Capítulo
XXV
VIAJE
A LA CIUDAD OLVIDADA
Eduardo despertó abriendo poco a poco
los ojos, y le sorprendió bastante comprobar que seguía
vivo. En ese momento le llegaron a la mente recuerdos fugaces durante su
travesía por el océano y cómo acabó desapareciendo en el ojo del torbellino,
provocado por el monstruo marino gigante que los condenó a hundirse, en medio
de la horrible tormenta que se desató en el mar.
El chico recordó a sus amigos, que
también sufrieron su misma suerte, y en un intento inútil por levantarse
gritando sus nombres, chilló con un gemido de dolor que lo volvió a tumbar en
la arena. Tras un rápido reconocimiento del terreno, afirmó que se encontraba
en una misteriosa playa, con las suaves olas del océano acariciando sus zapatos
deportivos, y sin otra compañía que la de sí mismo por los alrededores. Se
hallaba él sólo frente a un gran acantilado junto al mar.
Se preguntó si había naufragado en una
isla desierta perdida en medio de la nada, o si tal vez habría llegado a las
orillas del continente norte. Descartó la segunda opción, pues era muy poco
probable que tal cosa ocurriera, teniendo en cuenta que la tormenta los había
arrastrado en quién sabía qué dirección. Por el momento decidió que debía saber
dónde estaba y encontrar a Jack y a los demás cuanto antes.
Trató de levantarse en varias
ocasiones, pero le fue imposible. No tenía fuerzas y sus extremidades no le
respondían. Estaba completamente agotado, con dolor de cabeza y le dolía todo
el cuerpo. Debían de haber pasado horas desde que llegó a la playa, y había
permanecido inconsciente desde entonces.
Al cabo de poco más de media hora, y
tras muchos intentos, Eduardo logró finalmente levantarse. Su sonrisa
triunfadora desapareció enseguida al sentir que le flaqueaban las piernas, y su
peor error en vez de descansar fue tratar de caminar. Aún estaba demasiado
débil como para moverse.
A los pocos pasos de andar por la
orilla de la playa, sintió un repentino mareo que le hizo perder el equilibrio
y desplomarse de nuevo sobre la arena. Justo antes de cerrar los ojos y de
perder el conocimiento, pudo ver unas sombras a lo lejos que lo señalaban
mientras corrían rápidamente hacia él.
El chico despertó de nuevo, pero esta
vez en la cama de una extraña habitación. Sorprendido por su buen estado, se
sentía mucho más recuperado que antes. No tenía ningún tipo de dolor y su
cuerpo casi parecía estar en plena forma.
Bajó de un ligero salto de la cama y
se levantó para observar mejor la estancia en la que se encontraba. La luz del
sol entraba por las pequeñas ventanas de las paredes y del techo que iluminaban
la habitación. Habían varios muebles, entre ellos un par de estanterías, un
escritorio en una esquina, una mesa en el centro y dos o tres sillas en su
lugar correspondiente.
A la hora de observar las paredes,
algo llamó la atención del joven. No se trataba del material con el que estaban
hechas, que por cierto no eran ladrillos ni cemento, sino tierra pura con la
que se cultivaban los campos y se plantaban los árboles. Lo que realmente sorprendió
a Eduardo fue la estructura que mantenía firme la habitación, la que impedía
que se cayera todo aquel montón de tierra que la formaba.
Al llevar su mano y tocar una de las
grandes columnas blancas, de color entre amarillo pálido y blanco grisáceo, comprobó
perplejo de cerca que se trataba de huesos naturales. Dio un salto veloz atrás
mientras se limpiaba la mano en la ropa y volvió la vista rápidamente por toda
la estancia, con la boca abierta.
No había duda. La estructura que
soportaba aquella habitación, y seguramente la de toda la casa, eran puros
huesos naturales. A juzgar por el tamaño de esas columnas, de más de dos
metros, debían ser restos de animales salvajes muy grandes. No se le ocurrió de
cuál podría ser, pero desde luego no recordaba haber visto nada igual en la Tierra. Aquello no
podía ser real, no conseguía asimilar que existieran criaturas así.
En ese momento entró por la cortina,
que usaba a modo de puerta, un hombre de mediana edad. Vestía con ropa ligera,
llevaba un casco en la cabeza que incluía linterna en la parte frontal y un
equipo de exploración subterránea. Además tenía en una mano un pico de cavar, y
en la otra una cuerda aparentemente larga. Por dondequiera que se miraba,
parecía ser un explorador arqueólogo en toda regla. Éste se sorprendió al
descubrir a su invitado despierto:
- ¡Vaya, ya te has despertado!
- ¿Quién eres?- preguntó el joven,
desconcertado- ¿dónde estoy?
El desconocido pasó enseguida a
presentarse:
- Me llamo Mudog y soy el jefe del
equipo de exploración arqueológica de Boneland.
- ¿Boneland?- repitió Eduardo, como si
nunca hubiera oído tal nombre.
- ¡Sí, la ciudad de los huesos!-
sonrió el minero mientras se secaba el sudor de la frente, tras dejar el pico y
la cuerda sobre la mesa- ¡algunos también la llaman la “ciudad esquelética”!
Al chico le sonaba vagamente ese
nombre. En más de una ocasión Jack le había mostrado el mapa del mundo de
Limaria, mientras señalaba con su dedo los lugares más importantes; como Idnia,
Mugget, Nautigh, el desierto Geonyria, Airdreve y Gold Saucer, entre otros
muchos. En general, pueblos y ciudades representativas de cada región.
Del continente norte había oído hablar
de Frozen, situado en pleno centro helado con el eterno invierno, y de
Boneland, la ciudad construida con huesos y restos de animales. En ese mismo
momento exclamó en su cabeza con la boca abierta:
“¿¡Boneland!?”- se dijo a sí mismo,
asombrado y perplejo- “¿¡La auténtica Boneland del continente norte!?”
Mudog lo apartó de sus pensamientos al
preguntarle por su nombre:
- ¿Y tú cómo te llamas, muchacho?
- Eduardo, señor- respondió el joven.
El minero se quedó un rato observando
su vestimenta, pensativo. Le preguntó, extrañado:
- Tu ropa es muy rara, no eres de por
aquí… ¿verdad, chico? ¿De dónde vienes?
Eduardo tembló por un momento. A lo
largo de su viaje por Limaria la mayoría de la gente los miraba a él y a Erika
precisamente por su ropa, muy poco usual en aquel mundo mágico, como si fueran
extraterrestres de otro planeta. En cierta parte lo eran.
Sin embargo, aquella era la primera
vez que alguien preguntaba por su lugar de origen. Tal y como les había dicho
Jack cuando llegaron a su mundo, nunca debían revelar a nadie que venían de la Tierra , a no ser que fuera
alguien de confianza. Eso levantaría polémica, y por consiguiente revelarían a
Limaria gritando a los cuatro vientos que ellos eran los elegidos de la
profecía. Eduardo tardó un poco en responder:
- Vengo de…- dijo el chico, un poco
inseguro- … ¡de Idnia!- exclamó- ¡eso es! ¡Del pueblo de Idnia!
- Pues vaya moda más extraña que
tenéis los de Idnia…- respondió Mudog, que luego añadió- el otro día apareció
en la playa un mago y otra chica de tu edad, ambos de Idnia, con la misma ropa
rara que llevas tú…
Al joven se le encendió la bombilla de
la cabeza al oír la información de Mudog. De repente Eduardo exclamó,
preocupado:
- ¿¡Un mago y una chica!? ¿¡En la
playa!?
- Sí- afirmó el minero, pensativo-
últimamente están naufragando en nuestras playas muchos viajeros como tú…una
cosa muy rara, pues es la primera vez que ocurre en Boneland…parece que la
crisis afecta tanto a los medios de transporte que los turistas tienen que
llegar nadando a nuestras costas.
- ¿¡Y dónde están!?- preguntó el
chico- ¿¡Siguen aquí, en Boneland!?
Mudog sonrió y dijo:
- ¡Si, claro! Cuando te encontramos
inconsciente en la playa y te trajimos a la ciudad, ellos te vieron y
reconocieron al instante. Me costó bastante convencerles de que se fueran a dar
una vuelta por el lugar, ya que no querían irse de tu lado mientras dormías
estos últimos tres días.
- ¿¡He estado inconsciente tres
días!?- exclamó Eduardo, perplejo.
El minero no respondió a su última
pregunta, ya que para entonces caminaba directo a la salida. Le indicó al chico
que esperara allí sin moverse, y desapareció por la cortina. Eduardo suspiró y
se sentó en la silla mientras esperaba su regreso.
Al cabo de un rato volvió Mudog,
acompañado por Jack y Erika, mientras el joven se levantaba sorprendido de la
silla. Los dos magos se alegraron de ver al chico sano y salvo, y entre gritos
de alegría se lanzaron a abrazarlo. La profecía aún seguía viva:
- ¡Edu, estás bien!- exclamó ella.
- Temíamos que no despertaras, llevas
tres días durmiendo- dijo Jack, también con una sonrisa aliviada- pero me
alegro de que estés bien.
Eduardo, al ver que ellos eran los
únicos que estaban, recordó al resto de los miembros del grupo. Echaba en falta
a Rex, Alana, Marina y, por qué no, las tonterías bromistas de Cristal.
Preguntó por sus amigos, preocupado:
- ¿Y los demás?
Ambos callaron y bajaron la cabeza,
apenados. Sus rostros cobraron repentinamente un semblante oscuro que hizo
palidecer al joven. Temió lo peor:
- No me digáis que…
- No sabemos nada de ellos…- explicó
Erika- no los han encontrado en la playa, y tampoco nadie de esta ciudad parece
haberles visto.
- Temo que no hayan sobrevivido…-
continuó Jack- de ser así, probablemente ellos están…
Eduardo sintió una terrible y dura
punzada. No podía creer que sus amigos y compañeros de aventura murieran
durante la tormenta en el océano. No quería creer en lo que parecía ser la
cruda realidad. Había viajado con el perro más valiente de Kengo, con la
decidida mujer piloto de Airdreve, con la firme princesa de Oblivia y con la
última pero poderosa maga Numu superviviente de su raza. Los conocía muy bien,
y sabía que todos ellos eran fuertes. No estaba dispuesto a creer que acabaran
así, ahogados en el fondo del mar:
- Me niego…a aceptar que están
muertos…- respondió el chico.
- Pero, Eduardo…- comenzó a decir
Jack, apenado.
- ¡No me lo creo…nuestros amigos no
pueden morir…no de esa manera!- replicó él, firme y decidido- ¡Todos
ellos…tienen esperanzas y sueños que cumplir! ¡No pueden morir sin antes
haberlos hecho realidad…! ¿¡Por qué si no… para qué habrían estado viajando!?-
luego bajó la cabeza, también apenado, mientras apretaba los puños- No es
justo, Jack…no lo es…no puede…ser verdad…
La chica lo miró, también cabizbaja.
Sentía lo mismo que él, y deseaba con todas sus fuerzas que sus amigos siguieran
vivos. No quería perder a sus compañeros, después de todas las aventuras que
habían pasado juntos:
- Edu…
En ese momento se abrió la cortina de
la habitación, dejando paso a otro hombre vestido con el mismo kit de
explorador arqueólogo que Mudog. Éste se dirigió a su superior en tono
alarmante, mientras respiraba entrecortadamente. Parecía haber corrido una
maratón a toda prisa. La noticia sorprendió por completo a todos los presentes
al oír las siguientes palabras:
- ¡¡Jefe Mudog, tenemos noticias!!- exclamó
el minero- ¡¡han encontrado a otra naufraga…en la playa!!
- ¿¡Qué!?- exclamaron todos.
- ¡¡Llamad al equipo médico
enseguida!!- ordenó Mudog- ¡¡que la atiendan y curen de inmediato!!
El jefe de los mineros corrió fuera de
la estancia, acompañado inevitablemente de Jack y los dos jóvenes, directos a
la playa. Sabían que había muchas posibilidades de que fuera algún miembro del
grupo, y no dudaron en acudir al encuentro para comprobar si lo que creían era
cierto o no.
Para cuando llegaron al lugar dónde
encontraron a Eduardo inconsciente, sorprendentemente el equipo médico de
Boneland ya estaba allí, y en aquellos momentos depositando con delicadeza a la
herida en la camilla. Jack y los demás palidecieron al comprobar con sus
propios ojos que se trataba ni más ni menos que la maga sagrada:
- ¡¡Marina!!- exclamaron los tres a la
vez.
Permanecía inmóvil e inconsciente, con
los ojos cerrados, y un rostro que parecía estar durmiendo en vez de desmayada.
Tenía varias heridas por todo el cuerpo y necesitaba atención médica de
inmediata. Al intentar acercarse para sanarla, un médico los detuvo:
- ¡Esperad, no podéis acercaros a
ella!- dijo seriamente el enfermero- os ruego que nos dejéis el trabajo al
equipo médico de Boneland.
- ¡No lo entiende!- exclamó Jack-
¡nosotros somos auténticos magos, podemos sanarla!
- ¡Y nosotros auténticos médicos
profesionales!- replicó desafiante el otro- ¡así que mientras no estorbéis ni
molestéis, se recuperará sin problemas!
- ¡Pero, espere…!- insistió el mago-
¡no puede…!
- ¡Si nos disculpáis, tenemos una
herida que recuperar!- dijo el enfermero, sin hacer caso a las palabras de
Jack- ¡abrid paso, rápido!
Y de esa forma, dejando al mago con
las palabras en la boca, el equipo médico se alejó de la playa llevándose en la
camilla a Marina. Jack, Eduardo y Erika no pudieron evitar sentir un poco de
furia y rabia al no poder hacer nada para ayudarla. Lo único que hicieron en
esos momentos fue observar cómo su amiga desaparecía en la distancia, tumbada
en una camilla, y directa al centro de la ciudad esquelética.
Viendo el estado deprimido del mago y
los dos jóvenes, Mudog se dirigió a ellos hablando suave y
tranquilizadoramente:
- ¿Esa mujer era amiga vuestra?
- Sí- respondió Erika, deprimida al
recordarla en la camilla.
- Y pensar que no podemos hacer nada
para ayudarla…- comentó Eduardo tras un suspiro- no es justo que nos dejen al
margen de la operación.
El jefe minero dijo, tratando de
tranquilizarles:
- ¡No os preocupéis…vuestra amiga está
a salvo! - afirmó con una media sonrisa- ¡tenemos a los mejores médicos del
todo el continente norte…lograrán sanarla antes incluso de que os deis cuenta!
Jack, Erika y Eduardo lo miraron,
sorprendidos. Una chispa esperanzadora brilló de repente en sus ojos:
- ¿¡De verdad!?- exclamaron con una media
sonrisa.
- ¡Os lo aseguro!- sonrió Mudog de
oreja a oreja.
La seguridad y la confianza del jefe
minero logro calmar un poco la angustia de los tres miembros, que a pesar de
haber sonreído algo, aún seguían preocupados por Marina. Mudog se dio cuenta de
ello, y por eso añadió:
- Si queréis, podemos pasar por la
enfermería…para que estéis más tranquilos.
La idea convenció sin reservas a Jack
y a los dos jóvenes, que no pusieron pegas al respecto. Mudog sabía que hasta
que no lo vieran con sus propios ojos, no conseguirían convencerse a sí mismos
para que supieran que su compañera estaba a salvo:
- Como ahora recibimos visitantes del
océano, dentro de poco tendremos que fijar precios por venir naufragando del
mar y estacionar en nuestras playas- comentó el jefe minero riendo mientras
caminaban para salir del lugar.
La enfermería no se encontraba muy
lejos del hogar de Mudog, situada tres casas más a la derecha de la misma
calle. Era un gran edificio, de dos plantas, más parecido a un almacén que a
una vivienda, seguramente para atender al mayor número de heridos posible.
Dentro del recinto, Mudog preguntó por la mujer recién encontrada en la playa.
La enfermera de detrás del mostrador les indicó la habitación exacta de la
paciente, y tras dar las gracias por la información, recorrieron varios
pasillos en dirección a la estancia de Marina.
Eduardo no podía evitar fijarse en el
suelo, el techo y las paredes del casi más parecido a un hospital que a una
simple enfermería. Su material era igual al de la casa del jefe minero, con la
tierra dura usada como principal fuente de relleno, y los muchísimos huesos
aglomerados de animales como estructura y soporte de las paredes y el techo.
Por supuesto, usaban cables eléctricos para las bombillas y las lámparas, y
cañerías para el uso de agua corriente en toda la población, ocultas entre la
espesa tierra marrón.
Aquella extraña combinación de
materiales nunca se le hubiera imaginado al chico hasta llegar a esa ciudad. El
interior de aquellas viviendas prácticamente naturales le parecían casi cuevas,
de no ser por el mobiliario y las ventanas que tenían, cuyos detalles le daban
un toque más humano y urbano. Era otro estilo de vida al que se habían
acostumbrado los habitantes de Boneland, ni bueno ni malo, simplemente
diferente.
Justo cuando llegaron a la puerta de
la estancia de Marina, el mismo médico que los atendió en la playa salía de la
habitación, ojeando unos informes que llevaba en la mano. Se sorprendió al
verlos allí tan pronto:
- ¿Doctor, cómo está la paciente?-
preguntó Mudog.
Era increíble el cambio de
personalidad que puede tener una persona en cuestión de minutos. Aquel hombre
no parecía ser el mismo que el que los echó descaradamente en la playa.
Contestó con una tranquilidad y amabilidad sorprendentes:
- Está muy bien- respondió, sonriente-
ha superado sin problemas la operación y ahora sólo necesita descansar…podéis
pasar a verla- indicó con la mano mientras abría la puerta.
El grupo entró en la habitación, y
allí estaba ella, tumbada boca arriba en la cama de pacientes. Jack, Eduardo y
Erika se acercaron a la maga, y comprobaron aliviados que respiraba con
normalidad. Ya no tenía las heridas visibles de antes, y con los ojos cerrados
permanecía profunda y tranquilamente dormida:
- Parece un ángel…- comentó Erika al
verla.
- Sí- sonrió Eduardo a su vez.
El mago se acercó más a ella y le
acarició la mejilla con la mano:
- Menos mal que estás bien…- sonrió
Jack- de haberte perdido, yo…
En ese momento volvió a intervenir
Mudog, que les propuso a los tres miembros:
- Mientras vuestra amiga descansa,
¿por qué no vamos a dar una vuelta por Boneland?- sonrió el jefe minero- así os
mostraré un poco la ciudad esquelética, ¿qué os parece?
Aunque al principio a Jack no se le
veía muy convencido con la idea, y se le veía claramente que prefería
permanecer al lado de la maga para protegerla, Eduardo y Erika lograron
convencerle para que se uniera a ellos. Sabían que Marina estaría a salvo en el
hospital, de modo que no tenían que preocuparse por nada. De esa forma,
salieron de la estancia tras los pasos de Mudog, a hacer una pequeña visita
turística guiada por Boneland, la ciudad esquelética.
Boneland era
muy famosa y conocida en el continente norte. Su propio nombre representaba el
símbolo de toda la ciudad, ya que absolutamente todas las cosas, salvo algunos
casos, estaban hechas de tierra pura y huesos de animales. Había pocas plantas
y cosas de color verde. En su inmensa mayoría predominaba el color marrón
dividido en diferentes tonalidades, creando un conjunto armonioso de colores
cálidos en medio de aquel lugar terrenoso.
La gente de
la ciudad vivía tranquila y pacíficamente caminando por entre las calles de
piedra y comprando en los puestos de tiendas de la plaza principal. Desde
luego, no parecía haber indicios de problemas ni de alboroto urbano.
Sobre la
profesión tradicional de Boneland, resultaba claro que era la arqueología. Los
ciudadanos dedicados a la labor trabajaban en una zona aparte del núcleo
urbano, en otros sitios donde aún no se había construido casas. En las afueras
de la ciudad se encontraban los mineros y excavadores picando en profundos
hoyos, y descubriendo nuevos tesoros. Algunos descansaban un rato a la sombra,
abanicándose la cara con algo para combatir el calor del sol, y otros hacían
explotar bombas en el terreno para abrir camino en las excavaciones.
Mientras
cruzaban la columna vertebral de una ballena a modo de puente, Eduardo preguntó
con curiosidad:
- Mudog,
¿cómo se ha formado esta ciudad completamente hecha de restos de animales?
- Me alegro
de que lo preguntes- sonrió el jefe minero- verás, puede que te parezca
increíble, pero todo esto antes era una enorme montaña.
- ¿Ah, sí?
Mudog
asintió con la cabeza, y volvió a hablar:
- Mi
tatarabuelo fue el primero en excavar en este lugar y en encontrar el primer
fósil que dio origen a la ciudad de Boneland.
Los tres
miembros siguieron su escuchando la historia de la ciudad esquelética:
- Tras su
primer descubrimiento, y convencido de que habían más tesoros por encontrar,
decidió seguir excavando en la antigua montaña Bone, nombre que él mismo le
puso al lugar- explicó Mudog.
- ¡Y todavía
lleva su nombre!- exclamó Erika- ¡seguro que descubrió toda clase de tesoros y
restos de animales primitivos! ¿Verdad?
El jefe
minero volvió a asentir con la cabeza:
- La gente
se enteró de la noticia, e incluso los mayores expertos en excavación y
arqueología se unieron al equipo de mi antepasado- explicó Mudog- con el tiempo
y el paso de los años, la montaña fue desapareciendo mientras que la ciudad
evolucionaba con los restos de animales. Finalmente algunos decidieron quedarse
de forma permanente en Boneland, y a partir de ellos nacieron las primeras
familias que se instalaron en la ciudad- y luego añadió- ¡aquí sólo viven los
amantes y aficionados a la arqueología!
- ¿Y han
descubierto algún tesoro importante aparte de huesos y restos de animales?-
preguntó Erika.
- En todos
los años que llevo trabajando en esto, sólo uno…- respondió Mudog- y a juzgar
por su protección, debe de ser muy especial.
Eduardo
preguntó, confuso:
-
¿Protección?
- Seguidme,
os lo mostraré.
Mudog
condujo a los tres a las afueras de Boneland, dirigiéndose a una zona en la que
no había completamente nadie. Estaba situada en lo más profundo de un barranco,
muy alejada a varios kilómetros de la ciudad esquelética. Se internaron dentro
de una cueva natural, y en sus entrañas encontraron algo sorprendente, que les
dejó con un fuerte nudo en la garganta.
Llegaron a
la entrada de un extraño bosque en el que reinaba el absoluto y sepulcral
silencio. Lo más escalofriante era la densa niebla que parecía provenir del
corazón del bosque, y que impedía ver más allá de la tercera fila de árboles de
la entrada. Aquel lugar emanaba una atmósfera inquietante y misteriosa.
Demasiada calma y silencio ponía los pelos de punta a Eduardo, que supo
enseguida que había algo fuera de lo normal envolviendo ese lugar:
- ¿Dónde
está el tesoro?- preguntó Jack, mirando en todas direcciones.
- Lo tenéis
justo delante- aclaró Mudog.
Cuando el
mago y los dos jóvenes se fijaron en los gruesos árboles que había delante,
taponando la entrada, el jefe minero comenzó a explicar:
- Hace poco
que mi equipo y yo hallamos este descubrimiento, pero se trata del mayor enigma
al que nos hemos enfrentado en todos nuestros años de experiencia- explicó
Mudog- aún seguimos intentando averiguar cómo romper la barrera que protege
este lugar.
Jack
intervino en ese momento, exclamando:
- ¿La barrera?
¡Pero si sólo son árboles!- comentó el mago- ¿cómo van a formar un escudo de
protección?
- Lo hemos
intentado todo con las excavadoras y las máquinas que disponemos de destrucción
masiva, pero es inútil…- dijo el jefe minero- esos árboles parecen estar hechos
de un material más duro y resistente incluso que el mismo acero, nada puede
hacerles ni un rasguño.
Eduardo se
quedó pensativo durante unos segundos, y luego dijo:
- ¿Habéis
probado con las bombas y la dinamita?- propuso el joven- ¡alomejor podéis
destruir la barrera con ella!
- Me temo
que eso no serviría de nada…los árboles no sufrirían nada y esta cueva se
vendría abajo…lo que significaría “adiós al tesoro”.
El chico
entendió la situación. No podían usar bombas porque la cueva y la entrada al
bosque se derrumbarían, y de hacerlo jamás lograrían resolver el misterio del
bosque de la niebla.
Mientras los
tres debatían sobre cómo romper la barrera, Erika caminó para acercarse a la
entrada. Se sorprendió al descubrir una lápida en una esquina de la cueva,
junto a los árboles. Caminó hasta acercarse a ella, y comprobó perpleja que
habían grabados símbolos que parecían ser letras. Sin embargo, enseguida se dio
cuenta de que aquel lenguaje era antiguo y ancestral, pues no entendía nada, y
además habían partes borrosas e ilegibles:
- ¡Mudog!-
exclamó ella- ¿qué es esto?
El jefe
minero dio media vuelta y de repente se acordó de lo que la chica señalaba:
- ¡Ah, eso!
Es una vieja lápida, aproximadamente de millones de años. Seguro que la dejaron
ahí los que venían a este lugar.
- ¿Y sabe lo
que hay grabado en ella?
Mudog empezó
a explicar vagamente, como si aquello no fuera de gran importancia:
- El equipo
de traducción sigue investigando en ello, pero ya han descifrado algunas
palabras- dijo el minero- creo que dice algo de “Numu” o “sangre pura”, aunque
no tengo ni idea de a qué se refiere- vaciló, pensativo, que luego añadió- lo
que sí sabemos es que a este lugar lo llamaban el “bosque dormido”.
De repente
los tres miembros del grupo sintieron una fuerte sacudida interior, y no
pudieron evitar acordarse de Marina. Sin duda ella tenía alguna relación vital
con ese bosque, y una opresión en el pecho les hizo palidecer en cuestión de
segundos. Mudog no tardó en darse cuenta de que algo les preocupaba:
- ¿Qué os
pasa?- preguntó, confuso- ¿estáis bien? Parece como si hubierais visto un
fantasma.
Trataron de
mantener la calma. Sabían que no debían contarle nada al jefe minero, ya que le
habían hecho la promesa a la madre de Marina de ocultarla y protegerla. Jack
comenzó a hablar improvisadamente:
- Es
que…nosotros…
En ese
momento a Eduardo le rugió el estómago. El chico improvisó rápidamente en algo
y dijo:
- Lo siento…
¡tengo hambre!- exclamó con una media sonrisa.
A Jack y
Erika tampoco tardaron en sonarles las tripas. Los tres dieron las gracias por
dentro, ya que era la excusa perfecta, y en el momento justo:
- ¡Nosotros
también!- exclamó la chica con otra sonrisa- ¡hace mucho que no comemos!
Pareció dar
resultado, ya que Mudog interpretó inocentemente aquellas caras con el tener
hambre. El jefe minero soltó un par de carcajadas bonachonas, y luego sonrió de
oreja a oreja:
- ¿Por qué
no lo habéis dicho antes?- preguntó Mudog, sonriente- ¡vamos, volvamos a la
ciudad a comer!
De esa
forma, jack y los dos jóvenes suspiraron aliviados, y comenzaron a a andar
directos a la salida de la cueva. Caminaron de vuelta a Boneland, aún sin poder
quitarse de la cabeza el misterio que envolvía aquella entrada, que sin duda
estaba fuertemente relacionado con Marina.
Mientras
tanto, muy lejos de allí, una siniestra sombra meditaba profundamente en los
más recónditos y tenebrosos rincones de la oscuridad. Con los ojos cerrados,
pensaba y reflexionaba en los próximos movimientos posibles que podría hacer.
Había enviado a otro de sus peones al ataque.
Frente a él
había un tablero de ajedrez, levitando en el aire, y jugaba él sólo contra el
equipo blanco. Tras avanzar uno de sus peones un paso a otra casilla contra el
equipo contrario, se formó un agujero oscuro un poco más lejos, cerca de la
entrada a la estancia. La sombra se percató de su presencia, y enseguida abrió
los ojos al darse cuenta de que era Magno:
- ¿Ya se ha
ido Asbel?- preguntó la oscuridad con voz de ultratumba.
- Sí, mi
señor- respondió Magno, que luego se atrevió a preguntar- ¿cree que podrá
acabar con los elegidos dejándole todo su poder?
- ¡¡No seas
estúpido!!- dijo la sombra alzando la voz- ¿¡De verdad crees que voy a ceder
todo mi poder a un simple mortal como él!?
- Lo siento,
señor…no era mi intención cuestionar la magnitud de su inmenso poder- se
disculpó el hombre de negro.
La oscuridad
pareció calmarse un poco. Hizo desaparecer con un gesto mágicamente el tablero
de ajedrez que tenía delante, y luego volvió a hablar con cierto aire de
indiferencia:
- Sólo le he
dado una cuarta parte, con eso será suficiente.
Magno,
cambiando de tema, preguntó nuevamente diciendo:
- ¿Y en
cuanto a la última superviviente de los Numu? ¿Cómo haremos para que nos diga
dónde se encuentra la tierra prometida?
La sombra
rió maléficamente:
- No hará
falta…ella misma nos guiará.
Magno
pareció sorprendido, y siguió escuchando las palabras de su jefe con atención:
- Hace mucho
tiempo, descubrí que esa antigua civilización tenía un poder especial, un poder
que sólo ellos poseían. Los Numu estaban muy estrechamente ligados al planeta,
casi podría decirse que era una conexión tan vital…que ellos mismos parecían
ser la propia Limaria- explicó la oscuridad- podían sentir cada herida que
sufría el planeta como si fuera de su propio cuerpo, y también escuchar su
dolor y sufrimiento…comprender sus sentimientos.
- ¿Pero qué
relación tiene eso con ir a la tierra prometida?
La sombra
volvió a sonreír maléficamente:
-
Precisamente ahí está la clave- comenzó a decir- los Numu eran muy
espiritualistas, y sus creencias los llevaban sin dudar a salvar al planeta,
llegando incluso a dar la vida por él. Sentían la necesidad de protegerlo de
cualquier peligro que lo amenazara, pidiendo deseos que se hacían realidad…-
luego añadió- y el único lugar en el que podían hacerlo era su lugar de origen,
la sagrada tierra prometida.
Magno
finalmente comprendió a lo que se refería su jefe. Los magos sagrados, para
proteger y salvaguardar el mundo, debían pedir deseos que sólo ellos podían
hacer realidad, en el único sitio en el que se cumplían a costa de su vida:
- ¿Pero
señor…eso no supone un obstáculo más en nuestro objetivo de conseguir la materia
suprema?- preguntó el hombre de negro, al darse cuenta de tan importante
detalle.
- Claro que
sí- afirmó la oscuridad- precisamente la última maga sagrada viaja con los
elegidos, y podemos quitarnos dos enormes molestias de encima.
- Pero si la
matamos, nunca sabremos dónde se encuentra la tierra prometida- comentó Magno.
- Antes de
acabar con ella, Asbel la seguirá primero hasta llegar al lugar sagrado…-
explicó la sombra- luego allí la matará antes de que pida la salvación del
planeta.
Magno
asintió con la cabeza, comprendiendo el plan:
- Entiendo…
¿pero cuándo sabremos que irá, señor?
La oscuridad
volvió a reír maléficamente. En sus ojos oscuros brillaba el destello de la
muerte:
-
Tranquilo…tal y como están las cosas en estos momentos, puedo estar casi seguro
de que ahora mismo la última Numu sentirá desesperadamente cumplir su labor y
viajar cuanto antes a su lugar de origen…la tierra prometida.
En ese mismo
momento Marina despertaba sobresaltada, sudorosa y estremecida. Acababa de
tener una horrible pesadilla, una visión en la que Ludmort impactaba de lleno
con Limaria. El cielo se volvía de color rojo sangre, el mar embravecido
arrasaba las costas, los volcanes explotaban, la lluvia ácida quemaba y dejaba
en los huesos a la gente cercana y la tierra se abría en un profundo abismo
bajo sus pies. El planeta temblaba y las personas morían a manos de los
desastres naturales que provocaba la llegada de Ludmort a Limaria. El fin del
mundo era inevitable, y en el sueño la maga pudo ver una fecha concreta en el
calendario, antes de morir abrasada a carne viva por una onda expansiva en
llamas.
Se
aferraba sudando y con fuerza a las
sábanas, temblando como una hoja. Lo que había visto era una horrible visión,
que la torturaba algunas noches, cuando ella menos la esperaba. Y esa no era la
primera vez que la veía.
Ya había
tenido ese sueño antes, muchas veces cuando era pequeña. Recordaba las
numerosas noches en las que despertaba por las mismas pesadillas, y lloraba de
miedo en la cama. De niña, su madre Lilian escuchaba sus lloros y enseguida iba
a su habitación a consolarla, hasta que se durmiera.
Durante
muchos años, Marina nunca llegó a entender por qué siempre tenía la misma
pesadilla. También sentía mucho miedo, dolor y sufrimiento, cada vez que
despertaba por las mañanas. Normalmente solía sentirse débil e insegura, y no
tenía valor para enfrentarse a sus propios miedos. Desde niña siempre quería
ser una maga justiciera, para darles su merecido a los malhechores que
intentaban secuestrar a personas como ella, y que sufrían su misma situación.
Se desmoralizaba y entristecía al no mejorar nunca en sus habilidades mágicas.
Sin embargo,
desde que conoció a Jack y a sus amigos, y se embarcó en la mayor aventura de
su vida, todo cambió de forma radical para ella. Se convirtió en otra guardiana
más de los elegidos de la profecía, y junto a ellos se hizo más fuerte física y
espiritualmente. Había logrado lo imposible de dominar el arte del combate
mágico, e incluso de hacerle frente al miedo con la ayuda del valor. Hasta un
legendario G.F. reconocía su fuerza y valía. Había pasado por muchos momentos
juntos con su grupo de aventuras, y estaba tan agradecida con ellos que no
dudaría ni un instante en dar la vida para salvarlos.
Palideció al
mirar el calendario que tenía justo al lado de su cama. Su rostro y su cuerpo
temblaron mucho más que antes:
- No…no
puede ser…- murmuró para sí misma- no es…posible…
La fecha que
vio en su sueño, la misma que presagiaba el fin del mundo, estaba ahí, delante
de sus ojos:
- ¡Falta una
semana…para que llegué Ludmort a Limaria!
Marina
sentía que se le cortaba la respiración. Un repentino mareo le vino a la cabeza
y tuvo que apoyarse en la pequeña mesa de noche que había al lado de su cama.
Respiraba entrecortadamente mientras trataba de asimilar la terrible y oscura
realidad.
Ahora que
conocía su verdadera identidad y su verdadero origen, todo tenía sentido. Sabía
por qué tenía esas pesadillas y cuál era su lugar en el mundo. Era la última
maga sagrada de Limaria, lo que significaba una enorme responsabilidad.
Al cabo de
unos minutos, logró mantener la calma, con esfuerzo. Un profundo dolor la
recorría por dentro, un dolor y un sufrimiento con el que había estado cargando
desde el mismo día en que nació. Su instinto Numu la empujaba a hacer lo
necesario, y de alguna forma supo que era la única forma de salvar Limaria y la
Tierra, de salvar ambos mundos. Su mirada se tornó firme y decidida, ya había
tomado una decisión.
A juzgar por
la oscuridad del exterior, sería la medianoche. Se levantó con cuidado de la
cama para no hacer ruido, y a los pocos pasos se sorprendió al ver a Jack,
Eduardo y Erika durmiendo profundamente en tres asientos independientes.
Se acercó
primero al joven, y acarició su pelo oscuro:
- Eduardo,
elegido de la llave espada, que tu fuerza y valor nos ayuden a ganar cientos de
batallas.
Luego se
acercó a la chica, y dijo acariciando su pelo castaño:
- Erika,
elegida de la vara mágica, que tu sabiduría y amor nos brinden esperanza para
ver el amanecer de un nuevo día.
Finalmente
se acercó a Jack y le besó dulcemente en la frente:
- Mi
valiente mago…el que siempre me ha ayudado y apoyado cuando más lo necesitaba,
el que me ha protegido siempre…- sonrió Marina- el amor de mi vida…quiero que
sepas que te quiero y te querré siempre…por favor, perdóname por lo que voy a
hacer.
Se alejó a
la puerta, y miró atrás una vez más. Fue entonces cuando sus ojos comenzaron a
llenarse de lágrimas:
- Amigos…sé
que salvaréis el mundo de Limaria, estoy completamente segura…pero yo…no viviré
para verlo…- se secó las lágrimas que caían por sus mejillas- perdonadme, aquí
me despido de todos vosotros…- y finalmente añadió- gracias por darme sueños y
esperanzas…gracias por todo…lo que habéis hecho por mí.
Y de esa
forma, salió corriendo de la habitación, alejándose sin ser vista del hospital
de Boneland, y desapareciendo en medio de la oscuridad de la noche.
Eduardo
despertó, sobresaltado y sudando. Aún era de noche. Había tenido la misma
pesadilla que otras noches, pero esta vez con más fuerza. La pesadilla en la
que veía morir a Marina a manos de un Asbel oscuro y siniestro:
- Menos mal
que sólo era una pesadilla…- susurró el joven para sí mismo.
Miró a su
alrededor y ahogó un grito de terror al no ver a la maga en la cama y la puerta
abierta:
-
¡¡Marina!!- exclamó, horrorizado.
Eduardo
despertó rápidamente a Jack y Erika, alertando a sus compañeros:
- ¡¡Chicos,
despertad!!- decía, alarmado- ¡¡Marina ha desaparecido!!
- ¿¡Qué
Marina qué!?- exclamó Jack.
Los dos
magos enseguida comprobaron que decía la verdad. Perplejos y aterrados, no
entendían la repentina desaparición de su amiga:
- ¡No puede
ser!- dijo Erika- ¡Marina no se iría así, sin decirnos nada!
- ¡Pero
entonces…!- comentó Eduardo- ¿¡Adónde habrá ido!?
En ese
momento Jack sintió una fuerte opresión en el pecho. Horrorizado, pudo decir
con un hilo de voz en sus palabras:
- No puede
ser…no se atreverá a…
A juzgar por
su cara, los dos jóvenes recordaron enseguida el descubrimiento de Mudog ese
mismo día. Entendieron la situación, y los tres exclamaron a la vez:
- ¡¡El
bosque dormido!!
Ellos
también conocían los poderes especiales de los antiguos Numu, su capacidad para
conectarse con el planeta, y lo que conllevaba el pedir deseos para la
salvación del mundo:
- ¡¡Vamos,
rápido!!- dijo Jack- ¡¡no tenemos tiempo que perder!!
Y así,
cogieron rápidamente sus pertenencias y salieron corriendo a toda prisa del
hospital de Boneland. Corrieron hasta adentrarse en las afueras de la ciudad,
en dirección al barranco del último descubrimiento de Mudog. Tenían que detener
a Marina antes de que fuera demasiado tarde.
Sabían a
dónde debían ir, y al sitio al que se dirigía la maga. Después de todo lo que
les contó el jefe minero ese día sobre aquel lugar, no tenían ninguna duda. Los
antiguos Numu debían de pasar por aquella entrada por alguna importante razón,
y a juzgar por la barrera que lo protegía, debía de ser extremadamente valioso
y especial.
No tardaron
demasiado en llegar al barranco y bajaron rápidamente por el camino que
conducía hasta las profundidades del mismo. Al ser de noche y encontrarse en
una zona recientemente descubierta, no habían farolas y luces que iluminaran el
lugar. Improvisaron de forma rápida una antorcha con un palo y una toalla
cogida previamente del hospital, al que prendieron fuego con la magia Piro.
Enseguida
encontraron la cueva, y entraron en ella sin dudarlo. Gracias a la antorcha que
llevaban, lograron llegar sin problemas a la misteriosa entrada que habían
visto ese mismo día. Al acercarse unos metros a ella, palidecieron al
contemplar lo evidente. Los grandes árboles robustos que tapaban la entrada se
habían apartado a ambos lados, como si de puertas se trataran, dejando libre el
paso:
- ¡Jack!-
exclamó Erika, perpleja- ¡La entrada…!
- ¡Se ha
abierto!- continuó Eduardo, también sorprendido.
El mago
tampoco pudo evitar mostrar una cara pálida:
- Debe de
haber sido Marina, ella es la única persona en el mundo que puede abrirla…-
dijo, pensativo.
Jack sacudió
rápidamente la cabeza a ambos lados, no era el momento de pararse a pensar:
- ¡Vamos, no
tenemos mucho tiempo!- dijo el mago firmemente.
Los dos
jóvenes lo acompañaron y, junto a él, se internaron en la espesa niebla que
cubría todo el bosque dormido.
Jack,
Eduardo y Erika corrían rápidamente por el único camino posible, entre los
muchos árboles que parecían infinitos a su alrededor. Cuando se apagó la
antorcha y vieron de nuevo la luz, muy pronto descubrieron que habían salido de
la cueva por otra entrada. Entendieron entonces que la caverna sólo era un
túnel que conectaba ambos lugares, y que estaban en aquellos momentos en una
zona desconocida en la que nadie había entrado desde hacía siglos de historia.
Era
increíble y extraño no escuchar absolutamente nada en aquel lugar, tan sólo se
oían los pasos acelerados de los tres miembros del grupo al pisar la hierba.
Parecía como si todos los seres vivos del bosque de la niebla permanecieran
sumidos en un profundo sueño eterno del que no despertarían jamás.
En medio del
reinado absoluto del silencio, y la quietud de los árboles y sus hojas, Eduardo
comenzaba a ponerse cada vez más nervioso por momentos. Nunca antes había visto
y sentido tanta calma y tranquilidad en ningún otro sitio. Demasiado silencio
presagiaba inquietud y peligro, y no le extrañaba que en cualquier momento
pudiera aparecer de repente un terrible monstruo a su encuentro.
Por otra
parte, la densa niebla tampoco favorecía las condiciones para seguir adelante.
Un movimiento en falso podría significar perderse para siempre en aquel bosque
envuelto en neblina. Aunque tenían mucha prisa, procuraban ir a paso ligero
corriendo cerca unos de otros, y deteniéndose en ocasiones para asegurarse de
que estaban todos.
Llevaban ya
un buen rato corriendo, y no tardaron en darse cuenta de que probablemente
estaban andando en círculos. Cuando se detuvieron a descansar, y mientras los
dos magos jadeaban de cansancio, a Eduardo le vino un repentino mareo, seguido
de una voz que exclamó fugazmente en su cabeza:
“¡¡No
sigáis!!”
En ese
momento comenzó sentirse mal y a tambalearse de un lado a otro:
-
Jack…Eri…ka…- pronunció con esfuerzo.
Antes de que
pudiera darse cuenta, el chico cayó al suelo mientras veía a sus amigos correr
junto a él, y perdió rápidamente el conocimiento.
Al abrir los
ojos, se sorprendió al comprobar que seguía en el mismo lugar, donde descansaba
con sus compañeros. La única diferencia es que estaba él sólo, y empezó a
preocuparse pensando que Jack y Erika lo habían dejado ahí tirado. Descartó esa
opción, porque sabía que ellos nunca harían algo así. Cuando se puso en pie, y
antes de que pudiera empezar a buscarlos, se sorprendió y retrocedió un paso al
ver formarse en la niebla una silueta humana. La reconoció enseguida, pálido y
perplejo:
-
¡¡Marina!!- exclamó el joven, atónito.
La maga le
advirtió diciendo, en gesto de advertencia:
- Eduardo,
por favor…no sigáis.
-
¡¡Marina!!- exclamó éste, sin entender nada- ¿¡pero por qué…!?
- No tengo
mucho tiempo- respondió ella- siento haberte desmayado, pero es la única forma
de transmitiros mi mensaje…esto es algo que debo hacer yo sola…tengo que
aceptar mi destino.
- ¡¡No lo
entiendo!! ¿¡De qué estás hablando!?
- También es
demasiado peligroso para vosotros…- dijo la maga, ignorando la pregunta- si
continuáis, podríais morir…os pido por favor que no sigáis.
Marina
empezó a desaparecer de nuevo en la niebla, dejando sólo al chico:
- ¡¡Espera,
Marina…no te vayas!!- gritó Eduardo.
Sin embargo,
y a pesar de sus gritos y clemencias, el joven no pudo hacer nada. Lo último
que oyó decir a la maga antes de desaparecer completamente fue la misma frase
repetida una y otra vez:
- ¡¡No
sigáis!!
Luego vino
la oscuridad. Una oscuridad en la que se había sumergido en más ocasiones, y
que detestaba con toda su alma, porque significaba malos presagios.
Cuando
despertó de nuevo, y vio a Jack y Erika junto a él, descubrió asombrado que
todo había sido un sueño:
- ¡¡Edu,
menos mal que estás bien!!- exclamó Erika, con una sonrisa aliviada.
- ¡Nos
asustamos cuando te desmayaste de repente!- dijo Jack- ¿¡qué te ha pasado!?
El chico, aún
un poco mareado, se levantó y puso en pie. Le temblaba un poco la voz:
- Marina…se
me apareció en sueños…
- ¿¡Qué!? –
exclamaron los dos.
- Nos
advirtió de un peligro muy grande…- explicó Eduardo- me dijo que no sigamos y
volvamos atrás.
La chica
miró al mago, confusa:
- ¿Tú qué
dices, Jack?
Éste bajó la
cabeza, dio media vuelta y se alejó unos pasos. Parecía pensativo y las dudas
lo asaltaban:
- Eres el
líder, y por lo tanto haremos lo que tú digas- dijo Eduardo, ya recuperado.
Pasó un
inquietante y largo silencio. Después de pensarlo y reflexionarlo durante unos
segundos de intriga, finalmente Jack respondió:
- No…
- ¿¡Qué!?-
exclamaron los dos jóvenes.
- Esta será
vuestra última misión a mi mando…y la mía como líder.
El mago
volvió a mirarlos, con un rostro completamente distinto al anterior. Ahora en
sus ojos se veía una firmeza y voluntad de hierro inquebrantables:
- Marina es
una más de nosotros y no podemos dejarla así como así…somos un equipo y si uno
de los nuestros tiene que luchar…lo haremos todos juntos…pase lo que pase,
nunca estaremos solos.
Eduardo y
Erika entendieron las palabras de Jack, y la decisión brillando en sus ojos
demostró que ellos también estaban dispuestos a luchar. Sabían lo que tenían
que hacer:
- Vamos a
buscarla…- dijo Jack- y si tenemos que enfrentarnos a ese peligro…lo haremos
juntos.
Los tres
asintieron firmemente con la cabeza, y continuaron corriendo de nuevo sobre la
marcha del camino, desapareciendo en la inmensidad de la niebla.
Al cabo de
unos minutos de seguir corriendo, el grupo se detuvo de repente al sentir que
la niebla se había disipado. Comprobaron sorprendidos que habían salido del
interior de la niebla que cubría el bosque, y que en aquellos momentos se
encontraban en lo que parecía ser una gigantesca llanura de muchos kilómetros.
A su alrededor no había más que bosque envuelto en neblina, que rodeaba todo el
lugar.
Eduardo dio
un paso atrás cundo de repente pisó el borde y varias piedras pequeñas cayeron
al vacío. Sus amigos y él se dieron cuenta entonces de que frente a ellos había
un enorme precipicio, un gran agujero continental que abarcaba toda la llanura.
El interior del agujero estaba completamente bañado de niebla y era imposible
determinar si eso era todo lo que había, o si por el contrario ocultaba algo en
el fondo:
- ¿Y ahora
qué hacemos?- preguntó Erika- hemos llegado al límite del bosque y lo único que
hemos encontrado ha sido este precipicio envuelto en niebla.
Jack sacó de
la mochila el mapa del mundo y comenzó a ojearlo detenidamente por el
continente norte. Lo miraba confuso e intrigado:
- Es
extraño…este lugar no aparece en el mapa.
- Es normal,
aquí nunca ha entrado nadie salvo los Numu- le aclaró Eduardo- y además, dudo
mucho que ellos quieran marcar un lugar tan especial para que todo el mundo
sepa dónde está.
Jack
comentó, pensativo:
- Sin
embargo, hay una cosa que no entiendo…parece que llegamos al centro del boque y
lo único que hay es un enorme barranco bañado en niebla.
- ¿Y qué
quieres decir?- preguntó el chico, confuso.
- Parece como
si todo el bosque protegiera este agujero…o lo que hay en él.
- ¿Quieres
decir que…hay algo en este precipicio?- preguntó Erika, perpleja.
El mago
asintió con la cabeza:
- Si os
fijáis bien, hay una niebla que cubre la parte superficial, dando a sospechar
que no hay nada interesante en el fondo- explicó Jack- cualquier explorador
daría media vuelta y volvería con las manos vacías.
- Sin
embargo…- dijo Eduardo.
- Puede que
en el fondo del precipicio no haya niebla y encontremos algo interesante-
continuó el mago.
- ¿Y crees
que Marina pueda estar ahí abajo?- preguntó Erika.
- Es muy
posible…este es el único lugar al que conduce el bosque…- respondió Jack- la
cuestión es… ¿cómo podemos bajar hasta las profundidades?
Mientras
Jack y Erika buscaban un posible camino por el borde, Eduardo tuvo una fugaz
visión en su mente. Pudo ver en cuestión de segundos cómo Marina bajaba
saltando por unas rocas que sobresalían de la pared del precipicio, antes de
volver a la oscuridad.
El chico
volvió de nuevo a la realidad con los dos magos, ambos buscando un posible
camino. Eduardo recordó los movimientos de Marina en la visión, y siguió con la
vista sus pasos desde su actual posición. No tardó en descubrir lo que andaba
buscando:
- ¡Por ahí!-
exclamó el joven- ¡Marina ha bajado al fondo saltando sobre unas rocas!
Los tres
fueron al lugar señalado, encontrando el camino. Tal y como había dicho él,
unas rocas sobresalían de la pared del barranco. Parecía hecho por personas a
modo de escaleras, y a juzgar por el desgaste y estado de las piedras, debían
haberlo creado hace miles de años. El camino continuaba hasta perderse en la
niebla.
Antes de
bajar, Jack advirtió a sus compañeros:
- No sabemos
lo que puede haber ahí abajo, ¿estáis preparados?
Eduardo y
Erika asintieron firme y decididamente con la cabeza, y los tres comenzaron el
descenso hasta desaparecer en las misteriosas profundidades del barranco de la
niebla.
El camino
era mucho más largo de lo que parecía, para los tres resultaba casi infinito.
El precipicio debía de ser muy profundo, porque ya llevaban un buen rato
saltando de roca en roca. Hubo alguna que otra peligrosa caída debido a un mal
paso, pero por suerte Jack estaba ahí para agarrarles de la mano y salvarlos de
una muerte segura.
La niebla
era densa. Aparte de la siguiente roca para saltar, no se veía absolutamente
nada. Seguramente estaban en el pleno corazón mismo del banco de neblina, y
sería muy fácil caer en el abismo buscando la muerte. Tenían que tener mucho
cuidado con cada salto que daban, pues de dar un paso en falso podrían caer y
morir desapareciendo en la niebla.
Eduardo
empezaba a pensar que realmente no había nada en el fondo, y que estaban
recorriendo todo aquel camino para nada. Sin embargo, en su interior sentía el
peligro cada vez más cerca. Tenía la horrible sensación de que algo malo iba a
pasar. Tenía mucho miedo porque cuando sentía esas tenebrosas predicciones,
solían cumplirse.
De repente
el grupo se sorprendió al notar que podían ver bien. Comprobaron asombrados que
habían salido del banco de niebla que cubría la parte superior del agujero
continental, y ahora se encontraban por fin en la zona inferior, en las
profundidades del barranco. Se detuvieron un momento en la siguiente roca en la
que saltaron:
- Chicos,
mirad- señaló Erika, con un fino hilo de voz.
Jack y
Eduardo ahogaron un grito de sorpresa. Lo que observaban ante sus ojos les hizo
encogerse por dentro. Un súbito estremecimiento los invadió a los tres de
repente, que palidecieron con la boca abierta, como si hubieran visto un
fantasma.
Por unos
segundos perdieron la voz mientras el miedo y la tristeza se reflejaban en sus
caras:
- ¿¡Pero
qué…qué es…esto!?- pronunció Jack, con esfuerzo.
Un extenso y
amplio paisaje tétrico y desolador se hallaba frente a ellos, ocupando toda la
superficie del fondo del agujero. A Eduardo le dio un vuelco el corazón cuando
se dio cuenta de que aquel lugar se trataba de una antigua ciudad en ruinas:
- Así que
esto es lo que hay en el fondo del barranco…- dijo Jack, perplejo y asombrado-
no existen datos referentes a esta ciudad, que yo conozca.
Eduardo
empeoraba por momentos. Sentía que se le cortaba la respiración y un repentino
mareo le vino a la cabeza. La chica se dio cuenta de que le pasaba algo cuando su amigo cayó de
rodillas al suelo, jadeando:
- ¡¡Edu!!-
exclamó ella, agachándose junto a él- ¡¡Edu!! ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Estás bien!?
Jack también
trató de ayudarle, pero cuando los dos magos iban a sanarle con la magia cura,
el chico se opuso diciendo:
-
Tranquilos, chicos…estoy bien…- sonrió Eduardo a medias- no es nada…sólo un
pequeño mareo…se me pasará enseguida…
Se puso en
pie y dio un par de saltos para demostrar que estaba bien. A pesar de su media
sonrisa, sus amigos no estaban del todo convencidos de sus palabras. Recordaron
entonces su verdadero objetivo de buscar a Marina, y tras asegurarse de que el
chico se encontraba bien, Jack dijo firme y decidido:
- ¡Sigamos
adelante…no nos queda mucho tiempo!
De esa
forma, el mago y los dos jóvenes retomaron la marcha y continuaron el descenso
saltando por las rocas, directos al fondo del barranco.
Eduardo, a
pesar de recuperarse del susto, aún seguía preocupado. Por supuesto, trataba de
fingir para que sus amigos no lo notaran. Sabía que muy pronto encontrarían a
Marina, y su miedo crecía con cada paso que daba.
No tardaron
demasiado en llegar finalmente al fondo, en tocar el suelo después de saltar la
última roca, y tampoco de tener que preocuparse por caer al vacío. Por fin
habían llegado a las verdaderas profundidades del agujero continental.
Continuaron
andando por el único camino posible que les llevó hasta la entrada de la
ciudad, y decididos a seguir adelante, se adentraron en ella.
A medida que
atravesaban las calles, Eduardo poco a poco se iba poniendo cada vez más
nervioso. Recordaba perfectamente haber estado allí en sueños, y a su mente
iban como fugaces destellos de luz los recuerdos que había tenido en las
pesadillas de noches anteriores. Reconocía aquel lugar, aquellas calles,
aquellos rincones oscuros. Todos los eslabones que conformaban la cadena de su
pesadilla poco a poco iban uniéndose irremediablemente entre sí.
El chico no
quería reconocerlo porque tenía mucho miedo, y en aquellos momentos lo único
que deseaba era salir de allí, olvidarse de aquel horrible lugar. Sin embargo,
había decidido ir a buscar a Marina, y a pesar de que temblaba como un flan por
dentro, se decía continuamente a sí mismo que debía ser valiente. Por Marina,
por Jack y Erika y el resto de sus amigos perdidos tras la tormenta en el mar.
En su corazón sabía, de alguna forma, que habían sobrevivido y seguían vivos en
alguna parte, y que tarde o temprano los encontraría.
El grupo
seguía caminando, pero esta vez lentamente. Jack y Erika no podían evitar
observar asombrados y sin aliento las casas derruidas y las viviendas
abandonadas a su alrededor. En las calles no se veía absolutamente a nadie,
sólo se oía el susurro del viento soplando por entre las ruinas que una vez
fueron casas habitadas por personas.
En su camino
encontraban algunos restos y huesos humanos, acompañados de sangre seca que
machaban las calles y las casas. Aquello era un espectáculo terrorífico y
sangriento que demostraba sin lugar a dudas que aquel sitio era una ciudad
fantasma, una ciudad olvidada en el transcurso de la historia de la humanidad:
- ¿Qué ha
pasado aquí?- preguntó Erika, perpleja y asombrada.
Jack se fijó
en los símbolos grabados en las paredes de las casas. Su lenguaje le resultaba
bastante familiar:
- Estas
letras…son iguales que las de la lápida que había en la entrada del bosque
dormido.
- ¿Y qué
significa eso?- preguntó Eduardo, confuso.
Jack
palideció de repente. Con la boca abierta y temblando, pudo pronunciar:
- Creo
que…ésta es la ciudad de los antiguos Numu.
- ¿¡Qué!?-
exclamaron los dos jóvenes.
- Así es,
ahora todo tiene sentido…- dijo el mago, pensativo, que miró a la chica- Erika,
¿recuerdas lo que ponía en la lápida de la entrada al bosque dormido?
- Sí-
asintió ella, también reflexiva- creo que algo de “Numu” y “sangre pura”.
- ¡Esa es la
razón! Sólo los Numu podían entrar porque aquí está su ciudad natal, su
civilización con siglos de historia, su refugio para protegerse de los
cazadores del exterior…- explicó Jack- ellos son los únicos habitantes de
Limaria considerados de sangre pura, por gracia y divinidad de los dioses… ¡y
por lo tanto tenían su propia forma de abrir la entrada al bosque!
Entonces los
dos jóvenes lo entendieron todo, y las dudas y los misterios que envolvían
aquel lugar finalmente se resolvieron:
- Y para mayor
seguridad, crearon y esparcieron un hechizo de niebla por todo el bosque-
afirmó Erika- para que, de esa forma, si lograba entrar algún intruso, se
perdiera para siempre en la niebla. Se trata de otra barrera de protección.
-
Exactamente- afirmó Jack a su vez.
Eduardo,
pensativo, recordó un pequeño detalle que quizá no fuera demasiado importante:
- Pero,
entonces… ¿aquí nació Marina?- preguntó el chico.
- Es lo más
probable- respondió el mago- que sacudió rápidamente la cabeza y volvió a
decir- ¡Venga, tenemos que seguir buscándola!
Caminaron
otro rato por las calles de la antigua ciudad olvidada de los Numu. En un
momento dado, el chico se paró en seco y sus amigos se dieron cuenta. Volvieron
la vista hacia él y el mago le preguntó, confuso:
- ¿Qué pasa,
Eduardo?
El joven no
respondió, y a juzgar por su cara pálida, Jack y Erika comenzaron a
preocuparse. Con el rostro blanco reflejando miedo y terror, y como si hubiera
visto un fantasma, señaló hacia el frente temblándole el brazo.
Su peor
pesadilla cobraba forma y se hacía terroríficamente realidad.
Una luz se
alzó en ese momento en el cielo nublado de la ciudad olvidada, una luz que él
conocía muy bien porque ya la había visto en sueños anteriores. Parecía
provenir del centro de la ciudad, y Eduardo supo enseguida que Marina estaba
muy cerca de su posición. Sin decir ni explicar una sola palabra, el chico
comenzó a correr lo más rápido que le permitían sus piernas, poniendo toda el
alma en ello. Sus amigos se quedaron
perplejos ante tal repentina reacción:
- ¿¡Eduardo,
a dónde vas!?- preguntó Jack, atónito.
-
¡¡Sigámosle!!- exclamó Erika- ¡¡creo que sabe dónde está Marina!!
El mago
asintió y ambos echaron a correr detrás del joven en dirección a la misteriosa
columna de luz que se alzaba por encima de las casas de la ciudad en ruinas.
“¡¡Por
favor, que no ocurra, que no suceda!!”- pensaba Eduardo en su mente- “¡¡Debo
llegar a tiempo para salvar a Marina!!”
Tal y como
había hecho otras muchas veces en sus sueños, el chico corrió rápidamente por entre
las calles de las casas derruidas, mientras su corazón latía a más de mil por
hora. Podía sentir el peligro muy cerca, y deseaba con todas sus fuerzas poder
llegar a tiempo para evitar la desgracia que ocurría en sus pesadillas. Jack y
Erika le seguían por detrás, sin perderle de vista.
Cuando por
fin llegaron a la plaza central de la ciudad, Eduardo se detuvo en seco y
contempló asombrado el descubrimiento. Sus amigos, jadeando del cansancio, le
alcanzaron unos segundos después. Levantaron la mirada y se quedaron con la
boca abierta. Descubrieron, asombrados, algo increíble.
Un hermoso
paisaje cubría completamente toda la plaza central. Un lugar lleno de vida con
lagos de aguas cristalinas, frondosos árboles de hojas frescas, hierba verde y
varios animales de campo que comían de los muchos y variados alimentos que
ofrecía aquel lugar mágico.
Todo eso
contrastaba de forma radical con el resto del paraje en ruinas de la ciudad
olvidada. Simplemente no podían creer que existiera algo así en aquel sitio abandonado
y desolado:
- ¿Eso…no
será…?- preguntó Erika, casi sin palabras.
- Tiene que
serlo…- respondió Jack, también sorprendido- realmente existe…tenemos ante
nosotros…la tierra prometida…
Eduardo
desvió la mirada, no era eso lo que buscaba. Finalmente lo encontró a su
derecha, un pequeño templo rodeado de cascadas un poco más lejos de su
posición. En la plataforma superior, conectada al suelo por unas escaleras de
piedra, había una persona de cara a ellos, con los ojos cerrados y rezando en
silencio. La reconocieron al instante:
-
¡¡Marina!!- exclamó Jack.
Los tres
echaron a correr hacia ella. Todo parecía ir bien y podrían detenerla a tiempo
antes de que muriera.
Pero fue
entonces cuando se desató la pesadilla.
A pocos
metros del templo, un agujero oscuro apareció detrás de la maga, y de él surgió
una persona conocida por todos. Perplejos y pálidos, el grupo exclamó:
- ¡¡Asbel!!
Sin embargo,
aquel no era el mismo espadachín con el que emprendieron su viaje por Limaria.
Ahora llevaba el mismo manto oscuro que la organización Muerte, y en sus ojos
no se vislumbraba ni un solo atisbo de luz. Tan sólo la oscuridad y las
tinieblas lo envolvían, y en su mano llevaba el arma que siempre solía usar
para combatir: la espada hacha. Jack, Eduardo y Erika muy pronto se dieron
cuenta de sus intenciones cuando el hombre de negro comenzó a caminar hacia
Marina:
- ¡¡Asbel,
no lo hagas!!- gritó Erika.
Sin embargo,
y a pesar de sus gritos, fue inútil. Asbel caminaba absorto sin otro objetivo,
con la mirada perdida, y ni siquiera la maga los escuchaba. Seguía rezando
ajena al peligro que le esperaba:
- ¡¡Asbel,
no!!- gritó Eduardo.
Todos sus
esfuerzos fueron en vano. Los tres vieron horrorizados cómo su antiguo
compañero de grupo atravesaba con su espada el estómago de la maga. Aquel
instante dejó marcado para siempre a los tres miembros del grupo, que con los
ojos llenos de lágrimas, aún no podían creerse lo que acababan de ver:
-
¡¡¡Marina!!!- gritó Jack, casi afónico.
Asbel retiró
su espada ensangrentada del cuerpo de la maga, y Marina cayó inerte e inmóvil
al suelo mientras su sangre pura encharcaba el suelo a su alrededor. Jack,
ahora furioso por lo que acababa de ver y con los ojos llenos de lágrimas,
desenfundó su bastón mágico y corrió a atacar a Asbel, gritando de rabia y
furia.
Eduardo y
Erika tampoco se quedaron atrás. Firmes y decididos, ambos hicieron aparecer
mágicamente la llave espada y la vara mágica, y corrieron detrás de Jack,
dispuestos a luchar. Iban a enfrentarse a un poderoso enemigo que había sido su
amigo y compañero tiempo atrás.
NOOOO, ¿por que marina? yo quería que se case con Jack y tenga hijitos *¬* es una chica bellísima... D=
ResponderEliminarPD:tienes una pequeña falta de ortografía, en vez de boque es bosque xDDD
¡¡Imbécil!! ¿¡Qué haces leyendo esto!? ¡¡vas por el capítulo 16 así que deja de spoilearte y sigue tu ritmo en la historia, que te saltas partes importantísimas!! xD
EliminarPD: Gracias por la falta de ortografía, enseguida la corrijo. Siempre suele quedarme pequeñas faltas como esa en los capítulos xD