Capítulo
XV
CRISTAL
Amparado por las más siniestras
tinieblas, Asbel caminaba detrás de Magno atravesando un oscuro y tenebroso
pasillo, iluminado por antorchas a ambos lados de las paredes. Sentía
desconfianza de su anfitrión, algo le decía que estaba siguiendo el camino
incorrecto. Sin embargo, había tomado una decisión y ya no podía volver atrás.
Sabía que aquella era la única forma de conseguir el poder suficiente para
vencer a Jack, y no estaba dispuesto a perder la oportunidad que había estado
esperando toda su vida para conseguirlo.
Los dos llegaron frente a una puerta
tétrica, rodeada de siniestras estatuas de gárgolas, que los amenazaban con la
mirada. Una sensación de peligro invadió de repente al espadachín. Sentía una
poderosa fuerza al otro lado de la entrada que nunca antes había notado en su
existencia. No pudo evitar sentir un poco de miedo en su interior, pero
rápidamente recuperó la calma.
Magno también se dio cuenta del pequeño
resquicio de temor que sintió su acompañante durante un instante. Antes de
tocar la entrada, sonrió maliciosamente diciendo:
- Prepárate, Asbel…ahora conocerás al
líder de esta organización…y el futuro Dios del nuevo mundo. Procura no hablar
mucho, y seguro que sales con vida de este lugar.
El hombre de negro abrió la puerta y
ambos entraron por ella, cerrándose ésta lentamente tras ellos. Acabaron
sumidos en la oscuridad.
Por unos segundos de silencio, los dos
caminaron adelante rodeados de la más absoluta penumbra. No había ni un solo
resquicio de luz en aquel lugar. De repente, Magno se detuvo en seco e indicó a
Asbel que hiciera lo mismo, quién accedió sin oponerse. Mirando al frente, el
hombre de negro le habló a las tinieblas:
- Aquí tienes al nuevo sirviente, mi
señor.
Repentinamente se encendieron, por
arte de magia, una a una todas las antorchas de la sala. Asbel comprobó que se
encontraban en una estancia oscura, tétrica y siniestra, iluminada por una
tenue luz espectral. A pesar de que las antorchas arrojaran un poco de claridad
al salón, el lugar aún permanecía en su gran mayoría inundado por las
tinieblas. Al fondo de la estancia había un trono, donde se podía observar una
sombra humana sentada en él. Debido a que estaba inundado por la más absoluta
oscuridad, no se podía ver el rostro del líder de la organización Muerte.
De repente, unos ojos rojos se
abrieron de la fuente de oscuridad del trono, y observaron a Asbel, que lo
paralizaron con la mirada. El espadachín no pudo evitar sentir un temblor de
miedo por todo su cuerpo y su alma. Aunque trataba de mover sus extremidades,
le era imposible. Temblaba por dentro ante aquellos ojos rojos demoniacos, que
lo habían paralizado con sólo mirarlo a la cara.
Viendo el miedo reflejado en el rostro
de Asbel, la sombra habló con su voz de ultratumba en tono de indiferencia:
- ¿Y este es el guerrero del que tanto
hablabas? La verdad es que esperaba otra cosa.
El espadachín comenzó a dudar de la
aceptación del jefe de la organización, pues según su opinión lo infravaloraba.
Creyó que no lo aceptaría hasta que, tras observarlo mejor por unos segundos,
un repentino destello de malicia brilló en los ojos de la sombra:
- Sin embargo, al igual que nosotros,
puedo ver claramente que tiene un corazón oscuro. Tal vez sí que nos pueda ser
útil. Lo único que le hace falta…es borrar los últimos rasgos de luz que le
quedan en su conciencia.
El espadachín no lo aguantó más.
Eliminó con esfuerzo y voluntad la parálisis que afectaba a su cuerpo, y alzó
la voz con la mirada firme al ser oscuro que habitaba en aquel trono diciendo:
- ¡Oiga, yo vine aquí porque me
ofrecieron la posibilidad de un poder mayor para mí! Si eso no va a ser
posible, entonces me marcharé… ¡Yo lo que busco es poder!
En ese momento, una garra invisible se
lanzó a por él de repente. Sin darle tiempo a reaccionar, le oprimió el cuello
y lo alzó en el aire:
- Si lo que buscas es poder, yo puedo
darte uno especial…- sonrió maléficamente la sombra-…un poder que sólo yo
poseo, y que sobrepasa los límites de la imaginación.
Asbel luchaba por respirar mientras
intentaba inútilmente liberarse de la garra que lo apresaba. La sombra sonreía
mientras hablaba:
- Sin embargo, todo tiene su precio, y
este caso no es una excepción…tienes que entregarme algo muy importante.
El espadachín consiguió pronunciar con
esfuerzo:
- ¿Qué quieres…decir?
- Tienes que entregarme…tu vida.
- ¿¡Qué!?- exclamó Asbel.
- En el cuerpo de un mortal, éste
sello necesita tener el control absoluto del mismo para liberar todo su poder- explicó
la sombra- es decir, que para poder usarlo…tienes que morir.
En ese momento dirigió su mirada a
Magno, que contemplaba con indiferencia los sucesos a un lado de la sala.
Permanecía tranquilo a pesar de que su jefe lo miraba con sus ojos demoniacos:
- Al igual que el resto de miembros de
la organización Muerte, que cumplieron con la condición, ahora poseen un poder
sólo al alcance de unos pocos elegidos.
Magno llevó su mano hasta el hombro y
mostró su piel, en la que había una especie de tatuaje con forma de un extraño
sello, muy cerca del cuello. Asbel logró ver aquel sello, que nunca antes lo
había visto en su vida, y palideció al ver que las pupilas del hombre de negro
brillaban intermitentemente en rojo al mismo tiempo que el sello de su hombro.
El espadachín pensó entonces en que
realmente Magno se había sacrificado para lograr aquel poder, al que se había
enfrentado tiempo atrás en el sendero rocoso junto a Jack. Recordó la pelea con
claridad, al igual que cada movimiento del hombre de negro en su transcurso, en
la que los venció y dejó fuera de combate a todos sin ni siquiera esfuerzo. En
aquel combate sus ojos brillaban de la misma manera que en ese momento, y fue
entonces cuando le resultó extraño y maligno. La esencia oscura que emanaba de
aquellos ojos fríos y tenebrosos parecía muy peligrosa, y el precio por aquel
poder suponía la muerte del portador. Magno realmente había muerto, ya no era
humano. Comenzaba a tener miedo por haber elegido aquella opción macabra y
suicida:
- Tranquilo, Asbel…- sonrió la sombra-
tus sentimientos, tus recuerdos más queridos, tu parte humana más débil,
morirá…pero, el sello maldito te resucitará…y con ello renacerás, siendo otro
guerrero de la oscuridad.
Otra garra invisible se acercó al
espadachín, que en las últimas trataba de liberarse inútilmente de su opresión.
Esta nueva garra afiló sus uñas para dar el golpe de gracia a Asbel:
- Deberías agradecerme…- sonreía la
sombra maléficamente- por fin tendrás un poder con el que siempre habías
soñado…un poder inimaginable.
El espadachín quiso volver atrás,
olvidar todo lo que había visto en esa sala, y salir corriendo de aquel
espantoso lugar, donde creaban monstruos con forma humana. Sólo quería más
poder sin poner en peligro su vida, para vencer a Jack, su eterno rival. Sin
embargo, ya era demasiado tarde. No tenía escapatoria, y viendo la situación,
tampoco podía huir. No le quedaban fuerzas para luchar. Iba a morir a manos del
ser desconocido que lideraba a la organización Muerte:
- Adiós, Asbel- dijo la sombra.
La otra garra invisible se lanzó en
picado contra él, y cuando le atravesó el cuerpo, unas descargas oscuras
sacudieron al espadachín. Mientras el espadachín gritaba agonizante de dolor y
la sangre goteaba cayendo al suelo, en su hombro comenzó a formarse el mismo
sello que tenía Magno. Sus ojos se volvieron blancos. Finalmente, antes de dar
el último soplido, bajó su cabeza, completamente muerto. El Asbel que todos
conocían desapareció para siempre.
El grupo continuaba su camino por el
mundo de Limaria. Con la ayuda de varios perros de la aldea de Kengo, lograron
recorrer los límites del desierto de Geonyria a salvo, y tras rodear el
territorio peligroso, se dirigieron rumbo al sur. Su objetivo seguía siendo el
Templo sagrado, situado en una pequeña península alejada en el extremo sur del
continente central.
Su compañero y amigo Rex, a pesar de
haber vuelto a su hogar natal en el Cañón Cosmo, decidió seguir la travesía
junto al resto del grupo. Su nuevo objetivo ahora era encontrar la esfera de
invocación del G.F Ifrit, y supo de antemano que los elegidos andaban buscando
a los guardianes de la fuerza para cumplir su misión. Sabía que estando con
ellos tendría más posibilidades de encontrar a Ifrit, y a los demás no les
importó que el perro continuara en su equipo. Rex era un poderoso aliado y un
noble amigo, que sabían estaría ahí para ayudarles a afrontar todos los
peligros que se presentaran en su camino.
Al volver a zonas verdes y frondosas
praderas con un clima agradable, Marina se acordó de una cosa que se la había
pasado por alto todo ese tiempo. Mientras andaban por un camino, la maga
preguntó abiertamente a los demás:
- ¿Creéis que será verdad esa vieja
leyenda de Limaria?
- Ni idea…- comentó Jack- pero
viniendo de un anciano perro sabio, habrá que tenerlo en cuenta…él mismo dijo
que lo sabía todo.
- El maestro Bugen es muy sabio, yo no
dudaría de su palabra- dijo Rex- él mismo me enseñó todo lo que sé, y nunca he
visto nada que lo contradiga.
Eduardo comenzó a pensar. Hasta hace
tres meses, llevaba una vida completamente normal, la que tendría cualquier
estudiante de su edad. Su única ocupación eran los libros y los estudios,
prepararse para su futuro laboral en la ciudadanía corriente del mundo del
trabajo. Sin embargo, desde que llegó a aquel mundo paralelo al suyo, toda su
vida había dado un giro radical. De repente le confiesan que, junto a Erika,
son los elegidos de una profecía que nunca antes había oído en su vida. Por si
eso fuera poco, les encomiendan la increíble misión de salvar Limaria, sabiendo
los numerosos peligros a los que tendrán que enfrentarse. Se ven obligados a
aprender magia y esgrima para defenderse en la batalla. Y además de eso, un
perro anciano les cuenta que si fracasan en su labor, su mundo también
desaparecerá junto con Limaria. La cabeza del chico empezaba a darle vueltas, y
un repentino mareo le venía en ocasiones al pensar en todas las cosas que les
encargaban, y de gran responsabilidad. A veces deseaba no haber sido el elegido
de la dichosa profecía, y se preguntaba por qué tuvo que ser él, o por qué su
amiga. Se preguntaba qué tenían ellos de especial:
- ¿Creéis que Magno o Helio destruyó
la barrera tridimensional?- intervino Erika.
- Lo dudo mucho…- respondió Jack- hace
tiempo que Asbel y yo descubrimos que ellos son sólo los comandantes del grupo,
al servicio de alguien superior que mueve todos los hilos de la
organización…sólo se me ocurre la hipótesis de que su líder es el responsable
de la destrucción de la barrera tridimensional.
- ¿¡Cómo!?- exclamó Eduardo, perplejo-
¿¡Y quién es el líder de la organización Muerte!?
- Lamentablemente nadie lo sabe aún…se
dice que es una sombra oscura envuelta en misterio, y se desconoce su rostro,
especialidad y poderes.
- ¿Crees que fue un accidente?-
preguntó Rex- ¿o lo hizo de manera intencionada?
- Puedo asegurarte que no fue ningún
accidente- dijo Jack- el que lo hizo, sabía que esto pasaría, y seguramente
llevaba planeando desde hace tiempo conseguir la materia suprema con malas
intenciones…- dijo el mago, pensativo- sólo alguien que busca el desequilibrio
universal y el poder de un Dios destrozaría la barrera tridimensional…estoy
seguro, todo apunta a que sea él.
Tras pensarlo por unos segundos,
Marina dijo preocupada:
- ¿Crees que, algún día…tendremos que
enfrentarnos al líder de la organización Muerte?
Los demás palidecieron de repente.
Nunca se habían planteado esa pregunta, y vistos los planes que tenían, tampoco
podían descartarla. Si lo que tenían en mente era desbaratar los planes de la
organización Muerte, tarde o temprano tendrían que vérselas con el que movía
los hilos de sus enemigos. No podían evitar pensar con preocupación cómo sería
el ser desconocido que lideraba a Magno, Helio, y el resto de miembros de dicha
organización:
- ¡Bueno, será mejor no pensar en eso
de momento!- trató de calmarlos Jack- ¡además, tampoco es seguro que tengamos
que luchar contra él…quizá lleguemos al Templo Sagrado sin combatir por el
camino! ¡Hay que tener un poco de esperanza y positivismo!
- ¡Tienes razón!- dijo Erika, que
luego miró al resto con una sonrisa- ¡alegrad esas caras, no hay por qué tener
miedo! ¡Juntos podemos contra cualquier cosa!
Tras eso, la chica movió los brazos en
señal de alegría, y finalmente consiguió contagiar a los demás con una dosis de
felicidad. Su gesto había logrado eliminar la inseguridad de sus amigos, que
muy pronto sonrieron y asintieron con la cabeza. A pesar de sus palabras y de
que los otros caminaran alegremente con aire de seguridad, Marina no podía
evitar sentir un mal presagio en su interior. Se llevó una mano al pecho
mientras decía:
“¿Qué es esto?”-se dijo a sí misma-
“¿Por qué tengo un mal presentimiento?”
En ese momento la llamó Rex, que dio
la vuelta y le dijo:
- ¡Marina, no te quedes atrás!
- ¡Ah, perdón!- se disculpó la chica,
sorprendida- ¡enseguida voy!
La maga corrió a reunirse con sus
amigos. Al volver a mirar en su interior, la sensación de mal presagio había
desaparecido. Aún tenía confusiones sobre lo que había sentido fugazmente, pero
prefirió dejarlo a un lado y tratar de no pensar en ello. Ella también se
contagió de la alegría emanante del grupo, que continuaron andando juntos por
la senda de la pradera.
Durante su camino encontraron, lo que
parecía ser, una anciana mendiga sentada a un lado del camino. Permanecía
aparentemente tranquila, con un enorme manto viejo y sucio que le cubría todo
el cuerpo. Su rostro oculto a las miradas ajenas y su larga cabellera gris y
desaliñada sobresaliendo por la parte frontal dejaba clara su pobreza. Atenta y
sigilosa, no dejaba de observar al suelo, concretamente la cesta que tenía
enfrente, con varias monedas sueltas que tenía en su interior.
Al pasar por su lado todos echaron un
par de monedas en la cesta que había delante de la anciana, en acto de caridad.
Eduardo no pudo evitar mirar el gesto de agradecimiento que hizo la mendiga, en
silencio, y se sorprendió al ver con sus propios ojos un detalle que le llamó
mucho la atención. Tras esa manta que la cubría y unos pelos descuidados y
desaliñados había unas manos jóvenes y sin arrugas. Por un momento pensó que
aquel disfraz era una farsa, y que bajo esos trapos sucios y viejos se escondía
otra persona completamente diferente, haciéndose pasar por una mendiga.
Descartó esa posibilidad y continuó
caminando, ajeno a sus pensamientos.
Tras dar unos pasos, de repente al
chico le vino un escalofrío por la espalda, y dio media vuelta, alerta. Se sorprendió
al descubrir que no había nadie en el camino, y el lugar donde estaba la
anciana sólo era otro espacio vacío. No había ni rastro de ella, parecía como
si aquella mendiga sólo hubiera sido una ilusión.
El joven se quedó un rato parado
mientras buscaba a la anciana con la mirada por todos lados, bastante
sorprendido. Creyó que se trataba de un fantasma o algo por el estilo, quizá de
algún fenómeno paranormal:
- ¿¡Eduardo, qué haces ahí parado!?-
le gritó Jack un poco más lejos- ¡si no quieres perderte, más vale que no te
separes de nosotros!
- ¡Sí, ya voy!- respondió el chico
desde la distancia.
Éste corrió hasta alcanzarlos, aún con
la conciencia intranquila y preocupada. No dejaba de preguntarse, confuso, qué
habría sido de la mendiga que habían visto hace unos segundos. Movió
rápidamente la cabeza a ambos lados e intentó no pensar en ello.
Unos ojos sonrientes los observaban
ocultos desde la hierba.
El grupo seguía andando. Cuando por
fin se hubieron olvidado de la mendiga y su aparición, en cierto punto del
camino Jack dio un paso en falso. Los demás se dieron cuenta cuando se abrió un
enorme agujero en el suelo y cayeron irremediablemente en él.
En el fondo del agujero, todos
apretados y doloridos, exclamaban con dolor:
- ¡Quitaros de encima, no puedo
respirar!- se quejó el mago, que era la base de soporte del resto de sus
compañeros.
- ¡Ay, mi cuerpo!- exclamó Erika con
dolor- ¡me duele todo el cuerpo!
- ¿Qué ha pasado?- preguntó Eduardo,
tratando de levantarse.
- ¿Es obvio, no crees?- respondió Rex,
quejándose de una pata- hemos caído en un agujero.
Marina se levantó y estudió más a
fondo la situación:
- Esto no es un agujero natural. A
juzgar por su profundidad y las marcas de una pala por las paredes, puedo decir
que se trata de una trampa. Alguien ha debido de cavar este hoyo para nosotros.
- ¿¡Ah, sí!?- dijo Erika, ya en pie-
¿¡Y quién ha sido el idiota que lo ha hecho!? ¡Cuando lo coja le voy a…!
En ese momento, una risa gamberra
respondió a su pregunta. Los demás se levantaron y miraron arriba, a la salida
de la trampa. Se sorprendieron con la boca abierta al ver a la misma mendiga
que estaba sentada a un lado del camino, mientras los observaba partiéndose de
risa:
- ¡¡La anciana!!- exclamaron todos a
la vez.
- ¡Menudos pardillos!- dijo la mendiga
oculta con sus trapos, y con una voz más joven de lo que aparentaba- ¡y yo que
pensaba que me iba a ser más difícil que cayerais en una de mis trampas!
- ¡Maldita vieja rastrera!- exclamó
Jack, enfadado y con el puño apretado.
Aquel comentario pareció molestarle a
la anciana, que enseguida dejó de reír y replicó:
- ¡Oye no te pases, que aún no he
cumplido los veinte! ¡Todavía falta mucho para que me salgan arrugas y se me
vuelva el pelo de color blanco!- que luego añadió- éste es sólo uno de mis
muchos disfraces, con los que engaño a ingenuos viajeros como vosotros.
- ¿¡Qué!?- exclamó Marina, confusa.
- Así es, os mostraré mi verdadera
identidad- asintió la mendiga con la cabeza.
Enseguida empezó a dar vueltas tan
rápido que parecía un torbellino sin pausa. En cuestión de segundos,
desaparecieron los harapos de mendiga, dejando tras de sí ropa juvenil e
informal. Sin embargo, la nueva ropa que llevaba contrastaba con la cabeza. Los
demás la miraron con cara rara, y ella misma se dio cuenta de que aún llevaba
la máscara. Parecía el payaso sacado de un circo:
- ¡Maldita sea!- exclamó para sí,
frustrada- ¡siempre me pasa lo mismo, nunca consigo quitarme la máscara…tengo
que practicar más la técnica del cambiazo!
La joven desconocida se quitó la
máscara manualmente y la guardó en la pequeña mochila que llevaba a su espalda:
- ¡Uf, qué alivio…ese disfraz me
estaba abrasando! ¡Y encima con el calor que hace…da gusto no llevar ropa de
más encima!
El grupo por fin pudo ver claramente a
la nueva desconocida que les había tendido la trampa. Era una chica joven,
aproximadamente de unos diecisiete años. De estatura mediana, con el pelo liso,
corto y de color castaño claro, llevaba dos alegres coletas atadas a su
cabello. Tenía unos brillantes y enérgicos ojos marrones. Se caracterizaba por
llevar ropa con colores cálidos y en diferentes tonos de naranja:
- ¡Cuando salga de aquí, te voy a
matar!- la amenazó Jack.
- No lo creo- dijo la chica,
sonriente- tengo que ir a comprar comida, porque ya me está rugiendo el estómago.
La desconocida sacó varias carteras
del bolsillo perfectamente reconocibles:
- Además, con el dinerillo extra que
acabo de ganar, hoy podré pegarme un buen banquete.
Todos se fijaron en las cuatro
carteras, las cuales reconocieron enseguida. Después de buscar y registrar sus
bolsillos sin resultados, alzaron sus miradas arriba completamente perplejos:
- ¡No puede ser…! ¿¡Cuándo has…!?
- ¡Pues lo son!- les dijo
sonrientemente la chica- ¡y ahora son mías!
- ¡Serás…!- exclamaron todos,
enfadados- ¡devuélvenoslas!
La desconocida volvió a guardar las
carteras en su bolsillo mientras decía:
- Bueno gente, tengo que irme a comer…
¡gracias por el dinero!
La chica usó rápidamente una bomba de
humo y la tiró al agujero donde se encontraban los demás. Mientras el grupo
tosía y se disipaba el humo, volvieron la vista arriba. Cuando recuperaron la
visibilidad, se sorprendieron al ver que la desconocida había desapareció sin
dejar rastro:
- ¿Quién era esa y cómo pudo robarnos
las carteras?- preguntó Erika.
- Debe de ser una ladrona profesional,
porque alguien normal no podría robarnos sin notar el cambiazo- respondió Jack.
- ¡Dejemos eso por el momento, ahora
salgamos de este espacio tan estrecho y reducido!- dijo Rex, tratando de trepar
por las paredes- ¡este sitio me agobia!
Los demás asintieron con la cabeza. El
estar apretados allí dentro era muy incómodo, y además agobiante. Entre todos
lograron que, uno a uno, fueran saliendo del agujero. Con Jack y Marina
haciendo de base, el resto se apoyaba en sus manos, con las que impulsaban
arriba, y de un pequeño salto lograban alcanzar la superficie. La operación
llevó un par de minutos, pero finalmente el grupo consiguió salir del profundo
agujero.
De nuevo en el camino, y agotados por
el proceso de escape de la trampa, buscaron con la mirada a la joven
desconocida, sin resultados. Habían tardado demasiado en salir del agujero, y
ya era imposible localizar a la ladrona:
- Maldita sea, la hemos perdido- comentó
Rex, frustrado.
- Podríamos buscarla- propuso Eduardo-
no debe de andar muy lejos.
- No tenemos tiempo para eso- dijo
Jack- tenemos que llegar cuanto antes al Templo Sagrado…un par de platines no
valen más que el mundo de Limaria.
- Supongo que ya no hay solución al
problema…- dijo Marina, abatida.
El grupo suspiró vencido, y continuó
tristemente el camino. No tenían dinero ni para comprar un chicle o un
caramelo. Fue entonces cuando Eduardo comprendió la situación de los pobres
mendigos que tenían que buscarse la vida hasta de debajo de las piedras.
No tardaron en encontrar un
restaurante a un lado del camino. A todos les rugía el estómago, pues no habían
probado bocado desde aquella mañana. Sabían que no podían salir sin pagar, pero
la tremenda sed que tenían les hizo acercarse a la taberna. Querían saber si al
menos podían beber un vaso de agua, por caridad de unos viajeros cansados.
Al cruzar la entrada al restaurante,
los olores invadieron sus sentidos. Mientras caminaban en dirección a la barra
del bar, iban mirando mesa por mesa los exquisitos platos que habían servidos
en cada una de ellas. Durante ese corto trayecto, sufrieron al volver a oír
rugir sus estómagos con más fuerza que antes. Se les hacía la boca agua con
aquellos manjares delante de sus ojos, pero al mismo tiempo muy lejos de sus
estómagos.
Cuando llegaron a la barra, el
camarero les atendió con indiferencia:
- ¿En qué puedo servirles, forasteros?
- Cinco vasos de agua, por favor-
pidió el mago con la garganta seca- uno de ellos en un plato hondo, si no le
importa.
- ¿Disculpe?- preguntó el camarero
extrañado, que lo miró con cara rara.
- Es para nuestro perro- intervino
Erika, señalando a Rex- como sabe, a los perros les cuesta beber por un vaso.
El camarero miró al can, y dijo con
indiferencia:
- Ah, para el chucho…no se preocupen,
una cacerola vieja será idónea para ese animal sucio y pulgoso. Asegúrense de
que no contagia a los demás clientes.
Cuando el tipo detrás de la barra se
fue a atender sus peticiones, Rex gruñó por lo bajo. Aquel comentario le había
enfadado y quería decirle un par de cosas al camarero sobre su conducta hacia
los clientes y su antro de mala muerte. Cuando estuvo a punto de pronunciar
palabra, Erika le cerró el hocico con las dos manos y le susurró en voz baja:
- Aquí no, Rex…nadie de este lugar
sabe que los perros Kengo pueden hablar. Si te descubren, se va a armar una
buena…más vale que no digas na…
En ese momento la chica paró de hablar
al ver que unos tipos sentados en una mesa un poco más lejos la miraban de
forma rara. A juzgar por sus caras confusas y extrañadas, la joven imaginó que
aquellos tipos pensaban que estaba loca. Disimuladamente comenzó a acariciar a
Rex exclamando:
- ¡Ay, mi perrito bonito! ¿A qué vas a
comerte toda la comida? ¿Verdad que sí? ¡Eres un perrito muy bueno!
Erika suspiró al notar que ya no la
observaban. Se levantó de nuevo y, al igual que los demás, cogió su vaso de
agua. Sintió de repente un alivio interior al refrescar su garganta con agua.
Sin duda la necesitaba. Rex por su parte, bebió de mala gana de la cacerola que
le había servido el camarero. Además de vieja y casi podrida, estaba sucia y
apestaba a meses sin limpieza.
Mientras bebían la poca agua servida
en sus vasos, Eduardo volvió la vista para mirar el resto de mesas que había en
aquel local. Se sorprendió bastante al fijarse en una extraña chica de pelo
castaño corto y claro, con dos coletas, sentada en una de ellas. La joven comía
salvajemente unos platos de fideos y tallarines, y echaba mano alocadamente de
todos los platos variados que tenía en la mesa. El resto de mesas cercanas la
observaban perplejos, parecía que la chica no había comido durante días.
De repente Eduardo se acordó de
aquella individua, y exclamó señalando:
- ¡¡Es ella, la que nos robó el
dinero!!
Los demás se giraron, y corrieron
enfurecidos a su mesa al grito de:
- ¡¡Tú, ladrona, devuélvenos nuestro
dinero!!
La chica oyó sus gritos, sorprendida.
Al girarse y descubrir que aquellos eran las últimas víctimas de su robo dejó
de comer, perpleja:
- ¡Mierda, la pasma!- exclamó la
desconocida con coletas.
Rápidamente se levantó de la mesa y
salió corriendo por la puerta con un trozo de pan sobresaliendo por su boca y
varios alimentos en los brazos, de los cuales algunos cayeron por el camino. El
grupo la siguió por detrás mientras oían del camarero a gritos a sus espaldas:
- ¡¡Eh, que todavía no me habéis
pagado…ladrones!!
No hicieron caso a las advertencias
del tipo del local, y se alejaron corriendo del restaurante tras la pista de la
desconocida. Aquella vez no estaban dispuestos a perderla de vista de nuevo, y
continuaron la persecución decididos hasta internarse entre unos árboles.
Tras unos segundos de intensa marcha
rápida, el grupo no pudo más y paró, cansado. Estaban todos agotados por el esfuerzo
físico, y se habían esforzado en vano. Por desgracia, la chica de las coletas
había vuelto a desaparecer:
- ¡Maldita sea, qué rápida es…!- dijo
Jack, frustrado- ¡se ha vuelto a escapar!
- Me temo que nunca la atraparemos…-
comentó Marina, jadeando de cansancio.
Todos suspiraron de nuevo, derrotados.
A punto de darse por vencidos y dar media vuelta de regreso al camino, Eduardo
detectó algo raro en uno de los árboles. Sorprendentemente había una cremallera
pegada en el tronco, algo insólito y extraño en dicho tipo de planta.
Con un gesto de manos, el chico avisó
a los demás señalando al objetivo, y todos sonrieron al mismo tiempo. El grupo
se acercó en silencio al árbol con cremallera y lo rodearon. A la señal de
Jack, todos se lanzaron contra él para atraparle.
De repente, antes de que tocaran el
árbol, saltó una trampa de redes que los atrapó a todos dentro de ella y los
elevó, quedando sujetos balanceándose en el aire:
- ¡Oh no, era otra trampa!- exclamó
Erika.
En ese momento se oyó otra risa burlona,
conocida por todos. La aparente cremallera del árbol se despegó del tronco y
cayó al suelo, mecida por una ligera brisa. Comprobaron sorprendidos que se
trataba de una simple pegatina con apariencia y forma de cremallera:
- ¿De verdad creíais que sería tan
fácil cogerme?- dijo la desconocida con coletas, que apareció de detrás de otro
árbol y caminaba hacia ellos.
- ¡Devuélvenos nuestro dinero,
ladrona!- exclamó Jack, amenazante.
La chica rió descaradamente delante de
ellos, y los miró diciendo:
- ¡Ni lo sueñes!- se quejó frustrada-
¡por vuestra culpa no pude comer tranquila en el restaurante! Ahora tendré que
ir a otro sitio porque los de ese local ya saben a qué me dedico.
Con una sonrisa pícara y a la vez
maliciosa, dijo:
- Como castigo, ahora os pondré una
trampa más difícil…a ver cómo salís de ésta.
Mientras la desconocida preparaba un
hechizo mágico directo hacia ellos, una voz no muy lejos pronunció rápidamente:
- ¡Antimagia!
De repente aparecieron barreras
mágicas que rodearon a la ladrona. Ésta, sorprendida y perpleja, miró a su
alrededor sin palabras:
- ¿¡Pero qué…!?
Se formó una jaula mágica con la unión
de todas las partes, que impidió a la chica con coletas reaccionar a tiempo, y
se vio encerrada entre ellas. Con el hechizo mágico anulado y la desconocida
inmovilizada, ya no tenían nada que temer.
En ese momento apareció Rex de entre
los árboles, para sorpresa de los demás. Había estado oculto todo el tiempo, y
nadie se había dado cuenta de su ausencia:
- Todo ha salido como esperaba- sonrió
el perro caminando hacia ellos- ya sabía de antemano que el árbol con la
cremallera era una trampa, pero no sabía dónde te escondías. Tuve que usar a
Jack y los demás como cebo para que salieras de tu escondite y así poder
atraparte.
El resto del grupo felicitaba a gritos
y exclamaciones a Rex, por su gran ingenio y astucia, mientras la chica con
coletas se quejaba de su mala suerte:
- ¡Jo, hoy no es mi día…es la primera
vez que me atrapan!- exclamó la desconocida.
- ¡Hoy te has metido con los viajeros
equivocados, ladrona!- gritó Eduardo.
- ¡Bien hecho, Rex! ¡Eres un genio!-
le felicitaban sus amigos desde la trampa.
El perro caminó hacia sus compañeros y
los liberó cortando los hilos de las redes. Estando ya el grupo al completo
liberado, entre todos ataron con una cuerda a la chica a un árbol:
- ¡Ay, más cuidado!- se quejó ésta un
poco de dolor- me habéis atado un pelín tirando a fuerte…estoy incómoda, ¿no
podríais aflojar un poco el nudo?- y luego dijo con cara de pena- porfa…
- ¡¡No!!- gritaron todos a la vez.
Marina encontró las carteras en la
mochila de la desconocida, y suspiró aliviada:
- Menos mal, el dinero aún sigue en su
sitio.
Mientras la maga devolvía a cada uno
su cartera, la chica atada protestaba:
- Bueno, ahora que ya tenéis el
dinero, supongo que puedo irme.
- ¡De eso nada!- le cortó Jack- antes
tenemos que hacerte unas preguntas.
- ¿¡Qué!?- exclamó la desconocida-
¿¡será una broma, no!?
El mago se acercó a ella y le dijo sin
rodeos:
- Para empezar, ¿quién eres y de dónde
vienes?
Viendo que la chica se negaba a
responder, Jack le advirtió:
- Hasta que no respondas, no vamos a
dejarte ir…y si sigues negándote, vamos a dejarte aquí atrapada.
- ¡No voy a deciros nada!- dijo la
chica con coletas frunciendo el ceño.
A Eduardo le pareció extraño que aquella
chica ni siquiera tuviera intención de decir su nombre. Parecía decidida en no
revelar su identidad ni origen de procedencia. Imaginó que lo más seguro es que
ocultara algo relacionado con ella misma, y a juzgar por ser tan cabezota debía
de ser algo muy importante:
- ¿Por qué no nos dices al menos tu
nombre?- preguntó Marina.
- ¡No puedo decirlo y punto!- cortó la
desconocida.
- Muy bien, entonces llamaremos a los
guardias del distrito para que te arresten y te manden a la cárcel- dijo Rex.
Al oír eso, de repente la chica con
coletas cambió de expresión a horror. Los demás se dieron cuenta de ello:
- ¡No, por favor, no lo hagáis!-
exclamó, alterada- ¡cualquier cosa menos eso!
- Sólo dinos tu nombre, no queremos
nada más- dijo Erika- no es mucho pedir, ¿verdad?
El mago, cansado de que la rehén no
contestara a sus peticiones, le dijo en tono más amenazante:
- Es la última vez que lo repito, y no
lo volveré a decir… ¿cómo te llamas?
La chica con coletas se quedó perpleja
y muda. Sin palabras para expresar el miedo que sentía, tembló de horror al
tener que mostrar su identidad. El grupo no entendía por qué aquella joven
tenía tanto miedo de desvelar su nombre, pero muy pronto iban a averiguarlo.
Con esfuerzo, y muchas dudas, la chica finalmente pronunció:
- Me llamo Cristal.
- ¿Cristal?- preguntó Erika,
sorprendida, que luego exclamó- ¡qué nombre más bonito!
- ¿Y por eso tenías tanto miedo?-
comentó Eduardo, riéndose- ¿Acaso ves que te ha haya pasado algo? ¡No vamos a
hacerte nada! ¿Verdad, chicos?
El joven miró a sus compañeros y él
también se sorprendió al ver sus caras con la boca abierta. Jack, Marina y Rex
no podían creer lo que oyeron. Estaban perplejos y mudos de la sorpresa:
- ¿Qué es lo que pasa?- preguntó
Eduardo, confuso, al no enterarse de nada.
- ¿¡Tú eres Cristal!?- preguntó Jack,
alucinado- ¿¡la princesa del reino de Oblivia!?
Eduardo y Erika se quedaron perplejos.
Asombrados por ello, ambos exclamaron:
- ¿¡Qué!? ¿¡Una princesa!?
- En la Tierra no se sabe nada acerca
de los reinos y reyes de Limaria, es normal que no la conozcáis- explicó Marina
a los dos jóvenes.
- ¿¡Eres la famosa princesa de Oblivia
qué está en busca y captura!?- preguntó Rex, sorprendido- ¡Hace meses que piden
una recompensa de dinero bien grande por tu cabeza!
- ¡¡Un momento, un momento!!- exclamó
Erika, confusa- ¡me he perdido…! ¿¡De qué estáis hablando!? ¡¡No entiendo nada
de lo que ocurre!!
Jack la miró y le explicó la
situación:
- Resulta que esta chica es la
princesa de Oblivia, y hace meses que desapareció de su reino. Los reyes la
están buscando por toda Limaria, y entregarán al que la encuentre una
recompensa de un millón de platines.
Eduardo y Erika se quedaron asombrados
ante aquella cantidad de dinero. No imaginaban que aquella desconocida tuviera
tanto valor. El mago volvió la vista a Cristal, pensativo, diciendo:
- Lo que no entiendo es por qué está
aquí, en el continente central…alejada a millones de kilómetros del continente
oeste, donde se encuentra el reino de Oblivia.
Tras unos segundos de silencio,
Cristal bajó la cabeza y suspiró. Los demás la dejaron hablar:
- Me escapé de casa hace meses y vivo
vagando por el mundo de Limaria como una mendiga…- explicó la chica- al igual
que casi todas las princesas, tenía el pelo largo, de modo que oculté mi
identidad dejándome el pelo corto y con dos coletas. Además de eso, tengo los
muchos disfraces que guardo en mi mochila, para asegurarme de que nadie me
reconozca.
- Pero… ¿por qué te escapaste de
casa?- preguntó Marina, confusa- ¿es que tus padres, los reyes de Oblivia, no
te quieren?
- ¡No es eso, claro que me quieren!-
dijo Cristal- ¡y yo a ellos también!
- ¿Entonces a qué se debe esa fuga?-
continuó Erika, curiosa.
La chica con coletas se sonrojó un
poco, pero luego dijo:
- Porque mis padres quieren obligarme
a casarme con un príncipe al que ni siquiera conozco…esa es la razón de mi
huida.
El grupo cada vez oía más sorpresas,
una detrás de otra. Perplejos y asombrados, se quedaron sin palabras:
- Por eso no puedo volver…- dijo
Cristal- ¡no pienso casarme con alguien a quien no amo!
- Pero eso es…terrible…- comentó Erika-
¿cómo pueden obligar unos padres a que su hija se case con cualquiera?
- Según ellos, dicen que es por mi
bien, por el del reino… ¡y una porra!- exclamó la chica- ¡ellos no piensan en
mí, sino en sus intereses políticos y económicos! ¡Hasta que no cambien de
opinión, no pienso volver!
- ¿Y por qué te dedicas a robarle
dinero a la gente?- continuó Rex- sabes que eso no está bien.
- Porque no llevo nada encima, y si me
descubro a los demás para conseguir lo que quiero, todos se enterarían de quién
soy en realidad- respondió Cristal- he tenido que arreglármelas sola todo este
tiempo para buscarme la vida, y he aprendido algunas técnicas muy útiles para
engañar a los viajeros y coger algo de dinero.
Eduardo la miraba de arriba abajo
detenidamente, y Cristal se dio cuenta de ello:
- ¿Y tú qué miras?- le preguntó,
frustrada- ¿Tengo monos en la cara o qué?
- Simplemente no me puedo creer que
seas una princesa…- respondió el chico, pensativo- no te pareces en nada a las
de los cuentos. Yo me imaginaba a alguien dulce y bondadosa, con vestido, una
carroza mágica, y muchas hadas y animales del bosque a su alrededor.
La chica con coletas lo miraba a
regañadientes mientras oía decir a Eduardo:
- En cambio tú eres una ladrona que
anda robando dinero a la gente y haciéndoles caer en tus trampas. No eres para
nada dulce, ni muchos menos bondadosa y honrada. En lugar de un majestuoso
vestido, llevas harapos viejos y ropa juvenil de aventurera. Tampoco tienes una
carroza ni nada mágico, y lo que hay a tu alrededor son broncas y gritos que
espantarían hasta a los más dulces animales del bosque.
- ¡Y tú eres un crio maleducado!- le
respondió Cristal, frunciendo el ceño- Todas esas cosas que dices las repugno.
Los vestidos rosas, el maquillaje y los zapatos cursis no van ni conmigo ni con
mi personalidad.
Al cabo de unos segundos de silencio,
y viendo las caras pensativas de los miembros del grupo, la chica con coletas
les dijo a los demás:
- ¿Y ahora qué, eh? ¿Llamaréis a los
guardias del distrito y me devolveréis de vuelta a Oblivia?- luego añadió con
sarcasmo- ¡vamos, tenéis un millón de platines atados a un árbol! ¿A qué
esperáis para conseguirlos?
Los demás la miraban sin saber qué
hacer. Pensaban que lo más lógico y beneficioso sería entregarla a las
autoridades y así conseguir la fortuna de platines. Aquella chica había
cometido demasiados crímenes, y lo más correcto era que se mereciera lo justo.
Se reunieron en círculo y comenzaron a debatir la situación:
- ¿Qué hacemos, chicos?- preguntó
Jack, indeciso.
- Podríamos hacer muchas cosas con un
millón de platines- comentó Rex- por ejemplo, nos ahorraríamos caminar millones
de kilómetros si pagamos transporte.
- Es una buena idea…- intervino
Marina, que luego dijo con pesar-…pero me da pena entregarla a un futuro
matrimonio sin amor…en nuestras manos está su futuro.
- ¿Y qué os parece si la llevamos con
nosotros?- propuso Eduardo- puede que sea una buena aliada en la batalla.
- ¡Ni hablar!- cortó el mago- ¡apenas
la conocemos y ya sabemos de lo que es capaz! Basta con darle algo de confianza
para que un día se largue con todo nuestro dinero y puede que más.
- Pero a mí no me parece tan mala como
aparenta- comentó el chico- démosle una oportunidad.
- ¡He dicho que no y es que no!
En ese momento iban a preguntarle a
Erika su opinión al respecto sobre el tema. Sin embargo, no estaba reunida en
círculo con ellos. Al darse la vuelta, contemplaron sorprendidos y perplejos
cómo la chica cortaba las cuerdas que ataban a la ladrona:
- ¡Erika! ¿¡Pero qué haces!?- exclamó
Jack- ¿¡Te has vuelto loca!?
La chica no hizo caso de las
advertencias del mago. Le tendió la mano con confianza a la princesa, y le
preguntó con una sonrisa:
- Dime, Cristal… ¿cuál es tu sueño?
- ¿Mi…sueño?- preguntó la chica con
coletas, sorprendida ante la actuación de Erika.
- ¡Sí, el mayor sueño de tu vida!
¿Debes de tener alguno, verdad?
Cristal se sorprendió con aquella
pregunta, jamás alguien antes se la había formulado. Con un poco de dudas y
esfuerzo, finalmente pronunció con confianza y algo colorada:
- Quiero…encontrar al amor de mi vida,
y cuando lo haga, se lo presentaré a mis padres…- dijo sonriente- si me caso,
quiero que sea por amor.
- Tu sueño es muy bonito, ¿lo sabías?-
luego preguntó con una gran sonrisa cálida- Cristal, ¿te gustaría unirte a
nosotros? Recorremos el mundo de Limaria con un único e importante objetivo.
Durante el camino alomejor encuentras al amor de tu vida, ¿qué me dices?
Jack y los demás escuchaban atónitos
las palabras de Erika. La chica se giró
a sus amigos y les sonrió igualmente diciendo:
- Tranquilos, confío en ella.
Ni la misma Cristal podía creérselo,
que asombrada y sin palabras, tan sólo pudo decir:
- ¿De verdad? ¿Y comeré bien cada día?
- De verdad- le sonrió Erika.
- ¡Entonces vale!- exclamó alegremente
Cristal- ¡Me uniré a vosotros!
La princesa tendió la mano de la
chica, y ésta la ayudó a levantarse. A pesar de la cara larga de Jack, Eduardo,
Marina y Rex corrieron a rodear a Cristal, alegres y sonrientes. Finalmente el
mago suspiró, y corrió a reunirse con sus compañeros. Aunque al principio no le
agradara mucho la idea, debía darle al menos una oportunidad al nuevo miembro
del grupo.
La princesa Cristal, del reino de Oblivia, había
encontrado un nuevo grupo de gente simpática, cuyos miembros le ofrecieron una
nueva oportunidad para empezar de nuevo. Por primera vez desde que huyó de
casa, sentía una extraña sensación cálida y llena de alegría que la abrazaba
por dentro, como un profundo torrente de calma y paz interior.
Guau, eso también te lo pongo en mi comentario hacia a ti. Aver cuando termine el jueves el último examen me leo aunque sea el primer capitulo ^^ me gusta mucho eso que hayas creado tu el mapa, los personajes y todo, una sencilla mezcla entre Final Fantasy, Kingdom Hearts :D Gracias por seguirme y ahora mismito tienes otra seguidora :)
ResponderEliminarSaludos ^^
Muchas gracias Reimi, me alegro de que te guste la primera impresión del fanfic. Espero con ganas de que leas los primeros capítulos y me cuentes tu opinión sobre la historia. Sí, soy fan de Final Fantasy, y mi saga de juegos favorita es y será siempre Kingdom Hearts.
ResponderEliminar¡Mil gracias por seguir el blog! ^^
Una duda. Si Cristal tiene el pelo castaño porqué la pintas rubia? Se te olvidó cambiarlo después de hacerla en papel o algo?
ResponderEliminarCreo que Cristal me va a caer bien, pero bueno, si yo estubiera en el grupo ya habría ido a llamar a los guardias.
- No quiero casarme con alguien que no amo.
- Pues te jodes, a vértelo pensado mejor antes de robarme ¬¬
Algo así sería xD
En realidad cuando la describí no tenía ni pensado el color de pelo que tendría, y le puse "castaño" porque fue lo primero que se me ocurrió. Ya más adelante, cuando la dibujé en los primeros bocetos, me gustó el color que le elegí "por probar", y fue entonces que se quedó con ése. Un pequeño detalle que debo corregir en la reescritura de este capítulo xD
EliminarCristal es la miembro cómica que aporta algo de gracia y momentos para partirse de risa. Aunque, claro, como el resto de los personajes, también sufrirá una evolución desde aquí hasta el final de la historia. Y puede que esa evolución te guste...o quizás no.
Sí, creo que cualquiera habría hecho lo mismo, igual que tú. La realidad sería esa, ya que dudo mucho que a alguien le guste que le roben. Pero ya sabes, así de simpáticos y generosos son los héroes ficticios de las historias xD
¡Saludos y gracias por comentar, Yuka! :D