó Cristal, asustada y preocupada.
Trataron de correr para detenerlo, pero no llegaron a tiempo. Una tremenda explosión se produjo en el interior del templo, haciéndolo tambalearse peligrosamente, y que alcanzó de lleno a Ray. La onda expansiva terminó de destrozar las paredes derruidas de esa zona del templo sagrado.

El chico de negro abrió poco a poco los ojos, gimiendo de dolor. Le dolía todo el cuerpo lleno de rasguños y apenas podía moverse. Trató de levantarse pero el fuerte dolor que sentía le hizo caer de nuevo al suelo, dolorido y temblándole todo el cuerpo. Ya no llevaban su arma en la mano, y estaba rodeado de antiguos escombros de piedra a su alrededor.
Supo que no era rival para Mirto y que había perdido el combate cuando el anciano se presentó en pie frente a él, con la llave espada en la mano. Su mirada furiosa mientras apretaba los dientes parecía indicar que estaba rabiando de auténtico odio hacia él:
- Malditos desgraciados…por vuestra culpa, el mundo está a punto de desaparecer…- gruñía Mirto, apretando los puños y dientes- jamás os perdonaré por lo que habéis hecho…
Alzó en ese momento su arma para darle el golpe de gracia, y con una exagerada expresión de odio y rabia en su rostro exclamó, alzando la voz:
- ¡¡Muere!!

Sin embargo, ocurrió lo inesperado. Algo se interpuso entre el ataque de Mirto y Ray, salvando a éste último de una muerte segura.

Tanto el primer elegido como el chico de negro se quedaron atónitos y perplejos, al ver que dos nuevas armas sagradas bloquearon la primera. Los dos se sorprendieron al ver que la vara mágica de Erika y la llave espada de Eduardo bloqueaban la de Mirto, que no podía creer lo que veía. Ambos jóvenes estaban protegiendo a Ray:
- Si quieres matarlo a él, antes tendrás que matarnos a nosotros- advirtió el chico de rojo, serio y sin vacilar.
Mirto reaccionó en ese momento y pronunció de la misma forma, amenazándolos:
- Apartad de mi camino, o de lo contrario me veré obligado a haceros daño.
- No lo haremos- respondió Erika, tratando de mantenerse firme- es uno de nuestros guardianes, y como tal nosotros también lo defenderemos…si hace falta, con nuestras propias vidas.
El anciano se quedaba cada vez más atónito y perplejo, con cada palabra que oía. No podía creer que ellos dos estuvieran protegiendo a un enemigo:
- ¿¡Os habéis vuelto locos!?- exclamó Mirto, enfadado- ¡¡Es uno de ellos…pertenece a la organización Muerte!! ¡¡Son los que han estado luchando contra vosotros!! ¿¡Es que no lo entendéis!?
Las miradas serias, firmes y seguras de los dos jóvenes, delataban que no estaban mintiendo y que iban completamente en serio:
- Ya no es uno de ellos- respondió Eduardo- ahora está con nosotros.
- Si te niegas a aceptarlo, entonces tendrás que luchar contra nosotros y también seremos tus enemigos- advirtió la chica, sin vacilar, que luego dijo de la misma forma- tú decides.

El resto del grupo llegó en ese momento, con la tensión y la intriga cargada en el ambiente. Mirto los miraba a los tres con rabia y frustración, mientras apretaba los puños y los dientes. Las tres armas sagradas temblaban en las manos de sus portadores, y Jack y los demás temían lo peor al ver que podría desencadenarse un nuevo combate entre ellos, esta vez muy en serio.
Tras varios segundos que les parecieron eternos a todos, y en los que Mirto parecía que iba a matarlos a los tres, finalmente el anciano cerró los ojos y retiró su arma, mientras suspiraba de decepción. Su llave espada desapareció por arte de magia de las manos mientras decía:
- Está bien, vosotros ganáis…
El primer elegido dio media vuelta y se alejó caminando, a la vez que Eduardo y Erika retiraban mágicamente sus armas. Cristal y Rex ayudaron al malherido chico de negro a ponerse en pie y restablecieron su salud con magia curativa. Jack exclamó, al ver a Mirto alejarse a pasos rápidos:
- ¡Espere, maestro, ya tenemos la…!
El anciano le dijo entonces, interrumpiéndolo y seriamente:
- Seguidme, tenemos que hablar.
Jack se quedó sin habla, al igual que el resto. A juzgar por la expresión seria de su rostro, parecía enfadado por algo. Nadie añadió ni dijo nada al respecto, por lo que simplemente le hicieron caso y caminaron detrás de él, por los pasillos de piedra derruidos del templo sagrado.

No tardaron en llegar a una pequeña estancia, alejada de la parte en ruinas del templo, y que se conservaba muchísimo mejor que el resto. Ese pequeño rincón del recinto estaba rodeado de cuatro paredes de piedra bien fuertes y seguras, un techo del mismo material donde cobijarse, y por dentro parecía una habitación normal y corriente. Contaba con una mesa y una silla de madera, una pequeña estantería con libros y una cama en una esquina donde dormir.
El grupo enseguida reconoció que aquella estancia era la habitación de Mirto, porque ya habían estado allí una vez. El anciano tomó asiento en la silla, y Eduardo y los demás se colocaron como pudieron por el resto de la habitación:
- Maestro Mirto, tenemos muchas preguntas que hacerle- comenzó Jack, tras un largo e incómodo silencio.
- Lo sé, y yo muchas cosas que explicaros…- respondió el primer elegido, con fría calma y tranquilidad, que luego añadió diciendo. ¿Y bien? ¿Por dónde queréis que empiece?

Hubo un largo silencio de nuevo. El grupo tenía tantas preguntas en la cabeza que no sabía por dónde empezar. Viendo que nadie se atrevía a pronunciar palabra, el mago fue el primero en hablar:
- ¿Conocía a Alejandro, verdad?
Mirto asintió con la cabeza:
- Fue mi único guardián…pero de eso hace mucho tiempo, cuando aún era una buena persona.
Alana intervino entonces con la gran pregunta que desde hacía tiempo todos llevaban haciéndose:
- Sabiendo que ayudó a salvar el mundo una vez, y que era un reconocido mago legendario querido y respetado por todos, ¿por qué de repente cambió de parecer y quería destruir el mundo?
El anciano cerró los ojos y suspiró. Los terribles recuerdos del pasado y de su viaje para cumplir la profecía le llegaron a la memoria:
- Ese cambio se produjo el mismo día en que nos enfrentamos a Ludmort, hace quince años…- dijo Mirto, seriamente- digamos que…el Alejandro que todos conocíamos…murió aquel día, para siempre…

Todos los presentes se quedaron perplejos al oír aquello. No entendían a qué se refería exactamente el primer elegido:
- ¿Qué murió aquel día?- preguntó Erika, confusa- ¿Qué quieres decir?
Mirto abrió de nuevo los ojos, se levantó de la silla y caminó lentamente hasta una ventana de la habitación. Tardó varios segundos de silencio en responder:
- ¿Habéis oído hablar alguna vez…de la leyenda sobre el origen del mundo de Limaria?

La mayor parte del grupo se quedó confuso con lo que acababa de decir. Les resultaba raro que de repente el anciano cambiara de tema y les preguntara sobre algo totalmente diferente:
- ¿El…origen de Limaria?- preguntó Rex, sin comprender- ¿Te refieres a la creación del planeta?
- ¡Creo que la conozco…se trata de la teoría de los dioses!- intervino Jack, sorprendido- ¡Tú mismo me la enseñaste, maestro!
Mirto asintió de nuevo con la cabeza, seriamente. La luz del ocaso atardecer que veía por la ventana poco a poco se apagaba, y tras ella la noche se avecinaba. Era cuestión de minutos, quizá segundos, de que el sol desapareciera.
Eduardo y los demás prestaron toda su atención en el primer elegido, porque sabían que iba a explicarles algo muy importante. Éste comenzó a hablar diciendo:
- Seis dioses, cada uno de ellos correspondiente al elemento fuego, agua, tierra, viento, espacio y tiempo, crearon hace millones de años el mundo de Limaria, desde tiempos ancestrales- explicó Mirto- seis dioses, seis elementos…y la combinación unida de todos ellos: el nacimiento del mundo de Limaria.
El grupo entero escuchaba atentamente y en silencio las palabras del anciano, mientras éste seguía explicando con el rostro serio:
- Sin embargo, había un grave problema. Debido a la enorme fuerza y tremendo poder de las divinidades, sus respectivos elementos se batían a muerte entre sí por ocupar la mayor parte del planeta, convirtiendo de esta forma a Limaria en un apocalíptico campo de batalla, semejante al fin del mundo- explicó el primer elegido- se dice que fue así cómo nacieron y se crearon los mares y continentes, el calor y el frío, las corrientes y los vientos que soplan, el espacio y el tiempo en el que vivimos…
En ese momento intervino Ray, con una pregunta lógica:
- Si los elementos estaban en continúa guerra… ¿Cómo dejaron de pelearse?
Mirto observó con odio y desconfianza al chico de negro. Sin embargo, y tal y como le advirtieron los dos jóvenes, no podía decirle nada. No le dirigió la palabra cuando respondió:
- Viendo que el caos y la destrucción se apoderaban del mundo que habían creado, los dioses tomaron una decisión…y los seis juntos formularon un pacto especial.
Erika preguntó entonces, confusa:
- ¿Un pacto? ¿Qué clase de pacto?
El anciano respondió, con expresión seria en su rostro:
- Un pacto especial, mediante el cual los seis dioses se comprometían a reducir a la mitad el poder de su elemento…sólo así era posible la convivencia mutua y el equilibrio natural entre los seis elementos- explicó Mirto- de esa forma, el mundo de Limaria se quedó tal y como lo conocemos hoy día…un planeta en paz y armonía, lleno de vida y con cada uno de sus elementos equilibrados en su justa medida…

Jack se quedó un rato pensativo, reflexionando sobre cada una de las palabras pronunciadas por el anciano. Tras la exposición de la teoría de los dioses explicada, aún había algo que no encajaba. Un cabo suelto aún sin amarrar:
- Maestro Mirto, si cada dios perdió la mitad del poder de su elemento… ¿dónde fueron a parar el resto de mitades de cada elemento?
Eduardo y los demás se sorprendieron cuando de repente el semblante de Mirto se tornó oscuro y siniestro. Sabían que nada bueno escucharían a continuación:
- Como es lógico, los elementos tienden a enfrentarse entre sí, es su propia e inseparable naturaleza…y al quedar esparcidos en un infinito vacío de la nada, todos ellos corrieron a luchar…- explicó el primer elegido- sin embargo, al encontrarse todos en un vacío infinito y sin nada que destruir, en lugar de pelear entre ellos…lo que hicieron fue unirse.
- ¿U…unirse?- preguntó Alana, confusa- ¿Qué quieres decir?
Mirto tardó un poco en responder. Su expresión seria reflejaba un mal presagio:
- La combinación de los seis elementos juntos, con la mitad de su poder de destrucción, dieron lugar al nacimiento de un nuevo y terrorífico ser…una nueva entidad nacida de la unión del fuego, el agua, la tierra, el viento, el espacio y el tiempo.
Rex intervino en ese momento para preguntar, confuso y perplejo:
- ¿Un nuevo ser?- dijo el perro- ¿De quién se trata?
El anciano tardó un poco en responder, dejando varios segundos silenciosos de profunda tensión e intriga. Lo que dijo Mirto a continuación dejó completamente atónitos y con la boca abierta a todos los presentes:
- Se trata ni más ni menos que del séptimo dios, Derriper…más conocido como el “dios oscuro”.

- ¿¡De…Derriper!?- preguntó Cristal, sorprendida y atónita- ¿¡El dios oscuro!?
- ¿¡Quieres decir que Derriper es la combinación de todos los elementos de los demás dioses!?- exclamó Alana, sin creérselo.
Mirto asintió con la cabeza. Todavía le faltaban algunas cosas por explicar:
- A diferencia de los seis primeros dioses, que buscan la paz y la armonía de un mundo ideal, éste ser oscuro es todo lo contrario a los demás…- dijo el primer elegido- su retorcida maldad y pretensiones malignas de caos y destrucción se deben a que está totalmente compuesto de la oscuridad destructiva de los seis elementos…de la cara oscura que los seis anteriores dioses intentaron librarse para la creación del mundo de Limaria.
Mirto añadió entonces, para dejarles claro quién era ese nuevo ser:
- Se dice que fue él el que creó a Ludmort y estableció la maldición de la amenaza, cada vez que alguien rompiera la barrera tridimensional entre ambos mundos…- explicó el anciano- y, como medida de defensa, los seis primeros crearon la profecía…
Lo que dijo Mirto a continuación dejó muy sorprendidos a Jack y los demás:
- Desde el principio de los tiempos, los seis dioses siempre se han enfrentado al séptimo, y su lucha por la salvación o destrucción de este mundo continúa presente hoy día…- y añadió, seriamente- las armas o instrumentos que utilizan somos nosotros…Derriper usa a Ludmort, y los seis a los elegidos de la profecía, a los portadores de las armas sagradas.

Erika y Eduardo se quedaron perplejos y atónitos al escuchar la afirmación de Mirto, y la chica preguntó, confusa:
- ¿Quieres decir que somos las armas de las divinidades? ¿Las piezas de juego en una guerra de dioses?
El primer elegido asintió con la cabeza, seriamente:
- Así es…y, al igual que vosotros ahora, yo también fui una herramienta de los dioses…hace quince años.
- No…no lo entiendo…- dijo Eduardo, atónito y confuso- pero, entonces… ¿Por qué…por qué hay diferentes generaciones de elegidos?
Mirto respondió, serio y con fría indiferencia:
- Porque, a diferencia de los dioses, nosotros no somos inmortales…envejecemos y morimos al igual que el resto de seres vivos del planeta…- explicó el anciano- es por eso que tanto las armas sagradas como sus portadores somos renovados…y con el tiempo, las nuevas generaciones de elegidos ocupan el lugar de las anteriores…- a lo que concluyó diciendo- somos parte de un ciclo vital, que se reproduce continuamente sin cesar…y que por desgracia seguirá haciéndolo, en la eterna guerra de los dioses, hasta el final de los tiempos…

En ese momento se produjo un largo e incómodo silencio, que Jack aprovechó para retomar el hilo del tema principal:
- Disculpe, Maestro Mirto, pero… ¿qué tiene que ver todo esto con el repentino cambio radical de Alejandro?
El semblante del anciano se tornó aún más serio y oscuro cuando pronunció, asustando a los demás:
- Decidme, ¿habéis visto al famoso mago legendario Alejandro…en persona?
La princesa habló, adelantándose a sus compañeros y frunciendo el ceño:
- ¡Y tanto que sí, incluso le dimos la paliza de su vida…está mejor muerto que vivo!

Aquellas palabras hicieron palidecer de repente el rostro de Mirto, que con los ojos y la boca abierta de terror, parecía como si hubiera visto un fantasma. Fue entonces cuando al anciano empezó a temblarle todo el cuerpo de verdad, y se dio la vuelta a ellos mientras exclamaba, completamente pálido y atónito:
- ¿¡Qué habéis hecho qué!?
Jack y los demás se asustaron y comenzaron a preocuparse por el repentino cambio de Mirto. Que estuviera tan aterrado y asustado de esa forma no era normal, tenía que tener una buena razón para ponerse así. En cualquier caso, de lo que sí estaban seguros era que no podía ser nada bueno:
- Tuvimos que enfrentarnos a él para rescatar a Erika, que la había secuestrado…- explicó Jack, a medias- se trataba de un combate a vida o muerte, y dada la situación límite, no tuvimos más remedio que matarlo…
Al anciano tanto parecía que iba a darle algo que hasta perdió por un momento el equilibrio. Se apoyó de espaldas en la pared junto a la ventana, temblándole todo el cuerpo de miedo y jadeando del susto:
- ¡Maestro Mirto!- exclamó el mago, preocupado- ¿¡Estás bien!?
En el rostro del primer elegido se veía reflejado un profundo terror, nunca antes visto en él. Jack lo ayudó a sentarse en la silla, mientras éste decía, pronunciando sus palabras con miedo e inseguridad:
- L…La pesadilla…no…no ha hecho…más que empezar…
- ¡Cálmese, maestro!- trataba de tranquilizarlo Jack- ¡Por favor, díganos qué es lo que le da tanto miedo!

El terror y la preocupación del anciano desconcertaban al resto del grupo, que no lograron entender su miedo hasta que Mirto les dijo de nuevo, aún temblando:
- El…el mago…contra el que…os enfrentasteis…no…no era…Alejandro…
- ¿Qué…qué quieres decir?- preguntó Erika, confusa.
Lo que les dijo Mirto a continuación, tras varios segundos de silencio y tensión, hizo que les diera un vuelco el corazón y que palidecieran totalmente por completo, haciéndoles perder el color del rostro:
- El Alejandro…contra el que luchasteis…no era el verdadero Alejandro…sino el mismísimo dios oscuro…Derriper…

Aquellas últimas palabras de Mirto hicieron palpitar débilmente entre dos latidos los corazones de todos, que con los ojos y la boca abierta pálidos de terror, no creían lo que oyeron.
Ahora sí tenía sentido la horrible visión que vieron con el cadáver del mago oscuro, su putrefacción inmediata y la evaporación de la sangre negra hasta formar una siniestra nube oscura en lo alto. Una serie de fenómenos claramente paranormales, que acababan en la generación y extensión de un cielo oscuro y tenebroso alrededor de Vildenor.
Ahora todas las piezas del puzle encajaban, y le daban un nuevo sentido radical a la situación:
- ¿¡Qué!?- exclamó Rex, pálido y atónito- ¿¡El tipo contra el que luchamos…no era el verdadero Alejandro!?
Jack le sirvió un vaso de agua al anciano de una jarra que tenía en la estantería, y éste trató de calmarse bebiéndola poco a poco:
- ¡Genial, lo que faltaba!- comentó Cristal, frunciendo el ceño- ¡Por si fuera poco, tenemos un problema mayor que el primero!
Mirto aspiraba y expiraba lentamente, tratando de tranquilizarse. Cuando terminó de beber el agua y de relajarse con los ojos cerrados, la expresión seria y firme volvió a reflejarse en su rostro. Parecía haber recuperado aparentemente la compostura, aunque por dentro estuviera tan asustado como ellos:
- ¡¡Pero…!!- exclamó Alana, asustada- ¿¡Cómo es posible!?
- Ya lo dije hace unos minutos…y no mentía cuando dije que el verdadero Alejandro murió hace quince años…- respondió el primer elegido, seriamente.
Ray preguntó en ese momento, interesado por conocer la muerte de su padre:
- ¿Qué ocurrió ese día…hace quince años?

Mirto tardó un poco en responder. Su semblante de nuevo oscuro indicaba que no era nada bueno:
- Alejandro, la elegida y yo también luchamos contra Derriper, el mismo día que Ludmort llegó a destruir Limaria…quería matarnos y librarse de nosotros para que la profecía no se cumpliera…- explicó el anciano- y en un momento dado del combate, cuando estábamos sin apenas fuerzas y al borde de la muerte, Alejandro entregó su cuerpo y su vida para salvar la mía y la de la primera elegida…cumplió con valentía su deber como guardián…
El resto del grupo lo escuchaba, en silencio y prestando toda su atención:
- Tras una dura y feroz batalla contra el dios oscuro, finalmente logramos derrotarlo, al igual que la primera elegida y yo cumplimos con la profecía y acabamos con el monstruo Ludmort…- explicó Mirto- desde ese día, Alejandro no volvió a ser el mismo nunca más…y sabiendo quién era en realidad, y que aún seguía con vida, juró encontrarme algún día y matarme…por eso me escondí en este lugar…y desde entonces llevo huyendo de él todos estos años…
Eduardo recordó en ese instante aquella ocasión en la que visitaron la morada del mago legendario en Vildenor, tras llevarlos éste en su gigantesca aeronave. En un momento de la conversación hubo alguien que citó a Mirto, y Alejandro de repente pareció cambiar de personalidad, volviéndose más agresivo y violento.
El chico recordó también que, cuando el mago legendario preguntó por el primer elegido, él mismo mintió diciendo que no lo conocían y que tampoco lo habían visto en la vida, por la protección y seguridad de Mirto. Desde aquel momento supo que Alejandro no era alguien de confianza.

- Pero, entonces…- dijo Cristal, resumiendo lo anteriormente dicho- todo este tiempo… ¿Derriper siempre ha estado dentro del cuerpo de Alejandro?
El anciano asintió con la cabeza, a lo que Ray preguntó:
- Si todo este tiempo ha habido un dios en Limaria… ¿por qué no ha destruido ya el planeta? ¿No era ése el objetivo del dios oscuro?
Mirto procedió a responder a la duda del chico de negro:
- Los dioses, encerrados en cuerpos mortales, son incapaces de usar todo su poder divino…es por eso que el mundo sigue vivo hasta hoy…- y luego añadió, con cierto aire oscuro- sin embargo, y a raíz de los últimos acontecimientos, tanto Limaria como La Tierra tienen los días contados…es sólo cuestión de horas, quizá dos o tres días, para que Derriper utilice su poder oscuro y acelere el paso de Ludmort para que llegue al planeta…
El resto del grupo se quedó completamente pálido al oír la afirmación de Mirto. Ya por fin conocían la identidad del que había sido siempre el verdadero líder de la organización Muerte, y cuál era su objetivo:
- ¡En ese caso, tenemos que detener a Derriper!- exclamó Erika.
Sin embargo, Eduardo fue el primero en darse cuenta de lo que aquello significaba. Con la cara pálida y los ojos y la boca abierta, el chico pronunció, sintiendo un profundo terror:
- ¡¡Pero, entonces…!! ¿¡Eso quiere decir que…nos estamos enfrentando a…un dios!?

En ese momento el anciano confirmó, seriamente y sin vacilar:
- Las cosas están mucho peor de lo que imaginaba…
Se levantó de la silla y caminó en dirección a la puerta de salida:
- ¡Espere, maestro!- dijo Jack, confuso y perplejo- ¿A dónde va?
- Vamos a escuchar las voces de los oráculos- respondió Mirto, con el rostro firme, serio y decidido- seguidme, no hay tiempo que perder.
El mago y los demás asintieron con la cabeza y caminaron detrás del primer elegido, en silencio. Por fin, desde que los dos jóvenes provenientes de La Tierra llegaron a Limaria, iban a conocer la forma de acabar con Ludmort. Muy pronto estarían más cerca de cumplir con la labor por la que el destino los había llevado a ese mundo.

Caminaron en silencio por todo el lugar derruido, en medio de la oscuridad de la noche que sólo la luz de la luna los iluminaba. Tras varios minutos andando, finalmente llegaron a unas escaleras subterráneas, ocultas en lo más profundo del recinto, y que conectaban con el subsuelo. Bajaron por ellas y de esa forma se internaron en las profundidades bajo tierra del templo sagrado.
No tardaron en llegar a una estancia sin salida, en cuyo otro extremo había una gran puerta ancestral cerrada. A juzgar por el grabado en las paredes y las misteriosas luces de color azul que las recorrían, estaba claro que aquel lugar parecía ser sagrado.
Se respiraba una misteriosa atmósfera de quietud y demasiada tranquilidad, muy propia de los recintos y lugares religiosos. Enseguida reconocieron aquella estancia porque ya habían estado allí antes, en su primera visita al templo:
- Bueno…- dijo Erika, tratando de mantenerse firme- entremos.
Sin embargo, y para sorpresa de todos, Mirto detuvo a la chica extendiendo uno de sus brazos por delante de ella. No avanzó más de tres pasos cuando ésta se detuvo en seco y miró al anciano, confusa y sin entender nada:
- ¿Eh, qué pasa?- exclamó ella- ¿No eras tú el que decía que no debíamos perder el tiempo?
Mirto la miró y le dijo algo que sorprendió a todos los demás, seriamente:
- Lo siento, pero…sólo puede entrar el elegido de la llave espada.

Tanto Eduardo como el resto del grupo se quedaron perplejos. No entendían por qué advertía esa restricción de repente:
- ¿A qué viene ahora esa absurda tontería?- se quejó Erika, frunciendo el ceño- ¿No se supone que debemos ser los dos los que escuchemos las voces?
Mirto dio media vuelta, de cara al grupo en general. Tenían que saber la razón, y por ello necesitaban una explicación:
- Cuando los dioses crearon las armas sagradas, le otorgaron a la llave espada el especial don de poder escuchar las voces de los oráculos- explicó el anciano- es por eso que únicamente los portadores de esta arma sagrada somos los que podemos escuchar las voces…si entrara alguien de la otra arma sagrada no se oiría nada, tan solo por su mera presencia.
A la chica no parecía gustarle demasiado la idea:
- ¿Y por qué los portadores de la vara mágica no tenemos ese don?
- Pregúntaselo a los dioses, ellos son los que las crearon- respondió el primer elegido, serio y apretando los puños.
Sin embargo, el chico de rojo pudo ver el semblante oscuro de Mirto, y enseguida supo que estaba mintiendo: ocultaba algo que no quería que Erika lo supiera.

Aclaró sus dudas y sospechas cuando el primer elegido avisó a los demás de una cosa importante, en voz alta:
- Hay algo importante que todos debéis saber…nada de lo que ahí dentro escuche el portador de la llave espada…puede conocerlo nadie más que él.
El resto del grupo se quedaba cada vez más confuso y perplejo, con cada nueva respuesta que escuchaban. El elegido de la llave espada tenía muchas ventajas con respecto a su compañera de la vara mágica, y algunas como aquella eran demasiado peligrosas. De ser así, si moría él, nadie más conocería el secreto para derrotar a Ludmort:
- ¡Eso es absurdo!- exclamó Erika, frunciendo el ceño- ¡yo también tengo derecho a saber la forma de acabar con Ludmort! ¿¡Por qué yo no…!?
No terminó la frase porque en ese momento los ojos serios y expresivos de Mirto se clavaron en los de ella, con tanta rabia que la intimidaron al instante. Estaba claro que el anciano iba completamente en serio:
- ¡¡Erika, ya basta!!- le ordenó Mirto.
Aquellas palabras bastaron para hacer que la chica se callara, sorprendida. Fue entonces cuando Jack se acercó a ella, le puso las manos en los hombros, y la miró de frente a los ojos diciéndole, con paciencia y tranquilidad:
- Erika, tienes que entender que cuando no se puede, no se puede…ahora mismo sólo dependemos de Eduardo, y debemos confiar en él… ¿lo entiendes, verdad?
La joven asintió con la cabeza, y miró a su compañero con una media sonrisa segura. En ese momento, en el que parecía que todo se había solucionado, Mirto se dirigió al chico de rojo y le dijo seriamente:
- Vamos, elegido de la llave espada.

El anciano dio media vuelta y reemprendió la marcha hacia la entrada. Antes de seguirlo, el joven miró una última vez a sus amigos, que lo observaban con orgullo y esperanza.
Jack se acercó a él y le tendió la piedra angular en sus manos. El mago le dijo entonces, con seguridad en sí mismo y en sus palabras:
- Eduardo…buena suerte.
El chico lo miró, agradecido, y luego asintió firme y decididamente con la cabeza. Llevando la piedra arco iris en una de sus manos, caminó detrás de Mirto en silencio, con los ojos llenos de firmeza y seguridad en sí mismo.
Ambos portadores de la llave espada cruzaron el umbral de la entrada ancestral, cuyas puertas se cerraron lentamente tras ellos, y se adentraron de lleno en lo más profundo del corazón del templo sagrado.

Los dos caminaron lentamente y en silencio hasta llegar a una especie de cámara oscura sin salida, con poca iluminación y envuelta en un misterioso silencio sepulcral, casi sagrado. Tenía bastante parecido con la antecámara en la que los esperaban sus amigos fuera, con antiguos grabados ancestrales tanto en las paredes como en el suelo y el techo, y los mismos e inquietantes flujos y redes de luz azul recorriendo los grabados.
La estancia estaba sumida en la más absoluta paz y tranquilidad. Tan sólo los pasos lentos de Mirto y Eduardo se escuchaban dentro de esas cuatro paredes:
- Este lugar…cuántos recuerdos…- dijo el anciano, nostálgico- la última vez que vine aquí fue hace quince años…cuando me tocó a mí escuchar las voces de los oráculos…
- Disculpa, Mirto, pero…yo no oigo nada- respondió Eduardo- nosotros somos las únicas voces que hablamos aquí.
En ese momento el primer elegido señaló al frente, y Eduardo siguió la indicación con la mirada. Se sorprendió al ver que en el centro de la estancia había una especie de altar, al que iban a parar todos los flujos y corrientes de luz azul, y el cual estaba apagado:
- Es normal que no escuchemos nada, salvo nuestras propias voces…porque aún no has insertado la piedra angular en su sitio- explicó el anciano.
El chico entendió el mensaje y asintió con la cabeza. Caminó lentamente y se acercó al altar del centro con el objeto especial en una de sus manos. Antes de insertar la piedra arco iris en la única ranura vacía que había en el altar, el joven miró la piedra brillando en su mano. Volvió la vista atrás y le preguntó a Mirto:
- ¿Qué pasará con ella…cuando termine de oír las voces?
- La piedra se romperá en mil pedazos y se desvanecerá envuelta en polvo de estrellas- explicó el primer elegido, seriamente- se creará otra nueva piedra angular cuando Ludmort y la profecía resurjan de nuevo, dentro de diez o veinte años…pero para ese entonces, una nueva generación de elegidos ya se encargará de buscarla por todo el mundo…y de traerla aquí, tal y como lo estás haciendo tú ahora…

Eduardo entendió la respuesta y volvió de nuevo la vista al altar que tenía enfrente. Sabía lo que tenía que hacer, y había llegado el tan esperado momento por el que había viajado por toda Limaria.
No se lo pensó más y, con los ojos serios y la mirada firme y decidida, por fin colocó la piedra angular en la ranura vacía para ella, en la que encajó perfectamente.

Lo que ocurrió a continuación sorprendió tanto a Eduardo que retrocedió varios pasos, confuso y perplejo.

Desde que colocó el objeto arco iris en su sitio, el altar entero comenzó a brillar con una intensa luz azul, igual que el flujo de las corrientes de la estancia. Enseguida la luz adquirió cada vez más fuerza, y llegó un momento en que se hizo tan cegadora que el chico tuvo que cerrar los ojos y cubrirse el rostro con los brazos.
Cuando volvió a abrirlos, al cabo de unos segundos, Eduardo se quedó con los ojos y la boca abierta, asombrado. Toda la cámara en la que se encontraba de repente había pasado de ser fría y oscura a clara y cálida. A pesar de que todavía tenía el altar frente a él, la habitación a su alrededor se había convertido en un inmenso espacio infinito azul, con nubes y extrañas formas blancas que cruzaban y lo atravesaban a su paso, como un fantasma.
Parecía estar en el cielo, por encima del mar de nubes:
- ¿Dónde…dónde estoy?- se preguntó el joven, confuso- ¿Qué es…este lugar?
Dio media vuelta y se sorprendió al ver que Mirto no estaba allí. Fue entonces cuando recordó las palabras del anciano en su memoria, y se dio cuenta de que sólo él podía ver aquello. Mirto seguía esperándolo fuera, ajeno a lo que veía:
- ¿Es esto…una ilusión?- preguntó Eduardo.

En ese momento el chico se sorprendió al oír una voz en la lejanía, que cada vez se acercaba más:
- Joven elegido…
Eduardo miró en todas direcciones, buscando con la mirada al emisor que hablaba. Imaginó que debía de ser una de las voces de los oráculos:
- Portador de la llave espada…- dijo una segunda voz.
- Bienvenido…al santuario ancestral de Limaria- dijo una tercera voz.
El chico seguía mirando en todas partes, sin resultado, mientras buscaba las posibles figuras que le estaban hablando. Al final supo que estaba sólo, y asimiló que tendría que conformarse con el oído como único medio de comunicación con las voces. Dejó de buscar con los ojos y se detuvo, con la vista mirando al frente. Trató de ser valiente y mantenerse firme a la hora de hablar:
- ¿Sois…las voces de los oráculos?
Eduardo creyó, por los siguientes segundos de silencio, que nadie podía oírlo. Bajó la cabeza por un momento, pero enseguida volvió a levantarla cuando alguien desconocido le respondió:
- Somos cada árbol que cubre de verde el mundo…cada montaña y suelo que pisas…cada mar y océano que baña las costas de los continentes…cada llama y fuego que todo destruye…cada ráfaga de aire que conduce el oxígeno…cada espacio y hábitat en el que te encuentras…cada segundo de tiempo que pasas de tu vida…- explicó una cuarta voz, que luego añadió- somos el conjunto entero del planeta…somos Limaria…

Eduardo reconoció entonces que sí se hallaba ante las auténticas y verdaderas voces de los oráculos. Que tuviera aquella extraña visión y se encontrara en ese misterioso espacio mágico no tenía otra explicación:
- Cumpliste tu peregrinaje…y has viajado mucho para llegar hasta aquí…- dijo una quinta voz- sin duda mereces conocer la respuesta para derrotar al monstruo Lumdort.
En ese momento el chico interrumpió el orden establecido. Antes de que le dijeran lo que debía oír, Eduardo pronunció con calma y paciencia, tratando de mantenerse firme y seguro de sí mismo:
- ¿Por qué…? ¿Por qué la llave espada me eligió a mí? Soy la reencarnación de Ludmort, tengo el mismo poder que él para destruir el mundo…- preguntó el joven- entonces, ¿cómo está el arma tan segura de que, algún día, no seré yo el que ponga fin a la existencia de Limaria y La Tierra? ¿Cómo sabe que no destruiré ambos mundos?

Pasaron unos segundos de silencio antes de que recibiera una respuesta, que para su sorpresa lo dejó repentinamente perplejo y boquiabierto:
- ¿No se te ha ocurrido pensar…que la llave espada te eligió a ti, no por tu inmenso poder de destrucción, sino por otro aspecto de ti mismo?
El chico no entendía a qué se refería la pregunta:
- ¿Qué…qué quieres decir?- preguntó Eduardo, confuso.
Una sexta voz le explicó lenta y claramente la duda:
- Las armas sagradas no eligen a cualquiera, sino a personas especiales de alma pura y buen corazón…aquellas que, aun a pesar de tener algo malo o desagradable, e incluso un oscuro, desgraciado o triste pasado, poseen algo mucho más importante…el amor, la bondad y el cariño de un buen corazón.
La primera de las seis voces volvió a hablar en ese momento diciendo:
- Estamos seguros de que, si la llave espada te eligió a ti, no fue por una simple coincidencia…seguro que se fijó en ti, porque eres una buena persona…y también porque tienes algo importante que traer al mundo.

Aquellas últimas palabras dejaron boquiabierto a Eduardo. Sorprendido y asombrado, preguntó:
- ¿Algo…importante?
La segunda de las seis voces respondió a su pregunta:
- Creemos que eres el elegido que tanto tiempo llevamos esperando…el que pondrá fin a este ciclo de vida y muerte del monstruo Ludmort…y también el que acabará con la existencia del séptimo…el ser oscuro responsable del continuo nacimiento de Ludmort…el que nos librará a todos de esta eterna guerra de dioses…
Eduardo supo entonces de quién estaban hablando las voces:
- Derriper…
La tercera voz le dijo en ese momento:
- Es por eso que tenemos plena esperanza en ti…confiamos en que acabarás con este ciclo de vida y muerte…y también en que pondrás fin a esta horrible pesadilla eterna, tanto para nosotros como para el mundo entero de Limaria.
El chico de rojo se quedó un rato pensativo y en silencio, momento durante el cual ninguna de las voces le dijo nada.
Bajó la cabeza y miró sus manos, con las palmas abiertas. Mientras observaba sus extremidades, infinitos recuerdos asaltaron fugazmente su memoria: los combates librados por sus amigos, las muchas aventuras vividas, las incontables ocasiones en que estaban en peligro, los miembros de la organización Muerte derrotados, la traición de Asbel y la lucha contra él en la Ciudad Olvidada, el combate contra Venigna en Metroya y el posterior enfrentamiento contra Alejandro en Vildenor, el sacrificio y la muerte de Marina para darles más tiempo…
Todos esos recuerdos de sus aventuras vividas en el mundo de Limaria y el esfuerzo de sus guardianes y amigos por protegerlos y llevarlos sanos y salvos hicieron que el joven apretara los puños con fuerza.
Después de todo lo que habían hecho ellos no iba a quedarse atrás, estaba dispuesto a cumplir su parte para poder hacer realidad el sueño de todos: acabar con Ludmort.
Levantó de nuevo la cabeza y miró al frente diciendo, con ojos decididos y valientes:
- Decidme qué es lo que tengo que hacer.

Pasaron varios segundos de silencio, antes de obtener una respuesta. Lo que le dijo la cuarta voz le quitó en un instante la fuerza y la valentía que tenía en la cara. Eduardo palideció y perdió el color del rostro cuando una de las voces de los oráculos le susurró al oído:
- Para acabar con Ludmort, cuando llegue el momento…debes matar a la elegida de la vara mágica.

Mirto observaba serio y pacientemente el estado de shock en el que se encontraba Eduardo, parado y de pie como una estatua frente al altar, con la cabeza bajada ocultando su rostro. Sabía que estaba escuchando las voces de los oráculos porque él también había pasado por eso mucho tiempo atrás. En aquellos momentos el chico era el único que podía oír las voces.
Mirto se fijó en que de repente Eduardo volvió en sí, al moverse y recuperar el control de su cuerpo. El joven jadeaba del cansancio y tuvo que apoyarse en el altar, ya que perdió por un momento el equilibrio.
Se quedó perplejo y atónito cuando vio la piedra angular en su ranura romperse en mil pedazos, y desaparecer los restos de ésta envueltos en polvo de estrellas. El objeto con resplandor arco iris había cumplido, y hasta un nuevo nacimiento de Ludmort dentro de diez o veinte años no volvería a existir otra nueva piedra angular.

- Mirto…- dijo el chico, mientras se recuperaba y ponía de nuevo en pie, manteniendo el equilibrio- ¿Por qué…?
El anciano cerró los ojos y suspiró. Bajó un poco la cabeza y dijo:
- Veo que has descubierto la verdad…
Todavía de espaldas a él, Eduardo habló de nuevo. Ya había recuperado la seriedad y la firmeza que tenía cuando entró en la cámara sagrada:
- ¿Fue así cómo murió ella, verdad? Porque tú la mataste…- preguntó el joven- así que, después de todo, lo que nos dijo Alejandro, o Derriper…era cierto…
Mirto levantó la cabeza y abrió de nuevo los ojos, mirándolo seriamente. Una profunda tristeza oculta bajo ese manto de fría seriedad se reflejaba en la mirada del anciano:
- Lo hice por el bien de todos…era necesario para la salvación del mundo…
- ¿Tu lo sabías, verdad? Sabías que esto pasaría, y por eso no dijiste nada…- preguntó el chico, serio y distante- ¿Por eso Erika y ningún elegido de la vara mágica puede saberlo? ¿Por qué desde el principio siempre han estado condenados a morir?
Mirto respondió a su pregunta, con el mismo semblante oscuro y serio que el joven:
- Así lo han dictado los dioses, desde el principio de los tiempos…y así lo será siempre…porque es la única manera de derrotar a Ludmort y traer la paz a Limaria.
En ese momento Eduardo apretó los puños, con fuerza. Dio media vuelta y miró de frente al primer elegido, con los ojos llenos de firmeza y decisión. Alzó la voz diciendo:
- ¡¡Tiene que haber otra forma!!- exclamó el chico- ¡¡Estoy seguro de que la hay!!
- No hay ninguna otra forma, Eduardo…- respondió el primer elegido- saltarse o romper la normativa puede traer graves consecuencias, quizá irreparables…por eso…
El joven lo interrumpió en ese momento, gritando de rabia y furia:
- ¿¡Y QUÉ HAY DE ELLA!? ¿¡ACASO NO TE IMPORTÓ MATARLA!? ¿¡NO SUFRISTE AL TENER QUE ASESINARLA CON TUS PROPIAS MANOS!?- exclamó Eduardo, furioso- ¡¡VAMOS, RESPONDE!!

Unos tensos y dramáticos segundos de silencio dieron lugar a que el primer elegido respondiera a sus preguntas. La rabia y la frustración, sumadas a la profunda tristeza que sentía, hicieron llorar a Mirto.
Eduardo de repente calmó su ira, y se sorprendió al ver explotar la tristeza acumulada del anciano durante años. Las lágrimas caían por sus mejillas mientras hablaba:
- ¿Qué sabrás tú de mí? Maldito mocoso…- dijo Mirto, apretando los puños con fuerza- ¿De verdad crees…que no me afectó nada de lo sucedido? ¿Qué sigo siendo igual…a como era antes?
Eduardo escuchaba, perplejo y atónito, las palabras del primer elegido:
- De alguna forma, aunque nunca le dije nada, estoy seguro de que ella lo sabía…desde el principio, sabía lo que le esperaba…y, aun así, decidió seguir adelante, sin importarle las consecuencias…estaba dispuesta a aceptar su destino…
Mirto seguía hablando mientras el chico lo escuchaba, sorprendido. Nunca antes el anciano había hablado de la primera elegida de la vara mágica:
- El día del fin del mundo, hace quince años…tras derrotar a Derriper, controlando el cuerpo de Alejandro…fue ella misma la que me pidió que acabara con su vida…- explicaba Mirto, llorando- yo mismo me negaba a hacerlo, no quería matarla…pero ella me miró a los ojos, con decisión, y me suplicó que lo hiciera…estábamos en una situación límite, el tiempo se agotaba, y si no hacíamos algo enseguida, Ludmort acabaría destruyendo el planeta…
Lo que dijo el anciano a continuación dejó muy sorprendido a Eduardo:
- Sus últimas palabras de despedida, y una media sonrisa de seguridad en sí misma, fueron lo último que vi de ella…antes de empuñar mi llave espada y atravesarle el corazón, con lágrimas de rabia, tristeza y frustración…
Hizo una breve pausa y concluyó diciendo:
- Desde ese día, me maldigo a mí mismo por ser el portador de la llave espada…por haber sido los dos elegidos de las armas sagradas…y por no haber podido salvarla…porque yo…la amaba…

Eduardo palideció al entender todo lo que había dicho Mirto, y el corazón se le encogió tanto que por un instante creyó que no palpitaba. Ahora entendía la horrible verdad acerca de los elegidos de las armas sagradas, y de la terrible maldición que había alrededor de esas dos personas, elegidas por la llave espada y la vara mágica.
Sabía lo que aquello significaba, y la sola idea aterraba profundamente al chico de rojo:
- Para salvarnos a todos, y traer de nuevo la paz al mundo de Limaria…tienes que matar a Erika- resumió Mirto, secándose los lágrimas.
El joven tardó un poco en responder. Los recuerdos de su amiga de la infancia cruzaron fugazmente su memoria, con todas las aventuras y momentos vividos con ella. En ese momento le llegó a la mente el recuerdo de aquella noche especial, hace siete años, cuando ella le regaló el colgante de la cálida promesa eterna:
- No puedo…no puedo hacerlo…- dijo Eduardo, que luego miró al anciano a los ojos, con firmeza y decisión- es mi amiga, y prometí que la protegería…no puedo matarla.
Mirto miró al chico a los ojos, y se vio a sí mismo hace quince años. Eduardo desprendía la misma fuerza y el mismo valor que tenía él cuando la primera elegida aún vivía, cuando Mirto la miraba y se preocupaba por ella, y cuando aún estaba enamorado de ella.

El anciano supo entonces que Eduardo sentía lo mismo por Erika, y que la historia se repetía de nuevo. El destino, por desgracia, le tenía reservado un trágico final a la joven pareja:
- Lo siento mucho, Eduardo…pero…debes hacerlo…para salvarnos a todos…
El joven bajó la cabeza en ese instante, ocultando su rostro. Le preguntó al primer elegido, seriamente:
- ¿Estás seguro de que no hay otra forma?
Mirto le respondió, con profunda tristeza y pesar en su rostro:
- No la hay…lo siento.
Eduardo apretó los puños con fuerza en ese momento, y dijo seriamente y con indiferencia:
- Entiendo…

Jack y los demás aguadaban ansiosos e inquietos en la antecámara. Algunos caminaban de un lado a otro, nerviosos. No imaginaban cuál sería la respuesta de las voces de los oráculos, y aunque le preguntaran, el chico de rojo no podía decirles nada. La tensión y la intriga inundaban el ambiente.
El resto del grupo se sorprendió cuando Rex exclamó, sorprendido:
- ¡Mirad, ya salen!
Todos dirigieron la vista a la entrada de la cámara sagrada. Las grandes puertas ancestrales se abrieron y de ellas salieron Mirto y Eduardo, cerrándose éstas de nuevo tras su paso.
Corrieron a su encuentro, alegres y contentos de que su joven compañero por fin conociera la forma de acabar con Ludmort. Sin embargo, Erika no dudó en lanzarse, y con una gran sonrisa abrazó a su amigo de la infancia:
- ¿Qué tal?- preguntó ella, con una amplia sonrisa de alegría- ¿Crees que lo conseguiremos?
Eduardo la miró a los ojos y respondió con una media sonrisa fingida, diciendo:
- Claro que sí…derrotaremos a Ludmort y volveremos juntos a casa.

La chica sonrió y lo abrazó de nuevo, con cariño y fuerza. Él la correspondió rodeándola con los brazos y de la misma manera. Sin embargo, lejos de lo que aparentaba exteriormente, su corazón roto por dentro hizo que se le escapara una pequeña lágrima, que cayó por su mejilla y de la que nadie pareció darse cuenta.

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