Capítulo
XLIII
UNA
TERRIBLE VERDAD
Eduardo abrió los ojos de repente,
sorprendido por el inquietante y estruendoso ruido a su alrededor. Se quedó
atónito y perplejo al descubrir que estaba en la cubierta superior exterior de
Valor Alado, junto a sus amigos. Justo cuando se preguntaba qué hacían todos
allí, bastó ver las caras horrorizadas de los demás mirando al cielo para
intuir que algo malo ocurría.
El chico hizo lo mismo que ellos. Alzó
la vista al cielo, y la expresión pálida y aterrada se reflejó en su rostro
como si hubiera visto un fantasma. Con los ojos y la boca muy abierta, el
cuerpo de Eduardo se estremeció y paralizó en cuestión de instantes, mientras
su corazón encogido y asustado palpitaba débilmente entre dos latidos.
A pesar de no haber visto nunca lo que
contemplaban sus ojos, en su interior sabía muy bien lo que era aquello:
- ¡Eso…eso es…!- dijo Ray, temblando y
sin palabras.
El grupo entero lo conocía, y la clara
prueba de ello era el profundo miedo y terror que sentían en aquellos momentos.
La pesadilla por la que tanto ellos como el mundo entero temían por fin había
cobrado forma, y su presencia allí borraba toda esperanza posible de salvación.
La primera parte de la profecía se había cumplido, y con ella lo acompañaba el
día del fin del mundo:
- ¡Ése es…Ludmort!- afirmó Alana,
completamente horrorizada.
Aquella aberración de la naturaleza
era imposible de describir con palabras. El ser que amenazaba con destruir el
planeta se trataba de una colosal criatura de volumen y proporciones
continentales, con un ancho cuerpo revestido de negro y dotado de unas grandes
alas demoníacas. Sus poderosas patas y garras de uñas afiladas, además de sus
colmillos, le daban un aspecto mucho más peligroso.
Sumado al imponente horror que
provocaba sólo su mera presencia, el diabólico rostro de ojos amarillos de su
cara tan sólo transmitía miedo y terror, hasta límites que incluso los más
valientes no esperaban. Lo más escalofriante de todo era que el monstruo
desbordaba materia oscura por los cuatro costados, y parecía que todo su cuerpo
estuviera hecho a base de la más absoluta oscuridad.
Tal y como lo describían las antiguas
leyendas desde tiempos ancestrales, Ludmort era un todopoderoso monstruo capaz
de destruir fácilmente la vida y la existencia de todo cuanto conocían, y
desgraciadamente nadie más en el mundo podía detenerlo salvo dos personas.
Esas dos personas se encontraban ahora
frente a Ludmort, dispuestas y preparadas para cumplir con su objetivo. Se
habían preparado a conciencia a lo largo de su viaje para el duro trabajo que
iban a hacer. Había llegado la hora de la verdad.
El planeta y el mundo de Limaria
temblaban bajo sus pies, a pesar de que estuvieran a lomos de Valor Alado y
volando en el aire. La llegada de Ludmort al mundo provocaba el desequilibrio
de éste, y los devastadores desastres naturales llenaban de caos y destrucción
el mundo de Limaria.
Incontables terremotos, inundaciones,
tornados, erupciones y tormentas asolaban la mayor parte de los rincones del
planeta, desatando en su conjunto el verdadero fin del mundo.
El mago se dirigió rápidamente a los
dos jóvenes, gritando:
- ¡¡Erika, Eduardo, ahora os toca a
vosotros!!- exclamó Jack- ¡¡llamad a los G.F.!!
La joven asintió firme y decidida con
la cabeza, e hizo aparecer mágicamente en sus manos la vara mágica. El chico,
todavía sorprendido al verse de repente en aquella situación límite, tardó
bastante en reaccionar. Al igual que su compañera, hizo aparecer por arte de
magia su llave espada en las manos, y ambas armas sagradas comenzaron a brillar
con una intensa luz dorada y plateada, respectivamente.
Las esferas de invocación de sus
amigos empezaron a brillar con el destello cegador que tanto conocían, y tras
cerrar y abrir de nuevo los ojos varios segundos después, finalmente
aparecieron en escena sus aliados más poderosos: los guardianes de la fuerza.
Lo que más sorprendió y dejó
boquiabierto a Eduardo fue, además de las tres primeras invocaciones Quetzal,
Shiva e Ifrit, encontrarse ante ellos a un cuarto guardián de la fuerza. No
pudo ver quién de sus amigos llevaba la esfera del cuarto G.F, debido a las
intensas luces cegadoras. Tampoco tuvo tiempo a fijarse en él, ya que enseguida
los cuatro se lanzaron a atacar a Ludmort, con un gesto de movimiento de la
vara mágica.
El verdadero reto estaba a punto de
empezar.
Los cuatro G.F. unidos lanzaron sus
correspondientes ataques elementales contra la colosal criatura y chocaron con
su poderosa defensa sobrenatural, provocando tremendas vibraciones y ráfagas de
aire que hacían temblar la atmósfera a su alrededor:
- ¡¡Vamos, chicos!!- animaba Cristal a
las invocaciones- ¡¡acabad con él!!
Tras unos largos segundos de fuertes
temblores aéreos en Valor Alado, finalmente los ataques combinados al mismo
tiempo de los guardianes de la fuerza lograron destruir la defensa de Ludmort,
y la coraza oscura transparente con la que se cubría acabó rota en mil pedazos.
Jack y los demás sonrieron al ver que habían cumplido la primera parte, que
consistía en destruir la barrera oscura del monstruo.
Los G.F. detuvieron sus ataques y
permanecieron quietos a la espera de más órdenes, mientras volvían la vista a
Valor Alado y miraban a los dos jóvenes portadores de las armas sagradas.
En la cubierta superior de la
aeronave, todos los guardianes tenían ahora puestos sus ojos en Eduardo y
Erika, ambos con sus respectivas armas en las manos:
- ¡¡Aún sin la barrera oscura, Ludmort
todavía es capaz de destruir el planeta!!- exclamó Jack, seria y decididamente-
¡¡Rápido chicos, haced lo necesario para salvar este mundo!!
En ese momento, y por alguna extraña
razón, todos los presentes dirigieron sus miradas al joven elegido de la llave
espada. El chico se sorprendió de repente cuando le dijeron:
- ¡¡Deprisa, Eduardo, haz lo que
tengas que hacer!!
- ¿¡Qué!?- exclamó él, confuso y
perplejo, como si no entendiera nada.
Sus amigos se quedaron horrorizados al
ver que el joven no sabía lo que tenía que hacer. Lo que más les asustaba es
que parecía ir en serio y que estaba perdido y confuso con su tarea:
- ¡¡No es momento para bromas,
Eduardo!!- dijo Alana, seriamente y sin vacilar- ¡¡Déjate de juegos, te aseguro
que esto no tiene ninguna gracia!!
El chico se asustaba cada vez más por
momentos, y ya no solo por la presencia de Ludmort. A juzgar por las caras
serias de sus compañeros, dedujo que definitivamente estaban ante el verdadero
monstruo, el último enemigo. Sin duda aquello era el final de su camino por
Limaria, y había llegado el momento más temido por todos: la hora de la verdad.
Sin embargo, algo no encajaba allí,
algo que extrañamente sólo concernía al chico, y que éste desconocía por
completo. Acababa de despertar por arte de magia en la cubierta de Valor Alado,
y ya le estaban exigiendo que hiciera un trabajo que sólo él podía hacer, sin
saber ni siquiera el cómo hacerlo.
Con la mente en blanco, y sin la menor
idea de lo que tenía que hacer, Eduardo respondió diciendo, completamente
asustado:
- ¡¡Yo…yo no…no sé…lo que tengo que
hacer…!!
Aquella respuesta hizo palidecer
repentinamente a todos los miembros del grupo, y pareció que aquellas palabras
extinguieron de raíz todo rastro de esperanza en sus ojos. Incluso Erika se
quedó horrorizada, y temblaba con la respuesta de su amigo cuando le preguntó,
asustada:
- ¿Edu…de verdad tú…no sabes qué
hacer?
Muchos de sus amigos seguían atónitos
y horrorizados, no podían creer que de verdad Eduardo no supiera nada. En ese
momento Jack perdió la paciencia, y apretó los puños y dientes con fuerza. Se
acercó al chico con firmeza y le pegó un puñetazo en toda la mejilla, que lo
tiró de espaldas al suelo:
- ¡¡Jack!! ¿¡Pero qué haces!?- exclamó
Rex, al ver que su compañero le levantaba la mano a un amigo.
Eduardo se levantó de nuevo y se llevó
la mano a la mejilla, dolorido por el puñetazo del mago. Cuando volvió la
mirada hacia él, se sorprendió con los ojos y la boca muy abierta, al ver la
expresión seria y enfadada del mago:
- Después de todo por lo que hemos
pasado…por lo que hemos luchado…por lo que hemos renunciado y sacrificado por
vosotros… ¿¡es así cómo nos lo pagas!? ¿¡Permitiendo en el último momento que
Ludmort destruya el mundo!? ¿¡Permitiendo que todo nuestro esfuerzo haya sido
en vano!? ¿¡Permitiendo que mueran millones de personas inocentes!?- exclamó
Jack, alzando la voz con enfado- ¡¡Vamos, respóndeme!!
A Eduardo le temblaba todo el cuerpo,
y estaba tan asustado que incluso estaba a punto de llorar. Le exigían un
trabajo que él desconocía por completo y que suponía la salvación del mundo.
Por si eso fuera poco, Ludmort ya había llegado al planeta, y era cuestión de
pocos minutos que Limaria fuera reducida a la nada.
Quería y deseaba con todas sus fuerzas
poder cumplir con su parte de la profecía, pero siendo él el único capaz de
hacerlo no podía. No sabía lo que tenía que hacer:
- Jack…te juro que yo…no sé…no sé lo
que tengo que hacer…
- ¡¡No digas tonterías!!- replicó el
mago, enfadado- ¡¡Fuiste tú y sólo tú el que entró a la sala del orador y
escuchaste las voces de los oráculos!! ¡¡No mientas, ellas te dijeron cómo
acabar con Ludmort!!
Aquellas últimas palabras dejaron
encogido el corazón del chico palpitando entre dos latidos. De repente
comprendió, en un solo instante, que había pasado de encontrarse en la montaña
helada de Conaga al día del fin del mundo, tal y como lo había predicho la
profecía. Durante todo ese tiempo imaginó que debían de haber derrotado a
Helio, conseguido la piedra angular, ido al templo sagrado con Mirto y escuchado
las voces de los oráculos, con la respuesta para derrotar a Ludmort.
Fue entonces cuando Eduardo recordó
fugazmente todo lo que había pasado, desde que salieron de la montaña de Conaga
hasta ese momento, y ocultó su rostro perplejo y sorprendido bajando la cabeza.
Su cuerpo dejó de temblar, y en un solo instante pareció calmarse.
Aquel inesperado cambio radical del
chico sorprendió bastante a los demás, que no comprendían lo que pasaba:
- ¿E…Eduardo?- preguntó Cristal, un
poco asustada.
El tiempo se acababa, y Ludmort ya iba
a prepararse para atacar el planeta y destruirlo por completo. Los minutos para
la cuenta atrás ya habían comenzado. Todavía con la cabeza y rostro mirando al
suelo, el joven dijo seriamente:
- Ahora lo entiendo todo…
- ¡¡Espera!! ¿¡De qué estás
hablando!?- preguntó Rex, confuso- ¿¡Ya recuerdas cómo derrotar a Ludmort!?
Eduardo tardó un poco en responder.
Pasaron varios segundos de silencio sin respuesta, con la tensión y el miedo a
flor de piel, hasta que por fin el chico hizo aparecer mágicamente la llave
espada en su mano.
Levantó su extremidad y apuntó con el
arma directa a Erika, mientras a ella le recorría un escalofrío por la espalda.
Tanto ella como el resto de sus amigos palidecieron y perdieron el color del
rostro, cuando Eduardo levantó de nuevo la mirada y le dijo seriamente a la
chica:
- Para derrotar a Ludmort, yo…tengo
que matarte.
Eduardo despertó de repente de nuevo,
tras un grito de terror al tiempo que se levantaba del suelo. Se quedó sentado
en su sitio, temblándole todo el cuerpo y jadeando del cansancio. Sudaba y
respiraba con dificultad, mientras se miraba sus manos temblorosas.
Justo en ese momento sintió que una
persona se acercó a él, y sus manos amigas se apoyaron en sus hombros, en señal
de ayuda. El chico asustado levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los
de Erika, que se había agachado junto a él. Parecía preocupada:
- ¿¡Edu, qué te pasa!?- exclamó ella-
¿¡Estás bien!?
El joven todavía estaba demasiado
aterrado, y tardó un poco en responder:
- ¡Erika, yo…yo…!- dijo el chico,
temblando de miedo- ¡Creía que te…!
- Tranquilo, ya pasó todo- sonrió
ella, tratando de calmarlo- sólo era una pesadilla, nada más.
Eduardo reflexionó sobre aquellas
últimas palabras, y se sorprendió al mirar a su alrededor. Estaban en una
enorme cueva helada, con pequeños y cristalinos témpanos de hielo colgando del
techo, y un poco de nieve a varios metros a la redonda. Se quedó boquiabierto
al ver a Jack y los demás durmiendo alrededor de una cálida hoguera, que les
daba calor y seguridad. Todos llevaban puestas sus ropas térmicas, y un poco
más lejos en la entrada, una fuerte ventisca asolaba el exterior.
Se dio cuenta entonces de que todavía
seguían en la montaña helada de Conaga, y que lo que había visto tan sólo era
una horrible pesadilla. La misma que se repetía una y otra vez, y a la que el
joven más temía cada noche, antes de ir a dormir. Suspiró aliviado y se
tranquilizó una vez más, al saber que aquella horrible visión solo era un
sueño:
- ¿Mejor?- sonrió ella, al ver que
estaba más calmado.
- Sí…gracias- respondió él.
En ese momento la chica le dijo,
preocupada:
- Llevas un par de noches despertando
igual, con gritos, sudando, pálido y jadeando…- luego preguntó, acariciándole
la mejilla- ¿es la misma pesadilla, verdad?
Eduardo asintió débilmente con la
cabeza, confirmando las dudas de su amiga. La joven le dijo entonces, con
cierto temor en sus palabras:
- Últimamente estás muy raro, como si
algo te asustara o te diera mucho miedo, y estoy muy preocupada por ti…- y a
continuación le preguntó, preocupada- ¿Qué es…lo que ocurre en esa pesadilla?
¿Qué es lo que te da tanto miedo?
El chico tardó un poco en responder.
Cada vez que lo recordaba su rostro palidecía de tal forma que parecía haber
visto un fantasma. Verse a sí mismo atravesándole el corazón a su amiga, a la
persona que más quería en el mundo, era la peor pesadilla que podía imaginar.
Un terrible escalofrío le recorrió la
espalda, que Erika notó enseguida con solo mirarlo a los ojos asustados:
- Yo…no puedo…no puedo contártelo…
- ¿Qué?- preguntó la chica, confusa-
¿Por qué no?
- En ese sueño…ocurre algo horrible…-
trató de explicar Eduardo, aterrado y temblando de miedo- algo que…que yo no…no
podría…
En ese momento Erika se sorprendió al
ver que el chico se lanzó a abrazarla, rodeándola fuertemente con los brazos.
La joven notó que su amigo la abrazaba con fuerza, como si tuviera miedo de
perderla, y se quedó perpleja cuando Eduardo le dijo, completamente asustado:
- Prométeme que todo esto va a salir
bien…por favor…
La joven tardó un poco en responder.
Nunca había visto a su amigo tan aterrado de aquella forma, e incluso Erika se
asustaba al verlo tan preocupado por ella. Desde luego, Eduardo tenía un
profundo miedo a raíz de esa pesadilla, que necesitaba a alguien que lo
apoyara.
La chica lo abrazó de la misma forma,
con fuerza y cariño, y le dijo dulcemente con una media sonrisa:
- Te prometo que todo va a salir bien,
que derrotaremos a Ludmort, y que juntos volveremos a casa.
Eduardo sonrió a su vez, más tranquilo
y deseando que las palabras de su amiga ojalá fueran ciertas. Respondió
sinceramente diciendo:
- Erika…gracias.
A la mañana siguiente el grupo retomó
la marcha en su largo recorrido por la montaña de Conaga. Para mayor y
agradable sorpresa, en cierta parte del camino y gracias a un tropiezo de
Cristal, milagrosamente encontraron una ruta oculta, que daba acceso a un nuevo
camino.
Alana y los demás sonrieron al fijarse
en el mapa antiguo y descubrir eufóricos que habían encontrado el camino de la
ruta roja en el mapa. Parecía que las cosas estaban cambiando a mejor, y que un
favorable golpe de suerte los acompañaba a partir de ahora.
Fue desde que tomaron esa nueva ruta
oculta, bastante difícil de encontrar, cuando empezaron a hacer un mayor uso
del mapa antiguo. Lo que al principio creían que no servía para nada acabó
resultando ser el único medio que tenían para seguir adelante y no perderse en
el camino.
A partir de entonces sí que notaron un
cambio radical con respecto a la situación anterior, en la que por más que
caminaban siempre acababan en el mismo sitio, y que estaban dando vueltas en
círculos. Ahora ya sentían que de verdad estaban ascendiendo en altura, y que
conforme subían más se acercaban a la gran nube que ocultaba la cima de la
montaña.
No tardaron más de dos días en
internarse dentro del gran banco de niebla. Estando dentro de la enorme nube no
llegaban las terribles ventiscas, y tampoco soplaba el viento. Lo más extraño
era que allí tampoco habían monstruos, y el lugar parecía tan calmado y
tranquilo como el silencio de un cementerio.
La paz y la atmósfera demasiado
tranquila, además del silencio sepulcral que se respiraba allí, no inspiraba ni
confianza ni seguridad, sino todo lo contrario. Aquel lugar ponía los pelos de
punta, y la superstición de Cristal ya se imaginaba que estaban ante la entrada
del santuario del guardián de Conaga.
La chica con coletas no tardó en
recibir una colleja de Jack, ya que estaba infundiendo miedo y terror en el
resto de miembros del grupo. El mago la mandó a callar diciéndole que no dijera
esas cosas, y menos en un momento como aquel. Lo último que querían ahora era
sentir miedo antes del combate contra el hombre de hielo.
Tras varias horas más de escalada, el
grupo finalmente salió del banco de niebla que rodeaba la parte alta de Conaga.
Fue un duro y largo camino, pero ya por fin, casi una semana después de
abandonar el pueblo de Frozen, habían conseguido lo que creían imposible: llegar
hasta la cima de la montaña helada.
Se trataba de una enorme y amplia
explanada, cubierta en su totalidad por hielo y nieve, además de varias
columnas heladas, imitando grandes témpanos de hielo. A su alrededor no había
más que un infinito mar de nubes y un tranquilo y despejado cielo azul.
El silencio sepulcral seguía presente
en todo momento, y tan solo se oía el susurro del viento provocado por las
corrientes de aire a aquellas alturas. Lo más extraño e inquietante era que, la
persona que buscaban, no estaba allí. Se encontraban solos en la cima de
Conaga:
- ¿Dónde está Helio?- preguntó Erika,
mirando a todas partes y sin bajar la guardia- ¡Dijo que nos esperaría aquí, y
sin embargo no hay nadie!
- ¿Nos habrá mentido?- formuló Rex,
pensativo- ¿Será esto una trampa?
- ¡No lo sé, pero a mí estos tipos de
negro ya me están tocando las mismísimas narices!- comentó Cristal, enfadada-
¡Primero dicen de quedar en un sitio, luego te mantienen en vilo con
apariciones inesperadas durante el camino, y al final resulta que tanto
esfuerzo por llegar no sirve para nada…como Helio no venga aquí ahora mismo, me
voy a cagar en él y en toda su descendencia!
Sin embargo, Ray permanecía
aparentemente tranquilo, mirando a su alrededor con precaución y desconfianza.
Había algo que parecía inquietarle, y Eduardo enseguida se dio cuenta de su
preocupación:
- ¿Qué te pasa, Ray?
- Algo no encaja…ni Helio ni los de la
organización Muerte hacen este tipo de cosas…no son de los que mienten sin
alguna malvada y retorcida razón…- explicó Ray.
- ¿Qué quieres decir?- intervino
Alana.
El chico de negro tardó un poco antes
de responder:
- Me refiero a que, si nos han citado
aquí, en este preciso lugar…no ha sido por una simple razón- afirmó Ray,
seriamente- estoy seguro de que esto se trata de una…
No terminó de hablar, ya que en ese
momento se oyó el eco de un terrible y aterrador rugido en toda la cima, que
sorprendió de repente a todos. Desde luego, no parecía nada bueno:
- ¿Qué ha sido eso!?- exclamó Eduardo.
Lo que vieron a continuación les dejó
pálidos y perplejos, con los ojos y la boca abierta. Lo último que imaginaban
en aquellos momentos era algo como eso, después de la aparente calma que habían
recorrido las últimas horas.
Al otro lado de la gran explanada
apareció escalando un horrible monstruo, que andaba sobre dos patas y gozaba de
poderosas y anchas extremidades con garras. Tenía dos grandes cuernos, una
larga cola trasera y afilados colmillos que intimidaban a todo aquel que lo
veía:
- ¿¡Qué…qué es…esa cosa!?- exclamó
Erika, horrorizada al ver ante sus ojos semejante monstruo.
El mago reconoció entonces la
identidad de aquella criatura, y exclamó aterrado diciendo:
- ¡¡Eso…eso es…un Bégimo!!
- ¿¡Un qué!?- exclamó Cristal,
atónita.
El grupo desenfundó sus armas y se
pusieron en guardia para luchar, mientras retrocedían a cada paso que daban.
Tenían frente a ellos a un poderoso enemigo, no recomendado para novatos e
inexpertos, y al que desgraciadamente parecía que tenían que enfrentarse.
El monstruo avanzaba lentamente al
mismo tiempo que Eduardo y los demás retrocedían, rugiendo y mostrando sus
colmillos. Llegó un momento en que Rex pisó con una de sus patas el límite de
la cima, y varias piedras pequeñas cayeron al infinito vacío del mar de nubes.
Estaban al borde del abismo, y el
camino de vuelta había desaparecido en la niebla. Al mirar atrás se asustaron
mucho más que antes:
- ¡¡Mierda, no hay salida!!- exclamó
Alana- ¡¡estamos atrapados!!
- ¡¡No nos queda más remedio que
luchar!!- afirmó Jack.
De esa forma, y con un grito de furia
de Bégimo lanzándose hacia ellos, el grupo volvió la cabeza al frente sujetando
sus armas con fuerza, preparados para luchar.
El combate empezó con una embestida
del monstruo, que el equipo logró esquivar justo a tiempo a ambos lados.
Rápidamente rodearon a la criatura al borde del abismo, y a continuación todos
atacaron a la vez, cada uno con su mejor especialidad:
- ¡¡Piro++!!- gritó Jack usando su
bastón mágico.
- ¡¡Aqua++!!- exclamó Erika, haciendo
lo mismo con la vara mágica.
- ¡¡Aero++!!- alzó la voz Alana,
atacando junto a sus amigos.
El resto de miembros corrieron a
luchar con sus armas cuerpo a cuerpo contra Bégimo. Ray y Eduardo asestaron una
combinación de ataques encadenados con sus espadas, mientras que Rex usaba la
fuerza de sus colmillos para morderlo, empleando también ataques mágicos.
Al principio pareció dar resultado, ya
que los ataques combinados de todos hicieron chillar de dolor y furia al
monstruo, que por un momento pareció desestabilizarse y perder el equilibrio.
Sin embargo, cuando parecía que todo marchaba bien, la ofensiva de Cristal en
ese momento cambió radicalmente el curso del combate:
- ¡¡Ahora verás, maldito!!- dijo la
princesa, mientras enlazaba una magia elemental a su arma, que luego exclamó
diciendo- ¡¡Electro++!!
La chica con coletas lanzó a modo de
boomerang su estrella ninja, soltando chispas eléctricas, contra la enorme
criatura. Lejos de lo que esperaba, la sonrisa triunfadora de su rostro se
esfumó en un segundo al ver que su arma fue atraída magnéticamente y acabó en
los grandes cuernos de su cabeza.
La magia elemental que desprendía la
estrella ninja se apagó del arma y fue extrañamente absorbida por la cornamenta
del monstruo, que de repente pareció recuperarse y cobrar las fuerzas. Tras
eso, al estrella ninja se despegó de los cuernos eléctricos chispeantes y cayó
al suelo de vuelta a la normalidad:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó la princesa,
perpleja y horrorizada.
En ese momento, un nuevo grito de
furia de Bégimo los pilló por sorpresa, de tal manera que no pudieron
reaccionar a tiempo cuando la larga cola de la criatura los sacudió y golpeó de
repente, enviando a algunos por los aires y a otros rodando por el suelo.
Heridos y con varios rasguños por el
golpe, se levantaron nuevamente mientras se ponían en guardia. No entendían qué
es lo que había fallado:
- ¿¡Qué es lo que ha pasado!?- dijo
Rex, confuso y perplejo.
Mientras el monstruo se acercaba
lentamente a ellos con pasos pesados, Jack descubrió algo importante. Se fijó
en sus enormes cuernos desprendiendo chispas eléctricas, y recordó el ataque de
Cristal con su arma. Fue entonces cuando entendió lo que pasaba:
- ¡¡Este Bégimo es afín al elemento
Electro, por eso se ha vuelto más fuerte!!- explicó el mago a sus compañeros-
¡¡No uséis ataques eléctricos contra él, ya que cualquier ataque físico o
mágico de este elemento le recuperará la salud y las fuerzas!!
El resto del grupo comprendió lo que
aquello significaba, y asintieron a la vez con la cabeza. Ya sabían qué magia
no debían usar contra la criatura:
- ¡¡Cuidado, ahí viene!!- alarmó
Erika.
Los demás volvieron la vista adelante,
y se asustaron al ver cómo Bégimo se aproximaba de nuevo hacia ellos, corriendo
a gran velocidad. Todos se levantaron rápidamente y echaron a correr excepto
Cristal, que había resultado más herida que el resto de sus compañeros.
Los demás no tardaron en darse cuenta
de que el monstruo se dirigía hacia la herida princesa que trataba de
levantarse del suelo, y gritaron, preocupados:
- ¡¡Cristal!!
La ladrona observó, pálida y
horrorizada, que el enorme monstruo se lanzaba sobre ella, y que en apenas unos
segundos iba a morir entre sus feroces garras y colmillos.
Cristal gritó de terror durante lo que
parecían ser sus últimos segundos de vida, y justo cuando creía que iba a
morir, una espada forjada de oscuridad se interpuso y bloqueó el mordisco de
Bégimo. La princesa exclamó de sorpresa, al ver a su amigo frente a ella
bloqueando las fauces del monstruo:
- ¡¡Ray!!
- ¡¡Aguanta, Cristal!!- le dijo su
compañero, empuñando con fuerza su arma- ¡¡Yo lo distraeré, levántate y huye!!
¡¡Corre!!
Sin embargo, el chico de negro apenas
pudo aguantar más tiempo la descomunal fuerza de Bégimo. La criatura gritó de
furia al tiempo que una de sus garras golpeó brutalmente a los dos y los envió
un poco más lejos, heridos:
- ¡¡Chicos, no!!- gritó Eduardo,
preocupado.
La criatura dio media vuelta y volvió
la vista al resto de miembros del equipo en pie. Erika lanzó en ese momento un
nuevo hechizo mágico con su arma:
- ¡¡A ver qué te parece esto!!-
exclamó la chica- ¡¡Hielo++!!
De la vara mágica salieron disparados
enormes témpanos de hielo directos a Bégimo. Sin embargo, antes de que el
ataque mágico lo alcanzara, sorprendentemente el monstruo conjuró a su vez, con
un grito de furia, una especie de escudo mágico que neutralizó la ofensiva de
la joven:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó Rex,
perplejo- ¿¡Eso…eso ha sido el hechizo…Escudo!?- a lo que preguntó, atónito-
¿¡Sabe usar magia!?
- ¡¡Los ataques mágicos ya no tienen
efecto sobre él, hay que atacarlo físicamente!!- explicó el mago.
- ¡¡Entonces déjanoslo a nosotros!!-
intervino Eduardo, empuñando firme la llave espada- ¡¡romperemos el escudo
mágico y podréis volver a atacarlo con magia!!
Jack y Erika asintieron con la cabeza,
y retrocedieron unos pasos a la espera de contraatacar. Fue entonces cuando
Rex, Alana y el chico de rojo corrieron a atacar a la criatura, con valentía en
sus rostros.
Desgraciadamente, a mitad de camino,
una nueva sorpresa dejó pálidos y atónitos a la pelirroja y los demás. Bégimo
conjuró de nuevo un ataque mágico, que alcanzó a todos los presentes en la
enorme área de la cima, y que durante unos segundos distorsionó el espacio y la
atmósfera a su alrededor.
Enseguida todos sintieron cómo se les
debilitaban la salud y la fuerza de repente, y cayeron de rodillas apoyando las
manos en el suelo. No entendían lo que ocurría:
- ¿¡Pero qué…qué me pasa!?- dijo
Erika, jadeando del cansancio en un solo instante- ¿¡Por qué…me siento…tan
débil de repente!?
- ¡¡Bégimo…acaba de…usar Gravedad++!!-
explicó Jack, también jadeando del agotamiento- ¡¡este ataque mágico…debilita
más de la mitad…de nuestra vitalidad y magia…y nos deja prácticamente
agotados…!!
Erika entendió lo que aquello
significaba y exclamó, horrorizada:
- ¡¡Oh no, estamos en desventaja…así
no podemos luchar contra él!!
Tanto a los magos como al grupo de
ataque les había afectado la ofensiva de Bégimo, y estaban muy debilitados como
para atacar. Jadeaban y respiraban con dificultad, mientras se levantaban a
duras penas y con esfuerzo:
- ¡¡Mierda…la cosa se pone fea…!!- comentó
Alana.
Sin embargo, Eduardo recordó que aún
llevaba un objeto importante en el bolsillo, y que hasta ahora no había usado
en toda su aventura por la montaña helada. Sabía que se encontraban en una
situación de emergencia, y que de no usarlo podrían morir todos.
Extrajo de un bolsillo con una de sus
manos temblorosas una especie de poción embotellada, cuyo contenido líquido
verde suponía una enorme fuente de vitalidad:
- ¡¡Chicos…todavía tengo un
elixir…recuperará las fuerzas de quien lo tome, pero…sólo puede beberlo uno…!!
Alana y Rex lo miraron, sorprendidos y
perplejos por conservar aquel objeto curativo. Era cierto que recuperaba al
instante las fuerzas del que lo tomara, pero al ser ése el único que les
quedaba, tenía un importante y decisivo inconveniente:
- ¿Quién lo beberá?- preguntó el
perro, al verse los tres agotados.
Alana estuvo a punto de decir algo
cuando en ese momento los sorprendió un nuevo grito de furia de Bégimo, y sus
rostros palidecieron al ver que la enorme criatura corría hacia ellos a gran
velocidad. Era cuestión de pocos segundos que los alcanzara:
- ¡¡Rápido, Eduardo, bébelo tú!!-
exclamó Alana.
- ¿¡Qué!?- preguntó el chico,
perplejo- ¿¡Por qué yo!?
- ¡¡Bébelo ya, idiota!!- ordenó la
pelirroja, asustada al ver que tenían al monstruo a un par de metros al lado-
¡¡No nos queda tiempo!!
Finalmente Eduardo asintió con la
cabeza, pero por desgracia demasiado tarde. Cuando fue a destaparla para
beberla, Bégimo los embistió a los tres brutalmente y los envió un poco más
lejos, dispersándolos de su posición. El elixir que llevaba el joven en las
manos salió rodando por el suelo, bastante más lejos de él:
- ¡¡Chicos, no!!- gritaron Erika y
Jack, al ver a sus amigos en peligro.
Tumbado boca abajo en el frío suelo
que los rodeaba, Eduardo levantó la cabeza al frente, gimiendo de dolor. Le
dolía todo el cuerpo lleno de rasguños, y apenas tenía fuerzas para moverse. No
podía recuperarse porque no le quedaban objetos ni magia, aunque ésta última no
fuera tan efectiva como la de sus compañeros magos.
Miró a su alrededor. Sus amigos
estaban en la misma situación que él, mientras que Jack y Erika aguardaban un
poco más lejos, a la espera de atacar con su magia. Estaban completamente
debilitados y a merced de Bégimo, que gritó satisfecho al ver a sus presas
débiles y acorraladas.
Con pasos lentos y pesados, comenzó a acercarse lentamente a Eduardo, rugiendo y
mostrando sus feroces colmillos:
“Mierda…si tan solo pudiera…beberme el
elixir…”- pensó el chico de rojo, estirando su brazo tembloroso en dirección al
objeto- “pero está demasiado lejos…y aunque tratara de llegar hasta él…Bégimo
me mataría…”- y luego suspiró para sí, asustado- “a estas alturas, en la cima
del mundo y sin nadie que nos ayude, estamos perdidos…”
El joven temblaba, horrorizado al ver
que el enorme monstruo había llegado y se alzaba frente a él, amenazante con
sus garras. La criatura alzó entonces una de sus poderosas extremidades, y se
dispuso a rematar al chico, mientras éste trataba inútilmente de levantarse
apoyando los brazos, cayendo un par de veces debido a las escasas fuerzas que
le quedaban. No podía luchar ni tampoco huir. Sólo un milagro podía salvarle la
vida.
Justo cuando Bégimo estuvo a punto de
darle el golpe de gracia, y Eduardo creía que irremediablemente le había
llegado la hora, ocurrió algo sorprendente e inesperado, que salvó la vida del
joven.
Una enorme bola de fuego del tamaño
del monstruo lo atacó por detrás, agrietando un poco la barrera mágica que lo
protegía. A juzgar por esto debía de ser muy poderosa, ya que incluso hirió un
poco al monstruo y chilló de dolor.
Eduardo no entendía lo que pasaba
hasta que se fijó en la cabeza de Bégimo, en cuyo sitio apareció de repente una
figura familiar. El chico enseguida reconoció al que estaba posado en la cabeza
de la criatura, y se sorprendió de repente al ver que Bégimo comenzó a gritar y
a chillar de dolor:
- ¡¡Rex!!- exclamó Eduardo, perplejo.
Fue entonces cuando descubrió lo que
le causaba tanto dolor al monstruo. El perro estaba mordiendo con fuerza uno de
los enormes cuernos de la criatura, y parecía que se lo estaba partiendo. Lo
más curioso y sorprendente de todo era que el escudo mágico que lo rodeaba se
estaba debilitando por momentos. En ese instante el joven comprendió lo que
ocurría, y animó a su amigo gritando:
- ¡¡Su punto débil son los cuernos de
la cabeza!!- afirmó Eduardo, seguro de sus palabras- ¡¡Sigue así, Rex!!
El perro continuó mordiendo e hincando
los colmillos en la cornamenta de Bégimo, mientras éste gritaba de dolor y
sacudía violentamente su cuerpo de un lado a otro, tratando de quitárselo de
encima. El chico de rojo comprobó entonces, a juzgar por el pleno estado de
forma del perro y de la gigantesca bola de fuego lanzada por el can, que fue él
el que acabó bebiendo el elixir.
Que aguantara tanto en la cabeza del
monstruo mientras éste sacudía su cuerpo no tenía otra explicación, y dio
profundamente las gracias por ello. De no ser por Rex ahora no estaría vivo ni
él ni el resto de sus compañeros, ni tampoco les estaría brindando una nueva
esperanza de poder ganar el combate. En aquellos momentos el perro era el único
capaz de hacer frente a Bégimo, y también el único que podía salvarlos a todos.
Después de varios segundos de forcejeo
y fuerza bruta, finalmente Rex logró partir por la mitad uno de los dos cuernos
de la criatura, y ésta chilló de dolor al tiempo que se rompía por completo el
escudo mágico del enemigo:
- ¡¡Ya está!!- dijo el perro, que
luego avisó a los dos magos un poco más lejos- ¡¡Jack, Erika, ahora!!
En ese momento, cuando el can iba a
saltar de la cabeza del enemigo, una de las poderosas garras de Bégimo lo
sujetó con fuerza y lo tiró brutalmente al suelo, haciendo chillar de dolor a
su compañero:
- ¡¡Rex!!- gritó la chica, preocupada.
- ¡¡Erika, ahora!!- gritó a su vez
Jack.
La joven se dio cuenta entonces de que
Rex había roto el escudo mágico de Bégimo, y que ya nada impedía que pudieran
atacar: el monstruo estaba de nuevo débil ante los ataques mágicos. Ambos magos
empuñaron con fuerza sus armas y estas comenzaron a brillar, indicando que se
preparaban para atacar:
- ¡¡Chúpate esta, desgraciado!!-
exclamó Jack.
- ¡¡Por nuestros amigos heridos!!-
exclamó también Erika.
El bastón mágico y la vara mágica
brillaron entonces con más intensidad que antes, y los dos gritaron al mismo
tiempo:
- ¡¡Fulgor++!!
De las armas de ambos salió disparada
una gigantesca bola de fuego, mucho más grande que Bégimo. La fuerza y el poder
mágico de los dos combinados dio lugar a un poderosísimo y letal ataque, que
alcanzó al objetivo y provocó una tremenda explosión, haciendo temblar la cima
como si de un terremoto se tratara.
De esa forma, y gracias a la valentía
y ayuda de todos, lograron por fin acabar con Bégimo y con la amenaza. El
combate había terminado.
Jack y Erika, jadeando del cansancio y
respirando con dificultad, se levantaron a duras penas, temblándoles todo el
cuerpo. Acababan de agotar todas las reservas de magia que les quedaban con
aquel ataque, y debido a la poca vitalidad que conservaban estaban muy débiles
y agotados.
Miraron a Rex, cuyo ataque del
monstruo no lo hirió demasiado, y éste se acercó a ellos tras levantarse del
suelo. Sonrió diciendo:
- Buen trabajo, chicos, habéis estado
geniales.
- No lo habríamos conseguido sin ti-
sonrió Jack a su vez- fuiste tú el que rompió el escudo y nos brindó una nueva
oportunidad a todos.
El perro les devolvió la sonrisa, y a
continuación les recuperó parte de la salud con su enorme reserva de magia
nuevamente llena. Al beberse el elixir, era el único con sobrante magia
curativa para sanarlos a todos:
- ¿Cómo están los demás?- preguntó
Erika, preocupada.
- Creo que bien, no han sufrido serios
daños- respondió Rex- voy a curarlos a ellos también.
Erika y Jack asintieron con la cabeza,
y el perro corrió a reunirse uno a uno con el resto de sus compañeros heridos,
restableciéndoles la salud y empleando el enorme nivel de magia que tenían los
perros de la tribu canina de Kengo.
Una vez que estuvieron todos
medianamente recuperados, se reunieron de nuevo en el centro de la amplia
explanada de la cima. No estaban del todo curados, ya que Rex tuvo que repartir
su magia entre seis miembros del equipo, y aún conservaban los arañazos y
rasguños del reciente combate. Al menos, eran capaces de moverse con
normalidad:
- ¿Estáis todos bien?- preguntó Jack.
- A punto de morir, ¡pero no pasa
nah!- comentó Cristal irónicamente- por lo demás, creo que estamos bien.
- Ha sido un reto difícil, hay que
decirlo- dijo Ray, tras un suspiro.
- ¡Y gracias a Rex todavía seguimos
vivos!- intervino Erika, abrazando al perro- ¡debemos darle las gracias!
La princesa resopló entonces, con aire
arrogante y como si no fuera gran cosa:
- Menos mal que el chucho sirve de
algo…después de todo, tener una mascota en el equipo no ha sido una mala idea.
- ¿A quién llamas chucho, ladrona?-
replicó Rex, molesto por el comentario- ¿O debería decir “Filipondia”?
En ese momento en que empezó otra de
las tantas discusiones tontas de algún miembro con Cristal, ocurrió algo que
llamó la atención de todos.
Un poco más lejos de su posición apareció
de nuevo un agujero oscuro, del cual surgieron dos hombres de negro. A uno de
ellos lo reconocieron al instante, y exclamaron, perplejos y atónitos:
- ¡¡Helio!!
El grupo entero enseguida desenfundó
sus armas y se puso en guardia, preparado para luchar. Lo más sorprendente y
que dejó boquiabiertos a Eduardo y los demás fue ver que el hombre de negro
comenzó a aplaudir, a modo de felicitación por algo:
- ¡Bravo, impresionante, qué gran
combate!- sonreía Helio, con burla en su cara- no todos los días alguien
derrota a un Bégimo… ¡ya pensaba que ibais a morir y todo!
A la princesa le enfadó el tono
gracioso con que su enemigo hablaba. Poner sus vidas en peligro le parecía una
especie de juego:
- ¿¡Sabías que esto pasaría!? ¿¡Qué
nos enfrentaríamos a un peligroso monstruo aquí arriba!?- alzó la voz Cristal,
enfadada- ¡¡Serás hijo de…!!
La chica con coletas corrió a atacar
al enemigo, con la estrella ninja en mano. Sin embargo Helio, con aparente
tranquilidad y sonrisa burlona en su cara, no pareció preocuparse en absoluto.
Extendió el brazo con la palma de la mano abierta hacia ella, y disparó
numerosos témpanos de hielo gracias a la magia elemental.
Demasiado débil como para defenderse,
la princesa recibió de lleno el ataque, y la potencia del mismo la empujó atrás
junto a sus compañeros, mientras gritaba de dolor:
- ¡¡Cristal!!- gritaron sus amigos,
preocupados.
Helio volvió a bajar el brazo y los
miraba, sin dejar de sonreír sádicamente, mientras el desconocido con el mismo
manto de negro observaba la situación, indiferente y en silencio:
- En vuestro estado actual no seríais
capaces ni de hacerme un rasguño, no sois rivales para nosotros…- comentó
Helio, sin dejar de sonreír en ningún momento- ¿es que acaso queréis morir tan
pronto?
Aquella pregunta dejó perplejos y
sorprendidos a todos los miembros del grupo, que no entendieron a qué se
refería. Acababa de romperles el esquema mental que tenían de su viaje por la
montaña helada de Conaga:
- ¿¡Qué!?- preguntó Rex, confuso- ¿¡No
vas a matarnos!?
El hombre de negro tardó un poco en
responder. Habló tranquilamente y sin prisas diciendo:
- Era mi trabajo encargado desde el
principio, y se suponía que, una vez llegarais aquí arriba, tendría que luchar
contra vosotros a muerte por el objeto que andáis buscando…- explicó Helio, que
luego añadió fría y calculadoramente- pero ha habido un cambio de planes.
Jack y los demás cada vez entendían
menos lo que estaba ocurriendo. Desde el principio habían tenido en mente que
tendrían que luchar contra el hombre de negro, y se habían preparado a
conciencia para el combate. Sin embargo, ahora resulta que éste no iba a
plantarles cara, debido a sorpresas de última hora:
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, perpleja-
¿¡Un cambio de planes!?
El enemigo respondió entonces, con una
sonrisa burlona y expresión sádica en su rostro:
- Debido a un reciente e
importantísimo descubrimiento, hemos decidido cambiar todo lo planeado hasta
ahora…así lo dice la voluntad de nuestro señor todopoderoso, el futuro dios del
nuevo mundo.
Las últimas palabras de Helio hicieron
perder el color del rostro de repente a todos los miembros del grupo, que
palidecieron con los ojos y la boca abierta. Una expresión de miedo y horror se
expandió por la cara de todos, que empezaron a temblar con sólo recordar a una
persona:
- ¡¡No digas tonterías!!- gritó Jack,
enfadado- ¡¡Alejandro está muerto, ya no existe ningún dios del nuevo mundo!!
Tanto él como sus amigos se asustaron
todavía más al oír la risa diabólica del hombre de negro. Las palabras que
salieron de su maléfica sonrisa dejaron sin habla al grupo:
- Alejandro solo era un mero
contenedor, un simple cuerpo material al servicio del futuro dios…y ahora,
gracias a vosotros y a vuestra absurda valentía, por fin ha sido liberado de su
prisión…con mucha más fuerza que nunca…
- ¿¡Qué…qué quieres decir!?- preguntó
Ray, atónito.
Helio tardó un poco en responder,
mientras su risa macabra resonaba por lo bajo. Cuando pronunció las siguientes
palabras, lo hizo de tal manera que les heló la sangre, y un siniestro
escalofrío les recorrió la espalda a todos:
- Que nuestro auténtico y verdadero
señor…ha resucitado.
Todo el grupo sintió un profundo
terror por dentro, y temblaba al pensar que de verdad al matar a Alejandro,
habían abierto la mismísima caja de Pandora. Aquello confirmaba las sospechas
que tenía el grupo sobre si de verdad había un ser que habitaba dentro del
cuerpo del mago oscuro, y la sola idea los aterraba hasta límites extremos. Ni
siquiera sabían a qué se enfrentaban.
En ese momento Jack hizo acopio de
toda la valentía que pudo y preguntó, tratando de mantenerse firme y seguro:
- ¿¡Quién o qué os lidera ahora!?-
exclamó el mago, que exigió apretando los puños- ¡¡Contesta!!
La risa maléfica de Helio por lo bajo
seguía resonando en todo el lugar, que estremecía de miedo a los presentes. No
parecía que el enemigo fuera a responder a su pregunta:
- ¡¡Maldita sea, responde!!- gritó
Jack, nervioso y enfadado a la vez.
Tal y como muchos temían, Helio no
respondió a su pregunta. En lugar de eso, y para sorpresa de todos, Helio
extrajo de uno de sus bolsillos internos del traje un singular objeto, que lo
lanzó justo a los pies de la posición del grupo. Erika se agachó a recoger el
regalo del enemigo, y su rostro palideció en cuanto lo tuvo en la mano:
- ¡¡No…no puede ser…!!- dijo la chica,
atónita y sin creer lo que veía- ¡¡Esto…esto es…!!
Lo que tenía en la mano se trataba de
una especie de piedra, que brillaba y relucía con los siete colores del arco
iris. Era única en el mundo, ya que nunca antes habían visto una igual:
- ¡¡Eso es…la piedra angular!!-
exclamó Rex, atónito y perplejo.
Eduardo y Rex la reconocieron
enseguida, sin ninguna duda. Se trataba de la misma que estaba expuesta en la
vitrina de la sala de trofeos de Gold Saucer. No podían creer que, después de
tanto tiempo, por fin la tuvieran en sus manos.
Ya podían volver al templo sagrado y
entregársela a Mirto. Con ella en su poder ya podían escuchar las voces de los
oráculos y saber por fin cómo derrotar a Ludmort.
Aún seguían sin creer que conseguir lo
que querían fuera tan fácil. Les resultaba demasiado confuso y extraño, como si
pareciera una broma o algo así. Esperaban un reto más difícil para alcanzar su
objetivo:
- ¡¡Espera, espera!!- exclamó Cristal,
perpleja- ¿¡Así, tan fácil!? ¡¡Creía que tendríamos que reventarte la cara y hacerte
morder el polvo!!
El hombre de negro soltó un par de
carcajadas burlonas, como si lo que acababa de decir la princesa fuera un
chiste o una broma. Luego comentó con cierto aire de arrogancia diciendo, sin
dejar de sonreír maléficamente:
- ¿Vosotros? ¿Ganarme a mí?- comentó
Helio- ¿De verdad no sois conscientes de que, si me lo tomo en serio, podría
mataros de un solo ataque?
El enemigo hizo una breve pausa, y
continuó hablando ante la sorpresa y la perplejidad de los demás:
- Nuestros nuevos planes ya no
necesitan de esa dichosa piedra, podéis hacer lo que os dé la gana con ella, si
queréis…- y luego su diabólica sonrisa se amplió más al mirar a una persona del
grupo- todo cuanto queremos lo tengo justo delante de mis ojos.
Eduardo se dio cuenta entonces de que
Helio lo observaba fijamente a él y supo, a través de su retorcida mirada sádica,
que sus intenciones no eran precisamente buenas. En ese momento el chico de
rojo apretó los puños y se adelantó un par de pasos al frente. Trató de ser
valiente cuando pronunció:
- Hace un par de días dijiste que ya
era hora de que conociera la verdad acerca de mi pasado…quiero saber quién soy
en realidad.
El hombre de negro no dejaba de sonreír.
Tras varios segundos de silencio, finalmente respondió:
- Está bien, será mejor que lo sepas
todo ahora…o de lo contrario, nada de lo que hagas en el futuro tendrá sentido
para ti.
Helio dejó unos breves instantes de
pausa, y todos los presentes atendieron al comandante de la organización
Muerte, sin bajar la guardia. Al cabo de un tenso e intrigante silencio, el
enemigo comenzó a hablar:
- Son muchos los que conocen a Ludmort
y su infinito poder de destrucción, capaz de destruir planetas y todo rastro de
vida…pero pocos los que saben acerca del verdadero poder que emplea para su
labor…la increíble y todopoderosa materia suprema…
El grupo se quedó perplejo al oír
aquello. Era la primera vez que oían tal nombre:
- ¿La…materia suprema?- preguntó Ray,
confuso.
- Es el poder de Ludmort, gracias a la
cual puede destruir mundos…del que nadie puede escapar, y mucho menos hacerle
frente…- aclaró Helio- se trata de la materia existente por excelencia, y la
más poderosa de todas…nada ni nadie de este mundo puede contra ella, ni
siquiera los guardianes de la fuerza.
Jack y los demás entendieron entonces
lo que era aquella materia: una especie de poder prohibido capaz de destruir
planetas. Viéndolo de aquella forma, el que tuviera ese poder podría estar a la
altura de los dioses. Si cayera en malas manos sin duda sería una verdadera
catástrofe, tanto para Limaria como para La Tierra y ambos universos paralelos.
La sola idea los aterraba.
- ¿Y ése es el poder que tanto ansiáis
los de la organización Muerte?- preguntó
Alana- ¿Por eso queréis que Ludmort acabe con este mundo?
El hombre de negro asintió con la
cabeza:
- Tal y como lo desea la voluntad de
nuestro señor, con tal poder podremos controlar y regular el orden del nuevo
mundo, eliminando la actual y podrida Limaria…irremediablemente este mundo ya
no tiene salvación, y por ello es mejor empezar otra vez de cero…
Lo que añadió Helio a continuación
dejó muy sorprendidos a todos los miembros del grupo:
- Sin embargo, y como resulta bastante
obvio, ningún ser humano de este mundo puede cargar con semejante peso encima…un
insignificante cuerpo material es demasiado pequeño para soportar el infinito
poder de un dios…pero hay una persona especial que sí puede cargarlo…y, de
hecho, la única capaz de usarlo.
Erika y los demás se quedaron
sorprendidos y perplejos cuando el hombre de negro dijo a continuación:
- ¿Habéis oído hablar alguna vez…de
los “portadores de la materia suprema”?
El grupo se quedó completamente
perplejo al oír tal nombre. Una sorpresa tras otra los confundía cada vez más:
- ¿¡Qué!?- preguntó Rex, confuso-
¿¡Portadores de la materia suprema!?
Helio sonreía diabólicamente. Parecía
disfrutar de los rostros perplejos de sus enemigos con cada nuevo dato que
informaba:
- Son personas únicas y muy
especiales, tan valoradas como la suma de todo el oro y las riquezas del planeta
juntas…son las únicas bendecidas con el don de portar y usar la materia
suprema, y por ello son consideradas dioses…- explicó el hombre de negro, que
luego añadió diciendo- por desgracia, sólo aparece una cada mil años…y muy
pocos son los que tienen la suerte de conocer a una en persona.
Eduardo palideció de repente y se
quedó atónito y perplejo, mientras le temblaba todo el cuerpo. Ahora por fin
sabía la razón a su extraño poder sobrenatural: tenía el don de usar la materia
suprema, el mismísimo poder de Ludmort.
Le parecía tan extraño e increíble que
no podía creerlo. Jamás hubiera imaginado que su fuerza interior alcanzara tan
colosal nivel, e incluso llegó a pensar que era bueno contar con él.
Sin embargo, enseguida cambió de opinión
al pensar en Ludmort, y en lo que era capaz de hacerle al planeta. Tener consigo
la fuerza y la materia más poderosa de todas no era ningún juguete, y de no
tener mucho cuidado con ella las consecuencias podrían ser horriblemente
catastróficas e irreparables. Aquel terrible poder conllevaba una enorme
responsabilidad, para la que incluso el chico de rojo quizá no estuviera
preparado.
Eduardo creyó saber entonces lo que
era, y se aventuró a preguntar, para aclarar y salir de dudas:
- ¿Pero…entonces…eso quiere decir…que
soy…un portador de la materia suprema?
Helio asintió enigmáticamente con la
cabeza, sin dejar de sonreír. Esa misma sonrisa diabólica que también tenía
Alejandro en la cara, cuando se enfrentaron a él y descubrió el tremendo
potencial del joven.
Sin embargo, y para sorpresa de todos,
no fue él el que respondió a su pregunta. El otro hombre de negro encapuchado
que lo acompañaba, y que hasta entonces había permanecido al margen de la
conversación, por fin tomó la palabra:
- Así es…- respondió el misterioso
desconocido- pero no el original.
Aquella última frase sorprendió
completamente a Eduardo que, sin entender lo que pasaba, exclamó con la boca
abierta:
- ¿¡El…original!?- preguntó el chico,
confuso y perplejo- ¿¡Qué…qué quieres decir!?
El desconocido de negro comenzó a
explicar, lento y tranquilamente, captando la atención de todos:
- El auténtico y verdadero portador de
la materia suprema de este milenio murió hace quince años…- hizo una breve
pausa y continuó- era un chico de tu misma edad, procedente de La Tierra, y
vivía en una pequeña ciudad llamada Eleanor…su ocupación de estudiante era lo
único que le preocupaba en aquellos momentos, lo más normal para un joven de su
edad…- y añadió, a modo de conclusión- su nombre era Gabriel…
Eduardo palideció al oír aquel nombre.
Sabía que lo había oído en alguna parte.
Fue entonces cuando recordó
exactamente quién era Gabriel. Se trataba del chico rubio idéntico a él, al
cual vio una vez en un sueño, durante su estancia en el bosque de la muerte.
En dicho sueño aparecía él, junto a su
grupo de amigos de La Tierra, justo el día de la excursión de acampada de su
instituto. También era el que llevaba el cristal de la cálida promesa eterna, y
fue él el que saludó a Erika antes de subir al autobús. Ocurría exactamente
todo lo que Eduardo hizo ese día, y en el mismo y exacto momento, con la
diferencia de que al chico de rojo no lo veía nadie, como si fuera una especie
de fantasma.
En dicho sueño parecía como si Gabriel
lo sustituyera y ocupara su lugar en su mundo, en su vida, sin saber ni
siquiera por qué.
- ¿¡Gabriel!?- preguntó Erika,
confusa- ¿¡Él era el verdadero portador de la materia suprema!?
El desconocido de negro afirmó con la
cabeza:
- Así es…pero debido a una desgraciada
muerte, desapareció sin dejar rastro, y con él las esperanzas de conseguir la
materia más poderosa de todas…
Lo que dijo a continuación el miembro
de la organización Muerte dejó completamente pálidos a todos los presentes:
- Sin embargo, como la organización no
estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente, se nos ocurrió un ingenioso plan,
una alternativa a la que teníamos pensada desde un principio…- hizo una pausa y
continuó-…crear, gracias al ADN de Gabriel, una réplica exacta de él mismo…y,
con un poco de suerte, también a un nuevo portador de la materia suprema.
Aquellas últimas palabras dejaron el
corazón de Eduardo palpitando débilmente entre dos latidos, y su rostro palideció
con los ojos y la boca abierta de tal manera que parecía haber visto un
fantasma. No podía creer lo que acababa de oír, no quería creerlo.
Le temblaba todo el cuerpo, invadido
por un profundo terror al pensar que ni él ni su existencia eran reales:
- No…no puede ser…- murmuraba el
chico, completamente asustado- no es verdad…yo…yo no…no soy…
El desconocido de negro fue claro y
directo cuando se dirigió a él y le dijo seriamente:
- Aunque no quieras, vas a tener que
aceptarlo de todas formas…tu destino ahora es…
En ese momento el joven de rojo
interrumpió al enemigo y alzó la voz gritando, temblando y con los ojos llenos
de lágrimas:
- ¡¡MENTIRA…TODO LO QUE DICES ES
MENTIRA!!- gritó Eduardo, apretando los puños y dientes, totalmente nervioso-
¡¡Tengo a Bruno, a Mandy, a Lionel y a Laura…tengo amigos que me aceptan y me
aprecian, y también a una persona especial para mí…tengo una ciudad, un oficio,
un hogar, familia y amigos que me quieren de verdad…!! ¡¡TENGO UNA VIDA, Y
NADIE PODRÁ QUITÁRMELA…NUNCA!!
El desconocido de negro esperó a que
el chico terminara de hablar, tranquilo
y paciente. Cuando Eduardo terminó de pronunciar palabra, temblando y jadeando
de los nervios, el enemigo respondió en tono de indiferencia:
- Pobre e iluso necio…aferrándote a la
vida desesperadamente…a juzgar por tu mirada débil e insegura, puedo intuir que
le tienes mucho miedo a la muerte…
Tras una breve pausa, el miembro de la
organización de negro volvió a hablar, diciendo tranquilamente y seguro de sí
mismo:
- Esa vida en La Tierra de la que
tanto hablas en realidad no es tuya, sino la de Gabriel…- explicó el enemigo encapuchado-
al ser una réplica exacta, cuando te creamos, además de su ADN también
introdujimos en tu memoria los mismos recuerdos que tu antecesor…es por ello
bastante lógico que creas que tienes amigos y una vida de estudiante normal y
corriente…
El desconocido de negro habló
nuevamente, con total seguridad en todas y cada una de sus palabras:
- Para aclararte las dudas y demostrar
la realidad, pondré como ejemplo una respuesta que ni siquiera tú conoces…- y
dejó un par de segundos de silencio antes de preguntar- Dime, Eduardo… ¿acaso
recuerdas a tus padres?
Aquella pregunta pilló por sorpresa al
chico de rojo, que se quedó pálido y atónito. Siempre se había preguntado si
alguna vez tuvo padres o si era adoptado, ya que cada vez que lo pensaba, no
tenía ningún recuerdo de ellos.
Se trataba de una duda que había
estado cargando toda su vida, y que nadie había podido responderle. Ahora por
fin podía conocer la respuesta:
- Gabriel era huérfano, sus padres
murieron cuando era muy pequeño…- respondió el desconocido- al igual que él, tú
también tienes su memoria…es normal que no recuerdes nada de ellos, porque
nunca los conociste.
Una sorpresa tras otra derrumbaba cada
vez más al joven de rojo, que sentía una terrible confusión en su cabeza, llena
de respuestas descabelladas y sin sentido. A juzgar por la seguridad en las
palabras del enemigo parecía estar diciendo la verdad, y no quería creerla:
- ¿¡Pero…pero cómo…cómo sabes tú todo
eso!?- preguntó Eduardo, confuso y atónito.
En ese momento el hombre de negro
finalmente dejó su rostro al descubierto, sorprendiendo a todos los miembros
del grupo. Se trataba de un hombre de mediana edad, de piel blanca y pálida, y
cuyos ojos y pelo gris resaltaban en contraste con el manto negro que llevaba
de ropa.
Jack y los dos jóvenes parecieron
reconocerlo, ya que su cara les sonaba de algo. Lo habían visto una vez, cuando
rescataron a Marina hace mucho tiempo del laboratorio de la organización, cerca
del mercado oscuro de Mugget. Los tres exclamaron a la vez, reconociendo al
científico de negro:
- ¡¡Rodvar!!
El hombre de negro al servicio de la
organización Muerte respondió a la pregunta de Eduardo, aparentemente tranquilo
y seguro de sí mismo:
- Conozco todo eso y mucho más…porque
yo fui el que te creé.
Eduardo creyó que el tiempo se detuvo
por un momento, ya que su corazón pareció no latir durante unos instantes.
Aquella respuesta significaba una aterradora y horrible verdad. En su rostro
ahora se reflejaba con total claridad una expresión de miedo y terror:
- No…no es…posible…no puede…ser verdad…-
dijo Eduardo, temblando y jadeando- toda mi vida…todo lo que he creído hasta
ahora…todo lo que para mí era real…ha sido una mentira…
El resto de sus amigos también
escuchaban, horrorizados, el auténtico origen y pasado de su compañero. Les
parecía absolutamente aterrador, ya que nunca imaginaron algo así de él:
- Eduardo…- dijo Jack a medias, preocupado
y sin saber bien qué decir.
En ese momento Rodvar procedió a
resumir y aclarar todo lo dicho hasta ahora. Sus palabras fueron tan duras y
frías que atacaron emocionalmente sin piedad al joven:
- Eres el resultado de un experimento
que al principio creíamos fallido, pero que al final resultó ser un éxito,
gracias al combate que libraste contra nuestro señor…hemos conseguido lo que
queríamos: un nuevo portador de la materia suprema, cuyo don estará a nuestro
servicio para destruir y generar nuevos mundos…y que nos convertirá a nosotros
mismos en dioses.
Justo cuando parecía que la
conversación había terminado, y que ya estaba todo dicho, la voz de Rodvar
llamó nuevamente la atención de todos los presentes. El científico de la
organización Muerte sonrió diabólicamente mientras decía:
- Sin embargo, hay una cosa más que
nos alegra…algo que te hace único y verdaderamente especial, incluso entre los
portadores de la materia suprema que hubieron anteriores a ti…
Jack y los demás prestaron atención y
tragaron saliva. Sabían que nada bueno saldría de la organización Muerte:
- Es cierto que los portadores de la
materia suprema son extremadamente poderosos…- comentó Rodvar, mirando a
Eduardo- pero en tu caso en concreto, tú tienes algo que todos los demás
anteriores no… ¿te imaginas qué es?
El chico de rojo respondió con el
silencio apagado de su rostro asustado. Le temblaba todo el cuerpo, y su corazón
palpitaba débilmente entre dos latidos. Con todo lo que había oído, no estaba
seguro de querer saber la respuesta:
- Nuestro señor lo confirmó durante
vuestro combate, y de la misma forma lo haremos nosotros en su debido momento…-
luego preguntó, sin dejar de sonreír- ¿Has sufrido algún cambio o
transformación cada vez que usas el poder supremo?
Eduardo se horrorizó aún más al darse
cuenta de que Rodvar tenía razón, y eso lo asustaba cada vez más. Recordó
perfectamente las numerosas transformaciones que había sufrido el joven cada
vez que adquiría su fuerza sobrenatural, y que lo convertían a él mismo en un
peligroso animal salvaje. ¿Es que acaso los anteriores portadores de la materia
suprema no se transformaban como él? ¿Qué tenía él de especial, y que tanto
agradaba a la organización Muerte?
La respuesta a aquella misteriosa y
aterradora incógnita se la dio de nuevo Rodvar, el científico de negro que lo
había creado, y principal responsable de la causa de su existencia:
- Durante el proceso de creación en el
laboratorio, decidimos introducir en tu ADN parte de las células genéticas
oscuras del ser supremo, obtenidas de la amenaza de hace quince años… ¿Sabes lo
que eso significa?
El chico de rojo temblaba, completamente
asustado, al imaginarse lo que diría el enemigo. Lo que dijo Rodvar a
continuación dejó totalmente pálidos y atónitos a todos los presentes:
- La razón que explica el estado de
animal salvaje en el que te conviertes…es que la sangre de Ludmort corre por
tus venas…- aclaró el científico de negro- dicho de otra manera…eres la
mismísima reencarnación de Ludmort.
Aquella afirmación supuso un duro
golpe interior para Eduardo, que deseó con todas sus fuerzas que aquel momento,
aquel instante en la cima de la montaña, no fuera real, sino una terrible
pesadilla. Con el rostro completamente pálido y asustado, bajó la cabeza y miró
sus manos temblorosas. Las manos de un auténtico monstruo asesino:
- ¿¡Yo…yo soy…la reencarnación…de
Ludmort!?
Levantó de nuevo la vista al frente,
temblando y aterrado, cuando en esta ocasión Helio volvió a tomar la palabra.
Su malvada sonrisa diabólica seguía dibujada en su cara:
- Aún seguimos sin entender por qué la
llave espada te eligió a ti, sabiendo que llevas la sangre de Ludmort por tus
venas…un arma sagrada nunca elige a un portador con antecedentes oscuros, y por
ello tu caso resulta extremadamente curioso e irónico…
El hombre de negro rió por lo bajo
durante unos segundos de pausa antes de decir, satisfecho:
- Nunca imaginamos que la llave espada
te elegiría a ti…sin duda ha sido nuestro premio gordo de la lotería… ¿Sabes
por qué ya no necesitamos impediros que continuéis con vuestro viaje?
Todo el grupo perdió el color del rostro
de repente, y por un momento sus corazones palpitaron débilmente entre dos
latidos, cuando Helio respondió, dirigiéndose a Eduardo y Erika:
- Tal y como dice la profecía,
vosotros dos sois los que salvaréis el mundo de la destrucción…pero en el caso
del portador de la llave espada, esta vez no será así…
- ¿¡Qué…qué quieres decir!?- preguntó
el chico de rojo, confuso y asustado.
- Que esta vez, aunque consigáis derrotar
a Ludmort, no lograréis salvar el mundo…por primera vez en la historia, la
profecía no se cumplirá… ¡¡Limaria está condenada a morir!!- exclamó Helio, con
una amplia sonrisa sádica- ¡¡Y tú, Eduardo, como la viva reencarnación de
Ludmort…serás el que destruya el planeta!!
En aquel momento el chico de rojo
perdió, no sólo el brillo que tenía en sus ojos, sino también las fuerzas. Su
mirada perdida se apagó en un instante, y cayó de rodillas al suelo como un
peso muerto e inerte. Su cabeza agachada ocultaba su rostro apagado, como si de
repente hubiera perdido las ganas de vivir. No se movía ni un solo milímetro, y
la llave espada desapareció mágicamente de su mano.
Helio apuntó con sus dos manos al
joven de rodillas en el suelo, y éstas comenzaron a cargar energía mágica del
elemento Hielo. Su amplia sonrisa sádica seguía dibujada en su cara:
- ¡¡Vamos, portador de la materia
suprema…muéstrame toda tu fuerza…el auténtico y verdadero poder de Ludmort!!
El chico no respondía, ni siquiera se
movía. Parecía estar dispuesto a recibir de lleno el ataque del enemigo. Sus
amigos corrieron hacia él, preocupados:
- ¡¡EDUARDO, NO!!- gritaron todos,
mientras se aproximaban a él.
Sin embargo, no llegaron a tiempo.
Estaban casi al lado de su compañero cuando el ataque mágico de Helio
finalmente estuvo listo y disparó contra el grupo. Estos recibieron de lleno el
ataque y se produjo una tremenda explosión que cubrió toda la cima de la
montaña de Conaga.
Desde aquel momento, todo cuando
conocían cambió irremediablemente sus vidas para siempre.
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