sábado, 23 de marzo de 2013

Capítulo 39: El renacer de Valor Alado


Capítulo XXXIX
EL RENACER DE VALOR ALADO
Gracias a la habilidad de Ray, consiguieron teletransportarse directamente a través de un agujero oscuro y dejar atrás el bosque de la muerte. Sin embargo, el lugar al que fueron a parar no era el que todos esperaban. Se encontraban en la parte exterior de una gigantesca nave industrial, a las afueras de la ciudad:
- ¿Dónde estamos?- preguntó Jack, confuso y perplejo.
El perro miró con desconfianza a Ray, y pensó que el reciente miembro del grupo los estaba llevando al enemigo, hacia una emboscada. Era normal que sospechara de él, pues se acababa de unir a ellos y todavía podría estar siendo un espía de la organización Muerte:
- Espero que esto no sea una trampa de tu parte- amenazó Rex seriamente- si intentas algo contra nosotros, no dudaré en lanzarme sobre ti y morderte el cuello con todas mis fuerzas.
- Piensa lo que quieras- le respondió Ray de la misma forma, con ese tono de indiferencia que tanto molestaba al can- me trae sin cuidado lo que creas o no, yo simplemente actúo para salvar este mundo y arruinar los planes de mi padre.
- ¿Entonces por qué nos has traído aquí?- intervino Alana, mirando el complejo que tenían justo al lado- esto no se parece en nada a una iglesia, ni mucho menos un sitio para celebrar una boda.

Ray suspiró. No tenía más opción que explicar en qué consistía su plan. Tras unos segundos de silencio, empezó a hablar tranquilamente diciendo:
- Estamos en las afueras de Vildenor, lejos del pleno centro urbano de la ciudad, por una razón…
- Dínosla, anda- dijo Jack, serio y sin vacilaciones- ¿por qué no hemos ido directamente al lugar exacto de los hechos?
- Porque Alejandro habría detectado mi presencia a través de mi aura, y seguramente nos tendería una emboscada.
El joven de rojo se quedó perplejo ante aquella respuesta:
- ¿Cómo dices?- preguntó Eduardo, confuso- explícanos, por favor.
Ray tardó un poco en responder. Buscaba la forma de explicar lo que quería decir, de manera que el resto del grupo lo entendiera. Iba a contar un secreto que nunca antes había salido de la organización de negro:
- Veréis…los miembros de la organización Muerte tenemos nuestro propio sistema de localización, para detectar a los demás miembros a través de la resonancia del aura que tiene cada uno…y que únicamente podemos sentirlo nosotros…- explicó el chico con gafas- cuanto más cerca se encuentre uno de otro, más fácil y preciso será localizarnos.
Razonando de esa forma, Rex llegó a una conclusión lógica:
- ¿Pero entonces eso significa que no podemos acercarnos a Alejandro teniéndote con nosotros?
- Tal y como estamos ahora, no- afirmó Ray, seguro de sus palabras- por eso os he traído aquí.
En ese momento todos alzaron la mirada a la gigantesca nave industrial que tenían al lado. Sea lo que sea lo que planeara el chico de negro, sin duda debía de estar en aquel complejo recinto:
- ¿Qué hay ahí dentro?- preguntó Cristal, sorprendida.
- Muy pronto lo sabréis- sonrió Ray, que luego hizo un gesto con la mano y dijo a los demás- ¡vamos, seguidme!

Todos corrieron en silencio detrás del joven con gafas, rodeando la nave industrial hasta llegar a una esquina que daba a la parte frontal de la misma. Se detuvieron en seco de repente y, asomando ligeramente la cabeza por una esquina, observaron el panorama como reconocimiento del terreno.
En la entrada solo habían dos guardias custodiando la gran puerta principal que daba acceso al interior del recinto:
- Esto es demasiado fácil…- sonrió Jack.
Y tenía razón. Los superaban en número, y aparentemente no parecían muy fuertes. Cualquiera de ellos podría ir i dejarlos fuera de combate sin muchos problemas. Sin embargo, antes de que nadie se lanzara al ataque, Cristal avisó al resto de sus compañeros:
- Esperad, yo me encargo- dijo, con una sonrisa pícara y burlona.
Sacó una moneda del bolsillo y la lanzó de forma que cayera justo a los pies de los guardias. Acto seguido hizo una impresionante demostración de su velocidad, desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos a la vista de los demás. Tan solo una rápida ráfaga de aire fue el único rastro que dejó de su movimiento.

Uno de los guardias se fijó en el objeto recién caído, se agachó a recogerlo y se sorprendió gratamente. Sonrió diciéndole al otro:
- ¡Eh tío, mira esto!- exclamó con una sonrisa- ¡es una moneda, hoy debe ser mi día de suerte!
Sin embargo, la sonrisa se le borró de la cara en el mismo momento en que ambos notaron una nueva presencia. Al darse la vuelta se encontraron a la chica con coletas, que apareció de repente como una sombra silenciosa, y sonriendo pícaramente:
- ¿¡Pero qué…!?- exclamó uno de los guardias, sorprendido y perplejo.
Fue lo último que dijo antes de que la princesa les propinara rápidamente un puñetazo en la cara a los dos y los tumbara en el suelo, inconscientes.
Una vez pasado el peligro, Cristal avisó al resto de sus compañeros para que se acercaran. Se sorprendieron entonces con la poca seguridad que tenía aquel lugar y que, al parecer, lo que había dentro del complejo recinto no debía de ser muy importante para el dueño.
Corrieron hasta la entrada donde aguardaba la ladrona, con las llaves en la mano:
- Ha sido fácil- comentó Cristal, como si aquello fuera un juego de niños.
Sin embargo, el chico de negro aún no parecía seguro. Miró a ambos lados rápidamente y luego dirigió la vista a la puerta:
- Adelante, entremos- dijo Ray, sin perder el tiempo- puede que todavía queden guardias por los alrededores.
El resto del grupo asintió con la cabeza y Cristal abrió la gran puerta con las llaves del centinela. Todos cruzaron el umbral de la entrada y se internaron de lleno en las profundas entrañas de la nave industrial.

La oscuridad inundaba todo el lugar, a pesar de que fuera yacía el sol. La poca claridad que se colaba en el interior del edificio a través de las ventanas del techo delataba una gigantesca sombra que se alzaba muy por encima de sus cabezas, y que se trataba de algo oculto en la nave industrial muy grande.
Enseguida Ray accionó un interruptor cercano y la luz de cientos de bombillas devoraron en cuestión de segundos la oscuridad del lugar, dejando al descubierto lo que antes se ocultaba.
Todos se quedaron con la boca abierta al levantar las miradas muy por encima de sus cabezas y contemplar una colosal aeronave futurística, que superaba en tamaño y volumen a un gran avión de transporte de pasajeros de La Tierra. Al ver la enorme cúpula de cristal frontal, los alerones y las grandes hélices, el grupo recordó cada uno de los detalles de aquella impresionante nave.
Completamente pálidos y atónitos, en ese momento recordaron con total claridad de quién era ese colosal vehículo volador:
- ¿¡Ésta…ésta no es…la aeronave de Alejandro!?- exclamó Jack, muy sorprendido- ¿¡La que se nos apareció en el desierto y nos llevó hasta Vildenor!?
- La misma- respondió Ray- cuando luché contra vosotros aquel día en el desierto, el combate estaba previamente organizado para que mi padre acudiera en el último momento y fingiera que os salvaba la vida…gracias a Ifrit.

Eduardo recordó entonces la batalla contra el chico de negro en el desierto, y de cómo apareció Alejandro justo antes de morir. Gracias a la increíble fuerza del G.F. Ifrit, logró abatir sin problemas a Ray, después de que éste los dejará prácticamente debilitados. Fue en ese momento cuando entendió por qué el mago legendario dejó con vida al joven de negro: porque todo formaba parte del plan. Consiguió lo que quería: ganarse la confianza del grupo.

Ray los veía a todos muy asombrados, y les dijo un poco más lejos, mientras caminaba hacia el medio de transporte:
- ¿Vais a quedaros ahí parados con la boca abierta más tiempo o voy yo sólo?
- ¿¡Va…vamos a pilotar esto!?- preguntó Alana, eufórica y con una tremenda sonrisa que no podía ocultar.
- ¿Se te ocurre otro método de transporte para llegar más rápido?- le respondió el chico de negro, que luego hizo un gesto con la mano diciendo- ¡rápido, subamos!
Al parecer el joven con gafas ya había montado antes en aquella nave, ya que no dudó ni un instante cuando se acercó a un lateral que servía de apoyo, hizo aparecer con un botón un monitor oculto, e introdujo correctamente la clave secreta en apenas cinco segundos.
Tal y como ocurrió la otra vez con Alejandro, una gran rampa descendió de un lateral de la nave, que conectó con el suelo y permitía el acceso a la misma. Subieron rápidamente por ella y se adentraron en el interior de la nave, mientras la rampa subía de nuevo y la entrada se cerraba tras ellos.

Recorrieron los varios pasillos y escaleras que encontraban a su paso, con Ray encabezando la marcha. Pasaron frente a la sala de reuniones, la cocina, la pequeña biblioteca y el pasillo de las habitaciones, y cada vez más recuerdos de aquel día que pasaron en la nave saltaban de repente a su memoria. Sin duda ésa era la aeronave en la que viajaron hacia Vildenor, y en la que pasaron la noche bajo el cobijo del mago oscuro Alejandro.
Sin embargo, en aquel vehículo gigante faltaba algo muy importante: los moguris. Esos pequeños seres con alas, enorme cabeza y un esponjoso pompón rojo por encima de ésta. Todos recordaron que estas adorables criaturas eran siervos del mago legendario, que habitaban en la nave y se encargaban de limpiarla y pilotarla.

Eduardo no dejaba de preguntarse dónde estarían los pequeños seres, hasta que por fin llegaron a la sala de mandos de la nave. Allí descubrieron, sorprendidos, que los moguris estaban revisando los puestos de control, asegurándose de que todo estuviera en orden.
Las criaturas con alas se sorprendieron de la misma manera, al verlos allí de improviso y sin previo aviso:
- ¿¡Príncipe Ray, kupó!?- preguntó un moguri- ¿¡Qué hacéis aquí, kupó!?
El chico de negro caminó directamente hacia el puesto de mando central, y accionó el botón de inicio del sistema. Los seres con pompón se preocuparon mucho al ver lo que hacía el joven:
- ¿¡Pero qué hacéis, kupó!?- exclamó otro moguri, perplejo- ¡¡Su majestad Alejandro no nos ha ordenado mover la nave, kupó!!
- A partir de ahora me obedeceréis a mí- respondió Ray, mientras movía sus dedos por el teclado de mando, a una velocidad increíble- y necesito llevarme la nave, por extrema emergencia.
- ¿¡Qué!? ¡¡Ni hablar, kupó!!- dijo el que parecía ser el jefe- ¡¡exigimos una explicación a esta situación, kupó!!- y añadió, mirando al resto del grupo- ¡¡la nave no se moverá llevando intrusos dentro, kupó!!
Por lo general los moguris solían ser leales a quiénes servían, y el chico de negro sabía que aquello pasaría. Sin embargo, no tenían tiempo de explicarles la situación. Seguro que alguien ya había visto a los guardias inconscientes de fuera, y que era cuestión de segundos que saltara la voz de alarma.
Ray adquirió entonces una expresión de enfado, se dirigió a los moguris y les amenazó seriamente, mintiendo:
- Mi padre me ha enviado expresamente aquí para llevarle la nave, y como se entere de que os oponéis a su voluntad, os aseguro que lo vais a pasar muy mal.
Las criaturas aladas sintieron de repente un profundo miedo al imaginar a su amo enfadado, que a juzgar por sus rostros aterrados intuyeron que sí conocían su lado oscuro, y Ray se aprovechó de eso para decir:
- Ahora la nave la pilotamos nosotros. Id a encargaros del resto del trabajo y no molestéis.
- ¡¡A…a sus órdenes, kupó!!- exclamó el moguri jefe, tieso como un palo.
En ese momento los moguris echaron a volar, presos del pánico, y salieron a toda velocidad de la sala de mandos, dispuestos a realizar los quehaceres del resto de la nave.

Una vez asegurada la sala de mandos y tomado el control total de la nave, ya podían manejarla sin problemas. El chico de negro volvió la vista al teclado que había dejado pendiente, y siguió activando el inicio del sistema.
Los demás miembros del grupo caminaron a sus anchas por la estancia, mirando cada panel de los ordenadores y la enorme cúpula de cristal que tenían ante ellos:
- Ya me acuerdo, no hay duda de que pertenece a Alejandro- afirmó Rex, olisqueando con su olfato canino- su olor está por todas partes.
- Y pensar que ahora la tenemos nosotros…- dijo Eduardo, sorprendido- se me hace raro…
En ese momento se sorprendieron al ver, a través de la cúpula frontal de la nave, cómo el techo del recinto industrial se abría y dejaba el cielo azul al descubierto. Los rayos del sol iluminaron con su fuerza todo el interio del complejo y la increíble aeronave, que brillaba por sus placas metálicas de acero puro. La libertad estaba justo por encima de sus cabezas:
- Siento daros una mala noticia…- declaró el chico de negro, que de repente se detuvo frente al puesto de control, como si no supiera dar el siguiente paso- aunque me padre me enseñó un poco a manejar este bicho grande, la verdad es que ya no me acuerdo de nada.
La pelirroja intervino en ese momento, con una expresión tan decidida y una sonrisa tan segura de sí misma que sorprendió a sus amigos:
- En ese caso, dejádmelo a mí.
- ¿Estás segura?- preguntó Rex.
- ¡Pero bueno! ¿Es que acaso no me conoces?- exclamó Alana, con una sonrisa firme y decidida- ¡cuando se trata de maquinaria, motores y hélices no hay aeronave que se me resista!
- Pues será mejor que te des prisa…- comentó Ray- porque los guardias del recinto no tardarán en…

En ese momento no terminó de hablar porque de repente comenzó a sonar una alarma de emergencia, que sorprendió a todos. Las luces de la recinto industrial pasaron a brillar intermitentemente en rojo, y el estridente sonido de la alarma resonaba en todos y cada uno de los rincones del lugar, estremeciendo de los nervios a todos los miembros del grupo:
- ¡¡Mierda, nos han descubierto!!- exclamó Jack.
Ray se dirigió a la piloto y le dijo sin vacilar:
- ¡¡Pon en marcha este trasto y larguémonos de aquí, rápido!!
- ¡¡A la orden!!- asintió Alana con la cabeza.
La pelirroja tomó asiento rápidamente en el puesto de mandos y observó con total atención el complejo sistema operativo de la nave. Eduardo y los demás se quedaron atónitos y con la boca abierta al ver cómo, en cuestión de aproximadamente diez segundos, Alana descubrió enseguida el manejo y control del vehículo gigante.
Empezó a mover sus brazos y manos a tal velocidad por todo el puesto de mandos que el resto del grupo perdió al instante los pasos necesarios para poner en funcionamiento la aeronave. Por unos instantes todos sonrieron al sentir cómo el motor y las hélices se ponían en marcha, y la sensación de ascender del suelo parecía indicar que todo iba sobre ruedas.

Sin embargo, un freno brusco de repente sacudió toda la nave, que hizo caer del temblor a todos, tras perder el equilibrio. Se levantaron rápidamente de nuevo, mientras Eduardo exclamaba:
- ¿¡Pero qué pasa!? ¿¡Por qué no subimos!?
El grupo entero notaba que la nave permanecía parada, a pesar de que los motores insistían en subir: parecía como si estuviera atada. Y, en efecto, cuando Jack se asomó y miró por la gran cúpula de cristal, por fin entendió la situación.
Cuatro enormes y anchas cuerdas de gran envergadura sujetaban desde las cuatro esquinas de las paredes la aeronave, y la impedían salir a flote a la libertad. Pero lo peor de todo eran los refuerzos enemigos.
Más de un centenar de guardias con los mismos uniformes que los de la entrada se encontraban abajo, esperándolos en el vestíbulo del recinto. Además iban armados. En la parte superior, varios grupos de docenas de centinelas tiraban de las enormes cuerdas resistentes que inmovilizaban la nave, y la obligaban a descender mientras la sujetaban con fuerza:
- ¡¡Oh no, son más guardias de los de antes!!- exclamó el mago- ¡¡y parece que no nos van a dejar ir tan fácilmente!!

Fue entonces cuando se oyó una potente voz amplificada, procedente de un megáfono desde abajo:
- ¡¡A los intrusos que se encuentran en la nave, devolvedla ahora mismo a su sitio y salid con las manos en alto. De esa forma nadie saldrá herido!!
El grupo entero se quedó en silencio, sorprendido con las manos en la masa. En aquella situación eran claramente los ladrones criminales. En ese momento Eduardo supo lo que era sentirse como la había hecho Cristal durante meses, con la diferencia de que a ella nunca la pillaban y robaba con arte y estilo:
- ¡¡A los intrusos que se encuentran en la nave, devolvedla ahora mismo a su sitio y salid con las manos en alto!!- repitió la voz del megáfono- ¡¡De esa forma nadie saldrá herido!!

Ya dentro de la aeronave, todas las miradas se dirigieron automáticamente al chico de rojo. Rex preguntó, en nombre de todos sus compañeros que se formulaban la misma pregunta en la cabeza:
- ¿Qué hacemos, Eduardo?
El joven se quedó un rato pensativo. Bajó la cabeza y ocultó su rostro, durante el cual se quedó unos segundos en silencio, mientras meditaba. El resto de sus amigos lo miraron cuando finalmente Eduardo apretó los puños, y con la mirada seria levantó la cabeza diciendo:
- Esta es la única oportunidad que tenemos de salvar a Erika, y desde luego no voy a abandonar ahora.
Hizo aparecer mágicamente la llave espada en su mano mientras decía:
- Van listos si creen que nos rendimos así de fácil.
Entonces se giró y le dijo a la piloto, seriamente y sin vacilar:
- ¡¡Alana, tú quédate aquí y sigue conduciendo la nave hacia arriba…no pares en ningún momento!!
- ¡¡Entendido!!- afirmó la pelirroja.
Y dirigiéndose al resto de sus compañeros, les comunicó de la misma manera:
- ¡¡Los demás saldremos fuera y cortaremos las cuerdas!!- indicó el joven, alto y claro- ¡¡y si hace falta, nos libraremos de los que intenten detenernos!!
Alana volvió la vista y les dijo firme y decididamente:
- ¡¡A por ellos, chicos, que se note que somos un equipo!!
Eduardo la miró y sonrió a su vez, antes de dar media vuelta. Luego corrió y desapareció por la puerta, seguido de los demás con las armas en las manos. Mientras corrían por los pasillos de la nave, Eduardo ordenó a los demás diciendo:
- ¡¡Dispersaos y cortad las cuerdas, rápido!!
A partir de ese momento cada uno se separó y tomó una ruta distinta en el interior del gigantesco medio de transporte. A pesar de los esfuerzos de Alana por tratar de levantar el vuelo, las gruesas cuerdas que sujetaban el vehículo, la enorme maquinaria pesada que las atraían hacia abajo y las decenas de guardias que aportaban su fuerza en la causa, estaban consiguiendo todo lo contrario: el descenso de la nave hacia el suelo.
Tenían poco tiempo antes de que la base de la aeronave tocara el suelo y se llenara de guardias. Sabían que si estos conseguían entrar, ya no podrían huir nunca.

En el exterior, situados en el pasillo de los niveles superiores, se encontraban los cuatro grandes grupos de guardias, sujetando y tirando con fuerza de las gruesas cuerdas que ataban la nave al interior del recinto. El que parecía ser el capitán que lideraba a un grupo gritaba, enfadado:
- ¡¡Tirad, malditos enclenques…no podemos permitir que escapen!!
En un momento dado apareció Cristal de repente, posada en el filo de la cuerda y manteniendo el equilibrio con la seguridad y la elegancia de una acróbata. Llevaba en la mano su estrella ninja, con la que rápidamente comenzó a serruchar la cuerda, tratando de cortarla. El capitán fue el primero en darse cuenta de su presencia, y enseguida ordenó a sus soldados:
- ¡¡Disparad, abrid fuego a la intrusa!!
Dos centinelas del grupo dejaron sus puestos, desenfundaron sus pistolas y empezaron a disparar contra Cristal, que levantó la vista a ellos sintiendo el peligro, sorprendida. Antes de apretar el gatillo, la princesa dio varios saltos mortales hacia atrás, esquivando las balas con facilidad y moviéndose por la cuerda con maestría, sin caerse de la misma.
Algunas de las balas disparadas alcanzaron la cuerda y la debilitaron tanto que, cuando se les acabó la poca munición que tenían, Cristal la cortó con su arma sin apenas esfuerzo. Con una sonrisa burlona, la chica se colgó por ella y alejó de sus enemigos mientras se despedía diciendo:
- ¡¡Gracias chicos, me habéis ahorrado el trabajo!!
Con su increíble agilidad de ladrona llegó hasta la superficie de la aeronave, y a través de la cuerda logró trepar rápidamente y colarse por una ventana abierta de la misma. Ya habían cortado una de las cuatro cuerdas que amarraban la nave, y quedaban tres más.

En otra parte superior del recinto industrial, Jack y Rex se enfrentaban a una veintena de guardias. Llevaban ya un rato esquivando los golpes que les venían encima, mientras contraatacaban y dejaban a algunos fuera de combate. Estaban rodeados y no tenían salida.
Llegó un momento en que sus enemigos dispararon contra ellos, y antes de que apretaran el gatillo, el mago conjuró un hechizo mágico de protección que los envolvió a los dos a su alrededor. La dura barrera mágica bloqueó e hizo rebotar las balas trescientos sesenta grados desde su posición, que alcanzaron a algunos guardias. Pasado el peligro, ambos intercambiaron una sonrisa de complicidad:
- ¿Estás listo?- preguntó Jack.
- Sí- respondió el perro.
En ese momento los dos realizaron al mismo tiempo una técnica mágica ofensiva, que dobló la potencia del hechizo elemental conjurado:
- ¡¡Aero+!!- gritaron los dos a la vez.
De la combinación de ambos ataques juntos se desató un gran tornado a su alrededor, cuyas violentas ráfagas hicieron volar por los aires a los enemigos y cayeron a la planta inferior del lugar, al vestíbulo.
Segundos después, con el terreno temporalmente despejado, el mago y el perro asintieron con la cabeza y volvieron a lanzar otro ataque mágico a la vez. En esta ocasión dos grandes bolas de fuego invocadas por el hechizo Piro quemaron y chamuscaron la segunda de las grandes cuerdas que retenían a la nave, que acabó partiéndose por sí sola:
- ¡Una menos!- sonrieron Jack y Rex decididamente.

La aeronave ganaba altura, ya que se habían cortado dos de las cuatro grandes cuerdas. La tercera le correspondía a Eduardo, que aún se enfrentaba a su grupo de guardias.
El chico llevaba ya un rato envuelto en el numeroso grupo de centinelas, bloqueando, esquivando los golpes y contraatacando rápidamente con la llave espada. Aquella situación desesperada, en la que no le dejaban ni un solo segundo de respiro, lo estresaba de tal manera que lo enfurecía.
Con gran parte de su fuerza, conjuró un hechizo ígneo que envolvió la cabeza de dragón rojo del arma en llamas, y arremetió con la llave espada en un poderoso ataque de área de trescientos sesenta grados, que golpeó y quemó a todos los guardias a la redonda.
Con los restantes supervivientes el chico se lanzó contra ellos y, mientras esquivaba sus ataques, los remató con un fuerte golpe de su arma a cada uno a su paso.
Cuando finalmente pasó el peligro y ya no quedaba nadie en pie, suspiró de alivio y dijo:
- Ya por fin puedo respirar tranquilo.
Caminó hasta la cuerda que le correspondía, y de un rápido y certero ataque con la llave espada la cortó sin mucha dificultad:
- ¡Ahí va la tercera!- sonrió Eduardo- ¡sólo queda una!

En ese momento la gigantesca nave rugió el motor y las hélices comenzaron a moverse mucho más deprisa que antes. Todos se dieron cuenta de lo que eso significaba:
- ¡¡La nave ya está casi lista!!- exclamó Rex.
- ¡¡Es el momento de irnos!!- afirmó Jack.
Todos los miembros del grupo que habían salido a cortar las cuerdas corrieron y se metieron de nuevo en la aeronave por la gran puerta principal, ahora abierta y preparada para la huida. Ya dentro se encontraban Cristal, Rex, Eduardo y Jack, con la puerta abierta y casi al borde de la entrada. El mago hizo un recuento de los miembros:
- ¿¡Quién falta!?
- ¡¡Ray!!- exclamó Cristal, que señaló diciendo- ¡¡Allí está!!

Los demás volvieron la vista al frente, sorprendidos. El chico de negro acababa de cortar la última cuerda con un ataque mágico y corría rápidamente hacia la puerta abierta de la aeronave, donde lo esperaban sus compañeros. Lo seguían una legión de guardias armados y lo peor de todo era que, al estar ya la nave sin ataduras, iba ganando rápidamente altura y velocidad.
Se estaba alejando de la plataforma superior, y con ello disminuían las probabilidades de que el joven con gafas se salvara:
- ¡¡No lo conseguirá!!- dijo Rex- ¡¡no le dará tiempo!!
- ¡¡Ray, deprisa, corre!!- gritaba Cristal.
Fueron auténticos segundos de profunda tensión e intriga, en los que eran muchos los que creían que Ray no se salvaría. El tiempo pareció detenerse en el mismo instante en que, justo al borde de la plataforma, el chico de negro saltó lo más alto que pudo al vacío.
Desgraciadamente su mano no alcanzó el bordillo de la puerta que tenía a varios centímetros por encima de sus dedos, y todos pensaron que aquel sería el final de su nuevo compañero:
- ¡¡Ray!!- gritó la princesa, asustada.

Justo cuanto todo parecía perdido, el joven de rojo se tiró al suelo rápidamente, al borde del abismo, y la mano de Eduardo agarró la suya, sujetándolo en el aire:
- ¡¡No te sueltes…!!- decía el chico, tratando de no caer- ¡¡Agárrate fuerte!!
Sin embargo, Ray pesaba un par de kilos más que él, y Eduardo no podía cargar con un peso mayor que su propio cuerpo. Se deslizaba rápidamente por la rampa metálica y era cuestión de pocos segundos que cayera con Ray al vacío:
- ¡¡Rápido, ayudadme a subirlos!!- exclamó Jack, corriendo al lado del joven- ¡¡no aguantarán mucho más!!
Los demás se lanzaron junto a Eduardo, tiraron de la mano de Ray y consiguieron subir a los dos chicos al interior de la nave, antes de que unas balas los alcanzaran de lleno. La puerta se cerró enseguida tras ellos y el enorme vehículo cobró altura a gran velocidad:
- ¡¡Disparad, rápido!!- ordenó el guardia capitán, enfadado- ¡¡que no escapen!!
Cientos de metralletas apuntaron y dispararon contra la colosal nave, en medio de una tormenta de balas, mientras ésta ascendía por encima del techo industrial y veía el cielo azul.
Las balas no consiguieron atravesar el duro material de acero de la misma, por lo que no le afectaban. Una vez que la aeronave salió completamente del recinto, Alana puso en marcha los propulsores y ésta aceleró a una velocidad que nunca antes habían experimentado sus tripulantes.
Eduardo y los demás que se encontraban en la entrada del vehículo volador cayeron estrepitosamente al suelo sin remedio, en el momento en que la nave aceleró a una velocidad hipersónica.
Por fin había pasado el peligro.

Ya en el cielo despejado, viajando a gran velocidad, todos se dirigieron a la sala de control de la nave, donde los esperaba la piloto. Al llegar, el grupo entero se sorprendió cuando vio a Alana desenvolverse tranquilamente en el puesto de mandos como una profesional. Cualquiera que la viera pensaría que llevaba toda la vida pilotando aquella aeronave:
- ¿Qué os dije?- sonrió la pelirroja sin desviar la mirada- nadie me supera en lo que se refiere a tecnología aérea.
- Es…es increíble…- dijo Rex, casi sin palabras.
- Sin duda esta chica es todo un prodigio en el control aéreo- explicó Ray- lo que yo tardé en aprender el funcionamiento básico ella supo cómo pilotar todo el sistema.
Mientras los demás observaban a Alana y se maravillaban con su espectacular manejo de los mandos, Eduardo se acercó a la gran cúpula de cristal frente a ellos. Un inmenso mar de nubes los rodeaba y se extendía hasta el horizonte, donde no alcanzaba la vista.
El chico se sumergió en sus pensamientos y dejó perder la mirada en el infinito cielo azul, en los que se quedó pensativo durante unos instantes, hasta que Cristal lo interrumpió:
- Oye, Eduardo- le dijo la princesa, al lado- todavía no nos has contado dónde has estado el tiempo que permanecimos en el bosque de la muerte.
Rex, que escuchó inconscientemente las palabras de la chica con coletas, se dio cuenta entonces de algo que habían pasado por alto todo el tiempo. Con las prisas acumuladas en llegar hasta su objetivo, y el secuestro en toda regla de la nave de Alejandro, apenas habían tenido tiempo de hablar sobre el tema:
- ¡Anda, es verdad!- exclamó Rex, dirigiéndose al joven- ¡cuéntanos todo, Eduardo!
- Aún faltan varios minutos hasta que lleguemos a Vildenor…- informó Alana, bastante segura de sus cálculos- debemos aprovechar este breve descanso que tenemos para recuperar fuerzas y prepararnos para lo peor.
Todos hicieron caso a la piloto y adoptaron posición de descanso, tratando de calmarse y relajarse. Mientras hacían todos los preparativos necesarios, restaurando con magia y objetos la vitalidad y la magia perdida luchando contra los guardias, Eduardo sabía que tenían suficiente tiempo para hablar un rato.
Cuando terminó de curar sus heridas con una ultrapoción, el chico se dirigió a sus amigos diciendo:
- Está bien, chicos…os lo explicaré.

En ese momento todos prestaron atención, dispuestos a escuchar sin interrupción a Eduardo. Alana también lo hizo, aunque sin dejar de atender a lo que estaba haciendo. El chico de rojo suspiró y empezó a hablar, lenta y tranquilamente:
- Tras aquel incidente, me interné sin pensármelo en lo más profundo del bosque…- explicó Eduardo, mientras los desagradables recuerdos de Erika esa fatídica noche invadían su memoria- estaba cegado por el dolor y el sufrimiento, no pensaba en otra cosa que no fuera huir…escapar de la realidad…y fue precisamente eso lo peor que podía hacer.
Los demás sabían a lo que se refería, porque ellos mismos habían experimentado lo que era estar más de cinco días en el bosque de la muerte. No era un sitio adecuado para principiantes, y no entendían cómo el chico podía haber sobrevivido sólo en ese horrible lugar, sin ayuda de los demás:
- Imagino el por qué…- dijo Rex, asintiendo a su respuesta.
El joven asintió a su vez con la cabeza:
- Exacto…tuve que enfrentarme a numerosos monstruos en mi camino, y en muchísimas ocasiones huir de combates que yo sólo no podría ganar…para salvar la vida.
Tras una breve pausa, continuó diciendo:
- Cansado, exhausto y herido por los tantos combates, eché nuevamente a correr por entre los árboles del lugar- explicó Eduardo- y, mientras corría sin rumbo fijo tambaleándome de un lado a otro, de repente caí por un precipicio. Cuando quise darme cuenta ya estaba cayendo a gran velocidad hacia el oscuro abismo, y perdí por completo el conocimiento.

El resto del grupo se quedó atónito y perplejo, sorprendido por lo que le ocurrió a su compañero mientras ellos luchaban contra Ray días después de su desaparición:
- ¿¡De verdad!?- exclamó Rex, con la boca abierta- ¿¡Y cómo sobreviviste!?
La respuesta que dio su amigo impactó de una curiosa manera en los rostros de los demás, cuando el chico de rojo sonrió diciendo:
- Es gracioso, porque…la verdad es que no lo sé.
Todos lo miraron bastante sorprendidos, sin entender nada:
- ¿¡Qué!?- exclamó Cristal, perpleja.
Eduardo procedió a aclarar la incógnita, con lo poco que recordaba en su memoria. Cuando trataba de pensar en los detalles de los acontecimientos, tan solo una imagen borrosa envuelta en lagunas mentales aparecía en su mente:
- Después de caer al vacío y de perder el conocimiento no recuerdo nada…tan solo una voz que me susurraba.
- ¿Una voz?- preguntó Jack, confuso.

El chico recordó en ese instante aquella vez que se adentraron en el desierto de Geonyria, durante su peregrinaje en la búsqueda del templo sagrado. Tras sufrir el inesperado ataque de una tormenta de arena que los separó a Erika y a él del grupo, y un posterior ataque de un escorpión gigante del desierto, Eduardo también cayó debilitado en combate.
Antes de despertar en la aldea de la tribu canina Kengo, el chico juraba haber oído la misma voz en sus sueños, tan clara, maravillosa, dulce y cálida como ninguna otra:
- Sí…una que me resulta extrañamente familiar, como si la hubiera escuchado antes…- trataba de explicar Eduardo lo más claramente posible, en base a los efímeros recuerdos de su memoria- no recuerdo los detalles, pero…decía saber mi nombre, y quién soy en realidad…

Tras el posterior silencio, Ray preguntó:
- ¿Y no recuerdas nada más?
Las lagunas mentales cesaron de repente en la cabeza de Eduardo, que recordó entonces lo que pasó a continuación. Era como si algo bloqueara su mente y la distorsionara desde que cayó por el precipicio hasta que recuperó el conocimiento:
- Después de eso desperté en una cama de hojas, en lo alto de la rama de un árbol…y completamente recuperado de mis heridas- explicó el chico, sorprendido de sus propias palabras- imagino que alguien cuidó de mí mientras dormía, en un sueño profundo que estimo duró varios días.
Todos se sorprendieron con la historia y los hechos que le ocurrieron al joven durante su ausencia. Les resultaba difícil de creer que alguien desconocido salvara la vida de su amigo y lo cuidara hasta que se recuperara.
Podía tratarse de alguien al servicio de la organización Muerte que por razones desconocidas lo necesitara con vida, aunque era una posibilidad bastante remota y muy poco probable. Después de lo que les hizo Alejandro, tampoco podían asegurar que fuera un aliado.
No sabían si era amigo o enemigo. Lo único que conocían de la misteriosa figura envuelta en incógnita era su inquietante y cálida voz.

Alana decidió cambiar de tema y preguntó, desde el puesto de mandos:
- ¿Y cómo nos encontraste?
Eduardo sonrió y en ese momento sacó de su bolsillo un objeto, que enseñó al resto de sus compañeros:
- Por suerte llevo encima el colgante mágico, que te indica dónde se encuentran las personas que más quieres…gracias a él pude llegar hasta vosotros, y no perderme por el camino…- entonces miró al mago diciendo- ¿no es así, Jack?
El hombre rubio y de ropa azul le devolvió la sonrisa mientras decía:
- Veo que lo has guardado bien…se nota que está en buenas manos.
Jack lo miraba, con una media sonrisa. Era él mismo el que compró el amuleto en Mugget, y el que solía llevarlo puesto tiempo atrás, cuando era el líder del grupo. Sin él no habrían encontrado a Marina, cuando la secuestraron en el mercado oscuro, ni tampoco el chico de rojo hubiera llegado hasta ellos, en el bosque de la muerte. Ahora lo usaban para rescatar a Erika, y brillaba con muchísima fuerza en la mano de Eduardo.
Sin duda el joven había cambiado, convirtiéndose ahora en todo un buen líder, y Jack estaba muy orgulloso de él.

Para romper el inmediato silencio que vino a continuación, Cristal intervino, sonriente:
- A todo esto, Alana… ¿has pensado ya en algún nombre para este bichote grande?
La piloto se quedó pensativa durante un rato, buscando un mote que ponerle a su nuevo vehículo volador. Tras unos segundos de silencio, de repente los recuerdos de su abuelo llegaron fugazmente a su memoria, y fue él el que la motivó a responder, firme y decidida:
- En homenaje a mi abuelo y a mi primer avión, que sin él habríamos muerto en plena tormenta en el mar…lo llamaré “Valor Alado”.
El resto del grupo no pudo evitar sonreír. A pesar de no tener agradables recuerdos de su primer viaje aéreo, con aquel viejo y ruinoso avión polvoriento empezaron sus aventuras con la pelirroja Alana.
Sin duda se había convertido en una importante aliada, que los había ayudado en muchas ocasiones a superar desafíos que ningún otro habría conseguido, y que necesitaban ahora más que nunca. El nombre no podía ser más acertado.

En ese momento todos cambiaron radicalmente de expresión, cuando la piloto alertó, avisando seriamente a los demás:
- ¡¡Atención, chicos, nos acercamos al objetivo…preparaos!!
Jack y los demás desenfundaron sus armas y se pusieron en guardia. Al contrario que el resto, Ray se quedó quieto en un asiento y, antes de cerrar los ojos, explicó:
- Voy a disminuir la frecuencia de mi aura…así ganaremos algo de tiempo antes de que mi padre me detecte.
El mago asintió con la cabeza, e inmediatamente se dirigió a los demás diciendo, firme y decidido:
- ¡¡Muy bien…todos a sus puestos, preparaos para el asalto!!
Todos los miembros del grupo salieron corriendo de la sala de mandos, con Jack encabezando la marcha. El único aparte del chico de negro que se quedó fue el joven de rojo, que miró durante un rato el mar de nubes por la cúpula de cristal. Pensó en su mente, con la mirada firme y decidida:
“Prepárate, Alejandro…vamos a por ti”
Tras unos segundos de silencio, finalmente el chico corrió rumbo a la puerta de salida. Antes de que saliera de la estancia, Alana le detuvo diciendo:
- Eduardo, mucha suerte a todos…estaré cerca con Valor Alado por si me necesitáis.
El joven asintió con la cabeza, y reanudó la marcha corriendo a reunirse con los demás. Deseó con todas sus fuerzas que todo saliera bien, ya que se enfrentaban ni más ni menos que al guardián de los primeros elegidos, el que salvó al mundo una vez hace quince años.
Una dura batalla estaba a punto de comenzar.

2 comentarios:

  1. Hello!!! :D
    ¡¡Cómo has abanzadoo!! alá... y yo que iba hace mil años por el capítulo 3... jajaja ahora como ya terminé los estudios un poco podré leer de vez en cuando, ya que pones empeño en escribir el fanfic habrá que leerlo :P
    un beso!

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    1. ¡Hola Reimi, tantísimo tiempo que no veía uno de tus comentarios por aquí!! :D
      Ya ves, sigo avanzando como puedo, con ánimo, esfuerzo y sobretodo fuerza de voluntad, jejeje.
      Ahora que tienes más de 30 capítulos por delante seguro que se te quitan las ganas de leer...(por favor, que no pase xD).
      Espero que te haya ido muy bien en los estudios, y que disfrutes ahora de un poco de relax. ¡Muchísimas gracias por comentar, Reimi! ^^

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