viernes, 4 de octubre de 2013

Capítulo 50: El último deseo

Capítulo L
EL ÚLTIMO DESEO
Era de noche cerrada, una preciosa e iluminada noche estrellada. Y en medio de la luna llena y de tantas infinitas estrellas sólo una se remarcaba, y que suponía la clara anomalía del cielo nocturno: la luz roja antinatural y sobrecogedora de Ludmort.
Lo que al principio de la aventura, muchos meses atrás, era un simple y pequeño punto rojo en el cielo, ahora se había convertido en algo muchísimo más grande y gigantesco, casi visible desde cualquier parte del mundo.
El monstruo Ludmort era ahora una abismal y terrorífica bola de fuego situada en la mesosfera, muy parecida a un auténtico meteorito. La sola visión de su llegada y la idea de que destruiría el mundo con su impacto asustaba y aterraba el conjunto entero del planeta, cuyas vidas estaban cada vez más próximas a su final, a su muerte.

Valor Alado volaba a gran velocidad, cruzando el océano hacia el oeste y por encima del mar de nubes. Su próximo objetivo ahora era el continente central, lugar en el que se libraría la guerra entre Oblivia y Metroya, y también el punto en el que llegaría el monstruo. Aún sin conocer el paradero de Derriper, lo que sí tenían claro era que, allá donde estuviera Ludmort, con toda seguridad lo encontrarían a él también.

Los tripulantes a bordo de la aeronave se reunieron en la sala de mandos, tras un aviso por megafonía en todas las habitaciones: se trataba de una reunión urgente.
Eduardo y los demás se levantaron de sus camas en sus respectivas habitaciones, en las que se echaron a descansar un rato y recuperarse de sus heridas. Los combates librados en la base de la organización Muerte los habían dejado agotados y bastante debilitados: sus últimos enemigos resultaron ser mucho más poderosos de lo que imaginaban.
La voz de Jack hablando otra vez por el megáfono los hizo apresurarse: estaba claro que era algo muy importante.

El chico de rojo fue el último en llegar a la sala de mandos. Cuando atravesó la puerta metálica al abrirse delante de él, el resto de sus amigos ya estaban allí esperándole.
Junto a ellos estaban los moguris, repartidos por toda la estancia y trabajando en los puestos de control de la nave. Las pequeñas criaturas aladas de pompón rojo se encontraban pilotando a Valor Alado en aquellos momentos:
- ¿Ya estamos todos, verdad?- preguntó Cristal, con cara dormida y de estar cansada- espero que sea rápido, porque me muero de sueño que no veas.
En ese momento, cuando todos ya estaban reunidos y tras unos segundos de silencio, el mago rubio suspiró profundamente y empezó a hablar:
- Os he reunido aquí a todos para tratar de averiguar el lugar que mencionó Rodvar sobre el paradero de Derriper…es muy probable que ahí llegue Ludmort, con toda seguridad.
El resto del grupo se quedó pensativo, al recordar las inquietantes palabras del científico de negro. Desde luego, no especificaba ni dejaba claro el sitio exacto, dejándolo completamente envuelto en misterio:
- “Donde empezó todo…”- comentó Alana, pensativa- ¿Qué querrá decir con eso?
- Está claro que se refiere a algún lugar especial, en el que empezó algo…- afirmó Rex, también pensativo- hay tantas posibilidades infinitas como sitios hay en el planeta…sería prácticamente imposible buscarlo en cada rincón del mundo…ni siquiera una vida entera bastaría para lograr tal objetivo.
Ray aportó en ese momento una pista interesante, que esclareció radicalmente la situación. Sus gafas no eran lo único que lo hacía inteligente:
- Puede que se trate de algo relacionado con nosotros mismos…un lugar propio que conozcamos muy bien- explicó el chico de negro- quizá un sitio que esté directamente conectado o vinculado a uno de nosotros, de manera especial.
El aporte de Ray pareció deslumbrar un poco los rostros de sus compañeros, que esbozaron una ligera media sonrisa. Habían descubierto una importante pista, que podría conducirlos rápidamente hasta el punto de encuentro con el enemigo:
- ¡Buena idea!- dijo Erika- ¡Podemos empezar por ahí!

Partiendo de la teoría del joven con gafas, el resto del equipo comenzó a pensar en posibles temas de relación que pudiera unirlos a Derriper. Eduardo comentó en ese momento, diciendo:
- Podría ser nuestro propio lugar de origen, donde nacimos.
- Lo dudo mucho, porque la mayoría de nuestros sitios de nacimiento no se encuentran en el continente central- aclaró Jack- yo descartaría esa idea.
Pasó un largo rato de silencio, en el que todos los miembros del grupo pensaban y meditaban. Tras unos segundos de reflexión, Alana intervino con una nueva propuesta:
- ¿Y si fuera algún lugar donde combatiéramos anteriormente contra él? Por ejemplo, ¿en Vildenor como Alejandro, o en el Templo Sagrado como Magno?
- Vildenor se encuentra en el continente este y, por lo tanto, no vale- respondió Rex- sin embargo, el Templo Sagrado no es una mala opción…podría ser uno de los sitios donde cayera Ludmort.
- Te recuerdo que el abuelete nos dijo que el monstruo llegaría por el hemisferio norte- comentó Cristal, con aire de inteligencia arrogante- ese lugar está en el sur, así que no nos sirve.
- Entonces queda descartada la idea de un anterior primer combate contra Derriper…- dijo Jack, tras un largo suspiro de decepción- ninguno de esos dos lugares coincide con nuestros criterios de búsqueda.

Los minutos de reflexión seguían, y no lograban siquiera posibles propuestas de lugares. Desentrañar un sitio donde alguno de ellos empezara algo con el ser oscuro se trataba de una cuestión difícil, y no tenían ni idea de qué era lo que podía ser.
Jack aportó en ese momento una muy buena e interesante pregunta, y la comentó en voz alta dirigida a todos:
- ¿Y si alomejor nos estamos equivocando? ¿Y si la pregunta no se refiere precisamente a un lugar tangible y material?
Aquella cuestión dejó muy sorprendidos al resto de sus amigos, que tardaron en asimilar el punto de vista del mago:
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Erika, confusa- ¿Qué el sitio al que se refiere Derriper…no es real?
El hombre rubio no respondió a la duda de la chica. Formuló otra nueva pregunta, que asentó la base de un nuevo tema en el que ninguno de ellos había caído hasta entonces:
- Lo que quiero decir es… ¿qué relación tiene cada uno de nosotros con el dios oscuro?

La nueva cuestión había dado un sorprendente giro radical, cambiando por completo el rumbo de la conversación y de las ideas propuestas. Fue a partir de ese momento, en el que todos se pararon a pensar unos largos segundos, cuando por fin lograron descubrir lo que andaban buscando:
- Creo que ya sé a qué te refieres…- dijo el chico de negro, seriamente.
- ¿Alguien puede explicarnos la idea?- preguntó Eduardo, confuso y sin entender nada.
- Pensadlo sólo durante un momento…- indicó Ray- ¿Qué es lo que lleva persiguiendo Derriper, desde el principio? ¿Qué es lo que quiere?
- ¡Pues destruir el mundo con la ayuda de Ludmort, claro está!- respondió la princesa, como si fuera una pregunta tonta.
- Bien… y para ello, ¿qué es lo que le impide alcanzar su objetivo?- continuó el joven ex miembro de la organización.
- La profecía- dijo Rex, perplejo y sin saber a dónde quería ir a parar su compañero.
- Exacto…y por eso, ¿quiénes son los únicos que se interponen en su camino y representan una amenaza para sus planes?
En ese preciso instante todos pillaron la indirecta, completamente sorprendidos y boquiabiertos. Jack, Alana, Rex, Cristal y Ray dirigieron sus ojos a las dos únicas personas que encajaban con la pista:
- ¡¡Los elegidos!!- exclamó Alana, perpleja.

Los dos jóvenes se sintieron observados, mientras todos sus amigos los miraban de reojo. No podían creer que ellos mismos fueran la pista para localizar al enemigo:
- Tiene sentido…porque, al contrario que nosotros, ellos sí tienen relación con el dios oscuro…- pensó Jack- Eduardo y Erika representan su mayor obstáculo, sus peores enemigos…al lado de ellos, los guardianes somos simples peones…no tenemos relación alguna con Derriper…
- ¿Qué…qué quieres decir?- preguntó Erika, muy sorprendida.
El chico de negro respondió a su duda, seriamente:
- Que el lugar que mencionó Rodvar, el supuesto sitio donde empezó algo…está directamente conectado o vinculado a vosotros…o a uno de los dos.

El grupo entero ya sabía por dónde iban los tiros, y que no andaban mal encaminados al pensar que los elegidos serían la clave para encontrar a su enemigo. Fue entonces cuando Jack les preguntó a los dos jóvenes:
- ¿Recordáis algo que os relacione con Derriper…cualquier cosa?
La chica permaneció pensativa durante unos segundos, reflexionando sobre la pregunta. Sin embargo, por más que lo hacía no conseguía obtener respuesta:
- Lo siento…no recuerdo nada que me relacione con el dios oscuro- dijo Erika, tras un largo suspiro de decepción- no sabía nada hasta que Mirto nos habló de él, en el Templo Sagrado…fue la primera vez que oí su nombre.
La joven pronunció con sinceridad cada una de sus palabras, y sus amigos dieron por hecho que decía la verdad. Sin embargo, y para mayor sorpresa, Eduardo seguía pensando en silencio. A juzgar por la expresión oscura de su rostro, parecía saber algo más que su compañera:
- ¿Y tú, Eduardo?- preguntó el mago- ¿Recuerdas algo que te relacione con Derriper?
El chico de rojo tardó un poco en responder. Lo que dijo a continuación sorprendió mucho al resto de sus amigos cuando, tras unos segundos de silencio, pronunció diciendo:
- Creo…que ya sé dónde encontrar al ser oscuro.

- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, perpleja- ¿¡Ya conocías de antes a Derriper!?
- Antes no lo sabía, pero ahora estoy completamente seguro…- afirmó el joven- la noche en que Jack nos salvó a Erika y a mí de morir a manos de Magno y Helio, y nos trajo a este mundo a través de un tridimensional…fue en ese entonces…
- ¿Qué ocurrió esa noche?- preguntó Rex, intrigado.
Eduardo tardó de nuevo en responder. Su mirada perdida en sus pensamientos denotaba que a su memoria estaban llegando los recuerdos del momento exacto que describía:
- La noche en que llegué a Limaria tuve un sueño…un sueño en el que una misteriosa voz hablaba…y me decía que mi vida no era real, que nunca debí haber existido…- explicó el chico de rojo, pronunciando lenta y cuidadosamente cada una de sus palabras- antes no lo sabía, pero ahora me doy cuenta…de que la voz que hablaba…era la de Derriper…- y luego añadió, como conclusión final- esa fue…la primera vez que el dios oscuro se dirigió a mí.

Jack y los demás se quedaron perplejos y boquiabiertos con lo que acababa de decir Eduardo. De todos ellos la primera toma de contacto con el enemigo antes que nadie la había tenido él, sin duda alguna. A partir de ahí, Ray sacó teorías y conclusiones rápidas:
- Es bastante lógico, teniendo en cuenta que eres el segundo Ludmort, y por lo tanto que seas capaz de ponerte en contacto con Derriper…- explicó el chico de negro, seriamente- el mismo Mirto nos lo dijo…en teoría, Ludmort y el ser oscuro son las dos caras de una misma moneda, y se necesitan vivos el uno al otro para poder sobrevivir…de ahí que ambos formen parte de un solo ser, y que puedan comunicarse mentalmente de alguna forma.
El joven pilló la idea de lo que dijo su compañero, y preguntó seriamente diciendo:
- ¿Quieres decir que…puedo comunicarme telepáticamente con Derriper?
- En teoría sí, puesto que tú también eres Ludmort y formas parte de él…- respondió Ray, que luego le preguntó de la misma forma- ¿No has tenido ningún otro sueño en el que hablaras con él, o tuvieras una conversación telepática mental?
Eduardo negó con la cabeza. En ese momento se mostró pensativo, al llegarle más recuerdos a su memoria:
- No, que yo recuerde esa fue la única vez que hablé con él…aunque he tenido otros sueños parecidos, en los que una voz que no era la suya también me hablaba…pero era diferente a la del ser oscuro.

En ese momento el grupo entero supo que ya no había ninguna duda: el joven elegido era la clave para encontrar a Derriper. Eduardo estaba irremediablemente conectado al dios oscuro, y esa conexión era la única pista posible para dar con él. Nadie más que él podía llevarlos hasta su enemigo.

Fue entonces cuando Rex retomó el hilo principal de la reunión: la misteriosa duda acerca del paradero del líder de la organización Muerte:
- Entonces…el lugar donde empezó todo… ¿fue en un sueño?
Aquel punto de vista sorprendió mucho a todos los miembros del equipo, que se quedaron perplejos ante la sola idea de lo que acababa de decir el perro:
- ¿¡Estás loco!? ¿¡Cómo vamos a llegar a un sueño!?- exclamó Cristal, pensando que se trataba de una broma- ¡¡Para eso tendríamos que dormirnos todos y soñar con lo mismo, cosa que es prácticamente imposible!! ¡¡Además, los sueños ni siquiera son reales…no podemos afirmar con seguridad que dicho sitio exista!!
- Ese sueño encaja perfectamente con la primera cuestión de Jack, al dudar sobre la existencia de un lugar tangible y material- afirmó Ray, pensativo- puede que se refiera precisamente a eso…a un mundo onírico, a un lugar irreal, apartado de este mundo que conocemos.
Erika aportó en ese momento una nueva pregunta, dirigiéndose a su amigo y que a nadie se le había ocurrido antes:
- Edu, ¿recuerdas dónde tuviste ese sueño? ¿Dónde lo soñaste?
El chico de rojo respondió a continuación, muy convencido y seguro de sus palabras:
- Durante la primera noche en que llegamos a este mundo…el día en que vinimos a Limaria…en Idnia.

El más sorprendido de todos era sin duda Jack, que se quedó totalmente perplejo y sorprendido, con los ojos y la boca abierta. No había caído en la cuenta de su pueblo natal, al cual abandonaron muchos meses atrás: cuando él, Asbel y los dos jóvenes iniciaron su aventura en busca del Templo Sagrado.
Había pasado mucho tiempo desde entonces, y estaba seguro de que volvería a su hogar una vez cumplida la profecía y pasado el peligro, no en aquellas condiciones. Nunca imaginó que su pueblo natal sería el punto de impacto desde el que Ludmort destruiría el planeta:
- ¿¡Idnia!?- preguntó el mago, sorprendido- ¿¡Estás seguro!?
Eduardo asintió con la cabeza, muy convencido de sí mismo. Incluso recordaba que el propio Jack lo despertó del sueño durmiendo el joven en una de las habitaciones de invitados de su casa. Fue en ese entonces cuando conoció a Jack y a Asbel, quienes les explicaron la situación a los dos estudiantes y los instruyeron a cada uno por separado en el arte de la esgrima y la magia:
- Tiene sentido…fue ahí donde Edu y yo llegamos por primera vez a este mundo- dijo Erika- donde empezamos nuestra aventura por Limaria.

Lo que dijo la chica tenía sentido, y el hecho de que su compañero hubiera tenido el único sueño con Derriper en ese sitio afirmaba lo evidente: no podía haber otro lugar en el que cayera Ludmort y, por consiguiente, donde los aguardara el ser oscuro:
- ¿¡Y a qué estamos esperando!?- exclamó Cristal- ¡¡Vamos ya directos a Idnia!!
Alana supo lo que debía hacer, cuando el resto de sus amigos también asintieron igual que ella con la cabeza. La pelirroja se giró a los moguris que pilotaban la nave y les dijo, seriamente:
- ¡¡Rumbo a Idnia, a toda máquina!!
- ¡A la orden, kupó!- obedeció una de las criaturas aladas de pompón rojo.
A partir de ese momento Valor Alado aumentó la velocidad, con sus motores de propulsión más cargados que nunca. La aeronave surcó más veloz y rápidamente el cielo nocturno a su alrededor.

Cuando parecía que la reunión se había acabado, y que ya todo estaba dicho, Jack volvió a hablar. Su expresión y voz seria dejaban claro que se trataba de algo muy importante:
- Escuchadme todos, quiero deciros algo.
El grupo entero centró su atención en el mago, quien esperó a que sus compañeros lo miraran. Cuando ya todo estaba listo, y tras unos segundos de silencio, comenzó a hablar:
- Ha pasado mucho tiempo…catorce largos años desde que se destruyó la barrera tridimensional y se anunció la llegada de Ludmort, a día de hoy…- explicó el hombre rubio- me convertí en guardián porque, al igual que mis padres, Alejandro y los dos primeros elegidos, yo también lucho por la paz…de la misma forma que lo hicieron ellos, en su momento…
Erika y los demás escuchaban, atentos, cada una de las palabras de su amigo, que hablaba lenta y emocionalmente en el tono de su voz:
- Me he pasado todos estos años en La Tierra, buscando a los dos elegidos que nos salvarían de Ludmort…y doy gracias a los dioses por haberlos encontrado justo a tiempo, casi a punto de morir a manos de la organización Muerte…- decía Jack- si no hubiera llegado a tiempo aquella misma noche, ninguno de nosotros estaríamos aquí ahora, en este preciso momento y escuchando mis palabras…nada de lo ocurrido hasta ahora habría sucedido nunca…
El discurso monólogo del mago conseguía tocar el corazón de sus compañeros, aportando emoción a la escena:
- Juntos nos embarcamos en este largo viaje, en el cual encontramos amigos, pero también enemigos…retos y obstáculos que han servido para ponernos a prueba, no sólo nuestras habilidades y capacidades, sino incluso a nosotros mismos…- resumió el hombre rubio- todos hemos compartido muchas cosas…hemos jugado, hablado, reído, llorado y luchado juntos…todas esas emociones, esos sentimientos…ahora ya forman parte de nuestra memoria…

El mago continuó hablando, mientras sus compañeros lo miraban con orgullo. Sabían que aquel era el último mensaje de ánimo y apoyo, antes de la batalla final que marcaría el destino del planeta, de ambos mundos:
- Nos encontramos ahora en la recta final de nuestro viaje, en el último tramo  de esta larga odisea…porque nuestra aventura por Limaria termina aquí…- afirmó Jack- nos enfrentamos ni más ni menos que al mismísimo séptimo, al dios oscuro que lleva amenazando el planeta desde el principio de los tiempos, antes incluso de que naciera el ser humano…
El hombre rubio añadió en ese momento, con expresión seria pero sin perder la emoción con la que hablaba:
- No será un combate fácil, puesto que se trata de una auténtica divinidad a la altura de los seis primeros dioses que crearon el planeta…debemos aprovechar y acabar con él ahora, antes de que recupere su poder como dios…o de lo contrario, el mundo estará condenado a morir…
Fue entonces cuando el mago pronunció la última parte de su discurso, sin perder la emoción que quería transmitir a sus amigos:
- Es muy probable que ésta sea nuestra última noche, y que quizá no estemos vivos en las próximas horas, pero…yo sí tengo fe en que lo conseguiremos…- sonrió Jack- porque creo en todos y cada uno de nosotros…creo en los guardianes, creo en nuestros aliados los G.F, y creo en los elegidos…porque tengo la esperanza de que, algún día, tarde o temprano…esta pesadilla, esta eterna guerra de dioses…terminará para siempre.
Conmocionado por el discurso de su compañero, en ese momento Eduardo alzó la mano arriba con el puño cerrado y exclamando, serio y decididamente seguro de sí mismo:
- ¡¡Por nuestros amigos caídos…por los sueños de Marina y Mirto!!
El resto del grupo hizo lo mismo, con la misma expresión seria y decidida en sus rostros, gritando todos a la vez:
- ¡¡Sí!!

Aquel último gesto dio pero terminada la reunión, y la emoción del momento desapareció en ese instante dejando de nuevo paso a la seriedad. El preludio al combate final no había hecho más que empezar:
- Este será nuestro último combate, así que haced todos los preparativos necesarios…revisad vuestras armas, equipo y objetos, hasta el más mínimo detalle- ordenó Jack, seriamente- lo que nos espera por delante no será nada fácil, así que aseguraos de tenerlo todo listo para el final…porque una vez que empecemos, ya no habrá vuelta atrás.
El hombre rubio y de ojos azules añadió un último detalle, antes de que los demás se fueran:
- Una vez hayáis terminado, descansad…debemos estar en plena forma para luchar contra Derriper.

El resto del grupo entendió la orden, y los demás asintieron con la cabeza. Dieron media vuelta y caminaron directos a la salida, desapareciendo uno tras otro mientras cruzaban el umbral de la puerta mecánica abriéndose en dos.
Sin embargo, y a diferencia de sus amigos, Erika fue la única en quedarse en la sala de mandos, junto con el mago y los moguris. Cuando el resto del equipo se hubo ido, la chica se acercó a su compañero y le dijo, seriamente y sin rodeos:
- Jack, tenemos que hablar.
El hombre rubio se dio cuenta, con solo oír el tono serio de su voz y ver la expresión molesta de su cara, que parecía estar enfadada por algo. Supo que la sala de mandos no era el lugar apropiado para una posible discusión acalorada:
- Está bien, vamos a la sala de operaciones.

Jack y Erika abandonaron la estancia donde se encontraban los moguris y caminaron en silencio por los pasillos y escaleras del interior de la aeronave, hasta dirigirse al sitio indicado. Se aseguraron primero de que no hubiera nadie en la sala, que por suerte estaba vacía, y se adentraron en ella cerrando las puertas tras su paso.
Una vez solos y aparentemente sin que nadie pudiera oírles, el mago le dijo, con el mismo tono serio que la joven había empleado antes con él:
- Muy bien, dime qué es lo que te molesta.
Erika no se ando por las ramas y fue directa al grano, sorprendiendo a su amigo con las siguientes palabras. Las pronunció seriamente diciendo:
- ¿Por qué le mentiste?
Jack supo inmediatamente a lo que se refería y permaneció tranquilo, conservando la calma. Exhaló un largo suspiro, antes de responder pasados unos segundos de silencio:
- Lo hice por su propio bien.
- ¿Por su bien?- replicó la chica, seria y enfadada- ¿Crees que ocultarle la verdad le hace bien? ¿Qué no sepa lo que puede ocurrir en realidad?
La conversación y el ambiente estaban cargados de profunda tensión, como la de un fino cable tenso a punto de romperse. La situación estaba llegando a ser bastante incómoda para ambos:
- Créeme…por su propio bien, es mejor que no sepa la verdad.
En ese momento la joven alzó un poco la voz, ocurriendo lo inevitable: la discusión acalorada era inminente:
- ¿¡Ocultarle que no pudo completar la transformación porque era joven te parece bien!? ¿¡Decirle que la luz de su corazón lo protegerá siempre de la oscuridad te parece correcto!?- preguntó Erika, molesta y enfadada- ¿¡No saber nunca que, cuando sea mayor, puede convertirse en el mismísimo Ludmort!? ¿¡Qué quizá él mismo será el responsable de la destrucción del mundo, dentro de varios años!? ¿¡Te parece bien que no sepa todo eso, eh!? ¡¡Contéstame!!
Jack no pudo aguantarlo más y, aunque ni él quería discutir, la furia que le estaba provocando su compañera lo hizo llevarse por sus emociones. Él también alzó la voz, molesto y enfadado:
- ¿¡Crees que no lo sé!? ¿¡Crees que no soy consciente de todo eso y de lo que significa!? ¿¡Crees que no sé que Eduardo algún día, dentro de varios años, podría convertirse en un nuevo Ludmort y matarnos a todos!?- exclamó el mago, furioso- ¡¡Estoy perfectamente concienciado de la situación actual, y sé muy bien lo que podría pasar en el futuro!! ¡¡Conozco las consecuencias y estoy dispuesto a arriesgarme, con todo lo que eso conlleva!!
Lo que dijo Jack a continuación dejó completamente sorprendida y perpleja a la chica, que en ese instante perdió toda la furia y la rabia que tenía hasta entonces:
- ¿¡Crees que hubiera sido mejor matarlo, asesinarlo…negarle su existencia, sólo por ser un monstruo!?- gritó el hombre rubio, enfadado- ¡¡Es uno de los elegidos de la profecía, junto a ti…el portador de la llave espada!! ¡¡No pienso matarlo, porque es nuestra única esperanza…y también porque es nuestro amigo!!
Erika perdió en cuestión de segundos la rabia contenida, y enseguida su rostro adquirió poco a poco un semblante triste y arrepentido. Las palabras de Jack la hacían recapacitar y reflexionar en silencio, mientras éste hablaba y lo escuchaba, atentamente:
- Si le mentí, no fue por egoísmo o traición, sino porque quiero protegerlo…alejarlo de una vida triste y oscura…- explicó el mago, más tranquilo y calmado pero igual de serio- ahora mismo Eduardo arrastra un gran peso a su espalda, con el que lleva cargando toda su vida, y demasiado grande para alguien tan joven como él…
Jack le preguntó en ese entonces a la chica:
- Dime, Erika… ¿te gustaría pasar el resto de tu vida viviendo con miedo y preocupación, sabiendo que quizá cualquier día podrías convertirte en un monstruo y acabar con el mundo…sabiendo que quizá, cuando menos te lo esperes, podrías matar inconscientemente a tu familia y amigos…a tus seres queridos?
La joven entendió en ese momento la razón por la que el hombre rubio mintió a su compañero, cuando habló de nuevo diciendo, seriamente y sin vacilar:
- Yo nunca le desearía una vida así, ni a él ni a nadie…quiero que viva y disfrute de una vida plena y sana, como la de cualquier niño de su edad…que sea feliz…- explicó Jack, que luego la acusó con una fría mirada mientras decía, seriamente- si de verdad le aprecias y le quieres de todo corazón igual que yo, entenderías muy bien por qué lo hice…lo comprenderías mucho mejor que nadie.

En ese momento, y viendo que Erika no respondía ni parecía que fuera a comentar nada al respecto, el mago dio por terminada la conversación. Dio media vuelta y se alejó caminando de la sala, todavía serio y con expresión molesta en su rostro.
Sin embargo, la voz también seria de la chica lo detuvo en seco a medio camino, entre la puerta y ella. A pesar de reflejar tristeza y pesar en su cara, las serias palabras que pronunció con emoción contenida fueron un duro golpe interior para el hombre rubio:
- Puede que tengas razón en que esto sea lo mejor para él…pero sigo pensando…que esto está mal, Jack…- dijo Erika, seriamente- se supone que somos un equipo, una familia… ¿Y si no confiamos los unos en los otros…en quién lo haremos?
El mago no respondió a su pregunta. Retomó la marcha y siguió caminando hacia la puerta, ocultando su rostro y con un enorme peso emocional en su conciencia. Dejó a la chica sola en la sala de operaciones.

Mientras tanto, en la cocina del interior de Valor Alado, Rex y Alana charlaban durante las horas de descanso que les quedaban, antes del final. La pelirroja estaba sentada en una de las sillas, con los codos apoyados en la mesa y en una postura de cansancio y aburrimiento a la vez.
El perro, por su parte, se encontraba tumbado en el suelo, observando frente a su hocico la esfera de invocación roja que tenía entre sus patas. Ambos parecían estar cansados y deprimidos:
- Y pensar que ya estamos cerca del final…- comentó Alana, tras un largo suspiro de decepción- me cuesta creer que ya nos vamos a enfrentar a Derriper y a Ludmort, después de todo lo que hemos pasado…qué rápido pasa el tiempo, ¿verdad?
- Y tanto…parece que fue ayer cuando llegamos a Airdreve y te encontramos tirada en el suelo, bajo los abusos y las burlas de tus compañeros de la escuela de aviación- asintió Rex- ninguno de ellos creía en ti, en que podrías lograr lo mismo…llegar a ser piloto.
La pelirroja sonrió por lo bajo, al recordarse a sí misma en el pasado y compararse con la que era ahora. Por aquel entonces se sentía más débil e insegura, debido a los abucheos que recibía por parte de Howard y los suyos, que la infravaloraban y la menospreciaban por el simple hecho de ser mujer.
Sin embargo, todo cambió desde el día en que conoció a los dos elegidos y a los demás, con quienes se unió al grupo y se convirtió en una guardiana más. Ni Jack ni el resto la ofendían ni la hacían sentirse inferior, y la trataban como a una igual dentro del grupo:
- Sí, ha pasado mucho tiempo desde entonces…- sonrió Alana a medias- y mírame ahora…piloto la más grande e increíble aeronave que existe en el mundo, única en toda Limaria.
- Sí…al menos, esto es mucho mejor que aquella vieja chatarra de avioneta- comentó el perro, esbozando una media sonrisa burlona.
- Pues te recuerdo que aquella vieja chatarra nos salvó de acabar en la cárcel, y también nos mantuvo a flote en el mar durante más de una semana, hasta que llegó la tormenta…- explicó la pelirroja, orgullosa de su antigua avioneta- sin duda, esta aeronave es digna merecedora de llevar el nombre de “Valor Alado”.
Rex no le contradijo, pues estaba de acuerdo con ella en todo lo que había dicho. Sabía que, de no ser por aquella vieja avioneta aparcada y llena del polvo de años en el hangar trasero de la casa de la piloto, no habrían huido de Airdreve ni tampoco aguantado tanto tiempo en el mar.
La vieja máquina a la que él y Cristal más de una vez llamaron chatarra fue su bote salvavidas en el infinito océano de Limaria, y que en gran parte los salvó la vida:
- Tienes razón, hay que darle las gracias a esa vieja chatarra- sonrió Rex- pues, de no ser por ella, nunca nos habrías ayudado…ni tampoco habrías cumplido tu sueño de ser piloto.

Aquella afirmación sorprendió a Alana, que sintió en ese momento una sensación cálida en su interior y la hizo esbozar inconscientemente una media sonrisa de felicidad:
- Sí…aunque no tenga títulos o certificados que lo demuestren, ya soy una auténtica piloto- dijo la pelirroja, hablando con el corazón- desde pequeña lo tenía muy claro, sabía lo que quería hacer, a lo que quería dedicarme…había nacido para volar.
El perro la miraba, orgulloso de su compañera, mientras sonreía:
- Me alegro mucho por ti…es realmente bonito eso de cumplir un sueño que llevas tanto tiempo persiguiendo, ¿verdad?
- Desde luego- sonrió Alana, que en ese instante se acordó de él y le preguntó de la misma forma- ¿Y tú? ¿Has logrado cumplir tu sueño?
Rex tardó un poco en responder. Desvió la vista y centró su atención en la esfera de invocación que tenía en el suelo frente a él, rodeada por sus dos patas delanteras:
- Técnicamente sí, puesto que ya tengo lo que andaba buscando…al guardián de la fuerza Ifrit- asintió el can- sin embargo, dudo mucho que llegue a ser el famoso perro Kengo de la leyenda, el que menciona…se dice que era muy fuerte, el más poderoso y único en su especie…- que, tras un largo suspiro de decepción, añadió- al lado de él, yo sólo soy un cero a la izquierda, otro perro más del montón…nunca sería capaz de igualarlo, aunque me esforzara…
La pelirroja notó que su amigo se estaba deprimiendo por momentos, y enseguida trató de animarlo. Verlo triste y deprimido la deprimía a ella también. De la misma forma que el can había conseguido sacarle una sonrisa, Alana también quería alegrarlo de alguna forma:
- ¿Sabes? Por las cosas que has hecho en esta aventura, yo no diría que eres un perro normal y corriente…- comentó la piloto, cálida y segura de sus palabras- desde luego, no conozco de nada a ese famoso perro legendario del que hablas, pero de una cosa sí estoy completamente segura…
Lo que dijo Alana a continuación dejó muy sorprendido y perplejo a Rex, que se quedó con los ojos y la boca abierta de asombro, durante unos segundos:
- Al menos para mí, y para todos nosotros, tú ya eres toda una leyenda…única e inigualable en su especie.

En ese instante la situación se volvió un tanto incómoda, con un repentino silencio que la pelirroja rompió enseguida exclamando, con una sonrisa pícara y burlona:
- ¡Una leyenda muy mona y adorable…en un carrito y vestida de bebé con su chupa en la boca!
Sabía que el recuerdo de su aventura por Oblivia para rescatar a la princesa lo molestaría mucho, en especial el momento en que ambos se disfrazaron a las puertas del castillo para engañar a los guardias y adentrarse en su interior. Alana se disfrazó de mujer medieval, con un bonito vestido de la época, mientras que Rex se vistió de bebé y se metió dentro de un carro de la compra de supermercado, ataviado con mantas y sábanas blancas.
Cada vez que lo recordaba el perro se ponía de mal humor, y definitivamente aquel comentario rompió la emoción del momento. El perro le tiró una manzana que se estaba comiendo a la mujer en toda la cara y le dijo, enfadado:
- ¡Vete a la mierda, Alana!
La pelirroja se echó a reír de la gracia por el insulto, y sus carcajadas muy pronto contagiaron al propio Rex, que no pudo evitar reírse al recordarlo. Las risas y la diversión llenaron toda la cocina de Valor Alado, y suponían una buena dosis de relajación, antes del inminente final que les esperaba.

Mientras tanto, en ese mismo momento, Cristal se encontraba en su habitación, tumbada boca arriba en la cama. A pesar de que antes de la reunión estaba muerta de sueño, tras jurar todos a la vez que lucharían por sus amigos caídos, éste se le había pasado. Ya había terminado de hacer los últimos preparativos para el combate final, y ahora trataba de descansar, de recuperar todas sus fuerzas para la difícil batalla que les esperaba. Sabía que no sería nada fácil.
Unos golpes en la puerta cerrada de su habitación la despertaron de sus pensamientos, apartándola de las nubes y volviendo otra vez a la realidad. Sacudió la cabeza y dijo en voz alta, en tono de pura vagancia y sin ganas de hacer nada:
- Adelante.
Ni siquiera se molestó en girar la cabeza para ver quién acababa de entrar, y cerró los ojos tratando de fingir que estaba a punto de dormirse. Se dio cuenta en ese instante de que hubiera sido mejor no responder a la llamada y así evitar que pasaran, pero ya era demasiado tarde:
- Resulta muy raro verte tan tranquila…salvo cuando duermes, claro- dijo la voz del que acababa de entrar, con jovial serenidad- eso de pensar demasiado no es propio de ti.
Cristal reconoció la voz del recién llegado, y se levantó de repente a toda velocidad, alarmada y aún sentada en la cama:
- ¡¡R…Ray!!- exclamó la princesa, muy sorprendida- ¿¡Qué haces aquí!?
Estaba claro que la chica con coletas no esperaba verlo a él, y éste se dio cuenta por su repentina reacción al oír su voz:
- Acabo de entrar- respondió el chico con gafas, esbozando una media sonrisa pícara y burlona- tú misma dijiste que pasara.
Ray dio media vuelta, en un ademán de marcharse por donde había venido. Comentó diciendo, a modo de disculpa:
- Si te pillo en mal momento, ya vendré más tarde.
Cristal se apresuró a decir, nerviosa y alarmada:
- ¡No, no, no…no te vayas! ¡Quédate un rato!- exclamó ella, agitando los brazos y las manos en gesto de nerviosismo.
El joven de negro se detuvo en seco a medio camino entre su amiga y la puerta. Sonrió diciendo, a través de los ojos azules que reflejaban los cristales de sus gafas:
- Está bien.

Ray se acercó y se sentó en el borde de la cama, y la princesa se acomodó de la misma forma para sentarse a su lado. El chico le dijo en ese momento, con más seriedad y algo de pesar:
- No sé si lo sabrás, pero…esta noche se libra la gran guerra entre Oblivia y Metroya- comentó Ray, tristemente y con pesar- los dos ejércitos ya estarán camino al encuentro, en medio del continente central…todo se decidirá hoy…
Cristal también se mostró seria en ese momento, al iniciar su compañero un tema de conversación tan importante para ambos. Sabían muy bien lo que aquello significaba, y las terribles consecuencias del enfrentamiento que iba a producirse:
- Nuestros reinos van a enfrentarse a muerte, por una vieja y estúpida leyenda de hace siglos de historia… ¿y todo para qué?- dijo la chica con coletas, de nuevo pensando con madurez y actitud crítica y reflexiva. Su rostro ahora se mostraba triste y preocupado- lo único que consiguen con este conflicto es crear un mundo impulsado por el egoísmo y la maldad, en el que la gente sufre y mueren millones de vidas inocentes, sin razón ni culpa alguna… ¿es que no se dan cuenta de que el odio y la obsesión de poder no hacen más que traer mal al mundo? ¿Qué cuándo lo hayan destruido y arrasado todo a su paso, ya no les quedará nada más que vacío y muerte a su alrededor?
Ray la escuchaba, atentamente y sin apartar la atención de sus palabras. La entendía y la comprendía con total claridad, pues él también pensaba lo mismo y estaba de acuerdo con ella:
- Te entiendo perfectamente, y sé lo que quieres decir…pero…por desgracia, no se puede cambiar esta oscura y amarga realidad- afirmó el chico de negro, triste y afligido- no se puede luchar así de fácil contra un sistema que lleva imponiéndose desde hace siglos de historia…para eso haría falta algo muy grande y lo bastante fuerte como para sobreponerse, para destruir lo que durante tanto tiempo lleva vigente…algo como…
- Nosotros- concluyó la princesa, que de repente adquirió una seriedad y seguridad en sí misma, muy raro en ella.

Al chico le sorprendió mucho lo que acababa de decir Cristal, y levantó la vista a un lado para mirarla. Todavía confuso, preguntó:
- ¿Nosotros?
La princesa asintió con la cabeza, mirando al frente. Lo que dijo a continuación sorprendió a su compañero de tal manera que se quedó con los ojos y la boca abierta de asombro:
- Somos nosotros, los que formamos parte de las altas esferas, los que tenemos acceso a la política y al poder, los que podemos hacerlo…- afirmó la chica con coletas, seriamente- en nuestras manos está la posibilidad de cambio, la posibilidad de mejorar…somos nosotros los únicos que podemos ofrecerles una nueva vida a nuestros reinos…los únicos con suficiente poder político para cambiar las cosas…para hacer de este mundo un lugar mejor.
Aquellas bonitas e idílicas palabras sorprendieron a Ray, que aún así no gozaba del mismo optimismo que su amiga. Le respondió, apenado y con sinceridad:
- Bonitas palabras para algo tan utópico y lejano…ojalá todo lo que has dicho fuera posible y real…- comentó el chico con gafas, como si estuviera hablando de una fantasía inexistente- ¿Cómo podríamos nosotros, un príncipe y una princesa de reinos enemigos, acabar con esta situación? ¿Cómo podemos nosotros dos marcar la diferencia?
- No lo sé, pero…- en ese momento ella giró la cabeza y lo miró a los ojos, con una media sonrisa- sea lo que sea, si estamos juntos, estoy segura de que todo saldrá bien.

La sonrisa cálida de la chica también lo contagió a él, que acabó sonriendo de la misma forma. Su mirada dulce y llena de esperanza le dio fuerza y ánimos para creer que todo era posible:
- Un mundo mejor… ¿es ése tu sueño?
Cristal negó con la cabeza, sonriendo a medias, y respondió diciendo:
- ¡Qué va, eso es sólo una opinión mía sobre el tema…pero no se trata de mi verdadero sueño!- afirmó la princesa, muy segura de todas y cada una de sus palabras- tengo muy claro que mi vida no está destinada a gobernar un reino, ni tampoco a permanecer atada a todas las responsabilidades que conlleva hasta el día de mi muerte…no, yo no sirvo para ese tipo de vida, no he nacido para estar enjaulada…sino completamente libre.
Ray sonrió de alegría y alivio, al darse cuenta de que él también estuvo un tiempo en esa situación, y que ambos coincidían en el mismo deseo. Los dos habían nacido para un tipo de vida al que estaban irremediablemente condenados, a pesar de querer lo contrario:
- ¿Ansias de libertad, quizá?- preguntó el chico, con curiosidad.
La princesa volvió a negar sacudiendo la cabeza, aunque esta vez algo pensativa, como si no tuviera la respuesta muy clara:
- Sí, bueno…es uno de mis sueños, pero no el mayor de todos.
- ¿Y cuál es el más importante para ti, entonces?
Cristal se sonrojó un poco, al recordarlo cuando se lo dijo a Erika aquel día, mientras estaba atada al árbol tras ser capturada por Jack y los demás. Recordó con nostalgia que ése mismo día se unió al equipo de elegidos y sus guardianes, embarcándose en la mayor aventura de su vida.
No recordaba habérselo contado a Ray desde la noche en que se besaron por primera vez, aún siendo enemigos de bandos contrarios, y le daba un poco de vergüenza decirlo ahora:
- Te parecerá una tontería, pero…desde siempre…mi mayor sueño ha sido buscar y encontrar el amor verdadero…ése del que tanto hablan los cuentos de hadas…- explicó la princesa con coletas, sonrojada- porque yo…siempre he creído en él…en que existe de verdad…
El chico de negro la miraba, con una media y dulce sonrisa cálida. Le preguntó con cariño diciendo:
- ¿Y cómo lo sabes? ¿Cómo crees tú que existe el amor verdadero?
Cristal tardó un poco en responder. Pronunció unas bonitas y sinceras palabras, dichas con el corazón:
- Porque te conocí a ti, y desde entonces todo cambió para mí…contigo he sentido cosas que nunca jamás había imaginado, cosas que creía fantasiosas e irreales, cosas con las que soñaba siendo muy pequeña…- dijo la princesa, con una media sonrisa enamorada- y ahora pienso y creo…que por fin he encontrado lo que tanto buscaba…y que gracias a ti…he logrado cumplir mi sueño…el sueño de encontrar al amor de mi vida.

En ese momento ambos acercaron sus rostros cerrando los ojos, y sus labios se unieron en un largo y dulce beso de amor. No recordaban la última vez que se besaron, después de todos los obstáculos y los combates por los que habían pasado.
Habían muchas posibilidades de que aquel fuera el último descanso, de que aquella fuera su última noche juntos, y querían disfrutarla hasta el final.

Los dos se separaron un poco, sin dejar de mirarse a los ojos. Cristal recordó algo que le parecía importante, y le preguntó a su compañero:
- Ahora que lo pienso, creo que nunca me has hablado de tu sueño… ¿Hay algo muy especial para ti, algo importante que quieras cumplir alguna vez…antes de morir?
Ray tardó un poco en responder. Se mostró pensativo y reflexivo durante unos cortos segundos, tras los cuales finalmente respondió diciendo:
- Me he pasado toda la vida acatando órdenes y cumpliendo misiones, sin pensar siquiera en lo que realmente quiero para mí…- explicó el chico de negro- que Derriper anulara mi opinión y mi propia voluntad durante tantos años, ha hecho que me convierta en un simple robot humano, sin objetivos ni fines por los que hacer las cosas, que actuara sin reflexión crítica…por eso creo que no tengo ambiciones y sueños, ni tampoco uno en especial por el que luchar…
La princesa lo escuchaba, atentamente y sin apartar la vista de su amigo:
- Ahora que tú me liberaste, que me salvaste de la oscuridad y me diste una nueva oportunidad…ya soy libre de vivir, de hacer lo que quiera y de vivir mi propia vida…- afirmó Ray- sin embargo, no tengo nada…no tengo ni una sola razón u objetivo por el que vivir y levantarme cada día…no tengo un propósito o una meta que alcanzar, cuando todo esto acabe…ni un solo sueño por el que luchar y seguir adelante, que me dé ánimo y fuerzas para darle sentido a mi vida…
Cristal sonrió cálidamente en ese momento y colocó su mano encima de la de él. Éste la miró a los ojos y ella le dijo, con una media sonrisa enamorada:
- ¿Quedarte conmigo para siempre no te parece una buena razón?
Ray sonrió de la misma forma mientras la miraba, con cariño:
- Parece una meta muy difícil de alcanzar, pues nada de este mundo dura eternamente…pero, sin embargo, creo que es un buen sueño para empezar.
- Yo también lo creo- dijo Cristal, más feliz que nunca- y estoy dispuesta a cumplirlo contigo…si me lo permites, junto a ti.
La princesa y él sonrieron de cariño y felicidad, y de nuevo volvieron a besarse dulcemente. Nada ni nadie los hubiera hecho más felices que estar juntos en aquel mágico momento para ambos.

Mientras tanto, y alejado de toda compañía de sus amigos, Eduardo se encontraba sólo en el mirador exterior de Valor Alado. Estaba de pie y asomado en una de las barandillas, contemplando en silencio el infinito mar de nubes y el cielo nocturno estrellado que sobrevolaban. La brisa de aire de la madrugada lo refrescaba, sacudiendo ligeramente su pelo y el flequillo oscuro de su frente.
Con la cara triste y apenada, su mirada se perdía en el horizonte mientras al mismo tiempo su mente y pensamientos estaban en otra parte, muy lejos de allí.
No dejaba de pensar en las últimas palabras del científico de negro, antes de morir, y que aseguraban el fin del mundo a pesar de lo que hicieran ahora. La siniestra seguridad con la que el enemigo predecía el futuro y la afirmación de que él mismo acabaría convirtiéndose en Ludmort para destruir el planeta lo aterrorizaban.
Por alguna extraña razón, y a pesar de lo que le dijera Jack sobre su transformación, en su interior sentía una tremenda preocupación que lo asustaba. Tenía un mal presentimiento, que aunque trataba de combatir con la palabra del mago, no conseguía quitárselo de encima, por mucho que quisiera:
“¿Será verdad lo que me dijo Jack?”- pensó Eduardo en su mente, confuso y perdido- “yo confío en él, porque sé que nunca me mentiría…pero, sin embargo… ¿Qué es esta preocupación que siento? ¿Por qué tengo un mal presentimiento?”

En ese momento el chico se apartó repentinamente de sus pensamientos, al escuchar que la puerta al mirador se abría detrás de él. No se molestó en mirar atrás para ver quién había venido, cuando oyó los pasos del recién llegado acercarse lentamente a él:
- Sabía que te encontraría aquí- dijo una voz conocida, mientras se apoyaba en la barandilla y de pie junto a él.
Eduardo giró la cabeza a un lado, a la persona que estaba a su lado, y no se sorprendió cuando sus ojos se encontraron con los de Erika. Ambos desviaron a la vez sus miradas y volvieron la vista al frente, al inmenso mar de nubes que sobrevolaban.
La luna y las estrellas yacían brillando y resplandeciendo en el manto azul y negro del cielo nocturno, aportando un hermoso paisaje de belleza al lado del gigantesco punto rojo de Ludmort:
- Parece que, finalmente, nuestra aventura por Limaria se acaba…- comentó la chica, triste y afligida- nuestro largo viaje por este mundo mágico…está llegando a su fin.
- Sí…todo se decidirá esta noche…- dijo Eduardo, también de la misma forma- por fin ha llegado la hora de enfrentarnos a Derriper y a Ludmort…de poner a prueba todo lo que hemos aprendido hasta ahora…y también de afrontar el tan esperado momento para el que llegamos a este mundo…acabar con el monstruo y cumplir la profecía.

Un incómodo silencio se apoderó de la situación, que envolvió el ambiente y sumió a los dos jóvenes en un momento de dudas e inquietudes. Ambos le estaban ocultando un secreto al otro, y que no podían rebelar debido a las circunstancias; Eduardo, por un lado, que debía matarla para cumplir la profecía, y Erika por otro, la mentira que le había dicho Jack acerca de su transformación en Ludmort.

Para evitar recordar esos oscuros pensamientos, a la chica se le ocurrió la buena idea de cambiar de tema. Al cabo de unos largos segundos de silencio, en los que parecía que la conversación se había acabado y ya no quedaba nada más por decir, Erika habló de nuevo diciendo, con una media sonrisa nostálgica:
- Aún recuerdo aquellas primeras semanas en Idnia, en la casa de Jack…cuando él y Asbel nos entrenaron por separado a cada uno durante un mes entero, a mi en la magia y a ti en la esgrima.
A la memoria de Eduardo llegaron imágenes y recuerdos fugaces, relacionados con las palabras de su amiga. Los recuerdos de sus primeros días en Limaria, teniendo al guerrero espadachín Asbel como tutor, rememoraron sus inicios en el prólogo del viaje que más tarde recorrerían por el mundo mágico paralelo a La Tierra:
- Sí…fue un mes duro, sin duda…de hecho, uno de los peores que recuerdo en toda mi vida…- sonrió el chico, contagiado por la nostalgia de su compañera- aún me duele la nariz cada vez que pienso en el puñetazo que me dio aquel moguri en la cara, por tocarle el pompón rojo de su cabeza.
Erika no pudo evitar reírse de la gracia. Recordaba con detalle aquel momento, como si lo hubiera vivido el día anterior:
- ¡Incluso yo también me moría de curiosidad por tocarle el pompón, pero después de ver lo que te hizo, cambié de idea!- respondió la chica, sonriente- ¡seguro que a mí también me habría soltado un puñetazo en toda la cara!
Los dos jóvenes no aguantaron más y en ese instante empezaron a reírse de verdad, soltando carcajadas y riéndose de la gracia. Hacía mucho tiempo que no se reían de aquella forma, tanto que no recordaban la última vez que lo hicieron.

Al cabo de un rato, y después de desahogarse durante unos largos segundos de plena risa, al final lograron calmarse. Las risas y la diversión habían logrado quitar la incomodidad y eliminar las dudas y los miedos que antes tenían. Ahora una sensación cálida y agradable reinaba en el mirador exterior de Valor Alado:
- ¿Te acuerdas…de cuando vivíamos en La Tierra?- preguntó Erika, con una media sonrisa nostálgica.
- Sí, cuando no éramos más que dos simples estudiantes de secundaria…todo era mucho más fácil y sencillo…nuestra única preocupación eran los estudios…y, el resto, vivir y disfrutar de la vida…- afirmó Eduardo, también sonriendo nostálgicamente- y sin embargo, míranos ahora…somos los dos elegidos portadores de unas armas sagradas, y también los únicos capaces de salvar ambos mundos de la destrucción…
> Nunca imaginé que acabaríamos convertidos en héroes, ni tampoco que viajáramos por un mundo mágico paralelo al nuestro, luchando contra peligrosos monstruos y usando magia…- a lo que añadió, asombrado y sin poder creérselo- me resulta tan raro, tan fantástico y tan irreal que…todo esto es como si fuera…
La chica completó la frase de su amigo, diciendo:
- ¿Un sueño, verdad?- sonrió ella, que también añadió alegremente- ¡Pues, si te soy sincera, yo podría acostumbrarme a esto! ¡Llevo tanto tiempo usando magia que ya la noto como si fuera parte de mí!

Lo que le preguntó el chico a continuación, al verla tan segura y feliz de sus palabras, la hizo borrar su amplia sonrisa en un instante. Eduardo le dijo, con tristeza y pesar:
- ¿No echas de menos a tus padres, vivir en La Tierra…y ser de nuevo una chica normal y corriente?
Su compañero había iniciado un tema de conversación serio e importante, y ella también adquirió un rostro triste y sentimental. Respondió, lenta y emocionalmente diciendo:
- Al principio lo deseaba con todas mis fuerzas, y mantenía viva la esperanza todos los días rogando, suplicando…que cualquier mañana me despertara en la cama de mi habitación, sonriendo porque sólo fuera un sueño…- explicó Erika, con la mirada perdida en el horizonte- y sin embargo ahora, después de todo por lo que hemos pasado, vivir en Limaria ya no me parece tan malo…aquí la magia existe, es real…igual que en los cuentos de hadas.
La chica hizo una pequeña pausa, triste y nostálgica, y habló de nuevo con sinceridad:
- Sin embargo, aunque todo esto sea demasiado bonito e increíble…yo…siento que no pertenezco a este mundo…- afirmó la joven, tristemente y hablando con el corazón- yo he nacido y crecido en La Tierra, el planeta que desde siempre ha sido mi hogar…tengo a mi familia y amigos, e incluso mis planes y proyectos de futuro…todo lo que quiero está allí, esperándome…y eso no lo encontraría aquí…
Eduardo la escuchaba atentamente y, al igual que ella, mirando al frente, con la mirada perdida en el horizonte. La chica deseaba volver a casa, a su verdadero hogar. Aunque le gustara el mundo mágico de Limaria, sabía que en lo más profundo de su corazón ella no formaba parte de él, y que ansiaba realmente volver a La Tierra:
- Al menos ahora ya tengo una razón para luchar, y que me impulsa a seguir adelante…- dijo la chica, con un poco más de confianza y seguridad en sí misma- lucho para volver a casa, donde me esperan mi familia y amigos…donde me espera un futuro por delante.

En ese momento el rostro del chico reflejó aún más tristeza y pesar, al oír las palabras de su compañera. Erika se dio cuenta enseguida de que su amigo estaba deprimido, y un terrible sentimiento de culpa la invadió por dentro al pensar que ella había sido la causa. Lo miró a los ojos y le preguntó, preocupada:
- ¿Edu?
Él tardó un poco en responder. No dejaba de mirar el horizonte, con la mirada perdida y el semblante de su cara triste y deprimido. Incluso su voz denotaba tristeza:
- Yo no nací en La Tierra, y tampoco soy parte de ella…todos estos años he vivido engañado a base de mentiras, en un mundo que no me correspondía y que me parecía real…- explicó el joven, triste y afligido- nací siendo el resultado de un experimento de la organización Muerte, sin padres, familia o amigos que me cuidaran…hasta hace poco creía tener una vida, pero en realidad era el vivo fantasma con los recuerdos de otra persona muerta…sólo soy un auténtico impostor que nunca debió haber existido…tal y como me dijo Derriper en aquel sueño…
La chica lo escuchaba, con tristeza y pesar en el tono de sus palabras. Su compañero estaba realmente deprimido, y no hacía falta mirarlo para saberlo:
- Es ahora cuando me doy cuenta…de que yo siempre he sido parte de Limaria, desde el principio…nací aquí, soy un ser vivo mágico más de este mundo…y por lo tanto es como si nunca hubiera existido en La Tierra…- afirmó el joven, triste y apenado- por eso yo…siento que no pertenezco a ese mundo…y tampoco tengo nada real en él…ni familia ni amigos, y mucho menos un futuro por delante…no hay nada ni nadie esperándome en La Tierra…

La joven volvió la mirada al frente, con el semblante de su cara triste y afligido igual que él, y apoyó su cabeza cariñosamente en el hombro del chico, de forma que ambos permanecieron así juntos durante un rato:
- Eso no es cierto…- dijo la chica- porque yo te espero…siempre te he estado esperando.
- No puedes esperar a alguien que no existe, Erika…todos los recuerdos que compartimos de nuestra infancia, todos esos momentos y esos instantes que pasamos juntos…no son y nunca fueron reales…- explicó Eduardo, triste y apenado- ni siquiera la promesa que te hice aquella noche fue real…Gabriel es el único que debería llevar este colgante…el que debería estar contigo y protegerte para siempre…porque yo soy el fantasma de lo que queda de él, y estoy ocupando su lugar…
La joven tardó un poco en responder. Pronunciaba cada una de sus palabras con los sentimientos y las emociones propias de su interior, hablando con sinceridad:
- Me da igual que seas un impostor o un fantasma de Gabriel…porque aunque digas que todos nuestros recuerdos son falsos…para mí sí son reales…en mi corazón era real…
Eduardo la escuchaba, sin apartar la vista del frente. Sentía el calor del cuerpo de la chica pegado al suyo, y ambos mirando el paisaje del mar de nubes a su alrededor:
- Tampoco me importa que seas el resultado de un experimento, o que seas la reencarnación del mismísimo Ludmort…porque todas las aventuras que hemos vivido juntos en Limaria ya forman parte de mis recuerdos, de mi memoria…y eso es algo de lo que no me olvidaré nunca…- dijo ella, con una media sonrisa de felicidad- al menos ahora, en este mundo, sí sé que tengo recuerdos reales contigo…los nuestros propios, en los que sólo aparecemos tú y yo…
Eduardo se sorprendió por las palabras de su amiga, y la miró asombrado mientras ésta seguía hablando, con la vista al frente:
- Erika…
- Por eso me da igual el pasado que tengas, por muy oscuro que sea…aunque no nacieras en La Tierra, sí que te criaste y creciste en ella…para mí es como si fueras parte de él, de mi mundo…como si hubieras crecido conmigo todos estos años…- asintió la chica, sonriendo dulcemente- por eso quiero darte un nuevo futuro, una nueva razón para volver a casa…quiero ayudarte a vivir…- y colocó su mano encima de la de él, las dos apoyadas en la barandilla- y estar contigo siempre.

Eduardo volvió la mirada al frente, conmocionado por sus palabras. La chica ya le había confesado lo que sentía en una ocasión anterior, y le había dejado claro sus sentimientos por él. El joven también la quería, desde la noche de la promesa hace siete años, y desde entonces no había dejado de pensar en ella.
Sin embargo, dos oscuros obstáculos se interponían entre ambos: la profecía y el hecho de que él mismo era la reencarnación de Ludmort. El primero de ellos tenía que ver con la maldición de ser los dos los portadores de las armas sagradas: la portadora de la vara mágica debía morir a manos de su compañero para acabar con el monstruo y así salvar el mundo.
El segundo de ellos, por otro lado, se trataba de la verdadera identidad de Eduardo. Su condición como portador de la materia suprema le otorgaba una enorme responsabilidad, demasiado grande para un joven de su edad. A pesar de saber que nunca completaría la transformación y tampoco que acabaría destruyendo el planeta, sí que cabía la posibilidad de que volviera a convertirse en una bestia salvaje y descontrolada.
La sola idea de que se transformara estando con Erika le aterraba, pensando que podría hacerle daño o incluso matarla, y la chica se dio cuenta enseguida con solo mirarlo a la cara que algo grave le preocupaba:
- Edu… ¿qué ocurre?

El chico tardó un poco en responder. De nuevo una expresión triste y apenada se reflejaba en su rostro, que pronunció hablando sinceramente y con el corazón:
- Aún sabiendo lo que soy en realidad, quien soy y de lo que puedo hacer… ¿Quieres estar conmigo? ¿De verdad eres capaz de amar…a un monstruo?- preguntó Eduardo, deprimido- aunque no pueda completar la transformación, sí que existe la posibilidad de que vuelva a convertirme en una bestia salvaje…y si algún día llegara a hacerte daño, yo…no me lo perdonaría nunca.
La chica respondió, cálidamente y segura de sus palabras:
- Correré el riesgo, sin importar los peligros y las consecuencias que eso conlleve…porque confío en ti, sé que no eres un monstruo…- dijo ella, con una media sonrisa de felicidad- y también porque eso es lo que llevamos haciendo todo este tiempo…afrontar retos y peligros juntos, sin importar lo demás…porque somos y formamos un buen equipo.
Eduardo se sorprendió mucho con las palabras de su amiga, que se quedó perplejo y asombrado al oírlas. Ambos se miraron a los ojos y el chico dijo, sorprendido:
- Erika…
La joven pronunció en ese momento, más valiente, segura de sus palabras y con una media sonrisa cálida:
- Si empezamos esto juntos, lo terminaremos juntos…hasta el final.

El chico pareció alegrarse más tras ver a su compañera tan valiente y decidida, y la tristeza que sentía desapareció en un solo instante. Los miedos que le preocupaban hasta hace unos minutos parecieron borrarse, y en su lugar una amplia sonrisa de alegría se dibujó en su cara, más viva y llena de esperanza:
- Juntos hasta el final- sonrió dulcemente Eduardo.

En ese momento la chica se separó un poco de él, en el cual reinó un repentino pero cálido y agradable silencio entre los dos. Al cabo de varios segundos mirando de nuevo el horizonte en el mar de nubes, el joven volvió a hablar, sin dejar de esbozar la misma y tierna sonrisa:
- ¿Recuerdas aquella vez, en las praderas de Idnia…cuando hablamos del tema de los sueños?- preguntó el chico- ¿Cuándo me contaste que el tuyo…era encontrar la llave para abrir el diario de tu abuelo?
- Sí, de hecho sigue siendo mi sueño, desde siempre…- recordó ella, pensativa, que luego cayó en la cuenta de lo que quería decir su amigo- ¿ya has encontrado el tuyo?
- Sí…he tardado mucho más de la cuenta, pero…creo que ya tengo un motivo por el que luchar…una razón para no rendirme y seguir adelante…algo que le dé sentido a mi vida…
Erika se sintió repentinamente curiosa por las palabras de su compañero, y esbozó una amplia sonrisa. Le preguntó diciendo, intrigada por saber lo que era:
- ¿De verdad? ¿Y qué es?
Eduardo tardó un poco en responder. Alzó la vista al cielo nocturno y contempló las estrellas brillando en el firmamento, con su hermoso resplandor mágico. Sonrió cálidamente y dijo, hablando con el corazón:
- Mi sueño…es cambiar la historia.

La joven se sorprendió mucho con lo que acababa de decir el chico: desde luego no era un sueño común y corriente. No recordaba haber oído a nadie antes tratar de alcanzar esa meta, bastante difícil y profunda:
- ¿Cambiar…la historia?- preguntó ella, confusa y perpleja.
Eduardo asintió con la cabeza, sin dejar de mirar al cielo:
- Sí…por eso creo que la llave espada me eligió a mí, a pesar de ser la reencarnación de Ludmort…porque tengo un poder capaz de cambiar el mundo…- y luego bajó la vista y miró a la chica a los ojos- por eso somos los primeros portadores de las armas sagradas tan jóvenes…porque ellas nos eligieron a nosotros para cambiar la historia.
Erika estaba asombrada por la determinación de su amigo, que parecía muy seguro de sus palabras y dispuesto a cumplir su sueño. Verlo tan confiado, valiente y seguro de sí mismo la llenaba de alegría, pues el chico que tenía delante ya en nada se parecía al joven tímido e inseguro que conocía. Sin duda había cambiado y madurado:
- Ojalá tengas suerte y puedas cumplir tu sueño…- sonrió la joven, dulcemente- pase lo que pase, no te rindas nunca.
Eduardo sonrió de la misma forma, agradecido, y ambos se miraron fijamente a los ojos durante un largo rato.

Un pequeño y fugaz resplandor de luz los sorprendió en ese momento, rompiendo el instante mágico. Los dos desviaron la mirada hacia uno de los bolsillos de la chaqueta blanca de Erika, que algo en su interior brilló con una misteriosa luz durante apenas unos breves segundos, para luego apagarse de nuevo:
- Casi lo había olvidado- recordó la chica, al instante- la esfera de los deseos…
Ella extrajo de su bolsillo el objeto esférico que les había regalado Mirto a ambos, uno a cada uno, y que servía para cumplir deseos. Aquellas esferas eran únicas y especiales, pues nunca antes habían existido otras iguales, y ellos eran los primeros elegidos en toda la historia de Limaria en poseer algo parecido, de un extraordinario valor incalculable.
El propio anciano les dijo en su momento que los mismísimos dioses habían creado esas esferas para ellos, y que nadie más en el mundo podía usarlas. Los dos sabían de sobra lo que aquello significaba, y no podían jugar con ellas como si de juguetes se trataran. Eran de un solo uso, y tenían que tener mucho cuidado con lo que pedían, puesto que podía hacer realidad cualquier deseo que pidieran, ajeno a los propios dioses.

La joven sostuvo en su mano el objeto, y los dos se quedaron mirándolo con asombro y perplejidad. El fugaz resplandor de luz desapareció antes de sacarla del bolsillo, y ahora seguía siendo normal frente a sus ojos:
- Qué extraño…juraría que acabo de verla brillar…- comentó Erika- puede que sean imaginaciones mías…
Eduardo preguntó en ese momento, aún mirando la esfera:
- ¿Sabes ya lo que vas a pedir?
Ambos levantaron la vista y se miraron fijamente a los ojos:
- Todavía no tengo mi deseo pensado…- dijo la chica, pensativa- estoy indecisa y no sé qué pedir.
Erika recordó entonces que él también podía formular un deseo con su esfera, y le preguntó con curiosidad:
- ¿Y tú? ¿Sabes ya lo que vas a pedir?
A juzgar por la expresión y la sonrisa pícara de su cara, supo que el joven ya tenía algo pensado para emplear su objeto, y no pudo evitar sonreír cuando Eduardo le respondió diciendo:
- Bueno…creo que ya sé lo que voy a pedir…
- ¿¡De verdad!?- exclamó ella, de repente alegre y con una amplia sonrisa- ¿¡Qué es!? ¡Vamos, dímelo!
- Lo siento, no puedo- dijo el chico, sonriente- si te lo digo, puede que no se cumpla.
Aquella respuesta bajó de las nubes a la chica, que se desanimó un poco. Aunque se había quedado con las ganas de conocer el deseo de su amigo, sabía que él no era tonto, y que era lo suficientemente maduro e inteligente como para no pedir un deseo estúpido e infantil. Pensó que, fuera lo que fuera a pedir,  debía de ser algo grande e importante:
- No pasa nada, al fin y al cabo es tu deseo…si no quieres contármelo lo entiendo- sonrió la joven, sin enfadarse ni deprimirse- sólo espero que sea algo bueno y muy importante para ti.

En ese momento Erika guardó de nuevo su esfera en el bolsillo de su chaqueta, y se separó del chico alejándose de la barandilla diciendo, sin dejar de sonreír:
- Te dejo, Edu, que voy a dormir un rato en mi habitación- dijo la chica- ¡y tú también deberías descansar…debemos estar preparados para el último combate que nos espera!
- ¡Sí, ahora voy!- respondió el joven- ¡me quedaré aquí un rato más!
Ella asintió con la cabeza, dio media vuelta y continuó su camino hacia la puerta. Eduardo no dejó de mirarla en todo segundo, sin dejar de sonreír, mientras pensaba en todos los momentos y en todos los instantes que había pasado junto a ella.
Fueran o no sus recuerdos reales, la chica lo amaba y lo quería de verdad, y lo aceptaba a pesar de ser un monstruo. No le importaba lo que pudiera pasar estando junto a él.

Cuando se hubo marchado y cerrado la puerta que comunicaba con el interior de Valor Alado, el chico se quedó sólo en el mirador exterior de la aeronave. Se giró de nuevo a la barandilla y alzó la vista al cielo nocturno estrellado, durante unos segundos y mientras la brisa acariciaba su pelo y el flequillo oscuro de su frente.
Bajó de nuevo la cabeza, mientras metía una mano en uno de los bolsillos de su pantalón vaquero corto, y miró lo que extrajo de él. Se quedó contemplando durante unos segundos y en silencio la esfera de los deseos que le había regalado Mirto, exactamente igual que la de su compañera, y que brilló fugaz y débil apenas un instante en su mano:
- Erika…- sonrió cálida y dulcemente el joven.


Eduardo cerró los ojos y, murmurando unas palabras en voz baja, pidió su último deseo.

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