Capítulo
XXXIV
IFRIT,
EL ESPÍRITU DEMONÍACO DEL FUEGO
- Ahí va una menos…- dijo una voz
profunda mientras veía moverse un alfil blanco y tiraba a uno de sus caballos
negros, que caía fuera del tablero de juego y desaparecía fugazmente antes de
llegar al suelo.
- Qué irónico…- rió maléficamente la
sombra- su propio poder la llevó a la muerte…en cierto modo resulta gracioso.
Uno de sus subordinados vestido de
negro, Magno, se encontraba a unos metros de distancia del trono. Lo miró
seriamente mientras decía, sin vacilar:
- Señor, esto no contaba en nuestros
planes… ¿qué haremos ahora que Metroya es libre?
La oscuridad no se molestaba en
mirarle, sólo se concentraba en contemplar el tablero de ajedrez que flotaba
frente a él:
- Hemos subestimado la fuerza de los
elegidos de la profecía y de sus guardianes mientras llevábamos a cabo los
últimos preparativos para el acto final…la muerte de Venigna es sólo un
adelanto de las terribles consecuencias que están aún por llegar.
Magno lo miraba con indiferencia y le preguntó
seriamente:
- ¿Qué quiere decir, señor?
- Mucho me temo que los elegidos se
están convirtiendo en una seria amenaza para nuestros planes, para la
organización e incluso para nosotros mismos…- explicó la sombra, tranquila y
serena, que luego dirigió una mirada de odio y reproche al hombre de negro- si
hubiéramos acabado con ellos desde el principio, nada de esto supondría un
problema…nunca pensé que un par de mocosos llegarían tan lejos.
Magno no pronunciaba palabra, ante los
aterradores ojos rojos que brillaban en la oscuridad del trono y que clavaban
su mirada en él. El hombre de negro mantuvo la calma en todo momento, incluso
cuando parecía que la sombra iba a atacarle. No tenía miedo del terrible poder
de su superior. Tras unos segundos, el líder de la organización Muerte pareció
calmarse un poco, retomando la tranquilidad en sus palabras:
- Las cosas se nos están yendo de las
manos, hasta tal punto de poner en peligro nuestro plan…y por lo tanto, hay que
tomar medidas al respecto.
- ¿Y qué sugiere hacer, señor?
- Tú serás el nuevo rey de Metroya- le
indicó la sombra- encárgate de dirigir a las tropas estianas a la gran guerra y
de acabar lo que empezó la bruja.
- Sí, mi señor- asintió él.
Tras eso, Magno hizo un gesto de mano
con el que apareció un agujero oscuro a su lado, y al internarse en él,
desapareció de la sala sin dejar rastro. En el mismo momento en que Magno se
fue de la estancia, la oscuridad volvió de nuevo la vista al tablero de ajedrez
que tenía delante. Movió uno de sus alfiles negros hasta un punto desde dónde
podía amenazar sin peligro a una torre blanca. Como si alguien invisible
estuviera jugando con él, un peón blanco se interpuso entre el alfil y la
torre, protegiendo así a su amiga blanca.
La sombra suspiró. Sabía que los guardianes
no le dejarían llegar tan fácilmente hasta su objetivo. Se estaban haciendo tan
fuertes como los portadores de las armas sagradas, llegando a convertirse en
otro importante problema fuera de sus predicciones iniciales. Le venían
muchísimas dificultades encima y jamás pensó que la situación se complicaría
tanto.
Por primera vez temió por el
equilibrio de la organización Muerte y por el desenlace de su plan de conseguir
la materia suprema y de crear el nuevo mundo perfecto. Sin embargo, aún a pesar
de sus temores, lograba mantener la calma. Mientras observaba el tablero de
juego, dijo tranquilo y serenamente:
- Ante problemas difíciles, soluciones
serias. Me temo que tendré que encargarme personalmente de este asunto.
Con dicha afirmación movió el rey
negro un paso al frente, en dirección al rey y a la reina blanca:
- Elegidos de la profecía,
preparaos…porque vais a conocer a vuestra peor pesadilla…en persona.
El pleno sol abrasador yacía en el
cielo, sofocándolos sin piedad. Y aún viajando a más de cien kilómetros por
hora, el aire caliente que los rodeaba hacía que se cansaran y agotaran todavía
más.
Viajaban a bordo de un futurístico
coche volador, robado en Metroya y con amenaza de arma a un ciudadano estiano
que había parado a descansar por casualidad. A manos del volante se encontraba
Alana, experta en tecnología moderna y la única del grupo con sobrada
experiencia para poner en funcionamiento cualquier tecnología de última
generación del mundo.
Llevaban ya muchas horas alejándose de
la gran ciudad y no habían parado de huir hasta llegar a un lugar seguro.
Después de un largo recorrido que les parecía eterno, fue el perro el que
propuso la idea de descansar un rato, ya que él y todos los demás estaban
cansados y agotados. Todos estuvieron de acuerdo con la idea, pues llevaban
horas sin respirar tranquilos y ya debían de estar muy lejos de Metroya.
Estacionaron a la entrada de una
pequeña cueva, en el fondo de un gran cañón. Aparcaron el coche volador en un
lugar fresco y con sombra, lejos del calor de fuera. Allí el grupo se puso
cómodo y buscó un sitio de la cueva fresco donde poder sentarse.
Jack y Erika usaron su magia para
conjurar dos grandes bloques de hielo, colocados en un enorme recipiente hondo
extraído de la mochila de Cristal. A partir de ahí dejaban que las altas
temperaturas derritieran el hielo y el recipiente se llenara de agua fresca, la
cual el grupo bebía con vasos también aportados por la mochila mágica de la
princesa.
Eduardo le sirvió a Rex un plato hondo
lleno de agua para que su compañero también bebiera, y el perro le dio las
gracias antes de saciar su sed y vaciar casi por completo el recipiente.
- ¡Sombra, al fin!- exclamó Alana
mientras se echaba en el suelo y se ponía cómoda, tras beber mucha agua.
- Qué calor hace fuera- comentó el
chico, secándose el sudor de la frente- ¿cómo es posible que aquí no haya
ninguna planta para cobijarnos bajo su sombra?
Jack, que estaba un poco más lejos
sentado y apoyado contra la pared, respondió a su pregunta:
- Eduardo, este es el continente este,
una tierra en su mayoría desértica, estéril, seca…un suelo muerto ¿entiendes?
Es imposible que en este páramo crezca ninguna planta sencillamente porque no
existen las condiciones para que haya vida vegetal.
Tras un breve silencio en el que nadie
pronunció palabra, Erika cambió de tema diciendo:
- Y bueno ¿qué hacemos ahora? Una vez
muerta Venigna supongo que se acabará la guerra ¿no? – Afirmó la chica- Los
estianos ya no tienen a nadie que los obligue a luchar.
- Yo no estaría tan seguro…- dijo el
mago, no muy convencido.
El resto enseguida notó su
preocupación y Eduardo intervino para preguntar:
- ¿Qué quieres decir? ¿Es que
acaso…aún no ha terminado?
Jack adquirió repentinamente un rostro
sombrío:
- Así es. Me he enterado por las
últimas noticias de que…hay un nuevo rey al mando que gobierna este continente.
Aquella noticia dejó pálidos y
perplejos a todos los presentes, que exclamaron mudos por la desagradable
sorpresa:
- ¿¡Qué!?
Cristal, ya recuperada de sus heridas
por el último combate, estalló de furia. Se levantó de un salto y miró enfadada
al mago, que exclamó diciendo:
- ¿¡Quieres decir que he sufrido por
mi gente y arriesgado mi vida luchando contra una asquerosa mujer
serpiente…para nada!?
Jack tardó un poco en responder. Sabía
del enorme esfuerzo que había hecho la princesa para acabar con una de las
brujas más poderosas y temidas de Limaria, pero no podía mentirle. A pesar de
todo, tenía que decirle la verdad:
- Si.
La chica con coletas estalló en rabia.
No podía creer que, después de todo su esfuerzo y sacrificio plantándole cara a
Venigna, la gran guerra siguiera adelante. Seguían en la misma situación que al
principio, como si no hubiera hecho nada.
Se sentía tan frustrada y enfadada que
sacó de su mochila mágica un enorme saco de boxeo, al cual empezó a pegarle
puñetazos y patadas, con fuerza y descargando toda su furia.
Mientras la princesa no paraba de
darle golpes al saco de boxeo, Alana se dirigió a Jack y todos centraron su
atención en él:
- ¿Y quién es el nuevo rey?
El mago tardó un poco en responder.
Apretando los puños y dientes, respondió:
- Magno.
Los que ya le conocían se quedaron de
piedra, pálidos y con la boca abierta. Los que no preguntaron, confusos:
- ¿Y quién es ése?
- Un miembro administrador de alto
rango de la organización Muerte- respondió Erika, con un pequeño tono de rabia
en sus palabras- él y otro miembro intentaron matarnos a Edu y a mí en nuestro
mundo, en La Tierra.
En ese momento Rex encajó las piezas
del puzle y preguntó, sorprendido:
- Pero entonces ¿eso significa que…?
- Exacto- respondió Jack- la
organización Muerte está detrás de todo esto. Es muy probable que lo hayan
estado desde el principio, planeando este conflicto a espaldas del mundo
entero…se han hecho con el control de la mayor ciudad de Limaria y engañado a
todo un continente para una causa que ya no existe ni le importa a nadie.
- Pero ¿y Venigna?- preguntó Eduardo-
¿ella también formaba parte del plan?
- Todos vimos perfectamente en directo
cómo se transformaba esa bruja- le indicó Erika- estaba claro que no era
humana.
- Seguramente era otro miembro de la
organización Muerte que cumplía con las órdenes del líder de la misma- explicó
el mago- Venigna no era sino otro peón más al servicio de esa banda de
lunáticos de negro que quiere destruir el mundo.
En ese momento Cristal, que lo había
oído todo, terminó de darle golpes al saco de boxeo y lo guardó en su mochila.
Parecía haberse desahogado a gusto, pues sudaba y jadeaba del cansancio. Sin
embargo, los demás comprobaron que aún le quedaba rabia cuando les dijo:
- ¡Pues, quien quiera que sea ese tal
Magno, se va a enterar!- exclamó la chica con coletas- ¡volveré a Metroya y
acabaré con él, igual que lo hice con la bruja!
Jack la detuvo alzando la voz y casi
con un grito:
- ¡¡Ni se te ocurra!!
Cristal lo miró seria, molesta por la
reacción de su compañero:
- ¿Por qué no?- preguntó la chica- ¡si
pude con Venigna también podré con ése, no creo que sea más peligroso que una
mujer serpiente!
- ¿¡Es que acaso no te das cuenta!?-
le reprochó Jack, enfadado- ¡has estado a punto de morir! ¿¡Y quieres volver a
luchar!? ¡¡Los miembros de la organización Muerte no son un juego, no puedes
tomarlos a la ligera!!
La chica con coletas se sorprendió
ante la furia de Jack, y los demás supieron que decía la verdad por su
expresión seria y enfadada. Cuando el mago se ponía así, nadie dudaba de la
veracidad de sus palabras:
- ¡¡No permitiré que muera nadie más!!
¿¡Entendido!?- dejó claro Jack, completamente en serio y sin vacilar- ¡¡tengo
una promesa y la cumpliré aunque me cueste la vida!!
Los demás se quedaron asombrados ante
la declaración del mago y, finalmente, Cristal apaciguó la furia que llevaba
dentro. Después de eso nadie añadió ni dijo nada al respecto.
Al poco rato, cuando todos hubieron
descansado y recuperado fuerzas, montaron nuevamente en el coche volador y
salieron de la cueva, rumbo al norte.
Después de saber que la gran guerra
entre Oblivia y Metroya era inevitable y que no merecía la pena plantar cara a
Magno, Eduardo decidió ir directamente a su objetivo inicial, a la montaña
Conaga. Aún a pesar de la resignación de Cristal, el chico le dijo que no
podían volver a Metroya.
Lo habían intentado. Habían llegado
hasta el mismísimo corazón del bando enemigo en Metroya y, lo que en un
principio querían era tratar de razonar con la reina, acabó siendo totalmente
lo contrario. Se vieron envueltos en un complot clandestino y casi por
obligación tuvieron que aceptar una misión secreta en contra de la reina
Venigna, que fracasó y terminó en un duro combate entre ésta y la princesa de
Oblivia.
Los acontecimientos ocurrieron tan
vertiginosamente rápidos que a algunos todavía les costaba creer lo que había pasado,
y a aquellas alturas seguro que el mundo entero de Limaria ya se había enterado
de la muerte de la reina estiana.
Todos sabían que ya habían perdido
bastante tiempo en Metroya y que seguramente, aunque lograran derrotar a Magno,
otro nuevo rey o reina perteneciente a la organización Muerte sería nombrado
como sucesor de la corona, para que continuara el trabajo del anterior.
Ante este problema el grupo decidió ir
directamente hacía su verdadero objetivo, la montaña Conaga, en donde Helio los
esperaba con la piedra angular. En aquellos momentos era más importante la
salvación del planeta que la de millones de vidas inocentes, por muy duro que
fuera aceptarlo. El tiempo pasaba demasiado rápido, no podían perderlo en más
obstáculos innecesarios por el camino.
Su próximo destino de nuevo era el
continente norte y para ello necesitaban cruzar el ancho mar. Tras echar un
rápido vistazo al mapamundi, finalmente optaron por ir a una pequeña ciudad
situada al norte del continente este, conocida como Vildenor.
Estaba muy alejada de la gran ciudad
de Metroya y, según la afirmación de Jack, antiguamente era la localidad con el
único aeropuerto del continente este, antes de que Metroya abarcara por
completo el transporte aéreo y sus servicios.
Con las habilidades innatas de ladrona
de Cristal y un poco de suerte, lograrían hacerse con un avión decente para
surcar el cielo de Limaria, a manos de su experta piloto Alana. Sin duda
estaban seguros de que uniendo sus fuerzas y distintas habilidades, todos
formaban un buen equipo y, juntos, se sentían capaces de lograr cualquier cosa.
El viaje continuó aparentemente
tranquilo y sin complicaciones. Montados en el coche volador robado, sorteaban
muchos de los obstáculos en tierra y avanzaban más rápido que a pie. Como en
aquel territorio no había tormentas de arena, a aquella velocidad no tardarían
ni tres días en llegar a Vildenor.
Sin embargo, la suerte no estaba de su
parte. A las pocas horas de reemprender la marcha, Alana se dio cuenta de que
el coche estaba en sus últimas reservas de gasolina y de que no podría
llevarlos a su destino. Avisó al resto del grupo de la situación y les informó
apenada que tendrían que seguir andando, mientras Eduardo y los demás asentían
tristemente con la cabeza.
Les daba pereza continuar andando el
resto del camino y ya se habían acostumbrado a la comodidad del coche volador,
pero dada la situación en aquellos momentos, no podían seguir dependiendo del
medio de transporte. Con tremendo pesar, aparcaron el coche en medio de la
nada, hicieron los últimos preparativos y finalmente abandonaron el vehículo
tras de sí en pos de su camino. Debían seguir adelante aún a pesar de todas las
dificultades.
A partir de entonces, los días pasaron
más lentamente y las horas se hicieron eternas. Caminaban pesadamente hora tras
hora bajo el ardiente sol abrasador del día, y ni siquiera bebiendo el agua
fresca de los hielos derretidos conseguían librarse del insoportable calor que
sentían. Los cambios bruscos de temperatura entre el día y la noche y los
numerosos combates contra las criaturas del desierto dejaban a los miembros del
grupo cansados y exhaustos.
Varios días más tarde, cuando se les
habían agotado las provisiones de comida y tan sólo podían resistir con agua,
Cristal se detuvo mientras sus amigos caminaban. Jadeó mientras se secaba el
sudor de la frente y respiraba entrecortadamente:
- Estoy cansada…llevamos días
caminando bajo el sol y ya no puedo más…
Los demás dieron media vuelta y
volvieron sobre sus pasos hasta ella. También estaban igual de cansados:
- Venga, Cristal, no puedes pararte
ahora- dijo Jack, también jadeando del cansancio- la ciudad de Vildenor está a
pocos kilómetros de aquí…seguro que mañana ya estaremos allí.
La chica con coletas esbozó
dificultadamente una media sonrisa:
- En ese caso dame un poco de agua.
El mago comprobó que la cantimplora de
la princesa estaba vacía y que había que volver a llenarla de agua, pero
mientras tanto le dejó la suya. La princesa agradeció el gesto y, tras
destaparla, se llevó la cantimplora a la boca, saciando su sed y sintiéndose
mucho mejor.
Mientras el resto también aprovechó el
descanso para beber cada uno de su propia cantimplora, todas facilitadas por la
mochila de Cristal, las orejas de Rex se levantaron de repente como antenas. El
perro giró la cabeza en todas direcciones y en posición de alerta. Parecía
inseguro:
- ¿Qué pasa, Rex?- preguntó Eduardo,
al notar su preocupación.
- Tened cuidado- advirtió el can
girando la cabeza en todas direcciones- no estamos solos.
Los demás reaccionaron y se pusieron
en guardia, con las armas en las manos:
- ¿Cuántos son?- preguntó Alana,
buscando el peligro con la mirada.
- Os parecerá una broma, pero…sólo es
una persona.
- ¿¡Qué!?- exclamaron los demás.
- ¿Estás seguro de que no hay nadie
más, Rex?- preguntó Erika.
El perro negó con la cabeza y tras
olisquear el aire, afirmó sin lugar a dudas:
- Este olor…lo reconozco…ya lo he
visto antes…sea quien sea, se acerca…
Y, en efecto, alguien mostró su
presencia frente a ellos. Un agujero oscuro apareció de la nada y de él surgió
una silueta humana. Los miembros del grupo reconocieron enseguida al individuo
encapuchado y vestido de negro, pero cuando éste se quitó la capucha negra y
dejó su rostro al descubierto, sólo tres de ellos exclamaron de sorpresa:
- ¡¡Tú otra vez!!
- ¿¡Lo conocéis!?- preguntó Jack,
perplejo.
Rex gruñó de rabia mientras enseñaba
los colmillos:
- Es el miembro de la organización
Muerte contra el que nos enfrentamos en el continente oeste- explicó Alana, sin
bajar la guardia- fue él quien nos transportó a través de un agujero oscuro y
nos reunió con vosotros.
A diferencia de la mujer y el perro,
Cristal temblaba de miedo con sólo ver a su enemigo. A su memoria le llegaban
los recuerdos del último combate que libraron contra él, en la playa de las
afueras de Oblivia. Ni Alana ni Rex ni ella misma fueron rivales para aquel
chico de negro, que sucumbieron rápidamente ante su tremenda fuerza y velocidad,
y los dejó fuera de combate en cuestión de segundos. Los recuerdos de aquel
trágico combate y del extraño desenlace que tuvo, perdonándole la vida a ella,
la hacían temblar de miedo.
Conocía la fuerza de su enemigo, e
incluso estando todos juntos dudaba de si lograrían vencerle.
El chico de pelo gris y con gafas los
miraba, indiferente. No parecía sorprendido ni mucho menos preocupado por ser
superado en número. Permanecía aparentemente tranquilo y sereno, como si no le
preocuparan sus enemigos y tuviera la situación bajo control:
- Vaya, por fin tengo el placer de
conocer en persona a los mismísimos elegidos de la profecía- pronunció el chico
de negro, mirando a Eduardo y Erika- aunque, a decir verdad, no pensaba que
fueran tan jóvenes…
El resto del grupo se puso por delante
de ellos, a modo de protección y formando una barrera que los separaba del
enemigo. Jack apretó los puños y dientes mientras aguantaba en sus manos el
bastón mágico de cristal:
- ¿Qué es lo que quieres?- preguntó el
mago, amenazante.
- ¿No es obvio?- respondió el chico-
he venido para acabar con la única amenaza que pone en peligro nuestros
planes…voy a matar a los elegidos aquí y ahora.
Jack se adelantó un paso al frente y
exclamó firme y decidido:
- ¡¡Antes tendrás que pasar por encima
de nuestros cadáveres!!
Tras unos segundos de silencio y de
observar al grupo enemigo sin mostrar ninguna expresión, el chico con gafas
sonrió maléficamente mientras la siniestra espada que usaba como arma aparecía
en sus manos:
- Muy bien, que así sea.
Tras esas palabras el chico de negro
desapareció de repente, que dejó sorprendidos a todos los miembros del grupo.
Completamente perplejos, se giraron rápidamente en todas direcciones, buscando
con la mirada al enemigo y sin dejar de rodear a sus jóvenes protegidos. El
miedo y los nervios se apoderaban de ellos, al no saber por dónde iba a atacar
su adversario:
- ¿¡Donde está!?- preguntó Alana,
nerviosa- ¿¡Dónde se ha metido!?
Pasaron varios segundos de profunda
tensión e intriga, en los que se respiraba el miedo por los cuatro costados.
Ninguno de los guardianes se atrevía a alejarse de sus protegidos, por temor a
que el asesino de negro aprovechara el menor descuido.
Sin embargo, fue Erika la primera en
darse cuenta de que tenían un punto débil. Al mirar arriba, palideció por
completo cuando vio una sombra amenazante caer sobre ellos y, con la boca
abierta, avisó a sus compañeros gritando:
- ¡¡Cuidado!!
Pero para cuando los demás se dieron
cuenta ya era demasiado tarde. Viendo que el filo de la espada iba directo
hacia Eduardo, Erika reaccionó enseguida y trató de bloquear el ataque con la
vara mágica. Su actuación a tiempo, aunque no pudo frenar la increíble fuerza
de su oponente, sí logró salvar a su amigo de una muerte segura.
La siniestra espada del chico con
gafas se desvió unos centímetros y, en vez de atravesar el corazón como tenía
planeado, el filo de su arma acabó hundiéndose en el brazo izquierdo de Eduardo.
El joven acabó tirado en el suelo
gimiendo de dolor, y antes de que su agresor realizara el siguiente movimiento,
Erika intentó golpearlo con su arma. Los reflejos de su enemigo fueron más
rápidos que los de ella, que separó su espada del brazo herido y la usó para
bloquear el arma sagrada de la chica.
A continuación usó su tremenda fuerza
para apartar la vara mágica a un lado y, de un espectacular giro rápido,
golpearla con una dura patada que la envió rodando un poco más lejos, fuera del
grupo:
- ¡¡Erika, Eduardo!!- exclamaron sus
amigos.
Todo esto ocurría mientras Jack y los
demás volvían la vista al interior del círculo, donde el joven se encontraba
herido en el suelo. Todo había pasado tan rápido que ni ellos mismos tuvieron
tiempo de reaccionar.
El chico de negro, viéndose rodeado
por los guardianes, trató de escapar del interior del grupo. Pero justo cuando
iba a moverse, notó que alguien le agarraba fuertemente de una pierna. Al mirar
abajo descubrió que se trataba del joven herido:
- ¡¡Te tengo!!- dijo Eduardo desde el
suelo, inmovilizando una pierna del enemigo, que luego gritó a sus compañeros-
¡¡Chicos, ahora!!
En el mismo momento en que el joven de
negro volvió la vista arriba, palideció durante un instante antes de recibir de
lleno un puñetazo de Jack, Alana y Cristal en la cara y una fuerte embestida de
Rex. Todos estos golpes combinados sorprendieron al enemigo, que acabaron
lanzándolo un poco más lejos, a unos metros de distancia.
Jack sanó el brazo herido de Eduardo
con la magia Cura y lo ayudó a ponerse en pie, mientras Cristal, Alana y Rex
acudieron a socorrer a Erika. Tuvieron tiempo suficiente para reunirse todos de
nuevo y recuperarse del ataque inesperado, tras lo cual volvieron a ponerse en
guardia con las armas en las manos.
Dirigieron las miradas hacia el joven
miembro de la organización Muerte que se levantaba del suelo, apoyando las
manos. Su espada se encontraba unos metros más lejos, la cual caminó lentamente
unos pasos para agacharse a recogerla.
Estos se sorprendieron al ver que
habían conseguido herirle, pues se limpió con la manga del traje negro el fino
hilo de sangre que caía de su boca. Luego volvió la vista hacia el grupo de
Eduardo y los demás:
- Habéis mejorado, hay que
reconocerlo…hace mucho tiempo que nadie conseguía herirme…- comentó el chico
con gafas sin mostrar ninguna expresión en su rostro, que luego esbozó una
ligera sonrisa maliciosa- parece que va siendo hora de ponerse serios…
El joven miembro de la organización
Muerte sujetó con fuerza su espada en una mano y con la otra apuntó hacia el
grupo con el brazo extendido y la palma de la mano abierta. Alana, Cristal y
Rex supieron enseguida lo que iba a hacer y la pelirroja gritó a sus amigos:
- ¡¡Cuidado!!
Una bola de fuego oscura se formó en
la mano del chico de negro, que salió disparada directa al grupo. Jack y los
demás consiguieron esquivarla por los pelos antes de que el ataque alcanzara su
posición y estallara, con tanta potencia que la onda expansiva a su alrededor
los empujó y acabaron rodando por el suelo.
Erika tosió un par de veces mientras
trataba de levantarse, aún aturdida por la tremenda explosión. Cuando se puso
de rodillas e iba a terminar de ponerse en pie, un fuerte dolor la hizo gritar
y caer de nuevo al suelo. Una hoja de espada atravesaba su costado, brotando
sangre de su herida. Al levantar la vista observó a su enemigo, sujetando el
mango del arma y mirándola con una siniestra sonrisa:
- Antes me entorpeciste tratando de
matar a tu amigo, así que primero acabaré contigo.
La chica trataba de moverse, de
forcejear y de quitarse la espada que atravesaba su cuerpo, pero no podía. El
dolor era demasiado grande como para reaccionar, y la hoja de la espada
moviéndose lentamente dentro de la herida la hacía gritar de dolor:
- Tranquila, muy pronto acabará tu
sufrimiento…- le dijo el chico de negro, relajado y con una sonrisa macabra.
El enemigo separó su espada
ensangrentada del cuerpo de Erika y la alzó en el aire, amenazante, con la
punta afilada apuntando hacia ella:
- Vas a morir, elegida de la vara
mágica…y contigo la profecía.
La joven cerró los ojos al ver
lanzarse la espada del enemigo sobre ella. En el último momento, y justo cuando
creía que iba a morir, un choque de aceros la hizo abrir los ojos de repente.
Sorprendida y con la boca abierta, tan sólo pudo exclamar un nombre:
- ¡¡Edu!!
Allí estaba él, frente a ella y
dándole la espalda. Sujetaba la llave espada en sus manos mientras bloqueaba
con ella la espada del enemigo. Ambos se encontraron cara a cara y Eduardo, con
rabia y furia en su rostro mientras apretaba los dientes, amenazó a su oponente
diciendo:
- Si vuelves a hacerle daño, ten por
seguro que te mataré con mis propias manos.
El chico de negro lo miraba, con
indiferencia. No se sorprendía al ver el cambio radical de expresión en el
rostro del joven, y parecía mantenerse igual de tranquilo que al inicio del
combate:
- A juzgar por la furia que irradian
tus ojos, deduzco que dices la verdad, y que estarías dispuesto a sacrificar tu
vida por ella…- comentó el miembro de la organización Muerte, que luego sonrió
diciendo- muy bien, si tantas ganas tienes de morir, tú serás el
primero…vuestros inútiles esfuerzos no cambiarán el hecho de que os mataré aquí
y ahora.
Un movimiento rápido del chico de
negro apartó a un lado la llave espada y asestó un duro sablazo con el filo del
arma al pecho del joven, que lo lanzó un poco más lejos y acabó herido en el
suelo, mientras su sangre salpicaba todo a su alrededor:
- ¡¡¡EDU!!!- gritó Erika.
La chica apretó los puños y trató de
moverse, a pesar del dolor. Sin embargo, la punta afilada de la espada del
enemigo apuntó nuevamente hacia ella:
- Ahora te toca a ti.
En aquella ocasión Erika no cerró los
ojos, sino que miró de frente al enemigo, seria y decidida. Si tenía que morir,
al menos lo haría siendo valiente, como lo había demostrado su amigo. No
flaqueó ni un solo instante, ni en el momento en que la espada volvía a
lanzarse hacia ella.
Lejos de lo que imaginaba, Rex
apareció justo en el último momento y de un duro placaje envió rodando por el
suelo al joven de negro. Se dirigió a la chica:
- ¿¡Estás bien!?
- ¡Sí!- asintió Erika- ¡gracias, Rex!
En ese momento el resto de sus amigos
se reunieron con ella, dándole la espalda y sin apartar los ojos del enemigo:
- ¡¡Alana, Rex, id a curar a
Eduardo!!- ordenó el mago- ¡¡Cristal y yo cubriremos a Erika!!
La mujer y el perro asintieron con la
cabeza y se alejaron en dirección al chico herido, mientras Jack sanaba con su
magia las heridas de la chica. Erika, al ver a su amigo de la infancia herido
un poco más lejos, entristeció de repente. Él la había protegido para salvarla,
y ella no pudo hacer nada por evitarlo:
- Jack, lo siento…- se disculpó la
joven elegida, con la cabeza baja y los ojos llenos de lágrimas- no he
podido…por mi culpa, Edu está…
- ¡¡No digas nada!!- la cortó tajante
el mago- ¡¡has hecho lo que has podido, y Eduardo no morirá tan fácilmente!!
La chica levantó la cabeza,
sorprendida, mientras Jack le decía las siguientes palabras:
- ¡¡Si alguien tiene que morir, esos
somos nosotros!!- exclamó su compañero, firme y decidido- ¡¡no lo olvidéis
nunca, somos vuestros guardianes…y si hace falta, os protegeremos con nuestra
propia vida!!
Erika, perpleja y asombrada, tan sólo
pudo decir:
- Chicos…yo…
No terminó de hablar porque en ese
momento volvió la vista al frente. El chico de negro se levantó nuevamente y,
tras recoger sus gafas y espada del suelo, volvió a mirarlos. Todos los
presentes se sorprendían con la increíble paciencia y dominio del control de sí
mismo que tenía el joven miembro de la organización Muerte. A diferencia de
otros miembros contra los que se enfrentaron, aquel chico no parecía en
absoluto despreocupado ni desesperado por acabar con su objetivo.
Siempre se mantenía tranquilo y
sereno, como si tuviera la situación bajo control. Se dirigió a ellos con total
tranquilidad:
- Parece que, después de todo, no sois
unos guardianes tan débiles como pensaba…- y luego añadió seriamente- lo
siento, pero este combate ya ha durado demasiado…voy a poner fin a esto de una
vez por todas.
El chico de negro empuñó con fuerza y
usando sus dos manos la espada que portaba. Cerró los ojos por un momento
mientras se concentraba y una maligna aura oscura rodeaba por completo su
cuerpo. La tremenda fuerza que estaba acumulando el miembro de la organización
Muerte en su arma levantaba viento y ráfagas de aire a su alrededor.
Eduardo, que se había recuperado un
poco, terminó de levantarse con la ayuda de Alana y Rex. Sentía un fuerte dolor
en el pecho y aún goteaba sangre de su herida, pero trataba de mantenerse firme
y de resistir el dolor todo lo que podía. Levantó la vista con dificultad al
frente, respirando entrecortadamente:
- ¿Qué es…eso?- preguntó el joven.
- No lo sé…- respondió Rex- pero me da
muy mala espina.
- Tengo un mal presentimiento…-
comentó Alana, también insegura.
Todos permanecían en sus puestos, con
las armas en las manos y en guardia, preparados para luchar. Sin embargo, fue
Jack el primero en darse cuenta de la terrible realidad. Su rostro cambió
radicalmente de expresión y una mueca de miedo y de terror se dibujó en su
cara. Con sólo ver el aura oscura que envolvía al enemigo y su arma que
brillaba con un destello de oscuridad, supo que debían salir de allí cuanto
antes. Se giró a sus compañeros y les gritó:
- ¡¡Corred, huid de aquí!!
El resto del grupo lo miró perplejo,
mientras el joven de negro acumulaba energía oscura en su espada:
- ¿¡Qué!?- exclamaron todos.
- ¡¡Es demasiado fuerte para nosotros,
no podemos vencerle!!- gritaba el mago- ¡¡ése chico no es humano…tenemos que
huir de aquí!!
- ¡¡Pero, Jack…!!- exclamó Erika a su
lado- ¡¡espera, no podemos!!
- ¡¡No digas nada!!- la empujaba su
compañero- ¡¡tú sólo corre…CORRE!!
A juzgar por el rostro asustado y
aterrado del mago, los demás supieron que iba en serio, no se trataba de
ninguna broma. Pocas veces veían a su compañero así y sabían que lo mejor era
obedecerle.
Enfundaron sus armas y echaron a
correr con todas sus fuerzas en dirección contraria al enemigo, mientras éste
terminaba de acumular energía. Cuando por fin terminó y ya tenía listo su
ataque, el miembro de la organización Muerte abrió los ojos. No mostró ninguna
expresión en su rostro al ver a sus objetivos correr en la lejanía, a mucha
distancia desde su posición:
- Es inútil que corráis…vuestro
destino está decidido desde el mismo momento en que me presenté ante vosotros…
Apuntó con su espada al grupo que
corría a lo lejos y luego la empuñó con las dos manos mientras se ponía en
guardia:
- ¡¡Estocada Oscura!!- exclamó el
chico de negro.
Lo que ocurrió a continuación dejó el
corazón de Eduardo entre dos latidos y con un auténtico terror que muy pocas
veces había sentido a lo largo de su vida, únicamente cuando estaba al borde de
la muerte.
El enemigo llegó rápidamente hasta
ellos a una velocidad sobrehumana y, con su increíble fuerza, atacó con veloces
estocadas a todos los miembros del grupo, en una sucesión de repetidos golpes a
casi la velocidad de la luz.
Todos gritaban de dolor, sin
excepción, en medio de aquella masacre sangrienta. Sentir cientos de filos de
espada a cada segundo cortando y rajando todo su cuerpo era sin duda una
verdadera tortura, llegando algunos incluso a desear cuanto antes la muerte.
Los siguientes segundos que duró la técnica del enemigo les parecieron eternos
a insoportables, en los que poco a poco iban perdiendo la luz y sumergiéndose
en las oscuras tinieblas.
Inconscientemente Eduardo abrió poco a
poco los ojos y comprobó que ya había pasado la tortura. Estaba tumbado boca
arriba en el suelo, jadeando y con dificultad de respiración. Le dolía todo el
cuerpo, lleno de heridas y cortes, y no podía moverse. Sentía su corazón
latiendo débilmente y fue precisamente eso lo que lo dejó más desconcertado y
confuso. Se dijo a sí mismo, sorprendido:
“Es extraño…a pesar de todas estas heridas…ninguna
de ellas ha apuntado a mis órganos vitales…”- pensó en su mente- “¿Qué
significa esto? Después de todo este tiempo luchando en serio… ¿Por qué se
detiene ahora? ¿Es que acaso…no tenía intención de matarnos?”
Volvió a la realidad en el mismo
momento en que el chico de negro se detuvo en pie frente a él. Su cuerpo ya no
estaba envuelto en un aura oscura y su espada manchada con la sangre de sus
amigos había dejado de brillar. Volvió a su estado inicial y permanecía igual
de tranquilo y sereno que al principio del combate. Eduardo tenía la impresión
de que, para su enemigo, aquel combate no le había supuesto ningún esfuerzo. Se
dirigió a él con indiferencia:
- Tranquilo, tus amigos siguen vivos…-
le comunicó pacientemente- eres la causa que desencadenó toda esta pesadilla, y
por ello tú mereces ser el primero en morir…
Al ver alzar a su enemigo la espada
para rematarle, Eduardo palideció por completo y en su rostro sólo se reflejó
miedo y terror. Trató de moverse inútilmente mientras gemía y gritaba de dolor,
pero era imposible. Su cuerpo no le respondía:
- Adiós, elegido de la llave espada.
El chico cerró los ojos, esperando la
muerte. En su estado no podía defenderse y, con todos sus compañeros
debilitados, nadie podía acudir en su ayuda. Estaba completamente débil y a
merced del enemigo. Tan sólo un trágico final le esperaba sin remedio.
Sin embargo, ocurrió algo inesperado.
Una gran bola de fuego alcanzó por
sorpresa al chico de negro, que explotó frente a los ojos abiertos de Eduardo.
La potencia de la explosión empujó brutalmente al joven, que rodó por el suelo
un poco más lejos.
El chico, tumbado boca abajo, trató de
apoyarse con los brazos. Afortunadamente no le había alcanzado de lleno la
explosión, pero la onda expansiva sí que lo empujó y dejó un par de rasguños y
arañazos más a su cuerpo. Al levantar la vista al frente, su rostro palideció
por completo y, con los ojos y la boca abierta, contempló con sus propios ojos
horrorizados lo que tenía delante.
El que atacó al miembro de la organización
Muerte no era otra cosa que una extraña criatura con forma demoníaca, que
andaba sobre dos y cuatro patas. Su ancha musculatura corporal y piel marrón
delataban su tremenda fuerza física y naturaleza monstruosa. Tenía dos grandes
cuernos en la cabeza, feroces colmillos, ojos de bestia salvaje, garras y uñas
afiladas y lo que era mucho más sorprendente e increíble: estaba rodeado de
fuego. Sus patas, muñecas y tobillos desprendían auténticas llamas de verdad, y
no parecía afectarle en absoluto. Era como si aquella criatura extraordinaria
estuviera hecha y viviera del propio elemento fuego.
El chico no podía creer lo que veía.
Le parecía mentira que aquella criatura hubiera acudido en su ayuda:
- ¿¡Pero qué…qué es…eso!?- exclamó,
asombrado y con la boca abierta.
En ese momento una silueta humana
apareció a su lado, que se agachó junto a él. Le dijo, bastante preocupado:
- ¡¡Eduardo!! ¿¡Estás bien!?
El joven volvió a sorprenderse cuando
miró al nuevo individuo, y se quedó sin habla al darse cuenta de quién era. Se
trataba de la persona que menos esperaba en aquel momento y que casi había
olvidado por completo:
- ¡¡Alejandro!!
El mago enseguida tocó con su mano el
pecho del joven y ésta empezó a brillar intermitentemente en verde. En ese
instante Eduardo sintió una increíble magia curativa recorrer todo su cuerpo,
que restableció y sanó sus heridas en tan poquísimos segundos que ni él mismo
se lo creía.
Todavía perplejo y asombrado, Eduardo
se sorprendió como nunca antes lo había estado al sentirse casi muerto hasta
hace unos instantes y ahora completamente recuperado. Cuando Alejandro intuyó
que lo había sanado por completo, separó su mano y se puso de pie frente a él,
dándole la espalda:
- ¡¡Espera!!- exclamó el chico- ¿¡Cómo
es que..!? ¿¡Cuándo has…!?
- Tranquilo, todo saldrá bien- dijo el
nuevo individuo, que luego añadió con un gesto de mano- mantente detrás de mí,
yo me encargo de esto.
El chico de negro se levantó
nuevamente del suelo, en esta ocasión bastante herido y con los cristales de
las gafas rotos. Debajo de sus ropajes negros destrozados tenía la piel quemada
y numerosas heridas con sangre se extendían por todo su cuerpo. Jadeaba de
cansancio y respiraba entrecortadamente, pero lo más sorprendente es que no
parecía preocuparle sus heridas. Seguía manteniéndose tranquilo y sereno, y no
había dejado de estarlo en todo el combate:
- Así que un G.F…- comentó, observando
a la criatura- desde luego, estos condenados elegidos siempre cuentan con un as
bajo la manga…qué difícil resulta librarse de ellos…
Mientras se levantaba, Eduardo se
quedó perplejo al oír del enemigo la palabra “guardián de la fuerza”. Al fijarse
mejor en el monstruo que tenía delante, supo lo que en realidad era aquella
inesperada aparición. Tenía ante sus ojos a un G.F, a una nueva invocación, a
un auténtico guardián de la fuerza.
- Márchate por dónde has venido y
déjalos en paz, o no saldrás vivo de este lugar- amenazó Alejandro seriamente.
El chico de negro esbozó una media
sonrisa mientras empuñaba su arma en la mano:
- Te conozco…eres ese famoso mago
legendario del que todo el mundo habla…no has dejado de estorbarnos todos estos
años…y ciertamente eres una gran molestia para nuestros planes.
El miembro de la organización Muerte
se puso en guardia y dijo, con indiferencia:
- Lo siento, pero he venido a cumplir
con una importante misión…y sería una pena dejar el trabajo a medias…
Eduardo y Alejandro se sorprendieron
al ver al enemigo echar a correr rápidamente a un lado y no directo hacia
ellos. Se dieron cuenta de lo que pretendía cuando vieron que corría hacia una
joven tumbada en el suelo, inconsciente:
- ¡¡¡ERIKA!!!- gritó el chico, que
trató de correr hacia ella.
- ¡¡No lo permitiré!!- exclamó
Alejandro, que hizo un gesto de brazo en dirección a la chica- ¡¡Ifrit,
protégela!!
El G.F. reaccionó a la orden del mago
con majestuosa capa y se lanzó volando a toda velocidad hacia Erika, con un
grito de furia. Ambos se movían con gran rapidez, e incluso Eduardo dudaba de
que la invocación llegara a tiempo para salvarla. Fueron unos segundos de alta
tensión e intriga, en los que se podía esperar cualquier cosa.
Justo cuando todo parecía perdido y la
chica estaba a punto de morir, el joven de negro abatió su espada junto a ella
mientras gritaba:
- ¡¡Muere!!
Sin embargo, el filo de la espada no
llegó hasta su objetivo. Eduardo, temblándole todo el cuerpo y con el corazón
sobrecogido por los nervios, descubrió asombrado que Erika se había salvado.
Ifrit se había interpuesto entre ella
y la espada, que atravesó uno de los brazos con los que la invocación se
cubría. La sangre del G.F. caía como gotas al suelo mientras Ifrit miraba al
enemigo con furia salvaje irradiando de sus ojos. El chico de negro y la
invocación se quedaron cara a cara y ninguno de los dos retrocedía ante el
otro. El miembro de la organización no parecía tener miedo de un guardián de la
fuerza.
Antes de que el enemigo tuviera
oportunidad de actuar, Alejandro asintió con la cabeza al G.F. y éste supo lo
que tenía que hacer. Ifrit apartó de un empujón la espada de su rival,
desestabilizándolo por unos segundos, y con la otra garra le arañó brutalmente
el pecho y lo lanzó por los aires con una fuerza sobrenatural hasta caer
rendido en el suelo, un poco más lejos.
A continuación, el guardián de la
fuerza saltó a gran altura en el aire y entre sus garras comenzó a acumular
energía ígnea. En ese momento expulsó fuego de su cuerpo y lo lanzó a los
alrededores del enemigo, envolviéndolo en un mar de llamas. Acto seguido
conjuró una gigantesca bola de fuego, mucho más grande que él.
Eduardo no daba crédito a lo que veía.
Permanecía asombrado y con la boca abierta ante el increíble poder del G.F:
- ¡¡Y ahora, Ifrit…!!- ordenó
Alejandro- ¡¡Llamas del infierno!!
La invocación, empleando toda la que
fuerza que tenía en sus poderosos brazos y garras, golpeó brutalmente la enorme
bola de fuego y ésta cayó directa en el objetivo, provocando una increíble
explosión a gran escala. Las fuertes ráfagas de viento de la onda expansiva
empujaron rodando los cuerpos inconscientes del resto del grupo.
Tras el poderoso ataque, la humareda
que envolvió el lugar se disipó poco a poco. Eduardo, Alejandro e Ifrit se
mantuvieron en guardia, preparados para luchar en cualquier momento.
Lejos de lo que esperaban, en el fondo
del nuevo cráter provocado por el ataque del G.F. estaba el chico de negro,
tumbado boca abajo en el suelo, inerte. Después de varios segundos de
incertidumbre y de pensar que ya estaba muerto, se equivocaron en el momento en
que éste comenzó a mover sus extremidades.
Eduardo, enfadado y apretando los
puños y dientes, estuvo a punto de correr para atacarlo y rematarlo. Ahora que
estaba débil, era el mejor momento para acabar con su vida. Sin embargo,
Alejandro lo detuvo bloqueándole el paso con el brazo:
- ¿¡Pero qué haces!?- replicó el
chico, enfadado- ¡¡ahora es el momento de acabar con él!! ¿¡Es qué no lo ves!?
El mago, completamente serio y
calmado, le dijo:
- Mírale…en su estado ya no puede
hacernos nada…el combate ha terminado, ya no merece la pena luchar.
Eduardo volvió la vista al enemigo,
que trataba de levantarse lenta y dificultadamente apoyando los brazos y manos
en el suelo. Estaba gravemente herido, respiraba entrecortadamente, jadeando, y
la sangre brotaba de sus heridas. Sin duda, no estaba en condiciones de luchar.
Cualquiera podría acabar con él sin esfuerzo en aquellos momentos:
- En su estado no llegará muy lejos…-
comentó Alejandro- dejemos que la gravedad de sus heridas terminen de acabar
con su vida.
Eduardo no tuvo más remedio que
esperar, aguantando y conteniendo la rabia que sentía por dentro. Ambos vieron
cómo el chico de negro utilizó las últimas fuerzas que le quedaban para
conjurar un agujero oscuro a su lado, al cual se internó arrastrándose por el
suelo. Una vez dentro, el joven miembro de la organización Muerte le dirigió
una última mirada a Eduardo, antes de desaparecer junto a la brecha oscura, sin
dejar rastro.
Una vez terminado el combate, Ifrit no
vio la necesidad de seguir en el exterior. Eduardo fue testigo, perplejo y
asombrado, de cómo el guardián de la fuerza se vio envuelto en una luz blanca y
desapareció en ella. Lo que más le sorprendió fue ver cómo el espíritu del G.F.
volvía al interior de la esfera roja que Alejandro llevaba de colgante en el
cuello. En ese instante lo entendió todo y supo por qué la invocación obedecía
cada una de las órdenes del mago.
Le parecía increíble que el famoso
mago legendario Alejandro, el mismo que luchó junto a ellos en Nautigh,
estuviera allí para salvarles. De no ser por él seguramente no lo habrían
contado y en aquellos momentos estarían muertos a manos del chico de negro de
la organización Muerte.
Ahora creía entender por qué se le
consideraba uno de los magos más poderosos de Limaria, y es que llevar un G.F.
encima era algo de extrema rareza. Sólo un reducido número de personas eran los
que portaban a un guardián de la fuerza, ya que existían muy pocos en todo el
mundo, y los que gozaban de su extraordinario poder eran considerados muy
fuertes y peligrosos.
Ahora tenía una cosa muy clara, y es
que Alejandro era el portador de la esfera del G.F. del elemento fuego, Ifrit.
El mago legendario lo despertó de sus
pensamientos cuando le dijo:
- ¡Vamos, Eduardo, tenemos que curar a
tus amigos heridos!
El chico sacudió rápidamente la cabeza
y asintió diciendo:
- ¡Sí, vamos!
Los dos corrieron a sanar con objetos
y la magia cura al resto del grupo debilitado. Mientras lo hacían, Eduardo no
dejaba de pensar en la última mirada que le había dirigido el joven de negro,
antes de desaparecer en el agujero oscuro.
Sea lo que sea lo que significara,
después de unos segundos de intriga e incertidumbre, el chico finalmente
decidió no pensar más en ello. Lo importante ahora era que habían esquivado por
muy poco los brazos de la muerte y que estaban a salvo, por el momento.
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