Capítulo
XXXVIII
LA
DECISIÓN DE CRISTAL
La chica perdió el color del rostro en
cuanto oyó las palabras de Ray, y el mensaje que encerraban supuso un duro
golpe interiormente para sí misma. Lo que acababa de decirle el miembro de la
organización Muerte se trataba de una propuesta de tal envergadura que podría
suponer la salvación, e incluso destrucción, del propio mundo entero de
Limaria. La princesa se separó de él, completamente perpleja y sorprendida,
diciendo:
- ¿Qué dices? No…no puedo hacer eso…
- Es la única forma de que podamos
estar juntos para siempre, y lo sabes.
- Tiene que haber otra forma…estoy
segura- decía ella, negando con la cabeza.
- No la hay, Cristal.
La mirada fija del chico de negro la
intimidaba, tanto que acabó bajando la cabeza, con pesar. Le temblaba un poco
el cuerpo, y pronunciaba con precaución e inseguridad cada una de sus palabras:
- Pero…Erika…ellos…son mis amigos…y
confían en mí…no puedo traicionarlos…
En ese momento Ray decidió tomar las
riendas, con firmeza. Puso ambas manos sobre sus hombros, la miró a los ojos y
le dijo seriamente, muy seguro de sus palabras:
- ¿De veras crees que ellos te
consideran una más? ¿Acaso no has comprobado por ti misma que te
infravaloran…que te hacen sentirte débil e inferior? ¿No sabes que en realidad
te están usando como una marioneta simplemente para proteger a dos personas que
ni siquiera les importas?
Cada una de estas preguntas hizo
pensar, reflexionar y dudar a la chica sobre sí misma, y lo que verdaderamente
hacía. Infinitas dudas y recuerdos atravesaron su mente en un instante, que la
torturaron interiormente con preguntas sin respuestas, en medio de un conflicto
interior que le nublaba la cabeza. Por unos segundos incluso creyó haberse
perdido a sí misma, hasta que de repente le llegó un bonito recuerdo a la
memoria, que la liberó de las sombras y la devolvió a la realidad.
Recordó el momento en que todos sus
amigos la abrazaron en grupo cuando se reencontraron tras la separación, en el
continente norte. El cariño y el amor que sentían todos sus compañeros por ella
se trataba de algo muy importante para la princesa, ya que pocas personas habían
luchado y se habían preocupado por ella.
De entre los muchos recuerdos
especiales que conservaba de toda su vida, sin duda aquel era uno de los que
recordaba con más cariño, y que la hacía darse cuenta de lo mucho que le
importaba la amistad y la lealtad por sus amigos:
- ¡¡No…no lo haré!!- exclamó la
princesa, que entonces levantó la cabeza y lo miró firme y decididamente- ¡¡Son
mis amigos y no pienso traicionarlos!!
El chico con gafas suspiró,
decepcionado. Se acercó y pegó tanto su cabeza a la de ella que le susurró al
oído:
- Solo quiero que sepas que para mí lo
eres todo, y estoy dispuesto a morir para salvarte…- y luego añadió, tratando
de aclarar la situación de Cristal- ¿crees que alguno de los elegidos daría su
vida por ti, que de verdad les importas?
La chica con coletas recordaba
perfectamente a los dos jóvenes. Por un lado Eduardo, quien se atrevió a ir a
la morada de Venigna para tratar de detenerla, luchando incluso a muerte contra
dos poderosas gárgolas de piedra, solo para salvarla.
Por otro lado Erika, que luchó en
varias ocasiones no solo por ella sino también por el resto de sus guardianes,
aún sabiendo que corría peligro. En el último combate demostró que estaba
dispuesta a dar su vida por Alana, y las lágrimas que cayeron por sus mejillas
durante el abrazo que le dio antes de su combate contra la bruja de Metroya, le
dejaron claro que sí le importaban todos y cada uno de sus guardianes.
La princesa miró a Ray, aparentemente
segura de sí misma:
- Confío en ellos.
Aquella respuesta decepcionó al chico
de negro, que se separó de ella y le dijo con un leve tono de advertencia:
- Entonces tendrás que elegir…o ellos
o yo…- y con un gesto de mano hizo que apareciera un agujero oscuro a su lado-
esperaré tu respuesta mañana por la noche.
Mientras caminaba lentamente a la
brecha oscura Ray decía, bastante seguro y con indiferencia:
- Piénsalo, Cristal…te aseguro que
tomar esta decisión te llevará mucho tiempo.
La chica lo observaba alejarse, firme
y aparentemente segura de sí misma. Sin embargo, lejos de lo que trataba de
fingir, en su interior ocultaba una profunda preocupación, que intuyó él la
veía como un libro abierto. Cuando por fin llegó hasta el agujero oscuro, le
dirigió una última mirada:
- Confío en que tomarás la decisión
correcta…- y antes de adentrarse por completo en las sombras, se despidió con
una media sonrisa- hasta entonces, Cristal.
El chico de negro finalmente
desapareció del lugar, junto con el agujero negro y sin dejar rastro. Cristal,
por fin sola, no pudo aguantar más y cayó de rodillas sobre la hierba. De su
rostro se había esfumado la expresión seria que tenía hasta hace unos momentos.
Con la cabeza bajada, las manos apoyadas y la mirada perdida, respiraba
jadeando mientras le temblaban los puños, a la vez que el corazón.
Una serie de sentimientos
contradictorios recorría todo su ser. Se maldecía a sí misma por ser tan
indecisa y por ser tan estúpidamente idiota como para estar enamorada de un
enemigo, Si su conciencia sabía de sobra que no debía de estar haciendo aquello,
entonces… ¿por qué se sentía tan confusa y desorientada? ¿Estaba obedeciendo
realmente a sus principios? ¿Qué camino debería seguir? ¿Seguiría los dictados
de la razón o del corazón?
En medio de todas estas preguntas, tan
solo una se reflejaba con total e inmensa claridad en su cabeza. Se preguntó a
sí misma, apretando los puños:
“Maldita sea… ¿qué debo hacer?”
Al día siguiente, el grupo decidió
cambiar de camino y tomar una nueva ruta que, con suerte, esperaban que fuese
menos peligrosa. Aquel bosque estaba repleto de criaturas horrorosas que en más
de una ocasión les había dificultado la marcha.
Se dieron cuenta de que conforme se
adentraban en el corazón del bosque, más y peligrosos monstruos les salían al
paso, de modo que decidieron dar un pequeño rodeo sorteando el centro del
lugar, confiando con ello en que consiguieran avanzar de una forma más rápida.
Al atardecer de ese mismo día,
mientras los demás preparaban el sitio elegido para acampar aquella noche,
Erika se dio cuenta de que Cristal no estaba allí. Miró a su alrededor y la
encontró con la mirada, sentada a lo lejos en lo alto de una colina. Enseguida
soltó sus herramientas y miró al perro diciendo:
- ¿Rex, puedes ocuparte de esto un
momento? Voy a hablar con Cristal.
- Claro, ve con ella.
La chica lo miró, agradecida, antes de
acercarse a la mochila de provisiones. Cogió una manzana y caminó lentamente
colina arriba, al encuentro de Cristal. Hacía ya un par de días que Erika
notaba a su amiga demasiado alegre y risueña, como si estuviera en las nubes, y
eso era algo muy raro en ella.
Verla de repente apagada y deprimida,
en contraste con los anteriores días, le resultaba muy raro y sospechoso. Sabía
que algo malo le pasaba, y estaba dispuesta a ayudarla en todo lo que pudiera.
La princesa estaba sumergida en sus
pensamientos, con la mirada perdida en el horizonte, mientras el sol del
crepúsculo iluminaba aquella extensa franja del bosque. No había pensado en
otra cosa desde la noche anterior, y sólo le quedaban unas pocas horas para
confirmar su respuesta. Un conflicto interior en un mar de dudas se libraba
dentro de ella. No sabía qué hacer, y en aquellos momentos sólo deseaba tener
una respuesta clara a sus prioridades.
Hundió la cabeza entre sus brazos
tratando de olvidar todo lo que la rodeaba, deseando no haber conocido nunca a
Ray. De no ser por él, que era el centro de sus pensamientos, no estaría en
aquella difícil y dramática situación, en la que tenía que elegir a sus amigos
o a él. Sin duda en ambos casos, inevitablemente aquella decisión la haría
elegir a uno de los dos bandos: o el grupo de aventuras dispuesto a salvar el
mundo, o la organización Muerte, cuya intención es destruirlo.
Por otro lado, también se dio cuenta
de que por fin había cumplido su sueño de encontrar el amor verdadero. Sin
embargo, ¿De verdad el chico de negro sentía lo mismo por ella, o la estaba
usando como medio para llegar hasta Erika? ¿Era realmente Ray el amor de su
vida?
En ese momento una voz conocida la
despertó de sus pensamientos, que la sobresaltó mientras se acercaba y volvía a
la realidad:
- ¡Hola, Cristal!
- Hola, Erika…- respondió la princesa,
en tono apagado y deprimido.
La chica se sentó junto a ella, en la
hierba, mientras decía con una alegre sonrisa:
- No has comido nada en todo el día.
Tendrás hambre, ¿verdad?- y ofreciéndole la manzana, dijo- ¡Toma, come, te
sentará bien!
La princesa cogió el regalo, no muy
motivada por el obsequio. Respondió sin ganas:
- Gracias, pero…no tengo hambre.
Erika supo entonces que, por mucho que
intentara sacarle una sonrisa a su amiga, no conseguiría animarla. Decidió ir
directa al grano, cambiando de tema:
- Cristal, sé cuando alguien está mal
y las cosas no van bien, como es tu caso… ¿sabes que puedes confiar en mí,
verdad?
La chica con coletas miraba la manzana
en sus manos, pensativa. Tardó un poco en hablar, antes de preguntar, con
inseguridad:
- Erika, yo… ¿puedo hacerte una
pregunta?
- Dime.
En ese momento la ladrona la miró a
los ojos, preocupada:
- Tú… ¿confías en mí?
Al principio Erika se sorprendió con
la pregunta, pero enseguida sonrió de oreja a oreja. Lo que dijo sorprendió a
Cristal, que la miraba perpleja y asombrada:
- ¿¡Pero qué pregunta es ésa!? ¡Pues
claro que sí!- exclamó la joven elegida con una gran sonrisa- ¡me salvaste la
vida y luchas para protegerme… eso es algo que no tiene precio!
Al cabo de unos segundos en los que no
hubo respuesta, al final la princesa bajó la cabeza, sollozando mientras se le
llenaban los ojos de lágrimas. Erika se sorprendió de repente cuando vio que su
amiga estaba llorando:
- ¿¡Cristal, qué te pasa!?- dijo la
chica, preocupada- ¿¡es que acaso eso es algo malo!?
- No…es que…yo…por mi parte…estoy
haciendo cosas horribles…
Erika puso ambas manos en los hombros
de Cristal. Trató de calmarla en medio de su llanto silencioso:
- No pueden ser tan horribles… ¡vamos,
cuéntamelo!- la animó con una media sonrisa- sabes que puedes confiar en mí.
- Me odiarás si te lo cuento.
- No digas tonterías, ¿por qué iba a
odiarte?
Había llegado el momento de la verdad.
La princesa finalmente iba a decirle el secreto que había estado guardando
durante los últimos días, y que sabía tarde o temprano tendría que conocerlo
alguien. Cristal tardó un poco en responder, y cuando lo hizo, pronunció
lentamente y con miedo en sus palabras:
- Pues…porque yo…estoy enamorada…del
tipo que nos atacó la otra vez…del chico que intentó matarte.
Aquella respuesta pilló completamente
por sorpresa a Erika, que no se la esperaba para nada. La chica palideció de
repente, muda de la sorpresa y con la boca abierta, que se quedó en silencio
durante unos segundos, tratando de asimilar la idea. Al cabo de un breve
momento sin respuesta, finalmente Erika pudo pronunciar, perpleja y
sorprendida:
- ¿Lo dices…en serio?
- Si.
- ¿Estás segura de que no se trata de
algún truco o hechizo mágico creado por él?
Cristal negó con la cabeza, y
respondió mientras se llevaba una mano al corazón:
- Yo también me pregunté lo mismo hace
tiempo, pero me di cuenta de que no tiene nada que ver con eso…- hizo una
pausa, suspiró y continuó- sigo siendo la misma y lo siento…siento que esto es
real…
Erika la miró a la cara y se
sorprendió mucho cuando Cristal esbozó inconscientemente una pequeña sonrisa de
felicidad, que no pudo ocultar. Sus ojos y sonrisa risueña eran la clara prueba
de que la princesa no mentía, realmente estaba enamorada.
Erika conocía de sobra aquella
sonrisa, y podía reconocer enseguida a alguien que tuviera el estómago lleno de
mariposas y con una visión del mundo color de rosa. Con una media y dulce
sonrisa, le preguntó a su amiga:
- ¿Y cuánto tiempo llevas con él?
- Hace una semana que empezó todo.
Fue entonces cuando Erika la miró y,
sin rodeos ni vacilaciones, le preguntó:
- Dime solo una cosa, Cristal… ¿de
verdad le quieres?
Aquella incógnita dejó a la chica con
coletas sin habla, durante unos segundos de silencio. Al recordar los combates
librados contra el miembro de la organización Muerte y las noches que había
pasado junto a él, encontró la respuesta oculta en lo más profundo de su
corazón. Con los ojos llenos de lágrimas, afirmó temblando y sollozando:
- Si, pero…soy una mala persona…no
debería hacer esto…
Acto seguido, y viendo que no podía
aguantarlo más, finalmente rompió a llorar. Erika la abrazó enseguida, tratando
de consolarla. Le dijo, sonriendo dulcemente:
- Demostrar tus sentimientos por
alguien no es nada malo, sólo lo consideran así los que nunca se han
enamorado…y, créeme Cristal, todos lo sienten alguna vez.
La princesa lloraba, con la cabeza
apoyada en el hombro de Erika, mientras ésta la abrazaba. Dejó que su amiga
descargara todo el peso emocional que llevaba encima:
- Tranquila, seguro que todo esto
tiene una solución…- y para aliviarla, añadió diciendo- y no te preocupes, tu
secreto está a salvo conmigo. No se lo diré a nadie.
Tras eso le dijo, profundamente
agradecida:
- Sé que harás lo correcto…porque
confío en ti.
Mientras tanto, al pie de la colina,
el perro contemplaba la escena con emoción. Erika había conseguido lo que los
demás no pudieron ese día: tratar de llegar al corazón de la princesa. Rex no
pudo evitar sonreír, aliviado, al ver que por fin Cristal se mostraba más
abierta a sus amigos.
Era casi medianoche. Ray aguardaba
paciente, oculto entre las sombras de los árboles, la llegada de Cristal. La
hora de encuentro se acercaba y aquella noche la chica debía darle una
respuesta a la proposición que le había ofrecido él la noche anterior.
En ese momento cerró los ojos y un
flashback tomó protagonismo en su mente. A su memoria llegaron los recuerdos de
la organización Muerte, ocurridos días atrás.
El chico se encontraba en el gran
salón del trono, para comunicar los últimos informes como cualquier miembro de
la organización, y se arrodilló unos metros frente al altar:
- ¿Quería verme, padre?
Del trono sumido en la más absoluta
oscuridad se abrieron unos siniestros ojos rojos, que clavaron la mirada fija
en el joven con gafas. Seguido de ellos, una voz profunda y de ultratumba
resonó con fuerza en cada uno de los rincones de la estancia, iluminada por
antorchas:
- Ray, no has conseguido eliminar a la
elegida…exijo una explicación.
El chico de negro bajó la cabeza y,
tras una breve pausa, comenzó a hablar:
- Lo siento, padre. Ella y sus
guardianes…se han vuelto más fuertes de lo que creíamos…- explicó Ray- no tuve
oportunidad y me vi obligado a huir, pero…
No terminó de hablar. Una garra de
oscuridad le agarró y oprimió duramente el estómago, llegando incluso a hacerle
daño. Otra garra oscura lo levantó en el aire, agarrando y alzándolo por el
cuello. El chico gritaba de dolor mientras finos hilos de sangre brotaban de su
estómago:
- ¡¡Esa excusa no me vale!!- alzó la
voz de las sombras, enfadada- ¡¡Nunca has fallado una sola misión asignada!!
¿¡De verdad esperas que me crea que ahora huyes de un combate!?
Entonces la oscuridad gritó, furiosa:
- ¡¡Eres mi hijo, y como tal has
recibido una educación digna para ser el futuro príncipe del nuevo mundo!!
Magno y Helio, a un par de metros más
alejados del trono, observaban la situación en silencio y con total
indiferencia. No parecía darles la menor pena ver a su joven compañero de la
organización Muerte sufriendo una tortura de aquella manera. Era bastante
normal, pues los miembros de dicha organización habían muerto como humanos,
antes de convertirse en lo que eran ahora, y con ello cualquier sentimiento que
pudieran sentir consigo mismos o por los demás:
- Todavía eres demasiado joven para
soportar el peso del poder de Ludmort, y por ello aún no te he concedido el don
del sello maldito…prácticamente sigues siendo humano.
En ese momento la oscuridad comenzó a
hablar, lento y despacio, pero con enfado en sus palabras:
- Desde pequeño te han adiestrado
especialmente en el arte de matar, en no sentir compasión ni piedad alguna por
aquellos que te suplican, eliminando de esa forma con el paso de los años todo
resquicio de sentimiento que pudiera nacer de forma natural…- dijo la sombra-
¡¡te has convertido en uno de los mejores asesinos de toda la organización!!
Ray se esforzaba en pronunciar
palabra, pero la fuerte opresión en el cuello de una de las garras se lo
impedía. Además de eso, el dolor en su estómago le retenía e inmovilizaba con
gemidos y breves gritos de dolor:
- Siempre has hecho todos tus encargos
y misiones con éxito y sin ningún problema, hasta ahora…y qué casualidad, ya
van con ésta dos veces seguidas…y con el mismo grupo de personas…
El chico de negro sentía que se
debilitaba. Le costaba respirar y poco a poco perdía las fuerzas. La llama de
vida que le quedaba se estaba apagando peligrosamente a gran velocidad:
- Se supone que los elegidos por
separado son más débiles, y por tanto más vulnerables…- argumentó la oscuridad-
y sin embargo tú, que has acabado sólo con decenas de enemigos, te ves obligado
a huir por una insignificante mocosa… ¿cómo explicas eso, Ray?
Finalmente el joven con gafas pudo
pronunciar, a media voz y casi sin aire:
- L…l…la…la…prin…
En ese momento las garras de oscuridad
que lo sujetaban en el aire desaparecieron y Ray cayó al suelo, como un muñeco
sin vida:
- ¿Cómo? ¿Qué has dicho?- preguntó la
sombra.
El chico de negro respiraba
entrecortadamente, jadeando con dificultad. Movió lentamente sus brazos,
tratando de apoyarlos en el suelo. Con sumo esfuerzo logró levantar la cabeza,
mientras le temblaba todo el cuerpo, y pronunciar unas sílabas:
- La…prin…ce…sa…
- ¿Princesa?- cuestionó el líder de la
organización, confuso- ¿a qué te refieres?
Fue entonces cuando intervino Magno,
para informar a su superior:
- Si no me equivoco, debe de referirse
a la princesa Cristal, hija de los reyes Arturo y Aurora del continente oeste,
señor…- hizo una pequeña pausa y continuó- forma parte del grupo de los
elegidos, y los acompaña como una guardiana más.
La oscuridad comprendió enseguida lo
que estaba pasando entre su hijo y la chica con coletas, y una siniestra sonrisa
diabólica se le formó en el rostro:
- Así que una princesa…qué ironía, a
veces la casualidad puede ser graciosa, ¿no crees, Ray?- dijo, mientras dejaba
escapar pequeñas risas malvadas- ¿y ésa es la razón por las que has huido en
dos ocasiones?
El joven con gafas dirigió los ojos al
trono de oscuridad, en el cual el mayor ser oscuro que conocía le hablaba, con
una sonrisa tan clara y maléfica, que parecía el diablo en persona:
- ¿Es que acaso temes a una princesa?-
inquirió la sombra- ¿o por el contrario esa chica está despertando los
sentimientos humanos que hay en ti?
La clara mirada de asombro y
perplejidad en Ray, con la boca y los ojos abiertos como platos, fue la prueba
para confirmar las sospechas de su padre, y los demás presentes también se
dieron cuenta del secreto. El hombre de negro con pelo azul mostró una
expresión furiosa, y comentó mientras se adelantaba unos pasos al frente:
- Esa chica merece morir.
- No tan rápido, Helio…- lo detuvo la
voz profunda en seco, que añadió con una sonrisa maliciosa en el rostro-
pensándolo mejor, esa chica puede sernos útil para llegar hasta la elegida…
En ese momento el chico de negro supo
que su padre tramaba un malvado plan entre manos, y su sonrisa lo delataba.
Prestó atención cuando el líder de la organización Muerte se dirigió a él
diciendo:
- Escúchame, Ray…- le dijo la sombra-
sigue con la princesa de Oblivia, y en cuanto tengas la confianza
suficiente…dile que te entregue a la elegida.
Ray trató de oponerse a la idea por
primera vez, desde que ingresó en la organización. Temblaba con sólo pensar que
no estaba de acuerdo con su líder:
- Pero, padre…no puedo hacer
eso…porque yo…la…
Fue justo entonces cuando la sombra
borró su sonrisa maléfica de la cara, y adquirió un tono de seriedad y amenaza
cuando dijo:
- Sabes de sobra hasta dónde alcanza
mi poder…- cortó la voz profunda en seco- si te niegas a hacerlo…ella morirá.
Aquellas últimas palabras hicieron
palidecer a Ray, que se quedó con la boca y los ojos muy abiertos, al tiempo
que perdía el color del rostro. Por primera vez en su vida se preocupaba por
alguien, ya que sentía su corazón encogido y asustado y tenía mucho miedo.
A la oscuridad le bastó ver el cuerpo
tembloroso de Ray y el terror reflejado en su cara para saber que no tenía
alternativa y que debía obedecer la orden. La sombra sonrió maliciosamente de
nuevo, y se dirigió a su hijo con tranquilidad:
- Si todo esto sale bien, dejaré que
ésa chica gobierne como la princesa del nuevo mundo junto a ti…una oferta
tentadora, ¿no crees, Ray?
Las últimas palabras de su padre
resonaron en su memoria. En realidad al chico no le llamaba la atención la
política ni el gobernar un mundo. Al igual que la princesa de Oblivia, él
prefería vivir libre e independiente, sin estar atado a leyes ni formas de
gobierno. Por supuesto, seguía la voluntad del líder de la organización
obligatoriamente, pues de lo contrario lo mataría. Conocía muy bien a su padre,
y tal era la magnitud de su poder, que aún desconocía hasta dónde alcanzaba sus
límites.
En ese momento abrió de repente los
ojos, y se alejó de sus pensamientos al escuchar con su agudo oído la alerta de
unos pasos que se acercaban. Tal y como esperaba, de entre la espesura de los
árboles surgió Cristal, caminando hacia él. Ray salió de su escondite y se
reunió al encuentro.
Cuando los dos llegaron frente al
otro, el chico de negro preguntó:
- ¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?
La princesa tardó un poco en
responder. Había llegado hasta Ray con la cabeza bajada, y tras unos segundos
de silencio, levantó la mirada hacia él. Sus ojos serios y decididos dejaron
escapar por su boca:
- Sí, lo haré.
La siguiente noche, Erika no pudo
dormir. Abrió rápidamente los ojos y se levantó, sudando y jadeando. Había
despertado de una horrible pesadilla que protagonizaban Eduardo y ella, y en la
cual el joven le atravesaba el corazón a sangre fría, con la llave espada.
Todavía alterada y bastante sedienta,
cogió una botella que tenía al lado y bebió un poco de agua. Al terminar,
suspiró para tranquilizarse, y luego miró a su alrededor. Los demás dormían
plácidamente y a pierna suelta.
De repente algo le llamó atención, que
le hizo cambiar el rostro de expresión y sentir miedo y preocupación. Una
persona no estaba allí:
- ¿Cristal?- preguntó Erika, confusa y
preocupada.
Al ver que nadie respondía, el terror
se acrecentó dentro de ella. Supo que la princesa se había marchado por su
cuenta, ya que desde el exterior de la barrera mágica de protección no podía
entrar nadie que no conociera la forma, y en ese momento la barrera no parecía
haber sufrido daños de fuera.
No sabía si su amiga se había marchado
y volvería ni tampoco cuánto tiempo llevaba haciendo aquello a espaldas de los
demás, pero de lo que sí estaba segura era que andar sola por el bosque de la
muerte era muy peligroso.
Desde luego no iba a dejar a Cristal
sola ante el peligro, de modo que decidió ir a buscarla. Con valor y decisión,
la chica se levantó y abandonó el lugar de acampada, con cuidado de no
despertar a sus compañeros. Hizo aparecer mágicamente su arma en las manos, y
firme y decidida se adentró en la maleza del bosque, dejando atrás a sus amigos
dormidos.
Sabía que algo malo le había pasado a
Cristal, y debía estar preparada para cualquier tipo de peligro que la
acechara.
Caminó en silencio por el bosque,
cuidando cada paso que daba y mirando a su alrededor con precaución, sin
bajarla guardia. Guiada por el instinto y la intuición del peligro, tras unos
minutos de caminar finalmente llegó hasta un amplio claro del bosque, en dónde
la luna iluminaba con su luz todo el lugar.
Caminó un par de pasos con precaución,
y se detuvo de repente al ver una figura humana un poco más lejos, de espaldas
a ella. Se sorprendió al ver a su amiga al otro extremo del claro:
- ¡¡Cristal!!
La chica corrió, pero no llegó hasta
su compañera. Se detuvo justo en el centro del claro y se convirtió en el punto
central de mira:
- ¿Cristal, qué haces aquí?- preguntó
Erika, preocupada- ¡sabes que este lugar es muy peligroso, tenemos que irnos de
aquí cuanto antes!
Sin embargo, la joven elegida
enseguida se dio cuenta de que pasaba algo raro. Cristal estaba demasiado seria
y distante en aquel momento, y permanecía tan quieta y parada que no parecía
ser la misma de siempre. Confirmó sus peores temores cuando la princesa, de
espaldas a ella, le respondió fría y seriamente:
- He decidido hacer lo correcto.
- ¿¡Qué!?- exclamó la elegida,
confusa- ¿¡De qué estás hablando!?
En ese momento la princesa finalmente
dio media vuelta, y la miró seriamente a los ojos mientras decía:
- Lo que me dijiste ayer, lo que debo
hacer en función de mis sentimientos…y mi corazón…- explicó la chica con
coletas- por fin entiendo lo que querías decirme…y ahora sé que debo seguir los
dictados de mi corazón, porque mi mayor deseo, mi mayor sueño de encontrar el
amor…se ha hecho realidad…
Justo cuando pronunciaba estas últimas
palabras, una sombra humana apareció de la oscuridad a sus espaldas junto a
ella. Se trataba de más ni menos que de Ray, el asesino más joven de la
organización Muerte, al que la elegida reconoció al instante.
Erika palideció al verlo, con la boca
y los ojos muy abiertos, mientras temblaba. Retrocedió un par de pasos al
tiempo que decía, aterrada y asustada:
- Cristal, tú…
Antes de que Erika pudiera reaccionar,
la princesa desapareció ante los ojos de los presentes, a tanta velocidad que
sólo una rápida y fugaz ráfaga de aire dejó rastro de su movimiento. La joven
elegida se armó de valor y agarró con fuerza la vara mágica en sus manos,
mientras giraba la cabeza en todas direcciones a su alrededor, buscándola con
la mirada. Supo que había caído en una trampa, y que aunque no le gustara, se
veía obligada a luchar contra su amiga para huir y salvar la vida.
Sin embargo, Cristal era muchísimo más
rápida que ella, y la chica lo supo en el momento en que su compañera apareció
de repente a su espalda. Al girar levemente la cabeza, la joven pudo ver las
lágrimas acumuladas en los ojos de Cristal, antes de decirle:
- Perdóname, Erika.
Acto seguido le propinó un rápido y
certero golpe en la nuca, que la hizo ahogar un grito de sorpresa. Durante los
últimos segundos que le quedaron a la joven antes de perder el conocimiento,
pudo pronunciar:
- Cris…tal…
Tras eso cerró los ojos y se desplomó
en el suelo, inconsciente, mientras su arma desaparecía mágicamente. Cristal se
quedó un momento observando a Erika, desmayada sobre la hierba, y no pudo
evitar sentir un enorme remordimiento de culpa en su conciencia. Acababa de
hacer algo muy malo. Sabía que había traicionado tanto a su amiga como al resto
del grupo, y nadie podía negar lo contrario.
Fue entonces cuando Ray, al margen de
la acción de la chica, se acercó a ella. Le puso una mano en el hombro y le
dijo:
- Has hecho lo correcto.
La princesa asintió en silencio con la
cabeza. Después de lo que acababa de hacer, sabía que había elegido el bando de
la organización Muerte, y ya no había vuelta atrás.
En ese momento Ray recogió del suelo a
Erika y la cargó en brazos. Hizo aparecer un agujero oscuro al lado de ellos y
los tres se internaron en la brecha de oscuridad, desapareciendo en su interior
sin dejar rastro.
Erika despertó, abriendo poco a poco
los ojos, mientras un escalofriante frío recorría todo su cuerpo. Al tratar de
moverse, descubrió que unas duras cadenas atadas a sus extremidades se lo impedían,
y la mantenían sujeta a la pared.
Trató de forzar y de liberarse de
ellas apretando los puños inútilmente, pero lo único que consiguió fue hacerse
más daño en las muñecas. Jadeando del cansancio, sintió que apenas podía
moverse y que sus fuerzas la habían abandonado. Se sentía tan debilitada que no
tenía fuerzas para mantenerse en pie.
Con sumo esfuerzo, levantó la mirada y
observó a su alrededor la estancia en la que se encontraba. Era una habitación
de ladrillos oscura, iluminada únicamente por varias antorchas que aportaban
algo de claridad a aquel lúgubre y siniestro lugar. A juzgar por el espacio
cerrado y hermético de la habitación, no había duda de que era una celda:
- ¿Dónde…dónde estoy?- preguntó la
chica en voz alta.
En ese momento la puerta que había al
otro lado de la estancia se abrió, y por ella entraron dos figuras humanas
encapuchadas, con atuendos negros perfectamente reconocibles. Ambos se quitaron
sus capuchas y dejaron sus rostros al descubierto. Cuando la chica descubrió
que se trataban ni más ni menos que de Magno y Helio, les dirigió una mirada
rabiosa, apretando los puños y dientes:
- ¡¡Malditos desgraciados, sabía que
estabais detrás de esto!!
Viendo la furia y la rabia que
mostraba su nueva invitada, Helio le respondió, sonriendo con malicia:
- Oh por favor, Erika… ¿qué formas son
esas de recibir visitas?
- ¡¡De vosotros no quiero nada, y
mucho menos visitas!!
- ¿En serio?- preguntó Helio con
sarcasmo, que luego se apartó y dejó la salida a la vista- ¿tampoco de ella?
Tras las palabras de Helio cruzaron el
umbral de la puerta la princesa de Oblivia y Ray, que dejó atónita y
completamente perpleja a Erika. La expresión de rabia y furia se desvaneció al
instante en el rostro de la chica, que se quedó muy sorprendida y con la boca
abierta. Sentía que su amiga la había traicionado, apuñalándola por la espalda:
- ¿Cristal…por qué…?
La princesa le dirigió una mirada
triste, en la cual se reflejaba claramente arrepentimiento y culpa. Sin
embargo, aún a pesar de sus sentimientos de culpabilidad, la ladrona no le
dirigió la palabra. Helio intervino nuevamente para explicar la situación, ante
la perplejidad de la elegida:
- Se ha alistado en la organización
Muerte, y ahora ya es una más de nosotros.
Erika escuchó con furia y rabia lo que
dijo el hombre de negro, y afirmó gritando, con enfado y segura de sí misma:
- ¡¡Mientes…conozco a Cristal y sé que
ella nunca nos traicionaría!!
El contraste entre la seriedad del
resto de los presentes y la sonrisa burlona en el rostro de Helio dejaba claro
que el hombre de negro con pelo azul se reía más que su compañero Magno, de
carácter más serio y aparentemente tranquilo:
- Debes de estar delirando para decir
esas palabras…- comentó Helio, tras soltar un par de carcajadas malvadas- bien,
si tan convencida estás, ¿por qué no se lo preguntas tú misma?
Fue entonces cuando Erika dirigió sus
ojos a la princesa, quien sorprendentemente le apartaba la mirada. Era normal
que, después de lo que acababa de hacerle, no tuviera el valor y la decencia de
mirarla a los ojos. Su sentimiento de culpa y arrepentimiento era mayor a su
voluntad, y Erika empezaba a cansarse de ella. Apretando los puños y dientes
con fuerza, la elegida se dirigió seriamente a Cristal, y le dijo con enfado:
- Cristal, mírame a la cara y dímelo…
Pasaron varios segundos de silencio en
los que la princesa no se movía ni pronunciaba palabra alguna. Se dedicaba a
mirar al suelo con la cabeza, tratando de ocultar su vergüenza. Erika volvió a
decir, esta vez alzando más la voz:
- ¡¡Mírame, Cristal!!
Pasaron otros segundos de silencio,
sin respuesta, en los que la ladrona sentía que interiormente se encogía cada
vez más, ante el enfado de su amiga. Justo cuando finalmente Cristal le dirigió
la mirada triste y estuvo a punto de pronunciar palabra, la chica volvió a
gritar:
- ¡¡Dímelo, Cris…!!
- ¡¡Ya basta de tonterías!!- la cortó
Magno en seco, fría y seriamente- ¡¡no es momento de perder el tiempo!!
El resto de los presentes lo miraron,
y Erika calló de repente ante la poderosa e imponente voz de Magno. El hombre
de negro con pelo rojo les dijo a los demás, en tono indiferente:
- Todavía falta una visita…y de hecho,
la más importante.
Tras las palabras de Magno empezaron a
oírse pasos por el pasillo oscuro, que se acercaban cada vez más a la puerta.
El silencio se apoderó de la estancia, y Erika intuyó que eso no era nada bueno
sino todo lo contrario, ya que los tres hombres de negro y Cristal se agacharon
en reverencia a la espera.
Para que Magno y Helio mostraran tal
respeto de aquella manera, el que se aproximaba sólo podía ser una persona, y
el miedo y el terror se apoderaron al instante de ella. Temblaba
inconscientemente, sabía que algo muy malo se acercaba.
Su rostro palideció de repente como si
hubiera visto un fantasma, mientras abría los ojos y la boca, sin palabras. Su
voz enmudeció al ver aparecer por la puerta a la persona que ella nunca imaginó
ver allí:
- No…no puede ser…- dijo la chica,
completamente atónita y horrorizada.
- Cuánto tiempo, Erika- saludó el
recién llegado a la celda, con una inocente sonrisa afable- veo que sigues
igual desde la última vez que nos vimos.
La joven no entendía nada. En un solo
instante se rompieron todos los esquemas mentales y el concepto que tenía de
precisamente aquella persona. Creía que se trataba de una horrible pesadilla,
de la que despertaría en cualquier momento:
- ¡¡Alejandro!! ¿¡Qué hace usted con
estos tipos!?- preguntó ella, confusa y perpleja, que luego exclamó asustada y
desesperada- ¡¡huya de aquí enseguida, rápido!!
Sin embargo, y para mayor y
escalofriante sorpresa, el mago legendario lo que hizo fue reírse irónicamente
de una manera descarada, algo que dejó a la chica todavía más confusa.
En ese momento Magno, Helio, Ray y
Cristal se levantaron de la reverencia, y se colocaron a espaldas del mago con
majestuosa capa, mirando a Erika. Al cabo de unos segundos de risa burlona,
Alejandro dejó de reír y se dirigió a la joven atada a la pared, que no
entendía nada de lo que estaba pasando:
- No, querida, me temo que te
equivocas…- sonrió cálida y afablemente Alejandro- soy su amo y señor, y como
comprenderás no puedo dejarlos solos a su suerte…confían en mí, ¿sabes?
- ¿Qué…qué quiere decir?- preguntó la
chica, confusa y asustada.
El mago legendario cambió radicalmente
de expresión, y su aparente rostro amable y bondadoso fue sustituido por una
diabólica sonrisa malvada. Alejandro se acercó a Erika y, con una de sus manos
frías como el hielo, le levantó la barbilla para mirarla directamente a los
ojos.
Lo que le dijo en aquel momento le heló
la sangre y la dejó mucho más pálida que antes:
- Yo soy…el líder de la organización
Muerte.
Aquellas palabras cortaron la
respiración de Erika por un instante, que descubrió horrorizada los ojos llenos
de oscuridad de su anfitrión, mirándola fijamente a los suyos. Alejandro, con
una sonrisa maléfica, separó la mano de su cara mientras la chica respiraba
entrecortadamente, jadeando, y con la cabeza agachada.
Fue entonces cuando una serie de
recuerdos pasaron fugazmente por su memoria, que la hacían pensar con toda
seguridad que aquello no podía ser verdad. Tenía que ser una pesadilla. Aquel
hombre oscuro y asesino no tenía ni punto de comparación con el Alejandro
amable y honesto que ella recordaba, el que luchó junto a ellos y les salvó dos
veces la vida.
Trataba de asimilar desesperadamente
la idea, pero le resultaba imposible. No podía creer que aquello estuviera
ocurriendo de verdad:
- No…no es…posible…no puede…ser
verdad…
Los recuerdos que mantenía en su
memoria la hicieron reaccionar, que exclamó, alzando la voz con inseguridad:
- ¡¡Pero si…si luchaste a nuestro lado
en Nautight…y también en el desierto a las afueras de Vildenor!!- argumentó
ella, perpleja y asustada- ¡¡Nos salvaste la vida, nos diste cobijo, comida y
agua, y nos protegiste!!- exclamó Erika, que luego añadió alzando la voz, con
fuerza- ¡¡Tú mismo te enfrentaste a Lectro y a ése chico de negro…luchaste por
nosotros, arriesgando tu vida!!
Y fue en ese momento cuando la chica
gritó, apretando los puños:
- ¡¡Salvaste el mundo una vez, junto a
los primeros elegidos!!- dijo Erika- ¡¡Después de todo por lo que pasaste, de
todo por lo que luchaste, de todo por lo que te esforzaste…!! ¿¡Por qué ibas a
querer destruirlo!? ¡¡Contéstame!!
Tras acabar de hablar la joven ésta se
quedó sin habla, esperando la respuesta de Alejandro. El mago legendario no
respondió ni dijo nada durante unos segundos. Cuando por fin decidió hablar,
pronunció seriamente diciendo:
- Porque este mundo está
podrido…porque, desde el principio de vuestra existencia, los humanos lo habéis
contaminado y envenenado…porque con el paso del tiempo y los siglos, lo habéis
deteriorado de tal forma que ya es irreconocible a como era antaño…- explicó
Alejandro- por eso y porque ya está irremediablemente condenado a morir…ésa es
la razón que me impulsa a borrar este maldito planeta antinatural…y poder
crear, gracias a Ludmort, el nuevo mundo perfecto, lleno de vida y pureza
eterna…sin humanos que lo conviertan en un infierno…
El mago oscuro dejó claro entonces
cuál era su verdadero plan, respaldado por la organización de hombres de negro:
- Volver a empezar de nuevo, tal y
como lo hizo el mundo hace miles de millones de años…ése es el objetivo por el
que fundé la organización Muerte.
Erika escuchaba, perpleja y
horrorizada, cada una de las palabras del mago legendario. No podía creerlo,
pero era verdad. Ahora por fin descubría la verdadera faceta oculta de
Alejandro, ajena a su dulce apariencia exterior, y resultaba ser un alma sin
escrúpulos y llena de maldad y oscuridad.
Fue en ese entonces cuando la chica
finalmente lo entendió todo y, con la cabeza agachada, apretó los puños con
fuerza. Lo veía todo tan claro que levantó de nuevo la cabeza, y miró al mago
oscuro a los ojos, enfadada:
- ¡¡Maldito desgraciado!! ¿¡Pretendes
matarnos a todos por un mundo mejor!? ¿¡A qué psicópata descerebrado se le
ocurriría semejante idea!?
El líder de la organización Muerte
sonrió ante la fiereza de la joven, y le respondió con la misma sonrisa
malvada:
- Lo sé, hacen falta muchos
sacrificios…pero son necesarios por el bien de un mundo mejor…- y luego añadió-
piensa que con ello se acabará el dolor…y la gente dejará de sufrir…un lugar
donde no existan el dolor y la tristeza, sino todo lo contrario… ¿no es ése el
mundo ideal y perfecto al que aspiráis inútilmente los seres humanos? ¿No te
parece increíble?
- ¡¡Tú lo que estás es loco!!- replicó
Erika, enfadada y apretando los puños- ¡¡No entiendo cómo pudiste ser el
guardián de los primeros elegidos hace quince años…ellos nunca te habrían
aceptado tal y como eres!!
En ese momento Alejandro se tornó
serio y cambió de tema, dirigiéndose a la chica:
- A mí también me desconcierta que las
armas sagradas hayan elegido a un par de niños para la difícil labor que se
espera de ellos…es la primera vez en toda la historia de Limaria que unos
portadores son tan jóvenes como vosotros, llenos de vida y esperanza…nunca
antes había ocurrido nada semejante…- y luego la miró a los ojos, con una
pícara sonrisa maliciosa- ¿significa esto…que por fin vosotros sois los últimos
elegidos? ¿Los que salvaréis Limaria, romperéis el ciclo y destruiréis a
Ludmort…para siempre?
Erika lo miraba, rabiando y con una
dura expresión enfadada, mientras Alejandro parecía sorprendido por sus propias
palabras:
- Vaya, vaya…de ser eso cierto, debería
matarte aquí y ahora, sin pensármelo dos veces…o de lo contrario todo mi plan
se arruinaría y vendría abajo.
La chica atada a la pared preguntó
entonces, al pensar una cosa:
- ¿¡Por qué…por qué no nos mataste
cuando tuviste la oportunidad?
La expresión pensativa del mago
legendario desapareció de repente, y en su lugar se dibujó una clara sonrisa
maléfica:
- Si lo hubiera hecho, el juego habría
acabado demasiado pronto, ¿no crees?- sonrió Alejandro- además, me gusta
disfrutar al máximo de los juegos…y este no ha hecho más que empezar.
El líder de la organización Muerte se
acercó de nuevo a la chica, y le dijo en un tono cálido pero a la vez
amenazante:
- Tal y como dice la profecía, Eduardo
y tú sois los únicos capaces de echar por tierra mis planes…estando juntos,
claro está- afirmó con seguridad- de modo que, si acabo sólo con uno de
vosotros, ya no tendría por qué preocuparme…y la verdad es que me da pena tener
que matarte…
Alejandro se acercó mucho más a ella,
pegando casi su rostro con el de la chica:
- Te propongo un trato, Erika…si
accedes a casarte conmigo y me entregas todo tu poder como elegida de la vara
mágica, dejaré que vivas…- y pronunció las siguientes palabras de tal forma que
le heló la sangre a la joven-…a cambio de la vida de tu compañero.
Aquello dejó sin palabras a Erika, que
palideció de repente. Sabía lo que eso significaba: vivir ella a cambio de la
muerte de Eduardo. Técnicamente si uno de los dos elegidos moría, ya era
inevitable la destrucción del mundo, y el que sobreviviera no podía hacer nada
por sí solo.
El trato que le ofrecía Alejandro era
bastante tentador, ya que le prometía vivir. Sin embargo, si Eduardo moría y
con él Limaria, ¿no moriría ella también, junto con sus amigos y el resto de
los millones de habitantes de aquel mundo mágico y el suyo, La Tierra? ¿Qué le
aseguraba que seguiría con vida tras la destrucción del planeta? Y en tal caso,
¿sería feliz estando sola y tras perder todo cuanto amaba, todo cuanto
quería…en un mundo vacío y lleno de soledad?
Todas estas preguntas hicieron que
Erika bajara la cabeza, dudara y se preguntara a sí misma. Se pasó unos largos
segundos en silencio, meditando, mientras el resto de los presentes la miraban,
esperando su respuesta. Al cabo de un largo rato de tensión e intriga, la chica
atada a la pared finalmente tomó una decisión.
Levantó de nuevo la cabeza mirando a
Alejandro y, con la mirada seria y decidida, le dijo claramente:
- Vete a la mierda, gusano repugnante.
A Alejandro pareció hacerle gracia el
insulto de la joven, no mostró ninguna expresión de enfado al respecto. Viendo
que Erika no accedía voluntariamente a ayudarlo, respondió con una sonrisa
malvada:
- Muy bien, entonces te haré una
oferta que no podrás rechazar.
El mago legendario se alejó de ella,
dio media vuelta, y mientras caminaba lentamente hacia el centro de la
habitación, decía:
- Muchos conocen el alcance de mi
poder, por eso me temen…y creo que tú también lo has comprobado en numerosas
ocasiones a lo largo de tu viaje…- en ese momento paró en seco, y volvió la
mirada hacia la prisionera- ¿no es cierto, querida?
Erika sabía que tenía razón. Sus
amigos y ella se habían enfrentado a todo tipo de peligros puestos por la
organización, luchando incluso contra algunos de sus miembros, y todos eran
extremadamente poderosos. De los combates librados habían salido milagrosamente
vivos gracias a los guardianes de la fuerza. Tratándose de Alejandro, el
cabecilla y artífice de todo aquello, sabía que hablaba muy en serio:
- ¿Qué es lo que quieres?- repitió la
chica, seriamente.
El líder de la organización Muerte
sonrió, satisfecho. Parecía que la joven por fin iba a acceder a colaborar con
él:
- Ya te lo he dicho…cásate conmigo y
entrégame tu poder…o de lo contrario tus amigos morirán.
Aquellas palabras fueron un duro golpe
para Erika, que palideció de repente. El miedo y el terror comenzaron a
invadirla por dentro de tal forma que empezó a temblarle todo el cuerpo. Sintió
que el corazón le encogía y se volvía tan pequeño que parecía que podía
partirse en cualquier momento, y en consecuencia sentía que la faltaba la
respiración.
Podía ver las imágenes mentales de sus
amigos crujirse y explotar en mil pedazos, y la sola idea de perderlos, después
de todo lo que habían pasado juntos, le aterraba.
Dirigió la mirada a Cristal, buscando
apoyo, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas. La princesa de Oblivia
supo que aquellos ojos pedían ayuda, y se le encogió aún más el corazón al
comprobar, a través de la mirada de Erika, que la elegida todavía confiaba en
ella.
Finalmente la prisionera bajó la
cabeza y, con lágrimas cayendo por sus mejillas, dijo con profunda tristeza y
pesar:
- Sí…lo haré.
En ese momento Cristal no pudo
aguantarlo más. Durante toda la escena se había reprimido a sí misma indicando
que lo que había hecho estaba bien, si lo hacía por amor, pero una parte de su
conciencia la torturaba incesantemente sin parar.
Al ver a Erika sufriendo y obligada a
sacrificar su mayor don a cambio de la vida de sus compañeros, finalmente
Cristal se dio cuenta de la terrible gravedad de la situación. Había llevado a
su amiga a una trampa y se la había servido al líder de la organización Muerte
en bandeja de plata. Tenía que rescatarla y sacarla de allí cuanto antes, para
enmendar el fatal error que había cometido.
Cogió su estrella ninja con fuerza y
se lanzó decidida a atacar a Alejandro por la espalda, mientras gritaba:
- ¡¡NOOO!!
El mago legendario, sin ni siquiera
inmutarse, giró levemente la cabeza mientras una garra oscura apartó de un
brutal manotazo a la princesa, que la lanzó de espaldas contra una pared de la
celda:
- ¡¡Cristal!!
La chica con coletas escupió sangre
por la boca, debido al fuerte impacto contra la pared. Apoyó las manos y trató
de levantarse del suelo, pero justo entonces aparecieron Magno y Helio frente a
ella, dispuestos a acabar con su vida:
- ¡¡No, por favor!!- gritaba la
elegida, asustada- ¡¡No lo hagáis!!
Justo cuando los dos hombres de negro
iban a darle el golpe de gracia con sus respectivas magias, Fuego y Hielo, un
gesto de la mano de Alejandro bastó para detenerlos:
- Magno, Helio, ya basta- ordenó el
líder, seriamente.
Ambos hombres de negro de apartaron a
un lado, y el mago oscuro se adelantó un par de pasos dirigiéndose a la chica
con coletas. No parecía sorprendido por la reacción de Cristal, mientras la
princesa lo miraba, desafiante y jadeando:
- Vaya, si al final resulta que Erika
tenía razón…sin duda digno de todo un guardián, protegiendo a los elegidos
hasta el final…- comentó Alejandro, decepcionado e indiferente- una verdadera
lástima, pero visto lo visto, no me dejas otra opción que matarte.
De nuevo una garra oscura rodeó y
apretó el cuello de la princesa, que la levantó y alzó, sujetándola en el aire.
Alejandro sonrió maléficamente mientras decía las siguientes palabras:
- Pobre necia ingenua… ¿acaso no sabes
con quién estás tratando? Has tenido mucho valor para atacar de esa manera al
futuro soberano del nuevo mundo.
La chica con coletas intentaba
liberarse inútilmente de lo que la aprisionaba, en vano. No tenía fuerzas para
resistirse a aquel poder, muy superior a ella. Alejandro le dijo entonces, con
una sonrisa diabólica:
- Siéntete afortunada al morir a manos
de un dios.
Sin ningún gesto aparente, el mago
legendario hizo que aparecieran más garras oscuras, con las uñas afiladas.
Bastó su propia voluntad asesina para que sus nuevas extremidades se lanzaran
directas a Cristal, que empezaron a desgarrarle la piel a sangre fría por todo
su cuerpo, mientras la chica gritaba de dolor como nunca antes lo había hecho.
Erika cerró los ojos y agachó la
cabeza, mientras temblaba de miedo y los gritos desgarradores de su amiga
retumbaban en sus oídos como una horrible tortura. La joven no podía ver
aquella carnicería sangrienta, en la que Cristal perdía lenta y dolorosamente
la vida:
- ¡¡Para, no sigas!!- gritó la elegida,
llorando de miedo y con los ojos llenos de lágrimas- ¡¡Basta ya, por favor!!
En ese momento Alejandro detuvo el
ataque, la garra que sujetaba a Cristal la soltó y ésta cayó al suelo,
gravemente herida. Erika vio, temblando y sollozando, que la princesa yacía
inerte en el suelo un poco más lejos, y perdía mucha sangre por cada minuto que
pasaba:
- Esto es lo que les pasa a todos los
que se oponen a mi voluntad- aclaró Alejandro, seriamente.
La joven elegida vio cómo el mago
oscuro se acercaba lentamente a Cristal, para darle el golpe de gracia. La
princesa había perdido el conocimiento y no podía defenderse, estaba
completamente a su merced. Erika lloraba, mientras las lágrimas caían por sus
mejillas y decía, suplicando:
- Basta…haré lo que quieras…pero…no…no
dejes que muera…- dijo, sollozando- por favor…
Cuando Alejandro por fin llegó hasta
ella, volvió la vista a la chica atada a la pared. Respondió serio e
indiferente:
- Me temo que eso no va a ser
posible…ha dejado claro de qué bando está, y no puedo arriesgarme a que
dificulte más mis planes.
Tras eso miró de nuevo a la chica con
coletas en el suelo, y sonrió con maldad diciendo, antes de que una de sus
garras oscuras acabara con ella:
- Adiós, princesa Cristal.
- ¡¡NOOO!!- gritó Erika, a pleno pulmón.
Lejos de lo que imaginaban todos, en
el momento en que la garra se lanzó directa a la ladrona, ocurrió algo
sorprendentemente inesperado, que dejó perplejos al resto de los presentes en
la celda.
Entre la garra oscura y Cristal se
interpuso una espada, cuyo portador empuñaba firmemente, manteniendo a raya a
la poderosa garra. En aquel momento Alejandro fue el más sorprendido de todos,
que no esperaba para nada la repentina actitud de su hijo:
- ¿Qué estás haciendo, Ray?- preguntó
el mago oscuro, seriamente.
- Lo que me enseñó ella, padre…hacer
lo correcto…- respondió el chico de negro- porque la amo.
Alejandro supo entonces lo que pasaba.
Miró a Cristal, a espaldas de su hijo, y luego a Ray. Tenía una nueva mirada
brillante y decidida, muy diferente a la de antes. Sus antiguos ojos asesinos
habían desaparecido sin dejar rastro, y en su lugar ahora había otros llenos de
fuerza y energía, que juraban proteger a la princesa a toda costa de cualquier
peligro:
- Ha ocurrido lo que me temía…-
explicó Alejandro, con decepción- esa chica ha despertado sentimientos en ti
que nunca quise que hicieras… y con ello te ha vuelto más humano, más débil,
más vulnerable…justo todo lo contrario que se esperaba de ti…
Alejandro se dio cuenta entonces de
que su hijo ya era un caso perdido, y que ya no volvería a ser nunca el antiguo
asesino frío y despiadado que era. Haber estado con la princesa de Oblivia
demasiado tiempo lo había hecho más dócil y débil:
- Los sentimientos son debilidades
humanas innecesarias…- comentó el líder de la organización Muerte, seriamente-
y eso es en lo que te has convertido ahora…en un despojo de sentimientos
inútiles e innecesarios…y por lo tanto, ya no me eres útil.
Alejandro miró a su hijo,
decepcionado, y dijo con indiferencia:
- Es una pena tener que matarte.
Habrías sido un buen príncipe del mal… ¿pero qué le vamos a hacer?- y luego
añadió, sin importancia- ya encontraré a otro que te sustituya.
De repente, la fuerza sobrenatural de
la garra partió por la mitad la espada de Ray, como si fuera un juguete. A
continuación golpeó brutalmente a su dueño contra la pared, con la que chocó y
cayó al suelo, junto a Cristal. Magno, Helio, y Erika fueron testigos de los
acontecimientos:
- Ahora, morid los dos juntos- dijo el
mago oscuro, seriamente.
En aquella ocasión Alejandro lanzó con
su mano un nuevo y poderoso ataque mágico contra ellos. Antes de que les
alcanzara, el chico de negro reunió sus últimas fuerzas para coger a Cristal de
la mano y teletransportarse ambos muy lejos de allí, dejando atrás a Erika.
Jack despertó abriendo los ojos de
repente, sobresaltado por una pesadilla. Se levantó y miró a los demás, que
dormían plácidamente, para asegurarse de que estaban bien. Sin embargo, desde
el momento en que vio que faltaban dos personas, palideció enseguida
exclamando:
- ¡¡Erika, Cristal!!
El mago se levantó corriendo y
despertó al resto de sus compañeros, alertando de la situación. Tanto Rex como
Alana también se sorprendieron por la desaparición de las dos chicas, que no
dejaron ningún rastro en el campamento:
- ¡¡Cristal!! ¡¡Erika!!- gritaban los
tres, en todas direcciones- ¿¡Dónde estáis!?
Desgraciadamente nadie respondía, a
pesar de sus gritos y nombres. Jack desactivó en ese momento la barrera mágica
de protección, y ésta se desvaneció a su alrededor:
- ¡¡Maldita sea!!- exclamó Rex-
¿¡dónde se han metido!?
- No están aquí- respondió una voz
conocida- se han ido a otro lugar.
Aquella voz hizo que todos giraran de
repente la cabeza. Lo que vieron a continuación los dejó completamente pálidos
y con los ojos y la boca abierta. En ese momento apareció frente a ellos, de
entre la espesura de los árboles, alguien que no esperaban.
Justo cuando habían perdido toda
esperanza de encontrar a Erika, aquella aparición supuso el renacer de la luz y
la esperanza en sus corazones:
- ¡¡Eduardo!!- exclamaron los tres a
la vez, totalmente sorprendidos.
El chico caminó a paso lento hacia
ellos, mientras Alana preguntaba, asombrada:
- ¿¡Qué…qué quieres decir!? ¿¡Adónde
han ido!?
Cuando llegó junto al grupo, Eduardo
respondió diciendo:
- No lo sé, pero…es inútil que las
busquéis aquí.
- ¡¡Espera, espera!!- exclamó Jack,
todavía tratando de asimilar que el joven estaba allí con ellos- ¿¡Dónde has
estado!? ¿¡Cómo es que apareces ahora, y cómo sabes que ellas no están aquí!?
Eduardo lo miró y le dijo, firme y
seriamente:
- Las explicaciones en otro momento.
Ahora lo más importante es encontrarlas a ellas, antes de que sea demasiado
tarde.
El mago se sorprendió tanto con la
forma en que el chico pronunció aquellas palabras que se quedó boquiabierto. Al
fijarse mejor en Eduardo, le sorprendió descubrir que en sus ojos ya no había
resquicios de miedo e inseguridad, sino todo lo contrario. Su mirada ahora
albergaba una firmeza y seguridad en sí mismo que no era normal en él, al menos
desde la última vez que lo vio. No parecía ser la misma persona que ellos
conocían.
Justo cuando estaban a punto de
retomar la marcha para seguir al joven, en ese momento apareció un poco más
lejos un agujero oscuro, que los sorprendió a todos de repente.
Palidecieron aún más al ver que de la
brecha oscura surgieron dos figuras humanas, que cayeron estrepitosamente al
suelo mientras desaparecía el agujero de oscuridad, y la cual reconocieron
enseguida a una de ellas:
- ¡¡Cristal!!- exclamaron todos,
preocupados.
Eduardo y los demás corrieron hasta
llegar a la princesa, y palidecieron al ver el grave estado de la chica. No
sabían qué fue lo que pudo haberle dejado de aquella manera:
- ¿¡Cristal, qué ha pasado!?- exclamó
Jack, atónito y perplejo.
La princesa trataba de pronunciar
palabra, mientras jadeaba y respiraba con esfuerzo. Cuando los demás observaron
el otro cuerpo que había junto a Cristal, una expresión de sorpresa se reflejó
en el rostro de todos, que se quedaron con la boca abierta:
- ¡¡Éste…éste es el chico que nos
atacó el otro día!!- exclamó Alana.
La pelirroja tenía razón, y enseguida
el resto recordó al enemigo con gafas contra el que se enfrentaron en varias
ocasiones. Sin duda era un adversario fuerte, que los había llevado más de una
vez al borde de la muerte. Verlo ahora a sus pies, moribundo y gravemente
herido, les resultaba una imagen demasiado extraña de asimilar.
Cualquiera podría rematarle, darle el
golpe de gracia y acabar allí mismo con su vida:
- ¡¡Acabemos con él ahora que está
débil, antes de que se recupere!!- dijo Rex, rabiando y mostrando sus colmillos
en señal de furia.
El resto del grupo estuvo de acuerdo
con la idea, y cuando cogieron sus armas para rematarlo, una voz conocida los
detuvo a todos, gritando con esfuerzo:
- ¡¡Nooo!!
Jack y los demás se sorprendieron al
oír que la voz provenía de la princesa moribunda del suelo. La miraron
perplejos, mientras Cristal jadeaba y respiraba con dificultad:
- Por favor…no le…hagáis daño…
- Pero, Cristal…es el enemigo…- le
recordó Jack- el que intentó matarnos a todos…
La chica con coletas hablaba,
esforzándose en pronunciar, mientras escupía sangre por la boca:
- Lo sé, pero…me da igual…- y luego lo
miró, con lágrimas en los ojos- él…me ha…salvado la vida…
- ¿¡Qué!?- exclamaron todos,
sorprendidos.
En ese momento la princesa miró a sus
amigos, con unos ojos tan serios, firmes y decididos, que dejaban claro que
protegería al chico de negro, con todas sus fuerzas y de cualquier peligro:
- por eso…no permitiré…que le hagáis
daño…porque yo…le quiero…
Aquellas palabras dejaron sin habla a
Eduardo y los demás, que finalmente comprendieron los sentimientos de Cristal
por ése chico. Fue entonces cuando decidieron guardar sus armas y respetar el
deseo de su amiga. Además, estando el enemigo debilitado, no era justo
moralmente matarlo sin que pudiera defenderse. Cristal agradeció el gesto con
la mirada.
En ese momento Eduardo cambió de tema
y se dirigió a la princesa, que le dijo:
- Cuéntanos que ha pasado.
Lo que la chica con coletas respondió
a continuación dejó completamente pálidos y con la boca abierta al resto del
grupo:
- Ha…ha sido…Alejandro…- pronunciaba,
jadeando y con esfuerzo- él…él es…el líder…de la organización Muerte…nos
ha…engañado…todo el tiempo…
Eduardo y los demás perdieron el color
del rostro radicalmente en cuestión de segundos. Lo que acababan de oír les
parecía tan chocante y absurdo como decir que cielo y tierra eran lo mismo. No
podían creer que el que les había salvado la vida fuera el líder de la
organización Muerte. Sencillamente les resultaba imposible:
- ¡¡No digas tonterías!!- exclamó
Jack, enfadado y molesto por la broma- ¿¡Cómo va a ser él nuestro enemigo si
nos salvó la vida!? ¡¡De ser así nos habría matado hace ya mucho tiempo!!
- Por favor…tenéis que creerme…- decía
Cristal, con las lágrimas cayendo por sus mejillas- he estado…a punto de morir
en sus manos…- y dirigiéndose a Ray, aclaró- pero él…me salvó la vida…en el
último momento…
A juzgar por su mirada sincera, el
resto del grupo descubrió, totalmente pálido y atónito, que la princesa decía
la verdad. Ella no era de las que solían llorar, y cuando lo hacía era por una
buena razón.
Fue entonces cuando a Jack se le
destrozaron en mil pedazos todos los recuerdos e ilusiones que conservaba de su
mayor ídolo durante años, en un solo instante. Acababan de descubrir la
verdadera faceta de Alejandro, y no resultaba ser otro que el líder de la
mismísima organización Muerte, su mayor enemigo.
En ese momento Alana preguntó,
preocupada:
- ¿¡Y Erika!? ¿¡Dónde está!?
Cristal tosió varias veces y escupió
sangre, antes de responder:
- La tiene…Alejandro…y va a…casarse
con ella…
Aquella frase dejó todavía más atónitos
y pálidos a todos los miembros del grupo, que al principio les costó asimilar
la nueva información recibida:
- ¿¡Qué!?- exclamaron los demás, con
los ojos y la boca abierta.
El chico de rojo preguntó, aún más
preocupado que antes:
- ¿¡Dónde, cuándo, Cristal!?
- No…no lo sé…- respondió la princesa-
seguramente…dentro de unas horas…en Vildenor…
El joven comprendió entonces o que
debía hacer. Extrajo de uno de sus bolsillos un elixir, y se lo dio de beber a
Cristal, la cual se recuperó instantáneamente de sus heridas:
- Pero…eso está muy lejos de aquí…-
dijo Rex, pensando en la distancia y en lo mucho que se habían alejado de la
ciudad- no llegaremos a tiempo…
Fue entonces cuando Ray, que hasta ese
momento se había desmayado, recuperó el conocimiento. Había escuchado parte de
la conversación del grupo, e intervino pronunciando con dificultad:
- Yo…puedo llevaros…hasta allí…a
todos…con mí…habilidad especial…
Su voz llamó la atención de todos, que
volvieron las miradas hacia él. Al principio dudaron, pues anteriormente habían
luchado a muerte contra él, y lo miraban con recelo y desconfianza. Al fin y al
cabo, para ellos seguía siendo un enemigo. Entonces Eduardo le preguntó
directamente:
- ¿Crees que puedes llevarnos hasta
allí rápido?
- No…no lo dudes…- respondió el chico
con gafas.
El elegido lo veía, y todos los
recuerdos de los anteriores combates en los que lucharon contra él llegaron
fugazmente a su memoria. Si hubiera estado en la misma situación que ahora
mucho antes, sin duda lo habría matado con la llave espada. Tena motivos para
hacerlo, ya que ése chico les había hecho mucho daño, y había llevado a él y a
sus amigos al borde la muerte en varias ocasiones.
Sin embargo, en aquellas
circunstancias era diferente. La única razón por la que no blandía su arma para
matarlo era que había salvado a Cristal de una muerte segura. De algún modo le
había demostrado que, a pesar de ser miembro de una organización asesina, tenía
sentimientos y emociones como cualquier otra persona. Le había demostrado que
era humano, igual que todos ellos.
Para completo asombro y sorpresa de
todos sus amigos, Eduardo se acercó y agachó junto a Ray. Había gastado el
último elixir que le quedaba para recuperar a Cristal, de modo que tomó parte
de su propia magia, aunque supiera que su poder curativo no era gran cosa
comparado con el de Jack y Erika.
Apoyó sus manos en el cuerpo del chico
de negro, y éstas empezaron a brillar rodeadas de un aura verde alrededor:
- ¿¡Eduardo, qué haces!?- exclamó
Jack, perplejo- ¡¡Es un enemigo!!
El joven volvió la mirada hacia el
mago, y le dijo seriamente, decidido:
- Vistos los acontecimientos, ¿todavía
sigues pensando que es nuestro enemigo, Jack?- preguntó el chico, sin vacilar,
que luego añadió- si Cristal confía en él, entonces yo también…y si hace falta,
lo curaré hasta que se recupere, yo sólo.
Al principio todos dudaron, pero fue
la princesa la primera en acudir a ayudar a Ray, sin dudarlo. De esa forma,
poco a poco Alana, Rex y Jack también se acercaron y agacharon junto a Eduardo.
Con su magia curativa, todos aportaron ayuda para recuperar al que había sido
su enemigo tiempo atrás, con una leve expresión de impotencia en sus rostros.
Al cabo de un rato, el chico con gafas
se había curado completamente. Cristal se dirigió entonces a su compañero,
agradecida, ya que no tenía palabras para expresar lo que sentía:
- Gracias, Eduardo…por confiar en Ray.
El joven de rojo le sonrió, a modo de
respuesta. En ese momento también Ray le agradeció diciendo, con sinceridad:
- A pesar de haber sido tu enemigo, me
has perdonado la vida…- dijo el chico con gafas- realmente mereces ser
reconocido por quién eres…gracias de nuevo, elegido de la llave espada.
- ¡No hay de qué!- sonrió Eduardo
jovialmente, que luego añadió- y a partir de ahora no me llames “elegido”…
¡llámame por mi nombre!
El chico de negro no pudo evitar
sonreír un poco, acto que alegró a Cristal, al ver a Ray poco a poco abriéndose
a los demás.
Entonces el elegido se adelantó al
grupo un par de pasos para iniciar la marcha de vuelta a Vildenor. Sin embargo
no dio más de tres pasos cuando Cristal lo detuvo diciendo:
- Espera, Eduardo…
Dio media vuelta y la miró, confuso:
- ¿Qué pasa?- respondió él.
La princesa tardó un poco en
responder. Bajó la cabeza, avergonzada, mientras las lágrimas caían por sus
mejillas. Lloraba en silencio, sollozando y al mismo tiempo hablando:
- Perdóname…por mi culpa, Erika…está
ahora en sus manos…es mi amiga, siempre confió en mí…y yo por mi parte…la
traicioné injustamente…- explicó, llorando- por eso, yo…debo reparar el
terrible error que cometí…y traerla de vuelta con nosotros…por favor,
perdóname…
El chico se acercó a ella, le tendió
las manos en sus hombros, y la animó con una media sonrisa. Lo que le dijo a
continuación sorprendió tanto a Cristal que la hizo levantar la cabeza y
mirarlo a la cara:
- Tranquila, Cristal. Estoy casi
seguro de que ella sigue confiando en ti…y estará esperando que vayamos a
rescatarla…todos juntos.
Aquellas palabras lograron sacarle una
sonrisa a la princesa, que con los ojos llenos de esperanza, dejó de llorar y
se secó las lágrimas de sus mejillas. Ya no estaba triste, y tenía un nuevo
motivo para luchar.
Fue entonces cuando Eduardo se separó
de ella y se alejó unos pasos de los demás. Les dio la espalda a sus amigos
mientras hablaba en general, para todos:
- Chicos…el lugar donde vamos…y la
misión que emprenderemos…será peligrosa…y posiblemente tengamos que
enfrentarnos a Alejandro…
Hizo una pausa y dio media vuelta,
mirando a sus compañeros, que lo escuchaban con atención:
- No será un combate fácil…tened en
cuenta que nos enfrentamos al jefe que ha estado llevando los hilos de todos
los retos contra los que hemos luchado hasta ahora…pero esta vez, será
diferente…nos enfrentaremos a algo mucho mayor.
Pasaron unos segundos de silencio, en
los que el chico dudó un instante, antes de decir:
- No os pido que me acompañéis…ni
mucho menos que luchéis a mi lado…por eso, quien no quiera luchar, puede irse
ahora…si así lo quiere…
En ese momento Eduardo dio por
terminado su discurso, y esperó en silencio la respuesta de sus compañeros. El
mago y los demás sonrieron, orgullosos de su protegido. Acababa de de hablar
como un auténtico líder, y la confianza que tenía depositada en todos ellos les
dieron ánimos para decir:
- ¿Quién te has creído que eres?
El chico se sorprendió con aquella
respuesta, que se quedó perplejo cuando miró al mago, sonriéndole
decididamente:
- Oye, estamos todos juntos en esto-
dijo el hombre rubio de capa azul- y, aunque solo seamos los guardianes que os
guían y protegen…también somos amigos…
- Jack…
- ¿Y para qué están los amigos?-
continuó el perro, igual de sonriente- para ayudarse los unos a los otros…
- Rex…
- Y Erika también es nuestra amiga…-
intervino la pelirroja, con la misma sonrisa que el resto del grupo- por eso es
nuestra obligación ayudarla.
- Alana…
- Y además protegerla…- concluyó la
princesa, sonriendo firme y decididamente- porque somos una familia.
- Cristal…
A Eduardo se le llenaron los ojos de
lágrimas, que tuvo que secarse con las manos. No podía creer que tuviera amigos
como aquellos, y pensaba que no se los merecía. Por primera vez se sentía tan
unido a aquellas personas, que supo entonces lo importantes que significaban
para él.
Sin embargo, no era el momento de
llorar. Erika estaba en peligro, y debían rescatarla cuanto antes de las garras
del líder de la organización Muerte, Alejandro.
Cuando terminó de secarse las
lágrimas, Eduardo cambió la expresión de su rostro y, con la mirada firme y
decidida, encabezó la marcha diciendo:
- Muy bien… ¡adelante, amigos, tenemos
una boda que detener!
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