sábado, 5 de mayo de 2012

Capítulo 13: Aventuras en el desierto


Capítulo XIII
AVENTURAS EN EL DESIERTO
Tras pasar una noche en la acogedora casa de Melody y Ernesto, por invitación y cortesía de estos, el grupo retomó el viaje siguiendo el largo camino que les quedaba. A la mañana siguiente se despidieron agitando los brazos a ambos lados en el aire de los criadores, mientras se alejaban de la granja de chocobos. Jack no pudo evitar sentir un poco de tristeza al separarse de Vert. A pesar de haber pasado juntos poco tiempo, el mago le había cogido cariño a la pequeña ave. Supo que en aquel lugar estaría a salvo de los peligros del mundo exterior, al menos hasta que creciera y se convirtiera en un chocobo grande y fuerte.

Su próximo objetivo era el Cañón Cosmo, lugar dónde se encontraba la aldea de Kengo y origen natal de Rex. Les quedaba de camino al templo sagrado, de modo que decidieron acompañarle hasta llegar allí.
Esta vez el destino les había llevado al extremo de la pradera, en donde acababa la vegetación y todo rastro de vida. Ante ellos imponente se hallaba el desierto, donde el horizonte no mostraba más que sol y arena. A Eduardo no le pareció un lugar muy agradable para dar un paseo:
- ¿Qué lugar es este?- preguntó el chico, confuso.
- El llamado desierto de Geonyria, la zona más desértica y menos poblada de Limaria…- contestó Rex a su pregunta- existen rumores de personas que se han adentrado en este lugar y no han vuelto. Según dice la gente, este desierto está lleno de trampas mortales y de criaturas extremadamente peligrosas…- luego añadió-…entrar aquí sin un buen equipamiento y experiencia es un suicidio.
Aquellas últimas palabras no animaron a los demás miembros del grupo, cuyos rostros se mostraron intranquilos y no muy convencidos:
- ¿No estarás pensando en cruzar este lugar, verdad?- preguntó Marina.
El can la miró y con una sonrisa dibujada en la cara, dijo:
- Es evidente, ¿no crees?
- ¿Te has vuelto loco?- exclamó Erika- ¡Si entramos ahí nos perderemos, caminaremos en círculos, no saldremos jamás y moriremos de hambre!
- No tiene por qué ser así- respondió el perro- El Cañón Cosmo se encuentra al otro lado de este desierto. Con un poco de suerte llegaremos en una semana.
- ¿Pero conoces el camino hacia el cañón?- preguntó Eduardo.
Rex rió por lo bajo, y tras unos segundos les dijo a los demás:
- La verdad es que no…siempre rodeo el desierto para evitar peligros en su interior…por eso siempre tardo más o menos un mes en ir de un sitio a otro.
El grupo no creyó lo que oía. Pensaban que el perro conocía el camino, pero vieron que se equivocaba. Las dudas asaltaron a todos, que pensativos no sabían qué hacer:
- No creo que debamos entrar ahí así, sin mapa ni brújula que nos dé un rumbo fijo…- opinó Marina- además, antes tenemos que comprobar que tenemos agua y provisiones de sobra para al menos una semana…voto por rodear el desierto y llegar sanos y salvos al Cañón Cosmo.
- Pero un mes es demasiado, no tenemos tanto tiempo- intervino Jack, que luego se agachó para registrar su mochila y dijo- tengo algo de comida, pero sólo para un par de días, ¿y vosotros?
Los demás también registraron sus mochilas, e informaron de lo que llevaban en ellas. Gracias a las provisiones que les habían dado Melody y Ernesto en la granja de chocobos, lograrían aguantar con comida y agua los días siguientes:
- Yo también tengo provisiones, y varias botellas de agua- informó Erika.
- En la mía igual, sólo que no tengo agua- dijo Eduardo.
- Yo tampoco- comentó Marina.
Jack registró la mochila que llevaba el perro a su lomo, también con comida, e hizo los cálculos para verificar si estaban en condiciones de adentrarse en Geonyria:
- Veamos…tenemos bastantes provisiones como para una semana aproximadamente…lo que falla es el agua, pues sólo contamos con tres botellas.
- Nos falta una brújula- añadió Rex.
- ¡Esperad, yo tengo una!- dijo Eduardo, que metió la mano en uno de sus bolsillos y la extrajo a la vista de los demás- siempre suelo llevarla por si alguna vez me pierdo, pero nunca creí que la usaría para cruzar un desierto.
- ¡Perfecto!- exclamó el mago- ¡ya tenemos todos los requisitos para entrar en Geonyria!
- Jack, se te olvida la experiencia…- dijo Marina- creo que ninguno de nosotros ha entrado nunca en ese lugar… no podemos ir como si todo fuera a salir bien, ¿no te parece?
El silencio se apoderó del ambiente. La chica había dado en el clavo con aquella condición, y nadie podía negárselo. La opción de no cruzar la tierra árida tenía todas las de ganar, hasta que Rex volvió a decir:
- En mi opinión, yo creo que podríamos intentarlo…estando todos juntos, con suficientes provisiones, guiados por una buena brújula, y armados para cualquier peligro que se nos presente…no deberíamos tener problemas.
Las palabras del perro convencieron y despejaron las dudas de Jack, Eduardo y Erika, que finalmente asintieron con la cabeza. Creyeron en que la unión podía lograr lo que uno sólo no. La única que no estaba de acuerdo con la idea era Marina, que con el rostro preocupado, los demás la miraron:
- ¿Vienes, Marina?- preguntó Erika.
- Es demasiado peligroso…no creo que sea una buena idea- dijo la maga.
- Vamos, no te pasará nada- intentó convencerla Jack- todos te protegeremos, igual que a los demás. Somos un equipo, ¿recuerdas?
Después de unos segundos de silencio, y al mirar los ojos de sus amigos, sintió una repentina confianza en sí misma al creer que podían lograrlo. Con una sonrisa a medias dijo:
- Está bien…podemos hacerlo.
Todos sonrieron y entonces Jack exclamó diciendo:
- Muy bien, amigos… ¡en marcha!
El grupo se adentró en el desierto con un aparente gran espíritu aventurero. A pesar de sus avivadas esperanzas y alegrías, Marina seguía creyendo que aquello no era una buena idea. Suspiró preocupada al tener una sensación de peligro en ese lugar, y sus intuiciones no le fallaban.

Al principio todo parecía marchar bien. Seguían la brújula que Eduardo siempre llevaba encima y afortunadamente no se habían encontrado con ninguna criatura extraña ni peligrosa. Sin embargo, los primeros indicios de peligro dieron la señal a las pocas horas de alejarse de la pradera, cuando la maga dijo:
- Que sed tengo…este calor me está abrasando…necesito agua…
Erika oyó sus palabras y se detuvo junto a ella. Abrió su mochila y le ofreció amistosamente una botella de agua:
- Toma Marina, puedes beber un poco.
- Gracias, Erika- sonrió la chica.
Antes de que la maga cogiera la botella, Rex se interpuso entre ambas llevándose el recipiente entre los dientes. Sorprendidas las dos, Erika exclamó:
- ¡Eh! ¿Pero qué haces? ¡Sólo iba a beber un poco!
El perro le dirigió la mirada y la reprochó de la misma manera:
- Sí claro, “sólo un poco”…- dijo con sarcasmo- déjate llevar por eso y en tres días ya no tendremos agua. Pasaremos sed y moriremos deshidratados… ¿es eso lo que quieres?
Erika calló avergonzada, sin saber qué decir. Rex tenía razón, y la chica sabía que no lo hacía con mala intención. El can le devolvió la botella a la joven en sus manos y seguidamente le dijo:
- No hago esto por molestar ni nada parecido, entiéndelo…si quieres que todos nosotros sigamos con vida, controla tus acciones…o no vivirás para contarlo.
- Está bien, lo siento…- se disculpó la chica.
- La culpa también es mía- dijo Marina- soy débil y no aguanto nada en estos retos de supervivencia.
- ¡No chicas no digáis eso, ninguna tiene la culpa!- dijo Rex con una sonrisa- a decir verdad, yo también tengo sed…pero aguanto mis ganas de beber agua pensando en todos vosotros…
Los demás lo miraron y oyeron sus palabras. A juzgar por el tono de voz dedujeron que estaba agotado:
- Sé que todos estamos cansados, y yo también lo estoy, no lo dudo…pero debemos ser fuertes y aguantar…apenas llevamos unas cuantas horas caminando y ya parece que no podemos más…todavía no nos toca la hora de beber agua…y tenemos que seguir adelante.
El perro miró a los demás miembros, también sudando y agotados, y dijo:
- Vamos, sigamos.

Pasaban los días. La comida y el agua se agotaban lenta y dolorosamente para los miembros del grupo que, debido a lo poco que comían y bebían, se sentían cada vez más cansados y agotados. Los días se hacían interminables, con un sol abrasador que derretía hasta el alma, mientras durante las noches frías, pasando tanta hambre que dificultaba el sueño, alguien se encargaba por turnos de hacer guardia. Todos deseaban llegar cuanto antes al Cañón Cosmo, que según Rex se encontraba al suroeste, atravesando el desierto de Geonyria. Cada vez lo creían más lejos de alcanzarlo, ya que lo único que veían día tras día era sol y arena.

Un día en el que el grupo seguía andando por un extenso paisaje de arena, Jack percibió un extraño ruido. Por un momento pensó que eran imaginaciones suyas, ya que últimamente todo le daba vueltas en la cabeza. Él y los demás estaban mareados del cansancio debido al hambre y la falta de sueño. Sin embargo, aquella vez era diferente. El sonido que acababa de escuchar era más fuerte. Marina detectó la preocupación de su amigo:
- ¿Qué pasa, Jack?
- Acabo de oír algo…creo que provenía de bajo tierra.
- ¿Qué?
El rostro del mago adquirió un tono pálido y preocupante. Dijo un poco asustado:
- No estoy seguro, pero…tengo un mal presentimiento.
Volvió a oírse el extraño sonido, pero esta vez más fuerte. Parecía el grito de un animal.

La inseguridad desapareció al calmarse de repente la zona, parecía que el susto había pasado. A pesar de callar repentinamente lo que gritaba, todos sabían de alguna forma que corrían peligro, así que desenfundaron sus armas y se pusieron en guardia, en formación defensiva. Mientras los demás miraban en todas las direcciones buscando su enemigo, la llave espada en manos de Eduardo no paraba de temblar. El sudor corría por su frente, y los mareos debido al calor le desequilibraban en ocasiones. Sabía que sus amigos estaban igual que él, y no se encontraban en condiciones plenas para luchar.

Los segundos de tensión fueron interminables y angustiosos para el grupo, que no sabía por dónde atacaría su enemigo. De repente, surgió de la arena una gigantesca tenaza, seguida un poco más lejos de otra igual y una larga cola con un pincho amenazante en la punta. Todos permanecieron horrorizados con la boca abierta mientras observaban cómo un cuerpo escamoso surgía de la arena. El grupo no creyó lo que veía. Un gigantesco escorpión se alzaba frente a ellos, que gritó emitiendo el sonido de antes y no parecía tener buenas intenciones. En ese momento, Jack gritó:
- ¡¡Corred!!

El grupo se dispersó en varias direcciones. El enorme arácnido corrió detrás de Rex, al que alcanzó enseguida e intentó atrapar con sus grandes tenazas. Viéndose atrapado e inútil tratar de huir, el perro lograba esquivar ágilmente los golpes continuos que lanzaba su enemigo sobre la arena. Aún a pesar de su cansancio, hacía un gran esfuerzo moviéndose de un lado a otro. Cuando tuvo la oportunidad invocó la magia hielo, de la que aparecieron cristales helados que fueron impulsados directos a la cara de la criatura.
Por un momento pareció dar resultado. El escorpión gritó y quedó ciego ante su adversario. Rex sonrió astutamente por un instante y luego palideció de nuevo, ya que de repente el arácnido comenzó a moverse rápida y bruscamente a su alrededor. Una de sus grandes tenazas alcanzó al perro, que sin darle tiempo a reaccionar, lo golpeó con fuerza y cayó herido un poco más lejos. Los demás contemplaban el combate, perplejos y preocupados:
- ¡¡Rex!!- gritaron todos.
- ¡No podemos dejarle ahí tirado!- exclamó el chico- ¡tenemos que ayudarle!
Jack pensó rápidamente y se le ocurrió un plan:
- ¡Marina y Erika, id a ver cómo se encuentra Rex! ¡Eduardo y yo trataremos de desviar su atención!
Ambas chicas asintieron con la cabeza, y corrieron a ayudar al perro:
- ¡Démonos prisa, no tenemos mucho tiempo!- dijo Jack señalando a la enorme criatura, que pareció recuperar nuevamente la vista.
Jack y Eduardo corrieron por un lado, Marina y Erika por otro. Al llegar junto a Rex, que estaba inconsciente, el escorpión se lanzó rápidamente hacia ellos con las tenazas abiertas:
- ¡¡Cuidado, ahí viene!!- gritó Erika.
Cerraron los ojos justo cuando la tenaza estuvo a punto de alcanzarlos. Sin embargo, en ese momento una fuerte ráfaga de viento hizo tumbar al arácnido, que volteó y quedó boca arriba en la arena:
- ¡¡Corred, aprovechad ahora!!- gritó Jack un poco más lejos.
Las dos magas asintieron con la cabeza. Aprovechando la breve inmovilización de la criatura, cargaron con Rex y se alejaron de la zona para ponerse a cubierto mientras lo sanaban.
El escorpión no tardó en levantarse nuevamente. Molesto, buscó con la mirada al responsable de su caída. Encontró a Jack y Eduardo un poco más lejos, desafiantes con sus armas. El enemigo corrió hacia ellos enfurecido mientras ambos se ponían en guardia, permaneciendo en su sitio hasta que la criatura llegara hasta ellos.
El escorpión abrió sus tenazas e intentó atraparlos. Eduardo logró esquivar la suya, pero Jack fue atrapado por la otra:
- ¡¡Jack!!- gritó el chico.
Eduardo observaba parado y pálido cómo Jack gritaba de dolor mientras la tenaza del enemigo le rompía todos los huesos. Pensó rápidamente en algo y su mente brilló al ver una única opción. Corrió rápidamente hacia las patas del monstruo y de una poderosa estocada le partió una de sus extremidades por la mitad.
La criatura chilló de dolor y lanzó al mago por los aires, que acabó un poco más lejos. Enfurecido y cojeando de una pata, el monstruo golpeó a Eduardo con una tenaza, que cayó herido sobre la arena.
El chico no tenía fuerzas para moverse ni tampoco podía levantarse. El cansancio de días anteriores le impedía responder a sus brazos y piernas. Palideció al ver al enorme escorpión lanzarse hacía él con sus tenazas abiertas.
Cuando todo parecía perdido, una potente y gran bola de fuego chocó contra el monstruo, que acabó chamuscado mientras chillaba de dolor y desesperación. Tras caer sobre la arena, y ya completamente muerto el arácnido, Eduardo suspiró aliviado. Se giró y descubrió a Erika corriendo hacia él. Se dio cuenta de que estaba cansada y sorprendió al mismo tiempo al saber que fue ella quién le había salvado la vida:
- Gracias, Erika- sonrió él.
- No hay de qué…- sonrió ella también, que de repente cayó de rodillas sobre la arena mientras respiraba entrecortadamente apoyada en su vara mágica.
- ¡Erika! ¿Qué te pasa?
- No, nada… es sólo que he tenido que usar mucha magia para poder lanzar ese ataque mágico…no estoy acostumbrada…- intentó tranquilizarlo la chica-…de momento estoy cansada, pero tranquilo…me recuperaré.
Eduardo respiró tranquilo al saber que no era nada grave. Su rostro cambió de semblante inesperadamente cuando vio tras su amiga la cola amenazante del escorpión apuntando hacia ellos. Todavía su enemigo no estaba del todo muerto:
- ¡¡Cuidado!!- gritó Eduardo.
La punta de la cola de la criatura se lanzó en picado hacia los dos jóvenes, y Eduardo al no poder moverse, estaba completamente a merced del ataque.
Afortunadamente, Erika apareció de nuevo. Se puso delante del chico y apartó la cola con un movimiento rápido de la vara mágica. A pesar de proteger a su amigo, la chica gritó de dolor al sentir cómo la punta de la cola rajaba parte de su pierna derecha. Con decisión, Erika usó toda la magia que le quedaba. Conjuró un hechizo y su arma sagrada liberó una lluvia de rayos que acabó finalmente y de una vez por todas con el monstruo. Aquella vez el escorpión sí que no volvió a levantarse.
La joven sintió un repentino mareo, y se desplomó agotada en la arena. Eduardo, haciendo un esfuerzo, se arrastró hasta llegar a su amiga:
- Lo has…conseguido.
- No…- negó ella-… lo hemos conseguido…juntos.
El chico se fijó en la herida que tenía Erika en su pierna derecha, y palideció al ver una siniestra mancha negra cubriendo la sangre que brotaba de ella:
- Erika…tu pierna…está…- dijo preocupado.
- No es nada…- dijo la chica con una media sonrisa- esto lo arregla la magia cura como nada.
Ambos volvieron la vista a Marina, que terminó de curar a Rex y sanaba a Jack. Esperaron su ayuda cuando de repente les azotó una fuerte ráfaga de viento. Al mirar al horizonte se vislumbró de forma clara una nube de arena que se acercaba rápidamente hacia ellos. Eduardo temió lo peor:
- Eso es…no puede ser…- dijo el chico con el terror reflejado en su rostro.
- Hay que salir de aquí enseguida…- dijo la joven al ver lo que se avecinaba.
Los dos trataron de levantarse, pero no pudieron. Estaban heridos y cansados como para moverse. Miraron a sus tres amigos, ya recuperados, y gritaron sus nombres pidiendo ayuda. Los dos magos y el perro también se dieron cuenta del peligro, y corrieron hacia los jóvenes inmovilizados un poco más lejos:
- ¡¡Erika, Eduardo!!- gritaron los tres mientras corrían para alcanzarlos.
Pero ya era demasiado tarde. La nube de tierra los envolvió y separó a todos antes de reunirse de nuevo. El grupo entero desapareció junto con la tormenta de arena.

Eduardo abrió poco a poco los ojos, seguía tumbado en la arena. Se levantó con esfuerzo apoyando sus manos. Pensó que debían de haber pasado horas desde la tormenta de arena, pues se encontraba mejor, aunque seguía un poco cansado.
Se giró en todas direcciones buscando con la mirada a sus amigos, preocupado:
- ¿Jack? ¿Marina? ¿Rex?
No obtuvo respuesta, tan sólo el soplar del viento en aquel paraje desértico. Pudo afirmar sin lugar a dudas que estaba perdido y sólo. La tormenta de arena debía de haberlo arrastrado muy lejos de sus compañeros.
En ese momento se acordó de Erika, a quién también había arrastrado la tormenta. Volvió a buscar con la mirada, esperando encontrarla. Pensó que no debía de estar muy lejos, ya que al fin y al cabo, iban juntos en la tormenta de arena.
No tardó en encontrar una pista. Sorprendido, vio un brazo inerte que sobresalía de la arena y llevaba puesta una pulsera, que reconoció al instante:
- ¡¡Erika!!
Corrió hacia ella y empezó a desenterrarla rápidamente. Deseó con todas sus fuerzas que todavía siguiera viva. Sonrió aliviado al comprobar que aún tenía pulso y respiraba entrecortadamente:
- ¡Erika, despierta!
Ella abrió poco a poco los ojos y vio el rostro de su amigo:
- Edu… ¿Qué ha…pasado? ¿Dónde…estamos?
- Hemos sido arrastrados por una tormenta de arena, y no hay señales de Jack y los demás- explicó el chico- temo lo peor, pero…creo que estamos perdidos.
Erika tardó un poco en responder. Tosió antes de decir:
- Entonces… ¿Qué vamos a hacer?
- No tenemos más remedio que andar.
Registró su bolsillo y se alegró al comprobar que su brújula aún seguía intacta. Sin embargo, al mirar en el interior de su mochila, palideció al ver que no les quedaba nada de comida. Todos sus alimentos se habían echado a perder, y aparte de eso tan sólo contaban con una pequeña botella de agua de cincuenta centilitros. La mochila de Erika había desaparecido junto con la tormenta, perdiendo gran parte de las provisiones que tenían. En aquella situación, ambos se encontraban prácticamente al límite, y con la poca agua de la que disponían no lograrían sobrevivir más de tres días.
- Edu… ¿qué pasa? ¿Te encuentras bien?- preguntó ella al notar su preocupación.
- No…no es nada…- dijo él intentando fingir las apariencias-…es que hace mucho calor, y me siento un poco mareado.
Sonrió tratando de que la chica no notara sus malos pensamientos. Suspiró al oírle decir:
- Está bien…tendremos que caminar…
Erika intentó levantarse, pero flaqueó de una pierna y cayó de nuevo sobre la arena tras un grito de dolor. El chico la sostuvo con sus brazos:
- Espera, yo te ayudo.
Al ayudarla a ponerse en pie, Eduardo se dio cuenta de su dolor. Observó pálido la pierna derecha de la chica, que tenía una grave herida y sangraba considerablemente. Una siniestra y preocupante mancha negra cubría toda la herida. Fue entonces cuando recordó el momento en que ella lo protegió del ataque del escorpión. La punta de su cola le hizo esa herida, y pensó que probablemente el veneno del arácnido ahora corría por su sangre:
- ¡Oh no!- exclamó él- ¡tu pierna!
- No es…nada…tranquilo…- dijo respirando entrecortadamente- …sigamos…
- ¿¡Pero qué dices!? ¡Así no puedes andar!
La dejó suavemente en la arena y sacó de su bolsillo el pañuelo que antiguamente la había regalado ella en la cabaña de la Tierra. Le rodeó la pierna con él y le hizo un fuerte nudo:
- Esto al menos detendrá la hemorragia.
- Edu…gracias- dijo la chica agradecida.
Él sonrió y la ayudó a ponerse en pie de nuevo. Con un brazo apoyado en su hombro y mientras el chico la sujetaba para no caerse, ambos caminaron lentamente por las dunas de arena siguiendo la brújula rumbo al suroeste. Les quedaba un largo camino por recorrer, y Eduardo deseaba que llegaran al final del desierto sin más problemas, antes de que se les acabara la poca agua que llevaban. No podía dejar de pensar en sus amigos Jack, Marina y Rex, y se preguntaba continuamente qué habría sido de ellos, y de si los estarían buscando en aquellos momentos. Deseaba con todas sus fuerzas que estuvieran vivos y a salvo de las peligrosas criaturas del desierto.

Los dos caminaban la mayor parte del día, con algún que otro descanso debido a la herida de la chica. Se sentían más exhaustos y agotados que cuando iban con el resto del grupo, y Eduardo bebía lo mínimo del agua para dejarle la mayor parte a su amiga, que empeoraba por momentos. Preocupado, se dio cuenta de que comenzaba a subirle la fiebre e incluso a desmayarse en ocasiones.
No conocía el veneno de los escorpiones de Geonyria, pero supo al ver el estado de Erika que, de no conseguir el antídoto o medicina para su cura, la chica no sobreviviría mucho tiempo más. Tampoco le quedaba magia con la que curarse. Tenía miedo de que en cualquier momento su amiga pudiera morir, pero se negaba a creerlo. Sabía que Erika era una persona fuerte, y confiaba en que ella no se dejaría vencer tan fácilmente por una enfermedad. Deseaba que aguantara hasta el final.

Durmiendo una noche, mientras el chico montaba guardia a cualquier peligro, oyó ruidos a su lado. Se dio cuenta de que Erika tenía mucha fiebre y temblaba de frío, por lo que no podía dormir. Tras pensarlo un rato, no lo dudó más. La salud de su amiga era más importante, de modo que se quitó la chaqueta y con ella arropó a la chica. Erika dejó de sentir frío y observó sorprendida la chaqueta que la cubría. Sabía que era de Eduardo, y sonrió feliz.
Se dio la vuelta y, para sorpresa del chico que se puso colorado, ella se acercó más a él buscando su calor. Sintió que Erika estaba pegada a su cuerpo, y tras dudarlo unos segundos, él la correspondió rodeándola con sus brazos. Aquella fue la primera noche que durmieron juntos, y que el chico nunca creyó que ocurriría.

Ya habían pasado tres días desde que estaban solos en Geonyria, y ambos seguían caminando por el desierto. Se encontraban cansados, sedientos y con infinitas ganas de encontrar un oasis. Ya habían terminado de beber hasta la última gota de agua que les quedaba, y ya sólo contaban con la esperanza de llegar al extremo suroeste de la tierra desértica. Todos estos pensamientos nublaban la vista de Eduardo, que caminaba tambaleándose.
De repente su amiga perdió las fuerzas que le quedaban, y se desplomó sobre la arena.
- ¡Erika!
El chico se agachó junto a ella:
- Edu…no puedo más…me siento…cansada…me duele…la herida…
El joven observó de nuevo la herida y su rostro cambió de expresión a palidez. La sangre seca rodeaba una herida negra que se extendía por la pierna. Supo que el veneno se estaba extendiendo por todo el cuerpo de la chica:
- Edu…déjame aquí…continúa…sin mí…sálvate tú…
- ¡Ni hablar!- negó él- ¡no voy a dejarte aquí!
El chico la levantó y cargó con ella a su espalda:
- Si hace falta, te llevaré a cuestas todo el camino. Te prometo que encontraremos ayuda y saldremos de esta…juntos.
A Erika le salieron lágrimas de los ojos. Apoyó con esfuerzo su cabeza en los hombros de su amigo y cerró los ojos mientras decía:
- Edu…gracias.
El chico reemprendió el camino cargando con Erika a la espalda. Fue mucho más duro que ir andando sólo, ya que soportaba un mayor peso, y ando a paso lento por las dunas de arena siguiendo el rumbo. En el estado en que se encontraba, ya no distinguía bien los marcadores de la brújula y se le nublaba la vista. Sus extremidades apenas le respondían y tenía la garganta seca de las muchas horas que llevaba sin beber agua. Sabía que ni él mismo aguantaría otro día más en Geonyria.

Después de lo que le parecieron horas caminando, oyó un extraño ruido seguido de un temblor de tierra. Al oír ese sonido tuvo un mal presentimiento, ya que reconoció que lo había oído antes. Deseó que no fuera lo que estaba pensando, pero tras ver lo que surgió ante ellos de la arena, palideció por completo diciendo:
- ¡Oh no…lo que faltaba!- dijo Eduardo.
Otro enorme escorpión igual al que se había enfrentado con sus amigos días atrás se alzaba ante ellos amenazante, con sus tenazas abiertas y su cola en alto dispuesto a atacar. El chico no estaba en condiciones de luchar, y supo que no sobrevivirían a otra batalla con una criatura de ese tamaño.
Sin darles tiempo a reaccionar, el monstruo golpeó a Eduardo con una tenaza, que rodó herido junto a Erika por una duna. Acabaron en el fondo de la una ladera de arena. Él chico ya no tenía fuerzas para levantarse ni defenderse. Con esfuerzo se arrastró junto a ella, que no respondía y permanecía inerte con los ojos cerrados, y le dijo:
- Erika, perdóname…por no…cumplir la promesa.
El escorpión corría hacia ellos mientras abría las tenazas. Parecía que aquello era el fin para ambos. Eduardo, en un último esfuerzo y con las pocas fuerzas que le quedaban, puso su mano sobre la de ella y cerró los ojos, esperando su muerte.
Lo último que vio fue al monstruo chillando de dolor y envuelto en llamas, cayendo sobre la arena.

2 comentarios:

  1. Que majete Edu, por lo menos compensa su torpeza en el campo de batalla con buenas intenciones y esfuerzo.
    Me ha encantado la parte en la que duermen agrazados (L)

    Pues cierto, dices que el cuerpo del escorpión es escamoso, pero eso es cosa de reptiles, el escorpión es más un crustáceo, sería más acertado decir que tiene el cuerpo acorazado ¿no? Bueno, yo lo dejo caer.

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    1. Dicen que lo importante es la intención, o al menos lo que debería valorarse.
      Y habrán muchos más momentos románticos a lo largo de la historia.

      Otra incoherente falta de conocimiento respecto al escorpión. Tendré que investigar a los escorpiones con más detalle. ¡Muchas gracias por la correción, Yuka! :D

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