lunes, 11 de marzo de 2013

Capítulo 38: La decisión de Cristal


Capítulo XXXVIII
LA DECISIÓN DE CRISTAL
La chica perdió el color del rostro en cuanto oyó las palabras de Ray, y el mensaje que encerraban supuso un duro golpe interiormente para sí misma. Lo que acababa de decirle el miembro de la organización Muerte se trataba de una propuesta de tal envergadura que podría suponer la salvación, e incluso destrucción, del propio mundo entero de Limaria. La princesa se separó de él, completamente perpleja y sorprendida, diciendo:
- ¿Qué dices? No…no puedo hacer eso…
- Es la única forma de que podamos estar juntos para siempre, y lo sabes.
- Tiene que haber otra forma…estoy segura- decía ella, negando con la cabeza.
- No la hay, Cristal.
La mirada fija del chico de negro la intimidaba, tanto que acabó bajando la cabeza, con pesar. Le temblaba un poco el cuerpo, y pronunciaba con precaución e inseguridad cada una de sus palabras:
- Pero…Erika…ellos…son mis amigos…y confían en mí…no puedo traicionarlos…
En ese momento Ray decidió tomar las riendas, con firmeza. Puso ambas manos sobre sus hombros, la miró a los ojos y le dijo seriamente, muy seguro de sus palabras:
- ¿De veras crees que ellos te consideran una más? ¿Acaso no has comprobado por ti misma que te infravaloran…que te hacen sentirte débil e inferior? ¿No sabes que en realidad te están usando como una marioneta simplemente para proteger a dos personas que ni siquiera les importas?

Cada una de estas preguntas hizo pensar, reflexionar y dudar a la chica sobre sí misma, y lo que verdaderamente hacía. Infinitas dudas y recuerdos atravesaron su mente en un instante, que la torturaron interiormente con preguntas sin respuestas, en medio de un conflicto interior que le nublaba la cabeza. Por unos segundos incluso creyó haberse perdido a sí misma, hasta que de repente le llegó un bonito recuerdo a la memoria, que la liberó de las sombras y la devolvió a la realidad.

Recordó el momento en que todos sus amigos la abrazaron en grupo cuando se reencontraron tras la separación, en el continente norte. El cariño y el amor que sentían todos sus compañeros por ella se trataba de algo muy importante para la princesa, ya que pocas personas habían luchado y se habían preocupado por ella.
De entre los muchos recuerdos especiales que conservaba de toda su vida, sin duda aquel era uno de los que recordaba con más cariño, y que la hacía darse cuenta de lo mucho que le importaba la amistad y la lealtad por sus amigos:
- ¡¡No…no lo haré!!- exclamó la princesa, que entonces levantó la cabeza y lo miró firme y decididamente- ¡¡Son mis amigos y no pienso traicionarlos!!

El chico con gafas suspiró, decepcionado. Se acercó y pegó tanto su cabeza a la de ella que le susurró al oído:
- Solo quiero que sepas que para mí lo eres todo, y estoy dispuesto a morir para salvarte…- y luego añadió, tratando de aclarar la situación de Cristal- ¿crees que alguno de los elegidos daría su vida por ti, que de verdad les importas?
La chica con coletas recordaba perfectamente a los dos jóvenes. Por un lado Eduardo, quien se atrevió a ir a la morada de Venigna para tratar de detenerla, luchando incluso a muerte contra dos poderosas gárgolas de piedra, solo para salvarla.
Por otro lado Erika, que luchó en varias ocasiones no solo por ella sino también por el resto de sus guardianes, aún sabiendo que corría peligro. En el último combate demostró que estaba dispuesta a dar su vida por Alana, y las lágrimas que cayeron por sus mejillas durante el abrazo que le dio antes de su combate contra la bruja de Metroya, le dejaron claro que sí le importaban todos y cada uno de sus guardianes.

La princesa miró a Ray, aparentemente segura de sí misma:
- Confío en ellos.
Aquella respuesta decepcionó al chico de negro, que se separó de ella y le dijo con un leve tono de advertencia:
- Entonces tendrás que elegir…o ellos o yo…- y con un gesto de mano hizo que apareciera un agujero oscuro a su lado- esperaré tu respuesta mañana por la noche.
Mientras caminaba lentamente a la brecha oscura Ray decía, bastante seguro y con indiferencia:
- Piénsalo, Cristal…te aseguro que tomar esta decisión te llevará mucho tiempo.
La chica lo observaba alejarse, firme y aparentemente segura de sí misma. Sin embargo, lejos de lo que trataba de fingir, en su interior ocultaba una profunda preocupación, que intuyó él la veía como un libro abierto. Cuando por fin llegó hasta el agujero oscuro, le dirigió una última mirada:
- Confío en que tomarás la decisión correcta…- y antes de adentrarse por completo en las sombras, se despidió con una media sonrisa- hasta entonces, Cristal.

El chico de negro finalmente desapareció del lugar, junto con el agujero negro y sin dejar rastro. Cristal, por fin sola, no pudo aguantar más y cayó de rodillas sobre la hierba. De su rostro se había esfumado la expresión seria que tenía hasta hace unos momentos. Con la cabeza bajada, las manos apoyadas y la mirada perdida, respiraba jadeando mientras le temblaban los puños, a la vez que el corazón.
Una serie de sentimientos contradictorios recorría todo su ser. Se maldecía a sí misma por ser tan indecisa y por ser tan estúpidamente idiota como para estar enamorada de un enemigo, Si su conciencia sabía de sobra que no debía de estar haciendo aquello, entonces… ¿por qué se sentía tan confusa y desorientada? ¿Estaba obedeciendo realmente a sus principios? ¿Qué camino debería seguir? ¿Seguiría los dictados de la razón o del corazón?
En medio de todas estas preguntas, tan solo una se reflejaba con total e inmensa claridad en su cabeza. Se preguntó a sí misma, apretando los puños:
“Maldita sea… ¿qué debo hacer?”

Al día siguiente, el grupo decidió cambiar de camino y tomar una nueva ruta que, con suerte, esperaban que fuese menos peligrosa. Aquel bosque estaba repleto de criaturas horrorosas que en más de una ocasión les había dificultado la marcha.
Se dieron cuenta de que conforme se adentraban en el corazón del bosque, más y peligrosos monstruos les salían al paso, de modo que decidieron dar un pequeño rodeo sorteando el centro del lugar, confiando con ello en que consiguieran avanzar de una forma más rápida.

Al atardecer de ese mismo día, mientras los demás preparaban el sitio elegido para acampar aquella noche, Erika se dio cuenta de que Cristal no estaba allí. Miró a su alrededor y la encontró con la mirada, sentada a lo lejos en lo alto de una colina. Enseguida soltó sus herramientas y miró al perro diciendo:
- ¿Rex, puedes ocuparte de esto un momento? Voy a hablar con Cristal.
- Claro, ve con ella.
La chica lo miró, agradecida, antes de acercarse a la mochila de provisiones. Cogió una manzana y caminó lentamente colina arriba, al encuentro de Cristal. Hacía ya un par de días que Erika notaba a su amiga demasiado alegre y risueña, como si estuviera en las nubes, y eso era algo muy raro en ella.
Verla de repente apagada y deprimida, en contraste con los anteriores días, le resultaba muy raro y sospechoso. Sabía que algo malo le pasaba, y estaba dispuesta a ayudarla en todo lo que pudiera.

La princesa estaba sumergida en sus pensamientos, con la mirada perdida en el horizonte, mientras el sol del crepúsculo iluminaba aquella extensa franja del bosque. No había pensado en otra cosa desde la noche anterior, y sólo le quedaban unas pocas horas para confirmar su respuesta. Un conflicto interior en un mar de dudas se libraba dentro de ella. No sabía qué hacer, y en aquellos momentos sólo deseaba tener una respuesta clara a sus prioridades.
Hundió la cabeza entre sus brazos tratando de olvidar todo lo que la rodeaba, deseando no haber conocido nunca a Ray. De no ser por él, que era el centro de sus pensamientos, no estaría en aquella difícil y dramática situación, en la que tenía que elegir a sus amigos o a él. Sin duda en ambos casos, inevitablemente aquella decisión la haría elegir a uno de los dos bandos: o el grupo de aventuras dispuesto a salvar el mundo, o la organización Muerte, cuya intención es destruirlo.
Por otro lado, también se dio cuenta de que por fin había cumplido su sueño de encontrar el amor verdadero. Sin embargo, ¿De verdad el chico de negro sentía lo mismo por ella, o la estaba usando como medio para llegar hasta Erika? ¿Era realmente Ray el amor de su vida?

En ese momento una voz conocida la despertó de sus pensamientos, que la sobresaltó mientras se acercaba y volvía a la realidad:
- ¡Hola, Cristal!
- Hola, Erika…- respondió la princesa, en tono apagado y deprimido.
La chica se sentó junto a ella, en la hierba, mientras decía con una alegre sonrisa:
- No has comido nada en todo el día. Tendrás hambre, ¿verdad?- y ofreciéndole la manzana, dijo- ¡Toma, come, te sentará bien!
La princesa cogió el regalo, no muy motivada por el obsequio. Respondió sin ganas:
- Gracias, pero…no tengo hambre.
Erika supo entonces que, por mucho que intentara sacarle una sonrisa a su amiga, no conseguiría animarla. Decidió ir directa al grano, cambiando de tema:
- Cristal, sé cuando alguien está mal y las cosas no van bien, como es tu caso… ¿sabes que puedes confiar en mí, verdad?
La chica con coletas miraba la manzana en sus manos, pensativa. Tardó un poco en hablar, antes de preguntar, con inseguridad:
- Erika, yo… ¿puedo hacerte una pregunta?
- Dime.
En ese momento la ladrona la miró a los ojos, preocupada:
- Tú… ¿confías en mí?
Al principio Erika se sorprendió con la pregunta, pero enseguida sonrió de oreja a oreja. Lo que dijo sorprendió a Cristal, que la miraba perpleja y asombrada:
- ¿¡Pero qué pregunta es ésa!? ¡Pues claro que sí!- exclamó la joven elegida con una gran sonrisa- ¡me salvaste la vida y luchas para protegerme… eso es algo que no tiene precio!
Al cabo de unos segundos en los que no hubo respuesta, al final la princesa bajó la cabeza, sollozando mientras se le llenaban los ojos de lágrimas. Erika se sorprendió de repente cuando vio que su amiga estaba llorando:
- ¿¡Cristal, qué te pasa!?- dijo la chica, preocupada- ¿¡es que acaso eso es algo malo!?
- No…es que…yo…por mi parte…estoy haciendo cosas horribles…
Erika puso ambas manos en los hombros de Cristal. Trató de calmarla en medio de su llanto silencioso:
- No pueden ser tan horribles… ¡vamos, cuéntamelo!- la animó con una media sonrisa- sabes que puedes confiar en mí.
- Me odiarás si te lo cuento.
- No digas tonterías, ¿por qué iba a odiarte?

Había llegado el momento de la verdad. La princesa finalmente iba a decirle el secreto que había estado guardando durante los últimos días, y que sabía tarde o temprano tendría que conocerlo alguien. Cristal tardó un poco en responder, y cuando lo hizo, pronunció lentamente y con miedo en sus palabras:
- Pues…porque yo…estoy enamorada…del tipo que nos atacó la otra vez…del chico que intentó matarte.

Aquella respuesta pilló completamente por sorpresa a Erika, que no se la esperaba para nada. La chica palideció de repente, muda de la sorpresa y con la boca abierta, que se quedó en silencio durante unos segundos, tratando de asimilar la idea. Al cabo de un breve momento sin respuesta, finalmente Erika pudo pronunciar, perpleja y sorprendida:
- ¿Lo dices…en serio?
- Si.
- ¿Estás segura de que no se trata de algún truco o hechizo mágico creado por él?
Cristal negó con la cabeza, y respondió mientras se llevaba una mano al corazón:
- Yo también me pregunté lo mismo hace tiempo, pero me di cuenta de que no tiene nada que ver con eso…- hizo una pausa, suspiró y continuó- sigo siendo la misma y lo siento…siento que esto es real…
Erika la miró a la cara y se sorprendió mucho cuando Cristal esbozó inconscientemente una pequeña sonrisa de felicidad, que no pudo ocultar. Sus ojos y sonrisa risueña eran la clara prueba de que la princesa no mentía, realmente estaba enamorada.
Erika conocía de sobra aquella sonrisa, y podía reconocer enseguida a alguien que tuviera el estómago lleno de mariposas y con una visión del mundo color de rosa. Con una media y dulce sonrisa, le preguntó a su amiga:
- ¿Y cuánto tiempo llevas con él?
- Hace una semana que empezó todo.
Fue entonces cuando Erika la miró y, sin rodeos ni vacilaciones, le preguntó:
- Dime solo una cosa, Cristal… ¿de verdad le quieres?
Aquella incógnita dejó a la chica con coletas sin habla, durante unos segundos de silencio. Al recordar los combates librados contra el miembro de la organización Muerte y las noches que había pasado junto a él, encontró la respuesta oculta en lo más profundo de su corazón. Con los ojos llenos de lágrimas, afirmó temblando y sollozando:
- Si, pero…soy una mala persona…no debería hacer esto…
Acto seguido, y viendo que no podía aguantarlo más, finalmente rompió a llorar. Erika la abrazó enseguida, tratando de consolarla. Le dijo, sonriendo dulcemente:
- Demostrar tus sentimientos por alguien no es nada malo, sólo lo consideran así los que nunca se han enamorado…y, créeme Cristal, todos lo sienten alguna vez.
La princesa lloraba, con la cabeza apoyada en el hombro de Erika, mientras ésta la abrazaba. Dejó que su amiga descargara todo el peso emocional que llevaba encima:
- Tranquila, seguro que todo esto tiene una solución…- y para aliviarla, añadió diciendo- y no te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. No se lo diré a nadie.
Tras eso le dijo, profundamente agradecida:
- Sé que harás lo correcto…porque confío en ti.
Mientras tanto, al pie de la colina, el perro contemplaba la escena con emoción. Erika había conseguido lo que los demás no pudieron ese día: tratar de llegar al corazón de la princesa. Rex no pudo evitar sonreír, aliviado, al ver que por fin Cristal se mostraba más abierta a sus amigos.

Era casi medianoche. Ray aguardaba paciente, oculto entre las sombras de los árboles, la llegada de Cristal. La hora de encuentro se acercaba y aquella noche la chica debía darle una respuesta a la proposición que le había ofrecido él la noche anterior.
En ese momento cerró los ojos y un flashback tomó protagonismo en su mente. A su memoria llegaron los recuerdos de la organización Muerte, ocurridos días atrás.

El chico se encontraba en el gran salón del trono, para comunicar los últimos informes como cualquier miembro de la organización, y se arrodilló unos metros frente al altar:
- ¿Quería verme, padre?
Del trono sumido en la más absoluta oscuridad se abrieron unos siniestros ojos rojos, que clavaron la mirada fija en el joven con gafas. Seguido de ellos, una voz profunda y de ultratumba resonó con fuerza en cada uno de los rincones de la estancia, iluminada por antorchas:
- Ray, no has conseguido eliminar a la elegida…exijo una explicación.
El chico de negro bajó la cabeza y, tras una breve pausa, comenzó a hablar:
- Lo siento, padre. Ella y sus guardianes…se han vuelto más fuertes de lo que creíamos…- explicó Ray- no tuve oportunidad y me vi obligado a huir, pero…
No terminó de hablar. Una garra de oscuridad le agarró y oprimió duramente el estómago, llegando incluso a hacerle daño. Otra garra oscura lo levantó en el aire, agarrando y alzándolo por el cuello. El chico gritaba de dolor mientras finos hilos de sangre brotaban de su estómago:
- ¡¡Esa excusa no me vale!!- alzó la voz de las sombras, enfadada- ¡¡Nunca has fallado una sola misión asignada!! ¿¡De verdad esperas que me crea que ahora huyes de un combate!?
Entonces la oscuridad gritó, furiosa:
- ¡¡Eres mi hijo, y como tal has recibido una educación digna para ser el futuro príncipe del nuevo mundo!!
Magno y Helio, a un par de metros más alejados del trono, observaban la situación en silencio y con total indiferencia. No parecía darles la menor pena ver a su joven compañero de la organización Muerte sufriendo una tortura de aquella manera. Era bastante normal, pues los miembros de dicha organización habían muerto como humanos, antes de convertirse en lo que eran ahora, y con ello cualquier sentimiento que pudieran sentir consigo mismos o por los demás:
- Todavía eres demasiado joven para soportar el peso del poder de Ludmort, y por ello aún no te he concedido el don del sello maldito…prácticamente sigues siendo humano.

En ese momento la oscuridad comenzó a hablar, lento y despacio, pero con enfado en sus palabras:
- Desde pequeño te han adiestrado especialmente en el arte de matar, en no sentir compasión ni piedad alguna por aquellos que te suplican, eliminando de esa forma con el paso de los años todo resquicio de sentimiento que pudiera nacer de forma natural…- dijo la sombra- ¡¡te has convertido en uno de los mejores asesinos de toda la organización!!
Ray se esforzaba en pronunciar palabra, pero la fuerte opresión en el cuello de una de las garras se lo impedía. Además de eso, el dolor en su estómago le retenía e inmovilizaba con gemidos y breves gritos de dolor:
- Siempre has hecho todos tus encargos y misiones con éxito y sin ningún problema, hasta ahora…y qué casualidad, ya van con ésta dos veces seguidas…y con el mismo grupo de personas…
El chico de negro sentía que se debilitaba. Le costaba respirar y poco a poco perdía las fuerzas. La llama de vida que le quedaba se estaba apagando peligrosamente a gran velocidad:
- Se supone que los elegidos por separado son más débiles, y por tanto más vulnerables…- argumentó la oscuridad- y sin embargo tú, que has acabado sólo con decenas de enemigos, te ves obligado a huir por una insignificante mocosa… ¿cómo explicas eso, Ray?
Finalmente el joven con gafas pudo pronunciar, a media voz y casi sin aire:
- L…l…la…la…prin…
En ese momento las garras de oscuridad que lo sujetaban en el aire desaparecieron y Ray cayó al suelo, como un muñeco sin vida:
- ¿Cómo? ¿Qué has dicho?- preguntó la sombra.
El chico de negro respiraba entrecortadamente, jadeando con dificultad. Movió lentamente sus brazos, tratando de apoyarlos en el suelo. Con sumo esfuerzo logró levantar la cabeza, mientras le temblaba todo el cuerpo, y pronunciar unas sílabas:
- La…prin…ce…sa…
- ¿Princesa?- cuestionó el líder de la organización, confuso- ¿a qué te refieres?
Fue entonces cuando intervino Magno, para informar a su superior:
- Si no me equivoco, debe de referirse a la princesa Cristal, hija de los reyes Arturo y Aurora del continente oeste, señor…- hizo una pequeña pausa y continuó- forma parte del grupo de los elegidos, y los acompaña como una guardiana más.
La oscuridad comprendió enseguida lo que estaba pasando entre su hijo y la chica con coletas, y una siniestra sonrisa diabólica se le formó en el rostro:
- Así que una princesa…qué ironía, a veces la casualidad puede ser graciosa, ¿no crees, Ray?- dijo, mientras dejaba escapar pequeñas risas malvadas- ¿y ésa es la razón por las que has huido en dos ocasiones?
El joven con gafas dirigió los ojos al trono de oscuridad, en el cual el mayor ser oscuro que conocía le hablaba, con una sonrisa tan clara y maléfica, que parecía el diablo en persona:
- ¿Es que acaso temes a una princesa?- inquirió la sombra- ¿o por el contrario esa chica está despertando los sentimientos humanos que hay en ti?

La clara mirada de asombro y perplejidad en Ray, con la boca y los ojos abiertos como platos, fue la prueba para confirmar las sospechas de su padre, y los demás presentes también se dieron cuenta del secreto. El hombre de negro con pelo azul mostró una expresión furiosa, y comentó mientras se adelantaba unos pasos al frente:
- Esa chica merece morir.
- No tan rápido, Helio…- lo detuvo la voz profunda en seco, que añadió con una sonrisa maliciosa en el rostro- pensándolo mejor, esa chica puede sernos útil para llegar hasta la elegida…
En ese momento el chico de negro supo que su padre tramaba un malvado plan entre manos, y su sonrisa lo delataba. Prestó atención cuando el líder de la organización Muerte se dirigió a él diciendo:
- Escúchame, Ray…- le dijo la sombra- sigue con la princesa de Oblivia, y en cuanto tengas la confianza suficiente…dile que te entregue a la elegida.
Ray trató de oponerse a la idea por primera vez, desde que ingresó en la organización. Temblaba con sólo pensar que no estaba de acuerdo con su líder:
- Pero, padre…no puedo hacer eso…porque yo…la…
Fue justo entonces cuando la sombra borró su sonrisa maléfica de la cara, y adquirió un tono de seriedad y amenaza cuando dijo:
- Sabes de sobra hasta dónde alcanza mi poder…- cortó la voz profunda en seco- si te niegas a hacerlo…ella morirá.
Aquellas últimas palabras hicieron palidecer a Ray, que se quedó con la boca y los ojos muy abiertos, al tiempo que perdía el color del rostro. Por primera vez en su vida se preocupaba por alguien, ya que sentía su corazón encogido y asustado y tenía mucho miedo.
A la oscuridad le bastó ver el cuerpo tembloroso de Ray y el terror reflejado en su cara para saber que no tenía alternativa y que debía obedecer la orden. La sombra sonrió maliciosamente de nuevo, y se dirigió a su hijo con tranquilidad:
- Si todo esto sale bien, dejaré que ésa chica gobierne como la princesa del nuevo mundo junto a ti…una oferta tentadora, ¿no crees, Ray?

Las últimas palabras de su padre resonaron en su memoria. En realidad al chico no le llamaba la atención la política ni el gobernar un mundo. Al igual que la princesa de Oblivia, él prefería vivir libre e independiente, sin estar atado a leyes ni formas de gobierno. Por supuesto, seguía la voluntad del líder de la organización obligatoriamente, pues de lo contrario lo mataría. Conocía muy bien a su padre, y tal era la magnitud de su poder, que aún desconocía hasta dónde alcanzaba sus límites.

En ese momento abrió de repente los ojos, y se alejó de sus pensamientos al escuchar con su agudo oído la alerta de unos pasos que se acercaban. Tal y como esperaba, de entre la espesura de los árboles surgió Cristal, caminando hacia él. Ray salió de su escondite y se reunió al encuentro.
Cuando los dos llegaron frente al otro, el chico de negro preguntó:
- ¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?
La princesa tardó un poco en responder. Había llegado hasta Ray con la cabeza bajada, y tras unos segundos de silencio, levantó la mirada hacia él. Sus ojos serios y decididos dejaron escapar por su boca:
- Sí, lo haré.

La siguiente noche, Erika no pudo dormir. Abrió rápidamente los ojos y se levantó, sudando y jadeando. Había despertado de una horrible pesadilla que protagonizaban Eduardo y ella, y en la cual el joven le atravesaba el corazón a sangre fría, con la llave espada.
Todavía alterada y bastante sedienta, cogió una botella que tenía al lado y bebió un poco de agua. Al terminar, suspiró para tranquilizarse, y luego miró a su alrededor. Los demás dormían plácidamente y a pierna suelta.
De repente algo le llamó atención, que le hizo cambiar el rostro de expresión y sentir miedo y preocupación. Una persona no estaba allí:
- ¿Cristal?- preguntó Erika, confusa y preocupada.
Al ver que nadie respondía, el terror se acrecentó dentro de ella. Supo que la princesa se había marchado por su cuenta, ya que desde el exterior de la barrera mágica de protección no podía entrar nadie que no conociera la forma, y en ese momento la barrera no parecía haber sufrido daños de fuera.
No sabía si su amiga se había marchado y volvería ni tampoco cuánto tiempo llevaba haciendo aquello a espaldas de los demás, pero de lo que sí estaba segura era que andar sola por el bosque de la muerte era muy peligroso.
Desde luego no iba a dejar a Cristal sola ante el peligro, de modo que decidió ir a buscarla. Con valor y decisión, la chica se levantó y abandonó el lugar de acampada, con cuidado de no despertar a sus compañeros. Hizo aparecer mágicamente su arma en las manos, y firme y decidida se adentró en la maleza del bosque, dejando atrás a sus amigos dormidos.
Sabía que algo malo le había pasado a Cristal, y debía estar preparada para cualquier tipo de peligro que la acechara.

Caminó en silencio por el bosque, cuidando cada paso que daba y mirando a su alrededor con precaución, sin bajarla guardia. Guiada por el instinto y la intuición del peligro, tras unos minutos de caminar finalmente llegó hasta un amplio claro del bosque, en dónde la luna iluminaba con su luz todo el lugar.
Caminó un par de pasos con precaución, y se detuvo de repente al ver una figura humana un poco más lejos, de espaldas a ella. Se sorprendió al ver a su amiga al otro extremo del claro:
- ¡¡Cristal!!
La chica corrió, pero no llegó hasta su compañera. Se detuvo justo en el centro del claro y se convirtió en el punto central de mira:
- ¿Cristal, qué haces aquí?- preguntó Erika, preocupada- ¡sabes que este lugar es muy peligroso, tenemos que irnos de aquí cuanto antes!
Sin embargo, la joven elegida enseguida se dio cuenta de que pasaba algo raro. Cristal estaba demasiado seria y distante en aquel momento, y permanecía tan quieta y parada que no parecía ser la misma de siempre. Confirmó sus peores temores cuando la princesa, de espaldas a ella, le respondió fría y seriamente:
- He decidido hacer lo correcto.
- ¿¡Qué!?- exclamó la elegida, confusa- ¿¡De qué estás hablando!?
En ese momento la princesa finalmente dio media vuelta, y la miró seriamente a los ojos mientras decía:
- Lo que me dijiste ayer, lo que debo hacer en función de mis sentimientos…y mi corazón…- explicó la chica con coletas- por fin entiendo lo que querías decirme…y ahora sé que debo seguir los dictados de mi corazón, porque mi mayor deseo, mi mayor sueño de encontrar el amor…se ha hecho realidad…
Justo cuando pronunciaba estas últimas palabras, una sombra humana apareció de la oscuridad a sus espaldas junto a ella. Se trataba de más ni menos que de Ray, el asesino más joven de la organización Muerte, al que la elegida reconoció al instante.
Erika palideció al verlo, con la boca y los ojos muy abiertos, mientras temblaba. Retrocedió un par de pasos al tiempo que decía, aterrada y asustada:
- Cristal, tú…

Antes de que Erika pudiera reaccionar, la princesa desapareció ante los ojos de los presentes, a tanta velocidad que sólo una rápida y fugaz ráfaga de aire dejó rastro de su movimiento. La joven elegida se armó de valor y agarró con fuerza la vara mágica en sus manos, mientras giraba la cabeza en todas direcciones a su alrededor, buscándola con la mirada. Supo que había caído en una trampa, y que aunque no le gustara, se veía obligada a luchar contra su amiga para huir y salvar la vida.
Sin embargo, Cristal era muchísimo más rápida que ella, y la chica lo supo en el momento en que su compañera apareció de repente a su espalda. Al girar levemente la cabeza, la joven pudo ver las lágrimas acumuladas en los ojos de Cristal, antes de decirle:
- Perdóname, Erika.
Acto seguido le propinó un rápido y certero golpe en la nuca, que la hizo ahogar un grito de sorpresa. Durante los últimos segundos que le quedaron a la joven antes de perder el conocimiento, pudo pronunciar:
- Cris…tal…
Tras eso cerró los ojos y se desplomó en el suelo, inconsciente, mientras su arma desaparecía mágicamente. Cristal se quedó un momento observando a Erika, desmayada sobre la hierba, y no pudo evitar sentir un enorme remordimiento de culpa en su conciencia. Acababa de hacer algo muy malo. Sabía que había traicionado tanto a su amiga como al resto del grupo, y nadie podía negar lo contrario.

Fue entonces cuando Ray, al margen de la acción de la chica, se acercó a ella. Le puso una mano en el hombro y le dijo:
- Has hecho lo correcto.
La princesa asintió en silencio con la cabeza. Después de lo que acababa de hacer, sabía que había elegido el bando de la organización Muerte, y ya no había vuelta atrás.
En ese momento Ray recogió del suelo a Erika y la cargó en brazos. Hizo aparecer un agujero oscuro al lado de ellos y los tres se internaron en la brecha de oscuridad, desapareciendo en su interior sin dejar rastro.

Erika despertó, abriendo poco a poco los ojos, mientras un escalofriante frío recorría todo su cuerpo. Al tratar de moverse, descubrió que unas duras cadenas atadas a sus extremidades se lo impedían, y la mantenían sujeta a la pared.
Trató de forzar y de liberarse de ellas apretando los puños inútilmente, pero lo único que consiguió fue hacerse más daño en las muñecas. Jadeando del cansancio, sintió que apenas podía moverse y que sus fuerzas la habían abandonado. Se sentía tan debilitada que no tenía fuerzas para mantenerse en pie.
Con sumo esfuerzo, levantó la mirada y observó a su alrededor la estancia en la que se encontraba. Era una habitación de ladrillos oscura, iluminada únicamente por varias antorchas que aportaban algo de claridad a aquel lúgubre y siniestro lugar. A juzgar por el espacio cerrado y hermético de la habitación, no había duda de que era una celda:
- ¿Dónde…dónde estoy?- preguntó la chica en voz alta.

En ese momento la puerta que había al otro lado de la estancia se abrió, y por ella entraron dos figuras humanas encapuchadas, con atuendos negros perfectamente reconocibles. Ambos se quitaron sus capuchas y dejaron sus rostros al descubierto. Cuando la chica descubrió que se trataban ni más ni menos que de Magno y Helio, les dirigió una mirada rabiosa, apretando los puños y dientes:
- ¡¡Malditos desgraciados, sabía que estabais detrás de esto!!
Viendo la furia y la rabia que mostraba su nueva invitada, Helio le respondió, sonriendo con malicia:
- Oh por favor, Erika… ¿qué formas son esas de recibir visitas?
- ¡¡De vosotros no quiero nada, y mucho menos visitas!!
- ¿En serio?- preguntó Helio con sarcasmo, que luego se apartó y dejó la salida a la vista- ¿tampoco de ella?

Tras las palabras de Helio cruzaron el umbral de la puerta la princesa de Oblivia y Ray, que dejó atónita y completamente perpleja a Erika. La expresión de rabia y furia se desvaneció al instante en el rostro de la chica, que se quedó muy sorprendida y con la boca abierta. Sentía que su amiga la había traicionado, apuñalándola por la espalda:
- ¿Cristal…por qué…?
La princesa le dirigió una mirada triste, en la cual se reflejaba claramente arrepentimiento y culpa. Sin embargo, aún a pesar de sus sentimientos de culpabilidad, la ladrona no le dirigió la palabra. Helio intervino nuevamente para explicar la situación, ante la perplejidad de la elegida:
- Se ha alistado en la organización Muerte, y ahora ya es una más de nosotros.
Erika escuchó con furia y rabia lo que dijo el hombre de negro, y afirmó gritando, con enfado y segura de sí misma:
- ¡¡Mientes…conozco a Cristal y sé que ella nunca nos traicionaría!!
El contraste entre la seriedad del resto de los presentes y la sonrisa burlona en el rostro de Helio dejaba claro que el hombre de negro con pelo azul se reía más que su compañero Magno, de carácter más serio y aparentemente tranquilo:
- Debes de estar delirando para decir esas palabras…- comentó Helio, tras soltar un par de carcajadas malvadas- bien, si tan convencida estás, ¿por qué no se lo preguntas tú misma?
Fue entonces cuando Erika dirigió sus ojos a la princesa, quien sorprendentemente le apartaba la mirada. Era normal que, después de lo que acababa de hacerle, no tuviera el valor y la decencia de mirarla a los ojos. Su sentimiento de culpa y arrepentimiento era mayor a su voluntad, y Erika empezaba a cansarse de ella. Apretando los puños y dientes con fuerza, la elegida se dirigió seriamente a Cristal, y le dijo con enfado:
- Cristal, mírame a la cara y dímelo…
Pasaron varios segundos de silencio en los que la princesa no se movía ni pronunciaba palabra alguna. Se dedicaba a mirar al suelo con la cabeza, tratando de ocultar su vergüenza. Erika volvió a decir, esta vez alzando más la voz:
- ¡¡Mírame, Cristal!!
Pasaron otros segundos de silencio, sin respuesta, en los que la ladrona sentía que interiormente se encogía cada vez más, ante el enfado de su amiga. Justo cuando finalmente Cristal le dirigió la mirada triste y estuvo a punto de pronunciar palabra, la chica volvió a gritar:
- ¡¡Dímelo, Cris…!!
- ¡¡Ya basta de tonterías!!- la cortó Magno en seco, fría y seriamente- ¡¡no es momento de perder el tiempo!!
El resto de los presentes lo miraron, y Erika calló de repente ante la poderosa e imponente voz de Magno. El hombre de negro con pelo rojo les dijo a los demás, en tono indiferente:
- Todavía falta una visita…y de hecho, la más importante.

Tras las palabras de Magno empezaron a oírse pasos por el pasillo oscuro, que se acercaban cada vez más a la puerta. El silencio se apoderó de la estancia, y Erika intuyó que eso no era nada bueno sino todo lo contrario, ya que los tres hombres de negro y Cristal se agacharon en reverencia a la espera.
Para que Magno y Helio mostraran tal respeto de aquella manera, el que se aproximaba sólo podía ser una persona, y el miedo y el terror se apoderaron al instante de ella. Temblaba inconscientemente, sabía que algo muy malo se acercaba.

Su rostro palideció de repente como si hubiera visto un fantasma, mientras abría los ojos y la boca, sin palabras. Su voz enmudeció al ver aparecer por la puerta a la persona que ella nunca imaginó ver allí:
- No…no puede ser…- dijo la chica, completamente atónita y horrorizada.
- Cuánto tiempo, Erika- saludó el recién llegado a la celda, con una inocente sonrisa afable- veo que sigues igual desde la última vez que nos vimos.
La joven no entendía nada. En un solo instante se rompieron todos los esquemas mentales y el concepto que tenía de precisamente aquella persona. Creía que se trataba de una horrible pesadilla, de la que despertaría en cualquier momento:
- ¡¡Alejandro!! ¿¡Qué hace usted con estos tipos!?- preguntó ella, confusa y perpleja, que luego exclamó asustada y desesperada- ¡¡huya de aquí enseguida, rápido!!
Sin embargo, y para mayor y escalofriante sorpresa, el mago legendario lo que hizo fue reírse irónicamente de una manera descarada, algo que dejó a la chica todavía más confusa.
En ese momento Magno, Helio, Ray y Cristal se levantaron de la reverencia, y se colocaron a espaldas del mago con majestuosa capa, mirando a Erika. Al cabo de unos segundos de risa burlona, Alejandro dejó de reír y se dirigió a la joven atada a la pared, que no entendía nada de lo que estaba pasando:
- No, querida, me temo que te equivocas…- sonrió cálida y afablemente Alejandro- soy su amo y señor, y como comprenderás no puedo dejarlos solos a su suerte…confían en mí, ¿sabes?
- ¿Qué…qué quiere decir?- preguntó la chica, confusa y asustada.
El mago legendario cambió radicalmente de expresión, y su aparente rostro amable y bondadoso fue sustituido por una diabólica sonrisa malvada. Alejandro se acercó a Erika y, con una de sus manos frías como el hielo, le levantó la barbilla para mirarla directamente a los ojos.
Lo que le dijo en aquel momento le heló la sangre y la dejó mucho más pálida que antes:
- Yo soy…el líder de la organización Muerte.

Aquellas palabras cortaron la respiración de Erika por un instante, que descubrió horrorizada los ojos llenos de oscuridad de su anfitrión, mirándola fijamente a los suyos. Alejandro, con una sonrisa maléfica, separó la mano de su cara mientras la chica respiraba entrecortadamente, jadeando, y con la cabeza agachada.
Fue entonces cuando una serie de recuerdos pasaron fugazmente por su memoria, que la hacían pensar con toda seguridad que aquello no podía ser verdad. Tenía que ser una pesadilla. Aquel hombre oscuro y asesino no tenía ni punto de comparación con el Alejandro amable y honesto que ella recordaba, el que luchó junto a ellos y les salvó dos veces la vida.
Trataba de asimilar desesperadamente la idea, pero le resultaba imposible. No podía creer que aquello estuviera ocurriendo de verdad:
- No…no es…posible…no puede…ser verdad…
Los recuerdos que mantenía en su memoria la hicieron reaccionar, que exclamó, alzando la voz con inseguridad:
- ¡¡Pero si…si luchaste a nuestro lado en Nautight…y también en el desierto a las afueras de Vildenor!!- argumentó ella, perpleja y asustada- ¡¡Nos salvaste la vida, nos diste cobijo, comida y agua, y nos protegiste!!- exclamó Erika, que luego añadió alzando la voz, con fuerza- ¡¡Tú mismo te enfrentaste a Lectro y a ése chico de negro…luchaste por nosotros, arriesgando tu vida!!
Y fue en ese momento cuando la chica gritó, apretando los puños:
- ¡¡Salvaste el mundo una vez, junto a los primeros elegidos!!- dijo Erika- ¡¡Después de todo por lo que pasaste, de todo por lo que luchaste, de todo por lo que te esforzaste…!! ¿¡Por qué ibas a querer destruirlo!? ¡¡Contéstame!!

Tras acabar de hablar la joven ésta se quedó sin habla, esperando la respuesta de Alejandro. El mago legendario no respondió ni dijo nada durante unos segundos. Cuando por fin decidió hablar, pronunció seriamente diciendo:
- Porque este mundo está podrido…porque, desde el principio de vuestra existencia, los humanos lo habéis contaminado y envenenado…porque con el paso del tiempo y los siglos, lo habéis deteriorado de tal forma que ya es irreconocible a como era antaño…- explicó Alejandro- por eso y porque ya está irremediablemente condenado a morir…ésa es la razón que me impulsa a borrar este maldito planeta antinatural…y poder crear, gracias a Ludmort, el nuevo mundo perfecto, lleno de vida y pureza eterna…sin humanos que lo conviertan en un infierno…
El mago oscuro dejó claro entonces cuál era su verdadero plan, respaldado por la organización de hombres de negro:
- Volver a empezar de nuevo, tal y como lo hizo el mundo hace miles de millones de años…ése es el objetivo por el que fundé la organización Muerte.

Erika escuchaba, perpleja y horrorizada, cada una de las palabras del mago legendario. No podía creerlo, pero era verdad. Ahora por fin descubría la verdadera faceta oculta de Alejandro, ajena a su dulce apariencia exterior, y resultaba ser un alma sin escrúpulos y llena de maldad y oscuridad.
Fue en ese entonces cuando la chica finalmente lo entendió todo y, con la cabeza agachada, apretó los puños con fuerza. Lo veía todo tan claro que levantó de nuevo la cabeza, y miró al mago oscuro a los ojos, enfadada:
- ¡¡Maldito desgraciado!! ¿¡Pretendes matarnos a todos por un mundo mejor!? ¿¡A qué psicópata descerebrado se le ocurriría semejante idea!?
El líder de la organización Muerte sonrió ante la fiereza de la joven, y le respondió con la misma sonrisa malvada:
- Lo sé, hacen falta muchos sacrificios…pero son necesarios por el bien de un mundo mejor…- y luego añadió- piensa que con ello se acabará el dolor…y la gente dejará de sufrir…un lugar donde no existan el dolor y la tristeza, sino todo lo contrario… ¿no es ése el mundo ideal y perfecto al que aspiráis inútilmente los seres humanos? ¿No te parece increíble?

- ¡¡Tú lo que estás es loco!!- replicó Erika, enfadada y apretando los puños- ¡¡No entiendo cómo pudiste ser el guardián de los primeros elegidos hace quince años…ellos nunca te habrían aceptado tal y como eres!!

En ese momento Alejandro se tornó serio y cambió de tema, dirigiéndose a la chica:
- A mí también me desconcierta que las armas sagradas hayan elegido a un par de niños para la difícil labor que se espera de ellos…es la primera vez en toda la historia de Limaria que unos portadores son tan jóvenes como vosotros, llenos de vida y esperanza…nunca antes había ocurrido nada semejante…- y luego la miró a los ojos, con una pícara sonrisa maliciosa- ¿significa esto…que por fin vosotros sois los últimos elegidos? ¿Los que salvaréis Limaria, romperéis el ciclo y destruiréis a Ludmort…para siempre?
Erika lo miraba, rabiando y con una dura expresión enfadada, mientras Alejandro parecía sorprendido por sus propias palabras:
- Vaya, vaya…de ser eso cierto, debería matarte aquí y ahora, sin pensármelo dos veces…o de lo contrario todo mi plan se arruinaría y vendría abajo.
La chica atada a la pared preguntó entonces, al pensar una cosa:
- ¿¡Por qué…por qué no nos mataste cuando tuviste la oportunidad?
La expresión pensativa del mago legendario desapareció de repente, y en su lugar se dibujó una clara sonrisa maléfica:
- Si lo hubiera hecho, el juego habría acabado demasiado pronto, ¿no crees?- sonrió Alejandro- además, me gusta disfrutar al máximo de los juegos…y este no ha hecho más que empezar.
El líder de la organización Muerte se acercó de nuevo a la chica, y le dijo en un tono cálido pero a la vez amenazante:
- Tal y como dice la profecía, Eduardo y tú sois los únicos capaces de echar por tierra mis planes…estando juntos, claro está- afirmó con seguridad- de modo que, si acabo sólo con uno de vosotros, ya no tendría por qué preocuparme…y la verdad es que me da pena tener que matarte…
Alejandro se acercó mucho más a ella, pegando casi su rostro con el de la chica:
- Te propongo un trato, Erika…si accedes a casarte conmigo y me entregas todo tu poder como elegida de la vara mágica, dejaré que vivas…- y pronunció las siguientes palabras de tal forma que le heló la sangre a la joven-…a cambio de la vida de tu compañero.

Aquello dejó sin palabras a Erika, que palideció de repente. Sabía lo que eso significaba: vivir ella a cambio de la muerte de Eduardo. Técnicamente si uno de los dos elegidos moría, ya era inevitable la destrucción del mundo, y el que sobreviviera no podía hacer nada por sí solo.
El trato que le ofrecía Alejandro era bastante tentador, ya que le prometía vivir. Sin embargo, si Eduardo moría y con él Limaria, ¿no moriría ella también, junto con sus amigos y el resto de los millones de habitantes de aquel mundo mágico y el suyo, La Tierra? ¿Qué le aseguraba que seguiría con vida tras la destrucción del planeta? Y en tal caso, ¿sería feliz estando sola y tras perder todo cuanto amaba, todo cuanto quería…en un mundo vacío y lleno de soledad?

Todas estas preguntas hicieron que Erika bajara la cabeza, dudara y se preguntara a sí misma. Se pasó unos largos segundos en silencio, meditando, mientras el resto de los presentes la miraban, esperando su respuesta. Al cabo de un largo rato de tensión e intriga, la chica atada a la pared finalmente tomó una decisión.
Levantó de nuevo la cabeza mirando a Alejandro y, con la mirada seria y decidida, le dijo claramente:
- Vete a la mierda, gusano repugnante.
A Alejandro pareció hacerle gracia el insulto de la joven, no mostró ninguna expresión de enfado al respecto. Viendo que Erika no accedía voluntariamente a ayudarlo, respondió con una sonrisa malvada:
- Muy bien, entonces te haré una oferta que no podrás rechazar.
El mago legendario se alejó de ella, dio media vuelta, y mientras caminaba lentamente hacia el centro de la habitación, decía:
- Muchos conocen el alcance de mi poder, por eso me temen…y creo que tú también lo has comprobado en numerosas ocasiones a lo largo de tu viaje…- en ese momento paró en seco, y volvió la mirada hacia la prisionera- ¿no es cierto, querida?
Erika sabía que tenía razón. Sus amigos y ella se habían enfrentado a todo tipo de peligros puestos por la organización, luchando incluso contra algunos de sus miembros, y todos eran extremadamente poderosos. De los combates librados habían salido milagrosamente vivos gracias a los guardianes de la fuerza. Tratándose de Alejandro, el cabecilla y artífice de todo aquello, sabía que hablaba muy en serio:
- ¿Qué es lo que quieres?- repitió la chica, seriamente.
El líder de la organización Muerte sonrió, satisfecho. Parecía que la joven por fin iba a acceder a colaborar con él:
- Ya te lo he dicho…cásate conmigo y entrégame tu poder…o de lo contrario tus amigos morirán.

Aquellas palabras fueron un duro golpe para Erika, que palideció de repente. El miedo y el terror comenzaron a invadirla por dentro de tal forma que empezó a temblarle todo el cuerpo. Sintió que el corazón le encogía y se volvía tan pequeño que parecía que podía partirse en cualquier momento, y en consecuencia sentía que la faltaba la respiración.
Podía ver las imágenes mentales de sus amigos crujirse y explotar en mil pedazos, y la sola idea de perderlos, después de todo lo que habían pasado juntos, le aterraba.
Dirigió la mirada a Cristal, buscando apoyo, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas. La princesa de Oblivia supo que aquellos ojos pedían ayuda, y se le encogió aún más el corazón al comprobar, a través de la mirada de Erika, que la elegida todavía confiaba en ella.
Finalmente la prisionera bajó la cabeza y, con lágrimas cayendo por sus mejillas, dijo con profunda tristeza y pesar:
- Sí…lo haré.

En ese momento Cristal no pudo aguantarlo más. Durante toda la escena se había reprimido a sí misma indicando que lo que había hecho estaba bien, si lo hacía por amor, pero una parte de su conciencia la torturaba incesantemente sin parar.
Al ver a Erika sufriendo y obligada a sacrificar su mayor don a cambio de la vida de sus compañeros, finalmente Cristal se dio cuenta de la terrible gravedad de la situación. Había llevado a su amiga a una trampa y se la había servido al líder de la organización Muerte en bandeja de plata. Tenía que rescatarla y sacarla de allí cuanto antes, para enmendar el fatal error que había cometido.
Cogió su estrella ninja con fuerza y se lanzó decidida a atacar a Alejandro por la espalda, mientras gritaba:
- ¡¡NOOO!!
El mago legendario, sin ni siquiera inmutarse, giró levemente la cabeza mientras una garra oscura apartó de un brutal manotazo a la princesa, que la lanzó de espaldas contra una pared de la celda:
- ¡¡Cristal!!
La chica con coletas escupió sangre por la boca, debido al fuerte impacto contra la pared. Apoyó las manos y trató de levantarse del suelo, pero justo entonces aparecieron Magno y Helio frente a ella, dispuestos a acabar con su vida:
- ¡¡No, por favor!!- gritaba la elegida, asustada- ¡¡No lo hagáis!!
Justo cuando los dos hombres de negro iban a darle el golpe de gracia con sus respectivas magias, Fuego y Hielo, un gesto de la mano de Alejandro bastó para detenerlos:
- Magno, Helio, ya basta- ordenó el líder, seriamente.
Ambos hombres de negro de apartaron a un lado, y el mago oscuro se adelantó un par de pasos dirigiéndose a la chica con coletas. No parecía sorprendido por la reacción de Cristal, mientras la princesa lo miraba, desafiante y jadeando:
- Vaya, si al final resulta que Erika tenía razón…sin duda digno de todo un guardián, protegiendo a los elegidos hasta el final…- comentó Alejandro, decepcionado e indiferente- una verdadera lástima, pero visto lo visto, no me dejas otra opción que matarte.

De nuevo una garra oscura rodeó y apretó el cuello de la princesa, que la levantó y alzó, sujetándola en el aire. Alejandro sonrió maléficamente mientras decía las siguientes palabras:
- Pobre necia ingenua… ¿acaso no sabes con quién estás tratando? Has tenido mucho valor para atacar de esa manera al futuro soberano del nuevo mundo.
La chica con coletas intentaba liberarse inútilmente de lo que la aprisionaba, en vano. No tenía fuerzas para resistirse a aquel poder, muy superior a ella. Alejandro le dijo entonces, con una sonrisa diabólica:
- Siéntete afortunada al morir a manos de un dios.
Sin ningún gesto aparente, el mago legendario hizo que aparecieran más garras oscuras, con las uñas afiladas. Bastó su propia voluntad asesina para que sus nuevas extremidades se lanzaran directas a Cristal, que empezaron a desgarrarle la piel a sangre fría por todo su cuerpo, mientras la chica gritaba de dolor como nunca antes lo había hecho.
Erika cerró los ojos y agachó la cabeza, mientras temblaba de miedo y los gritos desgarradores de su amiga retumbaban en sus oídos como una horrible tortura. La joven no podía ver aquella carnicería sangrienta, en la que Cristal perdía lenta y dolorosamente la vida:
- ¡¡Para, no sigas!!- gritó la elegida, llorando de miedo y con los ojos llenos de lágrimas- ¡¡Basta ya, por favor!!
En ese momento Alejandro detuvo el ataque, la garra que sujetaba a Cristal la soltó y ésta cayó al suelo, gravemente herida. Erika vio, temblando y sollozando, que la princesa yacía inerte en el suelo un poco más lejos, y perdía mucha sangre por cada minuto que pasaba:
- Esto es lo que les pasa a todos los que se oponen a mi voluntad- aclaró Alejandro, seriamente.
La joven elegida vio cómo el mago oscuro se acercaba lentamente a Cristal, para darle el golpe de gracia. La princesa había perdido el conocimiento y no podía defenderse, estaba completamente a su merced. Erika lloraba, mientras las lágrimas caían por sus mejillas y decía, suplicando:
- Basta…haré lo que quieras…pero…no…no dejes que muera…- dijo, sollozando- por favor…
Cuando Alejandro por fin llegó hasta ella, volvió la vista a la chica atada a la pared. Respondió serio e indiferente:
- Me temo que eso no va a ser posible…ha dejado claro de qué bando está, y no puedo arriesgarme a que dificulte más mis planes.
Tras eso miró de nuevo a la chica con coletas en el suelo, y sonrió con maldad diciendo, antes de que una de sus garras oscuras acabara con ella:
- Adiós, princesa Cristal.
- ¡¡NOOO!!- gritó Erika, a pleno pulmón.

Lejos de lo que imaginaban todos, en el momento en que la garra se lanzó directa a la ladrona, ocurrió algo sorprendentemente inesperado, que dejó perplejos al resto de los presentes en la celda.

Entre la garra oscura y Cristal se interpuso una espada, cuyo portador empuñaba firmemente, manteniendo a raya a la poderosa garra. En aquel momento Alejandro fue el más sorprendido de todos, que no esperaba para nada la repentina actitud de su hijo:
- ¿Qué estás haciendo, Ray?- preguntó el mago oscuro, seriamente.
- Lo que me enseñó ella, padre…hacer lo correcto…- respondió el chico de negro- porque la amo.
Alejandro supo entonces lo que pasaba. Miró a Cristal, a espaldas de su hijo, y luego a Ray. Tenía una nueva mirada brillante y decidida, muy diferente a la de antes. Sus antiguos ojos asesinos habían desaparecido sin dejar rastro, y en su lugar ahora había otros llenos de fuerza y energía, que juraban proteger a la princesa a toda costa de cualquier peligro:
- Ha ocurrido lo que me temía…- explicó Alejandro, con decepción- esa chica ha despertado sentimientos en ti que nunca quise que hicieras… y con ello te ha vuelto más humano, más débil, más vulnerable…justo todo lo contrario que se esperaba de ti…
Alejandro se dio cuenta entonces de que su hijo ya era un caso perdido, y que ya no volvería a ser nunca el antiguo asesino frío y despiadado que era. Haber estado con la princesa de Oblivia demasiado tiempo lo había hecho más dócil y débil:
- Los sentimientos son debilidades humanas innecesarias…- comentó el líder de la organización Muerte, seriamente- y eso es en lo que te has convertido ahora…en un despojo de sentimientos inútiles e innecesarios…y por lo tanto, ya no me eres útil.
Alejandro miró a su hijo, decepcionado, y dijo con indiferencia:
- Es una pena tener que matarte. Habrías sido un buen príncipe del mal… ¿pero qué le vamos a hacer?- y luego añadió, sin importancia- ya encontraré a otro que te sustituya.
De repente, la fuerza sobrenatural de la garra partió por la mitad la espada de Ray, como si fuera un juguete. A continuación golpeó brutalmente a su dueño contra la pared, con la que chocó y cayó al suelo, junto a Cristal. Magno, Helio, y Erika fueron testigos de los acontecimientos:
- Ahora, morid los dos juntos- dijo el mago oscuro, seriamente.
En aquella ocasión Alejandro lanzó con su mano un nuevo y poderoso ataque mágico contra ellos. Antes de que les alcanzara, el chico de negro reunió sus últimas fuerzas para coger a Cristal de la mano y teletransportarse ambos muy lejos de allí, dejando atrás a Erika.

Jack despertó abriendo los ojos de repente, sobresaltado por una pesadilla. Se levantó y miró a los demás, que dormían plácidamente, para asegurarse de que estaban bien. Sin embargo, desde el momento en que vio que faltaban dos personas, palideció enseguida exclamando:
- ¡¡Erika, Cristal!!
El mago se levantó corriendo y despertó al resto de sus compañeros, alertando de la situación. Tanto Rex como Alana también se sorprendieron por la desaparición de las dos chicas, que no dejaron ningún rastro en el campamento:
- ¡¡Cristal!! ¡¡Erika!!- gritaban los tres, en todas direcciones- ¿¡Dónde estáis!?
Desgraciadamente nadie respondía, a pesar de sus gritos y nombres. Jack desactivó en ese momento la barrera mágica de protección, y ésta se desvaneció a su alrededor:
- ¡¡Maldita sea!!- exclamó Rex- ¿¡dónde se han metido!?
- No están aquí- respondió una voz conocida- se han ido a otro lugar.
Aquella voz hizo que todos giraran de repente la cabeza. Lo que vieron a continuación los dejó completamente pálidos y con los ojos y la boca abierta. En ese momento apareció frente a ellos, de entre la espesura de los árboles, alguien que no esperaban.
Justo cuando habían perdido toda esperanza de encontrar a Erika, aquella aparición supuso el renacer de la luz y la esperanza en sus corazones:
- ¡¡Eduardo!!- exclamaron los tres a la vez, totalmente sorprendidos.

El chico caminó a paso lento hacia ellos, mientras Alana preguntaba, asombrada:
- ¿¡Qué…qué quieres decir!? ¿¡Adónde han ido!?
Cuando llegó junto al grupo, Eduardo respondió diciendo:
- No lo sé, pero…es inútil que las busquéis aquí.
- ¡¡Espera, espera!!- exclamó Jack, todavía tratando de asimilar que el joven estaba allí con ellos- ¿¡Dónde has estado!? ¿¡Cómo es que apareces ahora, y cómo sabes que ellas no están aquí!?
Eduardo lo miró y le dijo, firme y seriamente:
- Las explicaciones en otro momento. Ahora lo más importante es encontrarlas a ellas, antes de que sea demasiado tarde.
El mago se sorprendió tanto con la forma en que el chico pronunció aquellas palabras que se quedó boquiabierto. Al fijarse mejor en Eduardo, le sorprendió descubrir que en sus ojos ya no había resquicios de miedo e inseguridad, sino todo lo contrario. Su mirada ahora albergaba una firmeza y seguridad en sí mismo que no era normal en él, al menos desde la última vez que lo vio. No parecía ser la misma persona que ellos conocían.

Justo cuando estaban a punto de retomar la marcha para seguir al joven, en ese momento apareció un poco más lejos un agujero oscuro, que los sorprendió a todos de repente.
Palidecieron aún más al ver que de la brecha oscura surgieron dos figuras humanas, que cayeron estrepitosamente al suelo mientras desaparecía el agujero de oscuridad, y la cual reconocieron enseguida a una de ellas:
- ¡¡Cristal!!- exclamaron todos, preocupados.
Eduardo y los demás corrieron hasta llegar a la princesa, y palidecieron al ver el grave estado de la chica. No sabían qué fue lo que pudo haberle dejado de aquella manera:
- ¿¡Cristal, qué ha pasado!?- exclamó Jack, atónito y perplejo.
La princesa trataba de pronunciar palabra, mientras jadeaba y respiraba con esfuerzo. Cuando los demás observaron el otro cuerpo que había junto a Cristal, una expresión de sorpresa se reflejó en el rostro de todos, que se quedaron con la boca abierta:
- ¡¡Éste…éste es el chico que nos atacó el otro día!!- exclamó Alana.
La pelirroja tenía razón, y enseguida el resto recordó al enemigo con gafas contra el que se enfrentaron en varias ocasiones. Sin duda era un adversario fuerte, que los había llevado más de una vez al borde de la muerte. Verlo ahora a sus pies, moribundo y gravemente herido, les resultaba una imagen demasiado extraña de asimilar.
Cualquiera podría rematarle, darle el golpe de gracia y acabar allí mismo con su vida:
- ¡¡Acabemos con él ahora que está débil, antes de que se recupere!!- dijo Rex, rabiando y mostrando sus colmillos en señal de furia.

El resto del grupo estuvo de acuerdo con la idea, y cuando cogieron sus armas para rematarlo, una voz conocida los detuvo a todos, gritando con esfuerzo:
- ¡¡Nooo!!
Jack y los demás se sorprendieron al oír que la voz provenía de la princesa moribunda del suelo. La miraron perplejos, mientras Cristal jadeaba y respiraba con dificultad:
- Por favor…no  le…hagáis daño…
- Pero, Cristal…es el enemigo…- le recordó Jack- el que intentó matarnos a todos…
La chica con coletas hablaba, esforzándose en pronunciar, mientras escupía sangre por la boca:
- Lo sé, pero…me da igual…- y luego lo miró, con lágrimas en los ojos- él…me ha…salvado la vida…
- ¿¡Qué!?- exclamaron todos, sorprendidos.
En ese momento la princesa miró a sus amigos, con unos ojos tan serios, firmes y decididos, que dejaban claro que protegería al chico de negro, con todas sus fuerzas y de cualquier peligro:
- por eso…no permitiré…que le hagáis daño…porque yo…le quiero…
Aquellas palabras dejaron sin habla a Eduardo y los demás, que finalmente comprendieron los sentimientos de Cristal por ése chico. Fue entonces cuando decidieron guardar sus armas y respetar el deseo de su amiga. Además, estando el enemigo debilitado, no era justo moralmente matarlo sin que pudiera defenderse. Cristal agradeció el gesto con la mirada.

En ese momento Eduardo cambió de tema y se dirigió a la princesa, que le dijo:
- Cuéntanos que ha pasado.
Lo que la chica con coletas respondió a continuación dejó completamente pálidos y con la boca abierta al resto del grupo:
- Ha…ha sido…Alejandro…- pronunciaba, jadeando y con esfuerzo- él…él es…el líder…de la organización Muerte…nos ha…engañado…todo el tiempo…
Eduardo y los demás perdieron el color del rostro radicalmente en cuestión de segundos. Lo que acababan de oír les parecía tan chocante y absurdo como decir que cielo y tierra eran lo mismo. No podían creer que el que les había salvado la vida fuera el líder de la organización Muerte. Sencillamente les resultaba imposible:
- ¡¡No digas tonterías!!- exclamó Jack, enfadado y molesto por la broma- ¿¡Cómo va a ser él nuestro enemigo si nos salvó la vida!? ¡¡De ser así nos habría matado hace ya mucho tiempo!!
- Por favor…tenéis que creerme…- decía Cristal, con las lágrimas cayendo por sus mejillas- he estado…a punto de morir en sus manos…- y dirigiéndose a Ray, aclaró- pero él…me salvó la vida…en el último momento…
A juzgar por su mirada sincera, el resto del grupo descubrió, totalmente pálido y atónito, que la princesa decía la verdad. Ella no era de las que solían llorar, y cuando lo hacía era por una buena razón.
Fue entonces cuando a Jack se le destrozaron en mil pedazos todos los recuerdos e ilusiones que conservaba de su mayor ídolo durante años, en un solo instante. Acababan de descubrir la verdadera faceta de Alejandro, y no resultaba ser otro que el líder de la mismísima organización Muerte, su mayor enemigo.

En ese momento Alana preguntó, preocupada:
- ¿¡Y Erika!? ¿¡Dónde está!?
Cristal tosió varias veces y escupió sangre, antes de responder:
- La tiene…Alejandro…y va a…casarse con ella…
Aquella frase dejó todavía más atónitos y pálidos a todos los miembros del grupo, que al principio les costó asimilar la nueva información recibida:
- ¿¡Qué!?- exclamaron los demás, con los ojos y la boca abierta.
El chico de rojo preguntó, aún más preocupado que antes:
- ¿¡Dónde, cuándo, Cristal!?
- No…no lo sé…- respondió la princesa- seguramente…dentro de unas horas…en Vildenor…
El joven comprendió entonces o que debía hacer. Extrajo de uno de sus bolsillos un elixir, y se lo dio de beber a Cristal, la cual se recuperó instantáneamente de sus heridas:
- Pero…eso está muy lejos de aquí…- dijo Rex, pensando en la distancia y en lo mucho que se habían alejado de la ciudad- no llegaremos a tiempo…

Fue entonces cuando Ray, que hasta ese momento se había desmayado, recuperó el conocimiento. Había escuchado parte de la conversación del grupo, e intervino pronunciando con dificultad:
- Yo…puedo llevaros…hasta allí…a todos…con mí…habilidad especial…
Su voz llamó la atención de todos, que volvieron las miradas hacia él. Al principio dudaron, pues anteriormente habían luchado a muerte contra él, y lo miraban con recelo y desconfianza. Al fin y al cabo, para ellos seguía siendo un enemigo. Entonces Eduardo le preguntó directamente:
- ¿Crees que puedes llevarnos hasta allí rápido?
- No…no lo dudes…- respondió el chico con gafas.
El elegido lo veía, y todos los recuerdos de los anteriores combates en los que lucharon contra él llegaron fugazmente a su memoria. Si hubiera estado en la misma situación que ahora mucho antes, sin duda lo habría matado con la llave espada. Tena motivos para hacerlo, ya que ése chico les había hecho mucho daño, y había llevado a él y a sus amigos al borde la muerte en varias ocasiones.
Sin embargo, en aquellas circunstancias era diferente. La única razón por la que no blandía su arma para matarlo era que había salvado a Cristal de una muerte segura. De algún modo le había demostrado que, a pesar de ser miembro de una organización asesina, tenía sentimientos y emociones como cualquier otra persona. Le había demostrado que era humano, igual que todos ellos.

Para completo asombro y sorpresa de todos sus amigos, Eduardo se acercó y agachó junto a Ray. Había gastado el último elixir que le quedaba para recuperar a Cristal, de modo que tomó parte de su propia magia, aunque supiera que su poder curativo no era gran cosa comparado con el de Jack y Erika.
Apoyó sus manos en el cuerpo del chico de negro, y éstas empezaron a brillar rodeadas de un aura verde alrededor:
- ¿¡Eduardo, qué haces!?- exclamó Jack, perplejo- ¡¡Es un enemigo!!
El joven volvió la mirada hacia el mago, y le dijo seriamente, decidido:
- Vistos los acontecimientos, ¿todavía sigues pensando que es nuestro enemigo, Jack?- preguntó el chico, sin vacilar, que luego añadió- si Cristal confía en él, entonces yo también…y si hace falta, lo curaré hasta que se recupere, yo sólo.
Al principio todos dudaron, pero fue la princesa la primera en acudir a ayudar a Ray, sin dudarlo. De esa forma, poco a poco Alana, Rex y Jack también se acercaron y agacharon junto a Eduardo. Con su magia curativa, todos aportaron ayuda para recuperar al que había sido su enemigo tiempo atrás, con una leve expresión de impotencia en sus rostros.

Al cabo de un rato, el chico con gafas se había curado completamente. Cristal se dirigió entonces a su compañero, agradecida, ya que no tenía palabras para expresar lo que sentía:
- Gracias, Eduardo…por confiar en Ray.
El joven de rojo le sonrió, a modo de respuesta. En ese momento también Ray le agradeció diciendo, con sinceridad:
- A pesar de haber sido tu enemigo, me has perdonado la vida…- dijo el chico con gafas- realmente mereces ser reconocido por quién eres…gracias de nuevo, elegido de la llave espada.
- ¡No hay de qué!- sonrió Eduardo jovialmente, que luego añadió- y a partir de ahora no me llames “elegido”… ¡llámame por mi nombre!
El chico de negro no pudo evitar sonreír un poco, acto que alegró a Cristal, al ver a Ray poco a poco abriéndose a los demás.

Entonces el elegido se adelantó al grupo un par de pasos para iniciar la marcha de vuelta a Vildenor. Sin embargo no dio más de tres pasos cuando Cristal lo detuvo diciendo:
- Espera, Eduardo…
Dio media vuelta y la miró, confuso:
- ¿Qué pasa?- respondió él.
La princesa tardó un poco en responder. Bajó la cabeza, avergonzada, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Lloraba en silencio, sollozando y al mismo tiempo hablando:
- Perdóname…por mi culpa, Erika…está ahora en sus manos…es mi amiga, siempre confió en mí…y yo por mi parte…la traicioné injustamente…- explicó, llorando- por eso, yo…debo reparar el terrible error que cometí…y traerla de vuelta con nosotros…por favor, perdóname…
El chico se acercó a ella, le tendió las manos en sus hombros, y la animó con una media sonrisa. Lo que le dijo a continuación sorprendió tanto a Cristal que la hizo levantar la cabeza y mirarlo a la cara:
- Tranquila, Cristal. Estoy casi seguro de que ella sigue confiando en ti…y estará esperando que vayamos a rescatarla…todos juntos.
Aquellas palabras lograron sacarle una sonrisa a la princesa, que con los ojos llenos de esperanza, dejó de llorar y se secó las lágrimas de sus mejillas. Ya no estaba triste, y tenía un nuevo motivo para luchar.

Fue entonces cuando Eduardo se separó de ella y se alejó unos pasos de los demás. Les dio la espalda a sus amigos mientras hablaba en general, para todos:
- Chicos…el lugar donde vamos…y la misión que emprenderemos…será peligrosa…y posiblemente tengamos que enfrentarnos a Alejandro…
Hizo una pausa y dio media vuelta, mirando a sus compañeros, que lo escuchaban con atención:
- No será un combate fácil…tened en cuenta que nos enfrentamos al jefe que ha estado llevando los hilos de todos los retos contra los que hemos luchado hasta ahora…pero esta vez, será diferente…nos enfrentaremos a algo mucho mayor.
Pasaron unos segundos de silencio, en los que el chico dudó un instante, antes de decir:
- No os pido que me acompañéis…ni mucho menos que luchéis a mi lado…por eso, quien no quiera luchar, puede irse ahora…si así lo quiere…
En ese momento Eduardo dio por terminado su discurso, y esperó en silencio la respuesta de sus compañeros. El mago y los demás sonrieron, orgullosos de su protegido. Acababa de de hablar como un auténtico líder, y la confianza que tenía depositada en todos ellos les dieron ánimos para decir:
- ¿Quién te has creído que eres?
El chico se sorprendió con aquella respuesta, que se quedó perplejo cuando miró al mago, sonriéndole decididamente:
- Oye, estamos todos juntos en esto- dijo el hombre rubio de capa azul- y, aunque solo seamos los guardianes que os guían y protegen…también somos amigos…
- Jack…
- ¿Y para qué están los amigos?- continuó el perro, igual de sonriente- para ayudarse los unos a los otros…
- Rex…
- Y Erika también es nuestra amiga…- intervino la pelirroja, con la misma sonrisa que el resto del grupo- por eso es nuestra obligación ayudarla.
- Alana…
- Y además protegerla…- concluyó la princesa, sonriendo firme y decididamente- porque somos una familia.
- Cristal…

A Eduardo se le llenaron los ojos de lágrimas, que tuvo que secarse con las manos. No podía creer que tuviera amigos como aquellos, y pensaba que no se los merecía. Por primera vez se sentía tan unido a aquellas personas, que supo entonces lo importantes que significaban para él.
Sin embargo, no era el momento de llorar. Erika estaba en peligro, y debían rescatarla cuanto antes de las garras del líder de la organización Muerte, Alejandro.
Cuando terminó de secarse las lágrimas, Eduardo cambió la expresión de su rostro y, con la mirada firme y decidida, encabezó la marcha diciendo:
- Muy bien… ¡adelante, amigos, tenemos una boda que detener!

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