viernes, 11 de julio de 2014

Capítulo 54: Un nuevo mundo (Final)

 Epílogo - Capítulo LIV
UN NUEVO MUNDO
Erika todavía se encontraba de rodillas en el suelo, con las palmas de las manos abiertas apoyadas y la cabeza agachada, mirando abajo. Había dejado de sollozar, pero sus lágrimas aún seguían cayendo, llenando la superficie bajo su rostro de pequeñas gotas, producto de un triste y afligido corazón roto.
Sus guardianes también seguían allí, a varios metros de pie detrás de ella, observando la escena con profunda tristeza y pesar. Al igual que la joven, habían sido testigos del desenlace a la noche del fin del mundo, cuyo resultado acabó milagrosamente a favor de la profecía, y del cual Limaria había sobrevivido. Tal y como habían predicho las voces de los oráculos quince años antes, los acontecimientos ocurrieron de la misma forma en que lo anunciaba la profecía: que dos humanos provenientes de la Tierra llegarían a su mundo y acabarían con la amenaza del monstruo Ludmort, salvando así el planeta.

Sin embargo, ninguno de ellos imaginó jamás que las cosas terminarían así, que el viaje que habían emprendido meses atrás acabaría de aquella manera. Nadie de los allí presentes, ni siquiera el propio Eduardo, pensaba ni por un momento, cuando se embarcaron en aquella aventura el día que conocieron a Marina, que su larga odisea terminaría de aquella forma.
Después de todas las aventuras vividas, de todos los combates librados, de todas las verdades descubiertas y de todas las pérdidas de amigos y seres queridos sufridas, por fin todo se redujo a un trágico e inesperado final. Un final que ninguno de ellos imaginó ni por un instante desde el principio.
A pesar de que todos los guardianes querían al chico de rojo, después de todo el tiempo y de todas las aventuras que habían compartido junto a él, en el fondo sabían muy bien que, quien más lo estaba sufriendo ahora, era Erika. A pesar de la buena amistad que mantenía con todos ellos, con la chica compartía un sentimiento especial.
Era el mismo sentimiento que habían compartido Jack y Marina hasta su muerte, y el mismo que también compartían Cristal y Ray, y que permitió a ambos olvidar que en un principio eran enemigos.
Fueron precisamente estas parejas las que más entendían muy bien el dolor de la joven. Por un lado Jack, que lo había sentido tras el combate contra Asbel en la Ciudad Olvidada, y por otro Cristal y Ray, que se entristecían al imaginar la pérdida de la persona a la que más querían.
El dolor de perder a la persona amada es uno de los peores que existen, y puede llegar a durar mucho tiempo: en ciertos casos, acompañar al que lo sufre toda la vida.

Tras unos largos segundos de profundo silencio, y sin que nadie hiciera nada por miedo a empeorar las cosas, finalmente Cristal fue la primera en dar un paso adelante. Caminó lentamente y atravesó el mirador exterior de Valor Alado, hasta llegar donde estaba Erika. Cuando llegó junto a ella, se agachó a su lado, al tiempo que tendía una de sus manos abiertas amistosamente en el hombro derecho de la joven. Le dijo, mirándola y con una tierna y dulce sonrisa:
- No llores, Erika- le dijo la princesa, tratando de consolarla- nosotros también le queríamos…era nuestro amigo…y debemos tratar de ser fuertes por él.
La chica empezó a sollozar de nuevo, al hablar de su reciente compañero muerto:
- Todo esto es por mi culpa…- declaró la elegida, aún mirando al suelo y llorando en silencio- tendría que haberlo sabido…tendría que haberlo imaginado…lo que pretendía desde el principio…
El resto de sus amigos la escuchaban atentamente, con gran tristeza y pesar, mientras ella seguía hablando:
- Si hubiera sabido lo que iba a hacer…si hubiera sabido que quería morir…- dijo, recordando el momento en que los dos estaban solos en el mirador exterior de la aeronave, antes del combate final- lo habría detenido…le habría parado sin dudarlo…- declaró, llorando y sollozando, mientras apretaba los puños de rabia- pero me di cuenta demasiado tarde…si lo hubiera sabido antes…nada de esto habría pasado…
Fue entonces cuando Cristal le preguntó, calmada y con una profunda serenidad en el tono de su voz:
- ¿Y crees que, de haberlo detenido a tiempo…habríais acabado con Ludmort? ¿Crees que Limaria…se habría salvado?
Aquella pregunta sorprendió de repente a la joven, que dejó de sollozar y se quedó con los ojos muy abiertos, aún llenos de lágrimas. Se echó hacia atrás y se sentó sobre sus talones, a la vez que giraba la cabeza a la chica con coletas:
- ¿Qué…qué quieres decir?- preguntó la elegida, perpleja, mientras la miraba.
Cristal sonrió dulcemente, seguido de una tierna respuesta:
- Erika…gracias a él, todavía estamos aquí…aún seguimos vivos.

Esas palabras hicieron que el corazón de la chica diera un sorprendente vuelco interior, que la sacudió de tal forma que de repente dejó de llorar. El significado de aquellas palabras y de lo que quiso decirle su amiga con la primera pregunta, fueron suficientes para detener su llanto. Ahora, su rostro reflejaba una asombrosa perplejidad, cuya sorpresa la había dejado con los ojos y la boca abierta:
- Cristal…
En ese momento, el mago rubio y el resto de guardianes también se acercaron andando lentamente hacia ellas. Sin embargo, de todos ellos Jack fue el primero en hablar:
- Tiene razón…de haberlo detenido a tiempo, nada de esto habría pasado…- afirmó el guardián que los había protegido desde el principio- las cosas tal y como están ahora, nunca habrían ocurrido…y es muy probable que, también y con toda seguridad, Limaria habría perecido al ataque de Ludmort.
- Jack…- dijo Erika, que se había dado la vuelta y los veía acercarse a ellas.
En cuanto todos los guardianes se detuvieron a pocos pasos de las chicas, el hombre rubio continuó hablando serio y tranquilamente, mientras decía:
- Eduardo sabía muy bien lo que hacía, y estoy seguro de que también era consciente de que iba a morir…- afirmó Jack, sin vacilar- además de eso, también sabía que, si contaba su plan a cualquiera de nosotros, no podría hacerlo…porque estaba seguro de que se lo impediríamos.
El resto de sus amigos lo oyeron con gran pesar, diciendo seriamente:
- Tal y como nos dijo él antes de morir, Eduardo era un segundo Ludmort artificial…y, por lo tanto, con los mismos poderes que el monstruo original- explicó el mago- aunque acabarais con el verdadero Ludmort, si él usaba su propio poder para regenerar el mundo, igual que lo habían hecho los anteriores elegidos como Mirto, destruiría el planeta.
Lo que dijo Jack a continuación terminó de aclarar lo que ya todos habían imaginado desde el principio:
- Sin poder acabar con el Ludmort original, y tampoco usar su propio poder como portador de la llave espada, Eduardo no tuvo más remedio que pasarte los propios dones de su arma sagrada, Erika…y que fueras tú la que lo sacrificaras… usando para ello la esfera de los deseos que le había dado Mirto…- explicó el hombre rubio- él decidió morir por su propia voluntad…decidió sacrificarse por nosotros, y por ti, Erika…para salvarnos a todos.

La chica procesaba toda la información recibida en su cabeza, información que todavía no había asimilado ni interiorizado debido a los recientes acontecimientos, que la habían dejado completamente destrozada. Es ahora cuando realmente empezaba a comprender lo que había pasado.

Recordó en ese momento la última batalla contra Derriper, en el corazón de la oscuridad, donde los dos se enfrentaron por última vez al ser oscuro. Él la protegía en todo momento, luchando desesperadamente para que la chica sufriera el menor daño posible. Había peleado con todas sus fuerzas, llegando incluso a alcanzar y sobrepasar los límites de su propio cuerpo, sólo para que la elegida no muriera.
Incluso recordaba verlo enloquecer, cuando ella misma lo salvó a él, interponiéndose entre el ataque de Derriper y su compañero. Aquel momento en que el G.F. Bahamut la protegió milagrosamente, y el mismo instante en que Eduardo pensó que estaba muerta, al no oír palpitar ni latir su corazón. En ese momento la chica perdió por unos minutos el conocimiento, haciéndola parecer que había perdido la vida, pero cuando volvió a despertar fue testigo del increíble combate sobrehumano que estaban librando el chico de rojo y Derriper.
La fuerza animal descontrolada con la que luchaba era la clara prueba que demostraba cuan enfadado estaba, al creer perderla a ella. Erika nunca antes lo había visto de esa manera, con tanta rabia y tanta furia bullendo de su amigo. Había liberado su terrorífico poder prohibido hasta donde alcanzaba su límite: un poder sobrenatural que, en potencia y si se desarrollaba más, en unos años podría destruir el planeta.
Fue en ese momento cuando la chica supo el motivo del enfado del joven: el creer que la había perdido para siempre. Y no solo porque la quería, sino también porque, sin ella, el mundo ya no tenía salvación alguna. Precisamente por eso había luchado ferozmente y con todo su esfuerzo contra Derriper: para protegerla con todas sus fuerzas.
Porque por ese entonces ya había pedido su deseo, y mantenerla con vida a toda costa era la mayor prioridad de su plan. Porque si Erika moría, todo cuanto había planeado no habría servido de nada.

La chica recordó todo esto en su cabeza, y fue en ese instante cuando, al fin, comprendió las razones que habían llevado a su compañero a hacer lo que hizo: todo para salvar Limaria de la destrucción. Y fue también entonces cuando Erika entendió, tristemente, que era la única forma que había de salvarlos a todos. No había ninguna otra.

En ese momento una mano amiga abierta apareció delante de ella, que la sorprendió y la apartó de sus pensamientos. Cuando levantó la vista arriba, el rostro sonriente de Alana le dijo, tierna y dulcemente:
- Erika, Eduardo nos ha dado otra oportunidad…una nueva oportunidad para vivir, para ser felices…y estoy segura de que él no habría querido que nos derrumbáramos tras su muerte- afirmó la pelirroja, sin dejar de sonreír- por eso debemos tratar de ser fuertes…de seguir viviendo por él.
La joven elegida observó durante unos segundos a su compañera, en silencio y sin apartar la mirada de su sonrisa. Se trataba de la misma sonrisa que le había dedicado Eduardo en numerosas ocasiones desde que le conocía, de la misma sonrisa que esbozaba el chico cada vez que estaba con ella, la misma sonrisa que se había reflejado en su rostro durante el último momento que pasaron solos en el mirador exterior de la aeronave, y también la misma y última sonrisa que mostraba en su cara mientras ascendía lentamente en el aire, desapareciendo entre miles de pequeñas estrellas brillantes.
Esa tierna y dulce sonrisa, muy propia del chico de rojo, siempre la había tranquilizado, siempre la había calmado. Aún estando en la peor de las situaciones, esa sonrisa siempre había conseguido salvarla del miedo, de la misma forma que también la llevaba a un estado de paz y tranquilidad que muy pocas cosas podían hacer por ella.
Gracias a esa sonrisa, Erika siempre se sentía más valiente, más segura de sí misma y más capaz de lograr cualquier cosa. Gracias a esa sonrisa, sentía que todo iba a salir bien, y que no había nada de qué preocuparse.

Recordó a Eduardo gracias a la sonrisa de su amiga, y la sensación que le transmitió era la misma que le transmitía su amigo de la infancia cuando le sonreía.

Al cabo de unos segundos de silencio, la chica finalmente comprendió lo que Alana quiso decir. Conociendo a su compañero, sabía que Eduardo le habría dicho lo mismo para animarla, y con la misma sonrisa cálida:
- Alana…- dijo Erika, sorprendida y asombrada.
En ese momento decidió eliminar toda la tristeza que había en ella, con decisión. Se secó las lágrimas con ambas manos, alzó la cabeza hacia la pelirroja y, mirándola, sonrió diciendo:
- Tienes razón…
Aceptó la mano amiga de Alana estrechándola con la suya propia y, gracias a ella, se levantó del suelo para ponerse en pie. Ahora, con una nueva energía y actitud positiva, enfrentó la situación de otra manera muy distinta. Sonrió a la piloto y le dijo, profundamente agradecida:
- Muchas gracias.

El resto de los guardianes también sonrieron igual que ella, al verla más alegre de repente. Sabían que, aunque por fuera parecía más fuerte, su corazón roto por dentro aún estaba muy apenado y destrozado. Sabían que la chica trataba de ser fuerte por todos ellos, igual que sus amigos lo estaban demostrando por ella, aunque en el fondo ellos también se sintieran igual.
La vida sigue, y hay que vivirla con el mayor ánimo y apoyo posible, porque de lo contrario sería una vida muy triste y desgraciada.

Y fue justo en ese momento, en el que Erika se levantó del suelo y se puso en pie, cuando los rayos del sol del amanecer alcanzaron a Valor Alado en el cielo, iluminando a los tripulantes que se encontraban en el mirador exterior de la aeronave. Su resplandor cegó por unos segundos los ojos del grupo entero, hasta que al cabo de unos instantes después su vista se adaptó a la claridad del día.
Todos dirigieron sus miradas a la gran estrella cálida e incandescente, que poco a poco se asomaba en el horizonte y ascendía muy lentamente por entre las nubes:
- El sol…- dijo Ray, asombrado y maravillado ante aquel fenómeno natural.
Su luz era todavía débil y no cegaba la vista. Por encima de él y de sus cabezas, el cielo se había vuelto de color naranja, y las nubes también habían adquirido tonos rosados y rojizos, que en su conjunto ofrecían un increíble y maravilloso paisaje de colores cálidos.
Aquel mágico espectáculo natural representaba la vida y el origen de la misma, el renacer de la esperanza y el comienzo de un nuevo día, de una nueva vida. Para Limaria, se trataba del amanecer de un nuevo mundo:
- El amanecer…es tan bonito…y tan cálido…- comentó Rex, sonriendo de inmensa felicidad- pensaba que no lo volvería a ver nunca más…y, sin embargo, ahora que lo estoy viendo de nuevo…creo que nunca antes me ha parecido tan hermoso como ahora.
Igual que él, todos sus compañeros compartían la misma opinión. Después de haber pasado una larga noche de tensión y profunda agonía combatiendo contra los últimos miembros de la organización Muerte y pasando por el mismísimo fin del mundo, no pensaban que volverían a ver la luz del día. Estar allí, en aquel momento, contemplando los rayos del sol que los iluminaban y les daba calor, los hacía sentirse mucho más vivos que nunca.
El destino les había dado otra nueva oportunidad para vivir, para seguir existiendo. Y ninguno de ellos, hasta ese momento, había sentido y valorado tanto su propia existencia, de la tremenda fragilidad con la que podía perderse, y también de lo tan bonita y hermosa que podía llegar a ser la vida.
No fue hasta ese instante cuando todos aprendieron de verdad a vivir, a aprovechar y a sentir cada uno de los segundos y los minutos que les quedaba de vida, porque habían aprendido que ésta era muy corta, y que había que tratar de vivirla todo lo mejor posible.

Erika no dejaba de mirar el sol, asombrada y sorprendida. Su calor, tras el frío de la noche, la hacía sentirse viva, igual que los demás.
Recordó en ese momento, observando la cálida luz del amanecer, el motivo que los había llevado a Eduardo y ella a salvar aquel mundo mágico, desde aquella lejana noche en que los atacaron Magno y Helio, en la Tierra. Recordó también las palabras que les habían dicho los anteriores héroes Mirto y Alejandro sobre el ciclo de vida y muerte del monstruo Ludmort, y un pequeño escalofrío recorrió la espalda de la joven.
En esta ocasión Limaria había visto de nuevo milagrosamente el amanecer, pero le preocupaba que no volviera a verlo dentro de unos años. Nada les aseguraba que Ludmort había muerto para siempre y, en caso de que renaciera otra vez, que los nuevos elegidos pudieran acabar con él, igual que lo habían hecho ellos.
Lo que más asustaba a Erika era la posibilidad de que el monstruo renaciera de nuevo, después de todo lo que se habían esforzado para destruirlo. Le horrorizaba la idea de que en el futuro volviera a aparecer una nueva generación de elegidos de la profecía, y más aún el que no pudieran o no estuvieran preparados para llevar a cabo aquella terrible misión. Le preocupaba mucho que, la próxima vez, Limaria nunca viera la luz de un nuevo amanecer, igual que lo estaban viendo ellos ahora.

La chica apartó la vista del amanecer para girarse a uno de sus compañeros, que todavía seguía observándolo, a quien le preguntó, con el semblante preocupado:
- Jack… ¿crees que Ludmort…volverá a renacer algún día? ¿O, por el contrario, piensas que se ha roto su ciclo de vida y muerte? ¿Crees que por fin todo ha acabado…para siempre?
El hombre rubio la miró entonces, con una expresión seria y preocupada en su rostro. Su cara reflejaba el mismo misterio y la misma incertidumbre que el propio futuro incierto:
- Si te digo la verdad, yo podría hacerte la misma pregunta…a ti, y a cualquier persona…- respondió el mago, para sorpresa de la joven- porque esa es una pregunta cuya respuesta no puedo darte, ni yo ni nadie, con toda seguridad.
Jack desvió de nuevo la vista al frente, al amanecer, y siguió hablando con toda madurez y tranquilidad, mientras el resto de sus amigos escuchaban atentamente sus palabras:
- De todo lo que sabemos hasta ahora, lo único cierto es que, lo que ha hecho Eduardo, no lo ha hecho nunca antes ningún otro elegido de la llave espada…nunca antes, ninguno de ellos había sido sacrificado por su propio compañero…y eso te convierte a ti, Erika, en la primera elegida de la vara mágica de toda la historia de Limaria, con los dones de un portador de la llave espada…- explicó el mago, seriamente- y esta es, desde luego, también la primera vez que un elegido de la vara mágica sacrifica a su compañero y acaba con Ludmort.
Jack continuaba hablando con toda paciencia y tranquilidad, mientras sus palabras hacían que todos sus amigos permanecieran callados y reflexionaran en silencio sobre cada una de ellas:
- No sé si este nuevo cambio afectará en algo al ciclo de vida y muerte de Ludmort…o, por el contrario, no cambiará en nada la situación tal cual la conocemos…- dijo el hombre rubio, sin vacilar- quizá lo que pretendía Eduardo era terminar con esta pesadilla para siempre, y puede que haya conseguido lo que quería…o quizá lo que ha hecho no le ha servido de nada, y todo sigue igual…quizá Ludmort no renazca nunca más, o quizá dentro de unos años vuelva a surgir otra profecía, con nuevos elegidos que os sucederán a vosotros…quizá la próxima vez que Ludmort amenace nuestro mundo, los nuevos elegidos acabarán también con él…o quizá la próxima vez sea la última de todas, y Limaria no vuelva a ver jamás el amanecer de un nuevo mundo…

Lo que dijo Jack a continuación culminó su discurso de una forma tan asombrosamente magistral que dejó a más de uno con la boca abierta de sorpresa y perplejidad:
- El único que sabe la respuesta a esa pregunta es el tiempo, y como ninguno de nosotros ni nadie es capaz de predecirlo, tan solo podemos esperar…- afirmó el mago, seriamente- como nadie sabe lo que nos deparará el futuro, lo que va a pasar, tan solo podemos vivir el presente…disfrutar de la vida que aún tenemos y valorarla como realmente se merece.
La siguiente frase marcó profundamente a Erika, al oírle decir a su amigo:
- El tiempo se nos escapa de las manos, la vida es demasiado corta como para pensar en lo que pasará o no pasará en el futuro…lo único que debemos hacer es aprovechar al máximo cada minuto y cada día de nuestras vidas, para vivirlas de la forma en que más nos haga felices, y también para dejar nuestra huella en ella…porque nunca sabremos cuándo dejaremos de estar aquí.

La chica entendió todo lo que su compañero quería decir. Absolutamente nadie, ningún ser mortal, podía darle la respuesta a aquella pregunta. Tal y como Jack había dicho, no valía la pena pensar demasiado en el futuro, puesto que es incierto y completamente impredecible. Tal era así que la veracidad de este hecho fue demostrada aquella reciente y finalizada noche. Ninguno de ellos imaginó jamás que su aventura por Limaria acabaría de aquella manera.
Recordó en ese entonces el último momento de descanso que pasó con el chico de rojo en el mirador exterior de Valor Alado. Estando los dos solos, de pie y juntos, apoyados en una de las barandillas mirando el cielo nocturno estrellado, Erika recordó un breve flashback en su memoria, uno que los incluía a él y a ella:
“- Sí…he tardado mucho más de la cuenta, pero…creo que ya tengo un motivo por el que luchar…una razón para no rendirme y seguir adelante…algo que le dé sentido a mi vida…
Erika se sintió repentinamente curiosa por las palabras de su compañero, y esbozó una amplia sonrisa. Le preguntó diciendo, intrigada por saber lo que era:
- ¿De verdad? ¿Y qué es?
Eduardo tardó un poco en responder. Alzó la vista al cielo nocturno y contempló las estrellas brillando en el firmamento, con su hermoso resplandor mágico. Sonrió cálidamente y le dijo, hablando con el corazón:
- Mi sueño…es cambiar la historia.”

Erika lo supo en ese instante, al recordar el flashback en su memoria. Por aquel entonces Eduardo ya tenía claro lo que iba a hacer, había predicho su propio futuro, y era consciente de que había decidido morir. Sabía que no volvería a ver el amanecer de un nuevo mundo y, antes de morir,  quiso dejar su propia huella en el mundo cambiando los papeles que les correspondían tanto a Erika como a él.
Su propia huella se trataba, en efecto, de intentar acabar con la pesadilla de Ludmort y la maldición de las armas sagradas.

Se puso un poco triste al recordar el flashback, pero se dio cuenta gracias a él de que Eduardo, al final, encontró un motivo que le diera sentido a su corta vida, a su propia existencia.

Jack adivinó sus pensamientos con solo mirarle la cara, y la apartó de su mente cuando le dijo de repente, sorprendiéndola:
- Sé lo que piensas, Erika…tienes miedo de que en realidad todo esto no haya acabado, y que dentro de unos años, la misma historia que lleva repitiéndose desde el principio de los tiempos, lo haga de nuevo…tienes miedo de que, la próxima vez, el mundo no sobreviva a otra amenaza de Ludmort…y que, para entonces, quizá nosotros ya no estemos vivos…para ayudar a la nueva generación de elegidos.
El mago la sorprendió de nuevo cuando añadió, seriamente:
- Sé lo que sientes…porque yo también lo pienso…y también tengo miedo.

La chica se quedó perpleja y asombrada por las palabras de su compañero, cuyo miedo también pudo percibir ella en su rostro: el mismo miedo que el suyo, al pensar que el verdadero fin del mundo podría llegar dentro de unos años, si Ludmort no había muerto realmente para siempre y seguía vivo, como lo había hecho Derriper. El temor a esta posibilidad continuaría irremediablemente anidando en sus corazones durante los siguientes años de sus vidas.



El hombre rubio inició otro nuevo tema en ese momento cuando, todavía mirando el amanecer en el horizonte, le dijo algo nuevamente a la joven:
- Erika…ha llegado la hora de que elijas.
Aquella afirmación sorprendió a la chica por completo, que no pudo evitar mostrar asombro y perplejidad. Al principio no entendió a lo que se refería:
- ¿Qué?- preguntó ella, confusa, mientras lo miraba.
Jack dejó de contemplar el paisaje que tenía ante sus ojos y se giró de cara a Erika, cuyas miradas se cruzaron otra vez. Lo que le dijo el mago a continuación la sorprendió más todavía:
- ¿No lo recuerdas? El primer día que Eduardo y tú llegasteis a Limaria os prometí que os llevaría de vuelta a casa, a vuestro mundo, cuando la profecía se hubiera cumplido.
La chica lo recordó entonces en su memoria, de repente. Las imágenes de los dos jóvenes en casa de Jack, en Idnia, comenzaron a asaltarla fugazmente en su cabeza, una tras otra. Era la primera mañana de su estancia en Limaria, tras la dura noche anterior de su encuentro con Magno y Helio en el campamento de la Tierra, cuando los dos estudiantes hablaron por primera vez con Jack.
Se trataba también del momento en que el mago les explicó toda la situación en la que se encontraban: les habló de Limaria, de la profecía, de quiénes eran, qué representaban las misteriosas armas recibidas, y cuál era el cometido de ambos en aquel problema.
Lo recordaba todo de una forma tan clara que le parecía haberlo vivido el día anterior. Incluso recordaba con detalle las mismas palabras que les había dicho su primer guardián, y el trato al que llegaron al conocer la terrible gravedad de la situación del mundo. Él mismo los llevaría de vuelta a casa, si lograban acabar con la amenaza que había estado quince años asediando al planeta.

- Por aquel entonces, os prometí a ambos que os llevaría de vuelta a vuestro mundo- afirmó el hombre rubio, recordando a su compañero muerto- pero ahora que sólo quedas tú, ya no puedo cumplir con la promesa…y por lo tanto, la anulo.
La propuesta que le hizo el mago a continuación la sorprendió tanto que la dejó muda de asombro y perplejidad:
- Erika, has cumplido tu parte, tal y como habíamos acordado…por eso ahora te doy la libertad de elegir…si quieres volver a tu mundo…o, por el contrario, quedarte en Limaria.

Aquellas palabras la afectaron por dentro de tal manera que no respondió enseguida. Permaneció callada y boquiabierta de la sorpresa durante unos segundos, hasta que finalmente pudo pronunciar, todavía un poco afectada:
- ¿Tengo…tengo que elegir?
- Sí…- asintió Jack, seriamente- y debes hacerlo ahora, porque la barrera tridimensional no tardará en cerrarse de nuevo, tras la muerte de Ludmort.
A la joven le llegó inmediatamente una duda, que preguntó porque la consideraba de vital influencia:
- ¿Y qué pasará…si decido quedarme aquí, en Limaria?
Lo que le respondió Jack a continuación la dejó total y completamente pálida:
- Tanto si decides quedarte en un mundo como en otro, la barrera tridimensional se cerrará igualmente…en otras palabras, nunca podrás volver al mundo opuesto.

La noticia paralizó otra vez a Erika, que sintió derrumbarse su mundo entero en un instante. La sola idea de despedirse para siempre de la Tierra y de no volver a ver a sus padres nunca más la aterraba. Había nacido en su planeta y crecido en su mundo toda la vida, acompañada de sus familiares y amigos más queridos. Allí lo tenía todo, donde también lo había dejado atrás.
Sin embargo, en Limaria había emprendido la mayor aventura que hubiera podido imaginar jamás, e igualmente había hecho nuevos amigos, a quienes también quería mucho y los apreciaba. De no ser por ellos en muchas ocasiones, Erika habría muerto sin ninguna duda. Era gracias a sus guardianes que la chica había conseguido superar todos los obstáculos y también que hubiera podido llegar hasta allí. La sola idea de no verlos a ellos nunca también la aterraba.

Fue en ese mismo momento cuando la joven comprendió inmediatamente lo que aquello quería decir. Enseguida exclamó, con una notable y marcada expresión de palidez y sorpresa:
- ¡Pero, entonces…eso significa que…! ¿¡No volveremos a vernos nunca más!?

La triste sombra reflejada en los rostros de todos los guardianes de repente fue suficiente para conocer la respuesta, sin necesidad de más palabras. Dando todos por hecho que ya la sabía, Jack procedió a explicar el motivo de la misma:
- La barrera tridimensional es la que ha mantenido siempre aislados los dos mundos, el uno del otro…salvo las ocasiones en que es destruida y surge Ludmort- afirmó el hombre rubio, sin vacilar- sólo en los períodos de amenaza del monstruo es cuando permanece abierta, para que los elegidos puedan pasar a través de ella entre los dos mundos…el resto del tiempo se regenera continuamente, estando siempre cerrada en los períodos de paz.
La chica entendió enseguida lo que aquello significaba, y volvió a preguntar, con la misma expresión pálida y asustada:
- ¿¡Quieres decir qué…sólo volveríamos a vernos…si…!?
- Así es…- terminó la frase Jack, con un leve semblante oscuro en su rostro- sólo volveríamos a vernos si, dentro de unos años, la barrera tridimensional volviera a ser destruida…y con ella regresara otra vez Ludmort, acompañado de una nueva profecía y de nuevos elegidos de las armas sagradas.

A Erika se le encogió el corazón de tristeza, al mismo tiempo que sus ojos volvían a llenarse de lágrimas. En el caso de que eligiera volver a la Tierra, era muy probable que no volviera a ver a sus compañeros nunca más, lo cual la aterraba.
Pero también existía la posibilidad de que, en el futuro, la barrera tridimensional volviera a ser destruida de nuevo, y con ella regresara otra vez la amenaza del monstruo Ludmort, lo cual también la aterraba igualmente.
En ambos casos, no se podía descartar la posibilidad de perder a sus guardianes, vivos o muertos, y eso la entristecía:
- ¿Por qué…por qué los dioses…son tan crueles?- preguntó la joven, otra vez sollozando de tristeza- ¿Por qué esto…tiene que ser así?
El resto de sus compañeros la escucharon en ese momento, conmocionados por sus sinceras palabras:
- Después de todo…lo que hemos pasado juntos…no es justo…que tengamos que separarnos así…- declaraba la elegida, casi a punto de llorar- yo…no…no quiero…separarme de vosotros…porque sois mis amigos…y yo…no quiero perderos…así como así…

Todos los guardianes se sintieron muy conmocionados, y más de uno no pudo evitar que empezaran a llenársele los ojos de lágrimas, debido a la emoción del momento. Nunca imaginaron que la elegida fuera a cogerles tanto cariño a sus guardianes, pero lo cierto era que a ellos también les daba pena separarse de la chica. Igual que ella y Eduardo, también la querían muchísimo:
- Lo sabemos, Erika- respondió el mago, ahora también emotivo y con los ojos llenos de lágrimas- por eso te doy la libertad de elegir…si quieres volver a tu mundo…o, por el contrario, quedarte aquí, en Limaria.
Lo que le dijo Jack a continuación la sorprendió todavía más, tanto que se quedó boquiabierta y mirándolo:
- Tomes la decisión que tomes, no olvides que es muy probable que cambiará tu vida…y quizá para siempre.

De repente, Erika dejó de llorar y de sollozar. Permaneció callada durante los siguientes segundos, en los que creía que toda una vida entera, y el mismo mundo a la vez, se le echaba encima. Se encontraba en una situación difícil y decisiva que, tal y como le había dicho Jack, sin duda podría cambiar el resto de su vida para siempre.
Y lo peor de todo era que no tenía mucho tiempo para pensarlo. Debía dar una respuesta en aquel mismo momento, sobre la marcha, ya que de lo contrario la barrera tridimensional se cerraría, y se quedaría en Limaria, quizá el resto de su vida.

Recordó en ese momento el trato que hizo su amigo de la infancia y ella con el mago, el primer día que llegaron a aquel mundo mágico. Por ese entonces, ninguno de los dos había terminado de asimilar la enorme carga que portaban sobre sus hombros, y querían volver a casa cuanto antes. Incluso ella misma pensaba que se trataba de una broma pesada, una broma demasiado seria que estaban llevando a cabo las personas responsables de la misma, y que no tenía ninguna gracia.
Sin embargo, después de haber pasado todos esos meses viviendo y viajando por Limaria, había aprendido a usar la magia, a emplearla en combate, a defenderse en el campo de batalla; había visto y conocido lugares y personas increíbles que nunca hubiera imaginado, se había enfrentado a numerosos peligros desconocidos y salido victoriosa de ellos; había vivido miles de aventuras junto a los nuevos compañeros y amigos hechos, apoyándose los unos a los otros y protegiéndose y cuidándose como una familia; habían compartido, crecido, vivido, luchado, reído y llorado juntos por tantas cosas y tantas experiencias, que eran muchos los recuerdos guardados en la memoria.
Y eran precisamente todos esos recuerdos recientes e imborrables los que más confundían a Erika: ya no sabía a qué mundo pertenecía realmente, si a Limaria o a la Tierra. Hasta ese momento decisivo nunca imaginó que llegaría a sentirse tan confusa y tan perdida. No sabía qué hacer, y se maldecía a sí misma por no tener las ideas claras, por no saber lo que quería de verdad.

Deseaba poder tener más tiempo para pensarlo, pero no lo había. Debía darse prisa y elegir una respuesta rápida, pero no encontraba ninguna que en el fondo estuviera de acuerdo con su corazón:
“Estoy confusa y perdida…”- pensó la chica en su mente, con tristeza- “yo…yo ya no sé…a dónde pertenezco realmente…cuál es mi mundo…”
En ese momento pensó en su reciente amigo muerto, el mismo que se había sacrificado por ella. No pudo evitar pensar en él y en su sonrisa, la misma tierna y dulce sonrisa que tanto la había tranquilizado y calmado aún estando en la peor de las situaciones:
“Por favor, Edu…”- pensó la joven, a punto de llorar- “Dime… ¿qué harías tú?”

Y en el mismo instante en que pensó estas palabras, una oleada de flashbacks la sorprendió de repente en su memoria. En todos ellos aparecía Eduardo con ella, diciéndole el mismo mensaje y su significado:
“Pero es tu sueño descubrir lo que escribió tu abuelo sobre tu futuro en su diario, ¿verdad?”
“¿Te acuerdas…de cuándo vivíamos en la Tierra?”
“Apenas recuerdo nada de mis padres, ni siquiera sus nombres y sus rostros…es algo extraño, no sé cómo explicarlo…es como si nunca hubiera tenido padres”
“¿No echas de menos a tus padres, vivir en Eleanor…y ser de nuevo una chica normal y corriente?”
“Yo no nací en la Tierra, y tampoco soy parte de ella…todos estos años he vivido engañado a base de mentiras, en un mundo que no me correspondía y que me parecía real…”
“Por eso yo…siento que no pertenezco a ese mundo…y tampoco tengo nada real en él…ni familia ni amigos, y mucho menos un futuro por delante…no hay nada ni nadie esperándome en la Tierra…”
“Mírame, Erika…yo ya estoy muerto…siempre lo he estado…”
“Ni siquiera los recuerdos que tengo junto a ti son reales…toda mi infancia, toda mi vida, no es real…”
“Tú tienes tu propia vida, y es real…tú si tienes familia y amigos…tú si existes de verdad…tienes toda una vida, todo un futuro por delante…”
“Algún día conocerás a alguien muy especial…alguien a quien podrás querer y amar de todo corazón de verdad…ese alguien se convertirá en la persona más importante para ti…y entonces, me olvidarás…tal y como debería haber sido desde el principio…”
“Porque esto…es lo mejor para todos”

Todas estas imágenes y recuerdos atravesaron fugazmente la memoria de la chica, cuya voz del chico de rojo resonaba en ella. La expresión se sorpresa y perplejidad, con los ojos y la boca abierta, seguía reflejada en su rostro.
Fue en ese momento cuando Erika finalmente comprendió lo que quería decirle su amigo, a través de aquellas palabras. En todos esos instantes Eduardo siempre le había rememorado su pasado, llevándola de nuevo a su hogar de origen y a su infancia, recordando para ella una época de armonía y felicidad. Incluso él mismo se lamentaba en esos instantes, cuando descubrió la verdad sobre su propio pasado y entristecía al darse cuenta de que, todo lo que hasta ese entonces creía real, no lo era.
Lo que el joven trataba de decirle era que valorara lo que tenía, y con ello se refería a su vida y a todo lo que en ella había: sus padres, sus amigos, un pasado y recuerdos propios, un futuro, un amor verdadero esperándola, y lo que era más importante: la felicidad.

Por eso mismo Eduardo le hablaba de su pasado. Por eso mismo entristecía al recordar el suyo propio. Por eso mismo había luchado con todas sus fuerzas hasta el límite y se había sacrificado para salvarla. Porque, a diferencia de él, ella sí tenía una vida y existía de verdad.
Porque no quería que la chica lo perdiera todo y acabara igual que él. No quería que su compañera sintiera su mismo dolor y el vacío de la soledad. No quería que dejara atrás una vida real, que sabía que la iba a hacer muy feliz.

Ser consciente de lo que uno tiene, apreciarlo y aprender a valorarlo como realmente se merece: ése era el mensaje que le había dicho su amigo de la infancia, y cuyo deseo para ella estaba muy claro.

Fue en ese momento cuando Erika por fin encontró, de repente, la respuesta que andaba buscando. Una respuesta que tenía muy clara y que sabía, desde lo más profundo de su corazón, que era y siempre había sido la única.
En ese instante en que ya supo lo que tenía que hacer se quitó de sí misma la confusión y las dudas que albergaba, se secó las lágrimas de sus ojos con una mano y alzó la vista de nuevo a Jack. Su mirada había cambiado repentinamente a otra nueva más firme y seria. Lo que dijo a continuación lo hizo con inquebrantable decisión y voluntad, sin arrepentirse lo más mínimo en sus palabras:
- Quiero volver a casa.

El resto de los guardianes sonrieron dulcemente, mirándola. A pesar de darles pena separarse de ella, en el fondo sabían que era la respuesta correcta. La joven sabía que aquel no era su mundo, y que debía regresar al suyo porque era allí donde debía estar. Ninguno de sus amigos se mostró enfadado o triste, sino todo lo contrario. La chica había madurado, y por eso estaban muy orgullosos de ella:
- Es lo que Eduardo habría querido, ¿verdad?- preguntó Alana.
Erika asintió con la cabeza, muy segura de sí misma:
- Me he dado cuenta de lo que quiso decirme durante todo este tiempo…y, gracias a eso, ahora ya lo tengo claro…ahora ya sé a dónde pertenezco realmente- explicó la joven, con una tierna sonrisa dibujada en la cara- aunque decidiera quedarme aquí…aunque viviera usando magia…aunque pasara el resto de mi vida conviviendo con criaturas increíbles, volando a lomos de un dragón o luchando contra feroces monstruos que superan los límites de la imaginación…en realidad sé que nunca terminaría de formar parte de Limaria…porque éste no es mi mundo.
Sus compañeros escucharon entonces la siguiente declaración de la elegida, cuyas palabras conmovieron sus ya tocados y emocionados corazones:
- Me he dado cuenta de que, salvo a vosotros, aquí no tengo nada más que me importe…no tengo a mis padres ni a mis amigos, ni mi pasado ni mi presente…y mucho menos mis planes de futuro…- decía la chica, sin dejar de sonreír- todo lo que tengo y lo que quiero está allí, en mi mundo, y lo he dejado atrás…
> Edu no quería que olvidara todo eso…no quería que olvidara mi vida, mis sueños, y todo lo que de verdad me importa…no quería que olvidara mi auténtica vida, ya que de lo contrario correría su misma suerte, viviendo en un mundo que no me correspondería…aunque fuera real…

Lo que dijo la joven a continuación dio por finalizado su discurso, con sinceras y profundas palabras:
- Mi verdadero sueño no está aquí, en Limaria, sino en la Tierra…y estoy segura de que, si no vuelvo a mi mundo, nunca podré cumplirlo- afirmó Erika, muy segura de sí misma- y si no lo hago, no me lo perdonaré nunca…porque he aprendido…que hay que perseguir los sueños que de verdad te importan, aunque sean duros y difíciles…porque ése…es el auténtico y verdadero sentido de la vida.

Pasaron varios segundos de silencio, en los que los guardianes miraban sonrientes a su protegida. Entendieron muy bien lo que quiso decirles, ya que cada uno de ellos también tenía su propio sueño que cumplir. Y en eso consistía el sentido de la vida y de la existencia: luchar y esforzarse cada día para cumplir los sueños propios.
Y, una vez alcanzados, buscar otras nuevas metas que alcanzar. Porque la vida está compuesta de continuos sueños y objetivos, por los que vivir y luchar:
- Entonces…supongo que esto…es una despedida- dijo Rex, conmovido.

Erika asintió tristemente con la cabeza, igual que él. En ese momento sorprendió a todos la aparición de un misterioso portal, a pocos pasos de la chica. Se parecía bastante al agujero oscuro por el que surgían y desaparecían los miembros de la organización Muerte, pero a diferencia del primero, éste no era oscuro, sino de colores claros y cálidos. Este portal no inspiraba miedo ni terror, sino confianza y seguridad:
- ¿Y esto?- preguntó la joven, sin asustarse lo más mínimo de que apareciera aquel agujero tan cerca de ella.
- Es una brecha tridimensional que conecta ambos mundos- respondió Jack- podrás volver a la Tierra a través de ella.
Erika supo enseguida que aquel portal lo había conjurado el hombre rubio, ya que tenía su bastón mágico en la mano, y el extremo superior del mismo brillaba y resplandecía con la presencia de la brecha.
Aunque tranquila y segura por la confianza que le transmitía aquel agujero claro y cálido, en realidad no podía dejar de mirarlo con curiosidad. Su amigo nunca antes había conjurado un portal tridimensional, al menos delante de ella, y por lo tanto era la primera vez que lo veía.
Sabía también que fue a través de uno de esos agujeros por los que Eduardo y ella llegaron a Limaria, muchos meses atrás. Sin embargo, por aquel entonces se encontraban en una situación límite y desesperada, mientras Jack trataba de protegerlos a ambos de los asesinos Magno y Helio. En el momento de la gran explosión los dos jóvenes se desmayaron y perdieron el conocimiento, antes de que el mago los cogiera y los metiera con él en el portal, y por eso no llegaron a verlo nunca.
Pero ahora Erika sí lo veía, estaba delante de ella. Sabía que por una de esas brechas había llegado a Limaria, y también que había llegado la hora de cruzarla de nuevo para volver a su mundo. No podía creer lo rápido que había pasado el tiempo, desde aquella fatídica noche en el campamento de la Tierra, hasta ese momento. Recordaba aquel primer combate con toda claridad, como si hubiera ocurrido el día anterior.

La voz de uno de sus amigos la despertó de sus pensamientos, cuando en ese momento le dijo:
- Puedes pasar cuando quieras, Erika- la animó Ray.
La chica, que hasta ese instante había permanecido mirando al portal, se giró de cara a sus compañeros, situados un poco más lejos de ella. Todos la miraban, sonrientes y esperando que partiera hacia su mundo:
- Pero, chicos… ¿y qué será de vosotros?- preguntó la joven, al pensar en lo que les depararía a ellos el futuro- ahora que Ludmort ha muerto y se ha cumplido la profecía, ¿qué vais a hacer? ¿Qué será de vosotros?
La princesa con coletas sonrió en ese entonces de oreja a oreja, y respondió diciendo, con radiante alegría y felicidad:
- ¡Seguramente volveremos a nuestras vidas!- afirmó Cristal- ¡Esto de ser guardián de los elegidos ha sido demasiado para nosotros, y creo que nos merecemos unas vacaciones!
- ¡Desde luego, nunca antes habíamos trabajado tanto!- exclamó Alana, también sonriente- ¡Además, aún tenemos mucho que hacer en nuestra vida diaria, como por ejemplo trabajar todos los días y esforzarnos al máximo para cumplir nuestros sueños!
- ¿Vuestros…sueños?- preguntó la chica, sorprendida al oír aquella palabra.
- ¡Claro!- exclamó Rex, sonriendo de felicidad- ¡Nuestros objetivos, nuestras metas…los sueños que perseguimos y dan sentido a nuestras vidas!

Erika sonrió ante el radiante ánimo y la felicidad de sus compañeros, en parte contagiada de su entusiasmo. Ellos tenían razón, y lo sabía muy porque ella también tenía su propio sueño, el que había perseguido durante tantos años. Sabía que, una vida sin sueños, era una existencia triste y vacía.

Y estas últimas palabras quedaron verificadas con la siguiente declaración de todos y cada uno de los guardianes que, uno detrás de otro, demostraron que una vida plena y feliz sólo podía serlo si contaba con sueños que perseguir y alcanzar:
- ¡Yo volveré a Airdreve!- dijo Alana, con determinación- ¡Debo terminar de estudiar en la escuela de aviación, para ser una piloto legal con todas las de la ley!- a lo que luego añadió, con una sonrisa pícara- ¡Además, con Valor Alado a mi lado, seré la mejor piloto que jamás haya conocido Limaria!
- ¡Yo regresaré al Cañón Cosmo!- asintió Rex, de la misma forma- ¡Ahora que ya tengo al G.F. Ifrit, el maestro Bugen no podrá negar mi reconocimiento a ser el nuevo líder de la tribu!- afirmó el can, lleno de felicidad- ¡Con él ahora, quizá yo sí sea el perro Kengo del que habla la leyenda!
- ¡Yo volveré otra vez al reino de Oblivia!- declaró Cristal, también sonriente- ¡Después de tantos meses, por fin he encontrado lo que buscaba…y se lo presentaré a mis padres!- dijo la princesa con coletas, que tras mirar a su compañero volvió la vista a Erika- ¡Tendrán que aceptar nuestro amor, o de lo contrario volveré a fugarme…pero esta vez con él y para siempre!
La elegida sonreía y reía con cada uno de los sueños de sus amigos, mientras los escuchaba. Habían pasado tanto tiempo y habían compartido tantas cosas juntos que, para ella, los sueños de sus compañeros también se habían convertido en los suyos. Verlos a ellos cumplir sus sueños la llenaba de tanta felicidad que la desbordaba.
A diferencia de los anteriores, el siguiente guardián no mostró tanta alegría ni euforia. Permaneció tan tranquilo y sereno como de costumbre, esbozando una leve sonrisa de satisfacción en su rostro. Conociéndole, era muy propio de él:
- Yo iré con Cristal al reino de Oblivia- dijo Ray, demasiado calmado y como si fuera algo normal y sin importancia- con mi padre Alejandro muerto, ya no tengo un lugar al que regresar…y ahora mi corazón le pertenece a ella, a esta chica impulsiva y descontrolada, que me salvó de la oscuridad- afirmó el chico de negro, que tras mirar a su compañera volvió la vista a Erika- el primer y único sueño de mi vida es estar con ella, dondequiera que vaya, para siempre.

La elegida sonrió tierna y dulcemente, al oír los sueños profundos y sinceros de todos sus amigos. Sin embargo, cuando le llegó el turno al último guardián, la sonrisa se le borró de repente, al ver la cara triste y deprimida del mago:
- ¿Jack?- preguntó Erika, preocupada.
- Yo ya no tengo sueños…- declaró el hombre rubio, seriamente- los míos murieron hace tiempo, en la Ciudad Olvidada de los antiguos Numu.
La chica palideció en ese instante, recordando el pasado. A su memoria llegaron las imágenes fugaces del duro combate que libraron contra Asbel, que en ese entonces ya formaba parte de la organización Muerte. Fue en ese mismo lugar donde murió su querida compañera, la maga sagrada Marina.
Recordaba aquella triste despedida, con la mujer muriendo en los brazos de Jack a causa de una terrible herida de muerte. Recordaba los inútiles intentos desesperados de su compañero por curarla con magia, y también de las continuas lágrimas que caían de sus ojos en el vestido azul de ella. A Erika le daba tanta pena y tristeza ver aquello que se dio la vuelta y abrazó a Eduardo, mientras los dos también lloraban en silencio por la pérdida de su amiga.

Aquel acontecimiento debió de ser el mayor golpe que le habían dado a Jack en el corazón en toda su vida, y bastaba saberlo con sólo mirarle a la cara:
- Ahora que he cumplido con la promesa que le hice a Marina, ya no tengo razón ni motivo para seguir aquí, para continuar viviendo…- explicó el mago, triste y deprimido- tenía todas mis esperanzas, mis ilusiones y mi futuro puestos en ella…y al irse, se llevó consigo todos mis sueños…no me queda ninguno por el que luchar y esforzarme.
- Jack…- dijo Erika, también triste, mientras lo miraba.
- Una vida sin sueños es una existencia vacía…- afirmó el hombre rubio, cada vez más deprimido- por eso…ahora que ya cumplí con la promesa que le hice de guiaros y ayudaros a salvar el mundo…ya sólo me queda hacer una cosa…
Lo que dijo Jack a continuación heló la sangre y palideció los rostros de todos los presentes, que se horrorizaron con los ojos y la boca abierta al oírle decir:
- Morir y reunirme con ella, dondequiera que esté ahora.

Aquello molestó y enfadó tanto a Erika que apretó los puños y los dientes con fuerza. La actitud depresiva del mago le hervía tanto la sangre que no pudo callar sus pensamientos y enseguida le gritó diciendo, enfadada:
- ¡¡BASTA, PARA...NO SIGAS!!
Su elevado tono de voz sorprendió y asombró a Jack, que de repente se quedó totalmente perplejo, mirándola. La chica le dijo entonces unas duras palabras, que sin duda habrían derrumbado aún más a cualquier persona a las que fueran dirigidas:
- ¡¡ERES UN COBARDE, UN MALDITO Y ESTÚPIDO COBARDE!!- gritó la joven, furiosa- ¡¡ERES DÉBIL Y TAMPOCO TIENES FUERZAS PARA AFRONTAR LA VIDA…PORQUE ESO ES PRECISAMENTE LO QUE ERES…UN COBARDE!!
Sus compañeros se horrorizaban cada vez más al oír todo lo que oían. No podían creer que Erika le estuviera diciendo eso a Jack, y encima de una forma tan brusca y directa en un momento como ese. No entendían por qué hacía eso, y lo peor de todo era que el mago iba a acabar peor de lo que estaba:
- ¿¡CREES QUE MORIR ES LA OPCIÓN FÁCIL!? ¿¡CREES QUE TU MUERTE CAMBIARÁ ALGO EL HECHO DE QUE MARINA YA NO ESTÉ CON NOSOTROS!?- le preguntó la joven, seriamente y sin vacilar- ¿¡CREES QUE POR IRSE ELLA TODO ESTÁ ACABADO!? ¿¡QUÉ LA VIDA YA NO TIENE SENTIDO PARA TI!?
El hombre rubio la escuchaba atentamente y sin apartar ni un segundo la vista de su compañera, sorprendido y asombrado. Lo que le dijo Erika a continuación le dio un vuelco a su corazón, sacudiendo todo su ser por dentro:
- ¡¡NO SÉ QUIÉN ERES, PERO DESDE LUEGO NO TE PARECES EN NADA AL JACK QUE YO CONOZCO!!- afirmó ella, decidida y con toda seguridad en sí misma- ¡¡TÚ NO ERES EL JACK QUE ME SALVÓ EN LA TIERRA, NO ERES EL MAGO QUE ME ENSEÑÓ MAGIA Y CÓMO USARLA, NO ERES EL MISMO QUE ME ENSEÑÓ A SER FUERTE Y VALIENTE, A NO RENDIRME…PORQUE ÉSE JACK NO SE RENDIRÍA NUNCA, NO CAERÍA TAN BAJO COMO PARA QUERER MORIR…PORQUE NO ES PROPIO DE ÉL!!

Sin embargo, no fue hasta que el guardián oyó las siguientes palabras de la chica, que sintió una auténtica y verdadera sacudida en su corazón:
- ¿¡ES QUE ACASO NO RECUERDAS LA OTRA PROMESA QUE LE HICISTE A MARINA!? ¿¡LA ÚLTIMA ANTES DE MORIR!?
Jack se quedó pálido y atónito de repente. Por unos segundos se quedó en blanco, tratando de pensar en lo que acababa de oír:
- ¿Otra…promesa?- repitió lentamente el mago, sin creérselo.

Y fue en ese momento cuando Jack recordó un nuevo flashback en su mente. A su memoria llegó el amargo y triste recuerdo de la escena de la muerte de Marina, tras el combate contra Asbel en la Ciudad Olvidada. Allí estaba ella, muriendo entre sus brazos a causa de una profunda herida de muerte, a la vez que lo miraba:
“Jack…prométeme…que mi muerte…no impedirá…que cumplas con tu objetivo de guardián…prométeme que seguirás adelante con ellos…que salvarás Limaria…y que, pase lo que pase, vivirás…tal y como lo hacías antes de conocerme…prométemelo…
El mago tardó un poco antes de responder. Reunió las fuerzas y el valor necesarios para pronunciar, mientras lloraba:
- Te lo prometo.”

Aquel recuerdo de la otra promesa que le hizo a Marina dejó a Jack sorprendido y atónito, como si hubiera descubierto un detalle que cambiaba completamente la situación. Durante todo ese tiempo se había centrado tanto en la primera promesa que había olvidado la segunda, creyendo que, después de acabar con Ludmort y cumplir la profecía, ya no tenía más motivos para seguir viviendo.
Pero muy pronto descubrió que se equivocaba, cuando Erika volvió a hablar. Esta vez la chica se tranquilizó de su furia, y ahora hablaba más calmada, comprendiendo que su amigo había recordado lo que quería:
- Es cierto que la vida tiene momentos tristes y desagradables…instantes en los que sientes que lo has perdido todo, y que ya nada tiene sentido…- explicó la joven, con un tono de voz emocional- pero también tiene momentos alegres y felices…instantes únicos en los que sientes que vives de verdad, y cuyas experiencias se convierten en recuerdos vivos inolvidables…para siempre…
El hombre rubio recordaba todos los momentos que había vivido con Marina, uno detrás de otro, desde que la conoció el día de la partida, hasta su muerte en la Ciudad Olvidada.
En todos ellos había altibajos de alegría y tristeza, momentos tanto de felicidad y euforia como de pena y desesperanza, pero todos compartían en común el hecho de que se habían convertido en instantes únicos memorables, en recuerdos vivos inolvidables. Se trataba de recuerdos que el mago no podría olvidar jamás:
- Es parte de la vida pasar por esos momentos, nadie puede evitarlos…- afirmó Erika, recordando con tristeza la muerte de Eduardo- pero, de la misma forma que llega una etapa triste y dolorosa, también lo hace otra alegre y llena de energía- dijo la chica, esbozando una media sonrisa- porque somos humanos, somos personas…y así vivimos continuamente.

El guardián la miraba, atónito y sorprendido, mientras ella hablaba. Cada una de sus palabras lo conmovía profundamente, tocando su triste y afectado corazón roto:
- Erika…
- La vida es demasiado bonita para perderla así, Jack…no permitas que una pérdida destroce la tuya…y más aún si esa persona especial quiere que la vivas…- dijo la joven- porque ése es su último deseo…
Tanto Erika como él compartían el mismo sentimiento de haber perdido a la persona amada, y que ésta se hubiera sacrificado para salvar la vida de la otra. Así lo había hecho Marina en el pasado, e igualmente Eduardo en la reciente noche del fin del mundo:
- Sé cómo te sientes, Jack…porque yo también lo acabo de vivir…y conozco lo realmente doloroso que es…- afirmó la chica, que en ese instante esbozó de nuevo una media sonrisa- pero a pesar del dolor, sonrío y trato de ser fuerte…porque sé que esa persona lo haría…y también porque estoy segura de que es su último deseo que viva feliz…sin verme llorar…

Para sorpresa de todos y del primer guardián, la elegida se acercó caminando hasta el hombre rubio, y con tierna calidez lo abrazó, transmitiéndole todo su calor:
- Vive, Jack…sé fuerte por Marina, y por todos nosotros…- dijo la chica, con la cabeza apoyada en su pecho- porque ni ella, ni Mirto, ni Eduardo, y ninguno de nosotros queremos que mueras.
El mago se quedó sin palabras, completamente sorprendido. La sincera declaración de la joven, acompañada de los tantos recuerdos que tenía de Marina, de su maestro Mirto, de Eduardo y del resto de sus amigos, consiguieron tocarle el corazón de tal manera que estuvo a punto de llorar.

Recordó una situación parecida, tras salir de la Ciudad Olvidada y cerrarse su entrada para siempre. Por ese entonces Jack aún seguía muy recientemente afectado por la muerte de su compañera, y ni siquiera se movía. Se negaba a comer y a beber lo que le ofrecían los dos elegidos, y como un peso muerto y la mirada perdida, se quedaba sentado en cualquier parte del camino en la que paraban a descansar.
La muerte de Marina le había afectado tanto que incluso perdió las ganas de vivir, y en su estado parecía una débil llama a punto de apagarse en cualquier momento.
Sin embargo, la inquebrantable voluntad de los dos jóvenes por salvarlo de aquella triste oscuridad parecía mayor que su depresión, y las palabras que uno de ellos le dijo en ese entonces llegó a su mente como una enérgica oleada de ánimo y vitalidad:
“- Tú nos salvaste de Magno y Helio hace tiempo, en la Tierra…no nos abandonaste en ningún momento y arriesgaste tu vida por nosotros…habríamos muerto aquella noche de no ser por ti, y desde entonces nos has protegido siempre…- afirmó Eduardo- queremos que sepas que, para nosotros, eres un gran guardián, y darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros, ya que sin ti, nunca hubiéramos llegado hasta aquí…
Jack escuchaba perplejo las palabras del chico, mientras éste hablaba, con una confianza y una seguridad en sí mismo sorprendentes:
- Del mismo modo que tú has estado siempre a nuestro lado, tampoco permitiremos que mueras…porque todavía nos tienes a nosotros…y te protegeremos con todas nuestras fuerzas hasta el final…aunque nos cueste la vida.
El mago no podía contener las lágrimas y, antes de que pronunciara una sola palabra, Eduardo y Erika se lanzaron y lo abrazaron con fuerza. Jack los correspondió a ambos con cada brazo, y sonrió dulcemente mientras decía:
- Chicos…gracias.”

Cuando acabó el flashback en su memoria, el hombre rubio descubrió entonces la razón de la segunda promesa que le hizo a Marina. De la misma forma que se lo demostraron los dos jóvenes en aquel momento, así también lo estaba haciendo la chica en ese instante. Por fin entendió lo que quiso decirle la maga sagrada con la otra promesa, y había comprendido que no todo estaba perdido tras su muerte.
Había aprendido que no estaba sólo, y que tenía verdaderos amigos con los que podía contar, tanto en los buenos como en los malos momentos. También había aprendido que la vida es demasiado bella y bonita como para perderla, y que ésta está llena de alegrías y esperanzas, que sin duda todavía le quedaban por descubrir.

Jack dejó escapar un par de lágrimas, que cayeron por sus mejillas, mientras miraba a la elegida. Esbozó una tierna sonrisa en su rostro, y correspondió al abrazo de su joven amiga, rodeándola con los brazos de la misma forma que ella:
- Erika, tienes razón…
Y a continuación le dijo, hablando sinceramente y con el corazón:
- Muchas gracias.

La tierna escena en la que la chica salvó de nuevo al guardián de la triste oscuridad había acabado, y con ella ahora ya todos los presentes estaban más alegres y en paz consigo mismo. La reconciliación de Jack y sus nuevas ganas de vivir habían conmovido al resto de sus compañeros, que también sonreían dulcemente observando la escena.
Sin embargo, Ray se acordó en ese momento de algo muy importante, y del que seguramente nadie se acordaba. Rompió la magia del momento cuando le dijo a su amiga, seriamente:
- Erika, no olvides que debes cruzar el portal. La barrera tridimensional debe de estar a punto de cerrarse.
La chica entendió enseguida lo que quiso decir Ray, y entonces se separó de Jack. Sabía que el chico de negro tenía razón, y que no debía olvidar la brecha abierta que aún permanecía en el mismo sitio, esperándola. Sabía que debía cruzar el agujero inmediatamente, o de lo contrario no podría volver a su mundo y se quedaría en Limaria, quizá para siempre:
- Tienes razón- respondió la elegida, secándose las lágrimas.

Y cuando estuvo a medio camino del portal, una nueva punzada en el corazón la detuvo de repente. Miró la brecha tridimensional, parada en pie durante unos segundos, cuando la voz de Rex le dijo por detrás, dulcemente:
- Erika…
La chica se dio la vuelta y miró atrás, donde un instante antes había abrazado a Jack. Junto a él se habían unido el resto de guardianes a su alrededor. Todos permanecían en fila, alineados para ver partir a su compañera, y sonreían con un leve rastro de tristeza:
- No nos olvides, ¿vale?- dijo el perro, emocionado.
A la joven la invadió entonces una repentina sensación de tristeza, al comprender lo inevitable. Sabía que había llegado la hora, el triste momento de la despedida. Fue tras las palabras del can que a Erika se le llenaron los ojos de lágrimas otra vez, sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo.

También sabía que quizá era muy probable que no volviera a verlos nunca más, y por ello quiso despedirse de la forma más especial que se le ocurría.

Con una media sonrisa triste, caminó lentamente hasta el guardián peludo y con cola, donde se agachó frente a él. Con sus dos manos comenzó a acariciar gentil y cariñosamente la nuca y la cabeza del perro, a la altura de las orejas. Sus movimientos lentos y cuidadosos iban acompañados de una dulce voz teñida de tristeza:
- Rex, mi perrito bueno…conviértete en un gran líder…y cuida bien de la tribu Kengo…porque sé que serás toda una leyenda digna de recordar…- a lo que luego sostuvo sus dos manos en las mejillas del can y le dio un tierno beso en la cabeza- te quiero.

La chica se levantó del suelo tras acariciar a Rex, y caminó unos pasos al siguiente guardián que estaba al lado, en pie y delante de ella. Se detuvo delante de la pelirroja, a quien dirigió las siguientes palabras, igual de triste y emocionada que con el perro:
- Alana, mi valiente piloto…gracias a ti y a Valor Alado, hemos podido hacer todo esto…y estoy segura de que, algún día, serás conocida en toda Limaria como la mayor piloto que se haya visto jamás…- sonrió Erika, dulcemente- dale recuerdos a los moguris por mí, ¿vale?
La pelirroja asintió con la cabeza, también emocionada y a punto de llorar. Las dos se fundieron en un fuerte y cálido abrazo, del cual permanecieron varios segundos en silencio antes de separarse, con gran tristeza.

La elegida caminó de nuevo otros pasos lentamente, hasta el siguiente guardián de al lado. Se detuvo frente a la chica con coletas, a quien le había llegado el turno y, antes incluso de que Erika le hablara, sus lágrimas ya caían por sus mejillas:
- Cristal, mi princesa alocada y atrevida…me alegro muchísimo de que por fin hayas encontrado el verdadero amor…y espero que tus padres también lo acepten…- sonrió Erika- por favor, cuida bien de Ray…no dejes escapar un sueño por el que tanto has luchado.
Esta vez no fue la elegida la que abrazó a su amiga, sino que fue la propia princesa la que se lanzó a abrazarla, con una inmensa corriente de lágrimas en sus ojos y en sus mejillas. Erika se sorprendió ante esto, pero aún así volvió a sonreír, y la correspondió de la misma manera rodeándola con sus brazos.

Cuando se separaron, la joven caminó otra vez unos pasos hasta el siguiente guardián, que la esperaba en pie al lado de Cristal. Ahora le tocaba al chico de negro despedirse de ella, que la miró con cierta indiferencia.
Erika sabía que él era así, no muy expresivo y bastante serio, pero a pesar de ello pudo ver unos ojos emocionados a través de los cristales de sus gafas. No le gustaba expresar sus emociones y sentimientos, y la chica lo entendía perfectamente, así que sonrió de igual manera mientras le decía:
- Ray, mi chico distante y misterioso…gracias por habernos ayudado, y por haber luchado junto a nosotros…aún sabiendo que traicionarías a la organización Muerte…- sonrió la chica- por favor, cumple tu sueño y quédate con Cristal para siempre…cuídala muy bien, y por encima de todo nunca la abandones…porque ella tampoco lo hará jamás.
Estaba claro que el chico de negro no estaba dispuesto a abrazarla, así que fue Erika la que se acercó a él y lo abrazó con cariño y fuerza, igual que a los demás. A Ray no le importó que lo hiciera, aunque él no le correspondió de la misma forma.

Y tras separarse de él, Erika caminó de nuevo varios pasos más, hasta llegar al último guardián que le faltaba por despedirse. Sus miradas se cruzaron cuando ella se detuvo frente a él, y el reciente abrazo antes de las despedidas aún hacía que a ambos se les llenaran los ojos de lágrimas:
- Jack, mi noble y primer guardián…sin ti, nada de esto hubiera sido posible…ni tampoco Edu y yo hubiéramos podido llegar hasta aquí…- sonrió la chica, dulcemente- por favor, busca un nuevo sueño y vívelo, lucha por él hasta que lo alcances…empieza una nueva vida en un nuevo mundo…y sé feliz mientras la vivas…- a lo que luego añadió, muy emocionada- muchísimas gracias por todo.
Y así fue cómo los dos se fundieron en un nuevo abrazo, tan tierno y tan cálido como el anterior. Sus emociones ya afloraban de manera inconsciente, y tampoco podían contener las lágrimas. Tan solo el último abrazo era lo que les importaba en aquel momento:
- Vive, Jack…por todos nosotros.
- Y tú crece y conviértete en una gran mujer- le dijo el mago, llorando de felicidad- estamos muy orgullosos de ti.

Permanecieron así, abrazados durante unos largos segundos, hasta que finalmente se separaron. Todavía con los ojos llenos de lágrimas, Erika dio media vuelta y caminó lentamente hacia el portal tridimensional, tratando de secarse los ojos húmedos con las manos durante la marcha.
Sin embargo, cuando llegó junto a la brecha, no fue capaz de entrar sin antes volver la vista atrás. Aunque intentaba controlar sus emociones, los ojos le lloraban sin remedio con sólo ver a todos sus amigos una última vez más, quizá para siempre.
Se le quebró la voz al decir, aún llorando al verlos sonreír a todos:
- Chicos, yo…muchísimas gracias por todo…- dijo, intentando sonreír igual que ellos- yo…no os olvidaré nunca…a ninguno de vosotros…porque eso es imposible…y porque jamás podría hacerlo.
Y en ese momento la princesa con coletas exclamó en voz alta, con una amplia sonrisa:
- ¡Nos volveremos a ver algún día! ¿Verdad, Erika?

La chica se sorprendió de repente al oír aquellas palabras, con un elevado tono de alegría en su voz que superaba a la tristeza. Aquella alegría y seguridad con las que pronunció tal declaración hizo que a la joven también le desapareciera la tristeza que tenía, y que en su lugar sintiera una inmensa alegría.
Erika supo enseguida lo que Cristal quiso decirle con esas palabras, y dedujo al instante que se trataba de una nueva promesa: una promesa compartida por todos sus amigos y por ella misma, irrompible e inquebrantable.
Recordó en ese momento a Eduardo y la promesa que le había hecho él siete años atrás, bajo el árbol de los deseos del mirador de Eleanor. Sabía que su amigo de la infancia había cumplido la promesa hasta el final, mientras vivía. Supo que, si él fue capaz de mantenerla, ella también podía hacerlo con sus propias promesas, tal y como lo había hecho el chico de rojo: le había enseñado el valor de la lealtad y la fidelidad.

De esta forma, con un nuevo brillo de esperanza en la mirada y la confianza y la seguridad de que todo es posible, Erika sonrió también a Cristal y a sus compañeros, y les dijo muy segura de sí misma:
- Claro que sí, algún día nos volveremos a ver…lo prometo.

Y estas fueron sus últimas palabras, antes de sonreír y de ver por última vez a sus amigos. Estando aún de espaldas contra la brecha tridimensional, la joven comenzó a retroceder paso a paso hasta tocarla con uno de sus talones y una de sus manos.
Estas dos extremidades fueron las primeras en desaparecer en el portal, y con ellas poco a poco el resto del cuerpo, a medida que seguía retrocediendo paso a paso. Así, la joven continuaba internándose en el agujero, lentamente y sin prisa, a la vez que se marchaba de aquel mundo mágico, en el que había vivido la mayor y más increíble aventura de toda su vida.
Y mientras lo hacía, entrecerraba poco a poco los ojos, al mismo tiempo y con la misma suavidad y delicadeza, como si estuviera sumergiéndose directo y de lleno en un profundo sueño.

Un sinfín de recuerdos de sus amigos y ella atravesaron rápida y fugazmente la memoria, uno seguido detrás de otro, igual que aquellos que ven toda su vida pasar por delante de sus ojos en un instante, antes de morir. A su mente llegaron los recuerdos de toda su aventura por Limaria, ordenados de principio a fin: desde el combate de Jack contra Magno y Helio en la Tierra, hasta la batalla final de todos ellos contra Derriper en el mundo onírico.
Todas las aventuras y las experiencias vividas, los combates librados, y las emociones y los sentimientos compartidos, formaban en su memoria una increíble cantidad de recuerdos conjuntos, en el que estaban todos sus compañeros y amigos, y que habían dejado una profunda huella en su corazón que no podría borrar jamás.
Erika sonreía al ver pasar toda su aventura por Limaria frente a sus ojos, en un instante. Y justo antes de cerrar los ojos por completo y de desaparecer totalmente en la brecha, se dijo a sí misma en su mente, con ternura:
“Algún día nos volveremos a ver…lo prometo”.

Y finalmente, tras pensar estas palabras, con los ojos cerrados y sin dejar de sonreír dulcemente en ningún momento, la chica terminó de introducir su cuerpo por completo en el agujero tridimensional, desapareciendo tanto ella como el portal ante los ojos tristes de sus guardianes.

Erika atravesó justo a tiempo la barrera antes de que ésta se cerrara, dejando atrás el mundo mágico de Limaria.



La chica despertó, abriendo poco a poco los ojos, como si acabara de despertar de una larga y perezosa siesta. Lo primero que vio al abrirlos fue un techo con troncos y tablones de madera. Enseguida supo que no estaba en el mirador exterior de una aeronave, de modo que se sobresaltó y se sentó de una rápida incorporación en la cama sobre la que había estado tumbada:
- ¡Jack!- exclamó Erika, de repente y a la vez que se incorporaba.
Muy pronto descubrió, para su sorpresa, que estaba en una habitación oscura, rodeada de más literas igual que la suya, y con chicos y chicas jóvenes de su edad durmiendo en cada una de las camas. Se sorprendió al reconocer todas las caras que había, pero calló enseguida y cerró la boca, sorprendiéndose aún más de que su grito no hubiera despertado a ninguno de sus compañeros durmientes:
- Esto…esto es…- dijo la chica, que se detuvo un momento para mirar a su alrededor, perpleja y asombrada.

No había ninguna duda. Reconocía perfectamente todas las caras durmientes que habían esparcidas por la habitación, durmiendo en las camas de las literas. Se trataba de todos sus compañeros de clase del instituto, algunos de los cuales eran sus amigos y amigas, y otros los conocía de vista. No podía creer lo que aquello significaba, con los ojos y la boca abierta de sorpresa:
- ¡He vuelto a la Tierra!- se dijo a sí misma, atónita.

Pero sin embargo, lo que más la sorprendió de todo fue descubrir que aún era de noche. La habitación estaba en penumbra debido a que todavía eran tempranas horas de la madrugada, y el sol aún tardaría en salir unas horas más.
Aquello la desconcertaba muchísimo, ya que se suponía que la Tierra y Limaria estaban tan vitalmente unidas que compartían en todo momento la franja horaria mundial. La joven había abandonado el otro mundo con la cálida luz del amanecer, mientras que la Tierra seguía todavía en plena noche. No podía explicar aquel fenómeno entre ambos mundos.

Para mayor sorpresa, se quedó asombrada al descubrir que todo su cuerpo y toda su ropa estaba perfectamente bien. Se observó a sí misma durante unos segundos, atónita al comprobar que su camisa rosa, su chaleco blanco y sus vaqueros azules seguían intactos y sin ningún agujero o desgarre en el tejido.
Su piel y su cuerpo también estaban en perfectas condiciones, sin ningún rasguño, arañazo o herida sangrante a la vista, producida por el combate final contra el ser oscuro. Se palpó las manos, los brazos, las piernas y la cara, sin creerse lo que estaba viendo, con energía y asombro, hasta que por fin paró y aceptó que estaba bien. De hecho, casi podía afirmar que incluso estaba mejor que nunca:
- ¿Qué ha pasado?- se preguntó la joven, perpleja- ¿Por qué…por qué de repente…se han curado todas mis heridas?

Sin embargo, cuando por fin logró calmarse un poco y respirar lenta y profundamente, llegó de nuevo el horror. Erika se dejó caer de espaldas en el colchón, apoyando la cabeza boca arriba en la almohada. Inspiró hasta llenar los pulmones de oxígeno y luego expiró una enorme bocanada de aire, que la ayudó a tranquilizarse aún más.
Estando ahora un poco más calmada, palpó con su mano derecha debajo de la almohada donde estaba apoyada, y extrajo de ella su móvil guardado. Cuando encendió la pantalla pulsando con el dedo pulgar el botón de desbloqueo, su rostro adquirió de repente una expresión de máximo terror y palidez al mismo tiempo.

Lo que vio a continuación la dejó total y completamente pálida y horrorizada, con los ojos y la boca abierta de sorpresa, como si hubiera visto un fantasma.

En la pantalla del móvil aparecían una hora y una fecha escalofriantes que la hicieron asustarse mucho más que con los anteriores descubrimientos hallados. Volvió a incorporarse rápidamente sobre la cama, y estando sentada exclamó, para sí:
- ¡No…no puede ser…!- dijo la chica, pálida- ¡Pero si es…!
La fecha seguía reflejada en la pantalla, sin variar. Lo único que cambiaban eran los dígitos numéricos del reloj digital, a cada minuto que pasaba. Aquello sólo podía significar una cosa:
- ¡Es el mismo día que partí hacia Limaria!

Erika estaba cada vez más confusa. Por más que trataba de buscar una explicación lógica, no conseguía cambiar el hecho de que seguía en el mismo día de la acampada con su clase del instituto. Así lo demostraban claramente tanto su móvil, al que no había configurado nada en relación a la fecha, como el resto de sus compañeros durmientes, que parecían no haberse dado cuenta de nada de lo sucedido.
Un lío mental comenzó a formarse en su cabeza, pensando en todo lo que le había dicho Jack y aprendido en Limaria. Se suponía que el tiempo avanzaba a la vez en ambos mundos, al nacer los dos conjuntamente, y que por eso eran paralelos.
Habían pasado muchos meses, casi un año desde esa misma noche en que el mago los salvó de morir a manos de los hombres de negro y de llevarlos al mundo de Limaria. Y, sin embargo,  lo más sorprendente de todo era que había vuelto al mismo día, al punto de partida, como si no hubiera cambiado ni ocurrido absolutamente nada.
Erika no dejaba de pensar que tenía que haber un motivo, una explicación razonada que pudiera resolver aquel enigma. Pero para su desagradable sorpresa, por más que pensaba y reflexionaba, por más que trataba de adivinar y averiguar, por más que se esforzaba en buscar una respuesta que pudiera explicar aquel error, no la encontraba.

Al final acabó rindiéndose, porque empezaba a dolerle la cabeza de tanto pensar, y abandonó sus inútiles esfuerzos de explicar aquello. Se preguntaba si el hombre rubio conocía la respuesta a aquel interrogante, y de si se la hubiera dado de habérselo preguntado antes.
En cualquier caso ya no podía hacer nada, porque había dejado atrás Limaria, y quizá era muy probable que no volviera nunca más. Agotadas todas las posibilidades, y sin respuesta que explicara aquello, a la chica tan solo le quedaba una última opción, y que encajaba completamente con su perfecto estado físico y la fecha señalada:
- Pero, entonces…- se dijo a sí misma, triste- ¿todo…todo ha sido…un sueño?

Una profunda tristeza la invadió en ese instante, al pensar que todo lo que había vivido en Limaria, sus amigos y el propio mundo mágico, no eran más que un sueño: algo irreal.
Pero sin embargo, todo lo que había vivido allí le parecía tan real que se negaba a creer lo contrario. El mago y sus guardianes, Valor Alado, los moguris y la organización Muerte, habían sido tan reales como su auténtica vida de estudiante en la Tierra. No quería creer que todo eso había sido un sueño:
- Cristal…- dijo Erika, ahora deprimida.

La pantalla del móvil se apagó en ese momento sola, al no recibir movimientos táctiles en ella, y la chica dejó el aparato sobre su cama, desganada.  A continuación giró sus piernas fuera del colchón y bajó de la cama superior de la litera de un silencioso salto, apoyando los pies en el suelo.
Triste y apenada, comenzó a caminar lenta y pesadamente por la habitación, hasta llegar a la puerta de salida, la cual abrió con una de sus manos sin ganas ni energía. Salió de la habitación cerrando la puerta tras ella.

Silenciosa como una sombra, Erika empezó a andar lentamente por todo el campamento escolar, en mitad de la noche. Una a una menos las habitaciones, recorrió caminando y en silencio todas las instalaciones que formaban el lugar, completamente abandonado y silencioso debido a las horas de la noche. No parecía que hubiera nadie más que ella en aquel lugar.
Con el rostro deprimido y la cara triste, la chica pasó por algunos de los sitios del campamento en los que Eduardo y ella habían mantenido algún contacto visual, justo el día anterior a la fatídica noche que cambiaría sus vidas para siempre. En todos ellos un semblante de tristeza se reflejaba en su rostro, al recordar los momentos vividos con él en aquella excursión escolar:
- Ray…- dijo Erika, al pasar por la entrada exterior del lugar.

Allí fue donde el chico de rojo, ella y el resto de sus compañeros de clase divisaron la cabaña a lo lejos, el primer día. Estaban tan cansados y agotados por las más de tres horas de caminata que, en cuanto la vieron, echaron a correr como locos, eufóricos por haber llegado a lo que, para ellos, era como un oasis en el desierto:
“¡A partir de ahora, yo seré el que te cuide y te proteja…! - Dijo Eduardo- ¡no permitiré que nadie te haga daño nunca más!”.

El siguiente punto en el que paró un momento fue en uno de los pasillos exteriores de la cabaña, mirándolo con profunda nostalgia y tristeza:
- Alana…- dijo Erika, abatida.
En ese corredor fue donde Eduardo y ella habían intercambiado varias miradas y sonrientes saludos, al cruzarse para ir a sus respectivas habitaciones. Él siempre la miraba y sonreía inconscientemente, cada vez que le dirigía la palabra. Ahora que lo pensaba, el chico siempre sonreía al hablar con ella:
“Tú fuiste la primera en aceptarme…no dudaste en acudir en mi ayuda, aún cuando nadie más lo hizo…- dijo Eduardo, sonriente- gracias a ti ya no estoy solo, y tengo buenos y grandes amigos”.

La chica continuó vagando sola por el campamento, caminando lentamente y recordando en su cabeza diferentes flashbacks de su amigo de la infancia, según se detenía en las paradas. Todos ellos compartían en común el hecho de que pertenecían a la misma noche en que él le hizo la promesa, hace siete años:
- Rex…- dijo Erika, triste, en la siguiente parada.
De pie frente a la puerta abierta de la cocina, la joven recordó con tristeza cómo esa misma noche Eduardo se cortó uno de los dedos cortando tomates con un cuchillo, y ella se lo vendó con su pañuelo. También recordó cómo él la ayudó a recoger los platos, vasos y demás utensilios de la cena, en cuya ocasión una vez estuvo a punto de caerse y el chico la sujetó justo a tiempo para salvarla de la caída.
Aquel abrazo inesperado por parte de ambos, y la posterior mirada fija en los ojos del otro durante unos largos segundos, hizo que Erika se sintiera mucho más cerca de su compañero de lo que lo había estado en mucho tiempo:
“Eres la primera persona con la que creé un vínculo, y quiero mantenerlo de alguna forma…- afirmó Eduardo, con una media sonrisa sincera- porque eres alguien muy importante para mí”.

Finalmente, la última parada que hizo fue la más dolorosa para la chica. Se detuvo en la puerta del baño donde la sorprendió el joven, y el mismo lugar en que vieron por primera vez a los asesinos Magno y Helio:
- Edu…- dijo Erika, mucho más triste que antes.
Se adentró en el baño y caminó lentamente por entre las puertas cerradas, los lavamanos y los espejos de la pared, mientras recordaba un nuevo flashback en su mente. En este nuevo recuerdo aparecían ellos mismos, los dos, de pequeños:
“Erika le preguntó entonces, con una media sonrisa, a su amigo:
- ¿Me cuidarás y me protegerás…hasta el día en que muera?
Eduardo negó con la cabeza. Respondió de la misma forma, con una dulce media sonrisa:
- No, hasta ese día no, sino más…mucho más allá…por siempre jamás”.

Y justo cuando terminaron de resonar estas palabras en su cabeza, la chica se detuvo de repente, al encontrar algo que la apartó repentinamente de sus pensamientos y la dejó total y completamente pálida. Se quedó con los ojos y la boca abierta muda de sorpresa, sin creer lo que veía:
- ¡Pe…pero…!- exclamó Erika, atónita- ¡pero si es…!
Ante ella había una fregona partida a la mitad en el suelo; la misma que usó el chico de rojo cuando trató de salvarla de las manos de los hombres de negro; y al fondo de la pared una ventana rota con cristales rotos esparcidos por el suelo; también la misma que atravesó Eduardo cuando Magno lo lanzó por los aires al exterior:
- ¡Pero…entonces…!- exclamó de nuevo la joven, de repente asombrada- ¡Todo…todo lo que pasó…es real! ¡No era ningún sueño!- a lo que luego añadió, todavía intentando asimilar su descubrimiento- ¡Después de todo, Limaria existe…es real!

Y justo en ese momento, de nuevo, Erika dejó a un lado sus pensamientos, al oír por detrás los pasos de alguien que entraba en el baño. Al principio temerosa de que fuera uno de sus antiguos enemigos muertos buscando venganza, muy pronto descubrió, con un suspiro de alivio, que se trataba de una de sus compañeras de clase, que se había levantado de madrugada para ir al baño.
Enseguida corrió a su encuentro, aún sorprendida, y con su repentina carrera en la penumbra asustó a la recién llegada, que gritó de miedo al pensar que un ladrón se lanzaba sobre ella:
- ¡¡Laura, Laura, cálmate!!- exclamó la joven, tapando de repente la boca abierta de su amiga con una mano y omitiendo el grito para no despertar a todos- ¡¡Soy yo, Erika!!
La chica no dejó de gritar por lo bajo hasta que reconoció de cerca la cara de su compañera. Sólo entonces paró y la mano de Erika se separó de su boca, liberándola. La recién llegada aún temblaba y jadeaba, producto del miedo que acababa de sentir:
- ¿¡Es que acaso quieres matarme!?- dijo Laura, apoyándose de espaldas en la pared, con el corazón todavía latiéndole a toda velocidad- ¡¡Me has dado un susto de muerte!!
- Lo siento, no quería asustarte- se disculpó Erika, reparando en el error que acababa de cometer, pero enseguida retomó la pregunta que quería hacerle desde un principio- ¿Has visto a Edu? ¿Sigue durmiendo en tu habitación con los demás?

Aquella pregunta sorprendió de repente a Laura, e igualmente a Erika, cuando oyó decirle a la recién llegada:
- ¿Edu?- preguntó Laura, confusa y perpleja, como si nunca hubiera oído ese nombre- ¿Quién es Eduardo?

La misma pregunta de la chica dejó total y completamente pálida a Erika, cuyo rostro se tornó sorprendido y horrorizado de repente.
Había olvidado que Eduardo conservaba recuerdos de la vida de Gabriel en la Tierra, pero que nunca había vivido en ella. Lo recordó enseguida, al ver que ni siquiera una de sus mejores amigas sabía quién era, y tanto para ella como para los demás, el chico de rojo era un completo desconocido inexistente:
- Erika, ¿estás bien?- le preguntó Laura, preocupada al verla tan pálida de repente- ¿Qué te pasa?
La joven temblaba de los pies a la cabeza, y su compañera se dio cuenta con solo mirarla a simple vista. Sin embargo, tan solo un giro rápido y una carrera inesperada por parte de la chica fue la respuesta que obtuvo de su compañera:
- ¡¡ERIKA!! ¿¡A DÓNDE VAS!?- exclamó Laura, ahora siendo ella la sorprendida- ¡¡ESPERA!!
Pero ya era demasiado tarde. Cuando trató de correr tras la joven, ésta ya había alcanzado la ventana rota del baño, se subió a su alfeizar de un rápido salto ágil y, sin decir ni una sola palabra, saltó de nuevo al exterior.
Cuando alcanzó la ventana rota, Laura ya no podía detener a la chica. Ésta se alejaba corriendo del campamento en silencio y sin mirar atrás:
- ¡¡ERIKA, VUELVE AQUÍ!!- gritaba la recién llegada- ¡¡ERIKA!!
Pero no le sirvió de nada. Desde la ventana, sorprendida y perpleja, Laura contempló cómo su compañera seguía corriendo con la cabeza agachada y ocultando su rostro, sin mirar atrás, hasta que se internó y desapareció entre los árboles del bosque.


Erika seguía corriendo, llorando y sollozando en silencio, con la cabeza mirando abajo y los ojos cerrados, mientras de éstos afloraban lágrimas que caían por sus mejillas. Estaba tan afectada y dolida por todo lo que había pasado que ya no le importaba lo que le ocurriera, aunque corriera sola por el bosque en mitad de la noche.
No se detuvo ni un momento a descansar y, mientras corría, más flashbacks del chico de rojo volvían a su cabeza, torturándola incesantemente por perder a la persona amada, a la persona que más quería:
“Erika le preguntó entonces, con una media sonrisa, a su amigo:
- ¿Me cuidarás y me protegerás…hasta el día en que muera?
Eduardo negó con la cabeza. Respondió de la misma forma, con una dulce media sonrisa:
- No, hasta ese día no, sino más…mucho más allá…por siempre jamás”.

“Edu…”- pensó la chica en su mente, sin parar de correr, mientras lloraba.

Otro flashback surgió de nuevo en su memoria, seguido del anterior:
“Ambos niños sonrieron dulcemente, y la pequeña extrajo en ese momento de su bolsillo una especie de colgante, con un bonito cristal tallado que tendió en la palma de la mano a su compañero:
- ¿Lo prometes?
Eduardo no lo dudó ni un instante, y estrechó su mano con la de Erika:
- Lo prometo”.

“Edu…yo…”- seguía pensando la joven en su cabeza, todavía llorando y sin parar de correr- “yo te…”

En ese momento abrió de repente los ojos, al sentir que tropezó con la raíz levantada de un árbol del camino, y volvió a cerrarlos cuando se precipitaba en una caída de desnivel, cayendo de bruces al suelo.
Ahora, tumbada boca abajo en el suelo, sintió que le dolía todo el cuerpo. Tenía sus cuatro extremidades con rasguños y arañazos, y una de sus piernas se había lastimado con el corte de una piedra afilada. El color de la sangre manchaba sus pantalones vaqueros azules, y un profundo dolor la torturaba al tratar de moverla.
Pero sin embargo, a pesar del dolor que sentía, la tristeza seguía ahí: no se marchaba de ella. Temblando en el suelo, herida, continuó llorando y sollozando, mientras pensaba en esa persona:
“Edu…tú…”- pensó la chica una vez más en su mente- “tú me…”

Y de nuevo otro flashback se reprodujo en su memoria, el último de aquella noche hace siete años, cuando eran pequeños:
“- Es una promesa- dijo Erika, con una sonrisa de felicidad- no la olvides, ¿vale?
Eduardo asintió con la cabeza y respondió diciendo, con la misma sonrisa que ella:
- No lo haré…jamás”.

Erika seguía tumbada boca abajo en el suelo, cuando volvió a pensar las siguientes palabras. En su interior acababa de prenderse de repente una pequeña llama, una llama que iba creciendo y aumentando, disipando a la vez la tristeza que había en ella:
“Edu…tú siempre cumpliste tu palabra…siempre estabas ahí, a mi lado, para protegerme…lo arriesgaste todo, e incluso diste tu propia vida para salvarme…”- pensó la joven, cada vez más fuerte y decidida- por eso…y porque desde aquella noche, hace siete años, me enamoré de ti…por eso tú me importas, Edu…mucho más de lo que imaginas…”
Erika apretó los puños en ese momento, con fuerza, mientras una mirada más firme y más segura de sí misma se tornaba en sus ojos: los ojos de una persona valiente y decidida, que no se rinde tan fácilmente:
“Me niego a perderte, Edu…me niego a creer que todo ha sido un sueño…me niego a pensar que no existes de verdad…porque tú sí existes…vives igual que yo y que todos nuestros amigos…que todos los habitantes de Limaria y la Tierra…”- pensó la chica, valientemente.
Y con ese mismo valor, reunió todas sus fuerzas para tratar de levantarse, aunque el dolor de su pierna le dificultara mucho la tarea. Así, sangrando y cayendo pequeñas gotas rojas al suelo, Erika apoyó primero sus brazos y luego las manos, mientras se levantaba con una dolorosa mueca de expresión en la cara:
“Igual que tú luchaste por mí…ahora yo también lucharé por ti…”- pensó la estudiante, mientras se levantaba lenta y dolorosamente- “no me rendiré…no volveré atrás…y seguiré luchando hasta encontrarte…lo juro…”

Tras muchos esfuerzos, y cuando finalmente la joven terminó de ponerse en pie, echó a correr de nuevo como podía hacia delante, cojeando de la pierna herida.
Durante su carrera por el bosque cayó numerosas veces al suelo a lo largo del camino, la mayoría por el dolor del corte de su pierna que cojeaba, y otras veces por tropezar con obstáculos del suelo que encontraba inesperadamente.
Sin embargo, no hubo ni una sola vez en todo el camino una señal o un gesto de rendición. Siempre que caía, Erika volvía a levantarse con tremendo esfuerzo físico, lentamente, y echaba a correr de nuevo, como alguien que estuviera a punto de alcanzar la meta. Por cada caída recibía más rasguños y arañazos, algunos de los cuales le producían más heridas sangrientas y dolorosas.
Pero aún así la chica no se rendía: continuaba luchando contra el dolor, con todas sus fuerzas, y seguía corriendo hacia delante:
“No importa lo que me cueste…”- pensó Erika en su mente, mientras corría, valiente y decidida- “seguiré luchando hasta encontrarte…lo juro”.

Lo hacía por su compañero caído, sin rendirse, porque sabía que él hizo lo mismo por ella, esa misma noche. Y es que la carrera que estaba haciendo Erika era similar a la que hizo Eduardo, cuando Magno y Helio la secuestraron y se la llevaron del campamento directo al bosque.
El chico de rojo también tenía una de sus extremidades herida, debido a los cristales rotos de la ventana que rompió con su propio cuerpo, y caía continuamente durante su carrera por el bosque, igual que ella.
Pero su valor y fuerza de voluntad eran superiores al dolor que sentía, y se levantaba una y otra vez para continuar su carrera hacia el peligro. Igual que Erika lo estaba haciendo ahora, Eduardo también lo hizo por ella, tratando de salvarla de los hombres de negro que querían matarla.

La chica lo sabía porque él consiguió alcanzarlos a tiempo, en ese entonces, antes de que perdiera la vida. Y luchó valientemente contra ellos, antes de que llegara Jack en su ayuda.


Y con la misma determinación que lo hizo Eduardo en ese entonces, Erika también llegó hasta un amplio y gran claro del bosque: un lugar despejado de árboles en donde curiosamente el suelo y las plantas alrededor estaban chamuscados a causa del fuego. Parecía como si un pequeño incendio o una gran explosión hubiera sido el responsable de que la vida en aquel claro hubiera muerto, abrasado por las llamas.
La joven se detuvo de repente en un extremo del claro, parando a descansar y mientras jadeaba del cansancio por la reciente carrera. Enseguida reconoció perfectamente aquel lugar, cuando le llegaron otra vez imágenes fugaces a la memoria; imágenes de un chico de rojo y de un mago rubio luchando contra dos hombres de negro, y supo al instante donde se encontraba.

Había llegado al campo de batalla en donde Jack luchó contra Magno y Helio, la primera vez que lo vieron, y también el mismo sitio donde Eduardo y ella partieron hacia Limaria, a través de un portal tridimensional.

La chica entristeció de repente de nuevo, al no encontrar nada. Había corrido tanto desde el campamento hasta allí con la esperanza de encontrar a alguien, que ahora no podía creer que no hubiera nada. Sus ilusiones tras el descubrimiento de la fregona partida y de la ventana rota en el campamento la habían hecho creer que quizá él estuviera esperándola, en alguna parte.

Y ese lugar descampado y chamuscado fue el primer sitio que se le ocurrió a Erika.

Sus ilusiones se desmoronaron por completo al recordar otra vez que su compañero ya no vivía, que había muerto en Limaria sacrificándose por ella, y que tal y como le había dicho Laura, él nunca había existido en la Tierra.

Empezó a adentrarse caminando en el claro, iluminado por la luz de la luna, mientras andaba lentamente y cojeando de su pierna herida. Con la cabeza agachada, mirando al suelo y los ojos llenos de lágrimas, la joven comenzó a recordar una oleada de flashbacks en su memoria, uno detrás de otro, del mismo momento en que los dos jóvenes se enfrentaron cara a cara con los hombres de negro:
“- ¡Soltadla…ahora mismo!- exclamó Eduardo, al llegar a su encuentro.
- ¡¡Edu, no…huye!!- gritó la chica secuestrada.
- ¡Anda, es el chico de antes!- dijo el que agarraba a Erika- ¿Has venido a salvarla? ¡Qué valiente por tu parte!- sonrió con malicia el hombre de pelo azul- ¿Quieres jugar a hacerte el héroe?”

- Edu…- dijo Erika, triste, mientras seguía caminando lentamente por el lugar y recordando el pasado. Un flashback tras otro seguía invadiendo su mente, como si lo hubiera vivido el día anterior.

“Tuviste la oportunidad de huir y salvar la vida…- dijo el hombre de negro con el pelo rojo, mientras se acercaba al recién llegado estudiante- sin embargo, has venido tú solo hasta aquí…sin ayuda ni refuerzos…para combatir a dos asesinos que te superan en fuerza…sin duda tienes agallas”.

- Edu…yo…- continuaba balbuceando Erika, deprimida, a su paso.

“-Tu absurda valentía te ha llevado hasta la muerte…- dijo Magno, agarrando el cuello del chico de rojo con su mano izquierda y alzándolo en el aire- espero que reflexiones sobre eso en la otra vida”.

- Edu…tú…- seguía diciendo Erika, andando y con los ojos llenos de lágrimas.

“Una brillante e intensa luz blanca surgió de Eduardo, que cegó a Magno unos instantes, y lo soltó inmediatamente, retrocediendo unos metros:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó Helio, un poco más lejos.
El rostro de Magno cambió a sorpresa cuando sus ojos contemplaron con asombro aquella luz pura y cegadora:
- No…no puede ser…esa luz…
El chico abrió los ojos, y se asombró al comprobar que seguía vivo. Sorprendido, observó atónito cómo la luz que lo rodeaba cobraba forma en su mano, una forma un tanto rara pero a la vez especial. La luz se centró en su mano y adquirió la forma de una gran llave, del tamaño de una espada:
- ¿¡Qué…qué es…esto!?- exclamó Eduardo, atónito, sin creer lo que veía”.

- Tú…tú me…- decía Erika, sin parar de caminar.

“Eduardo dirigió la mirada en la dirección de la que vino el ataque mágico, atónito. Un nuevo hombre aparecía en escena, portando como arma una especie de bastón. La oscuridad de la noche le impedía ver con claridad su rostro.
A juzgar por su ropa de color vivo y su capa, el chico dedujo que ese nuevo individuo no tenía nada que ver con los dos anteriores. Se acercó a Eduardo y le dijo, preocupado:
- Siento no haber llegado antes, ¿estás bien?”.

La chica seguía andando por el campo de batalla quemado, en silencio y recordando los continuos flashbacks del combate allí librado, esa misma noche.

“En medio de la pelea, Magno le gritó a su compañero:
- ¡¡Helio, mata a la chica, rápido!!
Pero justo cuando los dos jóvenes se encontraban heridos y en el suelo, sin poder moverse y a punto de morir, Jack estuvo ahí para salvarles. Ambos hombres de negro lanzaron en ese momento un ataque mágico hacia Erika y Eduardo, indefensos y completamente a su merced. Por un lado Magno lanzó una enorme bola de fuego, y por otro Helio lanzó un rayo de hielo, directo a los dos jóvenes.
El mago salvador que los protegía, que se había levantando antes, corrió hacia ellos rápidamente y gritando:
- ¡¡No lo permitiré!!
Jack llegó hasta los dos estudiantes justo en el momento en que impactaron ambos ataques, que provocaron una gran explosión en el bosque que destrozó árboles a su alrededor”.

Y fue justo donde se produjo la gran explosión, en el centro del claro chamuscado, donde Erika por fin se detuvo y paró en seco. La serie de flashbacks de aquel combate dejó de reproducirse en ese instante en su memoria, y volvió con tristeza al presente.
Todavía con la cabeza agachada y mirando al suelo, la joven no pudo reprimir por más tiempo las lágrimas de sus ojos, y éstas comenzaron a caer por sus mejillas:
- Edu…aunque tú nunca hayas existido aquí…para mí…tú siempre lo has hecho…siempre has sido real…- sollozaba Erika- por eso…yo…no quiero perderte…no quiero olvidar…
Cansada de la carrera y de todo el largo camino hecho desde el campamento hasta allí, la chica finalmente se dejó caer de rodillas al suelo. Las lágrimas cayeron entonces de sus ojos a la tierra muerta que pisaba:
- Sé que tu último deseo es que viva feliz…y continúe con mi existencia, tal y como era antes de conocerte…- lloraba Erika, temblando y con los ojos llenos de lágrimas- pero yo…no puedo…no puedo olvidarte…no puedo imaginar una vida sin ti…
Sus manos abiertas se cerraron, formando puños y recogiendo tierra, con las que apretó con fuerza, igual que los dientes. Cerró los ojos aún llorando y dijo, con profunda tristeza y cada vez alzando más la voz:
- ¡Edu…por favor…no te vayas…no me dejes…no quiero separarme de ti…porque yo…yo te…te quiero y te amo más que a nadie en mi vida!- declaró Erika a los cuatro vientos, que en ese entonces volvió a ponerse de rodillas y levantó la mirada al cielo, al que gritó con los ojos cerrados y la voz del corazón- ¡¡Porque te amo y quiero estar contigo para siempre…Edu!!

Y fue justo al gritar su nombre de todo corazón cuando la esfera que llevaba de colgante al cuello empezó a brillar de repente, sorprendiendo a la chica. Erika se asombró ante aquel fenómeno inesperado, y enseguida reconoció el objeto esférico que aún llevaba puesto, y del que también se había olvidado por completo:
- ¿¡Ba…Bahamut!?- exclamó la joven, sorprendida.
La estudiante había olvidado completamente devolver al dragón plateado a su mundo, de entregárselo a uno de sus guardianes. Ahora lo tenía ella en la Tierra, y no había forma de devolverlo a Limaria. Tendría que hacerse cargo de él y cuidarlo igual que lo había hecho Mirto en el pasado, antes de entregárselo a Erika:
- ¿¡Qué…qué te pasa!?- preguntó ella, sin entender lo que ocurría- ¿¡Por qué brillas ahora!?

Y lo entendió cuando, en ese mismo momento, otro objeto esférico comenzó a brillar, en el bolsillo izquierdo de su chaleco blanco. La chica no tardó en darse cuenta de lo que llevaba en él:
- ¡Pero si es…!
Enseguida supo que el objeto de invocación estaba reaccionando ante el otro, el que llevaba. Lo que más la sorprendía era que nunca antes había visto a ningún guardián de la fuerza reaccionar a aquel objeto. Le resultaba extraño que las invocaciones no solo reaccionaran únicamente a la llamada de las armas sagradas:
- Esto…esto es…- dijo Erika, sorprendida.
La joven abrió el botón del bolsillo izquierdo de su chaleco blanco con la mano izquierda y extrajo el objeto que brillaba en él con la mano derecha. En su mano tenía ahora una pequeña esfera blanca, que brillaba igual que Bahamut con una cálida y misteriosa luz blanca:
- La…la esfera de los deseos…- afirmó Erika, asombrada, mientras la observaba.

No pudo evitar recordar en ese instante al chico de rojo, durante el último momento de descanso que pasaron ambos en el mirador exterior de Valor Alado, la noche del fin del mundo. En ese entonces Eduardo le había confesado que ya tenía su deseo pensado, pero no quiso decírselo por razones obvias que ella misma descubriría inevitablemente más tarde.
Sin embargo, Erika aún tenía su propia esfera de los deseos, y podía pedir el suyo cuando quisiera, siempre que la tuviera en mano.

Recordaba la única regla que les había explicado Mirto cuando se las entregó en su momento: Podían pedir cualquier deseo que no estuviera directamente relacionado con los dioses. Esto significaba, por ejemplo, pedir la muerte de alguno de ellos, su aparición terrenal, obtener alguno de sus poderes o incluso querer ser un dios a su altura. Este tipo de peticiones eran incumplibles, ya que podían desestabilizar el equilibrio natural del mundo e incluso llevarlo a su completa y absoluta destrucción.

Sin embargo, el deseo de Erika distaba mucho de toda intención malvada y retorcida como aquella. El sueño de la chica había sido siempre encontrar la llave que abría el diario de su difunto abuelo, para saber lo que escribió él sobre ella acerca de su futuro.
Eduardo lo sabía, porque ella misma se lo había contado en varias ocasiones, y nunca afirmaba tener otro sueño que no fuera ése. Nunca había soñado con fama, grandes riquezas y fortunas, o con avariciosos deseos de poder y superioridad ante los demás. Erika siempre había sido una persona sencilla, con deseos y metas sencillas.

Recordaba también las palabras de su compañero muerto, aquellas que le decían que cumpliera su sueño. Sonrió dulcemente en ese momento, y mientras miraba la esfera en su mano, al pensar en él. Todavía con las lágrimas cayendo por sus mejillas, sonrió diciendo con ternura:
- Edu…tienes razón…- declaró ella, mirando el objeto en su mano- ya es hora…de que viva mi sueño…

Y, al igual que hizo él en el mirador exterior de Valor Alado, Erika también se dispuso a pedir su propio deseo. Sostuvo la esfera con ambas manos, la apretó contra su pecho con fuerza, y agachó la cabeza al mismo tiempo que cerraba los ojos. Cuando la tuvo bien sujeta, finalmente formuló su deseo:
- Yo, Erika…elegida de la vara mágica, y legítima propietaria de esta esfera…- dijo, pronunciando en alto y claramente, hablando con el corazón- por favor…deseo que me devuelvas…al auténtico y verdadero amor de mi vida.

Y justo en ese momento, en ese instante, ocurrió el milagro.


Tras pronunciar la última palabra del deseo, Erika abrió de nuevo repentinamente los ojos, al sentir que el objeto de sus manos comenzó a brillar mucho más intensamente que antes.
Observó, perpleja y asombrada, cómo a su alrededor se dibujó en el suelo una especie de círculo mágico, en el que se veían claramente los símbolos de los seis dioses de Limaria, y en cuyo centro se encontraba ella, todavía de rodillas.
Sin desaparecer en ningún momento el círculo mágico del suelo, la esfera que sujetaba Erika con ambas manos contra su pecho empezó a moverse. Ésta se separó lentamente de ella, mientras la chica estiraba poco a poco sus brazos y abría sus manos hacia delante, dirección en la que se movía el objeto esférico.
Cuando la joven abrió por completo las palmas de sus manos y las dejó abiertas, la esfera se separó de ellas levitando en el aire. Sin dejar de brillar en ningún momento, el objeto comenzó a ascender lentamente en el aire, mientras la chica observaba todo el proceso en silencio, asombrada, y sin decir ni una sola palabra.
Se sorprendió de repente cuando, al llegar cerca de los dos metros de altura, la esfera se detuvo en seco y, al cabo de unos segundos, y aún estando parada en el aire, explotó repentinamente en una pequeña e inofensiva bomba de estrellas.

Erika cerró los ojos en el mismo momento en que explotó la esfera, pero volvió a abrirlos poco a poco de nuevo, al sentir que no le había pasado nada.
Se quedó perpleja y asombrada cuando, al mirar a su alrededor, descubrió miles de diminutas estrellas amarillas y blancas, cayendo lentamente en una pequeña zona de radio alrededor del círculo mágico en el que se encontraba. Esta lluvia de estrellas caía como los copos de nieve en invierno, y cada una de ellas parpadeaba intermitentemente hasta llegar al suelo.
La luz cálida y acogedora de las estrellas, parpadeando como luciérnagas, ofrecía un hermoso espectáculo para la joven, que contemplaba toda la escena con los ojos y la boca abierta muda de la sorpresa. No dijo ni pronunció palabra alguna en ningún momento del deseo.

Sin embargo, lo que más la sorprendió de todo fue alzar la vista hacia arriba en ese instante. Lo que vio a continuación la dejó total y completamente perpleja y asombrada.

Muchas de las estrellas que explotaron de la esfera no continuaron cayendo como copos de nieve, sino que empezaron a unirse todas en un mismo punto, concentrándose y formando a su alrededor un remolino de estrellas en el aire.
Al cabo de unos segundos de ligero y suave movimiento de las cálidas luces danzantes, las estrellas finalmente se unieron para dar forma a lo que parecía ser un pie. A continuación otro cúmulo de estrellas formó el otro pie, de la misma forma, para luego crear las piernas y unir ambas extremidades hasta la cintura.
Así, de esta manera, las luces blancas y amarillas poco a poco se unieron, formando el torso, los dos brazos y la cabeza de un nuevo ser.
Cuando las estrellas terminaron de unirse y de dar forma humana al nuevo ser, éstas empezaron a perder su color brillante, desprendiéndose de la nueva vida que acababan de crear.

Erika pudo ver, ante ella y claramente con sus propios ojos, unos tenis deportivos azules y con rayas amarillas. Posteriormente unas piernas descubiertas, seguido de unos pantalones vaqueros azules cortos y con rayas grises, bolsillos y una fina cadena atada por un lado.
Por encima de la cintura, a medida que las estrellas brillantes se desprendían del cuerpo, descubrió una chaqueta roja con mangas amarillas, cuyos brazos desnudos terminaban en unas manos con iguales guantes rojos. Y, por último, por encima de una capucha blanca de la chaqueta, encontró la cabeza de un joven de su edad y con el pelo oscuro.

A pesar de que lo viera desde el suelo, y sin poder verle el rostro desde su posición, la joven reconoció enseguida quien era aquella persona.

Acostado boca arriba y con los ojos cerrados, inmóvil y como si durmiera plácidamente, el chico de rojo empezó a descender lentamente en el aire, igual que las estrellas que seguían cayendo a su alrededor como copos de nieve. Parecía como si las propias estrellas lo estuvieran moviendo gentil y delicadamente, por miedo a que se cayera y se hiciera daño.
El joven nacido de las estrellas descendió lentamente en el aire, hasta que por fin las luces lo depositaron con suavidad en el suelo, frente a la chica, a la vez que ella lo rodeaba y sujetaba con sus brazos.

Cuando por fin el cuerpo del chico ya se encontraba en el suelo junto a su amiga, las estrellas y el círculo mágico que hasta ese momento habían estado presentes en todo el proceso, incluido el brillo blanco de la esfera de Bahamut, desaparecieron en ese entonces, con las mismas luces cálidas parpadeando hasta perderse en la noche.

Ahora, con el cuerpo de su amigo entre sus brazos, Erika supo que su deseo ya se había cumplido. Tumbado boca arriba, la chica lo miraba, todavía asombrada. Tenía los ojos cerrados y parecía que durmiera profundamente:
- ¿Edu?- preguntó ella, tras un largo silencio.
El chico no respondía. Seguía con los ojos cerrados y sin moverse.
- Edu… ¿puedes oírme?- repitió lo joven.
No hubo respuesta. Después de varios intentos de nuevo llamándolo por su nombre, Eduardo seguía sin reaccionar. Empezó a preocuparse al ver que, ni siquiera sacudiéndolo, lograba despertarse. Al cabo de unos segundos, y viendo que su compañero seguía igual de dormido y sin reaccionar, Erika por fin temió lo evidente, y su rostro adquirió de repente una clara y emotiva expresión de tristeza.
Muy pronto sus ojos comenzaron a llenarse otra vez de lágrimas:
- Edu, no…
La chica hundió su rostro en el pecho del joven, mientras aún lo sujetaba entre sus brazos, y empezó a llorar de nuevo. No podía creer que su deseo se hubiera cumplido de esa forma, entregándole muerta a la persona que más quería:
- Edu, por favor…despierta…no me dejes…- declaró Erika, llorando y sollozando- no quiero separarme de ti…porque yo…te quiero…te amo y quiero estar contigo para siempre…Edu…

La joven siguió llorando y sollozando, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el pecho de su amigo, sin dejar de abrazarlo ni separarse de él.

Sin embargo, lo que ocurrió a continuación la dejó total y completamente asombrada.


Una nueva mano que no era ninguna de las suyas le acarició suavemente la cabeza, al mismo tiempo que una voz conocida le dijo, en tono bajo y debilitado:
- E…Erika…
La chica incorporó rápidamente la cabeza, abriendo de repente los ojos y deseando que esa voz fuera real. Cuando sus ojos se encontraron con los del chico, entreabiertos, los dos se quedaron durante unos largos segundos mirándose, mientras a ambos se les llenaban los ojos de lágrimas:
- E…Edu…- dijo ella, de repente esbozando una media sonrisa de felicidad, igual que él- Edu…
- Te dije…que nunca olvidaría la promesa…- respondió el joven, sonriendo dulcemente- ¿recuerdas?
En ese momento la chica lo abrazó de nuevo, con energía y más fuerza que antes, a la vez que exclamó su nombre con un pleno grito de euforia y alegría. Aunque él no pudiera corresponderla con la misma energía, a ella no le importó en absoluto. Su compañero estaba débil y apenas podía moverse, pero seguía vivo, y eso era lo más importante para Erika.

Después del arrebato producido por la emoción del momento, y de un largo y tierno abrazo, los dos jóvenes se separaron otra vez, aunque ella seguía sujetando a su amigo entre sus brazos. Todavía con lágrimas en los ojos y cayendo por sus mejillas, ambos continuaron mirándose fijamente y sin apartar la vista a otro lado que no fueran los ojos del otro.
En ese momento el chico dejó de sonreír, y su cara mostró una expresión de perplejidad, como si no entendiera nada de lo que había pasado:
- Erika…- dijo Eduardo, confuso y mirándola- ¿Por qué…?
Ella seguía sonriendo dulcemente, sin dejar de mirarlo a los ojos. Le respondió diciendo, muy segura de sí misma:
- Quería ver tu rostro…tu cara alegre y sonriente…y sobretodo tu sonrisa…esa sonrisa que tanto me alegra y me hace tan feliz…- dijo Erika, acariciando con una de sus manos el flequillo oscuro de la frente de su compañero- quería verte sonreír…al menos una vez más…
El chico tardó un poco en responder, sorprendido por la respuesta de ella. Le preguntó entonces, todavía confuso y perplejo:
- ¿Te das cuenta…de lo que esto significa?- dijo Eduardo, débil y agotado, entre los brazos de su amiga- acabas…de renunciar a tu sueño…por mí…
Erika no dejaba de sonreír en ningún momento, y con la misma tierna y dulce sonrisa le respondió diciendo, hablando con el corazón:
- Edu…cuando tenía la esfera en la mano, me di cuenta…de que tú eras mi verdadero sueño…porque tú lo eres…siempre lo has sido…y siempre lo serás.

Eduardo sonrió inconscientemente de inmensa felicidad, y con su mano derecha le acarició una de las mejillas a la chica, tan lenta y delicadamente como le permitían las escasas fuerzas que le quedaban:
- Erika…yo…
Y antes de que dijera una sola palabra más, ella le interrumpió en ese momento, diciendo con emoción y dulzura:
- También quería verte…porque a partir de hoy, yo también quiero hacerte una promesa…- declaró la joven, para sorpresa de su compañero, y muy segura de sí misma- una cálida promesa eterna…

Lo que le dijo Erika a continuación dejó al chico más sorprendido de lo que lo había estado en toda su vida:
- A partir de ahora, yo seré la que te cuide y te proteja…no permitiré que nadie te haga daño nunca más.
Las mismas tiernas palabras que le había dicho él siete años atrás, durante la noche en que le hizo la promesa cuando eran pequeños, se repetían otra vez, pero ahora de la boca de ella. Finalmente Eduardo sonrió, sabiendo lo que eso significaba, y le preguntó entonces, sin dejar de sonreír dulcemente, a su amiga:
- ¿Me cuidarás y me protegerás…hasta el día en que muera?
Erika negó con la cabeza. Respondió de la misma forma, con una dulce media sonrisa:
- No, hasta ese día no, sino más…mucho más allá…por siempre jamás.

Ambos jóvenes sonrieron dulcemente, mirándose durante unos largos segundos, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad y cayendo éstas por sus mejillas. Y fue en ese momento cuando, por fin, la chica se inclinó hasta el rostro de él, y los dos cerraron los ojos para unir sus labios en un tierno y largo beso de amor verdadero.

También fue en ese momento cuando llegaron al lugar Laura y el resto de profesores y compañeros de clase, entre los que se encontraban Mandy, Bruno y Lionel. La chica los había despertado en cuanto Erika se dio a la fuga saltando por la ventana, y todos habían corrido tras sus pasos por el bosque hasta encontrarla.
Enseguida todos corrieron a su encuentro llamándola por su nombre, y la rodearon tanto a ella como al chico nuevo que tenía entre sus brazos, a quienes colmaron de atención y cuidados sanitarios, ya que ambos estaban heridos.



Mientras tanto, escondidas entre la oscuridad y la sombra de los árboles, dos figuras humanas observaban en silencio la escena. Habían contemplado todo lo que había pasado en el claro del bosque, desde la llegada de Erika hasta el deseo pedido por ella gracias a la esfera, que se lo había concedido sin problemas:
- Un bonito final feliz para la joven pareja- comentó una de las dos personas.
- Sí- contestó la otra- ha sido muy entretenido, ¿no crees?
- Desde luego- respondió la primera, con tranquilidad- nunca imaginé que un par de niños pudieran acabar con el ser oscuro. He de admitir que estoy realmente impresionado.
La segunda sombra dijo en ese entonces, igual de tranquila y calmada que su compañero:
- Con Derriper y la organización Muerte fuera de juego, ahora ya podemos respirar tranquilos- afirmó- esos dos elegidos han acabado con el mayor obstáculo que se interponía en nuestro camino.
Hubo unos largos segundos de silencio, en los que las dos figuras humanas seguían observando la escena, sin pronunciar palabra. Fue en el momento en que dos profesores del instituto cargaron a Eduardo y Erika a su espalda, cuando la primera sombra volvió a decir, muy tranquila:
- ¿Y qué vamos a hacer ahora?- preguntó- Llevamos todos estos meses observándolos, y creo que ya hemos mirado suficiente. ¿No deberíamos atraparlos ahora que están débiles y exhaustos?
- Eso sería ir en contra de nuestros planes- respondió la segunda sombra- y, la verdad, después de todos estos años, no me apetece echarlo todo a perder…- a lo que luego añadió, con sobrada calma y paciencia- además, no será necesario hacer nada.

En ese momento la segunda sombra extrajo de sus ropas el diario del abuelo de Erika, acompañado de una pequeña llave en la otra mano. Introdujo la llave en la cerradura, con la que, tras darle un par de vueltas, desbloqueó la única protección que tenía, y a continuación abrió el libro en sus manos.
La primera sombra observó el objeto abierto en las manos de su compañero, mientras éste lo ojeaba y pasaba sus páginas, algunas manchadas de sangre seca:
- ¿Todavía sigues pensando que ese diario predice el futuro?- comentó, con un ligero tono de desaprobación en su voz- para tu información, existe algo que se llaman las casualidades.
- ¿Y llamas casualidades a todo lo que ha pasado, desde que se escribió este diario?- preguntó la segunda sombra, con bastante calma- como sabes igual que yo, este diario se escribió hace muchos años…antes incluso de que nacieran esos dos niños- indicó, refiriéndose a Erika y a Eduardo- y, francamente, después de ver todo lo que ha pasado…yo no lo considero simples casualidades.

La primera sombra no comentó nada al respecto. Se limitó a hacer otra vaga pregunta a su compañero:
- Entonces, según tu teoría carente de rigor científico… ¿todo lo que hay escrito en ese diario ocurrirá inevitablemente en el futuro?
La segunda sombra asintió con la cabeza, mientras seguía leyendo las páginas abiertas del libro en sus manos:
- De la misma forma que está escrito que esos dos jóvenes acabarían con Derriper…también aparece escrito un futuro más allá de lo que ha acontecido hoy- afirmó su compañero- un futuro predicho y, por fortuna, brillante para nosotros.

Cuando llegó a la última página, en la que había una hoja arrancada, cerró el diario y volvió a protegerlo pasando la llave por la cerradura. La figura que lo sostenía en su mano volvió a guardarlo bajo sus ropas, junto con la llave, y ambas personas levantaron de nuevo la vista al frente.
Ante ellos, en pleno claro abierto, Eduardo y Erika se alejaban con el resto de sus compañeros y profesores, de vuelta al campamento. Los dos estudiantes iban con la cabeza apoyada en la espalda de sus docentes y los ojos cerrados, exhaustos y agotados del cansancio, hasta quedarse profundamente dormidos:
- Es una lástima- comentó la primera sombra- tenía ganas de poner a prueba al nuevo Ludmort artificial.
- Tendremos que esperar muchos años más, hasta que esos dos niños se conviertan en adultos, para llevar a cabo nuestro plan…- dijo la segunda sombra, mientras los veía alejarse frente a sus ojos- hasta entonces, debemos seguir permaneciendo ocultos en la oscuridad…y no permitir que sepan de nuestra existencia.

La primera sombra dijo en ese entonces, con calma y tranquilidad:
- Supongo que ahora les tocará vivir un largo y aburrido período de paz y tranquilidad…e imagino que dejarlos tranquilos también forma parte del plan, ¿verdad?
Su compañero asintió de nuevo con la cabeza, paciente y reservado:
- Paciencia, amigo mío…observarlos durante todo este tiempo ha sido nuestra parte del plan…y ya hemos conseguido todo lo que queríamos saber…comprobar la veracidad de este diario- dijo la segunda sombra, que en ese momento le indicó al otro- vamos, debemos volver e informar a nuestro señor de lo ocurrido.

La primera sombra gruñó por lo bajo y, antes de dar los dos media vuelta para desaparecer en la oscuridad, la segunda sombra echó una última mirada a los dos jóvenes que se alejaban en el claro. Dijo, con una siniestra voz que presagiaba el mal:
- A partir de hoy…una nueva era comienza.

FINAL FANTASY: MEMORIES OF A PROMISE

FIN

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