viernes, 3 de enero de 2014

Crónicas de un amor platónico (parte 1)


¡Hola otra vez, bloggers, cuánto tiempo! ¡No nos leemos desde el año pasado! xD

Bueno, en primer lugar feliz año nuevo a todos. Espero que lo hayáis pasado muy bien en vuestra noche de fin de año, con todos vuestros seres queridos y el espíritu de la fiesta y la alegría que siempre ronda por estas fechas. Yo por mi parte no puedo quejarme, ya que me divertí y lo pasé muy bien en compañía de mi familia, parientes y amigos cercanos. Entre todos alquilamos un local, donde organizamos el banquete de la cena y allí cenamos, aunque desistí de comerme las dichosas uvas porque nunca las termino en las campanadas (me pasa todos los años, soy muy lento comiendo).
Pero sin embargo lo mejor llegó después de la medianoche, en las tres primeras horas del año. Resulta que participamos en el juego del "amigo invisible", en donde todos tenían que pasar alguna prueba para conseguir su "regalo anónimo". Hubo todo tipo de pruebas, la mayoría muy graciosas y en las que llorabas de risa (de esas carcajadas en las que incluso te duele el estómago): desde doblajes de películas (sin sonido), partidos de tennis tumbados en el suelo, caminar con los ojos vendados por un pasillo de relojes sin pisarlos (en realidad de cucharas y tenedores de plástico), mímica, karaoke y extraños bailes por parejas, hasta tocar y reconocer la parte del cuerpo de otra persona (con los ojos vendados, claro), en las que al vendado se le mete el dedo en un tomate y tiene que decir a qué parte del cuerpo pertenece lo que toca (las expresiones de sorpresa y horror en las caras fue lo mejor xD)
A mí me tocó la sencilla prueba de ser el modelo de maquillaje de otra chica, la cual me pintó la cara con colorete, rimel y pintalabios. Algún día borraré las fotos que tienen mis padres y hermanos en sus móviles, cuando pueda, pues parezco un payaso maquillado y me da vergüenza que los demás lo vean. Pero también hay que mirar el lado positivo: ¡mi regalo fue dos cajas de carísimos bombones de chocolate! (y creo que fue uno de los mejores regalos, jejeje xD)

Después de resumir brevemente un poco lo que fue mi nochevieja, pasaré a la propia entrada en cuestión, y que se trata de la primera de este año 2014.

Llevaba unos días pensándolo, y la verdad dudé mucho antes de decidirme, al no estar seguro, pero finalmente aquí la publico. Como la gran mayoría conocerá de sobra, hubo una persona especial en mi vida, sin la cual nunca habría escrito FF: MP. Tal y como dice el propio título de la entrada, son las crónicas del amor platónico que sentí en la infancia y en la adolescencia, y cuya persona formó parte del centro de mi mundo durante más de 10 años.
A diferencia de todo lo que conocéis de FF: MP, en estas crónicas personales no hay absolutamente nada fantástico ni soñado. Los dos jóvenes protagonistas de este fanfic son personajes inventados por mí, ficticios e irreales, que reflejan mis sentimientos por esa persona en la etapa del pasado de mi vida. Algunas de las cosas y de los hechos por los que pasan juntos son reales, pero la gran mayoría son utópicos e ilusorios.
Con esta entrada quiero dejar de lado toda fantasía y todo sueño romántico con el que alguna vez hemos soñado, y también limitarme sólo a los hechos reales, a los que viví desde mi punto de vista en la propia vida real.

Todo cuanto escriba en esta entrada a partir de ahora son recuerdos reales de mi infancia y adolescencia: no hay absolutamente nada fantástico ni inventado. Intento recordar, en la mayoría de lo posible, todos y cada uno de los momentos que pasé junto a esa persona: los que, en suma, hicieron posible que naciera esta historia. Voy a ser fiel a mis vagos recuerdos, para no engañarme ni mentirme a mí mismo, y tan sólo escribiré lo poco que recuerde, pues algunos de ellos pertenecen a la etapa por debajo de los 10 años.
Estas crónicas están narradas en primera persona, a modo de diario personal.

Si queréis conocer la historia de los verdaderos Eduardo y Érika de la vida real, no dudéis en seguir leyendo. La historia de cómo un pequeño amor platónico puede traer consigo grandes emociones, grandes sueños y grandes esperanzas:

¿Qué es el amor? ¿Qué se siente al querer o estar enamorado de otra persona? Son cuestiones que desde pequeño siempre me había planteado. ¿Existe realmente el amor? Siempre he sentido amor por mis seres queridos: por mis padres, mis hermanos y mis abuelos. Pero... ¿No es eso también cariño? Antes creía que ambas cosas eran sinónimas, que significaban lo mismo, que no había diferencia entre una y otra. Para mí el amor consistía en eso: en estar con quienes más quería, y soy muy fiel para aquellos que considero mis seres queridos. Nunca los abandono, sé que están y siempre estarán ahí para ayudarme, para apoyarme y para cuidarme, de la misma forma que yo también siempre lo estaré para ellos.

Eso es lo que yo entendía por amor, un amor familiar y fraternal. Se trata de un amor diferente al que cuentan los libros y nos enseñan las películas, en las que una pareja se demuestra cariño y se aman de verdad. Yo no comprendía ese amor, me resultaba tan extraño que incluso me parecía raro. ¿Por qué dos personas que no son familia pueden llegar a quererse tanto? ¿Qué tipo de amor es ése? Yo nunca he querido a nadie que esté fuera del círculo familiar, no me parece ni cercano ni de confianza. Tardo mucho tiempo en querer a alguien que no sea de mi familia.

Tengo amistades en el colegio, con las que paso la mayor parte del tiempo y me río y divierto. Son niños y niñas con los que me siento cómodo y que, a pesar de nuestras diferencias, tenemos un único objetivo en común: jugar en el patio y divertirnos. A estas edades es lo que más nos gusta a los niños, y que la inmensa mayoría compartimos libremente unos con otros. A esos niños y niñas con los que me llevo mejor que el resto los considero mis amigos. Pasamos juntos las horas de clase y hacemos juntos las tareas y los deberes, y también nos divertimos en el recreo, gastando bromas y corriendo de un lado a otro como cachorros de perro persiguiendo palomas.

Soy muy feliz con ellos y los prefiero antes que a cualquier desconocido. Siento una amistad profunda cuando alguno de ellos falta un día a clase, y lo extraño y echo de menos durante su ausencia. También me reconforta saber que, cuando falto yo por cualquier cosa, ellos llaman esa misma tarde a mi casa o preguntan por mí al día siguiente. Se trata de amistades que no cambiaría por nada del mundo, ya que formo parte de ellos y ellos también de mí. Sin embargo, al fin y al cabo, lo que siento por ellos es sólo amistad. Ninguno compartimos algún tipo de amor entre nosotros.

Mi vida infantil en el colegio transcurre con toda normalidad: por las mañanas a aguantar el horario de clase, por la tarde hacer los deberes y finalmente luego jugar, jugar hasta cansarme y agotarme, hasta bien entrada la noche. Ésa es y será siempre la palabra favorita de todo niño y niña con una infancia feliz.

Sin embargo, aún sigo sin entender lo que significa el amor. No el amor familiar y fraternal que conozco, sino el otro del que hablan los cuentos y nos enseñan las películas. ¿Qué tipo de amor es ése? ¿Por qué la gente que no es familia se quiere tanto hasta el punto de no dejar de pensar en la otra persona? ¿Por qué quiere estar con ella, si no son nada ni tienen relación alguna?

De repente, y sin saber cómo, dónde o por qué, todo cambió para mí. Una persona que hasta hace nada me importaba lo mismo que el resto de compañeros de mi clase con los que apenas hablaba se introdujo en mi mente, se apoderó de ella y cambió mi forma de ver la vida. No sé exactamente cuándo, dónde ni por qué motivo o razón, pero a partir de entonces no dejo de pensar en esa persona. Sin embargo, lo peor de todo es que, para mi sorpresa, me siento cálido y cómodo al pensar en ella.

No sé mucho del amor, puesto que nunca me he enamorado ni tampoco he sentido eso por nadie fuera de mi familia. Pero desde luego, lo que he aprendido por los tantos libros leídos y las tantas películas vistas, es que el amor es extraño e imprevisible: nadie puede controlarlo. No podemos elegir de quien enamorarnos o por quien sentirnos atraídos, sino que es nuestro propio corazón quien lo decide, quien lo elige. No existen amores intencionados sino improvisados, que surgen de repente de la nada por cualquier razón y que sin duda pueden no cambiar nada, o por el contrario cambiarlo todo. Me pregunto si esta extraña sensación que tengo será cosa de ése tipo de amor que desconozco.

A pesar de todo lo que pueda pensar e imaginar, lo único que sé y estoy seguro es que un día, por cualquier motivo que no alcanzo a recordar, algo en mi interior se estremeció de tal manera que mi corazón y mi persona cambiaron radicalmente. Una persona que hasta ese entonces no significaba nada para mí pasó a significarlo todo, de la noche a la mañana. Se trata de un increíble cambio que nunca antes había experimentado, algo completamente nuevo y que me tiene confuso y desconcertado.

Tardo mucho tiempo antes de darme cuenta, sin ninguna duda, de que estoy enamorado. Y lo cierto es que no tengo la menor idea, ni siquiera yo mismo sé por qué estoy enamorado de esa persona. ¿Por qué eligió mi corazón a esa persona? ¿Por qué no a una de mis amigas con las que siempre paso el tiempo en clase y juego en los recreos? Sería lo más lógico, lo más sensato y lo más inteligente. Pero no...tuvo que ser esa persona. Así, sin más.

Esa persona se llama Érika.

Espero que os haya gustado esta primera parte de mis crónicas. Poco a poco iré contando, en cada una de ellas, algunos de los recuerdos más importantes que conservo junto a esa persona. Hablaré con detalle de esos momentos, hasta donde mi memoria me lo permita, y siempre intentando ser fiel a la verdad. En estas crónicas no hay fantasía, sólo realidad: los recuerdos que me permitieron escribir más tarde FF: MP, inspirándome en experiencias y sentimientos reales.

¡Muchas gracias por leer esta entrada! ^^

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