sábado, 16 de mayo de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 28)


Han pasado más de dos semanas desde que terminaron los exámenes de la PAU. Un período de tres días consecutivos para mí más fuertes incluso que todos estos años juntos de instituto. Se trata de menos exámenes que un trimestre entero, está claro, pero vaya señoras pruebas que están hechas las de la universidad. Lo cierto es que no cualquiera puede presentarse a ellas sin ir muy bien preparado, a no ser que quiera suspender de pleno. Incluso yo mismo en algunos de los exámenes, a pesar de haberlo machacado durante dos años en Bachillerato, he dudado de que fuera a aprobar.

Supongo que eso es lo que tiene el querer acceder a estudios superiores. No es nada fácil.

Ahora, después de haber pasado la tormenta, mis amigos y yo estamos un poco más relajados, intentando descansar y recuperarnos del agotado esfuerzo mental que ha supuesto dicha prueba. Nos reunimos en casa de alguno y jugamos a la play, o bien salimos y paseamos por la calle. Cualquier actividad nos vale mientras nos mantenga distraída y despejada la cabeza, y sobretodo evitamos hablar de la dichosa PAU, la cual nos tiene hasta las mismísimas narices.

Y por supuesto, también hay una razón por la que no hablamos del tema...la nota final.

Nos encontramos ahora en el período crucial, el momento en el que debemos estar mordiéndonos las uñas y deseando al mismo tiempo aprobar con la nota deseada. Casi todos nuestros compañeros y compañeras de promoción nos recuerdan todos los días que mueren por saber de una maldita vez la nota que han obtenido, y que últimamente no paran de sufrir un sin vivir. Nosotros, por el contrario, evitamos pensar en ello, y procuramos relajarnos haciendo algo que desde hace mucho llevamos deseando: hacer el vago.

Disfrutamos no hacer nada de trabajo, echarnos cómodamente en casa, comer galletas, refresco y patatas fritas, ver películas y series anime, leer y prestarnos tomos de manga, gozar de los pequeños placeres como jugar un par de partidas en la Playstation 3 y cantar juntos en el Singstar, o simplemente reunirnos para hablar y hacer el bobo. Cualquier cosa que nos guste y que hacen prácticamente todos los adolescentes otakus de nuestra edad. Logramos desconectar de tal forma que incluso ni siquiera se nos pasa por la cabeza el que hayamos hecho hace nada la PAU, o también que seamos estudiantes pre-universitarios. Se trata de un merecido descanso que, estamos seguros, necesitamos para relajarnos y olvidar. Olvidar y ser felices, por el poco tiempo que sea.

Sin embargo, por desgracia no se puede escapar durante mucho tiempo de la realidad.

Pasan los días, y por fin se publican las notas finales. Todas nuestras compañeras y compañeros permanecen asombrados, algunos de sorpresa y euforia, y otros de pura decepción y tristeza, por la nota final que han obtenido en la PAU. Me entero por boca de otros, por el móvil y por las redes sociales, de algunas de las notas conseguidas de mis compañeros de clase.

Hay gente de todo: personas que logran sacar su nota deseada y pueden estudiar lo que quieren, personas que aprueban pero no les alcanza la nota para su carrera, personas que suspenden, personas que al final no se presentaron...son pocos los casos particulares de suspensos, ya que la gran mayoría de gente que conozco aprueba.

En mi caso en concreto, me entero decepcionado que el único examen que suspendo es el de Filosofía, con un mísero 2´5 (¡Maldito Kant, te juro que a partir de ahora voy a odiarte el resto de mi vida!), y eso me resta notablemente en la media final. Por ende, y como resultado a todos los exámenes hechos durante la PAU y mi nota de Bachillerato, mi calificación final es de 8´7 (de un máximo de 14)

En comparación con las notas de por ejemplo mis amigas Laura (11´4) y Mandy (10´3), la mía es considerablemente más baja, y eso me resta posibilidades a la hora de elegir una carrera. Laura, después de todo su esfuerzo, logra obtener la nota mínima para estudiar Ingeniería Informática, y Mandy, por su parte, hace lo mismo con Historia del Arte. Ambas consiguen alcanzar la nota para estudiar lo que siempre han deseado, y eso es algo que por dentro me llena de alegría y felicidad. Me siento bien al saber que ellas son felices.

Yo, sin embargo, todavía no tengo claro lo que quiero estudiar, y con la nota que tengo lo cierto es que me deprime saber que me cierra muchas posibilidades. Y lo peor de todo es que no tengo mucho tiempo para pensarlo: tan solo 1 mes antes de las preinscripciones.

Me pregunto qué tal le habrá ido a Érika en la PAU, y de si ella también habrá conseguido la nota mínima para estudiar lo que quiere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario