Capítulo
XLI
SENTIMIENTOS
Tras varias horas de vuelo, finalmente
Valor Alado aterrizó en lo alto de una colina, en pleno centro de un extenso
bosque, en la zona noreste del continente central. Con la tremenda potencia de
los motores de la aeronave habían atravesado el océano en tan solo unas horas,
y necesitaban urgentemente descansar, sobretodo la piloto Alana.
Los últimos y recientes
acontecimientos los habían dejado perplejos y sin palabras, como si todo
hubiera pasado tan rápido que ni siquiera se hubieran dado cuenta de lo
sucedido. Todavía les costaba asimilar los hechos ocurridos, y cada vez que lo
pensaban les parecía increíble e imposible.
Habían acabado con el mismísimo líder
de la organización Muerte, Alejandro, que en el pasado fue el guardián de los
primeros elegidos y había ayudado a salvar al mundo de la amenaza de Ludmort.
Una leyenda, hasta hace poco viva.
Derrotar a semejante enemigo tan
poderoso no lo conseguían muchos, por lo que en parte podían sentirse
orgullosos con aquel logro.
Sin embargo, muchas e inquietantes
preguntas que escapaban a su razón anidaban en sus cabezas. No se explicaban
por qué un famoso guardián que salvó al mundo hace quince años trataba de
destruir Limaria. No tenía sentido querer proteger el planeta y luego pretender
todo lo contrario, convirtiéndose en un horrible villano sin escrúpulos ni
piedad.
Por otro lado, la putrefacción
inmediata del cuerpo de Alejandro y la sangre negra que corría por sus venas
delataban claramente que no era humano. La siniestra y escalofriante nube negra
que apareció de los restos del mago oscuro no presagiaba nada bueno, y la
terrorífica sensación de estar ante un gigantesco ser todopoderoso fue lo que
hizo palidecer y temblar de miedo al grupo entero, como nunca antes lo había
hecho.
Se preguntaban también si, tras la
muerte de su líder, la organización Muerte seguía en pie con sus malvados
planes, o por el contrario se había disuelto. Aún seguían libres los
comandantes Magno y Helio, y puede que algún miembro más.
Al recordarlos a ellos, todos se
preguntaban por qué no habían acudido ambos a luchar junto a su líder. Les
parecía muy raro, pero de haber participado ellos en el combate, sabían que ni
siquiera todos juntos habrían podido contra tres miembros de la organización
Muerte a la vez.
Dieron las gracias por haber salido
con vida de aquella dura y peligrosa batalla.
El grupo entero salió fuera de Valor
Alado, y se acomodaron al aire libre, montando una pequeña hoguera cerca de la
base de la nave. Durante todo el camino habían mantenido al gravemente herido
Ray con magia curativa y todo tipo de objetos que recuperaban la salud.
De entre todos sus amigos sin duda era
Cristal la que más se había preocupado por él y no se había apartado de su lado
en todo momento, procurando que no le faltara de nada y atenta a su estado de
recuperación sin pensar en otra cosa. Todos pensaron que le vendría bien un
poco del calor del fuego y una ligera brisa de aire fresco, cosa que no había
dentro de la nave.
Sentados alrededor del fuego, y
mientras Cristal atendía a Ray tumbado en el suelo aparentemente inconsciente,
el resto del grupo debatía sobre los recientes acontecimientos en torno al
combate. Eduardo y los demás ya se habían recuperado casi por completo de sus
heridas, que comparadas con las de Ray eran simples rasguños sangrientos.
Erika aprovechó la ocasión para
contarles a los demás su propia experiencia durante la prisión del mago oscuro.
Les contó despacio y con todo lujo de detalles cada una de las palabras que le
dijo Alejandro, el día que acabó en sus garras. La joven ya no llevaba puesto
el vestido blanco de novia, y volvió a vestirse con la misma ropa de siempre,
con la que se sentía mucho más cómoda:
- No puedo creerlo…me resulta
imposible…- comentó Jack, sorprendido tras escuchar a la chica- durante toda mi
vida, Alejandro siempre había sido mi mayor ídolo…quería ser como él algún
día…y ahora me entero de que es el villano más malvado y retorcido que he visto
nunca… ¿quería destruir el mundo y hacer que volviera a empezar de nuevo?
Erika asintió con la cabeza, y
respondió diciendo:
- Creía estar seguro de que los
humanos éramos los seres que habíamos llevado al planeta a su inevitable
destrucción…y quería volver a empezar de nuevo, aniquilándonos con nuestra
total extinción gracias a Ludmort…quería romper la profecía…
- Y casi lo consigue…- intervino Rex
en ese momento, para dar su opinión- no recuerdo habernos enfrentado antes a un
enemigo tan poderoso como Alejandro…sin duda hemos estado a punto de morir.
- Precisamente por eso, y porque hemos
acabado con el mismísimo líder de la organización Muerte, deberíamos sentirnos
orgullosos…- comentó la pelirroja, tratando de animar al resto del equipo con
una leve sonrisa- se trata de un logro que no consigue cualquiera.
El mago miró seriamente a Alana, igual
que los demás. Aquel comentario no había tenido ninguna gracia, y la piloto se
dio cuenta de ello al ver los rostros serios y sin vacilaciones de sus amigos.
Enseguida se le borró la leve sonrisa de la cara cuando Jack le dijo:
- ¿De verdad crees que esto es un
juego?- le preguntó el mago, con una expresión seria y enfadada- por si no lo
sabes, cada día que pasa nos jugamos la vida en proteger a los portadores de
las armas sagradas…y si alguno de los dos elegidos muere, todos nosotros, junto
con el resto del planeta y ambos mundos, pagaremos las consecuencias… ¿de
verdad te parece gracioso arriesgar la vida? ¿Saber que, si fallas, en la
misión, significa la destrucción del mundo? ¿Qué sólo tenemos una oportunidad,
y que en cualquier momento podemos morir?- interrogó Jack, seriamente- ¿De
verdad piensas que esto es cuestión de orgullo y logros?
Alana cayó de repente mientras
escuchaba a su compañero, perpleja, y se le cayó la cara de vergüenza. El mago
tenía razón en todo lo dicho, y la pelirroja se avergonzaba de sí misma por
haber pensado en la muerte de su enemigo como un logro, algo que no todos
conseguían y de lo que se podía presumir. Debía tomarse su deber de guardián
muy en serio, ya que de ellos dependía únicamente el destino del mundo.
El perro intervino nuevamente,
pensativo, mientras recordaba los últimos acontecimientos tras la derrota del
mago oscuro. La sola visión de la putrefacción inmediata del cadáver y la
evaporación de la sangre negra le ponían los pelos de punta. Cada vez que lo
pensaba le recorría un escalofrío por la espalda:
- Lo que más me preocupa es esa
extraña nube negra, producida por la sangre del enemigo…y creo que todos
sentimos esa terrorífica existencia maligna…ése algo sin nombre que nos
observaba y que sólo con su mera presencia nos helaba la sangre a todos…
Al resto del grupo le pasaba lo mismo
que a Rex, con solo pensar en el tema. Sin embargo, y aún a pesar del reciente
miedo que todavía sentían, debían hablar y reflexionar sobre ello. Debían
tratar, entre todos, de conocer un poco más sobre la misteriosa y escalofriante
aparición:
- Sea lo que sea esa cosa, no parecía
nada bueno- comentó Alana, temblando un poco- a mí por lo menos, nunca antes me
había dado tanto miedo nada igual de este mundo.
Sin embargo, lo que dijo Rex a
continuación dejó pálidos y sorprendidos a los demás, cuando tras pensar y
meditar unos segundos, finalmente formuló una descabellada hipótesis:
- O puede que quizá no fuera nada ni
perteneciera a este mundo.
Aquellas palabras dejaron sin habla al
grupo entero, que de repente perdió el color del rostro con solo imaginar la
idea. Estaba claro que aquella aparición no era normal, pero tampoco podían
creer que la presencia maligna fuera una especie de ser sobrenatural:
- ¿Qué…qué quieres decir?- preguntó
Cristal, atónita y asustada.
Rex tardó un poco en responder.
Incluso él mismo temblaba de miedo al pensar en lo que acababa de decir.
Respondió a medias, inseguro de sus propias palabras:
- Pensaréis que estoy loco, pero…visto
lo visto…puede que esa cosa estuviera dentro del cuerpo de Alejandro…y que, al
matarlo nosotros, hemos roto el contenedor en el que se encontraba…y con ello
ha sido liberado…
Jack enseguida se dio cuenta de adónde
quería llegar el perro, y exclamó perplejo y pálido:
- ¿¡Quieres decir que Alejandro no era
el líder de la organización Muerte, sino un mero contenedor!?- dijo Jack,
atónito y temblando de miedo- ¡¡Pero entonces…!! ¿¡Quién es nuestro auténtico
enemigo!?
Aquella última afirmación rompió todos
los esquemas mentales que tenía el grupo. Hasta ese momento habían tomado al
mago oscuro como el principal artífice que movía los hilos de la organización
Muerte, y el mayor obstáculo a superar en su lucha contra los hombres de negro.
Sin embargo, la sola idea de que
Alejandro era otra marioneta más de la voluntad del verdadero líder de la
organización los dejaba completamente sorprendidos y horrorizados.
Lo peor de todo era que los indicios
apuntaban a ese misterioso ser que desconocían, y que más miedo les daba.
En ese momento el chico de negro
recuperó el conocimiento, abriendo poco a poco los ojos. Tosió un par de veces
y gimió de dolor, mientras trataba de levantarse:
- ¡¡Ray!! ¿¡Qué haces!?- exclamó
Cristal, asombrada- ¡¡No te muevas, estás herido!!
Sin embargo, el empeño del joven con
gafas en levantarse no se lo quitó nadie, y la princesa finalmente lo ayudó a
sentarse de cara a los demás. Todavía estaba muy débil para ponerse en pie:
- Esto aún…no ha acabado…- balbuceaba
Ray, jadeando- te…tenemos que…
No terminó de hablar porque seguía
tosiendo violentamente. Cristal utilizó su magia curativa para sanarlo, y al
cabo de unos segundos pareció sentirse mejor. Dejó de respirar con dificultad,
y aparentemente se sentía más aliviado:
- ¿Estás bien?- le preguntó la chica con
coletas.
- Sí, gracias- respondió él, con una
media sonrisa.
El joven de negro volvió la vista a
los demás. El resto del grupo asintió con la cabeza, de acuerdo con la idea.
Ahora que su compañero se había despertado, era el momento ideal para hacerle
un par de preguntas respecto al tema, que sólo él podía responderles:
- Ray, ¿no sabes nada acerca de la
organización Muerte?- preguntó Jack.
El chico con gafas tardó un poco en
responder, todavía tratando de asimilar la pregunta. Sus amigos esperaron pacientemente
y sin prisas a que hablara, ya que aún no estaba del todo recuperado:
- Lo siento, sólo me asignaban
misiones…nunca llegaron a contarme nada sobre sus verdaderos fines y objetivos,
ni mucho menos sus secretos más ocultos, conocidos sólo por los comandantes de
la organización.
Eduardo y los demás escuchaban
atentamente a su amigo, mientras hablaba y explicaba sobre sí mismo:
- Ya ni siquiera siento la resonancia
del aura de los miembros que quedan de la organización…deben de haberme cortado
de la red, para no sentir su presencia…- dijo Ray, mirando sus manos
temblorosas- e imagino que también me habrán arrebatado la habilidad de usar el
agujero oscuro…
Sus amigos lo miraban, asombrados y
preocupados. A partir de entonces quedó claro que, para la organización Muerte,
Ray se había convertido en un traidor, y que oficialmente ya no formaba parte
del grupo de negro. Ahora ya era otro miembro más del equipo con total
libertad, sin cadenas que lo ataran a su antiguo trabajo.
Entonces Cristal intervino con otra
pregunta, que al igual que el resto de sus compañeros, llevaba mucho tiempo
planteándose:
- ¿Conoces la razón de por qué tu padre
cambió repentinamente de parecer sobre el mundo?
Aquella pregunta pareció sorprender a
Ray, que bajó la cabeza apretando los puños y ocultando su rostro:
- Mi padre…antes no era así.
Esa respuesta sorprendió mucho al
resto del grupo, que los dejó con la intriga. Alana repitió de nuevo, con la
duda:
- ¿Qué quieres decir?
El chico de negro tardó un poco en
responder. Los recuerdos del pasado volvieron fugazmente a su memoria,
llenándola de momentos de alegría y felicidad:
- Hace mucho tiempo, era una persona
completamente distinta. Mucho antes de que se hiciera famoso y legendario ya
era un hombre bueno y solidario, que luchaba por los débiles y ayudaba a quien
lo necesitaba…- explicó Ray, con nostalgia y pesar- de carácter tranquilo,
amable y simpático, era muy respetado y querido por todos allá donde
iba…incluso me crió y cuidaba de mí cuando era muy pequeño…jugaba conmigo y me
dedicaba todo su tiempo fuera del trabajo, a pesar de llegar muchas veces
cansado…sólo para robarme una sonrisa y hacerme feliz.
Erika y los demás se quedaron
perplejos y con la boca abierta, sin creer lo que oían. Les costaba relacionar
bondad y justicia con el malvado mago oscuro al que acababan de enfrentarse, y
que quería destruir el mundo.
No podían creer que, en el pasado, Alejandro
fuera una buena persona. Así lo demostraba su apariencia y rostro dócil, en el
que cayeron a la trampa como moscas, pero les costaba asimilar que así también
lo fuera por dentro:
- Un buen ejemplo de padre y buena
persona…- comentó Rex, todavía confuso- me cuesta creer eso después de luchar
contra él y conocer sus verdaderas intenciones. Desde luego, querer destruir el
planeta no es algo que deseara una buena persona.
Ray hizo una pequeña pausa, y siguió
explicando el pasado de Alejandro. La alegría y la nostalgia que sentía
desaparecieron de repente de su memoria:
- Sin embargo…todo cambió aquel día,
hace quince años.
Los demás atendieron, escuchando a su
compañero y prestando toda la atención posible:
- Ocurrió el día en que Ludmort
amenazó y puso en peligro la existencia del planeta. Mi padre trabajó muy duro
para guiar y proteger a los elegidos hasta su objetivo, y como todo buen
guardián logró cumplir con su deber. Tal y como había anunciado la profecía,
los portadores de las armas sagradas consiguieron poner fin a la pesadilla, y
de esa forma salvaron el mundo y restablecieron el equilibrio natural de
Limaria.
El chico de negro hizo nuevamente otra
breve pausa, para que sus amigos no se perdieran en la explicación, y después
continuó diciendo:
- Desde aquel día mi padre no volvió a
ser el mismo…el brillo de bondad, justicia y felicidad que anidaba en sus ojos
desapareció para siempre. A pesar de seguir siendo amable y simpático en el
exterior, por dentro se había convertido en una horrible persona, que muy pocos
conocían…- explicaba Ray, con el rostro envuelto en un semblante oscuro- al
principio fue perdiendo el contacto con la gente, hasta incluso llegar a
aislarse sólo en su gran mansión rascacielo durante mucho tiempo, escondido
entre las sombras de aquellas cuatro paredes.
El joven con gafas siguió hablando,
despacio y claro de forma que se entendiera lo que decía:
- Salía poco, y claramente dejó de
criarme y cuidarme como antes. En lugar de eso, comenzó a entrenarme en el arte
del sigilo y de matar con la espada, como un asesino…y cada vez que cometía
algún fallo o no alcanzaba sus expectativas en combate, me daba numerosas
palizas, en las que en muchas ocasiones incluso estuve a punto de morir.
El grupo entero se sorprendió y quedó
boquiabierto al oír esas palabras. El repentino cambio radical que sufrió
Alejandro los dejó sin habla, pero sin duda por ese entonces ya se parecía más
al mago oscuro que lideraba la organización.
Al menos, ya sabían que algo tuvo que
pasar el día en que se enfrentaron a Ludmort para que el mago legendario se
convirtiera en una mala persona:
- Me consideraba débil. Nunca me dio
cariño y ánimos durante los entrenamientos, y mucho menos esperanza, sino todo
lo contrario…- explicó Ray- siempre me decía que era por mí bien, que debía ser
más fuerte, y que seguía siendo el mismo de antes…pero nunca le creí. Yo sabía
que había cambiado, que aquel hombre…no era mi padre.
Eduardo y los demás no pudieron evitar
entonces poner caras tristes. Ya sabían por qué su compañero era así de frío y
distante, y tenía una buena razón al respecto:
- Lo siento…- comentó Alana- debiste
pasar una mala infancia.
El chico de negro levantó la cabeza al
grupo, pero no respondió al comentario de la pelirroja. Prefirió no seguir
hablando del tema, así que continuó narrando el pasado de Alejandro:
- Con el tiempo, mi padre se dedicó a
buscar y a conocer personas, que se parecieran a él y tuvieran su misma visión
del mundo. Consideraba al planeta un lugar podrido e inhabitable, y acusaba de
ello a los seres humanos. Afirmaba que debía haber un gran cambio a nivel
mundial y radical, y que él mismo se encargaría de llevarlo a cabo…- explicaba
Ray- fue así como conoció y consiguió a dos poderosos aliados especialistas en
la magia del fuego y del hielo, con quiénes creó y fundó la organización
Muerte.
Jack y los dos jóvenes se quedaron
perplejos y sorprendidos. Reconocieron al instante a los dos comandantes que,
junto a Alejandro, crearon el grupo de negro que quería destruir el planeta:
- ¡Magno y Helio!- exclamaron los tres
a la vez.
Ray asintió con la cabeza:
- Con el tiempo se unieron cada vez
más integrantes, que tenían la misma visión de querer cambiar el mundo igual
que mi padre, y todos eran extremadamente poderosos. Me vi obligado a ponerme
el traje de negro y a entrar en la organización, donde terminaron de entrenarme
con el paso de los años, mientras me encargaban misiones y las cumplía…- dijo
el chico con gafas- Yo no estaba de acuerdo con el objetivo y los ideales de mi
padre, debía ceñirme a su voluntad y hacer todo lo que él ordenara. No podía
negarme y abandonar la organización, porque si lo hacía él mismo había jurado
matarme.
Hizo una pequeña pausa y concluyó
diciendo:
- Así fue cómo me uní a la
organización Muerte, sin elección, y desde entonces he vivido siempre siendo un
asesino a sueldo, matando gente y arrebatando vidas sin piedad…porque así fue
como me educaron.
En ese momento Ray dejó de hablar,
dando por terminada la explicación, y el silencio se apoderó de nuevo del
ambiente. El grupo ya conocía el pasado de Alejandro, y que anteriormente sí
era conocido como una buena persona.
De ahí la razón por la que sus hazañas
y buenas acciones lo hicieran famoso, que posteriormente ser un guardián de los
elegidos y salvar el mundo lo convirtió en una leyenda. El propio Ray ya lo
conocía desde hacía muchos años, y podía afirmar con toda seguridad que decía
la verdad:
- Sin embargo- dijo Rex, para romper
el silencio- seguimos sin saber por qué Alejandro se convirtió en una mala
persona.
- Y no creo que lo sepamos nunca…-
respondió Alana- acabamos de matarlo, y era el único que podía darnos
respuestas.
El joven de rojo llevaba un buen rato
dándole vueltas a la cabeza sobre el tema. No dejaba de pensar en el mago
oscuro y en los dos primeros elegidos de las armas sagradas, tratando de buscar
una explicación lógica para tan repentino cambio de conducta y de personalidad.
En ese momento se acordó de una
persona, alguien a quien habían pasado por alto durante todo ese tiempo, y que
sin duda era alguien importante:
- Todavía queda una persona…- dijo
Eduardo, seriamente.
El resto de sus amigos lo miraron,
sorprendidos y perplejos:
- ¿Quién?- preguntó Jack, intrigado.
- Mirto, el primer elegido de la llave
espada…- respondió el chico de rojo- recorrió su peregrinaje con Alejandro,
luchó junto a él el día en que se enfrentaron a Ludmort, y salió con vida del
día de la profecía…está claro, él tiene las respuestas.
- ¡Tienes razón!- exclamó el perro,
sorprendido- ¡es el único superviviente del combate contra Ludmort hace quince
años! ¡Él sabe lo que ocurrió en realidad…por eso se enemistó con Alejandro!
- ¡Podemos preguntárselo cuando
regresemos al templo sagrado!- afirmó la pelirroja.
- ¡Buena idea!- respondió Jack- ¡lo
haremos cuando volvamos con la piedra angular!
El grupo ya tenía claro donde
conseguir la respuesta al oscuro cambio radical de Alejandro. Sin embargo,
todavía les preocupaba algo muy importante, y de lo que se habían olvidado
hasta ese momento:
- Lo que sí está claro es que esto aún
no ha terminado- dijo Ray, seriamente- una nueva amenaza se cierne sobre
Limaria, algo que nunca antes hemos visto hasta ahora…y tenemos que estar
preparados para lo peor.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó el
perro, intrigado.
- Sea lo que sea esa nueva presencia
maligna, seguro que pondrá en peligro el equilibrio y la existencia de este
mundo…y tenemos que detener a esa cosa, cueste lo que cueste.
El resto del grupo se quedó
sorprendido y perplejo con tal afirmación. Tener que luchar contra aquella
oscuridad que tanto miedo les daba encogía y aterrorizaba aún más sus
corazones:
- ¿¡Y qué podemos hacer!?- intervino
Alana, asustada y preocupada- ¡¡Ni siquiera sabemos a qué nos enfrentamos!!
El chico de negro trató de
tranquilizarlos. Lo menos que quería ahora era cundir el pánico y el terror
entre sus compañeros, aunque supiera que ya era imposible no pensar en un nuevo
enemigo, mucho más poderoso que el mago oscuro:
- Por el momento, lo mejor ahora es
descansar- dijo Ray- estamos heridos por el último combate contra Alejandro, y
necesitamos recuperar fuerzas.
El mago y los demás estuvieron de
acuerdo con la idea, y nadie se opuso a ella:
- Tienes razón- le apoyó Jack- lo que
nos espera por delante no será fácil.
Ya era de noche, y por votación
general el grupo decidió pasar la noche en aquel bosque. Necesitaban descansar
y todos lo sabían de sobra.
Mientras los demás se reunían para
apagar la hoguera y volver a dormir al interior de Valor Alado, Erika recordó a
una persona en especial, con la que llevaba queriendo hablar desde que salieron
de Vildenor.
Miró a su alrededor, buscando con la
mirada a esa persona, y la encontró un poco más lejos, bastante alejado del
grupo. Vio a su amigo de la infancia internarse corriendo por entre la espesura
de los árboles, alejándose del lugar:
- ¡Edu, espera!- exclamó la joven.
La chica corrió tras su paso,
adentrándose en la maleza del bosque y sin pensarlo dos veces. Cristal, que la
vio alejarse, se asustó y trató de detenerla:
- ¡Erika!- gritó la princesa,
preocupada.
Sin embargo, Jack la agarró del brazo
y la detuvo en seco, antes de que diera tres pasos:
- ¡Cristal, no!- exclamó el mago.
- ¡Pero! ¿¡Y si no regresan!?-
preguntó la ladrona, preocupada- ¡los perderemos otra vez!
El mago sonrió, algo que sorprendió
bastante a Cristal, y le dijo serena y tranquilamente:
- Tranquila, saben lo que hacen.
Jack recordó la sonrisa de Erika al
rescatarla. Esa sonrisa que había esbozado él y tanto le recordaba a Marina, e
incluso a la propia Cristal cuando estaba con Ray. La conocía muy bien y sabía
lo que aquello significaba. Con una media y dulce sonrisa, el mago le dijo sin
miedo:
- Confía en ellos, estoy seguro de que
volverán.
Soltó del brazo a la chica y regresó a
seguir apagando la hoguera, mientras Alana y Rex ayudaban a apoyarse a Ray y
conducirlo hasta la nave, cojeando de una pierna.
Cristal se quedó en pie y parada, con
la mirada fija en Erika hasta que desapareció entre la espesura de los árboles,
e inevitablemente recordó aquellas noches en las que ella misma se escapaba del
grupo mientras dormía para ir al encuentro de Ray.
Fue entonces cuando entendió el
mensaje de Jack, y en su rostro esbozó inconscientemente una dulce sonrisa de felicidad.
La chica corría por entre los infinitos
árboles que encontraba a su paso, tratando de no perder de vista a su compañero
mientras decía en alta voz:
- ¡Edu, espera!
Por fortuna el chico era más rápido
que ella, y consiguió despistarla sin mucho esfuerzo. Siguió corriendo, aún a
pesar de que ya no estaba al alcance de su visión, para asegurarse de que no lo
encontraría.
No tenía ganas ni quería hablar con
Erika, después de lo que ocurrió algunas noches atrás. La misma en la que se le
acusaba de haber matado a los padres de su amiga, y que la propia chica lo
trató con odio y desprecio, diciéndole que no quería volver a verlo.
Si fuera por él mismo se iría sin
dudarlo, pero su deber como elegido de la llave espada lo obligaba a quedarse
con el resto del grupo, por voluntad de la profecía y la salvación del planeta.
Sabía que no podría huir eternamente
de Erika, y que tarde o temprano tendría que verse las caras con ella, pero en
aquellos momentos no quería verla. La fatídica noche en que su compañera lo
empujó y amenazó con profundo odio y rabia en sus ojos aún permanecía muy
reciente en su memoria, y por ahora no quería saber nada de ella.
Tras un buen rato de carrera sin
descanso, Eduardo finalmente llegó hasta un amplio y gran claro del bosque,
junto a un hermoso y cristalino lago de agua pura. Imaginó que la había perdido
de vista:
- Creo…que la he despistado…- dijo él,
jadeando del cansancio.
Respiró profundo y trató de calmarse,
exhalando un largo suspiro. Echó un rápido vistazo al solitario lugar en el que
se encontraba, en el que sólo los ruidos y los sonidos de la naturaleza
conformaban la armonía acústica del bosque.
La luna y las estrellas yacían
radiantes en el cielo nocturno, que iluminaban el claro con su luz, y cientos
de luciérnagas revoloteaban en el aire alrededor de todo el lugar. Parecían
pequeños puntos brillantes de estrella, que le daban un toque dulce y mágico al
escenario.
El chico se dispuso a volver a la nave
por otro camino, y ando lentamente cruzando el claro, en dirección al otro
lado. Justo cuando iba por la mitad, en ese momento una voz conocida, no muy
lejos a su espalda, lo detuvo en seco:
- No te vayas…por favor…- dijo ella,
un poco más lejos, saliendo de entre los árboles y apareciendo en escena.
La chica caminó un par de pasos al
frente, manteniendo la distancia con Eduardo. El joven se sorprendió bastante
al comprobar que había logrado alcanzarlo, ya que pensaba que la había
despistado con toda seguridad. El sonido de pasos pisando la hierba detrás de
él le demostró que se equivocaba.
Sin embargo, el chico supo guardar las
apariencias, y se mantuvo firme y serio. Eduardo, quieto y dándole la espalda a
ella, respondió seriamente diciendo:
- Es lo que querías, ¿no? Que me
alejara de ti no volviera a verte.
- Y sin embargo, lo has hecho…después
de lo mal que te traté…- dijo Erika, que tras unos segundos de silencio, volvió
a hablar- no he tenido la oportunidad de darte las gracias.
Eran largas e incómodas prolongaciones
de silencio, en las que se notaba claramente la tensión entre los dos jóvenes.
Al cabo de unos segundos sin respuesta, finalmente Eduardo pronunció, aún dándole
la espalda:
- De nada, tenía que hacerlo.
Viendo que la incómoda conversación
parecía haber terminado, y que no había nada más que decir, el joven retomó la
marcha y continuó su camino. Sin embargo, en ese momento la chica volvió a
hablar, diciendo seriamente:
- ¿Crees que lo he olvidado, verdad?
Eduardo se detuvo en seco. Las
siguientes palabras que pronunció su compañera lo dejaron interiormente
sorprendido:
- Me salvaste…porque prometiste
protegerme.
El chico tardó un poco en responder.
Ocultó su rostro perplejo y asombrado, y respondió de la misma forma, tratando
de no flaquear en el tono de su voz:
- No sé de qué me hablas.
- Estoy segura de que tú tampoco lo
has olvidado, y lo sabes.
En realidad Eduardo sabía muy bien de
lo que hablaba, ya que ésa era la principal razón por la que luchaba y seguía
adelante. Por eso estaba siempre pendiente de su amiga, y por esa misma razón
también se preocupaba por ella, en silencio y sin decírselo directamente.
Había tratado de hacerse el loco y no
saber nada del tema, en un intento fallido que la mirada seria y decidida de
Erika afirmaba lo contrario con toda seguridad.
Lo que más le sorprendía a Eduardo era
descubrir que su amiga de la infancia aún recordaba aquella noche en la que le
hizo la promesa de cuidarla y protegerla siempre. Llevaba toda su vida pensando
que era el único que la sabía, que posiblemente ella lo olvidara entre sus
muchos recuerdos infantiles, y que él fuera tan solo otro simple compañero de
clase.
Estaba claro que ella también lo
sabía, y parecía tan convencida de que él lo supiera, que nadie podía negar lo
contrario. En aquella situación, era inútil tratar de esconder la verdad que
ambos sabían, y el chico finalmente respondió:
- Aquello sólo era una estúpida
promesa infantil que nos hicimos creer de pequeños.
Sin embargo, Erika no cejó en su
empeño. Se dirigió al compañero que tenía frente a ella, dándole la espalda, y
dijo sin vacilar en sus palabras:
- Si esa promesa no significó nada
para ti…entonces dime por qué, a lo largo de todo este tiempo, siempre me has
protegido…por qué siempre me has salvado la vida…por qué siempre te has
preocupado por mí…por qué siempre has cuidado de mí…- dijo Erika, que luego
añadió firmemente diciendo- dime por qué todavía llevas puesto el colgante que
te regalé aquella noche.
Eduardo miró el objeto que llevaba a
modo de colgante, y se quedó sin habla. Su rostro adquirió un semblante de
asombro y sorpresa, al descubrir que incluso ella se acordaba de ese pequeño
detalle, y que suponía la prueba irrefutable de que no lo había olvidado.
El colgante que siempre llevaba puesto
el chico, y que parecía un bonito cristal tallado, se lo había regalado ella
misma la noche en que tenían siete años. Ese objeto representaba la promesa
hecha, que para él era muy importante, y desde entonces siempre lo había
llevado puesto. Era el cristal de la cálida promesa eterna.
Viendo que el chico no respondía,
Erika volvió a insistir diciendo:
- Respóndeme, por favor…
Eduardo, ignorando la pregunta de su
amiga, retomó la marcha al frente, andando lentamente y alejándose más de
Erika. Sus palabras y voz seria parecían indicar que se marchaba de verdad:
- Vuelve con los demás y sigue tu
camino…Limaria te necesita.
Parecía que la conversación había
terminado, ya que el joven se marchaba sin añadir nada más. Sin embargo, el
rostro de Erika se tornó decidido. No quería que la relación con su compañero
acabara de aquella forma, de modo que corrió a alcanzar a Eduardo.
El chico se dio cuenta de que su amiga
se acercaba a él por la espalda, y de un serio aviso la hizo detenerse:
- ¡¡No te acerques!!- gritó Eduardo,
temblando y triste- ¡¡puedo matarte, igual que lo hice con tus padres!! ¿¡Es
que no lo entiendes!?
Erika se detuvo en seco a medio
camino, apenada. Su rostro serio y decidido se había convertido ahora en otro
deprimido y apagado. Con la tristeza reflejada en sus ojos, miró al chico que
le daba la espalda, y que había bajado la cabeza mientras sollozaba y decía:
- No sé muy bien por qué…pero…cuando
entro en cólera…y la rabia y el odio se apoderan de mí…me convierto en un
horrible monstruo asesino…- explicaba Eduardo, con lágrimas en los ojos- por eso…lo
mejor para todos…es que esté sólo…no quiero hacer daño a nadie más…- en ese
momento finalmente dio media vuelta, y girándose a la chica añadió, con
sinceridad- y mucho menos a ti.
Lo que respondió Erika a continuación
sorprendió mucho al joven:
- ¿Sabes? A mí no me pareces en
absoluto una amenaza…más bien todo lo contrario.
Eduardo levantó la cabeza y la miró,
perplejo y sorprendido, mientras ella hablaba:
- Tú…me transmites paz y tranquilidad…y
haces que todo lo malo que siento desaparezca de repente, en un instante…cuando
estoy contigo, me siento más fuerte, pero también más débil, al mismo tiempo…y
al mirarte a los ojos, siento una paz interior que nunca jamás había imaginado.
El chico escuchaba, sorprendido y
asombrado, las sinceras palabras de su amiga, que pronunciaba con cariño y
dulzura:
- Yo sabía que eras diferente a los
demás, incluso antes de que te dieras cuenta…- dijo la chica, que luego añadió
con una media sonrisa- y eso…es lo que más me gusta de ti.
Eduardo sentía que el corazón le latía
a mil por hora, tan rápido que creía que no era normal. Nunca creyó oír
aquellas palabras de Erika:
- Te conozco bien, y sé que eres una
buena persona. Me has demostrado que, incluso si arriesgaras tu vida, la darías
por salvar a tus seres queridos…y por eso, quiero que sepas…que confío
plenamente en ti.
Tras unos segundos de silencio, en los
que Eduardo trataba de asimilar cada una de las palabras de su amiga, la joven
volvió a hablar diciendo:
- Pensarás que estoy loca, pero…sé que
tú no mataste a mis padres.
Aquella afirmación hizo que la
sorpresa y la perplejidad de Eduardo desaparecieran de repente de su rostro,
dejando paso a una expresión molesta y enfadada. Desde luego, el cambio de tema
con semejante y absurda afirmación terminó por romper la magia del momento:
- No digas tonterías…tú misma viste
cómo Helio lo demostró delante de todos, no hay forma de que…
En ese momento la chica sintió que le
hervía la sangre, e impulsada por sus emociones gritó, enfadada:
- ¿¡Y qué hay de los demás!?- alzó
ella la voz, interrumpiéndolo- ¡¡te crees todo lo que te dice el enemigo…!! ¿¡Y
ni siquiera te has parado a pensar en que quizá todo sea una mentira!?- exclamó
Erika, sollozando y con lágrimas en los ojos- ¿¡Es que acaso no piensas en los
demás!? ¿¡No te das cuenta de lo que sufrimos nosotros al imaginar esas cosas!?
¿¡De verdad piensas que no nos preocupamos por ti!?
El chico la miró seriamente, con una
dura expresión en el rostro, y le dijo de la misma forma:
- No eres la más indicada para decirme
eso…tú fuiste la primera en creerle.
La joven se dio cuenta, recordando la
rabia y la furia que la invadieron en aquel momento, que la hizo enfadarse con
su amigo. Eduardo tenía razón, y lo sabía perfectamente, avergonzándose de sí
misma.
Erika pareció calmarse un poco, y bajó
la cabeza ocultando su rostro. Sus palabras adquirieron entonces un claro tono
de culpa y de arrepentimiento:
- Tienes razón…fui una tonta y me creí
todas sus palabras…pero poco a poco, logré comprender…que no sólo te había
hecho daño a ti…sino también a mí misma…- levantó de nuevo la cabeza y lo miró
a los ojos diciendo, con sinceridad- aunque no me creas…sé que tú no mataste a
mis padres…porque…yo…
Eduardo suspiró y bajó la cabeza,
cerrando los ojos. De nuevo su amiga se volvía cabezota, como solía ser ella.
Cuando se ponía en ese plan era muy difícil hacerla cambiar de opinión, y lo
sabía de sobra. Respondió con tristeza y pesar:
- Nada de lo que digas cambiará mis
actos. Está claro que yo soy…
En ese momento ocurrió algo
sorprendente, que interrumpió al joven y no terminó la frase.
Eduardo sintió de repente una tierna
calidez pegada a su cuerpo, cuyo calor y seguridad lo sorprendieron de tal
forma que dejó de hablar. Abrió los ojos de repente y contempló, perplejo y
asombrado, cómo la chica lo abrazaba con fuerza, de la misma forma que lo hizo
durante la obra de teatro del parque temático Gold Saucer:
- Sé que no fuiste tú…- repitió ella-
porque…me lo dice el corazón…- tras lo cual sonrió diciendo- y porque…contigo me
siento segura…y feliz.
Eduardo se quedó sin habla. Una respuesta
tras otra lo confundía cada vez más:
- Tiene que haber alguna forma de
demostrarlo…- dijo ella- estoy segura de que la hay.
El chico finalmente reunió fuerzas
para decir, perplejo y asombrado:
- Erika, tú… ¿por qué…haces todo esto…por
mí?
Pasaron varios segundos de silencio,
en los que la chica pareció dudar antes de responder. Había llegado el tan
esperado momento de la verdad, que ambos habían ocultado durante todos aquellos
años, y que por fin era el momento ideal. Al final, la joven se armó de valor y
dijo, con profunda sinceridad:
- Porque yo…te quiero.
Aquella respuesta dejó a Eduardo mudo
de la sorpresa. Su corazón latía rápidamente a gran velocidad. Nunca imaginó oír
esas palabras de su amiga dirigidas a él.
Pensó que aquello era otro bonito
sueño de los tantos que había tenido con ella, y del que seguramente estaba a
punto de despertar. Sin embargo, para su sorpresa, no lo hizo. Las palabras de
Erika que resonaron después le demostraron que aquel momento, aquel instante,
era real:
- Te quiero…y siempre te he querido…desde
aquella noche, cuando hicimos esa promesa infantil…- explicó la chica, lenta y
sinceramente- en el colegio, siempre me fijaba en ti…y cuando te miraba a los
ojos, y me devolvías la mirada…sonreía feliz…
El joven siguió escuchándola,
completamente asombrado y perplejo, con los ojos y la boca abierta:
- Al cabo de los años, cuando nos
distanciamos y tan solo nos saludábamos al cruzarnos…tenía miedo…miedo de que…te
hubieras olvidado de nuestra promesa…- decía la chica- he vivido todo este tiempo
deseando que eso nunca llegue a pasar…porque me importas, Edu…mucho más de lo
que crees.
Tras la última declaración de la
joven, hubo un tenso e incómodo silencio entre ambos, que seguía abrazada al
chico. Estaba claro que Erika lo había dicho todo, le había confesado sus
sentimientos por él, y ahora esperaba una respuesta suya.
Eduardo no podía creerlo. Estaba
paralizado y temblando de la emoción. Durante toda su vida siempre había creído
en un amor platónico, en algo que sólo vivía en los sueños, y que no alcanzaba
los límites de la realidad. Siempre se había considerado a sí mismo como una
persona normal e invisible, sin nada especial, del que nadie se acordaría, y que
con toda seguridad Erika jamás se fijaría en alguien como él.
Sin embargo, oír ahora la sincera
declaración de su amiga de la infancia lo había dejado asombrado. Era la
primera vez que alguien le dedicaba unas palabras tan bonitas, y le alegraba
enormemente por dentro saber que al menos una persona lo amaba y quería de
verdad. Le hacía sentirse bien, ya que tenía una nueva razón para vivir.
Segundos después, el chico finalmente
pronunció, con esfuerzo:
- Erika…yo…
En ese instante llegó a su memoria,
como una lluvia de estrellas fugaces, todos los momentos que ambos habían
pasado juntos, desde la noche de la promesa hasta verse cara a cara en el
altar, durante el combate contra Alejandro.
Entre los muchísimos recuerdos que
surcaron su mente en un solo instante, uno de ellos destacó en especial, en el
que los dos también se encontraban solos en la noria de Gold Saucer, y él mismo
iba a confesarle sus sentimientos por ella, cosa que no hizo.
Dudó antes de hacerlo, pero la voz del
corazón finalmente le hizo actuar, y la abrazó con los brazos para
corresponderla. Esta vez se dijo a sí mismo que no iba echarse atrás, que por
una vez iba a ser valiente y a afrontar sus miedos, con decisión.
La abrazó de la misma forma que ella
le correspondía, y pronunció unas dulces palabras con calma y tranquilidad.
Nunca antes había estado tan seguro en toda su vida:
- Yo…también te quiero…aunque no lo
parezca, siempre te he querido…con tus virtudes y defectos…tal y como eres…
Permanecieron abrazados y sin mirarse
a la cara, mientras ella lo escuchaba con una media sonrisa de felicidad:
- Durante todo este tiempo…siempre he
querido decírtelo…pero era demasiado tímido para hacerlo…- explicaba Eduardo-
tenía miedo…miedo de que me rechazaras…y sufriera por ello…
El chico sonrió diciendo:
- Sin embargo, ya lo he dicho…y, la
verdad, es que…ya me siento mucho mejor…me he quitado un enorme peso de encima,
con el que llevo cargando toda mi vida…- y fue entonces cuando Eduardo añadió,
sinceramente- llevo tanto tiempo soñando con este momento…que creo que todo
esto…sigue siendo un sueño.
Los dos se separaron un poco, sin
dejar de abrazarse, y se miraron fijamente a los ojos, con infinita ternura,
mientras se les llenaban los ojos de lágrimas de emoción. Erika acarició una
mejilla de la cara del chico con una mano, diciendo dulcemente:
- Esto…es real.
Ambos sonrieron de felicidad, y
después fueron acercando poco a poco sus rostros hasta que finalmente cerraron
los ojos y sus labios se unieron en un largo y dulce beso de amor.
Los dos jóvenes permanecieron así
mientras cientos de luciérnagas brillaban a su alrededor como puntos de luz,
bajo el claro de la luna y el cielo nocturno estrellado. Una estrella fugaz
cruzó el cielo en ese momento, pasando por encima de ellos.
Eduardo nunca imaginó cómo sería su
primer beso, pero aquello superaba todas las expectativas, y creyó que ni el
más hermoso de los sueños superaba la magia de aquel momento.
Por primera vez en su vida, se sintió
plenamente feliz como nunca antes lo había estado. Ambos eran los protagonistas
de aquel mágico cuento de hadas, que el chico deseó que no terminara nunca
jamás.
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