viernes, 19 de septiembre de 2014

Crónicas de un amor platónico (parte 6)


¿Existe alguna fuerza en el universo más poderosa que ninguna otra? ¿Un poder cuya magnitud no conoce límites, y a su vez es capaz de lograr cualquier cosa? ¿Una fuerza de la que disponemos todos sin excepción, y con la que cualquiera de nosotros puede cambiar el mundo? Yo creo que sí existe tal fuerza, que tanto nos marca profundamente, y la misma que hace que poco a poco, muy lentamente, este mundo se vaya convirtiendo en un lugar mejor.

A esa fuerza se la conoce como "el poder del amor".

La historia de mi amor por Erika continúa viva durante los siguientes años del colegio, con la misma emoción y la misma calidez que conservo desde aquel día en que me besó en la mejilla: ese inocente beso que lo empezó todo, y que me marcó desde entonces para siempre. Aún a pesar de que seguimos tratándonos como aparentes compañeros de clase, en realidad sigo sintiendo el mismo dulce y silencioso amor por ella. Soy el único que guarda este pequeño secreto que nadie más que yo conoce, y que de momento prefiero que así sea.

En varias ocasiones oigo hablar a mis padres, abuelos y familiares cercanos y lejanos. Los oigo hablar sobre mí, y más concretamente sobre mi personalidad. Algunos de ellos apuntan a la idea de que, cuando era más pequeño, era más alocado y más desenfrenado, como una especie de torbellino acelerado en continúo movimiento. Otros aseguran que no paraba de moverme, y que era muy rara la ocasión en que me quedaba quieto salvo cuando dormía. En otras palabras, creo que, lo que todos mis familiares quieren decir, es que era un niño muy desinquieto, y ya desde muy pequeño no paraba de correr de un lado a otro sin cansarme.

Sin embargo, cada vez que lo pienso, nunca recuerdo esa antigua faceta mía, seguramente por la edad. Debía de ser muy pequeño por aquel entonces, tanto que aún no debía de tener noción de la memoria. Pero sí es cierto que todavía conservo algunos retazos, pequeñas piezas sueltas de recuerdos desmembrados de aquellos tiempos en los que, imagino, debía de ser así.

Pero, por alguna razón, la mayor parte de mis recuerdos comienzan desde aquel día en que me besó Erika en la mejilla. A partir de ese entonces, empiezo a cobrar y a hacer más uso de la capacidad de la memoria, a ser mucho más consciente de mis acciones y sus efectos, y sobretodo a darme cuenta de la persona que soy en realidad.

A partir de ese entonces, siempre procuro pensar las cosas antes de decirlas, siempre actúo con prudencia, siempre intento controlar mis reacciones y emociones, siempre permanezco a la espera de lo que pueda pasar, siempre callo y me reservo para los mejores momentos, siempre trato de adaptarme a todo tipo de situaciones...siempre intento protegerme.

Y así, poco a poco, voy labrando y forjándome una personalidad, una identidad. Resulta increíble pensar que, a partir de un simple beso y de un profundo sentimiento repentino, todo tu mundo y todo tu ser cambia por completo en adelante. Incluso me atrevo a decir que, con toda seguridad, aquel Eduardo desinquieto y descontrolado al que todos conocían, cambió radicalmente después de un sencillo gesto de afecto y cariño, por parte de una hasta entonces desconocida.

Con aquel inocente beso, Erika me cambió para siempre y sin saberlo en todos los aspectos de mi personalidad, convirtiéndose ella irremediablemente en una de las personas únicas y más importantes de mi vida. Creo que soy la persona que soy ahora gracias a ella, y no me arrepiento de admitirlo.

Y, claro, como le debo tanto a Erika, quiero estar siempre con ella. Esa es la razón por la que, a partir de entonces, me convierto en un niño más aplicado y más centrado en los estudios. Es en ese momento cuando decido que, el único objetivo en mi vida como estudiante, es estudiar mucho, para así poder aprobar todas las asignaturas y pasar al siguiente curso. La sola idea de repetir un solo curso me aterra, porque eso significa separarme de Erika y estar en diferentes clases, cosa que no soportaría nunca.

De este modo, y con el único objetivo de estar en la misma clase que Erika, siempre me esfuerzo para estudiar todo lo posible, y así ir a la par con ella. No estudio por los compañeros, o por los maestros y profesores, ni mucho menos porque me guste hacerlo. Yo voy al colegio y estudio porque quiero estar con una persona especial para mí, alguien a quien admiro y cuya compañía me gusta.

Ése es mi objetivo, y la razón por la que estudio y me esfuerzo académicamente: porque quiero ver a esa persona y estar con ella.

Erika se convierte en la razón, la única y verdadera por la que estudio.

El poder del amor y de los propios sueños, del querer conseguir algo por alguien que te importa o porque te sale del corazón, es sencillamente increíble, y a la vez maravilloso. No tengo ninguna duda de que no existe fuerza más poderosa en el universo que la del poder del amor: la única capaz de cambiar el mundo.

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