No pasa mucho tiempo antes de que me dé cuenta, sorprendido, de que a los pocos meses realizamos dos nuevos viajes: uno de ellos a una fría región del norte, nevada, mientras que el otro a una nueva isla para mí inexplorada, a una nueva aula en la naturaleza. A pesar de ser todavía el mes de Abril, para nosotros el primero se trata, prácticamente, del esperado viaje de fin de curso, adelantado antes de tiempo. Al principio me emociono con la sola idea de viajar de nuevo, ya que no lo hago desde segundo año, y más aún sabiendo que iremos a una región donde posiblemente nieva, porque nunca antes he visto nevar en toda mi vida.
Mis ganas y mi motivación por embarcar aumentan al saber que emprenderé este nuevo viaje junto a mis amigos y amigas, junto a Laura y Mandy, y por supuesto también junto a Érika. No sé qué pensará ella al respecto, ni tampoco si ya habrá tenido antes la suerte de estar en una región nevada, pero para mí esto se trata de una nueva y emocionante aventura por descubrir, una nueva oportunidad única. Y también me doy cuenta de que, si está ella, su sola presencia me motiva y anima de una forma increíble. Porque vaya a donde vaya, si también está Érika, no me importa llegar hasta los confines más inhóspitos del mundo.
Así pues, nos alojamos en un gran albergue juvenil, al amparo en el centro de una pequeña localidad de Zaragoza, muy cerca de la cordillera de los pirineos. En esta ocasión comparto habitación con otros tres chicos, dos de ellos nuevos este año, y aunque al principio echo de menos la compañía nocturna de Laura y Mandy, no tardo en acostumbrarme a mis nuevos compañeros de habitación, que en realidad son buenos chicos. Una noche incluso llego a tener tanta confianza y a intimar con uno de ellos que al final acabamos hablando de nuestros amores platónicos, y le confieso una vez más a alguien mi amor secreto por Érika.
Para entonces me doy cuenta de que, además de las dos primeras chicas, ya hay más personas que conocen mi secreto, fuera incluso de mi círculo principal de amistades. En realidad me doy cuenta de que eso no es bueno, ya que cualquiera de ellos puede decírselo a Érika en cualquier momento. Pero lo cierto es que ya hace bastante de eso, y si por algún casual alguien ya se lo ha dicho y lo sabe, que no me extrañaría, la verdad es que la misma Érika no me ha comentado nada al respecto. No sé si ya sabe que estoy enamorado de ella o no, pero sigue tratándome como siempre: como compañeros de clase. Todo sigue aparentemente igual.
De este modo, a veces junto a ella y otras no, ambos vivimos varios momentos y aventuras en la nueva región nevada. Además de pasear montados a caballo, de conducir quads, de esquiar o de patinar sobre hielo, también realizamos excursiones a diversos sitios de interés cultural. En cada una de esas experiencias comparto con ella algún instante de saludo, de exclamación de sorpresa o de felicitación por hacer algo bien. Uno de esos claros ejemplos ocurre estando en la pista de hielo, cuando oigo a Érika felicitarme por lo bien que patino. Varios de mis compañeros también hacen lo mismo al verme patinar, considerando que lo hago bien, cosa que aprovecho para intentar lucirme haciendo movimientos "profesionales".
Otra anécdota muy graciosa y que recuerdo con bastante gracia es el momento que nos cuenta Mandy, durante su experiencia en el esquí. Estando ella caminando con los esquís puestos, de repente oye a sus espaldas el ruido del motor de una moto de nieve. Al girarse de da cuenta de que va directa hacia ella, de modo que acelera el paso moviéndose a trompicones, a la vez que la expresión de su rostro va cambiando a terror. Sigue caminando todo lo rápido que puede, mientras la moto sigue acercándose peligrosamente a ella.
Ya apurada, y viéndose a punto de ser atropellada por la espalda, al final no lo piensa más y se lanza a un lado de cabeza en la nieve, dispuesta a apartarse del camino de la moto. Pero cuál fue su sorpresa que, al levantar la cabeza, descubre enfadada que ésta da media vuelta y se va por donde vino, haciendo que su acción épica y heróica resultase bochornosamente vergonzosa.
Cierta noche también tengo que colarme en la habitación de Laura, Mandy y otras dos chicas para matar un insecto que hay en el baño, porque ninguna se atreve a hacerlo. A la pobre Laura la pilla en medio de la ducha y sale corriendo de la misma, no sin antes taparse con una toalla. Para cuando entro en el baño, grita y me dice que lo aplaste rápido, mientras retrocede y se aparta a un lado. Lo cierto es que la escena me recuerda mucho a esas de las pelis en las que una chica grita para que alguien acabe con el bicho que la provoca.
Entre los momentos que vivo con Érika recuerdo especialmente cuatro: el quedarnos los dos solos en el ascensor, darnos las buenas noches con una dulce sonrisa antes de irnos cada uno a su habitación, bailar en pleno pasillo del albergue con un grupito de diez compañeros de clase queriendo marcha, y el ver nevar por primera vez en nuestras vidas. Porque esa misma noche, estando ya con el pijama puesto, cuando alguien grita exclamando que está nevando, no lo pensamos dos veces.
Así mismo tal cual estamos, nos ponemos un abrigo y salimos fuera al aire libre, emocionados. Mi asombro sobrepasa con creces cualquier sorpresa que he vivido antes, al levantar la vista al cielo y poder ver y sentir caer en mi nariz los copos de nieve. También me fascina poder expulsar el aire gélido por la boca, el vapor al exhalar oxígeno, ya que no estoy acostumbrado a ello. Sonrío igual que Mandy y Laura, los tres emocionados por el fenómeno atmosférico que por primera vez en nuestras vidas tenemos la oportunidad de ver, tocar y sentir.
Para rememorar dicho momento especial Mandy y yo nos sacamos una foto mirando arriba, al cielo, mientras a nuestro alrededor caen los copos de nieve. Y por supuesto, cómo no, también me armo de valor y le pido por primera vez a Érika una foto con ella.
Estos son algunos de los recuerdos que me llevo del viaje a la región nevada, y que constituye otra importante aventura vivida junto a mis compañeros, amigos y amigas, a quienes aprecio mucho y quiero un montón.
Me siento muy feliz y agradecido con la vida.
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