Capítulo
L
EL
ÚLTIMO DESEO
Era de noche cerrada, una preciosa e
iluminada noche estrellada. Y en medio de la luna llena y de tantas infinitas
estrellas sólo una se remarcaba, y que suponía la clara anomalía del cielo
nocturno: la luz roja antinatural y sobrecogedora de Ludmort.
Lo que al principio de la aventura,
muchos meses atrás, era un simple y pequeño punto rojo en el cielo, ahora se
había convertido en algo muchísimo más grande y gigantesco, casi visible desde
cualquier parte del mundo.
El monstruo Ludmort era ahora una
abismal y terrorífica bola de fuego situada en la mesosfera, muy parecida a un
auténtico meteorito. La sola visión de su llegada y la idea de que destruiría
el mundo con su impacto asustaba y aterraba el conjunto entero del planeta, cuyas
vidas estaban cada vez más próximas a su final, a su muerte.
Valor Alado volaba a gran velocidad,
cruzando el océano hacia el oeste y por encima del mar de nubes. Su próximo
objetivo ahora era el continente central, lugar en el que se libraría la guerra
entre Oblivia y Metroya, y también el punto en el que llegaría el monstruo. Aún
sin conocer el paradero de Derriper, lo que sí tenían claro era que, allá donde
estuviera Ludmort, con toda seguridad lo encontrarían a él también.
Los tripulantes a bordo de la aeronave
se reunieron en la sala de mandos, tras un aviso por megafonía en todas las
habitaciones: se trataba de una reunión urgente.
Eduardo y los demás se levantaron de
sus camas en sus respectivas habitaciones, en las que se echaron a descansar un
rato y recuperarse de sus heridas. Los combates librados en la base de la
organización Muerte los habían dejado agotados y bastante debilitados: sus
últimos enemigos resultaron ser mucho más poderosos de lo que imaginaban.
La voz de Jack hablando otra vez por
el megáfono los hizo apresurarse: estaba claro que era algo muy importante.
El chico de rojo fue el último en
llegar a la sala de mandos. Cuando atravesó la puerta metálica al abrirse
delante de él, el resto de sus amigos ya estaban allí esperándole.
Junto a ellos estaban los moguris,
repartidos por toda la estancia y trabajando en los puestos de control de la
nave. Las pequeñas criaturas aladas de pompón rojo se encontraban pilotando a
Valor Alado en aquellos momentos:
- ¿Ya estamos todos, verdad?- preguntó
Cristal, con cara dormida y de estar cansada- espero que sea rápido, porque me
muero de sueño que no veas.
En ese momento, cuando todos ya
estaban reunidos y tras unos segundos de silencio, el mago rubio suspiró
profundamente y empezó a hablar:
- Os he reunido aquí a todos para
tratar de averiguar el lugar que mencionó Rodvar sobre el paradero de
Derriper…es muy probable que ahí llegue Ludmort, con toda seguridad.
El resto del grupo se quedó pensativo,
al recordar las inquietantes palabras del científico de negro. Desde luego, no
especificaba ni dejaba claro el sitio exacto, dejándolo completamente envuelto
en misterio:
- “Donde empezó todo…”- comentó Alana,
pensativa- ¿Qué querrá decir con eso?
- Está claro que se refiere a algún
lugar especial, en el que empezó algo…- afirmó Rex, también pensativo- hay
tantas posibilidades infinitas como sitios hay en el planeta…sería
prácticamente imposible buscarlo en cada rincón del mundo…ni siquiera una vida
entera bastaría para lograr tal objetivo.
Ray aportó en ese momento una pista
interesante, que esclareció radicalmente la situación. Sus gafas no eran lo
único que lo hacía inteligente:
- Puede que se trate de algo
relacionado con nosotros mismos…un lugar propio que conozcamos muy bien-
explicó el chico de negro- quizá un sitio que esté directamente conectado o
vinculado a uno de nosotros, de manera especial.
El aporte de Ray pareció deslumbrar un
poco los rostros de sus compañeros, que esbozaron una ligera media sonrisa.
Habían descubierto una importante pista, que podría conducirlos rápidamente
hasta el punto de encuentro con el enemigo:
- ¡Buena idea!- dijo Erika- ¡Podemos
empezar por ahí!
Partiendo de la teoría del joven con
gafas, el resto del equipo comenzó a pensar en posibles temas de relación que
pudiera unirlos a Derriper. Eduardo comentó en ese momento, diciendo:
- Podría ser nuestro propio lugar de
origen, donde nacimos.
- Lo dudo mucho, porque la mayoría de
nuestros sitios de nacimiento no se encuentran en el continente central- aclaró
Jack- yo descartaría esa idea.
Pasó un largo rato de silencio, en el
que todos los miembros del grupo pensaban y meditaban. Tras unos segundos de
reflexión, Alana intervino con una nueva propuesta:
- ¿Y si fuera algún lugar donde
combatiéramos anteriormente contra él? Por ejemplo, ¿en Vildenor como
Alejandro, o en el Templo Sagrado como Magno?
- Vildenor se encuentra en el
continente este y, por lo tanto, no vale- respondió Rex- sin embargo, el Templo
Sagrado no es una mala opción…podría ser uno de los sitios donde cayera
Ludmort.
- Te recuerdo que el abuelete nos dijo
que el monstruo llegaría por el hemisferio norte- comentó Cristal, con aire de
inteligencia arrogante- ese lugar está en el sur, así que no nos sirve.
- Entonces queda descartada la idea de
un anterior primer combate contra Derriper…- dijo Jack, tras un largo suspiro
de decepción- ninguno de esos dos lugares coincide con nuestros criterios de
búsqueda.
Los minutos de reflexión seguían, y no
lograban siquiera posibles propuestas de lugares. Desentrañar un sitio donde
alguno de ellos empezara algo con el ser oscuro se trataba de una cuestión
difícil, y no tenían ni idea de qué era lo que podía ser.
Jack aportó en ese momento una muy
buena e interesante pregunta, y la comentó en voz alta dirigida a todos:
- ¿Y si alomejor nos estamos
equivocando? ¿Y si la pregunta no se refiere precisamente a un lugar tangible y
material?
Aquella cuestión dejó muy sorprendidos
al resto de sus amigos, que tardaron en asimilar el punto de vista del mago:
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Erika,
confusa- ¿Qué el sitio al que se refiere Derriper…no es real?
El hombre rubio no respondió a la duda
de la chica. Formuló otra nueva pregunta, que asentó la base de un nuevo tema
en el que ninguno de ellos había caído hasta entonces:
- Lo que quiero decir es… ¿qué
relación tiene cada uno de nosotros con el dios oscuro?
La nueva cuestión había dado un
sorprendente giro radical, cambiando por completo el rumbo de la conversación y
de las ideas propuestas. Fue a partir de ese momento, en el que todos se
pararon a pensar unos largos segundos, cuando por fin lograron descubrir lo que
andaban buscando:
- Creo que ya sé a qué te refieres…-
dijo el chico de negro, seriamente.
- ¿Alguien puede explicarnos la idea?-
preguntó Eduardo, confuso y sin entender nada.
- Pensadlo sólo durante un momento…-
indicó Ray- ¿Qué es lo que lleva persiguiendo Derriper, desde el principio?
¿Qué es lo que quiere?
- ¡Pues destruir el mundo con la ayuda
de Ludmort, claro está!- respondió la princesa, como si fuera una pregunta
tonta.
- Bien… y para ello, ¿qué es lo que le
impide alcanzar su objetivo?- continuó el joven ex miembro de la organización.
- La profecía- dijo Rex, perplejo y
sin saber a dónde quería ir a parar su compañero.
- Exacto…y por eso, ¿quiénes son los
únicos que se interponen en su camino y representan una amenaza para sus
planes?
En ese preciso instante todos pillaron
la indirecta, completamente sorprendidos y boquiabiertos. Jack, Alana, Rex,
Cristal y Ray dirigieron sus ojos a las dos únicas personas que encajaban con
la pista:
- ¡¡Los elegidos!!- exclamó Alana,
perpleja.
Los dos jóvenes se sintieron
observados, mientras todos sus amigos los miraban de reojo. No podían creer que
ellos mismos fueran la pista para localizar al enemigo:
- Tiene sentido…porque, al contrario
que nosotros, ellos sí tienen relación con el dios oscuro…- pensó Jack- Eduardo
y Erika representan su mayor obstáculo, sus peores enemigos…al lado de ellos,
los guardianes somos simples peones…no tenemos relación alguna con Derriper…
- ¿Qué…qué quieres decir?- preguntó
Erika, muy sorprendida.
El chico de negro respondió a su duda,
seriamente:
- Que el lugar que mencionó Rodvar, el
supuesto sitio donde empezó algo…está directamente conectado o vinculado a
vosotros…o a uno de los dos.
El grupo entero ya sabía por dónde
iban los tiros, y que no andaban mal encaminados al pensar que los elegidos
serían la clave para encontrar a su enemigo. Fue entonces cuando Jack les
preguntó a los dos jóvenes:
- ¿Recordáis algo que os relacione con
Derriper…cualquier cosa?
La chica permaneció pensativa durante
unos segundos, reflexionando sobre la pregunta. Sin embargo, por más que lo
hacía no conseguía obtener respuesta:
- Lo siento…no recuerdo nada que me
relacione con el dios oscuro- dijo Erika, tras un largo suspiro de decepción-
no sabía nada hasta que Mirto nos habló de él, en el Templo Sagrado…fue la
primera vez que oí su nombre.
La joven pronunció con sinceridad cada
una de sus palabras, y sus amigos dieron por hecho que decía la verdad. Sin
embargo, y para mayor sorpresa, Eduardo seguía pensando en silencio. A juzgar
por la expresión oscura de su rostro, parecía saber algo más que su compañera:
- ¿Y tú, Eduardo?- preguntó el mago-
¿Recuerdas algo que te relacione con Derriper?
El chico de rojo tardó un poco en
responder. Lo que dijo a continuación sorprendió mucho al resto de sus amigos
cuando, tras unos segundos de silencio, pronunció diciendo:
- Creo…que ya sé dónde encontrar al
ser oscuro.
- ¿¡Qué!?- exclamó Alana, perpleja-
¿¡Ya conocías de antes a Derriper!?
- Antes no lo sabía, pero ahora estoy
completamente seguro…- afirmó el joven- la noche en que Jack nos salvó a Erika
y a mí de morir a manos de Magno y Helio, y nos trajo a este mundo a través de
un tridimensional…fue en ese entonces…
- ¿Qué ocurrió esa noche?- preguntó
Rex, intrigado.
Eduardo tardó de nuevo en responder.
Su mirada perdida en sus pensamientos denotaba que a su memoria estaban
llegando los recuerdos del momento exacto que describía:
- La noche en que llegué a Limaria
tuve un sueño…un sueño en el que una misteriosa voz hablaba…y me decía que mi
vida no era real, que nunca debí haber existido…- explicó el chico de rojo,
pronunciando lenta y cuidadosamente cada una de sus palabras- antes no lo
sabía, pero ahora me doy cuenta…de que la voz que hablaba…era la de Derriper…-
y luego añadió, como conclusión final- esa fue…la primera vez que el dios
oscuro se dirigió a mí.
Jack y los demás se quedaron perplejos
y boquiabiertos con lo que acababa de decir Eduardo. De todos ellos la primera
toma de contacto con el enemigo antes que nadie la había tenido él, sin duda
alguna. A partir de ahí, Ray sacó teorías y conclusiones rápidas:
- Es bastante lógico, teniendo en
cuenta que eres el segundo Ludmort, y por lo tanto que seas capaz de ponerte en
contacto con Derriper…- explicó el chico de negro, seriamente- el mismo Mirto
nos lo dijo…en teoría, Ludmort y el ser oscuro son las dos caras de una misma
moneda, y se necesitan vivos el uno al otro para poder sobrevivir…de ahí que
ambos formen parte de un solo ser, y que puedan comunicarse mentalmente de
alguna forma.
El joven pilló la idea de lo que dijo
su compañero, y preguntó seriamente diciendo:
- ¿Quieres decir que…puedo comunicarme
telepáticamente con Derriper?
- En teoría sí, puesto que tú también
eres Ludmort y formas parte de él…- respondió Ray, que luego le preguntó de la
misma forma- ¿No has tenido ningún otro sueño en el que hablaras con él, o
tuvieras una conversación telepática mental?
Eduardo negó con la cabeza. En ese
momento se mostró pensativo, al llegarle más recuerdos a su memoria:
- No, que yo recuerde esa fue la única
vez que hablé con él…aunque he tenido otros sueños parecidos, en los que una
voz que no era la suya también me hablaba…pero era diferente a la del ser
oscuro.
En ese momento el grupo entero supo
que ya no había ninguna duda: el joven elegido era la clave para encontrar a
Derriper. Eduardo estaba irremediablemente conectado al dios oscuro, y esa
conexión era la única pista posible para dar con él. Nadie más que él podía llevarlos
hasta su enemigo.
Fue entonces cuando Rex retomó el hilo
principal de la reunión: la misteriosa duda acerca del paradero del líder de la
organización Muerte:
- Entonces…el lugar donde empezó todo…
¿fue en un sueño?
Aquel punto de vista sorprendió mucho
a todos los miembros del equipo, que se quedaron perplejos ante la sola idea de
lo que acababa de decir el perro:
- ¿¡Estás loco!? ¿¡Cómo vamos a llegar
a un sueño!?- exclamó Cristal, pensando que se trataba de una broma- ¡¡Para eso
tendríamos que dormirnos todos y soñar con lo mismo, cosa que es prácticamente
imposible!! ¡¡Además, los sueños ni siquiera son reales…no podemos afirmar con
seguridad que dicho sitio exista!!
- Ese sueño encaja perfectamente con
la primera cuestión de Jack, al dudar sobre la existencia de un lugar tangible
y material- afirmó Ray, pensativo- puede que se refiera precisamente a eso…a un
mundo onírico, a un lugar irreal, apartado de este mundo que conocemos.
Erika aportó en ese momento una nueva
pregunta, dirigiéndose a su amigo y que a nadie se le había ocurrido antes:
- Edu, ¿recuerdas dónde tuviste ese
sueño? ¿Dónde lo soñaste?
El chico de rojo respondió a
continuación, muy convencido y seguro de sus palabras:
- Durante la primera noche en que
llegamos a este mundo…el día en que vinimos a Limaria…en Idnia.
El más sorprendido de todos era sin
duda Jack, que se quedó totalmente perplejo y sorprendido, con los ojos y la
boca abierta. No había caído en la cuenta de su pueblo natal, al cual
abandonaron muchos meses atrás: cuando él, Asbel y los dos jóvenes iniciaron su
aventura en busca del Templo Sagrado.
Había pasado mucho tiempo desde
entonces, y estaba seguro de que volvería a su hogar una vez cumplida la
profecía y pasado el peligro, no en aquellas condiciones. Nunca imaginó que su
pueblo natal sería el punto de impacto desde el que Ludmort destruiría el
planeta:
- ¿¡Idnia!?- preguntó el mago,
sorprendido- ¿¡Estás seguro!?
Eduardo asintió con la cabeza, muy
convencido de sí mismo. Incluso recordaba que el propio Jack lo despertó del
sueño durmiendo el joven en una de las habitaciones de invitados de su casa.
Fue en ese entonces cuando conoció a Jack y a Asbel, quienes les explicaron la
situación a los dos estudiantes y los instruyeron a cada uno por separado en el
arte de la esgrima y la magia:
- Tiene sentido…fue ahí donde Edu y yo
llegamos por primera vez a este mundo- dijo Erika- donde empezamos nuestra
aventura por Limaria.
Lo que dijo la chica tenía sentido, y
el hecho de que su compañero hubiera tenido el único sueño con Derriper en ese
sitio afirmaba lo evidente: no podía haber otro lugar en el que cayera Ludmort
y, por consiguiente, donde los aguardara el ser oscuro:
- ¿¡Y a qué estamos esperando!?-
exclamó Cristal- ¡¡Vamos ya directos a Idnia!!
Alana supo lo que debía hacer, cuando
el resto de sus amigos también asintieron igual que ella con la cabeza. La
pelirroja se giró a los moguris que pilotaban la nave y les dijo, seriamente:
- ¡¡Rumbo a Idnia, a toda máquina!!
- ¡A la orden, kupó!- obedeció una de
las criaturas aladas de pompón rojo.
A partir de ese momento Valor Alado
aumentó la velocidad, con sus motores de propulsión más cargados que nunca. La
aeronave surcó más veloz y rápidamente el cielo nocturno a su alrededor.
Cuando parecía que la reunión se había
acabado, y que ya todo estaba dicho, Jack volvió a hablar. Su expresión y voz
seria dejaban claro que se trataba de algo muy importante:
- Escuchadme todos, quiero deciros
algo.
El grupo entero centró su atención en
el mago, quien esperó a que sus compañeros lo miraran. Cuando ya todo estaba
listo, y tras unos segundos de silencio, comenzó a hablar:
- Ha pasado mucho tiempo…catorce
largos años desde que se destruyó la barrera tridimensional y se anunció la
llegada de Ludmort, a día de hoy…- explicó el hombre rubio- me convertí en
guardián porque, al igual que mis padres, Alejandro y los dos primeros
elegidos, yo también lucho por la paz…de la misma forma que lo hicieron ellos,
en su momento…
Erika y los demás escuchaban, atentos,
cada una de las palabras de su amigo, que hablaba lenta y emocionalmente en el
tono de su voz:
- Me he pasado todos estos años en La
Tierra, buscando a los dos elegidos que nos salvarían de Ludmort…y doy gracias
a los dioses por haberlos encontrado justo a tiempo, casi a punto de morir a manos
de la organización Muerte…- decía Jack- si no hubiera llegado a tiempo aquella
misma noche, ninguno de nosotros estaríamos aquí ahora, en este preciso momento
y escuchando mis palabras…nada de lo ocurrido hasta ahora habría sucedido
nunca…
El discurso monólogo del mago
conseguía tocar el corazón de sus compañeros, aportando emoción a la escena:
- Juntos nos embarcamos en este largo
viaje, en el cual encontramos amigos, pero también enemigos…retos y obstáculos
que han servido para ponernos a prueba, no sólo nuestras habilidades y
capacidades, sino incluso a nosotros mismos…- resumió el hombre rubio- todos
hemos compartido muchas cosas…hemos jugado, hablado, reído, llorado y luchado
juntos…todas esas emociones, esos sentimientos…ahora ya forman parte de nuestra
memoria…
El mago continuó hablando, mientras
sus compañeros lo miraban con orgullo. Sabían que aquel era el último mensaje
de ánimo y apoyo, antes de la batalla final que marcaría el destino del
planeta, de ambos mundos:
- Nos encontramos ahora en la recta
final de nuestro viaje, en el último tramo
de esta larga odisea…porque nuestra aventura por Limaria termina aquí…-
afirmó Jack- nos enfrentamos ni más ni menos que al mismísimo séptimo, al dios
oscuro que lleva amenazando el planeta desde el principio de los tiempos, antes
incluso de que naciera el ser humano…
El hombre rubio añadió en ese momento,
con expresión seria pero sin perder la emoción con la que hablaba:
- No será un combate fácil, puesto que
se trata de una auténtica divinidad a la altura de los seis primeros dioses que
crearon el planeta…debemos aprovechar y acabar con él ahora, antes de que
recupere su poder como dios…o de lo contrario, el mundo estará condenado a
morir…
Fue entonces cuando el mago pronunció
la última parte de su discurso, sin perder la emoción que quería transmitir a
sus amigos:
- Es muy probable que ésta sea nuestra
última noche, y que quizá no estemos vivos en las próximas horas, pero…yo sí
tengo fe en que lo conseguiremos…- sonrió Jack- porque creo en todos y cada uno
de nosotros…creo en los guardianes, creo en nuestros aliados los G.F, y creo en
los elegidos…porque tengo la esperanza de que, algún día, tarde o temprano…esta
pesadilla, esta eterna guerra de dioses…terminará para siempre.
Conmocionado por el discurso de su
compañero, en ese momento Eduardo alzó la mano arriba con el puño cerrado y
exclamando, serio y decididamente seguro de sí mismo:
- ¡¡Por nuestros amigos caídos…por los
sueños de Marina y Mirto!!
El resto del grupo hizo lo mismo, con
la misma expresión seria y decidida en sus rostros, gritando todos a la vez:
- ¡¡Sí!!
Aquel último gesto dio pero terminada
la reunión, y la emoción del momento desapareció en ese instante dejando de
nuevo paso a la seriedad. El preludio al combate final no había hecho más que
empezar:
- Este será nuestro último combate,
así que haced todos los preparativos necesarios…revisad vuestras armas, equipo
y objetos, hasta el más mínimo detalle- ordenó Jack, seriamente- lo que nos
espera por delante no será nada fácil, así que aseguraos de tenerlo todo listo
para el final…porque una vez que empecemos, ya no habrá vuelta atrás.
El hombre rubio y de ojos azules
añadió un último detalle, antes de que los demás se fueran:
- Una vez hayáis terminado,
descansad…debemos estar en plena forma para luchar contra Derriper.
El resto del grupo entendió la orden,
y los demás asintieron con la cabeza. Dieron media vuelta y caminaron directos
a la salida, desapareciendo uno tras otro mientras cruzaban el umbral de la
puerta mecánica abriéndose en dos.
Sin embargo, y a diferencia de sus
amigos, Erika fue la única en quedarse en la sala de mandos, junto con el mago
y los moguris. Cuando el resto del equipo se hubo ido, la chica se acercó a su
compañero y le dijo, seriamente y sin rodeos:
- Jack, tenemos que hablar.
El hombre rubio se dio cuenta, con
solo oír el tono serio de su voz y ver la expresión molesta de su cara, que
parecía estar enfadada por algo. Supo que la sala de mandos no era el lugar
apropiado para una posible discusión acalorada:
- Está bien, vamos a la sala de
operaciones.
Jack y Erika abandonaron la estancia
donde se encontraban los moguris y caminaron en silencio por los pasillos y
escaleras del interior de la aeronave, hasta dirigirse al sitio indicado. Se
aseguraron primero de que no hubiera nadie en la sala, que por suerte estaba
vacía, y se adentraron en ella cerrando las puertas tras su paso.
Una vez solos y aparentemente sin que
nadie pudiera oírles, el mago le dijo, con el mismo tono serio que la joven
había empleado antes con él:
- Muy bien, dime qué es lo que te
molesta.
Erika no se ando por las ramas y fue
directa al grano, sorprendiendo a su amigo con las siguientes palabras. Las
pronunció seriamente diciendo:
- ¿Por qué le mentiste?
Jack supo inmediatamente a lo que se refería
y permaneció tranquilo, conservando la calma. Exhaló un largo suspiro, antes de
responder pasados unos segundos de silencio:
- Lo hice por su propio bien.
- ¿Por su bien?- replicó la chica,
seria y enfadada- ¿Crees que ocultarle la verdad le hace bien? ¿Qué no sepa lo
que puede ocurrir en realidad?
La conversación y el ambiente estaban
cargados de profunda tensión, como la de un fino cable tenso a punto de
romperse. La situación estaba llegando a ser bastante incómoda para ambos:
- Créeme…por su propio bien, es mejor
que no sepa la verdad.
En ese momento la joven alzó un poco
la voz, ocurriendo lo inevitable: la discusión acalorada era inminente:
- ¿¡Ocultarle que no pudo completar la
transformación porque era joven te parece bien!? ¿¡Decirle que la luz de su
corazón lo protegerá siempre de la oscuridad te parece correcto!?- preguntó
Erika, molesta y enfadada- ¿¡No saber nunca que, cuando sea mayor, puede
convertirse en el mismísimo Ludmort!? ¿¡Qué quizá él mismo será el responsable
de la destrucción del mundo, dentro de varios años!? ¿¡Te parece bien que no
sepa todo eso, eh!? ¡¡Contéstame!!
Jack no pudo aguantarlo más y, aunque
ni él quería discutir, la furia que le estaba provocando su compañera lo hizo
llevarse por sus emociones. Él también alzó la voz, molesto y enfadado:
- ¿¡Crees que no lo sé!? ¿¡Crees que
no soy consciente de todo eso y de lo que significa!? ¿¡Crees que no sé que
Eduardo algún día, dentro de varios años, podría convertirse en un nuevo
Ludmort y matarnos a todos!?- exclamó el mago, furioso- ¡¡Estoy perfectamente
concienciado de la situación actual, y sé muy bien lo que podría pasar en el
futuro!! ¡¡Conozco las consecuencias y estoy dispuesto a arriesgarme, con todo
lo que eso conlleva!!
Lo que dijo Jack a continuación dejó
completamente sorprendida y perpleja a la chica, que en ese instante perdió
toda la furia y la rabia que tenía hasta entonces:
- ¿¡Crees que hubiera sido mejor
matarlo, asesinarlo…negarle su existencia, sólo por ser un monstruo!?- gritó el
hombre rubio, enfadado- ¡¡Es uno de los elegidos de la profecía, junto a ti…el
portador de la llave espada!! ¡¡No pienso matarlo, porque es nuestra única
esperanza…y también porque es nuestro amigo!!
Erika perdió en cuestión de segundos
la rabia contenida, y enseguida su rostro adquirió poco a poco un semblante
triste y arrepentido. Las palabras de Jack la hacían recapacitar y reflexionar
en silencio, mientras éste hablaba y lo escuchaba, atentamente:
- Si le mentí, no fue por egoísmo o
traición, sino porque quiero protegerlo…alejarlo de una vida triste y oscura…-
explicó el mago, más tranquilo y calmado pero igual de serio- ahora mismo
Eduardo arrastra un gran peso a su espalda, con el que lleva cargando toda su
vida, y demasiado grande para alguien tan joven como él…
Jack le preguntó en ese entonces a la
chica:
- Dime, Erika… ¿te gustaría pasar el
resto de tu vida viviendo con miedo y preocupación, sabiendo que quizá
cualquier día podrías convertirte en un monstruo y acabar con el mundo…sabiendo
que quizá, cuando menos te lo esperes, podrías matar inconscientemente a tu
familia y amigos…a tus seres queridos?
La joven entendió en ese momento la
razón por la que el hombre rubio mintió a su compañero, cuando habló de nuevo
diciendo, seriamente y sin vacilar:
- Yo nunca le desearía una vida así,
ni a él ni a nadie…quiero que viva y disfrute de una vida plena y sana, como la
de cualquier niño de su edad…que sea feliz…- explicó Jack, que luego la acusó
con una fría mirada mientras decía, seriamente- si de verdad le aprecias y le
quieres de todo corazón igual que yo, entenderías muy bien por qué lo hice…lo
comprenderías mucho mejor que nadie.
En ese momento, y viendo que Erika no
respondía ni parecía que fuera a comentar nada al respecto, el mago dio por
terminada la conversación. Dio media vuelta y se alejó caminando de la sala,
todavía serio y con expresión molesta en su rostro.
Sin embargo, la voz también seria de
la chica lo detuvo en seco a medio camino, entre la puerta y ella. A pesar de
reflejar tristeza y pesar en su cara, las serias palabras que pronunció con
emoción contenida fueron un duro golpe interior para el hombre rubio:
- Puede que tengas razón en que esto
sea lo mejor para él…pero sigo pensando…que esto está mal, Jack…- dijo Erika,
seriamente- se supone que somos un equipo, una familia… ¿Y si no confiamos los
unos en los otros…en quién lo haremos?
El mago no respondió a su pregunta.
Retomó la marcha y siguió caminando hacia la puerta, ocultando su rostro y con
un enorme peso emocional en su conciencia. Dejó a la chica sola en la sala de
operaciones.
Mientras tanto, en la cocina del
interior de Valor Alado, Rex y Alana charlaban durante las horas de descanso
que les quedaban, antes del final. La pelirroja estaba sentada en una de las
sillas, con los codos apoyados en la mesa y en una postura de cansancio y
aburrimiento a la vez.
El perro, por su parte, se encontraba
tumbado en el suelo, observando frente a su hocico la esfera de invocación roja
que tenía entre sus patas. Ambos parecían estar cansados y deprimidos:
- Y pensar que ya estamos cerca del
final…- comentó Alana, tras un largo suspiro de decepción- me cuesta creer que
ya nos vamos a enfrentar a Derriper y a Ludmort, después de todo lo que hemos
pasado…qué rápido pasa el tiempo, ¿verdad?
- Y tanto…parece que fue ayer cuando
llegamos a Airdreve y te encontramos tirada en el suelo, bajo los abusos y las
burlas de tus compañeros de la escuela de aviación- asintió Rex- ninguno de
ellos creía en ti, en que podrías lograr lo mismo…llegar a ser piloto.
La pelirroja sonrió por lo bajo, al
recordarse a sí misma en el pasado y compararse con la que era ahora. Por aquel
entonces se sentía más débil e insegura, debido a los abucheos que recibía por
parte de Howard y los suyos, que la infravaloraban y la menospreciaban por el
simple hecho de ser mujer.
Sin embargo, todo cambió desde el día
en que conoció a los dos elegidos y a los demás, con quienes se unió al grupo y
se convirtió en una guardiana más. Ni Jack ni el resto la ofendían ni la hacían
sentirse inferior, y la trataban como a una igual dentro del grupo:
- Sí, ha pasado mucho tiempo desde
entonces…- sonrió Alana a medias- y mírame ahora…piloto la más grande e
increíble aeronave que existe en el mundo, única en toda Limaria.
- Sí…al menos, esto es mucho mejor que
aquella vieja chatarra de avioneta- comentó el perro, esbozando una media
sonrisa burlona.
- Pues te recuerdo que aquella vieja
chatarra nos salvó de acabar en la cárcel, y también nos mantuvo a flote en el
mar durante más de una semana, hasta que llegó la tormenta…- explicó la
pelirroja, orgullosa de su antigua avioneta- sin duda, esta aeronave es digna
merecedora de llevar el nombre de “Valor Alado”.
Rex no le contradijo, pues estaba de
acuerdo con ella en todo lo que había dicho. Sabía que, de no ser por aquella
vieja avioneta aparcada y llena del polvo de años en el hangar trasero de la
casa de la piloto, no habrían huido de Airdreve ni tampoco aguantado tanto
tiempo en el mar.
La vieja máquina a la que él y Cristal
más de una vez llamaron chatarra fue su bote salvavidas en el infinito océano
de Limaria, y que en gran parte los salvó la vida:
- Tienes razón, hay que darle las
gracias a esa vieja chatarra- sonrió Rex- pues, de no ser por ella, nunca nos
habrías ayudado…ni tampoco habrías cumplido tu sueño de ser piloto.
Aquella afirmación sorprendió a Alana,
que sintió en ese momento una sensación cálida en su interior y la hizo esbozar
inconscientemente una media sonrisa de felicidad:
- Sí…aunque no tenga títulos o
certificados que lo demuestren, ya soy una auténtica piloto- dijo la pelirroja,
hablando con el corazón- desde pequeña lo tenía muy claro, sabía lo que quería
hacer, a lo que quería dedicarme…había nacido para volar.
El perro la miraba, orgulloso de su
compañera, mientras sonreía:
- Me alegro mucho por ti…es realmente
bonito eso de cumplir un sueño que llevas tanto tiempo persiguiendo, ¿verdad?
- Desde luego- sonrió Alana, que en
ese instante se acordó de él y le preguntó de la misma forma- ¿Y tú? ¿Has
logrado cumplir tu sueño?
Rex tardó un poco en responder. Desvió
la vista y centró su atención en la esfera de invocación que tenía en el suelo
frente a él, rodeada por sus dos patas delanteras:
- Técnicamente sí, puesto que ya tengo
lo que andaba buscando…al guardián de la fuerza Ifrit- asintió el can- sin
embargo, dudo mucho que llegue a ser el famoso perro Kengo de la leyenda, el
que menciona…se dice que era muy fuerte, el más poderoso y único en su
especie…- que, tras un largo suspiro de decepción, añadió- al lado de él, yo
sólo soy un cero a la izquierda, otro perro más del montón…nunca sería capaz de
igualarlo, aunque me esforzara…
La pelirroja notó que su amigo se
estaba deprimiendo por momentos, y enseguida trató de animarlo. Verlo triste y
deprimido la deprimía a ella también. De la misma forma que el can había
conseguido sacarle una sonrisa, Alana también quería alegrarlo de alguna forma:
- ¿Sabes? Por las cosas que has hecho
en esta aventura, yo no diría que eres un perro normal y corriente…- comentó la
piloto, cálida y segura de sus palabras- desde luego, no conozco de nada a ese
famoso perro legendario del que hablas, pero de una cosa sí estoy completamente
segura…
Lo que dijo Alana a continuación dejó
muy sorprendido y perplejo a Rex, que se quedó con los ojos y la boca abierta
de asombro, durante unos segundos:
- Al menos para mí, y para todos
nosotros, tú ya eres toda una leyenda…única e inigualable en su especie.
En ese instante la situación se volvió
un tanto incómoda, con un repentino silencio que la pelirroja rompió enseguida
exclamando, con una sonrisa pícara y burlona:
- ¡Una leyenda muy mona y adorable…en
un carrito y vestida de bebé con su chupa en la boca!
Sabía que el recuerdo de su aventura
por Oblivia para rescatar a la princesa lo molestaría mucho, en especial el
momento en que ambos se disfrazaron a las puertas del castillo para engañar a
los guardias y adentrarse en su interior. Alana se disfrazó de mujer medieval,
con un bonito vestido de la época, mientras que Rex se vistió de bebé y se
metió dentro de un carro de la compra de supermercado, ataviado con mantas y
sábanas blancas.
Cada vez que lo recordaba el perro se
ponía de mal humor, y definitivamente aquel comentario rompió la emoción del
momento. El perro le tiró una manzana que se estaba comiendo a la mujer en toda
la cara y le dijo, enfadado:
- ¡Vete a la mierda, Alana!
La pelirroja se echó a reír de la
gracia por el insulto, y sus carcajadas muy pronto contagiaron al propio Rex,
que no pudo evitar reírse al recordarlo. Las risas y la diversión llenaron toda
la cocina de Valor Alado, y suponían una buena dosis de relajación, antes del
inminente final que les esperaba.
Mientras tanto, en ese mismo momento,
Cristal se encontraba en su habitación, tumbada boca arriba en la cama. A pesar
de que antes de la reunión estaba muerta de sueño, tras jurar todos a la vez
que lucharían por sus amigos caídos, éste se le había pasado. Ya había
terminado de hacer los últimos preparativos para el combate final, y ahora
trataba de descansar, de recuperar todas sus fuerzas para la difícil batalla
que les esperaba. Sabía que no sería nada fácil.
Unos golpes en la puerta cerrada de su
habitación la despertaron de sus pensamientos, apartándola de las nubes y
volviendo otra vez a la realidad. Sacudió la cabeza y dijo en voz alta, en tono
de pura vagancia y sin ganas de hacer nada:
- Adelante.
Ni siquiera se molestó en girar la
cabeza para ver quién acababa de entrar, y cerró los ojos tratando de fingir
que estaba a punto de dormirse. Se dio cuenta en ese instante de que hubiera
sido mejor no responder a la llamada y así evitar que pasaran, pero ya era
demasiado tarde:
- Resulta muy raro verte tan
tranquila…salvo cuando duermes, claro- dijo la voz del que acababa de entrar,
con jovial serenidad- eso de pensar demasiado no es propio de ti.
Cristal reconoció la voz del recién
llegado, y se levantó de repente a toda velocidad, alarmada y aún sentada en la
cama:
- ¡¡R…Ray!!- exclamó la princesa, muy
sorprendida- ¿¡Qué haces aquí!?
Estaba claro que la chica con coletas
no esperaba verlo a él, y éste se dio cuenta por su repentina reacción al oír
su voz:
- Acabo de entrar- respondió el chico
con gafas, esbozando una media sonrisa pícara y burlona- tú misma dijiste que
pasara.
Ray dio media vuelta, en un ademán de
marcharse por donde había venido. Comentó diciendo, a modo de disculpa:
- Si te pillo en mal momento, ya
vendré más tarde.
Cristal se apresuró a decir, nerviosa
y alarmada:
- ¡No, no, no…no te vayas! ¡Quédate un
rato!- exclamó ella, agitando los brazos y las manos en gesto de nerviosismo.
El joven de negro se detuvo en seco a
medio camino entre su amiga y la puerta. Sonrió diciendo, a través de los ojos
azules que reflejaban los cristales de sus gafas:
- Está bien.
Ray se acercó y se sentó en el borde
de la cama, y la princesa se acomodó de la misma forma para sentarse a su lado.
El chico le dijo en ese momento, con más seriedad y algo de pesar:
- No sé si lo sabrás, pero…esta noche
se libra la gran guerra entre Oblivia y Metroya- comentó Ray, tristemente y con
pesar- los dos ejércitos ya estarán camino al encuentro, en medio del
continente central…todo se decidirá hoy…
Cristal también se mostró seria en ese
momento, al iniciar su compañero un tema de conversación tan importante para
ambos. Sabían muy bien lo que aquello significaba, y las terribles
consecuencias del enfrentamiento que iba a producirse:
- Nuestros reinos van a enfrentarse a
muerte, por una vieja y estúpida leyenda de hace siglos de historia… ¿y todo
para qué?- dijo la chica con coletas, de nuevo pensando con madurez y actitud
crítica y reflexiva. Su rostro ahora se mostraba triste y preocupado- lo único
que consiguen con este conflicto es crear un mundo impulsado por el egoísmo y
la maldad, en el que la gente sufre y mueren millones de vidas inocentes, sin
razón ni culpa alguna… ¿es que no se dan cuenta de que el odio y la obsesión de
poder no hacen más que traer mal al mundo? ¿Qué cuándo lo hayan destruido y
arrasado todo a su paso, ya no les quedará nada más que vacío y muerte a su
alrededor?
Ray la escuchaba, atentamente y sin
apartar la atención de sus palabras. La entendía y la comprendía con total
claridad, pues él también pensaba lo mismo y estaba de acuerdo con ella:
- Te entiendo perfectamente, y sé lo
que quieres decir…pero…por desgracia, no se puede cambiar esta oscura y amarga
realidad- afirmó el chico de negro, triste y afligido- no se puede luchar así
de fácil contra un sistema que lleva imponiéndose desde hace siglos de
historia…para eso haría falta algo muy grande y lo bastante fuerte como para
sobreponerse, para destruir lo que durante tanto tiempo lleva vigente…algo
como…
- Nosotros- concluyó la princesa, que
de repente adquirió una seriedad y seguridad en sí misma, muy raro en ella.
Al chico le sorprendió mucho lo que
acababa de decir Cristal, y levantó la vista a un lado para mirarla. Todavía
confuso, preguntó:
- ¿Nosotros?
La princesa asintió con la cabeza,
mirando al frente. Lo que dijo a continuación sorprendió a su compañero de tal
manera que se quedó con los ojos y la boca abierta de asombro:
- Somos nosotros, los que formamos parte
de las altas esferas, los que tenemos acceso a la política y al poder, los que
podemos hacerlo…- afirmó la chica con coletas, seriamente- en nuestras manos
está la posibilidad de cambio, la posibilidad de mejorar…somos nosotros los
únicos que podemos ofrecerles una nueva vida a nuestros reinos…los únicos con
suficiente poder político para cambiar las cosas…para hacer de este mundo un
lugar mejor.
Aquellas bonitas e idílicas palabras
sorprendieron a Ray, que aún así no gozaba del mismo optimismo que su amiga. Le
respondió, apenado y con sinceridad:
- Bonitas palabras para algo tan
utópico y lejano…ojalá todo lo que has dicho fuera posible y real…- comentó el
chico con gafas, como si estuviera hablando de una fantasía inexistente- ¿Cómo
podríamos nosotros, un príncipe y una princesa de reinos enemigos, acabar con
esta situación? ¿Cómo podemos nosotros dos marcar la diferencia?
- No lo sé, pero…- en ese momento ella
giró la cabeza y lo miró a los ojos, con una media sonrisa- sea lo que sea, si
estamos juntos, estoy segura de que todo saldrá bien.
La sonrisa cálida de la chica también
lo contagió a él, que acabó sonriendo de la misma forma. Su mirada dulce y
llena de esperanza le dio fuerza y ánimos para creer que todo era posible:
- Un mundo mejor… ¿es ése tu sueño?
Cristal negó con la cabeza, sonriendo
a medias, y respondió diciendo:
- ¡Qué va, eso es sólo una opinión mía
sobre el tema…pero no se trata de mi verdadero sueño!- afirmó la princesa, muy
segura de todas y cada una de sus palabras- tengo muy claro que mi vida no está
destinada a gobernar un reino, ni tampoco a permanecer atada a todas las
responsabilidades que conlleva hasta el día de mi muerte…no, yo no sirvo para
ese tipo de vida, no he nacido para estar enjaulada…sino completamente libre.
Ray sonrió de alegría y alivio, al
darse cuenta de que él también estuvo un tiempo en esa situación, y que ambos
coincidían en el mismo deseo. Los dos habían nacido para un tipo de vida al que
estaban irremediablemente condenados, a pesar de querer lo contrario:
- ¿Ansias de libertad, quizá?-
preguntó el chico, con curiosidad.
La princesa volvió a negar sacudiendo
la cabeza, aunque esta vez algo pensativa, como si no tuviera la respuesta muy
clara:
- Sí, bueno…es uno de mis sueños, pero
no el mayor de todos.
- ¿Y cuál es el más importante para
ti, entonces?
Cristal se sonrojó un poco, al
recordarlo cuando se lo dijo a Erika aquel día, mientras estaba atada al árbol
tras ser capturada por Jack y los demás. Recordó con nostalgia que ése mismo
día se unió al equipo de elegidos y sus guardianes, embarcándose en la mayor
aventura de su vida.
No recordaba habérselo contado a Ray
desde la noche en que se besaron por primera vez, aún siendo enemigos de bandos
contrarios, y le daba un poco de vergüenza decirlo ahora:
- Te parecerá una tontería, pero…desde
siempre…mi mayor sueño ha sido buscar y encontrar el amor verdadero…ése del que
tanto hablan los cuentos de hadas…- explicó la princesa con coletas, sonrojada-
porque yo…siempre he creído en él…en que existe de verdad…
El chico de negro la miraba, con una
media y dulce sonrisa cálida. Le preguntó con cariño diciendo:
- ¿Y cómo lo sabes? ¿Cómo crees tú que
existe el amor verdadero?
Cristal tardó un poco en responder.
Pronunció unas bonitas y sinceras palabras, dichas con el corazón:
- Porque te conocí a ti, y desde
entonces todo cambió para mí…contigo he sentido cosas que nunca jamás había
imaginado, cosas que creía fantasiosas e irreales, cosas con las que soñaba
siendo muy pequeña…- dijo la princesa, con una media sonrisa enamorada- y ahora
pienso y creo…que por fin he encontrado lo que tanto buscaba…y que gracias a
ti…he logrado cumplir mi sueño…el sueño de encontrar al amor de mi vida.
En ese momento ambos acercaron sus
rostros cerrando los ojos, y sus labios se unieron en un largo y dulce beso de
amor. No recordaban la última vez que se besaron, después de todos los
obstáculos y los combates por los que habían pasado.
Habían muchas posibilidades de que
aquel fuera el último descanso, de que aquella fuera su última noche juntos, y
querían disfrutarla hasta el final.
Los dos se separaron un poco, sin
dejar de mirarse a los ojos. Cristal recordó algo que le parecía importante, y
le preguntó a su compañero:
- Ahora que lo pienso, creo que nunca
me has hablado de tu sueño… ¿Hay algo muy especial para ti, algo importante que
quieras cumplir alguna vez…antes de morir?
Ray tardó un poco en responder. Se
mostró pensativo y reflexivo durante unos cortos segundos, tras los cuales
finalmente respondió diciendo:
- Me he pasado toda la vida acatando
órdenes y cumpliendo misiones, sin pensar siquiera en lo que realmente quiero
para mí…- explicó el chico de negro- que Derriper anulara mi opinión y mi
propia voluntad durante tantos años, ha hecho que me convierta en un simple
robot humano, sin objetivos ni fines por los que hacer las cosas, que actuara
sin reflexión crítica…por eso creo que no tengo ambiciones y sueños, ni tampoco
uno en especial por el que luchar…
La princesa lo escuchaba, atentamente
y sin apartar la vista de su amigo:
- Ahora que tú me liberaste, que me
salvaste de la oscuridad y me diste una nueva oportunidad…ya soy libre de
vivir, de hacer lo que quiera y de vivir mi propia vida…- afirmó Ray- sin
embargo, no tengo nada…no tengo ni una sola razón u objetivo por el que vivir y
levantarme cada día…no tengo un propósito o una meta que alcanzar, cuando todo
esto acabe…ni un solo sueño por el que luchar y seguir adelante, que me dé
ánimo y fuerzas para darle sentido a mi vida…
Cristal sonrió cálidamente en ese
momento y colocó su mano encima de la de él. Éste la miró a los ojos y ella le
dijo, con una media sonrisa enamorada:
- ¿Quedarte conmigo para siempre no te
parece una buena razón?
Ray sonrió de la misma forma mientras
la miraba, con cariño:
- Parece una meta muy difícil de
alcanzar, pues nada de este mundo dura eternamente…pero, sin embargo, creo que
es un buen sueño para empezar.
- Yo también lo creo- dijo Cristal,
más feliz que nunca- y estoy dispuesta a cumplirlo contigo…si me lo permites,
junto a ti.
La princesa y él sonrieron de cariño y
felicidad, y de nuevo volvieron a besarse dulcemente. Nada ni nadie los hubiera
hecho más felices que estar juntos en aquel mágico momento para ambos.
Mientras tanto, y alejado de toda
compañía de sus amigos, Eduardo se encontraba sólo en el mirador exterior de
Valor Alado. Estaba de pie y asomado en una de las barandillas, contemplando en
silencio el infinito mar de nubes y el cielo nocturno estrellado que
sobrevolaban. La brisa de aire de la madrugada lo refrescaba, sacudiendo ligeramente
su pelo y el flequillo oscuro de su frente.
Con la cara triste y apenada, su
mirada se perdía en el horizonte mientras al mismo tiempo su mente y
pensamientos estaban en otra parte, muy lejos de allí.
No dejaba de pensar en las últimas
palabras del científico de negro, antes de morir, y que aseguraban el fin del
mundo a pesar de lo que hicieran ahora. La siniestra seguridad con la que el
enemigo predecía el futuro y la afirmación de que él mismo acabaría
convirtiéndose en Ludmort para destruir el planeta lo aterrorizaban.
Por alguna extraña razón, y a pesar de
lo que le dijera Jack sobre su transformación, en su interior sentía una
tremenda preocupación que lo asustaba. Tenía un mal presentimiento, que aunque
trataba de combatir con la palabra del mago, no conseguía quitárselo de encima,
por mucho que quisiera:
“¿Será verdad lo que me dijo Jack?”-
pensó Eduardo en su mente, confuso y perdido- “yo confío en él, porque sé que
nunca me mentiría…pero, sin embargo… ¿Qué es esta preocupación que siento? ¿Por
qué tengo un mal presentimiento?”
En ese momento el chico se apartó
repentinamente de sus pensamientos, al escuchar que la puerta al mirador se
abría detrás de él. No se molestó en mirar atrás para ver quién había venido,
cuando oyó los pasos del recién llegado acercarse lentamente a él:
- Sabía que te encontraría aquí- dijo
una voz conocida, mientras se apoyaba en la barandilla y de pie junto a él.
Eduardo giró la cabeza a un lado, a la
persona que estaba a su lado, y no se sorprendió cuando sus ojos se encontraron
con los de Erika. Ambos desviaron a la vez sus miradas y volvieron la vista al
frente, al inmenso mar de nubes que sobrevolaban.
La luna y las estrellas yacían
brillando y resplandeciendo en el manto azul y negro del cielo nocturno,
aportando un hermoso paisaje de belleza al lado del gigantesco punto rojo de
Ludmort:
- Parece que, finalmente, nuestra
aventura por Limaria se acaba…- comentó la chica, triste y afligida- nuestro
largo viaje por este mundo mágico…está llegando a su fin.
- Sí…todo se decidirá esta noche…-
dijo Eduardo, también de la misma forma- por fin ha llegado la hora de
enfrentarnos a Derriper y a Ludmort…de poner a prueba todo lo que hemos
aprendido hasta ahora…y también de afrontar el tan esperado momento para el que
llegamos a este mundo…acabar con el monstruo y cumplir la profecía.
Un incómodo silencio se apoderó de la
situación, que envolvió el ambiente y sumió a los dos jóvenes en un momento de
dudas e inquietudes. Ambos le estaban ocultando un secreto al otro, y que no
podían rebelar debido a las circunstancias; Eduardo, por un lado, que debía
matarla para cumplir la profecía, y Erika por otro, la mentira que le había
dicho Jack acerca de su transformación en Ludmort.
Para evitar recordar esos oscuros
pensamientos, a la chica se le ocurrió la buena idea de cambiar de tema. Al
cabo de unos largos segundos de silencio, en los que parecía que la
conversación se había acabado y ya no quedaba nada más por decir, Erika habló
de nuevo diciendo, con una media sonrisa nostálgica:
- Aún recuerdo aquellas primeras
semanas en Idnia, en la casa de Jack…cuando él y Asbel nos entrenaron por
separado a cada uno durante un mes entero, a mi en la magia y a ti en la
esgrima.
A la memoria de Eduardo llegaron
imágenes y recuerdos fugaces, relacionados con las palabras de su amiga. Los
recuerdos de sus primeros días en Limaria, teniendo al guerrero espadachín
Asbel como tutor, rememoraron sus inicios en el prólogo del viaje que más tarde
recorrerían por el mundo mágico paralelo a La Tierra:
- Sí…fue un mes duro, sin duda…de
hecho, uno de los peores que recuerdo en toda mi vida…- sonrió el chico,
contagiado por la nostalgia de su compañera- aún me duele la nariz cada vez que
pienso en el puñetazo que me dio aquel moguri en la cara, por tocarle el pompón
rojo de su cabeza.
Erika no pudo evitar reírse de la
gracia. Recordaba con detalle aquel momento, como si lo hubiera vivido el día
anterior:
- ¡Incluso yo también me moría de
curiosidad por tocarle el pompón, pero después de ver lo que te hizo, cambié de
idea!- respondió la chica, sonriente- ¡seguro que a mí también me habría
soltado un puñetazo en toda la cara!
Los dos jóvenes no aguantaron más y en
ese instante empezaron a reírse de verdad, soltando carcajadas y riéndose de la
gracia. Hacía mucho tiempo que no se reían de aquella forma, tanto que no
recordaban la última vez que lo hicieron.
Al cabo de un rato, y después de
desahogarse durante unos largos segundos de plena risa, al final lograron
calmarse. Las risas y la diversión habían logrado quitar la incomodidad y
eliminar las dudas y los miedos que antes tenían. Ahora una sensación cálida y
agradable reinaba en el mirador exterior de Valor Alado:
- ¿Te acuerdas…de cuando vivíamos en
La Tierra?- preguntó Erika, con una media sonrisa nostálgica.
- Sí, cuando no éramos más que dos
simples estudiantes de secundaria…todo era mucho más fácil y sencillo…nuestra
única preocupación eran los estudios…y, el resto, vivir y disfrutar de la
vida…- afirmó Eduardo, también sonriendo nostálgicamente- y sin embargo,
míranos ahora…somos los dos elegidos portadores de unas armas sagradas, y
también los únicos capaces de salvar ambos mundos de la destrucción…
> Nunca imaginé que acabaríamos
convertidos en héroes, ni tampoco que viajáramos por un mundo mágico paralelo al
nuestro, luchando contra peligrosos monstruos y usando magia…- a lo que añadió,
asombrado y sin poder creérselo- me resulta tan raro, tan fantástico y tan
irreal que…todo esto es como si fuera…
La chica completó la frase de su
amigo, diciendo:
- ¿Un sueño, verdad?- sonrió ella, que
también añadió alegremente- ¡Pues, si te soy sincera, yo podría acostumbrarme a
esto! ¡Llevo tanto tiempo usando magia que ya la noto como si fuera parte de
mí!
Lo que le preguntó el chico a
continuación, al verla tan segura y feliz de sus palabras, la hizo borrar su
amplia sonrisa en un instante. Eduardo le dijo, con tristeza y pesar:
- ¿No echas de menos a tus padres,
vivir en La Tierra…y ser de nuevo una chica normal y corriente?
Su compañero había iniciado un tema de
conversación serio e importante, y ella también adquirió un rostro triste y
sentimental. Respondió, lenta y emocionalmente diciendo:
- Al principio lo deseaba con todas
mis fuerzas, y mantenía viva la esperanza todos los días rogando,
suplicando…que cualquier mañana me despertara en la cama de mi habitación,
sonriendo porque sólo fuera un sueño…- explicó Erika, con la mirada perdida en
el horizonte- y sin embargo ahora, después de todo por lo que hemos pasado,
vivir en Limaria ya no me parece tan malo…aquí la magia existe, es real…igual
que en los cuentos de hadas.
La chica hizo una pequeña pausa,
triste y nostálgica, y habló de nuevo con sinceridad:
- Sin embargo, aunque todo esto sea
demasiado bonito e increíble…yo…siento que no pertenezco a este mundo…- afirmó la
joven, tristemente y hablando con el corazón- yo he nacido y crecido en La
Tierra, el planeta que desde siempre ha sido mi hogar…tengo a mi familia y
amigos, e incluso mis planes y proyectos de futuro…todo lo que quiero está
allí, esperándome…y eso no lo encontraría aquí…
Eduardo la escuchaba atentamente y, al
igual que ella, mirando al frente, con la mirada perdida en el horizonte. La
chica deseaba volver a casa, a su verdadero hogar. Aunque le gustara el mundo
mágico de Limaria, sabía que en lo más profundo de su corazón ella no formaba
parte de él, y que ansiaba realmente volver a La Tierra:
- Al menos ahora ya tengo una razón
para luchar, y que me impulsa a seguir adelante…- dijo la chica, con un poco
más de confianza y seguridad en sí misma- lucho para volver a casa, donde me
esperan mi familia y amigos…donde me espera un futuro por delante.
En ese momento el rostro del chico
reflejó aún más tristeza y pesar, al oír las palabras de su compañera. Erika se
dio cuenta enseguida de que su amigo estaba deprimido, y un terrible
sentimiento de culpa la invadió por dentro al pensar que ella había sido la
causa. Lo miró a los ojos y le preguntó, preocupada:
- ¿Edu?
Él tardó un poco en responder. No
dejaba de mirar el horizonte, con la mirada perdida y el semblante de su cara
triste y deprimido. Incluso su voz denotaba tristeza:
- Yo no nací en La Tierra, y tampoco
soy parte de ella…todos estos años he vivido engañado a base de mentiras, en un
mundo que no me correspondía y que me parecía real…- explicó el joven, triste y
afligido- nací siendo el resultado de un experimento de la organización Muerte,
sin padres, familia o amigos que me cuidaran…hasta hace poco creía tener una
vida, pero en realidad era el vivo fantasma con los recuerdos de otra persona
muerta…sólo soy un auténtico impostor que nunca debió haber existido…tal y como
me dijo Derriper en aquel sueño…
La chica lo escuchaba, con tristeza y
pesar en el tono de sus palabras. Su compañero estaba realmente deprimido, y no
hacía falta mirarlo para saberlo:
- Es ahora cuando me doy cuenta…de que
yo siempre he sido parte de Limaria, desde el principio…nací aquí, soy un ser
vivo mágico más de este mundo…y por lo tanto es como si nunca hubiera existido
en La Tierra…- afirmó el joven, triste y apenado- por eso yo…siento que no
pertenezco a ese mundo…y tampoco tengo nada real en él…ni familia ni amigos, y
mucho menos un futuro por delante…no hay nada ni nadie esperándome en La
Tierra…
La joven volvió la mirada al frente,
con el semblante de su cara triste y afligido igual que él, y apoyó su cabeza
cariñosamente en el hombro del chico, de forma que ambos permanecieron así
juntos durante un rato:
- Eso no es cierto…- dijo la chica-
porque yo te espero…siempre te he estado esperando.
- No puedes esperar a alguien que no
existe, Erika…todos los recuerdos que compartimos de nuestra infancia, todos
esos momentos y esos instantes que pasamos juntos…no son y nunca fueron
reales…- explicó Eduardo, triste y apenado- ni siquiera la promesa que te hice
aquella noche fue real…Gabriel es el único que debería llevar este colgante…el
que debería estar contigo y protegerte para siempre…porque yo soy el fantasma
de lo que queda de él, y estoy ocupando su lugar…
La joven tardó un poco en responder.
Pronunciaba cada una de sus palabras con los sentimientos y las emociones
propias de su interior, hablando con sinceridad:
- Me da igual que seas un impostor o
un fantasma de Gabriel…porque aunque digas que todos nuestros recuerdos son
falsos…para mí sí son reales…en mi corazón era real…
Eduardo la escuchaba, sin apartar la
vista del frente. Sentía el calor del cuerpo de la chica pegado al suyo, y
ambos mirando el paisaje del mar de nubes a su alrededor:
- Tampoco me importa que seas el
resultado de un experimento, o que seas la reencarnación del mismísimo
Ludmort…porque todas las aventuras que hemos vivido juntos en Limaria ya forman
parte de mis recuerdos, de mi memoria…y eso es algo de lo que no me olvidaré
nunca…- dijo ella, con una media sonrisa de felicidad- al menos ahora, en este
mundo, sí sé que tengo recuerdos reales contigo…los nuestros propios, en los
que sólo aparecemos tú y yo…
Eduardo se sorprendió por las palabras
de su amiga, y la miró asombrado mientras ésta seguía hablando, con la vista al
frente:
- Erika…
- Por eso me da igual el pasado que
tengas, por muy oscuro que sea…aunque no nacieras en La Tierra, sí que te
criaste y creciste en ella…para mí es como si fueras parte de él, de mi
mundo…como si hubieras crecido conmigo todos estos años…- asintió la chica,
sonriendo dulcemente- por eso quiero darte un nuevo futuro, una nueva razón
para volver a casa…quiero ayudarte a vivir…- y colocó su mano encima de la de
él, las dos apoyadas en la barandilla- y estar contigo siempre.
Eduardo volvió la mirada al frente,
conmocionado por sus palabras. La chica ya le había confesado lo que sentía en
una ocasión anterior, y le había dejado claro sus sentimientos por él. El joven
también la quería, desde la noche de la promesa hace siete años, y desde
entonces no había dejado de pensar en ella.
Sin embargo, dos oscuros obstáculos se
interponían entre ambos: la profecía y el hecho de que él mismo era la
reencarnación de Ludmort. El primero de ellos tenía que ver con la maldición de
ser los dos los portadores de las armas sagradas: la portadora de la vara
mágica debía morir a manos de su compañero para acabar con el monstruo y así
salvar el mundo.
El segundo de ellos, por otro lado, se
trataba de la verdadera identidad de Eduardo. Su condición como portador de la
materia suprema le otorgaba una enorme responsabilidad, demasiado grande para
un joven de su edad. A pesar de saber que nunca completaría la transformación y
tampoco que acabaría destruyendo el planeta, sí que cabía la posibilidad de que
volviera a convertirse en una bestia salvaje y descontrolada.
La sola idea de que se transformara
estando con Erika le aterraba, pensando que podría hacerle daño o incluso
matarla, y la chica se dio cuenta enseguida con solo mirarlo a la cara que algo
grave le preocupaba:
- Edu… ¿qué ocurre?
El chico tardó un poco en responder.
De nuevo una expresión triste y apenada se reflejaba en su rostro, que
pronunció hablando sinceramente y con el corazón:
- Aún sabiendo lo que soy en realidad,
quien soy y de lo que puedo hacer… ¿Quieres estar conmigo? ¿De verdad eres capaz
de amar…a un monstruo?- preguntó Eduardo, deprimido- aunque no pueda completar
la transformación, sí que existe la posibilidad de que vuelva a convertirme en
una bestia salvaje…y si algún día llegara a hacerte daño, yo…no me lo
perdonaría nunca.
La chica respondió, cálidamente y
segura de sus palabras:
- Correré el riesgo, sin importar los
peligros y las consecuencias que eso conlleve…porque confío en ti, sé que no
eres un monstruo…- dijo ella, con una media sonrisa de felicidad- y también
porque eso es lo que llevamos haciendo todo este tiempo…afrontar retos y
peligros juntos, sin importar lo demás…porque somos y formamos un buen equipo.
Eduardo se sorprendió mucho con las
palabras de su amiga, que se quedó perplejo y asombrado al oírlas. Ambos se miraron
a los ojos y el chico dijo, sorprendido:
- Erika…
La joven pronunció en ese momento, más
valiente, segura de sus palabras y con una media sonrisa cálida:
- Si empezamos esto juntos, lo
terminaremos juntos…hasta el final.
El chico pareció alegrarse más tras
ver a su compañera tan valiente y decidida, y la tristeza que sentía
desapareció en un solo instante. Los miedos que le preocupaban hasta hace unos
minutos parecieron borrarse, y en su lugar una amplia sonrisa de alegría se
dibujó en su cara, más viva y llena de esperanza:
- Juntos hasta el final- sonrió
dulcemente Eduardo.
En ese momento la chica se separó un
poco de él, en el cual reinó un repentino pero cálido y agradable silencio
entre los dos. Al cabo de varios segundos mirando de nuevo el horizonte en el
mar de nubes, el joven volvió a hablar, sin dejar de esbozar la misma y tierna
sonrisa:
- ¿Recuerdas aquella vez, en las
praderas de Idnia…cuando hablamos del tema de los sueños?- preguntó el chico-
¿Cuándo me contaste que el tuyo…era encontrar la llave para abrir el diario de
tu abuelo?
- Sí, de hecho sigue siendo mi sueño,
desde siempre…- recordó ella, pensativa, que luego cayó en la cuenta de lo que
quería decir su amigo- ¿ya has encontrado el tuyo?
- Sí…he tardado mucho más de la
cuenta, pero…creo que ya tengo un motivo por el que luchar…una razón para no
rendirme y seguir adelante…algo que le dé sentido a mi vida…
Erika se sintió repentinamente curiosa
por las palabras de su compañero, y esbozó una amplia sonrisa. Le preguntó
diciendo, intrigada por saber lo que era:
- ¿De verdad? ¿Y qué es?
Eduardo tardó un poco en responder.
Alzó la vista al cielo nocturno y contempló las estrellas brillando en el
firmamento, con su hermoso resplandor mágico. Sonrió cálidamente y dijo,
hablando con el corazón:
- Mi sueño…es cambiar la historia.
La joven se sorprendió mucho con lo
que acababa de decir el chico: desde luego no era un sueño común y corriente.
No recordaba haber oído a nadie antes tratar de alcanzar esa meta, bastante
difícil y profunda:
- ¿Cambiar…la historia?- preguntó
ella, confusa y perpleja.
Eduardo asintió con la cabeza, sin
dejar de mirar al cielo:
- Sí…por eso creo que la llave espada
me eligió a mí, a pesar de ser la reencarnación de Ludmort…porque tengo un
poder capaz de cambiar el mundo…- y luego bajó la vista y miró a la chica a los
ojos- por eso somos los primeros portadores de las armas sagradas tan
jóvenes…porque ellas nos eligieron a nosotros para cambiar la historia.
Erika estaba asombrada por la
determinación de su amigo, que parecía muy seguro de sus palabras y dispuesto a
cumplir su sueño. Verlo tan confiado, valiente y seguro de sí mismo la llenaba
de alegría, pues el chico que tenía delante ya en nada se parecía al joven
tímido e inseguro que conocía. Sin duda había cambiado y madurado:
- Ojalá tengas suerte y puedas cumplir
tu sueño…- sonrió la joven, dulcemente- pase lo que pase, no te rindas nunca.
Eduardo sonrió de la misma forma,
agradecido, y ambos se miraron fijamente a los ojos durante un largo rato.
Un pequeño y fugaz resplandor de luz
los sorprendió en ese momento, rompiendo el instante mágico. Los dos desviaron
la mirada hacia uno de los bolsillos de la chaqueta blanca de Erika, que algo
en su interior brilló con una misteriosa luz durante apenas unos breves segundos,
para luego apagarse de nuevo:
- Casi lo había olvidado- recordó la
chica, al instante- la esfera de los deseos…
Ella extrajo de su bolsillo el objeto
esférico que les había regalado Mirto a ambos, uno a cada uno, y que servía
para cumplir deseos. Aquellas esferas eran únicas y especiales, pues nunca
antes habían existido otras iguales, y ellos eran los primeros elegidos en toda
la historia de Limaria en poseer algo parecido, de un extraordinario valor
incalculable.
El propio anciano les dijo en su
momento que los mismísimos dioses habían creado esas esferas para ellos, y que
nadie más en el mundo podía usarlas. Los dos sabían de sobra lo que aquello
significaba, y no podían jugar con ellas como si de juguetes se trataran. Eran
de un solo uso, y tenían que tener mucho cuidado con lo que pedían, puesto que
podía hacer realidad cualquier deseo que pidieran, ajeno a los propios dioses.
La joven sostuvo en su mano el objeto,
y los dos se quedaron mirándolo con asombro y perplejidad. El fugaz resplandor
de luz desapareció antes de sacarla del bolsillo, y ahora seguía siendo normal
frente a sus ojos:
- Qué extraño…juraría que acabo de
verla brillar…- comentó Erika- puede que sean imaginaciones mías…
Eduardo preguntó en ese momento, aún
mirando la esfera:
- ¿Sabes ya lo que vas a pedir?
Ambos levantaron la vista y se miraron
fijamente a los ojos:
- Todavía no tengo mi deseo pensado…-
dijo la chica, pensativa- estoy indecisa y no sé qué pedir.
Erika recordó entonces que él también
podía formular un deseo con su esfera, y le preguntó con curiosidad:
- ¿Y tú? ¿Sabes ya lo que vas a pedir?
A juzgar por la expresión y la sonrisa
pícara de su cara, supo que el joven ya tenía algo pensado para emplear su
objeto, y no pudo evitar sonreír cuando Eduardo le respondió diciendo:
- Bueno…creo que ya sé lo que voy a
pedir…
- ¿¡De verdad!?- exclamó ella, de
repente alegre y con una amplia sonrisa- ¿¡Qué es!? ¡Vamos, dímelo!
- Lo siento, no puedo- dijo el chico,
sonriente- si te lo digo, puede que no se cumpla.
Aquella respuesta bajó de las nubes a
la chica, que se desanimó un poco. Aunque se había quedado con las ganas de
conocer el deseo de su amigo, sabía que él no era tonto, y que era lo
suficientemente maduro e inteligente como para no pedir un deseo estúpido e
infantil. Pensó que, fuera lo que fuera a pedir, debía de ser algo grande e importante:
- No pasa nada, al fin y al cabo es tu
deseo…si no quieres contármelo lo entiendo- sonrió la joven, sin enfadarse ni
deprimirse- sólo espero que sea algo bueno y muy importante para ti.
En ese momento Erika guardó de nuevo
su esfera en el bolsillo de su chaqueta, y se separó del chico alejándose de la
barandilla diciendo, sin dejar de sonreír:
- Te dejo, Edu, que voy a dormir un
rato en mi habitación- dijo la chica- ¡y tú también deberías descansar…debemos
estar preparados para el último combate que nos espera!
- ¡Sí, ahora voy!- respondió el joven-
¡me quedaré aquí un rato más!
Ella asintió con la cabeza, dio media
vuelta y continuó su camino hacia la puerta. Eduardo no dejó de mirarla en todo
segundo, sin dejar de sonreír, mientras pensaba en todos los momentos y en
todos los instantes que había pasado junto a ella.
Fueran o no sus recuerdos reales, la
chica lo amaba y lo quería de verdad, y lo aceptaba a pesar de ser un monstruo.
No le importaba lo que pudiera pasar estando junto a él.
Cuando se hubo marchado y cerrado la puerta
que comunicaba con el interior de Valor Alado, el chico se quedó sólo en el
mirador exterior de la aeronave. Se giró de nuevo a la barandilla y alzó la
vista al cielo nocturno estrellado, durante unos segundos y mientras la brisa
acariciaba su pelo y el flequillo oscuro de su frente.
Bajó de nuevo la cabeza, mientras
metía una mano en uno de los bolsillos de su pantalón vaquero corto, y miró lo
que extrajo de él. Se quedó contemplando durante unos segundos y en silencio la
esfera de los deseos que le había regalado Mirto, exactamente igual que la de
su compañera, y que brilló fugaz y débil apenas un instante en su mano:
- Erika…- sonrió cálida y dulcemente
el joven.
Eduardo cerró los ojos y, murmurando
unas palabras en voz baja, pidió su último deseo.
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