sábado, 9 de mayo de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 27)


Los dos siguientes días me tocan las restantes pruebas que me quedan para terminar la PAU. Y una vez hechas, por fin habré acabado la prueba de acceso a la universidad.

El examen de Inglés es tal y como lo esperaba: la combinación típica de "reading" + "listening", acompañado de varias preguntas de comprensión lectora relacionadas con el texto en el mismo idioma. Para acabar, un nuevo "writing" de aproximadamente 150 palabras con dos posibles opciones como tema a elegir. De las dos posibilidades que tengo escojo la primera, "Advantages and disadvantages of to use to much the mobile phone", la que me parece más fácil y con la que también puedo dar rienda suelta a la imaginación. Después de todo, no es tan difícil averiguar las ventajas y desventajas del uso del móvil. Termino el examen con la confianza y la seguridad de quien sabe que puede aprobar algo, pues dicha lengua extranjera siempre se me ha dado bien, al menos desde que tengo uso de razón. No recuerdo haber suspendido nunca ningún examen de inglés en toda mi vida.

Mayor dificultad encuentro en el examen de Latín, en el cual no falta la conjugación de palabras con las distintas declinaciones y conjugaciones, además de por supuesto la ya incluida traducción de un texto en dicha lengua muerta. Esta asignatura no es de mis favoritas, y lo cierto es que siempre nos hemos llevado mal debido a las continuas traiciones que sufro durante sus traducciones, las cuales en más de una ocasión me han jugado el aprobado de un examen. Total, que al final hago los ejercicios propuestos en la hoja, pero sin demasiada convicción como en el anterior examen de inglés.

Dispongo de un examen más relajado y "light" con el de Historia del Arte, en el cual debo soltar toda la teoría aprendida sobre una obra pictórica o estructura arquitectónica. Por suerte me tocan dos obras conocidas: "Las Meninas" de Diego Velázquez y "Las Señoritas de Avignon" de Pablo Picasso, ambos de pintores famosos españoles. Tengo que escribir todo lo que sepa sobre una de las dos obras, pero eso no supone ningún problema ya que la teoría de ambas me resulta muy fácil. Al final me decanto por "Las Meninas" de Velázquez, un cuadro bastante famoso dentro del mundo del Arte en general, y que redacto con la seguridad de que me va a salir bien.

Por último, el examen de Economía, al que por suerte ya voy previamente preparado. Algunas de las preguntas que en esta prueba se plantean son, entre otras, las funciones de dirección, las estrategias de marketing, el organigrama, los departamentos comerciales, la estructura organizativa de una empresa...es casi todo teoría pura y dura, salvo claro está los problemas de análisis financiero, o el balance económico de las cuentas de resultado de una empresa. Para hacer dichos problemas la gente suele tener calculadoras científicas de última generación, las cuales presentan con orgullo encima de la mesa.

Yo en cambio, uso una calculadora básica barata de color naranja comprada en los chinos a última hora.

Es en este último examen cuando sin darme cuenta, tal vez por los nervios o la ansiedad de pensar que tal vez voy a suspender la PAU, escribo mi nombre en la hoja, cosa de la que nos habían advertido desde el primer día y que está terminantemente prohibido. Enseguida me doy cuenta del error, y como tampoco se permite el uso del typex en los exámenes, no puedo corregirlo. Cuando termino mi examen y camino bajando los escalones hasta la tarima, le comento mi pequeño error al encargado de la mesa, quien inmediatamente se molesta y me regaña diciendo en voz baja que si no había oído las reglas de los exámenes. Empieza a soltarme la charla ya oída sobre la enumeración de las pruebas, que ya están codificadas según nuestro número de identidad PAU, y que bajo ningún concepto se debe escribir el nombre en las hojas. Se trata de la primera regla en un examen PAU, al menos en esta universidad.

Con ese mismo cabreo manda llamar a otra mujer al aula, quien se acerca a mí. Tras coger mi examen con el nombre escrito me pide que la acompañe, directos a la secretaría del edificio central. Por el camino me alegra ver que, al contrario que el antipático de antes, ella no se muestra molesta o enfadada. Me advierte con suavidad que preste atención y tenga más cuidado la próxima vez, animándome con palabras seguras y convincentes, y afirmando también que ya soy un estudiante universitario, pero bastante despistado. Aún sin haber acabado la PAU, lo cierto es que esa afirmación logra alentarme y pensar que sí voy a aprobar, con mucha más seguridad de la que tenía en un principio.

Ya en secretaría, al final mi pequeño error consigue solucionarse, y lo que antes me preocupaba ahora ya ha dejado de hacerlo. Me siento un poco estúpido por haber cometido tal fallo a estas alturas de la PAU, pero enseguida se me pasa al volver a ver a Laura y Mandy en el exterior del campus general. Al igual que yo, ellas también se han esforzado mucho haciendo los exámenes, y por eso todos sonreímos y gritamos de alegría. Sentados en un banco y rodeados de nuestro grupo de amigos y amigas, por fin celebramos lo que desde hace ya más de 72 horas llevamos deseando...

Hemos terminado la prueba de acceso a la universidad.

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