jueves, 23 de agosto de 2012

El último viaje del verano

¡Hola hola hola, bloggeros! ¿Qué tal estáis todos? ¿Os he dejado con demasiada intriga en el último capítulo publicado, o por el contrario era algo previsible y aburrido? ¡Espero que no sea la segunda opción, porque si no me daría una depresión enorme y se me quitarían las ganas de seguir escribiendo, después de todo el esfuerzo que puse en el capítulo 25, jajaja! xD (es el capítulo más largo que he escrito hasta ahora, con 27 duras y trabajadas páginas word).
Bueno, dejando el tema del capítulo, procedo a explicar el motivo de esta entrada. El mismo título lo dice todo, de modo que sobran las palabras. Me han ofrecido una oportunidad única para viajar, y claro está, no iba a rechazarla. En todo lo que llevamos de verano no he salido realmente de vacaciones, no he sentido el auténtico espíritu viajero del ir de un sitio a otro. Quiero decir que, a pesar de las muchas playas y días veraniegos, siento que ya todo eso me sabe a poco, que necesito y quiero ir a por más.

Me iré de auténticas vacaciones y saldré de mi isla durante una o dos semanas. Saldré este finde, pero aún sigue pendiente por confirmar el billete de vuelta. De ahí el por qué tenía que explicaros mi futura ausencia en el fanfic. Siento tener que dejaros con el último capítulo de la primera parte a punto, y me habría encantado terminarlo para el próximo finde y que pudierais leerlo, pero en estos momentos tengo la cabeza sobrecargada después del esfuerzo puesto en el anterior capítulo. Aún no he empezado el siguiente, y no creo que lo haga hasta después de mis vacaciones. Me da pena porque os había prometido terminar la primera parte antes de septiembre, pero me temo que no va a poder ser, y por ello os pido perdón a todos.

Sin embargo, cuando prepare mi maleta, me aseguraré de coger el estuche y una libreta, por si tengo ocasión de seguir trabajando en algún momento allá donde vaya (nunca se sabe, y por eso hay que estar preparados). No os prometo nada porque igual para cuando vuelva tengo listo el capítulo para transcribirlo a word, o igual no he hecho nada. Yo mismo acabo de fallaros ahora por este imprevisto, pero por suerte creo que cuento con vuestra enorme paciencia, y eso es lo que más agradezco por vuestra parte.

Anuncio que el blog quedará inactivo hasta mi regreso, dentro de un par de semanas. Si para entonces aún seguís aquí, os daré infinitamente las gracias a todos los que seguís de cerca esta historia. ¡De verdad...muchísimas gracias! ^^

PD: La imagen superior la encontré por casualidad y corresponde a la tabla periódica de los elementos. Me resultó bastante curiosa, ya que aparecen (casi) todos los personajes de todas las entregas de esta aclamada saga de videojuegos desde su comienzo. Admito que la mayoría no los conozco, y probablemente sean de anteriores entregas a las de Psone, pero la verdad es que es muy chula (¿Alguien los conoce a todos?). ¡Una pena que no la haya visto unos años antes, me habría estudiado los elementos de la asignatura Física y Química con esta tabla, jajaja! xD

martes, 21 de agosto de 2012

Capítulo 25: Viaje a la ciudad olvidada


Capítulo XXV
VIAJE A LA CIUDAD OLVIDADA
Eduardo despertó abriendo poco a poco los ojos, y le sorprendió bastante comprobar que seguía vivo. En ese momento le llegaron a la mente recuerdos fugaces durante su travesía por el océano y cómo acabó desapareciendo en el ojo del torbellino, provocado por el monstruo marino gigante que los condenó a hundirse, en medio de la horrible tormenta que se desató en el mar.
El chico recordó a sus amigos, que también sufrieron su misma suerte, y en un intento inútil por levantarse gritando sus nombres, chilló con un gemido de dolor que lo volvió a tumbar en la arena. Tras un rápido reconocimiento del terreno, afirmó que se encontraba en una misteriosa playa, con las suaves olas del océano acariciando sus zapatos deportivos, y sin otra compañía que la de sí mismo por los alrededores. Se hallaba él sólo frente a un gran acantilado junto al mar.
Se preguntó si había naufragado en una isla desierta perdida en medio de la nada, o si tal vez habría llegado a las orillas del continente norte. Descartó la segunda opción, pues era muy poco probable que tal cosa ocurriera, teniendo en cuenta que la tormenta los había arrastrado en quién sabía qué dirección. Por el momento decidió que debía saber dónde estaba y encontrar a Jack y a los demás cuanto antes.
Trató de levantarse en varias ocasiones, pero le fue imposible. No tenía fuerzas y sus extremidades no le respondían. Estaba completamente agotado, con dolor de cabeza y le dolía todo el cuerpo. Debían de haber pasado horas desde que llegó a la playa, y había permanecido inconsciente desde entonces.
Al cabo de poco más de media hora, y tras muchos intentos, Eduardo logró finalmente levantarse. Su sonrisa triunfadora desapareció enseguida al sentir que le flaqueaban las piernas, y su peor error en vez de descansar fue tratar de caminar. Aún estaba demasiado débil como para moverse.
A los pocos pasos de andar por la orilla de la playa, sintió un repentino mareo que le hizo perder el equilibrio y desplomarse de nuevo sobre la arena. Justo antes de cerrar los ojos y de perder el conocimiento, pudo ver unas sombras a lo lejos que lo señalaban mientras corrían rápidamente hacia él.

El chico despertó de nuevo, pero esta vez en la cama de una extraña habitación. Sorprendido por su buen estado, se sentía mucho más recuperado que antes. No tenía ningún tipo de dolor y su cuerpo casi parecía estar en plena forma.
Bajó de un ligero salto de la cama y se levantó para observar mejor la estancia en la que se encontraba. La luz del sol entraba por las pequeñas ventanas de las paredes y del techo que iluminaban la habitación. Habían varios muebles, entre ellos un par de estanterías, un escritorio en una esquina, una mesa en el centro y dos o tres sillas en su lugar correspondiente.
A la hora de observar las paredes, algo llamó la atención del joven. No se trataba del material con el que estaban hechas, que por cierto no eran ladrillos ni cemento, sino tierra pura con la que se cultivaban los campos y se plantaban los árboles. Lo que realmente sorprendió a Eduardo fue la estructura que mantenía firme la habitación, la que impedía que se cayera todo aquel montón de tierra que la formaba.
Al llevar su mano y tocar una de las grandes columnas blancas, de color entre amarillo pálido y blanco grisáceo, comprobó perplejo de cerca que se trataba de huesos naturales. Dio un salto veloz atrás mientras se limpiaba la mano en la ropa y volvió la vista rápidamente por toda la estancia, con la boca abierta.
No había duda. La estructura que soportaba aquella habitación, y seguramente la de toda la casa, eran puros huesos naturales. A juzgar por el tamaño de esas columnas, de más de dos metros, debían ser restos de animales salvajes muy grandes. No se le ocurrió de cuál podría ser, pero desde luego no recordaba haber visto nada igual en la Tierra. Aquello no podía ser real, no conseguía asimilar que existieran criaturas así.

En ese momento entró por la cortina, que usaba a modo de puerta, un hombre de mediana edad. Vestía con ropa ligera, llevaba un casco en la cabeza que incluía linterna en la parte frontal y un equipo de exploración subterránea. Además tenía en una mano un pico de cavar, y en la otra una cuerda aparentemente larga. Por dondequiera que se miraba, parecía ser un explorador arqueólogo en toda regla. Éste se sorprendió al descubrir a su invitado despierto:
- ¡Vaya, ya te has despertado!
- ¿Quién eres?- preguntó el joven, desconcertado- ¿dónde estoy?
El desconocido pasó enseguida a presentarse:
- Me llamo Mudog y soy el jefe del equipo de exploración arqueológica de Boneland.
- ¿Boneland?- repitió Eduardo, como si nunca hubiera oído tal nombre.
- ¡Sí, la ciudad de los huesos!- sonrió el minero mientras se secaba el sudor de la frente, tras dejar el pico y la cuerda sobre la mesa- ¡algunos también la llaman la “ciudad esquelética”!
Al chico le sonaba vagamente ese nombre. En más de una ocasión Jack le había mostrado el mapa del mundo de Limaria, mientras señalaba con su dedo los lugares más importantes; como Idnia, Mugget, Nautigh, el desierto Geonyria, Airdreve y Gold Saucer, entre otros muchos. En general, pueblos y ciudades representativas de cada región.
Del continente norte había oído hablar de Frozen, situado en pleno centro helado con el eterno invierno, y de Boneland, la ciudad construida con huesos y restos de animales. En ese mismo momento exclamó en su cabeza con la boca abierta:
“¿¡Boneland!?”- se dijo a sí mismo, asombrado y perplejo- “¿¡La auténtica Boneland del continente norte!?”

Mudog lo apartó de sus pensamientos al preguntarle por su nombre:
- ¿Y tú cómo te llamas, muchacho?
- Eduardo, señor- respondió el joven.
El minero se quedó un rato observando su vestimenta, pensativo. Le preguntó, extrañado:
- Tu ropa es muy rara, no eres de por aquí… ¿verdad, chico? ¿De dónde vienes?
Eduardo tembló por un momento. A lo largo de su viaje por Limaria la mayoría de la gente los miraba a él y a Erika precisamente por su ropa, muy poco usual en aquel mundo mágico, como si fueran extraterrestres de otro planeta. En cierta parte lo eran.
Sin embargo, aquella era la primera vez que alguien preguntaba por su lugar de origen. Tal y como les había dicho Jack cuando llegaron a su mundo, nunca debían revelar a nadie que venían de la Tierra, a no ser que fuera alguien de confianza. Eso levantaría polémica, y por consiguiente revelarían a Limaria gritando a los cuatro vientos que ellos eran los elegidos de la profecía. Eduardo tardó un poco en responder:
- Vengo de…- dijo el chico, un poco inseguro- … ¡de Idnia!- exclamó- ¡eso es! ¡Del pueblo de Idnia!
- Pues vaya moda más extraña que tenéis los de Idnia…- respondió Mudog, que luego añadió- el otro día apareció en la playa un mago y otra chica de tu edad, ambos de Idnia, con la misma ropa rara que llevas tú…
Al joven se le encendió la bombilla de la cabeza al oír la información de Mudog. De repente Eduardo exclamó, preocupado:
- ¿¡Un mago y una chica!? ¿¡En la playa!?
- Sí- afirmó el minero, pensativo- últimamente están naufragando en nuestras playas muchos viajeros como tú…una cosa muy rara, pues es la primera vez que ocurre en Boneland…parece que la crisis afecta tanto a los medios de transporte que los turistas tienen que llegar nadando a nuestras costas.
- ¿¡Y dónde están!?- preguntó el chico- ¿¡Siguen aquí, en Boneland!?
Mudog sonrió y dijo:
- ¡Si, claro! Cuando te encontramos inconsciente en la playa y te trajimos a la ciudad, ellos te vieron y reconocieron al instante. Me costó bastante convencerles de que se fueran a dar una vuelta por el lugar, ya que no querían irse de tu lado mientras dormías estos últimos tres días.
- ¿¡He estado inconsciente tres días!?- exclamó Eduardo, perplejo.
El minero no respondió a su última pregunta, ya que para entonces caminaba directo a la salida. Le indicó al chico que esperara allí sin moverse, y desapareció por la cortina. Eduardo suspiró y se sentó en la silla mientras esperaba su regreso.

Al cabo de un rato volvió Mudog, acompañado por Jack y Erika, mientras el joven se levantaba sorprendido de la silla. Los dos magos se alegraron de ver al chico sano y salvo, y entre gritos de alegría se lanzaron a abrazarlo. La profecía aún seguía viva:
- ¡Edu, estás bien!- exclamó ella.
- Temíamos que no despertaras, llevas tres días durmiendo- dijo Jack, también con una sonrisa aliviada- pero me alegro de que estés bien.
Eduardo, al ver que ellos eran los únicos que estaban, recordó al resto de los miembros del grupo. Echaba en falta a Rex, Alana, Marina y, por qué no, las tonterías bromistas de Cristal. Preguntó por sus amigos, preocupado:
- ¿Y los demás?
Ambos callaron y bajaron la cabeza, apenados. Sus rostros cobraron repentinamente un semblante oscuro que hizo palidecer al joven. Temió lo peor:
- No me digáis que…
- No sabemos nada de ellos…- explicó Erika- no los han encontrado en la playa, y tampoco nadie de esta ciudad parece haberles visto.
- Temo que no hayan sobrevivido…- continuó Jack- de ser así, probablemente ellos están…
Eduardo sintió una terrible y dura punzada. No podía creer que sus amigos y compañeros de aventura murieran durante la tormenta en el océano. No quería creer en lo que parecía ser la cruda realidad. Había viajado con el perro más valiente de Kengo, con la decidida mujer piloto de Airdreve, con la firme princesa de Oblivia y con la última pero poderosa maga Numu superviviente de su raza. Los conocía muy bien, y sabía que todos ellos eran fuertes. No estaba dispuesto a creer que acabaran así, ahogados en el fondo del mar:
- Me niego…a aceptar que están muertos…- respondió el chico.
- Pero, Eduardo…- comenzó a decir Jack, apenado.
- ¡No me lo creo…nuestros amigos no pueden morir…no de esa manera!- replicó él, firme y decidido- ¡Todos ellos…tienen esperanzas y sueños que cumplir! ¡No pueden morir sin antes haberlos hecho realidad…! ¿¡Por qué si no… para qué habrían estado viajando!?- luego bajó la cabeza, también apenado, mientras apretaba los puños- No es justo, Jack…no lo es…no puede…ser verdad…
La chica lo miró, también cabizbaja. Sentía lo mismo que él, y deseaba con todas sus fuerzas que sus amigos siguieran vivos. No quería perder a sus compañeros, después de todas las aventuras que habían pasado juntos:
- Edu…

En ese momento se abrió la cortina de la habitación, dejando paso a otro hombre vestido con el mismo kit de explorador arqueólogo que Mudog. Éste se dirigió a su superior en tono alarmante, mientras respiraba entrecortadamente. Parecía haber corrido una maratón a toda prisa. La noticia sorprendió por completo a todos los presentes al oír las siguientes palabras:
- ¡¡Jefe Mudog, tenemos noticias!!- exclamó el minero- ¡¡han encontrado a otra naufraga…en la playa!!
- ¿¡Qué!?- exclamaron todos.
- ¡¡Llamad al equipo médico enseguida!!- ordenó Mudog- ¡¡que la atiendan y curen de inmediato!!
El jefe de los mineros corrió fuera de la estancia, acompañado inevitablemente de Jack y los dos jóvenes, directos a la playa. Sabían que había muchas posibilidades de que fuera algún miembro del grupo, y no dudaron en acudir al encuentro para comprobar si lo que creían era cierto o no.

Para cuando llegaron al lugar dónde encontraron a Eduardo inconsciente, sorprendentemente el equipo médico de Boneland ya estaba allí, y en aquellos momentos depositando con delicadeza a la herida en la camilla. Jack y los demás palidecieron al comprobar con sus propios ojos que se trataba ni más ni menos que la maga sagrada:
- ¡¡Marina!!- exclamaron los tres a la vez.
Permanecía inmóvil e inconsciente, con los ojos cerrados, y un rostro que parecía estar durmiendo en vez de desmayada. Tenía varias heridas por todo el cuerpo y necesitaba atención médica de inmediata. Al intentar acercarse para sanarla, un médico los detuvo:
- ¡Esperad, no podéis acercaros a ella!- dijo seriamente el enfermero- os ruego que nos dejéis el trabajo al equipo médico de Boneland.
- ¡No lo entiende!- exclamó Jack- ¡nosotros somos auténticos magos, podemos sanarla!
- ¡Y nosotros auténticos médicos profesionales!- replicó desafiante el otro- ¡así que mientras no estorbéis ni molestéis, se recuperará sin problemas!
- ¡Pero, espere…!- insistió el mago- ¡no puede…!
- ¡Si nos disculpáis, tenemos una herida que recuperar!- dijo el enfermero, sin hacer caso a las palabras de Jack- ¡abrid paso, rápido!
Y de esa forma, dejando al mago con las palabras en la boca, el equipo médico se alejó de la playa llevándose en la camilla a Marina. Jack, Eduardo y Erika no pudieron evitar sentir un poco de furia y rabia al no poder hacer nada para ayudarla. Lo único que hicieron en esos momentos fue observar cómo su amiga desaparecía en la distancia, tumbada en una camilla, y directa al centro de la ciudad esquelética.

Viendo el estado deprimido del mago y los dos jóvenes, Mudog se dirigió a ellos hablando suave y tranquilizadoramente:
- ¿Esa mujer era amiga vuestra?
- Sí- respondió Erika, deprimida al recordarla en la camilla.
- Y pensar que no podemos hacer nada para ayudarla…- comentó Eduardo tras un suspiro- no es justo que nos dejen al margen de la operación.
El jefe minero dijo, tratando de tranquilizarles:
- ¡No os preocupéis…vuestra amiga está a salvo! - afirmó con una media sonrisa- ¡tenemos a los mejores médicos del todo el continente norte…lograrán sanarla antes incluso de que os deis cuenta!
Jack, Erika y Eduardo lo miraron, sorprendidos. Una chispa esperanzadora brilló de repente en sus ojos:
- ¿¡De verdad!?- exclamaron con una media sonrisa.
- ¡Os lo aseguro!- sonrió Mudog de oreja a oreja.
La seguridad y la confianza del jefe minero logro calmar un poco la angustia de los tres miembros, que a pesar de haber sonreído algo, aún seguían preocupados por Marina. Mudog se dio cuenta de ello, y por eso añadió:
- Si queréis, podemos pasar por la enfermería…para que estéis más tranquilos.
La idea convenció sin reservas a Jack y a los dos jóvenes, que no pusieron pegas al respecto. Mudog sabía que hasta que no lo vieran con sus propios ojos, no conseguirían convencerse a sí mismos para que supieran que su compañera estaba a salvo:
- Como ahora recibimos visitantes del océano, dentro de poco tendremos que fijar precios por venir naufragando del mar y estacionar en nuestras playas- comentó el jefe minero riendo mientras caminaban para salir del lugar.

La enfermería no se encontraba muy lejos del hogar de Mudog, situada tres casas más a la derecha de la misma calle. Era un gran edificio, de dos plantas, más parecido a un almacén que a una vivienda, seguramente para atender al mayor número de heridos posible. Dentro del recinto, Mudog preguntó por la mujer recién encontrada en la playa. La enfermera de detrás del mostrador les indicó la habitación exacta de la paciente, y tras dar las gracias por la información, recorrieron varios pasillos en dirección a la estancia de Marina.
Eduardo no podía evitar fijarse en el suelo, el techo y las paredes del casi más parecido a un hospital que a una simple enfermería. Su material era igual al de la casa del jefe minero, con la tierra dura usada como principal fuente de relleno, y los muchísimos huesos aglomerados de animales como estructura y soporte de las paredes y el techo. Por supuesto, usaban cables eléctricos para las bombillas y las lámparas, y cañerías para el uso de agua corriente en toda la población, ocultas entre la espesa tierra marrón.
Aquella extraña combinación de materiales nunca se le hubiera imaginado al chico hasta llegar a esa ciudad. El interior de aquellas viviendas prácticamente naturales le parecían casi cuevas, de no ser por el mobiliario y las ventanas que tenían, cuyos detalles le daban un toque más humano y urbano. Era otro estilo de vida al que se habían acostumbrado los habitantes de Boneland, ni bueno ni malo, simplemente diferente.
Justo cuando llegaron a la puerta de la estancia de Marina, el mismo médico que los atendió en la playa salía de la habitación, ojeando unos informes que llevaba en la mano. Se sorprendió al verlos allí tan pronto:
- ¿Doctor, cómo está la paciente?- preguntó Mudog.
Era increíble el cambio de personalidad que puede tener una persona en cuestión de minutos. Aquel hombre no parecía ser el mismo que el que los echó descaradamente en la playa. Contestó con una tranquilidad y amabilidad sorprendentes:
- Está muy bien- respondió, sonriente- ha superado sin problemas la operación y ahora sólo necesita descansar…podéis pasar a verla- indicó con la mano mientras abría la puerta.
El grupo entró en la habitación, y allí estaba ella, tumbada boca arriba en la cama de pacientes. Jack, Eduardo y Erika se acercaron a la maga, y comprobaron aliviados que respiraba con normalidad. Ya no tenía las heridas visibles de antes, y con los ojos cerrados permanecía profunda y tranquilamente dormida:
- Parece un ángel…- comentó Erika al verla.
- Sí- sonrió Eduardo a su vez.
El mago se acercó más a ella y le acarició la mejilla con la mano:
- Menos mal que estás bien…- sonrió Jack- de haberte perdido, yo…
En ese momento volvió a intervenir Mudog, que les propuso a los tres miembros:
- Mientras vuestra amiga descansa, ¿por qué no vamos a dar una vuelta por Boneland?- sonrió el jefe minero- así os mostraré un poco la ciudad esquelética, ¿qué os parece?
Aunque al principio a Jack no se le veía muy convencido con la idea, y se le veía claramente que prefería permanecer al lado de la maga para protegerla, Eduardo y Erika lograron convencerle para que se uniera a ellos. Sabían que Marina estaría a salvo en el hospital, de modo que no tenían que preocuparse por nada. De esa forma, salieron de la estancia tras los pasos de Mudog, a hacer una pequeña visita turística guiada por Boneland, la ciudad esquelética.

Boneland era muy famosa y conocida en el continente norte. Su propio nombre representaba el símbolo de toda la ciudad, ya que absolutamente todas las cosas, salvo algunos casos, estaban hechas de tierra pura y huesos de animales. Había pocas plantas y cosas de color verde. En su inmensa mayoría predominaba el color marrón dividido en diferentes tonalidades, creando un conjunto armonioso de colores cálidos en medio de aquel lugar terrenoso.
La gente de la ciudad vivía tranquila y pacíficamente caminando por entre las calles de piedra y comprando en los puestos de tiendas de la plaza principal. Desde luego, no parecía haber indicios de problemas ni de alboroto urbano.
Sobre la profesión tradicional de Boneland, resultaba claro que era la arqueología. Los ciudadanos dedicados a la labor trabajaban en una zona aparte del núcleo urbano, en otros sitios donde aún no se había construido casas. En las afueras de la ciudad se encontraban los mineros y excavadores picando en profundos hoyos, y descubriendo nuevos tesoros. Algunos descansaban un rato a la sombra, abanicándose la cara con algo para combatir el calor del sol, y otros hacían explotar bombas en el terreno para abrir camino en las excavaciones.

Mientras cruzaban la columna vertebral de una ballena a modo de puente, Eduardo preguntó con curiosidad:
- Mudog, ¿cómo se ha formado esta ciudad completamente hecha de restos de animales?
- Me alegro de que lo preguntes- sonrió el jefe minero- verás, puede que te parezca increíble, pero todo esto antes era una enorme montaña.
- ¿Ah, sí?
Mudog asintió con la cabeza, y volvió a hablar:
- Mi tatarabuelo fue el primero en excavar en este lugar y en encontrar el primer fósil que dio origen a la ciudad de Boneland.
Los tres miembros siguieron su escuchando la historia de la ciudad esquelética:
- Tras su primer descubrimiento, y convencido de que habían más tesoros por encontrar, decidió seguir excavando en la antigua montaña Bone, nombre que él mismo le puso al lugar- explicó Mudog.
- ¡Y todavía lleva su nombre!- exclamó Erika- ¡seguro que descubrió toda clase de tesoros y restos de animales primitivos! ¿Verdad?
El jefe minero volvió a asentir con la cabeza:
- La gente se enteró de la noticia, e incluso los mayores expertos en excavación y arqueología se unieron al equipo de mi antepasado- explicó Mudog- con el tiempo y el paso de los años, la montaña fue desapareciendo mientras que la ciudad evolucionaba con los restos de animales. Finalmente algunos decidieron quedarse de forma permanente en Boneland, y a partir de ellos nacieron las primeras familias que se instalaron en la ciudad- y luego añadió- ¡aquí sólo viven los amantes y aficionados a la arqueología!
- ¿Y han descubierto algún tesoro importante aparte de huesos y restos de animales?- preguntó Erika.
- En todos los años que llevo trabajando en esto, sólo uno…- respondió Mudog- y a juzgar por su protección, debe de ser muy especial.
Eduardo preguntó, confuso:
- ¿Protección?
- Seguidme, os lo mostraré.

Mudog condujo a los tres a las afueras de Boneland, dirigiéndose a una zona en la que no había completamente nadie. Estaba situada en lo más profundo de un barranco, muy alejada a varios kilómetros de la ciudad esquelética. Se internaron dentro de una cueva natural, y en sus entrañas encontraron algo sorprendente, que les dejó  con un fuerte nudo en la garganta.
Llegaron a la entrada de un extraño bosque en el que reinaba el absoluto y sepulcral silencio. Lo más escalofriante era la densa niebla que parecía provenir del corazón del bosque, y que impedía ver más allá de la tercera fila de árboles de la entrada. Aquel lugar emanaba una atmósfera inquietante y misteriosa. Demasiada calma y silencio ponía los pelos de punta a Eduardo, que supo enseguida que había algo fuera de lo normal envolviendo ese lugar:
- ¿Dónde está el tesoro?- preguntó Jack, mirando en todas direcciones.
- Lo tenéis justo delante- aclaró Mudog.
Cuando el mago y los dos jóvenes se fijaron en los gruesos árboles que había delante, taponando la entrada, el jefe minero comenzó a explicar:
- Hace poco que mi equipo y yo hallamos este descubrimiento, pero se trata del mayor enigma al que nos hemos enfrentado en todos nuestros años de experiencia- explicó Mudog- aún seguimos intentando averiguar cómo romper la barrera que protege este lugar.
Jack intervino en ese momento, exclamando:
- ¿La barrera? ¡Pero si sólo son árboles!- comentó el mago- ¿cómo van a formar un escudo de protección?
- Lo hemos intentado todo con las excavadoras y las máquinas que disponemos de destrucción masiva, pero es inútil…- dijo el jefe minero- esos árboles parecen estar hechos de un material más duro y resistente incluso que el mismo acero, nada puede hacerles ni un rasguño.
Eduardo se quedó pensativo durante unos segundos, y luego dijo:
- ¿Habéis probado con las bombas y la dinamita?- propuso el joven- ¡alomejor podéis destruir la barrera con ella!
- Me temo que eso no serviría de nada…los árboles no sufrirían nada y esta cueva se vendría abajo…lo que significaría “adiós al tesoro”.
El chico entendió la situación. No podían usar bombas porque la cueva y la entrada al bosque se derrumbarían, y de hacerlo jamás lograrían resolver el misterio del bosque de la niebla.

Mientras los tres debatían sobre cómo romper la barrera, Erika caminó para acercarse a la entrada. Se sorprendió al descubrir una lápida en una esquina de la cueva, junto a los árboles. Caminó hasta acercarse a ella, y comprobó perpleja que habían grabados símbolos que parecían ser letras. Sin embargo, enseguida se dio cuenta de que aquel lenguaje era antiguo y ancestral, pues no entendía nada, y además habían partes borrosas e ilegibles:
- ¡Mudog!- exclamó ella- ¿qué es esto?
El jefe minero dio media vuelta y de repente se acordó de lo que la chica señalaba:
- ¡Ah, eso! Es una vieja lápida, aproximadamente de millones de años. Seguro que la dejaron ahí los que venían a este lugar.
- ¿Y sabe lo que hay grabado en ella?
Mudog empezó a explicar vagamente, como si aquello no fuera de gran importancia:
- El equipo de traducción sigue investigando en ello, pero ya han descifrado algunas palabras- dijo el minero- creo que dice algo de “Numu” o “sangre pura”, aunque no tengo ni idea de a qué se refiere- vaciló, pensativo, que luego añadió- lo que sí sabemos es que a este lugar lo llamaban el “bosque dormido”.

De repente los tres miembros del grupo sintieron una fuerte sacudida interior, y no pudieron evitar acordarse de Marina. Sin duda ella tenía alguna relación vital con ese bosque, y una opresión en el pecho les hizo palidecer en cuestión de segundos. Mudog no tardó en darse cuenta de que algo les preocupaba:
- ¿Qué os pasa?- preguntó, confuso- ¿estáis bien? Parece como si hubierais visto un fantasma.
Trataron de mantener la calma. Sabían que no debían contarle nada al jefe minero, ya que le habían hecho la promesa a la madre de Marina de ocultarla y protegerla. Jack comenzó a hablar improvisadamente:
- Es que…nosotros…
En ese momento a Eduardo le rugió el estómago. El chico improvisó rápidamente en algo y dijo:
- Lo siento… ¡tengo hambre!- exclamó con una media sonrisa.
A Jack y Erika tampoco tardaron en sonarles las tripas. Los tres dieron las gracias por dentro, ya que era la excusa perfecta, y en el momento justo:
- ¡Nosotros también!- exclamó la chica con otra sonrisa- ¡hace mucho que no comemos!
Pareció dar resultado, ya que Mudog interpretó inocentemente aquellas caras con el tener hambre. El jefe minero soltó un par de carcajadas bonachonas, y luego sonrió de oreja a oreja:
- ¿Por qué no lo habéis dicho antes?- preguntó Mudog, sonriente- ¡vamos, volvamos a la ciudad a comer!
De esa forma, jack y los dos jóvenes suspiraron aliviados, y comenzaron a a andar directos a la salida de la cueva. Caminaron de vuelta a Boneland, aún sin poder quitarse de la cabeza el misterio que envolvía aquella entrada, que sin duda estaba fuertemente relacionado con Marina.

Mientras tanto, muy lejos de allí, una siniestra sombra meditaba profundamente en los más recónditos y tenebrosos rincones de la oscuridad. Con los ojos cerrados, pensaba y reflexionaba en los próximos movimientos posibles que podría hacer. Había enviado a otro de sus peones al ataque.
Frente a él había un tablero de ajedrez, levitando en el aire, y jugaba él sólo contra el equipo blanco. Tras avanzar uno de sus peones un paso a otra casilla contra el equipo contrario, se formó un agujero oscuro un poco más lejos, cerca de la entrada a la estancia. La sombra se percató de su presencia, y enseguida abrió los ojos al darse cuenta de que era Magno:
- ¿Ya se ha ido Asbel?- preguntó la oscuridad con voz de ultratumba.
- Sí, mi señor- respondió Magno, que luego se atrevió a preguntar- ¿cree que podrá acabar con los elegidos dejándole todo su poder?
- ¡¡No seas estúpido!!- dijo la sombra alzando la voz- ¿¡De verdad crees que voy a ceder todo mi poder a un simple mortal como él!?
- Lo siento, señor…no era mi intención cuestionar la magnitud de su inmenso poder- se disculpó el hombre de negro.
La oscuridad pareció calmarse un poco. Hizo desaparecer con un gesto mágicamente el tablero de ajedrez que tenía delante, y luego volvió a hablar con cierto aire de indiferencia:
- Sólo le he dado una cuarta parte, con eso será suficiente.
Magno, cambiando de tema, preguntó nuevamente diciendo:
- ¿Y en cuanto a la última superviviente de los Numu? ¿Cómo haremos para que nos diga dónde se encuentra la tierra prometida?
La sombra rió maléficamente:
- No hará falta…ella misma nos guiará.
Magno pareció sorprendido, y siguió escuchando las palabras de su jefe con atención:
- Hace mucho tiempo, descubrí que esa antigua civilización tenía un poder especial, un poder que sólo ellos poseían. Los Numu estaban muy estrechamente ligados al planeta, casi podría decirse que era una conexión tan vital…que ellos mismos parecían ser la propia Limaria- explicó la oscuridad- podían sentir cada herida que sufría el planeta como si fuera de su propio cuerpo, y también escuchar su dolor y sufrimiento…comprender sus sentimientos.
- ¿Pero qué relación tiene eso con ir a la tierra prometida?
La sombra volvió a sonreír maléficamente:
- Precisamente ahí está la clave- comenzó a decir- los Numu eran muy espiritualistas, y sus creencias los llevaban sin dudar a salvar al planeta, llegando incluso a dar la vida por él. Sentían la necesidad de protegerlo de cualquier peligro que lo amenazara, pidiendo deseos que se hacían realidad…- luego añadió- y el único lugar en el que podían hacerlo era su lugar de origen, la sagrada tierra prometida.
Magno finalmente comprendió a lo que se refería su jefe. Los magos sagrados, para proteger y salvaguardar el mundo, debían pedir deseos que sólo ellos podían hacer realidad, en el único sitio en el que se cumplían a costa de su vida:
- ¿Pero señor…eso no supone un obstáculo más en nuestro objetivo de conseguir la materia suprema?- preguntó el hombre de negro, al darse cuenta de tan importante detalle.
- Claro que sí- afirmó la oscuridad- precisamente la última maga sagrada viaja con los elegidos, y podemos quitarnos dos enormes molestias de encima.
- Pero si la matamos, nunca sabremos dónde se encuentra la tierra prometida- comentó Magno.
- Antes de acabar con ella, Asbel la seguirá primero hasta llegar al lugar sagrado…- explicó la sombra- luego allí la matará antes de que pida la salvación del planeta.
Magno asintió con la cabeza, comprendiendo el plan:
- Entiendo… ¿pero cuándo sabremos que irá, señor?
La oscuridad volvió a reír maléficamente. En sus ojos oscuros brillaba el destello de la muerte:
- Tranquilo…tal y como están las cosas en estos momentos, puedo estar casi seguro de que ahora mismo la última Numu sentirá desesperadamente cumplir su labor y viajar cuanto antes a su lugar de origen…la tierra prometida.

En ese mismo momento Marina despertaba sobresaltada, sudorosa y estremecida. Acababa de tener una horrible pesadilla, una visión en la que Ludmort impactaba de lleno con Limaria. El cielo se volvía de color rojo sangre, el mar embravecido arrasaba las costas, los volcanes explotaban, la lluvia ácida quemaba y dejaba en los huesos a la gente cercana y la tierra se abría en un profundo abismo bajo sus pies. El planeta temblaba y las personas morían a manos de los desastres naturales que provocaba la llegada de Ludmort a Limaria. El fin del mundo era inevitable, y en el sueño la maga pudo ver una fecha concreta en el calendario, antes de morir abrasada a carne viva por una onda expansiva en llamas.
Se aferraba  sudando y con fuerza a las sábanas, temblando como una hoja. Lo que había visto era una horrible visión, que la torturaba algunas noches, cuando ella menos la esperaba. Y esa no era la primera vez que la veía.
Ya había tenido ese sueño antes, muchas veces cuando era pequeña. Recordaba las numerosas noches en las que despertaba por las mismas pesadillas, y lloraba de miedo en la cama. De niña, su madre Lilian escuchaba sus lloros y enseguida iba a su habitación a consolarla, hasta que se durmiera.
Durante muchos años, Marina nunca llegó a entender por qué siempre tenía la misma pesadilla. También sentía mucho miedo, dolor y sufrimiento, cada vez que despertaba por las mañanas. Normalmente solía sentirse débil e insegura, y no tenía valor para enfrentarse a sus propios miedos. Desde niña siempre quería ser una maga justiciera, para darles su merecido a los malhechores que intentaban secuestrar a personas como ella, y que sufrían su misma situación. Se desmoralizaba y entristecía al no mejorar nunca en sus habilidades mágicas.
Sin embargo, desde que conoció a Jack y a sus amigos, y se embarcó en la mayor aventura de su vida, todo cambió de forma radical para ella. Se convirtió en otra guardiana más de los elegidos de la profecía, y junto a ellos se hizo más fuerte física y espiritualmente. Había logrado lo imposible de dominar el arte del combate mágico, e incluso de hacerle frente al miedo con la ayuda del valor. Hasta un legendario G.F. reconocía su fuerza y valía. Había pasado por muchos momentos juntos con su grupo de aventuras, y estaba tan agradecida con ellos que no dudaría ni un instante en dar la vida para salvarlos.

Palideció al mirar el calendario que tenía justo al lado de su cama. Su rostro y su cuerpo temblaron mucho más que antes:
- No…no puede ser…- murmuró para sí misma- no es…posible…
La fecha que vio en su sueño, la misma que presagiaba el fin del mundo, estaba ahí, delante de sus ojos:
- ¡Falta una semana…para que llegué Ludmort a Limaria!
Marina sentía que se le cortaba la respiración. Un repentino mareo le vino a la cabeza y tuvo que apoyarse en la pequeña mesa de noche que había al lado de su cama. Respiraba entrecortadamente mientras trataba de asimilar la terrible y oscura realidad.
Ahora que conocía su verdadera identidad y su verdadero origen, todo tenía sentido. Sabía por qué tenía esas pesadillas y cuál era su lugar en el mundo. Era la última maga sagrada de Limaria, lo que significaba una enorme responsabilidad.
Al cabo de unos minutos, logró mantener la calma, con esfuerzo. Un profundo dolor la recorría por dentro, un dolor y un sufrimiento con el que había estado cargando desde el mismo día en que nació. Su instinto Numu la empujaba a hacer lo necesario, y de alguna forma supo que era la única forma de salvar Limaria y la Tierra, de salvar ambos mundos. Su mirada se tornó firme y decidida, ya había tomado una decisión.

A juzgar por la oscuridad del exterior, sería la medianoche. Se levantó con cuidado de la cama para no hacer ruido, y a los pocos pasos se sorprendió al ver a Jack, Eduardo y Erika durmiendo profundamente en tres asientos independientes.
Se acercó primero al joven, y acarició su pelo oscuro:
- Eduardo, elegido de la llave espada, que tu fuerza y valor nos ayuden a ganar cientos de batallas.
Luego se acercó a la chica, y dijo acariciando su pelo castaño:
- Erika, elegida de la vara mágica, que tu sabiduría y amor nos brinden esperanza para ver el amanecer de un nuevo día.
Finalmente se acercó a Jack y le besó dulcemente en la frente:
- Mi valiente mago…el que siempre me ha ayudado y apoyado cuando más lo necesitaba, el que me ha protegido siempre…- sonrió Marina- el amor de mi vida…quiero que sepas que te quiero y te querré siempre…por favor, perdóname por lo que voy a hacer.

Se alejó a la puerta, y miró atrás una vez más. Fue entonces cuando sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas:
- Amigos…sé que salvaréis el mundo de Limaria, estoy completamente segura…pero yo…no viviré para verlo…- se secó las lágrimas que caían por sus mejillas- perdonadme, aquí me despido de todos vosotros…- y finalmente añadió- gracias por darme sueños y esperanzas…gracias por todo…lo que habéis hecho por mí.
Y de esa forma, salió corriendo de la habitación, alejándose sin ser vista del hospital de Boneland, y desapareciendo en medio de la oscuridad de la noche.

Eduardo despertó, sobresaltado y sudando. Aún era de noche. Había tenido la misma pesadilla que otras noches, pero esta vez con más fuerza. La pesadilla en la que veía morir a Marina a manos de un Asbel oscuro y siniestro:
- Menos mal que sólo era una pesadilla…- susurró el joven para sí mismo.
Miró a su alrededor y ahogó un grito de terror al no ver a la maga en la cama y la puerta abierta:
- ¡¡Marina!!- exclamó, horrorizado.
Eduardo despertó rápidamente a Jack y Erika, alertando a sus compañeros:
- ¡¡Chicos, despertad!!- decía, alarmado- ¡¡Marina ha desaparecido!!
- ¿¡Qué Marina qué!?- exclamó Jack.
Los dos magos enseguida comprobaron que decía la verdad. Perplejos y aterrados, no entendían la repentina desaparición de su amiga:
- ¡No puede ser!- dijo Erika- ¡Marina no se iría así, sin decirnos nada!
- ¡Pero entonces…!- comentó Eduardo- ¿¡Adónde habrá ido!?
En ese momento Jack sintió una fuerte opresión en el pecho. Horrorizado, pudo decir con un hilo de voz en sus palabras:
- No puede ser…no se atreverá a…
A juzgar por su cara, los dos jóvenes recordaron enseguida el descubrimiento de Mudog ese mismo día. Entendieron la situación, y los tres exclamaron a la vez:
- ¡¡El bosque dormido!!
Ellos también conocían los poderes especiales de los antiguos Numu, su capacidad para conectarse con el planeta, y lo que conllevaba el pedir deseos para la salvación del mundo:
- ¡¡Vamos, rápido!!- dijo Jack- ¡¡no tenemos tiempo que perder!!
Y así, cogieron rápidamente sus pertenencias y salieron corriendo a toda prisa del hospital de Boneland. Corrieron hasta adentrarse en las afueras de la ciudad, en dirección al barranco del último descubrimiento de Mudog. Tenían que detener a Marina antes de que fuera demasiado tarde.

Sabían a dónde debían ir, y al sitio al que se dirigía la maga. Después de todo lo que les contó el jefe minero ese día sobre aquel lugar, no tenían ninguna duda. Los antiguos Numu debían de pasar por aquella entrada por alguna importante razón, y a juzgar por la barrera que lo protegía, debía de ser extremadamente valioso y especial.
No tardaron demasiado en llegar al barranco y bajaron rápidamente por el camino que conducía hasta las profundidades del mismo. Al ser de noche y encontrarse en una zona recientemente descubierta, no habían farolas y luces que iluminaran el lugar. Improvisaron de forma rápida una antorcha con un palo y una toalla cogida previamente del hospital, al que prendieron fuego con la magia Piro.
Enseguida encontraron la cueva, y entraron en ella sin dudarlo. Gracias a la antorcha que llevaban, lograron llegar sin problemas a la misteriosa entrada que habían visto ese mismo día. Al acercarse unos metros a ella, palidecieron al contemplar lo evidente. Los grandes árboles robustos que tapaban la entrada se habían apartado a ambos lados, como si de puertas se trataran, dejando libre el paso:
- ¡Jack!- exclamó Erika, perpleja- ¡La entrada…!
- ¡Se ha abierto!- continuó Eduardo, también sorprendido.
El mago tampoco pudo evitar mostrar una cara pálida:
- Debe de haber sido Marina, ella es la única persona en el mundo que puede abrirla…- dijo, pensativo.
Jack sacudió rápidamente la cabeza a ambos lados, no era el momento de pararse a pensar:
- ¡Vamos, no tenemos mucho tiempo!- dijo el mago firmemente.
Los dos jóvenes lo acompañaron y, junto a él, se internaron en la espesa niebla que cubría todo el bosque dormido.

Jack, Eduardo y Erika corrían rápidamente por el único camino posible, entre los muchos árboles que parecían infinitos a su alrededor. Cuando se apagó la antorcha y vieron de nuevo la luz, muy pronto descubrieron que habían salido de la cueva por otra entrada. Entendieron entonces que la caverna sólo era un túnel que conectaba ambos lugares, y que estaban en aquellos momentos en una zona desconocida en la que nadie había entrado desde hacía siglos de historia.
Era increíble y extraño no escuchar absolutamente nada en aquel lugar, tan sólo se oían los pasos acelerados de los tres miembros del grupo al pisar la hierba. Parecía como si todos los seres vivos del bosque de la niebla permanecieran sumidos en un profundo sueño eterno del que no despertarían jamás.
En medio del reinado absoluto del silencio, y la quietud de los árboles y sus hojas, Eduardo comenzaba a ponerse cada vez más nervioso por momentos. Nunca antes había visto y sentido tanta calma y tranquilidad en ningún otro sitio. Demasiado silencio presagiaba inquietud y peligro, y no le extrañaba que en cualquier momento pudiera aparecer de repente un terrible monstruo a su encuentro.
Por otra parte, la densa niebla tampoco favorecía las condiciones para seguir adelante. Un movimiento en falso podría significar perderse para siempre en aquel bosque envuelto en neblina. Aunque tenían mucha prisa, procuraban ir a paso ligero corriendo cerca unos de otros, y deteniéndose en ocasiones para asegurarse de que estaban todos.

Llevaban ya un buen rato corriendo, y no tardaron en darse cuenta de que probablemente estaban andando en círculos. Cuando se detuvieron a descansar, y mientras los dos magos jadeaban de cansancio, a Eduardo le vino un repentino mareo, seguido de una voz que exclamó fugazmente en su cabeza:
“¡¡No sigáis!!”
En ese momento comenzó sentirse mal y a tambalearse de un lado a otro:
- Jack…Eri…ka…- pronunció con esfuerzo.
Antes de que pudiera darse cuenta, el chico cayó al suelo mientras veía a sus amigos correr junto a él, y perdió rápidamente el conocimiento.

Al abrir los ojos, se sorprendió al comprobar que seguía en el mismo lugar, donde descansaba con sus compañeros. La única diferencia es que estaba él sólo, y empezó a preocuparse pensando que Jack y Erika lo habían dejado ahí tirado. Descartó esa opción, porque sabía que ellos nunca harían algo así. Cuando se puso en pie, y antes de que pudiera empezar a buscarlos, se sorprendió y retrocedió un paso al ver formarse en la niebla una silueta humana. La reconoció enseguida, pálido y perplejo:
- ¡¡Marina!!- exclamó el joven, atónito.
La maga le advirtió diciendo, en gesto de advertencia:
- Eduardo, por favor…no sigáis.
- ¡¡Marina!!- exclamó éste, sin entender nada- ¿¡pero por qué…!?
- No tengo mucho tiempo- respondió ella- siento haberte desmayado, pero es la única forma de transmitiros mi mensaje…esto es algo que debo hacer yo sola…tengo que aceptar mi destino.
- ¡¡No lo entiendo!! ¿¡De qué estás hablando!?
- También es demasiado peligroso para vosotros…- dijo la maga, ignorando la pregunta- si continuáis, podríais morir…os pido por favor que no sigáis.
Marina empezó a desaparecer de nuevo en la niebla, dejando sólo al chico:
- ¡¡Espera, Marina…no te vayas!!- gritó Eduardo.
Sin embargo, y a pesar de sus gritos y clemencias, el joven no pudo hacer nada. Lo último que oyó decir a la maga antes de desaparecer completamente fue la misma frase repetida una y otra vez:
- ¡¡No sigáis!!
Luego vino la oscuridad. Una oscuridad en la que se había sumergido en más ocasiones, y que detestaba con toda su alma, porque significaba malos presagios.

Cuando despertó de nuevo, y vio a Jack y Erika junto a él, descubrió asombrado que todo había sido un sueño:
- ¡¡Edu, menos mal que estás bien!!- exclamó Erika, con una sonrisa aliviada.
- ¡Nos asustamos cuando te desmayaste de repente!- dijo Jack- ¿¡qué te ha pasado!?
El chico, aún un poco mareado, se levantó y puso en pie. Le temblaba un poco la voz:
- Marina…se me apareció en sueños…
- ¿¡Qué!? – exclamaron los dos.
- Nos advirtió de un peligro muy grande…- explicó Eduardo- me dijo que no sigamos y volvamos atrás.
La chica miró al mago, confusa:
- ¿Tú qué dices, Jack?
Éste bajó la cabeza, dio media vuelta y se alejó unos pasos. Parecía pensativo y las dudas lo asaltaban:
- Eres el líder, y por lo tanto haremos lo que tú digas- dijo Eduardo, ya recuperado.

Pasó un inquietante y largo silencio. Después de pensarlo y reflexionarlo durante unos segundos de intriga, finalmente Jack respondió:
- No…
- ¿¡Qué!?- exclamaron los dos jóvenes.
- Esta será vuestra última misión a mi mando…y la mía como líder.
El mago volvió a mirarlos, con un rostro completamente distinto al anterior. Ahora en sus ojos se veía una firmeza y voluntad de hierro inquebrantables:
- Marina es una más de nosotros y no podemos dejarla así como así…somos un equipo y si uno de los nuestros tiene que luchar…lo haremos todos juntos…pase lo que pase, nunca estaremos solos.
Eduardo y Erika entendieron las palabras de Jack, y la decisión brillando en sus ojos demostró que ellos también estaban dispuestos a luchar. Sabían lo que tenían que hacer:
- Vamos a buscarla…- dijo Jack- y si tenemos que enfrentarnos a ese peligro…lo haremos juntos.
Los tres asintieron firmemente con la cabeza, y continuaron corriendo de nuevo sobre la marcha del camino, desapareciendo en la inmensidad de la niebla.

Al cabo de unos minutos de seguir corriendo, el grupo se detuvo de repente al sentir que la niebla se había disipado. Comprobaron sorprendidos que habían salido del interior de la niebla que cubría el bosque, y que en aquellos momentos se encontraban en lo que parecía ser una gigantesca llanura de muchos kilómetros. A su alrededor no había más que bosque envuelto en neblina, que rodeaba todo el lugar.
Eduardo dio un paso atrás cundo de repente pisó el borde y varias piedras pequeñas cayeron al vacío. Sus amigos y él se dieron cuenta entonces de que frente a ellos había un enorme precipicio, un gran agujero continental que abarcaba toda la llanura. El interior del agujero estaba completamente bañado de niebla y era imposible determinar si eso era todo lo que había, o si por el contrario ocultaba algo en el fondo:
- ¿Y ahora qué hacemos?- preguntó Erika- hemos llegado al límite del bosque y lo único que hemos encontrado ha sido este precipicio envuelto en niebla.
Jack sacó de la mochila el mapa del mundo y comenzó a ojearlo detenidamente por el continente norte. Lo miraba confuso e intrigado:
- Es extraño…este lugar no aparece en el mapa.
- Es normal, aquí nunca ha entrado nadie salvo los Numu- le aclaró Eduardo- y además, dudo mucho que ellos quieran marcar un lugar tan especial para que todo el mundo sepa dónde está.
Jack comentó, pensativo:
- Sin embargo, hay una cosa que no entiendo…parece que llegamos al centro del boque y lo único que hay es un enorme barranco bañado en niebla.
- ¿Y qué quieres decir?- preguntó el chico, confuso.
- Parece como si todo el bosque protegiera este agujero…o lo que hay en él.
- ¿Quieres decir que…hay algo en este precipicio?- preguntó Erika, perpleja.
El mago asintió con la cabeza:
- Si os fijáis bien, hay una niebla que cubre la parte superficial, dando a sospechar que no hay nada interesante en el fondo- explicó Jack- cualquier explorador daría media vuelta y volvería con las manos vacías.
- Sin embargo…- dijo Eduardo.
- Puede que en el fondo del precipicio no haya niebla y encontremos algo interesante- continuó el mago.
- ¿Y crees que Marina pueda estar ahí abajo?- preguntó Erika.
- Es muy posible…este es el único lugar al que conduce el bosque…- respondió Jack- la cuestión es… ¿cómo podemos bajar hasta las profundidades?

Mientras Jack y Erika buscaban un posible camino por el borde, Eduardo tuvo una fugaz visión en su mente. Pudo ver en cuestión de segundos cómo Marina bajaba saltando por unas rocas que sobresalían de la pared del precipicio, antes de volver a la oscuridad.
El chico volvió de nuevo a la realidad con los dos magos, ambos buscando un posible camino. Eduardo recordó los movimientos de Marina en la visión, y siguió con la vista sus pasos desde su actual posición. No tardó en descubrir lo que andaba buscando:
- ¡Por ahí!- exclamó el joven- ¡Marina ha bajado al fondo saltando sobre unas rocas!
Los tres fueron al lugar señalado, encontrando el camino. Tal y como había dicho él, unas rocas sobresalían de la pared del barranco. Parecía hecho por personas a modo de escaleras, y a juzgar por el desgaste y estado de las piedras, debían haberlo creado hace miles de años. El camino continuaba hasta perderse en la niebla.
Antes de bajar, Jack advirtió a sus compañeros:
- No sabemos lo que puede haber ahí abajo, ¿estáis preparados?
Eduardo y Erika asintieron firme y decididamente con la cabeza, y los tres comenzaron el descenso hasta desaparecer en las misteriosas profundidades del barranco de la niebla.

El camino era mucho más largo de lo que parecía, para los tres resultaba casi infinito. El precipicio debía de ser muy profundo, porque ya llevaban un buen rato saltando de roca en roca. Hubo alguna que otra peligrosa caída debido a un mal paso, pero por suerte Jack estaba ahí para agarrarles de la mano y salvarlos de una muerte segura.
La niebla era densa. Aparte de la siguiente roca para saltar, no se veía absolutamente nada. Seguramente estaban en el pleno corazón mismo del banco de neblina, y sería muy fácil caer en el abismo buscando la muerte. Tenían que tener mucho cuidado con cada salto que daban, pues de dar un paso en falso podrían caer y morir desapareciendo en la niebla.
Eduardo empezaba a pensar que realmente no había nada en el fondo, y que estaban recorriendo todo aquel camino para nada. Sin embargo, en su interior sentía el peligro cada vez más cerca. Tenía la horrible sensación de que algo malo iba a pasar. Tenía mucho miedo porque cuando sentía esas tenebrosas predicciones, solían cumplirse.

De repente el grupo se sorprendió al notar que podían ver bien. Comprobaron asombrados que habían salido del banco de niebla que cubría la parte superior del agujero continental, y ahora se encontraban por fin en la zona inferior, en las profundidades del barranco. Se detuvieron un momento en la siguiente roca en la que saltaron:
- Chicos, mirad- señaló Erika, con un fino hilo de voz.
Jack y Eduardo ahogaron un grito de sorpresa. Lo que observaban ante sus ojos les hizo encogerse por dentro. Un súbito estremecimiento los invadió a los tres de repente, que palidecieron con la boca abierta, como si hubieran visto un fantasma.
Por unos segundos perdieron la voz mientras el miedo y la tristeza se reflejaban en sus caras:
- ¿¡Pero qué…qué es…esto!?- pronunció Jack, con esfuerzo.

Un extenso y amplio paisaje tétrico y desolador se hallaba frente a ellos, ocupando toda la superficie del fondo del agujero. A Eduardo le dio un vuelco el corazón cuando se dio cuenta de que aquel lugar se trataba de una antigua ciudad en ruinas:
- Así que esto es lo que hay en el fondo del barranco…- dijo Jack, perplejo y asombrado- no existen datos referentes a esta ciudad, que yo conozca.
Eduardo empeoraba por momentos. Sentía que se le cortaba la respiración y un repentino mareo le vino a la cabeza. La chica se dio cuenta de que  le pasaba algo cuando su amigo cayó de rodillas al suelo, jadeando:
- ¡¡Edu!!- exclamó ella, agachándose junto a él- ¡¡Edu!! ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Estás bien!?
Jack también trató de ayudarle, pero cuando los dos magos iban a sanarle con la magia cura, el chico se opuso diciendo:
- Tranquilos, chicos…estoy bien…- sonrió Eduardo a medias- no es nada…sólo un pequeño mareo…se me pasará enseguida…
Se puso en pie y dio un par de saltos para demostrar que estaba bien. A pesar de su media sonrisa, sus amigos no estaban del todo convencidos de sus palabras. Recordaron entonces su verdadero objetivo de buscar a Marina, y tras asegurarse de que el chico se encontraba bien, Jack dijo firme y decidido:
- ¡Sigamos adelante…no nos queda mucho tiempo!
De esa forma, el mago y los dos jóvenes retomaron la marcha y continuaron el descenso saltando por las rocas, directos al fondo del barranco.
Eduardo, a pesar de recuperarse del susto, aún seguía preocupado. Por supuesto, trataba de fingir para que sus amigos no lo notaran. Sabía que muy pronto encontrarían a Marina, y su miedo crecía con cada paso que daba.

No tardaron demasiado en llegar finalmente al fondo, en tocar el suelo después de saltar la última roca, y tampoco de tener que preocuparse por caer al vacío. Por fin habían llegado a las verdaderas profundidades del agujero continental.
Continuaron andando por el único camino posible que les llevó hasta la entrada de la ciudad, y decididos a seguir adelante, se adentraron en ella.

A medida que atravesaban las calles, Eduardo poco a poco se iba poniendo cada vez más nervioso. Recordaba perfectamente haber estado allí en sueños, y a su mente iban como fugaces destellos de luz los recuerdos que había tenido en las pesadillas de noches anteriores. Reconocía aquel lugar, aquellas calles, aquellos rincones oscuros. Todos los eslabones que conformaban la cadena de su pesadilla poco a poco iban uniéndose irremediablemente entre sí.
El chico no quería reconocerlo porque tenía mucho miedo, y en aquellos momentos lo único que deseaba era salir de allí, olvidarse de aquel horrible lugar. Sin embargo, había decidido ir a buscar a Marina, y a pesar de que temblaba como un flan por dentro, se decía continuamente a sí mismo que debía ser valiente. Por Marina, por Jack y Erika y el resto de sus amigos perdidos tras la tormenta en el mar. En su corazón sabía, de alguna forma, que habían sobrevivido y seguían vivos en alguna parte, y que tarde o temprano los encontraría.

El grupo seguía caminando, pero esta vez lentamente. Jack y Erika no podían evitar observar asombrados y sin aliento las casas derruidas y las viviendas abandonadas a su alrededor. En las calles no se veía absolutamente a nadie, sólo se oía el susurro del viento soplando por entre las ruinas que una vez fueron casas habitadas por personas.
En su camino encontraban algunos restos y huesos humanos, acompañados de sangre seca que machaban las calles y las casas. Aquello era un espectáculo terrorífico y sangriento que demostraba sin lugar a dudas que aquel sitio era una ciudad fantasma, una ciudad olvidada en el transcurso de la historia de la humanidad:
- ¿Qué ha pasado aquí?- preguntó Erika, perpleja y asombrada.
Jack se fijó en los símbolos grabados en las paredes de las casas. Su lenguaje le resultaba bastante familiar:
- Estas letras…son iguales que las de la lápida que había en la entrada del bosque dormido.
- ¿Y qué significa eso?- preguntó Eduardo, confuso.
Jack palideció de repente. Con la boca abierta y temblando, pudo pronunciar:
- Creo que…ésta es la ciudad de los antiguos Numu.
- ¿¡Qué!?- exclamaron los dos jóvenes.
- Así es, ahora todo tiene sentido…- dijo el mago, pensativo, que miró a la chica- Erika, ¿recuerdas lo que ponía en la lápida de la entrada al bosque dormido?
- Sí- asintió ella, también reflexiva- creo que algo de “Numu” y “sangre pura”.
- ¡Esa es la razón! Sólo los Numu podían entrar porque aquí está su ciudad natal, su civilización con siglos de historia, su refugio para protegerse de los cazadores del exterior…- explicó Jack- ellos son los únicos habitantes de Limaria considerados de sangre pura, por gracia y divinidad de los dioses… ¡y por lo tanto tenían su propia forma de abrir la entrada al bosque!

Entonces los dos jóvenes lo entendieron todo, y las dudas y los misterios que envolvían aquel lugar finalmente se resolvieron:
- Y para mayor seguridad, crearon y esparcieron un hechizo de niebla por todo el bosque- afirmó Erika- para que, de esa forma, si lograba entrar algún intruso, se perdiera para siempre en la niebla. Se trata de otra barrera de protección.
- Exactamente- afirmó Jack a su vez.
Eduardo, pensativo, recordó un pequeño detalle que quizá no fuera demasiado importante:
- Pero, entonces… ¿aquí nació Marina?- preguntó el chico.
- Es lo más probable- respondió el mago- que sacudió rápidamente la cabeza y volvió a decir- ¡Venga, tenemos que seguir buscándola!

Caminaron otro rato por las calles de la antigua ciudad olvidada de los Numu. En un momento dado, el chico se paró en seco y sus amigos se dieron cuenta. Volvieron la vista hacia él y el mago le preguntó, confuso:
- ¿Qué pasa, Eduardo?
El joven no respondió, y a juzgar por su cara pálida, Jack y Erika comenzaron a preocuparse. Con el rostro blanco reflejando miedo y terror, y como si hubiera visto un fantasma, señaló hacia el frente temblándole el brazo.

Su peor pesadilla cobraba forma y se hacía terroríficamente realidad.

Una luz se alzó en ese momento en el cielo nublado de la ciudad olvidada, una luz que él conocía muy bien porque ya la había visto en sueños anteriores. Parecía provenir del centro de la ciudad, y Eduardo supo enseguida que Marina estaba muy cerca de su posición. Sin decir ni explicar una sola palabra, el chico comenzó a correr lo más rápido que le permitían sus piernas, poniendo toda el alma en ello. Sus  amigos se quedaron perplejos ante tal repentina reacción:
- ¿¡Eduardo, a dónde vas!?- preguntó Jack, atónito.
- ¡¡Sigámosle!!- exclamó Erika- ¡¡creo que sabe dónde está Marina!!
El mago asintió y ambos echaron a correr detrás del joven en dirección a la misteriosa columna de luz que se alzaba por encima de las casas de la ciudad en ruinas.

“¡¡Por favor, que no ocurra, que no suceda!!”- pensaba Eduardo en su mente- “¡¡Debo llegar a tiempo para salvar a Marina!!”
Tal y como había hecho otras muchas veces en sus sueños, el chico corrió rápidamente por entre las calles de las casas derruidas, mientras su corazón latía a más de mil por hora. Podía sentir el peligro muy cerca, y deseaba con todas sus fuerzas poder llegar a tiempo para evitar la desgracia que ocurría en sus pesadillas. Jack y Erika le seguían por detrás, sin perderle de vista.

Cuando por fin llegaron a la plaza central de la ciudad, Eduardo se detuvo en seco y contempló asombrado el descubrimiento. Sus amigos, jadeando del cansancio, le alcanzaron unos segundos después. Levantaron la mirada y se quedaron con la boca abierta. Descubrieron, asombrados, algo increíble.
Un hermoso paisaje cubría completamente toda la plaza central. Un lugar lleno de vida con lagos de aguas cristalinas, frondosos árboles de hojas frescas, hierba verde y varios animales de campo que comían de los muchos y variados alimentos que ofrecía aquel lugar mágico.
Todo eso contrastaba de forma radical con el resto del paraje en ruinas de la ciudad olvidada. Simplemente no podían creer que existiera algo así en aquel sitio abandonado y desolado:
- ¿Eso…no será…?- preguntó Erika, casi sin palabras.
- Tiene que serlo…- respondió Jack, también sorprendido- realmente existe…tenemos ante nosotros…la tierra prometida…

Eduardo desvió la mirada, no era eso lo que buscaba. Finalmente lo encontró a su derecha, un pequeño templo rodeado de cascadas un poco más lejos de su posición. En la plataforma superior, conectada al suelo por unas escaleras de piedra, había una persona de cara a ellos, con los ojos cerrados y rezando en silencio. La reconocieron al instante:
- ¡¡Marina!!- exclamó Jack.
Los tres echaron a correr hacia ella. Todo parecía ir bien y podrían detenerla a tiempo antes de que muriera.

Pero fue entonces cuando se desató la pesadilla.

A pocos metros del templo, un agujero oscuro apareció detrás de la maga, y de él surgió una persona conocida por todos. Perplejos y pálidos, el grupo exclamó:
- ¡¡Asbel!!
Sin embargo, aquel no era el mismo espadachín con el que emprendieron su viaje por Limaria. Ahora llevaba el mismo manto oscuro que la organización Muerte, y en sus ojos no se vislumbraba ni un solo atisbo de luz. Tan sólo la oscuridad y las tinieblas lo envolvían, y en su mano llevaba el arma que siempre solía usar para combatir: la espada hacha. Jack, Eduardo y Erika muy pronto se dieron cuenta de sus intenciones cuando el hombre de negro comenzó a caminar hacia Marina:
- ¡¡Asbel, no lo hagas!!- gritó Erika.
Sin embargo, y a pesar de sus gritos, fue inútil. Asbel caminaba absorto sin otro objetivo, con la mirada perdida, y ni siquiera la maga los escuchaba. Seguía rezando ajena al peligro que le esperaba:
- ¡¡Asbel, no!!- gritó Eduardo.
Todos sus esfuerzos fueron en vano. Los tres vieron horrorizados cómo su antiguo compañero de grupo atravesaba con su espada el estómago de la maga. Aquel instante dejó marcado para siempre a los tres miembros del grupo, que con los ojos llenos de lágrimas, aún no podían creerse lo que acababan de ver:
- ¡¡¡Marina!!!- gritó Jack, casi afónico.

Asbel retiró su espada ensangrentada del cuerpo de la maga, y Marina cayó inerte e inmóvil al suelo mientras su sangre pura encharcaba el suelo a su alrededor. Jack, ahora furioso por lo que acababa de ver y con los ojos llenos de lágrimas, desenfundó su bastón mágico y corrió a atacar a Asbel, gritando de rabia y furia.
Eduardo y Erika tampoco se quedaron atrás. Firmes y decididos, ambos hicieron aparecer mágicamente la llave espada y la vara mágica, y corrieron detrás de Jack, dispuestos a luchar. Iban a enfrentarse a un poderoso enemigo que había sido su amigo y compañero tiempo atrás.