Capítulo
XXIX
REENCUENTRO
Tras salir de la ciudad olvidada y del
bosque dormido, la entrada a éste se cerró para siempre. Al parecer, Marina,
había hechizado a los robustos árboles para que éstos sólo se cerraran
únicamente cuando sus compañeros salieran de la niebla. La maga sagrada lo
tenía todo preparado para que sus amigos no quedaran atrapados de por vida en
la ciudad olvidada. La última Numu que podía entrar en ese lugar murió en su
ciudad natal, y su cuerpo descansaba ahora en la entrada de la tierra
prometida. Eduardo sabía que con la extinción de la raza de magos sagrados, la
entrada a la ciudad olvidada no volvería a abrirse nunca más.
Sin embargo, en aquellos momentos no
podía pensar en otra cosa que no fuera Jack. Desde la tragedia de su amiga no
había vuelto a ser el mismo, y sabía que por mucho que intentaran animarle, las
cosas nunca volverían a ser como antes. Los dos jóvenes también habían sufrido
enormemente la pérdida de Marina, y aunque les costara mucho, sabían que tenían
que seguir adelante.
El dolor y la tristeza aún los
golpeaban por dentro, y muchas veces soltaban lágrimas, pero al menos se
esforzaban por andar. Al contrario que ellos, Jack ni siquiera se movía. Se
negaba a comer y a beber lo que le ofrecían los dos elegidos, y como un peso
muerto y la mirada perdida se quedaba sentado en cualquier parte del camino en
la que paraban a descansar. La muerte de Marina le había afectado tanto que
incluso perdió las ganas de vivir, y en su estado parecía una débil llama a
punto de apagarse en cualquier momento.
Eduardo y Erika habían hecho un enorme
esfuerzo para moverlo y hacerlo caminar. La voluntad de ambos fue lo que hizo
caminar al mago a pasos lentos y pesados, y hacerlo salir de la ciudad
olvidada. Incluso fue muy difícil separarlo del cuerpo inerte de Marina y
sabían que de no ser por ellos, Jack se quedaría eternamente a su lado y tarde
o temprano moriría de hambre.
Los dos jóvenes no pudieron sostener
más tiempo el peso muerto del mago, ya que habían cargado con él todo el
camino, y éste cayó de rodillas y con las manos apoyadas débilmente en el
suelo. Las lágrimas salían sin parar de sus ojos tristes y apagados:
- Dejadme aquí…- pronunció débilmente
Jack- ya no me importa nada…sólo quiero reunirme lo más pronto posible con
Marina…
- ¿¡Estás loco!? ¡¡No vamos a dejarte
aquí!!- respondió Eduardo.
- ¡¡Tienes que guiarnos hasta la
montaña Conaga para recuperar la piedra angular!!- dijo Erika.
Jack los miró con profunda tristeza en
sus ojos:
- Lo siento, chicos…he perdido mi
única razón de vivir…me temo que tendréis que continuar sin mí…
La chica le espetó diciendo, con
lágrimas en los ojos:
- ¿¡Acaso has olvidado la promesa de
Marina!? ¿¡Qué pase lo que pase, nunca te rendirías en tu deber como guardián!?
¿¡Qué, a pesar de todas las dificultades, no abandonarías la lucha!?
El mago levantó la mirada,
sorprendido:
- ¡¡Le prometiste que vivirías y
seguirías adelante…que juntos salvaríamos Limaria!!
Jack calló por un momento, y tardó
varios segundos en pronunciar:
- La…promesa…
Fue entonces cuando recordó el último
minuto de vida de Marina, esos últimos segundos en los que ella, antes de
morir, le hizo prometer que, pase lo que pase, seguiría viviendo, seguiría
luchando, seguiría existiendo…por ello, y porque todavía tenía algo muy
importante que hacer.
Pasaron unos segundos de silencio
mientras Jack recordaba todos los acontecimientos que habían sucedido desde que
los dos jóvenes llegaron a Limaria. Cuando ambos elegidos lo ayudaron a ponerse
en pie el mago comprendió, a través de sus ojos llenos de lágrimas, que ellos
también sufrían la pérdida de Marina:
- Tú nos salvaste de Magno y Helio
hace tiempo, en la Tierra…no nos abandonaste en ningún momento y arriesgaste tu
vida por nosotros…habríamos muerto aquella noche de no ser por ti, y desde
entonces nos has protegido siempre…- explicó Eduardo- queremos que sepas que
para nosotros eres un gran guardián, y darte las gracias por todo lo que has
hecho por nosotros, ya que sin ti, nunca hubiéramos llegado hasta aquí…
Jack escuchaba perplejo las palabras
del chico, mientras éste hablaba con sinceras palabras:
- Del mismo modo que tú has estado
siempre a nuestro lado, tampoco permitiremos que mueras…porque todavía nos
tienes a nosotros…y te protegeremos con todas nuestras fuerzas hasta el
final…aunque nos cueste la vida.
El mago no podía contener las
lágrimas, y antes de que pronunciara una sola palabra, Eduardo y Erika se
lanzaron y lo abrazaron con fuerza. Jack los correspondió a ambos con cada
brazo, y sonrió dulcemente mientras decía:
- Chicos…gracias.
Un rato después, y tras recuperarse
todos con la magia Cura, se secaron las lágrimas y caminaron hasta divisar la
salida de la cueva a las afueras de Boneland. Aún era de noche, y ni Mudog ni
nadie de sus ayudantes se había dado cuenta aún de su ausencia ni la de Marina.
Debían de seguir durmiendo, ajenos a los últimos acontecimientos.
Eduardo pensaba en lo mucho que había
trabajado el jefe minero durante los meses desde que descubrió la entrada a la
ciudad olvidada, y de lo ansioso que parecía por desenterrar el misterio que envolvía
a aquel lugar. Lamentablemente, la única oportunidad que tenía para descifrar
el secreto de la lápida y la niebla había muerto aquella misma noche, y ahora
ni él ni nadie podía volver a entrar en el antiguo recinto de la civilización
Numu. Ellos tres eran los últimos seres humanos que habían cruzado la barrera
mágica de los magos sagrados, los últimos en toda la historia de Limaria, y que
ninguna otra persona podía volver a hacer.
Conocían de sobra el revuelo y la
conmoción que su vuelta a la ciudad esquelética provocaría, de modo que
decidieron no volver atrás y se despidieron en silencio de Mudog. Dieron media
vuelta, y a los lejos podía verse una alta montaña en la lejanía, cuya cima se
perdía en las nubes. Justo antes de empezar a caminar, Jack dijo firme y
decidido:
- ¡Adelante, a la montaña Conaga!
El mago no dio más de tres pasos
cuando Eduardo lo detuvo:
- ¡Espera! ¿¡Y qué hay de los demás!?
¡Debemos encontrarlos!
Jack se giró y lo miró:
- No sabemos si sobrevivieron ni
tampoco dónde están…y en cualquier caso, tenemos que apresurarnos y llegar
cuanto antes a nuestro objetivo, no tenemos tiempo que perder.
- Pensarás que estoy loco, y no puedo
demostrarlo, pero…sé que están vivos, en alguna parte…- dijo el chico, mientras
bajaba la cabeza y se llevaba una mano al corazón- no sé cómo, pero lo siento…-
y luego volvió a levantar la mirada, con súplica- ¡por favor chicos, tenéis que
creerme!
Jack vio reflejado en sus ojos una
seguridad y determinación que brillaban con fuerza, y supo sin lugar a dudas
que decía la verdad. El corazón valiente del joven hizo sonreír al mago, que lo
miró con orgullo. Se acercó a él y le entregó la pequeña piedra que siempre
llevaba encima:
- Muy bien, tú ganas. A partir de
ahora será como tú digas.
Eduardo miró confuso la pequeña piedra
en la palma de su mano, que se mostraba apagada en la mano de Jack, y comenzó a
brillar con fuerza en la del joven:
- Espera… ¿esto no es…?
En efecto. Se trataba del objeto que
había comprado anteriormente Jack en Mugget, y que le sirvió de ayuda para
encontrarlos a ellos en la mansión Cornelio. Tenía la utilidad de indicar al
portador si las personas queridas por él se encontraban cerca, y lo hacía
brillando. Dependiendo de la distancia, la piedra brillaba con más o menos
fuerza, y en aquel momento el objeto relucía intensamente en la mano de
Eduardo:
- Jack… ¿por qué?- preguntó el joven.
- Ya lo dije mientras corríamos por el
bosque de la niebla…ahora que he perdido a alguien que me importaba muchísimo,
ya no siento la misma seguridad de antes…aunque sonría y ría de felicidad, en
mi interior sé que nunca más volveré a ser el mismo, que siempre quedará una
parte vacía en mi corazón…alguien que duda de sí mismo no está capacitado para
guiar a los demás…- explicó el mago, con una media sonrisa sincera- pero tú, en
cambio, aún posees una energía increíble, y a pesar de que te muestres tímido e
inseguro, yo sé que en tu interior brilla una cálida luz, que demuestra tu
auténtico valor y seguridad en ti mismo…
El chico lo miraba perplejo mientras
Jack hablaba:
- Lo he visto en ti, y en vuestra
lucha contra el monstruo…a pesar de todas las dificultades, siempre te
levantabas y seguías adelante. Aún a pesar de tus heridas y grave estado,
luchaste contra el dolor y la tortura para ayudar a los demás…y lo lograste.
Fue tu valor y fuerza de voluntad lo que permitió invocar a Quetzal, y de esa
forma que luchara contra el monstruo…de no ser por ti, probablemente ni Erika
ni tú estaríais vivos ahora…
Eduardo escuchaba las palabras
sinceras del mago, completamente asombrado:
- Es ése mismo valor, ése deseo que
hay en ti por ayudar y proteger a los demás, ésa determinación oculta que se
manifiesta en las situaciones críticas, y que demuestras con tus actos a la
hora de la verdad…ésa es precisamente la razón por la que, estoy seguro, debes
ser tú el que trace nuestro camino, el que decida por todos nosotros…porque
confío y sé…que contigo al mando llegaremos hasta el final…
El chico no sabía qué decir.
Permanecía sin habla, con los ojos como platos y la boca abierta, mientras
miraba a Jack. Éste le había dejado bien claro el mensaje, y lo que quería decirle
dejó sin palabras a Eduardo, que tardó varios segundos en asimilar la situación
y pronunciar, mientras le temblaba la voz:
- ¡Espera, no puedo…no puedo hacerlo!-
exclamó él, nervioso- ¡nunca he liderado un grupo…no estoy preparado para
hacerlo!
La sonrisa orgullosa del mago y el
silencio que vino después dejaron claro que no iba a retirar sus palabras.
Viendo que Jack había ignorado su respuesta, y que no pensaba volver a coger el
puesto, el joven dirigió la mirada a su amiga, buscando apoyo:
- ¡Erika, ayúdame, por favor…dile que
no puedo hacerlo!
En el momento en que dirigió la
palabra a la chica, la piedra de su mano comenzó a brillar con mucha más fuerza
que antes. Eduardo se dio cuenta de lo que aquello significaba, y la guardó
rápidamente en el bolsillo mientras se ruborizaba y ponía más nervioso. Ella
soltó un par de risas, y después sonrió
diciendo:
- Estoy de acuerdo con Jack, yo
también pienso que puedes llegar a ser un gran líder.
Eduardo se sorprendió con las palabras
de la joven, no podía creer que ella también estuviera de acuerdo con Jack. En
aquella situación se veía obligado a asumir el cargo, y a pesar de las
negaciones del chico, ninguno de los dos magos iba a apoyarlo en su defensa.
El joven espadachín finalmente
suspiró, derrotado. Sacó de su bolsillo y miró de nuevo la brillante piedra en
la palma de su mano, mientras innumerables recuerdos le invadían y pasaban
fugazmente por su memoria. Todos los desafíos, todos los retos, todas las
batallas a las que se habían enfrentado hasta ahora, todo lo que habían logrado
fue posible gracias a la unión y la fuerza de él y de todos sus amigos. Estaban
luchando por una buena causa, por destruir al ser que amenazaba su mundo, por
conseguir la esperanza de ver el amanecer de un nuevo día en un futuro no muy
lejano.
Marina había sacrificado su vida para
que el resto de los habitantes futuros de ambos mundos pudieran ver ese
amanecer, sin miedo ni temor a que un ser todopoderoso lo redujera todo a la
nada. Fue entonces cuando el chico comprendió realmente el deseo de la maga
sagrada, y asimiló el puesto que le había tocado. Tenía muy claro lo que debía
hacer, y no vaciló ni un solo instante.
Guardó la piedra de nuevo en el
bolsillo, apretó los puños con fuerza y finalmente levantó la mirada. Sus ojos
cambiaron en ese momento de miedo y nervios a firmeza y seguridad:
- Muy bien. No sé si seré lo bastante
capacitado como líder…pero si confiáis en mí…prometo que lo haré lo mejor que
pueda.
Jack y Erika asintieron con la cabeza,
orgullosos de su compañero, y quien se puso en marcha en dirección a su
objetivo. La chica corrió a reunirse con él mientras el joven andaba con torpes
intentos de pasos firmes y ella se reía a carcajadas. El mago, sin embargo, se
quedó unos metros atrás mientras los miraba, con una dulce sonrisa:
“Eduardo…a diferencia de mi, tú aún
tienes a alguien muy importante para ti que proteger…”- pensó Jack en su mente-
“puede que haya perdido mi luz, y que aunque la recupere no será la misma de
antes…pero la tuya aún brilla con muchísima fuerza, y se encuentra más cerca de
ti de lo que crees…”
En ese momento, la voz del chico lo
despertó de sus pensamientos:
- ¡Eh Jack, vamos, no te quedes
atrás!- exclamó Eduardo, junto a Erika y un poco más lejos, sonriente.
- ¡Sí, ya voy!- respondió el mago, con
una media sonrisa.
Y de esa forma, el primer grupo de
aventuras reanudó la marcha en dirección a la alta montaña que se encontraba en
la lejanía, frente a ellos: la montaña Conaga. Los tres empezaron a caminar
mientras la luz del ocaso aparecía en el horizonte oscuro. Un nuevo amanecer
que, como cualquier otro, significaba el comienzo de un nuevo día, y una nueva
esperanza.
Mientras tanto, al otro lado del
mundo, Cristal, Alana y Rex se detuvieron por fin en medio de un camino de la
pradera, muy alejados del reino de Oblivia. Aunque habían parado brevemente en
un par de ocasiones a lo largo de todo el camino para coger aire, por lo
general llevaban más de una hora corriendo a toda prisa. En el momento en que
Cristal cayó de bruces con una piedra al suelo, sus amigos se detuvieron a
ayudarla. Sabían que ni siquiera la gran experta en maratones y especialista en
tácticas de huida podía soportar tanto tiempo corriendo, y decidieron en ese
momento parar a descansar de verdad:
- ¡Cristal! ¿Estás bien?- exclamó la
pelirroja.
Si… ¡sí, estoy bien!- respondió ella,
jadeando del cansancio- ¡vamos…tenemos que seguir…antes de que nos alcancen!
La princesa intentó levantarse, pero
sus fuerzas ya no le respondían. Antes de caer de nuevo al suelo, sus amigos la
sostuvieron mientras ellos también flaqueaban y jadeaban del cansancio. La
chica con coletas formuló entonces una pregunta que llevaba queriendo hacer
desde que escaparon del castillo:
- Chicos… ¿por qué fuisteis a
buscarme? Hubiera sido mucho más fácil dejarme y seguir adelante…al fin y al
cabo volví a casa, con mi familia…
- Pero tú…no eras feliz…- le dijo Rex.
Aquella frase dejó con la boca abierta
y completamente sorprendida a la princesa, y sabía que el perro tenía razón. En
ese momento Alana habló también:
- Y si no eres feliz, nosotros
tampoco…- y luego sonrió de oreja a oreja- ¿es que acaso has olvidado el
objetivo de tu viaje, el sueño de encontrar al amor de tu vida?
La ladrona se sonrojó un poco, y
exclamó nerviosa mientras fruncía el ceño:
- ¡Eso es cosa mía, vosotros no tenéis
nada que ver!
- ¡Te equivocas!- protestó el perro
seriamente, para asombro de Cristal- ¡aunque te parezca lo contrario, nosotros
nos preocupamos y queremos lo mejor para ti…porque los problemas de cada uno
son problema de todos!- y después añadió- ¡eres nuestra amiga y compañera, de
modo que si cualquiera de nosotros tiene que enfrentarse a un peligro, por muy
pequeño o grande que sea…lo haremos todos juntos! ¿¡Entendido!?
Las palabras de Rex la dejaron sin
habla, y mucho más las que pronunció Alana tras una breve pausa, a quien
dirigió la mirada:
- Nosotros, junto con Jack, Marina,
Eduardo y Erika, formamos una familia…y en toda familia, los miembros de ayudan
los unos a los otros…es por eso que fuimos a rescatarte, porque eres una más de
los nuestros…- dijo la piloto, con profunda sinceridad en sus palabras- a pesar
de tus molestas y pesadas bromas, y de que en ocasiones nos dan ganas de
pegarte un buen puñetazo en la cara, debo admitir que, sin ti, el grupo no es
igual…porque sentimos que falta alguien…formas parte de nuestra familia, y eso
nada ni nadie podrá cambiarlo.
Lo que dijo después su compañero
terminó de rematar la profunda y enternecedora escena que estaban viviendo en
ese momento:
- Queremos que sepas que no estás
sola…nos tienes a nosotros y a los demás para ayudarte en lo que sea…- y
finalmente añadió, sonriendo dulcemente-…porque somos una familia.
La princesa no pudo aguantarlo más.
Sus ojos se habían llenado de lágrimas, y hasta ese momento había intentado
contenerlas. No le gustaba llorar delante de los demás, porque creía que eso la
hacía más débil, pero en aquel momento sus amigos lo consiguieron. Hacía mucho
tiempo que alguien no la hacía llorar de aquella manera. Dejó escapar varias
lágrimas por sus mejillas, y sonrió de felicidad mientras decía, con toda la
sinceridad que pudo reunir en sus palabras:
- Chicos…gracias.
Tras secarse las lágrimas, y
recuperarse un poco más del cansancio, los tres se levantaron y pusieron
serios. Sabían que, a pesar de escapar del castillo, seguían en territorio
enemigo, y lo más probable era que los reyes de Oblivia mandaran poco después
de su huida varias tropas de guardias tras ellos. Podrían alcanzarlos de un
momento a otro, y seguro que aquella vez no tendrían tanta compasión por los
secuestradores de la princesa. Aún no estaban a salvo, de modo que tenían que actuar
de inmediato:
- No podemos quedarnos aquí- comentó
la chica con coletas- ya hemos perdido mucho tiempo con la escenita de “amigos
y lágrimas”…tenemos que salir de este continente, cuanto antes mejor.
- ¿Y qué haremos ahora?- preguntó
Alana- nuestra misión es llegar a la montaña Conaga y recuperar la piedra
angular.
- ¿Y de qué nos sirve si no sabemos si
los elegidos siguen vivos?- aclaró Rex- puede que no hayan sobrevivido a la
tormenta en el mar, y que Limaria y La Tierra estén condenadas a su destrucción.
- ¡No seas tan pesimista!- le reprochó
Cristal, con una sonrisa arrogante- ¡teniéndonos a nosotros, es prácticamente
imposible que les pase nada…porque somos los mejores guardianes del mundo
mundial! ¿Recordáis?
Sus amigos la miraron, y no pudieron evitar
soltar un par de carcajadas por lo bajo. La chica con coletas les había hecho
reír y se sentían un poco más seguros de sí mismos:
- Tienes razón…seguro que siguen
vivos- sonrió la pelirroja.
- ¿Entonces a qué estamos esperando?-
dijo Cristal, adelantándose un par de pasos por delante de ellos- ¡vamos, a
estas alturas seguro que ya estarán hartos de esperarnos en la montaña Conaga!
Alana y Rex asintieron con la cabeza,
y corrieron siguiendo los pasos de la princesa. Sin embargo, Rex no dio más de
tres pasos antes de detenerse en seco de repente y mirar rápidamente en todas
direcciones. Sus orejas levantadas y abiertas como antenas, junto a su
desarrollado olfato, detectaron una presencia desconocida que le resultaba
extrañamente familiar. A pesar de no ver ni escuchar nada a su alrededor, su
instinto animal le advertía de que no estaban solos. Podía sentir unos ojos
fríos y gélidos observándole, en alguna parte:
- ¡Rex!- le gritó Cristal un poco más
lejos, despertándolo de sus pensamientos- ¡eres más lento que una tortuga, date
prisa si no quieres que te dejemos ahí!
El perro se dio cuenta, sorprendido y
perplejo, de que ya no olía aquella presencia. De la misma forma que lo
detectó, de repente, este volvió a desaparecer, como si nada. Fue tan fugaz que
apenas sabía si realmente hubo una presencia más aparte de ellos, o si su
sentido del olfato le estaba jugando una mala pasada:
- ¡Ven, Rex!- gritó también Alana-
¡los guardias no tardarán en alcanzarnos, date prisa!
El can se calmó a sí mismo pensando
que eran imaginaciones suyas, y que la recién maratón por el continente oeste
le estaba haciendo delirar. De esa forma Rex obedeció y corrió a reunirse con
ellas, sin imaginar si quiera que unos ojos los observaban, ocultos desde la
maleza de la hierba alta de la pradera.
Continuaron corriendo hasta volver a
la misma playa del principio, siguiendo una brújula que guardaba la chica con
coletas en su mochila. Su objetivo ahora era averiguar la forma de cruzar el
gran charco, y poner rumbo al noreste, al continente norte. No sabían si sus
amigos estaban allí, pero tenían el mismo objetivo en común de llegar a la
montaña Conaga, y por lo tanto era más probable encontrarlos en ese lugar.
Miraron en todas direcciones, buscando
un posible camino:
- Un callejón sin salida…- afirmó
Alana- ya os dije que no era buena idea volver atrás.
- ¿Pero entonces cómo vamos a
atravesar el mar?- preguntó Rex- desde luego, no volveré a montar en una
miniatura de avioneta que apenas aguanta nada.
A la piloto le molestó aquel comentario
y se quejó, enfadada:
- ¡Oye, más respeto, que sin Valor
Alado no estaríamos aquí…y, además, bien que aguantó!- defendió la pelirroja-
¡hubiera llegado de una pieza de no ser por el maldito monstruo marino gigante!
- Si ni siquiera llegó aquí…- dijo el
perro, en voz baja- y, la verdad, dudo mucho que lo hiciera…
- ¿Qué has dicho!?- preguntó ella,
molesta- ¡repítelo si te atreves!
Cristal trataba de pensar, pero con
sus compañeros discutiendo no podía concentrarse. Al final terminó por
enfadarse:
- ¡¡Callaos ya, no tiene sentido
pensar en el pasado si no nos es útil!!- cortó tajante la princesa- ¡¡en vez de
eso podríamos pensar en la forma de cruzar este dichoso mar!!
Los dos callaron, y después de varios
segundos de silencio pensando alguna idea, Rex comentó a modo de gracia:
- ¿Por casualidad no tendrás algún
barco en tu mochila? En este momento nos vendría bien un lujoso y cómodo yate
con piscina.
- Jaja, qué gracioso, me muero de la
risa…- respondió Cristal, con cara seria y absoluto sarcasmo, que luego se
agachó en el suelo mientras registraba su mochila- pues para tu información, sí
que tengo un medio de transporte acuático…
Alana y Rex no se lo creyeron, la
chica de verdad tenía un barco escondido en sus pertenencias. Se les iluminó el
rostro a ambos pensando que quizá sacaría una lancha super propulsora de gran
velocidad, o quizá un enorme y lujoso yate como decía el perro:
- ¡Ah, aquí estás!- sonrió la
princesa, que luego extrajo la embarcación de su mochila y se la mostró a sus
amigos- ¡Tachan! ¿Qué os parece?
Sin embargo, lo que vieron la mujer y
el perro les dejó las ilusiones por los suelos. Lejos de lo que esperaban, ante
sus ojos tenían una balsa hinchable pequeña para tres personas, metida en una
funda de plástico sin abrir, y con sus dos remos para impulsarla y moverla
entre las olas. Una cáscara de nuez al lado de lo que imaginaban, que no
aguantaría ni la menor brisa de una fuerte tormenta:
- ¿¡Eh, a qué vienen esas caras!?-
preguntó Cristal, al verlos decepcionados- ¡al menos tenemos un barco! ¿¡No es
eso lo que queríais!? ¡Panda de desagradecidos!
- Pensábamos que tenías algo más
decente, no esa mierda hinchable…- respondió Rex- ¿de veras pensabas atravesar
el mar con eso?
- ¿Y por qué no?
La mujer y el perro se llevaron una
mano y una pata a la cara, definitivamente Cristal era tonta. Antes de que
sacara el objeto del envase, sus amigos la detuvieron y le dijeron que volviera
a guardarla en la mochila. Tenían que pensar en otra alternativa:
- Podríamos coger prestado un barco a
alguien- propuso la princesa.
- ¡Espera, eso es robar!- exclamó Rex,
que luego se dirigió a la piloto- ¡Dile algo, Alana!
El perro la miró, buscando que lo
apoyara en su defensa. Sin embargo, y después de unos segundos, resultó ser
todo lo contrario cuando la pelirroja sonrió de oreja a oreja exclamando:
- ¡Buena idea, Cristal!
Rex se quedó con la boca abierta ante
las palabras de Alana, y finalmente se dijo a sí mismo en voz baja tras
suspirar:
- Y yo que pensaba que la única
ladrona era Cristal…
Se dispusieron a caminar por la playa,
bordeando la costa en busca de alguna persona a la que alquilar un medio de
transporte acuático. A Cristal no le gustaba la palabra “robar” porque, según
ella, era muy fea y vulgar, de modo que la cambió de su diccionario personal
por “coger prestado”. De esta forma no se veía tan mal, aunque nunca había
llegado a devolver las cosas prestadas.
No dieron más de cinco pasos al
observar con sorpresa y perplejidad cómo se formaba de la nada un agujero
oscuro frente a ellos. De él surgió un chico con gafas, vestido de negro, y
palidecieron al verlo. No podían creer lo que veían. Era él, el mismo miembro
de la organización Muerte que los ayudó a escapar del castillo de Oblivia:
- ¡¡Tú otra vez!!- exclamó Rex.
Enseguida los tres desenfundaron sus armas
y se pusieron en guardia, listos para luchar. El misterioso chico de negro no
dijo nada al respecto, y tampoco parecía sorprendido al ver a sus oponentes
armados. Permanecía en silencio, observando seriamente al grupo con semblante
impasible y una mirada fría y asesina que helaba hasta el alma. Se asemejaba
mucho a un depredador al acecho, dispuesto a atacar a su presa:
- ¿¡Por qué nos ayudaste a escapar!?-
preguntó Alana- ¿¡qué es lo que quieres de nosotros!?
Tras unos segundos sin moverse ni
cambiar siquiera de expresión, el desconocido pronunció con voz fría e
inexpresiva:
- Mataros.
Los tres palidecieron de repente, con
la boca abierta. Un escalofrío les recorrió la espalda, y sintieron que el
miedo comenzaba a invadir sus asustados corazones. Con todo lo que había pasado
en el castillo, incluso Alana, Rex y Cristal creyeron, con un pequeño e ínfimo
atisbo de esperanza, que quizá podrían tener como aliado a un miembro de la
mismísima organización Muerte, sus principales enemigos. Sin embargo, las recientes
palabras e intenciones del chico le demostraron todo lo contrario, y un mal
presagio se avecinaba sobre ellos a gran velocidad:
- ¡¡Espera!!- dijo Rex- ¿¡Por qué
nosotros!? ¡¡No os hemos hecho nada!!
- Sois los guardianes de los elegidos
de la profecía…eso quiere decir que los ayudáis y protegéis en su viaje, ¿me
equivoco?
Todos callaron, sin saber qué decir.
Sabían que tenía razón, y aunque quisieran mentir sobre el tema, ya era
demasiado tarde. El prolongado silencio que vino tras su pregunta los delató
irremediablemente:
- Sólo por eso estáis condenados a
morir…- dijo el chico mientras se formaba, envuelta en un aura oscura, la misma
siniestra espada que acabó con la vida del príncipe Dorle, en su mano derecha.
El enemigo empezó a caminar lentamente
hacia ellos mientras el grupo trataba de mantenerse firme para la dura batalla
que estaba a punto de comenzar. Los tres temblaban visiblemente un poco,
retrocediendo a cada paso. De alguna forma podían sentir el enorme poder oscuro
que irradiaba de aquella espada, cuyo puñal, con varias serpientes
entrelazadas, desprendía una extraña aura fantasmagórica.
Dudaban de su victoria en aquel
combate, pues no se podía tomar a la ligera a un miembro de la organización Muerte. Todos eran
extremadamente fuertes y peligrosos, y muy pocos eran capaces de hacerles
frente. Incluso siendo tres contra uno, la diferencia de fuerzas era demasiado
alta. En aquellos momentos, su única preocupación consistía en salir de allí
con vida:
- Bien, chicas, sabemos que no tenemos
ninguna posibilidad contra él…- dijo Rex, en voz baja- intentemos distraerle al
menos treinta segundos, y cuando veamos una vía de escape, a salir corriendo
por patas- explicó el perro- es la única forma que tenemos si queremos salir
vivos de aquí…
La pelirroja asintió con la cabeza,
dando a entender que comprendía el plan. El can le preguntó a su otra
compañera:
- ¿Entendido, Cris…?
Lo que vio le impidió acabar la
pregunta. Rex se sorprendió aún más al observar a la princesa completamente
paralizada, con la estrella ninja en su mano. Temblaba de miedo, mucho más que
la mujer y el perro, y tenía la mirada fija en su enemigo. Respiraba
entrecortadamente, con la boca abierta y la cara pálida. En sus ojos se veía
reflejado el miedo y el horror. Sus amigos nunca antes la habían visto así:
- ¿¡Cristal!?
Rex volvió la vista al frente y su
rostro cambió radicalmente de expresión. El chico ya no estaba ahí, había
desaparecido a mitad de camino sin dejar rastro. Fue entonces cuando el horror
y el pánico los invadieron a todos sin remedio, y comenzaron a temblar igual
que la chica con coletas:
- ¿¡Dónde está!?- preguntó Alana,
completamente asustada, mientras observaba en todas direcciones a su alrededor-
¿¡Adónde ha ido!?
Rex pudo sentir el aliento gélido de
la muerte detrás de él, y antes de dar la cara a la silenciosa sombra que tenía
a su espalda, el perro chilló al sentir un inmenso y desgarrador dolor en una
de sus patas traseras. Vislumbró en apenas unos segundos la espada
ensangrentada que atravesaba su pata, mientras su sangre animal caía en gotas,
antes de recibir un duro golpe en todo el hocico que lo envió rodando por la
arena:
- ¡¡Rex!!- gritaron las dos chicas.
Alana hizo un enorme esfuerzo para
superar el miedo, y con sus dos martillos en ambas manos conectados por una
larga cadena como arma, intentó golpear al enemigo:
- ¡¡Ahora verás, maldito!!- exclamó
ella.
Para su sorpresa, el chico de negro
desapareció instantáneamente antes de que sus armas pudieran tocarle, y como
una rápida y silenciosa sombra, se colocó detrás de la pelirroja. Sin darle
tiempo a reaccionar, el filo de su espada la rajó por la espalda y la hizo caer
de rodillas mientras gritaba de dolor. Acto seguido, extendió su brazo y abrió
la palma de la mano, con la que usó un hechizo mágico directo contra ella. Una
extraña llamarada oscura impactó de lleno con la piloto, provocando una
explosión que la mandó volando por los aires hasta caer un poco más lejos,
cerca de la orilla del mar:
- ¡¡Alana!!- gritó Cristal.
De repente, la chica con coletas
palideció al verse cara a cara con el enemigo, amenazante con su arma y la
sangre de sus dos amigos en el filo de acero:
- Tranquila, todavía siguen vivos-
comentó él, tranquilamente- he decidido matarte a ti primero.
Cristal temblaba de miedo ante él, y
no se movía ni articulaba palabra alguna. En un acto reflejo intentando
defenderse de la espada de su oponente, la estrella ninja no pudo bloquear la
fuerza descomunal de su adversario, que tiró el arma de la chica a un lado
mientras ésta caía de espaldas en la arena, completamente a su merced.
Cristal temió lo peor. Todo había
pasado tan rápido que ni ella misma se lo creía. Alana y Rex permanecían
inconscientes y fuera de combate. Los ataques letales del desconocido los
habían dejado imposibilitados para seguir luchando, y no podían hacer nada para
ayudarla. Ahora tan sólo quedaba ella sola contra el enemigo, y dada la
situación, el combate ya estaba prácticamente decidido.
La princesa retrocedía un par de pasos
sentada en la arena mientras el chico se acercaba a pasos lentos para
rematarla. Sabía que su adversario no le daría tiempo a buscar otra arma en su
mochila, y estando indefensa ante él, parecía que le había llegado la hora, a
ella y a sus amigos.
Cerró los ojos cuando vio la espada
lanzándose sobre ella, pero, para su sorpresa, no sintió dolor.
Pasaron varios segundos en los que no
ocurría nada, y perpleja por el resultado, decidió abrirlos de nuevo poco a
poco para comprobar qué es lo que había pasado. Ahogó un grito de terror al ver
el filo de la espada frente a su rostro, temblando, al igual que su portador.
Esta vez una mueca de enfado y frustración se dibujaba en la cara del chico de
negro, que parecía no decidirse en si matar o no a Cristal:
- ¿¡Pero qué…qué me pasa!?- se
preguntó a sí mismo, frustrado- ¿¡por qué…por qué no puedo hacerlo!?
La chica descubrió, perpleja y
horrorizada, que se trataba de una lucha interna. Luchaba contra sí mismo e
intentaba atravesarla con su espada, pero algo en su interior no se lo
permitía. El arma se acercaba y alejaba continuamente de Cristal, mientras el
chico sudaba y apretaba los puños y dientes para cumplir su trabajo.
Fueron segundos de profunda e intensa
intriga, en los que la princesa pudo ver a la muerte mucho más cerca de ella de
lo que nunca antes lo había estado. Temblaba como una hoja y respiraba
entrecortadamente, a la espera de la decisión de su enemigo.
Después de varios segundos sin
lograrlo, el desconocido finalmente supo que, por mucho que lo intentara, en
aquellos momentos jamás conseguiría matarla. Retiró su espada lentamente, y
dejó de temblar, mientras Cristal lo miraba sorprendida y a la vez aterrada.
Fue entonces cuando el chico alzó su
brazo al cielo, con la palma de la mano abierta, y empezó a gritar de furia
mirando hacia arriba, descargando toda la ira que contenía. Un extraño vórtice
igual a un agujero oscuro apareció de su mano alzada, y éste comenzó a
extenderse rápidamente por toda la zona a su alrededor.
Cristal quiso actuar, pero el reciente
miedo le impedía moverse. Para cuando logró mover un brazo, Alana y Rex ya
estaban dentro del vórtice, indefensos a merced de lo que fuera aquella brecha
oscura. Sintieron que una potente fuerza de atracción los succionaba hacia el
interior del agujero oscuro gigante, y aunque trataba de resistirse, no podía
hacer nada.
La princesa cerró los ojos, esperando
su final, cuando la oscuridad los engulló sin remedio a ella y a sus amigos,
probablemente hacia la muerte. La playa y todo a su alrededor se oscureció, y
el flujo continuo de las tinieblas por todo su cuerpo le hizo perder el
conocimiento.
Al abrir poco a poco los ojos, Cristal
pudo ver una cara conocida que la observaba. Pensó que era un sueño, no podía
ser real. Quiso que aquel sueño no acabara nunca, que sus amigos de verdad
estuvieran allí con ella, cuidándola y apoyándola. Pero sabía que era
imposible. Esperando volver a la oscuridad que la llevaría de vuelta a la
realidad, comenzó a cerrar los ojos lentamente mientras pronunciaba pesada y
vagamente:
- Eri…ka…
La elegida ya llevaba un buen rato
esperando a que despertara, y en ese momento que había abierto los ojos no
estaba dispuesta a dejar que retomara el sueño, por muy cansada que estuviera.
Su alegría y sonrisa eufórica al oírla pronunciar palabra la llevaron a
sacudirla y zarandearla, llevada por la emoción:
- ¡Cristal, estás viva!- exclamó la
chica, sonriente- ¡qué alegría!
Los continuos zarandeos y movimientos
bruscos de la joven le demostraron a la princesa que no se trataba de un sueño.
Realmente ella estaba con sus amigos, no sabía cómo, pero los había encontrado.
Cansada y con dolores en todo el cuerpo debido a que la chica la movía adelante
y atrás, entre abrazos y lágrimas de por medio, Cristal se separó de Erika, con
la cabeza todavía dándole vueltas:
- ¡Sí, sí, estoy viva!- exclamó ella-
¡pero deja de sacudirme como una bolsa de basura! ¿¡Quieres!?
Erika la soltó, se levantó y dio media
vuelta, que gritó agitando los brazos:
- ¡Chicos, venid rápido, Cristal se ha
despertado!
Enseguida llegaron corriendo los demás,
y las sonrisas se dibujaron en sus rostros al ver que su amiga seguía viva. La
princesa se sorprendió al verlos a todos al completo, reunidos de nuevo, y sin
mar ni montañas de por medio que los separaran. Aún no podía creer lo que veía,
y las lágrimas de sus compañeros se convirtieron en una enfermedad contagiosa
que muy pronto llenó sus ojos de lágrimas:
- Chicos, yo…- dijo Cristal, sin
acabar la frase.
No hicieron falta palabras para
expresar lo que hicieron después. Jack, Alana, Eduardo, Rex y Erika se lanzaron
sobre ella, y formando una piñata grupal, todos la abrazaron con fuerza,
intentando protegerla de cualquier peligro que la amenazara. Fue entonces
cuando la chica con coletas, completamente perpleja y asombrada, sintió por
primera vez en mucho tiempo algo que creía que había olvidado por completo. Una
sensación agradable, compuesta por la mezcla entre calor, alegría y seguridad
la recorría por dentro a gran velocidad. Las únicas veces que recordaba aquel
calor especial la trasladaron de vuelta a la infancia, cuando reía y jugaba con
sus padres de pequeña.
Entendió por fin lo que aquello
significaba, y comprendió el enorme aprecio y cariño que les tenía a aquellas
personas, a las que hasta hace un par de meses no conocía, y que ahora se habían
convertido en sus mejores amigos. La amistad que compartían era un vínculo
fuerte, tanto que nada ni nadie podría romper jamás. Cristal sonrió feliz, y
los correspondió abrazándolos con fuerza, como si nunca fueran a separarse,
mientras la emoción se apoderaba de sus corazones. Tal y como dijo Rex una vez,
todos ellos eran una familia.
Minutos después, tras recuperarse con
la magia de sus amigos, Cristal se puso en pie, ya en buen estado. El momento
tierno y cariñoso había pasado, era hora de tratar temas más serios y de gran
importancia. Ahora que por fin se habían reunido de nuevo, debían continuar su
camino para que los elegidos pudieran cumplir la misión que los había llevado a
Limaria. El largo viaje para salvar al mundo aún no había terminado.
Cristal seguía dudosa y pensativa.
Todavía se preguntaba cómo pudieron atravesar medio mundo en sólo un instante.
Tan sólo recordaba el combate en la playa contra aquel misterioso chico, que
formaba parte de la organización Muerte. Por supuesto, Alana y Rex apenas
tenían recuerdos del desenlace del combate, puesto que permanecieron la mayor
parte inconscientes:
- Aparecisteis de la nada frente a
nosotros, después de que se formara un agujero oscuro en medio del camino-
explicó Erika, todavía asombrada.
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, con la boca
abierta- ¡no puede ser!
- ¡Es verdad!- intervino Eduardo- ¡los
tres lo vimos con nuestros propios ojos!
- ¡No lo entiendo!- dijo Rex,
frunciendo el ceño- ¿¡Cómo hemos podido cruzar el mar, así, de esa forma!? ¡No
es normal!
El chico le preguntó entonces a su
compañera:
- ¿Y tú, Cristal? ¿Sabes algo de esto?
¿Qué crees que pudo haber pasado?
La princesa permanecía callada,
pensando en los últimos acontecimientos, cuando Eduardo le formuló las
preguntas. Trató de recordar todo lo que pudo, con minucioso detalle, de cada
uno de los movimientos del enemigo durante el combate. A su memoria llegaron
los recuerdos de cómo atacó y dejó fuera de combate sin apenas pestañear a
Alana y Rex, de cómo la desarmó sin problemas y cayó en la arena frente a él,
de cómo estuvo a punto de matarla y no lo hizo, de su inquietante lucha interna
consigo mismo, y de cómo conjuró él, con un grito de rabia, el agujero oscuro
que los teletransportó hasta sus amigos.
La voz del chico resonó en su cabeza y
la despertó de sus pensamientos:
- ¿Cristal?- volvió a preguntar él,
preocupado- ¿estás bien?
- ¡Sí, tranquilo!- respondió ella de
repente, nerviosa- ¡no pasa nada, estoy bien!
- ¿Seguro?- intervino Erika- no es
propio de ti ser tan pensativa y callada.
- ¿Recuerdas algo del combate?-
preguntó de nuevo el chico.
La princesa tardó bastante en
responder. No parecía segura de conocer la respuesta. Al cabo de unos segundos
de silencio, finalmente dijo:
- No recuerdo nada…seguramente me dejó
inconsciente a mí también, justo después de Alana y Rex…yo tampoco entiendo por
qué nos dejó vivos…siendo enemigos, debería habernos matado…
En ese momento habló Jack, que hasta
entonces no había intervenido en la conversación, y que dedujo firme y seguro
de sus palabras:
- Tal y como pensaba. Estoy seguro, no
puede ser otra cosa…- dijo el mago- os habéis teletransportado a través de un
agujero oscuro…habilidad que sólo poseen los miembros de la organización
muerte, y que lo usan para desplazarse rápidamente de un lugar a otro.
Aquella afirmación dejó boquiabiertos
a todos los demás, y el perro exclamó, perplejo:
- ¿¡Quieres decir que ese chico nos
teletransportó a propósito!? ¡Es el enemigo, no tiene sentido!
- Es lo más probable, no le veo otra
explicación…- dijo Jack, pensativo- y a pesar de no estar presente en el
combate, a mí también me desconcierta el que os haya traído hasta aquí, justo
hacia nosotros...- y luego añadió- puede que ése fuera su plan desde el
principio, quién sabe la de retorcidos planes que se le pasa por la cabeza a
esos malnacidos…
Las últimas palabras de Jack dejaron
en el aire un tema de reflexión que dejó pensativos y con la duda a todos los
miembros del grupo:
- ¡Ni idea, no hay quién entienda a
esa gente de negro!- exclamó Alana- ¡primero quieren matarte y después te
ayudan!
Sabían que, por mucho que pensaran
sobre el tema, si no le preguntaban al propio chico de negro, nunca
descubrirían las misteriosas e inquietantes razones que lo llevaban a actuar de
una u otra manera. Dejando resueltas las dudas, el nuevo líder del grupo
anunció a todos:
- ¡Vamos, a la montaña Conaga!
Cristal recordó entonces una cosa muy
importante, y reaccionó diciendo:
- ¡No, espera!
- ¿Qué pasa, Cristal?- preguntó Jack.
La chica con coletas se mostraba
nerviosa e insegura. No parecía ser la misma de siempre:
- Es que…yo…nosotros…hicimos algo
malo…y a partir de eso…se avecina una guerra…
- ¿¡Qué!?- exclamaron Jack, Erika y
Eduardo.
Cristal, Rex y Alana les explicaron
todo lo ocurrido a los demás en Oblivia. El regreso de la princesa, la
intención de sus padres de casarla con Dorle, su posterior prisión y condena a
muerte, la leyenda de los príncipes, la fuga del castillo con ayuda del
misterioso chico de negro, y la oscura verdad que se escondía tras el príncipe
del continente este. El mago y los dos jóvenes escuchaban perplejos y con la
boca abierta lo que el asesinato de un miembro de la realeza del reino
contrario significaba. Sin duda alguna, la malvada reina Venigna lo tenía todo
planeado. Tanto si se casaba con Cristal como si moría estando en territorio
enemigo, en ambos casos declararía la guerra al bando contrario. Ahora que
había muerto, eso significaba abiertamente una declaración de guerra a su
favor, y era sólo cuestión de tiempo que la noticia llegara al continente este:
- No puede ser…es horrible…- dijo
Jack, sin palabras.
- ¡Es por eso que debemos ir al
continente este…si no detenemos la guerra, morirá mucha gente inocente!-
exclamó Cristal.
En ese momento todos se giraron al
chico de la llave espada:
- ¿Tú qué dices, Eduardo?- preguntó
Rex.
El joven cerró los ojos y se concentró
en la pregunta. Tenía una difícil decisión que tomar, y ahora que era el nuevo
líder del grupo, sobre él recaía toda la responsabilidad del resto de sus
compañeros. Aunque su verdadero objetivo fuera llegar a la montaña Conaga,
gracias al sacrificio de la maga sagrada tenían más tiempo antes de que llegara
el fin del mundo.
La guerra, en cambio, era inminente, y
si no hacían algo probablemente morirían muchas vidas inocentes. Pensó en sus
amigos, en el mundo, y en la voz de Cristal que suplicaba con clemencia. Sabía
lo importante que era para ella detener el conflicto:
- Eduardo…por favor…
Tras unos segundos de pensamiento y
reflexión, el chico finalmente abrió los ojos y dijo con firmeza:
- Está bien…iremos al continente este.
A la princesa se le iluminó la cara, y
una media sonrisa se dibujó en ella:
- ¿¡De verdad!?
Eduardo asintió con la cabeza. No
parecía vacilar en su decisión:
- Trataremos de hablar con la reina
Venigna, y convencerla de que se niegue a luchar- explicó el chico, que luego
advirtió como condición a la chica con coletas- pero, si vemos que es imposible
razonar con ella…nos retiraremos y retomaremos el rumbo a la montaña Conaga,
¿entendido?
Cristal sonreía de oreja a oreja.
Cualquier condición le parecía válida mientras trataran de detener la guerra.
Por otra parte, no tenían mucho tiempo antes de que Ludmort llegara a Limaria,
de modo que sólo lo intentarían una vez, y con la misma volverían a su
verdadero objetivo.
Los dos magos ya le habían contado antes
a Cristal, Alana y Rex la nueva noticia de que el elegido de la llave espada
sería el nuevo líder que guiaría al grupo, y todos aceptaron de buen agrado la
propuesta. Si el anterior líder confiaba en él, los demás sabían que también
podía hacerlo.
Y junto con la buena noticia, llegó
también la mala. Jack, Eduardo y Erika les contaron a sus amigos la breve
estancia que pasaron en Boneland, su viaje a la antigua y ancestral ciudad
Olvidada de los Numu, la terrible carga que llevaban los magos sagrados en
relación al planeta, el duro combate contra Asbel en las ruinas sagradas y, con
mucho más pesar, la trágica muerte de Marina frente a sus ojos. Narraron en
último lugar cómo la Numu entregó su vida por detener a Ludmort y ganar algo
más de tiempo.
Cristal, Alana y Rex sufrieron una
repentina caída emocional, al enterarse del trágico final de la maga sagrada, y
varias lágrimas cayeron por sus mejillas. Ellos también le tenían mucho aprecio
y cariño a la maga, pues era una muy buena persona que siempre ayudaba a los
demás. Su carácter dulce y amable, y su sonrisa cálida, aliviaban hasta a los
más tristes, y proporcionaba coraje al más descorazonado. Siempre estaba
dispuesta a darlo todo por los demás sin dudarlo, arriesgando incluso su propia
vida, y con ello había dejado una huella imborrable en los corazones de todos.
Sin duda, jamás la olvidarían.
Gracias a ella, y a su último deseo,
todavía seguían vivos. Marina les había dado otra oportunidad, una oportunidad
única para seguir adelante, y juraron desde lo más profundo de sus corazones
que su muerte no sería en vano. Tenían decidido acabar con Ludmort y poner fin
a aquella pesadilla que amenazaba la vida de dos mundos, por muy difíciles que
fueran los obstáculos en su camino.
Justo antes de reemprender la marcha
hacia su nuevo objetivo, Jack cogió en su mano la esfera de invocación de
Quetzal, y al mirarla recordó la última petición que le había hecho la maga
antes de morir. Pensó para sí mismo:
“Por ti, Marina, mantendré viva la
promesa…te lo prometo”