Capítulo
XXIV
TORMENTA
EN EL MAR
- ¿De verdad vas a ser nuestra
guardiana?- preguntó Eduardo, perplejo.
- No lo había pensado… ¡pero tampoco
es mala idea!- comentó la piloto, sonriente- ser un guardián de los elegidos de
la profecía… ¡cualquiera no tiene ese privilegio todos los días!
Y de esa manera se confirmó
improvisadamente de forma oficial el fichaje de Alana para el grupo de
aventuras, al que todos accedieron sin problemas. Ahora la chica pelirroja ya
formaba parte del equipo, y era una aliada más para el combate.
En aquellos momentos huían a toda
prisa corriendo por el jardín de la parte trasera de la casa de Alana, directos
al pequeño hangar que había no muy lejos de su posición. La policía había ido a
la residencia de la estudiante expresamente para arrestarla por la supuesta
agresión hacia el hijo del alcalde de Airdreve, según el testimonio de Howard.
El chico rubio solía inventarse sus propias versiones de los hechos de tal
manera que se vieran a su favor, y como nadie se atrevía a llamarle mentiroso
por miedo a una multa, su padre siempre le creía, y estaba dispuesto a hacer
justicia.
El grupo abrió las grandes puertas del
hangar, y ante la oscuridad del interior Alana encendió las luces para iluminar
el lugar. Las sonrisas y expectativas de Jack y los demás al imaginarse un
majestuoso avión sónico o algo por el estilo se esfumaron de repente al
encontrar en su lugar una vieja avioneta de dudosa confianza y llena de polvo
sucio. Tenía muchos rasguños y parecía no haber volado en años:
- ¿¡Qué os pasa!?- preguntó la
pelirroja corriendo hacia la cabina de mandos- ¡¡subid rápido, no tenemos
tiempo!!
- ¿¡Vamos a volar en esa chatarra!?-
exclamó Cristal, con la boca abierta- ¡¡Pero si es…!!
En ese momento una llave inglesa fue a
parar a su cabeza, y la tiró al suelo con un chichón. Mientras la princesa se
retorcía de dolor, Alana le respondió enfadada:
- ¡¡No vuelvas a llamar así a Valor
Alado, o te las verás conmigo!! ¿¡Entendido!?
- ¿¡Valor Alado!?- preguntó Erika,
sorprendida- ¿¡Ése es su nombre!?
La pelirroja asintió con la cabeza:
- ¡Así es! Pertenecía a mi abuelo,
también piloto en sus tiempos…ha volado por todos los cielos de Limaria y
atravesado numerosas tormentas- dijo señalando los rasguños y arañazos del
casco- de ahí su nombre original, y del que me siento orgullosa…es mi primer
avión, y lo único que heredé de él.
Jack se acercó a la máquina y tras
tocarla con una mano se desprendieron varios tornillos y cayeron al suelo.
También podía verse a simple vista que la avioneta se tambaleaba, incluso
apoyada en una silla por un lado para equilibrarla:
- ¿Cuánto tiempo hace que no vuela?-
preguntó el mago, no muy seguro de la estabilidad de Valor Alado.
- Por lo menos… ¡unos treinta o
cuarenta años!- respondió la pelirroja con una media sonrisa, que luego trató
de fingir su preocupación- ¡eso…eso no es prácticamente nada! ¡Podemos ir en él
sin problemas!
- ¿¡Qué!?- exclamaron los demás,
perplejos.
- ¡Mejor dicho…! ¿¡Lo has pilotado
alguna vez!?- intervino Rex.
La tímida negación con la cabeza de Alana
mientras sonreía a medias hicieron que el resto del grupo palideciera aún más.
Aquella chica nunca antes se había puesto a los mandos de una aeronave, y no
parecía muy segura de saber hacerlo. Por si fuera poco, la avioneta que los
transportaría tampoco inspiraba demasiada confianza. Los movimientos de Alana
tratando de acomodarse en el asiento del piloto hacían que saltaran pequeños
tornillos y se desprendieran algunas partes de la máquina:
- Pero si se cae a pedazos…- susurró
Marina, bastante preocupada.
- Siempre hay una primera vez para
todo- respondió la piloto, con una media sonrisa.
En ese momento se oyó un estrepitoso
ruido proveniente del exterior, y parecía venir de la casa de la estudiante.
Numerosos pasos se escuchaban, acompañados de griterío y disparos de armas de
fuego. Alana y los demás palidecieron mientras temblaban. Sabían lo que aquello
significaba, de modo que la pelirroja sacudió la cabeza a ambos lados y les
gritó a sus compañeros:
- ¡¡Subid rápido, no tenemos mucho
tiempo!!
Sin pensárselo dos veces más, Jack y
los demás corrieron rápidamente a montar en la avioneta, aunque supieran que no
debían hacerlo.
En aquella situación no tenían tiempo
para ir a comprar un avión, y tampoco podían dejar sola a su compañera frente a
aquella patrulla de policía. Estando todos en el mismo bando y equipo, sabían
que debían cuidarse y protegerse los unos a los otros. Era su primera
obligación como grupo, y que todos habían aceptado como preferente ante
cualquier otra cosa, salvo casos extremos.
Habían aceptado a su nueva aliada en
el grupo, con todas las consecuencias. No podían abandonarla estando en
peligro. Mientras montaban en los alerones de la avioneta, Cristal comentaba:
- Recemos a los dioses para que
lleguemos vivos al continente norte…
La policía ya había tomado el control
de la casa de la estudiante. Habían registrado todas las habitaciones y
rincones de la misma, sin dar con ella, por lo que no les quedaba otro sitio
más que el hangar del jardín. Allí se encontraba toda la patrulla, reunida y
armada frente a las grandes puertas del pequeño recinto del jardín:
- ¡¡Alana, sabemos que está en el
hangar!!- dijo el oficial con un megáfono- ¡¡la tenemos rodeada, salga ahora
mismo sin oponer resistencia y nadie saldrá herido!!
No hubo respuesta. El oficial de
policía volvió a decir con el megáfono:
- ¡¡Alana, sabemos que está en el
hangar!!- repitió- ¡¡la tenemos rodeada, salga ahora mismo sin oponer
resistencia y nadie saldrá herido!!
Continuó el inquietante silencio sin
respuesta. Segundos de tensión e intriga reinaban en el jardín trasero de la
casa de la estudiante, en los que se sólo se oía el soplar del viento y el
vuelo de las hojas en el aire. El oficial estuvo a punto de repetir las mismas
palabras de nuevo cuando de repente se escuchó un sonido del interior del
recinto:
- ¿Pero qué…?- dijo el policía,
acercándose lentamente a su objetivo.
En pocos segundos el ruido se hizo
cada vez más fuerte, llegando a resultar escandaloso incluso desde el exterior
del hangar. El sonido de motor viejo y de una hélice comenzando a girar delató
lo que sospechaban. Tras oír caer dentro del recinto varios golpes de
mobiliario y de ruedas chirriando empezando a moverse, el oficial de policía
palideció. Estando junto a la entrada, dio media vuelta y corrió mientras
gritaba al resto de la patrulla:
- ¡¡Cuidado, que viene…apartaos
todos!!
En ese momento, y por los pelos de
golpear al policia, las grandes puertas del hangar se abrieron bruscamente de
par en par, sorprendiendo a toda la patrulla. Aprovechando los segundos de
sorpresa de sus enemigos, Valor Alado salió despedido del hangar y sobrevoló
las cabezas de los policías, levantando el vuelo con los viajeros que llevaba a
bordo.
Todo parecía marchar bien. A pesar del
molesto ruido del motor de la avioneta, después de estar treinta años parado,
ésta se alzaba rápidamente y ganaba altura en el cielo de Airdreve. Por su
parte, Alana parecía más segura de sí misma que al principio, y manejaba los
viejos mandos de control con seguridad:
- ¡¡No me lo puedo creer!!- exclamó
Alana, eufórica- ¡¡Estoy…estoy pilotando un avión!! ¡¡No es mentira…de verdad
estoy volando!!
- ¡De algo debió de servirte estudiar
muchos libros de ingeniería aérea!- comentó Jack con otra sonrisa-
¡¡Felicidades, Alana!!
Eduardo asomó su cabeza por la
ventana, y suspiró aliviado al volver la vista atrás. Los policías no
reaccionaban ante su huida. Parecía que les era imposible atraparlos en el
aire, a varios metros por encima de sus cabezas:
- ¡¡Esto marcha bien!!- exclamaba el
chico, sonriente- ¡¡Muy pronto los dejaremos atrás!!
Cristal también asomó su cabeza, y se
dirigió a la patrulla de policías que hasta hace unos segundos los tenían
acorralados y los amenazaban. Con una sonrisa burlona, la princesa gritó
riéndose de ellos:
- ¡¡Jodeos, pasma de Airdreve!! ¡¡Esta
vez ganamos nosotros!!
El oficial de policía, provocado y
furioso por los insultos de la chica con coletas, ordenó rápidamente al resto
de la patrulla:
- ¿¡Qué estáis mirando, idiotas!? ¡¡Disparad
al objetivo, que no escapen!!
La situación cambió radicalmente en el
mismo momento en que los policías comenzaron a disparar la avioneta. Debido a
sus años de uso y el estado debilitado, el material de la aeronave no resistía
el impacto de las balas que lo acribillaban sin piedad. A pesar de estar a
varios metros por encima de ellos, las balas alcanzaban con fuerza el casco de
Valor Alado.
En el interior de la avioneta, los
ocupantes dejaron de sonreír aliviados. En su lugar cundió el terror y el
pánico. En ocasiones no podían evitar gritar de miedo debido a las fuertes
turbulencias que ocasionaba el desprendimiento de algunas partes de la
aeronave:
- ¡¡Maldita sea!!- exclamó la piloto
al mando- ¡¡a este paso caeremos en picado!!
Cristal, igual que los demás, trataba
de agarrarse a su asiento con fuerza:
- ¿¡Esta mierda no puede volar más
alto!?- preguntó la chica con coletas- ¡¡Haz algo antes de que la palmemos!!
- ¡¡Cállate, idiota!!- respondió
Alana, furiosa- ¡¡Todo esto es culpa tuya, por insultar a la policía!!
- ¿¡Qué!? ¡¡Si morimos será por tu
incompetencia al mando de esta chatarra con alas!!
- ¿¡Qué has dicho!?- dijo la piloto,
por un momento olvidándose del control de la avioneta- ¡¡Hago todo lo que
puedo!! ¡¡Si salimos de esta, te voy a…!!
- ¡¡Callaos las dos!!- intervino Jack,
furioso- ¿¡Preferís discutir antes que buscar una solución al problema!? ¡¡No
sé si os habréis dado cuenta, pero estamos en serio peligro y a punto de
morir!!
A partir de entonces dejaron de discutir,
y callaron atendiendo cada una a lo suyo. Todos se sorprendieron al comprobar
que de repente se detuvo el ataque de balas, y la avioneta volvió a recuperar
la aparente tranquilidad del principio:
- ¿¡Qué ha pasado!?- preguntó Rex,
perplejo- ¡¡Las balas…ya no nos atacan!!
Marina asomó con precaución la cabeza
por la ventana, y con la boca abierta observó la nueva situación en la que se
encontraban. Ya no estaban en el jardín de la casa de Alana, y los policías
habían desaparecido. Ahora sobrevolaban el cielo de la verdadera ciudad de
Airdreve, y los grandes aviones pasaban por encima de la pequeña avioneta:
- Hemos dejado atrás a la policía, los
hemos despistado…- explicó Marina- parece que, por el momento, estamos a salvo.
El resto del grupo suspiró aliviado.
Por fin se habían librado de los policías, y la situación parecía ir a mejor. Pasado
el mayor peligro, la pelirroja añadió:
- ¡Muy bien, directos al continente
norte!- exclamó Alana.
La piloto comprobó si disponían de
suficiente combustible para el largo trayecto que les quedaba, y suspiró
aliviada al ver que el tanque de Valor Alado estaba lleno. Tenían combustible
de sobra para llegar hasta su objetivo, de modo que no deberían tener problemas
a lo largo del viaje.
Lo que no advirtió Alana ni por asomo
en ningún momento fue el fino chorro de combustible que caía por una pequeña
abertura del tanque, provocada por el ataque de una bala. Estaba situada en la
parte trasera de la avioneta, y era prácticamente invisible a los ojos de los
ocupantes que viajaban a bordo de la aeronave.
Había pasado más de una hora desde que
dejaron atrás Airdreve, y abandonado el continente central en dirección al
norte. Se habían alejado bastante de la costa, y en aquellos momentos estaban
completamente rodeados por el inmenso horizonte. A su alrededor no se veía más
que cielo y mar azul, aparentemente en calma, y con un tiempo soleado
favorable.
Alana había tomado una importante
decisión desde el momento en que decidió huir de Airdreve. Se había convertido
en una fugitiva buscada por las autoridades de la ciudad de los aviones, y si
decidía volver sería arrestada y encarcelada durante un par de años en prisión.
Había tirado por la borda todos sus años de estudiante como aspirante a piloto,
y tan sólo le quedaba un año para ser nombrada oficialmente piloto de aviones.
Decidió ayudar a los elegidos en su peregrinaje al continente norte, aún
sabiendo que destrozaría su vida y su sueño. Fue muy valiente en ese aspecto, y
sus amigos la respetaban y admiraban por tan noble decisión.
Viajando a bordo de Valor Alado, el
ambiente había vuelto a la normalidad. No ocurrieron más incidentes
desagradables desde su despegue en el jardín de la casa de Alana, y el viaje
parecía marchar bien. Según los cálculos de la piloto, llegarían a la región
fría de Limaria en aproximadamente cinco o seis horas, lo que significaba aún
mucho recorrido por delante.
Mientras la mayoría del grupo miraba
por las ventanas, con algo de esperanza, esperando encontrar tierra firme,
Erika se acercó a la cabina de control y se sentó en el asiento del copiloto
junto a la pelirroja:
- Lo has conseguido, Alana…- comentó
sonriente la joven- eres la primera mujer piloto de Limaria... ¿no estás
contenta?
- Aún no…- respondió la chica al
mando- para ser oficialmente una piloto con todos mis derechos, debo graduarme
en la escuela de aviación de Airdreve…y me falta un año de curso…sólo entonces
podré ser una auténtica piloto de verdad.
- Si todo esto sale bien, podrás
volver a Airdreve y cumplir tu sueño… ¿verdad?
Alana respondió, tras un suspiro:
- Sí…cuando pague por mi error durante
unos años en la cárcel.
- Alana, tú no cometiste ese error…-
dijo Erika- somos nosotros los que deberíamos pagar por lo que le hicimos a
Howard.
Al ver el repentino rostro depresivo
de la pelirroja, la joven trató de animarla:
- Te prometo que cuando todo esto
acabe, volveremos juntos a Airdreve…y le explicaremos al alcalde lo que ocurrió
de verdad…y también el tipo de persona tacaña y egoísta que es su hijo
Howard…no estarás sola cuando tengas que afrontar tu destino.
- ¿Lo prometes…de verdad?- preguntó
perpleja Alana.
- Te lo juro- sonrió ella de oreja a
oreja.
La chica pelirroja sonrió a su vez, y
estuvo a punto de darle las gracias cuando justo en ese momento hubo una fuerte
turbulencia, que sorprendió a todos y los sacudió a bordo de Valor Alado.
El motor de la avioneta paró de
repente, y la hélice frontal dejó de girar.
- ¿¡Qué está pasando!?- preguntó Cristal,
agarrándose con fuerza a su asiento.
- ¡No lo sé!- respondió Alana, también
asustada por lo que acababa de ocurrir mientras registraba los controles del
puesto de mandos- ¡Esto no es normal, Valor Alado no debería…!
Su rostro palideció de repente al
comprobar con sus propios ojos en el panel de control que el tanque y la
reserva de combustible de la aeronave estaba completamente vacía:
- ¡¡No…no puede ser!! ¿¡Cómo es
posible!?- dijo la piloto, aún sin creerse lo que veía- ¡¡Pero si al salir de
Airdreve el tanque estaba lleno!! ¿¡Qué ha pasado!?
- ¿¡Qué es lo que ocurre, Alana!?-
preguntó Jack desde el compartimento de pasajeros- ¿¡A qué se debe esto!?
La piloto gritó desde la cabina de
mandos:
- ¡¡Nos hemos quedado sin
combustible!!- y luego anunció seriamente y sin vacilar- ¡¡Agarraos
fuerte…vamos a caer al mar!!
- ¿¡Qué!?- exclamaron atónitos los
demás- ¿¡Será una broma, no!?
Antes de que pudieran pronunciar otra
palabra, Valor Alado comenzó a descender en picado y a gran velocidad,
atravesando las nubes, y demostrando la cruda realidad de las palabras de la
pelirroja. No se trataba de ninguna broma.
El miedo que antes sentían por la
turbulencia se convirtió en cuestión de segundos en pánico y terror al
comprobar que realmente caían al vacío. En medio de los gritos de Jack y los
demás, Eduardo pudo visualizar los intentos y esfuerzos en vano de la piloto
por tratar de enderezar la avioneta. La sensación de vértigo al sentir que el
estómago le subía hasta la garganta y la velocidad de caída le impidieron al
joven moverse. Tan sólo podía agarrarse con fuerza a su asiento, el cual
también parecía que iba a desprenderse.
A pesar de la inmovilización por la
excesiva velocidad, Alana logró coger con esfuerzo la palanca de control frente
a ella. Apretó los dientes y tiró de ella con todas sus fuerzas mientras
gritaba, consiguiendo enderezar un poco el morro frontal de Valor Alado:
- ¡¡Vamos, muévete!!
Sin embargo, y a pesar de sus
esfuerzos, ya era demasiado tarde. Alana sabía que aquello iba a ser un
aterrizaje forzoso. La piloto pudo ver el mar frente a ellos a pocos metros de
distancia, y al igual que sus compañeros, cerró los ojos antes de impactar bruscamente
con la superficie de masa de agua salada de Limaria. Valor Alado había volado
por última vez en toda su historia.
Eduardo abrió poco a poco los ojos, al
sentir gotas de agua cayendo en su mejilla. Un rayo de sol iluminaba su rostro
a través de una pequeña abertura del casco de la avioneta, del que caían las
gotas directas a su cara. Se llevó una mano al rostro, con la que se tapó los
ojos, y comprobó sorprendido que aún seguía vivo. No estaban muertos.
Imaginó que debían haber pasado unas
cuantas horas desde el impacto de Valor Alado en el mar. Se levantó de su
asiento con serias molestias en su brazo ensangrentado, del que dejó escapar un
leve gemido de dolor. Podía sentir el vaivén de las olas meciendo la avioneta
en el exterior.
Con un poco de dolor de cabeza, volvió
la vista a su alrededor. Los cristales de las ventanas yacían rotos en mil
pedazos por el suelo, los asientos ahora demacrados se volvieron inservibles, y
habían algunos charcos de agua esparcidos por la mayor parte del compartimento.
Sus amigos también se habían desmayado,
y permanecían inconscientes en sus asientos, algunos con heridas leves. Sus ropas
ensangrentadas delataban el sitio de la herida. El chico caminó hasta ellos, un
poco dolorido de brazos y piernas, y uno por uno los fue despertando. Se alegró
mucho de que siguieran vivos, ya que él sólo no sabría qué hacer en aquella
situación difícil. Después de despertar por completo, el resto del grupo trató
de ponerse en pie, con esfuerzo:
- ¿Estáis todos bien?- preguntó Jack,
llevándose la mano a la cabeza, que le dolía.
- Sí…creo que sí…- respondió Marina,
que luego se quejó diciendo- ¡Ay, me duele la cabeza…!
- ¿Qué ha…pasado?- intervino Rex-
¿Cómo hemos acabado así?
Alana salió de la cabina de mandos con
Erika, ambas un poco mareadas. La estudiante de aviación tenía una herida en la
cabeza, por la que sangraba:
- Nos quedamos sin combustible, y por
eso mismo caímos sin remedio- explicó la piloto.
- ¿¡Qué dices!?- exclamó Cristal- ¿¡no
se supone que lo tenías todo controlado!?
- ¡Lo tenía!- respondió la pelirroja,
alzando la voz en tono desafiante- ¡Estoy segura de que el tanque estaba lleno
de combustible, y de que llegaríamos sin problema al continente norte!
- ¿¡Entonces cómo explicas que
lleguemos a esta situación, eh!?
- ¡¡No lo sé!!- declaró Alana,
furiosa- ¿¡Crees que hice este aterrizaje forzoso porque me apeteció darme un
baño!?
- ¡¡Lo que pasa es que no sabes nada
de aviación, y estamos así ahora por tu incompetencia!!- dijo Cristal,
enfurecida- ¡¡no debimos haber subido en esta chatarra…ahora por tu culpa vamos
a morir todos en medio del mar!!
- ¿¡Qué dices!? ¡¡Logré enderezar a
Valor Alado en el último momento para amortiguar la caída…te recuerdo que de no
ser por mí ahora podríamos estar muertos!!
En ese momento intervino la joven,
interponiéndose entre las dos, que las detuvo:
- ¡¡Ya basta!!- gritó Erika, enfadada-
¡¡Discutir no nos ayudará a resolver este problema…lo que debemos hacer es
buscar una solución cuanto antes!!
Alana y la princesa dejaron de
discutir, y frunciendo el ceño dieron media vuelta la una a la otra, con los
brazos cruzados. Después de sanarse todos con la magia cura de los magos del
grupo y recuperarse un poco más de sus heridas, Eduardo señaló la escotilla de
emergencia del techo, media destrozada:
- Salgamos fuera a comprobar la
situación.
Tal y como propuso el chico, el grupo
entero salió con sumo cuidado del interior de la avioneta. Lo que vieron en el
exterior sobrecogió a todos por completo. A su alrededor no había más que cielo
y mar azul, con un tiempo soleado favorable. No se veía absolutamente nada en
el horizonte:
- ¡Genial!- exclamó Cristal con sarcasmo-
¡perdidos en medio de la nada!
Marina se fijó más en Valor Alado. Su
estado ahora era deplorable, con muchísimos más rasguños tras la oleada de
balas y el aterrizaje forzoso. Había perdido el ala derecha, entre otras muchas
partes, y la izquierda estaba a punto de desprenderse en cualquier momento. Por
supuesto, el resto de las partes de la aeronave se habían hundido. Le
sorprendió bastante que la avioneta continuara flotando en la superficie
salada:
- ¿Por qué Valor Alado sigue a flote?-
preguntó la maga- ¿no debería hundirse igual que el resto de sus partes?
- El compartimento de pasajeros y la
cabina de mandos forman una bolsa de aire que permite mantener flotando la
nave, por eso seguimos en la superficie…- explicó Alana- de haber caído directo
en picado, Valor Alado habría estallado con el impacto de la caída, se perdería
la bolsa de aire, y como consecuencia ahora estaríamos en el fondo del mar.
Las palabras de la piloto hicieron
temblar a sus compañeros, que entonces se dieron cuenta de la crucial
intervención de Alana en el último momento, cuando logró enderezar la avioneta
antes del impacto. De no haberlo hecho, en aquellos momentos probablemente no
seguirían con vida:
- Sin embargo…- volvió a hablar la
piloto seriamente- eso no descarta que hayamos pasado el peligro, y que no
podamos hundirnos ahora.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Rex,
preocupado.
- Esta gran bolsa de aire que nos
mantiene a flote no durará eternamente. Ya habéis visto que poco a poco entra
agua en ella, y llegará un momento en que su peso provocará que nos hundamos
sin remedio ¿entendéis?
La tesis de la pelirroja preocupó y
asustó aún más al resto de sus amigos, que palidecieron de repente sus caras:
- ¿Pero entonces…?- preguntó Eduardo,
también asustado- ¿eso quiere decir que…no tenemos ninguna posibilidad de salir
vivos de esta?
Alana suspiró, y respondió con una
media sonrisa fingida, tratando de animarlos:
- ¡Vamos, vamos, claro que la hay!-
sonrió ella- ¡al paso que entra el agua, todavía falta mucho tiempo para que
Valor Alado se hunda!- y luego añadió como rayo esperanzador- ¡puede que
lleguemos a tierra firme antes de que eso ocurra!
Aquellas últimas palabras, en un
principio absurdas, sorprendentemente lograron subir un poco la moral del
grupo, algo de lo que se alegró la piloto. Lo menos que deseaba en esos
momentos eran caras largas y tristes. Quería tratar de animarlos, aunque ella
misma supiera por dentro que las probabilidades de sobrevivir en aquella
situación eran escasas:
- ¿Y cómo vamos a mover este bicho?-
inquirió Cristal- ¡si nos dejamos llevar por la corriente marina no llegaremos
a ninguna parte!
En ese momento intervino Erika, que
con una sonrisa de oreja a oreja, exclamó:
- ¡Tengo una idea! ¡Esperad un
momento!
La chica se metió de nuevo en el interior
de la avioneta, y tras oírse varios ruidos de mobiliario como si buscara algo,
volvió a salir al techo de la aeronave:
- ¡Podemos usar esto para mover a
Valor Alado!- sonrió ella- ¡lo encontré antes en el armario de emergencia!
Alana y los demás no pudieron evitar
mostrar una sonrisa de alegría. Se trataba de dos remos manuales de los que la
piloto se había olvidado por completo. En el armario de emergencia de la
avioneta había varios objetos y kits de supervivencia para estos casos, entre
los cuales también se hallaba una balsa hinchable, una navaja multiusos y una
linterna:
- Erika ¿están también los demás
objetos del armario?- preguntó Alana.
- No, sólo hay esto- respondió ella.
La pelirroja bajó la cabeza y suspiró.
Hubiera sido muy útil tener la balsa para sustituir a la avioneta cuando se
hundiera, pero al parecer se habían perdido la gran mayoría de objetos en la
caída:
- Bueno, la situación podría ser peor…-
comentó la piloto.
En ese momento Cristal señaló uno de
los remos que llevaba la joven mientras decía:
- ¿Y quiénes se supone que remarán hasta
llegar a nuestro objetivo?- a lo que luego añadió rápidamente- ¡Os aviso de que
tengo unos brazos débiles y me canso enseguida!
Jack la reprochó con la mirada,
viéndosele claramente el plumero de escaquearse del trabajo, y le respondió:
- ¡No digas tonterías! ¿¡Cómo vamos a
dejar que sólo dos se encarguen de remar!? ¡Sería una tortura para ellos!-
argumentó el mago, que luego dijo seriamente- remaremos por turnos mientras los
demás hacemos tareas variadas, como pescar o vaciar el agua de Valor Alado, para
intentar aguantar más tiempo.
Las últimas palabras de Jack dieron a
entender a todos que iba muy en serio y no se trataba de una broma:
- Desde luego ninguno se va a quedar
sin trabajo, y mucho menos va a ponerse a tomar el sol, porque esto no son
vacaciones- explicó sin vacilar- aquí cualquier fallo podría suponer una muerte
rotunda y segura ¿entendido?
Los demás asintieron con la cabeza,
comprendiendo la gravedad de la situación. A partir de entonces, el mago fue
encargando uno a uno la tarea que debía hacer, y no tardaron en ponerse en
marcha rumbo a su objetivo, el continente norte. Deseaban que llegaran a tierra
firme antes de que el pobre Valor Alado terminara hundiéndose en las oscuras
profundidades del mar de Limaria.
Los siguientes días se hicieron
interminables y sofocantes para todo el grupo. Tan sólo veían sol abrasador,
nubes, cielo y mar azul día tras día. Parecía que no iban a llegar nunca a su
objetivo.
Gracias al material del ala izquierda,
que al final terminó por desprenderse del cuerpo de la avioneta, lograron crear
unos pequeños cubos con los que recoger y echar el agua que entraba en el
compartimento.
Los que les tocaba esa cansina tarea
comprobaban con horror que cada vez entraba más agua en la nave, y era más
difícil echar el peso que se acumulaba en Valor Alado. Por otro lado el remar
también suponía una laboriosa y ardua tarea, ya que sumando las muchas
corrientes marinas bajo ellos y el peso de la avioneta, costaba mucho esfuerzo
hacer mover aquel gran trozo de hierro y metal en la dirección que querían. Por
supuesto, usaban la brújula que Eduardo siempre llevaba encima para orientarse
y no perder el rumbo en ningún momento.
Para el chico, sin duda la más
relajada tarea era la de pescar. Tan sólo había que sentarse junto al borde de
la avioneta, y con una caña improvisada con más materiales de Valor Alado,
esperar a que picaran los peces. A veces conseguían pescar grandes sumas para
el almuerzo y la cena, y otras veces tenían que dormir con el estómago vacío.
Muchas noches no podían conciliar el sueño debido al hambre, y fue entonces
cuando Eduardo experimentó lo que era el pasar hambre y no tener nada que
llevar a la boca. Era una experiencia muy dolorosa y desagradable que no le
deseaba a nadie por nada en el mundo.
Ninguno llevaba comida, y con las
prisas que tenían al huir de la casa de Alana a nadie se le pasó por la cabeza
coger algo de provisiones. Tan sólo contaban con varias pociones y éteres que
reservaban para los combates contra monstruos salvajes, y que obviamente no
servían para llenar el estómago.
Para beber agua, a Erika se le ocurrió
otra ingeniosa idea. Con la magia de los magos, usaban el hechizo hielo para
crear un témpano helado puro, no muy grande para no hundir la nave. Dicho
témpano lo dejaban reposar en un gran balde en el interior de Valor Alado,
creado también con material del ala izquierda. De esa forma, las altas
temperaturas se encargaban de derretirlo hasta convertirlo en agua dulce fresca
y perfecta para beber.
Cierto día, mientras Jack pescaba
tranquilamente tratando de relajarse un rato, la princesa se asomó por la
escotilla y le dijo por enésima vez:
- Jack, tengo hambre ¿cuándo pescas la
siguiente pieza?
El mago, harto hasta las narices de
Cristal, cogió el siguiente pez que pescó y se lo lanzó a la chica en toda la
cara:
- ¡Toma tu comida, pesada!- dijo él-
¡y ahora déjame un rato en paz!
Cristal sonrió como una niña pequeña.
Como si de un caramelo se tratara, volvió al interior de la avioneta a degustar
el único manjar del que podían disfrutar en aquel lugar. En los últimos días la
comida había disminuido notablemente, llegando a resultar tener un pez en la
mano un enorme privilegio.
La chica con coletas compartió su
premio con Erika y Rex, que se encontraban en su turno de vaciar el agua del
interior de la nave, y también agradecieron el llenar un poco sus estómagos.
Mientras tanto en el exterior, Jack y
Alana pescaban por un lado, y Marina y Eduardo remaban por otro. Ambos estaban
cansados y con el sudor cayendo por la frente, pues llevaban cerca de dos horas
remando en su turno:
- Cómo pesa Valor Alado…- comentó el
chico, jadeando- ya…ya no siento los brazos…
- Yo tampoco…puedo dar otro remo más…-
dijo Marina, agotada.
El joven volvió la vista al mago, y le
dijo respirando entrecortadamente:
- Jack… ¿podemos cambiar de turno?
Marina y yo ya no podemos más…
Él los vio, claramente exhaustos, y
sabía que no mentían. Enseguida respondió:
- Está bien, Alana y yo remaremos
ahora en nuestro turno…vosotros descansad aquí mientras pescáis un rato.
Marina y Eduardo asintieron con la
cabeza. Se levantaron con esfuerzo, agotados del esfuerzo, y antes de coger las
cañas de Jack y Alana bebieron un poco del agua fresca en el interior de Valor
Alado. Luego retomaron su siguiente trabajo al sentarse en una orilla de la
avioneta y lanzar el cebo al agua.
La piloto se sentó a un lado de Jack
para coger los remos, y empezó a remar con fuerza. Tras permanecer unos
segundos en silencio, el mago se dio cuenta de que algo le preocupaba a ella:
- ¿Qué te pasa, Alana? Te noto
preocupada.
- Es muy extraño…- comentó la piloto,
pensativa- hace ya unos días que no pescamos las grandes montañas de comida
como al principio…últimamente ha disminuido demasiado el número de peces…
- Tal vez sea porque nos estamos
alejando de la zona de los grandes bancos de peces- propuso Jack como idea- ten
en cuenta que estamos yendo hacia el norte.
- Pero aún así, esto no es normal…-
dijo la pelirroja, pensativa- ya he nadado en estas aguas, y conozco a estos
peces porque los he visto a orillas de Airdreve. Se conoce a este tipo de pez
porque habita en grandes bancos por todos los rincones de los mares del norte
de Limaria…lo he oído, y también comprobado que es verdad.
- ¿Entonces qué piensas que puede
estar pasando?
La piloto tardó un poco en responder
antes de decir:
- No lo sé…no es la época de
migración, ni tampoco la de aparejamiento…lo único que se me ocurre es la
ligera posibilidad…de que estos peces…estén huyendo de algo.
Jack la miró, confuso y perplejo:
- ¿Huir? ¿De qué?
Alana recordó una cosa, pero enseguida
sacudió la cabeza a ambos lados, intentando no pensar en ello:
- ¡No…no podría ser eso…!- comentó
ella- ¡sólo es un mito…eso es…nada más que un mito!
- ¿De qué hablas?- preguntó el mago,
confuso e intrigado- ¿Cómo que un mito?
El rostro de la pelirroja ensombreció
de repente. Tardó varios segundos en responder:
- Existe una vieja leyenda entre los
pescadores y marineros del mundo entero…que hablan de la existencia de un
monstruo colosal.
- ¿Un monstruo?- repitió Jack,
confuso.
Alana asintió con la cabeza:
- Dicha criatura legendaria existe
debido al resultado desastroso que provoca el ser humano sobre el océano…la
leyenda dice que se trata del guardián de los mares…y que se aparece a los
viajeros incautos sobre sus aguas…para hacer pagar su merecido al mayor
contaminante del planeta: el ser humano.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo arrastra hasta ahogarlo en las
más oscuras profundidades.
El mago tragó saliva al oír aquello.
Comenzó a temblar al principio, pero logró tranquilizarse repitiéndose a sí
mismo que sólo era un mito:
- ¡Tranquilo, Jack!- dijo la chica con
una media sonrisa, tratando de no asustarse ambos- ¡sólo es una leyenda, no
creo que exista tal monstruo marino!
- ¡Tienes razón!- afirmó él- ¡no
debemos preocuparnos por ese cuento de viejas!
Los dos rieron y sonrieron a medias,
intentando olvidar el tema del que acababan de hablar. Asustaba mucho en la
situación en la que se encontraban, perdidos en medio del ancho mar, y por ello
prefirieron cambiar de tema.
De repente, la piloto se sorprendió al
divisar algo inquietante:
- ¡Jack, mira eso!- señaló.
El mago dirigió la vista en la
dirección que señalaba, y algo dentro de él se estremeció hasta tal punto de
asustarse. En aquella ocasión no pudo evitar esconder el miedo reflejado en su
cara, que dijo con un hilo de voz:
- Se avecina una tormenta…
Alana tampoco sonreía. Permanecía con
los ojos bien abiertos y la cara pálida contemplando lo que veía. A lo lejos
podía verse una gran masa de nubes oscuras, tiñendo las aguas de un tono
sombrío a su paso. El viento soplaba muy fuerte, y presagiaba un mal temporal.
El sonido de los rayos y los truenos en la lejanía estremecieron a los vigías
del exterior de la avioneta, cuyas luces fugaces entre las nubes inspiraban
miedo y terror.
Ya era demasiado tarde. Estaban a
pocos kilómetros de la tormenta, y ésta iba directa hacia ellos. Sabían que no
podrían esquivarla, de modo que decidieron prepararse para afrontarla, aunque
las probabilidades de atravesarla sin problema fueran mínimas. El estado de
Valor Alado era peor que cuando comenzaron a navegar días atrás, y sabían que
la nave no aguantaría aquella tormenta.
En pocos minutos se vieron envueltos
entre el oleaje embravecido y las nubes de tormenta, meciendo con desmesurada
fuerza el débil casco de Valor Alado. La fuerte lluvia caía sobre ellos, y el
viento no ayudaba nada a estabilizar la avioneta.
El grupo permanecía en el interior de
la nave, agarrado a lo que podía. Las fuertes olas se colaban por las ventanas
y la escotilla del techo. El agua que entraba era muchísimo mayor que los días
anteriores, y en aquella ocasión era prácticamente imposible sacarla con cubos.
Valor Alado no aguantaría mucho tiempo más en aquellas condiciones extremas:
- ¡¡Alana!!- gritó Rex, tras caerle
una enorme ola en el hocico- ¡¡Tenemos que hacer algo, la nave no aguantará
este temporal!!
- ¿¡Y qué quieres que haga!?-
respondió ella, al otro lado del compartimento- ¡¡Si salimos de aquí dentro,
nos ahogaremos ahí fuera!!
- ¡¡Pero tiene que haber algo que
podamos hacer!!- intervino Erika- ¡¡a este paso, Valor Alado va a…!!
Una nueva ola de gran tamaño sacudió
la avioneta, que la hizo volcar y dar media vuelta mientras el grupo gritaba de
miedo en su interior. El terror y el pánico cundió justo en el momento en que el
compartimento de pasajeros comenzó a
llenarse rápidamente de agua.
Todos sacaron las cabezas del agua,
tosiendo:
- ¿¡Estáis todos bien!?- preguntó
Jack.
- ¡¡Más o menos!!- respondió Marina.
La sensación de agobio y asfixia no
tardó en aparecer al sentir que faltaba el oxígeno y el nivel del agua
aumentaba por segundos hasta llegar al cuello:
- ¡¡Tenemos que salir fuera!!- exclamó
Cristal- ¡¡aquí dentro nos ahogaremos!!
En ese mismo momento oyeron un extraño
sonido proveniente del exterior, algo que nunca antes habían oído durante los
días que habían estado vagando por el mar. Aquel sonido inquietante provocó un
profundo miedo que sobrecogió a todos los miembros del grupo:
- ¿¡Qué…qué es eso!?- preguntó Alana,
perpleja.
- ¡¡Parece…un rugido!!- exclamó
Eduardo.
Fue entonces cuando finalmente el agua
llenó todo el compartimento, quedando el interior de la avioneta completamente
inundado. Antes de sumergirse por completo, el chico cogió todo el aire que
pudo llenar con sus pulmones, y cerró los ojos para aguardar su irremediable
muerte.
Fueron segundos eternos y agobiantes.
No veía nada, y sentía que poco a poco le faltaba el aire. Estuvo a punto de
abrir la boca, porque no podía aguantar más sin respirar. Sin embargo, el mismo
rugido que había escuchado segundos antes volvió a sonar de nuevo,
sorprendiéndolo con un escalofrío de muerte mientras abría los ojos bajo el
agua.
Antes de perder por completo el
conocimiento, un nuevo y duro golpe sacudió la avioneta, que la partió por la
mitad. Como si de cañones se trataran, Jack y los demás salieron despedidos
hacia la superficie, mientras Alana veía apenada bajo el agua cómo su mayor
tesoro, heredado de su abuelo, desaparecía para siempre en las oscuras
profundidades del fondo del mar. Aquella fue la última vez que vieron a Valor
Alado, como una avioneta en sus orígenes.
Eduardo no tardó en sacar la cabeza a
la superficie. Tras toser y escupir agua, se giró en todas direcciones,
buscando a sus amigos con la mirada:
- ¡¡Jack, Marina, Erika, Rex, Cristal,
Alana!!- gritaba el joven, preocupado.
No obtuvo respuesta, y tampoco podía
ver a sus compañeros. En medio de aquella tormenta, con la lluvia, el fuerte
viento, el mar embravecido y los rayos y truenos por encima de sus cabezas, la
visibilidad era casi nula. Apenas podía ver nada.
El fuerte oleaje zarandeaba y sacudía
al chico como si de un muñeco de goma se tratara. En ocasiones no le daba
tiempo a coger aire antes de verse nuevamente bajo las olas, y al salir a la
superficie tosía violentamente mientras trataba de orientarse en la búsqueda de
sus amigos y gritaba. Sus extremidades no podían hacer nada para moverse, ya
que estaba demasiado cansado debido a lo poco que comía y dormía los días
anteriores. El mar era quién lo guiaba sin remedio:
- ¿¡Chicos, dónde estáis!?- repitió,
con esfuerzo.
En ese momento oyó una voz conocida,
la de Cristal. Al igual que él, gritaba los nombres de sus compañeros, a los
que era imposible de ver con aquella tormenta. No tardó en escuchar también las
voces de Jack y los demás, pidiendo ayuda. Sabía que no estaban muy lejos, de
modo que Eduardo reunió las fuerzas que le quedaban para tratar inútilmente de
nadar hacia ellos.
Fue en ese entonces cuando volvió a
oírse el extraño sonido que parecía un rugido. Para sorpresa y horror de todos
los allí presentes, de repente surgió del mar una gigantesca criatura ante ellos.
Parecía una especie de serpiente marina gigante, que además tenía aletas con
monstruosas garras afiladas en los extremos. Emitía el rugido que tanto temían,
e intuyeron por el grito que les lanzó al verlos que estaba furioso:
- ¿¡Qué…qué es eso!?- preguntó Rex, con
miedo y preocupación.
- ¡¡Es…el monstruo marino de las
leyendas pesqueras!!- exclamó Alana.
- ¡¡Hay que salir de aquí ahora
mismo!!- gritó Jack- ¡¡Alejaos!!
El grupo entero trató de nadar con
todas sus fuerzas para alejarse de aquel monstruo, que sin duda no tenía buenas
intenciones. Sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos, era inútil. El mar
embravecido les impedía alejarse de la zona de tormenta.
La criatura, tras el ruido de rayos y
truenos alrededor de él, provocó de un grito que se formara un gigantesco
torbellino en medio del oleaje. Jack y los demás palidecieron al ver lo que
pretendía hacer el monstruo:
- ¡¡Quiere arrastrarnos al fondo del
mar!!- exclamó Marina.
- ¡¡Nadad con todas vuestras fuerzas!!-
gritó Erika.
Tal y como sabían, la única forma de
salir vivos de aquella situación era alejarse cuanto antes del grave peligro
que los amenazaba. La esperanza comenzó a perderse rápidamente por momentos al
sentir que ya no podían más, que no les quedaban fuerzas para nadar, que poco a
poco sus extremidades dejaron de responder a sus órdenes por agotamiento y
cansancio.
Todo estaba perdido, parecía el fin.
En cuestión de segundos el grupo entero fue arrastrado por la corriente del
gran torbellino, que cada vez se hacía más fuerte:
- Lo siento…amigos- dijo Marina, exhausta
y a punto de desmayarse- ya…no puedo más…yo…
Aquellas fueron las últimas palabras
antes de que la maga se hundiera por completo y desapareciera en el torbellino,
sin dejar rastro:
- ¡¡Marina!!- gritaron todos.
Y de esa forma, uno a uno, el resto de
los miembros del grupo fueron cayendo sin remedio. A pesar de agarrarse fuerte
de las manos, la fuerza y la corriente del agua pudo con ellos. Todos
desaparecieron en el remolino mientras gritaban de miedo y horror al saber que
se acercaba el final:
- ¡¡Chicos, no!!- gritó Eduardo.
El chico levantó con esfuerzo la vista
al gigantesco monstruo que los había sentenciado a morir. Éste los miraba con
ira y rabia acumulada en sus ojos, y el joven asimiló entonces que ya no podían
hacer nada. Definitivamente aquel parecía ser el final del grupo de aventuras,
de los elegidos, de la profecía y del mundo de Limaria.
Cuando agotó hasta las últimas fuerzas
que le quedaban para nadar y resistirse a lo que le esperaba, suspiró y cerró
los ojos antes de caer finalmente en el ojo del torbellino que lo arrastraría a
él y a sus amigos a las más tenebrosas y oscuras profundidades del fondo del
mar.
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